Dime donde guardas tus besos. ¿Se esconden entre tus versos? ¿Bailan en los espacios de tu poesía? ¿Les asusta el mar? Yo los teñiría de azul y los envolverían con el ritmo de las olas al retirarse.
Deposítalos en mi orilla, ahí donde las mareas revelan secretos. Y cuando el océano se calme, las olas me los acercarán y yo podré atesorarlos en montones desperdigados por esos rincones donde reposan los deseos incumplidos.
Cada beso una estrofa, cada caricia un verso y nuestro amor la poesía hecha susurros en la arena.
Son estás lunas, las que más florecen, las que traen a mis orillas los sueños más fantásticos que nunca pude haber imaginado pero en lo profundo siempre anhelo.
A mí paso descubro cosas a la orilla del sendero, poco a poco me abro paso y también veo flores, aves, piedras, seres que se mueven y dejan su paso marcado. Unos con amor, otros con egoísmo, hipocresía, odio. Pero creo que han sido más lo que llevan la sinceridad, amabilidad, ternura, armonía, los que dan luz y abrazan fuerte.
He recorrido kilómetros, no se cuántos más me faltan, pero espero y deseo que lo que llegue sea bueno, me llene de empatía, cordialidad, humildad, cariño, resiliencia... Que no haya soledad y si mucho amor.
Hace frío, y el sueño del poeta descansa al sol. Es ese corazón cansado, rendido, abrumado que tímidamente se deja acariciar por un mar que, embravecido, se aleja de la orilla donde el poeta sabe que aguarda la última presencia o la próxima lejanía.
La ausencia tiene esos gélidos caminos por donde los versos deambulan abrigados solo por el corazón que les cubre.