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Gracias y hasta pronto Hong Kong
Con esta entrada termina un proyecto que ha durado dos años. Dos años en los que he publicado un artículo cada dos semanas relacionado con Hong Kong. Sobre lugares más conocidos y sobre otros que no lo son tanto. Años en los que pude disfrutar de la ciudad, de sus tradiciones, de su gente, de sus villas y de sus islas como he disfrutado en poco sitios. Seguro que volveré pero ya no será lo mismo. 
Se dice una y mil veces que Hong Kong es un lugar de contrastes, y aunque suene a repetitivo, yo también lo confirmo. Conviven ricos y pobres, chinos y occidentales, muy ricos y muy pobres, chinos y jonkonitas, mar y tierra, playa y montaña, dinero y espiritualidad, rascacielos y villas amuralladas, polución y polución, polución y cielos azules, sólo a veces, muy pocas, jornadas  interminables de trabajo y celebraciones coloridas,…todo tiene cabida.
Poco más de ocho años no es nada para poder valorar un país, ni siquiera una ciudad, y mucho menos si no se habla el idioma local y la cultura propia es muy diferente a aquella de los habitantes de la ciudad que nos acoge. Hay gente, estudiosos algunos, que tras un mes en un lugar escriben incluso libros sobre el lugar, sobre su forma de vivir, de pensar o de rezar. En mi caso, cuanto más tiempo pasaba en Hong Kong, menos entendía el lugar y sus gentes, al menos en profundidad.
La religión es una de las cosas que no llegué a comprender, pienso que muchos jonkonitas tampoco la entienden. No pasa nada. Rezan y realizan rituales de forma mecánica como rezan y se realizan rituales de forma mecánica en la mayoría de los lugares del mundo. Sin preguntarse mucho más. La mezcla de budismo y dioses chinos aunque no la entienda, me fascina. Lo mismo que me fascina la mezcla de razas y creencias que encuentro por Hong Kong. Cristianos, budistas, judíos, sikhs, musulmanes, y una larga lista de creencias comparten espacio físico y mental en la ciudad. Es ese compartir y esa mezcla de razas y creencias lo que hace la ciudad especial.
Otra de las cosas que me fascinan de Hong Kong, y a las que he dedicado varios artículos, son las ciudades amuralladas. Quizá un anacronismo entre tanto rascacielos, pero un anacronismo lleno de historia que le da al Puerto Fragante un toque de distinción. Distinción que la mayoría pasan por alto, pero que hace que tanta modernidad se sustente en una base con unas raíces muy fuertes. No todas las ciudades de vanguardia mundiales pueden presumir de tener unas villas amuralladas en las que sigue viviendo gente, una gente orgullosa por habitar en un lugar donde sus antepasados ya vivían hace cientos de años.
Mucho más populares que sus pueblos amurallados son sus islas. Las hay de todos los tamaños, de diferente belleza y (casi) para todos los gustos. Yo tengo mis preferidas claro está. No podría quedarme con una solamente, pero sí con varias. Me encantan Cheung Chau, Peng Chau, Po Toi, Tap Mun ,…puede que suene raro que no mencione Lantau pero es que es muy grande y muy difícil de abarcar. Por supuesto hay lugares de la isla fascinantes como Tai O, y hay otros mucho menos atractivos como Discovery Bay, denominado por algunos conocidos que allí vivieron como “reserva occidental”. Cada uno tendrá sus gustos y sus necesidades. ¿Lamma? Pues he ido poco y no sería capaz de analizarla a fondo. Siendo occidental blanquito quizá el hecho de ver tantos occidentales blanquitos las veces que he ido por la isla sea lo que ha hecho que no le prestase toda la atención debida. Prejuicios tontos por mi parte que pasaré por alto la próxima vez que vaya, que iré.
Como muchas de las cosas importantes que nos suceden en la vida, llegué a Hong Kong por casualidad, o al menos sin haberlo planeado. Nos pasamos la vida haciendo o imaginando nuestro futuro y luego es la vida la quien decide dónde colocarnos. Lo que en principio iba a ser una experiencia breve se convirtió en casi una década por el Puerto Fragante (traducción literal del nombre de Hong Kong).
Colonia británica hasta 1997 en que fue devuelta a China, llama la atención el poco poso cultural británico que se aprecia en Hong Kong. O al menos no el que se supondría después de más de un siglo bajo su gobierno. Podríamos decir que se trata de una ciudad cosmopolita con alma china, un alma que se aprecia en todos los rincones. El inglés, el idioma, no está tan extendido como se pudiera pensar. Y los fish and chips si los quieres comer, debes buscar bien, no son el plato estrella del lugar.
Con el paso de los años fui acostumbrándome, pero los contrastes de la ciudad es lo que más llamaba mi atención. Contrastes que vayas donde vayas, o mires donde mires, te asaltan. Sorprende ver rascacielos modernos junto a bloques de edificios viejos y desmoronados, lo mismo que sorprende observar esos mismos rascacielos lujoso rodeados de andamios de bambú cuando los arreglan (y cuando los construyen). Choca ver Ferraris conducidos por millonarios adelantando a recogedores de cartón empujando sus carretillas, o ver centros comerciales junto a edificios que alojan a gentes que viven “enjauladas”. También sorprende pasear por algunos de los barrios más poblados del mundo y al poco poder hacerlo por zonas verdes y vírgenes (que las hay y en gran cantidad), o deambular por el barrio financiero con los bancos más importantes del mundo y a poco más de media hora poder hacerlo por algunas de sus islas y pueblos de pescadores que todavía conservan sus costumbres y el aroma de lo auténtico.
Se puede afirmar que el motor de la ciudad es el dinero y que pareciese ser lo único importante y lo que guía a los habitantes de la ex colonia  británica. Afán por prosperar económicamente. Podría ser, pero no sólo. La cultura y las tradiciones chinas perduran de forma importante y palpable. Unas tradiciones totalmente ajenas a Occidente como el Feng Shui (todavía con gran peso en las construcciones y diseños que se realizan en la ciudad), la medicina china o el Tai Chi (practicado en parques por las mañanas). Además del sentimiento religioso que se palpa en infinidad de templos a lo largo de la ciudad y donde los fieles acuden a diario. Se podría decir que el dinero y los bancos se apropiaron de la ciudad pero que no han sido capaces de anular los templos. Ejecutivos con trajes de diseño y templos con su denso olor a incienso. Bancos y templos conviven de una forma armónica. Dos religiones que se acoplan sin problema. Tradición y modernidad van de la mano en Hong Kong. Un territorio en continua ebullición.
Vivir en Hong Kong es muy fácil, al menos en mi caso. Una ciudad que aunque te indique que eres extranjero te ofrece todo lo que necesites para tu disfrute y aclimatación. Además una ciudad donde todo funciona y muy segura. ¿Que hay choque cultural para los occidentales que viven en Hong Kong? claro que lo hay, pero es un choque muy enriquecedor. ¿Que hay costumbres que no entiendes? Pues te esfuerzas más en comprenderlas. Al fin y al cabo eres un invitado más. Un invitado en una ciudad que se ha trasformado y adaptado a los tiempos en innumerables ocasiones, y que lo seguirá haciendo sin perder su esencia y siempre mirando al futuro. Esperemos que le dejen, Hong Kong se lo merece.
Hasta pronto. Nos vemos en los bares y en elviajedephotographyto.com
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El futuro de la Ópera Cantonesa está en los niños
La primera vez que oí hablar de la ópera Cantonesa me sonó a algo trasnochado, un espectáculo para señoras y señores no de cierta edad, sino muy mayores. Un arte tradicional que pensaba se iría a apagando poco a poco. No podía estar más equivocado, y no por mis visitas a los camerinos y a funciones de las “normales”, sino por la energía que derrochan los más jóvenes en sus representaciones.  
Una vez comparto tiempo con los pequeños quedo maravillado por la pasión que le ponen. Disfrutan no sólo de salir al escenario, sino de todo el proceso, desde el principio hasta el final, y sobre todo del momento de vestirse unos trajes que lucen con orgullo. Es entonces cuando me doy cuenta que muchos niños jonkonitas adoran la opera cantonesa aunque no la entiendan. Los trajes, los movimientos, la música, les ha cautivado y sin pensarlo ni quererlo, estos niños han pasado a ser los guardianes de un arte de muchos siglos. Serán ellos quienes ….este arte tradicional de Hong Kong.
Mediante la opera cantonese los niños no solo disfrutan de un arte tradicional, sino que aprenden danza y música china. En un tiempo en que los niños se sienten presionados a estudiar actividades extra escolares varias durante su poco tiempo libre, los que asisten a la clases de ópera cantonesa son unos pocos privilegiados ya que su desarrollo se produce de forma holística. Muchos padres no lo ven “útil” para el futuro de los niños, y en realidad pocas cosas hay más completas que un niño pueda realizar en sus ratos libres. A un mismo tiempo además de arte aprenden no sólo a cantar, a hablar, actuación, música, danza o artes marciales, sino que los niños aprenden a mejorar la resistencia, la perseverancia y la capacidad de expresarse. Se mueven en un contexto que les ayuda en su desarrollo personal. Se trata de algo más que un entretenimiento, ya que mediante la practica y el entrenamiento los niños desarrollan sus habilidades y la confianza en sí mismos. Casi nada. Si los padres buscan algo “útil” para sus hijos, ya saben en que apuntarles.
Con la cultura moderna y la tecnología, las artes clásicas como la ópera cantonese van perdiendo seguidores. Los viejos maestros van desapareciendo poco a poco y es difícil encontrarles sustitutos. Y esos sustitutos tienen que ser los niños de hoy. Unos niños a los que les atraen los trajes vivos, las representaciones dramáticas y la música. Serán ellos quienes mantengan este arte multidisciplinar con millones de seguidores por todo el mundo.
Supongo que los trajes, los accesorios y poder “disfrazarse” será una de las razones que los niños sienten esa atracción por la opera cantonesa. Puede que los niños no entiendan los guiones fácilmente, por lo que hay algunas adaptaciones para que así no lo hagan de forma automata y sin emoción. Así por ejemplo Stella Ma desde  2002 enseña a los niños más pequeños a partir de óperas cantonese que ella escribe y no utilizando los textos clásicos difíciles de entender si no se tiene una cierta base de historia china. Con historias adaptadas para ellos, les es mucho más fácil comprender y poder actuar con mayor interés.
La opera cantonesa es un bien cultural de Hong Kong y se deberían hacer todos los esfuerzos posibles para su promoción. Introducirla en los colegios, institutos y en la universidad serviría para cada vez más gente se interesase. Se han desarrollado proyectos educativos desde 2006 pero el futuro sigue siendo incierto. Un futuro que viendo la dedicación que ponen los niños debería estar más que asegurado, incluso con mayor fuerza.
Transmitir la afición por la ópera cantonesa a los niños es la forma de que se conserve el arte tradicional, que amen su propia cultura y se sientan parte de ella. Quizá no sea lo que más de moda esté, pero esa dedicación y amor por un arte de varios siglos de historia desde niños, seguro que les marca (positivamente) para el resto de sus vidas.
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Victoria, (posiblemente) la bahía más bonita del mundo
Una de las imágenes que tengo grabadas en la memoria de mi estancia por Hong Kong es la de la bahía. Un par de años antes de instalarme en la ciudad había ido por motivos de trabajo. Una noche, después de trabajar, nos acercamos hasta el puerto y ver el skyline jonkonita iluminado ante mis ojos (unos ojos de pueblo) me dejó maravillado. Después de esa, pasaría por la bahía cientos de veces. A veces a ver los barcos pasar, otras a enseñársela a las visitas que venían a verme, las más al volver a casa caminando. Y muchas otras a estar. Simplemente a estar.
Se hace referencia por primera vez al puerto Victoria en 1425 en los mapas de navegación de Zheng He sobre la costa de China. Habrá que esperar hasta 1810 para ver el primer mapa que lo represente detalladamente en una carta marina preparada por Daniel Ross y Philip Maughan para la Compañía de las Indias Orientales. En un principio el puerto se llamó Puerto de Hong Kong, para más tarde pasar a denominarse Puerto Victoria, ya que era lugar de refugio de la flota británica cuando la reina era Victoria.
La reina británica estuvo en el trono durante 63 (1837-1901), siendo el periodo más largo en la historia de Gran Bretaña. El puerto, Victoria Harbour, lleva el nombre en su honor. Fue bajo su mandato cuando Gran Bretaña comienza la Guerra del Opio, que gana convirtiendo la isla de Hong Kong en  una concesión británica. Más tarde se produciría la segunda Guerra del Opio, en 1860, tras la cual la península de Kowloon también pasaría a manos británicas en 1861, año en que la bahía que separaba la isla de la península se pasó a denominar bahía Victoria.
Por las aguas de la bahía, unas de las más concurridas del mundo, pasan a diario todo tipo de embarcaciones. La más popular, sin duda, es el Star Ferry, el barco más famoso de Hong Kong. Fundado a finales del siglo XIX, concretamente en 1898, lleva alrededor de 30 millones de pasajeros al año sumando las varias rutas que realiza por la ex colonia británica. Los autobuses y el metro también crucen la bahía, pero hacerlo en el ferry no tiene comparación por la belleza del paisaje, urbano y marítimo, ante nuestros ojos. Además el precio a pagar es irrisorio si lo comparamos con el precio de los transportes en cualquier parte del mundo. Aunque es un transporte publico pensado para los locales, los visitantes son quienes más disfrutan del trayecto. Vemos pasar no sólo el Star Ferry, sino que veleros, buques de carga, yates de recreo, barquitos de madera, remolcadores o barcos de pesca, comparten aguas con el famoso ferry. Cualquier tipo de barco que imaginemos está en la bahía de Hong Kong.
Si el Star Ferry es el rey de la bahía Victoria, cuando cae la noche, a las 8 en punto cada día del año, se produce un espectáculo, una sinfonía de luces que une música e iluminación. La explanada se llena de gente, de cámaras, de móviles y de flashes para intentar captar el espectáculo audiovisual que nos ofrecen de forma gratuita todos los días del año. El 21 de noviembre de 2005 fue incluido en Guinness World Records como el espectáculo de luz y sonido permanente más grande del mundo. Como con todo, los hay muy críticos, quien opina que se podría hacer mucho más espectacular e incluso mucho más bonito. Quizá tengan razón, pero en pocos lugares del mundo ofrecen hay espectáculo diario de este tipo sin coste alguno para el visitante.
Además de las luces y el skyline, a pocos metros en Tsim Tsha Tsui, encontramos la Avenida de las Estrellas, ocupando buena parte del paseo marítimo. La vista continúa siendo espectacular, y a la vez, podemos descubrir a personajes ilustres de la cinematografía local. Muchos de ellos, quizá la mayoría, no nos sonarán de nada, pero otros, sobre todo alguno famoso por las artes marciales, es de sobra conocido. Quizá la estatua de Bruce Lee sea la más fotografiada de Hong Kong (a lo que he contribuido, como no podía ser de otra forma). Por su parte, la Torre del Reloj es el único remanente de la antigua estación de ferrocarril que iba de Kowloon a Cantón. Sus ladrillos rojos y sus 44 metros de altura hacen que destaque en el puerto.
Si ponemos atención mirando desde la parte de Kowloon, podremos distinguir en la isla de Hong Kong, la zona más famosa de la ciudad, The Peak, en lo alto del Pico Victoria. De día es fácil verlo pero cuando llega la noche puede resultar más complicado. La mejor forma es mirar detenidamente y ver de dónde vienen los flashes, cientos y de forma continuada, y ya tendremos su localización. La bahía ha servido a su vez como anfitriona de muchos espectáculos como las celebraciones del Año Nuevo Chino, la fiesta Nacional del 1 de octubre, y el día de Nochevieja. Celebraciones que se realizan con fuegos articulase, llenando la bahía todavía de más color y más visitantes, tanto residentes como turistas.
Hay lugares en los que cada uno de nosotros encontramos una cosa diferente. A los que vamos simplemente a ver qué pasa. Bueno a ver qué pasa, y a veces, ya que estamos, ver cómo pasa. Lugares en los que quedarse viendo pasar el tiempo sin importarnos nada más. Lugares que te dejan hipnotizado con sus luces y sonidos. Lugares en los que se juntan gentes del lugar y turistas a partes iguales. Lugares con vida propia y en movimiento. La bahía Victoria es uno de esos sitios a los que ir a perder el tiempo, todo del que disponga cada uno. En realidad perder el tiempo mirando la bahía de Hong Kong es la mejor forma de emplearlo.
Aseguraría que todos y cada uno de los visitantes que se acercan a disfrutar de Hong Kong, pasan por la bahía a disfrutar de sus vistas, aunque sea sólo una vez. Muchos hoteles, algunos de los más caros de la ciudad, están entorno a la bahía. Incluso, se dice que uno de ellos, The Peninsula, posee la  flota de coches Roll-Royces más importante del mundo. Una bahía de día preciosa y de noche irresistible. Sin duda una de las escenas nocturnas más bonitas del mundo. La posición en el escalafón que la ponga cada uno. No es cuestión de comparar, cada uno tendrá sus preferencias.
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El Hong Kong más tradicional
Luces de neón, rascacielos interminables, centro financiero, coches y tiendas de lujo, restaurantes de postín. Todo esto encontramos y deslumbra cuando aterrizamos en Hong Kong, o cuando visitamos sus barrios más famosos y turísticos. Eso es lo más brillante y lo más llamativo  primera vista. Lo que nos deslumbra. Sin embargo la ex colonia británica guarda secretos, que en realidad no lo son tanto. Basta con abrir un poco los ojos y con poner un poco de interés, para quedar sorprendidos con la cultura y las ancestrales costumbres que siguen vigentes hoy en día.
No es mi objetivo (ni podría) describir y hablar de toda la cultura y del patrimonio inmaterial que Hong Kong nos ofrece, sino dar algunas pequeñas pinceladas de aquello que encontramos cada día en las calles de los barrios más céntricos. Una cultura accesible a todo el mundo. A todo el mundo que ponga un poco de interés.
Una de las cosas más exóticas de la ciudad son las tiendas donde comprar plantas, raíces, partes de animales o hierbas, que se usan en la medicina tradicional china. Medicina tradicional que convive sin ningún tipo de problema con la medicina occidental, en algunos casos incluso complementándose. Tradición y modernidad van de la mano con naturalidad. Una medicina que tiene sus raíces en milenios de historia y que a día de hoy sigue contando con muchos seguidores. Los remedios que se usaban hace siglos, se siguen utilizando en la actualidad. Puede que nos parezca raro, pero aunque no seamos seguidores de este tipo de medicina, visitar una de las doscientas tiendas que todavía hay en Sheung Wan, es una experiencia enriquecedora. Nidos de pájaro y ginseng en vez de aspirinas e ibuprofenos. Mucho más natural sin duda.
Si la traición sigue vigente en el cuidado de la salud, también lo hace en el entretenimiento. La ópera cantonesa sigue manteniendo muchos adeptos, y no sólo entre la población de mayor edad. Jóvenes y niños han ido incorporándose, y son muchos aquellos que disfrutan y que realizan espectáculos con tanta dedicación como aquellos que son profesionales. Se trata de uno de los principales estilos de la ópera china, mezclando en el escenario la historia china, las leyendas, música, actuación y teatro. No saber cantonés no es imprescindible para disfrutar de un espectáculo visual como hay pocos en el mundo. Sus coloridos trajes, sus movimientos en el escenario, su cante característico o sus decorados, hacen la asistencia a la ópera cantonesa algo de lo que disfrutar de principio a fin, y eso sin entender nada del idioma.
Ya sean rascacielos de cientos de plantas, como casas más humildes o templos, la mayoría de los edificios de Hong Kong siguen la antigua práctica de situar los edificios (y los objetos) en armonía con la naturaleza para así traer buena suerte y un futuro prospero. Feng Shui (“viento y agua”) que tiene su origen en la creencia de que las influencias cosmológicas tienen una importancia decisiva en nuestras vidas. En pleno siglo XXI se siguen consultando a profesionales del feng shui a la hora de comprarse una casa o hacer una remodelación en la oficina. Es una práctica omnipresente en Hong Kong, quizá la practica más implantada en la ciudad y la que menos “se ve”. Está ahí aunque no sepamos ni de qué forma ni cómo. Los hay incluso que hablan de que la propia Hong Kong tiene un feng shui magnífico, en el que su ubicación geográfica, sus montañas, o las aguas de la bahía, ayudan a la estabilidad y la prosperidad del territorio.
Junto a bares, o cafeterías más a la moda, en Hong Kong encontramos también teterías tradicionales en los que la bebida principal es el té de hierbas. Se cree que su ingesta ayuda a mantener en equilibrio la temperatura corporal adecuada. Cada tienda tiene sus propias recetas. Unas tiendas que no dejan de tener clientes a cualquier hora del día. El té de hierbas plantando cara a los refrescos. Sin duda no es más popular que la Coca Cola pero es una práctica que se sigue realizando a diario por miles de personas.
Y si se sigue bebiendo té de hierbas, el dim sum es la estrella de la gastronomía en Hong Kong. Lo podríamos traducir como “tocar el corazón”, y desde la primera vez que pruebas alguna de sus interminables especialidades, ciertamente te toca el corazón. De entre todas las cosas de la ex colonia británica, los dim sum son una de las joyas. Joyas que más que lucirse se comen y alimentan. Lo ideal es comer en grupo para poder disfrutar de cuantos más platos mejor. Se presentan en los típicos recipientes de bambú y por lo general, aunque admitan cualquier tipo de bebida, lo normal es disfrutarlos con té. En Hong Kong el ir a comer dim sums se denomina “yum cha”, lo que literalmente significa “beber té”. Ya sea en un restaurante pequeño y tradicional, o en algunos de los restaurantes de lujo que hay por la ciudad, comer dim sum es siempre un espectáculo y una experiencia gastronómica sublime. Sin duda una de mis aficiones preferidas en el Puerto Fragante que practico cada vez que puedo.
Paseando por el barrio de Causeway Bay, uno de los más famosos y concurridos por sus tiendas, nos encontramos bajo un puente (punto feng shui ideal para ahuyentar malos espíritus) con “los golpeadores profesionales”, por lo general señoras, muchas mayores, según observo las veces que por allí paso. Ellas ayudan a deshacerte de los problemas que tengas, ya sean de salud o en forma de gente que te hace la vida difícil. Por unos 5 euros las golpeadoras realizan un ritual que incluye una quema de incienso, y el golpeo con un zapato viejo un papel en que está escrito el nombre de tus problemas. Asunto resuelto, fuera problemas y a disfrutar de nuestra vida por 5 euros. Una caja de aspirinas.
La lista es prácticamente interminable, o al menos debería incluir cientos de  cosas que forman el patrimonio cultural de la ciudad. Las plegarias en los templos, los adivinos, las ofrendas funerarias de papel, el mahjong o los andamios de bambú, nos sorprenden cuando llegamos y vemos Hong Kong por primera vez, pero a las que con el paso del tiempo, nos acostumbramos y vemos como lo más normal y natural del mundo. Hong Kong es una de las ciudades más modernas, pero el poso tradicional y y la herencia cultural en la que se sostiene es mucho más grande de lo que se podría pensar.
La tradición y la modernidad, el pasado y el presente, pero sobre todo, las culturas occidental y oriental, en Hong Kong van de la mano y sin ningún tipo de conflicto. Se enriquecen y se complementan haciendo una ciudad variada y mucho más interesante.
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Cheung Chau, el Festival de los Bollos
Desde el quinto día hasta el noveno del cuarto mes lunar se celebra el Festival del Bollo en la isla de Cheung Chau. Posiblemente se trate del festival más popular y concurrido de los que se celebra en Hong Kong.  Y ya es decir. Nunca me han sentado muy bien las aglomeraciones, los agobios, los empujones y las multitudes, pero uno de los primeros festival a los que asistí en la ex colonia británica fue el de esta preciosa isla. Varios años despuñes volví para intentar retratarlo.  
Era el final de la Dinastía Qing cuando una plaga devastó Cheung Chau. Los habitantes de la isla construyeron un altar en frente del templo pidiendo al Dios Pak Tai que expulsase a los espíritus malignos que estaban sitiando la isla. Al mismo tiempo iban desfilando con varias deidades por las estrechas calles del pueblo. Parece ser que los rituales taoístas realizados surgieron su efecto y la plaga terminó. Han pasado más de 100 años y se siguen produciendo las celebraciones. Mucho más multitudinarias estos días pero seguro que con el mismo espíritu que el año de la plaga.
Como en todos los festivales con cierta historia, los orígenes suelen tener más de una teoría. En este caso, hay teorías que afirman que el Festival del Bollo comenzó como un ritual de las comunidades de pescadores para poder estar a salvo de los piratas y de sus ataques.
Los tambores animan los bailes de leones. Los desfiles hacen las delicias de locales y visitantes, aunque lo que más llama mi atención, por desplazarse por las alturas y por sus vestidos llamativos, son los niños y niñas que se mueven  suspendidos por el aire. Espectacular es la competición de recolecta de bollos. Unos bollos que dan nombre al festival y que son la comida más popular, consumidos a miles durante estos días. Unos bollos colocados en una torre de bambú de gran altura y a la que suben a velocidad de vértigo los participantes, cogiendo la mayor cantidad posible y depositándolos en un cesto. El que más almacene es el ganador. Los bollos pasaron de ser naturales a ser sintéticos, y los participantes utilizan arneses para evitar las desgracias, pero el sentimiento sigue siendo el mismo que años atrás.
Este desfile ceremonial llevado a cabo para ahuyentar una plaga hace un siglo tiene como protagonistas a los más pequeños, vestidos con disfraces de deidades tradicionales y celebridades modernas. Unos pequeños que parecen flotar por encima de las multitudes en lo que se asemeja a una procesión carnavales. Una caravana de gentes que se mueven al ritmo de los gongs. Un ritmo que siguen los bailes de leones.
Es difícil elegir entre el día o la noche en el festival de Cheung Chau. Si durante el día se vive el alboroto de la fiesta, y se asiste al colorido y alegre desfile, por la noche asisto a la competición de los bollos, para después acercarme a ver cómo se producen las ofrendas de comida a los muertos. Se crea una atmósfera nocturna alrededor de las ofrendas con la sola luz de las velas que me llega a conmover.
La isla se llena de visitantes pero para los lugareños sigue teniendo un sentido especial. Poseen los isleños un sentimiento de comunidad muy fuerte, y muchos de los que han salido de Cheung Chau a buscar una mejor vida, tratan de volver a estar con los suyos durante estos días tan especiales. Las ceremonias taoístas, el desfile, el baile de leones, los tambores y la música que se desarrollan durante esta semana, hacen del antiguo paraíso de los piratas, una isla festiva sin igual en Hong Kong.
Desde mi primera visita hasta la última, algunos pequeños detalles han cambiado y algunas normas se han suavizado. La mayoría de los restaurantes siguen sirviendo sólo comida vegetariana, pero al mismo tiempo también los hay que no siguen esta tradición que convertía la isla en un paraíso vegetariano. Una cosa buena para unos y un sacrilegio para otros. Sea como fuere, el Festival de de los Bollos de Cheung Chau, es uno de los más extraordinarios  del mundo.  
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Sai Kung, el jardín trasero de Hong Kong
Sai Kung es de esos lugares que a pesar de ser muy turísticos siguen mantenido una esencia especial. De esos lugares a los que cada vez que me acerco, disfruto, y mucho. Y me acerco bastante a menudo por diversos motivos. Siempre hay algo que hacer con la excusa de pasarse por allí.
Ha sido el punto de partida de infinidad de visitas por la zona, y aunque el pueblo en sí tiene encanto, cada vez que voy es por alguna actividad. Unas veces para visitar las increíbles playas de sus alrededores, que hacen que te sientas en algún lugar surfero del planeta (no hay mejores ni más claras aguas en todo Hong Kong que las de la bahía de Sai Kung). Otras, a caminar por montañas de la zona. Alguna más, a visitar las preciosas islas de los alrededores. Incluso para hacer algún viaje en barco y esquí acuático me he acercado hasta allí. De todo se puede hacer por la bahía, y todo con unas vistas fascinantes. Casi siempre con salida y llegada a la vieja Sai Kung.
Es cierto que muchas veces he ido sólo por disfrutar de alguno de los restaurantes de marisco. Sabrosos y asequibles en la mayoría de los casos. Comes de maravilla y encima te dejan marcharte con los dos ojos en la cara,  cosa que no siempre sucede en Hong Kong. La calle del marisco de Sai Kung sin duda es de las mejores calles de restaurantes de todo el puerto fragante.
Tampoco es necesario hacer nada espectacular para disfrutar en Sai Kung. Sentarse simplemente a mirar el mar, los barcos y gentes pasar, ya es una gozada. Lo mismo que acercarse a comprar pescado a alguna de las barcas del puerto. Más frescos es imposible. O darse un paseo por las calles, y callejones traseros, menos transitados por los visitantes, donde encontrarte con ancianos que llevan viviendo allí toda la vida. Mucho antes de que la gente supiera localizar el lugar en un mapa.
No hace mucho se trataba, como en otros lugares de Hong Kong, de un simple puerto donde había pescadores y poco más. En las ultimas décadas, y gracias al desarrollo de la zona, a las maravillas naturales de los alrededores o al Geoparque en sus aledaños, Sai Kung se ha transformado por completo, aunque no tanto como para no reconocerlo. Siguen los pescadores, menos, y sigue a pleno funcionamiento el templo de Tin Hau, como no podía ser de otra forma en un pueblo con mar.
Estando a  20 quilómetros de Kowloon, parece que nos hayamos trasladado a otro país. Eso es lo que siempre me ha fascinado de Hong Kong. Una cosa es el centro, con sus parques comerciales, sus rascacielos y sus mastodontes de hormigón, y otra sus zonas naturales y sus aldeas, incluso su vegetación por momentos tropical. Precisamente por esa vegetación y naturaleza es por la que a Sai Kung se le conoce como “el jardín trasero de Hong Kong”. Sus bellezas naturales, las playas, los caminos y los senderos que hay por la zona, nunca han pasado desapercibidos. Aunque en el jardín hayan aparecido muchos edificios, las costumbres tradicionales y la cultura sigue palpable por la zona a poco que prestemos atención.
Desde los años 70, la vida en la península de Sai Kung cambió. Las pequeñas aldeas empezaron a quedarse sin gente que se marchaba a las ciudades, dejando atrás no sólo un lugar físico sino una forma de vida que las gentes hakka habían llevado durante generaciones. Por el contrario, las playas y los senderos, vieron cómo aparecían visitantes deseos de disfrutar de la belleza por la zona. Estos tiempos modernos resultan, cuando menos, paradójicos.
Esa mezcla de zonas rurales y urbanas hacen a Sai Kun especial. Es cierto que la decadencia de la pesca y la agricultura está cambiando el panorama de manera acelerada, pero no es menos cierto, que la zona sigue conservando una belleza única. Los pescadores y agricultores están dejando  paso al ecotursimo y a los restaurantes de marisco, pero la esencia y el alma del Sai Kung tradicional todavía se perciben al recorrer sus calles y aldeas.
Los edificios modernos, los restaurantes, las tiendas o los cafés de la ciudad vieja de Sai Kung comparten espacio con algunas calles pintorescas, y con callejones y edificios tradicionales como los templos de Tin Hau y Kwan Tai, juntos y hermanados para siempre. Eso sí, vaya donde vaya, siempre termino en el colorido y ajetreado puerto, lleno de actividad donde los pescadores venden sus capturas a quienes por allí se acercan. Directamente, sin intermediarios. No hay mejor pescado ni dinero mejor invertido. En el puerto hay infinidad de embarcaciones, para todos los gustos, pero la actividad más interesante y que más me atrae, sin duda, es montar en un sampan manejado por alguna de las mujeres hakka que hay en la zona.
Nunca me cansaré de disfrutar la variedad de Hong Kong, incluso en un mismo día. En ningún otro lugar del planeta puedes comenzar el día surcando el mar en un barco camino de High Island para participar en el festival de la diosa del mar, Tin Hau, después comer un fabuloso marisco en el viejo Sai Kung, y terminar el día contemplando la bahía Victoria, la más maravillosa del mundo.  
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Sheung Wan: medicinal tradicional, pescado seco y arte urbano
Hay barrios que aúnan una serie de características que les hacen diferentes y únicos. Barrios que rebosan modernidad pero manteniendo las tradiciones. Barrios elegantes pero al mismo tiempo con aroma a pueblo. Barrios por los que pasas pero que desde el principio sientes como tuyos de lo bien que te acogen. Uno de de esos lugares en Hong Kong, es sin duda Sheung Wan, que combina restaurantes y tiendas a la moda con las creencias tradicionales chinas como en casi ningún otro lugar de la ex colonial británica.
De las veces que por allí me acerco, cada visita es diferente, tanto la ruta, como las sensaciones. Hay lugares mágicos, otros míticos y, muchos otros, que forman parte inseparable del barrio. Tenemos por ejemplo el Western Market, construido en 1906, que además de las tiendas de artesanía del interior, nos ofrece un edificio de estilo colonial eduardiano en un color ocre que le hace especial y precioso. Encuentro en el barrio tiendas de antigüedades, de muebles de época o restaurantes de alto postín. Los encuentro, pero no los disfruto. Cosas de presupuesto, y de que ni una cosa ni la otra en mis visitas por la zona han llamado mucho la atención, pero allí están, ofreciendo su parte a la vida del barrio.
Lo que llama mi atención de Sheung Wan son las tiendas del pescado seco que encontramos en las calles Dried Sea Food, Wing Lok Street y Boham Strand Street, con inmensidad de locales en los que puedes comprar abalones, mejillones o vieras secas, entre una infinidad de productos del mar. Productos empleados para hacer tónicos que ayuden a nuestra salud a mantenerse en forma. No muy lejos, podemos comprar, pero también observar de primera mano, cómo son las tiendas que ofrecen sus productos de medicina tradicional china. Algunos de ellos en Koh Shing Street. A pocos metros de allí, restaurantes de lujo. Y no muy lejos tiendas de decoración Gough Street.
Cómo no podía ser de otra forma, muchos nombres de sus calles tienen una historia detrás que por lo general, se nos pasan. Por ejemplo la Street Cat, o “Calle del gato”, es famosa porque allí se vendían hace décadas artículos robados. A dichos artículos se los denomina en cantonés “artículos de rata”, y a las personas que los compran “gatos”, de ahí proviene el nombre “Calle del Gato”. Ya en los años 20 se había instalado en la zona un bazar con artículos de segunda mano y antigüedades. Era una zona en la que se habían instalado muchos indios que habían venido a trabajar en la policía durante la época colonial. Algunos de ellos se instalaron en la calle Upper Lascar Row, precisamente porque el ejército británico utilizaba el nombre “lascar” para referirse a ellos.
A pocos minutos a pie del centro financiero de Central, encontramos el mundo que nos ofrece Sheung Wan. Un mundo propio que reúne muchos otros en uno sólo. Al lado del skyline resplandeciente, y sin tanta fama, el barrio sigue atrayendo a miles de turistas a disfrutar de un Hong Kong tradicional de forma pausada. El presente, el futuro, el pasado, las tradiciones y la modernidad van de la mano.
Si el pescado seco y la medicina tradicional nos muestran el lado más tradicional del barrio, el templo de Ma Mon, es sin duda su lugar más característico y por decirlo de alguna forma, más importante. No se trata sólo de religión, que también, sino de un centro neurálgico por el que se acercan gentes del barrio, jonkonitas de otras partes, y turistas atraídos por la magia del lugar. Pocos lugares de los llamados turísticos encuentro en Hong Kong que me sigan maravillando tanto. Voy una y cien veces, y en todas ellas quedo prendado. Uno de los lugares con más encanto de todo Hong Kong sin duda alguna.
El templo de Man Mo es un tributo a dos dioses en principio bastante lejanas. Por un lado al Dios de las Letras, y por otro, el Dios de la Guerra. Se construyó e mediados del siglo XIX, y sus inciensos en forma espiral siguen siendo una de las imágenes más compartidas de Hong Kong. No se por qué, pero el incienso me llama la atención y lo fotografío una y mil veces; y bajo los espirales me olvido que a pocos metros se sitúa uno de los centros financieros más importantes del mundo.
Cómo en todos los barrios con vida propia, en Sheung Wan se siguen produciendo cambios. Uno de los más coloridos, ha sido la aparición de graffitis en los últimos años. A este impulso del arte callejero ayudó mucho HKWalls, quienes en su segunda edición contaron con 39 artistas de 15 países diferentes, que trabajaron en Sheung Wan y en Stanley. El barrio no ha cambiado, pero el nuevo toque de color luce estupendamente.
No podemos hablar de un Hong Kong sino casi de cientos de ellos, según donde vayamos, lo que busquemos y lo que miremos. A Sheung Wan le pasa prácticamente lo mismo, pero en un sólo barrio. Esperemos que no muera de éxito y que lo elegante, exótico, antiguo y moderno, sigan conviviendo y siendo las características más destacadas del barrio. Que el arte callejero y la medicina tradicional china convivan como si fuese lo más natural del mundo.
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Tin Hau: leyendas, festivales y gentes del mar
Nació en una familia de pescadores pobre de Fujian hace más de 1000 años. De niña, tuvo un sueño premonitorio. Su padre y sus dos hermanos se encontraban en medio de una terrible tormenta en el mar, corriendo el riesgo de ahogarse. Ella arrastraba los tres barcos para salvarlos de la tormenta cuando su madre la despertó, lo que propició que soltase una de las cuerdas. Al poco tiempo los dos hermanos volvieron a casa contando cómo una hermosa muchacha les había remolcado, y salvado de perecer en el mar. Por desgracia su padre, que ocupaba el tercer barco, se había ahogado. Al menos esto es lo que nos cuenta la leyenda sobre Tin Hau.
Tin Hau murió joven y soltera. Desde su fallecimiento se han contado numerosas historias en las que se aparecía en momentos cruciales de peligros en el mar, y ella ofrecía su asistencia para evitar los desastres. En 1963 se la promueve a Reina del Cielo, después de que ayudara a la marina china a recuperar el control de Taiwan. Aun a día de hoy, se trata de la divinidad más importante en Hong Kong con más de 100 templos en su honor.
Al entrar en los templos de Tin Hau podremos distinguir su figura de los demás dioses porque lleva un tocado que le cuelga cubriéndole la cara. Un tocado del que cuelgan hebras de perla. Además, por si tuviéramos alguna duda, podremos encontrar a ambos lados a sus protectores, dos compañeros especiales. Por un lado Qianliyan  “General de Visión Lejana”, que puede ver a una distancia de mil li (literalmente a unos 500 kilómetros pero que vendría  a significar una gran distancia), y a su otro lado Shunfeng'er (“General del Oído Brillante”), que puede oír a una distancia similar a su compañero.
Como no podía ser de otra forma, el posible origen de los guardianes de Tin Hau lo encontramos también en leyendas. Hay acuerdo en afirmar que eran hermanos y guerreros, uno con una vista extraordinaria y el otro con el don de una audición a gran distancia. Se les sitúa durante la dinastía Shang de China y que se unieron al ejército por sus increíbles habilidades lo que daba al ejercito una gran ventaja ya que podio ver y oír a gran distancia lo que hacían las tropas enemigas. Una vez el enemigo, clan de los Zhou, se percata de los superpoderes, hace ondear innumerables banderas y sonar tantos tambores que sus capacidades auditivas y visuales quedan inservibles. El ejercito Shang es derrotado y ellos asesinados. Sus almas quedan vagando por un tiempo aterrizando a la población local para matar su aburrimiento. Tin Hau decide ir  en su busca, se enfrenta a ellos, y les derrota con facilidad. Los hermanos para intentar salvar sus vidas deciden servile a la diosa, quien los toma como protectores.
Otra leyenda nos cuenta cómo los hermanos al morir en la guerra protegiendo a sus familias, se convierten en espíritus molestos para la gente local. Se cruzan con una muchacha muy bella a la que pretenden obligar a casarse con ellos. La chica resultó ser Tin Hau, quien los derroto obligándoles a servirle. Quien sabe, las leyendas, leyendas son, pero los guardianes acompañan a la diosa allí donde iba hace siglos, y allí donde la encontramos. 
Cada día 23 del tercer mes lunar, se celebra su cumpleaños en la mayoría de los templos en su honor que hay esparcidos por todo Hong Kong. Templos que durante ese día se desbordan de seguidores de la diosa, y de visitantes curiosos. Los pescadores, y aquellos que viven del mar, han ido descendiendo paulatinamente pero no así la popularidad y los seguidores de la diosa del mar. Un día especial lleno de colorido, de danzas de dragones, de ritmo de tambores, de desfiles callejeros, de actuaciones tradicionales, y de barcos en el mar, de ceremonias rituales en los templos, de ópera cantonesa en escenarios de bambú levantados para la ocasión, de inciensos, de ofrendas, y sobre todo de celebración. 
Aunque las celebraciones más importantes y numerosas sean las que se desarrollan en Yuen Long, también podemos ver y disfrutar de ellas en muchos otros templos dedicados a Tin Hau, templos que encontramos en sitios tan dispares como en Yau Ma Tei, en Cheung Chao, Peng Chau, Tap Mun, Sai Kung, Stanley, Joss House Bay y decenas de ellos más. Por haber, hay incluso un templo dedicado a la diosa que da nombre a una estación de metro.
De entre todos los templos dedicados a la diosa del mar, nos puede resultar curioso, o extraño, el que hay en Yau Ma Tei, en medio de la ciudad y sin agua a la vista. No es tan raro, cuando pienso que Hong Kong es una ciudad en continuo cambio, me cuentan que hace años se ganó terreno al mar en la zona, y que el templo en sus orígenes se encontraba enfrente de un puerto. También nos puede resultar anacrónico que se se celebre un festival en honor a la diosa que protege a los pescadores y marineros, trabajos que pocos jonkonitas realizan en la actualidad. Da igual, los seguidores piensan que sus poderes siguen siendo tan importantes como antes y que les puede ayudar aunque ya no vivan del mar. No hace falta ser marinero pero tampoco hace falta ser creyente para poder disfrutar de las celebraciones, como es mi caso.
Además del nombre de Tin Hau, es conocida también como A-Ma (en Macao), Ma Tsu en Taiwan) o Mazu. Podemos afirmar que la diosa es característica de la zona sur de China relacionada con el mar y es reclamada tanto por budistas como por taoístas. En Hong Kong y debido a su herencia de territorio que vivía del mar, es la autentica diosa.
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Las golpeadoras de las pequeñas personas
El la moderna, sofisticada y exclusiva Hong Kong encontramos peculiaridades dignas de aldeas remotas o de ritos arcaicos. En uno de los barrios más famosos y bulliciosos de la ex colonia británica, en plena calle y a disposición de aquellos que requieran sur servicios, encontramos a las “Sacudidoras de Pequeñas Personas” (“Petty Person” beaters en su denominación inglesa). Por unos 5 euros al cambio puedes buscar revancha en tus enemigos. Las “sacudidoras o golpeadoras” se encargarán de ello.
Con un zapato desgastado como única arma, la golpeadora profesional, normalmente señoras mayores, ayudan a vencer a tus enemigos. Con el zapato golpean un papel con forma humana y mediante un ritual logran que los dioses te den su protección y te traigan buena suerte. Aunque el nombre “Petty Person” o “Persona pequeña” pueda referirse a un ser humano, no se refiere solamente a una persona o a un enemigo, sino que puede referirse también a asuntos generales relacionados con cosas problemáticas o maliciosas (incluso espejitos malignos que nos molestan). Podemos querer deshacernos de la mala suerte, de problemas o de dificultades que tengamos que afrontar. Eliminado esto nos llegará la fortuna, el éxito y la felicidad. Aunque el ritual lo puede hacer uno mismo, siempre mejor dejarlo en manos de profesionales.
Bajo un puente moderno en la bulliciosa Causeway Bay, las bateadoras  o golpeadoras profesionales ayudan a personas de toda condición a liberarse de sus enemigos, ya sean personas físicas o espíritus. Si es precisamente bajo ese puente es debido a que en la oscuridad se reúnen las fuerzas malévolas y así pueden atraparlas más fácilmente. Me cuentan que bajo ese puente llevan atrapando espíritus malignos más de un siglo y cómo vienen a disfrutar de sus servicios gentes no sólo de todos los lugares de Hong Kong, sino también de la cercana China. Su popularidad sigue siendo muy importante en estos tiempos de modernidad y la gente sigue confiando en ellas para resolver los problemas que no les dejan disfrutar del día a día.
En una noche agradable, como lo son casi todas en Hong Kong si la lluvia no hace presencia, varias “batidores” o “golpeadoras” buscan clientes (mediante unos carteles colgados) entre los viandantes. Una vez alguien requiere de sus servicios comienza lo que es el ritual llevado a cabo. Se anota en un papel el nombre del cliente para pedir ayuda a Dios en la consecución de dinero y al mismo tiempo se puede anotar en otro papel el nombre del enemigo a quien se quiere combatir. Se queman tres palitos de incienso para adorar a los dioses taoístas. Se quema un papel y se pasa alrededor del cuerpo del cliente para ayudarle a exorcizar a los espíritus malignos y finalmente se golpea el papel con el nombre del enemigo con un zapato a la vez que recita “persona pequeña desaparece, esta persona no te tiene miedo”. El zapato debería ser del cliente pero en la mayoría de los casos las “golpeadoras” utilizan unos zapatos que ellas utilizan expresamente para dicha función. El papel se aplasta y se quema. También se quema un tigre de papel. En alrededor de 10 minutos todo el proceso habrá terminado.
Va a depender de cada uno y de cada caso concreto que mediante el ritual, a tu jefe pesado le cambian de departamento, tu molesto vecino se marche del vecindario o que ese cliente quisquilloso cambie de actitud. Nunca lo he probado, sólo he sido observador, así que no puedo ni afirmar ni negar su utilidad. Me comentan que no es tan fácil como parece, incluso para aquellos que creen en este sistema, y que sólo funciona si se cree realmente en ello. No se puede ir a batir o golpear cuando a uno le venga en gana sino que mediante la revisión de los libros de adivinación se sabe que épocas o años son los más propicios para ello.
Sea como fuere, visitar a las golpeadoras de “pequeñas personas” ayuda a las personas a sentirse mejor, a encontrar un poco de confort y eliminar un estrés causado por personas o cosas que perturban su día a día y de lo que se quieren deshacer. Una ayuda psicológica mucho más barata que los psicólogos y mucho menos violenta que si los golpes a los enemigos fueran físicos. Por unos pocos euros y sin derramar nada de sangre ni generar violencia, te puedes deshacer no sólo de tus enemigos y personas que te molestan, sino también de las preocupaciones que te acechan en el día a día.
Ni los rascacielos deslumbrantes, ni la modernidad, ni las luces de neón ni las grandes corporaciones han eliminado que la internacional Hong kong sea una ciudad supersticiosa. Las “golpeadoras de personas pequeñas” son una manifestación más de ello. Unas batidoras a las que algunos consideran una una especie de brujas, se supone que tienen comunicación directa con los Dioses para realizar sus rituales. Las creencias sieguen siendo creencias, hablemos de un pueblo en una remota zona rural china o bajo un puente en la modernísima Hong Kong.
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El parque geológico de Sai Kung
Mucho hormigón pero también mucha naturaleza hay en Hong Kong. Muchos aires acondicionados y mucha brisa marina. Mucho centro comercial y muchas rutas salvajes. Una de las rutas más interesantes, que conjuga naturaleza, pueblos de pescadores y geología, es una visita al geopark de Sai Kung. Un geopark famoso por sus columnas, sus formaciones rocosas con arcos y cuevas en las costas, a lo que añade una historia muy rica e interesante.
Durante el viaje en barco y sin ser un experto, bueno sin ser siquiera principiante de aficionado, disfruto de las formaciones geológicas increíbles que se formaron hace cientos de miles de años. Tal cantidad de años que mi simple cabecita ni siquiera puede hacerse a la idea de cuántos son o cuánto representan. Pero no sólo paisajes rocosos y marinos disfruto en el trayecto. Además de rocas, en la zona encontramos islas  despobladas, casi abandonadas y con pocas visitas. Unas islas que nos muestran a las claras el camino que tomó Hong Kong hace unos años. Un camino sin vuelta a atrás que ha despoblado unos territorios preciosos. Aldeas que no hace tanto eran centro de vida hoy las encuentro en estado de abandono. Una pena.
Tim Tin Tsai es una de las islas que se encuentran por la zona. Una isla que se caracterizó hace décadas por una importante producción de sal marina. Producción de sal que se intenta recuperar no como próspero negocio sino como preservación de la historia de la isla y por tanto de Hong Kong. Se trata de mostrar cómo se producía la sal anteriormente y cómo se puede seguir produciendo en nuestros días. La sal producía la mayoría de los ingresos en la isla, una isla que tenía una peculiaridad, a finales del siglo XIX toda la población se convirtió al catolicismo. Una iglesia y estatuas de ángeles y misioneros dan fe de ello. Incluso un santo vivió en la isla, San Joseph Freinademetz.
La isla de Jin es otra de las que encontramos en el parque geológico, característica por su costa escarpada, por sus cuevas de mar y sobre todo por tener uno de los arcos naturales más grandes de Hong Kong. Tan grande es el arco que por él pueden pasar pequeños barcos.
Seguimos camino hacia Kiu Tsui Chau (Sharp Island) en la que también encontramos cuevas marinas, una playa de guijarros y un camino que conecta con el islote de Kiu Tau. Un agradable paseo entre la isla y el islote con el agua cerca de los pies. Hay gran variedad de rocas de diferentes periodos geológicos. De entre todas ellas destacan unas muy interesantes con forma de piña.
Es imposible visitar todas y cada una de las islas del geoparque, lo mismo que tampoco podemos contemplar todas las increíbles formaciones rocosas en un único viaje, pero siempre podemos retrasar las veces que queramos. Volver a caminar por Tung Ping Chau y disfrutar de las diferentes formaciones rocosas y de las rocas sedimentadas. Podemos parar a contemplar Lai Chi Chong y su pequeña aldea y sus formaciones de roca volcánica. Y contemplar y disfrutar de todas y cada una de las islas e islotes que encontramos por la zona.
Una de las islas más interesantes de la zona es sin duda Kat O. Para poder visitarla hace falta un permiso especial. Se conjugan en la isla pesquera los parajes naturales con la cultura tradicional. Y si sabes hablar cantones o vas con alguien que te ayude con el idioma, la agradable señora Lee Yuk Ying te hablará y contará historias de la isla. Sólo intenta que no queden en el olvido las historias y las tradiciones culturales de la isla, que las jóvenes generaciones sepan de ellas sino nadie las conocerla después de un tiempo. No es difícil encontrase con ella ya que pasa en día por las inmediaciones del templo de Tin Hau.
Desde Kat O se divisa la China continental a pocos metros y se observa el tránsito de enormes cargueros. Pero sobre todo, en Kat O se disfrutan unos mariscos exquisitos en un ambiente relajado. Es en pueblos como Kat O donde más agosto me encuentro en Hong Kong. Pueblos llenos de historia, con una naturaleza cautivadora pero que por esas razones irracionales de la “modernidad” se han ido despoblando poco a poco y parece que sólo las visitas de turistas harán que sigan en pie. Una pena y una realidad.
Los rascacielos y el moderno paisaje urbano de Hong Kong hacen que quien no investigue un poco piense que es todo lo que tiene que ofrecer la ex colonia británica, que muy pocos visitantes reparen en su naturaleza, virgen en muchos casos, y es este increíble parque geológico. Alrededor de un 40% del espacio de Hong Kong son zonas protegidas.
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Mercados nocturnos con alma
Cae la noche y Hong Kong tiene una atmósfera diferente. Las luces de neón han hecho su aparición y la ciudad adquiere una tonalidad diferente. Podríamos hablar de una ciudad completamente distinta. Una ciudad que sigue siendo bulliciosa en la que los protagonistas ahora son otros. Unos protagonistas que dan vida a la ciudad y que hacen de la noche en la ex colonia británica un momento más que interesante.
Me olvido de los bares de copas populares y de los barrios más transitados, sobre todo por occidentales, y paso las horas contemplando dos de los mercados más auténticos de Hong Kong. Por un lado el mercado nocturno de Sham Shui Po, y por otro el mercado de la fruta de Yau Ma Tei.
Sham Shui Po es sin duda uno de los barrios con más alma de Hong Kong. Un barrio muy comercial pero lejos de lo que son los centros comerciales. Un comercio de tienda pequeña, de los de antes. Por el día es un hervidero de tiendas y puestos donde encontrar todo aquello que podamos imaginar. Por la noche adquiere un tono diferente, más oscuro, más enigmático, a años luz de lo que es Central en la isla. Siendo los dos territorios de Hong Kong, en nada se parecen.
En la rica, opulenta e internacional Hong Kong, también viven personas que lo pasan mal, y son muchas. Personas que no es que no lleguen a fin de mes, sino que les cuesta incluso empezarlo. Sham Shui Po puede que sea uno de los barrios más castigados y el mercado nocturno es un claro reflejo. En los puestos de las calles (ilegales, lo mismo que el mercado nocturno en si) se pueden encontrar todo tipo de objetos usados, pero ver en venta un tubo de pasta de dientes empezado choca y da que pensar. Tanto el vendedor como el posible vendedor no pueden estar pasando por una buena racha. Es sólo un ejemplo, pero lo que más prolifera por los puestos situados en las aceras son cables, aparatos electrónicos deteriorados, cazuelas,ropa, zapatos o enseres de casa.
Unos puestos que según me cuentan, perecen a mucha gente sin recursos y que consiguen los productos en la basura. Unos productos abandonados por gentes que no los necesitan y se deshacen de ellos. Unos productos que les permiten ganar unos dolores cuando llega la noche y consiguen venderlos. Una forma de vida sin la cual tendrían imposible la subsistencia. Hablamos del mercado nocturno de Sham Shui Po, pero de lo que hablamos realmente es de personas no hay que olvidarlo. Y personas que no disfrutan de una vida acomodada.
En mis varias visitas el mercado nocturno he disfrutado de pasear entre un mercado único en Hong Kong. Un mercado con un ambiente que podríamos denominar peculiar. Los puestos en el suelo, la poca luz, la tranquilidad con la que la gente recorre la calles (en oposición a las prisas que hay por la mañana en la misma zona) hacen del paseo por las calles de Sham Shui Po por la noche algo mágico y un tanto enigmático. Un mercado que nos ofrece una visión de Hong Kong que quien no ha pasado por allí no puede ni siquiera llegar a imaginar. Un Hong Kong auténtico que se niega a desaparecer o a ser engullido por ese otro Hong Kong más popular y conocido. Ese Hong Kong que es el que prefieren mostrar en las guías de viaje o el los programas de turismo. Tan Hong Kong es uno como el otro, pero para mi Sham Shui Po tienen mucho más encanto. Ese encanto de la autenticidad, del vivir como se siente sin pretensiones de grandeza, sin falsas apariencias. Un vivir donde la comunidad sigue siendo mucho más importante que el negocio o el dinero.
Para completar la noche de visita a mercado no hay opción que acercarse al mercado de la fruta. Otro de los mercados por los que se acercan pocos occidentales pero que resulta de lo más entretenido. Situando justo al lado del teatro de Yau Ma Tei, ofrece un ambiente diferente, muy diferente, al mercado de Sham Shui Po pero igualmente atractivo.
El mercado fue fundado en 1913 y desde entonces abastece de fruta a gran parte de la ciudad. Un lugar histórico y lleno de historias. Unas historias que suceden cuando la mayoría de los jonkonitas se han ido a dormir. Desde que  el sol se pone, y en especial a partir de media noche, y hasta que sale el sol, el mercado de la fruta es un ir y venir de camiones, cajas y gentes, con la fruta como actor principal.
Encuentro mientras recorro los diferentes puestos o almacenes frutas de todo tipo y de orígenes diversos. Naranjas, manzanas, fruta del dragon, fresas o cerezas. Mucha viene de China pero se encuentra también de Estados Unidos, de Japón o de España y de muchos otros lugares del planeta, alguno de ellos remoto. Productos que irán a parar a los mercados distribuidos por todo el territorio, menos a las estanterías de los supermercados. También se puede comprar en pequeñas cantidades y mucha gente aprovecha para acercarse al mercado y conseguir la mejor fruta y el mejor precio. No es una tienda pero hace las funciones para quien así lo desee. Mientras observas el ir y venir con sus carretillas a tipos descamisados luciendo sus tatuajes, puedes comprar un kilo de naranjas para llevarte a casa.
Más de cien años vendiendo fruta en uno de los barrios más animados de Hong Kong. Un barrio que cambia de aspecto por la noche y que da cabida al mercado de la fruta. Un mercado que tienen un futuro incierto debido al auge de los supermercados. Las ventas cada año son menores y menores son los trabajadores y vendedores en el mercado. Nadie puede predecir el futuro del mercado. Lo que si se sabe es de su pasado, un pasado un tanto turbio en los 70´s cuando el mercado tenía una mala reputación debido a las drogas y a las mafias que operaban en la zona. Una influencia que se perdió poco a poco hasta desaparecer con el comienzo del siglo XXI. Lo único cierto hoy en día es que en el mercado la gente trabaja muy duro y muchas horas, unas horas en las que la mayoría de la gente duerme.
Tanto el mercado nocturno de Sham Shui Po como el mercado de la fruta de Yau Ma Tei son dos de los mercados más auténticos de Hong Kong. Unos mercados reales para gente real. No se piensa en el visitante (y mucho menos si no es jonkonita) y no se le regalan sonrisas más que en contadas ocasiones. Son parte de la historia de Hong Kong que habría que preservar pero que tienen ante si un futuro mucho más que incierto. Espero que ambos mercados tengan una larga vida ya que si llegan a desaparecer con ellos se irá una parte no sólo de la historia de Hong Kong sino también de su esencia y su alma.
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Macao, “Não há outra mais Leal”
Una de las visitas que más me apetecía hacer una vez instalado en Hong Kong, era a la vecina Macao. El hecho de haber sido colonia portuguesa hasta hace relativamente poco y el hecho de haber vivido yo en Lisboa hacían que estuviera deseando ir a ver que había por allí. Según la mayoría de la gente que me hablaba de Macao, allí había muy poco que visitar a parte de los casinos. Menos mal que no suelo hacer mucho caso a quien me habla de los sitios y suelo fiarme del instinto (y de las búsquedas en google). Macao fue una gratísima sorpresa. Hay casinos, sí, pero no hace falta pisarlos para descubrir un territorio fascinante. Macao es el único lugar en China en el que el juego está permitido y se ha convertido en la capital mundial (cientos de millones de jugadores y clientes potenciales están a pocas horas de vuelo) pero esa no ha sido la razón de mis múltiples visitas.
La llegaba en ferry desde Hong Kong ya merece por si misma la visita. Me encanta viajar en ferries y surcar las aguas, supongo que el ser castellano tiene mucho que ver en esa fascinación casi infantil por el transporte acuático. La sensación nada más pisar la ex colonia portuguesa (cedida al gobierno chino en 1999) es extraña, estando tan cerca de Hong Kong se percibe una forma de vivir muy diferente. Más pausada, más amistosa, más con ganas de disfrutar cada instante. Sus calles y edificios con aire colonial y los nombres de las calles en portugués hacen que una sensación extraña me acompañe en mi caminar. Esa mezcla de cultura china, de herencia portuguesa y de casinos hacen de Macao un lugar único no sólo en China sino en el mundo.
Sí, hay casinos, y bien merecen una visita, pero una vez visto uno tampoco aportan mucho más. Bueno, por fuera quizá, por disfrutar y dejarse sorprender por unos edificios señoriales, majestuosos, faraónicos y en ocasiones un tanto pomposos. El centro histórico ya es otra cosa. Con el tiempo se ha ido llenando de turistas, en su mayoría chinos, con lo que andar se hace por momentos dificultoso pero se evita como en cualquier otro lugar turístico, madrugando un poco. El turista de por si es perezoso y a primera hora las calles están sólo para los locales y para aquellos que madrugamos un poco. Este centro histórico define muy bien la esencia de la herencia portuguesa y hace de Macao una ciudad única en China. Si el centro nos transporta a un tiempo en el que Portugal dominaba mares y territorios, observar las ruinas de San Pablo nos da una sensación de declive, pero declive con orgullo, con gallardía. Será sólo la fachada de lo que fue la catedral, pero sigue en pie, mostrando al visitante que no es lo que era, pero que no se rinde.
Según camino por Macao hay momentos y barrios que me recuerdan a Lisboa. Incluso los olores, bien es cierto que la mayoría de las veces, mezclados con ese aroma a incienso tan característico de China. Pensando en como sería la ex colonia en sus años de esplendor llego hasta la Fortaleza del Monte, antiguamente encargaba de la defensa de la ciudad, desde donde se divisa la urbe de una forma incomparable. Ya sea desde las alturas o a pie de calle me sorprenden no sólo los nombres escritos en portugués en la mayoria de los lugares sino la misma arquitectura en la que se refleja la larga presencia de Portugal. La mezcla y combinación de la cultura tradicional china con la cultura portuguesa nos ofrece un legado único y singular.
La mezcla que se da en la cultura se da así mismo en las personas. Los macaenses, si lo vemos estrictamente, son aquellas gentes que tienen una ascendencia mixta china y portuguesa y que en el periodo de dominio portugués formaron la élite social del territorio debido a que hablaban portugués y practicaban el catolicismo. En mi vista poco se oye hablar la lengua de Camoes por las calles, a excepción de un librero con quien practico mi oxidado portugués. Poco a poco los macaenses han ido perdiendo sus señas identidad e incluso su lengua, el macaense o putuá, (mezcla de portugués, cantonés y con influencia malaya y de otros idiomas). Aunque no hay datos concretos, según me comentan, podría haber unos 10000 del total de 500000 habitantes de Macao.
Macao está llena de curiosidades históricas y no sólo por haber sido colonia portuguesa desde su ocupación en 1556. En 1580, tras la batalla de Alcántara, se produciría la unión de Portugal con España hasta el año 1640 pero Macao nunca reconocería la soberanía española. Una vez la Casa de Braganza recuperó el control de Portugal, a Macao se le concedió el título oficial de Cidade do (Santo) Nome de Deus de Macao, Não há outra mais Leal (La Ciudad del (santo) Nombre de Dios de Macao, no hay ninguna más leal). Pero no sólo curiosidades históricas tiene la ex colonia, caminando me sorprendo no sólo de ver un frontón, sino que al acercarme a ver a qué juegan la sorpresa aumenta al presenciar que están compitiendo a una especie de cesta punta. Quedo pasmado al ver la devoción con la que juegan y pienso ¿cómo diablos habrá llegado la cesta punta hasta Macao?, prometo investigarlo.
Resulta que sí que hay muchas que ver y disfrutar en Macao, desde sus  templos más conocidos (como el concurrido y popular de A-Ma) chinos, a sus  menos conocido cementerio musulmán y su mezquita, hasta su comida portuguesa, y dependiendo del tiempo de cada uno, se puede hacer un viaje cultural en el tiempo y en el espacio. Y si se quiere descubrir un Macao menos popular y más rural, no hay más que cruzar alguno de los puentes y acercarse hasta Taipa y Coloane. Cruzar el puente no sólo significar pasar por encima del agua sino que es pasar de la vida de la ciudad a una vida más rural, a presenciar pueblos de pescadores, iglesias con encanto y una forma de vida más tradicional. Macao, sin duda, es mucho más que sus populares casinos.
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Los cementerios de Happy Valley
Un miércoles cualquiera de un mes cualquiera (menos en los muy calurosos del verano) de un año cualquiera, en Happy Valley se celebran carreras de caballos. Uno de los pasatiempos más populares tanto entre jonkonitas como entre los turistas que visitan Hong Kong. Sin embargo, el jolgorio y griterío que se genera en las carreras contrasta con el silencio y la tranquilidad que se respira a unos pocos metros de donde la gente bebe y come con alegría y donde unos jinetes esforzados tratan de ganar carreras mientras montan y fustigan a sus caballos. Puerta con puerta, o lomo con lomo, junto a uno de los templos de las carreras de caballos y de las apuestas, encontramos los cementerios más grandes y famosos de la ex colonia británica.
En un lugar como Hong Kong, donde los contrastes y las curiosidades son lo más normal, que los cementerios se encuentren a escasos metros de donde se realizan las carreras de caballos puede que no llame mucho la atención.  Puede incluso que la mayoría de los que gritan y jalean mientras los caballos compiten, no sepan que miles de tumbas están a pocos metros de la línea de meta. Si que resulta más curioso cuando decido visitar por la mañana las tumbas que allí se encuentran y descubro que el cementerio no es tal, sino que son muchos cementerios, unos junto a otros. Y me alegra encontrar cementerios de gentes de diferentes creencias unos juntos a otros. Así encontramos restos de personas que profesaban diferentes religiones unos cerca de los otros.
Musulmanes, católicos, protestantes, judíos, budistas o hindúes, lo mismo que vivían puerta con puerta mientras vivían, también descansan sin mayor problema en los cementerios de Happy Valley. Al lado del hipóromo de Happy Valley encontramos cementerios varios, que si no prestamos atención, pensamos que son uno sólo. El mayor lugar de descanso junto a una de las atracciones de entretenimiento más populares. Cementerios a la vista de quien pasa por allí. Bueno no todos. Una de las sorpresas mejor guardadas necesita de un poco de paciencia, de búsqueda y de suerte. Deambulando por Happy Valle encuentro un cementerio pequeño y recogido. Un cementerio precioso y coqueto rodeado de edificios de gran altura. Unas tumbas judíos que descansan en silencio rodeadas de hormigón. Quizá el cementerio judío sea el más pequeño de todos, pero por eso mismo y por su emplazamiento, es de los que más disfruto. Una joya escondida en la que apenas nadie repara.
En casi todos los cementerios disfruto de su tranquilidad. Agradezco pasear entre tumbas y no lo veo nada macabro (como alguna gente piensa). Hay cementerios preciosos, los hay antiguos y los hay que tienen como residentes a gente, que por una u otra razón, tuvieron cierta importancia. Puede que este último sea el caso de los cementerios de Happy Valley, pero mi ignorancia hace que no sepa quien esta allí descansando. No busco ninguna tumba en concreto y me dedico a recorrer, de arriba abajo y de izquierda a derecha, las calles que marcan los lugares de las tumbas. Los cementerios musulmanes, católicos, protestantes, parsee y judío son un reflejo de lo que es Hong Kong. Ya sea en vida o en muerte, la ex colonia británica es un microcosmos cultural y religioso, con una gran diversidad. Todos ellos juntos forman un escenario histórico y cultural incomparable.
Al menos personas de seis creencias diferentes descansan al lado unas junto a otras. Un mosaico de cementerio que nos transporta al corazón del  Hong Kong colonial. El primero de los cementerios se creo en 1845 y fue lugar de descanso para personas de toda condición y estrato social. Así se encuentran en el lugar desde políticos a revolucionarios, misioneros o magnates, soldados o prostitutas y profesores. Tumbas de personas relacionadas de una u otra forma en las Guerras del Opio, en la Revolución China de 1911 así como en las dos Guerras Mundiales. Un grupo de personas que nos muestran una vida social de lo que era el Hong Kong de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX.
De entre todas las creencias profesadas por los muertos que en Happy Valley se hallan, la menos conocida seguramente sea la parsi. Los parsis descienden de persas emigrados a la India, en especial a Bombay. A Hong Kong emigraron en la era colonial junto a los británicos. Nunca han sin¡do un número muy considerable pero si de gran influencia en la vida de Hong Kong y grandes empresarios. Así, fueron parsis los que establecieron por ejemplo el Star Ferry, y parsi fue uno de los fundadores de la Universidad de Hong Kong y gran filántropo, Sir Hormusjee Naorojee Mody que da nombre a una de las calles más populares de Tsim Sha Tsui, Mody Road.
Después muchas horas recomiendo tumbas de diferentes clases y condición, o diferentes creencias, al final del día tengo la sensación de que los muertos ni cambian nada ni nos enseñan nada. Están ahí para lo que necesitemos pero no quieren molestar, solo descansar. Nos sirven de inspiración o de espejo, pero nada depende de ellos sino de nosotros. Cada paseo por un cementerio, y son ya muchos, una sensación de tranquilidad se instaura en mi. El silencio y la tranquilidad que allí se respira se transmite. Más que del pasado, los cementerios nos hablan del futuro. Es allí entre sus tumbas donde se encuentra el nuestro, de nosotros depende sacarle provecho a la vida mientras llega el momento de nuestra última visita a un cementerio.
Mientras abandono Happy Valley (un nombre curioso para el lugar de los cementerios) pienso en la frase que hay a la entrada del cementerio acatólico Saint Michelle:
“Donde tu estás ahora, you estuve antes, donde estoy ahora, tu pronto estarás prepárate para para la muerte y sigue a Jesucristo”.  
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Tai Tam, caminando entre embalses
La bahía de Hong Kong y sus rascacielos son mundialmente conocidos por su espectacularidad. Vamos un poco más allá y descubrimos unas islas maravillosas, unos mercados fascinantes, e incluso unas villas amuralladas centenarias. Pero lo que no imaginamos que podamos hacer en la ex colonia británica es transitar por un sendero que nos lleve por los abastecimientos de agua. Un trayecto que ha sido declarado patrimonio histórico y que podemos realizar en un agradable y placentero paseo. Ese camino lleva el nombre de Tai Tim.
El sendero de Tai Tam lo encontramos en el lado occidental de del parque de Tai Tam y podemos comenzar la andadura, como es mi caso, en la presa de Wong Nai Chung. Una vez comenzada la ruta el gua ya no me abandonará, allí donde vaya ella vendrá conmigo. Subo a la colina Violeta y aunque es extenuaste por momentos, las vistas que obtenemos desde lo alto son impresionantes. Vistas que nos muestran Deep Water Bay y la isla de Lamma en la distancia. Además una vez en lo alto, ya sólo queda descender. Una bajada que nos ofrece unos paisajes que son un regalo para los ojos.
Tai Tam es un sendero patrimonial que nos lleva a 21 abastecimientos de agua de gran valor histórico. No hace muchas décadas era de aquí de donde provenía la mayoría del agua que consumían los jonkonitas. Muchos de las estructuras que encuentro en mi caminar fueron declaradas monumentos de valor patrimonial. Embalses construidos antes de la II Guerra Mundial. Este sendero se construyó precisamente para que se pudiera apreciar su historia como estructuras de almacenamiento de agua en Hong Kong.
La necesidad de agua era cada vez más apremiante debido a la urbanización del territorio. El embalse de Tai Tam es el segundo más antiguo y más grande de Hong Kong. En 5 años, el tiempo que va de 1883 a 1888, se construyó el complejo y tenía una capacidad de más de un millón de metros cúbicos, llegando con los años casi a los dos millones. Fue de gran importancia en el desarrollo de Hong Kong incluso hoy día sigue abasteciendo de agua a muchos barrios. Central, Wanchai, Casway Bay, North Point o Shau Kei Wan utilizan sus aguas.
Se unen en las estructuras de los embalses la utilidad y el valor histórico. Son una obra de ingeniería civil que tomaron como influencia el renacimiento italiano de la ingeniería civil de la época victoriana. Ha sido este hecho el que ha favorecido que las estructuras se mantengan intactas y sigan teniendo un importante valor patrimonial.
Las técnicas utilizadas se basaron solamente en un pequeño porcentaje en influjo por la gravedad. Al contrario de lo que ocurría en el embalse de Pokfulam, sólo una mínima parte de la capacidad corre de un lugar más alto a otro más bajo. Durante el paseo se aprecian estructuras hidráulicas de gran valor histórico y patrimonial. Destacan entre ellos los puentes y los cuarteles entre otras estructuras.
La presa más larga (Embalse Alto de Tai Tam) se construyó en 1888, es uno de los edificios más impresionantes del trayecto. Se puede caminar a lo largo del edificio e incluso subir y bajar. Igual de impresionantes y atractivos son el acueducto que lleva el agua de lluvia hasta el embalse superior de Tai Tram. Un acueducto terminado a finales del siglo XIX que consta de 21 arcos Por su parte los puente ofrecen una panorámica maravillosa del lugar en el que contrasta sus arcos y pilares de granito con la frondosa naturaleza y agua por la que está rodeado.
Caminando lentamente por Tai Tram uno se llega a olvidar de que está en Hong Kong, de que el territorio que voy pisando y descubriendo forma parte de una de las urbes más modernas y bulliciosas del mundo. Una urbe que además de rascacielos tiene también espacios verdes, llenos de vegetación, y embalses de agua. Unos embalses que además se pueden recorrer y disfrutar de su belleza. No sólo suministran agua a la ex colonia británica sino que nos ofrece un paseo de gran belleza y tranquilidad, además de ser único. Muy poca gente se acerca por allí y sin embargo en pocos lugares de Hong Kong se pasea más a gusto.
Puentes y diques, embalses y presas, acueductos y puentes, pilares y columnas, una piedra conmemorativa del proyecto construida y colocada en 1918, un túnel, pero sobre todo agua y vegetación es lo que encuentro en mi caminar por la zona. Agua y vegetación que han aceptado con agrado las construcciones en su enclave. Unas construcciones que permiten que miles de ciudadanos jonkonitas puedan disfrutar del liquido elemento, la mayoría de ellos sin ni siquiera pensar de dónde procede. Agua que es imprescindible para nuestro día a día. Agua que sin ella no podríamos vivir y que sin embargo no le prestamos la atención que merece. Damos por supuesto que al abrir el grifo tiene que salir, que cuando tenemos sed, está ahí para nosotros, lo mismo que cuando queremos cocinar o ducharnos. Incluso está disponible para nosotros para regar las plantas o para limpiar suciedades. Un agua que tiene mucha más importancia de la que ni siquiera podamos llegar a imaginar. Un agua que desde Tai Tram llega a muchos hogares. Una visita por el lugar no es sólo una forma de apreciar la naturaleza y el agua misma, sino que es un caminar tranquilo en el que disfrutar a cada paso de agua, naturaleza e ingeniería civil. Un paseo que nos lleva al corazón mismo del suministro del agua que consumimos a diario sin ni siquiera reparar en su presencia.
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Lei Yue Mun, historia y gastronomía
Corría el 12 de diciembre del año 1941 y tras unos combates intensos entre el batallón de los soldaos Rajput británicos y el ejercito japonés, éstos instalaron su artillería en el Pico del Diablo. No serían los nipones los primeros en instalarse en este lugar de Hong Kong. Antes que ellos chinos y británicos habían dominado la zona por su poder estratégico. Una de las primeras cosas que hicieron los británicos cuando comenzaron a administrar los Nuevos Territorios en 1898 fue la construcción de las baterías del Pico del Diablo. No era ni una idea original suya ni nada nuevo en la zona, ya en el dinastía Ming (1368-1643) la zona había sido clasificada como uno de los 16 pasajes partimos principales. Además de otros moradores, según cuentan, uno de los primeros ocupantes del lugar fue un pirata llamado Cheng Lin Cheong, conocido como no podía ser de otra forma, como Pico del Diablo.
Una de las cosas más interesantes de Hong Kong son los palafitos, casas elevadas sobre las aguas y que nos recuerdan un pasado que ya no volverá pero que se resiste a desaparecer. Unas construcciones que realizaban los pueblos pescadores y que comenzaban en tierra firma pero que se entienden hasta el agua sostenidas por unas vigas o travesaños que se clavan en el mar o río. El origen de estas casas tiene su razón de ser en el hecho de que los pescadores que habían vivido en el mar, una vez se desplazan a tierra firme, desean mantener las ventajas y las sensaciones de vivir en un barco.
Aunque van quedando pocos lugares donde disfrutar de ellos, todavía siguen en pié palafitos (Pang Uk) en Lei Yue Mun, según una traducción literal “Puerta de la carpa”, un pueblo pesquero que contra viento y marea sigue resistiendo a la modernidad imperante en Hong Kong. Uno de esos pueblos que dan carácter a un territorio.
Hoy en día, los pescadores del lugar cada vez son menos, y las antiguas formas de vida de pesca, agricultura o minería de la zona, han dejado paso a los restaurantes de marisco que hacen las delicias de quienes por allí nos pasamos. La década de los 70 sería el impulso definitivo para el despegue de la gastronomía al crecer la zona industrial de Kwun Tung. Los empresarios de la zona querían impresionar a sus socios comerciales y clientes y los llevaban a degustar marisco a los restaurantes de la zona. Así poco a poco, Lei Yue Mun se fue convirtiendo en lo que representa hoy día, uno de los lugares más populares para comer marisco en todo Hong Kong.
Si volvemos la vista atrás cien años, no veremos ningún restaurante en la zona ya que los pobladores de Lei Yue Mun se dedicaban principalmente a la agricultura y a la minería, y sólo más delante se dedicarán a la pesca debido a la falta de oportunidades. El gobierno prohibió el uso de explosivos y la minería desapareció de la zona dejando una alta tasa de desempleo. Los lugareños decidieron entonces dedicarse a vender marisco y a trabajar en los restaurantes que empezaban a aparecer.
No son restaurantes al uso, o al menos no lo es su forma de pedir. En Lei Yue Mun lo normal es ir a uno de los puestos del mercado y seleccionar lo que se va a comer y después llevarlo a alguno de los restaurantes donde lo prepararan para ser servido. Con el paso del tiempo los precios han ido aumentado y aunque ya no son lo económicos que eran antes, siguen teniendo una relación calidad/precio como en pocos lugares en Hong Kong. Y encima disfruta de un enclave precioso y lleno de cultura e historia.
Lei Yue Mun en realidad es el nombre del canal y da nombre a la zona. Zona donde se mezclan varias aldeas entre las que se encuentran los palafitos, construcciones en principio temporales e ilegales pero que debido a su valor histórico, cultural y sobre todo a que es el hogar de muchas personas, han sido toleradas por el gobierno. Veremos por cuento tiempo. Como no podía ser de otra forma, encontramos en el lugar al igual que en muchos otros territorios de Hong Kong, un templo dedicado a Tin Hau, la diosa y protectora del mar. Un templo junto al mar que hace del lugar un sitio precioso y que permite a la diosa tener el trabajo más cerca.
Si por su gastronomía del mar es conocido, la historia también ha dejado su poso en la zona ya que encima de Lei Yue Mun, no muy lejos y en tras un agradable paseo, llego al mencionado Pico del Diablo (Pau Toi Shan), una cumbre que controlada en el pasado por el ejército británico o por piratas (según la época) y con un gran valor estratégico para controlar el paso marítimo por este importante pasaje náutico. Desde arriba disfruto no sólo de una vista panorámica magnífica de la ciudad, del mar y de las colinas además de pasear y recorrer como un niño por los reductos y baterías militares que todavía allí quedan.
La vegetación está intentando volver a su estado original en la zona y poco a poco va ocultando las baterías y lo que fuese un fuerte en la época. Una vez pasado el vendaval bélico parece que la naturaleza ha vuelto a reconquistar el lugar. En breve los restos militares del Pico de Diablo serán un recuerdo enterrado.
En Lei Yue Mun se mezclan como en pocos lugares la historia y la gastronomía, los paisajes urbanos antiguos con los más modernos, la cultura y la tradición, el pasado y el presente. Un lugar en el que ir a comer pero en el que si ponemos atención descubriremos un lugar fascinante. Un pueblo pesquero que ha sobrevivido a la moderna metrópolis.
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Kat Hing Wai, el curioso caso de la puerta de hierro fundido
Era 1899 y China había cedido los Nuevos Territorios de Hong Kong a Gran Bretaña. Los moradores del área de Kam Tin opusieron resistencia a las nuevas autoridades coloniales y se produjeron enfrentamientos, confinados los habitantes de la zona en la ciudad amurallada de Kat Hing Wai, tras sus puertas. Sir Henry Blake, gobernador en la época, desmontó y se llevó la puerta de hierro fundido que vemos hoy a la entrada, con la consiguiente humillación que produjo en los residentes. Después de que los habitantes opusieran resistencia al mandato inglés, y una vez vencidos y sometidos, decidió que la puerta sería un trofeo de guerra y la envió hasta Irlanda. Sin embargo en 1925 y debido a la insistencia del gobernador de la época, Sir Reginald Stubbs (y a la solicitud realizada por un miembro del clan de los Tang), la puerta volvió a su lugar de origen y fue de vuelta a Kat Hing Wai.
La villa fortificada más famosa en el área de Kam Tin es sin duda Kat Hing Wai (“Villa de la buena fortuna”) conservando una fortificación muy completa. Una fortificación y la famosa puerta de hierro fundido. Aunque sigue conservando su encanto, en tan solo unos pocos años, los que van desde mi primera visita al lugar hasta mi ultima aparición por la zona, la villa ha cambiado bastante y este cambio es debido a la ausencia de algunas de las señoras que te recibían en la entrada con sus sombreros tradicionales. Es ley de vida y las señoras se han hecho mayores, algunas habrán fallecido, otras no tendrán humor para estar esperándote a la entrada y las que lo hacen utilizan unos gorros que ya no son los que eran, o al menos no lo son todos los días. Quien sabe, quizá sea cosas de días y cambien el atuendo o quizá sea cuestión de suerte. El caso es que desde la primera vez que fui, en mi mente asocié Kat Hing Wai con las señoras de los sombreros y siempre que he vuelto lo he hecho por verlas. Señoras con un poco de mala hostia al principio pero que con paciencia y conversación, terminan por regalarte unas risas.
Posiblemente ya no sean todos los habitantes, pero una mayoría de los pobladores de la villa siguen siendo descendientes del clan de los Tang, apellido que sigue siendo popular entre los habitantes. Habitantes que viven dentro de una muralla que recorre la villa. Muralla que sigue siendo la original, aunque a parte de ella, lo demás ha cambiado. Con el desarrollo económico de Hong Kong de los años 60 las viejas casas, baste incómodas para vivir, se demolieron y se construyeron nuevas. Pienso que es una pena no conservar las estructuras antigua ya que eran mucho más atractivas a la vista, pero al mismo tiempo imagino que las nuevas casas serán mucho más habitables y confortables que las de estructuras tradicionales. 
Kat Hing Wai fue construida a finales del siglo XV y los muros que vemos en la actualidad se levantaron a finales del XVII y comienzos del XVIII (con sus torres  en los extremos). Muros que han servido durante siglos para proteger a los habitantes de la villa de piratas, bandidos, clanes rivales, ladrones e incluso peligrosos animales salvajes. Se trata de una villa casi cuadrangular de unos 100 metros por lado y en la que una entrada estrecha da acceso a la  calle principal (también estrecha) desde la entrada, calle desde la que se distribuyen callejones a los lados por la pequeña aldea. Una aldea en la que los los huertos y los campos de cultivo ya no son abundantes, prácticamente han desaparecido. Aun así sigue manteniendo Kat Hing Wai un carácter rural como pocos lugares de Hong Kong.
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Aberdeen, el pequeño Hong Kong
Vivir en un barco hoy día puede parecer una frivolidad, un lujo o una extravagancia. Hacer de un barco tu casa, sobre todo si es de madera, te otorga un plus de intriga. Aunque cada vez el número que habita en ellos se va reduciendo, todavía se encuentran familias de pescadores viviendo en sus barcos de junco en la bahía de Aberdeen. Pocos lugares hay en Hong Kong donde me haya sorprendido tanto esa mezcla de tradición y modernidad como allí. La antigua tradición china comparte espacio y aire con edificios y con la moderna tradición moderna.  
Si por algo es famoso Aberdeen, además de por sus barcos, es por sus restaurantes de marisco. No podía ser de otra forma en una zona con tradición pesquera. De entre todos ellos, por diferentes razones, dos son los que han llamado la atención en mis vivitas. Por un lado el popular y concurrido Jumbo (con forma de palacio chino y con capacidad para más de 2000 personas), uno de los restaurantes flotantes más famosos del mundo.  Y por otro lado, el restaurante del mercado del pescado, un lugar frecuentado por sus trabajadores, por locales y por algún turista que otro, como es mi caso. Difícilmente se puede encontrar en Hong Kong un lugar donde comer marisco con mejor relación calidad precio.
El nombre de la bahía, del puerto y del barrio proviene de un personaje inglés, George Hamilton-Gordon, IV Conde de Aberdeen, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente del Reino Unido. Bien es cierto que ese es el nombre que designa la bahía en inglés, para los cantoneses el lugar es Hong (Heung) Kong Tsai que vendría a significar “Pequeño Puerto Fragante”, “Hijo de Hong Kong” o “Pequeño Hong Kong”, y parece ser que fue el lugar donde se originó el nombre de la ex colonia británica.
No hay mejor forma de recorrer el puerto que en un pequeño sampan capitaneado por alguna señora. Es curioso que todas, o casi todas, las personas que dirigen estos pequeños barcos sean señoras, algunas de ellas ya mayores. En un trayecto de casi una hora navego entre mastodontes pesqueros, me acercan al Jumbo, paso junto a yates lujosos y observo desde el agua un barrio que tiene el puerto y el agua como referencia. Imagino cómo sería el lugar hace algunas décadas y pienso que seguramente la tranquilidad de hace entonces y el olor a pescado han dejado paso a enormes rascacielos que rodean la bahía, y que el pueblo de pescadores ha dejado paso a la ciudad con pescadores.
Al igual que en otros puertos de Hong Kong, en Aberdeen durante el festival de Tuen Ng o de los Barcos del dragon, se realizan competiciones de embarcaciones. Y al igual que en cada barrio de Hong Kong, en Aberdeen encontramos templos donde realizar nuestras plegarias. Templos y barcos que dan ese aroma de puerto tradicional a la bahía y alrededores, aunque tengan que compartir su espacio con los modernos rascacielos que hoy día acaparan la vista del barrio. 
En Hong Kong hay contrastes y Aberdeen es un claro ejemplo de ello. Rascacielos se sitúan a escasos metros de antiguos barcos (y casas) de pescadores, templos (cómo no, uno dedicado a Tin Hau, la diosa del mar) y centros comerciales van de la mano, yates millonarios comparten aguas con humildes sampans de madera, y gentes acaudaladas comparten barrio con humildes trabajadores y pensionistas. Donde sencillos restaurantes de noodles para gentes del lugar tienen de vecino al pomposo Jumbo hasta donde se acercan cantidad de turistas. Donde un exclusivo club náutico se sitúa a pocos metros de viviendas flotantes de los hoklo. Donde cemento y agua van juntas haciendo del lugar un puerto con ese aroma antiguo que tanto me gusta de Hong Kong.
El numero de familias hoklo (llegaron en el siglo XIX a Hong Kong procedentes de Guangdong y se distinguen por sus sombreros cónicos) que viven en barcos se va reduciendo poco a poco. Se trata de una comunidad muchas veces ignorada. Ignorada posiblemente por su condición única de habitantes de las aguas, o quizá porque sea una comunidad que ha llegado a Hong Kong hace  relativamente poco tiempo y no tiene el arraigue de otras que lo hicieron mucho antes. La vida sigue siendo complicada y dura para ellos, pero las comodidades de sus barcos-casa poco tienen que envidiar en la actualidad a otras viviendas en tierra firme, y disfrutan de las comodidades del siglo XX como pueden ser lavadora, frigorífico o televisiones.
Puede ser que haya perdido parte de su esencia, o que deba compartir espacio con edificios menos característicos, pero la bahía de Aberdeen, el mar en concreto, sigue dando trabajo y sirviendo de sustento a muchas familias. Tanto la pesca, la distribución o la venta de pescado, como los astilleros, emplean a muchas personas aun a día de hoy. Quizá no sea lo mismo que hace algunas décadas, pero el mar sigue siendo el habitat predominante en la bahía, lo más característico y lo que proporciona al lugar su esencia. Ya no recorren el lugar piratas y contrabandistas como lo hicieron tiempo atrás. Aberdeen es ahora uno de esos lugares que mejor representan Hong Kong, donde todo se mezcla y donde encontrar en un reducido espacio todo aquello que puede representar a la ex colonia británica. Para la mayoría de los turistas que visitan Hong Kong, Aberdeen pareciese que tiene poco que ofrecerles y no se acercan por allí, cuando en realidad sin tener nada lo tiene todo. Y todo al alcance de la mano.
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