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chassidbreslev · 5 years

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✓ Introducción a la vida de Abulafia

Es uno de los representantes más insignes de la Kabbalah hebrea a diferencia de muchos otros Kabbalistas que le precedieron o fueron sus contemporáneos. Abulafia pertenece a la generación de Kabbalistas Sefardíes que promovieron la época de mayor auge y esplendor de la Kabbalah, que se ha denominado la “Edad de Oro” siempre suministra muchos detalles en lo tocante a su vida.

El nacimiento de Abrahám Abulafia aconteció en una fecha significativa, en el año hebreo 5000 (1240 D.C.) Es decir el comienzo de un nuevo milenio según el calendario hebreo que se inicia con el nacimiento de Adán. Nace en Zaragoza en la provincia de Aragón, de su padre, Samuel; Abulafia aprendió Escritura, Mishnah y Talmud, alcanzando para ese entonces un conocimiento muy adecuado de los mismos. Cuando el Rashba le acuso de inculto él le contesto que había completado todo el Talmud y había aprendido de dos maestros muy prominentes a decidir sobre asuntos de la ley religiosa también afirmo haber dominado el Chullin, el tratado Talmúdico sobre leyes dietarias el constituía el aprendizaje rabínico tradicional.

La familia se movió hacia Tudela, donde Abulafia continuó estudiando con su padre hasta la muerte de él, cuando Abraham era un joven de dieciocho años. Dos años más tarde, Abulafia dejó España y realiza numerosos viajes a lo largo del Mediterráneo, empezando su peregrinación a Palestina y el cercano Oriente hacia la tierra de Israel en busca de la mítica Rivera de Sambation. Sin embargo, la batalla entre los mamelucos y los tártaros en Ein-Harod trajo un mal fin que lo llevo al estado Palestino en la ciudad de Acre. Él regresó a Europa vía Grecia, donde él se caso, y después de algunos años el viajo a Italia. Allí, en Capua, él estudió filosofía y especialmente la Guía de los Perplejos con R. Hillel de Verona, y después de algún tiempo retorno a Cataluña.

Es gracias a Rabbi Hillel que Abulafia determino adherirse a las enseñanzas de Maimónides, y que estuvo en oposición con muchos importantes Kabbalistas de la época. Estaba plenamente familiarizado con las obras del periodo Talmúdico, entre ellos el Bahir del cual, el expreso que era el mas grande entre todos los textos de Kabbalah conocidos.

En 1270 él tuvo una visión, en cuál le fue ordenado reunirse con el Papa. El Papa al cual hacen referencia era Nicolás III que, según los registros históricos murió en Saronno, Italia, el 22 de Agosto de 1280 (25 Elul, 5040).Esto es unos pocos días antes de la celebración del Rosh Hashanah, el Año Nuevo Hebreo. Se conoce a Nicolás III por haber establecido el Vaticano como sede permanente del Papado y también por enviar un sinnúmero de misioneros a Persia y China. La muerte repentina del Papa le salvo de ser quemado en la estaca, pues se había dado la orden que tan pronto apareciera en la ciudad fuese prendido y ejecutado.

Después de breve periodo de encarcelamiento que duro veintiocho días en Roma por los Hermanos Franciscanos Abulafia dejó la Península Apenina. Despues de este incidente Abulafia regreso a Barcelona, puesto que aparece abandonando la ciudad en 1281. De Barcelona se traslado a Palmira, Sicilia y allí escribió el Metzaref La Sekhel (Refinamiento del Intelecto) en el año 1282.

Después Abulafia se traslado a Mesina, Sicilia. El llamó a esta ciudad mi Sinaí, para indicar que este era para él, un lugar de revelación

Él tuvo éxito en establecer no sólo un círculo de estudiantes y admiradores que «se movieron bajo su dirección» pero aparentemente también los adversarios. Y posteriormente se traslado a la isla de Comino cerca de Malta. Algunas de sus obras que se han conservado se relacionan con este periodo. Sus pretensiones proféticas y mesiánicas, evidentemente causo que los líderes de la isla se fueran contra el, el turno fue para R. Salomón Abraham Ibn Adret (1235-1310, conocido como (Rashba) más adelante nos ocuparemos de esta personalidad, quien fue ambas cosas un sabio del halakhic y un Kabbalista, empezó una guerra total en contra de Abulafia. El Rashba desencadeno un vituperante ataque contra el. Este y otros líderes enviaron comunicados y mensajes denunciando y atacando a Abulafia. Estas reacciones de una figura principal de esta generación fueron suficientes para garantizar que muchos se apartaran de las obras de Abulafia y llegasen inclusive a ignorarlas.

Por otra parte existía un temor en lo relacionado con la Kabbalah. El Zohar no había sido publicado, y aunque el Bahir apareció en 1175 no era aceptado universalmente; había fuertes oposiciones a las enseñanzas de la Kabbalah, pues eran consideradas herejía y por consiguiente las afirmaciones de Abulafia eran inclusive consideradas peligrosas. Abulafia recibió un gran perjuicio y quedo sumamente herido por los ataques del Rashba y en respuesta escribió su famosa epístola, Ve Zot Liyehudadh (y esto es para Juda).

Aun si sus cartas en contra del Kabbalista del Éxtasis no siempre encontraron una oreja compasiva entre muchos de sus discípulos en Sicilia, sin duda que la reputación de Abulafia no obstante estaba gravemente dañada, y él se vio forzado a entrar en exilio en la isla de Comino cercana a Sicilia, al menos para un período breve. La polémica entre Abulafia e Ibn Adret continuó a todo lo largo de la segunda mitad del año1280 y concluyó, en cuanto se conoció la muerte de Abulafia al final del año 1291. En cualquier caso, no hay indicación de cualquier actividad de Abulafia durante esa fecha.

Por estos acontecimientos solo se podía esperar que Abulafia y sus escritos quedaran en el olvido total dentro de la historia Kabbalistica y no hubiera tenido ningún tipo de influencia en la tradición Kabbalistica. Por el contrario sus obras han sido citadas por los Kabbalistas mas importantes como el Ramak (Rabbi Moshe Cordovero 1522-1570) decano de la escuela de Safed, quien considera que Abulafia es una autoridad en la pronunciación de los Nombres divinos e incluye una larga sección de su Or Ha Sekhel (Luz del Intelecto).En la sección cuarta de su Shaarey Kedushah (Puertas de la Santidad) Rabbi Chain Vital cita los métodos de Abulafia como técnicas de meditación. Habla de su Chayay Olam Habah (Vida del Mundo Futuro) como si se tratara de un bien conocido libro en los círculos Kabbalisticos y cita en extensión pasajes del Sefer HaCheshek (Libro de la Pasión). Otra figura relevante, el Radbaz (David Abu Zimra, 1470-1572) menciona las obras de Abulafia en un contexto muy positivo.

Pero quien tenía la última palabra respecto a la aceptabilidad de cualquier manuscrito o texto hebraico se le asigna generalmente al Chidah (Rabbi Chain Yosef Davis Azulai, 1724-1806) reconoce que sus obras han sido aceptadas por los principales Kabbalistas quienes las han encontrado sumamente beneficiosas. Se reconoce que Abulafia estaba en posesión de tradiciones autenticas y que las registro fiel y exactamente.

A pesar de todos los antecedentes negativos en el siglo diecisiete, un cambio notable ocurrió en relación con el cabalista prohibido, una figura como R. Azulai (Hid”a)quien fue un experto en todas las dimensiones de cultura judía y quien al mismo tiempo represento el post-Sabbatian Kabbalistico en el sector del Este, no dudo en alabar a Abulafia y describir su sistema en condiciones elevadas “Su nombre es genial en Israel y ninguno puede alterar sus palabras ”.Se daba en este instante un cambio de excomunión a una posición en las primeras jerarquías del misticismo judío.

Abrahán Abulafia, rompe con la tendencia de los místicos anteriores de ocultar con frecuencia su personalidad, de refugiarse en el anonimato o la seudo epigrafía y le da a sus escritos una tendencia más objetiva, por consiguiente su obra es muy directa y en cierta forma atrevida, reflejo de su fuerte personalidad y por esta razón enemistado con los principales Kabbalistas de su época y muy relacionado con tendencias espirituales y místicos de otras religiones, es un hombre supremamente excepcional dentro de la historia de la Kabbalah.

Abulafia es la representación de un sistema y método Kabbalista muy diferente a la representación del Zohar por aquellos tiempos. La Kabbalah de Abulafia es conocida por los nombres que el mismo le dio en sus escritos: Kabbalah Extática o Kabbalah Profética

(Kabbalah Nevuit) y Kabbalah de los Nombres Divinos (Kabbalah Ha Shemot) pone un gran énfasis en la obtención de una mística experiencia que se puede concebir como el don de la profecía o la revelación y unión con la Divinidad.

La influencia del Zohar da origen a la Kabbalah teosófica-teúrgica y a una compleja doctrina de la Divinidad de aquellos tiempos no tiempo espacio dentro del sistema y entre ellos a Ibn Adret Kabbalistico de Abulafia, puesto que el ve en ella un peligro de herejía; por consiguiente acusa a algunos Kabbalistas y en especial a Ibn Adret de ser peores que los cristianos, puesto que Abulafia plantea que los Cristianos se conforman con creer en un solo Dios Trinitario, mientras que los Kabbalistas Sefiroticos creen en un sistema de 10 fuerzas Divinas diferentes.

Al romper con la tendencia generalizada a la seudo epigrafía y anonimato que se dio durante la Edad Media por parte de muchos autores judíos, el por el contrario, proporciona en sus escritos y manuales detalles de tipo autobiográfico que hablan de sus prácticas y experiencias. Asi podemos ver en su obra Otzar Eden Gamuz, que el habla de su vida, sus estudios, sistemas y también de sus maestros.

Al analizar el trabajo de Abulafia, en torno a la” Teoría mística de la búsqueda del éxtasis y de la inspiración profética” nos encontramos en primera instancia con influencias intelectuales tan diversas en relación con el, y por otra parte lo que constituye su propio sistema místico Kabbalistico.

Abulafia apoya una teología parecida a la de Maimónides en lugar de la Teosofía Kabbalistica. El expresa primordialmente la comprensión de Dios como el intelecto, lo inteligible y el acto de intelección, una definición que permite la unión del intelecto humano y el Intelecto Divino

La obra de Maimónides es una de las grandes influencias en el sistema de Abulafia, el no ve en la doctrina de Maimónides la antítesis del misticismo, como algunos cabalistas de su época, por el contrario se sirve de ella para sentar una base filosófica racionalista a su teoría del éxtasis profético, que el supone la unión del intelecto humano con el divino; a diferencia de Maimónides que cree imposible que esa unión se llegue a producir en esta vida; Abulafia afirma que la transformación del intelecto humano en el intelecto activo, como el lo describe tiene lugar durante la experiencia mística Por esta razón no dedica su tiempo a especulaciones sobre la naturaleza divina y su manifestación con las criaturas como la hacían los kabbalistas de su época, por el contrario dedica sus esfuerzo en el modo de llegar a la unión extática con la Divinidad. Como podemos indicar en sus obras su sistema presenta una exposición muy detallada de la vía o el camino que permite al practicante alcanzar una experiencia mística.

Para Abulafia hay algunas barreras que separan la existencia personal del alma de la corriente de la influencia cósmica, que el personifica en lo que suele llamar Intellectus Agens o Intelecto Activo. Esta experiencia mística es denominada por Abulafia, don de la “profecía”.

Abulafia se da cuenta que el alma se encuentra encerrada y limitada por las percepciones sensoriales y las emociones. Por consiguiente estas hacen difícil para el alma identificarse con la existencia de las formas espirituales y de las manifestaciones divinas. En consecuencia Abulafia coloca su visión en las formas más altas de percepción que en lugar de bloquear o impedir la vía a las regiones más elevadas o profundas del alma facilitan su acceso y permiten su vivencia. Se trata pues, de estimular la vida profunda del alma y liberarla de las percepciones ordinarias y por consiguiente lo logra a través de las letras del alephato hebreo.

Teniendo en cuenta la naturaleza abstracta incorpórea de la escritura desarrolla su teoría de la “contemplación mística” de la letras y sus formas constitutivas del nombre de Dios y por consiguiente este es el objeto particular de la contemplación mística. El nombre de Dios es algo absoluto porque refleja el significado oculto y la totalidad de la existencia, el nombre a través del cual todo adquiere un significado, pero que para el hombre no tiene un significado concreto y particular.

Abulafia determino que el que haga del nombre de Dios el objeto menos concreto y perceptible en este mundo, está en la vía del verdadero éxtasis místico.

A partir de este concepto Abulafia establece una disciplina que llama Hockmah ha Tseruf

(Ciencia de la combinación de las letras) que plantea como una verdadera guía con ayuda de las letras y sus formas.

La idea es provocar con este método un estado de conciencia que ha roto toda relación con los sentidos.

El método de Abulafia y su forma de pensamiento está muy relacionado o dominado por dos conceptos que son muy fundamentales para él: el intelecto y la imaginación; puesto que asocia el significado del punto de vista literal de la Torah con la imaginación y el significado espiritual oculto, con el intelecto. Su propia experiencia mística, sus visiones y por decirlo también las profecías que le son reveladas durante sus experiencias por su don profético están profundamente relacionados con estos dos conceptos; toda experiencia mística tiene un componente imaginativo que no es sujeto de interpretación y otro componente, su propia visión, que ha de ser interpretado. Encontramos que en su obra “Sefer ha Ot el expresa”este es el significado revelado a todos, pero el significado oculto solo puede ser entendido y comprendido por el que tiene la capacidad de entenderlo por si mismo”

Abulafia plantea esto de acuerdo a Maimónides, que la profecía es imposible sin la facultad imaginativa, gracias a la cual, el flujo del intelecto se transforma en imágenes visuales y sonidos; la función de la interpretación es devolver este flujo al intelecto con los componentes intelectuales de la revelación que hay en él.

Algunos elementos relacionados por su componente sensi-imaginativo, Abulafia menciona los sentimientos de alegría, temor, debilidad, que aumentan cada vez en la medida que el flujo intelectual lo hace. Plantea además que la alegría el miedo y otros sentimientos similares son signos bien conocidos acompañando un mensaje en forma visual o verbal.

….Has de saber que cuanto más intenso sea el flujo intelectual dentro de ti, más débiles se volverán la parte exterior e interior de tu ser. Todo tu cuerpo se verá poseído por un violento temblor y pensaras que estas a punto de morir, púes tu alma, colmada de júbilo por el conocimiento adquirido abandonara tu cuerpo..Entonces sabrás que avanzaste lo suficiente como para percibir el flujo Divino.

En su Ozar Eden Gamuz: como Abulafia lo describe, dice:

Los cabellos de su cabeza comenzaron a pararse firmes por la tormenta y su sangre comenzó a moverse y todo su cuerpo comenzó a temblar y sus extremidades comenzaron a estremecerse y tuve un miedo tremendo, y el miedo de Dios me cubría. Y el cuerpo temblaba, como el jinete que pone a competir el caballo, el cual está contento y alegre, mientras el caballo tiembla bajo el.

Aquí vemos que el intelecto es mayor que su imaginación y monta en el, como uno que va en coche tirado por un caballo, dirigiéndolo con el látigo, haciéndolo parar como la imaginación cuando la controla el intelecto.

En Ozar Eden Gamuz expresa:

Pero un sentimiento de temor va acompañado de sentimiento de gozo, y placer provocado por el alto grado de espiritualidad logrado:

Y usted tocara otro espíritu despertándose dentro de usted mismo y fortaleciéndole y pasando por encima de su cuerpo entero, dándole gozo y parecerá a usted que un bálsamo ha sido vertido sobre usted de la corona de su cabeza hasta sus pies, una vez o muchas veces y usted se regocijara y sentido de eso un gran placer, con felicidad y temblor.

El sentimiento de placer y alivio obedeciendo el estremecimiento, es también bosquejado en su Obra “Hayye Ha Olam Ha Ba”.

Abulafia expresa a través de sus obras los distintos estadios o experiencias que se vivencian e la experiencia mística; para Abulafia la visión de la luz corresponde a una característica de experiencia “profética” entre los Kabbalistas que siguieron el sistema Sephirotal. Hay fundamentos muy extensos con esta declaración; en los escritos de R. Isaac el Ciego y particularmente en los de R. Azriel de Gerona, encontramos en un pasaje de Sacar a Kawwanah (adscrito por R.Azriel)

Leemos

Quienquiera que fije una cosa en su mente con firmeza completa, aquello se convierte para él en un principio. Así, cuando usted ora y recita bendiciones o quiere dirigir la Kawwanah a algo en verdad, entonces imagine que usted es la luz y con todo a su alrededor en cualquier dirección y en cada lado y en medio de un caudal de luz y en el una luz brillante y al frente del un trono y en el una gran luz….y usted voltea a la derecha y usted encuentra que hay pura luz y usted encontrara un aura, lo cual es la luz radiante. Y entre ellos y por encima de ellos la luz de la gloria y alrededor de esa luz de la vida que ilumina la ideas e ilumina el esplendor de la visiones. Esta iluminación es inagotable e interminable.

Concentrando su pensamiento en un tema particular, un hombre puede entrar en un mundo cuya estructura es dictada por el contemplador: la que el “contemplador” fija….en su mente con firmeza completa. En nuestro pasaje, esa es la luz que el”hace la cosa más importante” en la visión de su esfuerzo espiritual. La evidencia pues de la conexión entre la luz y la profecía aparece ya en R. Serra de Gerona, quien escribe,”pues el se sentó y conecto sus pensamientos arriba …pues toda luz requiera de luz suprema que esta por encima.

Estos pasajes y otros señalan que la luz era un punto focal importante para los antiguos Kabbalistas.

• El gran legado de Abulafia

Abulafia dejo una herencia literaria muy extensa. Indudablemente es el que más escribió sobre Kabbalah durante el decimotercero siglo. Muchas de sus obras han sobrevivido, aunque algunos artículos se encuentran presuntamente extraviados. Durante un periodo muy corto escribió más de 50 obras, los cuales se dividen en varios principios literarios.

Los cuales citaremos a continuación:

• Manuales para la mistica experiencia

Este es un género muy profundo de un gran significado para lograr el “éxtasis” y como adherirse a Dios (devequt) lo conocido como la experiencia mística. En estos libros como nunca nadie lo había hecho detalla prácticas y técnicas diversas para la liberación.

A continuación describiremos algunos de estos trabajos tan significativos: Chayay Olam Ha Ba (La vida del Mundo Futuro), Or Ha Sekhel (Luz del Entendimiento) Inry Shefer (Palabras de Belleza) Ozar Eden Ha Ganuz (Tesoro del Eden Oculto) Sefer Ha Heseq (Libro de la Pasión) estas joyas acrecientan el prestigio y la influencia dentro de la Kabbalah por Abulafia.

• La decodificación de textos judíos clásicos

Abulafia hizo un comentario sobre la Torah, titulado Sefer Ha Maftehot, del cual la mayor parte existe. Interpretó el Sefer Yetzirah (El Libro de la Creación) la guía de Maimónides y los libros proféticos que el compuso.

• Los trabajos proféticos

Iniciando el 1279, Abulafia compuso un serie de libros”profeticos»muchos de ellos están perdidos. Entre algunos que han sobrevivido, Sefer Ha Ot (El Libro de los Signos) se puede asumir que estos libros contienen la visión mística de Abulafia. Los libros proféticos de Abulafia son aquellos escritos en un estado meditativo cuasi profético.

• Los trabajos ocasionales.

Algunos semejantes a Epístolas e inclusive poemas, que constituyen solo una parte de todo el contenido. Se consideran que alrededor de unos treinta trabajos se ha conservado dentro de unos cien escritos.

Hay material considerable del periodo, como los escritos de los Ashkenazic Hasidin o del R. Baruch Torgami, del cual Abulafia aprendió aspectos fundamentales básicos de su pensamiento. Hay trabajos que fueron influenciados por los escritos de Abulafia, como los anónimos Sefer Ha Sheriff (Libro de Las Mezclas) Ner Elohim (La Lámpara de Dios) los trabajos de R. Isaac de Acre, el primer Ozar Hayyim; Sa’are Zedeq, atribuido a R. Shem Tov Ibn Gaon.

El análisis del misticismo de Abulafia místico, requiere de una referencia muy extensa para una escuela Kabbalistica teniendo en cuenta regiones como Italia, Grecia, Palestina y otras regiones para comprender correctamente la mayoría de de los fenómenos místicos contemporáneos.

Abulafia era totalmente consciente de todas las críticas que le harían por sus revelaciones únicas en su género.

Había sido perseguido por el Rashba y otros Kabbalistas evitaban su presencia, pues no le perdonaban que revelaran los misterios. Abulafia escribió que los misterios de las letras habían sido revelados a los profetas y que estos a su vez, los habían revelado a todo Israel y puesto que esta tradición estaba casi olvidada era una gran necesidad dejarla escrita, my expresaba “Aunque se que la gente me denunciara, tanto a mí como a mis libros, no desistiré de escribir”

Y no eran tan solo palabras. Cuando él se dirige a Abrahám Comti de Messina, Abulafia expresa que ya había escrito 26 libros sobre los misterios y 22 libros proféticos. En realidad estos números son de un gran significado, puesto que 26 es el valor numérico de Tetragrammaton (YHVH) mientras que 22 corresponde al número de letras del Alephato Hebreo.

Sus obras permanecieron durante mucho tiempo en el anonimato, y algunas obras que sido publicadas se ha hecho en la época moderna, además por historiadores o estudiosos laicos, mas sin embargo sus obras han circulado entre la comunidad mística

• Obras de Abulafia que son reconocidas

La Llave del Lazo (Mafteach Ha Rayon).Vaticano, M291.

El Divorcio de los Nombres (Get Ha Shemot), en donde el autor se divorcia del uso de cualquier otro nombre de Dios que no se el Tetragrammaton.Oxford, Ms.1658.

La Vida del Alma (chayay Nefesh), el primero de los tres comentarios a la Guía de los Perplejos de Maimonides.Escrito en 1279. Múnich, Ms.408, Jewish Theological Seminary, Ms.96.

Misterios de la Torah (Sithrey Torah), el segundo comentario a la Guía.Escrito en 1280.Munich, Ms32.

El libro de la Redención (Sefer Ha Geulah) un tercer comentario a la Guia.Leipzig, Ms.39. Existe una traducción al Latín por Flavio Mitridates.

La Vida del Mundo Futuro (Chayay Olam Ha Ba) el más importante libro de Abulafia enseñando la técnica de la meditación como un medio para conseguir la iluminación.Escrito en 1280

Libro del Hombre Recto (Sefer Ha Yashar) escrito en Urbino en 1279.

El libro de La Vida (Sefer Ha Shaim) escrito en Capua en 1280.

El libro de los Testimonios (Sefer Ha Edot) escrito en Roma en 1281

El Libro de la Alianza (Sefer Ha Brit)

El libro del intérprete (Sefer Ha Melitz).

El libro del Hombre Humano (Sefer Ish Adam)

El Libro de la Haftara (Sefer Haftorah).

El Sello de la Haftara (Chotem Haftorah.

Refinamiento del Intelecto (Mtzaref La Sekhel), un comentario sobre todos los libros, los cuales parecen ser libros proféticos. Escritos entre 1279 y 1282.Escrito en Sicilia en 1285.Oxford, Ms.606.

Tesoro del EdénOculto (Otzar Eden Ha Ganuz), un comentario sobre el Sefer Yetzirah conteniendo un importante material autobiográfico.Escrito en Sicilia 1285 Oxford, Ms.606

La luz del Intelecto (Or HaSekhel), una importante exposición del sistema de Abulafia y sus técnicas meditativas. Escrito en Sicilia en 1285 para sus discípulos de Messina Abraham Comti y Nata Charar.Vaticano, Ms 233; Munich, Ms92; Jerusalén Ms.8-3009.

El que Guarda un Mandamiento (Shomer Mitzvah), un comentario sobre Bendición Sacerdotal

Escrito en 1287 para un discípulo de Tierra Santa que había venido a Sicilia. Paris Ms.853

El Jardín Sellado (Gan Naul), comentario al Sefer Yetzirah. Escrito en Sicilia en 1289 Múnich Ms.58 Impreso en parte como una sección en el Sefer HaPeliyah

21. El Libro del Signo (Sefer Ha Ot), una obra profética.Escrita en 1288, después que Abulafia hubiera huido a Comino, cerca de Malta. Publicada por Jellinek, Leipzig, 1853

22. La Llave de las Sabidurías (Mafteach Ha Chokhmot) comentario sobre el Génesis

23. La Llave de los Nombres (Mafteach Ha Shemot) comentario al éxodo.

24. La Llave de las Ofrendas(Maftezch HaKorbanot)comentario al Levítico.

25. La Llave de las Sefirot Mafteach HaSefirot) comentario a Números.

26. La Llave de la Amonestación(Mafteach HaTokhachah)comentario al Deuteronomio. Oxford

27. Palabras de Belleza (Inry Shefer), una introducción al sistema de Abulafia

28. La Lámpara de Dios(Ner Elohim. Munich.Ms.10 Y esto para Judah(Vezot LiYehudah), una respuesta a las acusaciones del Rashba.Escrito en Sicilia como una carta a Judah de Barcelona, conocido como Salomón. Publicado por JellinekEn Philosophie un Kabbalah,Leipzig,1854.

29. Siete Senderos de la Torah (Sheva Netivot Ha Torah), respeto a los métodos de estudio de la Torah. Publicado en Jellinek en Philosophie un Kabbalah, Leipzig, 1854.

30. Una Refinería para la Plata y un Horno para el Oro (Metzaref La Kesef Vekur LaZahav Discusión sobre el Nombre de 42 letras.Sasoon Ms.56

31. El Libro de la Pasión(Sefer Ha Cheshek), una obra importante sobre el sistema de meditación de la Abulafia como un paralelo Del Chayay Olam HaBah, JewisTheological Seminary, Ms. 1801.

32. El Libro de las Mezclas (Sefer HaTzeruf).Una obra importante sobre la manipulación de letras Y palabras. La atribulación a Abulafia no es definitiva.Jewish Theological Seminary, Ms.1887 Paris, Ms.774

Se han encontrado otros libros, en pequeño formato o manuscritos sin nombre.

אני כבר אמרתי את שמי : " נ נח " !

נ נח נחמ נחמן מאומן

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godssea7-blog · 5 years

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“Through Justinian’s Imperial Restoration in a.d. 554, the Catholic Church revived the empire! That church then guided all the resurrections of that empire that followed.” —Gerald Flurry

By the end of the fifth century, the Roman Empire appeared dead. It had lost most of its territories in North Africa, the Middle East and Western Europe. Rome, the capital, had been sacked by the Goths in a.d. 476. The empire’s economy was in ruin, its leadership had been gutted, and it was commanded by foreigners.

The destruction was inflicted by barbarian tribes from the north and east. Through the course of the fifth century, Rome had been ruled, in sequence, by three different Germanic tribes. These tribes didn’t just destroy Rome’s secular leadership; they also overthrew the bishop of Rome and his religion.

Despite its loss of power and prestige, the Roman Catholic Church—and its ambition of becoming a universal religion ruling over a world-ruling empire—did not die. The religion and its aspirations remained alive and well in one place in particular: Constantinople.

But how would the Catholic Church return to its place atop Europe?

In a.d. 527, a formidable and ambitious emperor came on the scene in Constantinople, the capital of the eastern Roman Empire, known also as the Byzantine Empire. Emperor Justinian i considered himself a Roman Caesar. He considered it his duty to purge the western territories of the Germanic tribes, to reconquer Rome, and to reunite the eastern and western legs of the Roman Empire. His motto says it all: “One empire, one church, one law.”

And he lived it. Over the next two decades, the former Roman Empire became his state, the Roman constitution his law, and Roman Catholicism his religion. And those who got in his way or opposed him were eliminated—quickly, painfully and by the thousands.

Restoring Catholicism

Justinian had a vision of empire grander than any other ruler in the previous 200 years. “More than any emperor since Constantine, he believed himself charged with a mission to redeem the world,” wrote Tom Holland in his bestselling book In the Shadow of the Sword.He was “an emperor as forceful, energetic and egotistical as any in Roman history.”

Catholic authorities convinced Justinian that in order to win battles and restore the empire, he needed God on his side. And the path to God’s heart, they said, was to purge the empire of paganism and heretics. “Help me to destroy the heretics, and I will help you to destroy the Persians,” Nestorius, bishop of Constantinople, told one of Justinian’s predecessors.

Justinian obeyed and immediately set about ridding the land of all forms of non-Catholic religion. By command of the emperor, the law stated, “We order all those who follow this law to assume the name of Catholic Christians, and considering others as demented and insane, we order that they shall bear the infamy of heresy; and when the divine vengeance which they merit has been appeased, they shall afterwards be punished in accordance with our resentment, which we have acquired from the judgment of heaven …” (emphasis added throughout).

Under Justinian, an individual was either Catholic or a heathen. Laws were created to destroy the heathen. One states, “Let those who do not accept those doctrines cease to apply the name of true religion to their fraudulent belief; and let them be branded with their open crimes, and, having been removed from the threshold of all churches, be utterly excluded from them, as we forbid all heretics to hold unlawful assemblies within cities. If, however, any seditious outbreak should be attempted, we order them to be driven outside the walls of the city with relentless violence, and we direct that all Catholic churches throughout the entire world shall be placed under the control of the orthodox bishops who have embraced the Nicene Creed.”

Jews who owned a Christian slave were put to death. Together, Justinian and the Catholic Church banned all non-Christian places of worship, including synagogues, even as far away as North Africa. Jews were forbidden from celebrating Passover. “As no preceding sovereign had been so much interested in church affairs, so none seems to have shown so much activity as a persecutor both of pagans and of heretics,” the 1911 edition of Encyclopedia Britannica reads. Justinian “renewed with additional stringency the laws against both these classes.”

The historian Procopius, a contemporary of Justinian, wrote in his Secret History, “Now among the Christians in the entire Roman Empire, there are many with dissenting doctrines, which are called heresies by the established church: such as those of the Montanists and Sabbatians, and whatever others cause the minds of men to wander from the true path. All of these beliefs [Justinian] ordered to be abolished, and their place taken by the orthodox dogma: threatening, among the punishments for disobedience, loss of the heretic’s right to will property to his children or other relatives …. Agents were sent everywhere to force whomever they chanced upon to renounce the faith of their fathers. … Thus many perished at the hands of the persecuting faction ….”

Justinian’s persecution was so thorough that some were driven to commit suicide. “The Montanists, who dwelt in Phrygia, shut themselves up in their churches, set them on fire, and ascended to glory in the flames,” Procopius wrote. Under this church-state alliance, “the whole Roman Empire was a scene of massacre and flight.”

“Killing,” wrote Procopius, “in the opinion of Justinian, was hardly to be ranked as murder, if those who died did not share his beliefs.” Justinian took the persecution of heretics to a historically unprecedented level. Under Constantine, they were exiled and some were killed. Under Justinian, they were killed by the thousands.

Restoring Papal Authority

The joint quest to purge the land of heretics and pagans helped to formalize the church-state partnership that began with Constantine. “The process of integration of church and state, begun by Constantine, continued until the two became inseparable,” wrote Paul Johnson in A History of Christianity. “The Byzantine Empire became, in effect, a form of theocracy, with the emperor performing priestly and semidivine functions, and the Orthodox Church constituting a department of state in charge of spiritual affairs.”

Emperor Justinian also restored the leadership of the Roman Catholic Church, including the supreme authority of the pope. One of the fundamental aims of Justinian’s ecclesiastical policy from the beginning was to establish a close alliance with the pope of Rome, who, despite Rome’s subjugation by the Goths, was widely considered the leader of the church.

Justinian knew that in order to restore the Roman Empire, he needed the endorsement of the bishop of Rome. In one of his letters to the pope, Justinian addressed him as the “head of all holy churches.” In one of his novels, Emperor Justinian stated that “the most blessed see of the archbishop of Constantinople, the New Rome, ranks second after the most holy apostolic see of Old Rome” (Alexander Vasiliev, History of the Byzantine Empire).

The bishop of Rome inherited the scholars and the scholarship of the Roman Empire. Paul Johnson explains, “The fact that the bishopric of Rome had an accurate and authoritative list of saints, and scientific dating and calendarizing, and had a reference system, with authorities, for all questions which impinged on church doctrine, practice and discipline, was an immeasurable advantage in dealing with bishoprics all over the West; they increasingly looked to Rome not just because they venerated St. Peter and his shrine, but because Rome knew the answers” (op cit).

Justinian was emperor in the East, but the ultimate religious authority resided among the seven mountains of Rome!

Religion in Law

Catholicism’s influence over Justinian’s empire went far beyond religion. After the emperor reinstated Catholicism as the state religion, he and the church jointly set about establishing the laws of the land.

“During the fourth century, the church had become increasingly involved in the law-making process,” Johnson writes. “Much of the first great collection of laws, the mid-fifth-century Theodosian Code, was of the church’s making. There was, of course, no distinction between secular and ecclesiastical law; in administering and transmitting the one, the church automatically made known the other” (ibid).

Between a.d. 529 and 534, Justinian issued a state constitution for his revived Roman Empire. This overarching document was called Corpus Juris Civilis, also known as the Code of Justinian. It was based on the laws of Rome, laws largely written by the Catholic Church. This new legal standard elevated Roman Catholicism to the level of state religion and outlawed religious practices and assemblies of any other kind.

It also enshrined the strategic relationship between pope and emperor into a legal framework. The pope proclaimed the emperor as the one, true ruler of the Roman Empire, and in turn the emperor defended the Roman Catholic religion from all outside threats.

This body of Roman laws became the legal cornerstone of Justinian’s empire—and of all the Holy Roman resurrections to come after him.

Even today, European law and justice are rooted in the Code of Justinian. “For more than 2,000 years, Roman law has guided the destinies of the civilized nations and many of the barbarous peoples in the world,” wrote Cary R. Alburn, a lawyer from the Ohio Bar, in the American Bar Association Journal. “Since the days of Magna Charta, the realm of jurisprudence has been ruled by two great legal systems, the Roman and the English.” He summarized Justinian’s work, saying: “This compilation of Justinian consolidated Roman law for the thousand years preceding him and formed the foundation of most of the later legal codes throughout the world.”

But remember: Emperor Justinian’s foundation was built largely by the Catholic Church!

Reconquering Rome

Catholic influence infused every part of Justinian’s government, even its foreign policy. Justinian’s laws enforced the spread of Catholicism within his realm, but he also looked to spread it abroad. “For the first time in Roman history, the conversion of pagan kings became enshrined as a priority of state,” wrote Tom Holland (op cit).

“The church, of course, had been ambitious to plant the cross on the furthermost reaches of the world” since its inception, Holland continued. “That the Roman state had a duty to contribute to this mission was, however, a more radical presumption.”

The year after Justinian finished codifying his new constitution, he set his sights on reconquering the territory of the former Roman Empire. Now that he had made Roman Catholicism the official religion of his empire, it was imperative to ensure that the chief seat of that religion, Rome, was part of his realm.

In a.d. 535, internal turmoil broke out in the Ostrogoth kingdom reigning over Italy. Emperor Justinian decided to use this turmoil to initiate a war to reunite the empire. With the pope of Rome offering political support, Justinian dispatched one of his armies and his most gifted general, Belisarius, to the south of Italy. Within five years, King Vitiges of the Ostrogoths had been captured and most of Italy conquered. The Ostrogoths rallied several more times. In the end, however, the bloodstained garments of the last Ostrogoth leader were sent to Constantinople and laid at the feet of Justinian as visible proof of his demise.

After almost 20 years of warfare, Emperor Justinian had retaken Italy, as well as Dalmatia and Sicily—and resurrected the Roman Empire.

Emperor Justinian made this Imperial Restoration official in a.d. 554 with an edict known as the Pragmatic Sanction. This edict restored all the lands the Ostrogoths had taken from the Roman Catholic Church back to Vatican control. It also returned to the pope and his Vatican hierarchy all the rights, powers and privileges that they enjoyed before the barbarian invasions of Rome. Both halves of the empire were now united. For the first time in history, the Roman Catholic Church was ruling over the state, instead of the state controlling the church. The deadly wound inflicted by the Goths was healed and the first resurrection of the “Holy” Roman Empire had begun (see “The Deadly ‘Wound’,” page 146).

Entering the Valley

Justinian’s revival of the Roman Empire was short-lived. Within a few years of his death, the Byzantine hold over Italy began to crumble. The Lombards invaded mainland Italy, and the Byzantines were able only to hold cities on the coast. The Italian peninsula was once again fragmented.

Although the Imperial Restoration had ended and Italy was largely disintegrated, one core institution continued to perpetuate its law and lifestyle. The Catholic religion, the essence of Justinian’s restoration and the former Roman Empire, remained alive and well.

Over the next two centuries, the Catholic Church, operating from Rome, remained an influential force in Italy and Western Europe. Most importantly, the flame of the Roman Empire was kept ablaze in the Vatican and in the minds of popes and Catholic leaders. The Vatican patiently watched and waited, knowing that the opportunity to resurrect the Roman Empire would eventually come.

From the fifth through seventh centuries, Germanic tribes gained control over northern and western Europe—the territory of what was once the western empire. Though these tribes rejected Roman government, remarkably, many converted to Rome’s religion. Moreover, the political power vacuum in Western Europe gave the Roman church a chance to, as Paul Johnson wrote, create society “in its own Christian image” (op cit).

As Catholicism was embraced throughout the former empire, the church saw opportunities to exert its influence. Western Europe was devoid of moral and political authority and leadership, leaving the Catholic Church as the only organized, wealthy and sophisticated organization.

The following statement by Paul Johnson is remarkable. Many cities throughout the empire survived the collapse of the Imperial Restoration “with the Catholic bishop as their chief inhabitant and decision-maker,” Johnson writes. “He organized the defenses, ran the market economy, presided over justice, negotiated with other cities and rulers. … In some cases, the bishops organized ‘civilized’ resistance against the ‘invaders.’ Far more often, however, they negotiated with them and in time came to act as their advisers.”

Lacking strong political leadership, it was left to the Roman Catholic Church to develop and uphold the rule of law and train and educate Europe’s uneducated. Johnson continued: “As pagan societies, all the tribal confederations possessed vast and ancient bodies of customary law, not written but memorized, and slowly and occasionally altered in the light of changing needs. When the church came into contact with these barbarian societies, and induced them to accept baptism or, in the case of Arians, full communion with Rome, its bishops almost immediately set up arrangements to link Christian legal customs with existing pagan law codes.”

Europe was not at this moment being ruled by a centralized political government from Rome, but it was still being created in the shape and form of the Roman Empire. By whom? By the Vatican and by thousands of Roman Catholic bishops scattered across Europe.

Johnson gives the example of the laws of the Lombard King Rothari, called Rothari’s Edict. This was written not in Lombardic, but in Latin, the language of Rome. Some material was copied directly from Justinian’s code of laws. “In this code, in fact, there are not only Roman elements but a formal foundation in Roman law,” he writes. “Rothari was an Arian; but his court had clearly been infiltrated by Catholic clergy, and his code indicates that his political and legal thinking was moving on a moral level which was plainly the result of Christian influence.”

The church also took charge of the writing of history. “If the church was identified with the future in the minds of the barbarians, it also established itself as the custodian and interpreter of their past,” Johnson continues. “[T]he church possessed from the start a monopoly of the writing of history. This was absolutely central to its success in making so deep an impression on Dark Age society.”

Catholic clerics recorded the oral traditions of the tribes. In feudal Europe, Catholic monks and clerics were the scribes to kings and lords, responsible for writing and storing the important records. Men increasingly began to view the history of their nation through the lens of the Catholic Church. Early medieval Europeans were taught to view their tribes’ conversion to Catholicism as the moment they transitioned from darkness to light.

The church carried the learning and knowledge of the past into the post-Roman world. Monasteries became the repositories of ancient know-how, and they transmitted it to medieval Europe. With no central political power to lead, the church had a monopoly on Europe’s culture and education. “This presented the church with a unique opportunity to capture society by its roots. It had the chance not merely to establish a stranglehold on education, but to re-create the whole process and content and purpose of education in a Christian setting,” Johnson wrote.

The foundation of that education was devised by Isidore, a powerful Catholic bishop. This became “the basis for all teaching in the West for about 800 years,” writes Johnson. Isidore’s works “determined educational method, as well as content, from the primary to the university level. Everything taught thereafter was no more than an elaboration of what he wrote: It was impossible for the medieval mind to break out of his system.” His work was based on the foundation of the ancient world, and it was through the Catholic Church that these ideas reached the modern world.

Today we take for granted the freedom with which we can access knowledge in books, on the Internet, at universities. In medieval Europe, formal education was rare; even books were extremely scarce. Most people couldn’t read or write anyway. The chief repository of knowledge, secular and religious, was the Catholic priest and the local abbey.

The church also carried practical knowledge from the ruins of Rome. As the descendants of Rome’s leading families, the bishops were skilled landowners and experts in estate management. “In barbarian eyes, churchmen were ‘modern’ farmers, who kept accounts, planned ahead, invested,” writes Johnson. “Together, bishoprics and abbacies constituted the core of the agricultural economy of Europe. Bishops and abbots were the innovatory elite of society.”

The monks “saved agriculture when nobody else could save it,” said Henry Goodell, president of Massachusetts Agricultural College. “They practiced it under a new life and new conditions when no one else dared to undertake it.” Johann Lorenz von Mosheim of the Institutes of Ecclesiastical History, Ancient and Modern said, “Wherever they came, they converted the wilderness into a cultivated country: they pursued the breeding of cattle and agriculture, labored with their own hands, drained morasses, and cleared away forests. … By them, Germany was cultivated and rendered a fruitful country.”

Truly, the influence of the Catholic Church on European history is much more extensive than what most people know. Today we underestimate the extent—right down to the smallest details—to which Europe was built by the Catholic Church!

Seeking Another Champion

Although they wielded considerable spiritual, moral and cultural influence in the sixth through eighth centuries, Catholic authorities knew that in order to attain universal supremacy, they needed help from a political and military power. The Vatican needed another Justinian, another powerful personality it could inspire and guide in another crusade to unite Europe and resurrect the ancient Roman Empire.

Pope Gregory i was the first to start creating this champion in the seventh century. Here is how Johnson described Gregory’s effort: “The future, he thought, lay with the ‘emerging nations’ north of the Alps. The job of the bishop of Rome was to bring them into Christianity, to integrate them with the ecclesiastical system. It was no use lamenting the empire. ‘The eagle,’ he wrote, ‘has gone bald and lost his feathers. … Where is the Senate, where are the old people of Rome? Gone.’ … Gregory preached a basic evangelical religion, shorn of classical complexity and elegance; and he sent his monks to teach it to wild, coarse Germanic-speaking warriors with long hair and the future in their strong arms” (op cit).

Pope Gregory initiated an alliance with the “emerging nations north of the Alps” that would coalesce on and off for the next thousand years. By the middle of the eighth century, with the Germanic tribes of northern Europe now embracing Catholicism, the Vatican was positioned to exploit the man who would resurrect the Roman Empire, and forever be regarded as the father of European unification.

The Catholic Calendar

One dramatic measure of the Catholic religion’s global influence is its control over the definition and measurement of time itself. Even today, though the presence of Catholicism doesn’t seem as ubiquitous as it once was, we continue to live by a calendar largely created by the popes of old: the Gregorian calendar—named after Pope Gregory xiii. That calendar revolves around fixing the date of Easter in line with the spring equinox, ensuring that the Catholic’s pagan festivals fall at the right time relative to Earth’s revolution around the sun.

This calendar is based on the Julian calendar, the Roman calendar established in 45 b.c. by Julius Caesar. He chose the names and lengths of the months that we still use today (except July and August, which were renamed after Julius and Augustus). But the Julian calendar was later altered by the Vatican.

Here is what is truly amazing: God actually prophesied that the Catholic Church would change time itself!

Read the prophecy in Daniel 7:24-25. Here God is talking about the “little horn,” the Catholic Church. (This is thoroughly proved in Chapter 9.) “And he shall speak great words against the most High, and shall wear out the saints of the most High, and think to change times and laws: and they shall be given into his hand until a time and times and the dividing of time.”

What is the Catholic Church’s motive for changing the way mankind measures time? The first half of verse 25 provides the answer: It is an attempt to destroy—by removing from mankind’s memory—the knowledge about God’s true holy days and the Sabbath.

Think deeply about the following quote by Herbert W. Armstrong from Pagan Holidays—or God’s Holy Days—Which?

Among these 10 kingdoms which have ruled in the Western world since the fall of Rome to the present, appeared another “little horn,” whose “look was more stout than his fellows.” In other words, another government, actually smaller, yet dominating over all the others. Students of prophecy recognize this “little horn” as a great religious hierarchy. And in the 25th verse of this prophecy, it is stated that this hierarchy shall “think to change times and laws.”

This same power is mentioned again in the 17th chapter of Revelation, here pictured as ruling over the kings and kingdoms of the Earth, persecuting the true saints.

In every possible manner, this power has changed time!

God begins the days at sunset, but “the little horn” has changed it so the world now begins the day in the middle of the night by a man-made watch.

God begins the week with the ending of the true Sabbath, the seventh day of the week, but the world begins the working week in the middle of the night, the second day of the week.

God begins the months with the new moons, but this “little horn” has induced the world to begin the months according to a clumsy man-made calendar of heathen origin.

God begins the year in the early spring, when new life is budding in nature everywhere, but ancient heathen Rome caused the world to begin the year in the middle of dead winter.

God gave His children a true rest day, designed to keep them continually in the knowledge and true worship of the true God—a memorial of God’s creation—the seventh day of the week. But the “little horn” has fastened upon a deluded world the observance of the days on which the pagans worshiped the sun, the first day of the week, called Sunday.

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