¿Eran diez o cien los hombres deseosos de dar caza a Chick?
¿Eran cinco o cincuenta los que por ella suspiraban con
el corazón partido?
Carl Sandburg
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Dos
Tu recuerdo es... la lanzada azul de una flor.
no me acuerdo de cómo se llama.
A lo largo de una enhiesta amapola que gotea hay fuego
y seda.
Y te cubren.
• Carl Sandburg
Versión de Miguel Martínez-Lage
• Katrien de Blauwer
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Llegarás un día con una flaqueza de amor,
tierna como el rocío, impetuosa como la lluvia,
el bronce del sol en tu piel,
el runrún de la brisa en tus murmullos,
y posarás con la elegancia de una flor de montaña.
Llegarás con tus brazos esbeltos, expresivos,
ladeada la cabeza de un modo tal como no ha plasmado
escultor alguno
y matices dichos con el hombro y el cuello,
tu rostro con ánimo de pasar y repasar,
tantas veces como los cielos en delicado cambio
de nubes y azules y sol titilante.
"Muchacha de ensueño" / Carl Sandburg
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(...) Se han publicado cientos de historias y se han rumoreado
mil
a propósito del porqué ese hombre alto y tenebroso se ha
divorciado de dos jóvenes hermosas
para casar con una tercera que se parece a las otras dos
y sacuden la cabeza y comentan «ahí va»
cuando pasa de largo, con buen tiempo o con
lluvia, por las calles de la ciudad.
Acumulaciones | Carl Sandburg
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Un hombre vio el mundo entero como una calavera
riente y un par de huesos cruzados. La carne rosada de la
vida se encogió hasta desaparecer de todos los rostros.
Nada cuenta, nada. Todo es falsedad. Polvo al polvo, ceniza
a las cenizas, y una antigua tiniebla y un silencio inútil.
Carl Sandburg
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Tus hombros albos
los recuerdo
y te encogías de risa.
Risa rara
que te arrasaba sola
desde tus hombros albos.
Hombros albos | Carl Sandburg
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Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Uno es de Omar Jayam y la roja materia
en que los hombres olvidan el ayer y el mañana
y recuerdan sólo las voces y las canciones,
los relatos, los periódicos y las peleas de hoy.
Otro es de Louis Cornaro y el flaco favor
de las lentas, breves comidas a través de los lentos,
breves años,
para dejar que la Muerte abra la puerta lentamente,
una breve rendija.
Tengo un vecino que jura por Omar.
Tengo un vecino que jura por Cornaro.
Los dos son felices.
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Que miren.
Dos vecinos | Carl Sandburg
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(...) Era el mismo hombre, en el mismo mundo de antes. Sólo
que existía un fuego que canta y un ascenso de rosas
perennes sobre el mundo entero que contemplaba.
Baño | Carl Sandburg
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(...) Tengo un vecino que jura por Omar.
Tengo un vecino que jura por Cornaro.
Los dos son felices.
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Que miren.
Carl Sandburg
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(...) y cabalga como un demonio en su montura,
listo para matar a todo el que se le ponga por delante,
listo para que corra la sangre roja por la hierba nueva y
tierna de la pradera, y que la empapen las entrañas
de los hombres.
Listo para matar | Carl Sandburg
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(...) Del útero revuelto del tiempo provienen millones de
hombres, cuyos pies atestan la tierra, y se rajan el
cuello unos a otros por un lugar donde seguir en
pie, y entre todos ellos no hay dos huellas de
pulgar que sean iguales.
En alguna parte debe haber un Gran Dios de los Pulgares,
capaz de contar por dentro la historia de todo esto.
Carl Sandburg
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Mediodía. La blancura del sol destella en el asfalto de la
Avenida Michigan. El tambor de los cascos, el
zumbar de los motores. Las mujeres de acá para
allá con sus vestidos endebles; en sus pieles y en
sus ojos juega el fuego del sol.
Carl Sandburg
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Tus hombros albos
los recuerdo
y te encogías de risa.
Carl Sandburg
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(...) En dos horas, las olas de sonido le golpetearon los
tímpanos. La música se llevó por delante algo, no sé qué,
de su interior. La música derribó y reconstruyó algo en su
cabeza, no sé bien qué, o en su corazón.
Carl Sandburg
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Ojos como un lago
donde ruge un viento de tormenta
me sorprendieron bajo
el ala de un sombrero.
Pensé en un naufragio en alta mar,
los dedos magullados y aferrados
a la puerta desvencijada del comedor.
Bajo el ala de un sombrero | Carl Sandburg
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(...) vino a mí un alma
asomada a la mirada de un rostro.
Ojos como un lago
donde ruge un viento de tormenta
me sorprendieron bajo
el ala de un sombrero.
"Bajo el ala de un sombrero", Carl Sandburg.
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