Tumgik
#No puedo con estas monadas por favor
00blackbird · 4 months
Text
Tumblr media Tumblr media
¡AY, PAR FAVÁH PERO QUÉ CUTE SON! 😍😍
¡Muchisísimas gracias a @entourage-themes por estas dos preciosidades! 💜
@laultimahijadelcaos hypéate conmigo pls 💕Sí, te he etiquetado en todo lo etiquetable (?)
12 notes · View notes
Photo
Tumblr media
Finalmente, Meredith Zingler se cobró su segunda venganza. Después de haber asesinado a Jeannette Levesque de un disparo a la cabeza, su segunda víctima fue el agente federal Uraz Raymond Barrows. La pareja había entrado en la lista negra de la capo de la Mafia Americana después de haber desmantelado “The Club”, a través del cual la Mafia Americana traficaba con personas y blanqueaba dinero. Descanse en Paz.
Recordemos algunas de las frases más destacadas de Uraz:
«¿Cómo coño has llegado hasta aquí? Sabes que es un octavo piso y tú tienes siete vidas, ¿verdad?»
«Verás... Me preguntaba si tu jefa ha dejado su increíblemente caro cochazo aparcado ahí fuera y se ha ido en taxi de aquí o ha decidido dar un paseo en esta mañana de invierno tan apacible. ¿A quién no le dan ganas de hacer ejercicio bajo la lluvia?»
«Esto es lo que vamos a hacer. Te voy a repetir la pregunta, tú no me tomas por gilipollas esta vez y vas a llamar a tu jefa para que venga aquí de inmediato.»
«Pareces una mujer inteligente, lista. Has sabido moverte bien, después de todo. Pero no eres más lista que yo. Ése es tu problema.»
«Mis hombres simplemente están haciendo guardia fuera del edificio, en ningún momento van a entrar a rebuscar entre tus cajones, francesa.»
«Los ricos siempre haciendo distinciones sociales. Sea un agente de rango medio o sea la mismísima jefa del departamento de Seguridad de San Francisco quien te investigue, el resultado será el mismo.»
«Como dicen en mi pueblo: las cosas claras y el chocolate espeso.»
«Quieres que te diga que éste es uno de los casos más apasionantes que ha llegado a mis manos en los últimos dos años? Puedo asegurarte que es el más frustrante también. Y curiosamente, por eso me gusta.»
«Mírame a la cara. ¿Te parezco gilipollas? ¿Tengo pinta de ser un poli novato que puede tragarse tus milongas absurdas? No, ¿verdad?»
«Menudo oído tenéis, ¿no? Con el sonido del agua, la puerta cerrada de la habitación y aún así fuísteis capaces de escuchar los gritos de otra planta. Spiderman quiere contrataros.»
«Yo no estaría tan seguro de eso. Se me da muy bien escarbar hasta encontrar mierda. Y parece que contigo no tendré que escarbar demasiado.»
«Lo mínimo que puedes hacer además de "colaborar", es aprenderte el puto nombre del agente que se está tomando en serio tu absurdo caso.»
«Escúchame bien, capullo. Hay dos formas de acabar esto. Una es contigo detenido y la otra es contigo detenido y una bala metida por el culo. Tú decides.»
«Yo tampoco lo haría. Tiene que ser un puto infierno estar casado contigo, pija-Queen.»
«Pues claro que se han enterado, han lanzado una maldita bomba de humo.»
«Bienvenida a la sanidad pública. Si quieres una habitación individual dile al cornudo de tu marido que te pague una clínica privada. Y por cierto, un "gracias" no estaría de más. Te he salvado ese culito de niña pija que tienes.»
«Sí, es lo normal, lo que hacen todas las personas y eso. Pero claro, a ti igual ese concepto de "dar gracias y pedir por favor" igual no te lo inculcaron. ¿Acaso no das las gracias cuando te entregan tus exclusivos Manolo Blahnik de tres mil dólares el par? ¿O asumes que porque es su trabajo entregarte tu caro par de zapatos no tienes que hacerlo? Se llama "tener consideración", ¿sabes? La diferencia es que encima unos putos zapatos no te salvan la vida. Yo, sí lo he hecho. Pero no, claro, es mi trabajo y no merezco tu gratitud. Tú y tu séquito de pijos descerebrados sois peores que los malditos criminales de esta ciudad. Os creéis con derecho a todo sin dar nada a cambio, ¡ni siquiera un puto "gracias por salvarme la vida"! Tócate los cojones.»
«No quiero ni imaginarme lo que tiene que ser estar casado contigo. El puto infierno en vida. Una pija descerebrada que sólo piensa en el dinero y la fama. Y de cuestiones de cama mejor no hablar porque...»
«¿En serio crees que el matrimonio es algo a lo que aspirar? Estamos en el puto siglo veintiuno, por favor. Eso de casarse es una chorrada que no sirve para nada. Nacer solo y morir solo sí es una aspiración en la vida: divertirte todo lo que puedas, ése es mi lema. Y para tu información, me divierto mucho.»
«Qué divertido es cuando la gente habla sin tener ni puta idea de lo que dice. Me gusta mi trabajo. Tanto, que me ofrecí a ayudar a una pija descerebrada que cualquier otro policía hubiera despachado con condescendencia. No necesito agrandar mi ego con una placa y una pistola, siempre lo he tenido igual de grande y gordo que mi polla.»
«Me da igual tu puto matrimonio, pero no veo lógico que prime el quedar bien delante del público antes que venir a ver si tu mujer está bien. Si os funciona de esa manera, cojonudo. Me suda la pinga.»
«O un pringado al que han dejado tirado en el último momento. Pero no es mi caso, yo trabajo aquí. Hago recuento de conchas marinas, no puede haber exceso de ellas. Puede parecer una tontería pero de mí depende el equilibrio del ecosistema. Uraz, el pringado.»
«¡Ojalá fuera puto sordo para no tener que oírte! ¿Por qué tienes que ser tan insoportable y grosera? ¿Te he tirado yo acaso algo a la cara? Ganas no me faltan, te lo aseguro. ¿Por qué coño no me tapé yo con la puta chaqueta para no inhalar el humo y me largué de tu puta casa dejándote allí? ¿Por qué? ¡Por qué!»
«¿No os parece que hace un estupendo día? Los pájaros cantan, el sol brilla en el cielo, un hijo de puta va a acabar entre rejas...Dios bendiga América.»
«¡Por desgracia para mí hice un puto juramento, sabes! Proteger y servir, incluso a imbéciles descerebradas como tú.»
«¿Niños y cosas no es lo mismo?»
«Vaya, vaya, vaya. ¿Diste una fiesta anoche, Carter? Parece que la señorita cocaína estaba invitada.»
«¿Lo de la licorería lo has dicho como indirecta para ir a comprar algo más fuerte que la cerveza o es que te gusta puntualizar datos irrelevantes?»
«Me he levantado de buen humor hoy. A lo mejor si me ofreces cierta información que me pueda servir, podría hacer la vista gorda. Y, ¿qué hay de ese café?»
«La chupa de muerte pero no veas cómo grita. Es que le van los azotes y eso. Toma, ‘doña azotes’. La necesitarás para dormir mejor después del meneo que te he dado.»
«¿Qué quieres que le haga? Me ponen mucho las enfermeras. Y los azotes también. Culpa al porno por eso, demasiadas enfermeras sexies que curan todos tus males con una mamada.»
«Dime una cosa. ¿Acaso no hice que te corrieras tres putas veces sobre este escritorio? ¿Por qué te ensañas conmigo? ¿Qué te he hecho, Gardner?»
«La cosa está así: me han asignado para vigilar tu casa. Sí, yo también me alegro mucho, como puede leerse por esta cara rebosante de felicidad, pero es lo que hay[...] . En caso de que pase algo, pulsa el botón rojo y recibiré el aviso. Algo importante, por favor, no el haberte roto una uña.»
«Iros un ratito a contar las baldosas de la acera, anda.»
«¿Conoces el cuento del niño y los lobos? Ese que tocaba los cojones anunciando al pueblo que venían los lobos y era mentira, hasta que fue verdad y todos murieron mutilados porque no le creyeron. Pues eso.»
«Si te pica el coño por la noche le dices a tu maridito que te lo coma, a mí me dejas en paz.»
«Me cago en la puta.»
«Esto sí que es una maldita arma de destrucción masiva. Deberías dejar que tu chacha sea quien haga el café.»
«No me gusta tu rollo, que lo sepas.»
«Hay días más aburridos que otros. Como cuando tienes que salvarle el culo a una pija o inspeccionar su casa.»
«Decidí hacerme agente federal sólo por las medallas que me colgarían, sin duda.»
«A veces después de un día de mierda apetece hacer alguna estupidez que tu cuerpo va a reprocharte al día siguiente.»
«Si estuviera en mi casa ya estaría desnudo paseándome por ahí.»
«O sea, que básicamente propones que corramos borrachos por la arena como gilipollas. Vale. ¿Quién empieza? Empiezas tú, ¡corre!»
«Joder. Definitivamente, ha sido una muy mala idea. ¿Por qué me has dejado hacerlo?»
«Lamento que me hayas echado de menos estos días pero no puedo perder el tiempo. Cada puto día hay más niñatos muertos en las calles por esa mierda que se meten. Quiero saber quién está detrás para metérsela por el culo y que explote.»
«Te recuerdo que el que tu bar quede despejado de polis depende de lo contento que esté yo. Así que chúpame la polla.»
«Yo hablo como me salga de la pinga.»
«No me sale de los putos cojones controlar una puta mierda y menos porque lo digas tú. ¿Quién cojones te crees que eres?»
«Trae un café para la señorita, anda.[...] ¿Es que es tu primer día aquí? Trae uno para mí también. Estos becarios... En fin.»
«Qué excusa tan mala. Sé perfectamente que llevas un rato deseando verme desnudo.»
«Tiene razón, no es teletransporte. Todo el mundo sabe que los taxis vuelan.»
«Soy fácilmente sobornable cuando hay whisky de por medio.»
«¡Queen, joder! Deja de berrear tanto, no puedo ni pensar.»
«Lamento decirle que todas las celdas individuales están ocupadas. Tendrá unas estupendas compañeras de habitación con las que seguro hace buenas migas.»
«[...] ¿Tan desesperada estás como para jugar la carta de la seducción? No me malinterpretes, me lo pasaría en grande contigo en una celda incluso con las esposas de por medio. Pero no a costa de mi integridad.»
«Guapa, lista, sexy y un poco dominante. Si no añadiéramos "criminal" a esa ecuación serías mi tipo de mujer.»
«Si sales ilesa de los calabozos mañana, serás mía por una noche. Habrá esposas. Pero no prometo que te guste.»
«No es secuestro si te dejas.»
«Oficialmente, esto sí es un secuestro.»
«Esto no es un paseo por el parque, monada. No pretendo que sea suave, ni siquiera que lo disfrutes.»
«Yo tampoco podía sentir nada de lo que sentía mi hermano. Creo que son tonterías que se inventan.»
«Padres.... Nunca se dan cuenta de cuánto la cagan.»
«Tú y yo no somos tan distintos, Jean. Me sorprende lo mucho que nos parecemos. Por eso sabía que esto funcionaría. No hay más paradas después de ésta, era un todo o nada.[...] Me has preguntado qué quiero de ti. Tú, ahora, trabajas para mí.»
«No te he traído aquí para colgarme medallas, Jean. Quería que te derrumbaras. Sólo para demostrarte que yo tenía razón y soy más listo que tú. Quería hacerte sufrir. Sólo por desafiarme. No me culpes, creo que entiendes lo que es llevar un monstruo dentro que a veces no se puede controlar. Y te soy sincero, no me ha gustado lo que he visto. No he disfrutado con ello. Pero ya no puedo deshacerlo.»
«¿Prostitutas? ¿Eso es lo que haces, reclutar prostitutas? Me he perdido un capítulo del culebrón. ¿Por qué quieres acabar con "The Club"?»
«No eres mi esclava. Vas a conseguir pruebas para mí, y juntos vamos a destruir ese lugar. Y si te descubren te sacaré de allí. Si te tocan un solo pelo van a sufrir las consecuencias. No vas a sufrir el menor daño mientras yo viva, ¿me oyes? Ya no eres propiedad de nadie sino de ti misma.»
«Sabía que te haría daño. Pero aunque suene hipócrita nunca quise lastimarte. Sólo necesitaba sacar mis cartas para ganar la partida. Siento haberte hecho llorar.»
«Yo también maté a un monstruo.»
«Tú no eres un monstruo. Y si lo fueras, me daría igual. No me importa lo que hayas hecho y espero que a ti tampoco te importe lo que hice yo.»
«Y yo que creía que te parecía atractivo. ¿Sabes lo que juega con el ego de un hombre el que pongas el dinero como un factor determinante?»
«Estás preciosa. Dime que seguirás aquí por la mañana.»
«Buenos días... Si quieres tortitas para desayunar habla ahora o calla para siempre.»
«Le tengo cariño a esa camiseta, pero me gusta ver cómo te queda. ¿Te has puesto mi ropa interior? Eso ya no es tan sexy.»
«Esto no es una negociación. No tienes cartas que jugar aquí ni casillas a las que desplazarte. Sólo hay un dado y yo decido qué número sale en cada tirada. Soy el dueño del juego, cielo.»
«Una mentira, eso es lo que es. ¿Sólo se te ha ocurrido montar esa excusa? ¿Tengo que creerme que, simplemente, estabas en el lugar y momento equivocados?»
«Si te descubren iré a buscarte y te sacaré de allí cueste lo que cueste, ¿me oyes?»
«Eras poli y mírate ahora. No creo que seas el más indicado para hablar sobre hacer lo correcto.»
«Creo que hay que ser muy hipócrita para traficar con una droga que mata a los chavales cuando has recibido una medalla por hacer una generosa donación a un orfanato de la ciudad.»
«Necesito saber por qué demonios no puedo dejar de perderme en tus ojos. Por qué la idea de que te descubran allí dentro me carcome en las entrañas. Por qué no puedo dormir al imaginarte rodeada de decenas de hombres que te desvisten con la mirada mil veces por segundo. Por qué no pudiste ser una conquista más de Ray, y olvidarte al día siguiente.»
«Sí, claro. En los mundos de Yupi cualquiera puede denunciar un abuso o maltrato y se le hace caso, sin que los de arriba le silencien o le pisen. Todo es paz, amor y el Plus pa'l salón aquí. Eso de «puedes denunciar a quien sea» se dice de cara al público para quedar bien.»
«Y tú deberías tener claro ya que no soy gilipollas.»
«Tienes que prometerme que primero mirarás siempre por ti. Mi trabajo es protegerte a ti y protegerme a mí. No puedo permitir que dudes, que mires hacia atrás si estoy yo. Necesito que entiendas que si te pasa algo habré fracasado en mi trabajo y que no tienes que cuidar de mí.»
«Yo tampoco sé lo que significa. Pero podemos averiguarlo juntos.»
«¿Qué cojones es esto? ¿Por qué escuchas este ruido?»
«Ahora que todo está fijado, me gustaría recuperar mis pantalones.»
«Nunca me quedo a dormir después de follar, ¿qué te hace pensar que voy a quedarme sin haberlo hecho?»
«No sé lo que es querer a alguien, Jean. No puedo responderte de la misma forma. Pero sí sé que me importas, tanto como para dejarte enseñarme cómo se hace.»
«Porque me gusta estar contigo. Me gusta cómo soy cuando estoy contigo, aunque la mayor parte del tiempo me sienta un completo idiota. Me gusta sentir tu piel contra la mía, escuchar el latido de tu corazón al estar tan cerca de tu cuerpo. Me gusta la suavidad de tu pelo y el aroma de tu cuello. Pero, sobre todo, me gusta cómo me miras. Nunca nadie me había mirado así.»
«Tengo miedo, Jean. Me da la impresión de que podrías destruirme sin siquiera pestañear, mirándome con esos mismos ojos que tanto echo de menos cuando no estás. Los mismos que no dejo de recordar cada día. Aquellos que me dan aún más motivación. No lo hagas. No me hagas daño, por favor.»
«[...]Correrías el riesgo de perderlo todo, pero siempre me tendrás a mí...»
«Como vuelvas a acercarte a ella te corto los huevos y te los hago tragar, ¿me oyes?»
«No voy a dejarte sola con esto. No voy a dejar que esos cabrones se salgan con la suya ni a permitir que esa zorra siga con sus atrocidades mucho tiempo más. Vamos a hundirles, ¿me oyes? Juntos.»
«No me abandones. No puedo hacer esto sin ti, Jean. No me alejes de ti, por favor.[...] . Sé que probablemente sea el hombre que menos te conviene, Jean. Soy un puto desastre y nunca me he preocupado por alguien que no sea yo. Pero tú me haces querer ser mejor para ti también. Quiero intentarlo, con todas mis fuerzas. Déjame demostrarte que puedo quererte. Superemos toda esta mierda para poder concentrarnos el uno en el otro.»
«Tengo mucho que ganar contigo, Jean. Muchísimo.»
«Cuando te dije que te pasaras por aquí no me refería a ‘cuando te salga de los cojones’.»
«Como vuelvas a insultar a mi novia te parto la puta cara. Soy casi el único que tiene cojones aquí para hacer lo que hay que hacer y tus amenazas te las vas a meter por el culo.»
«[...] Te juro por Dios que como seas otro puto corrupto más que ha eliminado pruebas no va a quedar suficiente de ti para identificarte.»
«Eres una imbécil. Que te desbordes y hagas una estupidez es una cosa pero, ¿autocompadecerte? No caigas en eso, Jean[...]. Para mí eres mucho más que todo eso, y ni eres prescindible, ni eres débil. Caerse es fácil, rendirse también y todos lo hacemos en algunos momentos. Pero se demuestra fuerza cuando nos levantamos. Así que levántate y afronta tus mierdas como hacemos todos. Y no lo hagas por mí ni por nadie más. Hazlo por ti, porque eres la persona a la que más tienes que querer y apoyar.»
«Lo conseguiremos, Jean.»
«Eres como la puta maruja del barrio, claro que sabes lo que cojones pasa. ¿No vas a servir el whisky?»
«Está bien. Que sepas que Carmen Sandiego era más sexy.»
«[...] Tú provocas sufrimiento y muerte igual, también te aprovechas de la gente y también juegas con sus vidas. La diferencia es que yo no puedo pegarte un maldito tiro entre ceja y ceja, por mucho que me apetezca.»
«Me voy a encargar personalmente de que no te quede nada que perder.»
«Siempre cuidaré de ti, Jean.»
«Probando. ¿Por qué cruzó el pollo la carretera? Para picotearle la polla a Morrison.»
«Vamos, chochete. Como tapadera serás mi fulana así que cíñete al papel. Seguramente lo bordes.»
«[...] Y ahora, si me disculpas, voy a pasar un rato a solas con tu follamiga o lo que sea.»
«Llamar a tu puto para que te haga un trabajito en comisaría... ¡Qué descaro!»
«¿Así que tengo que tragarme tu mierda de lógica? Si creyéramos a cualquier criminal que dijera «es que no tenía otra cosa que hacer que largarme de mi cómoda casa», las celdas estarían vacías.»
«El puto universo no gira a tu alrededor, ¿sabes? Sólo eres un gigoló fracasado que me es útil de vez en cuando, no te lo creas tanto.»
«Si caminamos un poco más deprisa ya sería la hostia.»
«Y tú deberías tener cojones de decir las cosas a la cara y no criticar por la espalda como una maruja.»
«O tienes un gato muy grande o alguien te ha querido hacer la putada.»
«Café y donuts, ¿por qué alentamos los tópicos?»
«No pretendo tirar mierda pero... Sí, qué coño, pretendo tirar mierda. Morrison es el único que sabe qué cojones pasó con ese USB y por qué se ha filtrado la información.»
«¡Me cago en la puta! Maldito Bill Gates de los cojones y su Windows de mierda.»
«Si esto va a ser un concurso para medirse las pollas entre los jefes, sobramos todos menos vosotros tres. Lo lógico es que Redfield establezca las prioridades y las pautas a seguir, que para algo es el Capitán y creo que sabe hacer los deberes solito.»
«¿Actor? Las únicas películas en las que participa éste son en las que se monta él mismo.»
«Vas a dejar de trabajar para mí cuando yo lo diga, puto. ¿O acaso se te olvida que tengo pruebas contra ti? Puedo acusarte por prostitución cuando me salga de la polla así que vas a tener que chupármela hasta que me canse. Figuradamente, claro, yo camino por mi acera. Ahora lárgate de aquí y ni se te ocurra acercarte a Zac.»
«No sigas, que voy a llorar. Si no fuera por mí seguirías en las calles, ¿recuerdas? Yo te subí a las altas esferas para que pudieras triscarte a ricachonas despampanantes en lugar de a gordas necesitadas. ¡De nada!»
«Sí, claro, hacemos redadas de más de una veintena de agentes por una multa sin pagar. Quédese a un lado de la habitación.»
«¡Suelta! No quiero hacer daño a un lisiado. ¿Ahora cómo te vas a pajear? Tendrás que aprender a hacerlo con la izquierda. Yo te quiero mucho pero no soy tan buen amigo.»
«Jean. ¡Jean! Se acabó. ¡Se acabó! Hemos acabado con "The Club", tú y yo. ¡Por fin!»
«¡Cheerios, colega! ¡Lo hicimos! ¡Lo logramos!»
«¿Cómo va a estar muerto? ¡Si le vi hace unos días!»
«En cuanto atrapemos a Schneider y deje de ser un puto grano en el culo, tú y yo nos vamos de vacaciones.»
«¿Qué tal se te da ser comprensiva? Porque tengo la misma empatía que una roca cuando se trata de Wellick.»
«Tiempo tengo, lo que no tengo son ganas.»
«Quita todo esto de aquí antes de que me muera del puto asco.»
«No puedo opinar, tengo gato a la fuerza y porque ya no puedo echarlo. Se coló un día en casa y decidió quedarse.»
«[...] ¿Vas a contarme qué te ha pasado para acabar compitiendo con Rocky en moratones? Espero que el otro haya quedado peor, al menos.»
«Rebobina un poco. ¿Cómo que tienes un hermano? ¿Tengo que explicarte cómo se hacen los bebés y por qué no puede salirte un hermano de repente con treinta y un años?»
«¡No me jodas! ¿El puto Jasper? Y que conste que digo puto porque era puto. ¡Me cago en la puta! ¡Joder! Vivan las putas casualidades.»
«Le tenía por los huevos por prostitución, así que a cambio de no encerrarle y que fuera la putita gratuita de todos los presos, le convertí en informante. Me pasaba información sobre clientes de "The Club". Irónicamente, si no hubiera sido por él y por Jean no habría logrado cerrar ese maldito antro.»
«¿Por qué será que a los pijos os cuesta tanto recordar apellidos? ¿Si tiene más de una sílaba se os hace demasiado complicado? Lo entiendo, hay pocas neuronas y es más importante centrarse en el postureo y los selfies.»
«Si te sirve de consuelo, yo desearía que mi hermano siguiera vivo aunque fuera puto y se tirara a medio San Francisco.»
«¿Te sirvo un poco de whisky para digerir la noticia?»
«[...] Aunque siempre puedes evitarte todo eso y pasar de tu medio hermano, que llevas más de treinta años sin uno y tampoco te ha ido tan mal.»
«Cuanto más alto estás, más duele la caída.»
«Sí, claro que quiero pedirte una cita. Tú, yo, una sala de interrogatorio, una grabadora dejando constancia de todos los chanchullos que has hecho para tapar la mierda de los criminales más peligrosos de la ciudad... Llevaré velas, si quieres, puedo ser romántico cuando quiero.»
«Creo que puedes intuir que mi jefe lleva dándome por el culo desde que llegó de su apestosa Michigan y que no querría cogerme el mayor lote de mi vida por su culpa.»
«Necesito destrozarme esta noche para querer pasar página mañana cuando no recuerde ni la mitad de lo que he hecho y me duela hasta parpadear.»
«Pues mira, ese dato y el de no necesitar trabajar por ser una niña pija voy a apuntarlo en la libreta de cosas que me importan una mierda.»
«En realidad te alegras de haberme conocido y lo sabes. Te encanta que irrumpa aquí una mañana en que se me cruce el cable y te lo ponga todo patas arriba.»
«Es la primera vez en décadas que me dicen que soy demasiado joven y no sé si sentirme halagado o romperte la nariz.»
«Vale, no sé qué mierda me has dado pero me veo las manos naranjas. ¡Parezco el puto Trump! ¿No las ves?»
«Agente del FBI Uraz Barrows, holaquétal.»
«¿Por qué quieres ser policía? ¿Para redimirte por haber sido un cafre toda tu vida? He leído tu expediente y, joder, hemos detenido a delincuentes con menos cargos delictivos que tú.»
«Tú, becario. Café. Ya.»
«No sé quién empezó el tópico de que a los agentes nos gustan los dónuts, pero le metería una bala por el culo.»
«A los polis. No. Nos gustan. Los. Putos. Dónuts.»
«¿Quién se ha dejado aquí su becario?»
«No me llames «señor». Barrows.»
«Quitando que no es el momento más oportuno para charletas, gracias.»
«No la cagues. Sólo hay dos formas de que esto acabe: con ese tío muerto o detenido. ¿Entendido?»
«Eso demuestra que me has mirado el culo y me siento tremendamente violento.»
«¿Dónde está el champán y las ostras? ¿No vienen de serie en todas las limusinas para pijos?»
«Vosotros los camareros, ¿podéis convalidar la carrera de psicología?»
«¡Dispara, joder! ¡Dispara!»
«Hoy es el aniversario de la muerte de una amiga. Una compañera. Murió por mi culpa y no sé cómo se supone que tengo que vivir con eso.»
«Lo más probable es que estalle en algún momento y diga algo que no debo, o golpee a alguien que me cae mal. Posiblemente mi jefe, es un imbécil y sentaría bien romperle la nariz.»
«¿Tú me has visto? ¿Te crees que puedo levantarme sin más y buscar la puta radio?»
«[...]Necesito que os alejéis del perímetro y que busquéis un medio de transporte cuanto antes. ¿Alguna preferencia sobre eso, señor delincuente? Algo con cuatro ruedas bastará, despejad las calles y ponedle la alfombra roja.»
«No me suena, pero tenía cara de chuparla bien. Una lástima, ¿no?»
«A diferencia de ti. Yo siempre elijo al compañero que menos habla.»
«Las mujeres llevan el despecho a otro nivel. Sea lo que sea lo que te ha prometido Zingler, no va a cumplirlo.»
«¿Entiende usted estos derechos? Pues arreando que es gerundio.»
«La próxima vez que alguien te diga que te quedes callada en una esquina no te lo tomes al pie de la letra. [...]Para tener muebles inútiles ya están los becarios que no se atreven a levantar la cabeza de su escritorio. No seas como ellos.»
«Vas a tener que aprender por las malas que no siempre conseguirás lo que quieres, Meredith.»
2 notes · View notes
oraclekunoichi · 6 years
Text
3.
—Tristán uno cinco comenzando aproximación. Iniciamos ataque.—en su infinito aburrimiento, Tristán lanzó el avión de papel cuidadosamente fabricado con los deberes de mates, impactando de forma crítica contra su objetivo: la oreja de Joey, el cual se despertó de un grito, derribando a un aburridísimo Yugi que no dejaba de mirar a su carta del Mago Oscuro. 
Eso sí que fue mágico: el acabar los tres fuera de clase, castigados en el pasillo. Protestas agudas, quejas varias y medio minuto después, una enfadadísima Téa que propinó sendos capones a Joey y Tristán. 
Se aflojó el lazo de la corbata de ese maldito uniforme. La resaca de alucinógenos era bastante fuerte, a pesar del gigantesco plato de huevos revueltos que Marik le había obligado a zampar. 
—A ver, por dónde era...¡ARGH!—no, definitivamente el plano del colegio no era de mucha ayuda.—¿No podían haber construido un edificio más sencillito?
Llegaba tarde, muy tarde a la clase de Arte. A pesar de sus incesantes esfuerzos logró encontrar el aula, recibiendo un portazo en las narices por parte del profesor en cuestión. Sayuri soltó unos cuantos improperios en japonés que, a pesar de sonar muy bien, era mejor no traducir. Derrotada por el sistema y con la cartera en la mano, comenzó a vagar por los pasillos hasta toparse con Yugi y compañía en plena regañina.
—¡Auch! ¡Bruta!—se quejó Tristán.
—Aún te meto otro, payaso.—Téa esgrimió su puño justiciero a escasos centímetros de su cara. 
—¡Eh! ¡Mirad quién está por ahí!—Yugi miró en dirección a Sayuri. 
—¿Te has perdido, monada?—Joey, tan galán como siempre, exhibía su mejor sonrisa, oyéndose a continuación otro capón retumbar por las paredes.
—¿Es que sólo piensas en chicas, Joey?—Téa se mostró molesta, quizás un poco celosa. 
—Chicos...—Yugi, desde atrás, se llevó las manos a la cabeza mientras Téa tomaba la iniciativa...y enganchaba el brazo de Sayuri.
—Nos vamos a la cafetería. Hum.—sentenció, dejando a los chicos caminando por detrás con los hombros encogidos.
—¿Café...tería?—ni se dio cuenta del enganche, aunque agradeció que Téa la alejase de ese par de “avanzados para su edad”.
—Oh, sí. Te va a encantar, la camarera ya nos conoce, ¡aunque no sé hasta qué punto eso es bueno!—se reía Téa, mientras Joey y Tristán parecían discutir. Incluso le pareció oír un “Yo la vi primero” que optó por pasar por alto, no así como a Yugi, a quien no dejaba de mirar por el rabillo del ojo. 
—Nos dejaste muy preocupados, ¿sabes?—Téa la miraba fijamente, sinceramente preocupada por ella.—¿De verdad que estás bien?
—Sí, sí.—sonrió Sayuri, más tranquila.—Creo que me debió dar una bajada de tensión...
—¡Pues vamos a que recuperes energías! ¿Te gustan los bollos dulces? ¡Los de arándanos están de rechupete!
Y así todo el trayecto hasta llegar a la cafetería. Téa hablaba mucho, pero a Sayuri no le resultó desagradable, todo lo contrario. Incluso compartieron un par de carcajadas. 
Ocuparon una mesa algo grande, tres en un lado, dos en otro. A continuación, Yugi, Joey y Tristán sacaron lo que parecían un par de barajas de cartas, mezclándolas con cuidado.
—Esta vez te voy a dar una paliza, Tristán.—se crecía Joey. 
—¡JÁ! ¡Y a mí me van a poner matrícula en Mates!—se burló Tristán. 
—¡¿Queréis dejar de hacer el cazurro, par de idiotas?! ¡A ver qué va a pensar la pobre chica de vosotros!
—Naomi, ¿tú juegas al Duelo de Monstruos?—inquirió Yugi, afable como siempre, tras estar un rato callado. Se podría decir que intentaba alejarse de la pelea de gallos que se libraba a escasos centímetros de él.—Es a lo que dedicamos... eh...—se llevó una mano a la nuca, riéndose levemente.—...nuestros ratos libres...
—¿Duelo de Monstruos?—se sorprendió. Negó con la cabeza, ya que no le parecía demasiado correcto decir que en sus ratos libres se dedicaba a lanzar cuchillos, caminar por los tejados, alterar el agua y etc.—Suena divertido. ¿Cómo se juega?
—Bueno, es algo complicado, pero se aprende rápido si no eres Joey.—replicó Téa, sacándole la lengua a Joey, que la ignoró por completo.—Primero necesitas una baraja, y después...
Téa comenzó a explicarle de todo, desde los tipos de cartas hasta las normas de juego, sin parar un segundo siquiera a coger aire. El espíritu hizo acto de presencia junto a Yugi.
—Tengo la sensación de que se le va a dar bien. Quiero verlo.—le susurró al oído. 
—Más despacio, por favor.—le pedía Sayuri a Téa, ya que no conseguía entenderla de lo rápido que hablaba.—¡No me estoy enterando de nada!
—Vaaale, rebobino.—esta vez, la chica de ojos azules comenzó a explicarlo todo más pausadamente. 
Sayuri contuvo la respiración durante un instante: ¿había alguien al lado de Yugi? ¡Sí! ¡Sí, lo estaba viendo, no era una alucinación! Se distrajo, desviando la mirada hacia él. 
«Puedo oírte.»
—...Y eso es todo. Ten, utiliza mi baraja si quieres probar.—Téa le tendía un montoncito de cartas, que aceptó sonriente, y comenzó a examinarlas con detalle. 
—¡Yo me enfrentaré a ella!—Joey palmeó la mesa con ambas manos; después, sacó su baraja mientras la presencia observaba con incredulidad a Sayuri, sin saber qué decir.
«Es...¡Es imposible!» replicó la presencia, atónito.
—¡Vamos, Naomi!—exclamó Joey.—¡No tengas miedo, seré bueno!
«Si tan imposible es, explícame cómo demonios estoy hablando contigo.» le dijo Sayuri a la presencia, casi entornando los ojos.
—No veo por qué no.—aceptó Sayuri, barajando las cartas. Más o menos sabía lo que hacían, pero necesitaría una pequeña ayuda.
O eso creía. 
—No...no es posible...—Joey miraba el tablero sin dar crédito.
—La leche.—Tristán zarandeó los hombros de Sayuri con cierto entusiasmo, antes de señalar a Joey con burla.—¡Te ha ganado la nueva! ¡JÁAAAAAAAAA! ¡Pringao’, que eres un pringao’!
—A ver, sólo ha sido suerte.—se excusó Sayuri, sonriendo.—La suerte del principiante que le llaman.
—¿Seguro que no has jugado nunca?
—¡Que no, palabra!
Ah, pero mientras el duelo tenía lugar y Yugi aplaudía, Téa vitoreaba y Joey renegaba frente a Tristán, una extraña conversación entre la presencia y la mente de Sayuri se mantenía de forma simultánea.
«¿Cómo sabes mi nombre?»
—¡Se te da bien, Naomi!—Téa recuperó su baraja con una animada sonrisa.—Deberías conseguir una baraja, ¡quizá llegues a ser tan buena como Yugi!
«¿Ein? ¿Pero qué dices?»
—Yo sólo creo en el corazón de las cartas.—Yugi se encogió de hombros, modesto como siempre.
—Eso estaría bien.—repuso Sayuri, dejándose llevar por el momento. Se sentía cómoda, tranquila; a gusto con ellos cerca.
«Ni siquiera te conozco. ¡No me mires así, no estoy zumbada!» pero la presencia no dejaba de observarla con gesto grave, taciturno, incluso dubitativo. Recordaba aquel eco, aunque quizás ella no lo hiciera. Aquella visión.
Téa optó por ir a por los bollos, muerta de hambre, a pesar de que la mirada de Sayuri ya no estaba en ella. 
«Artais.» dijo únicamente, con voz monocorde. «¿Te suena?»
—¡Bollos!—chilló Joey.—¡Comida!
—Casi se me había olvidado.—Sayuri se levantó, sin perder de vista a la presencia.
—¡Traedme un chocolate o algo!—pidió Yugi, juzgando que ya había manos de sobra para traerlo todo.
«Lo dijo ese hombre... A la mujer del balcón. ¿Fue real?»
«¿A ti te pareció una mentira, una alucinación?»preguntó la presencia, clavando su inquisitiva mirada en sus ojos. «A mí, no.»
«No. No me lo pareció. Estabas ahí, o sea, estábamos... pero no entiendo nada. Es... es como si me faltara memoria...»
Bueno, dicho y hecho. Chocolate para Yugi, cola para los dos glotones y té para las damas. Una mañana de novillos prácticamente perfecta: juegos, charlas... aunque mantener una conversación mental era harto difícil. Yugi peleaba con Joey para explicarle que las cartas de trampa no eran hacer trampa, Téa y Tristán intentaban ayudarle...
«Es curioso, ¿verdad?»repuso, esbozando algo parecido a una media sonrisa.«En mi vida te he visto, y es como si ya te conociera.»
«Es...Interesante, sí.»concedió la presencia.
«¿Puedo...puedo preguntarte quién eres? O qué, mejor dicho.»
«Yo... Yo soy Atem. El faraón.» suspiró, e incluso pareció dejar caer los hombros con pesadez. «Pero casi no recuerdo nada. Aunque, he de admitir, hay otra cosa que me llama más la atención: ¿quién eres tú? De verdad, en el fondo de tu ser.»
«¿Yo? Es una larga historia.» suspiró ella, tomando un sorbo de su té. «Yo soy Sayuri. No tengo apellido, y procedo de las Shîkuretto Shottô, Islas Secretas, una región muy remota de Japón. Tanto, que ni siquiera aparece en el mapa. Mi... Mi “familia” biológica me reclamó hace algunos meses y me trajo aquí, según dicen, para tratar mi amnesia. Es... Es algo más complicado de lo que parece.»
Contuvo una carcajada, que a nadie le extrañó ya que en ese momento, Joey se dedicaba a hacer extrañas muecas con Tristán. 
—De verdad que cada cual es más pazguato.—Téa cruzó los brazos, dando cuenta de su bollo de nata y arándanos.
«Supongo que nos parecemos entonces, Sayuri “sin apellido”. » Atem hizo un ademán de reírse ante la situación. «¿Funciona...”el tratamiento”?
—Chicos, si de verdad queríais llamar la atención de Naomi, podéis parar ya.—Yugi daba cuenta de su chocolate, en calma, con alguna risa ocasional.—¡No creo que se olvide!
«Supongo que no. Sigo sin recordar nada.» Cauta, desde luego, evitando mencionar a los Cuidadores de Tumbas y los alucinógenos que seguramente le seguirían metiendo en vena hasta que consiguiesen provocarle una visión del futuro. Tampoco podía mencionar su adiestramiento en las Islas, o no por el momento al menos. Todo a su debido tiempo. 
Aunque hubo de despedirse de los chicos, ya que su siguiente clase comenzaba en poco tiempo... y temía volver a llegar tarde. No podía dar esa imagen en un Instituto de tanto prestigio, y menos aún una alumna japonesa.  
A la salida, los chicos la esperaban junto a la puerta. La clase no había sido muy productiva, y el profesor no había explicado nada de forma coherente. Al menos parecía que su nueva pandilla de amigos le conseguía aliviar el mal humor que acarreaba. 
—¿Tienes que ir directamente a casa?—inquirió Joye bajo la peligrosa y atenta mirada de Téa.—¿O vienen a buscarte?
—Oh, no.—repuso Sayuri.—Mis hermanos quieren que vaya conociendo la ciudad, así que no tengo mucha prisa que digamos.
—Brutal.—saltó Tristán—Podríamos ir a ver a tu abuelo, ¿eh, Yugi?
—Desde luego.—sonrió el aludido.—¡Seguro que se alegra de veros!
—Además, podrás comprarte unas cartas decentes, Joey.—pinchaba Tristán, comiéndose un empujón del susodicho. 
Calle arriba, una a la izquierda y todo recto; luego a la derecha y ahí estaba la tienda del señor Muto. Sí, recordaría el camino.
Solomon Muto, un señor de cabello grisáceo, estatura baja y ojos violáceos, recibió a la pandilla con alegría. Siempre le gustaba tener a esos muchachos rondando por su tienda; se podría decir que incluso se sentía acompañado. 
—¡Hola, chicos!—saludó el hombre.—¡Pasad, pasad! Ya estaba a punto de cerrar. 
—¡Hola, abuelo!—exclamó Yugi, yendo a darle un abrazo.—Mira, ella es Naomi. Es nueva por aquí, y se le da muy bien el Duelo de Monstruos. ¿Crees que podrías conseguirle una baraja?
Joey miraba los sobres de cartas con ojos golosos, mientras Tristán intentaba retenerlo para que no los abriera de forma compulsiva. Sayuri, por su parte, se acercó hasta el señor Muto.
—Señor, es un “honor”.—la reverencia japonesa y el confundir las palabras “honor” con “placer” causaron ciertas miradas de extrañeza por parte del abuelo, que no obstante, se rió. 
—¡Bienvenida, Naomi! Yugi me ha dicho que eres bastante buena en el Duelo de Monstruos. ¿Hace mucho que juegas?
Sayuri negó con la cabeza. A pesar de la grata compañía, había algo que no encajaba. Un aura oscura, diferente, peligrosa. Una que no le gustaba. 
El hormigueo en la sien no tardó en aparecer de nuevo.
«¿Lo notas?»
—Veamos...¿tienes alguna preferencia en cuanto a las cartas? Supongo que te habrán dejado las suyas, pero según quien lo haya hecho—el abuelo miró a Joey con hastío.—No te recomiendo imitarlas.
«Sí.» Atem no tardó en manifestarse a su lado, con el ceño fruncido. «Ya he estado antes con Solomon. ¿Por qué ahora?»
—Téa me prestó su baraja, señor Muto.—repuso Sayuri.
—¡Estupendo! Podemos hacerle algún cambio. Téa, niña, ¿me la dejas un momento?
«No, no. No es el abuelo. Es alguien de fuera, alguien que viene hacia aquí. No me gusta su aura.»
La vena de la sien palpitando, y Seto Kaiba haciendo acto de presencia.
1 note · View note