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#los pterodáctilos
verteder0 · 9 months
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Los pterodáctilos. José Sbarra.
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sweetsweethate · 5 months
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buenasssssss 🦖 y 🙃
🙃 la obra realista de El Angelus de Millet retrata a dos campesionos rezando el angelus mientras hacian sus trabajos diarios.
Dali se obsesiono muchisimo con esta obra y la representó en algunas de sus obras, alegando que habia algo oculto por la vibra algo perturbadora de la misma.
El Museo del Louvre por insistencia del artista, le realiza un estudio de rayos x a la obra que termina por revelar que el autor del cuadro habia realizado unos cambios en la pintura y que de hecho, la canasta que esta en medio de los campesinos era en realidad un ataud de un niño, lo que explica la vibra melancolica y solemne del cuadro.
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🦖 me encanta los pterodáctilos
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hlurz · 1 year
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la 25 no la banda sino la plaza principal de la ciudad donde pasé innumerables tardes y noches con amigos y amores hablando de la vida y riéndonos de cosas y debatiendo si en Atlantis aparecían pterodáctilos o no
Nada me hace sentir más vieja que ver que las nuevas generaciones en la plaza son literalmente criaturas, y cada que me junto con la poca gente que sigue en mi vida de esos tiempos lo hacemos en otras plazas...
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lerosarie · 22 days
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Veo la ansiedad, como un Pterodáctilo sentadx observaría los peces. Veo agitación, observo, me quiero mover. Pero a la vez... Me detengo yo misma solo "mirando mi ansiedad".
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ancientoriginses · 4 months
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Un equipo de investigadores de Utah ha hecho uso de dispositivos científicos de toma de imágenes para verificar que una pintura rupestre Nativa Americana de hace siglos representa a dos humanos y a algunos animales y no a un pterodáctilo.
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soli-terri · 8 months
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Pterodáctilo
By Remedios Varo
(María De Los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga)
Traditional art, Gouache On Cardboard, 1959
Private Collection
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filmes-online-facil · 2 years
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Sharktopus Contra Pteracuda - Filmes Online Fácil
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Um cientista americano até bem (como de costume) criando o meio pterodáctilo, meio barracuda: pteracuda. Quando a criatura escapa inevitavelmente, cabe a Sharktopus para pará-lo.
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the-kaiju-lodge · 11 months
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Pterodactyl
Una reliquia de la Era Atómica, PTERODACTYL es una forma de vida aérea. Debido a la forma en que se fusionan sus alas, pasa la mayor parte de su vida en el cielo. Sin embargo, es vulnerable en el suelo, ya que apenas puede caminar, y mucho menos correr. Tanto él como su rival, el Rokmutul, eran presas importantes para la especie Shinomura. Pterodactyl ha desarrollado agilidad para evadirlo y la especie de Godzilla. Los hallazgos de fósiles también mostraron que el pterodáctilo era una importante fuente de alimento para otras especies de la misma época. No se sabe mucho sobre el depredador de este volador, pero antes de los días del GDF, simplemente se lo conocía como un "organismo terrestre masivo no identificado".
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jedivoodoochile · 1 year
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Raquel Welch (1940-2023) quien, tras emerger del mar en un revelador bikini lanudo en la película “One Million Years B.C.” , se convirtió en un símbolo sexual internacional de las décadas de 1960 y 70, falleció a los 82 años.
Welch falleció la mañana del miércoles 15 de Febrero de 2023, tras una breve enfermedad, dijo su agente, Stephen LaManna de la agencia de talento Innovative Artists.
El papel revelación de Welch llegó en 1966 con la historia prehistórica “One Million Years B.C.”, en el que tenía un total de tres diálogos. Ataviada con ese bikini marrón, logró esquivar pterodáctilos, pero no el ojo del público.
“Yo pensaba que era una película épica de dinosaurios , dijo a The Associated Press en 1981. “Error. Resultó que yo era la Bo Derek de la temporada. La chica en el vestido de piel de la que todos decían ‘por dios, qué cuerpo’ y que esperaban que desapareciera de un día al otro”.
Pero no fue así, interpretó el clásico de culto de la ciencia ficción, Fantastic Voyage ,dirigido por Richard Fleischer en 1966 y series de televisión famosas como Mork & Mindy en 1979 y Lois & Clark: The New Adventures of Superman en 1995.
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profevanesa · 1 year
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Diario de aprendizaje PA2
Pues aquí seguimos, batallaendo, nutriéndonos de nuevas experiencias, que desde luego están siendo muy enriquecedoras.
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En este bloque hemos tratado la narrativa (storytelling), la gamificación y la digitalización.
En Educación Infantil, cuando trabajamos por proyectos, enmarcamos los centros de interés que surgen, les damos una historia dotándolos de "vida", así les damos la oportunidad que los propios alumnos se sientan protagonistas del proyecto, solemos relacionarlo con cuentos, y también con películas. En este caso, he relacionado mi paisaje de aprendizaje con la película "El viaje de Arlo", diréis y por qué, la respuesta es fácil, me la han dado mis alumnos, a través de sus inquietudes y sus preferencias, recogiendo sus reflexiones podemos saber y conocer un poco más de ellos.
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A través de esta peli vamos a trabajar sus emociones, a enfrentarse a sus miedos, a perseguir sus sueños, a descubrir lo que son capaces de hacer, y, sobre todo, a ser un equipo, a trabajar juntos, y, una cosa muy importante, a sentar la bases del valor de la amistad, una palabra que va a ser clave en su desarrollo personal.
Una vez que ya tenía mi narrativa, tocaba gamificar, es decir, crear insignias, recompensas que les mantengan motivados y "enchufados" durante todo el proceso de aprendizaje.
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Estas insignias las iremos entregando desde el inicio hasta el final, según la tarea/actividad a realizar serán diferentes unas de otras, por ejemplo, la primera insignia se le daremos cuando elijan qué dinosaurio quieren investigar, en este caso, se le daremos a un componente del equipo "pterodáctilo"; la segunda, se la entregaremos al término de la actividad de investigación en la biblioteca del centro, y la última, podemos darla al finalizar cualquier tarea, para animarlos a seguir conectados con el proyecto.
Para digitalizar mi paisaje he utilizado "Genially", era una herramienta desconocida para mí, pero, la verdad, que me ha gustado bastante, incluso también para usarla en las asambleas, donde son ellos los que "capitanean". No conocía ninguna herramienta parecida a esta, por lo que no puedo comparar, pero me ha parecido bastante sencilla, no he encontrado ninguna dificultad, es muy intuitiva, podemos crear diferentes recursos, crear enlaces a videos, páginas webs, insertar fotos..., todo ello con animaciones y dotándoles de interacción, tiene muchísimas cosas la verdad, a partir de ahora, espero utilizarla como un recurso base en mi aula.
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hitory--chan · 3 years
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Mes SasuHina 2021
Día 1: El comienzo de nosotros
Título: De citas de juegos y galletas de dinosaurios
Sus ojos vagaban por todo el panorama frente a él, pero evitaban con fervor mirar hacia el lado derecho, temeroso de que, si lo hacía, entonces no podría apartar la mirada nunca más.
Eso es lo que su hermano le dijo que pasaría si lo hacía, y Sasuke, de apenas siete años de edad, estaba aterrado de solo pensar que pasaría el resto de su vida sintiendo el torbellino en su estómago, el calor de su rostro y la sensación de cosquilleo en su garganta que le decía que vomitaría en cualquier momento con solo mirar a su nueva vecina.
En su lugar miró a Itachi, su hermano mayor de diecisiete años, que estaba sentado frente a él mientras hablaba animadamente con el cuidador de la niña a su lado sobre cosas que no podía entender y que no parecían coincidir con el ritmo que marcaban sus labios.
Los cuatro se encontraban en el parque sentados en una mesa de picnic, haciendo una pausa de la cita de juegos que los dos mayores habían concertado para los dos más pequeños que ahora estaban merendando antes de que volvieran a jugar cada uno por su parte, como lo habían estado haciendo desde hace una hora atrás.
Ese día cuando ambas parejas se encontraron, Sasuke se había negado a soltar la pierna de Itachi, escondiendo su rostro en la tela del pantalón de su hermano para evitar mirar y soltando un golpe furioso en el muslo del mayor cuando lo escuchó reír junto a Kö –como aprendió se llamaba el hombre –luego de que Hinata –así se llamaba ella –les preguntara si le dolía la pancita.
Cuando Itachi y Kö los dejaron en el centro del parque de juegos para irse a sentar y observarlos desde la distancia, Sasuke había hecho todo lo posible para evitar mirar a Hinata, sintiéndose inexplicablemente molesto cuando ella dejó de intentar hablar con él sobre a que deberían jugar.
Pero ahora era difícil porque estaban sentados juntos y habían muchos ruidos interesantes que le llamaban la atención pero que no podía buscar de dónde venían, porque si lo hacía tendría que voltear hacia la dirección que estaba Hinata y sin duda la miraría.
No podía permitir eso.
Así que siguió comiendo sus galletitas de dinosaurios que había traído especialmente para esta ocasión, sintiendo su lengua seca después de meter un Pterodáctilo, un Estegosaurio y un Tiranosaurio Rex a su boca al mismo tiempo, por lo que buscó con una mano la caja de jugo de manzana que había dejado sobre la mesa, pero chilló con sorpresa cuando sus dedos chocaron contra otros tan pequeños como los de él, y antes de que pudiera si quiera pensarlo, volteó su cabeza y se congeló cuando su mirada quedó fija en los ojos claros de la niña.
Pasaron unos segundos en completo silencio, hasta que empezó a llorar.
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No le habló hasta que ambos tuvieron doce años.
Sinceramente no había sido su intención, las palabras que estaban rondando en su cabeza simplemente habían dejado su boca sin ninguna advertencia.
“Digimon es mejor que Pókemon”
Ella lo miró horrorizada, como si acabara de decirle el peor insulto que se le pudiera decir a una persona, apretando entre sus manos la correa del bolso cruzado en forma de Jigglypuff.
Él se mordió la lengua y al instante se dio la vuelta, separándose de la cerca de metal que separaba su casa del resto del mundo, empeñado a caminar de vuelta al interior de su casa y meter la cara en la primera cubeta con agua que pudiera encontrar, pero antes de que diera un tercer paso la escuchó hablar.
“D-Digimon es una copia de Pókemon”
Lentamente se volvió a dar la vuelta, sintiéndose personalmente insultado.
Ambos empezaron a tener una acalorada discusión sobre el porqué un show era mejor que el otro, lanzando argumentos y contra argumentos que se trasladaron a la sala de su casa luego de que la invitara a entrar para seguir discutiendo mientras comían galletas y tomaban limonada a cortesía de Itachi, que simplemente había entrado en la sala y puesto los refrigerios frente a ellos cuando se encontraban organizando un horario en el que verían juntos ambas series para demostrar cual era la mejor.
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Solo un año después se dio cuenta, con ayuda de su hermano, de que podría estar enamorado de ella.
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A los quince años le tomó la mano por primera vez.
Ocurrió a la salida del colegio.
Iba caminando unos pasos tras Hinata cuando unos chicos mayores, de último año, se acercaron a ella y empezaron a acosarla.
Al igual que a todos en su clase la pubertad había alcanzado a Hinata.
Pero mientras que a las demás chicas de su grado apenas se les definía la cintura o les empezaban a crecer los senos, Hinata había tenido que ajustar sus ropas y cambiar de tallas de sostén al menos media docena de veces.
Y esos cambios sin duda llamaron la atención de los chicos de su colegio y de hombres en la calle, a quienes no les importaban si ella aún usaba sus medias con temática de Togepi o la gran cantidad de pins con caras de pokemones en su mochila, aquello en lugar de frenarlos de hecho les resultaba lindo y parecía ser razón suficiente para intentarlo con más insistencia.
A Sasuke le molestaba aquello, pero no interfería porque creía que ella debería ser lo suficientemente valiente como para frenarlos por sí misma.
Bien, eso cambió cuando vio como intentaban subirle la falda.
Con una repentina ola de furia y tomando provecho de su recientemente obtenida estatura más alta que el promedio de los chicos de su edad, además de su cuerpo robusto, caminó más rápido, empujando hacia un lado al chico que la molestaba más activamente y tomándole de la mano para alejarla con pasos acelerados de aquel lugar.
Solo se detuvo cuando se adentró al parque y casi se chocó con el heladero, recién percatándose que los dedos de ella se habían deslizado entre los de él y se cerraron a su alrededor. Él apretó su mano y la acarició con su pulgar lo mejor que pudo en un intento de darle confort cuando recargó su frente contra su hombro, impidiéndole verle el rostro.
Ella murmuró algo y él rio, haciéndole una seña al señor de los helados para que se acercara, dejándola escoger el helado más ridículamente grande y caro que aquel heladero pudiera ofrecer.
Más tarde cuando volvieron a casa, vieron una maratón de Pókemon a pesar de que se suponía que era turno de Digimon, como habían bautizado los viernes años atrás.
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Varias semanas después, cuando ya no se encontraba emocionalmente susceptible por lo ocurrido aquella ocasión, él se le confesó.
Para su sorpresa, ella no lo rechazó.
Comenzaron a salir.
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La primera vez que tuvieron relaciones, fue la noche de la fiesta de graduación, a la que ninguno de los dos quería asistir.
Tenían diecisiete años, pero ambos se sentían listos para dar aquel paso en su relación.
Y, bueno, no habían planeado hacerlo en esa noche en particular.
En lugar de ir al baile de graduación prefirieron celebrar por su propia cuenta yendo a una cita a la pista de patinaje en el centro de la ciudad. Él cayó mucho, no tenía miedo de admitirlo, había aceptado humildemente su legendaria incapacidad para manejar cualquier tipo de patines que pudieran existir, pero patinar era una de las actividades favoritas de Hinata, y él sacrificaría cualquier día su trasero mientras pudiera verla reír feliz mientras intentaba enseñarle a patinar.
Cuando finalmente se agotaron salieron a comer y luego decidieron caminar a casa bajo la noche nublada, ignorando los truenos que advertían la inminente tormenta.
Estaban cerca cuando empezó a llover estrepitosamente, empapándolos de pies a cabeza sin salvación cuando llegaron a la puerta de Sasuke y entraron en la casa, donde estaban solos.
Fueron directamente a la habitación de Sasuke. Él tiró su toalla sobre la cabeza de ella y empezó a secarle el pelo mientras que Hinata se quitaba su abrigo y a él le ayudaba deshacerse del suyo. Se abrazaron un momento mientras se miraban a los ojos, el espacio entre ellos desapareciendo cuando sus labios se unieron.
Pero el paso que definió todo fue dado por Hinata, quien lo empujó a la cama para que quedara sentado y luego se subió sobre él, besándolo de nuevo mientras que trabajaba en quitarse su blusa y desabrocharle los pantalones.
Esa noche las partes frías de su cuerpo pasaron a calentarse con los toques que se propinaban mientras que se fusionaban en uno solo.
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Tener una relación a distancia era difícil, la gente siempre lo decía pero ellos no creyeron que su relación era tan frágil como para no soportar unos cuantos kilómetros entre ellos.
Pero estar en universidades tan apartadas la una de la otra demostró ser un desafío más difícil de lo que podían soportar. Apenas tenían veinte y veintiún años, la adultez aún era muy reciente para ambos, y el proceso de adaptación a esta nueva vida estaba resultando más complicada de lo que alguna vez pensaron.
No se percató del declive de su relación con Hinata hasta que fue demasiado tarde, pero mirando hacia atrás, no había otro resultado posible.
Los primeros meses hubieron muchas llamadas amorosas, hablando casi todas las noches hasta que uno de los dos no pudiera continuar más. Pero mientras más avanzaba el semestre, más difícil era hablar, las llamadas pasaron de ser diarias a inter diarias, luego solo los fines de semana.
Una llamada a la semana, una cada quince días o una vez al mes.
Cuando hablaban… bueno, no hablaban, discutían.
Discutían por pequeñeces o por celos hasta que uno de los dos no lo soportaba más y cerraba el teléfono sin ninguna advertencia.
Entonces pasó.
“Creo que deberíamos terminar”
Sasuke se quedó lívido al escuchar aquello.
Su cerebro dejó de registrar las demás palabras que ella decía atreves del altavoz, y en su lugar las repetía cruelmente una y otra vez, burlándose de él.
Creo que deberíamos terminar.
Deberíamos terminar.
Terminar.
Él no dijo nada y presionó el botón rojo en su celular, no perdió tiempo y bloqueó su contacto tanto de su teléfono como de cualquier red social que pudieran tener en común y luego arrojó el aparato contra la pared, destrozándolo de un solo golpe.
No pegó un ojo esa noche, tampoco la noche siguiente ni la siguiente a esa.
Y cuando por fin pudo dormir, soñó con ella.
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Ahora Sasuke tiene veintiséis años, había terminado sus estudios hace dos años y volvió a su ciudad natal, consiguió un buen trabajo y pagaba su propio departamento en el que vivía cómodamente.
Hinata no había vuelto, ni siquiera para las festividades.
Kö le había dicho que ella se había quedado a hacer una especialidad, que estaba bien y feliz. Quería verlo por sí mismo.
Así que la buscó en redes solo para recordar que la había bloqueado, así que desbloqueó su teléfono –el cual nunca había borrado, e incluso si lo hubiera hecho no sería un problema, pues recordaba cada dígito de su número –y la desbloqueó de Instagram, su Facebook había desaparecido, parece que había borrado su cuenta.
En Instagram no había nada nuevo, la última foto publicada había sido de tres años atrás, y revisando las publicaciones anteriores se dio cuenta de que ella no había borrado las fotos que había de ambos.
Intentó llamarla solo para enterarse que había cambiado su número, y que al que llamaba ahora le pertenecía a un hombre mayor con un grave problema de tos.
No lo intentó más, no había más que intentar.
Se debía concentrar en el presente.
Ahora es abogado, tío de tres pequeños terrores a los que amaba con toda su alma a pesar de que se quejaba constantemente de lo ruidosos que eran.
Pronto se quedarían en su casa para cuidarlos mientras que Itachi y su esposa iban a otra ciudad para terminar los transmites para la adopción de un cuarto niño, el segundo que no era biológicamente de ellos.
Por eso se encontraba en la tienda de conveniencia de su infancia, la única que aún vendía las galletas de dinosaurios que tanto le habían obsesionado de niño, las cuales sus sobrinos amaban absolutamente y exigían cada vez que iban de visita.
Pagó por una gran cantidad de ellas y agradeció al dependiente, abriendo uno de los paquetes de galletas para él mientras se daba la vuelta para marcharse.
La puerta automática se abrió y alguien entró apresuradamente, chocando contra él y tirando las galletas al suelo. Estuvo a punto de insultarle, pero aquella persona se le adelantó.
“¡Lo siento mucho! Pagaré por las galletas”
Se quedó helado, reconociendo aquella voz al instante.
“¿Hinata?”
“¿Sasuke?”
Sus ojos negros se toparon con los claros de ella y el poco aliento que había quedado en su interior fue expulsado. Después de años sin verla aun le parecía la chica –mujer, se corrigió –más hermosa que en los que sus ojos habían tenido el privilegio de posarse.
“Ha sido un tiempo”
Quiso patearse a sí mismo por comentar lo obvio, en su lugar se mordió fuertemente el interior de su mejilla de la forma más disimulada posible.
“Si… bastante…” ella miró al piso y lo mismo hizo él, donde las galletas ya habían vencido la regla de los cinco segundos hace ya más de un minuto “Lo siento de nuevo por tus galletas” dijo, esta vez con un poco de humor en su voz.
“No hay problema, tengo más” respondió alzando la bolsa en su mano, poniendo énfasis en sus palabras con aquella acción.
El silencio cayó entre ellos, incómodo como había sido en su juventud cuando se había negado a hablarle durante todas esas citas de juegos que Itachi había hecho para él sin preguntarle, pero la falta de palabras o movimiento activo le permitió obsérvala más detenidamente, enumerando todas las características que habían cambiado en ella durante aquellos años sin verla.
Sus mejillas regordetas ya no eran tan prominentes, confiriéndole a su rostro una forma más marcada. Sus ojos seguían siendo grandes y expresivos, pero incluso bajo la luz paupérrima de aquel establecimiento podía divisar la piel oscurecida bajo sus ojos ¿no había estado durmiendo correctamente? ¿Estaba trabajando demasiado? También había parecido que creció un poco más, o quizás él se había encogido, solo estaba seguro de que ella antes no le llegaba a la punta de la nariz. No podía decirlo por sus ropas holgadas –los viejos hábitos difícilmente mueren–, pero probablemente estaba más delgada que antes si su rosto era indicio de aquello.
Antes de que pudiera seguir buscando las diferencias entre la ella del pasado y la actual, la puerta volvió a abrirse y ambos se vieron obligados a moverse para dar paso a quien fuera que entrase.
“Ha sido bueno verte, Sasuke” dijo ella y podía ver la sinceridad que se expresaba en su rostro ante sus palabras. Era una despedida, lo sabía, y la tormenta se desató en su interior cuando ella lo rodeó y pasó a su lado, empezando a alejarse de él.
Fue un impulso en toda regla cuando se echó hacia atrás y la agarró del brazo, deslizando su mano rápidamente hacia la de ella notando la falta de cualquier joya que le pudiera hacer reconsiderar su accionar, secretamente agradecido por la falta de cualquier tipo de anillos.
“Conozco un lugar” empezó, su cerebro trabajando al mil por hora en busca de las palabras correctas para decir “Está cerca de aquí y sirven comida decente, tal vez deberíamos ir allí ¿Para ponernos al día?” dijo, cada vez más inseguro de su propia voz y terminando en una pregunta, algo poco característico de su -por lo general- contundente actitud.
En lugar de responder de inmediato, Hinata lo miró en búsqueda de algo que él no podía si quiera adivinar lo que era ¿Tal vez se equivocó y si estaba con alguien? Tal vez estaba buscando mejores palabras para rechazarlo, ella era así de considerada.
Trató de disminuir sus esperanzas, pero era difícil cuando la propia mano de ella se cerró momentáneamente alrededor de la de él antes de soltarlo de nuevo, tal vez solo había sido un pequeño espasmo, nada intencional.
Pero cuando ella sonrió y su mano se cerró nuevamente, el peso de sus hombros y el nerviosismo de su cuerpo desapareció, siendo reemplazados con alivio cuando dijo…
“Lidera el camino”
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e-r-r-o-r-5-0-3 · 3 years
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LXVII, "Una excursión a los indios ranqueles", Lucio V. Mansilla (1870)
A la vista de la Verde.- Murmuraciones.- Defecto de lectores y de caminantes.- Dos cuentos al caso.- Reglas para viajar en la Pampa.- La monotonía es capaz de hacer dormir al mejor amigo.- Dos polvos.- Suertes de Brasil.- Reproche de los franciscanos.- ¿Tendrán alma los perros?. Un obstáculo.
Los médanos de la Verde estaban a la vista, y es probable que, en mi caso, otro viajero no se hubiera detenido. Pero la experiencia es madre de la ciencia, y yo me reía de algunos de mis oficiales que, viendo el objetivo tan cerca, murmuraban: ¿Por qué se parará aquí este hombre?
Ellos no habían recorrido como yo cuatro partes del mundo, en buque de vela, en vapor, en ferrocarril, en carreta, a caballo, a pie, en coche, en palanquín, en elefante, en camello, en globo, en burro, en silla de manos, a lomo de mula y de hombre.
Es defecto de lectores y de caminantes apurarse demasiado.
Unos y otros debieran tener presente que la igualdad del movimiento produce en el espíritu el mismo efecto que hace en los aires la igualdad de la entonación.
Voltaire lo ha dicho.
L'ennui naquit un jour de l'uniformité.
Lo que nos sucede cuando oímos leer en alta voz con excesiva rapidez olvidando la marcha más o menos mesurada del autor, la fuerza, energía o pasión del pensamiento, nos sucede también viajando en ferrocarril.
La velocidad de la locomoción no hace efecto porque es continua.
Siempre que oigo leer en alta voz muy aprisa, me acuerdo de un cuento, y cuando recorro a caballo las pampas argentinas me acuerdo de otro.
En una comedia de Sedaine, no estoy cierto si en Rose et Colas, hay una escena muy larga entre dos aldeanos, y cuentan las crónicas que los actores a fin de terminar cuanto antes el ensayo, se apuraban demasiado, y que no por eso la escena parecía más corta.
Consultando el autor a ver si se prestaba a hacer algunas supresiones, contestó:
Díganla más despacio y harán que parezca más corta.
Sedaine tuvo, a no dudarlo, presente el dicho de otro poeta francés como él:
Dans tout ce que tu lis, hâte-toi lentement.
Pues lo mismo sucede cuando se recorre un país a todo galope; todo parece lejos y nada se ve bien, se llega al término de la jornada abrumado de cansancio y sin haber disfrutado de los agradables espectáculos de la naturaleza.
Y eso es cuando se llega, que a veces se queda uno en el camino.
Era una tarde, poníase el sol, un viajero ecuestre galopaba a toda brida por los campos.
Encontrose con un gaucho y le preguntó:
-¿A qué hora llegaré a tal parte?
-Si sigue al galope -le contestó-, llegará mañana; si marcha al trotecito llegará lueguito no más.
-¿Y cuántas leguas hay?
-Así como dos.
-¿Y cómo es eso; si está tan cerca, como he de tardar más, andando más ligero?
-¡Oh! -contestó el paisano, echándole una mirada de compasión al caballo de su interlocutor-; es que si lo sigue apurando al mancarrón ahorita no más se le va a aplastar.
Lo cual oído por el viajero hizo que recogiendo la rienda se pusiera al trote.
La aplicación de mis máximas, viajando en todas estaciones, de día y de noche, con buen y mal tiempo, por las vastas soledades del desierto, me ha dado siempre el mejor resultado.
He llegado a donde me proponía el día anunciado de antemano, sin dejar caballos cansados en el camino y sin fatigar física ni moralmente a los que me acompañaban.
Mi regla era inalterable.
Partía al trote, galopaba un cuarto de hora, sujetaba, seguía al tranco cinco minutos, trotaba enseguida otros cinco, galopaba luego otro cuarto de hora, y por último hacía alto, echaba pie a tierra, descansaba cinco minutos y dejaba descansar los caballos prosiguiendo después la marcha con la misma inflexible regularidad, toda vez que el terreno lo permitía.
Los maturrangos que me seguían se quejaban de que cambiara tanto el aire de la marcha y de las continuas paradas, primero, por falta de reflexión; segundo, porque a ellos una vez que el cuerpo se les calienta, lo que menos les incomoda es el galope. Pero los caballos más jueces en la materia que los que los montan, estoy cierto, que en su interior decían, cada vez que oían la voz de alto y la orden de saquen los frenos: ¡bendito sea este coronel!
Lo repito, viajando sucede lo mismo que leyendo.
Las lecturas más largas son esas en las que no hay alteración ni en la cadencia ni en la dicción.
El autor de la tragedia de Leónidas había invitado varios de sus amigos para leerles una nueva composición.
Nadie se hizo esperar.
A la hora convenida doce jueces selectos entre los que había algunos académicos, se hallaban reunidos ocupando cómodos sillones, y enfrente de ellos, con una mesa por delante el poeta.
La lectura empezó leyendo el mismo autor, que poseía el arte de hacer magníficos versos; pero que no sabía leer.
Leía con una voz sepulcral, monótona e invariable.
Durante la primera media hora la amistad soportó el suplicio, aplaudiendo los dos primeros actos.
Terminaba el tercero, y como el autor no oyese la más leve muestra de aprobación, levantó la vista del manuscrito, y echando una mirada a su alrededor, encontró que el auditorio dormía profundamente.
Comprendiendo lo que había pasado, apaga las luces, y en lugar de continuar leyendo, se pone a declamar a oscuras el resto de la tragedia que sabía de memoria.
La lectura en alta voz y la declamación son dos artes diferentes.
Todos se despiertan exclamando: ¡bravo! ¡bravo!
El autor no se detiene, sus amigos creen que aquello es un sueño, que están ciegos, porque abren los ojos y nada ven, vuelven en sí después de un momento de espanto y la escena termina con esta enseñanza útil.
La monotonía es capaz de hacer dormir a los mejores amigos.
Mis oficiales no pensaban en nada de esto al censurar mi parada a la vista de los médanos de la Verde, como no pensaron en ocasiones anteriores qué habría sido de los pobres caballos y de nosotros mismos, si hubiéramos marchado en alas de la impaciencia siempre al galope.
Habríamos tardado más en llegar a Leubucó, más en salir de allí, más en volver al punto de partida y el trayecto lo hubiéramos hecho entre el sueño y la fatiga.
Que se acuerden de lo que les pasó, yendo de la Verde al fuerte Sarmiento y cuando en cumplimiento de mis órdenes tuvieron que hacer la marcha al trote, y nada más que al trote.
Todos querían galopar o tranquear.
Los franciscanos clamaban al cielo.
La consigna era al trote y al trote se marchaba y las distancias parecían más largas y las horas eternas y todos se dormían y se llevaban los árboles por delante e interiormente exclamaban «malhaya el Coronel».
El Coronel tuvo sin embargo sus razones para dar esas órdenes; razones que no son del caso y que respondían a un sentimiento de prudencia previsora.
La parada no se efectuó únicamente por alterar la monotonía de la marcha, por hacer descansar los caballos. La diplomacia tuvo en ello gran parte.
Yo tenía motivos para retardar mi arribo a la Verde, en donde no quería detenerme, sino encontrarme en todo caso con el capitán Rivadavia, o con algún embajador de Mariano Rosas.
Cuando después de haber medido las distancias con el compás de la imaginación, el reloj me dijo que era hora de proseguir la marcha, mandé poner los frenos y cinchar.
Al tiempo de movernos descubriéronse a retaguardia dos polvos siguiendo la misma dirección de la rastrillada, siendo más pequeño el que estaba más cerca de nosotros, que el que remolineaba más lejos.
«Es uno que corre un avestruz», decían estos; «es uno que corre una gama», decían aquellos; «no es nada de eso -decía Camilo Arias-; es un indio que corre una cosa que no es animal del campo».
Mis oficiales y yo observábamos, haciendo conjeturas, y hasta los franciscanos que se iban haciendo gauchos, metían su cuchara calculando qué serían los tales polvos.
Ya estábamos a caballo.
Yo trepidaba; quería seguir y salir de dudas.
Camilo Arias cuya mirada taladraba el espacio, por decirlo así, hasta tocar los objetos, dijo entonces con su aire de seguridad habitual:
-Es un indio que corre un perro.
-Ha de ser Brasil que se ha de haber escapado -exclamaron varios a una.
Y los dos franciscanos:
-¡Pobrecito! ¡Cuánto me alegro!
Y esto diciendo, me miraron como reprochándome una vez más lo que había hecho en Carrilobo.
Mi pecado no era grande empero.
Estábamos conversando con Ramón en su toldo, cuando el valiente Brasil -hablo del perro-, vino mansamente, a echarse a mi lado, mirándome como quien dice; cuando nos vamos de esta tierra, meneando al mismo tiempo la cola como un plumero, como cuando con una sonrisa afable o con una palmada cariñosa queremos neutralizar el efecto de una frase picante.
No sé si lo he dicho; que Brasil a más de ser muy guapo, era un can gordo y macizo, de reluciente pelo color oro muy amarillo.
Pero sí, recuerdo haber dicho estando allá por las tierras de mi compadre Baigorrita, que los perros de los indios pasan una vida verdaderamente de perros. Siempre hambrientos, se les ven las costillas, tal es su flacura; parece que no tuvieran carne ni sangre; diríase al verlos, que son habitantes fósiles de las remotas épocas antidiluvianas, en que sólo vivían disecados por una temperatura plutoniana los enroscados durmonitas y los alados y cartilaginosos pterodáctilos de largo pescuezo y magna cabeza.
Ramón, enamorose de la magnificencia de Brasil, cuya gordura contrastaba con la estiptiquez de sus perros, lo mismo que un prisionero paraguayo con un morrudo soldado riograndés.
-¡Qué perro tan gordo, hermano -me dijo-, ¡y qué lindo! ¡y los míos qué flacos!
-No les dará de comer -hermano, le contesté.
-¡Pues no!
-¿Y qué les da de comer?
-Lo que sobra.
Lo que sobra, dije yo para mis adentros. Y sabiendo que los indios se comen hasta la sangre humeante de la res, pensé: yo no quisiera estar en el pellejo de estos perros, recordando que alguna vez había tenido envidia de ciertos perritos de larga lana y lúbricos ojos, que algunas damas de copete y otras que no lo son, adoran con locura, durmiendo hasta con ellos, tal es el progreso humanitario del siglo XIX; progreso que si sigue puede hacer que el año 2000 un perro se llame Monsieur Bijau, Mister Pinch o el Señor don Barcino.
Y dirigiéndome a mi interlocutor, repuse:
-Eso no basta.
Ramón contestó:
-Es que son maulas estos míos. Usted podía regalarme el suyo para que encastara aquí.
¿Qué le había de decir?
-Está bueno, hermano -le contesté-, tómelo; pero hágalo atar ahora mismo porque de lo contrario no ha de parar en el toldo, se ha de ir conmigo.
Ramón llamó y al punto se presentaron tres cautivos.
Habloles en su lengua; quisieron ponerle un dogal al cuello, con un lazo que por allí estaba, más fue en vano.
Brasil mostraba sus aguzados y blancos colmillos, gruñía, se encrespaba, encogiendo nerviosamente la cola y los tímidos cautivos no se atrevían a violentarlo.
Me parecía que los desgraciados comprendían mejor que yo la libertad, y que no era por cobardía sino por un sentimiento de amor confuso y vago que respetaban al orgulloso mastín.
Juré yo mismo ser el verdugo de mi fiel compañero.
Brasil me miró cuando me levanté a tomar el lazo, echose patas arriba mostrándome el pecho como diciéndome: mátame si quieres.
Al atarle la soga en el pescuezo me miré en la niña de sus ojos que parecían cristalizados.
Y me vi horrible, y a no ser la palabra empeñada, me habría creído infame.
Brasil se dejó atar humildemente a un palo.
Intentó ladrar y le hice callar con una mirada severa y un ademán de silencio.
Al abandonar el toldo de Ramón entré en él a despedirme de su familia.
El movimiento que reinaba, dijo claramente al instinto del animal que su libertad había concluido, viéndome salir sin él, prorrumpió en alaridos que desgarraban el corazón.
¡Quién sabe cuánto tiempo ladró!
Probablemente no se cansó de ladrar y Ramón cansado de sus lamentaciones le soltó viéndonos ya lejos.
Brasil se dijo probablemente también, viéndose suelto:
Ils vont, l'espace est grand, pero yo les alcanzaré, y se lanzó en pos de nosotros huyendo de aquella tierra donde los de su especie le habían hecho perder la buena opinión que tuviera de la humanidad.
Los dos polvos avanzaban sobre nosotros con celeridad.
Teníamos la vista clavada en ellos.
De repente, la nube más cercana se condensó y Camilo Arias gritó:
-¡Ahí lo volcan!
Lo confieso, persuadido de que era Brasil que venía hacia nosotros, las palabras de Camilo me hicieron el mismo efecto que me habría hecho en un campo de batalla ver caer prisionero a un compañero de peligros y de glorias.
Los buenos franciscanos estaban pálidos, mis oficiales y los soldados tristes.
El mal no tenía remedio.
-Vamos -dije-, y partí al galope.
-¿Y qué lo dejamos? -exclamaron los franciscanos.
-Vamos, vamos -contesté-; y una idea fijó mi mente mortificándome largo rato.
¿Por qué me preguntaba pensando en la suerte de Brasil, no ha de tener alma como yo, un ser sensible, que siente el hambre, la sed, el calor y el frío, en dos palabras: el dolor y el placer sensual, lo mismo que yo?
Y pensando en esto procuraba explicarme la razón filosófica de por qué se dice:
Ese hombre es muy perro, y nunca cuando un perro es bravo o malo: Ese perro es muy hombre.
¿No somos nosotros los opresores de todo cuanto respira inclusive nuestra propia raza?
¿La moral será algún día una ciencia exacta?
¿Adónde iremos a parar, si la anatomía comparada, la fisiología, la frenología, la biología, en fin, llegan a hacer progresos tan extraordinarios, como la física o la química los hacen todos los días, tanto que ya no va habiendo en el mundo material nada recóndito para el hombre?
¿Qué le falta descubrir?
Por medio de la electricidad, de la óptica y del vapor ha penetrado ya en las entrañas de la tierra y en los abismos del mar hasta insondables profundidades; ha descubierto en los cielos remotos e invisibles luminares y su palabra recorre millares de leguas con mágica y pasmosa rapidez.
Soñando en esas cosas iba distraído, cuando mi caballo se detuvo en presencia de un obstáculo, no sintiendo ni el rebenque ni la espuela.
Estábamos al pie de los médanos de la Verde.
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sucede-es · 3 years
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Figuras de acción de Transformers Fossilizer
Creadas para celebrar el 25 aniversario de la línea Beast Wars y el 35 aniversario de The Transformers: The Movie, las figuras Transformers Fossilizer combinan la paleontología con el juego activo.
La serie incluye un t-rex, un pterodáctilo y una criatura parecida a un triceratops, todos pueden formar fósiles de sus respectivas especies. También se pueden desmontar y construir en robots, y esta misma habilidad les permite formar armaduras y armas para otros juguetes Transformers.
Ideales para mayores de 8 años, son buenos para los amantes de los dinosaurios, los fanáticos de los Transformer o los adultos que llevan una antorcha para los Dinobots de la vieja escuela.
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ferrerocubo · 3 years
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VARO, REMEDIOS
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María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga​, conocida como Remedios Varo, fue una pintora surrealista, escritora y artista gráfica española. Fue una de las primeras mujeres que estudiaron en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Nació en 1908 en Anglés y falleció en 1963 en México.
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IMAGEN 1 - Pterodáctilo, 1959, Pterodáctilo (Animal Prehistórico), 1959. Gouache/Cartulina
IMAGEN 2 - El Trovador, 1959., El Trovador, 1959. Óleo/Masonite
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IMAGEN 3 - Invocación, 1963., Invocación, 1963. Vinílica/Cartulina
https://www.remedios-varo.com/
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sadnotepad · 4 years
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Close Enough
El algoritmo que rige nuestras vidas decidió que una serie donde aparece un pterodáctilo parlante y el holograma de Tupac en medio de un road trip a través del desierto era el producto ideal para mí. En pocas palabras Skynet me eligió como objetivo para la serie Close Enough. Y por esta ocasión, tuvo razón.
(And for a moment, it was good). -The Animatrix.
La nueva serie para treintones del creador de Regular Show, C.G. Quintel fue incialmente desarrollada para HBO Max, aunque por alguna razón en la que no ahondaré está disponible en Netflix. Con 16 micro episodios de 12 a 13 minutos de duración, Close Enough muestra las aventuras de Josh, Emily, Alex y Bridget, quienes comparten una casa-apartamento en Los Angeles para sobrellevar los gastos.
El show explora muchas de las cosas que se experimentan al llegar a los treinta. Desde la incapacidad de sobrellevar una cruda con dignidad y la paulatina pérdida de flexibilidad corporal, hasta el vacío existencial de trabajar mucho y ganar poco en una sociedad donde la creatividad pasa a un segundo plano y se trabaja en lo que sea para sobrevivir.
Si bien el mercado de la nostalgia ochentera ya nos tiene hasta la madre, el show explora los noventa con una aproximación interesante. No como una fuente inagotable de juventud perdida, sino como la generación que experimentó, y hasta cierto punto disfrutó el cambio de lo análogo a digital, los llamados Millennial.
Si naciste en los ochenta o principios de los noventa, y tienes problemas para entenderte con la generación Tik Tok, esta es tu serie.
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ancientoriginses · 7 months
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Un equipo de investigadores de Utah ha hecho uso de dispositivos científicos de toma de imágenes para verificar que una pintura rupestre Nativa Americana de hace siglos representa a dos humanos y a algunos animales y no a un pterodáctilo.
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