Tumgik
sophie-crowley · 29 days
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"Mikaela es feliz cuando sueña. Cada vez que se sumerge dentro de las etéreas ensoñaciones, singulares por su honrada autenticidad, ella finalmente consigue saborear el júbilo. Accede a un escenario en donde puede aliviar su espíritu añorante, ya que, ha de reproducir los recuerdos que relatan sobre su juventud despojada."
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sophie-crowley · 29 days
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La Leyenda de Lizzie Borden (1975).
Elizabeth Montgomery.
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sophie-crowley · 29 days
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Spider
La agonía siempre ha sido su confidente. Esa es una auténtica verdad, y es consciente de ello desde que llegó al mundo, como la equivocación de sus progenitores. El patético y acosador pasado no deja de rebobinar, y las descalificaciones dichas ya no se callan, entonces, permanece retraída, dejando que el frío trasnochador sólo sea fluvial sobre ella, y que sus rizos de viveza castaña sean acicalados por las ráfagas.
Observa a la refulgente ciudad, prestando atención a las figurillas ambulantes y las vibraciones que generan, los ecos que rebotan a lo largo de esas inmensas edificaciones, llevando una variedad de aromas para ser un remolino que puede emborracharla. El escenario extendido es resultado de ecuaciones volátiles, marcándose el estupor callejero y escandaloso, y ese juego de luces veloces aparta momentáneamente los horrores despreciables, pero publicados con tinta bermellón. Siente cuántos desvaríos de suave calibre se acumulan allá abajo, nutriéndose en espiral, en una proyección vocal o manual, y eso atribuye más pesadez a su corredor cognitivo. A su propio desvarío.
Exhala, reprimiendo los llantos emergentes con resquebrajado esfuerzo. El nudo se endurece en su garganta, se expande, presiona hasta acercarse a la asfixia. Intentando conservar el control, agarra sus bíceps bajo la denominación desesperada, y amasa sin delicadeza, porque sólo así ella captura una falsa idea de calma, y las plenas dolencias corporales no son importantes en frente de un suceso torturador. Se desliza bruscamente un lamento de sus labios. Se ondula por medio del temblor enganchado a la mandíbula. Puede deducirse su deseo, el cuál lloriquea una idea: ¡Quiero morir!
Dentro del longevo e interminable universo, ella no es indispensable. Así de simple, pero cada falla cometida deposita su pétrea carga sobre su conciencia, y es obligatorio que al menos, se familiarice con lo mustio. Con constantes azotes se halla la capacidad para despedazar la voluntad, y hoy, ha sido una exuberante bofetada, causal de la sumisión en la desesperación.
Intrusivo es un recuerdo. Asalta repentino. Provoca destellos demenciales que bifurcan su visión, y la sacudida adyacente le hace pedir que todo cese y se disuelva en la fosa insondable del olvido. Serpentean las sensaciones sufridas, y algo se retuerce forzoso, devolviendo como una emboscada preparada por duendecillos babeantes de fúnebres desenlaces, el miedo. Las náuseas se desenrollan mientras ella boquea, a punto de soltar el alarido más angustiante que la sepultará. Las náuseas se tornan más fatigantes, sintiendo que los pulmones se acalambran. Una por una, las imágenes exhibidas que recrean el recuerdo intensifican la presión, y caen lágrimas, muchísimas lágrimas, mezclándose con el frío, con el sentir envenenado e incondicional en lo que atañe al pánico ahogado.
Se levanta atolondrada. Su andadura es tan frágil que, luego de dos pasos, su cuerpo cae de bruces, haciendo arder las laceraciones ya moreteadas. ¡Chilla! Aguanta las punzadas que sacuden sus intestinos; cuán abrumador es encontrarse paralizada entre ininterrumpidos jadeos, sabiendo cómo esta tortura proveniente de la mente penada no desaparece los eventos ocurridos, ni disminuye las precipitaciones de maldad. En vano, pero totalmente merecido.
Ella no quiere levantarse. No quiere continuar. No quiere más responsabilidades ni más juramentos baratos. No quiere (puede) representar este emblema de estoicidad e inquebrantable honradez. No quiere aparentar. No quiere aparentar algo que jamás ha sido, y no será jamás. No quiere (puede) luchar. No quiere levantarse. No quiere abrir los ojos. No quiere despertar. ¡No quiere! ¡No quiere!
Replegándose sobre sí misma, los crujidos óseos acompañan la rítmica doliente. Es como un ovillo arrojado al vertedero; sólo hay espasmos, secas sacudidas cubriendo su cuerpo, indicativas de su agónica alma, y la tibieza destartalada de los torrentes sanguíneos se esparce a un apresuramiento alarmante. Cierra los ojos, esmerándose en quedar zambullida en gasas de nula claridad, sometiéndose a desilusiones desconsoladas, retorciéndose sobre lamentaciones al borde del deceso mental. Cierra los ojos, suplicando por una migaja de clemencia. Tragar es amargo, el destilado de dulzor metálico ya obstruye su garganta y su exhalar pareciera ser el último.
¿Tú sabías que... ? Su madre la odiaba. Su hermano murió odiándola. Su padre no estaba lo suficientemente interesado para siquiera odiarla. ¡Su verdadero padre se regocijaba por el odio que Mikaela O'Hara profesaba a Mikaela O'Hara! ¡Maldito y estúpido mundo! ¡Ella sigue odiándose!
Y comienza a recordar.
La polvareda se mecía en suspenso, fichando una escenografía letárgica. La destrucción sembrada iba desfilando entre rimas hondamente penumbrosas, sus retoños asolaron las partes constituyentes de la avenida, dejando a los espectadores del momento un regalo que profetiza el epílogo de la existencia terrenal. El silencio dialogaba . De hecho, era un soliloquio, irónicamente ruidoso, trillado, aunque lo suficiente espantoso para petrificarlos. La conmoción había resecado el reposo, y a ella se le revolvía el estómago, e intentaba no soltar a la muchachita que se asemejaba a una marioneta arrebatada de su marionetista. Dificultaba entender lo sucedido. No, dificultaba negar lo sucedido, y creer en la acuarela escarlata escurriéndose en sus manos, espesa y aplastante. Creía que su audición fallaba, que el pitido en su oído había ensordecido su captación del mundo, pero en realidad no escuchaba respiración alguna, más que la suya.
A esa niña... Quiso confortarla. Le aseguró su bienestar y supervivencia. Prometió salvarla. ¡Lo prometió! Su disposición a cumplir acrecentó una insolente confianza que implicó ser un tiro por la culata. Su equivocación. Tenía presente una mirada llorosa, pero esperanzada, y luego únicamente se reflejaba el vacío naciente de la parca, saludando desde una espiración desvanecida. Con manos manchadas, sostenía su rostro embarrado y cadavérico, y sufrió el cómo se consumía esta vida, partiéndose en brasas arrojadas al viento. Ella es tan culpable como el asesino, ¿no es así?
Despierta. El recuerdo mudó al ámbito onírico, sesgando las limitaciones de la insanidad. Prácticamente brinca, sacudiéndose hacia atrás, como si la plaga hubiese escupido secreciones ácidas que están penetrando su piel. Grita angustiada. Comienza a desesperarse. La corriente de pánico la empuja, la oprime, mientras el alarido muestra su desamparado declive hacia una psique quebrada e irremediable. Está tratando de quitar la caricia del fantasma del pasado golpeando su cara, rasguñando sus mejillas, forzando su empeño en aplastar esa cabeza tan inservible para callar el recordatorio de la cruel realidad y darse una ensoñación de paz, incluso si ello implica ya no despertar.
No se percata de las pisadas acercándose. No percibe la presencia que marcha presurosa. Se diría que ella enloquece más cuando el recién llegado sujeta sus antebrazos; aunque es palpable su honrada intención, aquello de procedencia ajena es peligroso y ahora ella es susceptible a ser vulnerada que, se retuerce como oposición y defensa. Comportándose cuál criatura salvaje, queda enceguecida por los destellos de la barbarie, patalea, articula chillidos, experimenta un subidón que la hunde en el aturdimiento. Su nombre pronunciado cae en la ignorancia.
一¡Mikaela! ¡Mikaela! ¡Mikaela, soy yo! ¡Soy yo!
一¡¡No!! ¡¡No!!
一Por favor, mírame, ¡soy Kaine!
Una fugaz mirada para vislumbrar la máscara, ajetreada y polvorienta. Una fugaz mirada para vislumbrar la máscara desgarrada. La lentilla quebrada deja en exposición un semblante exhausto, al que le fue removida la juventud tras encarar la volatilidad de la vida. Los parches de piel punzan una curación intrigante, habiendo trazos de una previa transfiguración que es característica por su arrebatamiento espantoso. Halla la lucidez suficiente para reconocer a esta araña, como también al nexo compartido que está repleto de capítulos preciados en el que, ambos son protagonistas. Aprovecha el desazón aletargado. Es la familiaridad la que le susurra, en tanto lo evalúa, preguntándose por qué parece que él ha sobrevivido a duras penas a un exterminio, preguntándose por qué está aquí (con ella), preguntándose por qué continúa preocupándose a pesar de todo, y es así que se desbloquea otra lobreguez, difundiendo la apnea en medio de calambres súbitos y lacerantes.
Vomita bilis, menguando presión, pero tales sustancias estomacales se desparraman con grumos viscosos y entintados de saturación purpúrea. Saborea su propia mucosidad que embetuna su paladar, mostrándose acerbas las consecuentes arcadas. Se induce la rigidez en sus huesos falanges, y desenfunda las garras retráctiles, mientras las paredes de la garganta se tornan angostas, ciñéndose a tirones. Abruptamente su visión se disipa, y ocurre que el ánimo esperanzador simplemente renuncia, y ella desfallece en el sepulcro de los suspiros. Todo es consumido por salpicaduras nebulosas, por el avasallante maremoto de remembranza que disuelve con impresiones de la infancia su perseverancia. Busca borrarla. Rendirse y desaparecer son sus opciones, mejor dicho, son sus acontecimientos predestinados. Mikaela O’Hara pierde su vitalidad, se pierde a sí misma a lo largo del aborrecimiento aglomerado.
Ella simplemente cae.
Kaine Parker actúa de inmediato como su soporte. Es prioridad ser gentil al sostenerla. Sus cuerdas vocales producen un gimoteo tembloroso, debiendo experimentar en plenitud el contacto corporal que expone sin contención las sádicas heridas, las responsables primarias del desarrollo necrótico. Está dubitativo sobre cómo atenderla, y eso incrementa su angustia, asimismo, trastorna su respiración y sus pensamientos poco civilizados, arrastrándolo hacia el precipicio del razonamiento disfuncional. Encontrando la obsesión vengativa. Se aferra a ella, puesto que, le invade la culpabilidad, y desea profundamente que esto sólo sea una pesadilla más de su inherente perturbación.
Enciende el comunicador que trae consigo.
一Aquí, Flipside. Necesito asistencia médica para Spider-Woman. Es cuestión de vida o muerte 一habla. El mensaje tiene la vacuidad estampada en cada palabra, disimulando su nerviosismo rabioso.
Espera que el receptor no reclame, y acepte esa concisión lo bastante cristalina para proceder con su petición. Suspirando abatido, la mece de forma cuidadosa, y al mismo tiempo, Kaine Parker denigra severamente a Kaine Parker por su ineptitud, por la negligencia que cometió, ¡porque si él hubiese… ! Contorsiona su boca. Mira esos rizos sedosos, decide acariciarlos, en un intento de no sucumbir ante el estímulo aversivo que pueda nublar su cordura. Las gesticulaciones faciales son destellos preventivos de aquello que se propone a emerger debido al conflicto emocional, y él lo reprime (aunque es tentador soltarlo), sintiéndose como la peor escoria que ha existido, consciente de que esta vez no podrá enmendar nada, y de cómo la hambruna carcome su estómago hasta tomar mayor trascendencia que, comienza a fijarse una temple voluble en cuanto a sus ideas. ¡Dios, él es tan patético! ¡¿Es tentador soltarlo?! ¡Los masacraría sin vacilar! Lo haría, si no fuese por el remordimiento... ¿Remordimiento? Debería sellar sus labios, dado que ha empezado a hiperventilar, y alguna intervención penitente parece estrujar el borde de sus pulmones, derrumbándose en un aislamiento ansioso.
Recibe información: Iron-Rescue marcha (vuela) hacia su ubicación. Le gustaría dar las gracias, sin embargo, él chista irritado. ¿Por qué? Porque si lo medita concienzudamente, ¿él podría hacerlo a su manera?, ¡a que sí! Al parecer, es una sabia decisión permitir que sus cavilaciones sean reguladas por esa fiera perspectiva que muy a menudo, le persuade de responder únicamente con violencia.
¿Tú sabías qué… ? Él cometió crímenes de canibalismo. No es inocente, mucho menos un héroe. Lo que ha ingerido no funciona para personificar el altruismo esperado. Siendo así, es coherente a su perversa identidad anteponer sus antojos. Aun si es su obligación, es fastidioso cumplir con la moralidad impuesta, ¡no puede ir en contra de su naturaleza! Como el causante de lo acontecido, y luego de esclarecer esa mente suya, solo degusta enorgullecimiento e hilaridad.
Abraza osadamente a Mikaela O’Hara. Lo ha decido: nadie la apartará de su lado. Nadie ni nada. Bisbisea risitas en grado barítono, y sus orbes muestran un anhelo que contienen los cazadores al “enamorarse” de sus presas, añadiendo pinceladas fogosas, lo cual implica un pronóstico ominoso, uno que atiende las enseñanzas subjetivas. Cuando él se yergue, se asoma el contorno de dos quelíceros a punto de desfigurarle el maxilar superior, y sacando rechinidos ensalivados. Por lo visto, el perfume metálico está inquietando su cuerpo de formas adversas al sentido púdico. ¡Santo cielo! Le pone en éxtasis visualizar esa escenografía confortable, donde habitará su linaje entre tejidos impenetrables, entre estructuras que ululen con la brisa noctámbula, ¡y estarán a salvo!
Danza con el cuerpo durmiente de Mikaela O’Hara. La gelidez transferida se siente enternecedora, ¡se vigoriza mucho más su motivación de poseerla completamente!, gradualmente, parte por parte. Carcajea eufórico y estruendoso. Baraja unas cuantas risotadas, suponiendo su equivalencia con el clamor desfasado que grilla desde su garganta. Toma el cometido de desentrañar la filia reverberante, y usarla con devoción, pues, cueste lo que cueste, su finalidad es defenderla, tanto como preservarla a toda costa. Pensando en ello, cual compulsivo desahuciado, quien rechaza ser algún lunático de poca monta, se retira con su trofeo. Kaine Parker terminará lo que inició.
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sophie-crowley · 2 months
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The Dark Mirror (1946).
Olivia de Havilland como Terry y Ruth Collins.
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