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andreaocampo · 11 months
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RIP Galee Galee: La fama es un castigo
Por Andrea Ocampo Cea
“La gente que hace daño no sabe bien lo que pasa entre tú y yo”
Galee Galee, Igual a mi
Galee Galee fue el nombre artístico de Gabriel Zuñiga (1994 - 2023), cantante de trap oriundo de Pudahuel, que perteneció a la nueva generación de artistas urbanos chilenos, quienes hoy en día, son escuchados a nivel mundial junto a Polima Westcoast, Pablo Chill-e, Harry Nash, Juliano Sosa y al sin fin de artistas masculinos que dominan el género en esta geografía.
Este viernes 26, cerca de la medianoche, un flyer de La Junta+ se viralizó en redes confirmando su fallecimiento en el Hospital Félix Bulnes, a causa de graves lesiones. El llamado de Pailita, unas horas antes y vía Instagram, fue a realizar  una cadena de oración, justo momentos posteriores a una una storie del mismo Galee, que advertía: “Uds no saben el daño klo que están haciendo. Corten la wea loco. Van a causar que pasen weas que nadie quiere”. Anunció así su deceso. Llevaba horas lidiando con cientos de comentarios que le acusaron de infidelidad; realizando incluso –durante la noche anterior– una transmisión en vivo para descargarse y afirmar que esta situación no le afectaba y que él estaba puesto para la música.
Pero la misma comunidad de fanáticos del género urbano le hizo sentir la presión –como dice la jerga reggaetonera puertorriqueña– a propósito del desahogo público de su ex pareja, pero también de una fan a penas mayor de edad y de la madre de su hija. Dimes y diretes que desataron una ola de críticas, opiniones, insultos, burlas y amenazas.  
Durante la madrugada del 27, su nombre, deceso y las responsabilidades de este (aún no confirmado) suicidio fue Trending Topic en Twitter. La foto de un joven sobre un charco de sangre con un tiro en el cráneo comenzó a viralizarse; los clásicos humoristas de esa red realizaron mofas sobre el artista, así como un par de periodistas hicieron chistes sobre su deceso en busca de likes y retuits. El clasismo chileno emergió sin sorpresa en los 280 caracteres, acompañado de la misoginia y un machismo fulgurante. Pues ¿De quién sería la responsabilidad de esta muerte? Claro: de las funas a manos de las mujeres (de las “wnas klias” diría otro reconocido astro del flow local).
LAS FUNAS
La palabra funa hoy está de exportación y significa “fruta podrida” en mapudungün. Indica la denuncia pública sobre algo que huele mal, que pudre lo que toca y que no está –necesariamente– a la vista. La funa se comienza a usar en Chile en tiempos de Dictadura, cuando familiares y colectivos políticos-sociales realizaban acciones colectivas de denuncia a asesinos, represores y violadores de Derechos Humanos. Hoy, en los dosmiles, con redes sociales en la mano y luego de la cuarta ola feminista, la funa es comprendida como una herramienta punitiva de autodefensa e inscripción histórica, que llega a aquellos lugares donde la justicia institucional no llega (ni da garantías). Tiene por misión retener la impunidad ante agresores, violadores, acosadores, asesinos y hacer de la denuncia una memoria presente y contingente en el imaginario de las comunidades: una memoria no exenta de moralidad y eficacia. Independiente del carácter legal de una funa y de la presunción de inocencia que hoy se aplica sólo a algunas clases sociales, ésta existe porque se ha vuelto necesaria. No obstante, para existir, necesita de la esfera pública, de la publicidad y de una narrativa capaz de identificar a una masa tanto crítica como acrítica. Mas, no todo desahogo público es una funa. La funa tiene un carácter colectivo en lo social y político. Un desahogo, por otro lado, es lo que escribimos en nuestros diarios de vida análogos o digitales.
¿Todo desahogo de una mujer que cuenta su historia de violencia es una funa? Tendríamos que decir que depende del número y franja etárea de la audiencia que le sigue en redes. La sobre-reacción es latente, justo en un momento histórico donde la cultura del género urbano choca innegablemente con las herencias de la revolución feminista y una institucionalidad educacional y social donde el abuso sexual y la irresponsabilidad emocional / corporal / sexual son normalizadas, e incluso forman parte de un imaginario y una estética nutrida por la narco-cultura continental. En definitiva “es de machos” comportarse así.
Ser engañade por quién amas se siente feo, une sufre. Aún más cuando tu contexto glorifica la violencia, la desigualdad de poder entre géneros y tienes acceso al registro completo de los pasos de las otras personas. Pero el desamor y la infidelidad son parte de la vida y sus aprendizajes, no es propio del género masculino y, en último caso, no atentan contra nuestros derechos vitales, como si lo hacen las malas prácticas médicas, la impunidad y acoso en los establecimientos educativos y laborales, la discriminación y el cyberacoso, la trata, los feminicidios, el secuestro y la tortura. Y aunque esto sea medianamente obvio para las niñas y adolescentes que cuentan sus historias en internet –esperando atención, revancha u otro–, en el caso de Galee Galee aparecieron junto al mal que históricamente ha aquejado al género urbano: su machismo naturalizado, además de las actuales y populares “páginas de difusión”.
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LA FAMA ES UN CASTIGO
El oficio del periodismo vive hace siglos una profunda crisis, hoy lo es gracias al arribo de Chatgpt, el contexto global de las FakeNews y el “periodismo de redes sociales”: las “páginas” que en realidad son perfiles de consumo generacional, principalmente alojadas en Instagram y en TikTok. Llevan por nombre cualquier derivado de “copuchas / gossip/ cahuines / chismes” y cumplen exactamente la misma función que hace años cumplieron los programas televisivos de farándula. Siendo el ejemplo icónico el programa de JC Rodríguez –hoy también en “La Junta”– llamado Primer Plano con su archi-reconocido “escándalo de la semana”. Esa continuidad no es azarosa.
Hablemos entonces de una comunidad de niñez, adolescentes, jóvenes y adultos que crecieron viendo cómo sus familias fagocitaron este tipo de contenidos y disfrutarlo tanto-tanto, como para juntarse con otros para verlo en clan, compartiendo algo para comer y algo para tomar. Todo un evento familiar y nacional.
Estos nuevos medios, cuyo ecosistema es únicamente el scroll y el like, hoy repiten la fórmula y postean sin escrúpulos sobre la vida íntima de los cantantes urbanos chilenos. Tras esas imágenes re-editadas y recolectadas de todos los perfiles posibles, están los mismos jóvenes aficionados a estos chismes. Son productores y consumidores en sí mismos: siguen los pasos de sus astros, así como los de su familiares, parejas, equipos de trabajo en búsqueda de algún atisbo de intimidad y de “realidad”. Algo que permita conocer a la persona y abrir la bisagra donde la intimidad conviva junto a la culpa, humillación y vergüenza. En el universo del blingbling por sobre los proyectos de vida, en el esplendor del presente inmediato ante el fracaso del futuro, un guiño de humanidad vuelve a este mundo de simulacros algo intrascendente.
Así, a mayor exacerbación de la estética flaite reggaetonera como una de millonarios, exitosos, codiciados y maleantes, con mayor velocidad aparecerán testimonios que, a través del pantallazo y/o la história impúdica, responderán a la ansiedad y el morbo, para rebajar los estándares de la fantasía: los estándares del corte.
El chileno es chaquetero (dicen); pero también (dicen que) es solidario. Esas auto-imágenes sociales y culturales suceden –a un mismo tiempo– en la lluvia de likes y reproducciones en Youtube y Spotify. Ni hablar del daño que esto hace en la psiquis de nuestros cantantes y en la presión permanente que recae sobre sus carreras musicales. Las disqueras, el público, las preguntas de los medios: todo les obliga a sacar temas todas las semanas, impidiéndoles madurar sus procesos, experimentar, repensar sus carreras y sonidos, sólo por la urgencia del tapizarse, coronar y pegarse, además del miedo a volverse irrelevantes y olvidables. Lo cierto es que, a pesar de la inmediatez en el consumo musical, su apreciación, perreo y goce es y será siempre inolvidable. Por ello, aquí nadie olvida a nadie. al mismo tiempo, que estamos resistiendo la miseria todos con y contra todos.
“Las páginas” son el nombre genérico de una cultura sádica y canibal de la hiperventilación y falta de límites sobre qué contenido es de interés público y cuál no. Una cultura sin linea editorial que denota la carencia, tanto de las herramientas como de una conciencia en el impacto de las palabras en las comunidades. De un momento a otro, los antiguos perfiles personales, hoy se vuelven canales de comunicación directa y sin mediación.
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PROTAGONISTAS Y CONSUMIDORES
A pesar de que pertenecemos a generaciones donde la selfie y el uso del móvil es permanente, somos incapaces de ver cómo los posteos sobre irresponsabilidad amorosa, los joteos cibernéticos, las salidas clandestinas de las fans con los artistas, tornan a esta audiencia en protagonistas y consumidoras de sí mismas. Este canibalismo tiene carácter exhibicionista: consumo aquello que leo, que veo, que atestiguo, grabo, registro y protagonizo. Mismo fenómeno que sucede en los conciertos donde los fans lanzan sus móviles al ídolo: buscan ser protagonistas y llevarse “algo exclusivo y para sí” del artista.
Esa exposición, una vez satisfecha, redobla su flujo mediante la asfixia del artista: olas de notificaciones, likes, mensajes de odio y cuestionamientos, terminan por dejar en la cornisa a cualquier ser humano que simplemente sepa leer. Ni siquiera es necesario arrastrar una depresión o un mal viaje, para que esto destruya cualquier equilibrio, calma, relajo y proyecto vital. Hablamos del cyberbullying chilensis: una violencia masiva, brutal e indecible, incitadora de una paranoia que permanece en el tiempo y un complejo de culpa que cierra ojos, bocas y horizontes.
En medio de esa tribulación, la ideación suicida aparece como una opción posible, ante un presente aterrador donde nadie puede auxiliar, precisamente porque se vuelve inexplicable: las palabras pierden poder como la vida pierde sentido. ¿Cómo aquello por lo que lucharon y trabajaron sin descanso se volvió una pesadilla? Soportar estos eventos traumáticos requiere preparación y atención profesional, además de un entorno preocupado por la persona, más no interesados por subirse a una tarima que no les corresponde.
Consideremos que esto está sucediendo en jóvenes que oscilan entre los 16 y 29 años, de orígenes humildes, sin contención especializada, tiempo libre ni la costumbre y/o acceso a salud mental. Las historias de superación de toda nuestra música flaite sigue pagando el costo de nacer en la pobla: padecen los mismos abandonos, carencias y fragilidades de sus infancias. Nuestros ídolos reggaetoneros están abandonados a su fé, a sus fuerzas y también a sus debilidades, violencias, a sus armas de fogueo y masculinidades tóxicas; a todos los descubrimientos, revueltas y adicciones que hayan en el camino.
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SUICIDIO
Según la Organización Mundial de la Salud, Chile es el sexto país de la región con mayor tasa de suicidios, considerando 9 decesos por cada cien mil habitantes. Siendo el promedio de América Latina y el Caribe, 6 casos. Pero el medio DW recientemente actualizó la cifra e indicó que, durante el año 2022, tuvimos 10,3 suicidios por cada cien mil habitantes, siendo los principales afectados las personas mayores, la comunidad LGBTIQ+ y los adolescentes.
Sabemos que vivimos una crisis de salud mental agudizada durante la pandemia, así como también se agudizó la producción musical de esta generación de reggaetoneros y traperos nacidos al alero de la producción casera y los encierros forzados. Nuestras estrellas locales nacidas en dormitorios y grabaciones de voz en el móvil, saltaron sin intermediarios a las pantallas del globo. El vértigo de la exposición e hipervigilancia, de la crítica y la falta de intimidad, explica por qué el suicidio de Galee Galee no tendría por qué ser un hecho aislado. Es aterrador. Stories que advierten esta asfixia vital la hemos leído también en un Pailita o en un Pablo Chill-e anunciando dejar su carrera.
Ojo aquí: Gabriel tomó la decisión de abandonar este mundo. No fue una decisión colectiva, sino que fue una decisión personal, una auto-determinación valiente; aún más en un contexto familiar cristiano. Sus razones ciertamente las desconocemos y respetamos. Se necesitan agallas para dejar de vivir. No obstante, este deceso no soluciona nada para quienes permanecen involucrados con quienes parten. El duelo queda abierto, pues quienes necesitan respuestas no las tendrán, salvo la resignación. Un duelo como este –que sucede en uno de los momentos de mayor popularidad de Galee Galee– se atiborra de mensajes, recuerdos amistosos, además de canciones con líricas brillantes. Pero quedan tres jóvenes arbitrariamente sindicadas como responsables y además, sobreviven a esta muerte, una hija pequeña, una madre, hermanos…una familia completa sumida en la tragedia.
La muerte de El Big Cut tampoco puede significar un retroceso para las mujeres que usan su voz pública para exhibir el incuestionable machismo del género urbano chileno (y latinoamericano). Que esa violencia moleste y sea cuestionada, es parte del proceso de aprendizaje de generaciones completas. Hoy podemos leerlas en múltiples comentarios, posteos, stories, reels y TikToks que insisten en que las “wnas klias /feministas klias” se queden calladas y dejen funar.
Pocos insisten en la responsabilidad que tiene la presión que ellos mismos ejercen sobre los artistas. Más fácil es tirar la pelota al lado y exigirle a las mujeres que (se) aguanten ante la misoginia que toda esta situación ha levantado.
Más interesante es atender a aquellos que indican el cuidado que se debe poner sobre los comentarios que se hacen sobre los artistas, porque nunca sabríamos qué lucha están dando. Esto último pone de relieve la importancia y atención en el uso de las palabras, pues se evidencia su potencial destructivo. Lo que incluso podríamos considerar un avance en términos de violencia simbólica en un género musical que entona y corea –por lo bajo– los escupitajos en el rostro de las mujeres. Si la muerte de Galee Galee cala como hoy lo sentimos, debemos esperar y exigir una nueva consciencia sobre las líricas, al mismo tiempo, de un nuevo cuidado para con y de las comunidades de fans y público general. Esta nueva y latente percepción sobre la violencia digital es probablemente parte del legado de Galee. Es parte de nuestra responsabilidad HOY dejar de seguir e incentivar estos pseudo-medios de información que distribuyen y desfiguran la vida íntima de estos jóvenes que comienzan a vivir y nos permiten gozar nuestra propia vida al perrear sus hits.
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TODOS SOMOS RESPONSABLES
Lamento esta pérdida y todas las podrían venir si no atinamos hoy. Necesitamos pensar cómo desactivaremos este ciclo sádico, canibalesco, morboso y destructivo del consumo de nuestros propios protagonismos. La responsabilidad de este consumo y asfixia vital no es responsabilidad de la ex, la actual y “la otra” (ojo con los estereotipos de género que estas palabras reproducen). Sino que es responsabilidad de un país completo que exhibe su intimidad en shows televisivos, docu-realitys y programas de pornomiseria mal llamados “policiales”, donde la humillación, la culpa y el estigma social se conjugan y multiplican en opiniones, tuiteos burlescos, así como en medios tradicionales que no logran dimensionar el impacto de sus contenidos. Es responsabilidad de un país donde la educación, la salud y la cultura aún son bienes privados, donde el machismo sigue siendo el flow de moda.
Consideremos no pasar por alto estos puntos y vivir una vida que deseemos construir por nosotros mismes. Necesitamos comprender que la hiper-exposición de una persona a costa del anonimato propio es un gesto de miseria y cobardía; al mismo tiempo, que es el contexto idóneo de la producción de deepfakes. La superposición del rostro de Rosalía sobre un cuerpo desnudo de mujer –ocurrido esta semana– es un deepfake. Es una foto trucada que muestra el cuerpo de una persona que nunca existió.
En esta maraña que es internet, tomar por verdadero lo falso –en pleno auge del Chatgpt y las “páginas” del instagram y el TikTok– hacen que hoy en día sea casi imposible distinguir qué es un invento, qué es una opinión y qué realmente pasó. Y, si esto es así, ¿Cuáles serían las consecuencias para Chile y para los actuales protagonistas de nuestra cultura urbana? La respuesta con énfasis nos la da el Big Cut, el rey, Galee Galee:
Y me hizo fuerte to' lo malo
Tuve que defenderme
Dios les tiene un regalo
A los que mal quieren verme
(Y me hizo fuerte to' lo malo)
La Glock pa' defenderme
La tengo aquí por si acaso
Llega el día de mi muerte
Galee Galee, Todo lo malo me hizo más fuerte
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andreaocampo · 7 years
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Los caminos de la luz Sobre “Pixel” de Nicolás Manning en Campus Creativo UNAB, mayo 2017
“Pixel” de Nicolás Manning continúa la senda planeada e intuida desde el “El eterno brillo de los diamantes” (Galería Concreta, 2009) pero avanza a pasos agigantados la trayectoria propia del artista. Hoy Manning es capaz de verse a sí mismo y pensar sus etapas, algo que comenzó a gestarse en la instalación “Testigo” (Galería Tactile, 2015) y que se planteó como tal en “Mitos” (Galería Animal, 2016). En este mural Nicolás sabe que “Kodak” (Sin título, Matucana 100, 2010) puede ser obra, pero también trama. La descomposición geométrica en technicolor aparece referenciando el quiebre con la técnica y sus edades, y se apropia de una poética que hoy puede ser utilizada como un recurso más. Manning es Kodak, pero también es esos colores. Nicolás no es muralista, sin embargo, trabaja murales.
Los colores explosionan al costado izquierdo, emergen desestructurados, siguiendo el pulso del ensayo y el borrador, un flujo eléctrico que encalla en la trama Kodak. Referencia ochentera que aparece como negativo de la misma trama, en blanco y negro, como la televisión de los ochenta, como el cine mudo. La trama superpuesta a una esfera de luz se asoma a la vez que otra se cuela desde un pasaje, desde una hendidura. Apertura por medio del mural que nos indica que estamos frente a cuatro planos, cuatro dimensiones de una geometría desgranada y technicolor que estalla desde su estructura orgánica y se torna totalmente irregular. Sin importar el avance del tiempo, la época del autor o las definiciones. Sin pose, sin posicionamiento. Sin un solo eje avanza. No nace dispuesto para el veedor, sino que para aquel que es llamado en sus múltiples perspectivas, de distintos modos. Para aquel que percibe.
Desestructurado, obtiene formas y sus sombras al descubrir un pasadizo secreto, que abre a la vez que oculta el umbral de sus tramas, las que lo cubren y remarcan en diagonal. Hendidura primera, nunca terciaria en esta composición. La misma se abalanza al futuro en la inclusión de abanicos que recuerdan, ya no el pasado Kodak, sino que el pasado Konica. Ambas marcas fotográficas, en el lenguaje de Manning, implican asuntos distintos. Mientras Kodak es el recuerdo infantil de la corrección del color, de la racionalización de las formas, “de aquellos momentos” llamados para ser editados y capturados, Konica es esfera abierta, colores fugados que no proyectan el negro. Es el diamante expuesto al haz de luz del año 2009 que ya no proyecta el negro, sino que solo el arcoiris emotivo; la sensación que escapa de aquella infancia sorpresiva en el reencuentro intuitivo, impensado, con los objetos y sus leyes físicas. Mientras Kodak recuerda, Konica revive algo.
Pero detengámonos en aquello que soporta la composición. Aquella noticia y enigma contenida en las esferas de luz. Pareciera que traen algo que estalla, una velocidad, una fuerza quizás eléctrica -como sugiere el autor- que se manifiesta en los colores o en cómo la luz se expande sobre este mural. Decimos que una luz se expande, porque vemos su movimiento. Como si aquella hendidura donde emergen las esferas demarcaran una distancia que afecta la intensidad de la luz: desde la oscuridad a la claridad, frecuencias de un efecto que implica movimiento y trayectoria. Más bien digamos trayectorias. Nada en la obra de Manning ha permanecido quieto y ha proliferado.
Asistimos entonces a un mural que pareciera jugar con al menos dos luces e intensidades, como si una pudiese penetrar en nuestro cuerpo, en la materia y otra fuera aún superficial. Dos vibraciones. Una, como los rayos equis, se expone ante una mano y la atraviesa, conectándonos con el umbral de nuestros restos. Nos atraviesa la carne, nos vuelve ánima, nos vuelve transparentes. Por otro lado, la luz superficial consigue llegar a la superficie -exhibiéndonos- sin abrir el enigma del soporte, evidenciando lo opaco de nuestra carne y, por tanto, los límites de la percepción en el mundo de los vivos.
Las tramas, las épocas y la generación ochentera a la que apela Manning no se detiene en los enclaves socio-políticos de la dictadura y post-dictadura chilena, más bien utiliza la estéticas y sus colores para hinchar y desfondar cuanto haya en ella, cuanto pueda ser consumido por ella. Hace de la ideología implantada en Chile un recurso. El capitalismo salvaje, en ese sentido, no solo modifica sino que crea recuerdos, clausura dimensiones y sobreactúa una infancia recreada hasta el cansancio en producciones culturales de hoy como “Stranger Things” (Netflix, 2017).
Pero debajo de ello, en una dimensión cuasi secreta emerge la geometría de las esferas o los caminos de la luz. El haz de luz -el rayo- se sucede constante y discurre por una trayectoria más o menos lineal. El rayo equis que nos traspasa puede ser también un rayo láser cuya luz es probablemente direccional. La luz, aquella que nos muestra este estallido de colores, está formada por infinidad de rayos que se propagan y transmiten en todas direcciones. Manning lo que hace entonces, es superponerse, hacer de sí un collage, reagrupar la técnica y utilizarla para quizá aislar una trayectoria y conseguir que el luz se extienda como línea recta. Como hendidura, como quiebre luminoso sobre una superficie opaca: este mural.
Tal como en física, cuando un foco emisor es estable, el rayo de luz lo será. En nuestro caso, Manning ha estabilizado sus tramas, sus píxeles arman y desarman la pantalla del televisor donde él ve sus recuerdos. El recuerdo vibra en la misma frecuencia, luego, al pintarse y codificarse se vuelve estable, coherente. Aparece entonces la luz rectilínea y de un solo color que abre el pasaje a una dimensión cuarta. A una dimensión donde los muertos, cohabitan con marcianos, Madonna, E.T, Charly García. Lo que sea. Lo que allí ocurre es el germen del recuerdo, es la proliferación invariable y constante de imagen.
Sólo Manning puede ve esos los cuerpos. El movimiento en el arte geométrico y conceptual del autor es posible mediante la multidimensionalidad y direcciones que las esferas opacas hoy nos han indicado. Este andamiaje material posee un origen, proviene de una cavidad que no es sola, sino que avanza buscando otras, como deseo de proyección pero también de refracción y por tanto variabilidad de la imagen. Deseamos aquello que nos completa. Luz sin superficie no es luz. Superficie sin luz es opacidad, es mutismo, anonimato de la carne y supertichería de una geometría esférica. Las esferas de Manning se hinchan, como una estrella, como una burbuja, como una luz que emana una bombilla.
El avance de una obra y sus trayectorias implican la ficcionalización y mitificación. O como dice Nicolás “Cuando nos miramos al espejo, observamos una ficción”. Por tanto, también para el autor acceder a sus tramas implica una clausura de la superficie. El espacio se cierra y solo los colores definen los fragmentos que se superponen, contrarian y encandilan la investigación. Si en “Mitos” el imaginario de Manning avanzaba sobre cada fragmento presente en el recuerdo y tal recuerdo era nublado por la representación, en “Pixel” el fragmento vuelto trama se presta para la reproductibilidad pues se ha descubierto un camino anterior: el de la luz. Pronto, siendo la trama un producto y/o mera recursividad, el arte geométrico Manning puede dialogar con la Historia del Arte, ya sea como con el constructivismo ruso, Yayoi Kusama (Japón, 1929) o con la misma obra de Arthur Segal (Rumania, 1875) que también utilizó módulos cuadrados y colores primarios, haciendo de sus recursos la posibilidad de rememorar rostros, paisajes y universos que se expanden como la luz.
Luz escupida desde las entrañas de este muro que se expande hasta el infinito a una velocidad indecible, quizá enorme, enlazando dimensiones, enlazando campos eléctricos. Luz que indica, no obstante, que no necesitará de la materia para mantenerse viva. Busca la materia, a pesar que solo necesita espacio para expandirse. Este es el camino solitario para los recuerdos que se evocan en el espacio sin importar las superficies, sin importar formas. Lo que estalla en estos colores rebota y anuncian una trayectoria nueva llamada Konica: la fuerza centrífuga de los colores. Una reformulación de la memoria desde un pulso inacabado pero contínuo que acusa a la trama anterior. “Kodak tiene los colores de Alemania… incluso podrían ser una svástica” sentencia Nicolás Manning, pues en el corazón del horror y la violencia del mundo se encriptan en nuestros recuerdos infantiles. En los momentos Kodak nuestro cuerpo no fue más que soporte iconográfico, material muerto. Un tropel de cuerpos que ya no viven. Que ya no somos. 
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andreaocampo · 7 years
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Testigo (Instalación)
El brillo de la espera
Noviembre 2015 en Galería Tactile, Santiago de Chile
Nicolás Manning es testigo. Testigo de algo que está por ocurrir o que tal vez ya ocurrió, pero que, sin embargo, atisba a incorporarse. Entre la confusión y la luz, el pop y el new age, la avanzada y el sopor vintage, el carácter de su obra reside en equidistar no solo de cierta sobriedad estética, sino que también de lo que comprendemos como espera, al poner en tensión el status del tiempo y su representación.
¿Es que acaso vuelve aquello que ya se ha ido? ¿Cómo regresaría si es que acaso regresase? O bien ¿cómo acceder a aquello que ha emprendido vuelo, sin emprender vuelo uno mismo? Pensar ese tiempo implica una pérdida fulminante, un agujero, un hoyo negro que opera como una fuerza capaz de centrifugar las imágenes hasta volverlas caleidoscopio. Eso fugado pone al límite nuestro pensamiento y, al mismo tiempo, nuestras percepciones. Por lo que, queriéndolo y no, Nicolás imprime sobre nuestro cuerpo, ropa y ojos, la sospecha de algo que al arribar se desintegra o bien, aparece evaporándose.
Así el pop de Manning se vuelve un pop paranormal. Responde a aquello residual que cuenta con un tiempo paralelo, fugándose del status quo y de la incontinencia discursiva del sentido común. Su obra interroga sobre cómo la cultura pop es destinada a sus remanentes, exhibiéndonos el resto resistente al consumo en el instante en que éste se torna memoria. Memoria infantil, memoria technicolor y/o memoria animada que urde la narrativa e identidad de un sujeto confiado en ser vestigio de sí, pero también reminiscencia de otro. De pronto, la abstracción de las formas, el brillo de sus colores y el vigor sólido de sus trazos componen un modo de rebeldía voyeur, donde el atestiguar aquello que escapa y se pierde en la espera (de sí), acude a nuestro encuentro como un extraño fulgor.
Andrea Ocampo Cea
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andreaocampo · 7 years
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“Mitos” de Nicolás Manning
Agosto 2016, Galería ANIMAL.
Los años no han pasado en vano. Desde el mural “El eterno brillo de los diamantes” (Galería Concreta, 2009) hasta el día de hoy, la investigación y narrativa de Nicolás Manning ha corroído y desfondado sus cimientos. Ya sin afán mimético, vuelve sobre su trayectoria al poner en suspenso asuntos fundamentales como el color y la técnica. Desde un universo donde vibran los colores Kodak, vemos que se suspenden las líneas, se distiende la recta geométrica y se ingresa a cierta descomposición geométrica a technicolor. Asistimos a un repliegue narrativo, visual y biográfico.
Narrativo pues, desde el momento en que se retoman hitos visuales, que son también temporalidades y velocidades de la luz, se constituye cierta ensoñación de los colores sólidos sobre el muro. Lo que pareciese ser algo, parece –al mismo tiempo- no serlo. Cuando los colores están en la niebla, es la técnica la que alumbra. Y, en ese punto, el giro narrativo se torna visual. Contamos con un nuevo eje: un doblez de la mano y de la geometría atienden el espacio donde la técnica pregunta sobre el estatuto de la técnica y por tanto, de la obra.
“Kodak” (Sin título, Matucana 100, 2010) vuelve hoy a presentarse, sin embargo, vuelve trastocado, revuelto, alterado. Mas ¿Cómo volver al prisma, al recuerdo, al corazón, sin empantanarse en las apariencias? ¿Cómo dar un paso más allá de uno mismo sin perderse, sin olvidarse de sí? Lo que de algún modo también equivale a preguntar ¿Cómo ser fiel a los recursos del arte y, sin embargo, ponerlos en tensión?
Manning resuelve por los vasos comunicantes y epocales en su pintura, en el legítimo intento de encontrar a un artista original, al que ya no está, al que se perdió, al que se quedó al otro lado del limbo, al otro lado de una cordillera. Ahí está el giro, el nudo de “Mitos”. Ahora sabemos que estamos al otro lado de la representación de sí, acusando algo que perdemos al recordar. Perdemos la noción del tiempo, perdemos la certeza de los hechos y nos queda un discurso, una ficción. Entre los recuerdos y los nombres, nos desconocemos. Prolifera entonces, una mitología plástica que reúne y trama aquello que desconocemos y que, no obstante, resulta tan familiar.
“Mitos” expone el programa de investigación pictórica de Nicolás Manning, el avance, derivaciones y secretos índices narrativos de su obra. Programa contagiado por la iconografía pop, crisis de poderes y galaxias personales que, en el frenesí del color, nos muestran cuán inabarcable y fértil son las matemáticas de los colores primarios. Pero toda hazaña conlleva un riesgo. En este caso, el riesgo es el desfondamiento del discurso visual. Pues, una vez que lo visual autosatisface las deudas con su propia historia, es el plano narrativo y biográfico el que avanza con colores como palabras. Al desfondarse lo uno, prolifera lo otro. Al borrar y sobreponer un color sobre otro, Nicolás habla de sí.
Este mural fue borrado tres veces. Y su borradura es parte del ejercicio. Porque ¿Cuál es el primer mural? ¿Cuántos murales secretos hay bajo este mural? ¿Cuántas historias hay bajo la que hoy se cuenta? ¿Cuál es el original, cual es la copia? ¿No es acaso este mural el eco de otro anterior? Este mural se desoculta como una divinidad que afloja sus ropajes para encarnar cualidades o formas humanas, familiares y/o reconocibles. Una divinidad que como línea acelerada se estrella en un espacio blanco, presto y resistente a cargar con una representación.
Como en la Caverna de Platón, cuando el hombre descubre su conocimiento fundado en sombras; o cuando Narciso se enamora de sí mismo mediante y por su reflejo; o como el ser andrógino de Aristófanes se halla escindido de sí e inicia la búsqueda de algo que pudiese ser la satisfacción y clausura del deseo. En esta triada de mitos se busca aquello que se carece, la mirada se hunde en el anhelo y en la fricción del pop. Se busca con vértigo y ansiedad pop: la luz ciega los recuerdos, los testimonios de vida se pierden en la ficción y nacen los mitos. ¿Acaso toda biografía es ficción? ¿Acaso los colores de esa pared son sólo una fantasía de color?
En ese sentido “Mitos” es el ejercicio de ficcionalización / mitificación de una obra; es avance y retroceso, a un mismo tiempo. Es una reflexión que utiliza la fuerza centrífuga de los colores y el choque entre cierta geometría orgánica y otra recta, para definir los fragmentos que se contrarían, se superponen y encandilan la investigación. “Mitos” avanza en un imaginario donde cada fragmento presente encubre un recuerdo y cada recuerdo va siendo nublado por la representación. Así, una mitología personal se despliega y atraviesa el espacio, propaga su coloración, aborda un relato repentino que emerge en la dificultad de su cita y traducción. Emerge y nos pregunta si acaso lo que estamos viendo nos recuerda algo. Otra cosa. De esas cosas que hacíamos cuando éramos chicos.
Andrea Ocampo Cea Escritora y dj. @andreiii
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andreaocampo · 8 years
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2016, un año culiao o le estoy poniéndo
Quedarme en Chile, enamorarme, sin quererlo. Pegas inestables. Todos los shocks culturales entre un musulmán africano y una feminista pokemona. Sin quererlo. Volverme meme. Sin quererlo. El papito corazón. Tres gripes al hilo. Balmaceda abre y termino. Nicky Jam no me pesca. El CAE me cae encima: abogada, sin quererlo. Volver entonces y llorar en la cama. Que te quiten la casa donde vives, donde vive tu mamá. Estar sola atestiguando la escena. Cambiarme de casa, sin quererlo. Embalar la vida, la estructura familiar, la sonrisitas, los "más o menos", los "por favor". Terminar denuevo, sin quererlo. Dar en adopción al perro, sin quererlo. Vivir con tu abuela. Insomnio, jaquecas denuevo. No tienes espacio. Te roban el sueldo, los perros le ladran a lo que se mueva. Seguir viva. Sobrevivir escribiendo, sin quererlo.
Pero dos textos me gustan, dos videoclips. Las fotos de antes, las de ahora. La historia de un cuerpo se abre cuando se cierra la casa. Cinco amantes, un pololo. Un ex pololo. Dos ex amigas, retomar amigos. Taller de lectura. Taller de escritura. El taller de la toma. Una banda de reggaetón. Las tocatas, esas cejas locas. Comer Koreano. El venezolano que odiaba a las chilenas, el colombiano, el haitiano, el taxista dominicano. Volver a ver a mi hermana. Volver a ver Independencia.
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andreaocampo · 8 years
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COMPILADO DE REGGAETÓN
Descubrí una caja con los cedés pirateados de mi adolescencia. Venían directamente desde los 18 años. Edad cuando pensaba que todo esto del futuro no llegaría nunca. Era sólo un cuerpo enfundado en un jumper monjeril. Un jumper que me enseñó no sólo a moverme o a hablar, sino que también me enseñó a cantar y mantener el estómago apretado. Me enseñó a cómo odiarme por ser mujer, por comer, por bailar, por siempre estar interesada en cosas obvias, sin importancia. Por ser intrusa y altanera. Odiarme por nunca considerar ser madre. Odiarme al ser insoportable, porque a veces me sentía bien conmigo y mi buzo de gimnasia, por observar los cuerpos de mis compañeras para saber cómo era un cuerpo normal. La meta que mi mamá me impuso desde que nací. Tendría que cambiar lo que venía conmigo, lo que venía, venía malo, venía crudo, descosido, torpe. Venía demasiado para tan poca cosa, que era yo. El mundo me pedió ser menos. Siempre más flaca, más chica, más minuciosa, más silenciosa. Crecí entorpeciendo mi crecimiento, dudando sobre el flujo expansivo de mi cuerpo. Crecí haciéndome zancadillas, intentando que no se me viera, que no se me note todo lo que soy. Vivir como invisible.
Esa pecosa malas pulgas dejó de pintar y dibujar. Me transformé por las letras, corriendo entre poemas y portacedés que me prestaban y nunca tuve. Nunca tuve cómo escuchar música de camino al colegio. Sólo me iba con el eco de las canciones que sonaban en la bomba de combustible, en la bomba de la esquina. Si sonaba ahí era porque existía. Los bomberos de uniformes sucios, siempre grises, escuchaban bachata, reggaetón, baladas de la Luz Casal, Juan Gabriel, Luis Miguel y Ricardo Arjona Dime que no. Escuchaban también el Chacotero Sentimental. Y con ellos toda la cuadra. Hola tío. Voy atrasá para ir a clases y vivo al lado del colegio. Siempre anotada, siempre con dolor de ovarios, siempre con una excusa para meterme en problemas graves, de autoridad, de preguntas insidiosas, de amotinamientos en clases. Problemas tan grandes como los sueños, fueron los días de mi adolescencia.
Me enamoré de un profesor y el amor platónico fue un peligro. Y es que hay que tener cuidado con lo que se sueña, con lo que se ama. Hay que tener cuidado con el ser mujer. Eso habla demasiado de nosotras mismas y hay que saber hablar. Era una pendeja escuchando Sui Generis, JOAQUIN SABINA (oficial) Silvio Rodríguez en tiempos donde mis amigas se aprendían las coreografías de Mekano Algo estaba a destiempo. Y mientras más escuchaba, más lloraba y le escribía correos sobre libros, conceptos, preguntas. Se me iba cumpliendo el sueño de amar y escribir, para otro. Todos los días tenía correos de respuestas, correo de preguntas, malos tratos emplumados de sabiduría.
Perseguí las letras que llegaron a mi vida. Las descubrí en mi relación con aquellas que comenzaron a imprimirse. Cumplí los 18 y el reggaetón aparecía en la Radio Carolina. Era música de chanas. Cómo te podía gustar algo así. Me preguntaba el hombre que amé cuando fui la mujer que fui. Probablemente la perversión de desviarme de mí misma sea parte importante de la que está escribiendo ahora. Si no fuera por el amor y la deforestación inicial, no habría abierto blogs, revistas; no habría publicado nunca jamás nada. Algo tenía que decir, algo tenía que contar. El amor, ese amor fue una ficción y el desamor un discurso móvil de toda acción, nunca puntual. A veces me confundo y pienso en la impresión de las letras y la impresión de la materia. En el tachado del otro que soy yo, o la tacha del otro que se hace en mi. Cuánto de mi tacha soy yo misma, cuánto de mi queda cuando el otro me ha borroneado por dentro y por fuera, por un costado y el otro. Lo que vengo siendo.
A veces me confundo con los amores. Desde el comienzo de los tiempos el río se me desvía, sus aguas. El profesor, el mejor amigo, el único amigo, el amante, la esposa, el hermano de mi amiga, el primer amigo, el amigo del amigo, la frazada blanca manchada en la cama del amigo. Mantengo lagunas entre los amores, distancia entre los amigos, silencios casi siempre. Todos los espacios conviven en los torrentes del vicio. Los viajes los hacen florecer, se multiplican acá, allá, en todos los allá y pocos acá. Las historias interruptas asaltan los timbres del amor cada tres semanas. Cada tres semanas los ríos proliferan en brazos, ahogos, gemidos. En algún punto de la caída al letargo, fue el sueño, el asco y el vacío. La historia de mi cuerpo comenzó a llamarse la historia de mi pensamiento. Toco lo que con el pensamiento puedo tocar, amaso con el cuerpo todo aquello que me toca. Sin miramientos, solo con el tacto que se alista como ojo en vela ante la ceguera inminente de mis lupas. De mis letras diseminadas en partes me vuelvo constructo discursivo de excesos, riesgos, soledades y contagios.
Al borde del cuerpo asaltan las letras que escucho en las micros, en los parlantes de la Casa Royal, en las tiendas de ropa, en las galerías de Bandera, en Plaza de Armas, en las cama de extranjeros que han sido mis nuevas embajadas, nuevos países. Al borde del cuerpo me asaltan las palabras de letras manuscritas que merodean temblorosas la columna voluptuosa de los Andes. La columna hundida de este caribeño danzante sobre un pie que no le alcanza a sostener. Al borde del cuerpo he amado como he escrito, he tocado lo que no me ha sido permitido. He soñado las prisiones de mi infancia. Apasionada, intensa, brutal, generosa. Sin peros, sin achaques, con noches y cansancios, con gemidos, con mucho llanto. Con canciones fondeadas hasta el hartazgo de la repetición y el recuerdo. Con sábanas, canciones, pitos de marihuana, ni una gota de alcohol.
Hoy la mujer que vengo siendo se encontró con la mujer que fui, en un reggaetón. En un compilado de reggaetón. Escuchándolo me hice mayor de edad. Escuchando a Zion y Lennox entonando un “Hace tiempo, mi amor, que no me dices nada / y eso a mi me trae un poco mal / extraño tus besos / extraño tu mirada / también extraño tu manera de amar / y es que cuando me miras / siento que me amas / siento que me estoy enamorando de ti, yal / siento que me muero si no te tengo / siento que la vida se me va corriendo / desde que me levanto solamente pienso en ti / pienso en tu sonrisa y comienzo a escribir”. Por ahí va, por ahí me toma, me viene, me hace venir.
Escuchándolo aprendí a escribir. Aprendí a bailar. Aprendí a citar. Aprendí el baile del perrito y a cambiar las canciones del pendrive. Aprendí a publicar en diarios, aprendí a ocupar Blogger. Aprendí a escribir para dejar de sufrir. Para dejar de sufrir sola. Aprendí a escribir para comunicarme y aprender sobre la cuidad. Escribí para aprender a vivir una vida de la que sólo me dijeron mentiras, para una vida que venía con valores que perdieron lógica. Los sueños de esa que fui eran los sueños de la ciudad. Esos sueños que desde niña no me dejan dormir, soñar, escribir tranquila. Desde niña no me dejan tocarme tranquila. Hoy, sigo igual a pesar de que la vida ha llegado a mi cama. Pienso en dejar de vivir día por medio, escribo a diario, aunque tenga trabajo acumulado, escribo a diario. Tengo millas de amor-fuego para regalarle a la NASA. He aprendido a disfrutar de la jardinería, ese arte hace que en mis manos estalle la vida y no una sumatoria de llantos y líricas ancladas al fracaso.
Intento repensar la que fui. Solo me recuerdo enamorada, buscando canciones en Napster, mirando en el calendario la fecha en que ese amor se casaba. Lo perdí, decía. Yo creía en el matrimonio, creía en el matrimonio de él a pesar de haber estado ayer juntos en un motel de Cumming. Intento acordarme de las razones del amor y encuentro sopaipillas, Shops de ochocientos y cuencas oscuras sobre las que descansan mis ojos cuando extrañan cosas que no ven.
Vengo viciosa de la velocidad y su desafío corporal. Nada más. La ira, la risa fuerte, la nariz descontrolada, el mentón altivo son los modos en que le digo que no al control. Corporal, educativo, mental. Miro para atrás y sigo pista por pista el cedé pirateado. Bombas de ping pong rebotan en medio de esta calle que llega al colegio. Bombas que estallan pegando el golpe sonoro de la humillación, de las injusticias que le han caído a esa mujer que fui, la que me enseñaron ser. Deseo la historia más que al personaje, más que la autoría. Si algo voy a perder, no me resigno, insisto. Me reitero en la apuesta futura, en los textos que no han sido escritos. Fantaseo con la mujer que vendrá. Elucubro estrategias de abandono y recuerdo. Vuelvo a mis cedés, vengo a editar los nombres y su duración. Modifico la historia, no me meto con hombres feos, no me acuesto con escritores.
Vengo viajando por este teclado porque así me olvido de los besos que me han dolido y retengo las lenguas largas que me hacen tragar las penas. Vengo a medirme la espalda y el golpe en la mesa. Vengo a mantenerme de pie, vengo a escribir mi nombre en esta página, porque solo yo puedo ajusticiar mi escritura. Porque en esta música impresa, la ley puedo cambiarla a voluntad. Porque me viene bajando el río de agua viva corriendo por mi ser, oleadas perdidas de la vida que se va corriendo, de  esa sonrisa que me hace escribir, llorar, insistir en la letras, bailar pegado, flectar las rodillas, bajar hasta el subsuelo del aullido. Amar, gemir, escribir en el piso.
Para taller PONTE READY / 8 de Septiembre 2016
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andreaocampo · 8 years
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Antes de todo el asunto este del #expertaenreggaetón estaba muy metida trabajando en esta entrevista que le hice a DJ Yelkrab. Un mexicano que ha estado metido hasta las orejas en el aterizaje del género urbano en DF. Las fotos son de Nicolás Astorga y en esta oportunidad me asistió editorialmente José Godoy Berguer.
Puedes leer la entrevista completa acá.
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andreaocampo · 8 years
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Este taller que le puse por provocación “Pónte Ready” es el cuarto taller de Crtítica Cultural y el tercero que realizo en Balmaceda Arte Joven. En esta oportunidad trabajaremos sobre contenidos del under, de la cultura urbana, en especial con la música y la lírica. Sin perder de vista lo que esté ocurriéndo políticamente en nuestro entorno. Lo recomiendo para todos quienes estén interesados en escribir en medios de comunicación, trabajar académicamente con material de la cultura pop y repensar la estética que vemos y usamos en Youtube y la calle. Es gratuito y la edad es conversable. No se acepta ninguna clase de divismo. Ni en la vida, ni en el taller.
Aquí está el link oficial de Balmaceda con las bases. Plazo de envío de textos hasta el 20 de junio. Póngale!
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andreaocampo · 8 years
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Acabamos de publicar una entrevista a Planta Carnívora, el proyecto musical de la artista visual Fabiola Alarcón. Una rapera que mediante su lengua sucia le devuelve al rap su machismo y conservadurismo. Un proyecto que deambula entre el humor, la performance y el freestyle. Las fotos son de Pedro Quntana y mi asistente editorial fue Jorge Pérez. Puedes leer más aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Hoy lanzamos el primer video y single del proyecto reggaetonero del artista visual Nicolás Astorga, llamado “El Bruja”. La recomendación viene de muy cerca, porque no sólo soy amiga de él (nos conocimos y vivimos juntos en México) sino que tambuén porque salgo en paños menores en su video. Estoy muy consciente de todo esto y él también.
Pero más allá del reggaetón y más acá de la autoficción, ambos estamos trabajando algo muy, pero muy cercano. Todo lo que ocurrió post pokemoneo y post ponceo de los dosmiles. Él desde las artes visuales, la performance y la música y yo desde la filosofía, la escritura y disjockeo.
El artículo en Noisey México, lo pueden leer aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Este reportaje debe ser como el primero y único que me ha considerado dentro del mapa de la narrativa chilena. No quiero parecer quejumbrosa, porque en realidad no importa tanto. Se sabe que los caminos del pensamiento y la contingencia son serpenteantes y solitarios.
De cualquier modo, lo dejo colgado acá.
Temas / Desde el fin del mundo: Narrativa chilena actual
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1. Las nuevas voces de la narrativa chilena no son un colectivo, ni una masa. O un movimiento que prolifera como un grupo uniforme (con patrones similares en cuanto a estilos o modas). Cada uno de los emergentes autores dispara desde su propia trinchera. Sí, por supuesto, hay un punto en común: son chilenos.
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andreaocampo · 8 years
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Marako Intenso son Palomo y Sombra. Dos colas reggaetoneros que le dan un giro y un golpe de cátedra al reggaetón latinoamericano. Junto con ellos viene Torta Golosa, Cola Condenada y al otro lado de la coordillera se encuentra Chocolate Remix. Sin embargo, son los primeros en lograr armar un EP, una identidad audiovisual y estética definida. Además de un discurso político sobre el reggaetón y los asuntos LGBTII muy claro. Junto con ello, producen el ciclo de perreos “Circuito Kuma Intenso” en Centro Arte Alameda donde, este viernes 21, tocará en vivo Tomasa del Real. Yo también estaré allí a lo DJ Andreiii.
La entrevista y las fotos de Pedro Quintana para Noisey México las pueden ver aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Entrevisté a T.Y. una de las primeras bandas de reggaetón mexicano que comienza a hacerse de un nombre junto a su EP “Dirty Love”. He asistido nuevamente al nacimiento de un fenómeno musical. Creo mucho en ellos y en lo que el reggaetón puede hacer por ellos y su vida. Como acabo de decirle por chat a Tony Money, todo esto se trata de -como dice Rihanna- work work work.
Las fotos son de Nicolás Astorga.
Aquí está el link de la entrevista. Digo: aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Entrevisté a la rapera argentina Sara Hebe para Noisey. Y ha sido una de las entrevistas más bacanes que he podido hacer. Porque no sólo basta que la música sea buena, que la perfomance sea buena. Es tan importante que los cantantes -en especial las mujeres- sepan hablar, tengan discurso. Es importante que lean, se instruyan y sino...que conversen mucho. Que paren todas las orejas que tengan y las que les puedan prestar.
Sara dice que es medio vaga y que deja las cosas a medias, yo no sé si estoy tan de acuerdo. Sus canciones son redondas y su camino recorrido tiene enjundia para mucho más. Sólo hay que seguir cruzando puentes.
La entrevista la pueden leer aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Romantikeo: Playlist + TXT
Hice una playlist de reggaetón romántico para la página Archivo Amoroso, una página web que también es una tesis de Camila González para una Lic. en Teoría e Historia del Arte de la U. de Chie, sobre el amor, sus historias y registros. El proyecto es entretenido y apenas ví que se podía hacer algo así, lo hice.
Me demoré mucho en enviarle el texto. Es la publicación más reciente de un texto que no es periodístico, lo que me tiene bien contenta, porque es el modo en el que yo más me gusto: escribiendo enredado, escuchando reggaetón, fumando, hablando de amor y de deseo.
El link con la playlist y la prosa, aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Mi amiga Mariel Mariel es uno de los tesoros que fui a encontrar a México. Y la cosa es que fue a buscarme una copia del artículo que escribí para la primera edición de la nueva Nylon Español. Algo pasó con la Nylon de antes o de ahora o no sé, no entendí tanto. El punto es que publiqué un artículo sobre las estrellas musicales de la Generación Z (antes de este artículo nunca había escuchado esa fórmula “Generación Z”) que para mi serían como las estrellas del futuro. Los brocacochi que están trabajando monstruosa y lúcidamente en géneros y términos propios.
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El artículo está online. Aquí.
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andreaocampo · 8 years
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Sacar la vuelta
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Primer fin de semana sola en Santiago de Chile. Estoy tan agradecida de este paréntesis de familiaridad, no sé por qué una se agota tanto de una, acá. Porque me agoto de mi misma en familia. No me acordaba lo que era no disponer de todo el tiempo para una, de tener amores, por los tantos afectos comprometidos a tiempos que otros siempre necesitan. Tiempo tuyo que los otros necesitan porque cuentan contigo. Parece que de eso se trata “contar con otro”. Quizá por eso el amor tanto tiene que ver con las palabras.   
Le digo a Osmar “Si me vas a llamar, que sea para hablar conmigo y mirarme en la pantalla. No para responder Whatsapp”. Tiene a una tal Joana que le escribió como dos o tres veces mientras él estuvo aquí, en mi cama. Me encanta Osmar pero también me preocupa. Es africano, viene de Ghana. Vino o se lo trajeron a jugar futbol. Como lo ayudé a hacer un Curriculum Vitae decente, supe en qué tipo de trabajos ha estado antes. Trabajó de vendedor en su propia Boutique. En una boutique africana de puro blinblineo africano, pero que el insiste en llamar Boutique. También hizo clases en un colegio musulmán –es musulmán, heavy-- de computación básica para adolescentes de 11 a 16 años. En su perfil de Facebook dice que estudió en la Universidad de Ghana pero eso no es cierto, no lo incluyó en su CV.   
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Cuando lo encontré en Tinder su perfil era “Rich boy”. Ridículo igual, ¿Qué hace aquí este “Rich boy”?. Me dijo que así le decían allá porque tenía mucha ropa y plata, tenía un taxi. Aquí no tiene nada, ni privacidad en su baño. Su perfil también decía que tenía 29 años y por eso le puse que sí. Me explicó que su perfil en Facebook está mal y que tiene 28. Pero en su carnet de identidad dice que tiene 25 y que se cambió la fecha de nacimiento por el fútbol. Juega en unas ligas barriales e interraciales que ya existen por metro Barranca en Pudahuel. No conozco esa línea. No conozco a nadie que viva allá. No sé si me ha mandado fotos de ellos jugando o yo las he encontrado sapeándolo, pero el hecho es que siempre le pregunto por el partido y me dice que perdieron. No me quiere decir que sus amigos africanos -que hizo post desilusión de Chile- juegan pésimo. No sé si será porque “Chile Campeón de América” o porque realmente todo lo que me ha contado se va a ir un poco a la cresta.   
No le gusta que fume, ni que tome, ni que perree pero-súper-sorry porque todo eso me gusta hacer. Ayer vino a mi casa y no se quiso quedar a dormir, y eso que yo iba a estar sola, que podríamos haber dormido juntos y follar toda la noche. Algo me dijo de que tiene a su amigo en su casa, que su amigo tiene problemas con su esposa, que las llaves de la pieza. Que su amigo Yomi siempre quiso conocer a mi hermana y eso que Osman en un primer momento me dijo que él era soltero. Mentiroso. Es buenazo para hacer como que no entiende pero está entendiéndolo todo. Oye, se cambió la fecha en el pasaporte. A la tercera semana de amores se le murió el papá. Su madre murió cuando él cumplió los 5 años y es por su madre que él y su hermano tienen unas cruces acostadas en los pómulos (en su tribu {de esas no-urbanas} marcan a los niños así). En alguna oportunidad, desnudos, haciéndole cariño en su pelo motudo, cortado con la fuerza de una máquina que trasquila animales me dice, que él se las operaría, se borraría las cruces. Yo le digo que no, que no lo haga que son tan de él, tan de su mamá, tan de su origen. Me dice “pero que acá la gente lo ve mal, no les gusta”, “piensan que soy mal hombre, piensan mal”. Siempre me acusa de que pienso mal, pero yo solo escucho y ahondo. Pucha. Sorry baby, te estoy conociendo y eso no puede ser nada tan diferente a ponerte a prueba. Sorry, que los hombres de aquí son maqueta de colegio, son una decepción y hay que cuidarse. Ojalá lo puedas sortear, ojalá me puedas sortear el pasado y alumbrarnos la cama con una luz nada parecida a un tubo fluorescente. Ojalá que de tanto arreglar casas te des cuenta de que al traerte acá te estoy abriendo algo más que un follón. Mis amigas me dicen que no confíe en él, que me acuerde que mi hermana –especialista en amores interraciales- ya me había advertido que los negros son medios chantas, calientes y machistas. Tengo que recapacitar en algunas decisiones que he dejado medio laxas con respecto a él.   
Me amenaza cada semana con que se va a ir a México conmigo, que tenemos que guardar plata. Él tiene una medio hermana que vive en New Jersey y su esposo trabaja en algo de construcción, que gana plata. Un primo chico me habló de una aplicación que se llama Sky Scanner y que encuentra los vuelos más baratos. Él buscó Ghana. Más de $1.400.000 de pesos chilenos. Y mi negro con suerte gana 16 lucas el día, sin pago ni derecho a FONASA, sin AFP, sin locomoción, sin almuerzo, sin contrato legal.   
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Con suerte puede pagar la habitación que comparte con un Nigeriano que tiene una polola en Quinta Normal y que a veces lo deja solo. Necesita mantener con llave su habitación para que la gente no se meta. La gente son peruanos, bolivianos, colombianos, haitianos y otros africanos que subarriendan a subarrendatarios de la casa. Vive en Departamental con Santa Rosa. No quiere llevarme, que no quiere que vaya, que la gente es muy mirona, que yo no me merezco esperar el baño, estar sin intimidad. Se debe sentir mal. 
Cuando me pongo puntúa me trata de “Pesaita” y se ríe con esos dientes blancos hermosos y al segundo después pestañea los crespitos que tiene sobre los ojos; cuando se ríe las cruces acostadas bailan y se mueven como si aletearan. Siento esa cursilería cuando me reta. Cuando se hace pasar por un buen hombre, uno ingenuo, tradicional, uno serio que cree en la Biblia Antigua, que afirma con seguridad que los escritores de ese libro no hicieron ficción; cuando me dice que todo eso es verdad. Cuando se enoja, cuando le digo que yo creo en divinismos que no están en la Biblia sino que divinismos he tenido en mi vida. Todos los días me despierta con un “tipo meme de amor”, y me cuenta que le da las gracias a su dios por haberme conocido.
Conversamos en nuestro inglés pocahonesco. El nunca vió ni tiene noticia de quién es Pocahontas. Imposible explicarle. Nos decimos que somos buenas personas, que es una suerte habernos encontrado. Debe ser porque mediante un favor que me hizo un amigo pudimos llevarlo a una consulta oftalmológica de urgencia. Le cayó una esquirla de aluminio en el ojo. El doctor le vio esos crespos que tiene sobre los ojos y también le vio los ojos. Los midió. Los flasheó. Dijo que tenía alergia, que no podía trabajar sin gafas. Que si trabaja donde hay mucho polvo y si acaso es alérgico a algo. Resultado: que tiene alergia al polvo y sorpresa que el cabro, como le fue mal en el fútbol en términos profesionales y generales, trabaja en la construcción. En la contru mami. El doctor le sacó la esquirla de aluminio, ahora ya no tiene fiebre ni mareos.
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Osman no se explica porqué le cambiaron al jefe. Usa lágrimas artificiales y llora tres veces al día artificialmente, pero llora. No sabe porqué le cambiaron al jefe, amaba al anterior. Y parece que el jefe no tanto porque se arrancaba a verme al menos dos veces a la semana y los otros días se dedicaba a decirme cuanto me echaba de menos por Whatsapp, en medio de las baldosas, en medio de las cañerías que hay que cortar para que pase el agua. Para que pase el agua y la casa nueva funcione. Hace casas pero no tiene y las sabe hacer funcionar, sabe y hace cosas con lo que carece. Como dicen por ahí, casa de herrero... Ok, Chile. 
 “Baby i miss u mucho mucho”. Obvio que no todas las veces son reales. Le acabo de preguntar si acaso es que me extraña o que simplemente está aburrido. “Ayyy, pesaita” y se ríe, remata con un sonrisa y yo me ablando. Me dice que soy celosa; pero ¡Oye, qué te pasa! No quieres usar condón, quieres que hablemos casi todo el día y no me tienes en Facebook. Babyface: le cambiaste la edad a tu pasaporte. Hay cosas que una tiene que poner siempre sobre la mesa. Y no me quiero encabronar con el asunto de que no estemos en Facebook. Hoy la Antonia dijo algo importante: “La meta está en que te guste alguien a pesar de su perfil de Facebook”. Me quedé pensando en eso y entiendo porqué no le gusto a las personas a las que les debería gustar… y les gusto a los que entienden poco de las cosas de letras. No he alimentado esa imagen: de la que escribe. He alimentado más bien otra imagen, la de alguien desconfiada, crítica, buena onda a veces, la más de las veces una pesada. Que bien volada es la mano y que tiene menos problemas con su cuerpo de los que –parece- debería tener.   
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A este amor que siempre ghana, no le gusta que fume mota. Me reta, me dice que “Por qué fuma si tú bonita”. Me imagino que él piensa que la gente que fuma y toma es fea. Estoy oliendo qué tipo de Chile se ha encontrado. La Nata piensa que mejor que no le presente la mota porque como acá está tan cara le generaría una necesidad que nadie sabe si podrá costear. Por mientras, lo noto muy interesado en comprarse camisas de colores vibrantes y zapatillas de 60 lucas. No entiendo por qué. Hoy me dijo que por qué yo no iba al Gimnasio y me dió una lata terrible. Pero tiene razón… Voy a volver al Gym. No puedo buscar excusas porque obvio que me va a hacer bien.  Me dice que me extraña de nuevo y que hablemos por IMO (FYI: una aplicación muy popular en África). Me pregunta que qué voy a comer. Ayer cuando le di almuerzo parece que le di poco. Se acaba de dar cuenta que no como tanto, pero “tú puro flojeando en la casa”. Jajajaja. Cabro culiao’.   
La semana pasada fuimos a Motel Miraflores y tuvimos que usar una habitación llamada Fantasía Bob Marley. Finetza mental. Ahí tuvimos la primera pelea. Que por qué fumaba. Le dije que la cortara: “Mira donde estamos, no me jodas”. Me dice que no, que no se puede fumar, que “Its just an design”. Sorry, de calzones y sostenes rosados me puse a fumar con la cabeza para afuera, sapeándo a todas las colas curás que venían bajando de Bellas Artes. También al camión de la basura. Los cartoneros en sus triciclos unidos en una familiaridad escabrosa entre sí y los animales. Animales que persiguen ruedas, buses, grupos de skin heads golpeando con bate y botellas, las rejas de los negocios que se tratan de resguardar de un peligro. De un nuevo miedo que tiene que ver con la detención ciudadana, con los portonazos, con los pacos de civil que piden identificación en la calle, que ya no dejan fumarte un cañito tranqui en las plazas. Me dice que me quiere. 
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Su nickname es osmargha21 o algo así. Siempre me pone “I love you”. Pero yo nunca sé si me quiere o me ama; y no importa porque él se tiene que ir a Ghana y yo tengo que volver a México pronto. Pronto. No nunca. Si no que pronto. Y me muero de terror de irme de nuevo y cortar todo acá, tantas relaciones, amores, historias importantes que quedan stopeadas pero no muertas. Pero lo necesito. Necesito irme porque estoy tan egoísta, tan egoísta que me molesta que me pidan favores domiciliares para sostener una casa que ni siquiera es mía, que ni siquiera tuvo una pieza para mi llegada. Que nunca tiene jabón para lavar mi ropa, que siempre tiene que ser trapeada y sacudida aunque no pueda usarla, aunque no pueda invitar a toda la gente que me importa. Una casa que siempre ha sido un problema para el día a día.   
Pero bueno. Estoy llegando a Chile con un amor inmigrante y un valor del tiempo renovado; con un amor nacido pasajero, con el atropello chileno contra el inmigrante, contra el negro, contra el racismo de clase tan presente en toda Latinoamérica. Porque si poh’, Ubicación: Chile, Latinoamérica. Con los pacos negros que te tratan como negro, que te discriminan por clase, por blancura, por tono al hablar. “Mucho calor” me dice. “Muy cansado”. “Mucha comida” para “Mucha fuerza”. Cómo explotan a mi negrito. Dice que le crea que es un buen hombre. Cuando estamos en una habitación o en este caso en mi casa siempre se suelta, pero en la calle se pone nervioso. Que no pueden pillarlo con alcohol ni con nada ilegal porque siempre va a ser culpable. Piensa que es por sus crucecitas en los pómulos. Me dice que no le gustan los lugares con mucha gente, que no le gusta el metro, ni la micro porque “mucha gente” y que por eso no va a los clubs. Que no baila. No fuma. No toma. Un estilo de vida libre de vicios, me explica. Pero cóoomo le gusta follar a mi negro. Me pregunto si realmente no tiene vicio.   
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Antes de venir a verme estábamos enojados porque resulta que se puso a revisar su correo y no supo de quién era un número cuando obviamente sí sabía que era el número de una amiga; de esa amiga que llamé una noche que no entramos a un motel y yo decidí rearmar mi plan nocturno. Punto aparte. ¿De qué me estai’ hablando con estas tarifas de motel? Sinceramente esto del privilegio de amar es un privilegio ¿Por qué culiar es tan caro? ¿Por qué se han vuelto tan conchesumadres, tan capitalistas del poto? ¡¿Que hasta pa’ eso se coluden los mierdas?! Debí haberlo supuesto desde el escándalo de la colusión del papel higiénico ¡Que vergüenza de país! 
Antes de ayer, la presidenta de esta vergüenza de país, dio a los medios de comunicación una pseudo conferencia donde puso cara de pena, rabia, sorpresa, susto... porque están procesando a su cuñada. Si no sabe Googleé “Caso Caval”. Obvio que detrás de su cuñada, viene su hijo. Y debe ser una vergüenza para ella también pasar por esto. Pero señora así es como tiene que ser. Así es como su gente dice pensar. Hay costos, es difícil. Es difícil para mi incluso que nada tengo que ver con eso ¿cómo explicarle a un extranjero un caso de corrupción así de cuma? Pero a todas nos toca difícil. Hay días en que no hay ni un pan duro en esta casa, porque con todo lo que le roban a mi mamá no le alcanza para comprar para la semana, menos para el mes. Al negro no siempre le alcanza. Yo nunca le he pedido plata tampoco, porque -cesantía aparte-, siempre han caído algunas lucas para darse vuelta. Pagamos ambos entonces el culión místico. Probamos con habitaciones y lugares, probamos posiciones y modos nuevos de hacernos cariño, modos diferentes de entender al otro sin (o intentar al menos) juzgarlo. Lo acompaño en su viaje y él -en su caso- me acompaña en esta vuelta, medio obligada por la cosa familiar, medio obligada por los temas pendientes que uno tiene aquí y no puede evadir más.
Pero este finde de soledad me ha servido. Me ha servido fumar poco incluso. He sacado en limpio algunas cosas.   
Voy a empezar a tocar de DJ en fiestas de reggaetón, pero reggaetón estricto. Si no pongo la música yo, podré morirme esperando que alguien le pegue al gato en la investigación y en la perfomance perreística.  
Voy a terminar esta nueva experiencia estética que podría llegar a ser una exposición visual de algo relacionado con la vuelta.  
Acabo de entrevistar a la Mariel Mariel, amiga-hermana mexicana que vive en el puente como yo. Y otra a Sara Hebe. Y no me quiero ir de acá sin entrevistar a las imprescindibles.  
Tengo que retomar la psicoanalista. No sé como lo voy a hacer, pero no aguanto una semana más sin pensar todo esto. Y lo más importante no me puedo ir así de devastada, así de tocada, así de débil, así de poco prevista de guerra.  
Y como le decía a la Antonia: no, no es que quiera trabajar pero parece que tengo que hacerlo. Esta cesantía medio enserio, medio hiper-trabajada tiene que ser algo que me acerque a lo que amo, que es escribir, comunicar, pensar cosas que tienen que ver conmigo pero del conmigo que está con otros; con otros siempre.  
Quiero montar la obra de teatro que escribí en México y que está pensada en ese amor que nunca pudo nacer, en la imigranción, los viajes y esas emociones que tan cercas están de la gestión amorosa y tan lejos están del sentirse amada.  
Necesito hacer mi duelo para con la Lupe, necesito empezar ese duelo. Tengo que escribirle a la Francisca. Ya no me puedo hacer la lesa. He llegado al punto de abrir un libro y dos frases después llorar, desconsolada, pero silenciada. No puedo hablar de eso y si no hablo me enfermo. Quiero darle la cara a mi vida. A los amores de mi vida, darles la vuelta. Pero pobre no puedo, cesante parece que sólo puedo estar llamada a producir y escribir para pensar lo que esta vuelta deja sin sacar la vuelta. Vamos retomando la vida de acá, de nuevo.
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