Tumgik
#cantando tan cerca del oído
pochaulloac · 15 days
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MI BOLERISTA
A 46 años de su partida de JULIO JARAMILLO
ECUADOR 09-02-1978.
MI BOLERISTA
Escuchaba con atención la armonía del Ruiseñor cantando tan cerca del oído solicitando la separación con flores negras que cubran la tumba y luego no me amenaces ya estoy decidido a buscar otro destino
Justo en el momento de más éxito Uniste los sueños a la enguantada blanca Largo camino siguiendote en cada escenario Incienso que no espantaba su deseo Orando el final del último bolero.
La muerte sentencio el Juramento en cada Amanecer te tentaba al amor Reto que no negabas a Eros Ansias de tenerte en el lecho consagrado Mio debe ser Mio repetia la guadañosa Ingrata huesuda te llevaste al Idolo Llorando nos dejaste sin el verdor de su voz Llanos de dolor bajo el sol Guayaquileño Ocaso de suspiros la estrella se apago
Serpentea la música entre flores negras que Fatalidad Odiame por piedad yo te lo pido yace ya Julio como decia consagrado Requinto de amaneceres que no se olvidan sol del mar siempre presente en los corazones amantes.
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notagusshtina · 1 year
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Os #2 v! licántropo
- Soft
- Mate = Soulmate
El mediodía poco a poco hacia acto de presencia en la casa vacacional junto a los fuertes rayos de sol que invadían y se colaban por las rendijas de las persianas semi cerradas. El licántropo eleva su mano con pereza pagando el despertador antes de que sonará y logrará lastimar sus sensibles tímpanos.
Refunfuñando por lo bajo busca el cálido cuerpo de su pareja, gruñendo en desaprobación al notar la fría manta a su lado— Hache —alargando la última vocal deja escapar el apodo del moreno en tono berinchudo, ahora entendía como se sentía Horacio cuando lo dejaba solo en la cama, no era bonito despertarse sin su pareja a su lado. Y más si últimamente se sentía necesitado de mimos, el cambio de estación se dijo a si mismo Volkov para evitar el bochorno y las bromas del moreno en un futuro.
Suspirando aguidiza sus oídos escuchando como el más jóven se encontraba en la piscina ya, cantando alguna canción de moda mientras disfrutaba del buen clima, y renegado al saber que el de cresta no le iba a escuchar a tanta distancia, se levanta de la cama con toda la pereza del mundo comenzando con su rutina matutina, por una vez que se quedaba dormiemdo más tarde Hache lo abandonaba por completo pensó para sus adentros formando un leve puchero en sus labios, definitivamente la primavera le estaba afectando de más y haciéndolo incluso más cariñoso que antes, o era simplemente el hecho de estar demasiados años aguantando el estar lejos de su mate, aunque lo tuviera al alcance de sus manos. 
Su época de comisario desde luego era algo de lo que se avergonzaba, pero día a día esta cambiando poco a poco, mejorando como persona y en su mayor parte gracias al moreno quien nunca lo abandonó, ni lo juzgó. Y con una sonrisa de oreja a oreja se pone el bañador y una camiseta celeste, un regalo de Gaia por su cumpleaños recordó mientras salía de la habitación y bajaba las escaleras rápidamente, su sonrisa se amplía al ver el desayuno que el de cresta le había preparado.
Tomando la tasa de café frío, uno que Horacio había insistido en aprender a hacer y a qué lo probará, cosa que le termino gustando y unas tostadas con Nutella y fruta picada.
Tarareando para si mismo, contento de sentirse, él y su lobo, cuidados por su pareja, se dirige a la parte trasera de la casa, donde el moreno se encontraba recostado en una plancha inflable en el medio de la piscina, vestía únicamente uno de sus shorts de baño y unos lentes de sol que le impedían ver sus hermosos ojos heterocromáticos. — Buenos días querido mío —Dice acercándose al moreno, dejando la tasa junto al platito con el desayuno en el suelo, algo lejos de borde así no se mojan antes de él sentarse en el borde de la piscina para remojar sus pies y estar más cerca del pelirosa y poder conversar tranquilamente.
Horacio lleva una de sus manos a las gafas, bajandoselas ligeramente, lo suficiente para dejar ver superficialmente sus ojos y conectar mirada con las orbes grisaseas — Días cariño mío, porqué bueno estás tú rusito —El moreno le guiña el ojo antes de volver a subir sus lentes a la vez que su aroma se torna ligeramente picante causando una risita nerviosa en el licántropo.
Volkov nego avergonzado haciendo gestos al de cresta para que se acercará, su pareja alzo una de sus cejas antes de obedecer y acercarce, bajando de el inflable para nadar hacia él, complacido al tenerlo lo suficientemente cerca, pidiendo permiso silencioso y sinedo concedido al instante, sus manos se posan el la cadera ancha para elevarlo y sentarlo en su regazo. Automáticamente su rostro se dirige a su cuello, olfateando y disfrutando con pura alegría el poder saciar a su lobo, el cual se encontraba saltando de la euforia al estar rodeado del aroma de su mate — Ahora si que son buenos días...hueles tan bien Hache, mi Hache —murmura con dulzura separándose unos centímetros para poder admirar y disfrutar de las hermosas facciones del pelirosa.
El menor simplemente soltó una risita, acostumbrado a lo mismoso que era el de nacionalidad rusa desde que empezaron su relación, e inclusive antes era bastante cariñoso, buscando su atención y cercanía constantemente, y sin olvidar su devoción y cuidado hacia su aroma, cosa de hombres lobos justificaba cada ves que alguien se atrevía a preguntar. Llevando sus manos a las mejillas coloreadas de rojo del peligirs comienza a dejar pequeñas caricias en estas, sonriendo ampliamente con cariño —Dime, que se siente tener una pareja tan bonita como yo, eh? — El tono bromista del de cresta se deja oír claramente entre sus palabras.
— Mmh, muy bien la verdad, sobretodo porque él es muy hermoso de aquí también —Murmurá rozando su dedo índice con el pecho del moreno, sobre el corazón. Automáticamente las mejilla de Horacio se tornan de un rojo intenso, seguido de su aroma que se hace incluso más dulce que antes y su corazón acelerado — Uve —Responde apartando la mirada tímidamente unos momentos para luego volver a unir sus miradas — Tú si que eres bonito de corazón lobo tonto, y eso solo me hace amarte más —Susurra retomando las caricias en las mejillas ajenas antes de dejar un casto beso en los finos labios.
Volkov solo pudo devolverle la sonrisa cargada de amor y cariño, sintiéndose extasiados al sentir la verdad en aquellas palabras — Я тоже тебя люблю, моё солнце (yo también te amo, mi sol) —Dice antes de llenar la carita del moreno con besitos, agusto y contento de estar junto al de cresta a su lado.
Puede oler la ligera confusión, pero simplemente decidió dejarlo descubrir que significaba solo, le gustaba que no entendiera sus cursis palabras, se sentía más agusto así, aunque algún día se las diría en inglés, se prometió a si mismo mientras dejaba diminutos besitos en los labios pomposos del moreno.
FIN
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vrl2 · 1 month
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Este día...
Que día tan lindo y tan maravilloso, sentada en el en el balcón con mi cuaderno y mis colores, siento como el sol me abraza y entra por mis poros, siento cada detalle, los pájaros cantar, la vecina gritarle a su hijo, mi vecino de el lado cantando la misma canción de todos los días, me pregunto que sentirá al levantarse todos los días y cantar esa canción... Que mañana tan linda, que agradecida me siento de haberme despertado hoy con una sonrisa, con mil sensaciones en mi alma y mi cuerpo después de ese sueño, no puedo parar de pensar en el, ese sueño que fue tan real, puro y en un momento tan perfecto, escucho su respiración en mi oído, no puedo describir con palabras lo que mi alma siente, cóctel de sensaciones y explosiones, aún tengo la textura de su espalda y sus brazos en mis manos, aún puedo sentir como se deslizan mis dedos en su pelo, todavía puedo sentir su corazón en mi pecho con claridad.
Un sueño que despliega mayor curiosidad por ese ser, las preguntas del porque siento esta conexión, porque puedo describir cada detalle de su cuerpo si no lo he tocado en persona, como todavía puedo sentir palpitar su corazón, increíble poder saber cómo huele, tener su olor impregnado en mí como si de un abrazo perfumado se tratase, me pregunto si en algún momento puedo tenerlo cerca y descubra que su olor es el olor que hay en mi, me estallaría la cabeza realmente.
Sus gemidos, su sudor son como una canción pegajosa en mi cabeza, puedo recordar cada detalle, cada movimiento delicado y brusco de mis dedos en su espalda, pecho y rostro, como puedo todavía sentir sus labios besándome lento y apasionado, como puedo sentir cada empujón de su pene dentro de mi, sentir su mano en mi cuello, sentir sus lamidas y besos por todo mi cuerpo, como puedo olvidar su risa si nunca lo he visto ni lo he escuchado reír, como si aún con los ojos abiertos puedo ver su mirada tan desmantelada, hptaaaaa! Cómo puedo estar sentada en el balcón describiendo el encuentro de dos almas y dos cuerpos más chimbas que he visto, siendo yo un alma involucrada con un alma que no he visto pero que siento..
Un sueño así es digno de enmarcarlo, de escribirlo, de contarlo, más que sueño es un recuerdo de lo que sintieron nuestras almas cuando se volvieron a encontrar.
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rojosolis · 1 year
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Mi departamento
Mi departamento casi nunca está solo
de junio a octubre es ocupado por la lluvia
se cuela en la cocina por la ventana que siempre olvido cerrar.
Todo el año excepto en diciembre hay mosquitos
que no dejan dormir con su serenata, pegaditos a mi oído.
A veces por las noches lo ocupa el llanto del niño de los vecinos
los fines de semana por un borrachín cantando a José José
también el ruido de los coches lo habita
por eso pienso que quizá no es tan buena idea vivir cerca de la avenida.
Los domingos en la tarde, por la misma ventana de la cocina
entra el perfume de flores de la vecina de arriba
la que a diario despierta a las 5 de la mañana
y recorre su departamento en tacones.
A veces también vienen mis amigos
bebemos cerveza y cantamos las canciones que te he escrito
o alguna muchacha de la que no siempre guardo el número.
Los domingos en la noche se escuchan los pájaros 
que habitan la jacaranda que está enfrente
justo donde empieza la cuchilla.
Estoy yo en el
y también la gris soledad que anda en los rincones
no nos estorbamos mucho
a veces le doy café
a veces ella me abraza
y me recuerda, que mi departamento
casi nunca está solo. 
Rojo Solis
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batbrenenri · 2 years
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Estas ahí, siempre... Lista para bailar.
A veces puedo hacerme a la idea de que te puedo dominar y enfrentar el mundo contigo, disimulada y atenuada por no nombrarte.
No me gusta que todos sepan de tu compañía, no todos están listos para saberlo, ni verte bailando conmigo...
Pero cuando llegas cantando, te oigo y hago como que no te escucho, pero te haces nube y cada vez me impides ver más, enfocar, y empiezas a cantar y susurrarme cada vez más cerca -Aquí estoy, hoy vas a bailar conmigo-
Hago como que puedo seguir caminando, riendo, escuchando todo al mi alrededor aunque cada vez seas más notable... -Aquí vengo- aprieto los ojos y ojalá pudiera también hacerlo con mis oídos, pero no, ahí sigues, anunciando tu despertar.
Me aprieto la frente, busco un lugar donde ninguna de las dos salga herida con lo que está a punto de comenzar, intento respirar y esperar a que todo pase, igual y solo era imaginación mía que me venías a visitar.
Pero no, la última vez, me tomaste en agonía con un arrebato que nunca te había notado en nuestra sobriedad, cuánta violencia tenías guardada para mí, lograste tomar total control de mi cuerpo, electrificaste cada vello, cada poro se dilató y mi cerebro hormigueo y sedió ante ti, me acorralaste hasta no tener otra opción, bailar tu canción.
Esta danza tan dramática que hace que mis huesos truenen como una tormenta de verano, mi rostro vibraba y se contraía como las cuerdas vocales de un grito ahogado, un llanto intentaba escaparse desde la jaula de mis costillas pero tu tomaste todo el control, tenias el mando, me hiciste creer que sería mi último baile, nuestra última canción, me sumergiste en una espesa lava de contracción y viento...
Creí que no volvería a ver a nadie más, que no iba a salir de ti, solo sentía la tibieza del río mis ojos... y así como llegaste, te fuiste, dejándome temblando de shock, vacío, e impotencia por no poder negarme ante ti, me haces sentir tan diminuta, mortal y al mismo tiempo tan resistente ante tu danza, tus gritos y cantos hablan por lo que a veces me cuesta admitir, escupes el veneno que a veces nos obligo a beber, no actúas porque sí...
Te acepto conmigo, nacimos juntas pero no sé si soy para ti, aunque eres una parte mía, no eres todo lo que soy.
Con todo y mi miedo, sigamos caminando, sueño con un día poder pararnos tomadas de la mano. 4/ene/2020
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dias-de-la-ira-1 · 3 years
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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
Federico García Lorca
A mi querida amiga Encarnación López Júlvez
1
L A COGIDA Y L A M U E R T E
A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. L o demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde.
E l viento se llevó los algodones a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel a las cinco de la tarde. Y a luchan la paloma y el leopardo a las cinco de la tarde. Y un muslo con un asta desolada a las cinco de la tarde. Comenzaron los sones de bordón a las cinco de la tarde. Las campanas de arsénico y el humo a las cinco de la tarde. En las esquinas grupos de silencio a las cinco de la tarde, ¡Y el toro solo corazón arriba! a las cinco de la tarde. Cuando el sudor de nieve fué llegando a las cinco de la tarde, cuando la plaza se cubrió de yodo a las cinco de la tarde, la muerte puso huevos en la herida a las cinco de la tarde. A las cinco de la tarde. A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama a las cinco de la tarde. Huesos y flautas suenan en su oído a las cinco de la tarde. El toro ya mugía por su frente a las cinco de la tarde. El cuarto se irisaba de agonía a las cinco de la tarde. A lo lejos ya viene la gangrena a las cinco de la tarde. Trompa de lirio por las verdes ingles a las cinco de la tarde. Las heridas quemaban como soles a las cinco de la tarde, y el gentío rompía las ventanas a las cinco de la tarde. A las cinco de la tarde. | A y qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
2
LA SANGRE DERRAMADA
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
L a luna de par en par. Caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en la barreras.
¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. N o. ¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta, jQuién me grita que me asomel ¡No me digáis que la vea!
N o se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada ni corazón tan de veras. Como un río de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. Qué gran torero en la plaza! Qué buen serrano en la sierra! Qué blando con las espigas! Qué duro con las espuelas! Qué tierno con el rocío! Qué deslumbrante en la feria! Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin. Y a los musgos y la hierba
abren con dedos seguros la flor de su calavera. Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos, vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas!
No . ¡Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. N o . ¡¡Yo no quiero verla!!
3
CUERPO PRESENTE
La piedra es una frente donde los sueños gimen sin tener agua curva ni cipreses helados. La piedra es una espalda para llevar al tiempo con árboles de lágrimas y cintas y planetas.
Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas levantando sus tiernos brazos acribillados, para no ser cazadas por la piedra tendida que desata sus miembros sin empapar la sangre.
Porque la piedra coge simientes y nublados, esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego, sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido. Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura: la muerte le ha cubierto de pálidos azufres y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
Ya se acabó. L a lluvia penetra por su boca. El aire como loco deja su pecho hundido, y el Amor , empapado con lágrimas de nieve, se calienta en la cumbre de las ganaderías.
¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa. Estamos con un cuerpo presente que se esfuma, con una forma clara que tuvo ruiseñores y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice! Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón, ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos para ver ese cuerpo sin posible descanso.
Y o quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos: los hombres que les suena el esqueleto y cantan con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. Y o quiero que me enseñen dónde está la salida para este capitán atado por la muerte.
Yo quiero que me ensenen un llanto como un río que tenga dulces nieblas y profundas orillas, para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda sin escuchar el doble resuello de los toros.
Que se pierda en la plaza redonda de la luna que finge cuando niña doliente res inmóvil; que se pierda en la noche sin canto de los peces y en la maleza blanca del humo congelado.
No quiero que le tapen la cara con pañuelos para que se acostumbre con la muerte que lleva. Vete, Ignacio: N o sientas el caliente bramido. Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!
4
ALMA AUSENTE
No te conoce el toro ni la higuera, ni caballos ni hormigas de tu casa. No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra, ni el raso negro donde te destrozas. No te conoce tu recuerdo mudo porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas, uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos porque te has muerto para siempre.
El otoño v endrá con caracolas, uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre, como todos los muertos de la Tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No . Pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. La madurez insigne de tu conocimiento. Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca. La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen y recuerdo una brisa triste por los olivos.
FIN DE LLANTO POR IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS
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lubay-nue · 3 years
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LA Caida del Águila 2
Notas del cap:
Releyendo los primeros capítulos de “El secuestro de un colibrí” recuerdo que les debo un lemon entre Rusia y México… al menos prometo que lo veremos en este fic (ya lo tengo escrito) pero se verá más adelante a base de recuerdos… digo, es lo menos que puedo hacer XP que cosas
Quiero aclarar para este capítulo en específico que no se absolutamente nada sobre salud mental (sí, creo que eso se nota con mis historias) así que no se de lo que estoy hablando… es más que seguro que estaré explicando incorrectamente sobre desórdenes mentales y esas cosas, les pido una disculpa y de una vez les voy dando el aviso
Ahora, con respecto al titulo… si bien, es una pregunta, su afirmación es un rotundo “no”… eso se explica entre este y el siguiente capitulo
¡A leer!
2 - ¿Eres real? No p.1
Sus ojos se sentían pesados… de algún modo, se sentía terriblemente cansado, aunque no supiera bien la razón; se sentó de todos modos, ya le estaba doliendo el cuerpo y, podía escuchar a través de su ventana los pajaritos cantando… o tal vez se estaban peleando porque era mucho el ruido que estaban haciendo. Se estiro por completo y miro a todos lados, se encontraba en su habitación, eso ya lo sabía pero…
-¿Tarde?- se pregunta… ¿Ya estaba atardeciendo? Se cuestionó confundido, poniéndose de pie, quitando las agujas de su cuerpo y saliendo con pasos torpes por la puerta. Encuentra luego de un rato como salir de su habitación que estaba cerrada otra vez; avanza sujetándose de los muros… su cuerpo se siente lento y torpe
Algunas enfermeras lo ven pasar y lo saludan, otras solo pasan de él, México trata de saludar a todos los que ve, incluso los pacientes que también le regresan el saludo o que lo saludan primero. Su camino termina en los jardines… no ha encontrado a su doctor Italia y eso es raro… por lo regular, siempre que se despertaba, lo encontraba cercas listo para saludarle y contarle que habría para el desayuno… y ahora que piensa en el desayuno, su estómago comienza a rugir exigiendo comida
-¿Dotor Italia?- pregunta, trabándose en algunas palabras y sin poder pronunciar correctamente la palabra “doctor”; sobando su cabeza cuando siente que, al haber hablado con un poco más de fuerza, un dolor le ha llegado desde la nuca, suelta un quejido de dolor, se toma de un muro y, cuando trata de abrir sus ojos y ver al frente, vuelve a encontrar la silueta de aquel country de blanco que le mira divertido y peligroso
=Andando niño… tenemos que darnos prisa y llegar a Axka= susurra con enfado aunque su gesto sea divertido y burlón, México niega, dando un paso hacia atrás en busca de escapar
-Ya te dije… que no pienso ir… mamá se pondrá triste y preocupada si me voy y no le digo- susurra de nuevo, dando otro paso más para atrás; Azteca avanza, puede sentir como lo toma de una de sus manos y lo jala hacia la puerta de salida del hospital
=No te estoy preguntando si quieres ir… TE ESTOY DANDO UNA ORDEN MÉXICO= lo que había sonado en principio como simples palabras, se vuelve una voz demoniaca y gutural que aterra al latino que comienza a luchar para alejarse del agarre y buscar escapar, aun cuando el dolor en su cabeza se agudiza al punto que creer que sus oídos iban a estallar
=Tienes que ir, no tienes otra opción México= asustado, nota a alguien tomándolo desde las espaldas, en cuanto gira la mirada, asustado se encuentra con ese otro de gorro extraño, tricolor que le mira con una sonrisa loca y aterradora
=Tienes que morir= susurra en locura aquel country; México cierra sus ojos, niega con desesperación, comienza a llamar desesperadamente por ayuda y a removerse… a lo lejos, cree alcanzar a ver a un niño pequeño que le mira con preocupación y tal vez, con dolor y, aun antes de poder pedirle que vaya por ayuda… escucha una nueva voz
-¡México!
*******************
-¡México! ¡México! ¡Despierta!- sus ojos se abren de golpe, se sienta bruscamente en la cama y de un salto, baja torpemente llegando hasta una esquina. Aterrado y con respiración agitada a mas no poder, mira a todos lados, encontrando por fin que la persona que le llama con preocupación es su doctor Italia quien, tan pronto lo ve de pie trata de acercarse. México corre a su lado, corriendo asustado y aferrándose a su abrazo
-Por favor… por favor… no deje que me lleven a Axka… Azteca quiere matarme… por favor… no deje… que me lleven…- suplica, Italia, sorprendido de la facilidad de palabra de México asiente, acariciando su cabeza para darle algo de tranquilidad
-Está bien cielo, no dejaremos que te lleven de aquí pero… encanto… dime ¿Quién es Azteca? Si me lo dices, podremos evitar que él se acerque de nuevo a ti- susurra preocupado, México lo mira, con esos grandes ojos inocentes y llenos de miedo
-Azteca es… Azteca es… malo… el…el… malo…- y, como si de una bruma fuera, cubriendo su mente, la asustada mirada del mexicano se pierde y de pronto, aun cuando sigue asustado, el pequeño México cambia su gesto a uno inocente y confundido, como el niño pequeño que ha tenido una pesadilla pero que ha olvidado como iba la mayor parte de esta… Italia sabe que ahora será imposible el saber que era lo que quería decirle, en especial, cuando el tricolor comienza a hablar como si fuera un niño pequeño
-Descuida cariño, ya paso… solo fue una fea pesadilla… pero vamos, es hora del desayuno, seguro tendrás hambre- y con tan fáciles palabras, el tricolor ha cambiado su gesto de miedo a una mirada llena de esperanza y asintiendo felizmente
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-Buenos días Doctor- escucha una cansada voz, en cuanto el italiano gira (pues estaba hablando tranquilamente con una enfermera) sonríe amable en cuanto nota a la misma mujer que todos los días, puntal, aparecía saludando con ese eterno gesto cansado y aun así, hermoso. Italia asiente, acercándose para saludar a la dama que corresponde con un beso en su mejilla
-Preciosa, una vez acabe tu visita con tu hijo, quisiera hacerte unas preguntas sobre el pequeño terrón de azúcar- anuncia, captando la atención de la mujer que confundida, solo asiente. Por mientras, Italia permite a la mujer entrar a una sala donde varios pacientes y algunos visitantes llegan, Mexica se dirige velozmente hacia su hijo que le recibe con besos, caricias inocentes y muchos abrazos que la dama corresponde con el mismo amor honesto
Y mientras Italia observa tranquilo y sigiloso las acciones tanto de la madre como su pequeño hijo, la sensación de un frio calando llega en cuanto piensa que, todo parece venir de la nada… un brusco cambio en la personalidad aderezado tal vez con síntomas de esquizofrenia era algo preocupante y a la vez coherente de pensar en un adolescente que fue secuestrado y torturado por lo poco que le explico España
Bajo el concepto de protegerse, una segunda personalidad sería posible, bajo la presión y la tortura, puede ser que la psique del menor haya captado a su torturador como parte de su personalidad… habiendo sido obligado a llegar a extremos inhumanos, el cerebro humano solía tener defensas extrañas y en ocasiones, más que ser de ayuda, dar más problemas… aun así, observa al menor sonriendo radiante, charlando y riendo junto a su madre que al menos se ve contenta estando a su lado…
El niño presentaba un retroceso en su consciencia debido al maltrato extremo o la exposición forzada a sucesos que no pudo soportar su mente de adolescente pero ¿Y las alucinaciones? Debieron aparecer al momento, no hasta ahora (o al menos en un tiempo más corto) así que, estaba confundido, en especial que, luego de tanto tiempo estando juntos, apenas venga mostrando los síntomas. Soltó un cansado suspiro, después de todo, había entrado a la rama de la medicina para ayudar a pacientes como el pequeño pero… todo le parecía tan extraño siempre que se trataba del menor… es… como si las cosas parecieran ser unas, pero la realidad fuera aún más enferma y retorcida de lo que pudiera ser creíble para el ojo humano… como si se combinara con una abstracta y enfermiza realidad que por supuesto la mente de un adolescente en su estado no había podido soportar por tanto tiempo
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-Es hora de despedirse cielo- Italia capta la atención de la pareja de countrys que, entre sonrisas y diversión, se detienen para notar a Italia quien les sonríe de un modo amable y gentil como siempre; Mexica asiente, México se endereza mejor y luego de regalarle otro dibujo a su madre, la despide con la mano, apenas cambiando levemente su gesto a uno ligeramente confundido cuando es el mexicano quien ve a lo lejos, parado en la única puerta de salida, a Azteca haciéndole señas para que fuera con él. México parpadea con fuerza, tallando sus ojos hasta el punto de lastimarse y, cuando vuelve a abrir sus ojos, se encuentra solo con su madre hablando entretenida con el doctor, ignorando que Azteca ha desaparecido delante de la mirada de todos… México baja la mirada con preocupación…
-No… entiendo- susurra el latino, bajando la mirada y volviendo a tomar sus colores para seguir dibujando, tallando cada tanto tiempo sus ojos, sintiendo, por momentos que parece vista nublarse confundido… y, cada que pestañea, como si fuera algún tipo de magia aterradora, se descubre en lugares muy, muy diferentes…
… … …
-Si no te molesta que ocupe un poco más de tu tiempo, quisiera hacerte unas preguntas sobre tu preciso hijo encanto- menciona Italia (*) viéndola con amabilidad que Mexica podía percibir un resquicio de tenue preocupación mayormente dominada por la confusión de la situación; aun así, la mujer asiente, observando a su hijo que, se dedica interesado a dibujar y que solo mira su hoja… como si de pronto no supiera que más dibujar. Mexica apenas suelta un suave respiro antes de sentir el cálido y casi tímido tacto de Italia sobre uno de sus brazos captando su atención y guiándola hacia otra habitación algo lejana… la reconoce, se trata de su oficina dentro del hospital se dice ella
Era un lugar tranquilo y agradable, te transmitía calidez y paz apenas entrabas, todo recubierto con plantas y flores; de grandes ventanales abiertos y cortinas descorridas permitiendo que la luz natural entrara agradable y cálida, apenas decorado con cuadros pintorescos y fotografías además de varios certificados y una pequeña biblioteca privada además de lo más importante, un escritorio donde se sienta el médico, delante suyo, una silla bastante más cómoda que las normales, para el resto tanto de pacientes como de clientes. Una vez ambos toman sus respectivos lugares, Italia, quien aún continúa sonriendo de un modo gentil, termina por acomodarse y ver a la mujer que se encuentra a la espera de saber qué es lo que traía entre manos el italiano
-Cielo, saliendo un poco de nuestros roles de médico-clienta… tu y yo sabemos perfectamente que hay dos cosas que nos unen… España y su trabajo, además de tu hijo- menciona, haciendo notar en la mujer un gesto más serio al no comprender exactamente hacia que dirección iba la conversación, aunque intuyendo ligeramente
-Como sabrás, soy amigo de España desde que éramos niños y… mentiría si digo que soy ignorante a lo que él se dedica, sumado a tus actitudes y el comportamiento de su otro amigo el rojito… puedo apostar que los tres están en el mismo rubro que mi España… no soy nadie para juzgar y no estoy juzgando nada- menciona, recargándose en el respaldo de su asiento, viendo seriamente a la mujer, suspirando preocupado de recordar cómo fue que volvió a ver a su amado amigo España luego de tantos años sin verse cara a cara (aunque manteniendo contacto por cartas) suspira de nuevo, viendo un momento al techo y volviendo la vista a la mujer que ya muestra un gesto completamente serio
-No esperaba menos de usted doctor- susurra ella, tratando de demostrar que no estaba molesta, aun cuando su gesto era serio, casi como si quisiera matar al hombre con la mirada. Italia suspira, sonriendo suavemente divertido y cambiando de nuevo a un gesto más serio. Se endereza en su lugar, inclinándose a su izquierda para sacar de entre los cajones un pequeño folder con varias hojas que entrega a la mujer que rápidamente comienza a revisar… se trata simple y sencillamente de dibujos de México pero…
Precisamente, porque son de México… hay historia que se revela gracias a ellos si eras bueno observando…
-Preciosa… han pasado ya 4 meses desde que tu precioso hijo está bajo mis cuidados y, como médico psiquiátrico te puedo decir que reconozco patrones… como puedes ver, los dibujos de tu hijo que estás viendo, son algo importante… tu hijo tiene 3 diferentes formas de dibujar encanto- menciona Italia, sacando de entre sus cajones otra carpeta y de ella saca dos grupos de hojas que entrega a la mujer y que, en cuanto observa, también deduce que son de su hijo, pero es verdad que lucían diferentes
-Cómo puedes ver, unos están hechos con crayones, estos son los más fantasiosos, los que más se apegan a la mentalidad de un niño pequeño inocente… ya sabes, unicornios, arcoíris, dibujos de mamá, papá, amigos y casas; luego, están los dibujos con lápices de colores… los que te entregue primero. En ellos podemos descubrir más cosas sobre su pasado- menciona, tomando la carpeta de manos de la mujer y sacando entre varios dibujos uno en particular que mostraba a alguien que Mexica apenas logra reconocer como Rusia, un trozo de carne roja y a México que parecía estar llorando hecho bolita
-A lo largo de nuestras ultimas sesiones… he podido sacar de su subconsciente que ese en la imagen es Rusia y la mancha roja, un cadáver y sin embargo… lo que más me tiene confundido y, honestamente, tal vez preocupado, es en realidad su tercera forma de dibujar cariño- menciona, dejando los dibujos de colores a un lado para mostrar los últimos
Mexica abre sus ojos cuando nota lo que hay en ellos
-No solo son los dibujos mejor definidos, como si fueran hechos por alguien más mayor… ¿Lo ves? Se ve perfectamente más equilibrado el dibujo, tienen una mejor forma… pero no hay colores, están todos hechos a lápiz y son estos, los que no parecen ser de México en realidad- menciona, entregando ahora únicamente los dibujos hechos a lápiz. Es verdad que se seguían viendo como si fueran hechos por niños pequeños, pero, había una clara y enorme diferencia entre los tres dibujos, siendo los dibujos a lápiz los que parecían hechos por un niño de mayor edad; no solo eso, lo que preocupa a Italia es claro…
Un country de bandera posiblemente blanca, con un escudo que no podía distinguir del todo… un niño similar a México, abrazando un pequeño bulto negro que quería parecer un conejo de peluche y a sus alrededores, a forma de un ser demoniaco, otro country y una mujer humana… agujas, sangre, cadáveres más definidos y una serie de dibujos de lo que parecen experimentos crueles sobre el pequeño niño mientras el country de escudo parecía ver con lágrimas en sus ojos la escena; en los últimos, aquel country de escudo lucia incluso estar encadenado mientras el pequeño niño lloraba y era enjaulado por la humana a quien, sin falta alguna, en absolutamente todos sus dibujos, su rostro era rayoneado con tal violencia que muchos incluso habían roto el papel de su rostro
Tumblr media
-¿Puedes tu decirme, si es que tienes una idea de quienes son ellos?- escucha de pronto la voz de Italia sacándola de su momento, observando las imágenes de todos sin comprender demasiado… solo sintiendo, lejanamente que ha visto de algo al country de escudo extraño… tal vez lo conocía? Además, estaba también el asunto del curioso conejo en las fotos del pequeño sin mencionar a la que parecía ser una mujer
-No doctor… temo que no se quienes sean- y no estaba mintiendo, de verdad no lo sabía, aun cuando sintiera que los conocía de algo… su mente no le permite unir cabos sueltos con alguien que tal vez, solo ha visto una única vez; niega de todos modos, igual de confundida pero dejando de ver los documentos para concentrar la mirada en el country que lucia preocupado y algo decepcionado de no haber podido descubrir de quien era que se trataba
-Bueno… la otra razón por la que te he pedido que vengas es porque… desde el día que viniste y el pequeño te tiro del banco en el jardín ¿Recuerdas ese momento? *Asentimiento* bien… desde ese día, el pequeño ha tenido algo parecido a alucinaciones, cada una más fuerte y más violenta… hemos tenido que llegar al grado de mantener al pequeño sedado durante las noches para que no suceda nada…- hay un corto silencio bastante pesado entre ambos, Italia piensa como explicar lo que iba a tener que decir, suelta un suave suspiro y mira a la mujer de nuevo
-Mexica, preciosa… teniendo en cuenta no solo que sus alucinaciones están aumentando y que ninguno de nuestros exámenes pueden revelar que es exactamente lo que le está pasando a tu hijo, sumado su habilidad para abrir candados… pienso que habrá que tomar medidas más serias para mantenerlo a salvo y, en el mejor de los casos, cuidar que no se vaya a lastimar a sí mismo- susurra, no queriendo anunciar algo tan pesado a la mujer que luego de escuchar todo, baja la mirada, asintiendo distante y preocupada igualmente por su propio hijo
-¿De verdad lo cree tan necesario?- pregunta por lo bajo, como quien busca otro tipo de esperanza más allá del desolador panorama que se le entrega. Italia suspira decaído, encogiéndose de hombros
-Es lo más recomendable en estos momentos… al menos hasta que pueda entender que es ese tal Azteca del que tanto habla el pequeño- Italia ha dejado de ver a Mexica, él se encentra bajo sus propias dudas, buscando que más podría hacer para ayudar al pequeño, sin notar la mirada sorprendida y pálida de la mujer que ha abierto sus ojos con miedo
-¿A… Azteca?- pregunta bajito y temerosa la mujer, con una voz titubeante a pronunciar un nombre que hacía tiempo nadie mencionaba. Italia gira a ver a la mujer que yace pálida, viendo hacia la nada, bajando la mirada hacia los dibujos nuevamente y sintiendo escalofríos en su piel, como si un viento frio se volviese una mano gélida que la congela en su lugar con su simple tacto; traga asustada, esperando por una respuesta negativa… más lo único que recibe del médico es una afirmación
-¿Lo conoces? ¿Es alguien que tuvo algo importante que ver con el pequeño?- pregunta Italia igual de confundido que la mujer que asiente titubeante pero se niega a mencionar palabra alguna. Italia suspira, sin comprender demasiado su temor, desviando su vista a pensar un poco sus opciones
-El pequeño parece asustado de ese tal Azteca, además de que, por lo poco que entiendo de sus palabras, lo quiere llevar a un lugar llamado Axka. Hasta ahora había supuesto que se trataba de algún tipo de esquizofrenia evolutiva y que en realidad ni Azteca o Axka existían pero, si tus los conoces, tal vez me puedas informar para saber contra que podría estarse enfrentando el pequeño México- menciona Italia, viendo alternadamente a la mujer al tiempo que explica sus propias suposiciones y lo que deduce en cuanto mira el gesto aterrado de la mujer
-¿Puedes… decirme?... ¿O es muy malo?- pregunta Italia, Mexica niega, sin saber exactamente que decir
-Se suponía que México había olvidado a Azteca hace mucho tiempo atrás- susurra ella bajito
¿Por qué? Y ¿Cómo? Es que México había vuelto a recordar a Azteca y ¿Por qué razón es que quería llevarlo a un lugar llamado Axka? ¿Qué era Axka? Se preguntó temerosa…
Una vez más, tenía más dudas que respuestas… y entre más tiempo busca escapar…
Mas parece darle la razón el tiempo a Nazi y obligar a la mujer a enfrentarse contra la misión que el country fallecido le entregó…
Notas finales:
*Van como tres o 5 veces que leo Itachi en vez de Italia… wtf cerebro???
No sé ustedes… a mí me preocupa el degrado mental que va teniendo México tan rápido… y espérense que las cosas se ponen peor en el siguiente capítulo (que si, ya tengo escrito) de verdad, que todo anda tenso… y en momentos como estos, me ando preguntando ¿Y pinche España y Urss? Los cabrones aun no salen XD se están maquillando pa salir en cámaras o que pedo? XD hahahahaha
Datos extras:
*El principio es un sueño de México… pero aguas, que por el hecho de que sean sueños no significa que no estén pasando… o que tal vez haya algo de verdad en ellos
*La ultima voz que escucha México cuando despierta es directamente la voz de Italia quien busca despertarlo
*Mientras México ande entre la consciencia y la inconsciencia, se muestra su verdadera personalidad, por eso tiene oportunidad de pedirle ayuda a Italia para que no lo lleven a Axka… por desgracia, entre más consciente se vuelve (o se despierta en todo caso) su mente lo regresa a la personalidad de un niño… es desesperante hasta para mí esto
*Mientras Italia habla con Mexica delante de México, este comienza a tener alucinaciones de algunos lugares que vivió mientras estuvo atrapado por Rusia y otras… que jamás había visto ¬u¬ y eso le confunde
*Indirectamente bien directo Italia le ha hecho entender a Mexica que él sabe que los tres son espías y no lo juzga (cofcof momento de ship cuando Italia llama a España “Mi España” y eso es lo que pone celosa a Mexica ¬u¬ cof cof) ho si, otro pretendiente a España muajajajjaaj
*Importante. Italia no sabe exactamente qué fue lo que le paso en realidad a México, puesto que ni siquiera sus padres lo saben, además que, solo mencionaron secuestro y tortura, sin saber hasta qué punto había llegado. Italia no hizo preguntas más allá de las clásicas que debía para saber un poco del adolescente pero, entre los cuidados que le tienen al menor, ha ido descubriendo lo que tuvo que pasar con Rusia y un poco con Nazi (aunque el importante ahorita es con Rusia)
*Si han sido buenos leyendo la parte de los dibujos, ahí ya hay pistas importantes… una en especial que ya es spoiler dentro de la trama misma
*Hasta antes de que Italia lo dijera, nadie sabía de la presencia de Azteca en la mente de México… y eso la alerta bastante… se suponía que si México no podía recordar absolutamente nada, Azteca ni siquiera debía de ser algún tipo de preocupación y sin embargo, ahí está… en su mente
*Amm… medio importante. Me disculpo por la conversación que tienen Italia y Mexica… me estaban hablando mucho y me desconcentre totalmente del escrito… es de esas veces que hay un chingo de ruido y no te dejan ni pensar correctamente, por eso la charla se ve rara en principio, de verdad me disculpo
Bueno, por ahora es todo
¿Les ha gustado?
Que tengan lindo día
¡Comenten!
¡El próximo capítulo veremos por fin a Urss!
Hahaha, el tercer capítulo siempre parece el importante dentro de la trama ¿se han dado cuenta? XD
¿¿Les gustaría apoyarme con alguno de estos???
Ko-fi
Patreon (No se muy bien como funciona)
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tellmeblackdiamond · 3 years
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Hoy si es un día de locura.
-¡IMPOSIBLE! Esto no se puede creer. -
La tarde estuvo tan soleada y el día tan caluroso que es poco creíble la posibilidad de que al caer la noche ella ha sido buena y me brinda un sereno arrasador que no ayuda precisamente a los corazones melancólicos, tan blandos como el mío.
- El clima de hoy ha sido una locura, todo el día hubo un calor infernal y ahora está haciendo mucho frío. -
Ahora entre la fría noche y la calmada soledad me acompañan mis canciones favoritas para romper el silencio junto con la luz de la luna y en este punto no dejó de verte al borde del sofa rockear con tu cabello sacudiendose al ritmo de la música.
- Que pesar. - exclame con un quejido.
Luego de estar bailando y cantando una de las canciones del playlist no me percate que derrame un poco de vino en lo único que me queda de ti. Si, esa cartita de letra temblorosa del único fucking San Valentín que he celebrado con la compañia de alguien. Pero, ¿por que el sobre esta fuera del estante en vez de estar llenándose de polvo?
Tome el sobre rápidamente y para mí suerte no se mojó el contenido pero en un acto de inercia acerque mi nariz a las hojas de papel y ya no tenían impregnadas tu aroma. Soltando una lágrima por el descontento no me di cuenta que se me fue la Copa que mantenía con una de mis manos.
-Diablos realmente hoy no es mi día. - y acto seguido sentí algo pegajoso entre los dedos de mis pies. Si, el vino.
Nerviosa por recoger los trozos de cristal cerca de mis pies descalzos me corto algunos dedos de mi mano y esperando tener dolor en cambio solo sentía que me quemaba un calor, ese calor que al igual que esas dedicatorias de mimos que me daban tu pulgar cuando sotenias mi mano a tal punto que la fricción me quemaba.
- ¡Concentrate! ¡Concentrate! Tengo que limpiar este desastre. - me digo para que el nivel de alcohol no gane la batalla y con mi cordura pueda mantener la limpieza en la Sala y creo que el orden en mi cabeza.
Recojo con torpeza los trozos de Copa y los pongo con cuidado en una cajita que había en mi habitación, luego tomo de la cocina algunas toallas de papel que dejo caer sobre el vino derramado para secar el suelo y acto seguido poniéndolas de igual forma en la caja con la Copa rota.
- Lo botare mañana al cesto de la basura. - Me empiezan arder los dedos con más fuerza y caen al suelo un par de gotas de sangre. - La Copa, la Copa, la Copa... - digo repitiendolo un par de veces más.
Caminando torpemente hasta la cocina, tomo la cajita de medicamentos que hay encima del congelador - curitas, ¿donde están? - mientras voy desordenando la Caja que estaba en completo orden. - ¡AY, AQUÍ ESTÁN! - digo al mismo tiempo que intentó ponermelo en los dedos.
- Ya, calma. Ya dejé de sangrar pero... - tomo suficiente oxígeno y prosigo - Te extraño, lo sabes ¿no? - declaro mientras me siento en el suelo de la sala con un tono de voz y un aura de derrota.
Luego de dar dicha confesión en voz alta voy recordando esa última vez que te vi al alejarte en ese auto de color rojo sin saber que no te veria más. Aún recuerdo que tenias la mezcla de nuestros perfumes en tu camiseta y el cabello oliendo seguramente a alguna fruta del Caribe.
- Sabes, hoy ha sido un pésimo día ya es media noche y creo que lo estoy empeorando así que mejor voy a colgar. - continuo hablando al mismo tiempo que miro el reloj de mi mano.
- No! No lo hagas, mejor sal a la terraza de tu casa. - me responde por primera vez.
Al escuchar las palabras mis sentidos agudizan y acto seguido me levanto del suelo y me apresuró a encaminarme hasta la terraza. Al salir lo veo recostado fuera del auto y no se si era el frío o alguna emoción que me daba a entender que entre el carro rojo y el tenían una competencia para saber quién tenía dicho color más fuerte, aún estaba con el teléfono sin alejarlo de su oído, suspira y al exhalar responde - Yo también te extraño. ¿Me escuchas bien o aún se pone entrecortada la llamada? -
Y en mi asombró sin algún filtro de lo que pudiera decir le respondo - Que demonios!? Hoy si es un día de locura. -
- si... - sonrió y el celular colgó.
21/06/21
-ves.
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versatiro2 · 4 years
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LA SECUOYA ROJA segunda parte
Pajarillos cantando, solo escuchaba eso, a varios pajarillos piando en la más absoluta oscuridad. No había diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados. También sentía el colchón húmedo y mi cuerpo pringoso, la cara, todo. Atusé mi pelo, me restregué los ojos y me levanté. Parecía que me había pasado un camión por encima, me dolían todos los músculos del cuerpo. Fui palpando las paredes del cuartucho para encontrar la puerta. No sabía si era de noche o de día. Encontré la manivela, y al abrirla, la claridad entró en el habitáculo. Tuve que guiñar los ojos porque a pesar de su suavidad, me dañaba la vista. Saqué la cabeza e intuí que estaba amaneciendo, la espesura del bosque de secuoyas tampoco dejaba entrar la luz abiertamente. Miré hacia dentro y vi que junto al colchón, había tiradas una cantimplora de metal y una vasija de barro rota que el día anterior no estaban allí, además de cierto desorden. Todo era muy extraño.
Salí y observé mi cuerpo, lo tenía lleno de rasguños, de arañazos, como si me hubiese peleado con un tigre. Me senté en una piedra a los pies de la majestuosa secuoya roja y reposé la espalda sobre su tronco. Estaba desnudo y hambriento. Era inútil buscar alimento en mi mochila, no me quedaba nada. Lo que hubiera dado en ese momento por una tostada con aceite de oliva y un café amargo. Sin embargo, en mi petate solo encontraría licores, el de Tiburcio y el tequila de los padres del pequeño Arizona, nada recomendable para empezar el día con aquella extraña resaca.
Tenía que largarme de allí pero no tenía fuerzas ni ganas. Necesitaba asearme, desprenderme de esa capa pegajosa que envolvía mi cuerpo. Miré hacia la copa del árbol y me quedé pensando. De repente, los pajarillos cesaron su canto y se oyó un tumulto a lo lejos. Bajé la cabeza y entre los sucesivos troncos rojizos, adiviné una nube de polvo que se dirigía hacia mí. Seguía sin fuerzas para moverme, así que me quedé como estaba. Poco a poco, la nube se fue haciendo más nítida y vi que lo que se acercaba era un puto rebaño de cabras y ovejas guiado por un pastor. Cuando aquel ejército estaba a tres metros de mí, se detuvo y su capitán se me quedó mirando en silencio, como esperando una respuesta. Yo solo podía ofrecerle mi sucia desnudez.
-Buenos días —dijo el pastor que mordía una ramita—. Te veo más repuesto, aunque estás hecho una mierda.
Me pregunté quién coño sería aquel tío que me hablaba como si me conociera.
-Toma, te he traído agua y jabón para que te limpies, y algo de comer —dijo acercándose—. Ah, y aquí tienes tu ropa, estaba empapada y ahí dentro no iba a secarse nunca.
-¿Quién eres? —pregunté—. No te recuerdo.
—No me extraña —dijo esgrimiendo una tierna sonrisa—. Anda, aséate y come algo.
Con un trapo de algodón fui limpiando mi cuerpo bajo la atenta observación de su mirada. El pastor no me quitaba ojo de encima mientras extendía un manta gigante en el suelo y abría una cesta de la que sacó un termo de café, una hogaza de pan, aceite, miel, jamón y fruta.
-¿Cuál es tu nombre? —pregunté mientras me lavaba las ingles.
-Eso es lo de menos.
-Yo me llamo Matt —dije intentando forzar empatía.
-Soy un simple pastor —dijo sirviéndome una taza de café—.
No conseguí que me dijera su nombre pero me daba igual. Me sentía bien compartiendo manta con aquel atractivo pastor de brazos peludos, y devorando su generoso desayuno.
Se quitó el sombrero de paja y descubrió un pelo a mechones grandes y desordenados. Tenía los ojos muy grandes, algo achinados y negros. Y su rostro estaba salpicado de una interesante barba poco poblada como la de un adolescente descuidado, pero el pastor tendría unos 30 años, como mínimo. Llevaba un pañuelo al cuello y vestía una camisa de cuadros rojos sin mangas y unos vaqueros desgastados. Me dieron morbo sus botas de cuero cubiertas de barro, claro que siendo pastor, no podía ser de otra manera. Yo, simplemente estaba sentado frente a él completamente desnudo, muy a gusto.
Cerré los ojos y aquel café amargo me supo a gloria, lo sentí correr por mi esófago, me dio la vida. Comí de todo lo que me trajo. Hasta me llamó la atención para que no me atragantase, estaba muerto de hambre.
-¿Te encuentras mejor? —me preguntó amablemente, y yo asentí con la boca llena—. Esta secuoya sí tiene nombre, se llama "La Torre de California" —quiso amenizarme el desayuno con una curiosa historia—. Un hacendado americano emigró a estas tierras y se trajo varios ejemplares hace ya 200 años. Habrás visto que no hay mucha más vida por aquí cerca. El tipo quiso recrear los bosques de su de California natal que tanto iba a extrañar, pues no pensaba volver por allí nunca más. Por lo visto huía de un mal de amores. Un puto cobarde de los que piensan que alejándose de los problemas le van a doler menos.
-¿Y qué fue de él? —me entró la curiosidad.
-Dicen que a pesar de sus riquezas, se hizo ermitaño y se construyó esta humilde casita donde enloqueció. Acabó colgado de la primera rama que ves.
-Claramente no le sirvió de nada huir de su frustración —añadí yo mirando hacia arriba.
—Dicen que este lugar está maldito, que se aparece los días de tormenta y que es justiciero con aquellos que ofenden al amor verdadero.
-¡Joder! Entonces, no vendrá nadie por aquí, aunque veo que tú no le tienes miedo.
-Son leyendas para adolescentes. Un día me decidí romper el misterio y me encontré con este maravilloso cuartucho. No le dije nada a nadie, pero me lo apropié por mis cojones. Mi granja no queda cerca y me viene bien como refugio cuando estoy de trashumancia.
-Veo que no tienes miedo a nada —dije admirando su actitud ante la vida.
-A algunas cosas sí, pero no seré tan torpe de desnudar mis debilidades, para desnudez ya tenemos la tuya —dijo mirándone el nabo.
Mi prepucio redundante brillaba como de costumbre. Que aquel pastor buenorro me estuviera alimentando y observando con tanto interés, había estimulado mi glándula seminal  sin ni siquiera empalmarme. Un descarado gotarrón me asomaba por el pellejo. Ni corto ni perezoso, acerqué la taza a mi nabo, escurrí la gota de mi prepucio en su interior y mirándolo fíjamente a sus enormes ojos negros, apuré el último sorbo de café amargo enriquecido con mi esencia.
-No olvides limpiarte por detrás —dijo el pastor recomponiéndose el paquete.
El cabrón, como no había dejado de observarme en ningún momento, llevaba la cuenta de cada uno de mis movimientos, y efectivamente, yo no había podido asearme por detrás. Los brazos y la espalda no me daban de sí. Las contracturas eran tremendas, y él se dio cuenta de mi torpeza.
-Trae, déjame que te ayude —dijo ofreciéndose.
Le di el trapo de algodón y me tumbé boca abajo sobre la manta. Con suma delicadeza, limpió mis heridas y me sacó aquella mugre pegajosa de la espalda. Cuando bajó a las lumbares, sentí una gran excitación y se me abrieron las piernas de forma instintiva. Como al acostarme me puse la polla y los huevos para abajo para no aplastármelos, sabía que al abrir las piernas, el cabrón del pastor lo tendría todo a mano.
Continuó con la limpieza de mi agradecido culo. Las pasadas eran más fuertes que las que me dio en la espalda. Yo sentía como mi rabo crecía y la punta del prepucio me humedecía uno de los muslos al rozarse con él. Pero el pastor estaba dedicado a mi culo, no me la tocó. Continuó lavándome la raja. Me la abrió con una mano y pasó el trapo delicadamente , de abajo a arriba. Lo enjuagaba y volvía a pasarlo. Aquello me hizo chorrear más todavía, me estaba dando en mi punto débil y mi rabo se empalmó por completo. Era una señal evidente de mi rápida recuperación. El cabrón tenía mi polla dura y goteante a mano pero seguía sin hacerle ni puto caso. Deseaba tanto que me la tocara que estuve a punto de decírselo, pero no me atreví. Su actitud era tan directiva, tan segura y tan sensual que no quise estropear sus eróticas caricias con mi necesidad instintiva genital. Lo dejé hacer sin más. Eso sí, mi erección, mi goteo y mis tímidos gemidos me delataban y sabía que en cualquier momento pasaría a una mayor intensidad.
Pero no fue el asunto tan rápido. El puto pastor dejó en paz la raja de mi culo y se tumbó junto a mí. El pelo me tapaba la cara y él, delicadamente me lo retiró para que pudiese verlo.
-Ahora sí estás completamente limpio —dijo en un tono de voz tan suave como las caricias de sus manos.
-Gracias —dije agradecido, aunque con el fuego encendido entre mis piernas—. Muchas gracias por todo.
Mi cara expresaba paz y gratitud con una inocente sonrisa, pero no quería que aquello acabase así, joder.
-Tienes la piel muy castigada —me decía mientras pasaba un dedo dibujando algo lentamente sobre mi espalda—. Tus músculos están agarrotados, necesitas cuidarte un poco más.
En el fondo, tenía razón, de alguna manera estaba descuidando mi cuerpo a la suerte de lo que quisieran hacer con él. Sentí una especie de pena por mí mismo.
El pastor se incorporó, se quitó el pañuelo que llevaba al cuello y lo abrió.
-Déjame darte lo que necesitas —y cubrió mi cabeza con su pañuelo rojo.
En verdad, sentía que toda mi sangre circulaba como un tornado entre mi ombligo y mis muslos, no tenía fuerzas para mover ninguna otra parte de mi cuerpo, así que, bajo la única visión de un cielo completamente encarnado, dejé que mis sentidos del tacto y el oído fueran mis únicos receptores del placer.
Escuché cómo su camisa caía al suelo y el sonido metálico de la hebilla del cinturón. También adiviné que desabrochaba los botones de sus pantalones, que se descalzaba sus sucias y morbosas botas y cómo el pantalón resbalaba por su velludas piernas. Se había desnudado y mi nabo volvió a secretar otra untuosa gotita de vida. De repente, sentí cómo se sentaba encima de mí con las piernas abiertas, sus muslos peludos aprisionaban a los míos. Y entonces, note su aliento en mi nuca. Era cálido, suave.
-Voy a darte más besos en este momento que todos los que te han dado en tu vida —me susurró al oído.
Produje más líquido preseminal con esa frase que con el mejor masaje prostático que me habían hecho nunca. Tenía el muslo izquierdo completamente empapado, ufff.
Yo solo suspiraba. Cuando noté sus labios sobre mi cuello, gemí un poco más fuerte producto del impacto. Fue como una corriente eléctrica. Y después de un beso húmedo y sonoro, vino otro, y otro, y otro. Me besó un hombro, la escápula, sentí especial sensibilidad en toda la zona del trapecio. Siguió besándome de izquierda a derecha, de arriba abajo. Disfruté de un beso en cada vértebra de mi columna. Yo me estaba deshaciendo de gusto por el capullo. Sentía toda la piel de su cuerpo erizada. El pastor se desplazó un poco más abajo y siguió besándome las costillas, las lumbares y los hoyuelos del sacro. Aquello me dio otra descarga brutal de endorfinas. Noté sus pies junto a los míos, se había bajado más para tener mejor acceso a mi culo. Entonces siguió besándome las nalgas por varios sitios. Sus labios estaban muy calientes, ufff. Con sus grandes y trabajadas manos, me abrió la raja y comenzó a besarla desde el sacro. Fue descendiendo por ella a golpe de labios ardientes. Me sorprendió que cuando llego al ojete, no me lo comió, se limitó a besarlo como me había besado el hombro o una vértebra. No le dedicó especial atención. Sus besos fueron bajando por mis muslos. Claramente evitó besarme la polla e incluso la mancha de chorreo en mi muslo izquierdo. Llegó hasta mis pies, que también besó con la misma calidez.
Yo tenía todo el cuerpo erotizado, el muy cabrón había conseguido que cualquier poro de mi piel tuviera la misma capacidad de transmitirme placer. Entonces volvió a subir a la posición de inicio. Ahora era el turno de su lengua. Siguió el mismo recorrido que con los besos, pero esta vez, la humedad y el calor eran mucho más evidentes. Me lamió de arriba abajo, la nuca, los hombros, recorrió mi columna enterita, cada centímetro de mis nalgas y cómo no, sentí también su lengua en mi raja peluda. Qué delicia, qué jugosidad. Escuché con mayor claridad que en ninguna otra zona el sonido de su saliva restregando mi vello anal. Sentí mi anillo blandito, se me abrió al ponerse tierno. Jugó con mis pliegues y me metió la lengua hasta la mitad, uffff. Siguió dándome lamidas por las piernas volviendo a evitar mi rabo hasta que me empapó los putos pies. Y vuelta a empezar. En esta ocasión usó sus labios y sus dientes como herramienta seductora, pero no hiriéndome, qué va. Sus mordiscos eran tan delicados como un beso y lo suficientemente fuertes como un tímido pellizco. Esa lenta elevación de la intensidad me estaba volviendo loco. Yo no paraba de jadear y de emitir quejidos como un perrito nostálgico. El tío pinzaba mi piel, la sostenía entre sus labios o sus dientes unos segundos y luego la soltaba. En mis nalgas fue donde más se entretuvo, por supuesto. Esos mordisquitos en el culo me sabían a gloria, me hacían chorrear más y más. El beso en el ojete ya fue un morreo, una comida en toda regla. Joder, qué labios, qué lengua. Me intentaba mordisquear los labios anales y yo se los ofrecía expulsándolos todo lo más que podía hacia afuera. Escuchaba la jugosidad del asunto y sus murmullos de disfrute al saborear mi ojete, algo que me excitaba todavía más. Y mi nabo, venga a soltar otro gotarrón, ufff. Cuando me mordió los gemelos y los dedos de los pies uno a uno, no sentí menos placer.
Y llegó lo que me imaginaba. Subió de nuevo a la posición inicial y me susurró al oído divinas palabras.
-Preparar el lienzo es imprescindible para que una pintura sea de calidad.
Entonces noté que se separaba de mí, ya no sentía ni la presión de su cuerpo ni el calor de su piel sobre la mía. Me tuvo desconcertado unos segundos, hasta que posó la punta de su nabo sobre mi nuca. Un puntero caliente y mojado que dibujaba dios sabe qué sobre mi piel. Me restregó la polla por cada centímetro. Podía sentir su miel en hilos que se conectaban, tejiendo sobre mi espalda una telaraña en la que me sentía deliciosamente atrapado. No le había visto la polla, pero debía tenerla con poco prepucio porque según el trazo que hiciese notaba unos roces lisos y otros rugosos. Eso sí, tenía el rabo durísimo porque, aunque intentaba rozarme con la mínima presión, a veces me pegaba un puntazo y la notaba con más contundencia, seguramente cuando perdía el equilibrio. Debía estar en paralelo con respecto a mi cuerpo, suspendido en el aire y apoyado únicamente con las manos abiertas, los pies de punta y manejando su pincel a golpe de cadera.
Su rabo recorrió ondeando sobre las apófisis espinosas de mi columna hasta llegar al nacimiento de mi raja. Allí se detuvo. Jugó a frotarse con mayor intensidad secretando más cantidad de líquido preseminal, me dejó un charco en la rabadilla. Luego volvió a sentarse sobre mis muslos y pasó a otro tipo de trazo. De repente noté que me dibujaba algo parecido a un corazón en cada nalga y después, empezó a darme sueves pollazos como si hubiera cambiado a un pincel de brocha gorda. Bufff. Qué puta maravilla, qué dureza de rabo. Estaba loco porque me la metiera, mi ojete estaba lubricando pura baba, pero no, no me la metió. Cesaron los tiernos pollazos y se encajó en mi raja para atravesarla sin meter nada. Solo se rozaba. Mi vello le hacia cosquillas y gemía de gusto. Cuando llegó al ojete, presionaba un poco pero no llegaba a entrar más que la puntita del glande, nada, y eso que yo lo abría para que se colara, pero el cabrón tenía muy controlada la presión que debía ejercer para no adelantar acontecimientos. Entonces, su polla siguió el camino hacia mis pies tejiendo su telaraña de miel por mis piernas. Se empeñó en lubricar mucho el hueco entre el dedo gordo y el segundo de mi pie derecho, y metió la polla en el agujero. Entraba y salía lentamente, me estaba follando el pie literalmente. Desde allí, posó sus grandes manos sobre mis gemelos y fue subiendo por mis muslos hasta que alcanzó mis mollas del culo. Las abrió y noté un hilo de saliva caer por toda mi raja hasta que se encajó en mi ojete superabierto. Los dedos de ambas manos reptaron hasta allí sin dejar de manosearme el culo, parecía que estuviese amasando pan. Entoces comenzó a urgar en mi ojete hambriento, ahora sí. Me lo volvía a ensalivar y metía más, un dedo, luego dos. Me lo abría horizontalmente y me lo besaba, joder, que manejo tenía el cabrón. Después fueron tres y luego cuatro, dos de cada mano, qué gustazo. Cada vez los metía más adentro y los movía en círculo, hacia los lados y rítmicamente hacia dentro y hacia fuera. Y llegó el momento clave. Me metió dos dedos de una mano y profundizó todo lo que pudo. Buscó mi punto gozoso y empezó a dar golpes repetidos y rapidísimos que me llevaron a un nivel sideral de placer. Joder, creí que me moría del gusto allí mismo, tirado en el suelo de un puto bosque de secuoyas, rodeado de cabras y ovejas que no paraban de balar y viendo un universo rojo, rojo como debía estar ya mi ojete a esas alturas. Sentí que mi cuerpo se diluía, como si no fuera mío. Mi polla, dura como una piedra, empezó a soltar un chorro largo de líquido, como si me estuviera meando sin control. Yo no podía parar de gemir, mis gritos se habían unido al tormentoso balido de las tiernas ovejillas.
El cabronazo del pastor me hizo aquello hasta tres veces seguidas con sus tres respectivos parones para mi recuperación y con mis tres respectivos chorros largos de líquido prostático. Sabía muy bien lo que hacía, sabía sacarle partido a mi culo como un verdadero maestro.
-Ahora quiero que te sientas libre, que hagas lo que quieras —me susurró con su aliento jadeante.
Yo no dije ni una palabra, no estaba dispuesto a estropear aquella maravilla. Mi silencio e inmovilidad eran una señal de permiso para seguir a su libre albedrío, y él supo interpretarlos enseguida.
Así que se tumbó sobre mí todo lo largo que era. Juntó su pecho con mi espalda, sus piernas por dentro de las mías, y sus brazos solapados a mis brazos para cogerme las manos. Aún así, yo seguía siendo más largo que él todavía, y su boca jugaba con mi cuello, podía escuchar su sensual respiración. Ahora sí, no fue con sus manos, no con sus labios ni con su boca ni siquiera con sus dientes, pero si fue con su propio rabo con lo que rozó el mío. Noté su tronco duro entre mis muslos, como una espada que busca su estrecha funda. Lejos de sentirme aplastado, me sentía fundido con él a falta de un última conexión. Se quedó quieto durante unos minutos, la única parte que movía de su cuerpo durante aquellos instantes era su boca. Me besaba y me lamía el cuello con pasión mientras apretaba sus dedos entrelazados a los míos. Entonces, al escuchar mis murmullos de gozo, comenzó a moverse, solo meneaba sus caderas lentamente. Su rabo duro subió hasta mis cojones y se hundió en ellos, qué rica sensación. Como los tenía aplastados, la presión de los empujones de su capullo era aún más placentera. Una vez sorteados mis huevos hinchados, siguió subiendo con el meneo hasta que su glande se topó con mi jugoso y peludo ojete. Uff, estaba deseando que terminase de acoplarse. No hizo falta usar las manos para nada. Yo expulsé mi anillo carnoso hacia fuera, y con la presión de su propio cuerpo, su nabo entró en mi culo sin el mayor de los problemas. En pocos meneos de cadera ya lo tenía dentro. Se me abrieron las carnes, a pesar de estar encarcelado bajo su cuerpo. Se me erizó todo el vello. Apretó más fuerte mis manos y entró hasta el fondo. Yo solo emitía sonidos placenteros, no tenía más que decir, solo disfrutar de su manera de follarme. Sus caderas fueron tomando protagonismo incidiendo en golpearme bien por dentro. Sabía dónde hacerlo para darme el mayor de los placeres. Me petaba con suavidad pero con contundencia al final del empujón. Y otra vez consiguió que soltara un chorro continuo de líquido prostático que noté atravesar mi ardiente uretra. Joder, estaba en sus manos, mi orgasmo estaba muy cerca, no podía controlar la maestría de sus pollazos y sus consecuencias. El pastor no dejó de moverse, de petarme, de follarme y de gemir por el gustazo que le daba tenerme atrapado entre su cuerpo y la puta manta de picnic.
-Antes te he alimentado por la boca —me dijo entre gruñidos—, ahora te alimentaré el alma.
¡Joder! Era lo más bonito que me habían dicho follando. Comparar mi ojete con la entrada de mi alma fue la gota que colmó el vaso. Entre terribles temblores y contracciones anales se deslechó en mis entrañas al mismo tiempo que yo me deslechaba sobre sus muslos y su manta.
En un balar estruendoso nos convertimos en dos cabrones más del rebaño que nos rodeaba. El orgasmo parecía infinito, me sentía pleno de su rabo, preñado de su leche misteriosa, fundidos en uno.
Al disiparse el éxtasis, el pastor detuvo sus caderas y se quedó pegado a mí. Su cipote seguía erecto dentro de mi culo reventado. Pareciera que no quería salir de allí por nada de este mundo. Todavía estuvimos así unos minutos hasta que su nabo se puso morcillón y poco a poco fue saliendo de mi ojete. Era una puta gozada sentir como iba resbalando hacia fuera, parecía un pescado resbaladizo en la mano. Y por fin, salió del todo y el pastor cayó hacia un lado. Entonces, me destapó la cara y vio en mis ojos las consecuencias de su magnífica faena. Yo no podía más que mantener los ojos entornados. Se me caía la baba y mi respiración era muy pausada.
-¿Estás preparado para seguir tu camino?
Me confundieron sus palabras. Era la primera vez que uno de mis amantes del camino me animaba a largarme.
-Sí, creo que con tu alimento y cuidados tendré energía suficiente para continuar  —dije sin mostrar mi confusión.
La puerta del cuartucho estaba a nuestros pies y el rebaño andaba esparcido por todas partes. Una de las cabras entró en la secuoya, su carácter no es ajeno a la curiosidad. El pastor y yo la mirábamos juguetear con todo lo que había revuelto por el suelo.
-Ayer, cuando entré al cuartucho estabas dormido. Al principio pensé que eras un vulgar ladronzuelo —dijo acariciando mi costado tumbado junto a mí—, pero me quedé observándote un rato, hasta que de repente, comenzaste a convulsionar de una forma enloquecida, dabas unos saltos increíbles y decías cosas rarísimas.
-Tengo lagunas. Sería una pesadilla —dije. Y de golpe, empecé a recordarlo todo.
-No, no fue un mal sueño. Tenías los ojos abiertos como platos y la cara endemoniada. Intenté sujetarte para que no te hicieses daño pero me fue imposible.
-¡Qué vergüenza!
-Con los brazos abiertos tiraste todas las herramientas que había colgadas, caíste sobre ellas y sinceramente, creo que yo también te hice algún que otro rasguño al inmovilizarte.
-Claro, todas estas heridas no las tenía ayer antes de entrar a la secuoya.
-Intenté darte leche de cabra recién ordeñada para calmarte, pero de un golpe, tiraste la vasija de barro al suelo.
-Así que la capa pringosa que tenía sobre el cuerpo era leche de cabra —deduje—. Entonces, ¿la cantimplora también es tuya?
-Sí, lo último que se me ocurrió fue regarte con agua para ver si se aplacaba del todo esa furia irracional, y funcionó. De ahí que estuvieras empapado.
-Lo siento tío, lo siento mucho.
-Tuvo que pasarte algo raro, algo que comiste, no sé. El caso es que, como vi que te volvías a dormir, te dejé descansar hasta esta mañana.
De repente, la cabra que había entrado en la secuoya, empezó a dar coces a todo lo que había por el suelo, embistió el colchón y lo destrozó. El pastor se alarmó bastante y ambos, desnudos, nos pusimos en pie mirando a la cabra loca.
-¿Qué le pasa? —pregunté—. Eso no es normal, ¿no?
-¿Tú qué crees? —dijo irónicamente—. Me recuerda a tu delirio de ayer.
-La leyenda, eso es la leyenda —dije ansioso—. La secuoya está maldita.
-¿Qué leyenda ni qué cojones?
El pastor entró en la secuoya, enganchó a la cabra como pudo y la inmovilizó.
-Rápido, échale agua.
Yo cogí el barreño que había usado para lavarme y se lo tiré por encima. Enseguida, la cabrita se calmó. El pastor observó aquel desastre mientras acariciaba a la cabra, y entre tanto trasto por el suelo, se quedó mirando el frasco de aceite de eucalipto macho que usé para calmar mis síntomas febriles y las rozaduras de mis piernas. Lo cogió, lo olió y me miró sorprendido.
-Esto es aceite esencial de eucalipto macho. Dime que lo diluiste antes de ponértelo.
Yo me quería morir. La cabra había chupado de aquel frasco y se había vuelto majareta. En aquel momento se me vinieron a la cabeza las palabras que me dijo Óscar cuando me lo regaló, "ten cuidado, aquí tienes un esquema con las diluciones, si te lo aplicas concentrado es neurotóxico".
-Ahora lo entiendo todo. No, no lo diluí.
-Tuviste un brote psicótico producto de la intoxicación —dijo sabiamente el pastor—. Sufriste una alucinación transitoria, seguramente muy amenazante, que te hizo desvariar.
Un poco avergonzado por lo ocurrido, propuse al pastor recoger la cabaña y adecentarla para dejarla tal y como la encontré. Así lo hice mientras él reagrupaba su rebaño.
Ya vestidos y con todo en orden, quise reiterarle mis disculpas y agradecerle sus cuidados.
-No puedo ofrecerte nada para compensarte, pastor —dije esperando su perdón.
-No espero nada de ti. No necesito nada de ti. Espero que recapacites sobre todo esto, te será útil.
El pastor me ató su pañuelo al cuello, y con una palmada en el culo, me dio permiso para marcharme. Él tomó el camino opuesto.
-Muchas gracias por todo, pastor —dije de espaldas, despidiéndome ya a unos cuantos metros.
-Por cierto, mi nombre es Eduardo —dijo gritando.
¡Joder! Eduardo. Cuando quise darme la vuelta, ya no había ni rastro de él ni del rebaño. Solo decenas de troncos de secuoyas rojas, y al fondo, la Torre de California, aquella que había dado cobijo a un delirio bastante cargado de verdad.
Ya solo quería salir de allí, dejar atrás el espeso sombraje del bosque de secuoyas rojas y dejar que un nuevo sol iluminase mi camino.
... CONTINUARÁ...
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jartitameteneis · 3 years
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Mari Trini, el icono lésbico de la Transición que cantó a los hombres "yo no soy esa que tú te imaginas"Enigmática, oscura, culta: la artista se calzó los tejanos y sobrevivió al público misógino que la llamaba "marimacho" y "borracha" cantando que no pensaba ser "tranquila" ni "sencilla".
- Lorena G. Maldonado -
A Mari Trini (Murcia, 1947) la llamaron “marimacho” porque fue la primera mujer en aparecer en Televisión Española llevando pantalones tejanos, y porque no jugaba a la baza de la sensualidad en escena: vestía sobria, sencilla, casi siempre de blanco y negro, dejando caer sobre los hombros su espesa melena rubia, lisa y recta. La compositora quería que se escuchasen sus canciones, no que a nadie se le fuese el ojo hacia otros derroteros. Siempre ignoró la moda de la chica ye-yé y de la minifalda: su espíritu respiraba más cerca de Juliette Gréco que de Karina. Le gustaban los coches grandes y, decía, esa faldita diminuía “no era práctica”. Ella quería encaramarse al toro y tomar el volante.
No fue pizpireta, no fue tintineante. Fue enigmática, y culta, y algo o scura: daba la sensación de que valía mucho más por lo que callaba. De que dentro de sí tenían lugar ev entos, fiestas y entierros sin que saliesen jamás a la superficie. Mari Trini fue, ante todo, dueña de su vida, y para conseguirlo tuvo que tejer con cuidado una muralla de discreción a su alrededor: era fácil que la prensa rosa volviese a poner en el foco del debate los amoríos de una mujer como centro de su personalidad.
Su recato físico es un dato innegable de su manera de ser, una elección muy consciente, a pesar de que le costase que cierto sector misógino del público llegase a decir que era coja o que tenía una pata de palo porque enseñaba poco las rodillas: miren ustedes, Mari Trini tenía dos piernas bellas como dos soles que un día llegó a encaramar a la mesa en una entrevista con Pedro Ruiz, cuando por fin se sentía cómoda y se sentía ella misma, en compadreo con el periodista, a quien apreciaba mucho.
Mucho más adelante, en el 84, llegaría a posar desnuda en la portada de Interviú -en unas imágenes, por cierto, naturales y hermosas, donde tampoco jugó a hipersexualizarse, porque nunca le hizo falta-, aunque también hay quien cuenta que, además de para acallar a las malas lenguas que cuestionaban sus potenciales defectos, lo hizo para superar un momento de dificultad económica. Nada nuevo bajo el sol: siempre el sistema sugiriendo a las mujeres que coticen lo que más interesa de ellas. El cuerpo.
Culta, misteriosa y viajera
Pero Mari Trini no era un cuerpo, o no sólo eso: su osamenta férrea y digna sirvió, sobre todo, para sujetar un cerebro privilegiado y culto que viajó por todo el mundo y que se empapó de músicas y de poemas distintos. La niña nacida en Caravaca de la Cruz compuso a los seis años su primera canción. A los siete, ya tocaba la guitarra; y, a los nueve, padeció una larga enfermedad que la obligó a postrarse en la cama hasta los catorce. "Fue una cosa del riñón. Padecí un foco infeccioso. Tuvieron que operarme varias veces de la garganta, la cabeza, los oídos… Mi boca quedó algo retorcida desde entonces”, contaba la artista. Ese gesto suyo también le valió el insulto de “borracha” por parte de sus detractores machistas.
Mari Trini.
Muchos apuntaron que esos años encerrada en casa apuntalaron su carácter retraído y algo huraño, pero ella no lo consentía: "Cuentan que soy arisca, solitaria, antipática… Falso. Lo que no me presto es a romances inventados, a trucos publicitarios, como hacen otros colegas”, lanzaba. Muy cierto: durante toda su vida fue una mujer hermética en lo personal y de su amor, de su gran amor -del que hablaremos más adelante- se supo poquísimo. “Mi vida particular es mía”, subrayaba. Tenía algo misterioso, Mari Trini, algo exquisito e inclasificable.
Con sólo 15 años conoció en Madrid a Nicholas Ray, cineasta de películas míticas de Hollywood como Rebelde sin causa: quedó encandilado con su talento, se convirtió en su representante y la convenció para trasladarse a Londres a seguir formándose -al principio fue con la idea de rodar un filme, pero no llegó a hacerse-. Allí conoció a Roman Polanski, Paul McCartney, James Mason y Marlene Dietrich, y empezó a coquetear con la canción francesa, por lo que acabó en París grabando sus tres primeros EP.
Yo no soy esa: himno feminista
A su regreso a España, cantó por Aute y por Patxi Andión, hasta que se hartó de interpretar las voces de otros y buscó incansablemente la propia: un trabajo, ustedes lo saben, que le lleva a uno toda la vida. Como le dijeron que las mujeres no sabían componer, se enrocó, como cuenta Miguel Ángel Bargueño en su libro Las chicas son rockeras.
Por eso fue que en su siguiente álbum, Escúchame, se consagró como una de las cantautoras fundamentales de habla castellana, fichada por Hispavox. Porque le dijeron “no puedes”. Aquí su Yo no soy esa, un auténtico himno feminista lanzado en 1971, con Franco vivísimo, con un nacionalcatolicismo implantado hasta la médula.
Yo no soy esa que tú te imaginas
una señorita tranquila y sencilla
que un día abandonas y siempre perdona
esa niña sí, no
esa no soy yo.
Yo no soy esa que tú te creías
la paloma blanca que te baila el agua
que ríe por nada, diciendo sí a todo
esa niña sí, no
esa no soy yo
Como diría la maravillosa Bette Davis en Eva al desnudo: “Abróchense los cinturones. Ésta va a ser una noche movidita”. Mari Trini vino a desvincularse, con esta letra inolvidable, de la concepción que el españolito medio tenía de la mujer de al lado: manifestaba, desafiante, que no pensaba ser complaciente ni dócil, que no iba a estar esperándole ni disculpándole sus escarceos con otras, que no iba a reírle las gracias tan fácilmente. Es mucho más interesante porque esta canción surge como una respuesta envenenada al Yo soy esa, la copla entonada por Juanita Reina -más tarde, también por Isabel Pantoja- y compuesta por Quintero, donde el mensaje era el opuesto:
Yo soy... esa
esa oscura clavellina
que va de esquina en esquina
volviendo atrás la cabeza.
Lo mismo me llaman Carmen
que Lolilla que Pilar
con lo que quieran llamarme
me tengo que conformar.
Soy la que no tiene nombre
la que a nadie le interesa
la perdición de los hombres
la que miente cuando besa.
No era su caso: Mari Trini sí tenía nombre, tenía autoría, tenía palabra, y no se refugió nunca en el arquetipo de femme fatale. No quería ser la “perdición” de nadie ni ir “de esquina en esquina”. Mucho esfuerzo ya era no perderse ella misma y dejarse llevar por la moral imperante. No se pensaba “conformar”. Por eso su canción continúa así, disparando al aire:
No podrás presumir jamás
de haber jugado
con la verdad, con el amor
de los demás
Si en verdad me quieres, yo ya no soy esa
que se acobarda frente a una borrasca
luchando entre olas encuentra la playa
esa niña sí, no
esa no soy yo.
Lo dejaba claro: nadie iba a jugar con ella, nadie iba a torearla. No tenía miedo. Pero sí tenía ganas de vivir y se mostraba poderosa, emancipada, incluso temible, como cuando al final, remata: “Pero si buscas tan sólo aventura / amigo, pon guardia a toda tu casa / yo no soy esa que pierde esperanzas”. Cuidado con ella.
Triángulos amorosos
Entre otros hits, como el celebérrimo Una estrella en mi jardín, resalta Ayúdala, que fue censurada en Argentina por tratar un triángulo amoroso, en un ejercicio de fraternidad -o lo que hoy llamaríamos sororidad-:
Ayúdala
no la lleves la contraria
pon sus pies sobre la tierra
sin que apenas se de cuenta
pero no quiebres sus alas
hoy teñidas de esperanzas
Ayúdala
que yo existo, no le digas
es tu amante, es tu amiga
la elegiste libremente
(…)
Yo te ruego que la quieras
y la aceptes como es.
Más segura aún, y más reveladora, se muestra Mari Trini en Diario de una mujer:
Con un diario de mujer me encontré
lo recogí, lo leí y lloré
un imposible fue su vida
su decepción llegó hasta el fin
eso y mucho más leí.
Por un amor en igualdad
apostó y perdió
y sin embargo lo dejó.
Fingía ser feliz en su entorno familiar
y en un duelo interno escribió:
“Oh, dios… oh, no… puedo más”.
Voy a salir de esta prisión, del mundo al que me uní
no soy feliz, voy a alcanzar mi libertad, que está esperándome
sin temor.
Aquí la cantautora se refiere a la complejidad de la vida de una mujer cualquiera, que, en realidad, era la crudeza de la vida de todas. Esfuerzos, decepciones, lucha por un amor igualitario y digno, hipocresía familiar, guerras civiles dentro de ella misma. Y siempre, siempre, la búsqueda de la libertad.
Icono lésbico (en secreto)
Al respecto de una de sus grandes versiones, Ne me quitte pas, Mari Trini dijo que era un tema “inmenso” por la “humildad del hombre ante la mujer”: “No es normal que un hombre diga cosas así, cosas como ‘déjame ser la sombra de tu sombra, la sombra de tu mano o la sombra de tu perro’, no es normal. Es el colmo de la debilidad”, alegó, en referencia a la supremacía machista. Ella sabía mucho de amor. Pensaba que “el amor es cuestión de inteligencia”, de capacidad para “dominar el carácter”: “Para enamorarse hay que ser inteligente, lo otro es como estar en celo. Y digo que para enamorarse hace falta ser inteligente, no ser culto, que es distinto”.
Su amor, su gran amor, fue Claudette Loetitia Lanza, una mujer francesa que había dejado a su marido por la cantante y que pasó con ella toda su vida -fue su secretaria personal 40 años-, aunque siempre lo llevaron con discreción porque la familia de Mari Trini era muy conservadora y católica.
También se sabe que la mismísima Gloria Fuertes se enamoró de ella y que intentó cortejarla, sin éxito, pero se convirtieron en grandes amigas. Hasta le dedicó un poema inédito. A pesar de que nunca hizo pública su condición sexual, Mari Trini fue un icono lésbico en su época. Así lo contaba Mili Hernández, activista LGTB y librera de Berkana: en las primeras reuniones lésbicas en los estertores del franquismo, las canciones de esta artista eran muy escuchadas porque para ellas “estaba muy claro todo”.
El 8 de marzo de 2008 recibió el premio "Lucha por la Igualdad" concedido por la Comunidad Autónoma de Murcia, donde había nacido, "por retratar a través de sus melodías las carencias, problemas y desigualdades de la mujer”. Fue uno de los últimos eventos a los que asistió. Falleció un año después, víctima de un cáncer de pulmón.
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myhelaxavier · 3 years
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Un poco Desvergonzado
2/22
La vida de un pasante del IC no es ni de cerca tan glamurosa como Tim había imaginado que sería, por un lado, las sedes, sedes reales, no como el edificio de la CIA en Langley, Virginia, que el público conoce, le asusta, hay cámaras por doquier, el edificio entero es inteligente y la vigilancia es electrónica incluso en el lavabo, le llevo un poco de tiempo acostumbrarse a lo que había esperado, afortunadamente, aunque tenía que compartir espació en el centro de entrenamiento con otro pasante, no tiene cámaras de seguridad dentro de la habitación, lo cual les proporciona una privacidad moderada, aunque tampoco es como si estuviera demasiado en su habitación, entrena diecisiete horas al día, y a veces mucho más que eso.
Hasta este momento, su entrenamiento incluye ejercicio físico, control de armas y equipamiento, filtraciones a ordenadores y sistemas electrónicos, lenguas extranjeras y por supuesto, combate, al menos el entrenamiento físico está comenzando a dar frutos, sus brazos comienzan a tener cierta definición, al igual que su pecho, el cual comienza a endurecerse y marcar sus abdominales, no es como sí pudiese usar su nuevo cuerpo para coquetear con chicos, terminaba tan cansado después de las sesiones de entrenamiento que simplemente se arroja boca abajo contra la cama y duerme como un muerto, ahora que lo piensa, no recuerda la última vez que había dormido tan plácidamente, quizás antes de que su madre muriese.
Es incapaz de recordar mucho sobre ella, a veces le parecía recordar un cálido abrazo y una suave voz cantando una canción de cuna, pero esos recuerdos son nublados, como un sueño, desconociendo si eran reales o no, es tan jodidamente injusto que no pudiese recordar mucho de su madre, pero sí pudiese recordar perfectamente bien la cara de desprecio de su tío, cada palabra cargada de odio solía decirle; pequeño maricón inútil, tu madre debió haberte abortado cuando tuvo la oportunidad, no eres nada más que una carga, un parásito… Tras sufrir durante dos años la ira de su tío, inducida por el alcohol, él huyó, pero no podía huir de esos recuerdos, las palabras aún permanecen con él, se juró a sí mismo que nunca más sería una carga para nadie. Considerándolo todo, podía considerarse suertudo, pudo haber sido peor, mucho peor, su tío nunca lo lastimó físicamente, nunca lo obligó a dormir a la intemperie en el invierno, aunque, estar bajo la “protección” de Ansel tampoco había sido mucho mejor. Comparando su antigua vida, con la vida como pasante del IC, esta es sencilla y agradable, ni siquiera le importa que pareciese ser el único enrolado en ese programa de adiestramiento tan intenso.
-Estoy tan celosa de ti -le dijo Saoirse, otra pasante, tenía dos semanas de haber empezado el entrenamiento, mientras él toma un descanso para almorzar- Pregunté por ahí, y la aceleración del programa de entrenamiento es para casos especiales, eso significa que pronto tendrás una misión real - él se limitó a asentir.
Tiene el presentimiento de que había sido reclutado para una misión específica, tiene demasiada curiosidad por ello, aunque los nerviosos juegan con su mente, antes de que pudiese decir algo, se dio cuenta de que la atención de Saoirse se concentró en otra parte. -Ese agente especial está mirándonos –susurró emocionada.
Siguió su mirada, se paralizo cuando vio al Agente 011, no ha vuelto a coincidir con él desde que lo llevo a las instalaciones de entrenamiento varias semanas atrás.
El hombre sigue siendo tan odiosamente atractivo tal y como lo recuerda, sus hombros y brazos son exquisitamente anchos, luciendo tan jodidamente bien en el traje que viste, el contraste entre su camisa blanca y su cuello bronceado es demasiado para sus pobres hormonas, apartó su mirada y se dijo severamente que dejase de comerse con la mirada a hombres heterosexuales; durante las semanas anteriores, escucho lo suficiente sobre el Agente 011 como para saber que el tipo es tan heterosexual como se puede, aparentemente, el hombre no es nada tímido al usar su cuerpo si la misión lo requería y había seducido a incontables mujeres, si los rumores son ciertos.
- ¿Y qué? -cuestionó al tiempo que se encogía de hombros.
- ¿Estás bromeando? ¡Los agentes especiales normalmente nunca molestan a los novatos! Son la élite, los mejores, la cima de la cadena alimenticia, los...
- Tú solo quieres follar con él –la interrumpió con una sonrisa, tratando de suprimir la urgencia de voltear a ver al Agente 011… Heterosexual, heterosexual, heterosexual, se repitió una y otra ves, maldita sea, ¿alguna vez aprenderá?
-Por supuesto que quiero -repuso Saoirse avergonzada- ¿Quién no querría? pero ese no es el punto, los agentes especiales literalmente nunca vienen aquí, hay como… Quince de ellos en total, y usualmente están de encubiertos... ¡Oh, dios mío, está viniendo hacia aquí Timmy!
-No me llames Timmy -la corrigió automáticamente, su mente se puso en marcha a toda velocidad, mientras observa al Agente 011 aproximarse hacia ellos con la Agente Teller a su lado.
La Agente Teller, es su instructora principal, aunque está vez luce un poco incómoda y... ¿tal vez molesta? no está seguro, no es demasiado bueno leyendo las emociones de personas que han sido entrenadas para ocultarlas.
-Chalamet – le llamó la Agente con voz fría - el Agente 011 se ha ofreció para hacerse cargo de tu entrenamiento en métodos de tortura e interrogación, ha sido fijada para esta tarde, síguelo.
Tragó saliva duramente, no está saltando de entusiasmo con la sesión de entrenamiento de esa tarde, sabe que el entrenamiento en tortura e interrogatorio es obligatorio para los agentes de campo, siendo instruidos para soportar toda clase de tortura y así no revelar ningún tipo de información clasificada, pero eso no significaba que no esté un poco asustado, tiene un vergonzosamente pequeño umbral del dolor.
Observo al Agente 011, el rostro del hombre es imposible de leer, simplemente sacudió la cabeza, señalándole que lo siguiera, y después se alejó, luchó para seguirlo.
-Hola -saludó con una sonrisa ladina - No has dicho hola, grosero - el Agente 011 le dedicó una mirada divertida y siguió caminando.
-Hola, castaño ¿Te gusta mucho el IC?
-Es... Interesante -respondió mientras se encoge de hombres.
-Esa es una forma de decirlo -replicó el Agente, guiándolo al cuarto de entrenamiento 2C.
Lo siguió dentro de la habitación y miró a los lados con nerviosismo, no puede ver ninguna herramienta de tortura de las que esperaba hallar, pero, claro, ¿cómo son realmente esas armas?
- ¿Así que eres huérfano? -escupió de manera nerviosa, debe comenzar a controlar su boca, antes de comenzar a meterse en problemas.
- ¿Qué? - el agente pregunto tranquilamente, mientras se deshacía de la chaqueta de su traje y la arrojaba sobre el escritorio.
- ¿Eres huérfano? he realizado averiguaciones, y la inmensa mayoría de pasantes lo son, tengo la teoría de que el IC prefiere reclutar huérfanos, lo cual es realmente jodido, y lo cierto es que asusta un poco, para ser honesto, porque la razón es bastante obvia ¿no? -el Agente soltó una carcajada. -Respira, Timmy, calma - él se sonrojó.
-Estoy respirando, no estoy nervioso, es solo que... Deberían nombrar a su curso de entrenamiento de otra forma ¿no crees? Métodos de tortura e interrogación, suena espeluznante -los labios del hombre se fruncieron.
-Comunicare tus sugerencias a los altos mandos -pero entonces, la alegría en sus ojos azules desapareció, reemplazándola por algo agrio y duro - Siéntate, Tim – se sentó en la única silla de toda la habitación … ¿Por qué tiene que estar tan oscuro?
-Siniestro -dijo con una risita que sonó dolorosamente incómoda y nerviosa incluso para sus propios oídos, que probablemente no engaña a nadie- ¿Así que ahora vas a torturarme? -el hombre rubio le miró sin expresión.
-Te diré un secreto; el entrenamiento de tortura e interrogación es un montón de basura - él parpadeó confundido.
- ¿De qué habla? -los sensuales labios del Agente se fruncieron en algo que no es siquiera una sonrisa.
-Si eres capturado, ningún tipo de entrenamiento, por muy completo que sea, te podrá preparar para la realidad de ahí fuera - sintió que su boca se secaba y su corazón golpea dolorosamente contra su corazón.
- ¿Entonces para qué es el entrenamiento? – pregunto a través del nudo en la garganta que se había formado.
- Para eliminar la debilidad mental – bajo su mirada, observando el suelo.
-Supongo que ya he fallado, entonces, creo que podría comenzar a hiperventilar- su mano sobo nerviosamente su nuca, tirando de uno de sus rizos.
-Es normal estar razonablemente nervioso, estarlo no te hace débil, la clave es no dejar que tus nervios te superen, algo de nerviosismo puede ser de utilidad en el campo, en realidad, puede hacerte menos temerario – él le sonrió tristemente.
- ¿Tú te pones nervioso durante una misión? - pregunto con un susurro.
-Ya no -aclaró el agente - pero no soy un novato, no tengo veinte años, tengo una década de experiencia - levantó la mirada, mientras su ceño se fruncia confundido.
- ¿Una década? ¿cuántos años tienes? - es difícil saber la edad del agente, podía tener cualquier edad entre los veinticinco y los treinta y cinco, pero de nuevo, un hombre con la estructura facial y la bronceada complexión del Agente 011 podían lucir ridículamente bien incluso en sus cuarenta, es tan jodidamente injusto.
-Clasificado -respondió el hombre rubio; él correspondió con un puchero.
-No eres divertido -lo miro con curiosidad - ¿Así que no vas a torturarme ni interrogarme? ¿Qué se supone que debo aprender entonces?
-La única manera infalible de evitar la tortura e interrogación es no dejando que te atrapen, y eso es lo que te enseñaré –se irguió en el asiento, sonriendo abiertamente emocionado.
- ¿Entrenamiento para encubierta? -el Agente 011 volvió a sonreír.
-Sí, pero me temo que no está ni cerca de ser tan emocionante como piensas que lo es- De cualquier manera, su estado de animo estaba mejorando que hace unos minutos atrás. Dos horas después, se sentía inclinado a coincidir con esa opinión, ser un agente de encubierto suena como un montón de trabajo, un trabajo tedioso y difícil que envolvía un montón de estudio y preparación.
-La clave de ser un buen agente encubierto es conocer tu papel tan bien que puedas pensar y actuar sin forzarlo, un momento de pausa, una leve vacilación puede echar a perder tu cubierta –con curiosidad, se atrevió a preguntar entonces.
- ¿Alguna vez has arruinado tu tapadera? -el rostro del Agente se puso extrañamente serio.
-Sí – respuestas cortas, pico algo grande.
- ¿Por qué? ¿Qué hiciste mal? -el hombre no respondió inmediatamente, él comenzó a preguntarse si había cruzado alguna línea, cuando el Agente al fin respondió en voz baja.
-Me ordenaron que asesinara a una espectadora inocente, una mujer embarazada que había presenciado algo que no debía, no pude… La dejé escapar - él frunció el ceño. -Bueno, hiciste lo correcto -el rostro del agente se volvió más frío.
-Me había tomado once meses infiltrarme en ese círculo de tráfico sexual; después de que mi tapadera fuese descubierta, le tomó al IC otros dos años para infiltrar a otro agente –cuando no continuó con su explicación, vacilo nuevamente, pero intento proseguir con la conversación.
-No entiendo, hiciste lo correcto.
-He leído los informes – respondió el hombre, su voz normalmente profunda, ahora sonaba vacía había niños entre esos trabajadores sexuales; el niño más pequeño tenía ocho... el más pequeño sobreviviente – lo miró a los ojos y sonrió - ¿Sigues pensando que hice lo correcto?
Lo observo fijamente, incapaz de articular palabra; si el Agente no hubiese arruinado su tapadera al salvar a esa mujer, podría haber salvado a esos niños mucho antes de lo que se hizo, pudo haberlo hecho, debió haberlo hecho...
- ¿Cómo lo haces? -susurró dolorosamente - ¿cómo se supone que tomas decisiones como esa? ¿cómo vives con eso? - los labios del hombre se encogieron.
-Piensas en el panorama completo, compartimentándolo, debes hacer lo que debes, y lo más importante, no lo arruinas y no te pones jodidamente sentimental cuando no debes - él mordió el interior de su mejilla, el Agente tomó su chaqueta y se deslizó dentro de ella- Es todo por ahora, tenemos las instrucciones pre-misión mañana a las ocho, tras eso, tendremos una semana para perfeccionar nuestras tapaderas.
-Espera, espera ¿Qué? ¿Mi primera misión es contigo? -el agente sólo asintió, con algo destellando en sus ojos, antes de encaminarse a la puerta.
-Por cierto, la respuesta a tu pregunta es sí -contestó abriendo la puerta; él frunció el ceño confundido.
-¿De qué hablas?
-Los huérfanos son los mejores reclutas – entonces se marchó.
El área administrativa es intimidantemente tranquila, un rígido contraste al centro de entrenamiento, el cual siempre es ruidoso y está lleno de personas; en un día normal no tendría la autorización para estar en está área, pero Amira, la directo en jefe, le había informado que por la duración de la misión, él tendría la autorización necesaria para poder permanecer en el área, a pesar de todo, aún se siente como un impostor, dolorosamente consciente de cuán joven e inexperimentado es en comparación de todos los demás en la sala de instrucciones, se encontró a sí mismo moviéndose más cerca del Agente 011, la única persona que conocía y que en cierto modo, lo siente como su salvavidas.
-Tomen asiento -dijo una mujer sentada en la silla principal de la mesa.
Se ubicó al lado del Agente, al lado opuesto de una mujer rubia, quizás unos cuantos años más grande que él, pero su mirada parecía más cálida que la de todos allí.
-Tim -dijo la mujer en la cabecera, forzándolo a mirarla, algo que había estado evitando desde que entro a la sala, ya que su mirada penetrante lo inquieta, revolviéndole el estómago - Sé que sigues siendo un pasante y tienes un largo camino que recorrer hasta completar tu entrenamiento, pero desafortunadamente, no tenemos agentes disponibles que cumplan los criterios para esta misión, por lo que no tenemos otra opción, más que enviar a un pasante, confío en que harás bien el trabajo; si lo haces, tu entrenamiento será acelerado y serás el Agente Chalamet en menos de dos meses.
-Greta… -intervino la rubia mujer joven, frente suyo - No creo que...
Una dura mirada de Greta silenció a la joven; sabe que su nombre probablemente no sea Greta, es de conocimiento común que nadie, excepto un selecto grupo de altos mandos en el gobierno sabían el nombre real de la directora principal, dentro del Servicio Secreto, Greta es simplemente conocida como "G"; es la figura fantasma detrás de la Jefatura del IC que el público en general conoce, que no es más que un señuelo, a veces todo ese sigilo es demasiado exagerado, antes de recordar que existe, una buena razón para serlo, ellos se reúnen con terroristas regularmente.
-Florence, por favor, perfila los parámetros de la misión –exhortó Greta, a la mujer rubia con una señal con las manos, para luego observarlo y añadir- Florence Pugh es la jefe de nuestro departamento de inteligencia - asintió agradecido, un poco sorprendido por cuán buena y considerada es Greta, para brindarle información, “Clasificada”.
Observo al Agente 011 y encontró que los labios de éste se encuentran fruncidos en una sonrisa sardónica, raro… la gran pantalla en la pared se activó y diviso la foto de un hombre bastante atractivo, quizás en sus treintas; Florence aclaró su garganta y prosiguió.
-Este es H. Cavil, tiene treinta y tres años, es un jefe criminal británico; su organización es parte de un círculo criminal al oriente de Europa, Cavil es de nuestro particular interés porque es responsable del abastecimiento de armas a otros miembros del círculo -los labios de la joven se fruncieron- Si nuestra inteligencia está en lo correcto, él ha empezado, recientemente, a vender armas nucleares a varios gobiernos europeos - él se revolvió en su asiento, observando al hombre a su lado, pero su rostro es inescrutable, probablemente él ya sabía todo eso - Tenemos razones para creer que Cavil tiene una fábrica nuclear subterránea en un país tercermundista, pero no tenemos pruebas, ya que hasta ahora hemos fallado en obtener su ubicación, localizar la fábrica es uno de los principales objetivos de la misión; el otro es conocer qué países han comprado armas nucleares provenientes de su fábrica, el problema es, que el sujeto es extremadamente cuidadoso y paranoico; no hay llamadas telefónicas ni emails concernientes a armas nucleares que podamos rastrear; no hay ninguna referencia de ellas en sus ordenadores, no al menos aquellos que están conectados a internet y nuestros mejores hackers fueron incapaces de encontrar cualquier cosa de uso, pero nuestro infiltrado ha sido capaz de saber que Cavil mantiene su información más vulnerable en un USB que siempre lleva consigo, necesitamos esa memoria, y luego necesitamos devolverla a la posesión de Cavil sin que él se dé cuenta, es por eso que necesitamos a un ladrón excepcional para esta misión, Chalamet - él frunció el ceño.
- ¿Por qué necesitan devolver la memoria USB?
Esa parte del plan hacía de una tarea sencilla algo rotundamente complejo, pues si Cavil es realmente tan paranoico como Florence afirmaba, entonces es probable que estuviese constantemente comprobando que el USB estuviese donde lo oculta ¿Tendrían el tiempo necesario para romper el código de acceso, copiar la información y devolver el USB? Fue Greta quien replicó, con su tono cuidadoso.
-Porque hay información muy vulnerable en esa memoria; no queremos que nadie sepa que tenemos posesión de ella, es por eso que muy pocas personas saben sobre esta misión -el hombre bufó, mirando a Greta fijamente - Su comentario no es requerido, 011 - el rubio alzó las cejas.
-No he dicho nada, Greta - Con curiosidad, alternó su mirada entre el Agente y la jefa del IC ¿Es idea suya o ambos agentes no se toleran entre ellos? Florence, volvió a aclarar su garganta.
-Te daremos una memoria USB que encaja con la descripción que nuestro infiltrado nos dio, y la cambiarás por la original; eso debería engañar a Cavil mientras tú copias la información y devuelves la original, en cualquier caso, no sabemos qué tan seguido accede Cavil a la información en la memoria, así que será preciso que lo averigües antes de proceder, sin comprometer tu cubierta, por supuesto -golpeteo ligeramente sus dedos contra la mesa, como si estuviera ordenando algo en su mente- Ahora, sobre tu cubierta, normalmente, es imposible aproximarse a Cavil sin que esté rodeado de guardaespaldas y sin ser sometido a extensas comprobaciones previas sobre tus antecedentes; pero hemos averiguado que a finales de mes, estará en un exclusivo crucero de lujo que abastece a... Gente rica con los gustos particulares que Cavil mantiene – Florence volvió a hacer una pausa y se acomodó en su asiento; le miró preguntándose por qué parecía tan incómoda.
- ¿Qué gustos? -preguntó cuándo, ni Greta ni el Agente dijeron nada; la joven hizo una mueca, con una mirada de vergüenza apareciendo en su rostro.
-Cavil tiene un gusto por jovencitos -explicó desde su lugar, con su tono suave, más de lo que esperaba de una jefa de inteligencia – Pero mayormente sobre la edad de consentimiento, hasta donde sabemos, no les obliga, le gusta complacerlos, le gusta ser... generoso con ellos, manteniéndolos en una burbuja de lujos; supongo que para reafirmar su ego -sus cejas se crisparon.
- ¿Se refiere a que le gusta mantener un Sugar baby? -la familiar mirada de diversión del Agente pasó por su rostro.
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eldiariodelarry · 4 years
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Clases de Seducción, parte 9: Felipe
Lista de Capítulos
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8
Cuando estaba a punto de llegar al otro extremo de la pista de baile, chocó con una chica de otro curso que estaba bailando demasiado entusiasmada (y descoordinada).
—¡Ten cuidado, estúpido! —le gritó la muchacha, de muy mal humor.
—Perdona, no te ví —se disculpó Rubén, hablando muy lento.
—Ponte lentes entonces, imbécil —le espetó nuevamente la muchacha.
Rubén no entendía por qué hacía tanto alboroto, y por qué era tan cruel con él, si no le había causado ningún daño.
Se desconcentró por completo de qué estaba haciendo antes de chocar con la niña. Se quedó varios segundos mirando el suelo, avergonzado por la situación, hasta que una mano tocó su hombro.
Se volteó y vio a Felipe, con las manos en los bolsillos de sus jeans negros, mirándolo con interés, y con una leve sonrisa.
—¿Cómo estay? —lo saludó, con su habitual monótona voz, acercándose levemente al oído de Rubén para que éste lo escuchara.
—Mejor —respondió él, acercándose igual que Felipe—. ¿Y tú?
—Bien —respondió sucintamente. Rubén sintió que ya estaba echando de menos hablar con él, a pesar de que eran muy pocas las veces que lo había hecho anteriormente.
—Bonita tenida —le dijo Rubén, fijándose en la polera negra con un dibujo con líneas punteadas blancas que simulaba una chaqueta de gala con una corbata, y una flor dibujada en el bolsillo de ésta, en el lado izquierdo del pecho. Lo que más le llamaba la atención, era que por fin lo veía sin una gorra, y lucía su corto cabello negro, de menos de un centímetro de largo.
—Gracias. No quise opacar a los que realmente celebran —respondió Felipe—. Me gusta tu traje —le dijo con su voz seria, y si no fuera porque lo conocía algo, Rubén se habría sentido intimidado—. Te ves bien —Rubén se ruborizó, y deseó que no se notara por la oscuridad del lugar.
—¿Cómo entraste? —quiso saber Rubén.
—Mis compañeros le pidieron a la directora si me podía dar una invitación especial —explicó, y Rubén agradeció mentalmente a los compañeros de Felipe por eso—. Voy a buscar una bebida, ¿quieres una? —ofreció, cambiando de tema.
—Bueno —aceptó Rubén sin dudarlo—. Te espero allá —le dijo, indicando el lugar cerca de la entrada donde había un par de sillones y sillas desocupadas.
Felipe asintió y se fue a la barra a buscar las bebidas. Rubén se dirigió al lugar indicado, donde se encontró con Liliana y Rafa.
—¿Por qué te sacaste la chaqueta? —le preguntaba Liliana al muchacho.
—Porque tú me dijiste que parecía estúpido —respondió Rafa.
—¡Nunca dije eso! Dije que sólo te abrocharas un solo botón, no los tres, o sino parecerías idiota —explicó ella blanqueando los ojos.
—Niños, no peleen, porfa —les pidió Rubén, interviniendo en la discusión, sintiéndose extrañamente alegre.
—No estamos peleando —respondieron ambos al unísono.
—Ah, bueno, perdón —se disculpó Rubén—. Aparte, ¿desde cuándo que son pareja?
—No somos pareja —nuevamente respondieron al mismo tiempo, poniendo cara de desagrado.
Rubén se rió.
—Bueno, amigos, disfruten la noche —les recomendó, sin saber de dónde venía este repentino optimismo.
—Pero si la estamos disfrutando —respondió Rafael, como si nada.
—Eras tú el que no la disfrutaba hace rato, cuando estábamos bailando, ¿te acuerdas? —le dijo Liliana, pero con tono suave.
Rubén se sonrojó, porque recordó que la chica tenía razón, aunque pensó que no había sido tan evidente. Todo por estar pendiente de Sebastian y como bailaba con Daniela.
En ese momento llegó Felipe, con un vaso de coca cola para Rubén, y uno de sprite para él.
—Toma —le dijo, con su característico tono de voz.
—Gracias —aceptó entusiasmado Rubén.
—Voy a conversar un rato con mis compañeros —le avisó Felipe—. De ahí seguimos hablando —se despidió con una sonrisa, levemente inclinada hacia la izquierda, se dio media vuelta y se perdió entre el gentío.
Rubén quedó confundido. No supo qué hacer con las ganas repentinas que tuvo de hablar con Felipe, el muchacho que apenas conocía, pero que por alguna extraña razón le provocaba querer conocerlo y ser su amigo.
—¿Y tú de cuando lo conoces? —le preguntó Liliana, con tono de copucha.
—Del liceo —comenzó a responder. Se bloqueó por un par de segundos y no supo qué más decir—. Un día que me desmayé y me llevó a la enfermería —respondió finalmente con una verdad.
—¿Y cuándo te desmayaste? —quiso saber Rafael, sorprendido.
—Un día que no había comido nada. Después de educación física —explicó Rubén.
Liliana soltó una risita.
—¿Por qué te ries? —le preguntó Rubén.
—Por nada —respondió ella—. Ya, niños, vamos a bailar —dijo, cambiando radicalmente de tema, y los tomó a ambos por las muñecas y se los llevó hasta la pista de baile.
Bailaron durante un par de canciones, con Liliana en medio de los dos chicos, hasta que Rubén les dijo que iría al baño. Cuando iba llegando, se encontró con Felipe, que venía saliendo.
—Hola —lo saludó con una leve sonrisa, pero con el mismo tono serio de siempre.
—Hola —respondió Rubén—. ¿Cómo lo has pasado hasta ahora? —habló muy lento para que no se le trabara la lengua.
—Bien —respondió Felipe levantando los hombros—. ¿Y tú?
—Bien —Rubén lo dijo con un tono dudoso. Felipe sonrió. Una sonrisa completa.
—¿Por qué lo dices así?, ¿acaso no te gusta bailar?
—Si, me gusta… —iba a explicar por qué no había respondido ese “bien” con mucha seguridad, pero lo pensó mejor y se contuvo—. Si, me gusta bailar —repitió, esta vez con seguridad.
—¿Bailemos? —le preguntó Felipe, como si no fuera gran cosa que dos chicos bailaran juntos.
Rubén quedó perplejo. Jamás esperó que Felipe le hiciera esa pregunta. Abrió los ojos como platos y soltó una risita nerviosa, por la sorpresa. Estaba seguro que se había sonrojado, pero no podía sentirlo porque el alcohol ya le provocaba cierta sensación de calor en la piel.
—Si quieres, puedes decir que no, y no pasa nada —acotó Felipe, y Rubén no notó que se sintiera avergonzado por haber preguntado eso, u ofendido por su reacción. Simplemente tenía la misma expresión que antes.
—No, no. Es que me pillaste de sorpresa con la pregunta —respondió rápidamente Rubén, sin darse cuenta que su lengua no le seguía el ritmo como debía.
—¿Cómo? —preguntó Felipe, confundido, pero sonriendo. Rubén pensó que quizás le hacía gracia verlo intentando disimular la embriaguez.
Rubén sintió que un remolino de euforia se desataba en su interior, por la propuesta del muchacho que tenía enfrente, y por la respuesta que iba a darle.
—Bailemos —respondió finalmente, después de dar un último suspiro para calmar la ansiedad.
Felipe sonrió, y nuevamente Rubén pudo apreciar su hermosa dentadura, y como se le marcaba una margarita en cada mejilla.
Sintió un leve mareo, efecto del alcohol en su sangre y de la audacia de estar haciendo algo que normalmente no se atrevería a hacer: iba a bailar en la fiesta de su liceo con otro chico, frente a todo el mundo.
Llegaron hasta el centro de la pista y comenzaron a bailar al ritmo del reggaetón.
A Rubén le sorprendió que Felipe bailara con tanta soltura, y que incluso cantara las canciones con muchas ganas. Pensó que al ser tan poco expresivo en su personalidad, sería igual al momento de carretear, pero claro, al ver que se atrevía a invitarlo a bailar, todas las suposiciones que pudo haber hecho con respecto a él quedaban en duda.
Al principio estaba nervioso, preocupado del resto, de si los demás estudiantes (y profesores) los miraban con reprobación, pero luego se enfocó en su pareja de baile, que bailaba con confianza y despreocupado.
“… nuestro amor es así, tu allá y yo aquí, yo muriendo por ti, dime que hago con esto”, cantaba Felipe, mirando a los ojos a Ruben, mientras bailaban.
En ningún momento bailaron pegados, ni se tocaron, simplemente bailaron juntos, mirándose a los ojos, cantando las canciones en voz alta, y riendo como si se conocieran de toda la vida, y Rubén miraba los labios de Felipe que se movían al ritmo de la letra de las canciones.
Sintió un impulso irrefrenable de besarlo. No sabía por qué, pero quería hacerlo. Dio un último vistazo alrededor, para asegurarse que nadie estaba pendiente de ellos para poder besarlo, pero justo su murada se topó con la de Sebastián, que lo miraba a unos diez metros de distancia, desde la barra. Se arrepintió.
Bajó la mirada, por varios segundos, suficientes para que Felipe se diera cuenta.
—¿Qué pasó? —le preguntó al oído el muchacho.
—Nada —respondió Rubén, levantando la mirada, intentando que no se notara su cambio de actitud—. Necesito ir al baño, ¿me esperas?
Esperó que Felipe asintiera, y se dio media vuelta en dirección al baño. Llegó con la mirada gacha, evitando hacer contacto visual con cualquiera que se le cruzara, y apenas entró a los servicios higiénicos, se apoyó en el lavamanos, y se miró al espejo por un par de segundos.
Presionó la llave del agua, que salió con mucha presión, mojándole toda la ropa. No le importó, y de todas formas se mojó la cara, y cuando volvió a mirarse al espejo, vio que Sebastian entró al baño y cerró la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó a Sebastian, al verlo revisar que los tres cubículos del baño cubículos estuvieran vacíos.
—¿Qué estás haciendo tú, Rube? —le preguntó, mirándolo a los ojos. Se mostraba enojado, pero Rubén notó en su mirada que estaba dolido.
—¿Cómo que qué estoy haciendo? —Rubén no sabía exactamente a qué se referia.
—¿Cómo se te ocurre ponerte a bailar con un hueon acá? —le espetó, aguantándose las ganas de hablar más fuerte.
—¿Qué tiene? —Rubén se acababa de dar cuenta de lo que había hecho. Se había atrevido a bailar con otro chico frente a todos, y se sintió orgulloso por eso.
—¿Cómo que qué tiene, Rube?, ahora todos van a hablar de ti…
—Seba, a nadie le importa. Me voy de acá y no volveré a ver a nadie. Con suerte a los niños del curso.
Sebastian dio un largo suspiro, para tranquilizarse. Rubén se dio cuenta que su amigo estaba visiblemente controlando sus emociones.
—Bueno, haz lo que quieras —dijo finalmente, rindiéndose.
Se quedaron en silencio por un buen rato, un silencio que, por primera vez en años de amistad, era incómodo. Sebastian miraba el diseño de las baldosas del suelo mientras Rubén se abstraía viendo las telas de araña que estaban en el rincón.
—¿De qué querías hablar? —le preguntó Rubén, después de varios segundos eternos de silencio, recordándole la solicitud que le hizo al iniciar la fiesta, de conversar más tarde.
—No, de nada —respondió levantando la mirada, haciendo contacto visual con Rubén, con los ojos rojos—. Ya no importa.
Sebastian se dio media vuelta y salió del baño. Rubén quedó muy confundido, solo. No sabía por qué Sebastian había tomado esa actitud por verlo bailando con Felipe. Suponía que era porque si la gente se enteraba que él era gay, lo iban a asociar a Sebastian inmediatamente por su amistad, pero igualmente desde su perspectiva no era gran cosa.
Sabía que le estaba costando asumir que probablemente le gustaba darle besos (según él no era gay), pero no sabía que a Sebastian también le molestaría que la gente supiera que era amigo de alguien homosexual.
Comenzó a sobre-pensar demasiado todo. Se angustió pensando en que, si ni siquiera su amigo quería tener algo que ver con él, cómo podía esperar que los demás reaccionaran.
No sabía cuanto tiempo había estado de pie junto al lavamanos, después de que Sebastian había salido, pero salió de su trance mental cuando entraron un par de chicos del cuarto C.
Al salir del baño, sintió que todos lo miraban. No sabía si realmente lo estaban mirando, por haber bailado con Felipe frente a todos, o si las palabras de Sebastian habían provocado en él cierta paranoia.
—¿Qué pasó? —le preguntó Felipe, apenas se reencontraron en la zona donde estaban los sillones. Ahí lo esperó.
—Nada, necesito tomar aire —respondió Rubén, sintiéndose ahogado. La conversación con Sebastian lo dejó aturdido, y la sensación de estar siendo observado y juzgado por todos lo agobió.
—Podemos salir a caminar, si quieres —ofreció Felipe, y Rubén aceptó.
Salieron de la discoteca, y bajaron caminando por el camino de tierra hasta la carretera, en silencio. Rubén iba de brazos cruzados, como si tuviera frío, pero la verdad era que el ambiente era bastante agradable, incluso cálido. Felipe iba con las manos en los bolsillos.
Rubén no entendía qué estaba pasando. Su amigo acababa de prácticamente admitirle que era un homofóbico (o quizás estaba malinterpretando en extremo sus palabras), y ahora él estaba caminando hacia la costa junto a Felipe, un virtual desconocido.
Al llegar a la carretera, se aseguraron que no venía ningún vehículo para poder cruzar, y luego bajaron hasta la playa.
No había luz artificial que iluminara la playa, pero aun así, la luna les permitió poder ver bien por donde caminar sin tropezarse o caer.
Caminaron hasta llegar donde una cerca compuesta por neumáticos a medio enterrar, y Rubén se sentó en el que estaba más cerca, dando un largo suspiro.
—¿Qué te pasó? —le preguntó Felipe, sentándose en el neumático que estaba al lado del de Rubén.
—Nada —respondió Rubén con rapidez—. Creo que me dio como una crisis de pánico o algo así. Sentí como que todos me estaban mirando.
—Porque te estaban mirando —afirmó Felipe, y Rubén sintió vértigo.
—¿Por qué me estaban mirando? —preguntó preocupado.
—Porque saliste todo mojado, mírate —le dijo, soltando una risita leve—. Bueno, ahora no se te nota porque esta todo oscuro.
Rubén recordó el incidente con el agua, que había mojado toda su ropa. Bajó la mirada, y efectivamente no notó nada diferente, pero luego se pasó las manos por la ropa y sintió que tenía húmedo el pantalón en la zona del cierre. Subió por su camisa, también húmeda, y luego llegó hasta su rostro y cabello, que estaba empapado. Supuso que el estado etílico que tenía en ese momento le había provocado perder el control cuando solo quería mojarse la cara, mojándose incluso el cabello, aunque le costaba entender cómo pudo haber pasado eso.
Se sonrojó por el ridículo que había hecho, pero agradeció que la oscuridad de la noche no lo dejara en evidencia.
—Soy tan estúpido —dijo, soltando una risa avergonzada, y se tapó la cara con las manos.
—A cualquiera le puede pasar —intentó confortarlo Felipe, con su habitual monotonía.
Se quedaron en silencio unos segundos, escuchando el ruido de las olas romper en las rocas de la playa. Rubén levantó la mirada y notó que Felipe miraba hacia el horizonte.
Recordó que hacía días tenía muchas preguntas que pensó que nunca le iba a poder hacer, y sintió el impulso de finalmente resolverlas.
—¿Quién es Guillermo Ramirez? —preguntó de improviso.
Felipe lo miró sorprendido, y sonrió nerviosamente. Por primera vez Rubén lo veía sin ese aire intimidante y serio.
—¿De dónde sacaste ese nombre? —quiso saber Felipe.
—De Facebook —respondió Rubén, sin importarle que el muchacho supiera que lo había estado buscando.
Felipe bajó la mirada, y Rubén supuso que estaba pensando qué responder, o cómo responder a su pregunta.
—Ese es mi nombre real —respondió finalmente.
—Pensé que te llamabas Felipe —le dijo Rubén, hablando con suavidad.
Felipe asintió, mirando la arena.
—Me llamo Guillermo Felipe, y odio mi primer nombre —Rubén notó que lo dijo con cierto tono de tristeza.
—¿Por qué lo odias? —quiso saber.
—Porque así se llama mi viejo. Guillermo Ramírez —respondió mirándolo a los ojos, y luego bajó nuevamente la vista.
—¿Y por qué odias el nombre de tu papá? —continuó preguntando Rubén, sin darse cuenta que quizás estaba incomodando a Felipe con tantas preguntas.
Después de preguntar, se dio cuenta que había sido un estúpido, e intuyó la razón.
—Porque me echó de la casa —respondió sin dejar de mirar el suelo.
La intuición de Rubén había estado muy equivocada. De hecho, pensaba que podía haber sido todo lo contrario.
—¿Y por qué te echó? —no sabía por qué seguía haciendo preguntas tan íntimas, si apenas lo conocía. Estaba seguro que era el alcohol el que lo impulsaba a ser tan imprudente con Felipe, pero le sorprendía también que el muchacho respondiera.
Felipe levantó la mirada, y miró a Rubén por largos segundos, indeciso.
Rubén le iba a decir que no era necesario que respondiera si no quería, pero en ese momento, Felipe se acercó a él, puso su mano en la nuca de Rubén, y lo besó.
—Por eso —respondió Felipe, después de separar sus labios, mirándolo a los ojos por una fracción de segundo. Luego se puso de pie y caminó hacia la playa.
Rubén se quedó sentado en el neumático, confundido. El misterioso chico que apenas conocía lo había besado, y le había contado cosas muy íntimas sobre él. Se pasó la lengua por los labios, saboreando la sal de la suave brisa marina, imaginando que era un rastro de los labios de Felipe.
Rubén sonrió, y sintió un golpe de adrenalina que aceleró su corazón. Las ganas de besarlo que había tenido dentro de la disco no habían sido tan descabelladas, ya que Felipe al parecer también lo quería besar.
Vio cómo Felipe se agachó a recoger unas piedras, que comenzó a lanzar hacia el agua. Se puso de pie, y caminó hasta donde estaba el muchacho. Se detuvo a su lado cuando lanzaba la última piedra que tenía en su mano.
—Mis viejos me echaron de la casa cuando supieron que soy gay —le contó, con la mirada clavada en el mar, y rompiendo con la monotonía de su voz habitual, dándole un matiz más emotivo—. Una vecina les dijo que me había visto con mi pololo de ese tiempo, despidiéndonos de beso en el paradero. Yo sabía que reaccionarían así —giró la cabeza y miró a rubén—, por eso no les había querido decir.
A Rubén le sorprendía que Felipe le estuviera contando todo eso, a él, que apenas lo conocía, pero agradecía la confianza, y sintió que quería conocer de verdad a Felipe, y quería que Felipe lo conociera a él.
—Cuando me echaron de la casa —continuó, sentándose en la arena, e indicándole a Rubén a que lo imitara—, no tenía dónde dormir. Me fui donde mi pololo por un par de semanas, pero no funcionó y terminamos.
—¿Por eso quedaste repitiendo? —le preguntó Rubén, después de un par de segundos en silencio, asimilando la historia de Felipe.
—Si. Empecé a bajar las notas por perder a mi familia, a mi pololo —respondió, bajando la mirada—. Me sentía solo, abandonado. Sentí que nadie me quería. No tenía ganas de nada.
—¿Y ahora, como te sientes? —quiso saber Rubén, preocupado por su bienestar emocional.
—Bien, supongo —respondió, retomando su tono serio habitual—. Mejor, ahora —agregó, mirando a Rubén. Sus ojos se habían acostumbrado a la escasa luz presente en la playa, así que podía ver mejor a Felipe, y estaba casi seguro de que lo vio sonrojarse—. Estuve así varios meses, deprimido, de casa en casa, hasta como febrero, cuando llegué a la casa de un ex compañero del liceo. Sus papás me hicieron ir al psicólogo para asegurarse que no haya quedado mal después de todo lo que pasó con mis viejos. Me han acogido súper bien, y me tratan como a un hijo más.
A Rubén le alegró saber que ahora estaba bien, y con una familia que lo apreciaba. Le entró la curiosidad de saber con qué amigo estaba viviendo, pero Felipe interrumpió sus pensamientos con una pregunta.
—Oye, Rubén, ¿y cómo me encontraste en Facebook si yo hace rato que no ocupo esa cuenta? —le preguntó.
—Porque me apareciste en una foto con la Dani —respondió con la verdad—, y quedé confundido por el nombre, no estaba seguro que fueras tu, o si tu nombre era realmente Felipe —el alcohol en su sangre le hacía decir todo sin pensarlo dos veces.
Felipe sonrió con la respuesta.
—Ya no tengo Facebook —le contó Felipe—. O sea, está ese, pero ya no lo uso.
—¿Y tienes MSN? —preguntó de inmediato Rubén, aprovechando el tema.
—Sí po —respondió Felipe, y le pidió el celular a Rubén para dejar anotado su número y su correo, y luego Rubén hizo lo mismo.
Continuaron conversando por largo rato. Rubén había aclarado muchas de sus dudas con respecto a quién era Felipe, y mientras más sabía de él y su historia, más quería seguir conociéndolo.
—Oye, y cuando le cuentas tu historia a la gente, ¿siempre viene con beso incluído? —le preguntó, bromeando con la forma en que le demostró que era gay.
Felipe se rió, como nunca antes, sin ningún muro que lo protegiera de mostrar sus emociones.
—No —respondió cuando terminó de reirse—. Me pareció que sería un buen recurso dramático.
—Recurso dramático —repitió Rubén, en voz baja, mirando la sonrisa de Felipe.
Se preguntó si efectivamente era un simple recurso dramático como había dicho, o realmente lo besó porque quería hacerlo. Decidió comprobarlo, y se abalanzó sobre Felipe, besándolo en los labios.
Por poco Felipe se fue de espaldas, pero pudo sostenerse con la mano izquierda, mientras con la derecha acariciaba el mentón de Rubén.
Rubén aplicó todo lo que había aprendido gracias a Sebastián, y le pareció que Felipe besaba aún mejor que su mentor.
Se acomodó, sentándose junto a Felipe, muy cerquita mientras seguía besándolo, llevando la batuta de la situación. Estaba eufórico, por estar besando al chico que lo tenía intrigado desde hace meses, aunque hasta entonces no sabía que ese interés en saber más de él tenía una raíz romántica, o quizás simplemente era el alcohol haciendo estragos en su organismo, confundiendo sus emociones. Pero no le importaba, pretendía disfrutar el momento al máximo.
—Buena —dijo Felipe, haciendo un gesto de aprobación al terminar de besarse.
—¿Buena? —repitió Rubén, un poco ofendido, soltando una risa incrédula—. ¿Solo buena?
—Muy buena —se corrigió Felipe, con su sonrisa torcida levemente hacia la izquierda.
—Bueno, igual conste que lo hice solo para darle dramatismo a la situación, igual que tú —dijo Rubén, bromeando.
Se quitó la chaqueta porque le estaba dando calor, y los zapatos también para estar más cómodo. Notó que la camisa se había salido de debajo del pantalón, pero no le importó.
—¿No te dio pena venir a la fiesta y ver a tus amigos celebrando? —quiso saber Rubén, abrazando sus rodillas.
—No —respondió de inmediato Felipe—. O sea, si. Un poco. Ya lo tengo superado, pero me habría gustado estar celebrando con ustedes. Aparte, no vine precisamente a celebrar.
—¿Y a qué viniste? —quiso saber Rubén, confundido.
—No te diré —respondió Felipe, poniéndose serio, pero soltó una sonrisa después de unos segundos.
—¿Qué pasó? —preguntó Rubén.
—Nada —respondió poniéndose serio denuevo, aguantándose las ganas de reir.
A Rubén le gustaba verlo sonreir. Sentía como si con él, Felipe tenía la confianza de bajar todas sus defensas y dejarse ver tal cual era, aunque también le gustaba su forma de ser cotidianamente, más serio y “raro”, como habría dicho Sebastian.
—Rubén, ¿te puedo preguntar algo? —le preguntó Felipe, después de un par de segundos de silencio, que no fueron para nada incómodos. Rubén asintió—. ¿Qué pasa entre tú y tu amigo?
Rubén se puso nervioso, y no supo qué responder. Sentía que, extrañamente tenía confianza con Felipe, pero también sentía que no podía traicionar a su amigo y contarle a otra persona sobre lo que ambos tenían (o no tenían, ya no estaba seguro). Sabía que probablemente Felipe no le contaría a nadie si le decía la verdad, pero no podía arriesgarse.
—Nada —respondió finalmente Rubén, mintiendo—, ¿por?
—Bueno, por el beso de la otra vez, y por lo de hoy —dijo lentamente Felipe.
—¿Qué cosa de hoy? —preguntó Rubén, preocupado. Quizás había estado observando a Sebastian demasiado evidentemente sin darse cuenta.
—Que estaban en el baño juntos, y luego los dos salieron alterados —explicó.
Rubén pensó que Felipe no se había percatado de eso.
—Ah, no, eso no fue nada. Me dio como una crisis de pánico porque me sentí muy observado, eso es todo —mintió, hablando muy lentamente.
Felipe asintió, aceptando su respuesta, aunque Rubén sintió que no logró convencerlo. Se sintió mal por mentirle, pero pensó que era necesario para proteger a su amigo.
—Ya es tarde, creo que deberíamos volver —dijo Felipe después de unos segundos de silencio, mirando su reloj de pulsera.
—¡No!, quedémonos otro rato más —le pidió Rubén, hablando lentamente, y acercándose a Felipe para apoyar su cabeza en su hombro. No sabía por qué actuaba así con él, y se sintió medio tonto, pero prefirió culpar al alcohol.
El tratar de mentir para inhibir el impulso natural de responder con la verdad por el alcohol, hizo que se agotara inusualmente rápido, sin embargo, no quería por ningún motivo que esa noche terminara.
Felipe le acarició el cabello, en silencio, mientras Rubén sentía el aroma de su perfume, y le gustó mucho. Se relajó, con las caricias que recibía en el pelo, y cada vez se iba acomodando más en el hombro de Felipe, hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormido.
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blue-temperature · 3 years
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[ESP] Mr. Love Queen’s Choice — Cumpleaños de MC —
Hoy es un día especial. ¿A quién deseas ver más?
[ Ver Victor ] 1 [ Ver a Lucien ] 2 [ Ver a Kiro ] 3 [ Ver a Gavin ] 4 [ Ver a Shaw ] 5
[ 1 ]
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— Victor: ¿De qué te estás riendo? ¿Regalo? ¿Qué regalo? ¿Cumpleaños?... ¿Hoy?
Victor mantuvo una cara de poker, pero habló con un ritmo deliberadamente más lento y con una voz más profunda, revelando una pista de paciencia y ternura.
— Victor: ¿Qué te asegura de que no me olvidé?
Él caminó dos pasos hacia adelante mientras hablaba. Solo entonces noté que ahí había un delicado pastel de dos capas en la mesa de té detrás de él.
— Victor: ... (Risa) Pero en efecto, nunca lo olvidaría. Feliz cumpleaños.
Victor se giró y caminó hacia la mesa de té, luego encendió las velas del pastel.
— Victor: Pide un deseo. Pide un deseo y sopla las velas. ¿Por qué me estás mirando? ... Ya canté la canción de cumpleaños el año pasado. ... De acuerdo, cumpliré la tradición una vez más. Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti.
Victor me miró con una mirada resignada.
— Victor: Aunque aún sigues siendo una tonta, has crecido mucho este año... Espero que siempre te mantengas fuerte, resistente, así como animada y despreocupada como eres ahora...Sin temer nada frente a las dificultades y contratiempos... Y vive cada día de tu vida con alegría.
Su voz era suave, pero resonó en mi corazón como olas sin fin. Y su vaga sonrisa... era más tierna que nunca.
— Victor: ¿El gato te comió la lengua?
Sonreí con calma y me paré frente al pastel que Victor preparó de manera elaborada, luego cerré mis ojos. Un aroma familiar y una refrescante esencia se acercó a mí en la oscuridad. Mi respiración acelerada y mi corazón latió con fuerza. Casi olvido qué iba a desear. Luego, me encontré a mí misma siendo atrapada en un cálido abrazo.
— Victor: Feliz cumpleaños, tonta. Gracias por venir a este mundo... Y por ser parte de mi vida.
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En el momento en el que desperté, me encontré con un par de serenos y profundos ojos.
— Lucien: Feliz cumpleaños. Solo quería ser el primero en desearte un feliz cumpleaños. ¿Te sorprendí?
Él sonrió y sus ojos se curvaron en medias lunas.
— Lucien: Nunca lo olvidaré. O mejor... Nunca necesito recordar cosas acerca de ti. Están todas grabadas en mi corazón. (Risas) ¿Un año mayor? No es así. Para mí, siempre serás una pequeña niña curiosa que hace cosas absurdas ocasionalmente. Un cumpleaños solo significa que estás lista para nuevas aventuras. ¿No es así?
Mientras hablaba, tomó una caja negra bastante pequeña de su bolsillo. Sus ojos brillaban con el sol de la mañana. Él abrió la caja lentamente. La misma luz brillante y deslumbrante se reflejó en un colgante de arcoíris.
— Lucien: Puedo decir por tu expresión que te gusta. ¿Debería ponértelo?
Sonriendo, Lucien se inclinó y puso sus brazos alrededor de mi cuello. Estábamos tan cerca que pude oler la refrescante esencia del sol en su cuello. Mientras los cálidos dedos permanecían en mi cuello, no pude evitar apretar el edredón con fuerza, sin saber si mirar su perfil o su cabello.
— Lucien: Hermoso.
Él retiró sus manos pero no se movió. Sus ojos estaban llenos con una ternura familiar.
— Lucien: Feliz cumpleaños. Antes de conocerte, nunca pensé... que un día aleatorio en el calendario significaría tanto para mí. ¿Tienes algún otro deseo? ¿Canción de cumpleaños? Bien. Te cantaré la canción de cumpleaños cada año, ¿Cierto? Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...
Después de la canción de cumpleaños, Lucien sonrió levemente y me besó en la frente.
— Lucien: Prométeme... Déjanos vivir la vida juntos. No quiero perderme ninguno de tus cumpleaños.
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Dijo que esperaría por mí aquí. ¿Pero dónde está él? Cuando estuve por decir el nombre de Kiro, mis ojos fueron cubiertos por un par de cálidas palmas.
— Kiro: ¡MC, feliz cumpleaños!
Escuché una voz familiar. Intenté girarme, pero fui atrapada por sus brazos.
— Kiro: Espera... Tengo una sorpresa para ti...
Seguí a Kiro y caminé hacia adelanto paso a paso. Sintiendo su cuerpo y respiración cálidos, pude dar cada paso con tranquilidad, a pesar de toda al oscuridad a mi alrededor.
— Kiro: Ermm... Necesito liberar mis manos por un momento, pero prométeme que no abrirás los ojos. ¡Solo un momento!
Kiro gentilmente retiró sus manos de mis ojos y pude oír el frufrú. Curiosa, caminé unos pocos pasos más cerca, pero tropecé con algo... Cayendo directamente en un cálido abrazo.
— Kiro: Ah... ¿Estás bien? Solo estaba... encendiendo las velas para ti.
Kiro me dejó ir, con la sonrisa más deslumbrante en su rostro. En la mesa detrás de él estaba un pastel de cumpleaños de dos capas con una vela encendida.
— Kiro: ¡Ta-dán! Yo mismo diseñé el pastel. ¿Te gusta? Mira, los dos pequeños osos somos tú y yo. Uno está sujetando una guitarra, cantando alegremente, mientras el otro está sentado cómodamente en el césped.
Kiro de repente se inclinó mientras hablaba. Lentamente, envolvió sus brazos a mi alrededor, sosteniéndome con fuerza en su abrazo.
— Kiro: Estoy siempre agradecido de que en este día, mi persona favorita haya sido traída a este mundo... Espero poder llenar todos tus días con alegría. Ven, pide un deseo. Hmm... Según la tradición, ¿Deberíamos cantar la canción de cumpleaños primero? Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...
Sentí su respiración contra mi cuello y rozando mi oreja, interrumpiendo mis pensamientos.
— Kiro: ¿No has pedido tu deseo aún? Bueno, entonces... ¡Ven a probar el pastel que preparé para ti!
Bajo la mirada expectante de Kiro, rápidamente tomé algo de crema para él en lugar de probarlo por mi misma primero.
— Kiro: ¿Hmm? ¿Yo primero?
Kiro dudó un poco, pero pronto abrió su boca, envolviendo mi cuchara.
— Kiro: En efecto es muy dulce... 
Mis orejas se pusieron rojas mientras sus brillantes ojos se fijaron en mí. Intenté evadir su mirada, pero algo cálido tocó mi mejilla.
— Kiro: Ahora... He probado algo más dulce.
Aturdida, solo pude mirarlo de vuelta en silencio. Entonces besó mi cuello con anhelo.
— Kiro: Feliz cumpleaños. Quiero darte felicidad hoy y cada día.
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— Gavin: Regresé...
Gavin se paró derecho en la puerta, un poco cansado, pero aún sonriendo brillantemente.
— Gavin: ¿Cómo podría olvidar tu cumpleaños? No te preocupes. La misión fue un éxito.
Gavin respondió a mis preocupaciones casualmente, pero su desgastada mirada reveló que él había estado viajando día y noche.
— Gavin: Hubo un retraso, así que el regalo aún está en camino... Lo siento.
Él se revolvió el cabello impacientemente, pareciendo molesto por su error.
— Gavin: ¿Preocupada de que no pudiera llegar a casa? No, definitivamente regresaré. De todos los días del año, solo hoy es tu cumpleaños. Significa mucho para mí.
Gavin miró directamente hacia mí con una sonrisa determinada.
— Gavin: Incluso aunque tu regalo llegue tarde...
Sonriendo, él extendió las manos previamente escondidas en su espalda y una exquisita caja de pastel apareción frente a mí.
— Gavin: Feliz cumpleaños.
Abrió la caja, revelando un pequeño pastel decorado con una pequeña versión de mí.
— Gavin: ¿Pides un deseo? Cualquier cosa que sea, lo volveré realidad.
Viendo la cara seria de Gavin, no pude evitar sonreír y cerrar mis ojos mientras mis manos se cruzaban frente a mi pecho. Cuando abrí mis ojos de nuevo, Gavin gentilmente puso mi cabello detrás de mis orejas. Pude sentir las cálidas puntas de sus dedos rozando el lado de mi mejilla.
— Gavin: ¿Pediste tu deseo? Sin importar qué deseaste... Desde este momento, es el objetivo más importante en mi vida. Lo prometo.
Miré a los claros ojos de Gavin y me sentí a gusto. Así que me incliné cerca, bajé mi cabeza y sostuve la punta de su abrigo.
— Gavin: (Risa) ¿Canción de cumpleaños? La cantaré todas las veces que quieras.
Sentí su calidez acercándose a mi oído con la esencia y sonrisa familiar.
— Gavin: Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...
Cada respiración que tomó movió mi corazón como ondas en el agua cuando el viento sopla. Su voz gradualmente se suavizó, hasta que solo quedó una lenta y calma respiración. Un tierno beso cayó sobre mi mejilla.
— Gavin: Feliz cumpleaños.
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— Shaw: ¿Qué hay con esa expresión? Es el cumpleaños de alguien hoy. No sé si alguien lo está celebrando para ella, así que, aquí estoy.
Viendo mi mirada llena de sorpresa, Shaw puso una sonrisa satisfecha.
— Shaw: Por supuesto sé que es tu cumpleaños. Eres muy importante para mí.
Él bajó deliberadamente su voz y sonó un poco coqueta. Mientras me sonrojaba levemente, él dio dos pasos más cerca.
— Shaw: ¿Qué quieres para tu cumpleaños? Cualquier cosa está bien. He estado de buen humor últimamente, quizás te sorprenda.
Con eso, Shaw cruzó sus brazos y se inclinó contra la pared como si no le importara nada de lo que fuese a decir. Sus ojos brillaron como oro mientras el sol se deslizaba a través de la ventana, revelando una revoltosa sonrisa.
— Shaw: ¿Canción de cumpleaños? Realmente no tienes creatividad.
Él suspiró con falsa decepción, con satisfacción en su rostro.
— Shaw: ¿Estás pensando que me negaré, cierto? Cantar una canción no es un gran problema. Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti...
En ese momento, la burla en sus ojos fue reemplazada por una rara seriedad.
— Shaw: El cantante no estaba avergonzado... ¿Por qué luces avergonzada?
Me congelé por un momento y evité su mirada interrogante, intentando encontrar las palabras correctas. Shaw frunció el ceño, entonces dio un golpecito en mi frente, pero no dolió.
— Shaw: ¿Cuál es tu plan para hoy? ¿Quieres divertirte conmigo? Bien, está decidido entonces. Arreglaré el horario de hoy.
Antes de poder darle un pensamiento, Shaw sujetó mi mano y me llevó.
— Shaw: Oh, cierto, casi olvido decir... Feliz cumpleaños. Recuerda, guarda esta fecha cada año para mí. Soy la única persona que puede celebrar tus cumpleaños contigo.
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notabigdeal-fanfic · 3 years
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capítulo 8 - UN PASO
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Jisung se despertó estirando perezosamente su cuerpo en su cama entre sus dos gatos, sonrió mientras miraba como los animales abrían con pesadez sus ojos y bostezaban. Eran más de las 12 de la mañana, el rubio suspiró, había dormido bastante y aún sentía su cuerpo un poco cansado. Cogió su móvil, revisando las últimas publicaciones en sus redes sociales, hasta que casi daba la una de la tarde.
Se levantó junto con sus gatos, quienes habían dormido una siesta extra, dejó la cama deshecha y abrió la ventana para ventilar bien su habitación. La ropa del día anterior, mochila y montón de porquería varia estaba tirada en el suelo, como siempre, Jisung lo deja para "el día siguiente" y se va a la cocina a empezar a preparar la comida junto su abuela.
Mientras come su móvil vibra.
cer-morsa Tienes planes para hoy?
J.ONE Buenas tardes a tí tambien, Binnie
cer-morsa pero contesta
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J.ONE Comiendo no
cer-morsa en una hora paso por ti, en la universidad de woo tienen las actuaciones finales 😁
J.ONE ok
cer-morsa puto borde
J.ONE es lo que hay
Terminó rápido de comer, dejando el plato en el fregadero, fue corriendo a su habitación para empezar a preparse, aunque está 101% seguro de que terminará esperando por su amigo.
En la hora siguiente Jisung ya estaba preparado, había revisado que sus gatos tenían comida y agua suficiente y había ordenado su habitación. Se sentó en su cama a esperar a su amigo, según él estaba a cinco minutos. Claro...
Con un suspiro cogió su guitarra, hacía tiempo que no la tocaba, afinó las cuerdas con la ayuda de su piano. Los acordes de All of me de John Legend empezaron a sonar, melodía que acompañó cantando.
Antes de que pudiera terminar la canción su móvil sonó, Changbin estaba en la puerta de su casa. Dejó su guitarra en su sitio, cogió su mochila y salió
—¿Sabes que tengo un timbre? — saludó a su amigo.
—Si.
—¿Y porque no timbras en vez de mandarme un mensaje?
—Me da vergüenza. — dice y se da la vuelta, empezando a caminar hacia su coche. Jisung ríe.
—Solo tu tendrías vergüenza de tocar el timbre de mi casa, somos amigos desde pequeños, no se cuantas veces te he adoptado en mi casa.
—Eso da igual. Me sigo sintiendo incómodo. — admire con la voz baja.
—Que raro eres. — Changbin le da una mala mirada, el rubio le guiña el ojo en broma. Se suben al coche de su amigo y salen.
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No habían llegado tan tarde como Jisung pensaba, pudieron aparcar el coche en menos de 5 minutos ya que los aparcamientos más cercanos estaban completos, cada uno se sentó en la butaca asignada.
Disfrutaron de los distintos grupos que salieron, Jisung no podía quitar su cara de asombro cada vez que veía actuar a cada uno de ellos, ilusionado cantaba las canciones y vitoreaba sus espectáculos. Parecía un niño pequeño en un parque de atracciones.
Changbin, a su lado, se reía por sus reacciones y disfrutaba de las presentaciones.
Todos los grupos terminaron de presentar, el rubio se encontraba aplaudiendo entusiasmadamente de pie, era muy difícil que el chico no disfrutara de estos espectáculos. Además, cada vez que salía de uno se sentía más inspirado y motivado.
La gente iba saliendo poco a poco del recinto, los dos amigos esperaban a que la sala se vaciase y poder hablar con Wooyoung, quien había hecho una presentación maravillosa con sus compañeros.
—¡CHANGBIIIIIIN! ¡JISUUUUUNG! — escucharon una voz muy fuerte, su amigo que tenía el pelo teñido de color violeta estaba en una esquina del escenario moviendo sus brazos animadamente con una enorme sonrisa en su cara, los demás compañeros del chico estaban también saludándoles un poco más tímidos, ya que solo se conocían por oídas de Wooyoung. Los dos chicos se levantaron y corrieron a su amigo, quienes les saludo con un fuerte abrazo.
—¡Habéis estado genial! — felicitó Changbin.
—Ha sido impresionante dios, la canción es flipante, la coreografía es una pasada y lo habéis clavado, seguro que lleváis la mejor nota. — el rubio animó.
—¡Muchas gracias chicos! No sabéis la alegría que me da que hubieseis venido a animarnos. — agradece el chico de pelo violeta. — La canción la hizo Hongjoong, es un crack. — dijo señalando a un chico detrás suya, quien bajó la cabeza con una sonrisa, tímido por las palabras de su amigo.
—No sabía si iba a gustar, ¿ha estado bien? — pregunta un poco inseguro. Hongjoong tenía el pelo rubio con una mullet, que se veía muy bien en él.
—¡Por supuesto! Ha estado genial, esa parte de "Will you be my friend?" me puso los pelos de punta. Soy Jisung, por cierto. — el rubio se presentó. El chico de pelo violeta siguió con las demás presentaciones, parecían chicos muy agradables.
—¡Jongho! — escucharon una voz detrás suya mientras conversaban, todos se giraron para ver quien llamaba.
Minho estaba acercándose al escenario, el ceño de Jisung se frunció al verlo, ¿que hacía él aquí?
—Hey Minho, que bien que hayas venido. — Jongho saludó a su aparente amigo con un golpe en el brazo.
—Ha estado genial, me he quedado impresionado la verdad. — el castaño felicita a los miembros, quienes le agradecen con una sonrisa.
—¡Es verdad! — la voz chillona de Wooyoung hace que todos sobresalten. — Vamos a tomar algo una vez que nos cambiemos, ¿queréis venir? — le preguntó a los tres chicos.
—Oh... Yo no sé... — Jisung no sabía que hacer, ¿debería ir? ¿Debería simplemente irse a casa a descansar?
—Oh vamos, será divertido, vamos de tranquis. — animó Changbin. Si ya, el rubio ya sabía que cuando su amigo decía "de tranquis" era beber todo menos agua.
—Yo no puedo, otra vez será, lo siento, tengo que irme ya. — el castaño se disculpó mientras se despedía y se iba.
Wooyoung puso un ligero puchero y miró a Jisung, quien se encontraba con 9 pares de ojos encima. Rió por la situación. — De acuerdo, vamos.
Los ocho chicos no tardaron mucho en asearse y cambiarse, decidieron ir a un bar que estaba cerca de la casa de Jisung, perfecto, porque Changbin parecía querer beber bastante, se quedarían ambos en la casa del rubio y podrían disfrutar de una noche sin tener al amigo resignado por tener que conducir.
Chupito tras chupito, y alguna copa entre medio, los diez chicos estaban en una nube.
—Vengaaaa, vamos a bailar. — animó Wooyoung gritando a pleno pulmón. Changbin, Jisung, Yunho y Mingi se unieron al baile, el cual se consistía en conseguir un pequeño espacio entre toda la multitud de gente para poder saltar en el lugar.
No tenían mucho más espacio, y con la cantidad de alcohol que llevaban encima se lo pasaban bien saltando mientras gritaban la letra de la canción. Yunho y Mingi se perdieron entre la multitud, Jisung pensaba que se habrían ido a la mesa con los demás, los cuales todos decían que les dolían las piernas ya, ¡no habían saltado tanto desde que habían llegado! El rubio se lo pasaría bien por ellos.
—Tengo que ir al baño. — Changbin le gritó en el oído del rubio para que pudiera escucharlo con la música alta que había en el pub, le hizo un gesto dándole a saber que lo había entendido.
Se giró viendo a Wooyoung saltar alborotonando su pelo violeta, se rió cogiéndole de las manos para que pudieran saltar juntos y hacer cualquier baile tonto de borrachos, sus pasos eran inestables y hacía que en varias ocasiones casi se cayeran pero se levantaran riéndose tanto que sus estómagos dolían.
Los brazos del pelivioleta se enroscaron en el cuello del rubio, quien puso sus manos en la cintura del otro para bailar de un lado a otro.
—Me lo estoy pasando muy bien, gracias por invitarnos. — le dijo Jisung en la oreja.
—Gracias a ti por esto. — le contestó Wooyoung, las cejas del chico se fruncieron.
—¿Gracias por-?— antes de que el rubio pudiera preguntarle, los labios del pelivioleta se estamparon contra los suyos. Jisung tenía sus ojos abiertos, viendo como el chico le empezaba a besar.
No le dio importancia, tampoco era la primera vez que se besaba con un amigo de fiesta, cerró sus ojos disfrutando del beso. Los labios del otro chico eran fríos y sabían a tequila por su última ronda de chupitos.
El chico apretó su cuerpo más al rubio, besándole más apasionadamente, cosa que Jisung no se quejó y siguió su ritmo. La canción cambió a una más suave y los besos cada vez iban siendo más intensos, el rubio podía notar su cuerpo caliente.
Sus labios se separaron levemente para poder coger un poco de aire, sus respiraciones eran bastante agitadas. — Me gustas Changbinnie. — dijo el pelivioleta antes de volver a besarle.
Jisung abrió sus ojos, ¿Changbin? ¡Él no era Changbin! Como si todo el alcohol se fuera de su sistema en un segundo, apartó al chico, mirándole a los ojos. — Wooyoung, ¿estás bien?
El chico sonrió, demasiado borracho.
—Dios Woo, yo no soy Changbin.
Parecía que el chico no le había escuchado, se dio la vuelta volviendo a bailar.
Con un suspiro, cogió la muñeca del chico borracho y lo llevó hacia la mesa con los demás. — Chicos, Wooyoung está muy borracho, creo que deberíamos de irnos y empezar a espabilarlo.
Sus amigos le miraron y rodaron los ojos con su amigo, cogieron sus cosas y salieron. El frío de la madrugaba se sentía como cuchilladas en su piel, Jisung se abrochó su chaqueta y cruzó sus brazos, intentando no coger mucho frío.
—Yooo, ¿que tal? — Changbin le pasó el brazo por los hombros a Jisung, sonriéndole.
—La verdad es que bastante bien. — admite el chico, aunque ahora estuviera mucho más espabilado.
—Ya te vi. — su amigo le pone una sonrisa y eleva sus cejas varias veces.
—¿Eh?
Changbin sacó su móvil, se metió en su instagram y visualizó las historias que había publicado. La cara de su amigo sonriendo entre toda la multitud, Jisung también salía, los dos saltando y cantando las canciones. Pasó la siguiente historia, era un vídeo de dos chicos besándose, el rubio de fijó en las menciones.
—No me jodas. — dice, fijándose de que las personas besándose eran él y Wooyoung, y en el vídeo su amigo había puesto "sabes que ha sido una buena fiesta cuando pasa esto!!!!
—¿Tan malo ha sido?
—¡No! Pero... — Jisung se mordió los labios, ¿como le iba a explicar a su amigo que Wooyoung le besó pensando que era él?
—Chicos. — Seonghwa cortó la conversación. — Nosotros nos vamos ya, Woo ya está empezando a encontrarse mejor, aunque dudo que recuerde la mitad de lo que haya pasado hoy. — dice mirando al rubio, quien se muerde el labio nervioso.
—¡Perfecto! Nosotros también nos vamos, espero que podamos salir más veces. — dijo Changbin, todos se despidieron y los dos amigos se fueron a casa del rubio.
Entraron en silencio para no despertar a la abuela del chico, Jisung le dio ropa de pijama del propio Changbin que ya tenía en su casa cuando se quedaba a dormir y se acostaron en la cama grande que tenía en su habitación. El pelinegro se quedó dormido al instante mientras que el otro todavía seguía repasando la noche, ¿como le diría a Changbin lo que le dijo Wooyoung?
Suspiró cogiendo su móvil, mirando las menciones de historia de su amigo, volvió a ver el vídeo. Si Wooyoung no se acordaba de nada de la noche, ver este vídeo mañana seguro que se sentará fatal. La persona que le gusta está grabando como se lía con su amigo.
Dejó su móvil en la mesilla de noche sintiéndose mal por el pelivioleta.
¿Como reaccionará cuando vea la historia?
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Holii, ¿que tal? Espero que bien :)
Ha aparecido un pequeño crossover con drama jeje la verdad es que me está costando seguir escribir la historia, estoy un poco corta de ideas sobre como seguir avanzando (basicamente porque tengo el cerebro frito)
Pero por otra parte ya tengo la mitad del fanfic que subiré dentro de poco traducido hasta la mitad! (lo cual ya son +10.000 palabras me muero) y estoy empezando a corregir. Y estoy pensando en hacer que un compañero de clase lea la historia traducida para que me ayude a ver si se entiende la traducción bien o tengo que modificarla (porque al conocer lo que quiere saber en inglés igual me despisto y no se entiende y mal :( )
Para los que no me sigáis en wattpad (lo siento, es que es la app que he usado desde hace años y estoy muy familiarizada), tengo la autorización de una obra minsung que me encantó, para traducirla al español. Si todo sale bien dentro de poco estará subida, y planeo subirla en wattpad ( @notabigdeal_ ) y AO3 ( @notabigdeal ) por si queréis leerla
¡Espero que paséis una buena semana! ♥
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ochoislas · 3 years
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Un mediodía que subía la montaña detrás de la casa, queriendo alcanzar el gran pino en la cima, me perdí y acabé en una fragosa cañada. Apartando a ciegas el matorral más alto que yo, con la cara fustigada por las ramas que rebotaban y los pies castigados por enredaderas de hojas como soplillos, logré zafarme con mil trabajos del agobiante hondón, ganando una elevación. Ésta era un mamelón con la forma de un toro que embistiera desde el centro de una rehoya abierta al mar. Me abrí camino cuarteando su lomo hasta lo que sería la cruz, que formaba un morro. Había algunos pinos encogidos, auñados al desmenuzado granito color almagre que se aglutinaba como piel de tiburón, y, sembradas por todas partes, las heces de las aves que comían los piñones. Procurando no resbalar carcavón abajo y aferrándome a las ásperas rocas —con toda mi fuerza concentrada en las puntas de mis dedos y pies— por fin logré trepar al promontorio de la cruz. El sol alto inundaba el cielo de resplandor, entre exhalaciones.
Desde allí bajaba por el cuello una mansa cuesta de unos cien metros, encajada entre los barrancos cada vez más abruptos de la precipitosa cañada, hasta una exigua repisa que correspondería a los morros, colgada sobre el abismo. El paraje formaba parte de un serrijón aislado de unos once kilómetros, paralelo a la costa, con cimas de entre trescientos y seiscientos metros, que formaba con sus gajos innumerables calas en el mar. Uno de los tres estribos mayores estaba socavado en su base por el agua como si le hubieran clavado una cuña. Cerraba la cañada a mis espaldas una sucesión de farallones, encadenados como las hojas de un paravento, con una cumbre señoreándolos. Todo el lugar formaba una titánica catedral con el cielo azul como techo. Un halcón, que volaba alto sobre mi cabeza con sus estridentes reclamos, calaba veloz de vez en cuando, cortando el aire ante mis ojos, y remontaba luego muy alto en el cielo.
Mirando abajo en el valle distinguí un único sendero que bajaba hacia la aldea, serpeando entre negros bosques cerrados, como si hilvanara las cimas del serrijón entre sí. Y por un abra que permitía vislumbrar más allá, vi cumbres amontonadas como en tongadas infinitas: rojas, encarnadas, moradas, malvas... hasta las mismas nubes. Presa de pasmo y de un entusiasmo mezclado de pánico rompí a cantar con voz atiplada. ¡Eco! Éste me remedaba a la zaga como si alguien se escondiera tras las cumbres. Espoleado por el canto de aquel inescrutable cantor respondí con la voz más aguda de que era capaz. Él hizo otro tanto. Como suele ocurrir, sentí una cándida e inagotable alegría ante fenómeno tan comprensible. Y tras pasar media jornada allí cantando, bajé de nuevo a la casa de los setos de falso laurel, a la hora en que el sol se hunde en el mar.
*
Fui a lavarme los pies al patio trasero y corrí la puerta del baño, suponiendo que ya estaría listo a esa hora. Sumergiéndome del todo en la bañera, llena de agua ya algo tibia, estiré mis cansadas piernas, muy a gusto. El agua subía hasta mis pezones, dándome la sensación de que un tenue hilo los unía. Aguantándome con ambas manos, pues mi cuerpo boyaba, recliné la cabeza en el borde de la bañera mirando al techo, y soplando de vez en cuando sobre mi pecho fogueado, repasé el gozo de aquella jornada. Al lugar lo llamé Cima del Eco. Haberlo encontrado tras extraviarme —lo que significaba que sólo yo lo conocía— y que para alcanzarlo hubiera que encaramarse a aquel peligroso risco me entusiasmaba aún más.
Al rato empecé a fijarme en algo sobre la quieta superficie del agua. Me parecía que había un leve viso blanco de grasa, casi imperceptible, que antes no había visto. ¿Podía ser que alguien se hubiera bañado ya? Pensándolo entonces, todo encajaba. Tenía que haber llegado alguien. Me embargó una repentina y profunda ansiedad. Yo aborrecía sin excepción a cualquier desconocido. Me despejé del todo y estaba de bajón cuando apareció la viejita, que no se había enterado de mi vuelta, apurándose para lavarme. Y disculpándose por no haber cambiado el agua, me dijo que había llegado la joven esposa de la casa de Tokio. Se suponía que no debía de haber nadie en la casa de mi amigo. Me había dicho que su hermana mayor que vivía en Kioto se iría a Tokio aquel verano, así que quizá fuera ella. En ese caso, poco podía hacer yo, así que tuve que conformarme, aunque pensé que era un incordio. Antes de salir la mujer bajó ostentosamente la voz y dijo: «¡Es una preciosidad, la chica!».
Me escabullí a mi habitación como quien tiene algo de que avergonzarse, y me senté allí, perplejo, apoyado en el pilar. No hay nada más incómodo que conocer a alguien y tener que encontrar algo oportuno que decir. Y la tensión de estar sentado tieso ante un extraño es como estar atado por una soga invisible; al final siento como si mi ceño se crispara, y los hombros se me agarrotan y me arden. Parecía que la muchacha se quedaba en el anexo al fondo del jardín. Tampoco sería para tanto, si de verdad se trataba de la hermana mayor de mi amigo de la que había oído ¿pero cómo se suponía que debía actuar yo? Iba apartando tales pensamientos uno tras otro cuando unos pasos quedos se acercaron a la veranda, deteniéndose de pronto tras la puerta de papel. Cuando me estaba levantando para recomponerme frente al escritorio, una voz suave y serena dijo: «Disculpe», y como si fuera obra de la misma voz, la puerta se deslizó.
—¿Cómo no le han traído una lámpara todavía? —la escuché decir para sí misma, y en el borroso vano de la puerta se repujó claramente un rostro blanco.
—¿Cómo está usted? Soy la hermana mayor de ***. Lo voy a molestar unos días nada más...
—Bien —fue todo lo que acerté a decir, y esperé en silencio mi condena. Pero ella colocó ante mí con gracioso gesto una bandeja de aromáticas galletas occidentales—: No tengo otra cosa que ofrecerle... ni siquiera sé si le gustan.
En aquel instante la fría y solemne efigie se tornó de súbito hermosa criatura, sonriendo azarada. Pero enseguida, diciendo: «Voy por una lámpara», recobró su naturaleza estatuaria y desapareció en la oscuridad.
Suspiré de alivio. Todavía abochornado por ser tan patético, me desvivía tratando de recordar la figura ida; pero era por completo soñada, inasible. Sin embargo, teniéndome absolutamente inmóvil, con los ojos cerrados, todo comenzó poco a poco a dibujarse como cuando sales de pronto a la luz. Llevaba el pelo recogido en un gran rodete de casada. Era negro azabache, como los mismos ojos bajo las marcadas cejas. Todos sus rasgos eran tan netos y puros que me parecía que sería arduo acostumbrarse a tenerla cerca, y pensé que hasta sus bellos labios, el inferior repulgado levemente contra el superior, parecían cincelados en frío coral del fondo de los mares. Pero cuando éstos se separaban dejando a la vista los lindos dientes, una sonrisa fresca como la brisa lo sedaba todo, sus mejillas se arrebolaban y la estatua se convertía en un hermoso ser vivo.
Kansuke Naka
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Le bonheur
Day 1 of @frukweek2020: Nyos
Summary: Francine nunca miraba hacia atrás, ni siquiera cuando alguien le llamaba la atención, pero había algo de esa chica rubia que no podía ignorar.
Relationships: Nyo!FrUK 
Rating: T +13
Word Count: 2303
Language: español
Si bien debía admitir que Marianne era una gata perezosa, consentida y tal vez demasiado empalagosa, nadie podría negar que estaba muy bien entrenada. De tal manera, a Francine la entretenía a más no poder cuando las personas en la calle la miraban raro por sacar a caminar a la adorable felina.
Al igual que su dueña, Marianne era elegante, delicada y caminaba moviendo sus caderas orgullosamente. Le gustaba que ataran un enorme moño celeste alrededor de su cuello, el cual lucía coquetamente cuando su Francine la llevaba a caminar. Su pelaje largo y blanco se veía suave e impecable, mientras que sus grandes ojos azules brillaban intensamente.
Se podría decir que las mascotas se parecían a sus dueños cuando uno miraba a Francine, quien parecía tan refinada y bella, que casi se pensaría que se dirigía a una gala, incluso con su ropa para realizar caminatas. Inevitablemente, se le escapaban sonrisas cuando notaba los gestos embobados tanto en los hombres como en las mujeres quienes las miraban pasar.
Así, normalmente realizaba sus caminatas cerca de las cinco de la tarde, después de trabajar. Se aseguraba de llevar un bolso pequeño con una botella de agua, bolsas en caso de que Marianne dejara algún desecho (aunque estaba consciente de que era demasiado delicada como para hacerlo en público), su cartera, su celular y un spray de pimienta.
Jamás negaría que le enorgullecía cuántas veces le habían pedido su número telefónico o la habían invitado a salir durante una de sus caminatas. Así, una de sus reglas era esperar a que se le acercaran primero, incluso si la persona le atraía, pues disfrutaba profundamente sentirse deseada, le fascinaba la idea de mantener el control en sus relaciones en ese sentido. De tal modo, una de sus principales reglas era nunca seguir con la mirada a alguien que le pasara a su lado, sin importar cuán atractiva fuera la persona. Por eso, cuando no pudo evitar voltear la cabeza para mirar a la rubia de ojos verdes que caminó junto a ella, prácticamente arrastrando un Fold escocés que le gruñó, tuvo que detenerse un momento para replantearse sus acciones y sus normas. Incluso le pareció que Marianne se le quedó viendo, perpleja.
Siempre supo que debería haber entrenado a su miserable gato desde que era más pequeño, pensó mientras Anarchy le dedicaba una mirada que casi parecía burlona desde el otro lado de la sala de estar. También debería dejar de realizar apuestas estúpidas con Amelia, probablemente.
Tomando una gran bocanada de aire, se abalanzó sobre el felino, quien de inmediato reaccionó e intentó huir de su dueña; no obstante, Alice fue lo suficientemente rápida como para colocarle la pechera, la cual estaba atada a una cuerda larga, para llevarla a pasear. Así, ignorando los chillidos del miserable gato, se dispuso a salir de su apartamento.
Prácticamente arrastrándolo, se apresuró a tomarle una fotografía. Ignorando a la gente que miraba el pobre demonio chillar, comenzó a caminar por la acera. Se aseguró de grabar un video con su celular como evidencia, y maldijo en voz baja mientras más pensaba en que tendría que repetirlo por el resto de la semana.
Si tan solo no hubiese estado tan ocupada detestando a Amelia por sus retos absurdos y a sí misma por rebajarse a la inmadurez de su hermana menor, habría notado a la hermosa mujer que se encontraba mirándola como si fuera una obra de arte en un museo. De igual manera, se habría percatado de que el pobre Anarchy había quedado tan impactado con la belleza de cierta gata, que empezó a caminar normalmente.
Sin darle mayor importancia a la situación, Alice procedió a colocarse sus audífonos para ir cantando en voz baja las canciones que posteriormente llegaría a practicar con su banda. Anarchy, en cambio, continuó caminando, procurando lucir lo más elegante posible y preguntándose si sus brillantes modales podían impresionar a la majestuosa bestia blanca.
A Francine definitivamente no le enorgullecía saber que se había apresurado para terminar lo más pronto posible su trabajo para estar segura de salir a la misma hora que el día anterior y así cruzar la ruta exacta. A Marianne le daba igual, mientras pudiera lucir su lazo celeste, por lo cual se vio obligada a sisearle a su dueña cuando le colocó un moño rojo. La francesa supuso que así se vería más llamativa, y se sintió ridícula.
Una vez que salió de su casa, decidió que lo adecuado sería mantener la cabeza en alto y disimuladamente fijarse en ambas aceras si se acercaba la misma muchacha del día previo. Estaba imaginando las posibles formas de iniciar una conversación con ella y de pedirle su número sin que fuera incómodo, cuando se le ocurrió que nunca le había llamado la atención una persona que luciera como ella.
Francine siempre se había enorgullecido de su gracia y buen gusto, por lo cual solía asegurarse de que sus intereses amorosos solieran utilizar ropa formal y de marca, que claramente se notara que cuidaban bien su piel y su cabello con productos especializados y que se encontraran en forma. Así, no entendía por qué la chica le atraía tanto, tomando en cuenta su cabello largo y rubio sucio, sus tatuajes visibles y su manera de vestir punk. Incluso le pareció que los huecos de su camisa no eran intencionales.
Al estar demasiado ensimismada en su análisis sobre la apariencia de la chica, cuando la mencionada pasó caminando a su lado, no logró reaccionar a tiempo como para poner a prueba alguno de los planes que había ideado para ese punto. Resignada a que tendría que intentarlo de nuevo, volvió a mirar atrás e inconscientemente sonrió al realizar contacto visual con su gato.
Anarchy estaba muy molesto. Estaba fúrico, realmente. Había cooperado mucho mejor que el día anterior para que su humana le colocara esa estúpida prenda para sujetarlo. Procuró caminar de la manera más agraciada posible, aunque sintió que probablemente lucía ridículo. Su humana le dirigió una mirada extrañada, mas se distrajo colocándose esos aparatos extraños para sus oídos.
Una vez que había visualizado a la hermosa bestia blanca, comenzó a maullar para que su dueña le prestara atención y le permitiera acercársele con el fin de establecer un diálogo con tal belleza; no obstante, ella continuó moviendo la cabeza de lado a lado. En su desesperación, intentó llamarla una y otra vez, pero ella ni siquiera se dignó a mirarlo.
Habría caído en una profunda desesperación cuando la gran bestia blanca los pasó si no fuera porque la humana de esta se volteó para mirarlos. Primero se sorprendió, pues no esperaba que los hubiese notado a él y a su dueña, pero cuando se le ocurrió que esa humana alta y de cabello del color de los árboles podría estar en la misma situación que él, un plan comenzó a formularse en su cabeza.
Además de lo que normalmente llevaba en su bolsito, se encargó de incluir un par de galletas para gatos. Habían pasado un par de días desde que la primera vez que se topó con la chica rubia y su Fold escocés, y el día anterior, mientras volvía a hacer contacto visual con el condenado gato, tuvo una idea. Podría sacar discretamente una galletita, moverla para llamar su atención y así conseguiría encontrar la manera de dirigirse a ella.
Entonces, le colocó la pechera y el lazo a Marianne, le dio una galletita y salieron de la casa para seguir la misma ruta. Iban a la mitad del recorrido cuando notó una cabellera rubia en medio de la multitud. Discretamente, metió su mano en la bolsita hasta encontrar una de las galletas. Estaba a punto de sacarla, cuando pudo ver su figura claramente y notó que el gato se había sentado y se rehusaba a moverse. Era su oportunidad.
–Anarchy, maldita sea, levántate. Ya hemos hablado de esto –dijo la chica, claramente frustrada ante la desobediencia del animal.
Francine apreció cuán adorable lucía con el cabello recogido en dos colitas, mientras se apresuraba para acercársele. Marianne le dedicó una mala mirada, pues prácticamente la llevaba arrastrada para ese punto.
–Disculpa, ¿tienen algún problema? –preguntó amablemente. La chica dirigió sus grandes ojos verdes en su dirección, con lo cual pudo apreciar que era incluso más bella de lo que creía.
–No quiere caminar. Llevaba varios días sin causarme problemas, no entiendo qué le pasa –respondió, en un tono de voz particularmente serio e inexpresivo. Calzaba con ella, de alguna forma.
Empezó a mirar dentro de su bolso nuevamente, en busca de las galletitas. Mientras tanto, notó que Marianne estaba mirando al Fold escocés, moviendo la colita. Decidió no darle importancia, pues ella no solía interactuar con otros felinos. Una vez que encontró el pescadito, se inclinó para entregárselo al gato en cuestión y acariciarlo.
Procedió a levantarse, aun mirando al gatito. La chica lo observó durante un momento, para entonces mover su correa. El felino no tardó en levantarse, dispuesto a continuar con su caminata.
–Muchas gracias –habló, sin quitarle la vista de encima–. ¿Cuál es la marca de esas galletas?
No hubiese pensado que estaba contenta, si no fuera porque logró notar una diminuta sonrisa que colgaba del borde de sus labios.
–Ah, ahora no lo recuerdo. Tendría que volver a mi casa y fijarme –coqueteó con ella. O al menos esperó que la chica entendiera sus intenciones.
De nuevo, la otra la miró fijamente a través de sus lentes, pero en este caso asintió y sujetó con más firmeza la correa. Ladeó la cabeza, confusa ante su reacción.
–Está bien, vamos.
Una sonrisa iluminó su rostro inmediatamente. Sujetó la correa de Marianne, quien le dedicó una mirada llena de confusión: no estaba acostumbrada a que se devolvieran tan rápido. No obstante, debía admitir que le agradaba Anarchy, quien se había presentado muy educadamente ante ella. Para su sorpresa, incluso le llamaba la atención su aspecto desaliñado.
Se voltearon para dirigirse nuevamente a su vivienda. La chica se había quitado sus audífonos y estaba viendo hacia el frente, dedicándole una que otra mirada de reojo. Cuando Francine consideró apropiado empezar una charla casual, la rubia habló otra vez.
–Eres una mujer muy hermosa –comentó. La francesa se volvió de inmediato para observarla, sorprendida por lo directa que era. Tenía la vista fija sobre ella, como si la estuviera inspeccionando–. Me llamo Alice Kirkland. Trabajo en la biblioteca pública y tengo una banda.
Sonrió, echándose una risilla ante la inesperada formalidad. Deslizó un mechón de cabello detrás de su oreja antes de responderle.
–Soy Francine Bonnefoy. Trabajo como diseñadora de modas –se presentó, sonriendo. Alice asintió, seria–. También pienso que eres bellísima.
Alice ladeó la cabeza. Desvió la mirada un momento, como si estuviera pensando. Francine se mordió la mejilla por dentro, preguntándose si sería muy pronto para pedirle una cita.
–¿Tienes algo que hacer esta noche?
Aparentemente, no.
–No, hoy estoy libre. ¿Por qué?
Sintió una pizca de orgullo en su pecho al percatarse de que el orden natural de las cosas había vuelto, puesto que ahora era la otra quien la estaba invitando a salir. Sonrió, satisfecha de que su plan hubiese funcionado.
–Mi banda toca en un bar cerca del centro. Podrías llegar un rato y nos quedamos a tomar un trago, ¿te parece?
Francine podía señalar al menos 34 puntos que normalmente le indicarían que debía retirarse ahí mismo y no mirar atrás. Ah, nunca siquiera había ido a uno de esos bares del centro, aunque sus mejores amigas, Isabella y Julchen, insistían en que no estaba tan mal. En la mayoría de sus salidas juntas, bebían en la casa de alguna y ella les preparaba aperitivos para compensar. Es solo que esos lugares lucían tan ruidosos, sucios y poco refinados.
Para su sorpresa, se sintió genuinamente emocionada de ir al bar a verla presentarse. Aunque tuviera que sentarse en una de esas mesas llenas de chicles y en que cabía la posibilidad de que alguien se hubiese desmayado. Por supuesto, no tenía idea de si la chica cantaba o tocaba un instrumento, pero en definitiva quería averiguarlo.
–Sería un placer, Alice.
Miró a su derecha y descubrió que acababan de llegar a su casa. Se volteó para preguntarle a su acompañante si quería entrar, pues no quería incomodarla o presionarla de ninguna manera, pero ella ya estaba esperando frente a la puerta. Sonriendo, sacó las llaves de su bolso y la abrió, para entonces indicarle que podía pasar. Alice le agradeció y entró junto con su gato, no sin antes limpiarse los pies en la alfombra de la entrada.
Tras dejar pasar a Marianne y quitarle la pechera, la gata fue en busca del fold escocés, quien en ese momento estaba inspeccionando la sala de estar con su dueña. Supuso que las mascotas realmente se parecían a sus dueños. Cerró la puerta, pensando en ofrecerle una copa de vino, mas al entrar a la misma habitación que ella, se topó con que los dos felinos se encontraban acariciándose mutuamente.
–Hacen una linda pareja –observó Alice, quien aún no había tomado asiento. Le pareció divertido que fuera tan directa, pero tan educada al mismo tiempo–. Anarchy no está castrado, lo recogí de la calle hace poco, cuando aún era muy pequeño.
–Marianne tampoco. Justo estaba pensando en llevarla la próxima semana –admitió.
La expresión de las dos mujeres se suavizó cuando Marianne empezó a lamer el rostro de Anarchy, el cual ronroneaba tiernamente.
–Casi nunca ronronea así.
Francine y Alice se mantuvieron unos segundos más mirando a los felinos, y una sonrisa cómplice apareció en el rostro de ambas cuando realizaron contacto visual. Bueno, estaba bastante segura de que ninguna de las dos esperaba ser abuela tan joven, pero uno nunca puede predecir las vueltas de la vida, ¿no?
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