Con la palabra inauguramos, damos vida.
Yo te nombro la playa de mi cuerpo,
la bahía de mi boca,
el abra de mis brazos.
Yo te nombro callada,
yo te nombro vibrante.
Te digo aves, te digo remolinos.
Es importante que reconozcas cómo el entorno social puede influir en la energía de las personas.
El entorno social, que incluye las relaciones con amigos, familiares, colegas y la comunidad en general, puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar emocional y energético.
Las interacciones positivas, el apoyo mutuo y la conexión emocional pueden elevar nuestra energía y motivación, mientras que las relaciones conflictivas, el estrés interpersonal y la falta de apoyo pueden drenar nuestra energía y causar agotamiento emocional.
Es fundamental fomentar relaciones saludables y establecer límites adecuados para mantener una energía positiva en nuestro entorno social.
Además, promover la empatía, la comunicación efectiva y el autocuidado emocional puede ayudar a fortalecer las relaciones y mantener una atmósfera de apoyo y crecimiento mutuo.
CUÍDATE. Protégete. QUERETE. ¿CÓMO?… eleva tu vibración conectándote contigo mismo , meditando, haciendo algo que disfrutes… y cultiva el silencio.
Nuestras críticas, resentimientos, depresiones e irritaciones son las que nos afectan. Todas las células del cuerpo, todos los átomos que forman las cosas que vemos, palpamos, comemos, bebemos, respiramos y sentimos, todo tiene vida, todo es una expresión de la divinidad de la vida.
Todo tiene inteligencia, todo siente. Cada porción de vida que ha rozado contigo tiene que ser purificada algún día y son toneladas de energía mal usada, todo eso tiene que ser armonizado de nuevo y devuelto a Dios en estado de perfección y pureza como cuando nos fue entregado.
La vida que se te está entregando amorosamente, es energía pura constante, para que la usemos, viviendo; podemos usarla calificándola mal o bien, he ahí nuestra responsabilidad.
Desbarata y enmenda todos los errores que hayas cometido en pensamientos, palabras, sentimiento y actos contra cualquier parte de vida. Has lo que puedas para formar causas que te traigan únicamente efectos perfectos.
Demos a los demás, y a nosotros mismos, tiempo para aprender y crecer.
Efesios 4.14-16
¿Alguna vez se ha metido usted en el carril izquierdo de la autopista para ir un poco más rápido y termina atrapado en un tráfico aún más lento, sintiéndose frustrado y molesto?
A veces queremos tratar nuestro crecimiento espiritual de esa manera, saltando a ese carril rápido para “adelantarnos” a todos los demás y llegar a nuestro destino lo más pronto posible. Pensamos que leyendo un libro específico u orando de cierta manera, creceremos más rápido. Pero entonces llegan las pruebas de la vida, y sin una base sólida, una que se construye con el tiempo y la diligencia, nos sentimos abrumados y desilusionados.
En un mundo acelerado, recuerde que el crecimiento lento es algo bueno. Considere el pasaje de hoy, donde Pablo describe a los creyentes como niños que deben crecer “en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef 4.15). No esperamos que los niños hagan todo como los adultos. Les lleva tiempo desarrollar la fuerza, la coordinación y la inteligencia necesarias para las tareas “adultas”. Cuando nos convertimos en cristianos, el proceso es similar. Nadie se convierte en un creyente maduro de la noche a la mañana, ni Dios lo espera de nosotros. Así que seamos pacientes con nosotros mismos, tomémonos el tiempo necesario para “crecer”, y celebremos cuando veamos que progresamos.
Equivocarse o errar es parte del proceso de aprendizaje
Aprender no es algo que se consiga de manera innata ni sin cometer errores. Como dijo el inventor Thomas Alva Edison: «No he fracasado, he encontrado 10.000 soluciones que no funcionan».
Para aprender siempre debemos explorar nuevos contextos, opciones, propuestas, ideas o retos. Y en esos nuevos contextos podemos equivocarnos. Salir de la zona de confort conlleva un riesgo, pero también es una oportunidad para aprender. Muchos de nosotros tenemos miedo al fracaso, al error o al rechazo que supone fallar. Pero no debemos tenerle miedo al aprendizaje. El fracaso nos ayuda a mejorar, como dijo el escritor Antoine de Saint-Exupéry: «El fracaso fortifica a los fuertes». Es la oportunidad de ser mejor.
El progreso nunca se acaba. Es algo así como hacer las cosas bien y mal a la vez. Fallar significa intentarlo de nuevo, pero con más sabiduría. Eso es lo que nos mostró el empresario Henry Ford: «El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia». Así que no temamos al fracaso, sino a no atrevernos.
¿Cómo podemos abandonar la negatividad, tal cómo usted sugiere?
Soltándola, ¿Cómo suelta un trozo de carbón caliente que tiene en la mano?, ¿Cómo suelta un equipaje pesado e inútil que lleva? Reconociendo que usted no quiere sufrir del dolor o soportar la carga más y después dejándola ir.