Anna Karina
Cámara Yo el director Jean-Luc Godard en el set de Alphaville (1965)
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Periodic reminder to check to see if your acquaintances have been possessed by using Kitsune no Mado 狐の窓 "Fox Window"
Bend your fingers as shown and look through the hole. This will eliminate any magic and you will see a person's true form (human or fox-disguised-as-human)
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Un parásito que obliga a su portador a suicidarse
Este extraño gusano de cabeza espinosa es un parásito de la clase Acanthocephala. Suele medir unos milímetros, transcurriendo su fase adulta en el intestino de un huésped vertebrado tal como un pez, ave, roedor o incluso el hombre.
Sus huevos una vez excretados permanecen inactivos hasta que son ingeridos por un artrópodo (huésped) tal como un insecto o un crustáceo. Dentro de estos se convierten en una versión diminuta del parásito, la cual entra en un estado de reposo.
En este punto sucede algo alucinante, el parásito induce al huésped a “suicidarse”. Es decir, lo obliga a comportarse de tal manera que aumente la probabilidad de muerte por un depredador, tal como desplazarse a una zona vulnerable (por ejemplo, la superficie de un estanque o un lugar de suelo expuesto y bien iluminado).
La selección natural ha hecho que este parásito emplee dos huéspedes en su ciclo de vida, un artrópodo como intermedio y un vertebrado como definitivo. Para pasar de uno a otro, el parásito emplea una estrategia denominada “secuestro cerebral” (“brain-jacking”) para conducir "voluntariamente" al primero a las fauces del segundo.
El mecanismo de secuestro cerebral no está del todo comprendida, pero al parecer —al menos en algunos casos— el parásito induce en el huésped la liberación de serotonina.
Referencias:
Altered Behavioral Responses in Intermediate Hosts -- An AcanthoceptalanParasite Strategy. doi: 10.1086/284224
Behavioral Interactions between Parasites and Hosts: Host Suicide and the Evolution of Complex Life Cycles. https://www.jstor.org/stable/2460710
Taxonomic Guide to Infectious Diseases. ISBN 978-0-12-415895-5
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El Michi actor: Orangey que así se llamaba este actor gatuno, tuvo una larga carrera cinematográfica. Por cierto, es el único felino que ha ganado el Premio Patsy en dos ocasiones, el equivalente al Oscar de los actores animales.
Filmografía de Orangey:
1965 El pueblo de los gigantes (en el papel del Gato Gigante)
1964/65 Mi marciano favorito (serie)
1963 La comedia de los horrores (en el papel de Cleopatra)
1960 Los nuevos ricos (serie)
1962 Gigot
1960 Un marciano en California (en el papel de Clementine)
1958 Shirley Temple’s Storybook
1957 El increíble hombre menguante (en el papel de Butch)
1955 Regreso a la Tierra (en el papel de Neutron)
1953/55 Our Miss Brooks (serie) (en el papel de Minerva)
1951 Rhubard (en el papel de Rhubarb)
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Augusto Monterroso
*El eclipse*
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
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