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egoeimigine · 7 months
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Rebote
I
No me acuerdo cómo fue que aprendí a botar un balón. Me acuerdo que de muy muy niña me frustraba por no poder hacerlo. Luego hay una laguna. Y luego estoy ya más grande jugando con otros niños.
II
Bajar de peso y luego volver a subir. Me ha pasado toda la vida, aunque de una forma muy curiosa. Siempre he tenido la percepción de que soy gorda, porque mi papá se ha encargado de hacérmelo notar. A lo largo de la vida, como a muchas otras mujeres las personas a mi alrededor se han encargado de hacerme consciente de mi aspecto. No sabía que estaba flaca hasta que me cambiaron el apodo de Gordis a Flaquis, y no supe que estaba muy muy flaca sino hasta que me cambiaron el apodo de Flaquis a Ñanguis, por ñanga. Me alejé de mi familia y me empecé a rodear de amistades, cuando los apodos y los comentarios sobre mi aspecto me desconocí y empecé a compararme con las personas que me rodeaban. Empecé a pensar que me habría gustado tener las piernas de tal, el abdomen de tal, los labios de tal, las manos de tal. La evidencia de mis rebotes era mi ropa, que dejaba de cerrar y luego poco a poco iba ajustándose nuevamente a mi cuerpo. En retrospectiva puedo ver que esos rebotes narran la historia de mi crecimiento. Estuve flaca antes de los quince años cuando aumentaba mi estatura y mi talla. Estuve gorda después de los dieciocho cuando empecé a comer por ansiedad. Volví a adelgazar luego de una ruptura muy importante. Estoy ganando peso a medida que me come otra vez la ansiedad porque la herida ahí sigue, doliendo cada vez menos, pero presente, porque hacia adelante solo hay un abismo de incertidumbre. O quizá estoy ganando peso porque cuido lo que como, trato de alimentarme bien, porque mi mamá me ha estado mandando comida y empecé a comer carne con más frecuencia. Quizá son ambas y aún no llego al equilibrio.
III
Siempre he sentido que tengo el pecho plano. Casi no uso brasier, y a veces, cuando camino con prisa siento un peso debajo de la piel que rebota debajo de la blusa.
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egoeimigine · 7 months
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Sapo
Pues, hoy descubrí que los sapos no inoculan veneno, sino que más bien tienen toxinas que secretan a través de unas glándulas.
Y ya.
El mopri me dijo que podía escribir sobre los burócrata del gobierno. Pero no sé qué decir sobre ellos.
Creo que mi ex ahora se me figura a un sapo enorme y verrugoso, no porque parezca uno, sino porque últimamente verlo me produce mucha aversión: me duele.
Sin embargo, a pesar de mi desagrado, los sapos existen y completan su ciclo de vida, nacen, crecen, se reproducen y mueren, igual que lo hará él.
N me dio la idea de reescribir la historia de la princesa y el sapo, y creo que luego de continuar con la lectura de Comunión, de bell hooks solo puedo pensar que los hombres son como sapos, y las mujeres que buscamos relaciones sexoafectivas con ellos dejamos pasar sus verrugas y la baba pestilente que producen (sus conductas y comentarios hirientes, su ineptitud o instrumentalizada, su falta de control en ciertos contextos, su absurda en imparable sed de dominación) para besarlos y ver si se convertirán en el príncipe encantador, un compañero de vida con el cual compartir el estado de gracia del amor.
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egoeimigine · 7 months
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Goteo
Pienso en escribir sobre la gota que cae en mi lavabo, en el agua que va imprimiendo sus sales sobre la cerámica blanca, que va dejando una huella de fantasma. Pero luego, pasó el día, con sus nubes grises y su viento frío, con su oxímoron sofocante y caliente a media tarde y la gotera del lavabo dejó de tener relevancia.
Pensé en hacer una crónica de las goteras de mi vida, y no lo digo en sentido figurado. Así como traté de trazar el mapa de mi vida en Morelia y los trabajos de mi vida, pensé en hablar sobre las goteras de mi vida: la del único cuarto en el que compartía mi familia, con una grieta enorme que dejaba pasar el agua aunque chispeara; las goteras en la cocina de mi primera casita de adulta independiente, que caían solo cuando el cielo se deslavaba como los cerros. Pero durante el día me envolvió la congoja y por la tarde el ciclo del agua en mí se completó y rompí a llorar y las goteras se volvieron fútiles.
Me he sentido agradecida con la vida, feliz, enamorada, orgullosa, emocionada, pero una aflicción profunda subyace. Vivo con el llanto en vilo pero es como si estuviera seca, tengo una sequía en alguna parte que no me deja llorar todo el día, todos los días. Soy una pusilánime. Me duele pensar en mi lugar en el mundo, en lo que me toca cargar por ser mujer de clase trabajadora, me duele pensar en lo que por fortuna no me toca cargar.
Me dolió mucho leer Los niños perdidos de Valeria Luiselli y enterarme de la historia de ese muchacho hondureño que le dijo que el Bronx era la misma mierda que Tegucigalpa, de lo que pasa en las hieleras, y de la xenofobia generalizada en Estados Unidos. Y me dolió porque a la vuelta de la primaria donde van mis hermanos hay tiroteos a medio día, porque mi mamá lleva a mi hermano a la secundaria por miedo a que se lo quieran llevar para adiestrarlo, porque mi familia está probando suerte con la tirada de perseguir el sueño americano. Me dolió leer la introducción de Cuestión de valores de Morris Berman y enterarme de que él estaba huyendo de su propio país porque todo el sistema de valores que sostiene esa gran superpotencia está totalmente podrido. Iba leyendo Tal vez vuelvan los pájaros y, ¿qué pasó? También me dolió. Me dolió leer sobre el golpé de Estado en Chile y luego, ya en el círculo de lectura, me dolió la trasposición de los horrores de la dictadura de Pinochet a nuestro país: Calderón y la guerra contra el narco, los normalistas de Ayotzinapa, la absorción de la Guardia Nacional por parte de la SEDENA. Estoy que me vomito.
Todo me va hollando en alguna parte como la famosa gota china, palabra a palabra en el testimonio de tanta gente tan cercana y tan lejana. Y a la hora de sentarme a escribir esto, solo podía pensar en describir lo que siento transcribiendo a la letra «La vieja lágrima» de Luis G. Urbina, porque también llora en mí, como en una gruta esa vieja lágrima que es la herencia de un dolor colectivo e histórico.
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egoeimigine · 7 months
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Dorado
Le prometí a mi pareja varios poemas de amor y aún no los he escrito. Uno de ellos aún refulge en mi cabeza por su luminosidad cálida. Se me ocurrió un día que salimos a pasear al Centro, ese día hicimos solo eso: salimos de su casa por una nieve y seguimos caminando hasta la Catedral. Regresamos casi de inmediato porque era abril o mayo, en el punto más brillante de la tarde, en que la luz cálida quema al pegar en la cara. Esa vez traía unos huaraches poco aptos para caminatas largas y me dolían los pies. Cuando regresamos, pasamos por una plaza que me gusta (la acabo de buscar en Google maps y resulta que se llama «Plaza de la Paz»).
La plaza se desdobló ante mis pasos dolientes como la explanada de un sueño psicodélico, lleno de colores e irregularidades, con bloques de líneas paralelas brotando del suelo, accidentando el terreno para mala fortuna de mi ceguera. El sol azotaba con la radiación más visible, atravesando la piel como pequeñas agujas, anegando los ojos de arena dorada.
Al atravesar la plaza de la Paz me dieron ganas de escribir un poema lleno de luz cegadora, que ocurriera dentro de un icosaedro de cristal multicolor. Me sentí tentada a escribir de las irregularidades de la plaza como si fueran dunas de arena en un desierto inmenso, cristalino de tan caliente. Quise dibujar en el poema el perfil de mi pareja con el contraste azul de un espejismo entre las dunas pulverizadas: su cabello lacio y oscuro, la piel viva como en un crisol, el ceño fruncido.
Y a pesar de que aún tengo viva la sensación de unos besos de sol, la ceguera caliente, el dolor de los pies, aún no escribo el poema.
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egoeimigine · 7 months
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Mapa
Mi historia en Morelia empezó en el norte, cuando de niña me llevaban a la feria y en fines de semana iba con mi mamá al mandado, cuando íbamos a surtirnos de dulces para las posadas en diciembre. De vez en cuando, también íbamos a visitar a mi tía A, cerca de Prados Verdes. En aquel entonces aún no habían construido el CRIT y el sur de Morelia era la casa de mi tía.
Cuando íbamos al zoológico, la ciudad se estiraba de una forma inconmensurable, se extendía sin límite hacia los cuatro puntos cardinales.
Durante mi adolescencia el sur se extendió hasta el centro, la avenida Morelos Norte era el eje en el que me movía y San José era mi destino. Me movía en dos dimensiones, únicamente sobre el eje de las y, el origen en este plano rudimentario era el Centro Histórico.
A partir de los 18 fue que las dimensiones del plano en el que me movía empezaron a multiplicarse, exploré hasta entonces el lado negativo en el eje de las x. Empecé a vivir en el límite del sur, donde ya ni siquiera es Morelia. Me mudé un montón de veces, la primera vez me moví dentro de la misma colonia, me quedé ahí, en el punto del sur más al sur. Luego me fui a una casa en el centro, donde conocí a un par de amistades que aún hoy quiero mucho y conservo, en este punto del centro, en la periferia del origen, donde prolifera la fama del peligro y de las putas que mi corazón guarda un recuerdo especial.
Cuando me independicé lo hice viviendo en una casita en la colonia Isaac Arriaga.
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egoeimigine · 7 months
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Regatear
A inicios de año me quedé sin empleo y entonces me puse a vivir del dinero que tenía y que iba a tener. No le llamo "ahorros" a ese dinero porque no lo era, literal era dinero que tenía, que me habían pagado por honorarios y que en su momento equivalía a varios meses trabajados y a otros tantos meses de gastos indispensables. Estiré ese dinero lo más que pude y durante el tiempo que estuve buscando pude sobrevivir, con ansiedad y mucha angustia por los meses siguientes, pero sobreviví a fin de cuentas.
Encontré en Facebook el anuncio de una editorial independiente en Monterrey que buscaba profesionales de la edición para expandir su equipo. Por lo que entendí cuando me llamaron, eran unas dos o tres personas que vendían servicios editoriales para autopublicación y ya no se daban abasto, así que buscaban a una o dos personas a las que pudieran delegar proyectos eventualmente. Me vendí lo mejor que pude: «¿Que qué tipo de libros edito? Ufff, pues, soy muy versátil. Tengo experiencia haciendo corrección y maquetación de libros educativos, especializados en humanidades y algunas ciencias como la geofísica y la geometría. También he editado literatura, especialmente poesía». Y entonces llegó esa pregunta que se me hizo chocante: «¿Y cuánto cobras a partir de 80 cuartillas?»
Les dije que podía adaptarme a sus tabuladores, por muy chocante que me hubiera parecido la pregunta, tenía la sensación de que no podía hacer algo mejor que aceptar y esperar a que sí me mandaran algún proyecto. Al final Charito, mi entrevistadora me hizo saber que sí les interesaba mi perfil, aunque luego de una funa masiva a su editor ya no espero su llamada.
En esta vida lo único que poseo, además de un puñado de baratijas y una malograda colección de libros, es mi fuerza de trabajo y la experiencia que he ido forjando en la confección de proyectos editoriales. Y está que es mi posesión más valiosa me ha dejado poco más que cansancio y desilusiones.
Pienso en mis tarifas ideales, en los clientes y patrones que he tenido. Me doy cuenta de que he trabajado desde siempre y nunca he tenido un pago digno y remunerador. El regateo ha sido una constante de quienes se benefician con lo que hago:
Desde mis 6 años se me empezó a preparar para el trabajo invisible: aprender a cambiar pañales, a cargar y calmar a un niño, a cuidar que no se lastime, que no pase hambre. A barrer, a lavar ropa, a hacer cosas por los demás.
Si a mis 8 años me hubieran preguntado cuánto iba a cobrar por un fin de semana fertilizando el campo, o quitando abrojos, me habrían ofrecido menos. Directamente, mi abuelo paterno una ocasión no me pagó por ser mujer. Mi pago fue incluirme, y ya con eso tuvo que ser suficiente.
A mis 16, trabajé como secretaria para mi papá en la tenencia. Mi pago fue el privilegio de ocupar mi tiempo en una oficina en vez de cortarme la cara y las manos en la milpa crecida o de quedarme en la casa para continuar con un trabajo cotidiano en invisible.
A mis 19 me contrató un rabo verde que me llevaba 10 años y que me daba un salario que me pareció justo. Él apenas emprendía y yo apenas me incorporaba al mundo de las remuneraciones. Pero al final él insistió en pagar un extra con sus miradas de ojos claros, una que otra adulación, su buena onda y sus mejores intenciones.
A mis 21, una jornada de 40 horas a la semana en una panadería no ameritaba el salario mínimo ni prestaciones de ley. Setecientos a la quincena, y si quieres.
A mis casi 23, trabajaba sin parar, desde que me levantaba hasta que me iba a dormir. Empecé a hacer la típica doble jornada de cualquier mujer que se junta con un weon heterosexual. Mi pago fue desfogar el amor que sentía, darle un cauce. «¿Quieres casarte? ¿Pero para qué, si ya me lavas mi ropita y me haces de comer?»
Me digo que no soy una máquina y trato de ser selectiva con el siguiente sitio que va a explotar algo de mi, pidiendo más, agotando las vetas de mi entusiasmo a cambio de lo menos: un salario y prestaciones truncas. Y sigo recibiendo el trato de una máquina: «¿Me sale más barato si te mando más páginas?» «Cada minuto que tomes me lo tienes que pagar (porque el tiempo es dinero, excepto si el tiempo es tuyo).»
Y sin embargo, cobro lo que me parece justo por lo que entrego de mí, resisto con una remuneración simbólica que se encuentra en la compañía y las risas que encuentro, en los ratos de ocio y chisme entre densos bloques de búsqueda, lectura pesada, redacción, y fina confección de un producto del que nunca voy a percibir regalías o utilidades.
Al final del día, me digo: «Si no quieres problemas, si no quieres que la vida te duela, ¿por qué no solo te apagas y te vuelves a prender?» Y lo hago.
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egoeimigine · 7 months
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Camino
Cierro la puerta con llave y espero en la parada. Me subo a la combi y me pongo los audífonos. Escojo "Flying away" de Smoke City.
Underwater love 6:46
El recorrido va lento y tranquilo, las ruedas se desplazan por la colonia y sus colores. Nos acercamos a la avenida y la combi empieza a caer en picada.
Devil mood 4:31
Las percusiones, exhalaciones y gritos van perfectamente con la sensación de vértigo que da bajar a toda velocidad en la combi con el aire colándose por los ojos y el cuerpo destartalándose en esa cámara sin gravedad ni lentitud. Bajamos en friega por avenida La Huerta, y a pesar de los tramos con semáforo que nos detienen en seco, la adrenalina sigue en el cuerpo. La canción se esfuma en las últimas percusiones, que suenan en el último tramo rápido en la avenida Francisco J. Múgica, frente a CU.
With You 4:51
Todo va más tranquilo cuando nos metemos a la trama de callecitas que nos llevan a La Paz, la calle que da directamente a la entrada principal del Panteón municipal. Damos vuelta en la avenida Arnulfo Ávila y nos deslizamos en un descenso apenas perceptible, con la luz pasando por el filtro de los árboles en el camellón.
Numbers - Interlude No. 1 5:35
En el punto en que atravesamos junto al Monumento sé que voy tarde y me empieza a escalar la impaciencia por los dedos de las manos. La repetición crea un efecto de expectativa, como la del conductor, que hace como que avanza y no avanza porque el semáforo está en rojo, que avanza lento cuando le dan el paso porque adelante le hacen la parada. El ritmo constante, la composición de arpegio se acomoda a los pasitos de las personas que entran y se acomodan, uno, dos, tres, twenty-seven and ventiséis.
Mr gorgeous (and Miss curvaceous) 4:23 y Aguas de março (Joga Bossa) 3:22
A lo largo de la avenida Nocupétaro y durante el ascenso de la Morelos Norte ambas canciones me dan la misma sensación que "With you": nos deslizamos lenta y cadenciosamente, con un leve contoneo luego de cada tope.
Dark walk 5:05
Llega esta canción y el conductor sigue yendo lento, ahora la que está acelerada soy yo. Va tan lento que me irrita y me dan ganas de rechinar los dientes. En el trabajo soy una criminal por violar mi contrato de trabajo al no estar checando a la hora de llegada en punto o antes. Me quedan solo 10 minutos para llegar y quedan al menos unos 13 más del álbum.
Jamie Pan 3:12
Me calma escribir y que vamos un poco más rápido por Plan de Ayala, sin topes, como el inicio de "Jamie Pan".
Nos detenemos y comienza la voz:
My friend Jamie Pan Peter Pan of the park With flute he pipes his way On tree branches he plays
La escalinata de tonos coincide con la textura de la avenida Madero una vez que nos incorporamos a ella. Ahora la lentitud se debe al tráfico.
Giulietta - Interlude No. 2 4:54
Y entonces empieza a latir un corazón, se escucha un paisaje de noche. "Giulietta" comienza cuando nos detenemos en la glorieta. A cada sonido de cuerda corresponde un auto que atraviesa, como un carrusel, como si ese carrusel tuviera un cilindro con pequeñas protuberancias, como el mecanismo de una caja de música.
Me empiezo a sentir impaciente, tengo dos minutos para llegar y ya estuvo que los perdí. Pero lo bueno es que puedo terminar de escuchar "Flying away".
Quizá llegaríamos en un minuto a mi parada si este camión no se atravesará. Cuando se quita y nos deja el paso libre por la avenida me identifico con la canción, que llega a esa parte: "Good bye, sweet romance, I'm flying away now".
Y al final ni voy tan lejos, porque el conductor hace parada aunque nadie baje y nadie suba, y nos alcanzó la luz roja del siguiente semáforo. Deberían darnos por lo menos 5 min. de tolerancia. Quisiera poder reclamar que es ilegal que me descuenten 5 minutos, pero mi salud mental no me da lo suficiente para priorizar mi puntualidad y es un abuso de mi parte hacia la empresa llegar después de lo que estipula mi contrato, me quedo callada. Por eso y porque es mejor estar aquí (dizque ejerciendo mi profesión) con un salario mínimo que en un trabajo aún más precario en el que tenga que hacer turnos de hasta 14 horas.
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egoeimigine · 1 year
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Los primeros libros del 2023
Empecé el año con el pie izquierdo. Me habría gustado iniciar con el entusiasmo usual con el que uno se zambulle en el «borrón y cuenta nueva», pero no fue así, porque el borrón y cuenta nueva no existe.
Existe mi cuerpo, al que le duelen las falanges cada invierno, que no deja de acumular estrías y otras pequeñas cicatrices, que aún no se repone de una infección y está al borde de un cuadro viral, cuyo cuero cabelludo se reseca con el frío, con la muerte a cuestas, en las puntas del cabello y los sobrantes de las uñas.
Existe también una vorágine que me arrastró a simas paralizantes a las que no me gustaría volver, que me mantuvo presa del miedo y la angustia y que no se fue con el año, sino que siguió ahí, agazapada, exprimiéndome lágrimas como granizos.
En la universidad, los primeros libros del 2023 no son sino los últimos del 2022, los que quedaron sin revisar, sin diseñar, con el expediente incompleto, hay algún caso insólito que viene desde el 2020, que se cuela como un fantasma desgarbado entre los demás títulos, buscando su lugar en el catálogo ya publicado.
Al final del 2022, Licántropo Editorial aceptó la edición de una antología poética, el primer día de 2023 empezó a asustarme la decisión: El presupuesto es muy limitado. La edición tiene que estar lista «a la de ya» para poder distribuirla el 14 de febrero. Si nos tardamos, el cliente ya no querrá contratar nuestros servicios. Si lo logramos a costa de nuestra tranquilidad y nuestro bolsillo, seguramente podríamos terminar peleados con muy buenos contactos. Los acabados tienen que ser ideales: la edición debe verse cuidada y de calidad, pero con materiales ridículamente económicos.
¡Fuck!
Cuando estos libros eran los últimos del 2022 me llenaban de desasosiego: eran largos e interminables caminos, tortuosos, perdidos hacia el horizonte. Ahora que son los primeros del 2023, me llenan de ilusión, me emociona imaginar el barnizado UV en el libro de la dra. C, saber que yo diseñé los interiores del libro de la dra. A, poder presumir que ahora mismo estoy editando una antología que incluye a una de mis autoras favoritas.
Empecé el año con el pie izquierdo, enferma, deprimida, sin dinero, editando tres libros a la vez, y dándole seguimiento a otros tantos, porque si los retomara de uno por uno, me comerían viva. Pero mi pie izquierdo pudo sostenerme cuando toqué el piso y seguí caminando, arrastrando bacterias y virus en mis pasos, pero con un rumbo: sé que si sigo pasando la página llegaré hasta el final.
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egoeimigine · 1 year
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La última presentación de libro del 22
Hoy volví porque es la presentación de Moléculas para sobre/vivir, el poemario de Yuritzi Ávalos. Estoy en el café, que es un lugar precioso, con una curación de libros buenísima: libros de arte, literatura de culto, ciencias sociales. Y en este catálogo selecto está el poemario que publicamos con mucha dificultad tres personas que creen que pueden dedicar su vida a los libros, que siguen en el camino para descubrir la adultez, que tienen problemas mentales, que procrastinan, que se enredan en líos amorosos y profesionales que complican la tarea de mantener su proyecto editorial con vida.
Estoy sentada en el café y me siento nerviosa. Es la última presentación que tenemos este año. Regresé a medio día porque quería arreglarme con tiempo en mi casa, tenía el refri vacío y pensé que era buena idea comer en el centro. Me bajé de la combi enfrente de una taquería, estaba repleta y me fui de largo, subí por Abasolo porque ahí hay comida también. Otra taquería, no pude entrar. Un negocio de birria que me llama la atención desde hace meses, estaba lleno. Me metí en una tercera taquería a la vuelta del café. Entró una señora a vender obleas y le compré una. Comí muy rápido y me empezaron a angustiar varias cosas: el hecho de quedarme ahí sentada sin consumir nada mientras había personas haciendo fila para que les dieran un lugar y la idea de llegar muy temprano al café y sentarme a esperar el evento sin consumir nada, porque no pienso consumir nada. Me senté en la plaza frente al café y me comí un pedazo de oblea, estaba bañada de chocolate y amaranto, el bullicio de la gente se difuminaba detrás de la oblea crujiendo en mi boca, las luces cálidas que colgaban sobre la calle y los matices naranjas en la base de las pocas nubes esponjosas sobre mí me calmaron un poco. Decidí entrar y tomar algunas fotos, publicar algunas stories o algo. Y sin embarto, ahora estoy aquí sentada, con las manos frías y el corazón agitado, desviando mi atención en esta entrada de un blog al que siguen puras cuentas falsas que ofrecen servicios sexuales.
***
Todo salió bien, terminó la presentación y yo salí entera a pesar de que me tocó hablar en público. Y al final terminé tomándome un frappé de caramelo.
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egoeimigine · 1 year
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Estos últimos días del 2022, he vuelto a la lectura por placer, temporalmente apartada de las presiones de la vida adulta me di la oportunidad de regalarme una suscripción anual en Bookmate y volver a algunos textos que dejé pendientes en la app. Decidí volver a Conexión de Kae Tempest (2021) editado por Sexto Piso.
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Este texto me invitó a ser plenamente consciente de mi entorno y de los que me rodean. Me conmovió muchísimo cómo le autore habla sobre la conexión y el cómo su discurso tiende hacia la naturaleza bondadosa del ser humano.
Antes de que fuéramos cazadores, se nos cazaba. Aprendimos a unirnos, pero no para matar, sino para mantenernos con vida, para escapar de la depredación.
Conecté mucho con el libro porque le autore tiene una sensibilidad muy especial y muchísima empatía, interpela a una gama muy amplia de lectores, lectores que pueden conectar a través de experiencias estéticas y lectores que simplemente no logran hacerlo porque es más importante sobrevivir el día a día. Conectar está bien, y no hacerlo también está en.
Cada saludo a gritos, cada coche parado, cada sirena, cada niñe que grita, cada perro, zorro, radio. Todos los sonidos de ahí fuera son vida y gente viviendo. No es un ruido de fondo.
Al momento de leer me descubrí desensibilizada y desconectada, apagando el mundo con los audífonos y música de Teke Teke, una banda que me pareció muy apasionada a pesar de haber visto su performance a través de una pantalla.
No conecté con el mundo, pero conecté con mi mundo interior en ciertas partes de la lectura.
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egoeimigine · 1 year
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KALW Public Media / 91.7 FM Bay Area
On this edition of Your Call, we speak with independent bookstore owners to find out what's selling and how they survived the pandemic. They'll give recommendations for holiday gifts and discuss their selections for the best books of the year.
More than 300 bookstores have opened in the past couple of years — a revival that is meeting a demand for “real recommendations from real people," according to the New York Times.
What are you reading? And what does your local bookstore mean to your community?
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egoeimigine · 1 year
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egoeimigine · 1 year
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Mi primera vez en la FIL GDL
Me habría gustado adjudicarme un poco más de mérito en ir a la FIL. Quizá organizar con antelación mis actividades allá, el tiempo que iba a dedicar a este evento, llevar ahorros, una lista de libros y una maleta para aprovechar la venta nocturna.
Pero no fue así. Llegué jalada por una corriente salada, me pasé los días en esa ciudad con unas ganas de llorar latentes, sin ganas de salir, con la preocupación de estar presente en mi trabajo vía remota, pero con unas ganas inmensas de evadirlo también. Trabajé en silencio, sin comunicarme con nadie, perdiendo tiempo frente a la computadora, regresando una y otra vez a la misma página, haciendo un trabajo seguro por monótono y simple: formatear un manuscrito usando solo los estilos necesarios, borrar los estilos que estaban ahí por una razón desconocida.
Llegué el sábado en la noche, y él me llevó a Casa Impronta al final de la presentación de Feral de Gabriela Jáuregui. Sentí el impulso de comprar el libro e ir por una firma, la premisa de la novela me recordaba a Mar de piedra de Aura García Junco. No lo hice.
Si no mal recuerdo, él me regaló Mar de piedra el domingo. Para evitar que lo comprara en la feria me adelantó mi navidad.
Fui a la FIL el lunes por la tarde, a conocer personalmente a Mariana Giacomán. Habíamos estado intercambiando correos unas semanas antes y sentí que mi falta de comunicación la haría pensar que mi invitación para prologar un libro no fuera confiable. Tuve la necesidad de decirle a la cara: «Hola, yo te invité a colaborar en un proyecto editorial. He tenido unos meses de mierda, estoy en un pozo negro justo ahora, pero sí quiero trabajar contigo». Al llegar las vi: la editora, la diseñadora y la autora, las tres eran más bajitas que yo, por primera vez las vi en tres dimensiones, sus pieles reflejaban una blancura de hospital, fría y azulada, no sé si por los cristales o las lonas azules que indicaban «Salón E, Salón F, Salón G ↑». El estómago me dio un vuelco frío y huí hacia el baño de abajo. Luego volví a subir y esperé afuera del salón. Al final sentí unos nervios irracionales, no pude acercarme ni a ella ni a las editoras, ni participar siquiera durante la presentación. Al final terminé comprando el libro por segunda vez, y me acerqué con el pretexto de pedir una firma.
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Al día siguiente solo fui a ver los libros. Compré tres en el stand de Sexto Piso, ya que estaba ahí tomé Paz de Tanpınar, y pregunté por Cinco ciudades, sus libros se me habían hecho inconseguibles unos meses antes y me los llevé. La noche anterior platicamos sobre viajar fuera del país, dije que a mí me gustaría conocer Turquía. También decidí llevar Los niños perdidos de Valeria Luiselli para al fin tener todos sus libros. Huí temprano de la FIL ese día y fui por las cosas que me faltaban para hacer una versión muy simplificada de pan turco para comer en la semana.
El miércoles no hice nada más que quedarme a pensar en la inmortalidad del cangrejo. Por la noche discutimos su deseo sexual fuera de nuestra relación. Vi que ese día me perdí eventos a los que me habría gustado ir: la presentación de Aprovéchate de mí de Xóchitl Lagunes y la de Mar de piedra.
El jueves lloré por la mañana, luego llené mi agenda desde las 4:00 hasta las 10:00 para distraerme y dejarlo solo durante su sesión de terapia. Movió su sesión para acompañarme, me dijo que nos tomáramos fotos y lo hicimos en el stand de Chile. Ahí me llamó la atención el libro de Romina Pistolas, y me lo llevé.
El viernes lloré otra vez y no fui a absolutamente nada, regresé a Morelia y extrañaba con una urgencia exagerada mi casa.
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egoeimigine · 1 year
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Era un diez, pero... (en este caso era un García Cubas)
He visto un montón de tiktoks con la tendencia «Era un diez, pero...», en estos vi los testimonios de muchas chicas que hablaban de un prospecto masculino, que era guapo pero a lo largo de una primera cita o la relación que entablaron con ellos, fueron teniendo actitudes misóginas, racistas, clasistas, homofóbicas, en los mejores casos eran descorteses, sucios o groseros. Creo que quisiera compartir un testimonio parecido pero aplicado a mi ámbito laboral.
Hace unos meses me encapriché con ganarme el premio editorial Antonio García Cubas, un premio editorial que otorga el INAH cada año. Como trabajo en una editorial universitaria, y uno de los editores del campus, que estudió lo mismo que yo, egresó tan solo un año antes de la uni y trabaja el mismo tipo de publicaciones que yo ya tiene uno, yo dije «¿Por qué no intentarlo?» Solo tenía que hacer lo que siempre hago, eso sí, tratando de convencer a los autores de aceptar n recomendación para que se publicara su libro en lo que para mí sería su mejor versión.
Y llegó el prospecto perfecto para empezar la travesía rumbo al García Cubas. Era un libro que había entrado a la editorial unos meses antes que yo, se compone de dieciséis capítulos que hablan sobre un montón de temas ligados a una zona geográfica específica. Tiene capítulos sobre la descripción física de la zona, sobre la tecnología hidráulica usada por sus habitantes durante los primeros siglos de nuestra era; otros que hablan sobre el paisaje y las alteraciones de este por parte de los pobladores durante ese mismo periodo. Hay también algunos capítulos sobre lingüística, arqueología, otros más bien históricos-etnográficos y bueno, en general da un panorama muy completo sobre ese lugar durante un periodo de tiempo más o menos definido.
El contenido me gustó, aprendí mucho, la lectura en general no se me hizo pesada y pude imaginarme claramente algunas de las escenas del pasado que sus letras dibujaban. Pude imaginarme también una edición muy linda, este libro era hermano de otro título un poco más específico, ambos se desprendían del mismo proyecto de investigación. El libro del que hablo no tenía presupuesto para su impresión, pero el otro sí, y me imaginé utilizar este como conejillo de indias para salirme con la mía en un par de años más. Me atreví a imaginarme los dos libros editados como partes de un todo, el mismo diseño editorial con variaciones que denotaran su individualidad por supuesto.
Me imaginé que el diseño tenía que ser funcional tanto para impresión como para pantalla, porque así debe de ser en la editorial: todos los materiales se suben a un repositorio de acceso abierto.
Me imaginé ediciones lindas, el impreso me lo imaginé con cubiertas de cartulina texturizada, o quizá con una camisa de papel albanene sobre la que estuviera impreso el complemento de la portada (para hacer un juego con la transparencia). Pensé «Claro, sería muy bonito tener un diseño que juegue con la transparencia del albanene en un libro que habla principalmente sobre agua».
Me imaginé capitulares, ilustraciones hechas exprofeso para el libro (algunos colaboradores redibujaron varios gráficos directo de sus fuentes históricas, solo era cuestión de unificar su apariencia), me imaginé varios guiños editoriales muy monos, como el uso de calderones en el párrafo final de cada capítulo, también soñé con incluir un índice analítico.
Me equivoqué en imaginar todo eso porque el libro no es mío, no soy la autora, no tengo el poder de decidir sobre nada importante a menos que, quienes sí lo tienen, confíen en mi criterio. Me equivoqué en el tratamiento que le di al proyecto, en prometer una fecha de entrega de mi corrección y no respetarla porque el trabajo rebasó mis expectativas. Me equivoqué al no dar aviso sobre esto de forma oportuna y sentir pánico al ver que los días pasaban y el trabajo no estaba terminado.
Al final, me parece que la corrección quedó bastante decente, pero los coordinadores de obra la tiraron a la basura de una manera magistral. Tomaron el documento al que con tanta minuciosidad le cambié todas las comillas inglesas por españolas y revirtieron los cambios que hice sobre el texto, excepto en el aparato crítico. En el aparato crítico no revirtieron las comillas, y de hecho me confunde un poco lo que hicieron porque cuando entregaron su nueva versión me hicieron notar que mis correcciones sobre este apartado eran muy confusas e inconsistentes (ahí sí no me voy a excusar: usé una edición desactualizada del manual de estilo que querían seguir) y que le habían pagado a especialistas para arreglar lo que yo dejé mal hecho. No hay justificación para que hubieran trabajado con mi versión si tan mala les parecía, desde mi punto de vista lo ideal habría sido que usaran la versión anterior a mi corrección y que los especialistas hicieran lo suyo sin que se notara mi intervención (inoportuna).
Cuando entregué mi corrección les hice saber mi pretensión sobre el García Cubas, y me respondieron que para poder buscar algo así primero tenía que salir el libro —«Primero hay que terminar el libro, luego veremos»—. A mí me parecía lógico trabajar con el objetivo de obtener el premio, lograr una edición unificada, con criterios claros, con materiales complementarios que le agregaran valor: imágenes tratadas específicamente para el proyecto, un índice de materias para apoyar al lector en su búsqueda, una portada minimalista y funcional, que pudiera tener algún acabado especial en su formato impreso.
En fin, los coordinadores de obra ya pagaron a especialistas y diseñadores sin consultar o avisar antes a nadie, les pareció que la editorial no aportó más que tiempo perdido en una corrección inservible y en observaciones y propuestas vanas. Ellos van a hacer el libro según su interés, según sus gustos y sus criterios, según sus propias ambiciones. Puede ser que al final solo se sienten a deliberar que no vale la pena postularlo al García Cubas. Ni modo.
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egoeimigine · 1 year
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Rant de una editora loser llorona
Ni siquiera voy a despotricar en contra de nada. Simplemente tengo que soltar algunas cosas que me afectan para ver si así puedo sentarme a hacer todo lo que me falta.
Tengo una lista de pendientes que va creciendo como una bola de nieve que viene directo hacia mi cara: la maquetación de un libro, la preparación de un manuscrito, hacer un cronograma de una colección con tres títulos, el acuse de varios correos que se han ido acumulando en la semana.
Tengo la convicción de dedicarme a hacer libros, pero cada vez que tengo que echar mano de las llamadas relaciones públicas para echar a andar una idea, un proyecto, para dar seguimiento a algo, me siento como al borde de un precipicio, en la punta de una montaña helada. Siento que se me fisura la piel y se me llenan los pulmones de aire gélido, me da vértigo asomarme y solo quiero cobijarme en mi camita y cerrar los ojos para abandonarme a un descanso sin tiempo.
Mis condiciones laborales inestables, la carga de trabajo infinita y el cansancio de la vida doméstica que tampoco da tregua me hacen sumirme en un pozo negro de procrastinación. Sé que no soy la única, sé que lamentablemente muchas personas de mi generación se encuentran en las mismas, que también procrastinan, renuncian a su trabajo en silencio, se sienten asfixiados por las deudas, por las cuentas pendientes con hacienda, por la incertidumbre de no contar con un plan para el retiro, ni siquiera con la posibilidad de tener seguridad médica para poder atenderse alguna enfermedad imprevista.
Me digo a mí misma que en algún punto llegaré a tener algo de estabilidad si continúo: si maqueto el libro y lo entrego la siguiente semana, si dedico un par de horas a hacer el cronograma, si respiro profundo y me tomo un tecito mientras respondo los correos pendientes. Me doy palmaditas en un hombro y me digo a mí misma que, tal como una gota de agua constante puede horadar una superficie con los años, también puedo atravesar la incertidumbre para estar del otro lado y alcanzar certezas poco a poco.
Y finalmente, me digo: Por favor, cálmate un poco. Ya te has arrojado al precipicio de las solicitudes y no ha pasado nada, el precipicio que ves es apenas una zanja burda cuando te arrojas. Todavía quedan horas del día, días en la semana, en fin, meses en este año para que puedas sentarte y hacer lo que te falta, que a final de cuentas es algo que quieres y cuyos resultados disfrutas.
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egoeimigine · 2 years
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La lectura y yo IV
A finales de 2020 decidí comprar libros para hacer mi tesis, y también me animé a comprar otros libros nomás porque sí, porque se me antojaba leer sin obligación como en mi adolescencia.
A casi dos años de eso, he recuperado bastante bien mi relación con la lectura y sigo nutriendo mi biblioteca personal. En estos dos años he aprendido a soltar algunas creencias que tenía sobre la lectura.
Leer un libro a la vez
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Pensaba que no podía repartir mi cabeza entre varios libros hasta que se me ocurrió intentarlo. Un título para leer en el transporte, otro para los ratitos en los que me despegaba del celular y podía sentarme tranquilamente a procrastinar leyendo, otro para la noche, quizá uno más que podía terminar de una sentada. Esta manera de leer me ha funcionado más que nada para terminar títulos largos o especializados, así siento que no me estanco y tampoco me aburro y los dejo.
Leer siempre hasta el final
Esta creencia va de la mano con la anterior, al menos para mí. Leer un libro hasta el final implicaba no distraerme con otras cosas, al empezar un libro me enfrascaba en una relación monógama en la que nadie obtenía nada bueno, ni yo me sentía satisfecha del todo por mi ritmo para leer ese libro en particular o porque me costaba mucho trabajo entender o mantener mi atención enfocada ahí, ni el libro tenía la certeza de estar ante una lectora del todo comprometida o de plano alguien que no lo va a leer jamás. Y es que el compromiso con un libro no implica forzarte a estar en el mismo sitio página tras página absorbiendo todo en piloto automático, sino que implica volver con disposición porque te interesa el libro y solo necesitabas ir y aprender otras cosas antes de sentarte otra vez.
En fin, no tiene nada de malo no terminar un libro, y la verdad es que me identifico mucho con la idea de que hay tantísimo por leer y la vida es tan corta, que es mejor no perder el tiempo con algo que no es para nosotros.
Acumular libros sin leer
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Me ha costado, pero me digo siempre que no debo sentirme culpable por acumular libros sin leer. Y es que es cierto: leer y comprar libros son dos hobbies distintos. En mi caso, el objetivo de hacerme de una biblioteca personal es más bien coleccionar ediciones que me parecen valiosas por una u otra razón. Pero creo que una idea que aplica siempre es que los libros no se van a ir a ninguna parte, puede ser que la lectura les llegue en un año, o la siguiente semana, cuando sea está bien.
Miedo a las suscripciones y a otros formatos de lectura
Algo que también me ha ayudado a reconciliarme con la lectura es mi suscripción a bookmate. Así puedo tener un catálogo amplio a la mano y me ahorro dinero y espacio. Puedo empezar todos los libros que quiera sin pensar que tengo que pagar por cada uno, claro, esto también implicó enfrentarme al estrés postraumático de la pésima experiencia que tuve leyendo casi toda la licenciatura en pantalla. Y bueno, también me animé a escuchar audiolibros.
Este último mes no he leído tanto como me hubiera gustado, pero me mantengo espantando estas creencias y me siento muy a gusto con lo que he logrado hasta ahora.
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egoeimigine · 3 years
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Boda de Octavio y Rubí
Dicen que el francés es la lengua del amor, seguramente porque cuenta con numerosos matices de significado en la materia amorosa y sus respectivos vocablos para nombrarlos. En nuestra lengua, probablemente tenemos el vocabulario amoroso más indispensable, no puedo asegurarlo, pero por ahora podemos citar, por ejemplo, los verbos amar, querer y desear. Los tres tienen en común, además de la línea semántica, que son verbos transitivos: amar, querer, desear algo o a alguien.
Estos tres verbos son también regulares, y perfectamente conjugables en los tres modos del español: Te deseo, No dudo que me quieras, Ámame. Algo que me llama la atención particularmente es este último caso, el imperativo. Puedo ordenarle a alguien: ama, quiere, incluso, desea, y al tratarse de verbos transitivos, podemos fungir nosotros mismos como objeto directo de esa orden: ámame, quiéreme, deséame (como yo a ti, te lo ordeno). Ante el carácter mandón que se puede imponer a estos vocablos, tenemos ramas inmensas de significaciones con sus inmensos matices y además tenemos también inmensos contextos de enunciación.
Si amamos a alguien, pensamos en modo subjuntivo. Todo es el deseo del otro, de su presencia, de su tiempo, de su cuerpo incluso, la hipótesis del nosotros, de nuestra compañía, de nuestro contacto, en fin: el deseo de la compañía y el contacto hipotéticos. A esta necesidad de presencia del amor, de los verbos amar, querer, desear; está íntimamente ligado el verbo estar.
Siempre pensamos subjuntivamente, esperamos que esa personita que amamos nos diga "Quiero estar contigo” para hacernos dichosos. El estar frente al ser amado y decirnos en voz alta al mismo tiempo “Estamos juntos” o “Estoy contigo”, suele traernos una sensación de bienestar e incluso satisfacción. Y he aquí que encuentro al verbo estar como el más adecuado para expresar el amor, sencillamente por dos razones: la primera es que es copulativo y la segunda es porque a pesar de que es absurdo ordenarle a alguien que nos ame, nos quiera o nos desee, se puede conjugar estos verbos en imperativo, cosa que para estar es extrañísimo. No podemos ordenarle a alguien que esté con nosotros con una sola palabra, se necesitan al menos dos: “Está conmigo”, la diferencia del verbo estar respecto a los otros verbos que mencioné es que este es intransitivo, no podemos introducirnos en la palabra como objeto directo de una orden como el enunciado Ámame.
Me gusta pensar que el verdadero amor consiste en dejar que el otro ejerza plenamente su voluntad y conjugue el verbo estar en una frase que nos produzca placer (un placer subjuntivo a fin de cuentas): “Estoy enamorado de ti. Estamos juntos. Estemos así un largo tiempo”.
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