One in a million... “Más bonita que ninguna”
“Más bonita que ninguna, / dicen todos al mirarme. / Yo no sé por qué será, / a mi por qué vendrán detrás, / porque solamente soy / una buena chica, una chica más...”
Así como la canción de Rocío Durcal incluída en el soundtrack curado por Lynn Fainchtein para “Roma”, siento que debe leerse esta película: para unos “una más”, para otros “más bonita que ninguna”. Ninguna de las posiciones al final es desdeñable sobre la película, pero sin duda, creo que trae a la mesa algo más de lo que se viene viendo en el cine mexicano que se produce en la actualidad.
“Roma” es una película compleja. Al punto de que dependerá mucho de quién seas, de cómo la veas, de tus vivencias, del contexto en el que te desenvuelvas y hasta de tus motivaciones, para intentar asomar siquiera una reseña certera. Un juego donde -al final- tu reseña será única entre un millón, pero siempre será igual de válida y descubrirá algo nuevo que no haya descubierto la anterior.
De hecho (fun fact), entre que tuve la posibilidad de ver la película por primera vez (a mediados de diciembre) y el momento que escribo (dos pasadas más a la película en Netflix), la idea de reseñar la película seguro germinó en caminos insospechados, nutridos por el ojo acucioso, un poco el morbo de tener muchas cosas sobre la película para complementar la vivencia y hasta la posibilidad de intercambiar puntos de vista en repetidas ocasiones con amigos locales sobre los temas históricos y sociales que se tocan en la película.
Al final, y como respuesta a un estimado compañero, además venezolano, me decido a escribir.
Mambrú se fue a Tepeji
La calle de Tepeji en la Roma Sur es asombrosamente chica. De no haber llegado este fenómeno llamado “Roma”, seguramente sería una calle más que pasaría inadvertida para vecinos y curiosos de la zona. Recuerdo haber pasado una vez por allí, intentando encontrar el Mercado de Medellín en busca de chocolates venezolanos para compartir con amigos. Luego se confundió entre otras tantas calles de la zona.
Tepeji es tan chica, pero a la vez tan rica, que tiene la posibilidad de convertirse en ese rinconcito para la reflexión sobre todo lo que puede pasar en una calle, en una casa, en una cabeza. En ocasiones, lo más complejo no necesita tanto adorno o explicación. Toca vivirlo y de allí sacar conclusiones, así como a Sofía (el personaje de Marina de Tavira en el film) o a la misma Cleo (personaje de Yalitza Aparicio), nadie les preguntó si querían pasar todo lo que pasaron en el fragmento narrado de lo que para Cuarón son sus memorias.
Para Cuarón. Porque no es mentira, la obra una vez se publica, ya no es del autor (solamente). Muchas veces escuché “¿para qué ver la película de una chacha?” o los super virales “no le vas a entender a Roma si no viviste en el DF (o en la Roma, peor aún)”. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.
La primera vez que la vi, si mi cara se parecía a la de Sofía en esta foto, seguro fue un logro.
La técnica y el ¿cómo hacer una película? no es discutible. Cuarón, luego de muchos años, domina el arte a la perfección, y hablar más allá del sonido chingón de ver la película en una sala frente a verla en Netflix, es vano. Igual creo que esto, no le sumaría tanto a ninguna reseña, solo que es una buena recomendación.
Más bien, para mí, el verdadero meollo y lo que verdaderamente puede hacer o no hacer clic con el espectador es la historia en sí y cómo puedes identificarte con ella a través de los ojos de alguno de sus personajes. Con cualquiera. Esto, porque es REAL. Somos humanos imperfectos, con sus blancos, sus negros y sus medias tintas. La primera crítica, me parece, la hace la misma película. Luego, quien la ve al estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que allí se expone; finalmente, quien la lee o lee sobre ella, creando una especie de “teléfono descompuesto” y una irremediable conversación sobre la misma y lo que en ella se presenta, que es, a mi juicio, lo que más rescato de este audiovisual.
“Roma” va del silencio y las golondrinas hasta la ensordecedora masacre física y espiritual de una sociedad en un momento específico, así como el acto explicado más arriba, donde un filme digital es capaz de detonar tantas reacciones y lo sigue haciendo en los más de cinco meses que lleva proyectándose a públicos selectos.
Por eso, creo que hay que valorarla. Más allá de las inagotables críticas sobre el guión (o la ausencia para los actores del mismo), más allá de los detalles estilísticos y florituras de Cuarón en términos de fotografía e incluso más allá de las inagotables cacas del Borras.
“Roma” no quiere que tú digas: “¡Ah, que chida!” De hecho, creo que es lo menos que quiere. Tal vez (y muy seguramente) se lleve varios Oscars. Bien por ella. Sin embargo, con estatuillas o sin ellas, creo que será una película que habrá logrado su cometido en el momento en que nosotros como sociedad (latinoamericanos en general), intentemos al menos, generar un cambio en nuestro entorno cercano y en la forma en la que nos conducimos con quienes nos rodean.
Al final, y como dice el propio Cuarón, por eso no es una cinta narcisista para dar a conocer su vida. Su vida es lo de menos. Al punto que, por un momento, se confunde al personaje de “Pepe”, el niño más chico de la familia y aparentemente más cercano a Cleo, con Paco, que si vendría a ser, tiempo después, el mismo Alfonso Cuarón.
Dos recomendaciones finales: Una. Ver la película (para hablar con propiedad, si es que eso se quiere) y dos. Accionar (a la enésima potencia, por favor).
Fotos: Carlos Somonte (@carlossomonte) / Fuente de las imágenes: Alfonso Cuarón @alfonsocuaron en Instagram.
6 notes
·
View notes