Las margaritas me susurran
que aún le escribes a la luna,
que detrás de las estrellas
todavía fumas a escondidas,
que tu inagotable amor maternal
no se da ninguna pausa
y cada noche besas sus frentes
para ayudarlos a enfrentar los días.
Oxidados versos me susurran
que extrañan tu voz para darles vida,
que nadie como tú para saber danzar
entre cuartetas de bellas rimas,
que tu risa era sinónimo de franca dicha,
que en tu mirada no existía cabida
para la mezquina hipocresía
y supiste siempre sembrar alegrías.
Y esta fecha me recuerda, sin misericordia,
la promesa vertida de no llorarte,
de recordarte con endulzada nostalgia,
que vamos a cumplirnos la pendiente cita
desbordante de humo azul y cafeína,
donde el tiempo se diluya en poesías,
donde quepan todos los libros y películas…
donde deje de extrañarte, gemela maligna.
Se satisface la secreta adicción
entre la dicotomía predilecta:
navegas con embeleso entre cadenas
que [te] libertan de prejuicios abyectos,
proclamadores de hipócritas condenas.
El albedrío más soberano
se proclama en voluntaria entrega.
La angostura de visión perece,
emergiendo los escondidos edenes
tras la aparente penumbra de la venda.
Un gemido cálido y súbito aletea…
y naciendo tuyo, lo volviste suyo:
es la resulta de la alquímica fórmula
conjurada en perfecto binomio.
Brotan jadeantes frases en tus labios
acatando directrices impartidas.
El cuero serpenteante se torna férreo guía,
recompensa y besa tus enrojecidas orillas.
Huellas carmesíes florecen sobre la piel
y espasmos frenéticos calman la ardiente sed.
Secreto rito que enlaza y trenza los espíritus.
Tácito convenio,
tan clandestino…
tan subversivo…
que sólo atinan a llamarlo: “prohibido”.
Después de haberle dado dos vueltas a nuestra estrella, quise escribirte los versos más bellos, la oda perfecta, el merecido panegírico a tu sonrisa cálida, a tus versos que cobijaban sentires y calmaban los pesares que suelen vestirse de silencio; pero no soy el autor adecuado para lograr ese mérito, sólo soy un aficionado a las letras que en escasas veces atina en unas cuantas palabras. Lo que sí puedo y suelo hacer es verte todavía danzando entre margaritas, oír tus consejos a través del viento, sentir que no te has ido, sino que en cualquier momento sonará el teléfono y me contarás sobre el trabajo o tu última idea para una historia de miedo o tus ideas para el grupo que permitió conocernos y que tanto amabas y al que le entregabas sin descanso tu atención y tu tiempo. Lo que también puedo y hago es recordarte como te prometí: sin llanto ni tristeza, sino con la sonrisa que conlleva de manera innata tu recuerdo. De la nostalgia nada te prometí y me reservo, como de todos quienes te amamos, ese irrogado derecho. Para nuestra suerte, si bien hay distancias que quizá no pueden eliminarse de inmediato o en corto plazo, todas, inexorablemente, llegan a su fin. Lo que por ahora nos separa, pronto dejará de existir y es justo en esa muerte donde las almas se vuelven a reunir. Lo sé: sé que para esos lares la sentencia dictará que estemos en playas separadas, pero aun así (tal como hicimos antes), nos sentaremos a conversar desde nuestros extremos. No será la primera ni la última vez que me hables desde el angelical cielo y te responda desde el vasto infierno. Después de recorrer nuevamente nuestra estrella, quise escribirte hermosos versos, una letanía a tus letras, una canción a tu mirada y sin que [me] domine la lágrima. Como ves, sólo pude cumplir en no llorarte, porque de ti aprendí que no importaba cuánto nos golpeara todo, siempre hay motivo para sonreír… y [me] dejaste tantos bellos recuerdos que aún ahora, aunque no estés, todavía me provocas esa sonrisa que acompañaba nuestras charlas escoltadas por incontables tazas con café, ese brebaje ennegrecido que nos hermanaba más que la propia sangre, la tinta que escribía nuestras largas tertulias, la cómplice deuda que todavía tenemos pendiente de pago, pero que en cualquier momento me tocará saldar. Finalmente te confieso que hay algo en lo que definitivamente no te pude ni podré cumplir: dejar de extrañarte, aunque el mundo siga girando alrededor de nuestra estrella muchas veces más.
— B / Esᴇ ᴄᴀғᴇ́ ᴏ̨ᴜᴇ ɴᴏs ᴅᴇʙᴇᴍᴏs —
Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ |Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ|
┤Lima/Perú • 11/mayo/2023├
Me gusta cuando llueve:
me hace sentir, por un momento,
como si cada gota arrancara
los pecados y secretos
que me (des)componen
desde mi impropio nacimiento.
No temas:
tu preciada aureola no sufre daño;
porque si algo acordamos
es que merecido tengo todo destierro.
Me gusta cuando llueve:
me hace disfrazar las expresiones
que florecen de irresolutos dolores,
de memorias lacerantes
y del luto constante por aquel niño
que abdicó, iluso, al hacerse hombre.
Pero anoche, no llovió.
Por el contrario: la calle estuvo vacía,
la brisa acariciaba con gentileza,
la luna acurrucaba esta ciudad…
y mientras tu nombre me carcomía
escapó una lágrima:
desesperada,
furiosa,
harta,
y murió
en acto suicida
sobre la silente acera fría.
No temas,
tu alabado halo sigue a resguardo;
porque en algo siempre acordamos:
las culpas serán eternamente mías
y sólo tuyo es el corazón magnánimo.
Confieso que la noticia despierta la eterna pregunta que carcome mis entrañas. Batallo cada día, con consciente subversión, contra mi innata estirpe y natura. A contracorriente evito las acciones que para otros son cantos de orgullo, pero en mis labios saben a oprobio. Es una lucha a muerte y por ello deseo morir hoy: ahora que todavía no claudico. Confieso que me aterra, hasta mi más recóndita célula, ser igual que ellos.
Dicen… que hoy es el día mundial de la poesía. Dicen, los que dicen que saben, que sin métrica ni rima, ni metáfora, ni hipérbaton, sin anáfora e hipérbole, o rastro de alegorías, un escrito no puede ser considerado poesía. Dicen, los que empuñan la mano en alto y llevan torrentes de rebeldía en las venas, que toda regla limita y confina a las letras que, cómo aves enjauladas, solo aspiran volar sin restricción en ese firmamento que compone una página en blanco, porque la poesía es símil de subversión a todo sistema. Dicen, los que dicen que saben aunque no sepan, que no importa cual corriente se ha de seguir, mientras el sentimiento guía a la pluma (o al teclado, en tiempos modernos) y la verborrea se esparce cuasi anárquica parafraseando el mantra apocalíptico de que lea, quien tiene ojos para leer.
Digo, sin saber, sin cerrar el puño, y con la única certeza que ignoro en demasía, que más allá de toda condición, no es necesario un único día, para que los ojos de un niño no se asombre ante esa casa que solía pasar desapercibida en su diario caminar, para que un borracho no suelte una lágrima descarnada en silencio en la esquina oscura de un maloliente bar, para que el vaho de invierno no dibuje el nombre de quien deseamos abrazar en una mañana invernal, para que una madre no pida en su credo que la muerte no la visite antes de dejar a su prole encaminada, para que el crujir de las hojas caídas por culpa de unas suelas en un otoño cualquiera no genere un recuerdo intempestivo, para que la Luna no siga siendo el receptáculo de ilusiones amorosas, ni para que la piel no se erice ante las canciones que, caprichosas, nos provocan entre melodías, reminiscencias de alegrías o pesares y a veces, hasta soñar despiertos con situaciones que la razón, siempre inmisericorde, nos repetirá todo el día que jamás sucederá. Porque la poesía se encuentra latente, pulsante, agazapada, lista para brotar, entre almohadas y sábanas, entre café y sonrisas, entre silencios y ocasos, suspiros guardados, colillas de cigarros pisoteadas y segundos gastados entre el tráfico rumbo al trabajo. Solo espera que un humilde mortal rompa el miedo, y decida en grafías, expresar su sentir con descaro.
Dicen… que hoy es el día mundial de la poesía. Sirva pues el calendario de pretexto para enviar un saludo a todas las damas y caballeros que incursionan en la poesía y en todo escrito en general (sea en modo amateur o no), transmitiendo sus latidos, sueños y demás hacia ojos sin destino, que en la lectura han de compartir, sin saberlo, un lazo que une y prescinde de naciones, razas, géneros y credos. Digo, sin ser poeta o escritor, tan solo un Caído desfachatado, “Gracias” a todos aquellos que comparten fragmentos de su ser en páginas y que sin saberlo, hacen más leves mis días. Digo, sin saber y orgulloso de mi ignorancia: “Felicidades“; y les pido no se rindan en este tortuoso (y casi siempre ingrato) camino.
Vivo un cuento de hadas:
uno, escrito con sangre,
con lágrimas lacerantes,
con sudor y rabia destilada,
con pieles cuarteadas,
con dolientes espaldas,
con llantos desgarrados de madres,
con miradas ahogadas de padres,
con muertos que gritan sus nombres
y clavan las uñas blancas
en la tersa piel de colectiva indolencia.
Vivo un cuento de hadas
no apto para almas blandas:
un campo eterno de batalla,
uno que amas cuando te alejas
y odias con vergüenza ajena
cuando te espeta su pertenencia,
uno, cuya voz divina,
te recuerda la ausencia de sintonía,
de empatía,
de ciudadanía.
Esta paradisiaca patria
acabó putrefacta y corrupta
como burda pesadilla.
.
1.
Bese como si acabara el mundo:
deje que las lenguas inventen su propio idioma
y comuniquen sin peros los deseos mutuos.
2.
Adopte ceguera momentánea:
sus manos serán conspicuos lazarillos
recorriendo con pericia bajo toda tela fabricada.
3.
Conviértase en ávido corsario:
emule con los labios a históricos navegantes
para reclamar pertenencia sobre cada descubierta parte.
4.
Retorne sin miedo a la niñez:
permítase regocijarse sin miramientos,
de las fuentes que sacian los impulsos hambrientos.
5.
Ignore todo signo de vergüenza:
maraville su mirada con el esplendor de la desnudez
y atesore los universos escondidos bajo el calor de la piel.
6. (y 9.)
Ponga(n) su mundo al revés.
7.
Declárese en guerra:
su pudor es el único enemigo a subyugar,
su orgasmo es el único objetivo a lograr.
8.
Saboree cada gemido
nacido de hermosa sinfonía,
cuando desterrada es la razón y bienvenida la súbita locura.
Hay cosas sencillas
ante las que mi jeroglífica alma
sucumbe plácidamente:
el café
que retrasa mi arribo a la morgue,
el blues
para tatuarme los vividos bemoles
y mis labios en los tuyos,
donde mi caos infernal
se torna paradisiaco orden.
Es sábado:
día que más anhelo en el calendario,
día para que tu sonrisa se vuelva salmo,
día en que exorcizas mi genio endemoniado,
día para que tus labios sean mi sagrario,
día que deseo eternizar a tu lado,
día para acercar los futuros lejanos,
día en que me vuelves humano;
y hay otros seis días de intermedio
—días para extrañarte demasiado—,
hasta que vuelva a ser sábado.
♪ in the villa of Ormen, ♪
♪ stands a solitaire candle ♪
Los pasos ya no aceleran,
pero todavía recuerdan.
Los segundos ya no aceleran,
pero todavía silencian.
Los latidos ya no aceleran,
pero siguen derramando recuerdos sobre la acera.
El insomnio impone mandato.
Las pastillas de proteína
debieron quedarse dormidas
junto al casco, sobre el velador.
La caminata espacial acaba ante la laguna
y la laguna se vuelve masivo agujero
que regurgita memorias desde su horizonte negro.
♪ at the center of it all ♪
♪ your eyes ♪
Un aleteo foráneo trae anuncio:
otro insomne ha arribado.
Se entremezclan los ojos del ánade y del humano
como si acaso escudriñaran mutuos pasados,
quizá destinos secretos,
o desgracias de futuros no natos.
El silencio se vuelve lazo.
Las pupilas no dan descanso.
Se gritan tantas cosas en el oscuro frío
sin emitir una pizca de sonido.
Debe ser que las estrellas se ven diferentes
cuando un impasible olivar actúa de testigo.
♪ How many times does an angel fall? ♪
♪ How many people lie instead of talking tall? ♪
Aburrido, el Tiempo decreta empate merecido.
Con párpados cansados regresan a propios caminos.
Los pasos ya no aceleran,
pero todavía se mueven con sentimiento.
Las alas ya no alcanzan el sol,
pero todavía acarician al nocturno viento.
Necesito vacaciones de [ti] un siglo
—como tiempo mínimo—,
de este infame protagonismo
impuesto por tu omnipresente egoísmo.
Y miras de lado, sin acusar recibo:
demasiado es pedirte piadoso respiro,
una pausa desde tu [mentada] misericordia
para convertir mis cotidianas laceraciones
/en el más sacro vino.
Lograste que desprecie este nombre
—no pedido, pero acabó siendo mío—,
que impone y descompone en mi carne
la expiación de ajenos pecados cometidos.
Maldigo [y te maldigo] por este Sino:
se bañan en mi sangre para sentirse (lim)píos,
matan de mi parte para ante ti, ser dignos.
¿Saben que son tus creadores y yo, el sacrificio?
Y cada tres días
y tres noches
este dolor resucita
desde la oración de un niño.