Instante luz
que trato de hacer palabras
para poder estremecerte
y para así
hacerte
entender
todo el amor que de mí desborda.
Y en ese momento,
en el que el silencio
es parte de la esencia de lo inconcluso,
me preguntarás qué me sucede.
Y no sabré decir extremidad
mi amor
requiebro
contemplación
y de nuevo, amor
en una misma oración.
Querida hija
mi alma reprocha tu ausencia;
insostenible en tu silenco
que gira en torno a devaneos
que nunca cesan.
Espera infinita que alienta tu sombra,
sombra hecha de los recuerdos
de cuando fuiste mía
y de tu luz deteniendo los tiempos.
Más ahora, madre mía, yo te respondo
que la brisa me lleva siempre a tí de regreso
que junto a las hojas dejo mi huella
que los hechos no se mienten
y que mi silencio nunca calla, sino que siempre se revela.
En memoria de María Claudia Falcone para el Concurso Literario Noche de los Lápices, 2009.
Hablaré con mis ojos
los ojos de aquellos rostros.
Abriré mis brazos
para elevarme del sueño
y reunirme en los aleteos de las pájaras
en la cima del vuelo.
Haré palpitar mis labios,
y así correrá cada vocal,
silencio
uno a uno los llantos
una a una las revelaciones
de cuando una canta grita gime
lo que al alma ya no puedo anidar.
Descalza sobre mí tierra fértil
permaneceré erguida en cortejo
del río
las jaurías
los astros de cada esquina
la vuelta manzana de cada sol
las voces de mis ancestrales animales eternos.