Tumgik
adriankino · 1 year
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Caminata entre los cerezos.
El caminar de Miranda detenía el tiempo, los rayos del sol se posaban sobre su piel y las hojas de los cerezos caían mientras que, en la caminata, el viento arrastraba sus pensamientos. Las imágenes de lo que fue su pasado la maravillaban, demostrando qué, a pesar de que ahora ella era una anciana, siempre tuvo dentro de si su corazón joven.
Su caminata era lenta, viendo todo lo que podía y disfrutando de ello. El olor a la comida que cocinaba su madre, o a las toallas húmedas con las que limpiaba el rostro de alguno de sus tantos sobrinos y protegidos después de mancharse al comer alguna fruta. Se recordaba a sí misma las veces que quiso estar donde se encuentra ahora, pero ahora que está aquí, la melancolía comienza a llover sobre ella.
Nunca más podrá volver a cuidar de sus seres queridos, pero cada que la recuerden ella estará presente. En cada canción, en cada luz de luna llena y en cada letra qué le escriban. La memoria de sus acciones nunca quedara borrada, al igual que se encargó de escribir su propia historia y esta quedara marcada en generaciones qué aún están por venir.
Al mirar a lo lejos un árbol gigante, donde sus frutos aparentan la eternidad misma, Miranda da sus últimos pasos por aquel largo camino, solitaria como en un principio llego al mundo, donde al final, por fin tendrá paz y energía. La vida, efímera e increíble, fue buena con ella, y ahora, después de décadas forzando sus rodillas y su espalda, se encuentra observando a todos en un plano sobre cualquier cosa, pues, al ser en vida un ser puro, ahora puede vestir del color que quiera y estar presente en nuestro mundo, cobijada entre sombras y hojas, las mismas que le proporcionarán el sustento necesario para poder continuar visitando aquello que tanto la gustaba y poder, de vez en cuando, revivir esos recuerdos tan queridos.
El gran cerezo, tan hermoso e imponente, termina de perder sus hojas y florecerá de nuevo al momento en que una persona igual que Miranda llegue a él.
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adriankino · 1 year
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El Vacío.
Un horrendo ruido semejante al qué podrían producir un millón de trompetas comenzó a sonar mientras caminaba al trabajo. El cielo se pinto con una mezcla de colores, toda la gente salió de sus casas, gritos y pisadas fuertes se escuchaban mientras el profeta vagabundo qué habitaba en las calles del centro de la ciudad vestido de una túnica azul rescatada de la basura permanecía tranquilo, observando su entorno, con su libro de siempre en la mano, pero ahora sin gritar.
La multitud salía de edificios y casas soltando alaridos de desesperación, mientras otras personas observaban el cielo con una mirada de sorpresa y horror, detenidos en su centro por la sorpresa y sin tener la capacidad para poder revisar sus celulares para darse una pista de lo que estaba pasando. Alarmas de incendio y alertas sísmicas comenzaron a sonar sin sentido alguno, el destino seguiría siendo el mismo.
Las nubes en el cielo comenzaban a moverse rápidamente hacia las montañas, dejando estelas de luz color magenta, los edificios y calles comenzaban a desprender tierra y pedazos de concreto hacia la misma dirección, y al final, el agua que habitaba en nuestros cuerpos comenzaba a evaporarse.
Una fuerza creaba una presión constante en todas las cosas presentes en este planeta arrastrándolas en una sola dirección, la confusión generaba un terror inenarrable, la mentalidad humana no podría explicar lo que se podía ver en el entorno.
Mientras la gente gritaba por el dolor, sus ojos comenzaban a salir de sus cuencas, una fuerza arrastraba todo en una sola dirección, pero sin atraer nuestros cuerpos, únicamente nuestros órganos. El cielo comenzó a teñirse más cobrizo, el agua que se desprendia de nuestros cuerpos comenzaba a mezclarse con sangre qué salia de los poros de nuestra piel. Los gritos sobrepasaban el ruido de lo que parecían trompetas, gente comenzaba a caer al suelo, vacía, con los tegumentos color violeta y sin ojos en el rostro.
La impotencia de no poder frenar lo que estaba pasando era doloroso, ningún simulacro recreado en vida podría prepararnos para lo que estamos viviendo justo en este momento. Los pensamientos y la voz dentro de mi cabeza se quedaron calladas, mirando caras con expresiones de dolor y mi ciudad siendo arrancada del suelo en donde se postraba.
Con la poca visibilidad qué tenía antes de caer al piso como todos, pude observar en la lejanía un imponente circulo negro con un aura dorada y un aparente vacío, absorbiendo todo lo que se desprendía de la tierra. Al no ver nada mas que oscuridad, las trompetas comenzaron a escucharse mas cerca.
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adriankino · 2 years
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Mors ultima linea rerum est.
El silencio y oscuridad de la noche recorren todos mis sentidos. La tranquilidad apodera mi cuerpo, descansando después de un día harto de los problemas y el ajetreo del trabajo, durmiendo sobre mi cama cubierto por una cobija marrón con líneas rojas y blancas, soñando con situaciones que no recordaría al día siguiente.
Un fuerte olor a humedad me removió de mi tranquilo sueño; la esencia que impregnaba mi casa recordaba al olor que producía un estanque lleno de peses sin ser correctamente lavado, el olor vestía cada rincón de mi cuarto, mi sala, mi cocina.
Buscando en tuberías con una lampara solo encontré extensos cilindros con oscuridad, pero sin una fuente concreta que pudiera producir aquel olor, la búsqueda de aquel origen me llevo a revisar líneas de gas, esquinas atrás de mesas o sillones, debajo de la cama, pero sin encontrar nada. Buscando incansablemente, con los ojos pesados por el sueño, pero mis sentidos despiertos por la tremenda inquietud que me producía ese olor, revisé mi casa de pies a cabeza, y mientras lo hacía, una persona me miraba desde mi patio, observando por una ventana que daba hacia la cocina.
Mirando sin emitir ningún ruido, analizando mis movimientos y acercándose cada vez más a la ventana.
Decidió hablar. Ideas volaban en mi cabeza, la idea de la soledad que me acompañan en esa noche se hizo tan inmensa como para poder ignorarla. Imágenes de recuerdos en donde alguna vez fui feliz, donde estaba completamente satisfecho con mi vida fueron sobrepuestos, cual lienzo de pintor al desesperarse y perder fe en sí mismo mientras crea su obra. Mis pensamientos se ensuciaron con imágenes que alteraban el sentimiento que me provocaba regresar a esos recuerdos.
La agonía se volvió insoportable, tantas ideas dentro de mí, tanto dolor que me producía, ya no era solo el olor de aquella humedad, algo dentro de mi comenzaba a desaparecer y yo no podía detener ese proceso.
Tirado sobre mi alfombra, esta vez sin sueño, escuchando mil voces mi única salvación fue un cinto que tenia sobre una mesa. Aquel cinto de cuero negro, con chapa plateada con diseño de flores y espinas me logro salvar, callando todos aquellos pensamientos implantados sobre mí, y mientras sentía como apretaba mi cuello y comenzaba a disminuir mi respiración, logre observar al hombre en mi patio, moviendo sus labios, con la mirada fija sobre mí.
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adriankino · 2 years
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Memento Mori
Con el cielo de color negro y lleno de estrellas, el mar salado arrastrando tierra, conchas y piedras hermosas de los colores que se puedan imaginar, con la brillante luz de los hoteles que yacen al final de esa inmensa playa solitaria, el aroma agudo y perceptible de coliflor en el aire, se lograba observar una figura caminando por la orilla, arrastrando arena y mala dicha, exclamando un canto indescriptible que se puede comparar con la estática de un televisor y con su figura oscura donde solo resaltaba su cabello agitándose, y sus ojos.
El viento soplaba.
Me encontraba solo fumando un cigarrillo atrapado en mis ideas, acostado sobre una toalla azul de algodón puesta sobre la arena, usando una chamarra enrollada como almohada. La sensación de inseguridad nunca estuvo presente, había ciertas luces a lo largo de una pared de concreto.
Ruido.
Una estática en el ambiente perturbo mi paz, la podía sentir en mi piel, además de lograrla percibir con mis oídos, gire mi cabeza hacia ambos lados, pero no se encontraba nada ni nadie cerca. La estática podía sentirse hasta casi tocarse frente a mí, pero nunca se podría ver.
Algo está rondando dentro de mi espacio personal, pero simplemente no se logra ver nada. Mi cigarrillo comienza a terminarse, el suave sabor a tabaco baja por mi tráquea mientras observo la pequeña estela de fuego desprender cada vez que aspiro para tomar una bocanada mas de humo. Era mi luz personal y se encontraba acompañándome en esta soledad, aclarando mi cabeza y acomodando mis ideas.
Agitación.
Comenzaba a adentrarme sobre un ligero sueño, pero, el mar comenzó a agitar sus aguas con más tranquilidad, el ruido de las pequeñas olas contra la arena creaba un ambiente pacífico y me llamaba a observarlo. La arena sobre mis pies creaba una conexión intima sobre aquella playa y yo, en ese momento éramos uno mismo. La estática comienza a alejarse de mí, llevando mi mirada hacia la derecha, observando el tramo de la orilla del mar hasta donde mi vista me permitiera ver.
Figura.
A lo lejos, la oscuridad de la noche abrazaba con todas sus fuerzas el final de la orilla del mar y la arena más oscura de tanto estar en contacto con él, la estática me obligaba a ver en esa dirección, pero, no lograba distinguir nada.
Mientras sentía la sal del mar recorrer el aire que agitaba mi rostro, tratando de encender otro cigarrillo, una figura se logró mirar a lo lejos. La luz de la luna se reflejaba sobre aquel lienzo oscuro que se movía tenuemente, lanzando destellos hacia el resto de la playa, pero, sin embargo, no era suficiente para poder observar a aquella persona que caminaba por la orilla del mar hacia mí, con el cabello largo, ondeando como algas debajo del mar siendo atraídas por la danza del agua.
En mi cabeza rondaban pensamientos sobre mi niñez; como solía tener buenas calificaciones en secundaria, el amor que me marco para siempre en aquel otoño, mi primer hueso roto, el rostro de mi madre al sonreír. Incontables recuerdos que lograban llenarme de melancolía y felicidad.
Aquella figura cada vez estaba más cerca, su marcha era segura y firme hacia mí, y con aquella estática en el ambiente, el ruido del mar tocando tierra, el sentimiento de mis manos acariciando una piedra y mi ser en un estado de alivio sabiendo que las cosas que viví fueron plenas, percibí un destello plateado acercándose rápidamente por mi derecha.
La navaja de aquella persona logro entrar por mi cuello, desgarrando piel, músculos, venas y arterias, liberando mi sangre de un encierro en el que se encontraba para plasmarse en la arena creando una mancha marrón, la cual sería lo único que encontrarían el día siguiente.
Al voltear mi cabeza a la derecha lo único que se pudo distinguir fue un hombre corriendo velozmente, alejándose de mi cuerpo, en su mano llevaba la navaja y en la otra cargaba con un pañuelo gris con el cual guardo el arma que provoco mi final.
Estando ahí recostado en la arena, jadeando mi último oxigeno aceptando mi destino y disfrutando de mi última vista hacia las estrellas, logre observar algo.
Aquel presagio de mi destino que caminaba lentamente hacia mí, acompañándome durante mis últimos minutos de vida finalmente llego a mi lado. Sus manos vestían de pulseras repletas de perlas blancas y anillos plateados gravados con runas extrañas. En su mano derecha cargaba una manta negra semejante al eterno resplandor de las estrellas en el cielo y su cabello ondeaba como si tuviera vida propia, desplazándose por su cara impidiéndome visualizar quien sería la encargada de sacarme de esta existencia.
La estática que estuvo presente todo este tiempo en el ambiente se podía sentir que recorría todo su cuerpo. El viento me acariciaba las mejillas y me llenaba de alivio, impidiéndome sentir dolor por la herida que tenía en mí, y en mi último respiro, esta figura coloco su manto sobre mi cuerpo.
La oscuridad me rodeo al momento que mi corazón se detuvo.
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