"Otoño. Que sea otoño. Que sea otoño y que llueva. Mucho. Que haya leños ardiendo en un brasero. Y un gato. Que haya un gato y que sea negro y que mire de amarillo y que se enrosque y que nos enseñe un poco a vivir.
Pero por sobre todas las cosas que sea otoño. Que le falte un vidrio a la ventana. Que entren por ese hueco la lluvia y el frío. Que tengas ganas de besarme. Muchas ganas. Que un hombre te espere en otra parte. Que sea otra vez otoño. Otoño y Que llueva. Y que no vayas. Que te quedes conmigo. Que sea otoño otra vez y que te quedes".
José Sbarra, fue un escritor, autor teatral, poeta y guionista argentino.
Ya escondí un amor por miedo de perderlo. Ya perdí un amor por esconderlo. Ya me aseguré en las manos de alguien por miedo. Ya he sentido tanto miedo, hasta el punto de no sentir mis manos. Ya expulsé a personas que amaba de mi vida, ya me arrepentí por eso. Ya pasé noches llorando hasta quedarme dormida. Ya me fui a dormir tan feliz, hasta el punto de no poder cerrar los ojos. Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que ellos no existen. Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que me amaron. Ya pasé horas frente al espejo tratando de descubrir quién soy. Ya tuve tanta certeza de mí, hasta el punto de querer desaparecer. Ya mentí y me arrepentí después. Ya dije la verdad y también me arrepentí. Ya fingí no dar importancia a las personas que amaba, para más tarde llorar en silencio en un rincón. Ya sonreí llorando lágrimas de tristeza, ya lloré de tanto reír. Ya creí en personas que no valían la pena, ya dejé de creer en las que realmente valían. Ya tuve ataques de risa cuando no debía. Ya rompí platos, vasos y jarrones, de rabia. Ya extrañé mucho a alguien, pero nunca se lo dije. Ya grité cuando debía callar, ya callé cuando debía gritar. Muchas veces dejé de decir lo que pienso para agradar a unos, otras veces hablé lo que no pensaba para molestar a otros. Ya fingí ser lo que no soy para agradar a unos, ya fingí ser lo que no soy para desagradar a otros. Ya conté chistes y más chistes sin gracia, sólo para ver a un amigo feliz. Ya inventé historias con finales felices para dar esperanza a quien la necesitaba. Ya soñé de más, hasta el punto de confundir la realidad. Ya tuve miedo de lo oscuro, hoy en lo oscuro me encuentro, me agacho, me quedo ahí.
"La dulce amistad de las palabras. La compartida necesidad de subrayar con música el silencio (la música de Dios). La decisión de sonreír para que no nos gane la tristeza. Los inopinados encuentros aquí y allá; tenues hilos de una amistad que se va tramando por su cuenta".
Moriste un sábado por la mañana, te enterré debajo de nuestro árbol, en cuanto a la casa de tu padre la hice demoler hasta los cimientos.
Mamá decía que la muerte era parte de la vida, ojalá no fuera así, el pequeño Forrest va muy bien. Pronto comenzará de nuevo a estudiar, le preparo el desayuno, el almuerzo y la cena todos los días. Me aseguro de que se peine, y que se cepille los dientes, le estoy enseñando a jugar al ping pong, es muy bueno.
Pescamos mucho, todas las noches leemos un libro, es tan inteligente, estarías tan orgullosa de él, yo lo estoy. Te escribió una carta, se supone que yo no la lea así que te la dejaré aquí.
Jenny, no sé quién tenía más razón,si mamá o el teniente Dan. No sé... si tenemos un destino... o si vamos como flotando al azar, como la brisa. Creo que es un poco de ambas cosas, puede que ocurran ambas cosas al mismo tiempo.Te extraño, Jenny... Si necesitas algo, no estaré lejos.
“Hubo un momento en esa madrugada en que todo se quedó tranquilo, como si el cielo se hubiera juntado con la tierra, aplastando los ruidos con su peso… -¿Qué es? -me dijo.
"... Con esa imagen, y un dolor torvo y punzante, me acostaba todas las noches a no dormir o a soñar con ella.
Ahora vivo más tranquilo. Permanece en mí, ya lo he dicho, pero tan en el fondo, que siento su existencia, pero no su presencia. ¿Cómo podría explicar esto? Sé que está en mí, constantemente, porque basta que desee recordarla o que algo me la recuerde, para que aparezca con mayor claridad. Eso demuestra su existencia. Ahora bien, si el recordarla no fuera un acto voluntario o casual, sino permanente y obsesivo, es decir a pesar de mí mismo, sentiría yo, además de su existencia, su presencia. Y en realidad casi no la recuerdo. Lo que no he olvidado ni olvidaré jamás es mi desesperado amor por ella. No sé si esto equivale a seguir amándola. Tal vez..."
"...Sollocé inconsolable por lo que se me moría, antes de vivirlo. Sin saberlo, creyendo que lloraba por mí, en realidad lloraba por los dos más agrios dolores del hombre: el amor y el adiós..."