Tumgik
vitt-loves-dona · 2 years
Text
No sé por qué, pero presiento que me esperas, y salgo al campo florecido... ¡Ah, la luna, esta noche! たにとなく (nani to naku) 君に待たるる (kimi ni mataruru) ここちして (kokochi shite) 出でし花野の (ideshi hana no no) 夕月夜かな (yūzukiyo kana) 🎎 #Autora | Yosano Akiko (与謝野晶子) 👤 #Traducción | José María Bermejo & Teresa Herrero
Fuente: lámpara de papel
3 notes · View notes
vitt-loves-dona · 2 years
Text
youtube
Baby, are you coming for the ride?
0 notes
vitt-loves-dona · 2 years
Text
Cuando era niña las cicatrices se pasaban más rápido. Es pocos días todo picaba y la marca se desvanecía en la palidez de mi piel. Después, incluso, no recordaba cuándo es que me había hecho esa herida. Todavía no recuerdo de dónde salen varios raspones de la rodilla. No importó recordar.
Cuando era niña era más elástica y podía, sin duda, pasar a otra cosa.
1 note · View note
vitt-loves-dona · 2 years
Text
Todavía no me recupero del impacto, de ese y de los otros. De algún modo, se siente como si el sentimiento se reciclara, de algo pasado, de algo enterrado. De cualquier manera hubiera sido bueno no vivir para contarlo, porque el relato de un impacto, la narración de un shock es, en verdad, algo instransferible. A la vez, mientras lo pienso, imagino también que las pasiones se le parecen, que un humano vivo no es equiparable a otro humano vivo. Que por lo tanto, cuántas otras cosas se bordean pero no se dicen. No se puede decirlas.
El cuerpo como sea se defiende, por eso me duele. Me duele respirar, me duele mover los brazos, me duele dormir boca abajo. Cada mañana los buenos días me los da el dolor. Las personas creerán que estoy exagerando, pero me duele el cuerpo. No me duele el cuerpo como me dolía antes, ahora me duele algo por debajo de los músculos. Me duele sostener la postura, me duele levantar a la Donatella, me duele mover la cuchara de madera mientras cocino, me duele escribir.
El doctor me dijo que lo que me pasa se llama estrés postraumático, que es normal. Otra vez, la normalidad humana me disfraza de alienígena.
Ahora me da miedo el tráfico y sufro en silencio mientras viajo en colectivo, la arena en mi piel me da nervios y las moscas me caen peor. Me gustaría borrar de mi mente los momentos en que algo impacta en mi cuerpo, me gustaría dejar de soñarme inmovilizada en el desierto.
1 note · View note
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Quien sea capaz de ir en contra del miedo es capaz de ir en contra de cualquier pasión humana o sentimiento de sorpresa.
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Busquemos, pues, las experiencias que se transmiten todavía más allá de todos los espectáculos comprados y venidos en torno nuestro, más allá del ejercicio de los reinos y la luz de las glorias. ¿Qué somos "pobres de experiencias"? Hagamos de esta pobreza misma -de esta semioscuridad- una experiencia.
G. Didi-Huberman en Supervivencia de las luciernágas
4 notes · View notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
TEMAS Y FRAGMENTOS
La película había anticipado la presencia de un violador suelto en los suburbios y ahora mostraba una habitación en una planta baja, el tocador de una dama que se veía desde el jardín de la entrada, y a una mujer joven en su interior preparándose para ir a dormir. La mujer se miraba en el espejo con cierta vanidad, tarareando una melodía, e intentaba sacudirse con un leve movimiento de cabeza un mechón que se le había desprendido al peinarse. El pelo se le enganchaba en el hombro y ella intentaba ayudarse con la mano cuando, a modo de respuesta, uno de sus espectadores gritó: "Bueno, ya está". Su reacción tenía que ver con que el mechón debía resbalar sobre la espalda para dejar al descubierto el busto, los pechos, los senos, las lolas, las tetas o las mamas de la mujer. Se debió a que queríamos ver la desnudez y la pelicula quería mostrarla, pero la disimulaba con una trama que incluía habitaciones con tocador, abusadores y la advertencia ante los abusadores. Su grito llegó en el momento en que sexo y cine ya no iban de la mano, durante una función nocturna a principios de 1963. Unos años después el público se dividió en público de sexo y público de cine, el sexo acabó en sus propias salas y dejó de estar relacionado con el cine. Pero esta división tampoco fue buena para el cine-sin-sexo y nuestro espectador, con sus propias palabras, la estaba fomentando: hay que considerar a su favor que cuando la película se estropeó él solo le habló a la mujer en la pantalla y no fue el responsable de arruinarla. Con la separación del sexo también quedó borrado de las palabras función nocturna lo pecaminoso de la noche. Desde que se pueden ver películas de sexo a media mañana también se puede ir a lavar la ropa de noche y, hoy en día, la apertura nocturna de las lavanderías, los locales de comida y de los cines demuestra que mucha gente ya no debe salir tan temprano de sus casas. Una tarde, durante la guerra de Vietnam (yo me había escabullido de una actividad contra la guerra como si fuera el colegio), en una película de carreras un japonés contaba que en la Guerra Mundial había derribado doce aviones estadounidenses, para reafirmar luego que actualmente era el mejor amigo de los norteamericanos. Yo aplaudí con entusiasmo y, para mi desconcierto, la mitad de la sala se sumó a mi aplauso. Incluso alcancé a preguntarme si el público berlinés relacionaba el bombardeo con Hanoi con el de Berlín y, en ese caso, cómo, cuando se incendió la luz del intervalo y vi que la mitad del público eran personas que se habían escabullido de la misma reunión que yo. Fracasé al intentar agregarle otro aspecto a la película (la posibilidad de que en la oscuridad la población de Berlín se anime a agitar las manos contra los bombardeos norteamericanos). Yo solo había expresado algo que la mayoría de la gente en la sala ya pensaba sin haber visto la película. Hace veinte años que se me castiga por este desacierto. Hace veinte años que debo sentarme en el cine con gente que al ver El pequeño salvaje (1970), de Francois Truffaut, declara estar en contra de que los niños sean forzados a estudiar, que después de John Ford se declara en contra de que los indios pierdan la batalla y al ver Topaz (1969), de Alfred Hitchcock, opina que la CIA no debería ser superior a la KGB. En Messidor (1979), de Alain Tanner, dos mujeres asesinan a un violador y el cine entero aplaude ante esa escena como si se tratara de una película educativa sobre la autodefensa. Un poco más adelante, las mujeres conocen a dos hombres en moto, entran a un granero y el cine entero reniega decepcionado. Los espectadores quieren estar a favor de los indios o de las mujeres, pero se ríen de toda cultura ajena que no haya sido objeto reciente de alguna moda del revival, como de la idea de la caballerosidad en El último suspiro (1966) de Jean-Pierre Melville. Estos espectadores tomas de las películas la política que más los atrae en el momento. La política se vuelve una especialidad como antes el sexo, se proyectan películas de mujeres, películas de homosexuales, películas de minorías.
Antes importaban los fragmentos, hoy mandan los temas.
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
"Es por este motivo que su mano tiembla, pero este temblor es la maestría suprema. La potencia es eso que tiembla y casi danza en la forma: ignis ardens non comburens".
Creación y anarquía, G. Agamben
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
youtube
I always crash fall down to the truth
More of the same old plays aint shit new
Wild is the wind that carries me home
While I lick my wounds
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Mi nuevo amor
Tengo un amor nuevo y con él aprendí muchas cosas. Por ejemplo, los límites. Tantos años de ir a lo del psicoanalista para escucharlo repetir siempre: "pero usted se tira a la pileta sin agua". A mí esa frase me producía consternación, porque una pileta sin agua es de lo más triste que hay. O si no, me decía: "hágase valer, usted tiene una imagen muy deteriorada de sí misma, usted es inteligente, es creativa". Eso a mí me daba como un destello de valor por un momento y después me sonaba a consuelo, como cuando alguien presenta a otra persona un tipo o una tipa impresentables y para arreglarlo dicen: "es historiador" o "viajó a Tánger", y como yo creo que lo que siento es verdadero amor, no necesito ni ser linda ni ser creativa ni viajar a Tánger: él me quiere por lo que soy. Y no le importa si soy un poco vieja, porque es como que no registrara esas cosas: para mi asombro me quiere sin condiciones. Con él aprendí la expresión de la mirada, que vale por mil palabras: no me asusta si en sus ojos veo una pizca de odio; sé que no es hacia mí como yo suponía antes, o tal vez el análisis anterior haya hecho efecto a posteriori; de pronto uno puede tener una pizca de odio en los ojos por cosas que recuerda, motivos privados. Yo sé con él cuándo debo acercarme porque no es violento para el rechazo y así -y a eso siempre lo consideré una prueba de convivencia que alabaría el analista- podemos estar cada uno en su habitación, pensando en nuestras respectivas cosas sin necesidad de preguntar perturbando: "¿qué estás haciendo?" para joderse las paciencias mutuamente. Con él me ha surgido una femineidad insospechada, porque ante su sencillez -es de hábitos regulares y desea cosas simples- he depuesto toda rivalidad o competencia. Compartimos esa cualidad neutra que posee el tiempo después de cierta edad, en que no hay días terribles y fiestas luminosas, porque los días se enlazan en el comer, dormir, trabajar y ver un poco de televisión.
Eso sí, él televisión no mira. A la noche, para separar un día de otro, nos frotamos la frente. Los únicos problemas vendrían a ser la dieta y una costumbre que no me gusta, porque es muy delicado en general: solo come carne picada y se rasca las pulgas delante de la gente.
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Guiando la hiedra
Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. Son diferentes de las personas: algunas personas, con una mezquina base, adquieren unas frondosidades que impiden percibir su tamaño real; otras, de gran corazón y capacidad, quedan aplastadas y confundidas por el peso de la vida. En eso pienso cuando riego y trasplanto y en las distintas formas de ser de las plantas: tengo una que es resistente al sol, dura, como del desierto, que tomé para sí sólo el verde necesario para sobrevivir; después una hiedra grande, bonita, intrascendente, que no tiene la menor pretensión de originalidad porque se parece a cualquier hiedra que se puede comprar en todos lados, con su verde tornasolado. Pero tengo otra hiedra, de color verde uniforme, que se volvió chica; ella parece decir: "Los tornasoles no son para mí"; ella respondió creciendo muy lentamente, umbría y segura en su cautela. Es la planta que más quiero; de vez en cuando la guío, yo comprendo para dónde quiere ir y ella entiende para dónde yo la quiero guiar. A la hiedra tornasolada a veces le digo "estúpida" porque hace unos arabescos al pedo; a la planta del desierto la respeto por su resistencia, pero a veces me parece fea. Pero me parece fea cuando la veo con la mirada de otras personas, cuando viene visita: a mí en general me gustan todas. Por ejemplo, hay una especie de margarita chica, silvestre, que la llaman flor de bicho colorado; no sé con qué criterio se la distingue de la margarita. A veces miro mi jardín como si fuera de otro y descubro dos defectos: uno, que pocas plantas caen graciosamente, con cierta frondosidad y movimientos sinuosos: mis plantas son como quietitas, cortitas, metidas en su maceta. El segundo defecto es que tengo una gran cantidad de macetitas chicas, de todos los tamaños, en vez de grandes macizos estructurados, bien pensados; porque fui demorando mucho esa tarea de tirar lastre, digamos y la misma expresión, tirar lastre, o sanear, referida a mis plantas, tiene algo de maligno. Fui demorando todo lo posible el uso de la malignidad necesaria para sobrevivir, ignorándola en mí y en otros. Vinculo la malignidad a la mundanidad, a la capacidad de discernir inmediatamente si una planta es flor de bicho colorado o margarita, si una piedra es preciosa o despreciable. Vinculo o vinculaba malignidad a desprecio electivo en función de algunos objetivos que ahora no me son extraños: el trato con gente, con mucha gente, los rencores, la reiteración de personas y situaciones; en fin, el reemplazo del asombro por el espíritu detectivesco me contaminó a mí también de maldad. Pero me siguen asombrando algunas cosas. Yo hace cuatro o cinco años había rogado a dios oa los dioses que no me volviera drástica, despreciativa. Yo decía: "Dios mío, que no me vuelva como la madre de 'Las de Barranco'". La vida de esa madre era un perpetuo aquelarre; invadía los asuntos de los que la rodeaban, vivía su vida a través de ellos, de modo que no se sabían eran sus verdaderos deseos; no tenía otro placer que no fuera la astucia. Yo, antes de ser un poco como la de Barranco, miraba a ese modelo como algo espantoso y una vez incorporado, me sentí más cómoda: la comodidad de dejar lastre y olvidar, cuando hay tanto para recordar que no se quiere volver atrás. Ahora a la mañana pienso una cosa, a la tarde, otra. Mis decisiones no duran más allá de una hora y están exentas del sentimiento de ebriedad que las solía acompañar antes; ahora decido por necesidad, cuando no tengo más remedio. Por eso otorgo escaso valor a mis pensamientos y decisiones; antes mis pensamientos me enamoraban; yo quería lo que pensaba; ahora pienso lo que quiero. Pero lo que quiero se me confunde con lo que debo y perdí la capacidad de llorar; debo distraerme mucho de lo que quiero y debo, o simplemente estoy en una especie de limbo donde se sufre un poco: algunas contrariedades (cuyo
efecto puede ser previsto), pequeñas frustraciones (susceptibles de ser analizadas y compensadas). Descubrí la parte de invento que tienen las necesidades y los deberes: pero los respeto en seco, sin gran adhesión, porque organizan la vida. Si lloro, es más bien sin mi consentimiento, debo distraerme de lo que quiero y debo; sólo permito que aflore un poquito de agua. Los sentimientos hacia las personas también han cambiado; lo que antes era odio, a veces por motivos ideológicos muy elaborados, ahora es sólo dolor de barriga, un aburrimiento se traduce en dolor de cabeza. Perdí la inmediatez que facilita el trato con los chicos y aunque sé que se recupera con tres carreritas y dos morisquetas, no tengo ganas de hacerlas, porque envidio todo lo que hacen ellos: correr, nadar, jugar, desear mucho y pedir hasta el infinito. Últimamente me he pasado gran parte del tiempo criticando la educación de los chicos porteños con quien fue, y sobre todo con los taximetreros. En general nos ponemos de acuerdo; sí, los chicos porteños son muy mal educados. Pero es un acuerdo tan triste, que a partir de ese tema no cunde ninguna conversación. Pienso ahora que el motivo de la quema de brujas no fue ni andar por el aire con la escoba, ni las asambleas que hacían; era más bien el que picaran huesos, picaran sesos hasta dejarlos bien molidos. También dejaban orejas de cerdo en remojo y usaban el caldo para dar brillo a los pisos; de paso, podía ser que alguien patinara y se cayera, esto como un beneficio muy ulterior; ellas no le atribuían demasiada importancia. Las brujas mataban así tres pájaros de un tiro y ése era su poder. Rumiando reconstituían los pensamientos, los cocinaban y también cocinaban el tiempo para obtener el mismo producto bajo diferentes formas. Por ejemplo, el gato; la bruja no tiene antepasados, ni marido, ni hijos; el gato representa todo eso para ella, con el gato anula la muerte. La bruja trabaja como los jíbaros, para reconstituir un orden de lo semivivo; por eso remoja, hierve y mezcla perfumes con sustancias asquerosas: es para rescatar del olvido a las sustancias asquerosas; se las recuerda a los que quieren olvidarlas en nombre del encanto, de la estética y de la vida viva. No, no es por franquear las distancias por lo que fueron castigadas; fue por la trama secreta de la experimentación que podía alterar la inmediata de los sentimientos, de las decisiones, de los seres, que la vida sostiene con las reglas que le son propias. Y no retrocede ante la cruz, como se dice, porque es un objeto inanimado; retrocede ante el cordero pascual. no es por franquear las distancias por lo que fueron castigadas; fue por la trama secreta de la experimentación que podía alterar la inmediata de los sentimientos, de las decisiones, de los seres, que la vida sostiene con las reglas que le son propias. Y no retrocede ante la cruz, como se dice, porque es un objeto inanimado; retrocede ante el cordero pascual. no es por franquear las distancias por lo que fueron castigadas; fue por la trama secreta de la experimentación que podía alterar la inmediata de los sentimientos, de las decisiones, de los seres, que la vida sostiene con las reglas que le son propias. Y no retrocede ante la cruz, como se dice, porque es un objeto inanimado; retrocede ante el cordero pascual. Ahora, que soy un poco bruja, me observo una veta grosera. Como directamente de la cacerola, muy rápido, o hago lo contrario, voy a un restaurante donde mastican reglamentariamente seis veces cada bocado, para la salud y me produce placer masticar —así como si fuéramos caballos, me enamoro de las chancletas viejas, tiro demasiada agua a las plantas después de lavar el balcón para que caiga barro y ensucie lo lavado (anulo el tiempo, ya que vuelvo a clean), cocino mucho, porque encuentro placer en que lo crudo se vuelve cocido y desestimo totalmente los argumentos ecologistas; si el planeta se destruye dentro de doscientos años, me gustaría resucitar para ver el espectáculo. Cambio impresiones con algunas brujas amigas y nuestra conversación se reduce a fugaces
comunicados, historias de obstinaciones diversas, controles mutuos de brujerías, Pero no siempre fue así, no fue así. Antes de que yo pensara en tirar lastre y en matar dos pájaros de un tiro, sufrí en dos años como nunca había sufrido en mi vida, una mañana lloré con igual intensidad por dos motivos distintos. Entendí qué pasa con los que se mueren y con los que se van; vuelve en sueños y dicen: "Estoy, pero no estoy; estoy, pero me voy" y yo les digo: "Quedate otro ratito" y no dan ninguna explicación. Si se quedan lo hacen como ajenos, en otra cosa, y me miran como visitas lejanas. En esa región del olvido adonde han ido tienen otras profesiones y han adquirido otro modo de ser. Y todo lo que hemos peleado, hablado, comido y reído pasa al olvido y no quiero yo conocer personas nuevas ni ver a mis amigos; en cuanto empiezo a hablar con alguien, ya lo mando yo misma a la región del olvido, antes de que llegue el turno de irse o de morirse. Me despierto y percibo que estoy viva, amanece. No viene ninguna idea a mi cabeza; nada para hacer, nada para pensar. No pienso seguir fumando en la cama sin ninguna idea en la cabeza. De repente me agarran muy buenos propósitos pero sin relación a nada concreto: me lavo, me peino, caliento agua; me voy entonando y los buenos intenciones. Es un día de marzo y la luz va viniendo pareja, los pajaritos trabajan, van de acá para allá. Yo también voy a trabajar. Ya sé lo que voy a hacer: voy a guiar la hiedra, pero no con un hilo grosero, la voy a atar con un hilo vegetal. Ella está ahí, firme contra la pared: le saco las hojas muertas a la hiedra ya todo lo que veo. Podría decir que tengo un movimiento de sacar hojas muertas pero no es adecuada la expresión porque es un ataque tranquilo, pero no pienso terminar hasta que no haya sacado la última hormiga y la última hoja que no sirve. Amontono todas esas macetas chicas, van a ir a otras casas, tal vez con otras plantas. Pasa un avión muy alto y de repente me agarran una felicidad y una paz tan grandes hago al hacer este trabajo que lo más despacio para que no termine. Me gustaría que viniera alguien para que me encontrara así, a la mañana. Pero todos están haciendo otros trabajos distintos, tal vez sufran o renieguen o se engripen; no importa, eso pasa y en algún momento tendrán alguna felicidad como esta mía. Me siento tan humilde y tan gentil al mismo tiempo que agradecería a alguien, pero no sé a quién. Reviso mi jardín y tengo hambre, me merezco un durazno. Enciendo la radio y oigo que hablan de la onza troy: no sé qué es, ni me importa: arre, hermosa vida.
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Mis hijas aparecen corriendo por el borde de la pileta con sus trajes de baño coloridos y antiparras. Son mellizas, y tienen épocas en que pelean por todo y épocas en que se ríen, secretean y son mejores amigas. Estos días son mejores amigas. Me pongo antiparras y les digo: ¡vamos a nadar! Aunque ya son grandes e independientes, en el agua se me pegan como ventosas. Intento nadar y se vuelve un juego en el que me persiguen y yo me desmarco. Me sumerjo, nado con fuerza hacia abajo, hacia la parte más honda de la pileta, giro y veo desde la profundidad cómo se acercan hacia mi. Tengo una visión total: sus pelos ondulando en cámara lenta, sus piernas doradas, sus caritas apretadas por las antiparras, las burbujas. El sonido con eco, afelpado, reverberante. Acá, bajo el agua, está lleno de hojas enormes de la ampelopsis: doradas, amarillas, rojas tirando a bordó, giran infinitas. La luz del sol atraviesa de costado el agua y produce destellos de colores, pequeños arco iris caprichosos.
Nado un poco más, el agua caliente es mágica y poderosa.
Mi hermano me pregunta si estoy bien.
Le digo que sí, le digo: estoy como drogada, no puedo creer toda esta belleza, hace mucho que no me siento tan bien. Me alegro hermanita, me dice, se pone las antiparras y se sumerge. https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
1 note · View note
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Un recuerdo de mi infancia: mis papás se están peleando a los gritos y se están tirando cosas (esto pasaba más seguido de lo que hubiera querido) y mi hermano y yo estamos encerrados en el cuarto, abrazados, llorando. Tenemos miedo y al final sacamos la mesa de luz que separa nuestras camas, las juntamos, y nos dormimos de la mano. Mis papás peleaban mucho, muchísimo, diría que estaban en una guerra permanente que a veces se expresaba como una guerra fría, una tensión en el aire, en los ambientes, en la casa, en el auto, en los paseos, en los fines de semana, en las vacaciones, en las comidas, y otras veces era una lucha descarnada, violenta. Mi papá siempre dice que no estuvo bueno pero que nosotros no salimos tan mal. Tal vez ser dos nos salvó, nuestro vínculo era una pequeña barca que nos mantenía a flote mientras navegábamos en las tempestades familiares.
https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Esta planta tiene flores naranjas pero también hay amarillas, rojas y rosas. Es una planta bastante salvaje, incluso invasiva. Corto algunas pero se me deshacen en las manos, sus pétalos son delicados. Voy a conseguir una para mi casa. Tengo muchísimas plantas en mi casa pero siempre se puede tener una más. Las plantas son como los libros, nunca son suficientes. https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Gaby es mi amiga más afín, casi siempre que hablamos pensamos lo mismo, y lo que hacemos con la conversación es sacarle brillo a las ideas. Solucionamos problemas y de repente las cosas se ven diáfanas, transparentes, bellas, y así conseguimos que por un momento desaparezca el horror del mundo. La calma de la conversación aquieta mi ansiedad galopante, no quiero nada más, no quiero estar en otro lugar; ahora en este lago, en este paso sincronizado y rápido junto a mi amiga, dejo de sentirme escindida, dejo de sentir que me falta algo. https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Ahora la lluvia es más suave pero persiste. Flora ya llenó dos bolsas de residuos y acomodó mis lápices y acuarelas en una repisa como si fuera un local de Palermo. Me muestra un libro que tengo repetido: Los pequeños macabros, de Edward Gorey. Le regalo un ejemplar y se lo guarda. Después quiere acomodar mis libros del escritorio y le digo que no, que esos son los que estoy leyendo ahora, van ahí. A veces nos leemos fragmentos de libros, como hacen los enamorados. Abro uno, La mujer y la ciudad, de Vivian Gornick. Amiga, te quiero leer esto, escuchá: “La buena conversación no es una cuestión de compartir intereses, ideales, sino una cuestión de temperamento, cuando se comparte el mismo temperamento, la conversación nunca pierde espontaneidad y frescura; cuando no, uno siempre tiene que andarse con pies de plomo”.
Hace tiempo que pienso en eso. En desterrar el lugar común de tener cosas en común. La amistad es una voluntad misteriosa y cuando fluye parece un partido de tenis, siempre nos devolvemos la pelota, se pregunta, se escucha, se repregunta. Un hilito que nadie suelta. La amistad es una conversación que se puede retomar en cualquier punto y en cualquier lugar del mundo.
https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
0 notes
vitt-loves-dona · 3 years
Text
Es raro, somos muy diferentes. Ella practica ayurveda, medita, hace kung fu. Yo soy una bestia ansiosa y mi dieta principal son los animales muertos. Ella tiene pocas cosas y yo soy una acumuladora serial. Supongo que los motivos de una amistad son tan indescifrables como los del amor romántico. “La amistad no es menos misteriosa que el amor o que cualquier de las otras fases de esta confusión que es la vida. He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola”, escribe J.L. Borges en El indigno.
Nos regalamos cosas porque sí, ella me cocina berenjenas cuando estoy triste, yo le hago pékeles cuando viene a verme. Tenemos nuestro propio glosario de estados emocionales: “la nube” es para días de tristeza, “fuze-tea” es para depresión intensa en la cama, “cristal” es una forma de decir que nos mostramos bien hacia el afuera. Si estamos realmente felices no necesitamos nombrarlo. https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/663033654386294784/vidas-de-la-amistad-y-la-belleza
0 notes