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#árbol de la ciencia
bocadosdefilosofia · 10 months
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«Este objetivo, como acabo de enunciarlo, ¿no se encuentra en contradicción flagrante con la imposibilidad evidente para el hombre de poder realizarlo alguna vez? Sí, sin duda, y sin embargo el hombre no puede renunciar a él y no renunciará nunca. Augusto Comte y sus discípulos podrán predicarnos la moderación y la resignación, el hombre no se moderara ni se resignará nunca. Esta contradicción esta en la naturaleza del hombre, y sobre todo en la naturaleza de nuestro espíritu; armado con esa formidable potencia de abstracción, no reconoce y no reconocerá nunca ningún limite a su curiosidad imperiosa y apasionada, ávida de saberlo y de abarcarlo todo. Basta decirle: “Tu no iras más allá”, para que, con todo el poder de esa curiosidad irritada por el obstáculo, tienda a lanzarse al más allá. Bajo este aspecto, el buen Dios de la Biblia se ha mostrado mucho más clarividente que Augusto Comte y los positivistas, sus discípulos: habiendo querido, sin duda, que el hombre comiese del fruto prohibido, le prohibió comerlo. Esa falta de moderación, esa desobediencia, esa revuelta del espíritu humano contra todo límite impuesto, sea en nombre del buen Dios, sea en nombre de la ciencia, constituyen su honor, el secreto de su poder y de su libertad. Es al buscar lo imposible como el hombre ha realizado siempre y reconocido lo posible, y los que están prudentemente limitados a lo que les parece posible no han avanzado nunca un solo paso. Por lo demás, en presencia de la inmensa carrera recorrida por el espíritu humano durante los tres mil años poco más o menos conocidos por la Historia, ¿quién se atreverá a decir lo que dentro de tres, cinco, diez mil otros años será posible e imposible?»
Mijaíl Bakunin: Filosofía, Ciencia en Obras completas, Volumen 3. Las Ediciones de la Piqueta, págs. 249-250. Madrid, 1977.
TGO
@bocadosdefilosofia
@dies-irae-1
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oicuperp · 5 months
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guys i miss him (andrés hurtado)
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melaly · 9 months
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El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura.
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frandurillo-blog · 2 years
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Resumen de "El árbol de la ciencia" por partes
Resumen de “El árbol de la ciencia” por partes
“EL ÁRBOL DE LA CIENCIA” de Pío Baroja. PARTE PRIMERA: “La vida de un estudiante en Madrid” I: “Andrés Hurtado comienza la carrera” Serían las 10 cuando Andrés esperaba junto a los demás estudiantes en el patio que daba acceso a la antigua capilla a la que se accedía por la Escuela de Arquitectura; allí se impartiría la primera clase con que daría comienzo el curso y su carrera de Medicina.…
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cuando-fingi-quererte · 9 months
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Yuxtaposición
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"¿Por qué has venido aquí, querido corazón, con todas estas instrucciones? Te prometo que haré todo tal como me pidas. Pero acércate. Entreguémonos al dolor, aunque sea brevemente, en los brazos del otro" — Homero, La Ilíada
No puedo escribir las palabras de amor.
No como escriben sobre ello poetas y dramaturgos, con el fervor emocional y el talento de quien hurga en el alma de las cosas, encauzándola en rimas o versos, imágenes y sugerencias.
Mis palabras, nugales y pletóricas, sonarían torpes y cursis, garabateadas, incapaces de competir justamente con quienes graban nombres en la corteza de un árbol.
Y, sin embargo, si fuera siquiera capaz de hacerlo, lo haría.
Si supiera hacerlo, te escribiría algo más largo que una línea, que no dijera simplemente que te extraño o pienso en ti, dejando en tu boca el sabor de la prisa o el deber de una respuesta fugaz.
Entre un recado y la apretada agenda de quehaceres de la vida, del día que te doblega a sus términos.
Si supiera hacerlo, te escribiría como si escribiera una página de algo, de una historia que contar, en la que los personajes ya no somos nosotros, ni la definición ideal de dos personas que se encuentran.
Pensar el uno en el otro, desearse el uno al otro, anhelar esa concreción que se convierte en la proyección física de una sustancia que, de hecho, ya es concreta, tangible, absolutamente evidente.
Si supiera hacerlo, te escribiría que hay momentos en los que el deseo de tirar al papel, con mi letra cuneiforme, todas las palabras que desearía poder recordar mañana, sea cual sea el resultado de este hallazgo milagroso.
Algo de qué reírse con un amigo que se ha vuelto común en años o con lo que lamentar la tensión de días que parecían diseñados sólo para devolverle la confianza y la vida, el sabor de las cosas, el placer del proyecto, el placer de la espera.
Y junto con su angustia frenética y espasmódica.
Si supiera cómo hacerlo, te escribiría, una vez más, que no eres ni podrías representar nunca una diversión infantil, el pasatiempo de un alma aburrida en el sofá y con ganas de anotar un polvo más.
No eres lo que pasa porque “cada descanso se pierde” ni algo que me permito ya sabiendo que quiero perderte en el camino.
No eres casualidad, no es casualidad que pienso en ti y te deseo, te escribo y te espero.
Si supiera cómo hacerlo, les escribiría sobre aquella vez que decidí aislar y describir la dinámica de las relaciones con un método casi riguroso, estructurando una taxonomía de mujeres y hombres, construyendo mi propia ciencia personal del desencanto que absolutamente no admití la posibilidad de que pudiera encontrarme aquí, así, contigo, hablándote de nosotros.
Porque las estrictas reglas de mi equilibrio no lo habrían admitido.
Porque los rigurosos dictados de mi tranquilidad no lo hubieran permitido.
Si supiera hacerlo, te escribiría llamándote "amor", por el simple hecho de que nunca he llamado así a nadie.
Si supiera hacerlo, te escribiría que tal vez, al fin y al cabo, el sentido último de las palabras sea siempre el resultado de las circunstancias.
Y que yo, amor mío, no te llamo así.
Sabiendo que eres igual a otras personas que he tenido, ni terminar con homologarme a otros hombres que han estado contigo.
No lo hago por el reprobable sentido práctico con el que las parejas se desvían de la responsabilidad de otras palabras mucho más pesadas "estar ahí", "construir" explotando el simulacro de un compromiso tan ligero y sencillo de decir "amor " tan serio y difícil de cumplir.
¿Verás? Si fuera siquiera capaz de hacerlo, te escribiría todo esto.
Te escribiría una carta… casi de amor.
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Uno de los más grandes novelistas del siglo XX. Ganador del Premio Nobel en el año 1998.
Novelas recomendadas: "Ensayo sobre la ceguera", "Todos los nombres", "Memorial del convento" y "El año de la muerte de Ricardo Reis".
Esta es la primera parte de su discurso cuando recibió el Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca en el año 1998.
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".
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El árbol de la vida, un símbolo vital
¿Que es el Árbol de la vida?
El Árbol de la vida es uno de los símbolos más populares, quizá porque representa la esencia de nuestra existencia y transmite fuerza y positividad.
Pero ¿Sabes lo que representa el Árbol de la Vida?, yo te lo cuento.
Pocos símbolos tienen tantos y tan distintos significados como este.
De manera General, el Árbol de la vida representa El Ciclo de la Vida .
El Nacimiento, representado por sus profundas raíces.
Nuestra vida, representado por el tronco que va creciendo en dirección al cielo.
Las ramas, con sus innumerables bifurcaciones, representas, los crurces de camino que nos vamos encontrando por la vida y que nos obligan constantemente a tomar decisiones.
También suele hacer referencia a conceptos como el crecimiento (personal y espiritual), el desarrollo, el progreso y la reencarnación.
La lista completa de significados sería casi interminable, pero vamos a ver una buena muestra de ellos:
Desde un punto de vista religioso
Aquí podemos encontrar tantos significados como religiones hay en el mundo, pero vamos a abordar los mas extendidos.
Desde el punto de vista de la religión si tomamos como referencia El Génesis, veremos que en el jardín del Edén florecieron multitud de Árboles.
Dos de ellos destacan sobre todos los demás.
El Árbol de la vida daba 12 cosechas anuales, una cada, mes y sus hojas representan la sanidad de las naciones, de manera que queden libres de corrupción y demás injusticias.
El Árbol de la ciencia del bien y del mal es aquél cuyo fruto fue prohibido para el hombre, poniendo a prueba su fuerza de voluntad y su capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo.
Si tomamos como referencia la religión Judía, el Árbol de la Vida une al Hombre con Dios, dese las raíces de la tierra donde se encuentra el hombre, hasta las ramas que tocan el cielo donde se encuentra Dios.
Desde un punto de vista mágico
Desde un punto de vista de la magia que siempre se la ha atribuido, El Árbol de la vida representa, en forma de ramas que se elevan y expanden al cielo, el nivel físico y espiritual de nuestra vida.
Se entiende que no todas las ramas son perceptibles por todas las personas y cada uno debe buscar su parte espiritual y su parte material.
Podemos decir que se trata de un talismán que beneficia enormemente a su portador, ya que se le atribuye el poder de atraer energías positivas y buenos deseos, tanto a su portador como al quienes le rodean.
Cual es el significado de regalar el Árbol de la Vida
El Árbol de la Vida es uno de los amuletos mas «regalado» en cualquiera de sus representaciones.
Por todo lo comentado en este artículo es evidente que regalar el Árbol de la Vida siempre es una buena elección.
«…se le atribuye el poder de atraer energías positivas y buenos deseos, tanto a su portador como al quienes le rodean.»
«El Árbol de la vida es uno de los símbolos más populares, quizá porque representa la esencia de nuestra existencia y transmite fuerza y positividad.»
Aquel que reciba este regalo siempre guardará un grato recuerdo de quién se lo regaló.
En definitiva, podemos decir el El Árbol de la Vida es uno de los símbolos mas populares, al que se le otorga una gran carga emocional y que siempre transmite buenos deseos y genera felicidad a su alrededor.
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jardindeloscirenaicos · 7 months
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#SabiduríaVegetal
[…] un árbol. Este es un prodigio de ecoeficiencia, la viva imagen de la sostenibilidad y la metáfora visual de una economía circular. A diferencia de nuestra especie, este no genera residuos ni emisiones. No malgasta y tampoco consume más de lo que necesita. Sus ocasionales desechos son alimento para otros. Las ramas secas, las hojas muertas y los frutos caídos se convierten en humus fertilizante, que provee de nutrientes y ofrece cobijo a microorganismos, hongos, insectos y gusanos, cuyos restos y deyecciones enriquecen el suelo y regeneran su fecundidad. El aparente derroche de producir tantas semillas y hermosas flores, lejos de ser un gasto de energía superfluo, sirve para atraer a los insectos polinizadores y reclutar para su causa a otras especies mutualistas, entre las que se encuentran también los humanos.
No solo es pionero en el uso de materias renovables y la gestión de residuos, sino que también nos enseña cómo conseguir más con menos. Hasta la más imponente secuoya ha nacido de un pequeño grano, que cabe en la palma de una mano. En la semilla se encuentra en potencia el árbol y este produce incontables semillas. Se podría decir sin exagerar que multiplica la riqueza y ofrece más de lo que consume. Solo por eso merecería ser considerado el paradigma de la autosuficiencia y la productividad. Además de representar una fuente de inspiración para nuestros proyectos, constituye también, yendo un paso más allá, un maestro de vida. Del mismo modo que extraemos de sus frutos, hojas, corteza y raíces los principios activos para elaborar muchos remedios y medicinas, con los que curar los males del cuerpo, podríamos asimismo aprender de él valiosas lecciones sobre “la ardua ciencia de saber vivir bien” de la que hablaba Michel de Montaigne. El árbol predica con el ejemplo. Materializa una parábola sobre la sobriedad feliz, cuya moraleja reza: la plenitud es lo contrario del despilfarro.
Por lo demás, los árboles no existen aislados de su entorno. Están ligados por un pacto de dependencia mutua y una alianza de solidaridad con sus vecinos. Tan solo a los animales racionales se les ocurre extraer de la tierra bienes y riquezas sin devolver a cambio nada fácilmente reutilizable, degradando la trama ecológica de la que dependen. Mientras que la naturaleza responde al reto de la supervivencia con el florecimiento de la biodiversidad y las redes simbióticas, la industria humana apuesta por la uniformización y la lógica del máximo beneficio. Seguramente nos iría mejor si emuláramos la eficiencia funcional de los árboles, así como su actitud vital.
— Santiago Beruete, Aprendívoros
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thecanvasofmadness · 1 year
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¿Una vida sin dolor? Eso es meramente imposible. Ya desde que nacemos lo hacemos a través de un proceso doloroso. Nuestra madre sufre al parirnos, sin embargo, su dolor pasa a segundo término cuando somos puestos en sus brazos por primera vez. El dolor es parte de la vida, y eso no podemos cambiarlo. El mismo universo, según la ciencia, se creó en una explosión... ¿y qué explosión es indolora? El dolor es parte de la raíz de este precioso árbol que es la existencia; nos forja, nos enseña, nos educa y, sobre todo, nos libera. Pero, para ser testigos de esto, debemos empezar con aceptarlo y entonces podremos agradecerlo, ya que, mientras estemos en una posición de negación, el dolor nos causará sufrimiento y, a la larga, rencor... y eso no afecta a nadie más que al que lo padece, el mismo que niega las bondades de esta bendición por demás incomprendida y rechazada, tal cual la oscuridad en un día que pudo haber sido de sol.
A life without pain? That is simply impossible. As soon as we are born, we go through a painful process. Our mother suffers when she gives birth to us, but her pain passes into the background when we are placed in her arms for the first time. Pain is part of life, and we cannot change that. The universe itself, according to science, was created in an explosion... and what explosion is painless? Pain is part of the root of this precious tree that is existence; it forges us, teaches us, educates us and, above all, liberates us. But, in order to be witnesses of this, we must begin by accepting it and then we will be able to be grateful for it, because, as long as we are in a position of denial, pain will cause us suffering and, in the long run, resentment… and this does not affect anyone but the one who suffers it, the same one who denies the goodness of this blessing that is so misunderstood and rejected, like darkness on a day that could have been sunny.
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adiosalasrosas · 4 months
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"El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: «El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir». No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver".
—José Saramago, discurso de recepción del Nobel de Literatura en el año 1998.
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herederosdelkaos · 2 months
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Desde Madrid: Veintitrés de diciembre, un relato de Carlos Montuenga - Vuelvo a contemplar la calle
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Vuelvo a contemplar la calle, donde todo permanece inmóvil. Delante de mi casa hay un árbol añoso, sus ramas negras están sumidas en el resplandor sucio que se derrama desde una farola próxima, son como dedos nervudos, deformes, extendidos hacia lo alto como si extrañaran la ausencia del sol. Miro mi cuarto con extrañeza; algo ha cambiado en él, de eso estoy bien seguro, aunque las mismas cosas continúen donde siempre han estado. El portátil sigue encendido frente a mí y la mesa llena de papeles, como de costumbre; es difícil evitar cierto desorden cuando se acumula el trabajo, además hace por lo menos dos semanas que no vienen a limpiar la casa. Abrir post»
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drainedlostsoul · 2 months
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Reconciliación/feminidad
Que pasó del alimento del alma que siempre tuviste en tus manos, mi niña?
Si escribir esto te avergüenza, entonces no eres hija de tu madre.
Qué pasó de la inmensa savia que pasa llena de luz dentro de tu árbol familiar?
A dónde fue esa pasión y grito hondo de esos corazones ardientes que un día gritaron hasta no poder más?
Sabés que no te debés avergonzar, más enorgullecerte.
Tus raíces y tus venas son el mismo recipiente por el que pasa tu sangre/alma.
Y este contiene en su pureza, las vidas de quienes rompieron silencio y dejaron de vivir. Por vos, por miles.
Cómo serás tan resiliente, más tu mente no se destaca por ser fuerte, si negas tu propia corporalidad.
Feminidad, mi niña, feminidad.
Si gracias a eso estás tan conectada con la naturaleza, dígame usted, alma joven e ignorante, cómo se construye la consciencia sin tocar tierra?
Sin la experiencia de la tan conocida ciencia de los pies descalzos, el maternal abrazo, el sangrar humano que es cíclico.
Ciclos, mi niña, como los de la luna.
Mira adentro de tu carne y no apagues nuestras voces interiores, no apacigües tu canto original, creado del conjunto de tanta energía condensada en ese ser vivo que maltratas, llamado cuerpo.
No siento repulsión más tristeza por los años en que repremiste esa tan agravada intuición
La capacidad de esa forma energía tan intensa que pensaste que estaba mal en vos.
No es control, mi niña, es fluir.
Como el río, y como el bosque
Alguna vez te pueden enseñar,
tómame de alimento a mi entonces,
que soy tu mamá.
Energía ávida y por haber
Energía que destruye y reconstruye, olor a plantas medicinales húmedas pero también a carne muerta.
Energía poderosa, instintiva, silenciosa, luminosa y creadora de vida.
Energía de mujer, mi niña, de mujer.
La madre Gaia, habló.
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oicuperp · 2 months
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nunca perdonaré a la chica de mi clase que me dijo que no le gustó el árbol de la ciencia porque no se sentía identificada con andrés hurtado y pensé en lo mucho que me duele que el criterio para evaluar lo mucho que te gusta cualquier tipo de contenido sea el que te puedas identificar con los personajes y la situación en la que está o sea es culpa del pobre andrés que su vida sea un mierdón y la tuya no ?!?! es culpa de andrés que no te identifiques con su dilema ?!?!
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joseandrestabarnia · 5 months
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El pecado original es una pintura al óleo sobre lienzo (98 x 113 cm) de Carlo Caliari, hijo de Paolo Veronese, que data aproximadamente de 1585 y se conserva en la Galería de los Uffizi de Florencia. La obra representa el episodio bíblico del pecado original, en el que Adán y Eva, inducidos por la serpiente, comen el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. El cuadro está ambientado en un paisaje exuberante, con árboles, flores y animales. En el centro de la escena, Adán y Eva están sentados bajo un árbol. Adán es representado como un hombre fuerte y musculoso, mientras que Eva es representada como una mujer hermosa y seductora. La serpiente está representada como un animal deslizándose, arrastrándose entre las piernas de Eva. El fruto del árbol del conocimiento está representado como un fruto rojo que Adán y Eva están a punto de comer. La composición es sencilla y lineal, centrándose en los protagonistas de la escena. Caliari utiliza una técnica de pincelada delicada y refinada, que confiere al cuadro una atmósfera de dulzura y sensualidad.
Información de Bard, fotografía de mi autoría.
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poetailurofilica · 4 months
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ALFAreros del viento
ventilo el fuego que dejaste sobre estas brazas arropo la fogata mientras se limpia el duelo
hay menos lamentos y más bocanadas hay un dulce anhelo y un caramelo en la pava
la pavada no es cuento ni tampoco mis lágrimas dije ayer con cautela hoy recito un nuevo comienzo
jamás aprisionas, ni de cerca ni de lejos, un dragón por riquezas más bien es la delicadeza de proteger más guerreros
si es fiel servidor, prosperan sus huevos cuando el dragón está de caza y se cuidan los inciensos para dispersar las manadas
de esos depredadores que suelen querer aprovecharla; por ello, dejé en medio del monte un señuelo por si atacan
no es por ser árbol que siempre se darán frutos más bien es corroborar holísticamente como una herramienta de buen uso
al cabo, hay otra mañana y al fin otro diluvio, los inicios demuestran a la maña que se desatan todos los nudos
digo entonces, lo reitero el gusto de, en mi vida, tenerlo, he considerado afrontar el riesgo estando lista para el próximo acierto
así es como asimilo el propio crecimiento las causas con dicha y la gracia por los efectos
lo que te ofrezco es garantía de que soy de esperar aunque te cruces con esta deriva devuelvo también la mía para equilibrar
sé mi alfa, te ofrendo omega a través de nuestro andar el cortejo de la presencia no es otra ciencia, más que la de amar
seré la espina, pues eres rosa aunque no suelo arrancar siquiera el jazmín que nos reproduzcan todas las mariposas y se mezclen los años con mil cielos carmín
viste mis guerras, ¡tú las destrozas! corres a los silos y raspas las fosas no sé cómo lo haces, sólo vivo para agradecerte juntando estas ramas que sostengan el fuerte
eres rayo sobre mi tierra fértil maestro invaluable, acreditado por jueces diría que también fue suerte mas presiento que es más un regalo de la fuente
alud que empujas la colina marca mi sendero, sigue cultivando mis días de nuevo te entrego estos proverbios para valorar tus perlas y relucir tus ojos atentos
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elipsi · 5 months
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