En mis silencios duermes, cohabitas con mi soledad, eres tatuaje ardiente en mi corazón, eres cómplice callado de mi alma. Grabado te tengo en mi memoria, guardado en mi pecho, eres prisionero y a un mismo tiempo, carcelero de mis besos y abrazos, caricias y deseos, de la ternura y la pasión...
Te pienso y brillas en mis noches, eres claridad de mis días, intensamente impulsas mi ser para sonreír cada que necesito de ti, de sentir que contigo la vida no solo vale la pena, vale la felicidad que me regalas.
(...) Astros de velocísima carrera
resbalan en tus ojos, y me explora
todo tu ser en ascua tentadora,
el corazón que consumido espera.
Amada sin secreto, tan cercana,
veo íntima y abierta, en un ocaso
que hace el sol en ti misma, cómo mana
tu savia ardiente bajo limpio raso;
y hago sarmiento de mi amor, que gana
oro para la sed en que me abraso.
Tocaba tu cuerpo y sentía como se erizaba tu piel, cómo te estremecias mientras mi mano acariciaba tu vientre, recuerdo como sentía tu respirar al besarme, tu sabor a dulce y tu amor ardiente.
Ese amor ardiente que esperé por mucho tiempo, tus manos flacas y suaves acariciando mi rostro, tocando mi alma y regalandome esa preciosa paz que tanto anhelaba.
¿Qué la subyugante palabra que de entre tus labios brota?
¿Qué ardiente pensamiento cruza tu mente?
¿Qué beso guardas, que suspiro retienes?
¿Que aliento capturas antes de un oscúlo que quieres dar?
Eres enigma, pregunta, interrogación... Quizás por eso me apasionas tanto, tal vez por eso me da placer tu esencia y caigo en tus brazos cuál ninfa en la orilla de tu río. Y me humedezco y de mi cuerpo brotan el amor y la ternura.