#53 Aguas profundas
Melinda (Ana de Armas) y Vic Van Allen (Ben Affleck) son un matrimonio perfecto a los ojos de los demás, se complementan perfectamente, y pese a que se quieren hay algo que no termina de funcionar.
Eso queda claro cuando en una fiesta Melinda coquetea con Joel (Brendan Miller), tan descaradamente que todos se dan cuenta, parece que Vic y Melinda tienen una relación abierta o al menos deben guardar las apariencias delante de los demás, pero Melinda no puede evitar tener algunos problemas con el alcohol que Vic no solo tiene que cubrir, también ayudarla a reponerse. Pese a lo que ella pueda creer, o quizás no le importa, Vic no está contento con la situación. Como muestra de esto, Melinda pretende que Vic se disculpe con Joel por amenazarle y lo lleva a casa, esperando acostarse con él, cosa que Vic tolera a baja escala, mientras vuelve a amenazarle.
Pese a que ella le dice que le ama, observando desde fuera, vemos que así como Vic se muestra ciegamente enamorado de su mujer, ella se mantiene arisca y distante con él, cosa que él acepta de buena gana delante de los demás, pero a regañadientes cuando están solos.
En otra fiesta Vic se muestra más desinhibido bailando con otra mujer, de vuelta a casa Melinda se muestra celosa y desagradable con él, y al final de la noche tienen sexo, conectando como si fueran adolescentes.
Por una llamada del banco, Vic sabe que su mujer se está viendo con Charlie De Lisle (Jacob Elordi) un pianista que toca en un club donde su mujer bebe con asiduidad, por lo que decide seguirla, sabiendo que mantienen un affaire.
Vic empieza a tener paranoias con la relación de su mujer y Charlie, y pese a que siguen durmiendo en habitaciones separadas no puede evitar pensar que quizás todavía puede hacer algo para salvar su matrimonio, pero cada vez queda más patente la distancia física y mental entre los dos, y los problemas de Melinda con el alcohol y las relaciones con los hombres.
Vic le pide a Melinda que deje de ver a Charlie, y le recrimina a su marido que no la quiere de verdad, que no es apasionado, y que si se hubiera casado con otra estaría tan aburrido que acabaría con su vida. Manipulándole y enfrentándose a él preguntándole que si no deja a Charlie pedirá el divorcio y él le admite que no.
Melinda invita a Charlie a la fiesta que da en su casa, lo sienta al piano y deja que todos disfruten de su talento, mientras Vic se va desquiciando. En las noticias ha salido que han descubierto el cuerpo de un antiguo amigo de Melinda.
Vic busca a Melinda por la casa, cuando la fiesta ya está llegando a su fin, y les encuentra cambiándose para meterse en la piscina, se bañan con otros invitados, mientras Vic se va amargando. Los observa desde fuera, ya que parece dos enamorados bebiendo y acariciándose delante de los demás, mientras él con semblante serio va odiando cada vez más la situación.
Salen todos porque empieza a llover y se quedan Charlie y Vic en la piscina, más adelante Vic entra ya cambiado y no hay rastro de Charlie, pero nadie parece percatarse, ni siquiera Melinda, hasta que más adelante lo busca en las habitaciones, pero su cuerpo ya flota boca arriba en la piscina.
Todos saltan para salvar a Charlie, pero ya es demasiado tarde, Melinda se vuelve loca, acusándole de haberle matado delante de la policía.
Cuando vuelven a casa, Vic le dice que si cree que ha matado a Charlie deberían separarse y que si no le da miedo, pero lejos de sentirse amedrentada sabe que si le mató fue por ella... Los celos le cegaron el juicio a Vic e imaginarse a su mujer manteniendo relaciones con Charlie hace que lo ahogue, eso lo sabemos mediante un flashback, mientras sabe que le persigue alguien en un coche.
Uno de los invitados de la fiesta, Don (Tracy Letts), está convencido de que fue Vic quien mató a Charlie e invita con asiduidad a Melinda a su casa para especular sobre teorías de como ocurrió el accidente. Mientras Don y Melinda traman contra él a sus espaldas, Melinda tiene un nuevo interés romántico, Tony Cameron (Finn Wittrock).
Oye a Melinda decirle "Te quiero" a Tony, y planear con él irse a vivir a Brasil con ella y con su hija. Ahora Melinda está más distante que nunca, por eso decide que es el momento de invitar a Tony a su casa para cenar. Melinda se jacta de que a Vic no le gusta controlarla como a un hombre normal... Y es que Tony y Melinda salieron hace años, pero él la dejó.
Conforme mejor se lo pasan Tony y Melinda, más desconfiado y hastiado está Víctor. Cuanto más tontean y se quieren esconder por la casa para estar asolas, más se encuentra Vic, persiguiéndolos desde lejos y perdiendo el juicio. Por eso decide ir a buscar a Tony con la excusa de que ella le ha mandado a buscar.
Lo lleva al bosque y le lanza varias piedras hasta que se despeña por un pequeño acantilado y se golpea la cabeza quedándose inconsciente, baja para comprobar su estado y sabiendo que ha muerto lo arrastra hasta el río, lastrándolo con mientras con su cinturón y el del propio Tony. Después vuelve a casa relajado y calmado.
Melinda vuelve a estar interesada por él y la siente cerca, porque es el único hombre que se quiere quedar cerca de ella, Vic le regala un poemario con fotos que ha hecho él de ella y a lo largo de su relación firmándolo como "para el amor de mi vida", así es como ellos logran mantener la magia en su relación. Pidiéndole, al llegar a casa, que duerma con ella en su habitación.
Ella encuentra la cartera que Vic le quitó a Anthony entre las cosas de su marido, mientras él ha ido a cubrir mejor sus huellas con el cadáver de Tony, con la excusa de buscar un pañuelo olvidado de ella. Don le descubre y sale huyendo, mientras Melinda hace las maletas para ella y para su hija. Don huye a toda velocidad con su coche mientras Víctor lo persigue en su bicicleta teniendo un terrible accidente y cayendo por un barranco sobre el río.
La película acaba con la misma secuencia con la que empieza, con Vic llegando a casa hecho polvo y ella esperándole en las escaleras, le mira con algo parecido a la ternura y entra dentro de casa, diciéndole que ha visto a Tony y que no hay de que preocuparse.
"Melinda y Víctor están encadenados por un matrimonio tóxico que hace que se necesiten tanto como se repelen, manteniendo el interés y la tensión mediante celos mutuos que en el caso de él sabe detenerlos, para que su mujer se muestre interesada, pero no sobrepasada por ello, cosa que ella no sabe hacer con él, al estar constantemente sobrepasando esa línea lo que consigue es que él se refugie en la idea de que la quiere tanto que sería capaz de cualquier cosa. Como matar a sus amantes."
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem! Reader)
Capítulo 8:
Alana tuvo que tomar varias respiraciones profundas antes de atreverse a responder la llamada de Enzo, sus manos aún picaban del coraje que Sebastián había despertado en ella, había usurpado su jodida mochila.
Se rascó el cuello tan fuerte que le dolió y se dignó a contestar.
—Hola.
—Lana, hola—saludó Enzo tan amable como siempre, ella tragó saliva en seco, usualmente la voz del uruguayo tenía un efecto relajante en ella, pero esta vez ella se encontraba tan furiosa que no creía que eso fuera posible—. ¿Ya estás en casa? Olvidé echarle agua a las plantas de la ventana, ¿vos me podés hacer el favor?
Claro que lo haría, el problema es que no tenía forma de ingresar al departamento.
—Yo—pensó varios segundos qué decir—. No puedo.
—¿Eh?
—Me quedé afuera, no tengo forma de entrar al departamento—soltó simplemente mientras apoyaba la espalda en la pared y se dejaba caer en el piso del pasillo.
—¿Olvidaste las llaves?—preguntó él riendo, Alana cerró fuertemente los ojos y se apretó el puente de la nariz—. Alana.
—Algo así—respondió.
—Bueno, si querés te puedo pagar el taxi para que volvás por las llaves a tu casa y así escribas hoy, no hay problema—sugirió él con su típico tono tranquilizador.
—Eh…no, eso no va a funcionar.
—No te estoy entendiendo.
—Sebastián me sacó las llaves—se le rompió la voz—. Se enojó porque no le dije dónde queda la supuesta oficina y no me las va a devolver hasta que se lo diga.
—Es que no puede ser más pelotudo—bramó, nunca lo había escuchado así de enojado—. ¿Querés que vaya para allá? Decíme que querés que haga y dejo todo—exclamó.
Alana se restregó la cara con la mano que tenía libre, Sebastián no sólo estaba arruinando su día de trabajo, también estaba por arruinar el de Enzo.
—No, no, gracias—respondió—. Te espero acá, no quiero volver a casa.
—Lana, son las 10 de la mañana, no regreso al departamento hasta dentro de 12 horas.
—No importa—si tenía que quedarse 12 horas sentada en el pasillo esperando a Enzo, lo haría.
—Vos estás loca, voy por ti ahora mismo.
—Tienes un montón de trabajo.
—Vos también.
—¿No hay otra solución?—preguntó ella.
—Mmm…—esperó unos segundos, se escuchaba bastante ruido de fondo, claramente el chico estaba bastante ocupado—. Te puedo pedir un taxi para que vengas al estudio de grabación, te doy las llaves acá, ¿te parece?
—Sí, sí—respondió ella esperanzada—. Gracias, Enzo.
—Vale, ahora mismo te lo pido—dijo él—. Alana…
—¿Sí?—preguntó nerviosamente, sabía que probablemente Enzo quería quejarse de Sebastián.
—Nada—no lo hizo—. Te espero acá.
En menos de cinco minutos había un taxi esperándola afuera del departamento de Enzo, Alana apagó el celular, tenía la bandeja de mensajes repleta obviamente por Sebastián, el chico seguía insistiendo que ella regresara a casa por las llaves, claro con la condición de que él la llevara de vuelta a ''la oficina''.
Sonaba más como amenaza que como sugerencia, Alana no aceptaría eso por ninguna razón.
El viaje hacia el estudio de grabación no duró más de treinta minutos, no podía negar que se sentía bastante nerviosa por visitar a Enzo en su lugar de trabajo, nunca había pisado un set de grabación en toda su vida y sabía que estaría lleno de gente importante.
El de seguridad la dejó pasar en cuanto ella le dio su nombre, el set de grabación se trataba de una pequeña bodega con un patio gigantesco, había una gran variedad de campers de metal y personas con audífonos y cámaras caminando de un lado al otro, Alana se paró apretando las correas de su mochila sin saber muy bien qué hacer.
—¿Sois Alana Lomelí?—preguntó una chica bajita, al igual que la mayoría de las personas ahí, llevaba unos audífonos de diadema con micrófono y una carpeta.
—Sí—respondió tímidamente.
—Vale, por acá—le indicó el camino con su brazo—. Enzo me dijo que vendrías, justo ahora le andan haciendo el maquillaje en su camper.
Alana asintió con la cabeza y aún aferrada a su mochila siguió a la mujer, no tardaron mucho en encontrar uno de los campers plateados, tenía una pequeña escalera afuera y en la puerta había un cartel que ponía ''Enzo Vogrincic''.
—Enzo, tu amiga está aquí—la chica tocó la puerta de metal tan fuerte que Alana se sobresaltó, al instante Enzo abrió, llevaba el cabello recogido con unas horquillas y su piel lucía reluciente.
—Lanita, pasa, pasa—le indicó—. Gracias Mónica—le agradeció a la chica, ella le guiñó el ojo a Alana y desapareció de su vista.
—Wow—exclamó Alana ingresando al camper, no tenía nada de lujoso a decir verdad, sólo un grande espejo con la mesa llena de maquillaje, la silla alta que seguramente era de Enzo, una mesita con su libretos y un pequeño sillón.
—¿Cómo estás?—preguntó él con la voz llena de preocupación, su mirada la inspeccionó de arriba a abajo mientras colocaba sus manos sobre sus hombros.
—Estoy bien—le respondió colocando sus manos sobre las de Enzo.
—¿Segura? ¿Discutieron muy feo?—preguntó él, el cartílago de su garganta subió y bajó, Alana negó efusivamente con la cabeza, lo último que quería era seguirlo preocupando.
—Anda insoportable por saber en dónde he estado escribiendo.
—Podés decirle, no me importa—dijo él quitando sus manos, pero sin despegarse ni un centímetro de ella.
—Enzo, es tu casa, Sebastián no tiene por qué saber dónde vives.
—No es como que me vaya a hacer algo—rió.
—Pues no—dijo ella—. Pero no sé, es raro—dijo, Enzo no respondió a eso.
—Después hablamos más tranquilos de esto—dijo—. Ehh, voy a andar todo el día filmando, así que te doy las llaves y ya vos me abrís el departamento cuando regrese.
—¿Y si escribo aquí?—preguntó Alana observando el lugar, era silencioso ahí y de todas maneras podía disipar el sonido de afuera poniendo algo de música.
—¿Estás segura? Digo, por mí no hay problema, pero no sé si te encante escribir aquí.
—Por mí está bien—dijo ella sentándose y procediendo a sacar su computadora, de todas formas le haría bien cambiar un poco de aires para escribir.
—Bueno, será un placer tenerte aquí—dijo él sentándose en su silla, se sonrieron a través del espejo—. Sólo que van a estar maquillándome en lo que no grabo, Lucía puede hablar mucho—advirtió, Alana supuso Lucía era la maquillista.
—No pasa nada—dijo sinceramente.
—Escuché mi nombre—una mujer rubia entró al camper dando un portazo, llevaba ropa bastante casual y un cinturón con al menos unas 30 brochas.
—Lucía, Alana, Alana, Lucía—Enzo las presentó, Alana saludó con la mano pero la rubia se le acercó a plantarle un beso en cada mejilla.
—La famosa Alana Lomelí—dijo ella para después comenzar a colocar una crema sobre el rostro de Enzo, se notaba que lo conocía a la perfección porque sus dedos se movían con suma precisión y profesionalismo sin necesidad de verlo, Enzo por su parte tenía los ojos cerrados, claramente relajado al toque de la chica—. Enzo me ha hablado muchísimo sobre ti.
—Calla—dijo él.
—Espero que cosas buenas—rió Alana mientras bajaba la mirada hacia su ordenador.
—Obvio—respondió ella—. ¿A qué se debe que visites a Enzito? No se le para ni una mosca al pobre aquí.
Alana apretó los labios al escuchar el apodo, pero hizo lo posible para borrar su mueca y responder amablemente, abrió su boca para hacerlo, pero Enzo le ganó.
—Lana escribe en mi departamento—le informó—. Pero tuvo un problema con las llaves, así que escribirá aquí hoy—Alana agradecía que no hubiera entrado en detalles, pero aún así no podía evitar sentirse observada por la maquillista.
—Ah, claro, claro, sos escritora, ¿cierto?
—Te lo he dicho un millón de veces—replicó Enzo haciendo un ademán con la mano, permaneciendo con los ojos bien cerrados, Lucía le guiñó un ojo a Alana.
—¿Qué género escribís?—preguntó Lucía al fin viendo a Enzo, ahora estaba aplicando algo con una brocha.
—Fantasía principalmente—respondió.
—No podría jamás.
—¿No podrías qué?—preguntó Enzo riendo.
—Escribir, leer, me causa pereza—expresó la chica—. Soy más de películas, obvio.
—Bueno, tal vez podrías darle una oportunidad—sugirió Alana amablemente.
—Nah, prefiero ver a guapos como este en la pantalla grande—dijo dándole una palmada en el hombro a Enzo, Alana volvió a bajar la mirada, se notaba que se tenían bastante confianza, ¿y cómo no? Pasaban un montón de horas juntos, más de las que ella pasaba con Enzo…
¿Por qué eso le molestaba tanto?
Ni Alana ni Enzo respondieron, el resto de la hora Lucía se dedicó a preparar la piel del actor en completo silencio, para la suerte de Alana, pudo lograr escribir un par de páginas sin importarle que ellos estuvieran ahí.
—Tengo que ir a la primera escena—le avisó Enzo parándose de la silla—. Lucy tiene que estar allá para dar unos retoques, la toma puede tardar fácil un par de minutos o bien horas, así que tendrás el lugar para ti sola unos momentos.
—Claro, genial—respondió sin dejar de teclear.
Enzo salió primero, Lucía comenzó a guardar algunos productos en su cinturón, sin embargo, cuando Alana pensó que la rubia abandonaría el lugar, carraspeó.
—¿Te gusta?—preguntó seriamente.
Alana detuvo sus dedos en seco y levantó la cabeza para ver a la mujer.
—¿Disculpa?
—Enzo, ¿te gusta?
—Somos amigos—respondió Alana confundida.
—Es fácil caer por Enzo—dijo Lucía apoyándose del tocador—. Es un hombre bastante encantador.
—Lo es—coincidió.
—Pero vos tenés novio—dijo Lucía cruzando los brazos, Alana inclinó la cabeza.
—No sé a qué viene todo esto.
—Enzo es una buena persona, pero ser tan bueno lo puede hacer algo tonto, no ve la maldad en las personas.
—Enzo no es ningún tonto—saltó a la defensiva.
—Se la pasa todo el día hablando de ti, pero sé que vos tenés novio, así que no sé qué pretendés viniendo aquí con tu finta de niña buena, y por si no te habías dado cuenta, Enzo podría tener a la mujer que él quisiera, así que no le hagas perder su tiempo—antes de que Alana pudiera responder algo, Lucía salió del lugar, dejándola completamente consternada.
Alana rodó los ojos en cuanto la mujer abandonó el lugar, suficiente trabajo tenía con escuchar la mierda de Sebastián como para tomarle importancia a la mierda que una mujer desconocida le decía, así que tomó todo ese coraje para escribir durante horas.
El resto del día Enzo entró un par de veces más para asegurarse que todo estuviera bien, Alana se limitaba a asentir sin despegar la mirada de la pantalla, no lograba descifrar si no se atrevía a mirarlo por la concentración que había ganado en el camper o porque mirarlo le recordaba a lo que Lucía había dicho, entre casi 5000 palabras escritas y las visitas rápidas del actor, la noche finalmente cayó.
—Vaya forma de trabajar—la voz de Lucía la despertó, Alana miró a su alrededor, se había quedado dormida, miró la hora de la pantalla, dándose cuenta que había tomado una siesta de 15 minutos.
—Tiene la manía de quedarse dormida en los lugares más extraños posibles—mencionó Enzo sentándose en la silla, Alana cerró su computadora, se sentía irritada, tanto por haber sido despertada de su siesta tan abruptamente, como por haberse dado cuenta que Enzo iba por ahí soltándole comentarios a Lucía sobre ella.
Enzo cerró los ojos para que Lucía comenzara a aplicarle desmaquillante con un algodón, Lucía arqueó las cejas ante el comentario de Enzo y después le ofreció una mueca extraña a Alana.
—Es mejor que me vaya—dijo Alana guardando la laptop en su mochila, se sentía cansada, sus ojos pesaban y sus muñecas le dolían por tanto escribir, había avanzado bastante en la historia, pero tal vez había sido una mala idea escribir en el camper.
—¿Tu novio te espera?—preguntó la mujer haciendo movimientos circulares con el algodón sobre el cuello de Enzo, ni siquiera lo había maquillado ahí, Enzo carraspeó—. Qué lindo, ¿no? Tener a alguien esperando por ti en casa.
—¿Te vas tan pronto?—preguntó Enzo fingiendo no escuchar los comentarios de la maquillista.
—Son pasadas las 10 de la noche, tengo que pedir el taxi.
—Pero aún no me enseñas lo que escribiste hoy—dijo Enzo apartando la muñeca de Lucía de su cara y finalmente abriendo los ojos, mirando a Alana fijamente.
—¿Puedo leerlo yo también?—preguntó Lucía levantando la mano.
—Pensé que no sabías leer—soltó Alana abruptamente, Enzo hizo un sonido de sorpresa ante el comentario.
—Claro que sé leer, no me gusta—replicó elevando la voz.
—Misma cosa, buenas noches—Alana salió del camper con un portazo, a este paso el pobre camper terminaría desmoronándose, pero no podía importarle menos.
Respiró varias veces, tenía que controlarse, ¿qué mierda le ocurría?
Caminó hacia una de las esquinas del set de grabación, la mayoría de los actores ya se habían ido y sólo quedaban un par de personas limpiando el lugar.
—¿Qué fue eso?—preguntó Enzo riendo, ella se encontraba en una esquina del patio del estudio.
—¿Qué fue qué?
—Tú y Lucía.
—No sé de qué hablas—respondió Alana cruzando los hombros, Enzo inclinó la cabeza y rió.
—Vos la llamaste analfabeta.
—¡No la llame así!—dijo Alana riendo por primera vez en horas.
—Eh…—Enzo la apuntó con el índice—. Vos le dijiste que no sabía leer, la misma cosa.
Alana rodó los ojos divertidamente.
—Ya, me pasé un poquito, ¿verdad?—preguntó rascándose el cuero cabelludo.
—Sólo un poquito—dijo él juntando el pulgar con el índice.
Alana sonrió, de pronto toda la acumulación de enojo y frustración que había sentido a lo largo del día había desaparecido por completo, Enzo tenía ese efecto sobre ella ella, tenía el efecto de que ella olvidara que efectivamente había alguien esperando por ella en casa, tenía el efecto de que olvidara que estaban en un lugar repleto de gente con cámaras, tenía el efecto de que ella se diera cuenta que efectivamente, él podría tener a la mujer que quisiera, sin embargo estaba aquí, riendo con ella, viéndola a ella, cuando estaba con Enzo, se sentía invencible, sentía que ellos eran las únicas personas en el mundo entero.
—¿Qué tanto estás pensando?—preguntó Enzo en un susurro, el lugar estaba muy oscuro y a duras penas podía ver sus facciones gracias al reflejo de la luna, contrario a como usualmente lo hacían, en esta ocasión sus ojos se veían más oscuros de lo normal y sus pupilas estaban bien dilatas.
''Se la pasa todo el día hablando de ti, pero sé que vos tenés novio, así que no sé qué pretendés viniendo aquí con tu finta de niña buena, y por si no te habías dado cuenta, podría tener a la mujer que él quisiera, así que no le hagas perder su tiempo'' Las palabras de Lucía no dejaban de retumbar en el fondo de su mente, ¿lo peor de todo? Alana sabía que eran ciertas.
No podía seguir jugando ese juego, no podía darle sus noches a Enzo y fingir que no le interesaba más que un amigo, no podía permitirse sentir esa atracción cuando Sebastián era su pareja.
La sonrisa de Enzo se borró de su rostro y se acercó más a ella, Alana tomó una profunda bocanada de aire y se atrevió a hablar.
—Lo que pasó el otro día—murmuró—. No puede volver a repetirse—dijo refiriéndose al beso que Enzo le había dejado en su cuello.
—¿Qué pasó el otro día?—preguntó haciéndose el tonto, la seriedad duró sólo un par de segundos en su rostro, porque ahora volvía a irradiar esa energía despreocupada y hasta burlona.
—Enzo—suspiró.
—Alana—dijo él imitando su tono de voz, ella le dio un manotazo en el hombro, haciéndole saber que no estaba para bromas—. Ya, ya, estoy jodiéndote—rió.
—Sí, precisamente eso estás haciendo, estás jodiendo mi puta cabeza—bramó entre dientes dejando que sus sentimientos volvieran a apoderarse de ella, él tragó saliva en seco ante el tono que la chica había empleado.
—Repetí eso—dijo a pocos centímetros de su boca, colocó sus brazos a los lados de la cabeza de Alana, acorralandola contra la pared.
—Estás jodiendo con mi puta cabeza—respondió ella con un hilo de voz, bajó la mirada, escuchó la respiración agitada de Enzo, no supo si era por la proximidad o por la manera en la que ella le estaba hablando, Alana volvió a levantar la mirada—. Lo que pasó el otro día no puede volver a repetirse—volvió a decir, Enzo parpadeó pesadamente y bajó la mirada a los labios de ella.
—Lo que vos mandés—carraspeó Enzo empujando el interior de su mejilla con su lengua.
Alana asintió levemente, pero Enzo estaba tan cerca de ella, viéndola de una forma en la que nunca había sido vista, estudiada, apreciada.
Así que tirando a la basura todo lo que acababa de decir, tomó a Enzo del cuello y estrelló sus labios contra los de él en un beso desesperado que él respondió con un jadeo y tomándola fuertemente de la cintura.
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☆ ducha gentil | choi beomgyu
beomgyu x gn!lector
୨୧ word count: 0.8k
୨୧ genre: romance, drama, relación establecida, algo sugerente?
୨୧ summary: solo un poco de tierna intimidad en la bañera con un dulce y divertido beomgyu.
english ver
Soltaste todo el aire de tus pulmones e intentaste relajarte. Tus manos temblaron un poco cuando se dirigieron a la espalda de Beomgyu, causando que este se estremeciera y soltara un risita nerviosa.
El agua tibia cubría tu cuerpo hasta el inicio de tu pecho, queriendo tomarte el tiempo de disfrutar el ambiente acogedor, recargaste tu espalda en la tina de baño y olfateaste el aroma de los ingredientes añadidos al agua. Entre tus piernas aguardaba un curioso Beomgyu, con sus manos dándole palmadas al agua para causar salpicaduras y sus piernas flexionadas de tal forma que casi tocaban su pecho.
—Eres muy grande para mi tina de baño —murmuraste mientras lo mirabas hacer sus travesuras con una sonrisa.
—Oh, te sorprenderías. Creo que puedo hacer algo de espacio. —Beomgyu río y se inclinó hacia atrás, haciendo que su espalda y tu pecho se tocaran—. ¿Mejor así? —dijo cuando inclinó su cabeza hacia tu hombro para mirarte.
Asentiste y retiraste un mechón de pelo que caía sobre su frente. Beomgyu sonrió por el gesto, tomó tu mano con suavidad y la dirigió a sus labios, depositando un dulce beso y haciendo caricias con sus dedos. Por un momento te quedaste perdida en la sensación que se deslizó por tu cuerpo mientras lo mirabas, encontrando en él profunda conexión y paz.
—Déjame lavar tu pelo —pediste de pronto. Él fingió pensar un momento, con sus ojos posados en el techo y una sonrisa en la que se pudo apreciar alguna de las cosas que le pasaron por la cabeza.
—Espera un momento.
Beomgyu cerró los ojos y uso sus piernas para empujarse más contra ti. Pasaste tus brazos por encima de sus hombros y posaste tu barbilla sobre su cabeza, dejado que pegara su rostro a tu pecho y restregara su mejilla en él.
—¿Que estás haciendo? —cuestionaste cuando sentiste sus músculos vibrar contra los tuyos,.
—Estoy ronroneando —respondió mientras simulaba el sonido característico de los mininos y tú soltaste un risita baja.
—Raro.
Beomgyu continuó con la acción hasta que tuvo suficiente. Luego de unos minutos se enderezó, asintió en silencio y tomó el grifo de la tina de baño.
—También quiero lavar tu pelo —anunció al tenderte el grifo. Por la forma en la que parpadeó lentamente supiste que empezaba a tener sueño.
—Ya veremos —dijiste y el soltó un quejido.
Luego de humedecer su cabello, colocaste el shampoo y empezaste a esparcirlo con movimientos gentiles. Sabías que le gustaba que jugaras con su pelo, y pareció más que feliz cuando empezaste a masajear su cabeza. Después de unos segundos, retiraste una mano y la colocaste sobre su hombro, dejando que tu pulgar dibujara círculos sobre su piel.
Por la forma en la que cerró sus ojos y soltó un suspiro, te dio la impresión que la estaba pasando bien.
—Se siente bien —susurro con una sonrisa—. Te llevaré conmigo cada vez que me duche de ahora en adelante.
—No me quejaré. —Acercaste el rostro al sitio donde tu mano acariciaba su espalda y rozaste su piel con tu nariz, olfateando su aroma y dejando un suave beso sobre su piel.
Beomgyu se estremeció y pudiste verlo sonriendo para sí mismo, era una sonrisa genuina y casi pudiste ver y sentir la felicidad que había en ella.
—Esto se siente mejor... —dijo antes de respirar hondo, con las puntas de sus orejas tornándose rojas.
No pudiste detenerlo cuando se lanzó para rodearte entre sus brazos, causando que el agua se derramara de la tina de baño y mojara el piso. Estabas por reñirlo, pero Beomgyu selló tus labios con los suyos antes de que pudieras decir algo.
Ni siquiera con consideraste resistirte. Te recargaste de nuevo contra la bañera y dejaste que tu cuerpo se inclinara al tacto de Beomgyu cuando se acomodó entre tus piernas. Al principio, sus labios recorrieron los tuyos con movimientos pausados, lambiendo y succionando lenta y atrevidamente hasta que estuvieron igual de humedecidos que sus cuerpos. De manera automática pasaste tus brazos al rededor de su cuello, lo que le permitió pegar más su cuerpo al tuyo.
Sentiste la electricidad en el aire mientras lo sostenías cerca y, su aliento y el tuyo, se volvían uno solo. Pudiste sentirlo todo, era tan real, tan amable y refrescante. En cierto momento, lo escuchaste soltar un gemido y te sorprendiste, pensando por un momento que la gentil cercanía de sus cuerpos empezaría a ir a más allá esa noche; sin embargo, cuando Beomgyu repitió el sonido no percibiste solamente deseo, sino también dolor.
—Ay, me ha entrado shampoo al ojo —lloriqueó, pero a pesar de todo, continuó besándote.
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