Tumgik
#humeante
edrmx · 2 years
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pondysselth · 3 months
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Así de caluroso || Enzo Vogrincic
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El sol del mediodía caía a plomo sobre las calles de Montevideo, convirtiendo el asfalto en un espejismo humeante. El miércoles transcurría como cualquier otro día de verano, sofocante e implacable. A pesar del calor agobiante, una chica caminaba con paso ligero por 18 de Julio, alejándose de la facultad. El pelo se le pegaba a la frente, sudaba a chorros y el agua de su botella se había convertido en un caldo tibio. La libertad después de un largo examen era la recompensa que la impulsaba.
Cada paso era una lucha contra el calor. La chica apresuraba el ritmo buscando la sombra esquiva, deseando escapar de las fauces de la ciudad que tanto amaba.
De pronto, un leve malestar se apoderó de ella. El sudor se intensificó, la respiración se volvió dificultosa y un mareo familiar la amenazó. Se detuvo, tambaleándose, con la vista nublada y puntos negros danzando en su campo visual. Ignorando las señales de alarma, bebió un trago de la repugnante agua tibia y reanudó la marcha. Su única meta: salir de 18 de Julio. A duras penas, avanzó unas cuadras más, luchando contra un nuevo malestar que se instalaba en su cuerpo.
Allí mostrándose casi burlona detrás de esa inmensa puerta de concreto que se alzaba sobre la calle Juncal se encontraba uno de sus deleites visuales favoritos, Sarandí. Ella no sabía por qué, pero esa calle siempre la llamaba a explorarla. Aunque ya la había recorrido tantas veces, siempre encontraba algún tesoro nuevo. Se debatió si debía pasar por lo que ya era el desolado calderón a fuego ardiente de la Plaza Independencia para llegar a ese oasis visual que le abría paso a Ciudad Vieja o simplemente ignorarlo e irse a casa.
La exuberante calidez de la tarde le gritaba a la chica que debía ignorar el llamado a la exploración. Sin embargo, una fuerza interior, una mezcla de aventura y algo más que no podía nombrar, la incitaba a seguir adelante. Como diablillos en el infernal ambiente, sus deseos la empujaban por ese camino que solo le estaba trayendo malestares. Ignorando las señales de su cuerpo, que no estaba preparado para resistir más tiempo en esas condiciones, se decantó por seguir la incitación diabólica y entrar en el paraíso que era la calle Sarandí.
Arrastrando los pies como si una cadena de acero los uniera al suelo, se adentró en ese rincón de alegría que tanto la llamaba. Caminó unas pocas cuadras, disfrutando del pequeño oasis que se abría paso en el desierto de calor que se había apoderado de Montevideo. De repente, un golpe seco: su corazón aceleró a un ritmo desbocado, su respiración se volvió jadeante, su visión se nubló y su cabeza comenzó a dar vueltas. La conciencia se le escapaba de entre los dedos. Así se sentía: una bajada de presión producto de su insensato deseo de continuar un camino que no debería haber tomado, en un día en el que el mismísimo señor de los infiernos parecía haberse apoderado de las calles de la ciudad. Su destino: caer desmayada por su imprudencia.
—Tranquila, que te tengo.
Esa voz no era producto de su imaginación. Los brazos que la rodeaban eran demasiado cálidos y sudorosos, evidenciando que el desconocido también sufría las consecuencias del avasallante calor que emitía el asfalto. A pesar de que la conciencia se le escapaba, de que sus ojos se cerraban y dejaban de transmitir luz, la sensación de estar en los brazos de un extraño la obligaba a volver a la realidad, alerta ante un posible infortunio. Cuando el instinto de supervivencia se apoderó de su cuerpo y abrió los ojos con miedo, se topó con un ángel. El calor se disipó de su cuerpo al contemplar sus ojos color avellana, la sensación de sudor se olvidó con solo una mirada a sus labios, el mareo se ignoró por completo al observar su rostro como un todo. Enzo Vogrincic, en todo su angelical ser, la sostenía para evitar que cayera en la fogosa calle Sarandí.
—No te preocupes que te ayudo a sentarte.
Su voz me sacó de mis pensamientos, esta vez infinitamente menos agónicos. Me tomó con delicadeza y me llevó unos metros hacia atrás, hacia unas sillas de plástico rojas, no muy cómodas, con el logotipo de una conocida marca de bebidas. Estaban fuera de un local llamado Zabala. Solo allí me di cuenta de la distancia que mis pies, que ya se podían haber fundido con el asfalto, me habían llevado. Estábamos cerca del Registro Civil y a unos pocos metros del Implosivo Artes Escénicas, la escuela de actuación. He ahí esclarecida la aparición de mi inesperado ángel salvador. Con mi mente retornando de su estado de inactividad coherente lo primero que atiné a decirle a mi salvador fue.
—Perdón.
Una simple palabra, tan tonta que parecía fuera de lugar. Sin embargo, así me sentía: avergonzada de haberlo desviado de su camino. Posiblemente le molestaba ayudar a una desconocida que caminaba imprudentemente bajo el sol abrasador, con la única compañía de una cartera que contenía sus documentos para el examen, una tarjeta de transporte y su fiel botella de agua, que ahora parecía más una sopa por lo caliente que estaba.
La risa de mi nuevo acompañante me confirmó lo tonta que había sido mi respuesta. Doblemente avergonzada, lo miré a los ojos. Solo vi diversión por mis palabras y preocupación por mi extrema palidez y mi inminente desmayo.
—¿Cómo me vas a pedir perdón? ¿Te sentís mejor ahora sentada? Te voy a comprar un refresco y un agua fría, porque estoy seguro que te bajó la presión.
El hombre se irguió, enderezando su espalda, y se dirigió al restaurante con paso firme. Su objetivo era claro: conseguir las bebidas que me ayudarían a reponerme. Al cabo de unos minutos, regresó con un refresco y un agua fría. Se agachó de nuevo junto a mí, ofreciéndome el elixir que mi cuerpo, agradecido, absorbió con avidez.
—Muchísimas gracias, y te pido perdón por las molestias. Seguro tenías otras cosas que hacer más que asistir a una pelotuda que se desmayó.
Dije con pena, mirándolo a sus ojos marrones. Sentía cómo me ardían las mejillas. Solo entonces, al contemplar mi alrededor, me percaté de la bicicleta olvidada en el piso. Probablemente se había bajado de ella al verme en mi estado.
—No me agradezcas, solo hice algo que cualquiera haría.
Expresó mientras se giraba para buscar la bicicleta. Al levantarla, se regresó hacia mí y me dijo:
—Me llamo Enzo. ¿Y vos?
Le dije mi nombre con más confianza al ver que no parecía molesto ni apurado por irse. Le señalé el refresco, aún sin abrir, ofreciéndoselo.
—Eso es tuyo, no me lo tenés que devolver. Si yo fuera vos, también tomaría de ese. El azúcar te va a ayudar a recuperarte, todavía estás muy pálida. Si me permitís.
Con esa simple petición de consentimiento, acercó su mano a mi rostro apartando algunos cabellos que se me habían pegado por el sudor, aquellos que mi peinado no había podido contener y ahora se posaban rebeldes por donde ellos deseaban. Luego de poner mis cabellos en orden, su mano se quedó allí, posada en mi cuello. La sensación de tener aquel pesado miembro cerca de donde se medía mi pulso me inquietaba. ¿Y si podía sentir el acelerado ritmo al que iba mi corazón? Su rostro tan perfecto no era lo único que me embobaba; su amabilidad y sencillez con la que estaba allí delante de mí me estaba dejando el cerebro aún más atrofiado que cualquier síntoma debido al infernal clima.
Tomando otro largo trago de agua para disipar los efectos que él estaba teniendo en mí, tomé valor, lo miré a los ojos y le dije:
—Muchísimas gracias otra vez. Siento que te lo estoy diciendo ya muchas veces, pero de verdad estoy agradecida con tu gesto. Pudiste haberme ignorado y dejarme tirada en la calle, y no lo hiciste.
—No tenés nada que agradecerme. Decime, ¿vivís por acá? Así te acompaño y me quedo tranquilo de que llegaste bien.
Me respondió aún con su mano posada delicadamente sobre mi cuello, dejándole leves caricias y sus ojos mirándome fijamente, entre preocupados y con algo parecido a ternura.
—No vivo por acá, ni cerca. Solo vine porque acabo de dar un examen y quería recorrer. Iba super bien hasta hace unos momentos.
Ya dejando un poco de lado la vergüenza, le respondí un poco más animada y sin tanta timidez. Tanta, ya que tener a alguien tan bonito enfrente de ella solo hacia que se pusiera nerviosa.
—Ok, sin ser muy invasivo, ¿dónde vivís? Tal vez te puedo llevar o algo. Me preocupa que te vayas sola después de que casi te desmayas. Si querés, llamamos a alguna amiga o alguien que te venga a buscar.
—Vivo en Manga, así que un poco lejos de acá. Y mis amigas en estos momentos...
Dije entre risas, diciendo donde vivía y luego chequeando la hora: 16:04. Para saber dónde podrían estar alguna de mis amigas para contestarle.
—Mis amigas están todas trabajando, así que no queda de otra que irme sola. Quedate tranquilo que no me va a pasar nada.
Le contesté intentando calmarlo y asegurarle de que todo estaría bien y no me volvería a pasar nada.
—Te invitaría a mi casa, pero siento que para un primer encuentro es mucho. Me conformo por ahora acompañándote a tomar el bondi.
Volviendo por la calle Sarandí, por la tan calurosa Ciudad Vieja. Ese tipo de calor que hacía que el asfalto derritiera el calzado y definitivamente el tipo de calor que hace que se te baje la presión y encuentres a Enzo, quien ahora te tiene montada en su bicicleta mientras ambos ríen y disfrutan el pequeño aire que les llega por la velocidad con la que conduce el antes mencionado. Ese era el tipo de día caluroso que hacía aquel día en Montevideo.
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caostalgia · 1 year
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Septiembre XXX
Viernes, 30 de septiembre, 2022.
Quise regalarte el mundo. El mundo que en mi ensoñación excesiva creé solo para ti y para mí.
Ese que se llena de vida y eventos mágicos, un arcoiris, una aurora boreal, la extraña y hermosa vida marina, animales del bosque, flores que inventé y árboles en color durazno.
El aroma de las flores flotando por doquier cuando la primavera llega. El canto de los pájaros.
Humedad en el aire. La calidez del clima que vuelve tu piel más miel y la mía más canela en verano.
Maple, dorado y ocre en las hojas que adornan el gris del asfalto en otoño.
Copos de nieve en las copas de los árboles, los techos en las casas, en tus pestañas. El chocolate humeante que tomaríamos frente a la chimenea, envueltos en frazadas, tu risa y la mía. El baño caliente que con gusto íbamos a compartir, el vapor intentando escapar. La película que veríamos hasta pasada la media noche, acurrucados en la oscuridad de la habitación. La luna abriéndose paso durante la madrugada, y tú y yo en el sueño profundo de cualquier noche de invierno.
Quise regalarte ese mundo, uno donde la palabra "dolor" no existiera en el diccionario y tampoco hubieran motivos para ser creada. Ese donde ser felices juntos fuera la única razón de ser. Donde nada de todo aquello que te ha hecho daño tuviese lugar, donde todo aquello que me hace ser lo qué soy no estuviese atado a mi tobillo.
Quise regalarte el mundo y darte cada gramo de amor en mi ser, esperando que eso fuese suficiente para mover los tejidos más remotos en ti.
Quise regalarte el mundo y pintarlo en color rosa, usar destellos coloridos para crearte galaxias que solo se podrían ver en nuestro cielo. Que el mar fuese en color amarillo, solo por ti.
Un monumento inspirado en ti.
Quise regalarte el mundo... pero en su lugar terminé por regalarte mi mundo.
Ese en el cual un desastre natural diferente azota cada lugar en el mapa a diario.
Ese en el cual solo basta un terremoto para que toda mi estabilidad se derrumbe, mis sentimientos y pensamientos se hacen trizas, caen a pedazos y destruyen todo a su paso.
Ese en el cual un arrebato de impulsividad provoca un tsunami y con ello las inundaciones me ahogan, te ahogan, ahogan a cada persona a mi alrededor.
Mis ojos son como presas rotas y no hay forma de parar la fuga.
En el cual la primavera no tiene sentido porque las flores permanecen marchitas, el verde ya no es vida.
Donde el calor del verano es tan sofocante que no deja a nadie respirar, quema y amenaza con hacer arder a toda aquella señal de vida que se haga presente.
Donde el otoño ya ni siquiera existe porque los árboles siempre han estado caducos. El viento sopla y ya no tiene ni una hoja que arrastrar.
Donde el frío que amerita una buena taza de café, pasa a ser una era de hielo más.
Ese donde la vida ya no prolifera.
Te regalé mi mundo, lleno de caos, maldad y egoísmo.
Repleto de incendios de norte a sur, de huracanes de este a oeste. Destrucción en lugar de vida y odio que sustituye el oxígeno.
Ese donde se sufre porque no hay más. La posibilidad de ser feliz es nula.
Donde hago daño, lleno las calles de una neblina de toxinas, entrego cicatrices, insuficiencia y arrepentimiento. Donde me rompo y te rompo.
Donde la definición de amor está tan distorsionada a causa de mi psicosis, de mis delirios, de mi ansiedad y anhelo del sueño eterno.
Quise regalarte el mundo... pero en su lugar terminé por regalarte mi mundo. Y este... ha estado en apocalipsis desde el 2009.
- Cafeína para el papel.
- I.
Coldissweet
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zagreusm · 7 months
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Tezcatlipoca, Espejo humeante de Obsidiana - Onyx Equinox
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En el crepúsculo del sueño, las estrellas despiertan su danza silenciosa, bordando el firmamento con destellos de ensueño. El café humeante, en la biblioteca, se convierte en el elixir que despierta la imaginación, donde las páginas antiguas son testigos mudos de historias olvidadas.
Luces tenues destilan un halo de misterio en las calles empedradas, donde la nostalgia se cuela con la lluvia, acariciando las hojas con melancolía. Entre sombras, los recuerdos se entrelazan como hilos de seda, formando un tapiz de experiencias que danzan en la penumbra.
El viento susurra secretos al río que fluye con melancolía, mientras ventanas empañadas revelan historias aún no contadas. Un vinilo gira, llevando consigo la esencia vintage de la música pasada, como un eco del tiempo que se desliza entre notas y recuerdos.
En el jardín, las mariposas danzan en perfecta armonía con las flores, y la luz de la luna acaricia las olas del mar en una sinfonía plateada. Sombras danzantes adornan las paredes, contando cuentos silenciosos, mientras un reloj de arena susurra el fluir constante del tiempo en la penumbra.
En un rincón acogedor, las luces doradas resplandecen, abrazando la habitación con calidez. Espejos antiguos reflejan historias de tiempos olvidados, y el perfume de las velas envuelve la habitación en un abrazo tranquilo, como un poema perfumado.
En la paleta del cielo, tonos pastel pintan el atardecer, y las hojas caídas crujen bajo los pasos, anunciando la llegada del otoño. Palabras escritas a mano adornan páginas en blanco con elegancia, como tinta que se desliza con gracia sobre el lienzo de la vida.
Las siluetas de los edificios se recortan contra el cielo de la ciudad nocturna, mientras la neblina abraza los bosques, tejiendo un velo de enigma. Una bicicleta antigua descansa contra la pared, testigo de viajes pasados, y un vestido de encaje ondea suavemente al viento en un rincón olvidado, evocando la delicadeza de los días que ya se desvanecen.
Las estrellas se reflejan en el agua, duplicando la magia del universo, y candelabros dorados iluminan la mesa, preparada para una cena íntima. Las notas de un piano flotan en el aire, llenando la habitación de melancolía, mientras sombreros vintage y guantes de encaje evocan la elegancia de décadas pasadas.
Un farol antiguo ilumina el camino hacia un callejón lleno de secretos, y el susurro del viento entre las hojas cuenta historias de tiempos lejanos. En un rincón de lectura, libros gastados y sueños aún por descubrir aguardan, como tesoros escondidos entre las páginas de la vida.
La ciudad despierta, pintando un lienzo urbano con destellos de neón, donde cada esquina es un poema esperando ser leído en la sinfonía de la vida que late en cada rincón.
Don Ggatto
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las-microfisuras · 3 months
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Dos o tres experiencias de vacío
I   sabemos    (creemos saber) que
    hay            un tablero
                    piezas
                    casillas claras y oscuras
    sabemos (entrevemos) que
    otros
    juegan con nosotros
    pero
    qué pieza se ha movido
    quién la ha movido
    cómo se ha movido
    y a fin de cuentas
    qué sabemos
    de las
    reglas del juego
    dentro de este cuarto
    donde
    el día es una
    mecha humeante
.
2 me das (te doy) la mano
    toda la mano
    sólo
    la mano
.
3  todo el sedoso aire
    removido
    por el relampagueante
    colibrí
    cornucopia vaciándose
    sobre la cálida
    huerta del aire
    uvas tiernamente oscuras
    violetas oprimidas
    en la secreta
    mano
    del verano
    y la distraída mariposa
    y la rosa en alto
    y yo solo    y tú sola
       y yo solo    y tú sola
          y yo solo    y tú sola
    en este
    transparente
    recodo del día
    y
    la certeza
    de haber escrito en el agua
.
4  las blancas paredes    de la casa
    los blancos huesos     bajo tierra
    la blanca                 soledad
    del mar                           del cielo
    la blanca mariposa
                                           del sueño
    sumidas
    en el trazo
                                           negro de la tinta
    extendidas
    hasta alcanzar su negra orilla
.
5  la tarde pestañea
    blandamente
    en las persianas
             vaga su luz
                su vaho tibio
    por entre las cosas
                sumarias y
                bien puestas
    da vueltas
                en torno
    al sagitario
                vaso de retamas
    que en cierto modo
                concluye
    el latido natural
    de la pieza
                donde escribo
    una resaca silenciosa
                se va
                         arrastrando mis palabras
    y sé
    que es noche
_ Javier Sologuren, incluido en Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000) . Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, 2002, selecc. de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, Blanca Varela y José Ángel Valente.
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nevenkebla · 2 months
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Spidey / Torch
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Amazing Spider-Man #657 Dan Slott (Guionista), Ty Templeton (Dibujante)
— Ben Grimm: Al final los dos payasos se entretuvieron el uno con el otro… ¡Y así no molestaron a los demás! ¡Para servidor, fueron las mejores vacaciones en años! Porque, por una vez, no había tonterías infantiles para estropearlas. Bueno… — Johnny Storm: ¡¿Polvos picapica?! ¡¿En serio?! — Peter Parker: ¿Qué? Los has quemado. ¡Cielos! — Johnny Storm: ¡Te voy a quemar a ti, miserable trepamuros! — Ben Grimm: Al menos en mi dirección. Sí. La antorcha por fin tenía a alguien de su edad mental con quien meterse. Y viceversa. Y cierto Benjamin J. Grimm se quedaba tranquilo. Que es exactamente lo que quería. Estar solo.
— Ben Grimm: ¿Chicos? Será mejor que no estéis tramando nada. No vayáis a quemar y estropear esta naturaleza virgen, ¿eh? ¿Chicos? ¡Josafat Saltarín! ¡Es Krakatoom! ¡Se ha reintegrado! ¡Venid corriendo! ¡Todos! Es la hora de las… Tor… Eh… ¡¿Qué pasa?! ¡No es un monstruo! Es solo un montón de palos, hojas y humeante… porquería.
— Johnny Storm: ¡SÍ! ¡Y el equipo Spidey/Antorcha marca gol! — Peter Parker: ¡Tío, no puedo creer que se lo haya tragado! ¡Marronazo! — Johnny Storm: ¿Qué pasa, Benjy? Sí, lo hemos hecho para que no te sintieras marginado. — Ben Grimm: ¡¿Ah, sí?! Venid aquí… Y os daré las gracias… ¡Al estilo de la Calle Yancy! — Peter Parker: Y como dijo un hombre sabio… ¡Salida del escenario por la izquierda! — Ben Grimm: (Sí, supongo que fue uno de esos casos de cuidado con lo que deseas…)
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moongirl-26 · 5 months
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Cosiéndome...
Coso mis heridas abiertas cada vez que sonrío con un ser amado. Cada vez que tengo la oportunidad de dar amor , de ser ayuda. Con el hilo de las nuevas esperanzas coso mis aberturas sangrantes , con la aguja de los sueños por cumplir traspaso mi piel.
Coso mís heridas abiertas y dolorosas , cuando por la mañana al levantarme y sentarme en la silla con mi café humeante sobre la mesa puedo admirar por la ventana entrar esa luz de la mañana, que tanto me hace sentir , que observo fijamente para permitirme que me haga sentir esperanzada para seguir en busca de mis sueños.
Coso mis heridas cuando ya no busco en personas lo que trato de encontrar en mi misma. Evitándome así miles de decepciones. Coso mis heridas cuando logro escribir lo que realmente siento , sin miedo , sin culpa. Cuando dejo que mi mente y mi alma vuelen en el cielo de los sentimientos que solo él corazón conoce. Coso mis heridas cuando en mi soledad en compañía de mi música puedo ser feliz sin necesidad de grandes lujos que llenen mi ego o el vacío. Coso mis heridas cuando puedo ser sencillamente feliz , con momentos y cosas tan simples que para la mayoría son invisibles o inútiles. Sé que he cargado con el peso de ser diferente por esa misma razón me coso las heridas a mi extraña manera.
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alismithlier · 9 months
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Sweet
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Es hora de un pedacito de dulzura, Miguel puede parecer intimidante y sin corazón, sin embargo contigo es todo lo contrario, no solo cuando están juntos, tienes un trato especial.
Llegó al cuartel después de una estresante misión, se setía cansado, lo único que quería era acurrucarse en tus brazos. Caminaba en dirección a la oficina, en donde sabía que te encontraría, pues no eras capaz de esperarlo en casa cuando salía a alguna misión.
Y así fue, recostada en el sofá que puso especialmente para ti, no estabas dormida, leías un libro en una posición incómoda para él, pero no parecía serlo para ti. Lo escuchaste entrar y te giraste para confirmarlo.
— Mi amor — te paraste de inmediato y saltaste a sus brazos en donde te recibió de inmediato y sin dudar, rodeandote fuertemente con sus brazos — Te extrañé muchísimo — dijiste y depositaste un beso en el espacio de su cuello.
Eso fue suficiente para relajar sus músculos, sentirte y escucharte le daba tranquilidad.
— También te extrañé — los guió hasta el sofá en donde estabas y te deposito en él, sabías lo que quería.
—Ven aquí — le extendiste los brazos para que se acercará. Se acurrucó sobre tu cuerpo poniendo su cabeza en tu pecho y rodeando tu cintura con sus brazos.
— Esto es lo mejor después de un largo dia — dice en susurros y comienzas a acariciar sus cabellos, se acurrucó más contra ti
—Siempre que necesites un poco de confort, sabes donde encontrarme — había alzado la cabeza y te miraba atentamente, se levantó de tu cuerpo y cambió las posiciones, ahora él debajo tuyo y tu en su pecho, deposito un beso en tu cabeza.
— Sabes, debo confesar que fue una misión muy peligrosa — levantaste tu cabeza de su pecho y lo miraste alarmada —creí que no saldría de esa y me puse a pensar en que no te dedico el tiempo que te mereces y a pesar de todo sigues aquí.
—Así será, estaré aquí Miguel, yo realmente entiendo tu papel como superhéroe y... — puso un dedo en tus labios
— No, no trates de justificarme, sé que no debo darte por sentada, el trabajo no es pretexto, no quiero que un día simplemente me dejes, estarías en todo tu derecho, pero no se que haria sin ti, así que decidí que mañana me tomaré el día — sentiste tu corazón saltar de alegría, aunque te preocupaba que la ciudad no tuviera su spiderman por un día o que la sociedad de arañas no tuviera a su líder
—¿En serio? — te habías alzado quedando a la altura de su cabeza mirándolo ojos brillosos de felicidad — pero, ¿Qué pasará con la ciudad, los dejarás sin protección?
— Apuesto que los policías pueden arreglárselas sin mi un día, mi prioridad eres tu muñeca — alcanzo tus labios envolviendo sus lenguas en un beso corto y dulce. — Vamos a casa — se levanto contigo en brazos cargandote como una princesa
Llegaron al departamento que compartían, te dejo en la habitación mientras tomaba una ducha rápida y volver contigo a la cama, para acostarse frente a ti, cara a cara, con la piernas enrolladas y tus brazos alrededor de su torso y sus brazos alrededor del tuyo, su boca en tu frente, tus manos deslizándose de arriba a abajo por su espalda. Cayeron profundamente dormidos, era la primera vez después de mucho tiempo que te quedabas dormida en sus brazos y que sabías con certeza que a la mañan estaría contigo a un lado.
Abriste los ojos y lo viste a través de tus pestañas, apoyado en un codo, mirandote con ternura, se encontraba acariciando tu mejilla con su otra mano y se acercó a ti.
— Buenos días — Deposito un beso en tus labios
— Sigues aquí — sonreíste con somnolencia — Buenos días, se siente muy bien amanecer a tu lado — te acercaste a acurrucarte contra él
Lo escuchaste reírse — Tal como lo prometí, soy todo tuyo, te preparé el desayuno — En la mesita de noche a su izquierda se encontraba una bandeja con dos tazas de café aún humeantes, unos hot cakes calientitos con sus topics a un costado.
— Con tenerte aquí es suficiente — repartes besos por su cara y terminas en su regazo, en donde Miguel se toma muy enserio eso de consentirte y te alimenta en su regazo.
— Prometo no desaparecer de nuevo, no soportaría perderte.
Después del desayuno comenzó una sesión de besos que empezó a subir de tono con el tiempo...
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Pregnancy AU- Drabble 2
Holaaa! Aqui estoy nuevamente escribiendo pequeños trozos de mi Pregnancy AU. Esto no es un fanfiction y no crel que nunca vaya a conectar los escritos para hacer un fanfic completo, así que edte y todo el otro contenido de este AU son todo lo que hay sin ninguna estructura real.
This isn’t a fanfic and I don’t think I’ll ever connect the drabbles to make a full fanfic, so this is just a short piece of a story with no real structure.
Si te gusta, puedes encontrar el otro pedacito que escribí aquí here! No está nada edcrito de forma cronológica! Di te intereda ver TODO lo que he escrito respecto a este AU lo puedes encontrar en el Pregnancy AU tag al final del post! Y de antemano pido perdón de que está en Español, sé que mis posts tienden a ser en inglés, pero éste simplemente fluyó en Español!
 Contexto: en este AU Betty queda embarazada tras la primera noche, asi que ella aun no sabe del Plan. Esto ocurre poco después de que Armando se entere del embarazo.
Armando Mendoza ni siquiera se dio cuenta en qué momento había llegado a la oficina de Mario Calderón. Se había movido en automático, llevado por una fuerza ajena, arrastrado como mera basura en las calles inundadas de Bogotá. Las nubes negras, turbulentas, y enfurecidas nublaban su juicio.
Lo último que recordaba hacer, y sólo lo recordaba con relativa nitidez, era sostener a Beatriz en sus brazos y murmurarle con el poco aliento que tenía que se fuera a su casa, que descansara, y que se veían de nuevo aquí en la oficina al día siguiente. No recordaba haberle dado ningún beso, pero en sus labios aún quedaba la sensación de uno y la grasa de su capúl. Sus dedos aún tenían la humedad de las lágrimas, pero no sabía a quién le pertenecían.
-¿Armando, me escucha? -sonó entonces la voz de Calderón. Armando despertó de su estado muerto en vida para encontrarse ahí, en la oficina de Calderón, parado frente a la puerta cerrada y dándole el perfil al escritorio de Mario. Su cabeza agachada casi rozaba la madera de la puerta, y su vista se perdía en el relucir de sus zapatos siempre bien boleados. Armando reaccionó con su voz, y con la cabeza aún turbulenta, sólo lo miró, sin saber qué decir o cómo explicarle su horror, su pánico, su terror, su… su todo. 
No sabía a qué había venido.
-A ver, hermano, venga, venga para acá -dijo Calderón, poniéndose de pie, sin que Armando dijera aun nada. Se acercó a Armando y lo tomó por los hombros guiándolo hasta su escritorio para sentarlo en las sillas frente a la suya. Apenas hizo falta un pequeño empujoncito para que las rodillas de Armando se doblaran, desplomándolo en la silla. 
Armando sintió la poca fuerza que lo había sostenido hasta entonces reventarse, y sintió sus piernas débiles. 
Seguía sin poder decir nada. Su mente estaba nublada, sus oídos taponeados. Apenas escuchaba como ruido de fondo a Calderón hablar por teléfono con alguien para pedirle un tinto. Lo vio levantarse y entrar a la sala de juntas, servir un vaso de agua y traérselo. Lo sintió todo ajeno.
-Tenga, tómeselo. Ahorita le traen un tinto -dijo Calderón, sentándose en su lugar. Armando dio apenas unos traguitos de su agua, y la frialdad del hielo le caló en los dientes con suficiente fuerza para hacerlo sentir más vivo. Para cuando se terminó el vaso, había llegado el tinto humeante. Se abalanzó sobre él como si su vida dependiera de ello, y se lo bebió tan rápido que le quemó el esófago.
-Hey, hey, Armando, cálmese, ¿quiere? Deje eso, se va a vomitar -dijo Calderón y le quitó la taza de la mano-. Respire. 
La había cagado. La había cagado de manera tan infinitamente profunda, que ni siquiera sabía cómo procesarlo.
Oh, su Betty. Su pobre, inocente, ingenua Betty…
Los ojos de Armando se aguaron al tiempo que la nausea lo invadió, y se dijo a sí mismo que sólo era por el dolor de dientes causado por el hielo del agua y la quemada del café. 
Armando entonces cerró los ojos, tomó una bocanada de aire, y lo expulsó lentamente por la nariz.
-Armando, ¿qué le pasa? -le dijo Calderón en un tono que Armando jamás había escuchado. Era suave, como si estuviera hablando con un niño, pero a la vez parecía querer ocultar algo detrás de toda esa suavidad. 
Los sentidos de Armando estaban anestesiados por el shock y terror que le inundaba la sangre, pero si hubiera estado más alerta, se habría dado cuenta que Calderón había empezado esa conversación con molestia por el susto del portazo, burla por su cara de espanto, y terminando en genuina preocupación ante la poca respuesta de Armando. Mario en ese momento tenía muchísimas posibilidades nadándole en la cabeza, pero se mantenía mayormente sereno, esperando y deseando que se tratara solamente de alguna exageración de Armando por cosas sin importancia.
Mario se decía a sí mismo que esa era la causa probable del estado de Armando, pero lo pálido que estaba su amigo, empezaba a hacer sudar las palmas de las manos de Mario en nerviosismo. Se imaginaba lo peor: que se había descubierto el embargo; que Terramoda había quebrado; que descubrieron su intento fallido de contrabando de telas; que la policía venía por ellos; que- que- 
Mario no dejó que el pánico se le subiera a la cabeza si no tenía fundamentos para ello.
-¿Armando? -repitió Calderón, y Armando ni siquiera sabía cómo contestar. 
Así que apenas pudo regurgitar las dos más escalofriantes palabras que lo decían todo:
-Está embarazada.
Armando sabía que había dicho él esas palabras, y aún así le sonaban tan distantes. 
-¿Qué? -dijo Calderón.
-Está embarazada, Calderón -repitió Armando, y está vez, las palabras cobraron sentido en su cabeza. Las sintió heladas, duras, e intratables, pero lógicas. Al menos, sonaban a español.
-¿Pero quién, Armando? ¿Marcela? -preguntó Calderón. Armando estaba demasiado sumido en su horror para notar que Mario había recobrado el aliento. 
-Betty.
-¿Qué? ¿Betty? -repitió Calderón sorprendido-. ¿Beatriz Pinzón Solano? ¿La fea? ¿esa Betty?
-¡Sí, Calderón, Betty, Betty, mi Betty! ¿¡Quién más si no esa Betty?! -exclamó Armando, explotando repentinamente mientras se ponía de pie de un movimiento rápido y brusco. 
Fue como si repentinamente se rompiera su coraza de shock, y ahora todo le cayera encima, como un súbito golpe de electricidad que le había revivido los tejidos muertos al monstruo de Frankenstein. Se levantó de la silla y llevó una mano a su frente, frotándola con un gesto inconsciente de desesperación. Su otra mano sostenía su propia cadera en frustración. Empezó a andar por la oficina como una bestia enjaulada y fúrica, mientras todos sus horrores se le escurrían de la boca:
-Dios mío, Calderón. La embarré, la embarré demasiado. Beatriz está embarazada. ¡Embarazada! Va a tener un niño. Por dios ¿Puede creerlo? -exclamó Armando-. ¿Se da cuenta de lo que significa? ¿Se da cuenta de lo que le hice? 
-Sí, sí, yo también aprobé biología en la secundaria -murmuró Calderón, y fue sólo entonces que Armando se detuvo en su frenético andar y volteó a mirarlo, con ojos desorbitados y la vena en su frente saltada.
Calderón estaba reclinado en su silla, con su expresión tranquila y pensativa. Uno de sus codos estaba en el descansabrazos de su silla, y la otra mano estaba relajada sobre el escritorio. 
-¿Usted piensa que estoy bromeando, Calderón? ¿Esto- esto le parece gracioso? -preguntó Armando, su voz calmada y sin ocultar su desdén-. ¿Cómo demonios está usted tan calmado? ¿Acaso no ve el horror de esta situación?
Calderón se encogió de hombros.
-No me malentienda, pero claro que veo el horror de la situación. Pero si mal no recuerdo, mi querido presidente, cuando YO tuve una amenaza de embarazo con la Fernández, usted tampoco se mostró muy preocupado por mí, ¿o sí? -le dijo Calderón sonriendo-. Este es su karma por abandonar a un soldado amigo.
Y Armando entonces explotó.
-Calderón, ¿escucha siquiera usted un poco de lo que dice? ¿Procesa las idioteces que dice antes de que se le escurra la baba al hablarles?-dijo Armando en un susurro suave que apenas contenía el grito que sele formaba en la garganta-. ¿Cómo puede siquiera comparar las situaciones? Patricia Fernández es una arpía, Calderón, una chupa plata que sólo se revolcaba con usted porque quería marido rico que le resolviera la vida. ¿Cómo puede comparar a Betty con esa vieja? Betty- Betty nos ha ayudado en todo, Calderón, ¡en todo! Los balances maquillados, las coartadas con Marcela, la empresa de papel, ¡rechazó plata por mí, por Dios! Cualquier cosa que le he pedido me la ha dado en bandeja de plata. Todo y hasta más que eso, ¿y cómo le pago? ¡usándola! ¡usándola y arruinándole la vida, maldita sea! 
Armando había terminado ahogando un grito. En algún momento, se había terminado abalanzando obre el escritorio de Calderón, con las palmas abiertas presionadas contra el escritorio, las venas de su cuello y manos saltándose en la absoluta rabia qud sentía, sosteniendo el peso de la mitad superior de su cuerpo. Quería ahorcarlo en ese mismo momento.
-¿Tiene idea de lo que debe de estar sufriendo ella en este momento? -continuó Armando, sin moverse de su lugar, mirando al asqueroso de Mario Calderón a los ojos, sintiendo la rabia pulsarle en cada latido del corazón-. Para ella su papá es su vida. Lo más sagrado que tiene. Don Hermes es un hombre recto y de valores ¿se imagina la decepción que será para ��l esta noticia? ¿Saber que su única hija, el amor de su vida, salió embarazada por ser la amante de su jefe? ¿No se da cuenta también de las burlas que va a sufrir? ¿De lo que le espera de ahora en adelante? ¿De la humillación que será para ella?
: :
Mario había retrocedido ligeramente en un gesto inconsciente de intimidación, con la espalda aún presionada contra el respaldo de su silla, pero ya no en relajación. Su cuerpo apenas mostraba la menor señal de tensión, mientras sus ojos no perdían un instante del aparente colapso emocional de Armando. Tampoco se le escapaba que todo lo que Armando estaba diciendo, era sobre ella y cómo la afectaría a ella, sin siquiera mencionarse a sí mismo.
Mario había disfrutando momentánea y ligeramente de la satisfacción de ver a Armando sufrir lo que él mismo había sufrido con Patricia meses atrás. Escuchó a Armando en su crisis nerviosa, y fue sólo hasta que golpeó su escritorio sonoramente con las palmas abiertas y se abalanzó sobre este, con los ojos desorbitados y las venas saltadas, que Mario cedió. 
La momentánea satisfaccion de la venganza divina fue disminuyendo hasta recordar todo lo que estaba en juego. Mientras Armando seguía parloteando sobre Betty y todo lo que significaba para ella, Mario ya había pasado el tema y ahora se estaba concentrando en las verdades inminentes e importantes.
-A ver, hermano, cálmese. No quise desearle mal a su mostrete, ¿sí? No me arranque la cabeza, por favor -dijo Mario, levantando las manos en señal de rendición. Casi se quería reír, pero también entendía que la situación era grave para Armando-. Ya, ya, tranquilo. Siéntese, ¿sí?
Armando lo siguió mirando lleno de rabia. Pero finalmente se sentó, dejándose caer como gorila en su silla. 
-Bien. Yo sé que la noticia fue completamente inesperada, pero hay que pensar las cosas con claridad-
-¿Con claridad? Mario, no me pida claridad ni calma en este momento. Estoy ardiendo. ¿No se da cuenta todo lo que Betty va a perder, lo que le causé? 
-Sí, sí, yo entiendo -dijo Mario para evitar que Armando cayera en un espiral de auto desprecio sin fondo, y redireccionó la conversación a lo importante-. Primero que nada, ¿es suyo el chino?
Armando inmediatamente se volvió a poner de pie, sin duda a punto de darle otro discurso o ahorcarlo.
-¿Es usted imbécil? ¿De quién si no, ah?
Mario lo miró un instante en silencio. Era bastante lógica la respuesta, ¿o no? ¿Acaso había algún otro hombre en todo el universo que estuviera suficientemente loco, desesperado y que tuviera terrible gusto como para acostarse con muecielaguín, además de Armando Mendoza y Nicolás Mora?
-Nadie, nadie, tiene usted razón- le contestó Mario. Pensando bien las cosas, no era prudente ni necesario discutir esa posibilidad. Sólo causaría qur Armando perdiera la poca cordura que tenía estos últimos días, se bebiera tres botellas enteras de whisky, y se mandara a sí mismo a un coma etílico.
Pero la posibilidad de una paternidad fraudulenta no se podía descartar, principalmente si esto resultaba más complicado de lo esperado, así que Mario se guardó ese argumento en la manga para sacarlo después si se llegaba la ocasión.
-Pero creo yo -siguió Mario- que la respuesta a este problema es muy sencilla: dígale que no lo tenga, y se acabó.
-Ella nunca aceptaría eso, Calderón -contestó Armando. El presidente se había reclinado en la silla pero seguía evidentemente tenso. Sus manos en forma de garra parecían apenas contener la necesidad de rasgar la fina madera del escritorio de Calderón. Su quijada se tensaba y destensaba. 
-Betty es inteligente, hermano. Ella sabe que esto no puede pasar. Usted está por casarse, su padre la mataría, la empresa está en crisis, y Marcela lo mataría a usted sino es que la humillación social lo amta primero. Usted sabe lo rápido que corren los chismes por Bogotá. ¿Se imagina usted la humillación que sería para su familia y para Marcela que usted esté teniendo un hijo con vampirín? Sin mencionar que se está arruinando los genes -dijo Mario-. Que se haga un favor y no nos complique más la vida a todos, y que no se la arruine a ella. 
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Octubre 🍁
Deja que octubre te sorprenda, que los colores de las primeras hojas de otoño te recuerden que hay belleza también en el atardecer de la vida, que está bien volar solo; que la danza de las hojas al viento te animen a soltar lo viejo, lo denso, lo que ya no te va; déjate despeinar un poco y confía en el lugar al que te lleve la caída.
Que este mes te enseñe a aterrizar con estilo y te salve de sufrir heridas.
Que permitas sentir a tu piel los primeros vientos fríos, que tengas lista esa manta
y esa bebida humeante y que las compartas con amigos.
Créelo y créalo, ten la certeza de que este mes será uno de los más sorprendentes de toda tu vida
ℜ𝔬𝔰𝔞 🖤
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elbiotipo · 1 year
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Las naves del universo de Campoestela tienen gravedad artificial, pero por tradición, los rioplatenses en el espacio siguen usando los termos "sifón" y mates presurizados, equipados para gravedad 0 (y en lugares donde en efecto no hay gravedad, sí que son útiles, ningún astronauta quiere quedarse sin mates). Son baratos, fáciles de fabricar y disponibles en cualquier terminal estelar, pero los hay coleccionables y personalizados, más de un ingeniero tiene como hobby personalizar la presión del chorro de agua y el circuito térmico, y hay muchos debates al respecto de cuales son las medidas perfectas. En cuanto a las bombillas, están hechas de plata en su mayoría, un material bastante fácil de conseguir entre los cascotes, digo, asteroides. La profesión del platero es muy apreciada en la Confederación Esteloplatense. Un kit de mate hecho de plata entero es algo ostentoso, pero hay gauchos que lo tienen.
Lo que sí es un lujo es la yerba. Por lo menos la buena yerba; hay de esa cultivada en masa en estaciones orbitales, pero no importa cuantos certificados de calidad tenga, siempre tiene un gusto feo. Y la yerba mate de Misiones, allá en la Tierra, vale su peso en antimateria. Pero es en los campos de Taraguí donde se cultiva la mejor, ahí bajo el atardecer eterno en el terminador, entre los montes y los esteros cruzados por ríos y lagunas que en realidad son mares. Si te subís al gran puente del Cañón Belgrano, a lo lejos podés ver las parcelas de yerba mate, y las naves humeantes despegando con su carga a todos los puertos que imagines.
Se toma solo, dulce o con yuyos de mil mundos, algunos heredados de los humanos de la Madre Tierra, otros traídos por nuevas especies, pero el mate se sigue tomando, estés bajo la estrella que estés.
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sucede-es · 9 months
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#JuevesDeArquitectura
Torre de observación, Tennessee
Una singular casa inspirada en miradores medievales ubicada en las Montañas Humeantes.
Diseñada por Pfeffer Torode Architecture, esta inusual vivienda se eleva hacia arriba en lugar de expandirse en el terreno, lo que permite a sus ocupantes disfrutar de vistas panorámicas de 360° tras ascender por una impresionante escalera de caracol.
Se utilizaron diversos materiales acogedores en su construcción, como cuero, acero y piel, en un esfuerzo por utilizar productos locales en la medida de lo posible. Uno de los aspectos más destacados es un fregadero de granja suizo del siglo XIX que contribuye a dar a esta casa un ambiente histórico.
El foso no está incluido en esta propiedad.
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las-microfisuras · 2 months
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Vuelvo a empezar y está tu rostro siempre
lo busco en medio de todos tus rostros
tienes tantos que a veces ya no sé
quién eres las tardes tienen colores
cambiantes tú cambias con ellos brillas
te apagas si estás en un claroscuro
de cristales o en el esplendor de
la luz no eres la misma sin embargo
te reconozco tras tus perfiles tus
fulgores y sombras algo se mueve
que llamo tú porque eres mi memoria
quizá y porque a lo lejos sin cesar
andas te veo llegar a la misma
estatua entre palomas de la misma
plaza sigues andando pero no
vienes de lo profundo del pasado
eres la venida que convierte mi
vida en alegre espera aunque el viento
de lo efímero sopla y su humeante
nieve oscura nos borra entonces ya
no tengo nombre y no soy sino polvo
de sílabas boca vacía que no
articula más que azar pero tú
eres el azar es bello es cálido
como tú y es nuestra historia sé que la
voz que habla ha de callar crujen vacilan
las palabras las atizo por ver
de nuevo el espacio su promesa
el blanco de los montes y el azul
un cielo con ramas y apenas esta
claridad aunque esté tan cerca dices
quizá es la primavera u otra cosa
quién sabe es algo como una inminencia
viene sin pausa sin venir está
pero no está es manantial de formas
de él brotan palabras que nada dicen
sólo un flujo de luz no saber qué
decir más decirlo del mismo modo
que a veces me acerco a ti y nuestros ojos
están gastados por los días tomo
tus manos frías las soplo me quemas
siempre es como la última vez
te abrazo quiero ser el mismo instante
cierro los ojos y todo es presente
el mundo es un solo resplandor arde
él también habría que conservar
siempre este ardor consumirse en él luego
renacer como el fénix alumbrados
por el fuego pero aún me pregunto
qué es el amor la locura de hacer
rodar el mundo en torno a un centro rosa
y mortal sé que no hay respuesta sé
que es rendirse a la pérdida y las lágrimas
pero abro los brazos y digo sí.
- Jacques Ancet, "La quemadura". Cálamo Poesía. Versión de Amelia Gamoneda
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mikrokosmcs · 1 month
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-  —Entonces,  estaba  pensando  —  -una  sonrisa  pícara,  de  esas  que  solo  indicaban  problemas  para  todos,  se  dibujó  en  sus  labios.  Su  desayuno  preparado  por  el  alfa  humeaba  delicioso  frente  a  él,  la  barra  de  su  cocina  siempre  estaba  llena  cuando  Yeonho  cocinaba  para  los  dos,  desde  omelette  hasta  sopa  de  miso,  algunos  acompañantes  y  el  humeante  té.  -  —¿Sigue  en  pie  nuestra  salida  al  antro?  Dijiste  que  irías,  inclusive  invité  a  algunos  compañeros  de  la  universidad  y  si  deseas  sentirte  un  poco  más  cómodo  con  caras  conocidas,  puedo  invitar  a  Vi-ah  a  venir  con  nosotros  —  -Noah  era  un  poco  más  grande  que  el  otro,  pero  eso  no  le  impedía  ponerse  sus  sudaderas  —gracias  al  cielo,  ambos  usaban  ropa  más  holgada  en  casa—,  la  esencia  del  alfa  le  reconfortaba  y  le  hacía  sentir  cómodo,  la  propia  con  ese  dulzor  del  caramelo  y  las  almendras,  se  mezclaban  en  el  ambiente  del  departamento  compartido.  -  —Di  que  si  Yeonho,  tienes  que  salir,  conocer  gente,  divertirte. | @smileflowcr
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Invierno
Entonces con mi taza humeante en la mano, me paré a ver el calendario y efectivamente tenía algunos días sin llorar. Miré hasta la puerta del patio y allá afuera el viento mecía las hojas del árbol de mandarina y me dije a mi misma que este invierno estaba muy raro. Me senté en el comedor y ahí escuché el hervor del café en la estufa, así que me paré de nuevo y apagué el fuego para buscar una taza dónde colocarlo, le puse media cucharada de azúcar y un chorrito de leche. Mezcle muy bien con una cuchara y luego grité en dirección de las escaleras. Una voz me contestó que ya bajaba y yo me llevé la segunda taza a la mesa del comedor, pero antes me detuve nuevamente en el calendario. Mis días sin llorar, eran los mismo días en los que yo le preparaba café.
Y, Erán
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