El peso de no sentir
Cuando tenía 5 años dejé de llorar, dejé de gritar, dejé de escuchar mis sentimientos y dejé de sentir. Mis padres me dijeron que no tenía sentido, y yo escuché.
Sin liberación, mis energías crecieron junto conmigo, a veces eran pesadas y no cabían en ninguno de los armarios o incluso ataúdes que les compraba para vivir. Otras veces los podía llevar tan solo en un frasquito, en el bolsillo de mi pantalón.
Algún día llegué a tener 20 años, el frasquito había cedido y se había roto hace ya mucho tiempo. Mis sentimientos decidieron que sería mejor subirse a mis hombros; así como mi papá me cargaba a mí cuando era una pequeña criatura, yo venía cargando, a duras penas, el peso de tantos vientos cálidos y huracanes que había formado.
A los 23 conocí mi salvación. Una vieja bruja había llegado al pueblo, sin aviso y sin saludar a nadie. Algo en ella me llamaba. Quizá fueran sus ojos, que, con una capa blanquecina, perforaban los míos cuando la acechaba a lo lejos. O tal vez haya sido su pronunciada joroba, que me inspiraba una sabiduría igual de prominente. A día de hoy aún no sé lo que fue, pero a las pocas semanas, me encontraba yendo todos los días a su pequeña casa.
Era tan extraña. Vivía completamente sola, y estaba tan perdida en el mundo que olvidaba prender el horno para calentar su comida. A pesar de todo, la intriga me seguía llevando ahí. Lo más extraño de todo es que repetía únicamente una frase, con palabras inconexas y sin sentido, pero que me envolvían y sentía sus palabras inundando mis oídos, mi nariz, mi boca como si de humo asfixiante se tratara. "Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta...". No entendía, pero me cautivaba la intensidad con la que podía percibir sus palabras. Un día las decía llorando, otro día me lanzaba sus cucharones y cazuelas, otros, me tomaba de las manos y, con una sonrisa, repetía la frase.
Pasó una semana, luego un mes, un año. Cada día llegaba a su casa a escuchar la misma frase, una, y otra, y otra vez. "Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta..." Pero sentía que estaba incompleta. Algo había. Algo faltaba.
Mis emociones, que siempre me acompañaban, estaban descontroladas. Su peso en mis hombros se hacía cada vez más grande. Mi joroba era cada vez más visible. A veces intentaban bajarse y terminaba tirada en el suelo junto con ellas.
Estaba harta, cansada, pero sobre todo, mis emociones se estaban convirtiendo y comprimiendo en una pesada y peligrosa esfera de luz. Mis amigos y familiares cada vez estaban más lejos, pues sabían el caos que traería cuando sus barreras se quiebren.
"Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta..."
"Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta..."
"Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta..."
"Habla." Dije yo.
La anciana me miró, sonrió y repitió: "Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta. Habla."
Y así renací. Me di la oportunidad de voltear a ver aquella pequeña, pero pesada, esfera emocional. Ya era del tamaño de una canica. La tomé, la observé, la escuché y, al fin, me di la oportunidad de sentir. Sentí cada una de las emociones que contenía. Pude volar más alto que cualquier avión con la felicidad, sentir mi cuerpo hervir con enojo y frustración, me hundí en el inmenso mar hasta donde la luz ya no alcanzaba con la tristeza, y, finalmente, solté. Solté y la gran explosión que tenía prevista nunca pasó. No pasó, porque hablé.
Esta historia no te la escribo porque quiero. Igual de rápido como llegó aquella bruja, se fue. Volví a visitarla y ya no estaba. Fui al día siguiente, para volver a encontrarme la casa vacía. Sin rastro de que alguna vez vivió alguien ahí. Esta es mi evidencia de que la anciana vivió, que existe, por si algún día te la llegas a encontrar. Si la ves, salúdala de mi parte, dile lo que ella me dijo a mí, y yo te he dicho a ti.
"Siente. Vuela. Hierve. Húndete. Suelta. Habla."
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En donde sea que me encuentre
Por ópalo-negro
PERSONAJES:
La chica: Su nombre es desconocido. Usa pantalones de mezclilla sueltos y blusas de manga larga, su pelo siempre va suelto o recogido en una media cola cuando está fuera de su casa. Aparenta ser linda y amable por fuera, sin embargo, en las escenas se aprecia que se irrita con facilidad. Deberá ser representado por una chica joven de entre 20 y 30 años, no importa el color de cabello, peso ni altura.
El hombre: De nombre también desconocido. Viste de manera casual con mezclilla, una sudadera y tenis. Carga con una sombrilla que le regala a la chica. Juega un papel secundario, pero que hace que se vea la evolución emocional del personaje de La chica.
Dios del Lago: Hombre, alto y musculoso (por la única razón de que representa un dios). Usa únicamente una toga de un tono azul muy claro y una corona de hojas verdes, va descalzo.
Jefe 1 y Jefe 2: Hombres de mediana edad, con el cabello un poco blanco o gris. No importa la apariencia, solo que se vean profesionales.
ACTO I
CUADRO I
ESCENA I
Se abre el telón.
La escena transcurre en una habitación oscura, solo una luz cálida iluminando el centro donde se observa un escritorio con papeles desordenados y a una chica sentada en la silla frente al mismo escribiendo y rayando garabatos. Toma la hoja en la que estaba escribiendo y la arruga, lanzándola a un bote de basura que ya tiene otras bolas de papel arrugadas tanto dentro como fuera del mismo, como si llevara mucho tiempo repitiendo esa misma acción.
La chica gruñe frustrada y se pasa las manos por el cabello en un intento de peinarlo.
La chica: - (Azota las manos sobre la mesa y se pone de pie mirando al montón de hojas del basurero) Esto es frustrante. (Comienza a caminar por toda la habitación con los hombros caídos y alternando miradas entre el techo, el piso, el escritorio y el basurero)
Su respiración se acelera poco a poco, se acerca a una pared y se apoya en ella con un brazo, llevándose el otro al pecho como si le doliera. Se lleva las manos a la cabeza, agarra su cabello con fuerza, apoya toda su espalda contra la pared emitiendo pequeños quejidos y respiraciones casi ahogadas. Comienza a deslizarse hacia el suelo quedando en posición fetal con su espalda contra la pared, abraza sus rodillas y se balancea de delante hacia atrás.
La chica: - (Balanceándose de delante atrás, con la voz quebradiza, lágrimas en los ojos y en una voy como en murmullo) Eres una inútil. No puedes hacer nada. Eres una inútil, ni siquiera pudiste terminar el primero. ¿Por qué naciste? ¿Por qué nací? ¿Qué hice mal? Me quiero ir. Sáquenme de aquí. Por favor, alguien sáqueme de aquí. (Su voz se comienza a difuminar repitiendo esta frase una y otra vez).
Se apagan las luces.
CUADRO II
ESCENA II
Se vuelven a encender las luces, esta vez con tonos más fríos dando a entender que se encuentran afuera.
La escenografía cambia a un parque, en el que hay dos bancos vacíos y un árbol junto a uno de ellos.
Sale la chica con una blusa negra de manga larga y pantalones, caminando desde el lado derecho, mientras que por el izquierdo sale un hombre vestido con un estilo casual, pantalones de mezclilla, una sudadera azul y con una sombrilla, aunque el ruido ambiental es de pájaros, gente hablando de fondo y algún que otro coche. La chica llega al banco de la derecha y se sienta. El hombre se sienta al lado de ella y le ofrece la sombrilla con un ademán y gesto gentil.
La chica: - (Con una expresión confundida) ¿Hola? ¿Le puedo ayudar en algo?
El hombre: - (Repite el ademán de ofrecimiento, incitándola a tomar la sombrilla) Tómela, la necesita más que yo.
La chica: - (Con una entonación de que está comenzando a irritarse) Señor, disculpe, pero ni siquiera está lloviendo, no sé para qué la necesitaría. Le pido de favor que se retire, me está haciendo sentir incómoda.
El hombre: - (Toma la mano de la chica y pone la sombrilla en ella) Disculpe las molestias, señorita, pero creo que me está entendiendo mal. Lo que pasa es que está lloviendo sobre ti. Necesitas hacer que pare.
La chica: - (Termina tomando la sombrilla solo para que la situación termine lo más rápido posible) Ah, está bien. Muchas gracias, ¿ahora sí se puede retirar? Me quedo con la sombrilla, se lo agradezco. (Sonríe por compromiso e incomodidad, incluso tal vez un poco de miedo).
El hombre: - Me parece adecuado, nos vemos. (Sonríe, se levanta de la banca, hace una especie de despedida con su cabeza, da la media vuelta y comienza a regresar por donde entró).
La chica: - (Mientras ve al hombre irse de la escena, dobla y guarda la sombrilla en su bolsa mientras habla consigo misma) No puedo creerlo, cada vez la gente se vuelve más loca.
La chica se levanta y sale de la escena. Se apagan las luces.
CUADRO III
ESCENA III
Se encienden las luces. Cambiamos de escena, esta vez en un bosque, la chica, con la misma ropa, está sentada en una pequeña colina, mirando hacia un pequeño lago enfrente de ella (en la escenografía, ocupa el resto del escenario).
La chica: - (Mirando sus pies y jugando con el césped debajo de ella) ¿Sabes? No pensé que esto fuera tan complicado. Sé que dije que me iba a relajar más, pero de verdad, ¿qué le pasa a la gente hoy en día? ¡Todos están locos! Alguien me dio un paraguas hoy, con este calor y que según me llovía encima.
(Sopla un viento muy fuerte y caen algunas hojas de los árboles encima de ella)
La chica: - (risa sarcástica) Ja, ja, muy gracioso. (Cara seria). De verdad, ¿cuánto tiempo más tengo que esperar para verte de nuevo? (Suspira y se enrolla el pantalón para poder meter sus pies al “agua” (con lo que lo representen) sin mojarlo) Ya, ya, relajándome. (Sarcástica). Sí, que quieres lo mejor para mí, sí, sí, lo que sea. Esto de que seas el Dios del Lago no ayuda mucho, ¿sabes cuánto me intrigas? Venía desde pequeña aquí cuando mi padre vivía, incluso vine con el tóxico de mi ex y se te ocurre venir a presentarte justo cuando entro a un estado de miseria. (Comienza a hablar un poco más rápido e irritada) Siempre estoy pensando en ti y no creo que pueda dejar de hacerlo en mucho tiempo a menos que te vuelva a ver en tu forma física. Y, ¿sabes qué? Eres muy atractivo, no te voy a mentir, (su voz se hace un poco más aguda como en vergüenza y habla muy rápido) creo que deberíamos vernos alguna vez más, ya sabes, por la experiencia y para que te conozca y, ay, no puedo creer que esté haciendo esto, qué vergüenza, perdón, no dije nada.
Su plática se ve interrumpida por un viento tranquilizante que le revolotea el cabello y los pájaros cantan y se escucha el movimiento del agua del lago (el viento se puede hacer con un ventilador fuera de escena).
Dios del Lago: - (con una voz gruesa pero relajante) No tienes nada por qué disculparte. (Sale a escena por detrás de la chica, vestido con una toga color azul pastel, casi tirando a blanco y una corona de hojas verdes.)
La chica se voltea con asombro, sonríe cálidamente y sus hombros, que hasta ahora habían estado tensos, se relajan visiblemente.
La chica: - (Con voz alegre) Me alegra que estés aquí, no me gusta hablarte en tu forma no visible, me hace sentir como que hablo sola. (Su sonrisa decae) Bueno, aunque eso es lo que hago casi siempre, ya no tengo a nadie, no me queda de otra.
Dios del Lago: - (Se acerca un poco más a ella y le pone una mano en el hombro, habla con voz calmante) Sabes que no estás sola, siempre me vas a tener a tu lado. Pero mi presencia siempre es más fuerte aquí, es el único lugar en el que te puedo consolar con palabras y no solo pequeñas señales. ¿Recuerdas cómo apenas hace unas horas estabas en tu habitación arrugando y tirando perfectas piezas poéticas al basurero? ¿Qué te parece si vienes acá y escribimos juntos? (Toma la mano de la chica.)
La chica: - (Evidentemente sorprendida) Yo… no sé qué decir. Qué pena que me vieras en tal estado.
Dios del Lago: - (Acomoda los cabellos un poco descolocados por el viento de la chica detrás de su oreja, deja la mano apoyada en su rostro) ¿Qué dices?
La chica: - (Suspira profundamente y sonríe, toma la mano del Dios del Lago que tiene en su rostro con ambas manos y asiente) Prepárate para cargar con mi insufrible personalidad.
Se apaga la luz.
Hay cambio de vestuario únicamente de la blusa de la chica a una de distinto color, pero del mismo estilo. El Dios del Lago usando lo mismo.
Se muestra a la chica y al Dios del Lago sentados en una roca al borde del lago mirando una libreta y la chica tiene un lápiz en la mano. Se miran, sonríen. El Dios del Lago sonríe maliciosamente, la chica borra la sonrisa de su rostro y esconde la libreta detrás de ella, cierra los ojos con fuerza y gira la cabeza hacia un lado, como si supiera lo que viene. El Dios del Lago salta de la roca y salpica a la chica con agua, ambos ríen. La chica baja de la roca y deja la libreta debajo de un árbol para en seguida correr y salpicar al Dios del Lago de regreso, ambos riendo. Terminan abrazados con sus caras a centímetros de la otra.
Se apaga la luz.
CUADRO IV
Se prenden las luces de nuevo, esta vez aparentan de noche, con sonidos de grillos de fondo, un viento agradable y sonidos de hojas siendo movidas por éste. Vuelven a aparecer, la chica de nuevo con una blusa distinta, esta vez holgada, sentada en la misma roca con el Dios del Lago a su lado. Parece tener frío, pues hace fricción con sus manos en su pantalón y calentando sus manos con el aliento. El Dios del Lago la mira, la toma de la cintura y la acerca a su cuerpo, seguidamente pasando su brazo detrás de ella y cubriendo sus manos con las suyas. La chica se inclina y apoya su cabeza en el hombro del Dios del Lago. Él la ve, sonríe y le da un pequeño beso en la frente.
Se apaga la luz.
CUADRO V
ESCENA IV
Se encienden las luces y es la misma escenografía que en la segunda escena, en el parque. La chica está sentada en la misma banca en que se sentó en la escena II, con su libreta y lápiz en mano, sonriendo mientras escribe algo en ella. Entra a escena el hombre desconocido, mira un segundo a la chica y para de caminar, para luego ir a sentarse junto a ella.
El hombre: - (Con las manos en las rodillas se inclina un poco para hablarle a la chica, pues ésta aún no ha percibido su presencia) Parece que lo lograste. (Sonríe).
La chica: - (Se sobresalta un poco y mira al hombre) ¿Cómo dice, perdón?
El hombre: - (Un poco desanimado) Vaya, parece que no me recuerda, señorita. Pero hace unos meses vine a dejarle una sombrilla, ¿no se acuerda?
La chica: - (Hace expresión de que recordó algo) Ah, claro, fue usted el loco que me dijo que me llovía encima, cómo olvidarlo. (Se ríe un poco)
El hombre: - (Sarcásticamente ofendido abre la boca y se lleva una mano al pecho echándose ligeramente hacia atrás) ¿Loco? Ouchh. Ja, ja, ja. Síp, ese fui yo. Pero siendo honesto, me alegra que hayas logrado detener la lluvia, si seguía así te ibas a enfermar, y claramente no querría enfermarse, ¿me equivoco, señorita?
La chica: - (Sonríe cómoda) En lo absoluto, señor. Pero en realidad no usé la sombrilla que me dio, solo encontré un agua cálida en la que remojarme para no enfermar. La lluvia se cansó de esperar, así que desapareció.
El hombre: - Bueno, algo es algo. Me tengo que retirar, pero fue un gusto saber que ahora está bien, siga con el agua cálida aquella, estoy seguro que es buena para ti.
La chica: - Seguro que sí, muchas gracias, señor. Lindo día.
La chica sonríe y vuelve a escribir en su libreta, no sin antes pasar de hoja.
Se apagan las luces.
CUADRO VI
ESCENA V
Esta escena transcurre en una oficina, con luces blancas. Se encuentra la chica vestida formal, y enfrente de ella se encuentran dos oficinistas, sus jefes. En el escritorio hay unos montones de carpetas y los jefes se encuentran leyendo una carpeta abierta en el centro de la mesa. La chica los observa con detenimiento, intentando fallidamente disimular su interés.
Jefe 1: - (Suspira y levanta la vista, mira a la chica. La mira de arriba abajo examinándola, regresa la vista a las hojas) ¿Este es el producto final?
La chica: - (Nerviosa) Sí, señor.
Jefe 1: - Bien, está muy bien. Hace mucho no veía tan buen trabajo de usted, la felicito.
Jefe 2: - (Con una mirada más ilusionada que el jefe 1) Así es, hiciste un excelente trabajo, no sé qué haya pasado recientemente, pero tu desempeño ha mejorado muchísimo, me alegra mucho.
La chica: - (Un poco más relajada, sonríe levemente) Muchas gracias.
Jefe 1: Bueno, entonces, ¿lo quieres publicar?
La chica: - En efecto, señor, sería una gran oportunidad poder publicarlo en la página de la editorial, señor.
Jefe 2: - Me parece muy bien, solo faltaría mandarlo a nuestros superiores y estaría publicado a tu nombre a más tardar el lunes.
Jefe 1: - Sí, pero este trabajo te ha costado años, si vemos que tus trabajos bajan de calidad no te volveremos a publicar, necesitamos que te mantengas a un nivel adecuado para que tu carrera siga creciendo, ¿de acuerdo?
La chica: - Sí, señor, no los defraudaré. Muchas gracias. (Contesta un poco intimidada, pero, segura.)
La chica se da la vuelta y sale de escena.
ESCENA VI
El Jefe 2 se gira a mirar al Jefe 1.
Jefe 2: - Creo que has sido un poco duro con ella, hizo un excelente trabajo.
Jefe 1: - Claro que es un excelente trabajo, desde hace mucho tiempo sé que esta chica tiene potencial, solo que algo le hacía falta, por eso le negué publicarla antes. Quería ver hasta dónde podía llegar. Este es uno de los mejores trabajos que he visto en mucho tiempo.
Jefe 2: - Sí, tienes razón. Espero que todo salga bien. (Cierra la carpeta y la pone encima de uno de los montones) Como sea, hace frío, ¿dónde puse mi café?
Se apagan las luces.
CUADRO VII
ESCENA VII
Se vuelven a encender las luces.
La escena transcurre en el parque, hay tonos un poco grises y sonidos de viento y pájaros volando, como si estuviera nublado. El hombre está sentado en una de las bancas, con las manos debajo de las axilas, brazos cruzados, aparentando tener frío. Mira con tristeza sus pies mientras los balancea ligeramente. La chica comienza a salir a escena con la misma ropa que en la oficina, solo que ahora con una gabardina y un maletín. Mira al hombre sentado, acercándose y sentándose junto a él.
La chica: - ¿Sabe? Hay veces en las que la lluvia nos libera del calor, de la angustia. Como un día en el que te sientes mejor en casa, tomando una taza de té y leyendo un libro, acurrucado en una manta calientita y cómoda. Ahí la lluvia la escuchamos de fondo, y agradecemos las cosas que tenemos… Pero hay otras en las que te sientes libre al salir y dejar que la lluvia te empape, saltar en los charcos y hacer que las preocupaciones dejen de estar ahí. Solo eres tú y la libertad. La lluvia es necesaria, al menos de vez en cuando. ¿No cree?
El hombre la mira sorprendido, escuchándola atentamente.
El hombre: - Supongo que estás en lo correcto. Pero prefiero estar seco. (Se ríe de su propia broma)
La chica: - En ese caso, (pone el maletín sobre sus piernas, lo abre y saca el paraguas que le dio el hombre anteriormente, no cierra el maletín) puede tener esto. En este momento no lo necesito, así que me gustaría que lo tomara, ya sabe, para mantenerse seco y no enfermar.
El hombre: - (Toma el paraguas y lo mira detenidamente. Le sonríe a la chica) Gracias. (La chica le sonríe de vuelta)
En ese momento sopla un viento fuerte, algunos papeles del maletín salen volando en todas direcciones. La chica emite un pequeño chillido y se levanta a recoger los papeles. En lo que termina y cierra la maleta, voltea a ver al hombre y ya se ha ido. Se levanta de estar en cuclillas.
La chica: - (Mirando la banca vacía sonriendo) Espero que le sea de ayuda.
Se apagan las luces mientras ella camina hacia el lado contrario a donde entró, saliendo de escena.
CUADRO VIII
ESCENA VII
Se encienden las luces, esta vez la escenografía es la del lago. Entra la chica corriendo emocionada.
La chica: - (Casi gritando, tira el maletín a una esquina en un montón de telas que no se ven para que no se escuche como si cayera en el piso de madera del escenario) ¡Me van a publicar! ¡Lo logré, me van a publicar!
Dios del Lago: - (Aparece detrás de ella, tomándola de la cintura) Me alegra, felicidades. (Sonríe ampliamente, ella se voltea a mirarlo y sonríe también) Tengo una sorpresa, como recompensa de tu magnífico trabajo.
La chica: - (Lo mira y sigue sonriendo, pero ahora muestra curiosidad y confusión) ¿Sorpresa? ¿Desde cuándo tú das sorpresas? Eres un dios, y solo hablas conmigo, ¿qué tipo de sorpresa podría ser? Oh, espera, ¿es otro cuaderno? (Su sonrisa se amplía, comienza a emocionarse) ¿O tal vez un juego de lápices? Oh, oh, una pluma como las antiguas, que son de pluma de verdad. No me dejes con la intriga, ¿qué sorpresa?
Dios del Lago: - (Se ríe un poco ante la emoción en la voz de la chica) Puedes tener eso y más con solo pedirlo, no te preocupes. Bien, estuve pensando, ¿qué opinas de volverte Diosa del Lago? Conmigo. (La sonrisa de la chica decae un poco con preocupación y duda, el Dios del Lago se da cuenta y se apresura a explicar) No me refiero ahora, lo que quiero decir es, más adelante, cuando cumplas todos tus sueños y termines con tu vida plena y feliz… cuando todo eso pase, ¿vendrías conmigo? ¿Ser mi Diosa?
La chica: - (Deja caer sus manos sobre los hombros del Dios del Lago, sonríe con cariño) Por supuesto que sí, me encantaría. (Su sonrisa se desvanece) Pero, estaré vieja y arrugada… seguirás siendo joven y yo seré una abuela.
Dios del Lago: - (Sonríe con gracia) Ey, seremos Dioses, podemos tener la forma y apariencia que queramos, no debes preocuparte por eso.
La chica: - Bien, entonces sí. Sería un honor ser tu Diosa. Pero hasta entonces tienes que estar conmigo, en donde sea que me encuentre. ¿Ok?
Dios del Lago: - Donde sea que te encuentres, ¿huh? Me parece un trato accesible.
La chica: - (Con voz ilusionada) En donde sea que me encuentre.
Ambos sonríen mirándose a los ojos.
Se apagan las luces.
Se cierra el telón.
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