Tumgik
#nauseabundo
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Y me consumo en el frío invierno de diciembre entre hojas secas y recuerdos nauseabundos.
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anevoir · 4 days
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Jueves, 30 de mayo de 2024.
1:43 AM
Se me entuceme el cuerpo, me esparzo por la boca y se me estalla el corazón. Siempre he dicho que, probablemente, todo lo malo que me pasa es mi castigo. Tan nauseabundo que no quiero que nadie me mire ni se me acerque.
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ripempezardexerox · 2 months
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acerca de los festivales de música
desprecio los festivales de música
aborrezco las trampas de mercadeo para bobos
me repugna la música en vivo
considero nauseabundo todo aquello
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revistapipazo · 2 months
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Semana Santita [Cap. 2]
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Después de aquella fatídica caída, donde me hice cagar el cráneo, tuve que pasar en esa linda posta por un pinchazo de Dipirona, su yodo en la herida, y era.
“Váyase nomás, no tiene nada. Oiga, y no tome más, mire que por eso los curaos con malas caídas incluso se mueren.” -Me dice alguien que no era médico, ni enfermera, ni nada similar. De seguro era el hueón que trapea los pisos.-
En realidad no tenía nada, sólo un tajo de medio centímetro que chorreaba sangre a borbotones y que ni puntos merecía. Lo peor era el estado etílico que agudizaba el escándalo del momento.
La Loreto estaba desesperada por arrancar de ese antro feo y pobre, y yo también. El olor era nauseabundo, y la gente que me rodeaba más que enfermos, parecían delincuentes mayores, así que cómodas no estábamos.
“Bueno, qué hacemos al final?” -Me pregunta la Lore, con claras ganas de que vayamos a Viña de todas maneras.-
“Todavía querís ir a Viña, hueona?”
“Sí poh! No quedamos en éso?”
“Ay, no sé, necesito dormir, me siento como la callampa, culiá.”
“PF! Dormís en el bus y allá vemos poh. No te pongai cuática!”
Como la insistencia de la Loreto era “vamos o vamos”, y no tenía ganas de atado alguno, le dije que bueno, así que salimos medias asustás a eso de las 15°° hrs. con ganas de NO encontrarnos con los pacos culiaos y tener que mamarnos sus pajas, cual delincuentes prófugas de la maravillosa justicia shilena.
Como no había moros en la costa, rápidamente tomamos un taxi y en 15 minutos estábamos nuevamente en el terminal de buses. A esas alturas todo mal momento ya se había olvidado, así que íbamos felices como perdices camino a 4 días maravillosos de relajo y juerga.
“Llegamos, buscamos dónde quedarnos, duermo unas 5 horas, y listo para organizar nuestra regia salida.” -Pensé yo, ilusamente.-
Para partir, no habían pasajes en ninguna cagá de línea, encontramos pasajes en el terminal Santiago en un bus hecho mierda, sólo hasta Valparaíso, con pasajes inflados en un 5003%, un auxiliar que vendía arriba huevos duros, pan amasado y NINGUNA puta hueá para tomar “Porque llevamos ‘bibias’, pero están calientes, shiquillas”; así que cagadas de sed y hambre, viajamos todo el puto camino conversando puras hueás, escuchando música, leyendo el diario y sin dormir ni medio segundo.
Llegamos como a las 18°° hrs al terminal de Valparaíso, y no nos la pudimos para ir a Viña. Decidimos quedarnos en Valparaíso, buscando dónde quedarnos, con algunos datos que nos dieron en el terminal. Todo copado, y lo desocupado era una mierda demasiado expensive.
Ya rendidas, fuimos a comer algo por ahí, cuando un tipo nos da un “dato” en el antro donde comíamos.
“Buscan alojamiento? Shiquillas, tengo un dato súper bueno, barato, limpiecito, con ‘telecable’, agüita caliente [?], comidita casera buena, lugar tranquilito, nadie las va a molestar ahí cabras, ah!”
“En serio? Cuánto es ‘barato’? -Preguntamos.-
“Aer, esperen, voy a llamar al tiro, para que se vayan directo”
El asunto, es que la ‘pensión’ está emplazada frente al terminal de buses. Ésta es una hueá fea, hedionda, húmeda, oscura, mal… pero cobraban 7 lucas por noche, en una pieza con dos camarotes de palo, una cerradura que constaba de un candado coreano, un tubo fluorescente por lámpara en el techo de 5 metros de altura, y la bendita televisión con cable. Ideal para mí, que lo único que quería era echarme como vaca y dormir alguna hueá.
“Iso, yo me voy a duchar para que salgamos, Wiiiiiiiii!” -Me dice la Loreto, cosa que a mí no me causó gracia alguna.-
“Lore, a ver? Qué hueá voh? No pensai dormir algo?”
“Ah, voh creís que vine a dormir?” -Tirándome claramente la caballería encima.-
“Hueona! No hemos dormido nada, y yo no tengo gana alguna de salir ahora! Además es Jueves Santo, tú creís que vamos a encontrar algo abierto para huevear?”
“Ah, no sé yo, pero de seguro que algo hay. Aprovecha de dormir un rato mientras me arreglo, pero de que salimos, salimos!”
Quedé con ataque al píloro, porque me vi obligada a salir con esta cabra culiá, así que me acomodé para dormir al menos un par de horas. PICO! En 40 minutos, la hueona reculiá conchetumare, maraca de la Lore me estaba despertando y echándome la foca porque no tenía ni la más mínima intención de levantarme.
Por la súper chucha, me tuve que levantar, duchar y acicalar para salir con esta perra culiá deseosa de que se lo pusieran en semana santa.
Taxi:
“Señor, dónde podemos ir a tomar y comer algo acá, hoy?” -Pregunta la Lore al chofer.-
“Pucha, difícil por la fecha, pero en la subida Ecuador, demás que encuentran algo abierto.”
“Llévenos, por favor.” -Fue la orden maldita de la Lore.-
Increíblemente, la cagá de subida estaba atestada de hueones, pero todo ese paraíso rasca de antros tóxicos estaba cerrado en un 90%. Sólo habían un par de hueás abiertas, cuál de todos más feos, entre ellos un bar metalero, “El Martillo” creo que se llamaba, -hueá que yo no pisaría ni por hueveo-,  cuando preguntamos a una pareja de lagis qué nos recomendaban:
“Chiquillas, el ‘Coyote Quemado’, obvio!”
Partimos a la hueá directo, que estaba en la punta del cerro, literalmente.
La cagá estaba casi llena, nos atiende una mina, nos pasa la carta y OH, SORPRESA! La hueá era ultra barata! Copetes a $500, $1.000, $1.500, así como mucho muy caro. La Loreto estaba vuelta loca, queriendo tomarse toda el bar, pidió cuánta hueá se le ocurrió:
“Tráeme para partir unos golpeaditos, un Margarita, unas tablas, y blá. Qué querís tú, Iso?”
“Un té.” -Fue mi en extremo lacónica respuesta.-
“QUÉ!?!?!?!?!?! HUEONA, CÓMO CHUCHA VAI A QUERER UN TÉ!”
“Quiero un té, ojalá con leche. Tengo frío, tercianas, me cago de sueño y no estoy ni ahí con tomar copete. Yo quiero un té. Tienen supongo?” -Le digo a la mina, mirándola con cara de asco.-
“Eeeeh, no. Acá no vendemos té, esto es un PUB.”
“Entonces no quiero ninguna hueá. Punto.” -Protestando sutilmente ante mi no pescada negativa a salir.-
“A ver, déjeme preguntar si le pueden preparar un té.” -Con una evidente cara de entre plop y asco.-
La Loreto me quería matar, odiaba mi resistencia a lanzarme, y quería cortarme las tetas. Pero a mí, realmente me importaba un soberano coco de leproso. Yo quería dormir.
En fin, después de pasar toda una ETERNA noche tomando tecito, que mi mal estado físico me llevara a buitrear 1503 veces, que me quedara dormida como 5 veces en la mesa, que la Loreto se tomara todo el bar, que nos echaran con grúa de la hueá;  AL FIN nos fuimos tipo 5 am.
Al salir y querer puro morirme, había un grupo de hueones metaleros afuera del “Martillo”, que al vernos pasar nos gritan dicen:
“Oye minas! Vamoh a un after!”
Yo casi lloro, porque sabía que la Lore se prendería con la hermosa “invitación”, hasta que quedó la cagá.
“VAMOS!” -Me dice la Lore.-
“No hueona, yo me voy. Si querís, anda tú, pero yo no puedo más… en serio.”
“Puta la hueá, no sé pa’ qué chucha vine contigo, nunca podís carretear más de dos días seguidos! Sabís qué más? Ándate a la mierda, mañana voy a llamar a la Sú y la voy a invitar. Ella sí que jamás se negaría a carretear y lanzarse como corresponde. ÁNDATE HUEONA, ÁNDATE NOMÁS! ARGH!”
La Loreto se fue con los metaleros, yo me subí a un auto, y arriba del taxi logré captar que al llamar a la Sú, se vendría el infierno.
(Continuará…)
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norxaki · 3 months
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Viernes, 8 de marzo de 2024
00:30
Náuseas.
Día a día te sientes miserable, mereces estarlo.
El simple hecho de verte, hace que quiera arrancarme el pecho. Saber de tu existencia es simplemente un dolor de cabeza, aún así soy lo suficientemente estúpido para ir por ti de nuevo.
Reprochándote en mi cabeza: — ¿Tanta vergüenza te da hablar sobre mí? ¿Tanta vergüenza te da mi existencia?
No puedo evitar odiar todas y cada una de esas cosas que representas, la facilidad que tienes para reemplazar aquello que alguna vez fue tu alegría por algo que simplemente retrata las carencias de tu infancia y todos aquellos traumas que eres incapaz de curar. Eres un ser tan nauseabundo, simplemente no puedo dejar de rogar por tu muerte.
Adelante, conviérteme en una mala persona, jamás seré peor que tú y tu horrible alma. No vales la pena.
Si odiarte está mal, no quiero estar bien.
Tu estúpida sonrisa sólo hace que quiera arrancarme el estómago y estrellarlo en tu maldita cara.
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xhonoredone · 7 months
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fallen angel | @s-theunknown
August pudo olerlo. El penetrable y nauseabundo aroma sulfuroso de aquel demonio que rondaba la casita en el campo. Su aura era fuerte, pesada y espesa, se pegaba en donde quiera que estuviera: los árboles, el aire a su alrededor, la claridad del agua dulce del estanque y en los pilares de aquella estructura que era ajena del peligro.
Pero sobre todo y principalmente, en las sombras que seguían a todos lados al humano que ahí habitaba. August lo había observado un par de veces a la distancia, pero hasta entonces el riesgo no había sido demasiado inminente. Los animales incluso estaban a salvo por que lo que aquel demonio quería no era merodear y hacer travesuras. Quería al chico. Y podía notarlo por la forma en que se movía y buscaba siempre acercarse.
El demonio, al igual que él, era sigiloso. La ventaja que August tenía sobre de él era solo su apariencia. Su piel blanca, cabello negro e intensos ojos, aquel rostro que poco a poco iba reconociendo más en su reflejo, daban el toque de cualquier ser humano... si no se prestaba atención. Por otra parte, el demonio poseía una piel grisácea, ojos rojos y cuerpo despampanante pero a la vez terrorífico.
Y tal vez August no hubiese intervenido, de no ser por que esa tarde estuvo demasiado cerca a diferencia de otros días.
Así, impulsado para con su deber y su necesidad de proteger a aquel chico, fue como August finalmente se paró en su puerta. El demonio chillaba en algún rincón en ira, pues se le había adelantado.
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― ¿Alguien en casa? ― Cuestionó por llevar a cabo su plan, echando un vistazo sobre su hombro para asegurarse de estar a salvo. ― Necesito... indicaciones.― Si tenía que hacerse pasar por un hombre perdido, entonces eso sería exactamente lo que haría.
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j4v13rd14z · 6 months
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.
la noche se transforma en una losa infame de insoportable peso y negrura infinita
con sus zarpas de hielo me araña la garganta se acerca hasta mis labios mordiéndolos con furia su aliento nauseabundo me quema las entrañas
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milanesa42 · 4 months
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Damián Kuc *publica un video sobre el hecho más horrible, nefasto, nauseabundo, atróz, y lamentable*
Los comentarios: - Me alegraste el día!!! - No puedo comer sin mirar tus videos! - Podés hacer un video sobre la Masacre de Tero Violado? hace 7 años que te lo vengo pidiendo
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Dolor consecuente a mi corazón,
andentrando a la aflicción
de aquella conexión
que solo cicatrices me dejó,
con la herida abierta a la razón
y latente dentro de mí pecho,
aún la sangre huelo,
nauseabundo sueño
de aquel dulce deseo
en mis recuerdos mantengo
una llama ardiendo
matándome con ese fuego
al retumbe de cual acero
calcinado por un te quiero.
Minne
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theravenworld13 · 5 months
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Cañerías.
Luego de la muerte de su padre y de su hermano en aquel trágico accidente, el negocio había quedado enteramente para él. Su esposa le ayudaba a gestionar el calendario de turnos y a administrar las ganancias, mientras que su hijo lo acompañaba esporádicamente para aprender el oficio familiar. Faltaban quince minutos para las 17:00 hs, horario pactado para la visita al domicilio de los últimos clientes del día, por lo que se subió en su auto y partió rumbo a aquel destino. En esta oportunidad fue solo, ya que su hijo debía estudiar para un examen que rendía al día siguiente.
Una vez llegado al sitio, bajó con su caja de herramientas y volvió a leer el nombre de sus clientes, ya que le gustaba llamarlos por su nombre para establecer cierta cercanía. No hizo falta que toque el timbre, Eduardo y Lucila salieron rápidamente a su encuentro. Los tres se saludaron cordialmente y entraron a la casa. Como signo de confianza, los hermanos Castro le pagaron por adelantado mientras lo acompañaban al baño. El problema parecía ser sencillo, una ligera pérdida debajo del inodoro al realizar las descargas, sumado a una humedad que crecía y comenzaba a manchar aquellos fragmentos de pared cuyos azulejos se habían desprendido. El plomero entonces, puso manos a la obra.
Una breve inspección por fuera no demostraba problema alguno. Probó realizando una descarga en el inodoro, comprobando la pérdida por debajo del mismo, al igual que un leve aroma a cañerías en mal estado que se desprendía en aquel momento. Se arrodilló en el suelo, abrió su caja de herramientas, y corrió el inodoro que no estaba fijo al piso. Apenas lo desplazó dos centímetros, debió retroceder y cubrirse la nariz por aquel hedor nauseabundo que brotaba de esas cañerías. Era la primera vez que experimentaba algo similar, evidentemente necesitaba una solución rápida. Fue entonces cuando, mientras se colocaba un pañuelo cubriendo su nariz y su boca, siguió desplazando el inodoro y se asomó. Esa imagen sería lo último que vería de aquel cuarto.
Al recobrar la consciencia se vio tirado en un suelo de cemento irregular y con su tobillo izquierdo encadenado a un viejo poste de luz pequeño, similar a los que uno encuentra en las calles. La cadena tenía unos quince centímetros, por lo que el desplazamiento posible era casi nulo. Parpadeó seguidamente para poder enfocar mejor la imagen y así vió a los hermanos de espaldas a él, utilizando un cuchillo eléctrico para cortar algo que no llegaba a distinguir. Ellos notaron que su prisionero había despertado, y se acercaron sonrientes con un plato que tenía un trozo de carne a punto y tres rodajas de tomate. Sin mediar palabra, se lo dejaron frente a él, sin cubiertos, para que pueda comer. Por más aterradora que fuera la escena, él estaba paralizado e incapacitado de hablar, pero eso no le impidió probar aquel plato ya que estaba hambriento y el aroma era apetecible. Apenas mordió el trozo de carne, tuvo que escupirlo para luego vomitar, mientras lloraba y gritaba. A su mente volvieron esas imágenes que vio al correr el inodoro, esas cañerías totalmente corroídas por el tiempo y la humedad, ese charco entre gris y verdoso, maloliente, en donde flotaban dientes, uñas, restos de cabellos, ojos, y huesos humanos. Al notarlo, Lucila se acercó y con una dulce voz le dijo: “creímos que ibas a disfrutar de este sabor familiar”. Al finalizar esta frase, Eduardo abrió una cámara frigorífica para dejar al descubierto las cabezas del padre y del hermano del plomero, atravesadas cada una por un gancho que, ingresando por el cuello, salía por sus bocas. A los lados y también colgando, restos de sus muslos, brazos y vísceras en perfecto estado de conservación. Aquel pobre trabajador no podía creer lo que veían sus ojos, el impacto era tal que no fue capaz de seguir emitiendo lágrimas, sólo abrió su boca para emanar un grito afónico y apagado, totalmente desolado y sabiendo que su vida estaba por acabar.
Pasados unos diez minutos, el timbre sonó y Lucila salió de la habitación riendo e intercambiando miradas con su hermano. Abrió la puerta y se oyó esa voz, esa inconfundible voz que aquel padre, ahora prisionero, reconoció de inmediato. Le suplicó a Eduardo que no le hiciera nada a su hijo, e incluso gritó para advertirle que escapara, pero ya era tarde. Lucila bajó con el niño llorando y esposado detrás de su espalda. Padre e hijo se encontraron frente a frente, se miraron en silencio, estupefactos. Eduardo comentó lo lindo que debe ser tener un niño tan obediente, capaz de acudir al auxilio de su padre tras un llamado inocente, pidiendo que por favor le alcance unas herramientas extra. Lucila, que ya sostenía un machete en su mano izquierda, explicó las ventajas que habían experimentado al ingerir la carne de alguien con un trauma reciente y feroz, según ella, le exaltaba el sabor. Acto seguido, comenzó a destrozar al niño sin piedad. Primero sobre el hombro derecho arrancando por completo aquella extremidad, luego por la rodilla izquierda haciendo que la víctima se desplome. Eduardo se unió y juntos comenzaron a destruir la cabeza, mientras el padre se volteaba para no ver e intentaba escuchar lo menos posible el sonido de la carne y los huesos de su hijo totalmente triturados. 
El silencio absoluto reinó por unos segundos, para ser interrumpido por un vals con el cual los hermanos comenzaron a danzar sobre los restos del niño, ante un padre totalmente obnubilado y entregado a su suerte. Miró por última vez como Lucila y Eduardo pisoteaban los restos del niño, y se apoyó contra la pared mirando hacia la derecha. Allí, adherido a una heladera, un imán de la carnicería que estaba a la vuelta de su casa y de la cual era asiduo cliente. Curiosamente, había aceptado el encargo del trabajo y con una rebaja, ya que los clientes eran hijos del dueño de la carnicería. No hubo más tiempo para las conclusiones, inmediatamente fue decapitado. 
A las 19:30 hs una mujer preocupada abría la puerta, detrás de la cual un sonriente Eduardo pasaba a avisar que el trabajo se había complicado, pero que su esposo y su hijo volverían antes de las 21hs. Antes de irse, le dejó una bolsa de carne picada y otra de lomo para que conserve, ya que el plomero le había pedido por favor que se lo deje a su esposa, así la carne se podía conservar lo antes posible. La saludó, saludó a los vecinos que espiaban al extrañarles la situación y se marchó. La mujer, sonriente, volvió a entrar. Metió la carne en la heladera y se fue a su habitación. Allí se besaron con Ernesto, padre de Lucila y Eduardo, y ambos siguieron viendo televisión.
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vlp-wrtng-prctcs · 1 year
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Falling for ya'
Está inspirado principalmente en la canción Falling for ya', de la película Teen Beach Movie. Pero la canción es simplemente una excusa para tenerla reproducida y no una base en general para lo que he expresado aquí, ya que mi mente tiene la particularidad de irse por rumbos desconocidos muchas veces.
Pero disfruté esta práctica, y sí, sigo teniendo una fijación con esta serie...otra vez.
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Las luces parpadean sobre su cabeza, como destellos que le recuerdan lo insignificante que es cualquiera cuando las sombras del alma ni siquiera hacen presencia entre la oscuridad que los consume, pero en algún punto, como muchas cosas de la vida, deja de ser relevante; lo único que importa en ese momento es aferrarse al gélido cristal que ocasionalmente calma la sed y humecta los labios rotos, con los que desconoce, si ha tratado de reparar temporalmente con alguien. Después de todo, los rostros, como los labios, son solo trozos de piel de interesantes texturas que se utilizan como vestimentas que lo resguardan de su naturaleza, pero siempre destinadas a desecharse apenas deja de sentirse entre sus propias tundras mentales.
Las reflexiones inconscientes pronto son tajadas de su mente, cuando en su mano hay una presumible escalera de color, digna del merecedor premio gordo que se presume sobre la mesa oscura; cuatro de las 7 personas se retiran, la quinta muestra un póker, juego que, si el dueño de las cartas no estuviera ahogado entre los diversos vasos de whisky, se retractaría de haber usado. Por lo que tira las cartas a la mesa, presumiendo las caras de las mismas para inclinarse sobre el dinero y otros objetos valiosos que está calculando cuántas carreras le podrán otorgar, pero apenas empuña una parte de los billetes, una mano ajena golpea su dorso con un juego que dominaría como “estúpida suerte”.
Otra escalera de color, con la única diferencia de que su número es mayor; ¿cuánta es la probabilidad de ser humillado con la misma mano?
Al parecer demasiado alta cuando se trata de su persona.
—¿Otra ronda?
La sonrisa burlona de su anfitrión le hace casi escupirle la bebida, pero se detiene cuando una mujer se le quede mirando a la lejanía; invitación o no, ya ha perdido demasiado como para sentir que un rechazo es el peor de sus suertes. Así que acaba su propia bebida, o la de su compañero, no sabe si ha vuelto a confundir los tragos o no, y parte en rumbo de la mujer que lo ata en un juego de seducción que el mismo puede tensar; no todo estará perdido si lleva algo a casa esa noche.
Pasa entre las inamovibles, e irónicamente, rítmicas barreras que crean los cuerpos que bailan, los cuales se dividen en grupos, parejas, o con su propia soledad, en busca de encontrar otro ser solitario que quiera olvidar, por un fugaz momento, ese hecho.
Lo alcanzable cada vez es más palpable, incluso si desde esa distancia que se acorta, las facciones de la mujer no son más que una imitación de lo que vería en un maniquí en una de esas tiendas ridículamente caras en las que Tulio generalmente lo arrastraba cuando se aburría. Mismos maniquís con los que alguna vez se metieron en problemas, después de haber tirado varios, e incluso haber arrancado un brazo; piel perfectamente suave, fría e insignificante, que únicamente desfila ropas que al final del día no lo calientan, a diferencia de la primavera que lo sostuvo cuando huyeron a toda prisa.
Se detiene en seco, nauseabundo.
¿Qué acaba de pensar?
Las luces lo ciegan, y el camino antes claro se vuelve más confuso.
Puede ser simplemente una mala jugada del alcohol, como lo ha sido durante ese último tiempo. ¿Qué otra cosa sería? Su corazón no está hecho para ser domado, su mera existencia no fue creada para recibir un solo grado de amor al no expresarlo. Un trato justo. ¿Por qué el destino querría cambiar algo que ha grabado en piedra tanto tiempo?
Trata de suprimirlo, ignorarlo. Repetir la misma rutina que se ha estado asomando cada que el intruso se inserta en su cabeza.
Pero no ha ganado ni una sola batalla desde que se ha vuelto su guerra.
—Quítate —apenas es capaz de percibir el “aviso” antes de ser empujado, chocando con algún otro ser que, como siempre, no resultaba ser exactamente un buen amigo.
De hecho, ni siquiera resultaba ser una buena persona.
—Hey, tú, que bueno verte, un gusto. Ya me iba —palmea su brazo, esperando que no alcance a traducir su cara como el deudor que es, pero apenas logra desplazarse un metro lejos del peligro, puede percibir como trata de alcanzarlo cuando su nombre sale con tal rabia, que su corazón podría competir contra la de un conejo.
Es una horrible y larga noche.
Pasa entre empujones, disculpas bruscas y reclamos, apenas dándose una pequeña pausa para pedirle a una chica su número antes de desaparecer a los segundos cuando siente que se le arroja un objeto que no se da la molestia en identificar; y cuando cree que por fin está a salvo al escalar las escaleras decorativas que debieron, en realidad, funcionar como una salida de advertencia, estás mismas tiemblan ante la brusquedad con la que se sacuden.
Va a morir, y supone que su muerte pudo ser peor.
Cierra los ojos, murmurando su manifiesto en donde básicamente culpa a todo el mundo de sus pecados, sin eximirlo enteramente; pero cuando a los segundos no siente algún arma perforarle algún órgano se atreve abrir los ojos, encontrándose nada más y nada menos con otro tipo de perdición.
—¿…Tulio?
La escalera se desprende de la pared, y el instinto de supervivencia se marchita junto con sus esperanzas de salir vivo de esta; lo peor de todo, supone, es que lo dejará viviendo con la culpa.
Realmente espera que la muerte sea el fin de su consciencia.
Pero, una vez más, no siente el suelo frío matándolo de un golpe en la columna, vertebras o su propia cabeza, al contrario, hay un calor real que derrite todos los polos que oculta debajo de su propia carne.
—Te tengo —el sol se inyecta en los ojos contrarios, calentando su cara. Por supuesto, eso debía ser por el pánico, ¿qué es más agobiante que la propia muerte, después de todo? Tulio Triviño no es nada aterrador, aunque lo haga sentir sin aire. —¿Estás bien?
No está bien.
Y no está cayendo.
Y no está sintiendo.
Y, definitivamente, no lo tiene.
Pero su cabeza asiente, yendo contra sus propios instintos, traicionando a su corazón.
—¿Necesitas qué-? —
—Cállate —pide, ocultándose en su pecho, excusándose ante el mundo de que es solo un tonto ebrio que acaba de tener un susto de muerte, no un pinchazo de emoción, de protección. —Solo vámonos.
No hay más preguntas, y Tulio, como si realmente supiera leerlo, acuna su cuerpo en silencio, brindándole la brisa de su respiración que le hace creer que tal vez, no está tan perdido.
Que quizás existe algún tipo de salvación incluso para sí.
Pero aún se rehúsa aceptarlo como un hecho, después de todo, las cosas buenas nunca han sido hechas para pertenecerle.
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melancolua · 11 months
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(por que vaguejo? que triste nau me condiz tão absinto!) queimo as velas e os remos macerados, e antes qu'a fatia maior do céu se umbre, me zarparei os calcanhares deste ataúde nauseabundo em que hospedei os olhos tenros e a serôdia arte - tenho sonhos natimortos que gorjeiam-me os tímpanos, são nautas dos báratros umbrais que carrego no seio. queimo tudo e queixo-me aos avessos da inexistência que talvez seja chamada de dor ou inércia ou fome e a fronte esconde o frio visceral do medo pois vi lenços tão secos caindo pois nossas memórias são um vespeiro pernicioso e sem remos não partiremos mas, partidos, secaremos até morrer.
Annd Yawk
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tonyhate · 9 months
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Se que debería dejarte ir,
Se que debería dejar de pensar en ti,
pero que carajos puedo hacer yo,
cuando hasta en el frío silencio
los latidos de mi nauseabundo corazón
susurran tu maldito nombre.
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helenite · 9 months
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Amarillo
Bien es sabido que el amarillo es mi color menos favorito y que he intentado explicármelo contando historias de la infancia; recurriendo a la teoría del color, que dice que es incompatible con mi tono de piel; y hasta leyendo sobre estudios que demuestran científicamente que es el color menos favorito de gran parte de la población mundial.
Sin embargo, hay días en los que el amarillo viene de otro lugar y es imposible que me signifique algo negativo o nauseabundo: Ese lugar sos vos. Y entonces, cuando estamos en la habitación oscura y empiezas a hablarle a mi espalda, cada bocanada de aire que sueltas con contundencia al pronunciar ciertas letras, golpea sobre mi piel dejando una huella imperceptible, que es como cuando se toca el fondo del mar y la corriente se lleva la fina capa de arena que se levanta al rededor; lo puntual que es el cierre de algunas palabras, las cosquillas que me produce esa sonoridad cuando entra por mis oídos; los dibujos que haces con tus manos en mi cintura, subiendo por el torso, puedo verlos en el aire como trazos amarillentos que invaden toda la penumbra de la habitación y tengo un cuerpo porque le estás dando forma con tus dedos y tus historias.
De días amarillos me lleno a veces, de esos en los que el sol no nos deja abrir los ojos y la sonrisa destella un poco más, antes de despedirnos y seguir caminos bifurcados, después de haber recorrido trayectos de la mano, llenándonos de besos.
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danielabm9711 · 1 year
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Hola.
Espero que allá donde estés te encuentres bien, no sé si duermas, si comas, si vistas y te bañes.... Ya no se nada de ti y por más que busco señales no te veo, acaso ya me has olvidado? O talvez no encuentras el camino de regreso....
Aquí, el mundo sigue, siguen vendiendo flores, las parejas se siguen besando, los niños corren, las abuelas tejen y yo... Todos los días me levanto decepcionada por no haberte soñado, con los ojos hinchados y pesados, un dolor en el cuerpo y mi olor nauseabundo de tristeza, por más que me baño y me pongo perfume no se quita el olor. Preparo mis pocos alimentos para comer en el trabajo, digo pocos porque son porciones pequeñas que me cuestan mucho trabajo digerir. Voy al trabajo y pongo la mejor cara posible, te lo juro la mejor, sonrió sin que se vea forzado pero es falso, espero con ansias mi hora de comida para ir a verte, me pongo nerviosa, se me acelera el corazón y mis piernas se adormecen mientras me acerco. Antes de llegar he botado algunas lágrimas, todos los días y todo el tiempo me digo que tengo que ser fuerte, por mi, por ti, por nuestra hija🤍, por todos ....
Cuando te veo, sonrió porque recuerdo todos los buenos momentos que pasamos juntos, todas las aventuras que tuvimos, cuando hice muchas cosas contigo por primera vez y se que jamás, jamás en la vida encontraré a alguien como tú y sabes, lo que más me duele es eso que no eres tú, que ya no existes tu y que solo debo llevarte en mi corazón, pero no puedo, ese no era el plan.... Recuerdas?
Todos los días siento dolor, vacío, rabia, tristeza,melancolía,cansancio, sueño, dolor de cabeza y ansiedad. Necesito recostarme a tu lado como antes, que llegaba a tu casa en la mañana y tu dormido en tu cuarto; tu papá me abría la puerta y me dejaba pasarme hasta tu cuarto. Te veía, tu abrías solo un ojo y me decías -que paso, qué hora es?- Me volvías a mirar llorando y me hacías la señal de recostarme a tu lado, yo solo te decía que no quería ir hoy a trabajar y lloraba. Me sujetabas super fuerte hacia ti y me dejabas llorar cinco minutos, después hablábamos del tema...Todos los días negros estuviste ahí y algunos los provocaste, mis malas rachas, mi mala apariencia, mi mal comportamiento, mis actitudes, mi personalidad, mis defectos y virtudes, todo se que lo amaste a tu manera y de una u otra manera siempre me cuidaste. También eres mi mejor amigo y te perdí.
Han pasado ya 30 días, todos los he llorado y me es muy complicado asimilarlo, sigo esperando a que vengas a darme una explicación. En serio tengo muchas ganas de verte, de comer juntos, de hacer lo que hacíamos cuando estábamos juntos. Me siento muy sola, estoy encerrada en los pensamientos de mi cabeza y en el humo del tabaco, en verdad me haces mucha falta.
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Te extraño
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hasirahorror · 1 year
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Este cuento lo escribí hace unos años y me salió medio misógino. Igual creo que tiene valor. Acá va.
BOTÁNICA
Cada segundo que pasa, el reloj en la pared envía su terrible descarga de ansiedad hacia mis oídos en forma de ondas sonoras producidas por la manecilla más delgada. Cada segundo que pasa, mi conciencia y el control de mi ser están más cercanos a desaparecer. Ya es inminente que la criatura que habita debajo de mi piel tome el control.
La primera vez que vi a este ser fue en una nefasta y fría noche de invierno, durante una excursión con un grupo de conocidos aficionados a lo sobrenatural. Habíamos visitado varias animitas y casas abandonadas en distintos lugares del centro de la ciudad. Nuestro guía hacia un gran esfuerzo por convencernos de que sus historias sobre muertes inexplicables eran reales, lo que me tenía bastante decepcionado. Sin embargo, lo que prometía ser una velada para el olvido finalizó de la manera más inesperada. Llegamos a las dos de la madrugada a un ruinoso edificio abandonado en calle Huérfanos. Su particular diseño, con balcones rectangulares de diversos colores que evocaban colmenas, habría sido apreciado como algo moderno e innovador en los años setenta. Ahora, seis décadas después de su construcción, quedaba sólo un fantasma de lo que era. El cadáver de un coloso habitado y masticado por los gusanos.
Tuvimos que vigilar que nadie nos viera entrar. Por alguna razón este edificio estaba mejor protegido que la mayoría de las edificaciones abandonadas a merced de los elementos. Las puertas y ventanas de todos los pisos estaban bloqueadas por gruesas tablas fuertemente apernadas a los marcos. Nunca me había fijado en ese peculiar aspecto del edificio, pero ahora me parecía que alguien deliberadamente intentaba proteger algo que se escondía en el interior, o bien quería proteger al exterior de algo que se guarecía en el lugar. Algunos del grupo decidieron irse, sin embargo yo y unos pocos decidimos darle una última oportunidad a este charlatán. Éste conocía una ventana del primer piso donde se había aflojado un perno, y por ahí tuvimos que forzar nuestra entrada a la fantasmagórica recepción. El guía continuaba siendo majadero con que nadie nos debía ver entrar.
Una vez adentro, fuimos llevados por pasillos y escaleras iluminados sólo por unos pocos rayos de luz que apenas se filtraban desde el exterior. Las paredes se veían irregulares, pero no podía dar mucho crédito a mi visión, y cuando intenté comprobar si ya habían dejado de ser lisas, el guía nos prohibió encarecidamente que las tocásemos. De pronto nos detuvimos frente a una habitación. El líder de la expedición había preparado el lugar con antelación con unas anticuadas lámparas a parafina. El tenue resplandor que provenía de la habitación dejaba ver que las paredes habían sido cubiertas completamente por una hiedra rojiza de donde botaba un líquido amarillento. Ahora ya no sentía inquietud por tocar esas murallas insanas. Quien nos había llevado hasta ahí entró en la habitación y bombeó las lámparas para que recuperaran la presión que habían perdido. Tal proceso sólo era conocido por anticuarios y boy scouts del siglo pasado. Claramente este hombre no era un boy scout. Cuando las lámparas recuperaron su presión óptima, la habitación se iluminó completamente y una visión, más terrible, extraña y maravillosa de lo que me podría haber imaginado en cualquiera de mis excursiones por el Santiago fantástico, se dibujó ante mi incrédula mirada.
Ante nuestros ojos, la luz amarilla de las lámparas mostraba una habitación que parecía ser el comedor de un antiguo departamento. Las paredes estaban todas cubiertas por largas ramas rojas de donde colgaban hojas triangulares con manchas amarillas, rojas y anaranjadas. Desde cada una brotaba una baba maloliente. Pero esto era sólo el escenario para un espectáculo más nauseabundo. Debajo de esta capa de flora enfermiza y agobiante se alcanzaba a distinguir una figura humana. Eran los restos semi fagocitados de un hombre que yacía sentado en el suelo con su espalda contra una pared. Lo único que estaba medianamente descubierto era el rostro, que enseñaba una mueca de indescriptible dolor y aplastante horror. Desde la boca exageradamente abierta salían varias ramas. Parecía como si una enorme enredadera perversa hubiese utilizado cada apertura del cuerpo de este hombre para forzar su paso desde el interior. La sensación insana en mi espíritu, creada por tal aberración de la naturaleza apoderándose de los vestigios de una construcción humana y adaptándolos a su propia fisiología, se vio solamente intensificada con el hallazgo del cadáver. Mientras yo y los demás visitantes nos manteníamos petrificados en nuestros lugares, el guía dio una explicación de lo que veíamos. Mi impresión me incapacitó para entender nada, y creo que los demás estaban en la misma situación. Sólo alcancé a retener la idea de que el lugar estaba cerrado y en secreto por la seguridad de la población. Mientras las palabras se resbalaban por mis oídos, logré ver más detalles en los rincones de la habitación. En los lugares más oscuros había flores. Sus colores eran muy similares a las hojas, lo que las hacían casi imperceptibles. Los pétalos eran largos y delgados, y en el centro había algo que parecía… párpados… ojos cerrados llenos de clorofila sanguinolenta. Cuando estaba convenciéndome de que esto no podía ser tan bizarro, y que estos ojos eran sólo una coincidencia morfológica, logré reconocer un ojo más en la mano derecha del desgraciado occiso. Me acerqué para ver con más detalle, pero me detuvo el horror al ver el ojo abrirse. Una pupila verde musgo me miraba con una intensidad que atravesaba hasta mi alma. A través de ese ojo, la planta antropófaga podía leer mis secretos más íntimos.
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La planta maldita leyó mi mente. Leyó mi espíritu. Vió hasta lo que yo no podía ver en mi inconsciente: mis ansias de destruir mi entorno, de eliminar a los habitantes simples de mi ciudad, que no son capaces de salir de sus estúpidas rutinas. El ojo pudo adivinar mis fantasías homicidas en contra de todo quien no compartía mi desencantado punto de vista sobre la sociedad santiaguina. De pronto mis manos estaban cubiertas de sangre. Mi corazón latía con fuerza y ansiedad. Sentí satisfacción por algo que había hecho, y el temor de ser descubierto. Había destruido algo hermoso, y estaba feliz por eso.
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Me encontraba en mi departamento. Oscuro y vacío como siempre. Había un libro sobre la mesa de centro. Revisé mi billetera y estaba vacía. Eso significaba que había pagado los treinta mil pesos del tour al guía. ¿Qué había hecho? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que mi alma fue ultrajada por ese vegetal consciente en el edificio abandonado? Quise salir corriendo por la puerta de calle, en un estúpido y desesperado intento por encontrar alguna explicación en algún lugar de la ciudad. No obstante, preferí ver por la mirilla de la puerta antes de salir. Lo que vi al otro lado me detuvo. Había un grupo de policías acercándose a mi puerta. Con horror volví a mi habitación y procuré no hacer ruido. Tenía la horrible sensación de que era a mí a quien buscaban, pero nunca llamaron a mi puerta, ni entraron a la fuerza. Me mantuve inmóvil por un largo lapso a pesar de mis ansias por saber qué ocurría. El miedo era más fuerte y me mantenía quieto. Cuando al fin pude dominar mis emociones ya había pasado al menos una hora. Lo único que atiné a hacer fue volver a mirar hacia el pasillo exterior. El departamento de mi vecina estaba abierto y había varios hombres de pie en la entrada. Algunos vestían como los policías comunes con sus uniformes verdes y otros con chaquetas azules que significaban algo más serio. No había ocurrido un delito común. En el departamento vecino se había llevado a cabo un crimen.
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Vi mis manos cubiertas en un líquido viscoso, tibio y rojo oscuro una vez más. Era un sueño hecho realidad. Un sueño tan oculto en mi subconsciente que ni siquiera me había percatado que existía. El hermoso rostro de una mujer llamada Valeria yacía inmóvil en el suelo. Sus ojos y boca abiertos más allá del límite natural sólo lo volvían más hermoso. Eran una coraza exquisita para un espíritu vacío y frívolo que yo había tenido el placer de destruir. El cráneo roto goteaba nada más que estupidez en forma de sangre y masa encefálica con pocas e insípidas conexiones neuronales. Tal masa gris nunca había hecho las conexiones necesarias para notar mi existencia a pesar de las miles de veces que había pasado frente al cuerpo despierto de Valeria a la entrada de nuestros departamentos. Pero por un minuto, Valeria finalmente supo quién era yo, y se llevó mi imagen para siempre al más allá.
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Yo sabía qué era lo que había vuelto ese retorcido sueño en realidad, pero me negaba a creerlo. Necesitaba cerciorarme con alguien que supiera más que yo. Me acerqué al teléfono y marqué el número del hombre que había trabajado de guía la noche anterior… o hace algunas noches… todavía no sabía cuánto tiempo había pasado. Contestó una voz que parecía ser de una anciana y me dijo que ese hombre hace varios meses que no vivía en ese lugar, y que no volviera a preguntar por ese maldito hijo de perra. ¡¿Cuánto tiempo había pasado?! Intenté contactar a los demás que habían estado en el tour. Nadie contestaba, o ya no vivían en esas direcciones. Sus teléfonos celulares no existían. No sabía qué hacer. No me atrevía a salir con tanto policía detrás de la puerta.
Y de pronto me di cuenta. Estaba usando guantes. ¿Por qué tendría que estar usando guantes? Ya sospechaba la respuesta. El ojo no se había apoderado solo de mi mente por un tiempo. Lentamente saqué el guante de mi mano izquierda y ahí estaba. Sobre el dorso de mi mano crecían pétalos rojos, y al medio de estos estaban los párpados cerrados. Cuando se vuelvan a abrir ya no seré dueño de mi persona. Por eso escribo este documento como carta suicida. Cuando me encuentren verán lo que hizo esta planta parásito conmigo… y probablemente sólo queden vestigios de mi cuerpo ocupado por las enredaderas. Veré que puedo hacer para detenerlo. Voy a la cocina por el cuchillo más afilado…
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