Si no somos capaces de ver a Dios en todo lo que hacemos nunca seremos capaces de creer realmente en El, nuestra fe será como una veleta… cambiante…. Sin El yo no podría estar aquí ahora, y no me refiero al lugar en si, me refiero al sentido de la vida, mi vida no tendría ningún significado. La plenitud y la verdadera felicidad no está Justo en lo material sino más bien en apreciar los instantes, el cielo, las personas fugaces, las sonrisas de los niños, la ternura de un anciano, la belleza de un paisaje, allí está Justo El en todo eso… triste ver solo ancianos en las misas, o en actos de Semana Santa, triste ver que más se llenan los bares que una iglesia, triste ver que los jóvenes y niños no son capaces de reconocerle… mucho por hacer y yo espero regresar para trabajar en ello. Este mundo tendrá esperanza si solo caminamos con El… y desde niños hay que aprender a amarle no como una figura lejana sino como alguien presente siempre. Y tú qué esperas? Pintar canas para recién buscarle? El presente es lo que importa. Construye desde ahora.
~ M
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Es tiempo de agradecimiento
No creo en las casualidades, pero esta última ya me ha dejado muy asombrada. Comienzo desde el principio: llevo unos días muy apagada, en los que, aunque veo todo lo que tengo y todo lo que Dios me ha regalado y me sigue regalando, no me siento agradecida por nada de lo que tengo y vivo. Es uno de mis mayores defectos; soy muy quejica, me molesta todo muy rápido, además de ser muy exigente. Lo soy con la gente que me rodea, pero aún más actúo así con Dios.
La verdad es que ahora mismo lo tengo prácticamente todo: me he casado con la persona que más quiero, un hombre cristiano con sus valores y con mis mismos ideales. Tengo una casa estupenda. Un buen trabajo. Estoy rodeada de amigas que me hacen sentir muy querida. Pero la verdad es que, a cada situación o momento que vivo, le veo algo que no me gusta, que querría cambiar, que, en el fondo, me pone triste.
Creo que Eldeabajo me está atacando mucho últimamente. Soy muy frágil, y me dejo llevar mucho por las emociones, soy muy manipulable. Cuando algo no me gusta, o si algo no sale como quiero, siento que entonces todo va mal. Creo que el demonio lo tiene muy fácil conmigo: Dios me lo da todo, pero en cuanto una pequeña cosa no va como yo quiero, todo lo bueno se me olvida. Me olvido muy rápido de Dios y de todo lo que hace por mi cada día. Porque vamos a ser sinceros: sin Dios, yo no estaría aquí ahora mismo escribiendo esto. Sin Dios, no me habría casado, habría entrado seguramente en algún círculo tóxico, y, siendo tan
dependiente de afecto, estaría buscando el cariño en cualquier lugar. Pues, Dios me ha protegido de todo eso, y siempre me olvido.
Lo quiero todo, y ahora mismo. Y si Dios no me lo da, entonces estallan el enfado y la tristeza.
Y aquí llega la “casualidad” de hoy: justo sintiéndome así y quejándome de mi malestar, en un podcast que escucho todos los días volviendo a casa del trabajo, se hablaba del agradecimiento. El título del programa es “El secreto para ser feliz: El Agradecimiento” y no creo que haya sido un caso que yo lo escuchara justo hoy. El locutor del podcast, un pastor de jóvenes de una iglesia de Milán, dice: “Para estar agradecido, lo primero que tienes que hacer
es dar las gracias por tu vida”. Solo esta frase, me ha dolido mucho: con todo lo que tengo, ¡me cuesta mucho esta agradecida por mi vida! No tengo que volverme loca buscando más motivos por los cuales estar agradecida, si ya con el estar viva lo tengo todo.
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en todo, porque esta es Su voluntad para ustedes”. 1 Tesalonicenses 5:18
Y el podcast seguía con la frase que más me ha gustado y a la vez me ha hecho reflexionar: “Agradécele a Dios por tu pasado porque si no te ha matado, entonces tienes que usarlo”. Y preguntaba, “¿Usas tu historia para cumplir tu propósito y ser un ejemplo para los demás, o te dejas utilizar por tu historia?”. Otro golpe. ¡Que poco lo valoro todo! ¡Que poco agradecida soy! Culpo a Dios por mi historia, le culpo por mi pasado, por el de mi marido, por el de mi familia, culpo a Dios por mi presente y por lo que no tengo o por lo que no sale como yo quiero. Le culpo, y no soy capaz de ver los milagros que ha hecho en mi vida y en las de la gente que me rodea. Tengo que luchar mucho contra eso, y para hacerlo, siento que tengo que aprender a estar
realmente más agradecida, aunque por mis pensamientos o por la situación que esté viviendo ahora mismo no sea capaz de ver nada que agradecerle a nadie (y menos a Dios).
Empieza el Adviento y se acerca la Navidad, y creo que no existe mejor periodo del año para aprender a estar agradecida. ¿La Navidad es eso no? Amor, felicidad y... agradecimiento.
Así que, en estos 24 días antes de Navidad, estoy intentando, como medida, escribir cada noche tres cosas por las cuales, a lo largo del día, estoy agradecida a Dios por haber vivido. Y me está costando más de lo que esperaba. Pero al final, es una lucha continua, y aunque tenga que quedarme media hora cada noche pensando en cuáles han sido las bendiciones de mi día a día, creo que me va a merecer la pena. Creo que es una buena forma de volver a acercarme a Dios y de volver a sentirme querida por Él, y de volver yo a quererle a Él.
Además, una persona me ha aconsejado que, cuando rezo, pase más tiempo agradeciéndole a Dios que pidiéndole. Para una persona de las más quejicas como yo, esto es un reto muy, pero muy difícil.
“No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Filipenses 4:6
“Dedíquense a la oración, y sean constantes en sus acciones de gracias”. Colosenses 4:2
Ahora mismo, me siento muy débil, me siento en un ataque continuo, y le pido de verdad ayuda a Dios para poder ser capaz de ver y valorar lo que tengo, más que lo que no. Él ha dado Su vida por mí, y solo por eso, debería estarle agradecida, aunque no tenga nada más. Que soberbia y egoísta soy.
Le pido de verdad que me siga enseñando y me siga cuidando, como un Padre hace con su hija, y que yo pueda aprender a ser la mujer que Él quiere que sea.
“Que en el corazón de ustedes gobierne la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos”. Colosenses 3:15
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