Tumgik
#helaba
frankfurtphoto · 9 months
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Junghofstraße, Innenstadt, 2023
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lknapp · 6 months
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Bild des Tages: Laterne vor Bürogebäude am Kaiserlei
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caostalgia · 1 year
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Te soñé.
Te soñé deambulando, completamente pérdido, en el frío y la soledad de la oscuridad.
Lo hice y me vi a mí misma corriendo tras de ti, intentando alcanzarte. Tropecé y al ponerme nuevamente de pie, fui testigo de tu presente con alguien más.
Te soñé cayendo en la profundidad de una piscina, agua helada y gritos de auxilio. Eras un cuerpo luchando por sobrevivir, buscando salvación.
Lo hice y me vi a mí misma yendo a tu rescate, aun sin saber nadar.
El frío que helaba hasta mis huesos se hizo real a mitad de la madrugada en mi habitación.
Pero después entraba alguien más y habías dejado de ahogarte, te vi marcharte con ella, salvandola a ella, y entonces quien se ahogaba era yo.
Te soñé feliz, realmente feliz. Le habías encontrado el sentido a tu vida.
Eras tú, seguías siendo tú, pero al fin completo. Finalmente la encontraste.
Lo hice y me vi a mí misma convertida en pasado, deambulando, perdida en el abismo de tu indiferencia y vagos recuerdos. Finalmente me olvidaste.
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Coldissweet
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Otoño, para siempre.
Ya se deshojaba el año, las hojas del calendario ya eran apenas tres que se aferraban a la pared. El frío invernal era la promesa de una caricia en el viento que cada vez helaba más. El equinoccio dio rienda suelta a la noche que a diario ganaba más minutos sobre el día, y yo sólo podía suspirar. Me gustaba esta época del año, cuando ya podía usar suéter, botas y bufanda. Amaba el olor del petricor que se asomaba debajo de la alfombra de hojas multicolores que tapizaba el suelo. Los olores a canela, manzanas y caramelo, a clavos de olor, vainilla y nueces hechizaban a mi nariz y paladar. Es por eso que había venido a esta pequeña cafetería a la orilla del bosque. Era un destino popular para turistas que venían a los senderos de la montaña a correr, caminar o andar en bicicleta, pero ya de noche se convertía en un lugar de reunión para los lugareños. Fue así que llegué a sentarme en la cómoda butaca de la esquina que, si fuera cuestión de uso, prácticamente tendría mi nombre impreso en ella. Había sido un día cansado. Mi jefe había estado sumamente tenso y exigente hoy por lo que yo necesitaba relajarme. Este era mi lugar favorito pues la dueña ya me conocía y me dejaba quedarme por horas, aunque lo único que comprara fuera un pequeño chai. Ella sabía que ni mi trabajo como contadora de día ni mi oficio de aspirante a escritora por las noches dejaban mucho dinero en mis bolsillos. En realidad sólo había publicado un cuento una vez en la revista de mi pequeño pueblo, el cual yacía anidado en una vasta cordillera de montañas, y apenas por un pago simbólico. Ya se miraban las estrellas refulgir en el cielo por entre las ramas de los pinos. Una bruma densa empezaba a cubrir la montaña, pero yo no me percataba de ello pues estaba concentrada releyendo lo último que había escrito en mi libreta: el siguiente capítulo de mi novela. Sólo llevaba dos, pero en mi mente ya era una novela.
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Estaba con el lápiz en la mano a punto de editar y añadir cuando algo llamó mi atención. Sentí una electricidad recorrerme y erizarme la piel. Fue tanto el sobresalto que volteé a ver hacia arriba... Allí estaba él con sus ojos fijos en mí.
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Tuve la gracia de bajar la mirada, pero estoy segura el furioso rubor de mis mejillas delataban lo alterada que me sentía bajo el escrutinio de esos ojos tan azules que parecían zafiros. Vestía un atuendo completamente negro que contrastaba con su cabellera de un gris plateado, el cual me recordaba al madreperla. Era raro ver el contraste con su rostro pues éste no tenía ni una sola arruga.
Estaba ocupada pensando que podría ser alguna moda entre los jóvenes y de la cual no estaba enterada. Y digo jóvenes porque a pesar de que yo no había llegado ni a mis treinta años ya me sentía antigua, como si el peso de muchos años ya estuviera sobre mi espalda. La verdad no tenía amigos de mi edad; no los entendía y mucho menos tenía algo en común con mis contemporáneos. Creo que por eso escribía. Era una forma de expresarme y conectarme, de verter ese peso que sentía en el alma. No sé cómo explicarlo, pero desde temprana edad las hojas me llamaban.
Cuando levanté los ojos ya estaba frente a mí y a la par de mi butaca. Sus ojos brillaban como dos zafiros estrella bajo la luz de la luna. Su mirada me cautivaba, me absorbía, me dejaba sin aire; así de intensa, y de profunda,
"Disculpe, ¿lo conozco?"
Él emitió una sonrisa llena de melancolía y ternura a la vez. No podía despegar de su rostro mis ojos. Mi corazón latía tan fuerte y rápido y no sabia porqué.
"¿Sabes? Quería verte. Al menos por un instante, necesitaba saber que estabas bien. Han pasado más de cien años para mí pero el tiempo nunca ha podido hacer mella en ti. Te reconocería en cada vida, en cada espacio, Siempre tus hojas. Sabía que no abandonarías esto tan tuyo, por eso te busqué en ellas. Sabía que te encontraría si tan sólo tenía fe."
Estaba tan sorprendida por sus palabras que no me percaté de lo que dejó en la mesa frente a mi. Con eso se dio media vuelta y salió por la puerta. Al ver que se iba automáticamente tomé el objeto y me paré para ir detrás de él. Era un anillo que quemaba mi mano como si fuese de luz estelar.
Cuando salí por la puerta, él ya se había desvanecido entre la densa neblina...
E.V.E
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Uno de los más grandes novelistas del siglo XX. Ganador del Premio Nobel en el año 1998.
Novelas recomendadas: "Ensayo sobre la ceguera", "Todos los nombres", "Memorial del convento" y "El año de la muerte de Ricardo Reis".
Esta es la primera parte de su discurso cuando recibió el Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca en el año 1998.
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".
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kamas-corner · 1 month
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El Corazón Delator - Edgar Allan Poe
(Extracto)
¡ES VERDAD! nervioso, muy, muy terriblemente nervioso yo había sido y soy; ¿pero por qué dirán ustedes que soy loco? La enfermedad había aguzado mis sentidos, no destruido, no entorpecido. Sobre todo estaba la penetrante capacidad de oír. Yo oí todas las cosas en el cielo y en la tierra. Yo oí muchas cosas en el infierno. ¿Cómo entonces soy yo loco? ¡Escuchen! y observen cuan razonablemente, cuan serenamente, puedo contarles toda la historia. Es imposible decir cómo primero la idea entró en mi cerebro, pero, una vez concebida, me acosó día y noche. Objeto no había ninguno. Pasión no había ninguna. Yo amé al viejo. El nunca me había hecho mal. Él no me había insultado. De su oro no tuve ningún deseo. ¡Creo que fue su ojo! Sí, ¡fue eso! Uno de sus ojos parecía como el de un buitre — un ojo azul pálido con una nube encima. Cada vez que caía sobre mí, la sangre se me helaba, y entonces de a poco, muy gradualmente, me decidí a tomar la vida del viejo, y así librarme del ojo para siempre. Ahora éste es el punto. Ustedes me imaginan loco. Los locos no saben nada. Pero ustedes deberían haberme visto. Ustedes deberían haber visto cuan sabiamente yo procedí —¡con qué cuidado! — ¡con qué previsión, con qué disimulo, yo me puse a trabajar! Nunca fui más amable con el viejo que durante toda la semana antes de matarlo. Y cada noche cerca de la medianoche yo giraba el picaporte de su puerta y lo abría, ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando había hecho una apertura suficiente para mi cabeza, ponía una oscura linterna sorda todo cerrada, cerrada para que ninguna luz saliera, y entonces metía mi cabeza. ¡Oh, ustedes habrían reído al ver cuan hábilmente la metía! La movía lentamente, muy, muy lentamente, para no perturbar el sueño del viejo. Me tomó una hora poner mi cabeza entera dentro de la apertura hasta poder ver como él yacía sobre su cama.
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tepoeta · 2 months
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LOSING GAME
Sabía que amarte era considerado un juego perdido, pero no me importó repetir la partida una y otra vez.
El corazón tiene razones que la razón desconoce, pero no lo supe entender hasta que fui consciente de que era incapaz de respirar un aire que no fuera tuyo.
Me percaté que la luz era fácil de amar, así que me conduje hacía tu oscuridad. Vi a tus propios demonios en carne propia, pero no hizo falta pensarlo dos veces para decidir hacerlos míos.
Cuando el cruel frío me helaba los huesos, me quedé ahí, por qué sabía tú estabas allí.
Me quedé parada en el medio de la nada, aún sabiendo que ya no estabas ahí.
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adiosalasrosas · 4 months
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"El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".
—José Saramago, discurso de recepción del Nobel de Literatura en el año 1998.
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kozlovboyfriend · 10 months
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Que día era ese, no lo sabía, solo estaba ahí, tirado en el suelo, el castillo dónde vivía con aquello que amaba, había desaparecido, el frío estaba por las grandes puertas derrumbadas, su cuerpo estaba tan herido que sentía dolor con solo respirar, pero parecía que aunque no quería, seguía haciéndolo, el cansancio parecía hacerlo cerrar los ojos, sin embargo su mirada, temblorosa, se terminó topando con el cuerpo de una persona, aquello, lo hizo helar la sangré, realmente esperaba que aquello fuese algún tipo de sirviente de la casa, sin embargo, aquella ropa la conocía tan bien.
Movió su propio cuerpo, para poder arrastrarse hasta el cuerpo de dicho hombre, pero apenas había intentado, el dolor debajo de su pecho, lo hizo toser, y la sangre acumulada, parecía buscar salida, la cual solo era por su boca, sus vamos intentos por conseguir avanzar fueron nulos, el olor comenzó a penetrar en el, el olor a sangre, estaba solo, el olor a sangre, gracias al viento fuerte y frío llegaría a algún animal salvaje y terminarían por llegar para decorar sus restos sin alguna clase de respecto, o más bien, de seguro llegarían en cualquier segundo y tal vez llegarían a comerlo aún estando conciente, algo que no duró mucho tiempo ya que sus ojos se cerraron.
Un ruido sordo lo hizo abrir sus ojos, miro a un hombre levantado en medio de la puerta, no iba a pedir ayuda para el pero aún así, abrió su boca, aunque su voz era ahogada termino por poder alzarla lo suficiente, eso creía, para que le entendiera.
— Podría, podría checar si aquel hombre está vivo.
Pidió sin embargo la vista de aquel hombre comenzaba a causarle cierta desconfianza, por lo que, sin poder moverse miro como aquel cuerpo, comenzaba a caminar hasta el, y pudo percatarse de algo que le helaba la sangre, los ojos de este ser, eran negros, la pupila y la esclerotica eran del mismo tono y el iris rondeaba en un tono rojo, camersi oscuro.
— No está vivo, eres el único que parece estar luchando por seguir.
Si bien, estaba asustado, en cuanto supo que era tal cual imagino, sentía la pesadez reinar su cuerpo, y se dejó caer por completo, pido sentir el cuerpo de una cosa fría estar tan cerca, sin escuchar uno de sus pasos, y lo demas parecía borrarse en cuanto el dolor fue alcanzado en ser tomado de sus mejillas con gran fuerza, abriendo sus labios, sintiendo como es que un líquido caía dentro de su boca ay era obligado a tragar lo, solo pudo lograr sentir un poco de alivio antes de que otra vez fuese alcanzado por el dolor, era tan fuerte, su cuerpo parecía comenzar a hervir, comenzando con espasmos tan fuertes, que le hizo quedar en blanco, sus músculos se rompían, al igual que sus huesos pero al mismo tiempo parecían volver a hacerse, era una sensación de descomposición y un dolor y ardor en la garganta, que sus propias manos terminar yendo directamente a su cuello, tratando de estargularse a si mismo, sin embargo aquello quedó en ese sentimiento vacío.
No sabía que le había hecho pero su mirada fue atraido por como el olor a sangre inundó está vez con más fuerza su nariz, había inundado de manera indescriptible su ser, era tan fuerte que le causaba asco pero al mismo tiempo su sed parecía aumentar, hasta que pudo notar como aquel hombre traia entre sus manos una mujer y la lanzaba hacia el, no fue posible resistirse, terminando por hacercarse hasta poder tomar entre sus dientes, la carne y sentir el sabor metálico, y aunque era raro, no paro, incluso había tomando entre sus dientes la carne, partiendo pedazos de esta.
Se alejo de aquel cuerpo, sin vida, se miro a si mismo, su cuerpo estaba cubierto de heridas, y la sangre en parte era suya, pero había ese olor, ese olor que dejaba en claro que tenía sangre de alguien más en si mismo, pero apenas volvió a si, volteo y fue a dónde dicho cuerpo estaba, era cierto, estaba sin vida, sus manos apenas y habían tocado su piel helada, la piel la cual, esperaba nunca sentir así.
— Perdón...
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ferferyfer · 1 year
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Microrrelato
Nos dejamos ir, me pregunto si te acordarás... Era octubre, no llovía, no nos helaba el frío; la Luna iluminaba nuestra oscuridad. Te he pensado mucho, ¿cómo sería si no? Si el sacrificio, si la sangre derramada, sin más, perdiesen su valor, ¿qué sería de mí? Nada, nadie.
Sigo volviendo al último momento, como si no lo hubiese ya revivido trescientas noventa y dos madrugadas. Tus ojos brillaban, pero tu piel no. Recuerdo un par de labios amoratados, una risa sorda...
y el río que nos separó.
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caramelo-raro · 2 years
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@andrake-indierp​
El viento  de New York helaba su rostro. El helicóptero de la empresa de su padrastro sobrevolaba la gran manzana, Jack sólo pensaba en volver a Kansas. 
No quiso decidirse por una universidad, a pesar de poder irse a cualquier institución Ivy League. Tomaría un año sabático para esperar a su novio, le había suplicado esperarlo para mudarse juntos a San Francisco y empezar juntos una nueva vida, Jack aceptó. Su madre estaba que explotaba. Lo mandó el resto del año con uno de sus padrastros: Patrick. 
“Te extraño” leía el último mensaje que le escribió a Vince. 
Guardo su celular y se dispuso a bajar. Le sorprendería si Patrick lo recibiría en el helipuerto. 
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jeduran · 1 year
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Hemos enloquecido por algún tiempo. El incendio estuvo en nuestras manos. Al preferir la flor nos arrodillamos ante las cenizas, a un paso de la última concesión. Dimos la espalda a lo que pudo ser el más grande empeño de nuestras vidas y caminamos toda la noche bajo una llovizna que nos helaba los huesos. El camino no era fácil, el frío no era fácil, la oscuridad no era fácil; pero mantener el rumbo era todo lo posible. Amanecer en la cama que creímos incinerada, bajo el calor y el olor de sus cobijas, con la piel suave por el descanso, no es un premio al valor de continuar, es la prueba de que el incendio no fue total y sabemos la certeza de que algún día volveremos a estar a un paso del desastre.
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jartitameteneis · 2 years
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El ‘carnicero de Milwaukee’.
Jeffrey Dahmer violó y asesinó a quince homosexuales entre 1978 y 1991. Entregado, devoró sus miembros y los manipuló en pos de la creación del amante eterno. Un jurado le condenó a 15 cadenas perpetuas.
Es muy difícil creer que un ser humano haya hecho lo que yo he hecho pero sé que lo hice’. Con estas palabras, Jeffrey Dahmer hacía frente a la sentencia del jurado que le condenaba a más de 900 años de cárcel, 15 cadenas perpetuas. Tras tres semanas de juicio, Dahmer, apodado por méritos propios el ‘carnicero de Milwaukee’, caníbal, necrófilo y asesino en serie, un hombre ‘normal’ de 31 años, mostraba su sangre fría, enmarcada en la sorprendente brutalidad de la que hacía gala. Y lograba, él solito, cavar su propia tumba, aquella que negó a sus 15 víctimas. Hombres jóvenes, homosexuales a los que violó, asesinó, desmembró y devoró durante seis largos y espeluznantes años.
Jeffrey mantuvo el tipo durante el juicio pero la magnitud de sus crímenes y su apostura destilaban un orgullo y soberbia muy lejano a la contrición, de forma que le condenaron a un merecido castigo. Si el veredicto hubiese sido de incapacidad mental, Jeffrey hubiera acabado sus días en un psiquiátrico pero el jurado fue ecuánime: "¡Culpable!" El fiscal dictaminó tajante que el ‘carnicero’ era un ‘asesino a sangre fría’.
Su historia, desgranada durante el juicio, helaba la sangre: su primera víctima databa de 1987 y su currículum criminal continuó engrosándose hasta el 21 de julio de 1991, cuando la que sería su última ‘conquista’ logró escapar de su apartamento y avisar a la policía.
Los agentes que entraron en su domicilio se toparon con un macabro botín de cráneos manipulados, fotos de hombres mutilados y varias cabezas repartidas entre el congelador y el frigorífico.
Jeffrey era meticuloso, frío y calculador, frecuentaba las saunas y los bares de homosexuales periódicamente en busca de sus víctimas. Rubio y de ojos azules, seleccionaba aquellos que más le atraían físicamente, la mayoría de raza negra, aunque aseguró que no era racista.
Tras conducirlos a su domicilio, mantenía relaciones sexuales con ellos, consentidas o no, les drogaba y les asesinaba. Después iniciaba un siniestro ritual que incluía la necrofilia, el desmembramiento de los cadáveres y el canibalismo. El ‘carnicero’ se sentía unido al demonio, lo que sumado a su pasión por la pornografía y su admiración por la inspiradora cinta ‘El exorcista III’, conformaron su personalidad.
El objetivo de Jeffrey era dar con el amante perfecto, silencioso, que jamás se quejase y que obedeciese a todos sus deseos; y una vez conseguido, que se quedase con él para siempre. En pos de dar con este ideal de muerto viviente, taladraba el cráneo de sus conquistas y les inyectaba ácido en el cerebro.
Durante su juicio, la únicas palabras amables fueron las de su abogado: ‘Es un hombre cordial y educado, que está avergonzado de lo que es’.
Cuando se acerca el final de la vista, el ‘carnicero’, con la mirada fija en el suelo, oculta el rostro. El silencio en la sala es total durante la lectura del veredicto. Un silencio quebrantado estruendosamente por la alegría de los familiares de las víctimas al escuchar la decisión. Emocionados, dan rienda suelta a sus sentimientos al comprobar que al fin se ha hecho justicia y que Dahmer morirá entre rejas.
Jeffrey Dahmer, alias el ‘carnicero de Milwawkee’, fallecería en el Columbia Correctional Institute en Portage (Wisconsin) durante una reyerta carcelaria, tras recibir una paliza de otro recluso, el 28 de noviembre de 1994.Hoy en día no esta claro las victimas reales que mato, es uno de los personajes mas oscuros que han existido en la historia criminal de América
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danielcalao · 1 year
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Soñé...
Soñé que el infierno se helaba, que el mismo cielo se fundía ardiendo en las llamas de un averno que ya no existía; soñé que los mares se evaporaban y la tierra misma colapsaba, todo desaparecía, pero entre tan terrible pesadilla, lo peor fue soñar que no me amabas, el amor que me tenías por completo se apagaba, y la llama del amor que en ti vivía por mí, se consumía…
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enlodemas · 2 years
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Point Shirley” de Sylvia Plath
Desde Water-Tower Hill hasta la prisión de ladrillos
los guijarros estallan, discutiendo bajo
el colapso oceánico.
Pasteles de nieve rompen y se fusionan. Este año
la ola de grava ataca
el dique y cae en un ataúd
de restos de almejas,
dejando una pulpa salada de hielo a blanquear
en el patio de arena de mi abuela. Está muerta,
ella, cuya ropa lavada, secándose, chasqueaba y se helaba aquí, quien
cuidaba la casa en contra
de lo que el descuidado mar en celo podía hacer.
Las olas de las borrascas alguna vez hicieron bailar
vigas de barcos atravesados por la ventana del sótano;
un tiburón sajado, de cola trillada,
anidó en la cama de geranios:
a esta confabulación y terquedad de elementos
enfrentó hasta el cansancio con su escoba de retama.
A veinte años
sin su cuidado, la casa todavía abraza, en cada juntura de estuco,
las piedras calizas y moradas: desde el picaporte de Great Head
hasta la panza llena de Gut
el mar en su molleja helada fundamenta sus revueltas.
Nadie pasa el invierno ya tras
los tablones de las ventanas en las que
colocaba sus hogazas de trigo
y pasteles de manzana a enfriar. ¿Qué es
lo que sobrevive, se duele,
golpeado escupitajo obstinado
de grava? El contador de reliquias
vomitadas por las olas, aglomerado por el viento,
los patos de cuello ancho montan las olas.
Una labor de amor y esa labor perdida.
Incesantemente el mar
se alimenta en Point Shirley. Ella murió bendecida
y yo regreso,
a huesos, sólo huesos,
maltratados y revolcados,
un mar con cara de perro.
El sol se hunde en Boston, rojo, sangriento.
Extraeré de estas piedras, secas, inútiles,
la leche que tu amor les infundió.
Los patos negros se zambullen.
Y, aunque tu generosidad se derrame
y yo me las ingenie,
Abuela, las piedras no son un hogar
para esa paloma espumosa.
Frente a los barrotes y la torre
el mar sigue escapando.
(1959)
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quisberth · 2 years
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Ser un D-Class apesta, no se puede negar eso. Tanto si eras un recluso condenado a muerte, un preso político, un imbécil sacado de la calle o un clon criado en un tanque en las instalaciones, tu vida siempre estuvo a unos minutos de encontrar un final rápido y brutal. Incluso si de alguna manera evitaste ser comido, vaporizado o perdido en alguna dimensión infernal, era tan probable que recibieras una bala en la cabeza al final de tu oración como que te administraran amnésticos y olvidaras todo.
Habiendo dicho eso, no fue una completa mierda todo el tiempo. En medio de todo este horror, todavía había cosas mágicas, maravillosas y bellas. Mientras que algunos SCP son máquinas de matar sin corazón, algunos son simplemente personas tristes y solitarias que necesitan un poco de amor.
Yo era un simple conserje en ese entonces, responsable de limpiar laboratorios y salas de interrogatorio después de que los grandes cerebros y los chicos duros hicieran lo que hacían para ganarse la vida. Estuve allí durante unos meses y aprendí algunas de las lecciones que necesitaba para sobrevivir en ese horrible lugar. Había visto morir a hombres y mujeres, y todo en lo que podía pensar era en mantener la cabeza baja y aguantar hasta que terminara mi gira por aquí, y pudiera olvidar todo este horror y maldad.
Tal y como lo era el SCP-9999 nombre clave Reset y con la designación seguro.
La conocí en su sala de contención, sellada en una cámara hermética y aislada para mantener la cuarentena. Estaba limpiando el lado de la habitación de los científicos, pero mientras cumplía con mis deberes me encontré distraído por la chica que me miraba. Dudo que yo fuera el único responsable de limpiar la unidad, y en otras circunstancias nunca nos hubiéramos unido. Pero hubo dos grandes cosas que sirvieron de nexo entre nosotros.
1) ella fue hermosa
2) hubo algo que no me dejaba dejarla sola
Después de un tiempo de pánico por creencia de que podría estar tratando de tomar mí mente, terminé mis deberes en la habitación e intenté comunicarme con ellos, primero a través del inglés y luego a través del lenguaje de señas.
Estoy seguro de que los superiores sabían lo que estaba haciendo (y lo aprobaron), porque después tenía programado limpiar su unidad todas las noches durante un mes. Limpiaba lo que necesitaba lo más rápido que podía, y luego pasaba el resto del tiempo asignado con 9999, enseñándole el lenguaje de señas y hablando de nosotros.
Después de un tiempo descubrí que su nombre era Frisk, una chica de unos tantos 19 años, con una falda hasta las rodillas y una blusa de colores. Siempre mirando con esa expresión en blanco y de vez en cuando una sonrisa.
Cada semana más o menos tengo una breve sesión con un psiquiatra, que creo que se trata menos de mantener la salud mental de los Clase-D y más de rastrear los efectos mentales que los SCP tienen en los humanos desprevenidos. Hablamos de mi vida antes de la Fundación, mis intereses personales, mi conexión con "9999", todo tipo de cosas.
Pregunté si esto sería un problema para ellos o para mí, y me dijeron que no (aunque yo estaba seguro de que esto se lo iban a mandar a los de arriba). De hecho, mi tiempo libre designado se extendió una hora completa y me dieron una clave de acceso especial a las cámaras de SCP-9999. Ciertamente no tuve problemas con esto, y Frisk siempre estaba feliz de verme.
Así fueron las cosas durante varias semanas. Es decir, hasta ese fatídico día en que sucedió lo peor posible.
Probablemente eran las 10:30 o así, justo en la mitad de mi turno. Ya había terminado de limpiar la unidad y estaba sentado frente a la puerta de Frisk, tratando de explicar quién y qué era Batman. De repente, la puerta que conducía al pasillo exterior se cerró de golpe. Las luces del techo se apagaron y las luces rojas de emergencia comenzaron a parpadear mientras sonaba la bocina.
"Oh, mierda". susurré, mi sangre se helaba. Mi sitio, el Sitio 69, se estaba convirtiendo en el nuevo hogar de algunos de los SCP más peligrosos y poderosos de la Fundación. Algunos de ellos eran lo suficientemente poderosos como para ser un peligro para el mundo entero, si lograban escapar. Si parecía que uno de esos estaba a punto de salir, los jefes no dudarían en activar la bomba nuclear en el sótano y llevarnos a todos a Kingdom Come.
Es malo, ¿no? Frisk firmó, mirando nerviosamente entre la puerta y yo.
"Estoy seguro de que está bien" Firmé de vuelta, tratando de ocultar mi pánico y miedo. "Todavía no han dicho cuál, Tal vez es solo un Euclides que está causando travesuras"
Por favor, no me mientas. Frisk parecía más desilusionada que enfadada. He estado aquí el tiempo suficiente para saber lo grave que es una brecha de contención, Euclid o no.
Suspiré, apoyándome contra la pared. "No sé" admití "siempre es una tirada de dados. Si es uno de los grandes del sótano..." No terminé la frase. Se apoyó contra la puerta de vidrio reforzado, mirándome con ojos tristes y temerosos. Ambos descansamos así durante unos minutos, observando la puerta y las luces intermitentes, el claxon casi ahogaba el estruendo distante en lo profundo debajo de nosotros.
¿Tienes miedo a la muerte? preguntó, después de un largo silencio.
"Por supuesto", respondí, sorprendido por la pregunta, "¿tú no?".
Solía ​​hacerlo, señaló, luciendo más cansada y triste de lo que nunca la había visto, he tenido miedo durante tanto tiempo. Estoy tan lejos de mí línea del tiempo que bien podría estar en un mundo extraño. Todos y todo lo que he conocido se ha ido. En cualquier momento, algún monstruo o demonio podría atravesar esas puertas y matarme. Pero no importa... simplemente resetearia de nuevo, pero atrapada aquí.
"Es una mierda...." Conocía su poder, El poder para resetear la línea de tiempo por completo, al parecer quedó atrapada aquí por resetear demasiado.
Detrás de mí, docenas de puños golpeaban la gran puerta de metal, exigiendo su liberación. Hubo otro ¡BOOM! ensordecedor, seguido de un rugido ensordecedor. Se me heló la sangre. Había estado con la Fundación el tiempo suficiente para conocer solo una criatura que hizo ese rugido.
SCP-682. El lagarto indestructible.
Mierda....
Comenzé a reír histéricamente, no podía creer que esto llegue a pasar, es el fin...
Liberame....
"¿Que...?" Mire fijamente a Frisk, dios no pensé que me enamoraría de ella hasta ahora.
Liberame....puedo detenerlo....puedo salvarnos. Dude...siempre dude en el peor momento, ella pedía lo imposible, pero también sería la única opción, enfrentar un scp contra otro scp. No sé cuan poderosa es ella, no sé que hará si la libero....
La puerta comenzó a crujir, y sabía de quién era la culpa.....
"¡Maldición!" Rápidamente comenzé a teclear en la computadora, la alarma de la habitación empezó a sonar,luces parpadeando. La puerta de Frisk comenzó a abrirse al igual que la puerta que nos separaba del lagarto.
Justo cuando creí que todo estaría bien vi una garra apunto de arrancarme la cabeza....
'Entonces....así es como muero,eh...'
Cerré los ojos esperando mí muerte, pero algo se había interpuesto en medio.
El lagarto grito de dolor y fue lanzado hacia atrás, chocando con una pared, mire a Frisk quien de alguna manera saco un cuchillo de algún lado, el cuál brillaba de rojo con intención asesina.
Ella me miró y se acercó, me levanto y me abrazó con cariño, la diferencia de altura bastante clara.
Finalmente...puedo tocarte....puedo hacer esto...
Cuando supe que me beso fue cuando el lagarto volvió a rugir y Frisk se separó de mí...
No te preocupes Kris...Mí DETERMINACIÓN no te permitira morir, no te permitiré morir
Ella se alejo dejándome allí mientras se fue a enfrentar al SCP inmortal.....
XxX
MultiverSans :Muy Bien hasta aquí el capítulo de hoy, Frisk explicales este universo mientras preparo el siguiente
Frisk salto y miro a los espectadores, con las manos entrelazadas en la espalda comenzó a explicar.
Frisk: Bueno cómo vieron, la otra versión de mí está atrapada en otra línea paralela en donde fue atrapada por la fundación SCP cuando después de resetear demasiado, el reset fallo y cargo un punto guardado de otra persona. Aquí como vieron Kris uno de los protagonistas de DeltaRune también está aquí. Este universo tiene como nombre SCP-Tale of Frisk, ¡con eso dicho nos vemos en el próximo capítulo!.
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