Tumgik
#mueble palomar
surullinensaukko · 11 months
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simply obsessed with this cabinet i saw at the museo de arte latinoamericano de buenos aires
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grupoviveenti · 1 year
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Casa en venta en El Palomar, parte baja
•Precio: $7,700,000
•Terreno: 10x30 = 300m2
•Construcción: 301m2
•Orientación Norte
•Terreno plano y regular
DISTRIBUCIÓN
—-Planta Baja:
•Cochera para 4 vehículos grandes o 5 chicos
•Estudio o recámara con vestidor
•Baño completo
•Sala
•Comedor
•Cocina
•Cuarto de lavado
•Bodega bajo escalera
•Terraza
•Jardín trasero
—-Planta Alta
•Sala de T.V.
•Recámara principal con balcón, vestidor y baño completo
•Recámara 2: closet y baño completo
•Recámara 3: closet y salida a posible terraza
•Recámara 4: vestidor
•Baño completo adicional
—-Azotea:
•Posibilidad de habilitar Roof Garden: ya tiene piso de azotea, pretil alto, lavabo.
-EQUIPAMIENTO
•2 Portones preparados para hacerlos eléctricos
•Alarma
•Calentador solar
•Boiler
•Cisterna
•Tinaco
•Cocina integral con estufa y barra de granito
•Muebles de baño, espejos y accesorios
•Carpintería completa
-AMENIDADES
•Acceso controlado
•Seguridad 24 horas
•Canchas de tenis
•Templo
•Cercano a Plaza El Palomar
•Parque con canchas deportivas
•Bosque y áreas verdes
#bienesraices #grupoviveenti #inmuebles #jalisco #realestate #residencial #tlajomulco #elpalomar
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vaciocaotico · 3 years
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El abuelo, cuento de Mario Vargas Llosa
Cada vez que el viento desprendía una ramita o golpeaba los vidrios de la cocina que estaba al fondo de la huerta, haciendo ruido, el viejecito saltaba con agilidad de su asiento improvisado que era una enorme piedra y espiaba ansiosamente entre el follaje. Pero el niño aún no aparecía. A través de las ventanas del comedor, abiertas a la pérgola, veía en cambio las luces de la araña, encendida hacía rato, y bajo ellas sombras medio deformes que se deslizaban de un lado a otro con las cortinas, lentamente. El viejecito había sido corto de vista desde joven, y también algo sordo, de modo que eran inútiles sus esfuerzos por comprobar si la cena había comenzado, o si aquellas sombras movedizas las causaban los árboles más altos.
Regresó a su asiento y esperó. La noche anterior había llovido y la tierra y las flores despedían un agradable olor a humedad. Pero los insectos abundaban, y los esfuerzos desesperados de don Eulogio, que agitaba sus manos constantemente en torno del rostro, no conseguían evitarlos: a su barbilla trémula, a su frente, y hasta las cavidades de sus párpados, llegaban cada momento lancetas invisibles a punzarle la carne. El entusiasmo y la excitación que mantuvieron su cuerpo dispuesto y febril durante el día habían decaído y se sentía ahora cansancio y algo de tristeza. Tenía frío, le molestaba la oscuridad del vasto jardín y lo atormentaba la imagen, persistente momento atrás, de alguien, quizá la cocinera o el mayordomo, sorprendiéndolo de pronto en su escondrijo. “¿Qué hace usted en la huerta a estas horas, don Eulogio?”. Y vendrían su hijo y su hija política, convencidos de que estaba loco. Sacudido por un temblor nervioso, volvió la cabeza y adivinó entre los bloques de crisantemos, de nardos y de rosales, el diminuto sendero que llegaba a la puerta trasera esquivando el palomar. Se tranquilizó apenas, recordando haber comprobado tres veces que la puerta estaba junta, con el pestillo corrido, y que en unos segundos podía deslizarse hacia la calle sin ser visto.
“¿Si hubiera venido ya?”, pensó, intranquilo. Porque hubo un instante, a los pocos minutos de haber ingresado cautelosamente a su casa por la entrada casi olvidada de la huerta, en que perdió la noción del tiempo y permaneció como dormido. Solo reaccionó cuando el objeto que ahora acariciaba sin saberlo, se desprendió de sus manos golpeándole el muslo. Pero era imposible. El niño no podía haber cruzado la huerta aún, porque sus pasos lo habrían despertado, o el pequeño, habría distinguido a su abuelo, encogido y durmiendo, justamente al borde del sendero que debía conducirlo a la cocina.
Esta reflexión lo animó. El viento soplaba con menos violencia, su cuerpo se adaptaba al ambiente, había dejado de temblar. Tentando entre los bolsillos de su saco, encontró pronto el cuerpo duro y cilíndrico del objeto que había comprado esa tarde en el almacén de la esquina. El viejecito sonrió regocijado en la penumbra, recordando el gesto de sorpresa de la vendedora. El había permanecido muy serio, taconeando con elegancia, agitando levemente y en círculo su largo bastón enchapado en metal, mientras la mujer pasaba frente a sus ojos cirios y velas de sebo de diversos tamaños. “Esta”, dijo él, con un ademán rápido que quería significar molestia por el quehacer desagradable que cumplía. La vendedora insistió en envolverla, pero don Eulogio se negó, abandonando la tienda con premura. El resto de la tarde estuvo en el Club, encerrado en el pequeño salón del rocambor donde nunca había nadie. Sin embargo, extremando las precauciones para evitar la solicitud de los mozos, echó llave a la puerta. Luego, cómodamente hundido en el confortable de suave color escarlata, abrió el maletín que traía consigo, y extrajo el precioso paquete. La tenía envuelta en su hermosa bufanda de seda blanca, precisamente la que llevaba puesta la tarde del hallazgo.
A la hora más cenicienta del crepúsculo había tomado un taxi, indicando al chofer que circulara despacio por las afueras de la ciudad, corría una deliciosa brisa tibia, y la visión entre grisácea y roja del cielo sería más sorprendente y bella en medio del campo. Mientras el automóvil corría con suavidad por el asfalto, sus ojitos vivaces, única señal ágil en su rostro fláccido, lleno de bolsas, iban deslizándose distraídamente sobre el borde del canal vecino a la carretera, cuando de pronto, casi por intuición, le pareció distinguir un extraño objeto.
“¡Deténgase!” -dijo, pero el chofer no le oyó-. “¡Deténgase! ¡Pare!”.
Cuando el auto se detuvo y en retroceso llegó al montículo de piedras, don Eulogio comprobó que se trataba, efectivamente, de una calavera. Teniéndola entre las manos olvidó la brisa y el paisaje, y estudió minuciosamente, con creciente ansiedad, esa dura forma impenetrable despojada de carne y de piel, sin nariz, sin ojos, sin lengua. Era un poco pequeña y se sintió inclinado a creer que era de un niño. Estaba sucia, polvorienta, y el cráneo pelado tenía una abertura del tamaño de una moneda, con los bordes astillados. El orificio de la nariz era un perfecto triángulo, separado de la boca por un puente delgado y menos amarillo que el mentón. Se entretuvo pasando un dedo por las cuencas vacías, cubriendo el cráneo con la mano en forma de bonete o hundiendo su puño por la cavidad baja, hasta tenerlo apoyado en el interior. Entonces, sacando un nudillo por el triángulo, y otro por la boca a manera de una larga lengueta, imprimía a su mano movimientos sucesivos, y se divertía enormemente imaginando que aquello estaba vivo…
Dos días la tuvo oculta en el cajón de la cómoda abultando el maletín de cuero, envuelta cuidadosamente, sin revelar a nadie su hallazgo. La tarde siguiente a la del encuentro permaneció en su habitación, paseando nerviosamente entre los muebles lujosos de sus antepasados. Casi no levantaba la cabeza: se diría que examinaba con devoción profunda los complicados dibujos sangrientos y mágicos del círculo central de la alfombra, pero ni siquiera los veía. Al comienzo estuvo muy preocupado. Pensó que podían ocurrir imprevistas complicaciones de familia, tal vez se reirían de él. Esta idea lo indignó y tuvo angustia y deseo de llorar. A partir de ese instante, el proyecto se apartó solo un momento de su mente: fue cuando de pie ante la ventana, vio el palomar oscuro, lleno de agujeros, y recordó que en una época cercana aquella casita de madera con innumerables puertas no estaba vacía y sin vida, sino habitada de animalitos pardos y blancos que picoteaban con insistencia cruzando la madera de surcos y que a veces revoloteaban sobre los árboles y las flores de la huerta. Pensó con nostalgia en lo débiles y cariñosos que eran: confiadamente venían a posarse en su mano, donde siempre les llevaba algunos granos, y cuando hacía presión entornaban los ojos y los sacudía un débil y brevísimo temblor. Luego no pensó más en ello. Cuando el mayordomo vino a anunciarle que estaba lista la cena, ya lo tenía decidido. Esa noche durmió bien. A la mañana siguiente recordaba haber soñado que una larga fila de grandes hormigas rojas invadía sorpresivamente el palomar, causando desasosiego entre los animalitos, mientras él, en su ventana, advertía la escena por un catalejo.
Había imaginado que la limpieza de la calavera sería un acto sencillo y rápido, pero se equivocó. El polvo, lo que había creído polvo y tal vez era excremento por su aliento picante, se mantenía soldado en las paredes internas y brillaba como metal en la parte posterior del cráneo. A medida que la seda blanca de la bufanda se cubría de lamparones grises, sin que fuera visible que disminuía la capa de suciedad, iba creciendo la excitación de don Eulogio. En un momento, indignado, arrojó la calavera, pero antes de que esta dejara de rodar, se había arrepentido y estaba fuera de su asiento, gateando por el suelo hasta alcanzarla y levantarla con precaución. Supuso entonces que la limpieza sería posible utilizando alguna sustancia grasienta. Por teléfono encargó a la cocina una lata de aceite y esperó en la puerta al mozo, arrancándole con violencia la lata de las manos, sin prestar atención a la mirada inquieta con que aquel intentó recorrer la habitación por sobre su hombro. Lleno de zozobra empapó la bufanda en aceite y, al comienzo con suavidad, luego acelerando el ritmo, raspó hasta exasperarse. Comprobó entusiasmado que el remedio era eficaz: una tenue lluvia de polvo cayó a sus pies durante unos minutos, mientras él ni siquiera notaba que se humedecían sus dedos y el borde de sus puños. De pronto, puesto de pie de un brinco, admiró la calavera que sostenía sobre su cabeza, limpia, luciente, inmóvil, con unos puntitos como de sudor sobre la suave superficie de los pómulos. La envolvió de nuevo, amorosamente. Cerró su maletín y salió precipitado del Club. El automóvil que ocupó en la puerta lo dejó a la espalda de su casa. Había anochecido. En la fría penumbra de la calle se detuvo un momento, temeroso de que la puerta estuviera clausurada. Enervado, calmo, estiró su brazo y dio un respingo de felicidad al notar que giraba la manija y que aquella cedía con un corto chirrido.
En ese momento escuchó voces en la pérgola. Estaba tan ensimismado, que incluso había olvidado el motivo de ese trajín febril. Las voces, el movimiento fueron tan imprevistos que su corazón parecía una bomba de oxígeno golpeándole el pecho. Su primer impulso fue agacharse, pero lo hizo con torpeza y se resbaló de la piedra, cayendo de bruces. Sintió un dolor agudo en la frente y en un sabor desagradable de tierra mojada en la boca, pero no hizo ningún esfuerzo por incorporarse y continuó allí, medio sepultado en las hierbas, respirando fatigosamente, temblando. En la caída había tenido tiempo para elevar la mano que aprisionaba la calavera de modo que esta se mantuvo en el aire, a escasos centímetros del suelo siempre limpia.
La pérgola estaba a cincuenta metros de su escondite, y don Eulogio oía las voces como un delicado murmullo, sin distinguir lo que decían. Se incorporó trabajosamente. Espiando, vio entonces en medio del arco de los grandes manzanos cuyas raíces tocaban el zócalo del corredor, una forma clara y esbelta, y comprendió que era su hijo. Junto a él había otra, más oscura y pequeña, reclinada con cierto abandono. Era la mujer. Pestañeando, frotando sus ojos trató angustiosamente, pero en vano de distinguir al niño. Entonces lo oyó reír: una risa cristalina de niño, espontánea, purísima, que cruzaba el jardín como un animalillo. No esperó más: extrajo la vela de su saco, juntó a tientas ramas, terrones y piedrecitas y trabajó rápidamente hasta asegurar la vela sobre la piedra. Luego con extrema delicadeza para evitar que la vela perdiera el equilibrio, colocó encima la calavera. Presa de gran excitación, uniendo sus pestañas al macizo cuerpo aceitado para verlo mejor, comprobó de nuevo que la medida era justa: por el orificio del cráneo asomaba un puntito blanco como un nardo. No pudo continuar observando. El padre había elevado la voz y, aunque las palabras eran todavía incomprensibles, don Eulogio supo que se dirigía al niño. Hubo en ese momento como un cambio de palabras entre las tres personas: la voz gruesa del padre, cada vez más enérgica, el rumor melodioso de la mujer, los cortos gritos destemplados del nieto. El ruido cesó de pronto. El silencio fue brevísimo: lo interrumpió como una explosión este último. “Pero conste: hoy acaba el castigo. Dijiste siete días y hoy se acaba. Mañana ya no voy”. Con las últimas palabras escuchó pasos precipitados, pero casi de inmediato dejó de oírlos.
¿Venía corriendo? Era el momento decisivo. Don Eulogio venció el ahogo que le estrangulaba y concluyó su plan. El primer fósforo dio solo un fugaz hilito azul. El segundo prendió bien. Quemándose las uñas, pero sin sentir dolor, lo mantuvo junto a la calavera, aun segundos después de que la vela estuviera encendida. Dudaba, porque lo que veía no era exactamente la imagen que supuso cuando una llamarada sorpresiva creció entre sus manos con un brusco crujido, como de muchas ramas secas quebradas a la vez, y entonces quedó la calavera iluminada del todo, echando fuego por las cuencas, por el cráneo, por los huesos de la nariz y de la boca. “Se ha prendido toda”, exclamó maravillado. Había quedado inmóvil, repitiendo como un disco: “fue el aceite, fue el aceite”, estupefacto y embrujado ante el espectáculo medio macabro, medio mágico de la calavera en llamas.
Justamente en ese instante escuchó el grito. Fue un grito salvaje, como un alarido de animal herido, que se cortó de golpe. El niño estaba delante de él, en el círculo iluminado por el fuego, con las manos retorcidas frente a su cuerpo y los dedos crispados. Lívido, estremecido de terror, tenía los ojos y la boca muy abiertos y estaba rígido y mudo y rígido, haciendo unos extraños ruidos con la garganta, como roncando. “Me ha visto, me ha visto”, se decía don Eulogio, con pánico. Pero al mirarlo supo de inmediato que no lo había visto, que su nieto no podía ver otra cosa que aquel rostro de huesos que llameaba. Sus ojos estaban inmovilizados, con un terror profundo y eterno retratado en ellos, fijamente prendidos al fuego y a aquella forma que se carbonizaba. Don Eulogio vio también que a pesar de tener los pies hundidos como garfios en la tierra, su cuerpo estaba sacudido por convulsiones violentas. Todo había sido simultáneo: la llamarada, el espantoso aullido, la visión de esa figura de pantalón corto súbitamente poseída de espanto. Pensaba entusiasmado que los hechos habían sido incluso más perfectos que su plan, cuando sintió muy cerca voces y pasos que avanzaban y entonces, ya sin cuidarse del ruido, dio media vuelta y a saltos, apartándose del sendero, destrozando con sus pisadas los macizos de crisantemos y rosales que entreveía en su carrera a medida que lo alcanzaban los reflejos de la llama, cruzó el espacio que lo separaba de la puerta. La atravesó junto con el grito de la mujer, salvaje también pero menos puro que el de su nieto. No se detuvo ni volvió la cabeza. En la calle, un viento frío hendió su frente y sus escasos cabellos, pero no lo notó y siguió caminando, despacio, rozando con el hombro el muro de la huerta sonriendo satisfecho, respirando mejor, más tranquilo.
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filosofiaenlauni · 6 years
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4º FILOSOFIA: EL SER HUMANO
ACERCA DEL CONCEPTO KANTIANO DE “DIGNIDAD” Y SOBRE LA NOCIÓN DE DDHH.
DERECHOS DE LOS ANIMALES El Congreso debate modificar el Código Civil para considerar a los animales seres vivos y no cosas Se reformarán tres leyes para evitar que puedan ser embargados y para regular el régimen de visitas en caso de separación
Los animales no son cosas Los animales portugueses han dejado de ser cosas Hasta ahora, en España se considera a los animales meras cosas, un "bien mueble" más que puede ser embargado a su dueño como si fuera un coche o un piso o ser incluidos en herencias sin otra consideración que su valor monetario. Además, la legislación no contempla qué pasa con una mascota en caso de ruptura familiar. El PP llevará este martes a debate al Pleno del Congreso su proposición ley para reformar el Código Civil y dos leyes, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, con el fin de eliminar esta cosificación jurídica de los animales y que estos, como seres vivos, sean considerados sujetos de derecho. Con esta reforma, que se prevé que el Congreso respalde por unanimidad, España avanza en la dirección de Alemania, Austria, Suiza, Francia y Portugal, que ya han cambiado la consideración legal de los animales como cosas. El pleno del Congreso debate la propuesta esta tarde y la vota este miércoles.
El grupo popular, según explica en un comunicado el Congreso, propone para los animales "una descripción positiva similar a los códigos civiles francés y portugués", que diferencian a los animales de las personas, las cosas y otras formas de vida como las plantas. La reforma busca "asentar este principio en el Código Civil, modificar la Ley Hipotecaria para impedir que se extienda la hipoteca a los animales y la Ley de Enjuiciamiento Civil, para declarar inembargables a los animales".
El portavoz de los populares en la Cámara Baja, Rafael Hernando, ha explicado que el objetivo de esta reforma es dar a los animales "un rango diferente", lo que les otorgará "más protección". Hernando ha señalado que los animales domésticos deben contar con derechos, aunque ha recordado que esta situación "también implica obligaciones para los tenedores de animales".
Asimismo, mediante esta reforma "se introducen en las normas relativas a las crisis matrimoniales preceptos destinados a concretar el régimen de custodia de los animales de compañía". Para ello se "contempla el pacto sobre los animales domésticos y se sientan los criterios sobre los que el juez debe tomar la decisión de a quién entregar el cuidado del animal", así como la posibilidad de una especie de custodia compartida. Según el texto que proponen, debe primar el interés de los miembros de la familia y el bienestar del animal, "pudiendo preverse el reparto de los tiempos de disfrute si fuere necesario".
Los populares también pretenden evitar que los animales de compañía puedan ser embargados a sus dueños ante impagos de rentas, impedir que "se extienda la hipoteca a los animales colocados o destinados en una finca dedicada a la explotación ganadera, industrial o de recreo" y prohibir "el pacto de extensión de la hipoteca a los animales de compañía".
También proponen incluir como bienes inmuebles los viveros, palomares, criaderos o colmenas, entre otros hábitats animales, siempre y cuando el propietario los haya colocado o los conserve con el objetivo de mantenerlos unidos a la finca y formando parte de ella de un modo permanente.
El PP recuerda que los animales son apropiables y objeto de comercio. "La relación de la persona y el animal, sea este de compañía, doméstico, silvestre o salvaje, es una relación de propiedad privada, si bien ha de ser modulada por la cualidad de ser dotado de sensibilidad sobre la que recae dicha propiedad", apunta el documento.
"Así, tanto las facultades de uso y disfrute del animal, como la de disposición sobre este, han de respetar tal cualidad', apuntan los populares, que señalan que, en este caso, el dueño deberá de ejercitar dichas facultades atendiendo al bienestar del animal, evitando el maltrato, el abandono o la provocación de una muerte cruel e innecesaria.
"Resulta paradójico que el Código Penal ya distinguiera en 2003 entre los daños a los animales domésticos y a las cosas mientras que el Código Civil sigue ignorando que los animales son seres vivos dotados de sensibilidad", reconoce el PP en su propuesta. La reforma del Código Penal en 2010 eliminó el requisito de “ensañamiento” del artículo 337 que tipifica el maltrato animal como delito.
Esta iniciativa del PP llega después de una proposición no de ley de Ciudadanos, que fue debatida y apoyada por la mayoría del Congreso en febrero de este año, en la que se instó al Gobierno a acometer esta reforma legal. La formación naranja estuvo respaldada por 243.000 firmas a través de la plataforma digital change.org, que se hicieron llegar a la Cámara Baja. La petición, del Observatorio Justicia y Defensa Animal, suma ahora casi 348.000 firmas y ha tenido mucho eco en las redes con la etiqueta #AnimalesNOsonCosas.
En esta petición, se recuerda que el Código Civil español considera a los animales "bienes semovientes", es decir, meras cosas, cuando el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europa, en su artículo 13, "reconoce a los animales como seres sintientes, es decir, seres vivos dotados de sensibilidad". "Este anacronismo legal ya se ha reformado en otros códigos civiles como el catalán, que reconoce expresamente que los animales no son cosas, o el Código Civil francés, austriaco, suizo o alemán, que ya han llevado a cabo la pertinente reforma para cambiar el estatuto jurídico de los animales de 'cosas' a 'seres vivos dotados de sensibilidad", subraya el texto.
La Asociación Parlamentaria en Defensa de los Derechos de los Animales (APDDA) ha animado a todos los diputados a votar a favor de una ley que considera un "paso histórico", así como "el arranque de una nueva conciencia jurídica en la que todos los animales serán sujetos de derechos bajo la protección de las leyes".
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Episodio 4x03: En busca de algo más.
[ Chicago, Illinois – 14 de Agosto 2017 ]
Habían pasado semanas desde que había tenido que salir escapando de Des Moines. Luego de la pelea, en la cual tuvo que tomar parte, sabía que lo más sano para su seguridad y la de los demás, era salir de aquel lugar. Para su mala suerte, no había podido mantenerse en un solo lugar, ya que estaba siendo cazado por herejes, por lo cual era bastante difícil poder ocultarse, pero los últimos días no había tenido señales de ellos, por lo que ya estaba por confirmar que se encontraba a salvo. Una de las cosas que odió de su escape fue haber pasado su aniversario en otro lugar, ya que hace semanas que tenía su regalo listo y claramente, no contaba con el cambio que tendría con la pelea.
Luego de mantener contacto con Katerina, ambos acordaron verse, pero para seguridad de ambos, escogieron Chicago. Sabía que aquello no le tomaría mucho debido al portal que estaba creado hace casi un año, por lo que esa fue una de las razones por la cual escogió ese lugar. Para no ser tan aburrido, decidió tomar una habitación en uno de los hoteles de Chicago, ya que sabía que le sería complicado tomar una habitación en el Centro de Chicago, sobretodo luego de lo que había pasado.
Había llegado hace unas horas, por lo cual cuando estuvo listo, le envió un mensaje a Katerina. – Kimpton Hotel Palomar Chicago. ¿Cena a las 8? – tecleó rápidamente, y aprovechó el tiempo de respuesta para acomodarse en la habitación que le habían dado.
Katerina se encontraba en la ciudad hace un par de días. No para presionar a su encuentro, sino que estaba un poco cansada de estar encerrada y estar bebiendo en bolsas de sangre del mismo tipo todos los días.
De todas maneras, aprovechaba la ciudad del Centro de Chicago y vagaba por los diferentes locales cada día; algo en lo que se entretenía bastante para no pensar demasiado en la situación que los tenía separado junto con Malachai.
Sintió el sonido de su celular y con mala gana lo tomó. Sus ojos se abrieron a notar el destinatario y una sonrisa se formó en sus labios ante la confirmación de que lo vería.
Miró arriba de su escritorio el regalo envuelto en una bolsa negra y roja.
— Ahí estaré. Ten cuidado — Le recordó tecleando con rapidez y quejándose otra vez por la uña que se le había roto por mover unos muebles.
No demoró mucho cuando sintió que su celular sonaba, y al notar la respuesta de la chica, continuó ordenando las cosas para estar cómodo, pero al mismo tiempo para tener la mayoría de sus cosas listas si tenía que salir arrancando, algo que esperaba que no ocurriera. Al menos por el resto de la tarde.
Faltaba poco para la hora, por lo que se duchó rápidamente para despertar del largo viaje que había hecho para llegar a la ciudad. Buscó en su bolso la tenida más decente que tenía, pero al no tener contemplado que pasaría tantas semanas fuera, sólo encontró unos jeans, una polera y su chaqueta de mezclilla oscura. Vio la hora en su celular y ya quedaba poco para que la chica llegara, por lo que tomó su regalo para guardarlo y bajó hasta la recepción del hotel, donde al costado tenían un restaurante. Se acercó al anfitrión que estaba a la entrada y reservó una mesa para que la tuvieran lista cuando llegara. Volvió a mirar su celular y estaban por ser las 8, por lo que salió del hotel para mirar a su alrededor, en busca del rostro de la chica, ya que sabía que sería puntual.
La chica se puso a buscar su ropa en la maleta con la que había llegado. No era tanto lo que traía pero si tenía ropa algo decente para la ocasión.
Escogió unos pantalones negros ajustados, una blusa larga escotada y una chaqueta corta. Como siempre todo con unos buenos tacones que hacían juego a su tenida.
Se arregló el largo cabello y se pinto los labios oscuros; como siempre le había gustado.
Tomó su cartera, la bolsa y bajo las escaleras para pedir un taxi en la calle, lo cual no tardó demasiado.
Apenas llegaron, le canceló el viaje y se fue directo donde el chico, que caballerosamente le esperaba afuera del hotel.
— Hunter — Exclamó a distancia y como muy pocas veces hacía, le sonrió como nunca.
Esperó con ambas manos en los bolsillos mientras observaba a su alrededor, sin novedad. Pasaron los minutos hasta que un auto se estacionó fuera del hotel y al observar con atención, pudo ver que dentro venía la chica. No se quiso entrometer, por lo que esperó que bajara y cuando hicieron contacto visual, sonrió. Una sonrisa que rápidamente se volvió en una mueca con gracia al escuchar que lo llamaba por su apellido. Algo que hace tiempo no hacía.  
-Radwanska- Respondió mientras sacaba sus manos de los bolsillos al momento que caminaba para encontrarla. Sabía que las cosas habían estado algo tensas últimamente por haber estado distanciados mucho tiempo, pero decidió que aquello no le impediría actuar de la forma en que sintiera necesario, por lo que una vez que la chica estuvo junto a él, tomó su cara delicadamente con ambas manos y se inclinó para besarla por varios segundos. – Te extrañé – le susurró cuando se separó unos centímetros-
La primera respuesta que tuvo fue en besar sus labios, apoyándolas en su pecho para disfrutar de ese cálido encuentro. Besó sus labios un par de veces más y sonrió al alejarse.
— ¡No vuelvas a alejarte más! — Fue lo segundo que dijo y le dio un pequeño golpe en su pecho que sabía que no le dolería, pero llevaba tragando esa molestia desde que lo había visto partir y sin haberle preguntado si quería que le acompañara.
Levanto su regalo y sus tacones hicieron un ligero ruido al ponerse de puntillas.
— Feliz aniversario atrasado, cariño — Una sonrisa se extendió por su rostro y beso su cuello un par de veces.
-Ouch -fingió que aquel golpe le dolía, al mismo tiempo que se movía unos centímetros hacía atrás, pretendiendo la fuerza del golpe. – Supongo que me merecía eso. – asintió levemente mientras cerraba sus ojos y alzaba sus cejas.
 Llevó su vista un poco más abajo y observó el regalo que le traía. – No sabes cuántos días he estado con la duda sobre este regalo, - le comentó con gracia mientras recibía el regalo y se acercaba para darle un beso. – Gracias. Feliz Aniversario para ti también, pero mi regalo te lo daré adentro mientras cenemos, ¿te parece? -alzó ambas cejas de forma entretenida y esperó hasta tener su respuesta para extender su brazo y mostrarle el camino que los llevaba al restaurante del hotel.
La chica sonrió ampliamente pero además divertida, le encantaba esa forma ante la curiosidad de saber qué era su regalo.
— Con un buen vino te lo daré — Susurró dejando otro notorio beso en sus labios. Limpió con uno de sus dedos el labio del chico para quitarle el labial y ambos caminaron hacia el interior del restaurant.
Al cruzar por el umbral de la puerta principal, uno de los mozos los recibió educadamente y los llevaron a la mesa correspondiente.
Dejó la cartera colgando en la silla que escogió y puso el regalo sobre la mesa, evitando que molestará mientras comían.
— ¿Dónde has estado? — La curiosidad le ganó y no pudo evitar preguntarle. Se quitó la chaqueta y se sentó cómodamente en su asiento.
Caminó detrás de ella mientras se dirigían al restaurante y no fue hasta asegurarse que se sentara que continuó hasta el otro lado de la mesa para sentarse también. Se quitó la chaqueta que traía para dejarla en la silla y sólo quedó con la camisa que llevaba debajo.
Se alcanzó a acomodar cuando escuchó su pregunta, y no le sorprendió para nada. Sabía que no le había comentado mucho sobre el viaje, por lo cual era de esperar que quisiera saber. - ¿Honestamente? Por muchos lugares. – dijo mientras le alcanzaba el menú que había dejado el mozo antes de que llegaran. – Los primeros días no podía mantenerme mucho tiempo en un solo lugar, así que anduve de aquí por allá. -comentó mientras miraba el menú para decidir que comer.- Estuve en por el Reino Unido, y hace poco en Canadá. -terminó por cerrar el menú y le hizo una seña al mozo para que se acercara a tomar su orden.
-A medida que el ambiente estaba seguro, me vine acercando. ¿Las cosas por allá como han estado? Supongo que nadie recuerda mucho de lo que pasó. – asumió, para luego dar su orden al mozo-
Se quedó en silencio al escuchar todo lo que quería. Por supuesto para ella no era agradable saber que había estado visitando lugares tan agradables pero intentaba buscarle que al menos eso le permitió estar seguro y bien.
 — ¿Te divertiste? — Alzó una de sus cejas, entendiendo bien su punto. No juzgaba que estar en Des Moines era lo más peligroso para él.
Miró la carta y lo que más le llamo la atención lo dejó apuntado con uno de sus dedos, para no perderlo de vista.
 — Bueno, aparte de seguir bebiendo de lo mismo, no — Se encogió de hombros. La comida para ella era tan vital como unos buenos zapatos.
— Lloraron las muertes, cancelaron las clases, se fueron de vacaciones y todo intenta "seguir normal" — Hizo las comillas y le sonrió al mozo cuando lo vio a su lado.
— Filete con ensalada y... — Miro la carta hasta donde estaban los vinos.
— El vino más caro que tengan. Me tiene que retribuir muchísimo este caballero de aquí — Resoplo con bastante carisma y le devolvió la carta.
Negó enseguida recibió su pregunta. – Para nada. Si crees que tuve tiempo para visitar algo…no. Me la pasé corriendo, dando y recibiendo golpes. Así que no fue muy grato que digamos. – hizo una leve mueca y se quedó en silencio mientras ponía atención a lo que le contaba.
Antes de salir de Des Moines había sido informado de las muertes, y una parte de él sentía empatía por aquellas personas, especialmente con las que había incluso ido de vacaciones, como Erica. Una parte de él se recriminaba el no haber actuado antes, pero sabía que no sacaba nada ya. Las cosas ya habían pasado. – Ya entiendo. – respondió mientras asentía una vez y luego se quedó en silencio mientras dejaba que la chica pidiera su comida.
Al escuchar lo del vino, soltó una pequeña risa y asintió sin problemas. – Sí, algo por el estilo. – le respondió al mozo quien se veía divertido con lo que acababa de escuchar. Le entregó de vuelta el menú mientras le daba su orden nuevamente, y luego el mozo se retiró.
Asintió con su cabeza, demostrando el poder que tenía en ese momento al mozo.
Levanto su regalo y le acercó la bolsa medio aterciopelado. Sabía que si no se lo entregaba antes, probablemente no se lo contaría de la misma manera.
— Busqué a varios contactos del pasado, ya sabes, de siglos — Comentó acomodándose bien en la silla. Puso sus manos sobre la mesa y continuó.
— Nunca he sido muy "fan" de los herejes, por todo lo que se habla de ellos en los diferentes mitos y leyendas... — Hizo una mueca con gracia, ya que de verlo ahora, era bastante irónico. Nunca se le hubiese pasado por la cabeza su situación actual.
— El punto es que eso que esta dentro de un cofre súper antiguo es una bola de cristal, con un nombre en latín y según lo que me han contado sirve para guardar una gran cantidad de energía mística o algo más — Movió sus dedos a medida que hablaba.
— El punto, es que me puse a pensar que podría darte que fuese significativo... y como la magia es limitada, es un buen objeto a emergencia para ti, un plan B. Estoy buscando la C — Soltó hablando como si nada. Se preocupaba pero no era de demostrarlo tan verbalmente.
Observó cómo le acercaba la bolsa, e inmediatamente se inclinó para llevarla a su lado, pero sin abrirla aún. Escuchó con atención y no pudo evitar hacer la misma mueca al escuchar su opinión sobre los herejes.
 A medida que le fue explicando, sacó el cofre que estaba dentro de la bolsa y lo miró con sorpresa. Todo lo que la chica le decía era cierto. Lo había leído y escuchado varias veces, pero nunca se había puesto en búsqueda de uno porque sabía lo difícil que era hacerlo. Lo abrió un poco y pudo notar la bola de cristal que le mencionaba junto a la frase en latín. – Vaya… Kat, no sé que decir. -dijo, aun mirando su regalo. – Digo, tenía conocimiento de esto. ¿Cómo lo conseguiste? No es fácil encontrar algo así. – elevó su mirada hacía ella, aunque sabía que no le diría – Mírate, como te preocupas por mí – la molestó, ya que sabía que aquello le llegaba. Soltó una pequeña risa mientras deslizaba su mano por la mesa hasta tomar la suya. – Gracias, de verdad es un gran regalo. Y para que veas lo importante que es, esto lo tendré de ahora en adelante como primera opción en caso de que pase algo. – dijo mientras acariciaba su mano.- Ahora mi regalo no tendrá sentido – hizo una mueca con gracia-
— No es que mi regalo sea más genial que el tuyo, es mi modo de decir... — Apretó su mano y alzó su mirada para que pudiera demostrarle lo muy preocupada que estuvo.
— Deja de pensar por ti, tienes que buscar la manera de hacer que está lucha sea de a dos porque básicamente me quedaría sola y no me veo otros 500 años más sabiendo lo que perdí — Le confesó sincera. Había estado barajando otras opciones pero aún no encontraba cien por ciento efectividad a lo que había escuchado.
Le sonrió al mozo cuando trajo los pedidos, pero aún así no soltó la mano del chico.
— Hay una casa en Aspen, que está protegido, por si alguna vez necesitas de un lugar seguro — Le susurró dándole otra opción.
Fijó su mirada en ella mientras hablaba, y sin notarlo se había puesto serio. No porque estuviera enojado o algo, sino porque lo que la chica le estaba diciendo le había sorprendido. Conocía a Katerina desde muchos años, por lo que si le estaba diciendo aquello, era algo completamente verdadero y claramente estaba haciendo un esfuerzo grande en poder decirlo.
-Está bien, lo siento. Es sólo que no quería involucrarte y que algo te pasara. No quería ser la razón por la cual tuvieras que poner en riesgo tu seguridad de nuevo. – le confesó mientras el mozo dejaba los pedidos en la mesa y les servía a ambos una copa de vino- Pero de ahora en adelante sabrás todo, y resolveremos las cosas de a dos. – continuó cuando el mozo se retiró y asintió a la oferta de la chica.- Lo tendré en mente.
Soltó la mano de la chica para que pudiera beber de su copa, mientras él se volteaba para buscar algo en su chaqueta. – Bueno, claramente tu regalo es mucho mejor que el mío, así que ya no hay que esperar… - le comentó con gracia mientras seguía buscando en su chaqueta hasta encontrar el regalo.
-Sé que hablamos de esto hace mucho tiempo atrás, y es por esa razón que no lo convertiré en algo cursi y formal. – dijo mientras volvía a su posición. Tomó una pausa y luego llevó el regalo hasta ponerlo en medio de la mesa, donde lo deslizó un poco hacia ella. A simple vista se veía una caja cuadrada. – Lo tenía hace meses comprado, pero quería esperar hasta esta fecha para entregártelo.- le comentó mientras la chica abría la caja, la cual contenía uno de los anillos que ella había visto y le había comentado que quería, pero con la diferencia que se había encargado de mandar hacer ese mismo modelo, pero con el material digno de un anillo de compromiso. -  No lo hago formal porque es casi imposible casarnos debido a que no existimos en ningún registro, pero si quieres hacer alguna ceremonia pequeña o simplemente un viaje, estoy completamente de acuerdo. Y sino, no importa. Quiero que ese anillo te mantenga presente que eres lo más importante que tengo, y que a pesar de todas las dificultades que enfrentamos, eres la única con la que me veo por el resto de mis días. -le comentó con completa sinceridad, obligándose a callarse, ya que quería darle su tiempo de reflexión-
— Lo entiendo y en parte, te encuentro razón — Frunció el ceño. Le era muy difícil aceptar cuando se equivocaba en algo, pero su enojo se basaba en la distancia que se había generado entre ambos, más que él tuviera que irse escapando de una posible muerte en manos de los herejes sin haberla tomado en cuenta.
Se quedó en silencio y disfrutó de ese momento para saborear el buen vino que le habían servido. Busco la servilleta cuando observó que dejó la pequeña cajita sobre la mesa y se limpió sus labios, asegurándose de no dejar rastro de labial por su mentón.
Fue abriendo de a poco el regalo y sus ojos se abrieron al mirar el pequeño anillo que tanto le había gustado. Intentaba no verse sorprendida pero aquello si le había atrapado de esa manera.
— Posiblemente no exista un registro de personas mayores de 200 años — Resopló media atontada y por eso soltaba esos pequeños comentarios absurdos.
— ¿Sabes lo que conlleva esto? No es una relación como cualquier mortal. Podemos vivir 500 años más y aún seguirías conmigo — Soltó al cabo de un par de minutos. Miraba el anillo y luego al chico, haciéndolo repetidas veces hasta que sonrió mucho más amplio.
— Sabes que quiero. Me negué a esta parte hace tantos años que... tu me diste esa razón para no perder ese lado humano, al menos contigo — Susurró estirando su brazo para alcanzar su mano y acariciarle.
Esperó con tranquilidad que reaccionara a lo que recién le estaba diciendo. Además, hace tanto tiempo que lo tenía guardado que había estado esperando su reacción, por lo que lo disfrutaba tanto como ella. Al escuchar su comentario, alzó ambas cejas por unos segundos, algo entretenido.
-Oh, ¿en serio? Yo pensé que tenías 25 recién. – respondió con gracia, ya que sin duda su pregunta era algo que esperaba. – Por supuesto que sé lo que conlleva, y por algo he decidido preguntarte. – añadió al cabo de unos segundos, mientras la chica miraba el regalo. Se mantuvo en silencio hasta que ella volvió a hablar y ante escuchar su respuesta, sonrió ampliamente, algo que hacía solamente con ella. - ¿Si? Sé que en nuestro caso es más complicado, pero podemos arreglar eso. Si quieres una boda o alguna ceremonia, lo podemos hacer. O si queremos otra cosa, podemos tomar nuestras cosas e irnos a viajar por varios lados, pero de ahora en adelante quiero que sepas que no te considero solo como una novia, sino con la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días, a pesar de que me quieras quebrar el cuello de vez en cuando. – comentó con gracia mientras acariciaba su mano-
—  No te quiero quebrar el cuello, tal vez que sientas un poco de dolor… sólo un poco para que puedas entender el contexto de “algunas” situaciones — Le respondió con cierto juego en el tono de su voz. Su cabeza se ladeó y estiró su mano para tomar la del chico, de forma bastante directa. Cuando consiguió que sus ojos se encontraran, levantó una de sus cejas con cierta gracia.
—  ¿Por qué no casarnos? Me refiero, podemos hacerlo simbólico, diría con algunas cosas extremas pero la gente no lo va a entender… ¿Algo normal? Será la única vez que diré cosas cursis o de esas que nadie volverá a escuchar de mí en muchos años más — Mostró una sonrisa, una mucho más amplia que la anterior. — Con un anillo que explique que tenemos toda la eternidad juntos — Susurró lo último lo suficientemente bajo para que solo ellos lo entendieran.
-Oh, ya entiendo ya. – comentó con el mismo juego en el tono de voz que ella. La miró directamente a los ojos mientras hablaba y escuchaba con atención lo que le estaba planteando, algo a lo que asintió levemente. – Sí, digo, por supuesto que podemos hacerlo simbólico… algo normal. Nos daremos el lujo de hacer algo normal por un día, ¿te parece? Y claramente con un anillo de por medio, eso está claro. – le respondió con su tono de voz normal mientras acariciaba su mano con su dedo. – Entonces, ¿estamos en estos momentos comprometidos? Ya me hago una idea de la respuesta, pero de todas formas. – dijo con su gracia irónica. No esperó a que la chica le respondiera para soltar su mano y volver a tomar la caja que le había pasado hace unos momentos. La volvió abrir y sacó el anillo para tomarlo. – Está bien, entonces si nos vamos a dar el lujo de ser normales para casarnos, debo pedirlo correctamente – dijo a medida que movía su silla hacia atrás para darle espacio para levantarse y dar un paso para ponerse en el costado de la mesa y así arrodillarse como correspondía. – Katerina Radwanska, ¿te casarías conmigo? – le preguntó, sin darse cuenta que la gente que estaba a su alrededor se había dado cuenta de la proposición, y que se encontraban mirándolos-
- Si quisiera algo normal en mi vida, algo que siempre he querido pero que nunca pude tener… claro que sería contigo. No me veo haciendo algo normal con alguien que no me molestaría en matar – Dijo tan sincera que no pudo evitar hacer una mueca por el poco corazón que tenía con otras personas. Le miró con inocencia, ya que, si de alguien pudiera entenderle ese lado, era él, por eso tanta conexión y empatía que tenía con la persona que le había dado vueltas su vida.
- ¿Cómo? – Dijo sin entender a qué se refería, pero sus ojos se abrieron cuando se levantó de la mesa y sus ojos revolearon al saber lo que iba a hacer. Ocultando que en realidad era algo que le encantaría y sería su recuerdo favorito por otros quinientos años más.
Miró alrededor, todos sus ojos se encontraban en ambos, pero disfruto de tenerlo allí, arrodillado por ella y por primera vez pudo sentirse importante a alguien, tanto como para hacer esa clase declaración.
- Por supuesto que sí, ¿Qué harías sin mí? ¿Qué haría sin ti? – Le respondió haciendo reír a las personas más cercanas y se agachó lo suficiente como para alcanzar sus labios y darle un beso profundo, olvidando a las personas y el lugar en el que se encontraban.
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¿En verdad nos alcanza el destino?
Pues, llegué a un momento límite en mi vida, no cabe duda que nosotros somos arquitectos de nuestro destino. En ésta época en que el egocentrismo parece ser lo más cuerdo, pensarse feliz y luchar por ello, pero ¿hay un límite? Hasta dónde es nuestro destino, nuestro.
Soy una mujer muy inquieta y con falta de negativas cuando se refiere a mis seres queridos, antepongo su necesidad ante la mía y no lo puedo evitar. éste último año ha sido particularmente cambiante en mi vida, la muerte visitó nuestras vidas y nunca había sido tan cercana como hasta hace un año. Dolor intenso se vivió al interior de mi casa materna. Los sucesos llegaron tan derrepente que pasaban las horas como lentas, como si fueran un sueño que sabías que iba a terminar. En mi caso el impulso de correr era inapelable sentía que debía alcanzar algo, que se estaba alejando para no volver. Lo trágico que acompaña la pérdida de alguien fue acompañado, esta vez, por la forma en que se fue, como un remate para recordarnos que no somos intocables y aunque estemos unidos como familia cualquier cosa puede pasar. Fue cuestión de minutos.
18:58 ¿Estas bien? te vas con cuidado, cierras bien.
          -sí, nos vemos mañana.
19:20 Un posteo en facebook con la nota roja de los hechos ocurridos.
Nosotros nos enteramos hasta la media noche, cuando nos avisaron su ausencia, el mundo de mi mamá se trasformó, sabíamos que él era una persona de hábitos que no cambiaba a menos que fuera en verdad necesario y que estaba en su casa a las 20:30 sin equivocación todos los días; esta vez no fue así. Un asalto, una venganza por un juicio de despojo ganado, no lo sabemos. Sólo se fué  y de una forma francamente horrible.
De ahí mi madre no quiso vivir en su casa, prefirió mudarse a una colonia popular con el espacio sumamente limitado, de muebles ni se diga, son como palomares, dice que el dolor es mucho mayor y que volver a la casa donde desayunaba todos los días con su hijo la mataría.
Después de este largo párrafo introductorio les cuento, que mi hermano tuvo una vida dramática desde que nació. Primogénito de una campesina poblana de 14 años en la ciudad de México, con los limitantes económicos más desgarradores, su padre, un hombre alcóholico que golpeaba a su familia cada que le daba la gana, con la premisa de “bañarla en sangre”. Nació en un hospitalucho en el que por la estreches del cuerpo adolescente de mi madre tuvo que ser sacado con forceps, así, con marcas en su cabeza hasta el final. como un augurio.
Con 3 hermanos del mismo padre Julio desarrolló una personalidad reservada, callada, tímida; siempre vivió con el miedo a que su padre lo golpeara y la memoria de mi madre dice que la defendía del hombre cuando le pegaba. Hambre, miedo, desigualdad y miseria fueron un escenario cotidiano para mi familia allá por los años 60, cuando escucho sus anécdotas no puedo evitar pensar en la película de Los olvidados de Buñuel. 
Mi madre después de 16 años de maltratos y vejaciones dejó al hombre que mantenía y le quitaba sus pocos ahorros que lograba de sirvienta en la Reforma Iztacihualt, se llevó a sus hijos. Vivió pagando renta, de arrimada con sus hijos en la colonia Rodeo, algunas noches en la calle, ¡un drama completo pues! Trabajo en lo que era una fabrica de tecnología en donde empezó como limpia pisos y se quedaba horas extra viendo como las armadoras hacían su trabajo, aprendió todo sin saber leer ni escribir. Su jefe el sr. Soni le dió una oportunidad y la instaló en el cuarto de quemado, que era un lugar donde mantenían televisiones prendidas as 24 horas para saber su resistencia, después de armadora y cuando juntó su dinero pidió un favor a su jef, que la despidiera para que le dieran su liquidación y completar para el enganche de su casa. Así lo hizo, compró su casa, mi madre siempre nos insiste en que rentar es lo peor que un lider de familia puede hacer, pues lapida su suerte y esta condenado a rentar a veces toda su vida, rentar es tirar el dinero a la basura.
Mientras mi madre trabajaba Julio cuidaba a sus hermanos pequeños dos hombres y una mujer, los reyes magos el seis de enero aunque en poca cantidad siempre eran de calidad, mamá trataba de hacer felices a sus hijos, aún con su poca cultura sabía que debía controlar a sus hijos pues era además padre para ellos.
Julio con el crecimiento no fue muy favorecido flaco, desgarbado, de personalidad taciturna y muy insegura se fue haciendo abusador con sus hermanos, me imagino por los abusos que recibió de su padre. Objeto de bullying en sus años de estudiante, llegó a usar los tacos del fútbol como zapatos escolares por pobreza. Las jovenes le huían, no tenía amigos y fue honestamente deficiente en cuestiones escolares se refugió en el ejercicio, la música y las películas de cualquier tipo. Siempre me sorprendió el nivel de cultura que alcanzó en cine y música, me atrevo a decir que era un erudito y podía competir en sus críticas con cualquier “experto”.
Mi madre al ver que no podía en la escuela lo castigó metiéndolo primero de albañil, luego de afanador en un motel donde se pescó una infección terrible. Su padre había seguido su camino sin ellos y el por alguna razón entró a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro que en México era representada por uno de los Sindicatos más fuertes y por lo tanto las prestaciones hasta su desaparición eran excelentes y dignas (a veces el karma tarda). Tengo entendido que cada trabajador tenía derecho a meter a trabajar previa capacitación a dos personas, pues este señor le ofreció una plaza a su hijo, pero no piensen que gratis, Julio tuvo que trabajar para pagarsela a su padre quien nunca vió por ellos. 
En mi infancia Julio fue para mi el mejor hermano, me llevaba a hacer ejercicio con él, me hacía de desayunar, me enseñó a bolear mis zapatos, a hacer mis plantillas de cartón para que no me lastimaran las piedras cuando mis zapatos tenían hoyos, despues por alguna razón que nunca entendí se alejó de mi y me lastimaba cada que podía con palabras hirientes que nunca se le deben decir a un niño, golpes extremos y debo decirlo, a veces me dejaba dormir en el patio cuando peleaba por meter a mi perro a la casa (te preguntarás dónde estaban mi mamá y hermanos, esa es otra historia con Julio viví 3 años mientras mi mamá trabajaba y construía su casa grande).
Yo nací en 1981 unos dos años después de que mi padre cortejó a mi mamá la cual vió en la calle mientras iba caminando hacia su casa, mamá para ahorrar dinero no tomaba transporte.Me imagino que una de las cosas por las que Julio cambió conmigo fue precisamente que no era su hermana completamente y siempre hasta el final de sus días me lo dejó en claro, siempre me despreció frente a todo el mundo y nunca supe la razón.
Tuvo amores platónicos, alguna vez mantuvo correspondencia con una chica de Cuba que conoció por medio de una revista donde la gente mandaba sus anuncios, él algunas veces le mandó dinero y duró algún tiempo con esa “relación”, tuvo chicas pero sé que no terminaba bien con ellas lo engañaban o sacaban dinero, en fin.
Finalmente en el 1986 nacieron otros dos hermanos varones, cuando yo tenía cinco años, me hicieron la vida de cuadritos y Julio tenía la puntada de comprarles botas y les decía que siempre me pegaran de patadas en la espinilla, no saben como dolía.
Siempre me han gustado los animales y alguna vez adopté una gatita, yo al ser niña y además humilde no supe que se debía esterilizar, mi mamá era ignorante y pensaba que con irlos a tirar al basurero bastaba. Nunca me atreví la primera vez que lo intente me sentí morir de tristeza, los eché en una bolsa y fuí al basurero, no lo logré regresé con ellos y me dieron una paliza, mi madre era de pocas palabras y mano muy recia y hasta cruel.
Como ya les comenté por circunstacias diversas mis hermanos se mudaron a la casa que mi madre estaba construyendo, yo estaba en la secundaria y la verdad es que creo que nunca le importé mucho a mi familia, el hecho es que yo estaba en la secundaria y era muy rebelde (así le dicen a veces a las personas por no dejarse golpear) mi padre acudía a mis juntas y mi mamá se desentendió de mi. Julio se quedó conmigo, él salia a trabajar a las 6:30. Hubo un tiempo que fui por la mañana a la escuela despues por mal aprovechamiento me pasaron a la tarde, para ese entonces de donde podía compraba comida para mis gatos, llegué a tener hasta 25, lo sé era también un exceso pero nadie me ayudaba a operarlos o a llevarlos, mi madre si me pescaba en la calle me iba muy mal.Hasta hoy me es dificil salir a cualquier lado sin pensar en que me pasará algo. Como era de esperarse, Julio se encontró una mujer con la cual casarse, me reservo comentarios de ella, solo les digo que la basura es basura aunque la perfumen.
Yo me tuve que mudar ahora sí con todos mis hermanos, él se quedó en la casa con su esposa, mis gatos y perro, devotamente les iba a dar de comer diario hasta que salí embarazada, tenía 16 años y era de alto riesgo así que dejé de ir yo personalmente, un hermano mío me suplió. Una noche llegó de llevar la comida y escuche murmullos en la sala, bajé lentamente y escuché que todos mis gatos había muerto desde hacía una semana poco a poco. Julio los envenenó, los que quedaron esa noche a una la ahorco con sus manos y a otra la mató a pedradas porque no comieron del veneno, no es necesario que les explique de que forma mi mundo se quebró.
Mi perro se salvó pero yo sé, me lo dice el corazón que fue objeto de golpizas diarias, porque cuando yo estaba lo hacía y porque nada lo detenía ahora, solo quedaron dos gatitas que mi hermano encontró y al ser bebés las dejaría morir de hambre, llegaron a mi, las alimenté y logré que crecieran ellas vivieron hasta mis 32 años una murió de 13 años y la otra de 16 y con ellas mi infancia; esos animales fueron todo para mi, mi compañía y mi amor.    
Le dejé de hablar a Julio y en verdad lo odié mucho, aún ahora cuando lo recuerdo salen lágrimas de tristeza, pero no había nada que hacer mi mamá nunca dejó de apoyarlo a pesar de todo y hasta el final de sus días.  La compañía de Luz fue dada de baja fue un gran golpe para la economía de miles de hogares fue el primer paso para la privatización del sector energético. Hubo gente que falleció con la noticia y mi hermano a tan solo ocho años de jubilarse y disfrutar su pensión, se quedó con las manos vacías. Sus hijas estudiaban en un muy buen colegio, se aferró a no sacarlas y trabajó de todo, hubo un periodo en que se fue a mi casa a “trabajar” como dependiente de una tienda de materias primas que tenía mi mamá pero exigía un sueldo alto y casi casi prestaciones como las que tenía, no consideraba que se le estaba ayudando y que las condiciones las ponía mi mamá. Se terminó saliendo y dejamos de verlos por alrededor de cinco años. 
En el 2015 a pricipios, uno de mis hermanos lo vió muy mal, muy delgado y trabajaba en una taquería de lavaloza, recordemos que Julio nunca fue bueno en los estudios. Además a las personas que trabajadan en la Luz las boicotearon y no permitian que los contrataran en ningún lado.
Mamá fue por él y lo encontramos tan flaco que hasta parecía indigente, con 42 kilos y 1.70 de estatura parecía un costal de huesos del que fue mi mamá su apoyo,  doblaba turnos, para pagar las colegiaturas mientras su esposa, veía televisión y programas de chismes, pues a ella la educaron para ser ama de casa; pero evitemos ese tema porque me salen los demonios. En las taquerías donde trabajó se cobraron, en verdad, todas las maldades que pudo haber hecho en su vida; por su actitud solitaria y autosuficiente lo molestaban y le hacían bromas muy pesadas, a Julio siempre le gustó ser eficiente y rápido, en el tiempo en que viví con él eso le aprendí y sus compañeros lo veían como un loco que no hacía nada divertido y era suceptible a hacerle travesuras que lastiman.
Julio fue contratado de nueva cuenta por mi mamá y yo al tener una bebé y no poder atender el negocio, me pareció bien, a pesar de todo siempre he sido muy tonta en eso de guardar rencores y cobrarlos.
Julio murió un ocho de julio de 2015, pareciera que vivió un año casi exacto viendo a mi mamá todos los días y conviviendo con ella como una despedida. Mamá le hacía todas las mañanas atole, a él le encantaba. Hacía ejercicio para conservarse más joven, era abstemio, no fumaba y su unica adicción era la música y las películas. Mi hijo disfrutó muchas horas con él, me parecia muy raro, pero nunca intervine, disfrutaban platicando y viendo peliculas en el negocio. Padre sorprendentemente devoto a sus hijas, se apuraba a cerrar el negocio a las siete en punto para llegar a verlas y hacerles de cenar, por otro lado ellas lo malmiraban porque ahora su padre era humilde y no podía comprarles lujos, así que su abuelo tomó la figura paterma y él se encargaba de sus frivolidades, la esposa de Julio como buen parásito nunca dio el lugar correspondiente a un padre que hizo en verdad todo por sus hijas, como hacer entregas de tacos en la madrugada con lluvia en vías rápidas y en bici, esa era su vida todo por sus “bebas” como les decía. 
Julio recuperó un departamente que había rentado a una amiga del parásito, el cual nunca quiso que la sacaran de ahi, mis hermanos y mi madre apoyaron a Julio con el juicio y fue largo pero se logró sacar, el día del lanzamiento de la mujer y su familia Julio estaba que no cabia de la felicidad ya podría volver a rentar su casa y tener un mejor nivel de vida, solo le duró el gusto cuatro meses.
La noche que nos enteramos de la desgracia la parásito le dijo a uno de mis hermanos que “lo único que extrañaría de él, es el sexo, porque Julio era muy bueno en eso” con ese comentario tan fuera de lugar en una agencia ministerial a pocos metros del lugar donde tenían el cuerpo de mi hermano empezó una de las noches más largas en mi vida.
Julio abandonó este mundo a bordo de un camión del cual inexplicablemente salió y se impactó de cabeza contra el pavimento, ver su foto ahi tendido fue para mi muy fuerte y no sé por qué la conservo. Las versiones dicen que fue un asalto y en muchos puntos se contradicen los testigos y policías con la versión que se publicó a los pocos minutos del accidente y sus declaraciones tanto del chofer como de los testigos son completamente fuera de la realidad, los asaltantes era menores de edad y quedaron en libertad en cuanto se les bajó el efecto de las drogas. Tal vez pensaran por qué no investigar por nuestra cuenta, no es decidia, creanme, es dolor.
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sanchezbermejo · 7 years
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Clasificación de los bienes
El Código Civil realiza una clasificación de los bienes distinguiéndolos entre bienes muebles y bienes inmuebles. Además, según su propietario, también los clasifica entre bienes de propiedad privada o bienes de dominio público. Incluso, hay una clasificación entre bienes de uso público y de bienes patrimoniales.
La norma deja muy claro que todas las cosas que son o pueden ser objeto de apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles.
A partir de ahí, los enumera de la siguiente forma.
En este artículo encontrarás..
Bienes inmuebles Bienes muebles Bienes de dominio público o de propiedad privada Bienes de uso público y bienes patrimoniales
Clasificación de los bienes
Bienes inmuebles
La clasificación de los bienes en el Código Civil comienza hablando de qué se consideran bienes inmuebles.
Así, señala la norma que lo son:
Las tierras, edificios, caminos y construcciones de todo género adheridas al suelo.
Los árboles y plantas y los frutos pendientes, mientras estuvieren unidos a la tierra o formaren parte integrante de un inmueble.
Todo lo que esté unido a un inmueble de una manera fija, de suerte que no pueda separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto.
Las estatuas, relieves, pinturas u otros objetos de uso u ornamentación, colocados en edificios o heredades por el dueño del inmueble en tal forma que revele el propósito de unirlos de un modo permanente al fundo.
Las máquinas, vasos, instrumentos o utensilios destinados por el propietario de la finca a la industria o explotación que se realice en un edificio o heredad, y que directamente concurran a satisfacer las necesidades de la explotación misma.
Los viveros de animales, palomares, colmenas, estanques de peces o criaderos análogos, cuando el propietario los haya colocado o los conserve con el propósito de mantenerlos unidos a la finca, y formando parte de ella de un modo permanente.
Los abonos destinados al cultivo de una heredad, que estén en las tierras donde hayan de utilizarse.
Las minas, canteras y escoriales, mientras su materia permanece unida al yacimiento, y las aguas vivas o estancadas.
Los diques y construcciones que, aun cuando sean flotantes, estén destinados por su objeto y condiciones a permanecer en un punto fijo de un río, lago o costa.
Las concesiones administrativas de obras públicas y las servidumbres y demás derechos reales sobre bienes inmuebles.
Bienes muebles
Por otro lado, son bienes muebles los susceptibles de apropiación no comprendidos entre los inmuebles, y en general, todos los que se pueden transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa inmueble a que estuvieren unidos.
Tienen también la consideración de cosas muebles las rentas o pensiones, sean vitalicias o hereditarias, afectas a una persona o familia, siempre que no graven con carga real una cosa inmueble, los oficios enajenados, los contratos sobre servicios públicos y las cédulas y títulos representativos de préstamos hipotecarios.
Además, dentro de los bienes muebles, la ley hace una distinción puesto que estos pueden ser fungibles o no fungibles. Son fungibles aquellos bienes de los que no puede hacerse el uso adecuado a su naturaleza sin que se consuman, son infungibles los demás.
Bienes de dominio público o de propiedad privada
Como ya hemos indicado en esta clasificación de los bienes, los bienes pueden ser también de dominio público o de propiedad privada.
Son bienes de dominio público:
Los destinados al uso público, como los caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes construidos por el Estado, las riberas, playas, radas y otros análogos.
Los que pertenecen privativamente al Estado, sin ser de uso común, y están destinados a algún servicio público o al fomento de la riqueza nacional, como las murallas, fortalezas y demás obras de defensa del territorio, y las minas, mientras que no se otorgue su concesión.
Todos los demás bienes pertenecientes al Estado, en que no concurran las circunstancias expresadas, tienen el carácter de propiedad privada.
Por otro lado, es importante saber que los bienes de dominio público, cuando dejen de estar destinados al uso general o a las necesidades de la defensa del territorio, pasan a formar parte de los bienes de propiedad del Estado.
Bienes de uso público y bienes patrimoniales
Los bienes de las provincias y de los pueblos se dividen en bienes de uso público y bienes patrimoniales.
Son bienes de uso público, en las provincias y los pueblos, los caminos provinciales y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o provincias.
Todos los demás bienes que unos y otros posean, son patrimoniales y se regirán por las disposiciones del Código Civil, salvo lo dispuesto en leyes especiales.
Son bienes de propiedad privada, además de los patrimoniales del Estado, de la Provincia y del Municipio, los pertenecientes a particulares individual o colectivamente.
Clasificación de los bienes fue publicado inicialmente en Sanchez Bermejo Abogados
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latikobe · 7 years
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Lo que queda de mi barrio
Vista del barrio de El Pilar, municipio Cerro, La Habana (Flickr)
LA HABANA, Cuba.- Muchos sienten nostalgia por el lugar donde nacieron. Volver a esos sitios de la niñez y la adolescencia, cuando estamos lejos de ellos, es un reflejo casi innato.
Ese sentimiento de añoranza me atrapó hace unas semanas e hizo que retornara a aquel barrio habanero en el cual viví mis primeros años: El Pilar.
Nací hace 69 años en la clínica San Juan Bosco (el actual policlínico Abel Santamaría), ubicado en la Calzada de Monte. Del otro lado de dicha calzada se extendía el barrio de El Pilar.
Hasta los 12 años viví en un muy modesto apartamento de un edificio situado en el edificio del número 61 de la calle Zequeira.
Es en ese barrio donde se hallaba la parroquia donde ejerció su ministerio eclesiástico monseñor Ismael Testé, el sacerdote que me bautizó.
Hace unas semanas, la primera visita que hice en El Pilar fue al inmueble donde nací. Con sorpresa encontré que las dos altas puertas de madera dura de su entrada principal desaparecieron. Los portones fueron sustituidos por rejas anacrónicas y mal hechas.
El techo del zaguán que da paso al pasillo y la escalera al primer piso tiene en varios lugares las cabillas al aire, pues ha perdido casi por completo el repello.
Otras partes de la construcción se encuentran en similares condiciones, y la escalera de caracol que conduce a la azotea da la impresión de que se derrumbará pronto.
Los establecimientos que había en la cuadra donde habité se esfumaron. Existía una bodega en cada esquina. Al frente de un puesto de chinos, había una carnicería. También había una lavandería y una barbería. De la escuela pública tampoco hay ni rastro. Solo quedan las casas particulares, y eso porque sus moradores se las arreglan como pueden para mantenerlas.
Encaminé mis pasos hacia la histórica Esquina de Tejas, a solamente dos cuadras de mi antiguo domicilio. Allí ya nada queda. El bar-cafetería y panadería, situado en una de las esquinas, donde mis padres adquirían los gigantescos sándwiches de aquella época para tres personas por un peso con veinte centavos, y que eran de los mejores de La Habana, está en peligro de derrumbe.
El cine Valentino —al cual los muchachos llamábamos “el palomar de Bartolo” por su  estructura—, la valla de gallos y la florería fueron demolidas. Este espacio lo ocupan hoy dos edificios de 20 plantas, que ya presentan problemas de deterioro debido a la falta de mantenimiento.
El ángulo opuesto, que ocupaba el bar Cantabria, hoy es un espacio vacío.
En la cuadra que se encuentra entre la esquina de Tejas y San Joaquín había, según recuerdo, otra excelente panadería, el estudio fotográfico Roxy, una joyería, un tostadero de café donde se compraba este producto molido al instante, una ferretería, una bodega y un bar, entre otros comercios. Todo esto se fue a bolina.
La antigua Casa Mimbre, donde mi padre adquirió el juego de cuarto que aún conservo, fue reconstruida en su totalidad, tras desplomarse parte del  inmueble. Hace más de 60 años contemplé en sus vidrieras un tren eléctrico de juguete que me hizo soñar con él por mucho tiempo.
Ahora, en la Casa Mimbre venden de todo, cualquier cosa, excepto  muebles de mimbre.
Al frente había una tienda que vendía efectos electrodomésticos, en la cual vi por vez primera en mi vida un televisor a color. A su alrededor había dos peleterías, otra mueblería, un bar, una bodega y otros comercios. Todo esto en solo unos 100 metros.
Otros establecimientos que existieron en la calle Monte hasta el Mercado Único, fueron las tiendas La Defensa (de telas y confecciones), la Casa Bulmas y la famosa Casa de las Liquidaciones, más conocida por la Casa de los Tres Kilos. Hoy ninguno de estos locales presta la función inicial.
En el piso de un portal, dentro de este tramo al que me refiero, existió un comercio cuyo nombre fue Cuba Libre. En este espacio, hoy en ruinas, personas provenientes del interior del país  improvisaron viviendas al estilo llega y pon. ¡Qué ironía del destino!
La tristeza y estupor que me produjo ver tamaño desastre me hace pensar en lo difícil y costosa que será la reconstrucción de aquella gran Habana en una Cuba democrática. Ojalá Dios me dé vida para verlo.
Lo que queda de mi barrio
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