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#Muchachas in Uniforme
falsebooles123 · 1 year
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FUCK its the end of January - Diary of a Big Ole Gay 1/31/2023
Hey whores, its me your bitch back on his bullshit.
So I have a interview tomorrow and I'm waiting to hear back from like three, four different places. so its a lot of waiting.
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(yeah I kinda hate having to sit on my ass and waiting)
Also I probably didn't watch that much queer stuff this week so sorry? I mean I had to slow down a little whores. most of this stuff is stuck behind a paywall. (pssst I have a ko-fi if you wanna help a whore out).
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The Legend of Lylah Clare (1968) dir. Robert Aldrich
So this is one of those movies that had a queer element and then were also just very poorly recieved for completly unrelated reasons, (think Sylvia Scarlett or Glen or Glenda). This film is about 80% less gay then that. On one hand you have this very meta type of patisches to it its a lot of elements from things like Rebecca and Sunset Boulivard.
You basically have this young actress who has this preternaturally ability to imitate Lylah Clare a golden age star who died in a spectacular fasion and she bascially falls into the wild child/Bisexual Vamp role. If you remember me discussing Lola from Pandoras Box then you have a sense of what I'm talking about.
TBH it is very campy and fun but the reason why this is on the list is that one of the characters is a lesbian and she was fucking Lola Rebecca, *checks notes*, sorry Lylah Clare.
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Muchachas de Uniforme (1951) dir. Alfredo B. Crevenna
so this is a mexican remake of the classic and while there are some aspects I really like about it (the expressionist type architecture, the costume design), it tones down a lot of the queerness of the original.
I will say that this
1. is a lot darker and if you know how the original ends then know that they go for the bummer ending. (bury your gays)
2. I watched this on youtube and there were no English Subs so I had to use the auto-translate function which meant I only got the barest bones concept of the dialogue. its buggy, spanish is a fast spoken language and also if I understood spanish the dialogue would probably be really pretty. So understand there is a language barrier for me here.
Lo siento, me esponal no es bueno, estudiar para tres anos perro soy es estudiente malo. Sue me.
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Madchen in Uniform (1958) dir. Géza von Radványi
This one is a lot more faithful to the original but they also butcher the bedroom kiss scene. However they do make that up with this kiss later on when they extend the play plot point.
I will say that I do like aspects of this film, i like there take on it but the original madchen in uniform is far superior to both of the remakes.
and thats not to say that the remakes are bad films they have a great aestetic, they add little details the original does but its something about the original that just sings in a way these ones dont
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Everything Else I watched this week and a half
as you can tell I watched Infinity Pool, It was great. Horror Autuers are like lets shit on rich people and I'm all for it. Its giving sci-fi taking to its psycological horror extremes and what happens when you give in negative nihilism.
Also watched 2017 B&B, its a gay thriller and its pretty good if a bit triggering.
I finished the rest of the Hammer House of Horror and umm what else...
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So I watched Bi-coastal, one of the Catalina Bisexual Features they did in the 70s directed by Tom DeSimone, (or as he went by then Lance Brookes). The men in it are definetly hollywood twink and not the sexy Gage Men, but despite that Bi-Coastal was V V hot. and honestly very bi positive for the time.
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celluloidrainbow · 2 years
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MUCHACHAS DE UNIFORME (1951) dir. Alfredo B. Crevenna Manuela is taken to a boarding school after the death of her mother. There, she has trouble adjusting to the rigid discipline of the headmistress, who fervently believes that hunger and austerity are the only ways to keep the girls in line. Manuela, however, finds comfort and understanding in Lucila, the youngest teacher at the school whom all the girls admire. An exceptional Mexican remake of the 1931 German original, Mädchen in Uniform. (link in title)
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demon-fist-sixth-gen · 8 months
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No es normal que Kaede ande a estas horas por el instituto. Su modus operandi involucra ser la última en entrar en el aula y la primera en recoger, normalmente antes de que el profesor señale qué ejercicios tienen que llevarse a casa.
Por desgracia, al menos una vez al mes es su turno de barrer el aula, y por no hacerle la faena a su compañera sustituta, una chica muy guapa y a la que le va a pedir un beso por las molestias, se ha quedado a hacer su turno. Se ha dado prisa, ha hecho un trabajo bastante malo, pero al menos se ha presentado.
Cuando sale, está convencida de que es la única alumna que queda en el instituto. Decide dar la vuelta larga, pasar por todas las aulas a ver si encuentra algo curioso; quizá una parejita de la que reirse o a algún empollón encerrado en un armario.
Lo que sí que no espera es ver a una chica de piel morena y pelo corto, recibiendo una bronca de escándalo por una profesora que no reconoce. La muchacha está claramente escuchando lo que le dicen con atención, pero no parece afectarle demasiado. Kaede se planta delante de la puerta, abierta de par en par, y señala con dedo acusador.
-¡TAIGA OTSUKA! ¡¿ES QUE VIENES BUSCANDO PELEA?!
-¿Qué? Taiga se gira hacia la rubita. Ah… Matsuda. No tengo ganas de hablar contigo. Y vuelve a fijar en la profesora. Le quita el papel de la mano y se levanta. Como sea, se lo traigo la próxima vez que venga. Es lo que quiere, ¿No?
Tiene que empujar a Kaede, que siente como si un camión le hubiera apartado, para hacerse paso, y camina por el pasillo, con el papel en la mano. Kaede trota detrás de ella.
-¡Espera! ¡¿Pero qué haces tú aquí?! ¡¿Y NO ME IGNORES?!
-Estudio aquí. Taiga tiene un deje de exasperación en el tono de voz. Estamos en el mismo curso.
-¿Desde cuando?
-...desde el principio de curso.
-Si, hombre. ¿Y como no te he visto?
-No te habrás fijado.
-¡Como no me voy a fijar! Kaede señala a Taiga. ¡Mirate! ¡Si parece que alguien le haya puesto el uniforme a un gorila!
- ….
-¡Por lo menos podrías llevar el de chico!
Taiga suelta un suspiro pesado y se frota los ojos. Encuentra a la rubia imposiblemente molesta, y no entiende por qué Satomura insiste en dejar que se acerque a menos de quinientos metros del gimnasio.
-No suelo venir. Tengo trabajo, así que no necesito estudiar. Pero aún me obligan a hacer los exámenes, que luego me tiene que firmar Satomura. Tengo que graduarme, solo no hace falta que venga
-Qué suerte, la verdad que me da bastante envidia. Oye, ¿Y de qué curras? Porque siendo menor y... Kaede se muerde la lengua, porque la verdad que no está del todo segura.
-…
-¿Me lo vas a decir o no?
Taiga se gira a ella, con sus gruesas cejas fruncidas en una expresión entre el enfado, la confusión y la frustración más absoluta. La cara de Kaede es de perpleja confusión, aunque poco a poco parece darse cuenta de lo que ha dicho.
-Ah....
...
....Ya, claro. Oi, ¿Te acompaño a casa?
-Voy al gimnasio.
-¡Yo también! ¡Decidido! Te acompaño.
Taiga va a discutirle, pero ya están en el zapatero de la entrada y, sinceramente, no tiene energías. Sale con ella y desaparecen por las calles de Trigal.
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julian-azkhargen · 4 months
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Una cita en Passio
Es una radiante mañana en Passio, y a Lucilla le espera una emocionante cita con Emmet, el Jefe Metro del Metro Batalla de la región de Unova, al cual le insistió mucho debido a la apretada agenda del hombre de sonrisa radiante.
Exactamente son las diez y cuarenta y dos de la mañana, y Emmet no deja de mirar el reloj con preocupación, pero sin dejar de sonreír con paciencia e ilusión. ¡Por fin tendría una cita con Lucilla! Él lo ha querido desde hace mucho tiempo, pero como en Passio ha estado ejerciendo de mayordomo la mayor parte del tiempo, no ha podido juntarse con ella tanto como quisiera. Sin embargo, gracias a la insistencia de la chica que por fin pueden reunirse. A pesar de todo, ella debió haber llegado hace más de media hora, pero Emmet no desespera por mucho que no pueda despegar su mirada del reloj. Su Escavalier, a su lado, lucía igual de ilusionado.
“¡Emmeeeet, perdóoooon!” grita Lucilla a unos cuantos metros mientras trota hacia él.
Al joven bien vestido se le iluminan los ojos al verla y no puede evitar sonreír ampliamente mientras dice el nombre de la muchacha. Tras una breve pausa, la mira de arriba a abajo un par de veces y se ruboriza suavemente.
“Creo que ‘Señorita Lucilla’ suena bien para ti hoy,” dice Emmet con total franqueza. La entrenadora está vistiendo un elegante vestido rojo y negro, el cual hace juego con el del Oricorio de fuego que la acompaña.
La joven sonríe con confianza y le posa elegantemente mientras ondea su vestido, preguntándole si le gusta, a lo que hombre de permanente sonrisa le responde que le encanta, ya que le hace ver más preciosa de lo que ya es. La chica le dice agradecida que el hecho de que él también vaya elegante le hace ver más atractivo aún, puesto que ese traje de mayordomo le sienta de maravilla; pero para sus adentros piensa que le queda incluso mejor que su habitual uniforme de Jefe Metro.
Emmet ríe un poco nervioso y le confiesa que, aunque está complacido por ir a juego con su compañero pokémon, aún no se acostumbra del todo a su elegante traje, y que incluso se le cae el monóculo constantemente, pero que aun así le gusta mucho vestir de esa manera y que está encantado de que a ella también.
Lucilla le dice con una suave sonrisa burlona que ya se acostumbrará, a lo que Emmet asiente para luego preguntarle con una sonrisa curiosa del por qué se retrasó tanto, a lo que la elegante joven le responde muy orgullosa que se le fue la hora bañando a sus queridos pokémon, cosa que ella ama hacer.
El Oricorio que acompaña a Lucilla, se pone muy feliz ante esta declaración, provocando que su entrenadora sonría muy complacida, ya que era impensable que tanto ella misma como sus pokémon asistieran a una cita elegante sin estar previamente bañados y acicalados como corresponde. Emmet sonríe cálidamente y le asegura a Oricorio que también está muy guapo hoy, provocando que el pequeño pájaro rojizo grazne de felicidad y dé pequeños giros aéreos de la emoción. Lucilla le hace un cumplido similar al Escavalier de Emmet, y tras darle unas palmaditas en la cabeza al pokémon de tipo bicho, sonríe con mucha energía y asegura que está lista para afrontar los desafíos que le esperan durante la cita, por lo que le pregunta a su acompañante sobre el itinerario, a lo que él, como respuesta, saca un papel de su bolsillo y lo lee.
“Aquí dice que lo primero es dar un paseo por algunas tiendas y tener un par de combates pokémon antes de ir a almorzar,” le aconseja.
La chica, con una sonrisa juguetona, golpea con los dedos suavemente el costado del amigable hombre de cabello gris, diciéndole que sabe muy bien como complacerla; y acto seguido, imita su reconocida pose de Jefe Metro para decir bastante alto: ‘¡Todos a bordo!’, como si quisiera imitar al gemelo mayor de Emmet, Ingo, el cual también ha estado muy ocupado con sus labores de mayordomo últimamente. Emmet ríe ante esto y también hace su famosa postura para, a continuación, decir con su habitual y radiante sonrisa:
“¡Todos a bordo!”.
La primera parada en las numerosas tiendas de Passio es en una de accesorios para pokémon. Si bien ambos no son de los que hacen que sus equipos participen en concursos pokémon, es divertido imaginar cómo se verían sus compañeros con todo tipo de accesorios extravagantes al momento de combatir entre ellos. Emmet admite que le costaría imaginarse a sus pokémon usando decoraciones y que prefería ser él mismo quien los use, para que no les estorbaran durante la batalla, a lo que Lucilla le responde que hay una manera de hacer eso realidad en cierta medida, y es que le ordenara a Azuro, su Zoroark, que se transformara en él para luego ponerle accesorios y así ver cuales le quedaría mejor.
“A fin de cuentas, a Azuro le gustaría participar en algún curso a futuro, sin dejar que su naturaleza tímida y tipo siniestro le hagan hacer marcha atrás,” le comenta la joven.
Emmet sonríe un poco nervioso y se encoge de hombros, pensando que tal vez había hablado demasiado. “Admito que sería divertido de hacer, siempre y cuando a Azuro le parezca bien, y que no te importe ser la siguiente sujeto de pruebas para practicar con él.”
Ella ríe diciendo que estaría dispuesta a todo con tal de verlo a él con accesorios para pokémon.
Tras otra pequeña charla de unos pocos minutos, caminan hacia otra tienda, esta vez a una de maquetas de trenes, provocando que Emmet quede petrificado en la entrada con una inmensa sonrisa en el rostro. Lucilla le sonríe con dulzura mientras le dice que entre, pero el hombre responde que este día es para ella, por lo que debe acatar sus gustos y no los suyos propios, sugiriendo que sería mejor ir a una tienda que vaya más acorde con ella. Sin embargo, la hermosa muchacha quiere que ambos disfruten de la cita yendo a sitios que les gusten a los dos. Además, ella admite que también tiene mucha curiosidad por ver esas maquetas, alentando así al Jefe Metro; con lo cual, él sin ocultar su felicidad, entra entusiasmado.
Una vez dentro, los ojos del joven se enfocan en una maqueta tras otra, analizándolas instantáneamente como si fueran de verdad, cosa que no sorprende a Lucilla debido a que sabe perfectamente lo mucho que le gustan los trenes, tanto a él como a su gemelo mayor, al trabajar ambos con trenes día a día en el Metro batalla. El entusiasmo de Emmet se vuelve tan abrumador que no puede contener sus pensamientos y comienza a hablar como un fanático sobre cada modelo que hay en la tienda, compartiendo sus conocimientos y gustos con Escavalier y su chica, la cual, aunque no entiende nada de los tecnicismos y la razón por la que algunos trenes son mejores que otros, escucha atentamente con una encantadora sonrisa, al amar profundamente el poder oírle hablar de que algo que le fascina a su querido Jefe Metro.
Tras varios minutos de comentar todas y cada una de las maquetas en la tienda, ambos salen para tomar aire nuevamente. Lucilla le sugiere a Emmet que la próxima vez que visiten una tienda así, deberían invitar a Ingo también, puesto que ama tanto los trenes como el propio Emmet, o incluso más, a lo que el gemelo menor asiente con su típica gran sonrisa mientras trata de recomponerse para volver a verse lo más profesional posible de nuevo.
Tras dar unos pocos pasos, se encuentran con una pequeña tienda de cachivaches con forma de pokémon, provocando que la joven abra los ojos con cierta sorpresa y se disponga a entrar con mucho interés, a lo que el elegante mayordomo sonríe con curiosidad y entra justo después de ella. Apenas entran, ven que los escaparates están a punto de estallar de tantos diversos productos que albergan: vasos, tazas, lápices, cuadernos, libretas, botellas, gorras, mochilas, audífonos, marcapáginas, pulseras, sudaderas, camisas, calcetines, relojes, llaveros, y un sinfín de artículos más. Los ojos de ambos se maravillan ante tantas cosas, las cuales sorprendentemente caben en el reducido espacio del local por mucho que pareciera que ya no cabe ni un alfiler.
Lucilla camina despacio hacia un llavero de Togekiss y lo agarra suavemente para acariciarlo como si estuviera hecho de cristal. Oricorio emite un pequeño sonido de tristeza mientras agacha la mirada, mientras que Emmet sonríe con tristeza al presenciar esto, ya que sabe perfectamente por qué su cita reaccionó así.
Lucilla estaba pensando en su antigua compañera, su Togekiss de cuando era niña y cuyo fallecimiento aún le causaba pena y dolor. Tal traumático hecho, provocó que dejara de participar en los combates pokémon durante mucho tiempo, y si bien actualmente ella ya había vuelto a batallar con la pasión y fuerza de antaño, el dolor por haber perdido a su compañera a veces se manifestaba en momentos como este.
Emmet, preocupado, se le acerca cautelosamente y le sonríe con empatía. “Lucilla, ¿estás bien?”
La joven asiente con lentitud, pero sus manos comienzan a temblar un poco. Emmet saca un pañuelo inmaculado de su bolsillo y se lo ofrece.
Lucilla lo rechaza cortésmente y le sonríe tratando de recomponerse. “Gracias, pero estoy bien; es sólo que me vinieron muchos recuerdos a la mente, de los hermosos.”
El mayordomo sonríe aliviado mientras guarda el pañuelo, y le habla con calidez y empatía para tranquilizarla a pesar de todo, mientras que Lucilla, sintiéndose incluso mimada, le dice que le encantaría poder llevarse el llavero, a lo que Emmet le responde con cierta emoción que podría comprárselo sin ningún problema, principalmente al ambos haberse puesto de acuerdo de antemano que él pagaría por ella en la cita de hoy. Lucilla le sonríe con cariño mientras se lo agradece de corazón, y acto seguido, Emmet lleva el llavero donde el cajero y lo compra para entregárselo a su cita, la cual ama más de lo que le gusta admitir. La joven, encantada, lo guarda mientras Oricorio parece conmovido por esto.
Ambos salen de la abarrotada tienda unos minutos después y se disponen a entrar a unas cuantas más para pasar el rato antes de ir a por combates.
Tras haber visitado una buena cantidad de tiendas, Emmet le pregunta a Lucilla si ya está lista para que vayan a buscar entrenadores a quienes retar, a lo que la entusiasta chica responde con mucha energía que tiene ganas de sobra de combatir de una vez. Antes de que tuvieran tiempo de buscar un contrincante, se les acerca una cara conocida; se trata de Hilarino, un joven adulto fanfarrón cuyo único deseo actualmente es superar a Lucilla, su rival. El joven, al verla, le expresa con mucho entusiasmo que lleva bastante tiempo buscándola para retarla a una batalla pokémon, y que no aceptará un ‘no’ por respuesta en este momento.
La muchacha, un poco sorprendida, le responde: “Oh, vale, pero estamos en Passio, ¿recuerdas? Los combates son generalmente de tres contra tres.” Mira a Oricorio, a Escavalier y finalmente Emmet, y sonríe con confianza. “Aunque supongo que por esta vez podemos hacer un dos contra dos si encuentras quien te acompañe. ¿Qué me dices?”
Antes de que Hilarino responda, aparece otra cara conocida; es Umbra, la hermana menor de Lucilla.
“Vaya, menuda sorpresa encontrarte aquí, aunque debo admitir que tenía cierto presentimiento de que te vería de alguna manera hoy,” le dice. Su Frostmoth la acompaña también. “¿Estás buscando oponentes, ¿verdad? Dame la oportunidad de pelear contra ti para que veas cuánto he mejorado.”
Hilarino se emociona muchísimo ante esto “¡Ahora no tienes excusa alguna para no aceptar un combate pokémon de dos contra dos!”
Emmet sonríe muy seguro de sí mismo y les dice a sus contrincantes que dará todo de sí, pero que, sin importar el resultado, espera que todos se diviertan. Lucilla le responde con cierto sarcasmo que sí, que ojalá lo pasen bien, pero que evidentemente es mucho más divertido cuando uno gana. Al escucharla, Emmet responde con una frase muy típica suya:
“Yo soy Emmet, y lo que más me gusta de todo es ganar.”
Su Escavalier gruñe como si quisiera enfatizar las palabras de su entrenador, mostrando fieramente su predisposición para combatir. Emmet le sonríe con la misma impaciencia por empezar, y luego le pregunta tanto a su compañera como a sus contendientes si están listos, a lo que responden que sí, pero Lucilla agrega antes de comenzar mientras le sonríe con confianza y orgullo:
“Ah, por cierto…, a mí también me gusta ganar más que nada.”
Como una señal, ante esta declaración, todos sacan sus pokémon para combatir, donde Emmet y Lucilla pelearían, tal vez de no la manera más sincronizada pero sí con desbordante pasión y amor por los combates pokémon.
La batalla no dura demasiado y la pareja sale victoriosa con una cierta ventaja, por lo que Hilarino se frustra al no haber podido ganar nuevamente, pero le jura a Lucilla que seguirá entrenando arduamente para demostrar que puede ganar con su querido Metapod. Umbra, por su parte, si bien un poco decepcionada de sí misma, se alegra de haber podido dar todo de sí en el combate y felicita a su hermana por tan buen desempeño junto a su cita, mientras hace que su Frostmoth vuelva a su Poké Ball. Lucilla le responde que con un poco más de entrenamiento le pondrá las cosas difíciles a futuro, y la alienta a no desanimarse por esta derrota ya que Oricorio tenía ventaja de tipo contra su Frostmoth.
Hilarino, por su parte, se va a entrenar en el bosque de Passio mientras que Umbra se despide de ambos y continúa con lo suyo.
Emmet felicita a Lucilla por la entretenida y apasionante batalla que acaban de tener, y le dice que deberían continuar con los combates por un rato para que aprovechen el calor del momento. La joven responde que un solo combate no la dejaría satisfecha de momento, por lo que deberían buscar un tercer miembro para combatir antes de ir a almorzar. Así que, tras un rato de búsqueda, ambos se encuentran con Brock, amigo de la infancia de Lucilla, el cual, para sorpresa de nadie, estaba intentando ligar con una apuesta entrenadora.
Los combates del trío son de lo más emocionantes y logran hacerse con la victoria en todos los encuentros, y hubieran seguido peleando el día entero de no ser por cierta interrupción de Emmet.
“Lucilla, deberíamos irnos ya a almorzar, reservé una mesa en un buen restaurante y no quisiera que nos retrasáramos; podemos seguir combatiendo después si así lo quieres, aún tenemos el resto del día.”
Lucilla se sorprende ante esto y le pregunta si realmente tienen que partir ahora mismo, ya que tenía ganas de surcar los cielos con él en Merlina, su Corviknight, antes de almorzar, aprovechando el estupendo clima que hacía. Emmet, notoriamente incómodo, le sonríe diciendo que, a pesar de que sería mejor ir lo antes posible, podría satisfacerla permitiéndole volar diez minutos junto a ella, pero que, por favor, no fuera a gran altura. Sin perder un instante, Lucilla saca a Merlina de su pokébola, la cual se muestra tan noble como lo es su personalidad. La chica se sitúa sobre ella en un parpadeo y anima al incómodo galán a su lado a subirse, pero éste, casi tembloroso, sonríe forzadamente mientras trata de juntar valor para montarse. Lucilla le ayuda a subirse y él se aferra a ella intentando no ser demasiado invasivo, provocando que la entrenadora riera afirmando que aún están en tierra, y que le parece de lo más divertido que se ponga así. Ante esta declaración, Emmet se avergüenza y entierra levemente su cara en la espalda de su cita mientras se disculpa.
Acto seguido, Lucilla le da la orden a su compañero volador para que se eleven en el aire, causando una reacción de terror instantáneo en su cita, pero tratando de armarse de valor para despegarse de ella para así disfrutar el paisaje.
“¡Menudas vistas desde aquí, Emmet! ¡Enfrenta tu miedo y mira a tu alrededor!” le grita entusiasmada Lucilla, quien está sonriendo ampliamente mientras goza de la brisa que peina su cabello. Incluso Oricorio parece estar disfrutando del momento tanto como su entrenadora, quien, a pesar de poder volar, está bien sujeta a ella junto a Escavalier.
“Yo soy Emmet..., ¡Y debo enfrentar mis miedos!” se dice el mayordomo a sí mismo mientras trata con todas sus fuerzas de desenterrar su cara de la espalda de su compañera y abrir los ojos.
Tras unos segundos de alejar su rostro lentamente de Lucilla, se recompone y abre los ojos lo máximo que puede, pero el terror se apodera de él y se agarra con más fuerza todavía a ella, temblando como gelatina y exclamando lo alto que están volando. Lucilla carcajea ante esta declaración y le dice que en realidad no está tan alto, que es una exageración, y que no debería preocuparse por eso, sino en concentrarse en el exuberante paisaje de Passio. Pero aun así le pregunta si está bien, al saber de antemano el terror que su amigo le tiene a las alturas.
Emmet se tranquiliza instantáneamente afirmando que está bien a pesar de todo, al darse cuenta de la belleza de la isla artificial vista desde arriba, la cual nunca habría podido imaginar ni en sus sueños más locos.
“Wow..., qué increíble vista... ¡Es maravilloso!” exclama el joven sonriendo como un niño pequeño al que le llevaron al parque de atracciones que siempre quiso ir.
“¡Por supuesto! ¿Por qué crees que me gusta tanto volar si no? Estas vistas no se consiguen viajando en trenes, ¿sabes?” le responde Lucilla en cierto tono burlón.
“Uh, qué problema, ya no sé si decir que este paisaje es tan hermoso como tú... o si tú eres tan hermosa como este paisaje...” titubea el mayordomo con un sonrojo tan fuerte como las partes rojas del vestido de Lucilla.
La chica ríe agradecida ante semejante cumplido, y le afirma que piensa lo mismo de él y su elegante traje de mayordomo, avivando un mayor rubor en él, que lo obliga a enterrar su cabeza nuevamente en la espalda de su cita, pero esta vez haciendo un gran esfuerzo de mantener los ojos abiertos mientras mantiene su rostro girado hacia la derecha para no perderse de mucho.
Al cabo de unos pocos minutos, ambos vuelven a tierra y se dirigen al restaurante prometido, el cual es incluso más elegante de lo que Lucilla se había imaginado. Los dos se sientan frente a frente en la mesa designada, la cual está un poco alejada de las demás, para así tener mayor privacidad. La pareja comienza a ver el menú mientras charlan sobre la experiencia aérea que acaban de tener, donde Emmet afirma que, a pesar de haber tenido mucho miedo y que sigue prefiriendo la seguridad que ofrece la tierra firme, igual lo disfrutó. También pensó para sí mismo que no le importaría repetir si Lucilla le insistía en volar de nuevo, ya que él jamás trataría de otra cosa que no fuera satisfacerla, no sólo como el mayordomo que es mientras dure su estancia en Passio, sino que también por lo muy enamorado que está.
Lucilla mira el menú durante un buen rato tratando de decidirse; ¿sería buena idea pedir una sopa tibia de calabaza a pesar de tener la oportunidad de comer cosas más exóticas? Será su comida favorita, pero no sabe si decantarse por eso o arriesgarse a probar algo nuevo. Emmet le sonríe un tanto divertido al ver a su compañera tan confusa sobre qué ordenar, a lo que le responde que no debería hacerse problemas y que pida todo lo que ella quiera, ¡que nada le haría más feliz que complacerla tanto a ella como a su paladar! Sabiendo muy bien que es posible enamorar a alguien a través del estómago, Emmet está más que dispuesto a gastar todo lo necesario con tal de conseguirlo. Además, él, muy profesional como mayordomo, se dio el trabajo de estudiar cada comida del restaurante para así poder orientar mejor a su compañera durante la comida en la cita.
Lucilla, tras pensarlo bastante, decide que sí pedirá su amada sopa tibia de calabaza, pero que, debido a lo abundante del menú, no sabe qué más elegir.
“¡Es que todo parece tan delicioso! No hay estómago al que le quepa tanta comida, así que es difícil elegir entre tantas opciones.”
Su cita sonríe con mucha confianza y le hace unas cuantas recomendaciones, a lo cual ella acepta sin siquiera pensarlo, al saber que le gustará cualquier cosa que él le recomiende, por lo que piden su comida al amable y elegante camarero más cercano y se dedican a charlar de cosas mundanas mientras esperan sus platos.
El tiempo pasa volando mientras comen y conversan; todo es muy agradable, desde la comida hasta el ambiente y, claro está, la compañía del uno con el otro, lo cual, por encima de todo, es lo mejor del momento.
Tras haber terminado el postre, que sin duda alguna fue arroz con leche por parte de Lucilla, su favorito; se levantan para pasear por Passio para así bajar la comida y, por qué no, para tener más combates pokémon. Nunca se tienen suficientes en un día, sobre todo para dos amantes de las batallas como lo son ellos dos, así que durante el resto del día se dedicaron a luchar todo lo que pudieron hasta que estaba por darse la puesta de sol, donde Emmet le pidió a su chica que por favor la acompañara a un sitio muy especial.
“¿Cuál será el último destino del día de hoy?” le pregunta Lucilla, un poco confundida.
Él, visiblemente nervioso, no le responde con claridad. “Vamos a... un lugar encantador que sólo podemos ver nosotros,” le dice con algo de nerviosismo.
Lucilla, como la joven algo despistada que es, no se da cuenta que su elegante mayordomo le tiene preparada una sorpresa muy especial, algo que él pretende aprovechar, ya que así será mucho más grata dicha sorpresa. Emmet, un poco nervioso y ruborizado, le ofrece el brazo a su amada, quien acepta muy gustosa y orgullosa; ¿cómo no iba a estarlo? ¡Si su cita ha sido Emmet, el Jefe Metro!, el cual para ella es más atractivo que su gemelo mayor, Ingo, probablemente debido a su radiante sonrisa, tan hermosa y brillante que sería capaz de iluminar la habitación más oscura y de curar la más terrible de las enfermedades. Motivos de sobra hay para estar de lo más satisfecha ante la posibilidad de tener una cita con semejante hombre, sin duda.
Tras caminar un rato por un sendero que lleva al bosque, se encuentran con un claro bañado por las primeras luces del ocaso, que le da un toque mágico y onírico. En el centro del claro se encuentra una mesa decorada lo más elegante y refinada posible, junto con tazas y cubiertos a juego. Lucilla se maravilla ante esto y no puede evitar sonreírle un poco ruborizada a su cita, diciéndole que jamás se esperaría algo así de hermoso, y que lo felicitaba por semejante trabajo bien cuidado. Emmet, visiblemente nervioso, le sonríe un poco avergonzado y admite que no fue él quien preparó esto, sino que su hermano, y que de hecho fue él quien sugirió esta sorpresa para merendar al anochecer, ya que Ingo quería que esta ansiada cita tuviera un final memorable. Lucilla ríe cálidamente ante esto y no puede evitar decir que definitivamente es algo que Ingo haría, sobre todo por su querido gemelo.
Emmet, un poco más tranquilo, le dice que tiene todo tipo de cosas preparadas listas para ser servidas, excepto el té, evidentemente, por lo que le pregunta de qué tipo desea beber. La joven no se lo piensa mucho y le dice lo que quiere, así que el Jefe Metro, antes de comenzar a prepararlo, la sienta muy educadamente frente a la inmaculada y elegante mesa. Oricorio y Escavalier se ponen a deambular alrededor de ellos y mirando a su alrededor, pareciendo maravillados ante el mágico claro. El mayordomo, mientras, prepara el té, y a continuación sirve una generosa cantidad de postres variados para que su chica elija los que quiera, y para sus pokémon también, por supuesto.
Cuando el té está listo para ser bebido, Emmet se lo sirve a la joven con el mayor profesionalismo posible, recibiendo un cumplido muy sincero de ella, y animándolo a continuar con ese camino, ya que se le da tan bien como ser un Jefe Metro, por mucho que lo de ser mayordomo sea algo bastante reciente en realidad.
El elegante hombre le sonríe agradecido y le cuenta entusiasmado lo mucho que ama ser mayordomo en su estancia en Passio, y que, el día que deje de ser un Jefe Metro —si es que llega a suceder—, se dedicará plenamente a ser mayordomo, más precisamente su mayordomo personal, ya que, sin duda, a quien más disfruta servir es a ella. Lucilla ante esto, duda internamente acerca de qué es más dulce, si el pastel que se está comiendo o si las palabras de Emmet, provocándole un tierno sonrojo. Un largo suspiro de ella pilla desprevenido al mayordomo, poniéndolo nervioso y preguntándole si dijo algo que la incomodara. La elegante joven le niega con una sonrisa y le dice que el pastel está realmente delicioso, pero que le gustaría que él se uniera también; sin embargo, Emmet le responde que no puede comer con ella al estar sirviéndole, y que todo lo que hay disponible para comer es sólo para ella; pero, ¿quién en su sano juicio podría comer tantos dulces? Si bien la idea fue de Ingo, Emmet le pidió que trajera la mayor cantidad de dulces que pudiera, ya que siempre es mejor que algo sobre a que falte, aunque esto significara tener suficiente cantidad como para alimentar a un Snorlax, lo cual son palabras mayores. Lucilla, con picardía, le dice que, como el mayordomo que es él, debe acatar las órdenes de a quien sirve, y le ordena estrictamente que coma y beba el té con ella, o de lo contrario lo castigará con cosquillas, cosa que ama hacer para molestarlo. Emmet, un poco rendido, accede y se sirve un poco de té junto a un apetecible y típico pastel de vainilla con fresas, para comer estando sentado frente a ella.
“Esto ha sido increíble, Emmet, jamás olvidaré este día,” le dice Lucilla mientras le sonríe agradecida justo antes de darle un bocado a su pastel.
“Ni lo menciones, es lo menos que podía hacer para compensar el haberte hecho esperar tanto; llevabas semanas insistiendo en tener una cita,” le responde su compañero con una gran sonrisa.
“¿El itinerario lo hiciste tú o te ayudó Ingo?” pregunta la chica.
“Lo hice yo, aunque lo de volar en Merlina no estaba planeado.” La sonrisa del mayordomo se tuerce un poco al recordar la experiencia de horas anteriores.
“Sí, sí, mucho miedo al principio, pero admite que lo pasaste bien a pesar de todo, ¿verdad?” le sonríe burlonamente la joven.
“Uhmmm..., supongo que sí, ya que el clima ha sido estupendo y Passio ya de por sí es una isla hermosa, así que era evidente que verla desde arriba no iba a ser menos,” le responde Emmet un poco nervioso.
“¿Sería demasiado pedir que nos montáramos de nuevo en un ratito más? Me encantaría surcar el cielo nocturno de Passio contigo,” le coquetea sutilmente Lucilla.
“Uh, yo...” El mayordomo mira el pastel que se está comiendo y luego levanta la mirada hacia su cita, incómodo. “No creo que sea buena idea hacerlo justo después de comer tanto, podríamos marearnos...”
“No te preocupes por eso, iremos despacio. ¿Podrías hacer ese pequeño sacrificio por mí?” le pregunta Lucilla mientras le sonríe y mira con fingida inocencia.
“En ese caso, no habría ningún problema, me ha encantado volar contigo, y a pesar del miedo quisiera repetir la experiencia… pero cuando me haya recuperado” le responde mientras le sonríe con total sinceridad.
“¡¿En serio?! ¡Gracias!” le agradece ella con una sonrisa emocionada, acabando su pastel con un último bocado.
“Emm..., y... Lucilla, quisiera saber si...” titubea Emmet, pero en ese momento se le cae el monóculo por décima vez en el día. “¡Ah!”
“¿Es tan difícil de llevar?” le pregunta Lucilla con una sonrisa juguetona y bromista. “Si fueras cualquier otra persona, te habría dicho que te lo quitaras para evitar molestias; pero se te ve tan lindo a ti que no quiero que lo guardes, y es aún más lindo es cuando se te cae, je, je.”
“Ya me acostumbraré a llevarlo, te lo prometo,” responde el mayordomo riéndose de sí mismo. De un salto y haciendo gala de su rapidez innata, Escavalier baja de la mesa al suelo para recogerlo y se lo entrega. “¡Gracias, Escavalier!” le agradece Emmet mientras se lo ajusta. El pokémon bicho parece muy contento por ese agradecimiento y emite un adorable sonido de satisfacción.
Pasan los minutos y ambos continúan charlando mientras son bañados por los últimos cálidos rayos del sol. Aún quedan unos resquicios de luz cuando están terminando de comer, por lo que Lucilla se incorpora y camina un poco hacia la dirección de la puesta del sol, observándola con imperturbable tranquilidad. El mayordomo se levanta también y se coloca a su lado, casi pegado, para mirar también el ocaso. La chica, ante esto, se le apega mimosamente, apoyando parte de su peso en él. Emmet, ruborizado y nervioso, decide agarrarla sutilmente de la cintura, provocando una leve risita de ésta, a lo que él reacciona con aún más sonrojo y nerviosismo. La joven sonríe suavemente mientras le dice cuánto le gusta molestarlo de esta manera, ya que ama su modo de sonrojarse, haciéndole ver más lindo y adorable de lo que ya es naturalmente, pero Emmet le responde que, aunque ella piense eso, él afirma con toda seguridad que ella es aún más linda y adorable de lo que él nunca será, dando por resultado que sea Lucilla quien se ruborice esta vez, respondiéndole con unas gracias sinceras. Emmet suspira un poco aliviado ante la situación, y cuando pensó que podría relajarse más y disfrutar el momento, su cita le da un cálido y amoroso beso en la mejilla, provocando el mayor sonrojo de la historia en este Jefe Metro. Lucilla ríe con ganas ante esta expresión durante unos segundos, para luego mirarlo con infinito cariño y ternura.
“El mejor mayordomo merece el mejor premio. ¿O tal vez prefieras otra cosa?” le pregunta Lucilla.
Emmet niega rápidamente mientras trata de recomponerse, llevándose la mano izquierda hacia la mejilla recientemente besada por ella. “La única recompensa que quiero es que seas feliz,” le dice. “Pero ese beso fue la mejor recompensa que he recibido nunca,” admite finalmente, nervioso.
Antes de que Lucilla pueda articular palabra, Oricorio se sube rápidamente a los hombros de su entrenadora y le pide un beso, casi como si se hubiera puesto celoso. La orgullosa joven ríe divertida ante la situación y le da un amistoso beso en la frente a su compañero, quien queda de lo más satisfecho con eso. Emmet duda de si regresarle el beso o no, ya que, aunque ganas no le falten de eso y mucho más, no quiere comprometer la amistad que tienen. Los pensamientos del mayordomo son interrumpidos por un abrazo que le da su chica, y le dice que quiere que él la abrace también. Emmet titubea un momento debido al repentino momento íntimo, y antes de que pudiera moverse, Lucilla añade, entre risas, que es una orden, por lo que él no puede negarse. Un poco nervioso, él accede a la petición y la abraza con sumo cuidado justo antes de que el último rayo del ocaso se pierda en el horizonte. Ambos quedan en silencio unos momentos, y Emmet, aunque un poco indeciso, se atreve a acariciar tímidamente el cabello de Lucilla, quien reacciona con una sonrisa satisfecha.
“¿Sabes? Deberías tomar la iniciativa un poco más a menudo,” susurra Lucilla un poco coqueta.
Emmet se paraliza en el acto con una rígida sonrisa, y se pone a pensar en mil maneras de responder ante eso, pero termina viéndose igual que un Slowpoke que acaba de sufrir amnesia. Ella se vuelve a mirarlo.
“¿Podrías quitarte los guantes un momento? Por favor,” le pide amablemente. “Quiero sentir tu piel, aunque sea un poco.”
El joven de cabello gris sacude un poco el rostro en señal de haber espabilado y, aunque tembloroso, se saca ambos guantes.
“¿Qué debería hacer ahora?”
La chica lo mira a los ojos con una encantadora sonrisa y le pide amistosamente que le acaricie el rostro con suavidad, mimándola. El mayordomo sonríe nervioso y agradecido a la vez con un evidente rubor, y, con sus manos, ya no tan temblorosas, decide acariciarle las mejillas como si fuera el ser más delicado del mundo, pareciendo temer que se pudiera quebrar en cualquier instante como el cristal más fino. Lucilla agradece ese encantador toque y le sonríe con gran cariño mientras cierra los ojos disfrutando el momento, haciendo que Emmet se enternezca hasta puntos insospechados y tenga el incontenible impulso de querer besarla. Así que, en vez de contenerse como lo haría siempre, decide acceder ante la tentación y le clava un sutil y cálido beso en la frente, casi en señal de protección, pero que está cargado de amor hacia ella.
El tiempo parece detenerse durante los breves segundos que dura el beso, incluso Escavalier y Oricorio se les quedan mirando como si esperaran a que algo más sucediera, pero cuando Emmet rompe el beso, se le ve más colorado que un Throh y se queda estático, casi como si estuviera esperando a una inminente reprimenda. Lejos de eso, Lucilla está increíblemente satisfecha de haber recibido un tierno beso en la frente de parte de su querido Jefe Metro —aunque, interiormente, ligeramente decepcionada de que no haya sido en sus labios—, por lo que no puede evitar sonreír divertida y agradecida a la par, devolviéndoselo de un salto, lo cual toma a Emmet por sorpresa durante un instante.
“¡Ese es mi mayordomo Emmet! ¡Así me gusta! ¡Con ese tipo de iniciativa!” le felicita la joven con leve tono de burla.
“Yo soy Emmet, y quiero hacer que todos sonrían y se diviertan,” se responde a sí mismo el joven de sonrisa imperturbable con bastante orgullo y satisfacción, tratando de no mostrarse nervioso y ruborizado debido al beso recibido, mientras vuelve a colocarse los guantes.
Lucilla le comenta que, aunque le encanten los resultados de su esfuerzo para ser el mejor mayordomo y sea lo más profesional posible; aun así, le gusta que se salga del papel de vez en cuando, que no tiene que ser tan rígido con ella, ya que son cercanos y no les falta confianza mutua. Él le responde que seguirá tratando de mejorar en todos los aspectos posibles para que sus experiencias sean de lo más gratificantes.
Ahora que el sol se ocultó y las primeras luces de Passio se han estado encendiendo, Lucilla le dice a Emmet que se prepare para otro viaje sobre Merlina, pero asegurándole que volarán lento y a baja altura para que no se asuste. El Jefe Metro se prepara mentalmente, inspirando y suspirando lenta y profundamente mientras llena su cabeza de imágenes tranquilas para serenarse. Tras estar unos segundos así, le sonríe con cierta impaciencia y nerviosismo diciéndole que ya está listo —o más o menos—, para disfrutar del nocturno paisaje de la isla artificial. Sabe que un miedo no es tan fácil de controlar, pero no le faltan ganas de intentarlo. Al oír esto, Lucilla vuelve a sacar a su orgullosa Corviknight y, esta vez, Emmet le ayuda a subirse, para así poder mostrarse más confiado y profesional que antes del almuerzo, lo cual la muchacha agradece con grata sorpresa.
Apenas el mayordomo monta sobre Merlina, intenta con todas sus fuerzas no temblar, pero que de todas formas sus nervios lo traicionan y se evidencia lo asustado que está por mucho que trate de ocultarlo. Lucilla le observa y le sugiere que no tiene por qué esforzarse tanto y que pueden dirigirse hacia su destino andando, a lo que Emmet se niega empeñándose en intentarlo. Ante esto, la joven le dice que entonces solo le queda felicitarlo, no solo por su valor sino por haberse puesto delante en esta ocasión, ya que así es ella quien puede abrazarlo desde atrás esta vez, lo cual hace inmediatamente bastante a gusto. Emmet traga saliva nervioso y sonrojado, pero agradecido consigo mismo por haberse armado de valor de ser él quien vaya adelante, ya que precisamente buscaba que fuera su cita quien lo abrazara por la espalda y no al revés.
Antes de que el tren de pensamiento de Emmet llegara a su destino, Lucilla le da la orden a Merlina para que se eleven unos cuantos metros en el cielo, provocando un repentino grito del Jefe Metro.
“¡Ja, ja, ja, ja! ¡Perdón, perdón! Pensé que ya estabas preparado,” ríe Lucilla arrepentida del inesperado y rápido despegue.
Emmet, temblando más que un Ditto ebrio, gira su cabeza lentamente con una sonrisa torcida y le asegura que está mejor de lo que parece, sólo para no preocuparla, pero que es evidente que este susto lo recordará por mucho tiempo. La joven intenta tranquilizarlo acariciando su brazo, casi masajeándolo, para demostrarle que estará bien. El joven de cabello gris se relaja de a poco gracias a esto, da un gran suspiro, y le dice que, aunque sigue con miedo, realmente quiere disfrutar de la vista aérea nocturna de Passio y, por ende, le pide que le dé la orden a su Corviknight para que comience a reanudar su marcha. Lucilla, sorprendida y satisfecha ante la iniciativa nuevamente, le pide a Merlina que prosiga suavemente, quien obedece sin perder un segundo, dando comienzo así a un agradable viaje por el precioso cielo de la exuberante Passio.
Tras unos buenos minutos de agradable vuelo, la parejita baja a tierra, y Emmet, nervioso como era de esperar, casi cae al suelo debido al temblor de sus piernas, suspirando de alivio al volver a pisar tierra nuevamente. Lucilla, preocupada, le ayuda a no desmayarse ahí mismo, sujetándolo con firmeza y hablándole con calidez y serenidad, lo cual agradece su mayordomo y le sonríe enternecido.
Tras recomponerse, le pregunta si quiere que vayan a algún lugar más antes de acabar su itinerario. Tal declaración pilla por sorpresa a la entrenadora, ya que pensó que la merienda en el claro era la última parada prevista, pero su cita le dice que aún pueden disponer de un poco más de tiempo antes de llegar a su destino, así que le pregunta si antes quisiera ir a cenar a algún lado, donde ella quiera, si es que ha quedado con hambre.
Lucilla lo piensa unos momentos, y le responde con entusiasmo que, cuando pasearon esta mañana, notó un pequeño y humilde puesto de comida ambulante que le llamó la atención, por lo que, aunque el lugar sea poco glamuroso para el tipo de vestimenta que llevan ahora, le encantaría poder comer ahí. Emmet, con una sonrisa emocionada, le asegura que no tiene estrictamente que ser un sitio elegante, que estará encantado ir a donde sea que ella le diga, ya que desea complacerla como el buen mayordomo que es.
Así que comienzan a caminar tranquilamente hacia dicho puesto, donde el mayordomo caballerosamente le ofreció su brazo nuevamente a la elegante entrenadora, la cual aceptó gustosa otra vez y le volvió a felicitar por su iniciativa, resultando en una agradecida y algo nerviosa risilla de él.
Cuando llegan al sitio, ven que el puesto está vacío y que es atendido por un señor mayor. La comida huele increíble y hay buena variedad de cosas a pesar de ser un puesto pequeño y humilde. Ambos se sientan y comienzan a debatir sobre qué deberían elegir, mientras el anciano, sorprendido, les comenta muy sinceramente sobre lo hermosos y elegantes que son los trajes que llevan puestos.
La velada se hace muy amena entre los tres charlando, donde el señor comenta que él también fue entrenador en sus años mozos, y que, si bien no tiene un Oricorio o un Escavalier como compañero al que lleva a todos lados, sí que tiene un simpático Nincada, pero que no le acompaña esta vez debido a que prefirió quedarse en casa, pero que espera impaciente su regreso. Oricorio queda algo sorprendido al oír esto e intercambia unas miradas Escavalier y luego con su entrenadora, que parece no entenderlo bien en ese momento, a lo que Emmet le explica que cree que Oricorio no puede imaginarse un sólo día sin estar pegada a ella, razón por la que el pokémon se sorprendió al oír la declaración del entrenador de Nincada. Lucilla se enternece y acaricia a su adorable pokémon pájaro, quien emite un evidente sonido de satisfacción para luego continuar comiendo junto a Escavalier.
Cuando terminan de comer, Emmet le dice un poco nervioso que la acompañará a su habitación en Passio, a lo que le Lucilla le pregunta en broma si quiere quedarse a dormir. Tal declaración provoca que el rostro del Jefe Metro se vuelva al rojo vivo y que niegue rápidamente, argumentando que no sólo sería incorrecto y poco profesional hacer eso, sino que además debe trabajar mañana, no pudiéndose dar el lujo de levantarse tarde. Ésta ríe bastante divertida por la respuesta de su cita, y le dice que, a pesar de que estaba bromeando, entiende la situación, pero que tampoco quisiera separarse de él todavía al haberlo pasado tan increíble el día de hoy.
“¡No sabes cuánto me alegra saberlo! ¡Me encanta hacer sonreír a los demás y que disfruten! ¡Pero más me gusta hacerte sonreír a ti, Lucilla! Estoy tan conmovido~~,” expresa el mayordomo en un momento de dicha.
La joven ríe enternecida por esto y le agradece nuevamente la maravillosa cita que han tenido. Emmet, para no retrasar la situación, le ofrece el brazo a la chica para encaminarla hacia su dormitorio mientras observan las animosas luces nocturnas de Passio y charlan de cosas mundanas.
Cuando llegan a la puerta del dormitorio de la joven, Emmet se quita el sombrero y le hace una reverencia, agradeciéndole su paciencia para concretar esta cita, y por haberle dado la oportunidad no solo de estrechar sus lazos con ella todavía más, sino también de haber tenido la posibilidad de pasar un agradable día a su lado.
La elegante muchacha le pide que por favor no la haga esperar tanto para una próxima cita, que no quisiera esperar semanas insistiendo nuevamente.
“Haré todo lo posible para hacer otro hueco dentro de poco en mi apretada agenda,” el hombre le responde, incorporándose mientras se vuelve a poner el sombrero. “Mantente atenta al porygófono por si hay novedades,” le pide.
“Si acaso no nos vamos a llamar en mucho tiempo, siempre podemos recurrir a comunicarnos vía mensajes mientras tanto,” le sugiere en broma Lucilla.
“Debido a mi trabajo, a veces no puedo revisar todos mis mensajes, pero me esforzaré por responder al menos uno por día. E incluso, si llego a tener unos minutos, te llamaré,” le responde el mayordomo con una serena sonrisa. Para sus adentros, Emmet piensa que prefiere hacer esto antes que escribirle, ya que ama escuchar su voz, pero es algo que no se atreve a decirle por el momento; al menos, no a corto plazo.
Lucilla sonríe aceptando esas condiciones, y le dice que le mandará mensajes todos los días y que esperará con ansias que los responda, deseando que en uno de ellos o en una llamada, le diga que tiene sitio para otra cita. Emmet asiente entusiasmado y trata de despedirse de ella tratando de abrazarla, pero luego dudando en el último momento.
La chica lo nota y se le apega a él, riñéndolo un poco por haber titubeado, mientras que Emmet, tragándose su disculpa, decide finalmente devolverle el abrazo, acariciándole luego suavemente la cabeza mientras le desea las buenas noches, con la voz más cálida jamás pronunciada por él.
Conmovida por este gesto, y sin poder contenerse ya más, Lucilla cede a su impulso de darle un beso en la mejilla, cosa que hace tan rápido que Emmet apenas tiene tiempo para reaccionar, ruborizándose intensamente cuando cae en la cuenta de lo que acaba de suceder, y viendo entonces que la joven le hace un gesto con los dedos para darle a entender que ella también quiere un beso en la mejilla. El Jefe Metro traga saliva con nerviosismo y sonrojo, pero se atreve a besarla sin temblar ni tener dudas al respecto. Agradecida infinitamente por ello, Lucilla y le desea las buenas noches también, regalándole la más hermosa de las sonrisas justo antes de entrar en su dormitorio y cerrar la puerta, dando por resultado que el mayordomo se derrita para sus adentros y no pueda evitar suspirar enamorado, agradecido por el mejor día de su vida.
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malenitalovesreiji · 9 months
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Selfshipp Week!
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— ¿De qué se trata? La Selfshipp Week se basa en publicar un escrito/dibujo por día durante una semana basada en distintas temáticas que se asignan a cada uno de los días.
Inspirado en este hilo de Twitter: https://twitter.com/SelfshipT/status/1693515958432706570?t=Ut6KKyA30ObynUMkQRfRaw&s=19
Sin más que decir, vamos a comenzar con nuestro primer día!
ઈ🍵︵ Dia 1: Primer encuentro!
Malena fue transferida desde una iglesia católica Argentina a una casa colaboradora de la iglesia en Japón, le parecía bastante raro que parientes tan lejanos estén al tanto de la iglesia de su papá pero lo dejaría pasar simplemente porque su padre le mencionó que "es por un tiempo corto". Malena había hecho su presencia en la residencia Sakamaki, descubriendo ese secreto medianamente oscuro en cada uno, en que esa familia que supuestamente colaboraba con la iglesia, se trataba de una familia de vampiros purasangre.
Malena no tenía mucho que temer, a pesar de venir de una iglesia ella no creía mucho en dios ni apoyaba a sus creyentes, solamente obedecía las ordenes de su padre. Intentó tomarse todo con calma, pues ahora tendría que convivir con esos 6 hermanos persiguiendola para drenar su sangre cada derivado tiempo.
Male: Ahh... Y bueno, es lo que hay ¿verdad?
Diría ella llegando a su habitación después de una charla un poco larga con los hermanos. Habían llegado a un pequeño acuerdo y es con respecto a quién se haría cargo de ella la mayor parte del tiempo, y sin pensarlo del todo, Malena había escojido a Reiji, el único a quien ella catalogó cómo "un ser decente y civilizado".
Comenzó a ordenar la ropa de su valija en el ropero para intentar pasar más el tiempo, pero su actividad habría sido interrumpida por unos golpes en su puerta.
Male: Uhh... ¿Quién es?
Reiji: Soy yo. ¿Me dejarías pasar?
Male: Eh... Sí claro, adelante.
Dijo sin sudar mucho, apartandose del ropero para darle su total atención al mayor quien habría venido a buscarla. Observándolo detenidamente vió que traía un uniforme escolar en mano, algo que le causó curiosidad.
Male: Buenos días, Reiji-san.
Reiji: Buenos días, veo que te estas instalando debidamente.
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Male: Eh, sí... Después de todo creo que tengo que vivir aquí un tiempo...
Reiji: Por supuesto. Y cómo tienes que vivir aquí, tienes que adaptarte a nuestro horario.
Reiji: Es por eso, que he venido a traerte tu uniforme.
Male: ¿Hm? Ah cierto, son vampiros...
Male: Ustedes no están activos por el día ¿verdad?
Reiji: ... Cómo es que usted sabe eso?
Male: ... Libros.
Confesó la menor con sinceridad, sonriendo de una forma muy suave. La noticia también había ocasionado una sonrisa bastante leve en los labios ajenos, apenas se podría notar.
Reiji: Hah, entonces también crees en esas idioteces.
Male: ¿Idioteces?
Reiji: Sí. Los libros escritos por mortales en donde idealizan nuestras debilidades de una forma muy ingenua.
Male: Si me permite ser sincera, no creo del todo en ellas.
Male: La pregunta fue solamente por suponer...
Reiji: ...Ya veo.
Reiji: Creí que eras una simple humana con falta de disciplina. Pero eres mucho más que eso.
Male: ¿Una humana interesante con falta de disciplina?
Reiji: Así es.
Reiji: No creas que por tratarme de 'usted' respetablemente voy a dejar pasar tus comentarios sarcásticos.
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Male: No esperaba eso, Reiji-san.
Reiji experimentaba nuevas contestaciones, y a su vez descubría la personalidad de Malena tal cual quería. Sin duda la mujercita necesitaba unas cuantas lecciones de disciplina.
Reiji: Caramba, y sobre todo, me contestas.
Reiji: ¿Quién te crees que eres?
Male: La interesante humana con falta de disciplina que llamó su atención, Reiji-san.
Reiji: ... Eres estresante.
Reiji: Tendré que arreglar tu conducta cuando lleguemos de la escuela. Por favor ponte tu uniforme.
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Male: Ahh... Cómo usted ordene, capitán.
Reiji: ... Y si sabes lo que te conviene, no me hagas esperar.
Y así es cómo el mayor se retiró de la habitación de la muchacha, había conseguido alterar su estado de ánimo en tan solo una charla. Era evidente, Malena tenía actitudes que desafían la postura dominante de Reiji, y él estaba completamente claro y dispuesto a educarla adecuadamente.
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wachawarrior · 7 months
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Jujutsu Kaisen Fan Fiction
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LOS LENGUAJES DEL AMOR
Hay diferentes maneras de amar y ser amado, solo tiene que descubrir cual es tu lenguaje del amor. Historia de amor de Gojo, Geto, Shoko y Utahime de adolescentes de Jujutsu Kaisen.
Capitulo 1- Un día dorado.
El calor era insoportable. Gotas gruesas se deslizaban desde la frente contorneando hacia  la nuez de Adán de Geto, para perderse en el cuello del uniforme de la escuela de Jujutsu.
Un día de particular calor para su gusto, no sabía si era el exceso de ejercicio que implementó para seguirle el paso a su nuevo compañero de primer año Satoru, o tal vez era que no había comido ni dormido bien desde que ingreso al instituto.
Satoru era un personaje con un problema de exceso de personalidad pero en vez de alejarse como hacían otros, esto a él lo atraía, de donde venia los chicos eran rutinarios y aburridos.
Pensaba saltearse la clase pero unos rumores empezaron a circular. Una alumna del último año de Kioto había llegado Tokio a dictar clases, ya que se estaba preparando para ser profesora después de graduarse de la academia.
-Vamos Suguru, no me quiero perder a la nueva maestra- La sonrisa de Goyo indicaba que iba ser un día bastante agotador para la futura mujer.
-Sí, vamos a mejorar este día de mierda- Geto sonrió complaciente mientras se recostaba en el marco de la puerta.
-Fuera del camino, vagos- Shoko estaba especialmente feliz ese día.
-¿Qué pasa Shoko? Acaso mi presencia te tiene así- Gojo sonríe pícaramente.
-No idiota, viene mi amiga hoy- La mirada de Shoko definitivamente ocultaba algo.
Los tres alumnos se acomodaron en sus asientos, ella se sentaba más adelante sola, para evitar ver las payasadas de estos dos. Geto estaba a la izquierda de Gojo casi a la mitad del salón, casi era una burla que estén los suficientemente lejos del lugar del profesor, pero no tan al fondo como para ser reprendidos.
Pasaron tan solo 5 minutos para que los chicos se pongan inquietos. Gojo se dejo resbalar un poco por la silla dejando sus largas pierna desparramadas. Geto miraba la ventana con nostalgia, totalmente perdido en un árbol que le traía recuerdos de un verano muy en particular. Shoko saca un pequeño espejo de bolsillo y comienza acomodar su cabello.
­-No me digas que la nueva Querida Maestra es un amor del verano- El peliblanco se reía mientras cada vez se iba más abajo en su silla, al borde de caerse. Shoko le respondió con beso al aire y una mirada sobradora.
-Realmente esta rara esta mujer hoy, Suguru vos…­ -Notó que su amigo estaba totalmente ido, perdido bajo varios rayos de sol que se colaban de manera violenta por la ventana. A veces era conveniente dejar en paz a Geto cuando estaba en ese estado, siempre despertaba de esos sueños con muchas energía y preparado para lo que sea.
Buenas tardes- Entra al salón una muchacha con atuendo de miko- El director Yaga me dio el permiso de venir a presentarme sola, veo que ya conozco gente de aquí.- La miko sonrió gentilmente.
Gojo se endereza de golpe, la presencia de una niña y no una mujer le llamo demasiado la atención. La observó por tan solo un segundo, ese segundo fue suficiente para que él haga una mueca de desagrado. Tenía algo planeado para la nueva practicante con anticipación, pero su mente se a batallo de frases y chistes nuevos.
Esa niña, tan bien arreglada al natural y con su ropa tan limpia y prolija le produjo una sensación incontrolable de sadismo. El peliblanco tenía mucha experiencia con esta clase de mujer, venia años de solo ver esta misma imagen, solo preparadas para ser correcta y ser el orgulloso de su familia. Por su ropa ya sabía que era una mojigata de santuario.
Si aspiraba a ser profesora y seguir usando esas prendas tan anticuadas seguramente que ese santuario pertenecía a su linaje y que se casaría con algún varón del clan que protegía a ese dichoso santuario. No necesitaba nada más para saber que ella era básica y que la normativa era parte de su ser.
-¡UTAHIME!- Shoko sonrió complacida, como sabiendo todo lo que se vendrá con su amiga en este tiempo.
-Dime Sempai aquí- Utahime le guiño un ojo.
-Ja, yo ni en pedo te digo Sempai- Gojo apoya la cara en su mano mientras revela sus ojos, dejando caer los lentes un poco sobre su perfilada nariz.
A Utahime se le escapa una risa corta, como si un niño acabara de decir algo tierno.
Esto le molesto mucho, sintió como unos ojos llenos de dulzura lo estaban despreciando. ¿Por qué los rayos de sol que caían sobre los ojos de la peligra eran más dorados?, no entendía esto, ¿realmente unos ojos tan corrientes se podían verse así de singulares?.
El calor llegó a su nuca, torció la boca y frunció un poco el seño para cambiar la cara de una manera coqueta y sonreír mientras se recostaba de una manera más relajada sobre su silla.
Era el momento de mostrar a esta aburrida que podía ser todo más divertido si ella se lo propone, no sabía por dónde empezar, si por sus coletas y su corte de princesa o hacerle un comentario sobre lo ajustado que estaba su hakama de la parte de atrás para crearle pudor. Pensaba que sería muy interesante ver cómo esas mejillas se tornarían de color rojo en un solo instante.
-uuuuutaaaaaaaa-hi…- Interrumpió su cantito, ella no le estaba prestando atención, estaba al pie de la mesa de Geto, observando como él estaba inmerso en algún lugar lúgubre y nostálgico.
Utahime no recordaba que las pestañas de Geto fueran tan largas, pareciera que cada vez que el soñaba despierto crecían tan solo un poco, lo suficiente para que ella lo notara.
Una gota de sudor quiso partir, pero su viaje fue corto, se perdió en el mechón pegado en la frente del muchacho.
 Cómo si sus ancestros hubieran escuchado sus pensamientos, una brisa entró para acariciar el rostro del muchacho que estaba siendo examinado por ella.
Los hombres crecen mucho en tan poco tiempo pensó mientras estiró su mano sin timidez para correr ese mechón de Geto hacia detrás de la oreja, ya lo había hecho un par de veces.
Su presencia era tan cálida que olvido a qué estaba ahí.
Geto al sentir una mano fría pero refrescante en su rostro dio un gesto de sorpresa al girar su cabeza y chocar con unos ojos chocolate.
-Hola Suguru, soy tu maestra- dijo Utahime con una mirada cargada de ilusión y una sonrisa divertida.
-Uta, ¿Qué haces acá?...
Capitulo 2 en
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⸻ ⊰ @xshoujiki​ ⊱
Como era lo habitual en cualquier hospital, la sala de espera estaba en completo silencio. Sólo unos pocos médicos y enfermeros se trasladaban de un lugar a otro, orientando a los pacientes llenos de dudas o haciendo ingresar al siguiente de la lista al consultorio.
Hyoma le echó un vistazo a su rodilla derecha, hacía mucho que ya no le dolía, incluso había regresado al club de fútbol de Rajitsu Tech, sólo que ya no como el delantero principal, ahora sólo era un simple soporte que jugaba alrededor de los goles de otros.
Una muchacha de su edad, de cabello oscuro, se había sentado a tres asientos de distancia de él. Parecía tener el rostro sonrojado y lucía bastante debilitada, sin embargo, lo que más llamó su atención fue que llevaba puesto el uniforme femenino de su escuela, aunque no recordaba haberla visto.
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«¿Estaba afiebrada?», pensó Hyoma. No le provocaba decir algo, pero si la fiebre empeorara tal vez debería ir directo a emergencias en lugar de esperar a que la atiendan como a todos los demás.
━No creo que sea buena idea permanecer aquí si te sientes demasiado mal. ¿No hay personal en la sala de emergencias? ━murmuró hacia la chica.
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pkyree · 1 year
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#RENACIMIENTO: mi personaje le pintarrajea la ropa al tuyo en la clase de pintura con modelo.   /    ( @sakvrcn​ )
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no estaba feliz, pero tampoco estaba hirviendo en furia. sabía comprender que fue un accidente, le quedaba aceptar el hecho de que le habían arruinado el uniforme nuevo con pintura. resopla y se da vuelta con la quijada apretada para darle una mirada poco impresionada a la muchacha autora del crimen de pintura.   "   increíble... me puse un delantal para no mancharme y tú me pintas por detrás.   "   regaña desganado intentando revisar los daños en su ropa, pero no lograba verse.
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wingzemonx · 23 days
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 150. Combate en dos frentes
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 150. Combate en dos frentes
—¿No oyeron eso? —comentó Lucy con aprensión, deteniéndose y volteando a ver hacia atrás sobre su hombro—. Sonó como una explosión…
—No te quedes atrás, Lucy —exclamó Cody como reprimenda; él y los otros ya se habían adelantado varios pasos, por lo que la rastreadora tuvo que apresurarse para alcanzarlos.
El grupo se adentró a un largo pasillo de luces blancas, que al parecer terminaba en perpendicular a otro corredor. De momento todo parecía bastante más calmado en esa zona, en comparación con las demás partes que habían cruzado. Tendrían bastante suerte si todo se mantenía de esa forma hasta llegar a su objetivo final.
Y claro, suerte era lo que menos tenían en esos momentos.
Al girar en la esquina del siguiente corredor en dirección a los ascensores, tuvieron que frenar de golpe pues justo al otro extremo del pasillo ya los esperaba un grupo numeroso de hombres armados, que apuntaron sus armas directo en su dirección en cuanto los tuvieron en mira.
—¡Fuego! —exclamó con potencia la voz de alguien detrás de los hombres armados, y a su orden todos presionaron los gatillos de sus armas al mismo tiempo.
Los sonidos de detonación cubrieron el pasillo entero, y las balas volaron por los aires en su contra. Rápidamente Francis empujó a los demás para que se refugiaran de nuevo tras el muro, mientras Gorrión Blanco se esforzó por desviar la mayor cantidad de disparos con sus poderes, y luego ponerse en cobijo junto con los demás. Todos se quedaron quietos, con sus espaldas contra la pared hasta que el sonido de los disparos cesó.
—Los ascensores están del otro lado —susurró Gorrión Blanco, jadeando entre respiro y respiro—. Tendremos que cruzarlos…
Se giró en ese momento a mirar al sargento en busca de la siguiente indicación. Sin embargo, notó de inmediato con horror como Francis se presionaba firmemente el costado derecho con una mano, y como la sangre comenzaba a mancharle los dedos. Gorrión Blanco supo en ese momento que no había logrado desviar todas las balas, y una de éstas la había pasado de largo, alcanzándolo a él.
—¡Sargento! —exclamó la muchacha, alarmada.
—Estoy bien —respondió Francis. Y aunque su voz sonaba firme y segura, su mirada no lo parecía tanto.
—Se los dije —murmuró Lucy con voz áspera.
—Ahora no, Lucy —le prendió Cody, mirándola sobre su hombro.
Francis comenzó a retirarse rápidamente la chaqueta azul de su uniforme, quedándose sólo con su camiseta negra sin mangas que usaba debajo. Le indicó a Gorrión Blanco que rasgara las mangas de la chaqueta, y ésta lo hizo lo más rápido que pudo con la ayuda de la fuerza adicional que le proporcionaba su telequinesis. Francis amarró ambas mangas, y comenzó a atarlas alrededor de su torso, presionando con fuerza la parte herida.
En todo ese rato, los hombres en el pasillo se mantuvieron en silencio, posiblemente aguardando a ver qué hacían a continuación.
—¿Y ahora qué? —cuestionó Cody, inquieto.
Antes de que Francis o cualquiera pudiera responder, una voz desde el pasillo se hizo presente primero, hablando con fuerza ayudada del eco de los altos techos.
—Sgto. Schur, esto no tiene que terminar mal para usted. Entréguenos a la chiquilla resucitada, y usted, y también los que lo acompañan, podrán irse en paz. Se lo prometo.
—¿Resucitada? —susurró Cody confundido, mirando a Lisa y a Francis. Ninguno dijo nada o lo miraron siquiera. Sin embargo, un pequeño vistazo de soslayo que Lisa hizo en dirección a Gorrión Blanco, fue suficiente para dejar en evidencia lo que pasaba por sus mentes.
—No es cierto —exclamó Lucy con fuerza—. Está mintiendo, no dejará salir a nadie con vida de esta base.
—¿Leíste su mente? —le preguntó Francis, acompañado justo después de un pequeño jadeo de dolor.
—No… Sólo es un presentimiento.
—¿Se refieren a ella? —preguntó Cody directamente, mirando a la joven mujer de cabellos rubios, que en esos momentos parecía también algo confundida—. ¿A qué se refieren con “resucitada”, Lisa? ¿Qué fue lo que hicieron?
—Ahora no —le susurró Lisa despacio, con un tono que no dejaba lugar a que le insistiera más.
Lisa miró de reojo hacia Gorrión Blanco, y ésta igualmente parecía tener preguntas dibujadas en su rostro. Lamentablemente, ella no era quién tenía las respuestas que buscaba. Y no las obtendría de ningún lado, si no lograban salir vivos de ahí.
— — — —
Mientras el ascensor bajaba rápidamente hacia el nivel -20, Mabel aprovechaba para revisar cada una de sus armas, y ver que estuvieran cargadas y listas para lo que vendría, pues presentía que no podría abrirse paso hasta donde necesitaba ir utilizando únicamente sus nuevos trucos. Se había ya retirado la chaqueta que había robado de aquel soldado, para poder moverse con mayor libertad; además de que le quedaba grande, para esos momentos ya había cumplido su propósito de pasar un poco más desapercibida.
Mientras colocaba de nuevo la munición en el interior de su rifle, miró de reojo hacia su acompañante. Russel reposaba prácticamente hecho un ovillo, sentado en una esquina del ascensor, cabizbajo y ensimismado en sí mismo, como si deseara imaginarse en un sitio muy lejano a ese.
—¿Con qué tipo de seguridad me encontraré ahí abajo? —le cuestionó Mabel con severidad, pero Russel no respondió; ni siquiera reaccionó en lo absoluto—. ¡Responde! —insistió Mabel, obteniendo el mismo resultado—. Te recuerdo que en estos momentos no puedes confiar en que allá abajo haya alguien que aún esté de tu lado y quiera salvarte. De momento, la única persona en toda esta base que le interesa que salgas con vida de aquí, soy yo. Así que más te vale que cooperes conmigo por las buenas.
Russel soltó un largo y pesado suspiro. Recorrió una mano nerviosa por toda su calva, apoyándola al final sobre su nuca.
—Para entrar al área a la que quieres ir, tienes que pasar una gruesa puerta de acero blindado, custodiada por dos soldados bien armados que tienen la orden de no moverse en lo absoluto de su lugar, sin importar qué ocurra; y por supuesto, no dejar pasar a nadie sin autorización. La puerta sólo se abrirá con un identificador facial y de voz, que sólo dará acceso al personal autorizado.
—Y supongo que tú eres parte de ese personal autorizado, ¿no? —inquirió Mabel con tono burlón.
—Supongo que sí —respondió el científico con voz apagada—. Pero aunque puedas matar a los dos soldados de la puerta y atravesarla, en el interior habrá más, con órdenes de custodiar cada una de las salas en uso; incluyendo la 217.
—¿De cuántos estamos hablando? —preguntó Mabel, percibiéndose ligera inquietud en sus palabras.
—No lo sé —exclamó Russel, casi gimoteando—. Tal vez unos quince.
Mabel guardó silencio, y meditó detenidamente en ese número. Sí, definitivamente no sería sencillo. Toda esa muerte a su alrededor dejaba pequeños rastros de vapor que la fortalecían, pero no tanto como para poder encargarse ella sola de quince hombres armados. Si tan sólo James estuviera con ella, quizás sería más fácil, pero no valía la pena lamentarse por lo que no era.
El ascensor se acercaba ya peligrosamente a su destino, y era hora de actuar.
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Arriesgándose a recibir un disparo en la sien, Francis se atrevió a aproximarse hacia la esquina, asomando el rostro lo suficiente para echar un vistazo rápido. Los hombres alzaron sus armas en su dirección, pero por suerte nadie le disparó. Y tras unos segundos logró divisar mejor a la persona detrás de ellos, que al parecer los dirigía: hombre alto y delgado, de cabello rojo y ojos verdes, de abrigo y boina verde que solían usar los hombres de confianza de la Capt. Cullen. Y a ese en específico lo reconocía, pues era la mano derecha de ésta: el Tte. Johan Marsh.
Una vez que tuvo la información que requería, Francis se ocultó de nuevo con rapidez. Si el segundo al mando de la Capt. Cullen estaba dirigiendo este ataque, ¿indicaba entonces que ella estaba también al tanto de todo esto? Se le informó que la capitana había llegado de improviso con sus hombres esa mañana, justo a tiempo para el inicio de toda esa locura. Difícilmente podía ser una coincidencia…
Pero, ¿ella? ¿Ruby Cullen? ¿Una agente de la Agencia con tantos años de carrera y logros? ¿Una amiga tan cercana del Capt. McCarthy y su familia? ¿Cómo podía ser que ella estuviera detrás de eso?
—Su tiempo y mi paciencia se acaban, Schur —pronunció Marsh en alto, ahora sonando un tanto exasperado.
—¿Qué quieren con Gorrión Blanco? —inquirió Francis con severidad.
—¿Tú qué crees? —soltó Marsh con voz burlona—. Es demasiado peligrosa para dejarla con vida. Pero eso no debe extrañarle, ¿o sí? En el fondo sabía que tarde o temprano tendría que elegir entre cumplir su deber, y seguir protegiendo a esa asesina. Siéntase afortunado que en vez de eso lo que tenga que cambiar sea su vida; eso hace todo más simple, ¿no le parece?
—¿Asesina? —exclamó Gorrión Blanco pasmada, mirando al sargento con sus ojos grandes bien abiertos—. ¿Por qué dice eso, sargento?
Francis no respondió, pero ella supo de inmediato que en efecto sabía algo… ¿Tenía algo que ver con eso que había prometido decirle más tarde? ¿Qué era lo que todos en esa base sabían menos ella?
No habría forma de saberlo, si no lograban salir todos de ahí. Así que sobreponiéndose a su impresión inicial, decidió dar un paso al frente y tomar la iniciativa de la situación.
—Quizás pueda distraerlos mientras ustedes escapan —propuso con voz apagada.
—Nada de eso —le contestó Francis, cortante—. Yo los distraeré, ustedes regresen por donde vinimos.
—Pero sargento, su herida…
—No es nada —indicó Francis, negando con la cabeza—. La chica gritona tenía razón: éste es mi deber. Ustedes no tienen por qué arriesgarse por esto.
—Bueno, gracias —masculló Lucy—. Aunque no me agrada mucho eso de “chica gritona”. Además de cómo ya dije, esos sujetos no nos dejarán irnos así nada más.
A Francis le daban igual sus quejas. Ya había tomado una decisión, y no necesitaba que ninguno de ellos lo convenciera de lo contrario. Así que sostuvo un arma cargada en ambas manos, y se dispuso a salir.
—Aguarde —intervino Cody en ese momento, aproximándose hacia los dos militares—. Quizás haya otra alternativa.
Francis y Gorrión Blanco lo voltearon a ver, expectantes de ver qué era lo que ese profesor de biología podía aportar a la situación.
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De entre los artículos de combate que Mabel había traído consigo, tomó un objeto en forma de lata color verde, con una manija y un seguro en la parte superior. Russel se estremeció, pegándose instintivamente más a la pared.
—¿Eso es una granada? —inquirió con voz temblorosa.
—No exactamente —fue la respuesta simple de la Doncella.
En cuanto el ascensor llegó a su destino y las puertas se abrieron, la verdadera retiró rápidamente el seguro y arrojó la lata a través de las puertas hacia el recibidor que los esperaba del otro lado. Antes de que los dos soldados de guardia frente a la puerta blindada pudieran reaccionar, la lata comenzó a girar en el suelo, y a soltar un grueso humo blanco que comenzó a cubrir todo rápidamente.
—¡¿Qué es esto?! —exclamó uno de los soldados, y rápidamente su compañero y él alzaron sus armas.
Mabel para ese momento ya había tomado a Russel con brusquedad de un brazo y lo jalaba hacia las puertas.
—Más te vale identificarte adecuadamente, doctor —exclamó Mabel con sorna, y de inmediato lo empujó con violencia hacia la nube de humo del exterior.
Russel trastabilló aturdido tras el empujón, y de un segundo a otro fue incapaz de ver cualquier cosa a su alrededor, salvo la blancura de todo ese humo.
—¡¿Quién está ahí?! —gritó con agresividad uno de los soldados, y no esperó ni un segundo su respuesta antes de disparar hacia la silueta que se movía entre la neblina. Russel sintió como la bala pasaba cortando al aire a unos centímetros de su cabeza, haciéndolo saltar atemorizado. Un segundo disparo, quizás del otro soldado, cruzó ahora peligrosamente cerca de su brazo derecho.
—¡No disparen!, ¡por favor no disparen! —gritó Russel con todas sus fuerzas, casi sollozando—. Soy yo, el Dr. Shepherd. No disparen, por todos los cielos…
Los soldados parecieron atender a sus súplicas, y no hubo ningún otro disparo en esos momentos. La neblina se fue aplacando poco a poco, y conforme Russel fue reconociendo las siluetas y los rostros de los dos soldados frente a él, estos lo reconocieron a él de regreso.
—¿Dr. Shepherd? —murmuró uno de ellos, bajando su arma para que apuntara al suelo—. ¿Se encuentra bien?
Russel respiró aliviado por primera vez desde que comenzó toda esa locura; ellos no eran el enemigo. Quizás al fin estaría a salvo.
Sin embargo, dicho alivio le duró muy poco, pues antes de que el humo se disipara por completo, y que Russel pudiera decir cualquier cosa, Mabel surgió justo desde atrás de él, disparando con asombrosa precisión dos disparos de su rifle, dando cada uno en una de las piernas de los dos soldados. Estos gimieron de dolor, totalmente confundidos, y se desplomaron al suelo en el acto. Y ante la mirada horrorizada de Russel, Mabel sacó su cuchillo de caza y se lanzó hacia los dos hombres en el suelo, rebanándole su cuello de un sólo tajo a cada uno, antes de que cualquiera pudiera reaccionar. Su sangre brotó a chorro de sus heridas, manchando las paredes, y Russel sólo pudo ver impotente como ambos hombres se desangraban y ahogaban en el suelo. Y su asesina, sin embargo, ni siquiera pestañeó.
«En verdad no hay nada de humanidad en ella» pensó Russel, atónito. Como científico, debía procurar siempre ver todo de una forma más fría y pragmática, y el mismo pensamiento lo había aplicado en sus investigaciones, incluyendo el estudio de los UX. Pero no había nada en ese día que lo animara, ni siquiera un poco, a ser frío y pragmático en esos momentos.
Mabel se alzó lentamente luego de haber terminado con sus últimas dos víctimas, y limpió la hoja de su cuchillo contra la manga del abrigo azul que portaba. De pronto, escuchó una puerta azotarse con fuerza, obligándola a girarse de lleno hacia un lado. Desde la cabina de control de acceso a un costado del cuarto, surgió un tercer soldado con pistola en mano.
—¡Maldita! —exclamó el tercer hombre con fuerza, comenzando a disparar con rapidez en su contra.
Mabel y Russel se tiraron al suelo de inmediato, y las balas cruzaron el aire muy cerca de sus cabezas. Estando en el piso, la verdadera se giró y apuntó con su propia arma desde un ángulo bajo en dirección a su atacante. La bala de Mabel entró directo por la cara del hombre, por debajo de su ojo, saliendo por la parte de atrás y manchando la pared a sus espaldas. El soldado no tardó en soltar su arma y desplomarse al suelo.
Mabel respiró hondo, intentando calmarse. Se paró en cuanto pudo, claramente furiosa, y se dirigió hacia Russel. Éste seguía tirado en el suelo, pero ella lo levantó de un fuerte tirón.
—¡Dijiste que sólo eran dos! —le gritó llena de coraje, zarandeándolo un poco.
—¡Sólo dije que había dos soldados cuidando la puerta! —respondió Russel, nervioso—. Eso no fue una mentira…
—Mucho cuidado, doctor. No intentes jugar conmigo, porque no te va a agradar lo que ganarás.
Lo jaloneó entonces con nada de delicadeza hacia el panel de autenticación, y lo empujó contra él con fuerza, haciendo que prácticamente se estrellara de narices contra éste.
—Ahora abre la maldita puerta —le ordenó, apuntándole además con su rifle para dejar más claras sus opciones.
—¿Qué harás con los quince hombres que están ahí dentro? —masculló Russel nervioso, volteando a verla sobre su hombro—. Sólo conseguirás que nos maten a los dos…
—Yo me estreso por eso. Tú sólo abre la puerta.
Mabel alzó más su arma de manera amenazante. Russel dudaba que lo fuera a matar en serio, al menos no mientras lo necesitara. Pero era claro también que no tenía el menor pudor al momento de causarle dolor a la gente, así que eso no le impediría volarle una mano, herirle un brazo, o cualquier otra cosa que no lo matara, pero lo hiciera pasarla aún más mal de lo que ya estaba pasando. Y por encima de todo, lo que él más deseaba era poder salir con vida de ese lugar.
Quizás estaba siendo egoísta, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No era un soldado, ni un peleador. Lo único que siempre había tenido a su favor era su inteligencia, y ésta le gritaba con ahínco que debía sobrevivir sin importar qué.
Se inclinó entonces sobre la pantalla y el micrófono en la pared, para que la cámara integrada enfocara por completo su rostro. Y entonces pronunció en voz baja, pero bastante claro:
—Dr. Russel Shepherd, Jefe de Investigación, sala 217.
El reconocimiento facial y de voz hizo su trabajo sin ningún problema, identificando de inmediato al jefe de la División Científica del Nido. Las puertas blindadas comenzaron a abrirse.
Mabel respiró hondo, jalando aire a sus pulmones, pero también cualquier rastro de vapor que hubiera podido quedar en el aire de la muerte de esos últimos tres soldados, aunque fuera poco. Tomó dos bombas de humo más que traía consigo, y centró su atención en las puertas abriéndose. Volvió a respirar profundamente, relajando todo su cuerpo y, en especial, su mente. Y entonces sus ojos comenzaron a brillar con fuerza.
— — — —
Mientras los segundos pasaban, y no había movimiento o respuesta por parte del Sgto. Schur y sus acompañantes, Marsh y sus hombres se iban impacientando. El teniente sabía bien que mientras más cabida les diera para actuar, más pronto podrían hacer uso de esa pequeña bruja y sus trucos. Así que tras darles más del tiempo suficiente para meditar en su propuesta, decidió mejor cortar el asunto por lo sano; por decirlo de un modo.
—Al demonio con esto —masculló molesto, y luego le ordenó a sus hombres con voz potente—: ¡Avancen y acaben con todos de una vez!
Los soldados se dispusieron al instante a avanzar por el pasillo con armas en mano con la intención de acatar la orden.
—¡Esperen! —pronunció en alto una voz femenina cuando apenas acababan de dar un par de pasos. Marsh dio rápidamente la indicación a sus hombres para que se detuvieran, y así lo hicieron.
Aguardaron un instante, expectantes pero sin bajar ni un momento sus armas. Tras un rato, aquella joven de cabellos rubios y ojos azules a la que llamaban “Gorrión Blanco” salió de su escondite con las manos alzadas a cada costado de su cabeza, y avanzó unos pasos hasta ponerse en el centro del pasillo, delante de ellos. Lo soldados alzaron y prepararon sus armas para disparar al menor indicio de que intentara algo sospechoso. Eran al menos diez rifles de asalto, cuyos cañones se perfilaban sólo en su dirección. Posiblemente podría desviar varias de esas balas con sus telequinesis, pero por más hábil que fuera con sus trucos, nadie sería capaz de desviarlas todas. Marsh lo sabía, y estaba seguro de que ella también.
—Aquí me tienen —murmuró Gorrión Blanco con voz seria—. ¿Qué es lo que quieren? Haré lo que me pidan, sólo dejen ir a los demás.
Marsh sonrió complacido.
—No importa a dónde vayan, toda la base está bajo nuestro control de todas formas —declaró el teniente con voz presuntuosa—. Si no mueren en este pasillo, lo harán en cualquier otro. Y lo mismo va para ti —indicó al tiempo que la señalaba con un dedo—. Lastimaste a nuestro señor, perra. No hay forma de que te dejemos con vida.
—¿Su señor? —masculló Gorrión Blanco, confundida. Pero Marsh no estaba dispuesto a responderle y aliviar su confusión. Él tenía una misión clara, y la iba a cumplir en ese mismo instante.
—¡Disparen!
Todos los soldados comenzaron a disparar al mismo tiempo, y antes de que Gorrión Blanco pudiera reaccionar, las balas la impactaron de frente en diferentes partes de su cuerpo. Sin embargo, para sorpresa de todos los observadores, las balas la atravesaron enteramente de lado a lado, como si pasaran a través de una cortina de humo. El impacto de los proyectiles apenas distorsionó un poco su forma, pero a los segundos ésta volvió a la normalidad, como si fueran piedras chocando contra la superficie de un lago. Los soldados dispararon una decena de veces cada uno, antes de que se dieran cuenta de lo que ocurría y uno a uno detuvieran su ataque.
—¿Qué rayos…? —masculló Marsh, confundido.
La imagen de Gorrión Blanco les sonrió confiada, y de la nada desapareció en el aire como la imagen de un proyector al apagarse. Un instante después, y antes de que alguno de los soldados procesara lo ocurrido, la verdadera Gorrión Blanco salió de detrás de la pared, y aprovechó ese momento de desconcierto por parte de los hombres delante de ella para empujarlos a todos con sus poderes. Los cuerpos de los soldados se desplomaron hacia atrás, pero Marsh y uno cuantos más se hicieron a un lado hacia un pasillo adyacente, para así esquivar los proyectiles humanos de sus propios compañeros.
Francis salió justo después, con un arma en cada mano con las cuales comenzó a disparar repetidas veces hacia los atacantes, que luchaban por reponerse e intentar contraatacar. Gorrión Blanco y él comenzaron a avanzar por el pasillo, la primera desviando lo mejor que podía los disparos de los enemigos, y Francis abatiéndolos de regreso.
Desde su escondite Cody observaba atento lo que ocurría. Su ilusión había funcionado, incluso mejor de lo que él mismo se imaginó.
—Bien hecho —escuchó que comentaba Lisa, asomándose detrás de él sólo un poco por la esquina—. Es increíble. ¿También puedes hacer cosas tan realistas como esa?
—Y muchas más —le respondió Cody despacio, no sonando precisamente como si dijera algo bueno.
—Me gustaría verlo todo —le susurró Lisa despacio con tono reflexivo—. Todo lo que eres capaz de hacer.
Cody no pudo evitar sonreír al escuchar aquellas palabras. ¿En verdad Lisa había superado el miedo inicial que le había causado ver sus poderes? En serio quería creer que sí.
—Cuando salgamos de aquí te lo enseñaré todo, ¿de acuerdo? —le propuso con voz confiada, a lo que Lisa respondió simplemente asintiendo.
Mientras tanto, Francis y Gorrión Blanco lograron avanzar por el pasillo, aunque sus atacantes no daban su brazo a torcer tan fácil. En un momento, las armas de Francis se vaciaron, por lo que rápidamente se colocó detrás de Gorrión Blanco, espalda contra espalda, para que ella lo cubriera mientras recargaba.
—¿Cómo está su herida, sargento? —musitó en voz baja la muchacha, mientras gran parte de su concentración estaba enfocada en desviar los disparos. Por suerte una porción importante de sus atacantes había optado por ponerse a cubierto en lugar de seguir disparando, lo que volvía todo mucho más sencillo.
—Estoy bien —masculló Francis con voz apagada—. Sin importar qué pase, tienes que llegar a los ascensores y encontrar al director y al capitán. ¿Entendiste?
—No lo dejaré atrás —declaró Gorrión Blanco con bastante convicción—. Saldremos todos juntos de aquí…
—Prometiste que a partir de ahora harías todo lo que te dijera sin chistar, ¿lo olvidas? Tu misión…
—Me importa una mierda la misión —exclamó la chica con voz malhumorada, tomando por sorpresa a Francis, e incluso a sí misma. No sabía de dónde había salido eso, pero por algún motivo le gustaba.
De pronto, tras desviar un disparo que iba directo a su cara y hacer que la bala atravesara en su lugar una puerta del pasillo a su lado, Gorrión Blanco se quedó repentinamente paralizada, con su mirada desorbitada, turnándose al instante un poco nebulosa. Un fuerte dolor en la parte frontal de su cabeza la atacó de pronto, haciéndola tambalearse y caer contra la pared a su lado para no caerse.
—¿Gorrión Blanco? —masculló Francis, inquieto, girándose hacia ella.
La chica presionó una mano contra su frente con fuerza, y luego la bajó por sus ojos, llegando hasta su nariz. Se talló ésta con sus dedos, y entonces los colocó frente a su rostro para echarles un vistazo: estaban cubiertos de sangre. Había comenzado a sangrar por la nariz, similar a como le había ocurrido en Los Ángeles.
«No, no ahora» pensó llena de angustia.
Para Marsh, que vigilaba todo desde su punto seguro, aquel momento de titubeo no pasó desapercibido. Así que sin pensarlo mucho, se asomó rápidamente al pasillo con su arma en las manos, y disparó una sola vez directo hacia la chica. Esto tomó totalmente por sorpresa a Gorrión Blanco, que no pudo evitar que la bala la alcanzara justo a la altura del hombro derecho, atravesándola hasta salir por su espalda.
—¡Ah! —exclamó con dolor la muchacha al aire, y al instante siguiente se desplomó al suelo con un sonido sordo. Estando ahí tirada, aferró su mano fuertemente a su herida, y comenzó a sollozar y gemir en voz baja. El dolor que le recorría era aún más intenso de lo que se hubiera imaginado.
Francis, al verla en el suelo, se le acercó rápidamente, cubriéndose de sus enemigos con más disparos. Llegó hasta ella e intentó ponerla de pie, pero las piernas de la chica flaquearon. Por lo que un segundo antes de que otra ráfaga de disparos los acribillara, Francis pateó con fuerza la puerta más cercana a ellos, cosa que la herida de su vientre resintió, e hizo que ambos brincaran hacia el interior del cuarto a oscuras.
—La bruja está herida —informó Marsh con orgullo, al tiempo que se colocaba un cigarrillo en los labios—. Matenla, y tráiganme su cabeza. Será un bonito regalo para nuestro señor.
Los soldados a su mando, o al menos los que quedaban de pie, comenzaron a avanzar rápidamente con sus armas en mano en dirección al cuarto en el que se habían escondido.
—Necesitan ayuda —indicó Cody con seriedad, que había visto todo desde su posición. Rápidamente se apresuró a salir de su escondite, pero unas manos lo tomaron rápidamente de su brazo para detenerlo.
—Cody, ¡no! —exclamó Lisa, casi suplicante.
—Estaré bien —masculló el profesor, volteándola a ver con una media sonrisa—. No te preocupes.
—No digas estupideces —le recriminó Lucy, desde más atrás—. ¿Te parece que es el mejor momento para jugar a ser héroe? Nosotros tenemos que irnos, ¡ya!
—Ustedes dos háganlo —le respondió un tanto tajante—. Las veré afuera.
Y antes de que pudieran decirle algo más, corrió presuroso hacia el pasillo.
—¡Cody! —espetó Lisa, un poco exasperada—. ¡Maldición!
—Tu novio es un idiota —comentó Lucy con molestia—. Lo que puede hacer con esas ilusiones tiene sus límites, y no creo que él los tenga claros.
Lisa no respondió nada, pero la angustia obviamente la agobiaba en esos momentos. Aun así, lo que le había dicho hace un rato a Cody era cierto: quería ver todo de lo que era capaz. Y por ese motivo permaneció en su sitio, observando expectante lo que ocurriría.
— — — —
En el nivel -20, los alrededor de quince soldados que custodiaban el pasillo al otro lado de la puerta blindada se percataron de los disparos provenientes del otro lado, y de inmediato se agruparon para recibir a la posible amenaza. En cuanto las puertas comenzaron a abrirse, se colocaron en fila, apuntando con sus rifles directo a la entrada. Pero antes de que pudieran vislumbrar a cualquier persona, lo primero que notaron fueron las dos bombas de humo lanzadas hacia el interior, que de inmediato comenzaron a arrojar el vapor blanco al aire y cubrirlo todo. Los soldados dispararon al mismo tiempo por reflejo, y una ráfaga de balas cruzó la nube de humo, pero sin lograr tocar a su verdadero objetivo.
—¡No disparen! —ordenó uno de ellos, gritando con fuerza para intentar que su voz se escuchara por encima de los disparos. Todos se detuvieron poco a poco, permaneciendo quietos en su posición mientras eran envueltos por completo por el humo, siendo incapaces de ver mucho más allá de sus narices.
De pronto, algunos notaron como algo se movía entre la neblina. Era una silueta oscura… no, eran dos, o quizás tres; eran varias, difíciles de contar en realidad, siluetas humanoides que se abrían paso contra ellos. Y aunque no lograban distinguirlas con claridad y eran más como borrones confusos, hubieran jurado ver que estaban armados, y los apuntaban directamente con sus armas. Su temor se acrecentó cuando el estruendo del primer disparo les taladró el oído, sin darse cuenta de que se trataba de hecho de uno de ellos. Y al escucharlo, presas del miedo, los demás comenzaron a disparar de nuevo.
—¡Qué no disparen! —gritó el mismo soldado de hace un momento—. ¡¿Qué les ocurre?!
Él no lo comprendió, pues no veía lo mismo que sus compañeros; sólo unos cuántos lo hacían, pero eso fue suficiente.
Aquellas siluetas negras se lanzaron en contra de ellos, y algunos de los soldados se tiraron al suelo intentando esquivarlos. Para cuando alzaron sus miradas, a su alrededor entre la neblina ya no distinguieron a ninguno de sus compañeros, sino más de esas mismas siluetas, rodeándolos, mirándolos fijamente con ojos resplandeciendo como llamas.
Los soldados comenzaron a disparar sin miramiento, acompañados de un aguerrido grito, sin darse cuenta de que abrían fuego contra sus propios compañeros, y estos respondían por reflejo sin comprender tampoco lo que ocurría. Las balas comenzaron a cruzar de un lado a otro por el pasillo, acribillando uno a uno a los soldados. Para cuando el humo se fue disipando y su visibilidad mejoró, lo que se abría paso ante ellos era un montón de sus compañeros heridos en el suelo, incluso algunos ya claramente muertos, y apenas unos cinco aún de pie.
—¿Qué rayos…? —masculló uno de ellos, respirando con agitación y confusión.
Ninguno tuvo tiempo de pensar o detenerse a dar ninguna teoría, pues los disparos se reanudaron en ese instante desde el umbral de la entrada. El primero fue tan certero que entró por la nuca del soldado más próximo a la puerta, saliéndole por la parte delantera de su cuello. El segundo le dio a otro más en un brazo, derribándolo, y sólo entonces el resto se giró y notó a la hermosa mujer armada en la puerta, con un rifle en una mano y una pistola corta en la otra.
Antes de que la misteriosa atacante pudiera volver a disparar, los tres soldados en pie se giraron hacia ella y dispararon al mismo tiempo primero. Mabel se ocultó rápidamente de nuevo tras el muro a un lado de la puerta, y las balas le pasaron rozando. Respiró muy hondo, llenando de nuevo sus pulmones con los pequeños rastros de vapor que dejaba la muerte en el aire. Luego, mientras los soldados disparaban, acercó una mano a su cinturón, tomando un objeto redondo y oscuro; esa sí era una granada.
Le retiró el seguro, y sin más la arrojó como una pelota al interior del pasillo. El objeto rebotó en el suelo hasta los pies de los soldados.
—¡Granada! —gritó alarmado uno de ellos, y rápidamente intentaron retroceder, pero no lo suficientemente rápido antes de que la explosión hiciera retumbar el pasillo entero, y lanzara sus cuerpos hacia atrás por el fuerte impacto.
Mabel se agachó y se cubrió sus oídos para protegerse de la explosión. Esperó unos segundos, y escuchó con atención para ver si había algún otro movimiento. Cuando estuvo segura de que todo estaba en calma, pegó su espalda a la pared y se dejó caer de sentón al piso, claramente agotada. Proyectar aquellos pensamientos en diferentes personas a la vez no había resultado nada sencillo; ni siquiera con los poderes adicionales que le había proporcionado el vapor de Rose. Pero al parecer había funcionado. Sin embargo, dudaba tener la energía suficiente para volver a hacer algo como eso en lo que restaba del día; no sin recibir una buena dosis de vapor para reponer las energías que había estado gastando.
Y aún le quedaba por delante todo el recorrido de salida…
Pero era mejor no angustiarse por eso aún.
Se forzó a recuperarse y ponerse de pie. Revisó rápidamente la carga de sus armas, y se preparó para ingresar. Russel reposaba en el suelo a su lado, tembloroso y lloroso. Mabel resopló molesta, y lo levantó de un jalón, obligándolo a acompañarla hacia adentro.
El pasillo era angosto, y era en ese momento un revoltijo de cuerpos y heridos; algunos por las balas, otros por la explosión de la granada. Pero conforme avanzaron y ella veía a alguno de esos incautos aún moviéndose en el suelo, Mabel no tuvo reparó en acabar con su sufrimiento metiéndoles una bala directo en sus cabezas. Russel respingó y gimió con cada disparo que le retumbaba sus oídos.
—Deja de llorar —le reprendió Mabel—. Si no era yo, serían los demás traidores de arriba en cuanto bajaran a encargarse de ellos. Sólo les adelante el viaje.
Siguieron avanzando por el pasillo, hasta encontrar la sala que buscaban: la 217. Tirado en el suelo contra la puerta, se encontraba otro soldado, que presionaba con fuerza una herida en su costado con su brazo sano, mientras el otro le colgaba a un lado con un feo agujero en su antebrazo que le sangraba abundantemente. Estaba consciente, y respiraba con agitación. En cuanto los vio acercarse, usó las pocas fuerzas que le quedaban para retirar la mano de su herida, tomar su arma y extenderla directo al rostro de la mujer.
Mabel, que en cuanto lo vio ya había previsto sus intenciones, ya tenía su cuchillo en mano desde antes de que él levantara su arma, y lo arrojó hacia él un segundo antes de que pudiera disparar. El cuchillo se clavó de lleno en su mano, haciéndolo soltar su arma al suelo. El soldado gimoteó con dolor, cayendo hacia un lado sobre su costado. Mabel se aproximó presurosa hacia él, tomó el cuchillo del mango y lo retiró de un jalón, rasgándole la mano entera en el proceso. Y prácticamente en el mismo movimiento, extendió el arma hacia el cuello del hombre, clavándolo hasta la empuñadura. La sangre comenzó a brotar con fuerza de la herida y de la boca del soldado, mientras la Doncella lo observaba fijamente con sus ojos fríos como hielo.
Una vez el soldado dejó de moverse, Mabel retiró rápidamente el cuchillo de su cuello y lo soltó para que cayera con su propio peso hacia el suelo. Respiró profundo por su nariz; de nuevo la muerte que impregnaba ese pasillo la alimentaba un poco.
Librado el último obstáculo, o eso pensaba ella, se giró hacia la puerta de la sala 217. No le sorprendió mucho ver que estaba cerrada, y no había ningún picaporte, pero sí un sensor en el muro justo a un lado de la puerta.
—Ábrala —ordenó con fiereza, girándose hacia Russel. Éste la miró de soslayo, nervioso.
—Para abrir… la puerta desde afuera… necesitas su tarjeta —pronunció tartamudeando, señalando tímidamente hacia el soldado caído a los pies de Mabel. Ésta resopló con fastidio, y se agachó para rebuscar en el cadáver, hasta dar con la tarjeta de acceso roja.
—¿Y qué me espera allá adentro? —cuestionó con severidad, volteándolo a ver sobre su hombro estando aún de cuclillas en el suelo—. ¿Más soldados? ¿Alguna trampa o alguna otra medida de seguridad?
Russel no contestó, pero se le notaba claramente incómodo. Algo estaba ocultando, y no necesitaba leer mentes para saberlo.
—Bien, lo descubriremos juntos —amenazó Mabel, y rápidamente se irguió y lo acercó hacia ella con agresividad.
Mabel colocó a Russel delante de ella, rodeándolo con un brazo para mantenerlo firme en su sitio, como su escudo humano. Con la otra mano acercó la tarjeta de acceso al sensor, que de inmediato la aceptó. Antes de que la puerta se abriera del todo, Mabel tomó su rifle y apuntó con él hacia adelante, apoyando el cañón sobre el hombro de Russel, más que lista para abrir fuego contra lo que se fuera a encontrar.
Lo que los recibió al otro lado de las puertas, fue una habitación cuadrada, relativamente pequeña, con algunos escritorios con computadoras, gavetas cerradas, y los rostros pálidos y asustados de tres hombres y dos mujeres en batas blancas de laboratorio, que se pusieron rápidamente de pie y se giraron hacia la puerta, retrocediendo temerosos ante la mujer extraña que los apuntaba con un rifle.
Mabel los inspeccionó rápidamente con la mirada, y se percató de inmediato de que ninguno de esos individuos estaba armado, ni parecía tener la predisposición a pelear. Bien, eso haría su eliminación mucho más sencilla.
—¡No! —exclamó Russel con fuerza, y rápidamente logró soltarse del brazo de Mabel y colocarse delante de ésta, interponiendo su cuerpo entre el cañón de su arma y los demás presentes en el cuarto—. Por favor, no lo hagas —murmuró exasperado, casi al borde del llanto—. Ellos no son soldados, son sólo científicos como yo. Deja que se vayan.
Mabel lo observó con molestia, más que dispuesta a hacerlo a un lado a la fuerza, aunque tuviera que golpearlo para hacerlo. Sin embargo, antes de dar ese primer golpe, su atención se fijó en más allá de Russel, en aquello que se encontraba en el centro de la habitación, y era lo que más resaltaba de ésta, aunque por algún motivo no había reparado en él al inicio.
Era lo que parecía ser un enorme y grueso tubo transparente de vidrio, que iba desde el suelo hasta el techo. Y en su interior se encontraba lo que parecía ser alguna clase de camilla colocada en vertical, con una persona sujeta a ella de sus muñecas, tobillos y cintura con gruesas correas de cuero. Dicha persona vestía únicamente una delgada bata blanca, como la de los hospitales, y tenía su cabeza completamente inclinada hacia el frente, y sus largos y desalineados cabellos negros caían sobre su rostro como una cortina.
Era una imagen que le resultó extraña y desconcertante en un inicio. Sin embargo, sólo le tomó observar a dicha persona en el interior del tubo unos cuántos segundos para que todo su ser la reconociera…
Un espasmo de confusión y asombro le recorrió el cuerpo entero como un choque de electricidad, y su rostro cambió enteramente de forma de un segundo a otro.
—No puede ser —susurró atónita.
Empujó entonces con algo de fuerza a Russel hacia un lado para quitarlo de su camino, y avanzó lentamente los pasos que la apartaban de aquel tubo. Todos los demás miembros del equipo científico se hicieron a un lado, separándose lo más posible de ella. Mabel se paró justo delante del tubo, y colocó delicadamente la yema de sus dedos sobre el frío cristal. Contempló entonces en silencio el cuerpo inerte al otro lado de éste, como si fuera la pieza de alguna morbosa exposición.
—¿Annie? —susurró despacio, apenas logrando que su voz surgiera con claridad de su garganta—. Annie, ¿eres tú…?
La persona dentro del tubo no reaccionó a sus palabras. Sólo un pequeño espasmo ocasional que le cruzaba el cuerpo de repente, fue el único indicativo que tuvo de que se encontraba con vida. Si es que acaso eso que veían sus ojos podía considerarse vida…
— — — —
Cody se paró con firmeza en el centro del pasillo, encarando sin temor a los soldados armados que avanzaban por éste. En cuanto estos notaron su presencia, rápidamente alzaron sus armas y lo apuntaron con ellas. Cody, sin embargo, no se doblegó por esto, y de inmediato enfocó su mente para hacer el mismo truco que había hecho en el bosque: hacer aparecer a su alrededor miles de mariposas azules y brillantes, que volaron como proyectiles directo hacia los atacantes. Estos, desconcertados, no reaccionaron a tiempo antes de que aquellas ilusiones los golpearan de frente, cubriendo su visión, y comenzando a pegarse a sus cuerpos con pequeñas patas que se convertían en cuchillas y se encajaban a sus ropas y pieles.
Los soldados comenzaron a agitarse y a manotear intentando quitarse aquellas cosas, pero sin éxito pues era como si sus manos las atravesaran sin más. Algunos incluso empezaron a disparar al aire en desesperación, intentando darles a los pequeños insectos, pero obteniendo el mismo resultado.
Cody avanzó agachado para evitar todos esos disparos al aire, y se dirigió al cuarto en donde Gorrión Blanco y Francis habían entrado. En cuanto se asomó por la puerta, éste último rápidamente alzó su arma y lo apuntó directo a la cara con ella.
—Hey, soy yo —exclamó Cody rápidamente, alzando sus brazos. Gracias a su entrenamiento, Francis no le disparó por reflejo, y alcanzó a bajar su arma.
Cody volteó hacia un lado, en donde Gorrión Blanco estaba sentada contra la pared, con los ojos fuertemente apretados, mientras sujetaba su cabeza con ambas manos. A la altura de su hombro, aquella horrible herida que le habían hecho se asomaba de forma grotesca, pero por suerte parecía no estar sangrando demasiado; no como el caso de Francis.
—¿Qué le ocurre? —preguntó curioso y preocupado.
—Está bien —exclamó Francis de forma cortante. Cody notó rápidamente como pasaba una mano por su propio costado. Ese vendaje improvisado que se había hecho con sus propias ropas, ya se veía para ese punto bastante impregnado de rojo.
Notó además los rastros de sangre en la nariz de Gorrión de Blanco. Eleven le había dicho en alguna ocasión que eso le pasaba a algunos resplandecientes cuando abusaban mucho de sus poderes; ella misma lo sabía por experiencia, según le había dicho. Era verdad que aquella chica había estado desviando bala tras bala desde hace buen rato, pero antes de aquel pequeño mareo no parecía agotada en lo absoluto; de hecho, parecía estarlo haciendo con bastante facilidad.
—Vamos, salgan mientras yo los cubro —les indicó Cody con seriedad, asomándose de nuevo al pasillo. Sus mariposas seguían haciendo lo suyo, y por si acaso hizo que aumentaran en su número, y además comenzaran a morder a los atacantes en cada parte expuesta de su piel que pudieran.
Francis tomó a Gorrión Blanco y pasó un brazo de ella alrededor de sus hombros para ayudarla a levantarse. Ésta no opuso resistencia, y de hecho parecía haberse sobrepuesto lo suficiente a su dolor para ponerse de pie sin mucho problema.
Por su parte, desde su posición, el Tte. Marsh observaba la escena casi cómica ante él, de sus hombres siendo atacados por pequeñas mariposas. Pero, por supuesto, no le causaba la más mínima gracias.
—Un ilusionista —masculló con voz áspera, expulsando algo de humo de cigarro por su boca al hacerlo—. Odio a los putos ilusionistas. Tú, tráeme esa cosa —le ordenó con severidad a uno de sus hombres de pie a su lado, señalando con su cabeza a un maletín largo que reposaba en el suelo a su lado—. Veamos cómo les va contra esto.
El soldado se apresuró a cumplir su encargo.
Para cuando Francis salió del cuarto ayudando a Gorrión Blanco a caminar, y Cody retrocedía delante de ellos con su atención fija en su propia ilusión, Marsh ya tenía armado y listo en sus manos el lanzacohetes portátil. Y sin espera, lo colocó sobre su hombro, salió de detrás del muro que lo cubría, y apuntó la mirilla de su arma directo a Cody. Ninguno de los que escapaban se dio cuenta de aquel peligro inminente; sólo Lisa desde su posición al inicio del pasillo, logró divisar la silueta de Marsh a lo lejos.
—¡Cuidado! —gritó la bioquímica con fuerza para alertarlos. Cody, Francis y Gorrión Blanco se sobresaltaron, y por reflejo se giraron a mirarla, un instante antes de que Marsh presionara el detonador y el letal proyectil cruzara el pasillo directo hacia su objetivo.
Gorrión Blanco fue la única que logró reaccionar al escuchar la detonación, y alcanzar a ver aquello se dirigía en su dirección. Usando toda la agilidad mental y física que pudo, concentró de inmediato todos sus sentidos, y jaló su mano con violencia hacia arriba, usando su telequinesis para empujar lo más rápido que pudo el proyectil hacia arriba. Éste en efecto se elevó como empujado por una fuerte ráfaga de viento, y se estrelló directo contra el techo sobre sus cabezas, creando una fuerte explosión que sacudió todo el pasillo entero.
El techo voló en pedazos por la explosión, y escombros de éste comenzaron a desplomarse, no sólo contra Cody, Francis y Gorrión Blanco, sino también contra los propios hombres de Marsh, sepultándolos a todos.
—¡No! —exclamó Lisa horrorizada, y tuvo el impulso de correr hacia ellos. Sin embargo, Lucy alcanzó a tomarla, y jalarla hacia atrás. Ambas se lanzaron al suelo, antes de ser alcanzadas por un nubarrón de polvo y pedazos de techo.
— — — —
Mientras se movía escurridiza por los pasillos desolados de la base en busca de alguna salida, Charlie McGee fue sorprendida por la sacudida de aquella explosión. Se encontraba vestida con las ropas que había logrado quitar del cuerpo de Grish Altur, las cuales no habían sido nada fáciles de retirar. Eso incluía una camiseta negra holgada, unos pantalones verdes, botas anchas de combate, y su gabardina verde, cuya manga derecha tuvo que terminar de arrancarle pues aquel pedazo de plástico térmico la había prácticamente cercenado junto con el brazo de su antigua dueña.
Charlie se puso rápidamente en alerta tras el estruendo, en busca de la presencia cercana de algún enemigo. Sin embargo, en el momento en el que el retumbar de la explosión se apaciguó, todo se sumió en una inhóspita calma.
—¿Y ahora eso qué fue…? —susurró en voz baja para sí misma, por supuesto sin recibir ninguna respuesta.
Y aunque el reflejo más natural hubiera sido avanzar en la dirección contraria de dónde había escuchado aquella explosión, ella hizo justo lo contrario y comenzó a caminar con cautela justo hacia allá. No sabía con qué o quién se encontraría, pero su instinto, o algo más, le decía que aquel era justo el sitio en el que debía estar en ese momento.
FIN DEL CAPÍTULO 150
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mariorhe · 7 months
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No tenian respeto ni por su madre, habia dicho moelesto, o al menos eso decía el periódico.
Esa tarde, se había dedicado a tejer, estaba sentada fuera de casa, con los cascos puestos, su walkman colgaba a un costado de una de las presillas de su short de mezclilla. Terminaba de tejer una bufanda, era para Brad. Era la primera que le hacía a brad, en cambió a Wogie le habia hecho gorros bufandas y guantes.
Brad llegó por la tarde, como habia quedado por telefono. Ella lo habia citado, queria pedirle una disculpa. Preparó el almuerzo, le encantaban las patas de pollo así que esa tarde salió al mercado del pueblo. Le pareció irónico, no había salido desde que llegó, así que entre pregunta y pregunta, llegó a su destino.
***
Brad bajó de su moto, con esa ropa que parecía uniforme a excepción de la camiseta, al ser de tarde se sorprendió al notar la camioneta estacionada, llena de las cosas de Susan. No la había visto en su primera visita. Le ayudaré con eso, pensó. Al entrar en la casa, pudo sentir el aroma de las salsas, de comida hecha con amor. Su semblante cambió por completo, se sintió tan enamorado de Susi que la llamo al entrar.
—¿¡Donde esta mi bebé!?
Susan salió disparada de la habitación, y se le lanzó encima llenadole el cuello de besos.
—¡Perdón, perdón, perdón brad! Realmente no sé, no sé como enmendar esto. De verdad, estoy tan aflijida, no he podido dormir bien, incluso me sentí identificada con una película de una horrible mujer que mata hombres.
Brad, echó a reir, pudo verle el empaste plata en sus dientes.
—Ya, no te preocupes por eso nena.
Recordó a wogie diciendo que brad la amaba y era verdad. Brad la amaba, como nunca amo a nadie, que se joda wogie y sus creencias tontas. Brad estaba aquí y era su amor verdadero.
***
Despues de la cena, brad se había abierto los pantalones para descansar el estomago, lucía bastante tonto. Se acariciaba la barriga constante mente.
—Te luciste cariño.
Añadió y se puso un cigarrillo en los labios. Estaba satisfecho y que mejor que un cigarrillo para cerrar com broche de oro. Daba caladas con un rostro relajado, totalmente despreocupado. A veces, susi envidiaba esa livianidad en brad.
—Tal vez luego, puedas ayudarme con otro asunto, para que la disculpa se de por completada.
Añadió riendo y se sobo entre las piernas acomodandose el miembro. Ese fue un gesto de lo más repugnante y humillante, pero se quedó callada. Brad reía mientras el humo salia solo de su boca.
—¿Que crees, cachorrita?
No soy ninguna cachorra.
—¿Que pasó?
Brad tosió, se habia atragantado por el humo pues las palabras le atropellaron la lengua, estaba emocionado.
—¡Publicaron mi historia, y ha tenido buenas ventas, la gente se traga estas mierdas y me encanta!
Se golpeó la rodilla con con la palma lleno de felicidad, pareciera que en cualquier momento fuera a saltar, a comportase como una gallina cacareando dando vueltas en circulos. Apagó su cigarrillo.
—Ya lo veras, pronto sere un bestseller.
Susi, estaba algo celosa de su pareja brad. Pero sentia que era injusto, debería estar alegre y con todas sus fuerzas, mostró la sonrisa más exagerada y destapo una cerveza y dijo.
—¡Brindo por mi hombre, brad, el futuro ganador de los premios nebula!
Brad golpeó su lata con la botella de susi y se mostró orgulloso, satisfecho con las palabras de susi.
Esa noche, miraba dormir con tanta tranquilidad a brad a su lado, estaba completamente desnudo al igual que ella. Prendió un cigarrillo y fue a la sala a fumar, prendió la tv, de nuevo una noticia acerca de los platillos volantes. Era tonta como el gordo reportero de la tv, encendió la vídeo casetera y de nuevo la misma película estaba en ella, la dejó pasar. La muchacha lloraba otra vez, una vez más le habian mentido, una vez más se habia mentido. Sonrió con el cigarrillo en la boca, la pelicula, le comenzaba a recordar al monstruo de la laguna. Pobre monstruo, un par de imbéciles fue a molestarlo en su lago, pero, en esta versión la muchacha era el jodido viano, quien enamora a alguien para después matarlo. Además esos sentimientos son recíprocos, ambos saldrán heridos. Sacó una lata de cerveza, salió fuera de la casa y se sentó bajo el techito de madera de la entrada, veia como estaba apunto de amanecer, su camioneta seguia ahí y un sentimiento de culpa le invadió. Ya debia haber desempacado. Luego se recordó esa tarde tejiendo para brad. Pensó en Wogie, en la película de adultos, los hombros de wogie, el cuerpo de las mujeres desnudas y luego en wogie, sus bonitos hombros, los quería, moria por besarlos. Se sorprendió al encontrarse llorando, se le quemaron los dedos y eso la trajó a la realidad, el cigarrillo cayó al suelo, se secó las lágrimas sin pensarlo, realmente, sus pensamientos se habían apagado. Miró al suelo y en el pasto hongos blancos.
***
brad y susi habiam terminando ya el desayuno. No cruzaron muchas palabras, era cruel, pero queria que brad se fuera.
—¿Hoy tienes trabajo?
Comentó susi
—No, el taller cerro la semana pasada, no habia la clientela que el jefe queria, así que así no se puede. Pero me defiendo com trabajos pequeños, al menos no me moriré de hambre.
—Ah
Dijo susan y suspiró pensando en algo interesante.
—Eso me recuerda, que te he traido una copia de mi historia.
Salió hasta su moto, luego al regresar tenía un libro de bordes amarillos y en la portada se veía a un reptil, antropomorfo, estaba de pie, y a sus costados, unos seres grises de grandes ojos almendrados, parecia que estaban a merced del reptil. El reptil, achatado tomaba con la lengua a una mujer rubia, la sujetaba del brazo con esta y a la mujer parecían salirsele los senos del brasier, era una imagen exgaredamente erótica, caía en el ridículo, parecía más una comedia.
—Vaya que se esmeraron en la portada.
—Una buena portada vende bien
Comentó brad.
***
En la puerta, brad lucía nervioso. Peronse repetía que estaba listo.
—Susan, tenemos que hablar.
***
Susi no podía dejar de llorar, sentía como él dolor le llenaba el pecho, tenía los ojos tan hinchados que parecía uno de los grises de brad. Se habia mordido el labio inferior del coraje, el cabello se lo habia tironeado, el poco maquillaje que usaba estaba por todos lados en su cara, se sentía fea, usada. Era una basura. No comprendía este dolor, un vacío tan grande ocupaba el lugar de su alma, el lago que era ya no estaba claro, era ahora un pantano, verde. Los mocos le salían y le daba asco pero no tenia fuerza para limpiarse, se moría, podia sentirlo. Después de lo que brad le había confesado, jamás seria la misma, nunca, lo odiaba. Es un hijo de perra se decía. Porque me usó, porque miente, brad no era humano. No podían ser alguien no le hace eso a la persona que ama. Wogie dijo que brad le amaba, wogie no miente. De repente llegó a ella una verdad, ¿Amaba a brad? Se sentó en la cama. Le dio play al walkman, no queria pensar. La música comenzó a sonar.
I've seen you in the mirror
When the story began
And i fell with you
I love your mortal sin
Wogie era inocente en todo esto, el habia sido claro, <Amo a wogie> y quien no maldito brad? jamás pensó en que bras quisiera el Corazón de wogie. Luego en sus recuerdos, vio que habia sorprendido a brad mirandola atentamente, deborandola, abrazándola con los ojos, incluso cuando el le hacia el amor, no lograna que la viera de esa forma, como hipnotizado, eso habia alimentado una inseguridad muy absurda que no tenia porque existir si wogie le decía lo hermosa que era y era lo único que valía, brad era un cerdo. Porque lo había soportado todos estos años? No sera que realmente lo queria lejos de wogie?
I got no emotions for anybody else
No feeling de sex pistols decía todo lo que sentía en esos momentos, para wogie, para el maldito de brad. Sintió envidia, celos, queria vomitar, si se ponia de pie vomitaba. Brad tendria a wogie, no hay duda, el muy maldito no es nada feo. Pero wogie le haría caso? Tal vez, ella es un angel, a puesto a que le daría una oportunidad.
—Wogie, mi wogie mi amor... Amor mío... Te amo te amo wogie... No tengo sentimientos por nadie más, mi hermosa egoista.
***
Eran las tres de la mañana, estaba borracha, susi había vomitado más veces de las que recordaba, al entrar a la sala, el video caset de la joven llorona estaba en su caja de carton, una caja muy maltratada. Leyó el titulo, <Crazy obsession> patético. Se dijo y tiró la cinta a la mesa esperaba paciente, la paciencia es una virtud, una virtud. Reía y se limpiaba la cara. Había citado a brad, una última despedida, una buena despedida, no como cuando lo vio la última vez, incluso le había tirado el libro el bestseller ganador del premio nebula, echó a reir. Brad llegó, ahí estaba brad, bajo la luna parecía que iba a dar un concierto, era guapo el imbécil, wogie le haría caso. Sintió como se quejaba pues el llanto amenazaba con salir. Brad vio toda la casa a oscuras, susi lo miraba desde dentro, el no la veia. La paciencia es una virtud se decía. Susi se asomó en la ventana, desde dentro era mucho más oscuro, brad, también miro por la ventana de dónde susi miraba, tal vez se quedó dormida, pensó pues la puerta tenía seguro. Escuchó un clic, y el arma le destruyó toda la cara. Eñ buen arma del abuelo, nunca fallaba.
Susi, escarbaba, tenia tres horas para acabar, solo tres, se repetía, aquí no hay que ser pacientes no dejaba de hablarse. Estana llena de tierra. Tenia manchado la blusa, sangre por todos lados, apestaba y era caliente, era de lo más asqueroso. sus movimientos eran tranquilos, la verdad estaba feliz, no podía expresar esto en palabras, era dicha. Si eso era, dicha. Todo esto estaba bien, era bueno.Estando en los zapatos de la protagonista, podía entender esta sensación, era bueno, estaba bien, se decía.
En el cielo, a unos dies metros de altura, un circulo comenzó a cortar una nube, era un circulo perfecto, tan perfecto que era hermoso, pareció desprenderse de la nube, pero no, ese circulo, había estado ahí desde siempre, quien sabe cuando. Se hizo visible, comenzó a materializarse hasta tomar una forma cilindrica y luego comenzó a zumbar, como un enjambre de avejas. este ruido hizo darse la vuelta a susi, sorprendida, quedo muda, abrumada por el tamaño, su perfección era horrorosa, la pala resbalo de sus manos. Era uno de esos platillos volantes, podía ver desde una ventanilla a algunos hombrecillos, parecían hormigas, miraban con curiosidad, se turnaban para ver la escena. Alumbraran a susi, con una luz que le quemó las retinas, susi no podia hablar estaba paralizada. la lavantaron del suelo haciendola levitar unos segundos y susi desapareció. La luz se apago y con la tranquilidad de una montaña, aquella nave volvió a hacerse invisible.
En la hierba, el libro de brad, pasaba las paginas, al final el prólogo decía:
Aquellos seres, estan marcados por las castas, los reptiles son los que mandan, los grises, sus lacayos fieles, se encargan de llevar al hombre hasta su plato, pero, éstos, no se comen su carne, no no, ellos le drenan el alma, las emociones, no hay nada más delicioso que una mente que cae en catarsis.
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skinnyamapola · 1 year
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No me gustan los fines de semana tengo que comer más
lo odio.
Y ya llevaba una buena racha, ahora me sentiré culpable el resto de la semana, y más porque tendré que desperdiciar alimentos, yo no comeré; obvio, pero aún así no me gusta porque aunque yo halla elegido este camino hay gente que anhela tener una comida, en fin; se lo regalaré a alguien en la calle.
No comeré en todo el día, estoy muy gorda y no puedo con eso, además en el salón hay una idiota que se burla de mí, no sé porque pero me da inseguridad pues me veo estúpida y gorda con el uniforme de la institución, me veo como una señora gorda y horrible, aunque a ella también le hace falta bajar un poco de peso, así que mejor ni abra la bocota y para acabarla hay una muchacha super delgadita que también me hace mala cara, no hace falta decir que las dos me caen super super mal, porque me hacen sentir insegura burlándose de mi y haciendome mala cara.
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anahuacalli · 3 years
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Personajes LGBTTTIQ+ en el cine mexicano:
1939: La casa del ogro, Dir. Fernando de Fuentes.
1951: Muchachas de uniforme, Dir. Alfredo B. Crevenna.
1977: El lugar sin límites, Dir. Arturo Ripstein.
1977: Alucarda, la hija de las tinieblas, Dir. Juan López Moctezuma.
1985: Doña Herlinda y su hijo, Dir. Jaime Humberto Hermosillo.
2014: Carmín tropical, Dir. Rigoberto Perezcano.
2017: Sueño en otro idioma, Dir. Ernesto Contreras.
2017: Ayer maravilla fui, Dir. Gabriel Mariño.
2017: Los días más oscuros de nosotras, Dir. Astrid Rondero.
2020: El baile de los 41, Dir. David Pablos.
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fleshumiliation · 2 years
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the imprisonment of being a girl
muchachas de uniforme (1951) dir. alfredo b. crevenna
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kinodiario · 3 years
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Muchachas de uniforme / Mädchen in Uniform - Leontine Sagan, Carl Froelich [1931] Germany
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malenitalovesreiji · 9 months
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Selfshipp Week!
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— ¿De qué se trata? La Selfshipp Week se basa en publicar un escrito/dibujo de tu selfshipp por día durante una semana basada en distintas temáticas que se asignan a cada uno de los días.
Inspirado en este hilo de Twitter: https://twitter.com/SelfshipT/status/1693515958432706570?t=Ut6KKyA30ObynUMkQRfRaw&s=19
Sin más que decir, vamos a comenzar con nuestro séptimo y último día! (El día 6 fue posteado en Twitter!)
[TW: NSFW!!!!]
ઈ🍵︵ Dia 7: Celos.
Malena tuvo un día sin duda bastante agotador y estresante, podría jurar que fue muy pesado para ella, lo único que quería era estar en casa.
Reiji: Malena, ven por favor a mi oficina cuando termines de cambiarte.
Reiji: Es MUY urgente.
Su "paz" se veía alterada por su pareja quien la asustó con ese asunto tan "urgente", por ende se apuró a ir a su habitación a cambiarse el uniforme del colegio e ir corriendo hasta la habitación del ajeno ¿Qué era eso tan urgente?
Tocó la puerta de su habitación haciendole saber que había llegado, Reiji la dejó pasar y se mostró de espaldas a la puerta, parecía estar trabajando en algo.
Male: Acá estoy... ¿qué es eso tan urgente?
Male: (¿Habrá pasado algo?...)
Reiji: Mira, minina.
Male: (¿Minina?... eso no es una buena señal)
Ese apodo la hizo erizarse, intentó retroceder cuando lo vió acercarse a ella, la mirada de Reiji estaba sería fija sobre Malena y era completamente amenazante. La muchacha chocó su cuerpo contra una de las bibliotecas de la habitación del hombre, quién la tenía arrinconada cómo si un depredador se comiese a su presa.
Reiji: ¿Crees que no me doy cuenta? Tienes el aroma de ese holgazán en tí.
Reiji: Y eso me molesta.
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Ahí había comprendido, ese asunto tan urgente significaba una cosa: estaba en problemas. Cuándo él bajó a su cuello Malena intentó separarlo un poco mientras murmuraba algunas excusas "No es lo que crees." , "Yo no hablé con él", y etcétera. Parecía que Reiji no estaba haciendo nada, Malena no sentía sus colmillos todavía ¿Qué estaba pasando?
Male: Por favor... Te prometo que no hice nada.
Reiji: Está bien, te creo.
Male: Entonces... ¿Me dejarás ir?
Reiji: Pff, pero por supuesto que no.
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Y ahí comenzó a posar su lengua y sus labios sobre el cuello de la chica ocasionando que esta comenzara a gimotear de forma tenue al lado de su oído, algo que él llamaba "una melodía agradable".
Pasaban minutos y Malena aún no sentía los colmillos de Reiji sobre su piel, todo lo que había sentido era cómo chupaba y succionaba la misma, sintiendo leves dolores de vez en cuando.
Male: Reiji... ¿Qué estás...?
Reiji: Cállate, quiero marcarte un poco.
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Reiji estaba sobre los senos de su amada mujer, besando y lamiendo uno de ellos, mientras con sus manos se dedicaba a sujetarla de la cadera con firmeza. Finalmente lo había decidido, ese era el lugar perfecto para dejar marcados sus filosos y hambrientos colmillos, y así lo hizo.
Malena dejó salir un gemido alto al sentir cómo los colmillos de su pareja penetraban su piel con la intención de succionar su sangre en ciertas cantidades. Su cuerpo dió un pequeño temblor al entonar tal gemido, el cuál al instante fue acompañado de otro por una nalgada que había recibido. Bajó su cabeza con la intención de ver a Reiji quien detuvo sus succiones para poder hablar, se notaba la sonrisa sádica en su cara.
Reiji: Quedate quieta...
Reiji: Los sonidos que haces son tan relajantes, por favor continúa...
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La pareja se hundió en una noche llena de pasión y calor, algunos hermanos podrían jurar que los gemidos de Malena llegaban a ser un poco audibles fuera de la habitación, y eso que eran simplemente el producto de los celos de Reiji por su hermano, Shū.
. . .
El día de la mañana siguiente, Malena despertó en la cama de Reiji, no era sorpresa para ella debido a que tuvo intimidad con el mismo antes. Se dirigió al baño con la intención de higienizarse hasta que se miró en el espejo, viendo con gran confusión y espanto los chupones evidentes que Reiji le había dejado. La misma suspiró y se miró una última vez antes de prender la ducha y bañarse.
Male: ...La puta que me parió.
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sus-ojos-verdes · 3 years
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-Sí, Madre. Conocía su orden y, aún así, hablé con ella. No soporté su mirada de desesperación.Aislarla sin despedirla si quiera, hubiera sido una...
-Iba a decir crueldad, ¿no?, ¡digalo! Sé que tengo la razón, poco importan los medios con tal de salvar un alma.
-Recuerde, Madre. La intolerancia también es un pecado.
-Señorita Lucila, va usted demasiado lejos. Conozco sus métodos, un día fui lo bastante tolerante para permitírselos y, ¿qué logré? promiscuidad, libertinaje, recuerde lo de Claudia..
-Qué poco sabe usted del amor, Madre. A Claudia la empujó la prohibición de sus padres, de usted. Tal vez si no hubiera cerrado el portón de la huerta, no hubiera sucedido eso. Ella deseaba un amor limpio, abierto.
-De esa manera se puede disculpar a todas, hasta a Manuela.
-La muchacha no tiene la culpa.
-Pero no me va a negar que...
-¿Por qué se interrumpe?, ¡Dígalo! No le tenga miedo a las palabras, ya no es hora de callar. Usted quiso decir que Manuela...está enamorada de mí.
-¡Señorita Lucila!
-¡Sí!, eso es lo que usted piensa y todas las demás. Y eso es lo que les han hecho creer a esas muchachas inocentes. Pero se equivocan.
-Entonces, ¿Me hace responsable de este escándalo?
-A usted no, a su ceguera porque usted es la primera en haberse aprisionado en este colegio. Es difícil asomarse a un alma cuando nunca se ha sufrido: hija de ricos, usted fue alumna a los 12 años, novicia a los 18 y su talento la hizo Madre Superiora. ¿Qué sabe del mundo?, ¿Cómo puede comprender la soledad de una huérfana, falta de caricias, de ternura?, si un perro hubiera lamido la mano de esa niña, se hubiera encariñado con él. ¿Cómo no me va a adorar si yo represento todo para ella? Amiga, hermana, maestra, madre. Todos sus sentimientos volcados, pero limpios, Madre, ¡limpios!
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