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javierjones · 2 years
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De mi alma lunática turned 12 today!
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javierjones · 2 years
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La Macarena
En otros momentos en la siempre retadora ciudad de Bogotá, mis zonas de visita habían sido seleccionadas. En esos tiempos estuve buscando quizás confort o quizás la sensación del outsider conocedor o tal vez solo era seguir la huella torpe de lo que los turistas desprevenidos podrían considerar interesante. En esta ocasión fue diferente. Alguien a quién estimo decide darme posada unos pocos días. En su esencia natural él es un estratega. Cualquier cosa que uno piense que puede hacer para mejorar su vida, él ya lo pensó, ya lo mejoró y casi que es aburrido mencionárselo. Así que insinuar que ese sector donde él vive es un evento de la casualidad esta fuera de la ecuación.
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La Macarena es un sector que transpira tradición de clase media, a ratos obrera y eso si alma bohemia propia de lugares con muchas historias que contar, salpicado de forma agresiva por la modernidad que le aportan sus abundantes y acogedores lugares para comer, sus galerías y sus tiendas de cualquier cosa. Limita con el centro de la ciudad, algo que le aporta una sensación de riesgo y emoción que no he sentido en veces anteriores. 
Creo que visitar a mi amigo ha despertado tenuemente el interés por escoger mejor mis propios lugares. Este lugar puede ser en ocasiones vibrante, en ocasiones desolador. Puedo sentir la historia de la ciudad al caminar cada cuadra rota, en sus fachadas antiguas, sus ocasionales casas fantasmas y por supuesto en cada rostro golpeado por el tiempo. 
El aporte invisible de mis pocos días en La Macarena ya está instalado en mi sistema. Cuando regrese a casa estoy seguro que miraré precavido y buscaré un lugar que me haga sentir similar.
//Javier Jones
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javierjones · 2 years
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¿Quién esta allí?
¿Es desinformación cuando lo dice una fuente no autorizada? ¿O es desinformación cuando las autoridades no han tenido tiempo de validarlo? Qué juego tán extraño y en apariencia primitivo. Juguemos a ver que sucede.
Antes de cualquier combinación de esos escenarios, surge el que lo menciona, el agitador acalorado y usualmente sin rumbo. Es uno de esos activistas de anarquia cuestionable que lo llevaron a pelear en una sociedad que no merece batallla. Es un conspirador temporal a veces idealista, a veces, muchas veces, una celebridad irrelevante y decadente del mundo digital. Es un youtuber mediocre desesperado por triunfar. Cualquiera de esos tiktokers perfectos sedientos de atención.
Manipular la información es el deporte que hemos decidido todos practicar. Algunos con más exhuberancia y con más estilo que nosotros. Que interesa. Es el que mejor edite el video y el que titule de foma escabrosa su verdad manchada el que logra el impacto controlado. Quién hubiera creido que los captions enlodados y los leechers digitalez dominarian el algoritmo?
Me consuela pensar en nuestras emociones frágiles. Me alivia que sobre ese capa de corrección social nunca podremos escapar de nuestras bellas imperfecciones que solo recuerdan nuestro andar intrascendente por el cosmos que si tuviera consciencia podria reir por siempre de la estupidez del ser humano.
//Javier Jones
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javierjones · 2 years
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Esta lloviendo hoy
Esta lloviendo hoy pero solía estar soleado. Me alejo de ella y me voy caminando en esa lluvia fastidiosa y casi enojada, dispuesta a fastidiarme y aún así alcanzó a ver gente sonriendo con amores perfectos como lo eras tú. Es quizás el día ideal para olvidarte y aún así no puedo comenzar a hacerlo. Estoy rodeado del cinismo que la felicidad de los demás me otorga y tan solo puedo ver a la distancia todo el brillo de mi estupidez.
Suspendido en mi momento de quiebre, quiero realmente olvidarla porque no creo soportar la idea de volver a encontrarla. 
Brillo.
riesgo.
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javierjones · 3 years
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Un internet de cosas
En el principio los creadores de internet nunca pensaron en el componente social. Suena bíblico. Quizás lo sea un poco. Aquellos nerds idealistas se enfocaron en solucionar la comunicación entre computadores y en la mitad de ese proceso, precariamente informar al usuario lo que estaba sucediendo. Un inicio muy aburrido. Había que hacer algo para incluir el componente humano. Que clase de herejía informática habría sido no considerarnos en la formula. Lo paradójico del componente social es que con la llegada de las redes sociales, el ser humano ya no es dueño de su propia identidad. En internet, un individuo esta condenado a sufrir de síndrome digital de múltiples personalidades que son alimentadas por cada una de esas amigables cajas negras que son el social networking que digieren nuestros atributos tangibles y medibles y nos convierten en radiantes productos publicitarios. Una versión zombi nuestra en cada red social. Algo que seguramente no requiere un doctorado en conexiones humanas para advertirlo. Somos fantasmas que gravitan entre redes utilizando los más recientes artilugios tecnológicos para atraparnos en su encanto de alta definición y comenzar a crear una versión conveniente, inyectable y parametrizada en este macabro multiverso que es el internet. Terminamos siendo la combustión para esos bien aceitados motores analíticos que al mejor postor ofrecen nuestras preferencias y comportamientos como un delicatessen para vender y dogmatizar. Pero nos encanta el juego al parecer. Facebook y otros no dejan de crecer. El plan funciona. Podemos construir una identidad castrada y manipulada a cambio que nos dejen expresar nuestros cada vez más desérticos pero al parecer muy relevantes sentimientos y que nos dejen gritarle a la humanidad con una armamento de hashtags insípidos nuestras bellas fotos manipuladas y bombardear a tus amigos de lo iluminado y especial que eres. El reply, el retweet y el reposting se erigen como aliados silenciosos y venenosos de nuestra obsesión permanente de ser los príncipes en el feed siempre con la mejor respuesta. O al menos lucir como que la tienes que viene siendo lo mismo. Es una carrera de atletismo virtual ridículo y banal. Buscamos la información suficiente para controvertir pero nunca la información suficiente para sentirnos equivocados. Al parecer es demasiado esfuerzo y no tenemos tanto tiempo para absorber. Que sean quizás unos pocos segundos ya es suficiente de procesar para la mente virtual contemporánea. Y creemos jugar muy bien el juego para sobrevivir en la torre de babel de las redes sociales pero solo hace falta nadar un poco entre fake news y desinformación para advertir el hedor de obsesión del ser y vanidad virtual. Estamos conectados, hiperconectados. Chats de todos los sabores y colores. Un cosmos de conversaciones inservibles que viajan a toda velocidad al lado del iluminado de turno en twitch que nos quiere explicar exactamente lo que pasó antes del big bang. Emoticones y stickers son el idioma asfixiante desde que despertamos. El filtro de rostro perfecto que persevera y nos condena. Pero que importa si lucimos bien. Somos la materia prima para el laboratorio algorítmico más grande que ha existido. Seguimos creyendo conectarnos cada vez más pero en el proceso estamos creando un abismo de identidad que nos quebraría de inmediato si internet no estuviera en la mitad diciéndonos como vestir, que música debemos escuchar, a quien debo odiar, o a quien debo elegir en las próximas elecciones. 
Es el sueño perverso de la inteligencia artificial. Bienvenidos a la máquina. Y en el tan promocionado internet de las cosas, nosotros ya somos una más de esas cosas. Pasen por favor. Todo es gratis. Eso si, recuerda que no vales nada hasta que te autentiques. // Javier Jones
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javierjones · 3 years
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No existe meme para la felicidad
No soy feliz según el estándar. Nunca lo fui. Mi naturaleza binaria no es lo que piensan. Soy un inocente ridículo o un miserable nihilista. La idea de pertenecer a un arcoíris emocional perfectamente definido para lograr encajar es algo que conscientemente abandoné hace mucha lunas. Me causa curiosidad como encapsulan la complejidad humana en los limites virtuales y agrietados de felicidad.
Quizás en vez de enfocarme en ser feliz en cuya esencia banal e hipócrita me rehuso participar, me intriga el universo, me hipnotizan las estrellas y me mantiene ocupado pensar que nunca voy a conocer el sentido de la vida, Me cautiva conectar con un humano desconectado cualquiera, nada de grupos o sectas, solo alguien solitario sin preconcepciones. Encuentro seductor la idea de dejarme contagiar por lo que a otros los hace feliz, cualquier cosa que eso signifique. Escucho música estúpidamente compleja pero también vacía, desalmada y sin melodía y me expongo a la idea de sentir cualquier cosa que el artista me quiera contar. Y todo eso construye momentos efímeros de gozo. Con un poco de sufrimiento. Esos son paradójicamente momentos que atesoro y se evaporan. Y seguro que significan algo para mí. Flotar en materia oscura suena razonable. Podría afirmar que la tortura en el proceso podría ser lo único que represente algo cercano a balancear mi ser. Lo que quizás otros insisten en llamar felicidad. 
// Javier Jones
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javierjones · 3 years
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Quizás creas que este escrito es acerca de ti
Me decías con mente afiebrada que jamás habías escuchado algo así. Me contabas tu experiencia de haberte sumergido en la canción todos los días por una semana. Todas las horas de tu sábado y tu domingo. Escribiste sobre ella y estuve involucrada en esa historia en varios párrafos. Y aunque en ese momento me sentía precariamente exclusivo al estar en tus líneas, si advertía lo pasajero del momento y simplemente lo quise disfrutar sin pretensión de seguir dando pasos hacia tu camino. Te marchaste o al menos se marchó la idea de tí con igual ímpetu con el que llegaste. Cuando hace poco tuve un reencuentro curioso contigo, lo utilicé solamente para revalidar lo que mi recuerdo me había mostrado acerca de ti. Fue refrescante saber que ya realmente nos habíamos olvidado.
Me contabas como habías aprendido tantas cosas de tu carrera conmigo y cuantas ideas de las que habíamos discutido te habían permitido crecer. Tu intelecto se dio una buena refrescada conmigo acompañados por lo general de esos cafés que tu humlldad forzada le llamaba de los cafés caros. Sabía también que una vez lo hicieras, vendría el momento avinagrado, el del puñal de aparente madurez y de ansiedad corporativa. Llegó más rápido y con más arrogancia académica del que pensé pero también intuia que si mis cálculos no habían sido tan certeros, quizás tuvo que ver con el hecho de que invertí más energía contigo de la que debí. Deseo con vehemencia no volverte a ver ni por supuesto que ninguno de tus clones vuelva a aparecer.
Una vez la confianza fue suficiente, lograste expresarme lo mucho que significaba para ti. Tanto amor repentino me puso en alerta. Todas esas muestras de cariño abundante en aparencia no calculadas revelaban que quizás había tenido suerte con un humano esta vez y que segun el protocolo social, debía pensar en tomar decisiones. Y aunque también con sigilo era testigo pasivo de tus desbalances con los demás, decidí jugar el juego y dejarme llevar. Capturar tu mente vigorosa en ese momento sonaba entretenido. Al final, me alegra no haber alineado mi camino contigo. Tu amor estaba inundado de astutas frivolidades disfrazadas de personalidad. Qué descanso fue el momento en que me salí de tu círculo enfermo de posesión.
Como cualquier indigente que no tiene mucho que perder, decidí voluntariamente olvidarme de todo y olvidarme de ti, y de nunca más intentar contarte mi versión más honesta. Querias mi compromiso a pesar de que tu no lo mostrabas. Logro conciliar el sueño sin problema pensando en que al final nunca sentí que pudieras mantener la autenticidad de tus emociones.
Quizás sea acerca de tí o quizás seas simplemente la inspiración. Quizás sea solo la idea de que eres tú o quizás sean muchas personas que hablen como tú me hablabas. O quizás todos estos pasajes sean un extraño compendio encapsulado de gente que decidió tomar tu mismo camino. O quizás ya todos suenan como tú. Los virtuales y los digitales. Los analogos y los curtidos. Solo sé que la amalgama resultante en perspectiva resultó más divertida que perder el tiempo contigo.
// Javier Jones
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javierjones · 4 years
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Casi vivo
Temprano camino unas pocas cuadras hacia un bonito café, la chica de rostro apresurado me saluda y me pregunta en tono audaz que si lo mismo de siempre, expresa de forma robótica su gusto por lo que ordeno. En algunos días me ofrece probar una bebida que está experimentando, usualmente horrible aunque nunca se lo digo y me recuerda que la mesa del fondo esta disponible. Ya sabe que me gusta la privacidad de esa mesa. Esa chica del café es amable, tiene la usual mezcla de afán por servir y torpeza mañanera que la distingue. Hoy la música del lugar no ha comenzado mal. Suena Vangelis y al rato algo de Roxy music que me induce a mirar alrededor con sentimiento lúgubre aunque nostálgico la sociedad cortés e hipócrita en la que navego a diario. La buena música del lugar al iniciar el día parece haber sido más un error en el playlist ya que se puso aburrida en poco tiempo. Eso me apresura para terminar mi café y abandonar el lugar. Hago un par de clics poco inspirados en mis correos pensados en comenzar lentamente el día. Toda mi vida he escuchado que si madrugas, alguien que no conoces, te ayuda. Contentillos de mis padres que nunca me funcionaron.
Ya empacando para irme, escucho que la del café, haciendo evidente la ausencia del propietario se puso creativa con una mezcla desafortunada de pop y trap bandolero que suena en cada lugar de este pueblo que intenta todos los días ser ciudad. Comienza a llegar gente que paradójicamente estando en un sitio agradable convoca egos que no puedo soportar. Ya en la calle, deseando respirar disfruto vientos aleatorios, de esos con intenciones de escabullirse por las esquinas y hacerme recordar la agresión de la arquitectura torpe de este barrio moderno y sucio. Hoy extrañamente hay nubes con grises degradados apropiadas quizás si buscas escribir un buen capítulo del fin del mundo.
Respondo los primeros mensajes del día. Uno de ellos es de uno de mi equipo de trabajo que tal vez ya su edad nubla su talento y lo intoxica de celos por el creciente buen desempeño de otro más joven y algo más entusiasta en la oficina, y me escribe que el siente que debemos hablar urgentemente, Siente que debemos resolver mil cosas al parecer. Me lo dice siempre los lunes, que por cierto es el día en que todos quieren resolverlo todo, incluyendo los cuadros agresivos de inmadurez laboral de este personaje y su creciente incapacidad de enfrentar la competividad oficinera. Le respondo que no se preocupe, que todo va a estar bien. Funciona bien como un bálsamo temporal para despojarlo de lo agrio de sus palabras. Se le disiparon los mil problemas y me agradece. No es duradero. El otro lunes seguro se le acaba el efecto y me texteará de nuevo su miseria. Ya escucharé de él otra vez.
Al enviar el mensaje me siento como padrino desgastado y maloliente al que le escriben para pedirle plata y consejos y es claro que no poseo ninguno. No he encontrado el primer momento emocionante del día. Mi teléfono recibe un audio con otro más de mis longevas e impotables amistades que no entiendo porque no ha querido borrarme de sus contactos preguntándome que si al fin logré montar en bicicleta el fin de semana solo para recordarme desaforado y maniático, que el si lo había hecho y que había superado su record personal que es otra manera de decirme que el siempre me supera en todo. Le digo rápidamente y en un tono de condescendencia que merece un premio a la academia que me parece increíble su progreso. Quizás tenga que ver mi hipocresía con que no me haya borrado. Su felicidad al enterarse que solo corrí unas pocas cuadras fue algo ya poco sorprendente de su parte y el haciendo uso de cinismos tan desgastados como su personalidad, termina su conversación con un mensaje deseándome mucha suerte, en el mismo tono vacío en el que terminan casi todas mis conversaciones por chat. Es una pequeña victoria que seguro comentará con su esposa en la noche y es sexo garantizado como premio por ser ese esposo ganador, al menos venciendo al amigo con el cual no se ve hace meses y que disfruta derrotarlo por whatsapp.
Cruzo la calle y poco antes de extender la mano al taxi, la señora que vende pedazos de madera coloreada y latas raras sin función aparente me pide de forma autoritaria que le compre o que le dinero. Busco en la maleta, le digo que lo siento que no tengo nada. Su hijo, por el contrario no me pide nada pero si se fija con el brillo honesto que solo poseen los ojos de los niños que en la maleta llevo un pequeño pin musical. Me dice en mal español que esta muy lindo. Se acerca, lo toca, tiene una mirada saturada de ternura y de poca esperanza. Me dice que le gusta la música y que el quiere aprender a tocar guitarra. Mientras el intenta hablarme de sus ganas por aprender a tocar, su mamá sigue pidiendo malgeniada dinero a otros transeúntes sin interés alguno en su hijo. Le regalé el pin y le dijé que no olvidará su idea de aprender. Sonríe por un momento y se aleja.
Creo que ya no quiero leer mas mensajes. Después de varios niveles tempraneros de falsedad rutinaria, incluyendo la mía propia, pude percibir una muestra de felicidad microscópica. Es escasa pero existe. Quiero que esa sensación me acompañe un rato. Y me sentí en ese momento, iniciando el día, casi vivo.
// Javier Jones
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javierjones · 5 years
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Historias patriarcales de mi padre o el arte perdido de escucharlo.
Mi padre es un personaje interesante. Ha tenido sus caídas en la vida pero también ha tenido períodos de abundancia de los que históricamente no supo tomar mucha ventaja. Es algo muy fácil de comprobar cada vez que pregunto si hay herencia para mí. Hoy día es un persona usualmente muy correcta, devota y respetuosa y aunque con la fuerte sombra del patriarcado, es de buen corazón. Siempre altivo aunque ya más aplacado quizás un poco por su edad y otro poco por realidad. Tiene ese carisma para conectar con otros que no se donde dejó a la hora de engendrarme. Lo guardó todo para él seguro, el muy egoísta. Es pulcro y horriblemente ordenado. De nuevo, otro talento que no pude heredar. Tenemos una buena relación a pesar de los problemas que la emancipación de dogma pueda generar entre generaciones. Nunca aprendí a jugar billar como él. Encontraba tedioso eso de echarle esa arenita al palo en medio de un ambiente enrarecido con primos olorosos que nunca alcancé a conocer, gracias a dios. Sujetos que eran en esencia depredadores. Cualquier cerveza y cualquier morcilla rancia desaparecían en manos de estos personajes extraños que solo murmuraban entre ellos. Nunca aprendí a pescar tan bien como mi padre. Intentó enseñarme. Me vestía como él con mi chaleco pescador y salíamos a conquistar el río. Su paciencia para colocar una sola carnada en ángulo perfecto no se comparaba con la masacre de lombrices en mi anzuelo. Recuerdo bien mi torpeza para lanzar el nylon que pasaba por fortuna desapercibida por la falta de testigos interesados. Nunca aprendí de chico a manejar el auto y conocer realmente de mecánica como él. Me hablaba de los tiempos del motor y yo asentaba mi cabeza, dócil y mentiroso. Soy perezoso para manejar y no cuido el carro ni el arranque ni la gasolina, No tengo idea que es un radiador, un pistón o un cigüeñal y menos cuando debo cambiar las llantas. No desciendo en segunda todo el tiempo y aparento ser muy civilizado al dar las curvas para no afectar el cada vez más frágil sistema nervioso de mi padre.
- Padre, ¿Qué será que el carro tiene un ruidito en la parte de atrás?
-¿Desde cuando le esta pasando, hijo? Hay que ponerle atención a los sonidos del carro. Las personas hoy día si viven en las nubes.
- Le estoy poniendo atención y por eso le cuento. No recuerdo hace cuanto, padre. Seguro fue hace algunos días que salí a andar fuera de la ciudad. Y por cierto, ¿Qué hay de malo en vivir en las nubes?
-Ay mijo, usted si es muy descuidado. Siempre pensando en viajar y pasar bueno. 
- Padre, el sonido comenzó antes de empezar a pasar bueno. Y yo realmente paso bueno es en la ciudad, Solo que a veces quiero desconectarme. Los pueblos aunque usualmente aburridos logran ese efecto.
- Pero entonces, no entiendo ustedes que necesidad tienen de viajar.
- No estoy de acuerdo con el plural de ustedes. Solo soy yo. Solo siento que a veces ni siquiera conozco el patio trasero de mi casa como dicen, padre. Es bonito conocer. En alguno de esos huecos en la vereda seguro algo se desajustó en el carro.
- ¿Qué necesidad hay de irse a buscar problemas a otro lado? A mi no me venga con cuentos raros de desconectarse. Uno es de donde es. 
- Me gusta viajar, Padre. No solo a pueblos. Lennon decía Imagine there's no countries, una filosofía a la que sigo adherido.
- Usted solo debería creer en la gracia de nuestro señor. Esos bitles eran raros. Yo no necesito viajar, no necesito lujos. Tengo el mismo par de zapatos hace 15 años. Cada vez que se me dañan voy a la remontadora y me los dejan como nuevos.
- Pero padre, hay que ponerse algo nuevo de vez en cuando. ¿Porqué hay que estar en permanente estado de sufrimiento para demostrar ser buen padre? A propósito, ¿Donde hay remontadoras? Yo nunca he visto una. 
- Yo fui criado como lo enseña mi dios, con lo necesario, sin lujos. Aún recuerdo con orgullo mis zapaticos panam. Esos si eran los mejores zapatos.
- Pero padre, ponerse un buen par de zapatos no debería tener connotación religiosa. Y lo de panam es cuestionable, padre. ¿Quizás ayudó que no había más marcas que comprar?
- Usted si no cree en nada. Dios nos da las cosas necesarias. Yo le respeto sus cosas, ¿pero en que momento perdió el camino, mijo?
- No he perdido el camino, padre, por el contrario quiero encontrar algunos más. Con ganas de volver a México, a Madrid, Chicago. Son tantos caminos que recorrer, padre.
- Por dárselas de avispado, está como está. Qué diosito no lo castigue. Yo si jamás voy a ir a otro país, de solo pensar en estar sentado tantas horas en un avión, No se ustedes como pueden soportar eso. Yo necesito mi tienda de la esquina para ir por el tintico.
- Padre, ¿pero para ir a la tierrita no son acaso 10 horas de malos olores, huecos, montañas llenas de curvas, tractomulas con ganas de estrellarlo y uno que otro guerrillero con ganas de ajusticiar? ¿Acaso eso no es aún peor?
- Qué ocurrencias. Claro que no. A uno pobre y honrado, dios lo protege. No hay nada como tener los pies en la tierra. Uno puede parar y comerse una carnita asada o un tamalito.
- Pero padre, en el avión dan comida algunas veces comestible, café, jugo y además es gratis. Hay televisión con películas, inclusive las de los guapetones del viejo oeste que tanto le gustan, de esas que siempre tienen el mismo final. Además le cuento que estadísticamente hay más chance de estrellarse en carro que de un avión caerse.
- Ni lo sueñe, mijo. Mi padre, su abuelo que dios lo guarde en su gloria, me enseñó como manejar en carretera. El jamás se accidentó en carretera. Un hombre sabio.
¿Sabio o de pronto muy precavido? A veces es bueno no endiosar nuestras habilidades terrenales.
- No me parece graciosa su falta fé, mijo. Su abuelo era el mejor de los hombres. Dios lo guarde.
- Lo sé padre. No lo cuestiono. Se que era el mejor de los hombres que ha surgido de la faz de la tierra pero no porque supiera manejar. Igual yo presiento que mi abuelo si hubiera viajado en avión.
- ¿Y permitir que un policía le revise sus cositas? Es una falta de respeto. Como se atreve el gobierno a violar nuestra privacidad.
- Ellos deben hacerlo por segur...
- Qué cuento de seguridad, somos más los buenos....a mi no me tocan mis cosas. ¿que se creen estos policías en los aeropuertos? ¿los dueños?
- Casi padre. Casi.
- Es denigrante que me traten así de mal. Y luego esa cosa de pedir tantos papeles, ¿es que no creen que uno es honesto?
- No padre, ellos no creen en nadie y en realidad nadie cree en ellos. Es su oficio. Necesitan ver un documento.
- Yo fui criado como una persona decente, ¿eso no es suficiente?
- No creo que eso les aparezca en pantalla, padre.
- Yo no me complico la vida viajando en avión. Jamás les daré gusto de poner un pie en un aparatejo de esos.
- De quien exactamente estamos hablando cuando habla de no darles gusto, padre? Eso es un intangible bien refrito. ¿Alguna vez se vió la película The Matrix?
- ¿Las mujeres si lo volvieron loquito a usted no mijo? Todos esos bandidos en los aeropuertos que solo quieren robarle a uno sus cosas. 
- Pero, padre, ¿En que momento el vuelo en avión se convirtió en escenario de corrupción?
- Todos son iguales. No les interesa sino la plata.
- Eso si es verdad, padre. Todos somos iguales. A mi me interesa mucho la plata.
- No voy a permitir que me traten mal. Jamás viajaré a otro lugar que no sea mi tierra.
¿Y si algún país tiene un lugar maravilloso para pescar?
- Aquí yo voy a la laguna a una horita de acá y saco unas buenas truchas.
- Pero, ¿Y no quiere ver el mar y el amanecer en otro lado del mundo?
- Nada. Yo voy donde el carrito me lleve. Hay que ir a revisar el suyo. Los ruiditos hay que revisarlos, mijo, Usted es muy descuidado.
- Hágale padre. Vamos con su amigo del taller a que lo revisen. Usted sabe más de carros que yo.
//Javier Jones
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javierjones · 5 years
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We all are silly loving lemmings
Su mente hace pausas inteligentes y sus palabras dibujan sensibilidad a su propio ritmo. Es también ese grupo único de sus reglas volátiles lo que me atrae. Es un proceso que supone tristeza al final. Aun así, ese placer de eventualmente encontrarla funciona como una buena obra teatral; gozar sus diálogos supera el desenlace. Es habitualmente en mi caso un final decadente. Un epílogo donde se derrumban muy fácil todas las piezas que lucían muy bien conectadas.
Es un ritual de esos que podrías escribir en una elegante carta que los tiempos modernos te dicen que ya no debes usar, pero que si existiera estarías muchas horas intentando de forma desesperada impregnar al papel de su momento agónico y glorioso, cándido y tenebroso.
Me conecta su sonrisa y su frescura endiablada. Tropiezo momentáneamente con su honestidad, más por la negación constante del estereotipo que por mi respuesta cargada con algo de cinismo y algo de dulzura. Pero quiero invadir de nuevo mi cerebro y restablecer mi cordura. Quiero obligarme a no creer en su brillo. Y todo es una gran contradicción. Una idea que no trasciende. Una estupidez en el único hilo cuerdo de mi mente que nace muerta.
Le digo en voz baja a mi cerebro que aún hay tiempo para perturbar el universo. Un instante vibrante. Y en ese momento quiero tener la mejor música en mi cabeza, la canción perfecta para atrapar sus ojos y envolverme en su cabello siniestro que perfuma mis sueños.
Hubiese valido la pena. Después de todo, mi deseo de dejarme arrastrar comenzó cuando pude conocerla. Pero la idea de amarla envejeció rápidamente y la sensación de ahogarme en mis palabras grisáceas de corto alcance me acosan y terminan por ajusticiarme.
//Javier Jones
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javierjones · 5 years
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Del futuro y sus mentiras
Recuerdo a mis padres repetir y repetir “Cuando seas grande, lo vas a entender”. Y quizás en parte, en medio de la mediocridad de su declaración facilista e informal, fue cierto y tal vez de esa forma todo lo entendí y resultó horriblemente claro.
Un futuro donde todos tus datos están diseminados online. Tu número de identidad, el nombre de tu primera mascota en secundaria, la lista de parejas en orden alfabético y también en orden de sufrimiento, tus preferencias políticas y claro, las de tus amigos. Mis papás no podrían haber conocido de los leaks de las entidades bancarias, de las redes sociales y de la compañia de gas, ¿o sí?. Acaso mis padres tenían esa capacidad visionaria para haber predecido que cada aspecto de tu información personal se encontraría a la venta en la deep web y absolutamente nadie podría hacer algo por detenerlo?
¿Cuál futuro? Quizás mis ingenuos procreadores, con las pocas visitas de mi abanico triste de novias, podrían haber predecido el apocalipsis emocional de su hijo atormentado por la destrucción de la confianza y el deseo legitimo de amar en una sociedad omnibulada por el deseo de hacer lo correcto.
¿En que momento dejé de creer en ese futuro alineado, configurado para no equivocarse y prediseñado para saber que sentir? Me pregunto si en algún momento, el caos y el ocaso de mi conciencia más ingenua pudo haber sentido ese debacle.
Lo políticamente correcto, aunque paradójico, en parte destruyó mi ambición. Un término que terminó diluido en la necesidad aparente de no ofender que conforma parte de mi deseo constante de no pertenecer.
La arrogancia del ser digital creyendo ser vocero de causas enlodadas y alimentadas por maquinarias en apariencia benefactoras y por supuesto, gratuitas pero macabras en su trasfondo algorítmico, que alimentan el deseo de gobernar pequeñas legiones de lemmings que siempre lo fueron y siempre lo serán, con o sin redes sociales, con o sin jeques morales que lo único que han propiciado es la alienación de quienes podrían haberle dado un norte diferente al universo de torpes humanos gobernados por el ego y las ansias del putrefacto protagonismo virtual.
¿Es acaso mi deber ciudadano reconstruir una esperanza para ese futuro que nunca llegó? 
Es esa dualidad de sentirme conserje de una cloaca digital que no merece mi empatía ancestral, esa que decidí archivar por falta de uso y que acobarda mi deseo de acoger el misterio y la belleza de la incertidumbre de la vida como un futuro legitimo.
//Javier Jones 
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javierjones · 5 years
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Del verbo extrañar
Sentimiento conflictivo, verbo traicionero y ocasionalmente necesario, una acción que mantiene débilmente mi cada vez menos interés social por mi entorno atrofiado e hipócrita. Caen amigos, familia, humanos que estrechan la mano porque no les queda otra y otros especímenes que seria difícil otorgarles el atributo de social. Muchos humanos que han cedido a sus fantasmas cotidianos, esos de los que solíamos reírnos con buenos amigos, gozar infinitamente como si el vino y el efecto etílico nunca se fueran a terminar.
En mi infinita apreciación por el cosmos y el arte, balanceo mi entusiasmo social algo débil entre mi pensamiento correcto y mis constantes impulsos de renovación aunque sin embargo en mi vida, la que me obliga a levantarme a cumplir con compromisos derivados de mi ingenuidad y estupidez, el sentimiento de extrañar embriaga mi cerebro. Al punto de limitar mis acciones, y quizás de bloquear mucho de mi esencia, algo que paradójicamente se ha encargado de autominimizarme y encapsularme. Es la conciencia jugándome una broma en la que quiero activamente participar.
Extrañar obedece a mis instintos precarios de poder rescatar algo de humanidad de mi surrounding robotizado. Es una mezcla inocente de intención. Un palpitar constante que me instruye a creer en conexiones más que en estereotipos y androides insípidos. El tiempo me ha dicho que es inútil hacerlo y mi corazón malvado y atrofiado intenta señalar que quizás mi alma deteriorada por la fila desbordante de doble moral que incluso yo mismo ayudo a construir, se ha reducido a palpitaciones mediocres que quizás alcancen para levantar la mirada y hacer un reset a mi ser.
Mi humanidad dizque pensante me golpea y al tiempo me nutre. Algo que nunca creí que estuviera analizando, hoy es materia prima de mis pensamientos. ¿Que ha pasado con mi deseo de amar? Extraño hacerlo. Extraño inundarme de estupidez y de insensatez en un mundo donde todos parecen tener ya la respuesta. Se acabo la inocencia de la incertidumbre, y el deseo legitimo de explorar. Se ha pulverizado el deseo de abordar mis emociones. El cinismo que permea a los demás del cual he sido víctima constante ha destruido mi entusiasmo y el brillo en mis ojos que siempre estuve convencido de tener.
Quizás la maldita nostalgia ha cobrado ya una nueva víctima. Pero al final extraño amar. Extraño ser. Es una contradicción que violenta mis palabras y termina por dibujarme como un alien en tiempos de seres perfectos.
// Javier Jones
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javierjones · 6 years
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Por favor no me inviten a esa ciudad que puedo morir
(Cómo sobreviví a Cúcuta)
A mediados del año 1972, Bucaramanga no parecía una ciudad muy emocionante para la clase media trabajadora. Mi papá así lo pensó antes de tomar la decisión de irse para Cúcuta y aventurarse a trabajar con una cervecería en lo que inicialmente parecía una gran idea de negocios y un porvenir económico mucho menos deprimente que el bumangués a pesar de que la ciudad poseía la fama aparente de pujante, de muchos parques y zonas verdes y por ende su título transitorio de la ciudad más bonita de Colombia estaba en alza.
Pero mi padre arrancó para Cúcuta con mi madre y mi hermano Carlos con un poco más de un año de vida y obvio conmigo con algunos meses de nacido, decidido a triunfar como ejecutivo de ventas en la ciudad fronteriza. Mi papá quería convertirse en lo que hoy se conoce como influencer pero vendiendo cerveza. Visitaba cada negocio mostrando su catálogo de productos con una familiaridad y una elocuencia que aún hoy día me sorprende. Poseía suficiente capacidad de comunicación para encantar a su público. Era un personaje con buen verbo y bien parecido, atributos que le hacían navegar las aguas de las ventas con un poco más de altivez y arrogancia que el bumangués promedio. Si hubieran existido las redes sociales, mi papá habría sido una celebridad local en twitter. Pero no fue así, lo de celebridad yo lo habría querido particularmente para hoy día estar deseando una herencia que no existe o haber escrito alguna biografía y haberme llenado de plata contando las historias del vendedor más exitoso de la ciudad. 
Yo era un prometedor bebé cuando estos dos individuos decidieron cargar con mi hermano y conmigo para Cúcuta, la ciudad prometida. La ciudad que nos sacaría de problemas y nos pondría en un mejor estrato. La ciudad que le daría el respeto que mi padre seguramente buscaba de la familia de mi madre. Quizás la idea de mi padre era sacarles plata a los cucuteños en el menor tiempo posible y devolverse para Bucaramanga como exitoso vendedor e inversionista. Quizás mi padre vio a Cúcuta como una emocionante ciudad fronteriza llena de comercio con Venezuela, con venezolanos y colombianos avidos de buena cerveza. Pero no fue así. La ciudad lo sacudió con una dosis de realidad morbosa y además sacudió de paso a toda la familia y el más perjudicado fui yo.
Asi es, Cúcuta fue hostil conmigo desde que llegué. Su intenso calor, su humedad incesante y sobre todo las rudas bacterias cucuteñas se encargaron de convertir mis aproximadamente 6 meses de estadía en esta ciudad en todo un carnaval de enfermedades de bebé. Debo darme puntos extra por mi creatividad ya que al parecer fueron numerosas las variantes de fiebre y vómito. Los médicos cúcuteños no tuvieron suerte con mi diagnóstico, tal vez el calor también les hacía equivocarse con sus pacientes. No hubo tregua. Desde que llegué hasta que me sacaron casi en operación militar, mi corta e infecciosa vida en Cúcuta estuvo marcada por la fatalidad.
Del lado de mis padres, solo habían dudas. ¿Qué hacer con este bebé tan enfermo? ¿Será que se lo damos a alguien? ¿Será que lo vendemos y de paso hacemos unos pesos? Algunas de estas lindas preguntas fueron parte de la mente muy discreta pero convulsionada de mis pobres padres, especialmente mi papá que cada vez veía más gris sus planes napoleonicos de expansión en Cúcuta.
Mi mamá comenzó a recibir llamadas de mis abuelos maternos preocupados por la salud del lindo bebé. Cada vez eran mas frecuentes y obligantes sus deseos de que yo estuviera de vuelta en la ciudad de los parques. Yo creo que ahora que lo pienso, yo pude haber sido uno de los principales causantes del deterioro de las relaciones entre mi padre y especialmente mi abuela materna con el paso de los años, y que yo después más grandecito pude percibir. Quien hubiera creído que yo metí en problemas a mi papá con mis abuelos desde los primeros meses de vida. Qué talento.
Al final mis abuelos se salieron con la suya, contrariados después de varias llamadas acaloradas, y preocupados por el futuro de su nieto adorado, prepararon su legendario Land Rover y salieron rumbo a Cúcuta a la aventura de salvar una vida y de paso recordarles a mis padres quienes realmente estaban a cargo. La llegada de mis abuelos a la casa de mis padres en Cúcuta según mis fuentes estuvo cargada de un melodrama fascinante, con mi abuela agarrando y empacando cada cosa mía y pasando por encima de la golpeada moral de mi padre y casi que con letreros proselitistas en su cara diciéndole a mi familia no tan sutilmente como es que era la cosa conmigo. Me regrese a Bucaramanga con mis abuelos mientras mi madre se quedaba llorando junto a mi hermano y en su rostro, un coctel de angustia y al tiempo de alivio que cualquier drama de televisión hubiera envidiado tener. Por cierto, quizás esta sea la novelesca razón por la cual amo los Jeeps.
Tiempo después, mi padre finalmente desiste de Cúcuta a pesar de su creciente éxito en la firma cervecera, decide regresar con mi madre y mi hermano y que mejor forma de hacerlo que en un vuelo de avioneta que para ese tiempo, lucía sofisticado e innecesario pero era quizás una forma de enterrar el episodio cúcuteño con clase y también en caso de que alguna comitiva familiar estuviera esperándolo en el aeropuerto, porque eso de salir de un avión de primerito y agitando la mano tiene su encanto. Yo creo que mi hermano inconscientemente odia la cerveza gracias a Cúcuta y por eso mismo le doy las gracias a esta ciudad ya que además de ser una bebida aburrida y condescendiente, ha sido protagonista de algunas de las más incoherentes discusiones en la familia. 
Mis padres se volvieron a reunir, ya conmigo completamente recuperado y según cuenta la legenda, muy feliz y consentido por la familia y con mis abuelos anotándose un punto ayudándome a a vivir un poco más en este planeta. Reconocimiento adicional a mi tío Gustavo que según me informan, se convirtió en mi niñera personal y limpió más de uno de mis desastres nenesísticos. No sé si quizás la costumbre de vestirse completamente de negro venga de aquellos días donde lo único que yo hacía era ensuciar cada cosa y seguro se agotó de estar desmanchando camisas. Y bueno, mi padre no pudo lograr ser el magnate que quería ser en Cúcuta, volvimos a la ciudad a casa de mis abuelos para frustración de mi madre y un enojo incalculable de mi padre, porque la verdad, Cúcuta, la ciudad prometida, la ciudad que nos sacaría del medioclasismo no dejo sino deudas y ni siquiera tuvimos forma de llegar a nuestra propia casa.
Lo interesante de la historia además de su intenso tono de tragicomedia de pueblo, es que yo me vine a enterar que viví en Cúcuta durante 6 meses después de 47 años. Fue mi madre con muchos detalles la que me dio recientemente la primicia que yo había estado en esa ciudad por única vez en mi vida. Y sin duda un momento glorioso para mi ego ya que es la única vez documentada y con muchos testigos donde toda la familia de manera unánime parecía haber estado interesada en mi bienestar. Todos quisieron en ese específico momento de mi vida que no me fuera a morir y eso hoy a mis 47 es como pequeño alivio atrasado, un recuerdo desempolvado no desperdiciado que hoy puedo disfrutar como una buena copa de vino.
¡Gracias abuelos!
//Javier Jones
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javierjones · 6 years
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Fragmentos
La noche condena mis acciones y de forma acusatoria refresca mi memoria. Un solo día compila maravillosamente mis arrebatos y miedos. Miro mis mensajes y descubro uno en particular que ya anticipaba era mala idea leerlo. Percibo que la hora en que fue enviado ayudó a construir ese tono burlesco, con palabras que siempre intentaron adoctrinar mis impulsos. Su nueva versión revela un feminismo acomodado, saturado, sintomático de quienes viven sumergidos en la pseudorealidad de las redes sociales, anémico en significado, agresivo y caótico con cada nueva palabra. Esa perfección muy frágil de sus frases en apariencia pulidas, pero sin profundidad y de estilo pastoral que contagian mis dedos de ganas afiebradas de decirle que se muera, pero no lo hago. Pienso que es mejor recoger mis fragmentos y que su nueva faceta de predicadora emocional haga su trabajo en esa microsociedad de pendejos unineuronales sedientos de consejo.
// Javier Jones
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javierjones · 7 years
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Noche sin luna
Quiero que termine. Un ser insensible paradójicamente adoctrinado por una multitud de sensibles sin norte. Sus mentes no están aquí. Hablo en lengua marciana. Miro ese espejo electrónico tramposo. Intento ver mi lágrima digital pero es tarde. Entre mi verdad y la suya hay un charco viscoso maloliente en el medio. Mi selfie contrastada que nunca irá a los tubos revela mi desaliento androide y violento por impostores de moral publicitada que consumen oscuridad. Quiero cortar la cuerda e irme al lado de donde dicen que puedo reencontrar el jarabe para mi ser enfermizo. Pero es tarde para cambiar de piel. Es una noche sin luna para desvanecer.
//Javier Jones
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javierjones · 7 years
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Sueño en monocromo
¿Dónde estás? Intento encontrarte en un mar de seres desabridos disfrazados de adultos. Veo bonitas piernas con intereses insulsos y sueños reducidos. Algunos besos de labios tan rojos y tan superficiales que revientan en asco. ¿Podré verte desde aquí? Solo encuentro el deseo de aplastar mi esencia con cada frase horriblemente condescendiente que no quiero seguir escuchando. Estoy perdiendo el tiempo tratando de conectar mi alma inconformista con aspirantes a celebrities de barrio que solo aman los likes en su feed. ¿Acaso esa eres tú? no podría creer que debajo de la capa de tus amigos contratados para adularte y esencialmente conformados por la ley del esnobismo criollo pueda encontrar de nuevo tu dulzura. No podría sintetizar y reconstruir la policromía de tus palabras que alguna vez decoraron mi cinismo oxidado. ¿Es perdido seguir buscándote? Quizás estoy alucinando con alguien que ya no existe. Ese alguien que quedo atrapado en mis neuronas y que se niega a abandonar mi mundo monocromo desparramado en un desierto manchado de mentiras elegantes gobernado por quienes han abandonado la idea de volver a amar, al menos ese amor que no requiere interpretación.
//Javier Jones
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javierjones · 7 years
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Un favor para el shaman contador
El ciclo endemoniado de hacer un favor y esperar retribución por eso. En ese caso, su propia definición esta en tela de juicio. Hacer un favor es un acto de bondad, no es un espectáculo de hacer y esperar que hagan.
Anyway, mi día estuvo truncado en pedazos gracias a microfavores que me pidieron. No pude tomar café. No pude almorzar. No pude llamar a mi hijo. No pude reirme de los chistes desabridos sobre fútbol de mis compañeros. No pude criticar la risita de la señora del aseo que tiene una respuesta uniemocional para cada cosa que le preguntan. No pude escuchar mi canción del día. No pude volver a los 90´s y a los 80´s para darme cuenta de que tenía razón del porque el mainstream music nunca fue lo mío.
Fueron muchas las razones, pero una de ellas comenzó cuando alguien me llama a la extensión y me dice:
— Xavier, necesito pedirle un favorcito, yo nunca le pido nada pero esta vez me toca, por favor Xaviersss”. 
No entiendo la necesidad de rebautizarme usando la X en vez de la J, como recordando uno de los integrantes de aquella miserable banda pop subyugada por la industria y la codicia llamada Menudo intentando quizás decirme que le gusta y que quisiera que a mi me gustara Menudo y menos entiendo porque esta persona cree que convertir mi ya arruinada versión de nombre en su versión plural, puede hacer mas interesante su intento triste por sonar algo más cercano con alguien que apenas mira cuando llega. El tipo sigue:
— Xavier, es que como sus amigos no están y solo esta usted, necesito pagar la retefuente en la página de la Dian y cuando no me funciona ellos vienen y me borran la cookie. Es que ustedes para los sistemas son unos magos y unos tesos, Xaviers, yo de esto no entiendo nada Xaviers, la tecnología no es lo mío, ayudeme que después lo compenso con galleticas de la tierrita.
Ya en este punto, pues enredado en sus palabras shamanescas me apresuro a bajar porque la empresa debía pagar el tema de impuestos antes de terminar el día y no quería ser responsable de no borrarle la cookie al encantador de serpientes criollo.
Hago algunas operaciones en su navegador donde rápidamente identifico sus gustos carnavalescos en youtube y donde su paseo intenso por facebook durante las últimas horas me deja ver porque su navegador esta repleto de memoria temporal y quizás la retefuente fue algo que se le ocurrió hacer a última hora después de publicar sus 35 lindas fotos del asado del domingo. Son tiempos donde el espectáculo hay que darlo, no importa si hay que pagar el impuesto. Qué demonios, que viva la insipida proclamación de la selfie como mecanismo para derrotar la incertidumbre.
Le digo:
— Amigo, ya puede intentar de nuevo, ya le borre la cookie.
Me responde ya en este punto más sudoroso y mas pegajoso en sus palabras:
— Ahh Xaviersss, que gran profesional es usted, Voy a intentar.
— No Xaviers, sigue sin funcionar. Ayudeme, mi diosito se lo va agradecer. Mi jefe me va a botar sino pago esto. Mire Xaviers que todo en la vida se le devuelve, yo creo en eso del karma. Usted no? usted es como raro no Xaviers. Usted cree en dios?
Desconcertado le contesto:
— Hermano, que tal si nos concentramos en el problema de la cookie, quizás hablar de Dios puede causarnos una multa y seguro podría presenciar un quebranto en su fé que la verdad no quisiera.
Hago un poco más de revisión y me doy cuenta que su conexión es la causante del lío. Hago una llamada a mis compañeros para hacer una consulta y realizó una operación remota de reset del enrutador que rápidamente me indica que todo el tiempo ha sido un problema diferente a la cookie del shaman, pero en realidad no tenía intenciones de cambiar su versión.
— Revise de nuevo, intente pagar.
Lo veo digitar con un solo dedo y pienso que además de verlo sufrir en carne propia su tardanza con el pago, debo yo sufrir verlo ingresar el login y la extensa clave con un solo dedo, además de cambiarse entre ventanas entre un documento de word y el navegador para ir mirando letra por letra una clave que ha fácilmente digitado 100 veces. Nice.
— Xavierssss!! funcionó!! hermano, estoy muy agradecido, pídame lo que quiera cuando sea Xaviers, es usted un gran profesional. Yo siempre tuve la mejor impresión de usted. Qué gran persona y qué gran profesional de estos aparatos es usted, Xaviers. Mi diosito lo tengo en la santísima gloria y lo recompense con muchas bendiciones por sacarme del aprieto.
Salgo rápido del cuarto del shaman financiero después del más gracioso y baboso show de adulación que he vivido en la oficina pero no niego que contento por haberle ayudado al personaje con sus pagos, aunque luego ya preocupado de que su diosito me vaya a llenar de las mismas bendiciones y yo pueda terminar como él, Mejor me apresuro a salir de los efectos adormilantes de sus palabrejas y antes de tener que comerme alguna de esas galleticas de su tierrita. Yo ya hice mi trabajo y le borré la cookie. 
// Javier Jones
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