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tatyangel27 · 4 years

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Hace algunos años, trabajaba en una publicitaria, como cualquier lugar de estos había toda clase de personajes y al ser un lugar "creativo" también estaba repleto de muchos egos revueltos. Teníamos un director creativo que le encantaba meterse con otra creativa. Siempre le decía que era brillante pero que no tenía confianza en si misma y cada vez que entraba en el tren de auto compasión comenzaba a cantarle la canción de "Muñeca Fea" de Cri-Cri. Esto aunque no tenga mucho que ver con mi historia, siempre me viene a la mente cuando quiero superarla.

Creo que fue cuando tenía cuatro años la primera vez que me dijeron fea. Estaba en kinder y una niña que no recuerdo muy bien lo dijo. Después, empecé a notar que mi madre utilizaba esta palabra a cada rato. Cada vez que mi hermano y yo nos portábamos mal, mi madre repetía el fea para decirnos que nos estábamos portando mal. Pero, ese "fea" de esa niña sonaba muy diferente, no era "fea" porque me había portado mal o le hubiese hecho algo, era fea porque para ella yo lo era.

Al pasar el tiempo la bendita palabrita me la repitieron muchísimas veces más. Compañeras del colegio, vecinitos, hijas de algún amigo de mis padres y hasta maestras. Para ser justos, mi idea de andar bien vestida y arreglada en aquella época era no tener ningún hueco en la media y que mis pantalones y camiseta favorita no estuviese manchada. No me agarraban en un vestido ni muerta y generalmente mi cabello era cortado casi al rape, todo esto hizo que la mayor parte de mi infancia pareciese un niño con rasgos faciales algo delicados.

Pero, lo cierto es que cuando algo te lo repiten incansablemente desde tan temprana edad, te lo crees, te acostumbras a escucharlo. La palabra va perdiendo su capacidad de molestarte, pero igual sigue allí lastimándote.

No tengo claro cómo pasó, pero una palabra de tres letras, una de las más sencillas de nuestro idioma, marcó mis pasos y aún los sigue marcando, subliminalmente.

En mi espíritu, las palabra se transformó, mutó y se apropió de miles de significados distintos, fea era mal, inservible, inútil, indeseable. Se convirtió en no soy capaz, no me lo merezco y sobre todo en el mentado no puedo.

En la década de los 80, no existía el término bullying como tal y si te acercabas a cualquier adulto para decirles lo que estaba pasando, sus respuestas eran bastante simples, no hagas caso, son cosas de chiquillos y mi favoritos de todos, si te molestan, molesta tú también.

La bendita palabrita me acompañó durante toda mi infancia y esos niños y niñas se hicieron adolescentes. Mi modo de manejar a las niñas del colegio fue tomar el consejo de defenderme, pero a falta de un buen manejo de lengua viperina lo que resolví fue usar un par de puños viperinos. Se que fue un enfoque equivocado, pero en mi caso funcionó de maravilla, me dejaron de molestar, buscaron otra víctima. Pero, seguí con la soledad hasta el día de mi graduación. Me había vuelto en un ser desconfiado y para ser justa, súper insoportable. La nube negra arriba de mi cabeza me acompañaba a diario y viendo en retrospectiva ni a mi misma me hubiese gustado acercarme.

Esto era en el colegio, un lugar donde sólo habían mujeres y la mayoría no estaban acostumbradas a las respuestas violentas. La historia en mi hogar era muy diferente. No se si las personas a las que nos atacan de esa manera quedamos impregnadas de un aroma o una señal de blanco fácil pegado en la espalda, pero así fue, ya la palabra no era fea, me llamaban bruja y por nombres de hombres. Una vez uno de los chicos me dijo que me habían puesto apodo de hombre porque a una niña tan fea no se merecía ser llamada con un nombre femenino. La "broma" cruzó la raya el día que daba una vuelta caminando alrededor de mi casa y al pasar frente al parque local comenzaron a tirar piedras para que me muriera y que no se me ocurriera más nunca pasar por allí. Cada vez que pasaban delante de mi casa, gritaban a todo pulmón los apodos con los que me habían bautizado y no paraban hasta aburrirse.

Pero basta de tanto cuento deprimente (insertar música triste de preferencia). Un buen día me desperté, me miré al espejo y decidí que la única persona a la que le importa como luzca es a mi misma y no pensé más en estas personas. La mayoría no me acuerdo cómo se llaman. Me sentí furiosa por haber permitido por tanto tiempo que estas personas tuviesen poder sobre mi. Pude hacerme amiga de muchos y hasta el día de hoy los quiero un montón y sólo me concentro en los buenos recuerdos y no en los malos.

Sin embargo, tantos años de este tema, tuvieron varias consecuencias.

Mis relaciones interpersonales. Me he llevado múltiples estrellones gracias a esto. Si eres una persona a la que le dicen tantas cosas negativas y por tanto tiempo, cuando una persona te dice algo positivo, o te brinda algo de atención es como un oasis en medio del desierto. Deseas su atención y piensas que realmente siente afecto por ti por el sólo hecho de que no te maltrata verbalmente. Le hacía caso a cualquier muchacho que me brindase un poco de atención y cuando haces esto sin estar segura de que los sentimientos son recíprocos, es como la receta perfecta para el desastre. Piensas que como no se burla de ti, ni te insulta, te "debe" gustar. Me tomó muchas rupturas de corazón para poder entender esto.

Subir una autoestima que ha tocado el suelo, es una de las cosas más difíciles que existen en el planeta. No me gustaba mirarme al espejo, ni que me tomasen fotos. Uno se auto anula al punto de pensar que lo único que puedes hacer es respirar y sobrevivir. Los sueños no se hicieron para ti, eso sólo es para otras personas. No tienes metas, no sabes lo que quieres, sobre todo porque estás convencido que está mal querer algo, uno se conforma con lo que le ha tocado. Al puro estilo de Betty la Fea escribiendo en un diario mental de auto compasión.

No tienes la menor idea de cómo decir que no y dejas que la gente abuse de ti. Esto me pasaba mucho en los lugares donde he trabajado. Te sientes en la obligación de hacer todo, hasta lo que no te compete. Te llenas de trabajo, labores y tareas. La consecuencia es que algún día vas a fallar, pero así era, Dios nos libre de perder una amistad y regresar al estado de soledad permanente. Terminas en lugares que no te gustan, haciendo cosas que no te gustan.

No tienes la menor idea de cómo manejar las críticas, constructivas, destructivas, o de cualquier tipo. Sin importar de quién vengan o cómo vengan, lo vas a tomar con un ataque personal. También no sabes cómo manejar halagos, no los ves como tal, en tu cabeza paranoica piensas que la persona que te está halagando algo quiere.

Me tomó mucho tiempo salir de este pantano de "vistima" y auto compasión. Trabajo, muuuuuucho trabajo, sobre todo mental. Es un trabajo que no termina, porque es muy cómodo sentarse en el borde de la cama, aceptar que estas pagando el karma de todos tus antepasados y que todo lo que te pasa es porque te lo buscaste. Uno cae en una espiral de comportamiento repetitivo que es bien difícil de cortar.

Mi primer paso fue aceptar plenamente mi pasado, con sus aciertos y sus errores. Mi ejercicio favorito era ver fotos viejas, realmente verlas. La década de los 80 no fue amable con nadie, todos eramos horrorosos. Cuando veo de quién venía los insultos me río conmigo misma y aún no puedo creer que semejantes criaturitas tuviesen tanto poder en mi estado de ánimo, o como me gusta pensar: yo si estaba pendeja.

Borrón y cuenta nueva. Borrar todos los pensamientos negativos y comenzar a tener metas y sueños. Si las metas y sueños se cumplen no es porque tienes derecho a tenerlas es porque te toca trabajar duro para conseguirlas. Los sueños se cumplen no porque te ganes la lotería, se cumplen al planificar y poner mano a la obra en tus sueños todos los días.

Comenzar a quererme y aceptarme, fue y aún es un trabajo arduo. Soy un ser auto crítico por naturaleza, aún me cuesta verme al espejo y detesto que me tomen fotos y videos. Son pequeños demonios que aún me toca conquistar.

En cuanto a toda esa lista de personas que me hicieron la vida de cuadritos por tantos años, no les guardo ni rencor ni nada. Ni siquiera las culpo, culpa la tendrían los padres que no supieron inculcar la empatía, la tolerancia y el amor por el prójimo a pequeños niños. Mi tarea es criar a mis hijas de manera diferente y transmitir mis experiencias, para que sepan que a cualquiera le puede pasar.

No fui la única ni seré la última que pase por esta experiencia. Me agrada ver que hay campañas para acabar con el bullying y me angustia cada vez que me entero que existen personas que la pasaron aún peor que yo. Me gusta cultivar en mis hijas su amor por si mismas y sobre todo la confianza de que pueden hablar con sus padres lo que gusten cuando gusten. Me gusta pensar que en mis manos está el ser un agente de cambio.

Creo en el papel como padres en plantar la semilla de la empatía en nuestros hijos para que no se repitan los escenarios del pasado. Se que es una utopía pero uno hace lo que puede. Darle las herramientas emocionales para que puedan tomar las palabras como lo que son, simples palabras. No dejar que nadie tenga el poder sobre ellos y la compasión que toma querer ayudar a alguien más.

#superandotraumas pasadopisado noalbullying muñecafea

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