Tumgik
lucesazules · 3 years
Text
Às vezes tenho saudade da vida que tinha. Aqui algumas coisas tornaram-se difíceis, e muito do que achava já passado retornou para bater na minha cara, reclamando pelo tempo que fingi estar bem. 
A solidão é dura por momentos, mas acredito que muitos mestres são assim. Da compaixão já aprendi bastante, e não tem jeito: preciso me reconhecer no escuro para me abraçar inteiro.
26 notes · View notes
lucesazules · 3 years
Text
Tedio.
Hace ya varios días que tengo algo adentro. No sé qué es, no se deja descubrir. Crece de a poco y juega a escurrirse entre las horas y los rincones. No lo puedo atrapar, ni siquiera lo puedo ver. Pero ahí está, lo puedo sentir condicionando mis movimientos, distorsionándome. Latente. Creciendo.
2 notes · View notes
lucesazules · 3 years
Text
"Esses tolos acham a cebola fedorenta. Que sabem eles dos odores puros? Vadinho gostava de comer cebola crua e seu beijo ardia."
Depois de tantos anos é isso o que eu lembro. O ardor de seu beijo, o perfume deñ sua pele suada. Eu nunca liguei muito nos odores da terra, não. Não, si eu tomo até três ou mais banhos no verão, uso talco, deodorante, escovo meus dentes, e tento mascarar de todo jeito minha natureza humana. Mas com ele... Com ele eu suava, como ele eu ficava sujo, chorava, babava. Tudo o que o corpo pode fazer, eu fazia. Tudo o que se pode sentir, eu sentia. E adorava o seu odor. Tu sabe como a gente tem um cheiro particular, único? Ainda hoje, eu acredito que poderia cheirar ele numa multidão, achar ele com os olhos fechados, só com meu nariz. Às vezes eu sinto que já esqueci da sua voz, eu penso que seu corpo deve ter mudado, que nossos braços e nossas mãos talvez já não tenham uma forma de se encontrar, de se reconhecer. Mas seu cheiro... E seu gosto. Dizem que cheiro e gosto estão intimamente relacionados. Eu acredito nisso porque eu sei que, ainda hoje, se eu cheirasse nele, daria água na minha boca.
4 notes · View notes
lucesazules · 3 years
Text
Adivino el deseo vibrando adentro mío, muy por lo bajo. Es sutil, lo intuyo en el pulso y en la búsqueda inconsciente de un nuevo olor en cada inspiración.
Algo estuvo dormido mucho, muchísimo tiempo; no recuerdo ya si se durmió o si yo lo puse a dormir a propósito. Porque el deseo es peligroso, mi deseo es peligroso, quema, me somete y me arrastra, y más de una vez jugó con mi vida como quien juega con una hormiga y la deja corretearle por los dedos, disfrutando del cosquilleo pero bien dispuesto a aplastarla a la primera mordida, al primer indicio de autonomía. Se es autónomo frente al deseo? Tiene sentido intentar doblegarlo? O más bien, cuánto vale el orgullo de no doblegarse?
Qué tan inherente es a la condición humana? En la infinidad del universo somos de una insignificancia que da lástima, entonces, por qué no aprovechar estos pocos segundos que tenemos para habitar, realmente habitar lo que somos? Habitar esta carne terrena y dejarla ser y estremecerse y sudar y romperse y encontrarse y reconocerse en otra carne, en otra piel que comparta con nosotros la inevitabilidad de la existencia. Y buscar respuestas jugando a otra cosa, encontrarlas por casualidad o no encontrarlas nunca, pero descubrir nuevas formas de conocernos, de vivirnos.
3 notes · View notes
lucesazules · 3 years
Text
Es una sensación bien rara. Es como si yo no terminara de llegar.
Ya no estoy allá, eso es seguro, pero tampoco termino de estar acá. No puedo hablar, no puedo entender, no me encuentro ni yendo al supermercado, ni caminando por la calle, ni llego a verme en todos los perros que acaricio -que son muchos-, ni en las plantas y frutas que estoy conociendo. Cuando me empiezo a adivinar, me desvanezco. Es como si tratara de agarrar un aroma con las manos. Me intuyo, pero no me veo.
Me armé un pedacito de rutina, un poco de certeza a la que afirmarme: levantarme bien temprano, 6:30, desayunar, salir a caminar con mi cuñada y el marido, hacer un poco de yoga cuando llego a casa, dormir quizás una siesta, bañarme, comer, tener la clase de portugués. Las mañanas pasan rápido.
Las tardes... a veces sí, a veces no.
Lo loco es que incluso en todo eso, por momentos, miro y no soy yo. No encuentro la forma de ser yo. O quizás soy, más bien, un yo distinto, y todavía no me reconozco.
Me dijeron que cuando se aprende un idioma nuevo se crea una nueva personalidad. Pensar en otro idioma, vivir en otro idioma, implica un cambio no sólo de estructuras, sino también de fisicalidad, de movimientos, un cambio en las formas de ver al mundo, por ende, un cambio en la forma de vernos.
Y todo eso sin tener a nadie que me asegure que este que soy sí soy yo. Porque Rena también es otra persona acá, y bueno, re-conocerlo a él también es otro tema.
No es que la esté pasando mal. Para nada. Pero es eso, raro.
8 notes · View notes
lucesazules · 3 years
Text
Desarraigo
Qué palabra fuerte desarraigo. Siento que aún no me pertenece, que no tengo derecho a que me identifique. Que ni siquiera pasaron dos semanas desde que me fui de casa, de mi Lanús casa, y me vine a esta otra punta que no es tan lejos pero donde ni siquiera puedo hablar con fluidez.
Sin embargo, hace algunos días un amigo -también exiliado- me preguntó: Cómo estás con el desarraigo? 
Cómo estoy con el desarraigo. Cómo estoy.
Y le dije que no sabía, que bien. Que eran momentos nada más.
Pero, como todo lo que escucho en otro idioma, la palabra fue cayendo de a poco adentro mío. Como esta vida en portugués, de a poco la voy entendiendo. Y, aunque no sé todavía cómo estoy, se va haciendo carne en mí una sensación. 
Hoy, de la nada, mientras tomaba mates con mi suegra, lo vi a Rena tan en casa, tan feliz de tener, al fin, a su mamá al lado, que me tuve que levantar y esconder en el baño para llorar. No quería que me malinterprete, me hace muy bien ver que, después de tanto tiempo, se reencuentren. Pero me hizo pensar en los mates que a mí me van a faltar, en toda la gente que ya me empieza a faltar. Y de repente la distancia y la ausencia fueron como un yunque en la garganta. Sentí el vacío que se abría para extrañar a los míos. Una sensación bien rara: un vacío en la garganta y en el pecho, que sin embargo oprime. Pesa.
2 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
Un fluir ancestral me recorre y mis manos ya no son mías. Tampoco lo son mis pies, y siento como poco a poco me va abandonando el resto de mi cuerpo a medida que me gana esa otra fuerza, que me lleva hipnotizado a reunirme con la tierra. El abrazo es inevitable. La expresión física de algo que empezó ya hace muchísimo tiempo.
6 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
Venenosa calma quemándonos la piel mientras las hojas de té se escurren. Al abrigo de alguna posible tormenta nuestros cuerpos se arrutinaron y la áridez en el centro resultó ser el verdadero desastre, inevitable, lento.
1 note · View note
lucesazules · 8 years
Text
Caminábamos hasta que las ganas de un par de besos o las piernas cansadas necesitando reposar en tus ojos nos hacían sentarnos en la calle. Pórticos, cordones, veredas, canteros y paredes todo Caballito nos sabía. Todo éramos nosotros; por nada más en el mundo dejaban de sonar las bocinas.
3 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
DLXXV
Soñé que un león gigante hecho de luz pura y un zumbido hermoso me llevaba en su lomo hacia otra parte, huyendo de un mundo que ya nos resultaba demasiado oscuro y peligroso. Corríamos sobre las riveras de un río inmenso, rodeados de hojas azules y destellos, cuando noté que lo que nos movía estaba dejando de ser la huída para empezar a transformarse en un destino. Por cascadas de sonidos subimos, mientras las hojas de unos sauces de colores nos acariciaban el pelaje. Y de repente éramos un barco río arriba, de madera vieja, con velas como pergaminos; y un halo mágico y terrenal nos ayudaba a seguir nuestro camino.  
1 note · View note
lucesazules · 8 years
Text
What’s in a name?
Romeo, ingenuo, descree de la importancia de un nombre, porque cree que amaría a Julieta aunque no fuera Capuleto, así como cree que una rosa no cambiaría su aroma si no se llamara rosa y le dijeran de otra forma. Arbitrario como es, tu nombre es siempre algo distinto. Fue sinónimo de amor y de lucha, fue cosquillas en la panza al escucharlo, fue también dolor, lágrima; tu nombre tiene mi sangre, o acaso ella lo lleva a él grabado. Tu nombre es esa palabra que se cruza de vez en cuando entre tantas otras inconexas, sin previo aviso ni motivo de ser. A veces simplemente pasa de largo entre tantos otros sonidos e imágenes, a veces es un escalofrío, muchas veces es miedo. Tu nombre es casi siempre lo que me hace temblar cuando alguna otra palabra busca hacerse un lugar en mi mundo, incluso ya sin ser más amor que el de un recuerdo, ni más dolor que el de una historia. Es una marca en mi piel y en muchas otras cosas mías: por momentos, cicatriz horrible, por momentos, un brillo en los ojos, por momentos, nada más que algo llenando un espacio, haciendo que me pregunte si ese lugar no estaría mejor vacío. Hay días en que, con orgullo, tu nombre es herida de guerra y una sonrisita de costado, que me asegura que allá afuera nada es tan terrible, porque alguna vez nada lo fue. Otros días es exactamente lo contrario; entonces escuchar tu nombre me pesa, como si me arrastrara de nuevo al abismo de mi propio borramiento.
3 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
A veces sí te amé, pero todo lo que es finito es siempre una cara del abismo.
2 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
Despropósito
Lavarse las manos. Qué situación patética. Tener que andar ensuciándoselas le parecía una deshonra sabiendo que soñaban hacer otra cosa, que no era ese su verdadero destino, el ideal. Pero era lo que tenía por ahora: las manos limpias delante de sus ojos, cada día más lavadas, cada día y cada hora más grises, agrietadas, bailando sin compás, y ya empezaba a pensar que la mugre no era tan terrible, que capaz las manos sucias se ven un poco más vivas. Que quizás podían servir como guía, un has de luz en una densa neblina.
Pensó también que mejor no pensar pelotudeces y apurarse porque iba a llegar tarde a la fábrica, y en su situación no podía darse el lujo de descuidar su puesto. Aunque las jornadas eran cada vez más largas, y cada vez tenía menos tiempo para el piano. El lado bueno era evitarse el humillante encuentro con una nota errada o un compás perdido.
Tomó el jugo de una naranja, comió una tostada con queso, se subió a la bicicleta y comenzó a pedalear febrilmente. Se internó en el eterno concreto y se dejó perder por sus impulsivos caminos. La bicicleta había sido una buena adquisición, lo único quizás que disfrutaba un poco en esos días.
Había armado una ruta que corría por las calles más desiertas, con los edificios más viejos, esos que le recordaban a un tiempo sin tanto tránsito aéreo ensuciando el cielo y marcado por una sonata, repetida incansablemente hasta una perfección que pareció apenas vislumbrarse tras su primer desamor. Temía ahora que todos esos sentimientos estuvieran aletargados, o que incluso los años lo hubieran hecho incapaz de percibir algunos, de conmoverse. Pero confiaba en que ese temor era, como mínimo, una esperanza.
Así, continuó andando por esas nostálgicas calles, manchadas por los rayos del sol entre los árboles, que eran, en aquella parte de la ciudad, un poco más abundantes. Se sentía relajado, y comenzaba a vibrar en él cierta dicha, cuando la ciudad volvió a ennegrecerse. Pero no importaba, el momento había valido la pena. Deambuló perdido en sus pensamientos.
Precedido por la voluntad de sus piernas, comenzó a sentir que algo terrible estaba ocurriendo mientras atravesaba una callejuela empedrada: no reconocía el vecindario, y no parecía recordar cómo había llegado allí. Cayó en la cuenta, además, de que hacía mucho que se encontraba ya viajando, y otra vez lo preocupó la posibilidad de estar llegando tarde.
Siguió pedaleando, entre los gigantes filtros de aire instalados recientemente por el gobierno y masas de gris salpicadas con etéreos verdes: a pesar de todo, seguía habiendo algo desbordadamente encantador en recorrer las calles sin tráfico. Pero no podía distraerse de nuevo.
Las esquinas pasaban y la ciudad se volvía cada vez más ajena e indescifrable. Hasta la forma de los edificios y la disposición de los espacios parecía estar empezando a cambiar. Veía no sólo más verde que antes, sino otros colores casi inexplorados por él, por el que era ahora: fucsias, bordós, violetas, amarillos, y algunos azules increíblemente intensos. La sensación de calamidad seguía, no obstante lo interesante del paisaje, creciendo incansablemente. No era sólo el lugar: algo más estaba ocurriendo, podía sentirlo en su cuerpo.
Intentó detenerse para examinarse debidamente, pero, para su sorpresa, las piernas no quisieron responderle. Por el contrario, pedaleaban más rápido aún, entusiasmadas ante tanta belleza.
Miró para abajo para ver qué estaba ocurriendo y lo notó: un pequeño hueco en donde debería estar su cadera, como una cortina de aire que permitía ver lo que había justo debajo de él. Soltó una mano del manubrio para arriesgar un contacto, pero ésta atravesó ese espacio donde debería haber una cintura y siguió de largo.
Andando entre magentas mucho más redondos y casas mucho más pequeñas de las que alguna vez había visto, su desesperación decayó a medida que se confirmaba en él la seguridad de que no era doloroso. Ante la imposibilidad de manejar el destino, se dejó, una vez más en su vida, llevar por él. Internándose salvajemente entre las texturas y sabores nuevos, vio como su cuerpo desaparecía de a poco en la nada, y cómo la bicicleta continuaba pedaleando y pedaleando, adentrándose en esa expectante selva.
1 note · View note
lucesazules · 8 years
Text
Un otro para caminar lento cuando llueve, para que las gotas y la noche repentina nos descubran con la piel erizada, y la ropa pesada aprisionando el cuerpo sea el principio de un puente. Un puente que sólo pueda cruzarse haciendo estallar los cimientos de lo mundano, rasgando esas ropas y dejando que el sonido de su explosión contra el piso se confunda con nuestra respiración entrecortada, con el inicio de un nuevo compás marcado por los dos.
#me
2 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
En la oscuridad rosada, encuentro fragmentos de una persona. Podría ser tu persona, pero no lo es.
Es no más que un pedazo de carne, algo para golpear y descargar esta ira asesina, esta ira pasiva que corroe todo ácidamente.
Está totalmente subyugado a mi juego de despersonificación minucioso, ese que acciono sin siquiera notarlo. Pero una daga me cruza los ojos, y mientras le cuento que hace dos días me hablaste entre estrofas del último álbum que escuchamos juntos, me doy cuenta que no tiene la culpa.
Cierro los ojos avergonzado, pero siento cómo la lástima en mis ojos puede atravesar los párpados, y como el asco me eriza la piel. El asco a él, el asco a mí mismo. Juega a no verlo, pero teatralmente busco la mejor estrategia para que entienda lo evidente.
Aceptar una derrota.
Yo sabía cómo, mis huesos eran las ruinas de un vasto templo.
3 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
Vuelto oráculo de mis propias desgracias, me entregué perenne. Continuar la lucha era inútil; ya iba siendo tiempo de aceptar la derrota ante mí mismo. Le di todo lo que podía darle: aunque era apenas menos que un extraño, le entregué confianza plena, real. No era mi costumbre, y nunca habría de serlo. Pero en el instante de la decisión, el murmullo musical que venía siguiéndome desde nuestro encuentro se volvió claro, armonioso. Si ese era mi sino, era mejor amigarse con la idea.
#me
2 notes · View notes
lucesazules · 8 years
Text
La Historia de lo que pudo haber sido El helado deshaciéndose en la boca los ojos de un perro en la ventana Mares de luces rompiendo por los rincones, escabulléndose escandalosos. Un poema perdido entre cuadernos. Tu mirada todavía colándose inquisidora emulando la otra de aquel dìa Un gato negro y un gato blanco jugaban a despistarnos, pero los venció el movimiento. El peligro inminente en la suavidad rosada, el encuentro con el sino como cantado por la Musa. El encuentro con lo divino acercado por aquella danza, la piel reuniéndose a la manera original;
los ojos tristes simulando simpatía.
1 note · View note