no sé realmente el por qué,
ni entiendo precisamente cuando
es que las melodías tranquilas
me recordaban a ti,
la tristeza en tus ojos
me pareció un lienzo en fuego
completamente hermoso
y ver todo lo que odiabas
(de ti)
como una obra de arte
que pocos entendían.
tampoco recuerdo cuando
mi querer a destiempo
me dañó y me hizo sentir
que estaba muerta
cuando en realidad
sólo estaba enamorada
y noté que no me corresponderías.
mucho menos supe cuando
compré ese perfume
que llevaba tu nombre
y con el que rociaba cada una de mis letras
desperdiciando
(quizá)
algo más que palabras
rimas y metáforas de los libros que (te) leí
ni vi cuando
el reloj de los sentimientos sin dueño
se detuvo pero sin dejar
un desastre de por medio
siendo que por lo contrario
(cuando las agujas apuntaron a una hora inexistente para la nebulosa de los recuerdos)
penetró la calma y volvió quién más extrañaba
yo.
pero si sé que cuando
las melodías cantadas en inglés
que de manera lenta
te ponen en trance
y te hacen sentir en otoño
empezaron a sonar;
la carencia de un nosotros
ya no me dolía,
que hables de ella
me hacía reír
(porque viendo todo desde la lejanía ya no me afectaba y me hacía feliz saber que tú lo eras, sin importar que no sea conmigo)
saber que tu atención e interés
miraba a una hora opuesta
en la que yo estaba ubicada
me hacía caminar
hacia otro reloj
en otra muñeca
(una que sostenía una mano que yo quería tocar, no tuya)
entendí que
(gracias al saxofón de esa canción de los 70)
sin haber dicho “adiós”
nos despedimos
y sin haber existido tal despedida
mis sentimientos partieron
a otros ojos que
(quizá)
me mirarían a mí,
haciéndome otra vez
feliz.
Una despedida huele a música de los 70
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