EL APOYO MUTUO EN AVES: mutualismo, vuelos en V y conciencia de uno mismo
En esta primera parte abordaremos el apoyo mutuo intraespecífico con ejemplos en fringílidos, córvios y en algunas de las grandes aves migratorias. Con la evidencia presentada se sugiere que el apoyo mutuo o mutualismo ha sido una fuerza moldeadora de la evolución del comportamiento en las aves y que las hipótesis de la selección por parentesco no llegan a explicar fenómenos que ocurren mucho más allá del grupo familiar.
Todos hemos tenido la oportunidad de observar en nuestras campiñas, parques o caminos cómo pequeños pájaros se alimentan de semillas, restos de alientos o cualquier otro recurso calórico. Si nos fijamos con atención veremos que, en múltiples ocasiones, estos grupos de pájaros, a veces no tan pequeños, son diversos: no están compuestos de una sola especie de ave. Podemos observar gorriones paciendo amistosamente con verdecillos, palomas y otros columbiformes, estorninos; podemos observar en nuestros campos cómo grupos de jilgueros, verderones y lúganos viajan de aquí para allá, comiendo bayas de los arbustos que abarrotan lo húmedos bosques de ribera; podemos ver a numerosos buitres aprovechando las corrientes ascendentes, que se generan tras las primeras horas de sol, para con el mínimo consumo energético, recorrer grandes distancias y, a estos buitres, compartir estas ascendentes con cigüeñas y alguna que otra rapaz despistada. Sin embargo, cuando uno se asoma al paradigma actual (ya no tan actual) sobre la evolución y, sobre todo si nos centramos en las historias naturales asumidas para la mayor parte de aves, vemos cómo lo que predomina es la narrativa de la competición, el egoísmo y la destrucción del extraño.
Ya en fechas tan tempranas como 1902, el excelente geógrafo, naturalista y filósofo anarquista Piotr Kropotkin, reflexionaba sobre esta cuestión. Habiendo estudiado la geología y la geografía, así como la flora y la fauna de las estepas siberianas para el Imperio ruso, se dio cuenta que la competencia entre los organismos allí era prácticamente inexistente. Los ambiente depauperados o poco productivos parecían producir, por el contrario, numerosas asociaciones entre especies. En su texto, "El apoyo mutuo: un factor en la evolución", relata en el primer cuarto de libro las diferentes asociaciones que se encontró en estos inóspitos parajes y la interpretación mutualista que les otorgaba (1). Nunca llegó, como afirman otras voces, a despreciar lo que Charles Darwin y Alfred Russell Wallace habían teorizado casi 50 años antes. De hecho, valoraba muy positivamente que Darwin hubiera reconocido que había sido preso de sus propias convicciones victorianas al interpretar el concepto "la lucha por la supervivencia" de una forma estrecha (como los estaban ya haciendo los eugenetistas y los partidarios del sociólogo Herbert Spencer en la época en la que Kropotkin publicó su manuscrito).
"Luego sucedió con la teoría de Darwin lo que sucede con todas las teorías que tienen relación con la vida humana. Sus continuadores no sólo no la ampliaron, de acuerdo con sus indicaciones, sino que, por lo contrario, la restringieron aún más (...)", escribió Kropotkin. Con la teoría darwinista "nos permitió abarcar, en una generalización, una vastísima masa de fenómenos, y esta generalización fue, desde entonces, la base de todas nuestras teorías filosóficas, biológicas y sociales. (...) La adaptación de los seres vivientes a su medio ambiente, su desarrollo progresivo, anatómico y fisiológico, el progreso intelectual y aun el perfeccionamiento moral, todos estos fenómenos empezaron a presentársenos como parte de un proceso común" (1, p. 34).
Ese era el legado de Darwin y Kropotkin no abjuraba de él. Pero, como miembro de lo que después se conocería como "escuela rusa de la evolución", Kropotkin labró sus conocimientos científicos y sus investigaciones en un mundo completamente distinto al de Darwin y Wallace. Darwin, cruzando medio mundo pero, sobre todo, realizando sus más profundos trabajos en las Galápagos, en las Islas del pacífico y en Inglaterra; Wallace, en el archipiélago malayo percatándose de la profunda diferencia que existía entre la fauna (y en menor medida en la flora) al norte del estrecho de Macasar y el Mar de Célebes (Islas de Borneo, Java, Sumatra y Filipinas y el conjunto del continente asiático) y el sur de esta línea (Islas Célebes, Timor, Archipiélago de Flores, Nueva guinéa, Australia y el resto de Islas del Pacífico). La famosa línea de Wallace, que divide el contienente asiático del de oceanía, es famosa por su biodiversidad. No era, precisamente, un lugar inhóspito.
Por su parte, los naturalistas y biólogos rusos desarrollaban sus investigaciones en zonas donde la densidad poblacional, tanto de plantas como de aniamles, era bastante baja y donde la lucha por la supervivencia era más contra el medio. De hecho, esta es la situación habitual en la naturaleza. Los ecosistemas que producen excedentes y son capaces de mantener grandes poblaciones son la excepción, y no la norma, de la ecosfera.
Esta "escuela rusa de la evolución" daría muchas gratas noticias al conocimiento universal en el futuro. El prominete zoólogo Karl Fiódorovich Kessler 25 años antes que Kropotkin tenía una comprensión de la evolución mucho más cercana a Kropotkin y al Darwin más cooperativista (el del "Origen del hombre"), que no a los defensores de la teoría de la evolución contemporáneos a Kropotkin
"No rechazo la lucha por la existencia, sólo afirmo que el desarrollo progresivo, tanto de todo el reino animal y, sobre todo, de la humanidad no esfacilitado por la lucha mutua tanto como por la ayuda mutua" (2).
Otros autor de la Escuela rusa de la evolución fue nada más y nada menos que Konstantín Sergéyevich Merezhkovski, un botánico y especialista en líquenes que postuló el origen simbiótico de los cloroplastos y que, solamente comenzamos a conocer sus hipótesis gracias al inmenso trabajo de Lynn Margulis y la teoría endosimbiótica. Esto deja claro que, diferentes concepciones de la realidad, producen diferentes teorías de la misma, teorías que en muchos casos no son incompatibles, sino complementarias la tratar sobre diferentes ángulos de la realidad.
Así, la denominación de apoyo mutuo para aquella interacción entre individuos o poblaciones, de la misma especie o de especies distintas, parece históricamente legítima. De hecho, en nuestros libros actuales se recoge bajo el epígrafe "mutualismo".
APOYO MUTUO INTRAESPECÍFICO
Imaginemos que, tras largas semanas de planificación con tus amistades, cogéis vuestras bicicletas y, durante 4 años, os dais a la buena vida, recorriendo pueblos, caminos, los mejores arbustos del lugar para saborear los mejores frutos de verano y otoño, los mejores árboles donde pasar la noche. Tras esos cuatro años habéis recorrido más de 1000 kilómetros (si, no habéis hecho más de un kilómetro al día, pero habéis explorado mucho en vuestro paseo). ¡Qué grandes amistades! Pues bien, si exceptuamos lo de las bicicletas y lo sustituimos por volar tenemos, exactamente, lo que hacen los lúganos (actualmente con el nombre científico de Spinus spinus).
Una investigación del CSIC y del museo de historia natural de Barcelona (España) ha encontrado que estos fringílidos tiende a viajar juntos, manteniendo pequeñas agrupaciones de estabilidad relativa (3). La mediana, con los datos recogidos en la base de datos de anillamiento europea, se sitúa en unos 21 días de viaje en grupo, con el increíble caso de un pequeño conjunto que viajó sin separarse durante casi 4 años, recorriendo más de 1200 kilómetros. También encontraron un grupo de 58 lúganos que permaneció unido durante 19 días ¡Hasta la rave más llena de estimulantes y alucinógenos tendría difícil superar semejante marca! Esta habilidad de los lúganos en concreto, y de muchos fringílidos en general (como los jilgueros, verdecillos o verderones) ya había sido intuida por muchos naturalistas que, mediante observaciones esporádicas en el campo, se daban cuenta del comportamiento grupal de estas aves.
¿Por qué viajar juntos? Según algunos de los trabajos citados por el grupo de investigación responsable del hallazgo, la clave estaría en que estos grupos se forman sobre todo al final del otoño y de cara al invierno. A finales de invierno es cuando se produce el emparejamiento y parece ser que la probabilidad de que el emparejamiento se produzca con los individuos de dentro del grupo es mucho más elevada que con cualquier otro individuo de la población. Según Juan Carlos Senar, que también participó en el anterior estudio, y otros tres colegas de la Universidad de Uppsala (Suecia), esta diferencia en la preferencia de las hembras por los machos de un mismo grupo, frente a machos de otros grupos puede llegar a ser 4 veces mayor (aunque tel factor depende mucho de lo peinado y colorido que éste, al final, esté, llegándose a igual la situación si uno se arregla mucho para la ocasión frente a un desaliñado lúgano del grupo familiar). Este tipo de grupos serían muy diferentes a los llamados grupos "fusión-fisión". Estos grupos se deshacen cada vez que termina la épica de búsqueda de pareja para volverse a formar en la siguiente y, aquí, la probabilidad de apareamiento con cualquier miembro de la especie es, en prinipio, la misma. Por tanto, tendríamos en las aves dos tipos de grupos, si atendemos a la probabilidad de relación con el "adentro y el afuera", operando.
Esto estaría indicando, en el caso del primer tipo de grupo que, además, desde el punto de vista poblacional, a la hora de la reproducción, los lúganos funcionarían como una suerte de unidad semi-cerrada: los grupos, por ejemplo, con individuos más proclives a amistades duraderas con otros lúganos, y suponiendo que esta propiedad tiene alguna base hereditaria (por aprendizaje o por herencia genética) tenderán a serlo también en el futuro (4). ¿No es esta una condición necesaria para que se produzca selección a nivel de grupo?
Además de los viajes improvisados de nuestros queridos fringílidos, existen otros viajes mucho más planificados, que ocurren todos los años con los cambios de estación y que requieren de una estructura de colaboración mucho más fuerte y desarrollada. Así como la historia de los viajes con amigos de los lúganos puede que al lector le resulte poco conocida, sí que habrá escuchado, leído o visto las formaciones en V de las grandes aves migratorias. Gansos, ibis, cigüeñas, grullas, flamencos, y un largo etcétera, utilizan estas formaciones para recorrer grandes distancias. Son grupos que, a menudo, no están formados por individuos con relaciones de parentesco.
¿Qué sentido biológico tienen estas formaciones? Desde los años 70 del siglo pasado, la hipótesis más invocada fue la eficiencia energética del grupo. Las aves se turnarían para liderar el grupo (posición esta que exigiría un elevado gasto energético) mientras que el resto iría "a rebufo", aprovechando las turbulencias generadas para impulsarse con un menor consumo de energía individual. El resultado grupal sería, también, más eficiente. Pero la primera evidencia de esto fue aportada por un grupo de 5 personas del Centro Nacional francés para la investigación que en el año 2001 y utilizando 8 pelícanos comunes (Pelecanus onocrotalus) a los que se les había implantado medidores cutáneos de la frecuencia cardíaca, observaron qué ocurría con esta frecuencia mientras volaban en formación en V (5). Estos pelícanos habían sido educados para volar siguiendo a un ultraligero. Estimaron que los gastos de energía de los pelícanos que vuelan en grupo se reducían un 14%; una estimación hecha a partir de la reducción de la frecuencia cardíaca y del número de aleteos entre un vuelo en solitario y un vuelo en V.
Una demostración más elegante, más refinada, de este apoyo mutuo para el vuelo durante grandes migraciones fue aportada por el grupo de investigación liderado por Steven J. Portugal del Real colegio veterinario de la Universidad de Londres (Reino Unido). Utilizando una bandada de Ibis eremita (Geronticus eremita) a la que también se le había enseñado a volar siguiendo un ultraligero (y que, además, forman parte del interesante proyecto Waldarapp en el cual estos Ibis eremita son entrenados con la intención de recuperar antiguas rutas migratorias perdidas por la intensa caza que esta especia ha sufrido en Europa) estudiaron, no solo el número de aleteos, sino su sincronización y el flujo de aire que creaba cada ave, demostrando que la eficiencia proviene del mejor aprovechamiento aerodinámico que realiza la formación en V durante el vuelo (6).
Es evidente que, ni la explicación de la selección por parentesco, ni la selección natural como consecuencia de la competencia, explican estos comportamientos. ¿Cuan cerrados son estos grupos de aves migratorias? ¿Podría estar ocurriendo algo similar a lo que ocurre en los fringílidos y que las aves se apareen con una mayor probabilidad con aquellas con las que vuelan comúnmente? Si esto ocurre así, es posible que la explicación la hallemos en el apoyo mutuo y la selección a nivel de grupo.
EL CASO ESPECIAL DE LOS CÓRVIDOS
Lisa Horn, del departamento de Biología Cognitiva y del Comportamiento de la universidad de Viena, explica la generosidad, ha encabezado un trabajo multidisciplinar sobre la cooperación voluntaria (7). La generosidad espontánea en los metazoos, nos dice, se ha intentado explicar, al menos, de dos formas distintas. La primera hipótesis establece como causa última de la cooperación social voluntaria la evolución de la crianza cooperativa que establecería la base de los sistemas neurobiológicos y comportamentales para el surgimiento de la cooperación más allá del ámbito de lo estrictamente familiar. Estas precondiciones, como la empatía, los niveles de estrés bajos, etc. en sí mismas serían el sustrato sobre el cual, la causa próxima puede operar. Esto podría haber promovido la aparición de comportamientos tendentes al beneficio de otros individuos no emparentados de forma voluntaria. La segunda hipótesis establecería el origen último de la cooperación voluntaria en la evolución del comportamiento gregario que, a su vez, necesita de la reducción del estrés y los niveles de agresión ante la presencia otros miembros de la misma especie (sobre todo en los casos en los que se parte de un sustrato comportamental territorial). Es más muchos autores consideran que una vida social "exigente", no solo fomentaría la cooperación, sino que estaría también detrás del origen evolutivo de la inteligencia.
Figura 1: Sistema de balancín diseñado por los autores del estudio Horn et al. (2020) que permite conocer la tendencia a la generosidad voluntaria en los córvidos
En el estudio, trabajan sobre varias especies de córvidos. Algunas de ellas, como el cuervo grande o común (Corvus corax) y otras especies del género Corvus (volveremos más adelante sobre ellos) o los arrenjados (en concreto, el arrendajo funesto o Perisoreus infaustus) no tienen ni cría cooperativa, ni se reúnen en grupos de forma más o menos frecuente. Podríamos hablar de "córvidos individualistas". Otras especies también del género Corvus, como el grajo, la corneja negra o la grajilla occidental (Corvus frugilegus, Corvus corone y Corvus monedula respectivamente) tiene, o bien cría cooperativa (la corneja negra), o bien se reúnen en grupos de forma frecuente (el grajo y la grajilla occidental). Por su parte el rabilargo ibérico (Cyanopica cooki) presenta ambas características. Podríamos hablar, en este caso, de "córvidos gregarios y/o cooperativos".
Pues bien, este grupo de investigadores ideo un sistema para reconocer la propensión de los individuos a ser generosos de forma voluntaria con otros congéneres basado en un balancín que, mediante el peso del individuo altruista, otro congénere podría acceder a una fuente de alimentos (Fig 1.). Los resultados demuestran, en primer lugar, la existencia del apoyo mutuo en las especies gregarias y/o cooperativas en la crianza, pero en muy pocas de las poblaciones estudiadas se daba la inexistencia de ese apoyo mutuo. Es decir, también las especies no sociales acababan por ayudar a sus congéneres a extraer comida. Enlazando con esto, la segunda conclusión es que existe una diferencia, aunque no excesivamente marcada, en la cantidad de veces que se produce esta generosidad voluntaria entre especies no gregarias y especies gregarias y/o cooperativas. La diversidad entre las diferentes poblaciones dentro de una misma especie parece indicar que los factores ambientales de cada localidad son extremadamente importantes. Los resultados también muestran, como tercera conclusión, una muy clara diferencia entre machos de especies más territoriales con los machos de la especies gregarias y/o cooperativas, siendo los rabilargos ibéricos los que obtenían una mayor puntuación en este "test de generosidad".
ESPECULANDO SOBRE LA CONCIENCIA
Y, ahora, entremos en un terreno más especulativo porque la existencia de la conciencia continúa siendo algo impermeable a nuestros métodos de sondeo de la realidad. La conciencia es habitualmente presentada como una característica eminentemente humana. Sin embargo, desde hace ya varias décadas, los experimentos de autoreconocimiento en espejos, experimentos comunicativos en primates o de resolución de problemas complejos nos hacen dudar de nuestra unicidad y preguntarnos si la conciencia está presente en otros organismos. Una hipótesis nada descabellada establece que conciencia y sociabilidad bien pudieran ir de la mano desde el punto de vista evolutivo. ¿Pueden darnos alguna pista los córvidos?
El cuervo de Nueva Caledonia, o Corvus moneduloides, es un ave que no hace cría cooperativa ni se junta en grandes agregados coloniales, pero tiene la capacidad de manipular herramientas. Además, no es algo que lleve gravado en su impronta comportamental, sino que es algo que debe aprender de sus progenitores, aunque sí que tengan disposición innata a jugar con todo lo que se encuentren por el camino. La periodista Jennifer Ackelman, que ha escrito El ingenio de los pájaros, maneja una interesante hipótesis acerca de cómo llegaron estos descendientes del cuervo americano (Corvus brachyrhynchos) a poder utilizar herramientas:
"Es posible que vivir al margen de tales amenazas [depredares y dificultades para el acceso a la comida] propiciara la evolución de una infancia más ociosa, en la que las crías, bajo la atenta mirada de sus progenitores, podían aventurarse a elaborar herramientas y refinar sus habilidades progresivamente sin morirse de hambre en el proceso" (8).
Los propios cuervos americanos, nos cuenta la propia Ackerman en su libro, se hicieron famosos por su comportamiento de generosidad voluntaria con Gabi Mann, una niña de 8 años que vive en Seattle (EE.UU.). Pese a que no es un ave que viva en grupos especialmente grandes, como hemos dicho anteriormente, la variabilidad es grande. Esto podría explicar cómo Gabi Mann y un cuervo americano llegaron a una relación recíproca en la cual, la niña dejaba cacahuetes en una bandeja y, al volver a pasar por el lugar para recoger la lámina metálica, se encontraba con pequeños obsequios dejados por el cuervo (etiquetas de plástico, un corazón, un trocito de metal con la palabra best...)
Las urracas (Pica pica), otra especie de la familia de los córvidos, reconocen su propio reflejo en un espejo. El grupo de ... intentaron averiguar si, al igual que otros mamíferos como los delfines, los elefantes y algunos primates, estas aves podían superar esta prueba relacionada con la autoconcienca. Para ello, colocaron un círculo de color rojo en la garganta de seis urracas. Dos de ellas intentaron desahcerse de él con las patas en lugar de reaccionar territorialmente ante la imagen del espejo como si hicieron las otras cuatro (9).
La mayor parte de los córvidos pertenecen al segundo tipo de grupos que operan en la aves, y que comentamos anteriormente: grupos de "fusión-fisión". Estos grupos, en aves de vida relativamente larga, tienen implicaciones sociales de largo alcance. A lo largo de su vida, un ave puede haber formado parte de muchos grupos, con integrantes diferentes, y haber interactuado, por tanto, con decenas de individuos de su especie, en un ambiente sociológicamente estimulante. Este tipo de etructuras podrían, también, espolear la evolución de sustrato cerebral útil para el recuerdo de la positividad o negatividad de las relaciones habidas ¿No se parece esto mucho a la capacidad humana de interacción social? En una revisión del este tema hecha por Thomas Bugnyar de la Universidad de Viena (Austria) hace unos 7 años, se afirma todo lo que aquí estamos desarrollando: la vida social compleja es una de las hipótesis que se manejan para explicar la emergencia evolutiva de la cognición superior. Hasta ahora solo se habían estudiado mamíferos (sobre todo primates). Pero las aves supenen un doble desafía: la unidad principal de reproducción es la pareja monógama, algo que es distinto a los mamíferos, y que también muestran una gran flexibilidad a la hora de formar grupos. Los mamíferos forman grupos eminentemente familiares. Las aves, no. El autor, estudiando los grupos "fusión-fisión" en Corvux corax, concluye que la existencia de vínculos sociales complejos (alianzas) en esta especie son reales y que, por tanto "cognición social sofisticada puede evolucionar en sistemas con un grado dado de complejidad social, independientemente de la filogenia" (10)
Pero, quizá, las evidencias más contundentes sobre la existencia de conciencia en aves, concretamente en córvidos, nos están llegando en los últimos años. Concretamente, este año 2020 Andreas Nieder, y dos colaboradores más, todos ellos del Instituto de neurobiología de la Universidad de Tubingen (Alemania), han encontrado que las cornejas (Corvus corone) tienen conciencia sensorial o primaria (11). Pero ¿Qué es esto de la conciencia sensorial o primaria? Este concepto fue acuñado por el premio Nobel de Fisiología y Medicina, Gerald M. Edelman en su libro "Bright Air, Brilliant Fire: On the Matter of the Mind" (1992).
Imaginemos un partido de fútbol. El árbitro acaba de señalar la pena máxima y unos cuantos jugadores del equipo castigado se arremolinan entorno al colegiado para recriminar su sanción. Otros jugadores, del mismo equipo, parecen algo más despreocupados. Quizá piensen que, al fin y al cabo, tampoco ha sido tan riguroso, mientras que algunos jugadores del equipo contrario sonríen, no sabemos muy bien si por la elevada probabilidad de adelantarse en el marcador gracias a la transformación del penalti, o porque saben que, quizá, sí ha sido algo riguroso. Mientras, en las casas de los aficionados, podemos ver, también, las más diversas reacciones ante la jugada. Pues bien, esta percepción individualizada de un estímulo dudoso es lo que Gerald M. Edelman denominó conciencia sensorial o primaria. En principio, solo se había encontrado su existencia en primates.. hasta ahora. Por su parte, la metacognición, el pensamiento auto-reflexivo, el lenguaje, la volición o la planificación a futuros formarían parte de la conciencia secundaria.
En el trabajo de Andreas Nieder y sus colegas descubrieron que, presentando un estímulo visual a las cornejas, éstas, si era evidente, reaccionaban tal y como las habían entrenado para reacción (moviendo la cabeza para decir que sí habían visto el estímulo y no reaccionando si no lo habían visto). Pero ¿Qué ocurría cuando el estímulo era dudoso (aparecía solo unos milisegundos, era muy tenue o tenía otros colores)? Pues que, en cada ocasión, reaccionaban de forma individualizada. Es decir "creían haber visto el estímulo" o "no lo creían". Esto demostraría, según los autores, que las cornejas tienen conciencia primaria.
NOTA: en la segunda parte de este texto abordaremos el apoyo mutuo entre diferentes especies de aves, centrándonos sobre todo en los llamados “mixed forraging flocks” o grupos de forrageo mixtos.
REFERENCIAS
Kropotkin, P. (2005). “El apoyo mutuo. un factor de la evolución”. Santiago de Chile: Instituto de Estudios Anarquistas.
Todes, D. P. (1989). Darwin Without Malthus the Struggle forExistence in Russian Evolutionary Thought. Oxford University Press.
Senar, J. C., Kew, J., & Kew, A. (2015). Do Siskins have friends? An analysis of movements of Siskins in groups based on EURING recoveries. Bird Study, 62(4), 566-568.
Senar, J. C., Mateos-Gonzalez, F., Uribe, F., & Arroyo, L. (2013). Familiarity adds to attractiveness in matters of siskin mate choice. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 280(1773), 20132361.
Weimerskirch, H., Martin, J., Clerquin, Y., Alexandre, P., & Jiraskova, S. (2001). Energy saving in flight formation. Nature, 413(6857), 697-698.
Portugal, S. J., Hubel, T. Y., Fritz, J., Heese, S., Trobe, D., Voelkl, B., ... & Usherwood, J. R. (2014). Upwash exploitation and downwash avoidance by flap phasing in ibis formation flight. Nature, 505(7483), 399-402.
Horn, L., Bugnyar, T., Griesser, M., Hengl, M., Izawa, E. I., Oortwijn, T., ... & Taylor, A. H. (2020). Sex-specific effects of cooperative breeding and colonial nesting on prosociality in corvids. eLife, 9, e58139.
Ackerman, J. (2017). El ingenio de los pájaros. Ariel.
Prior, H., Schwarz, A., & Güntürkün, O. (2008). Mirror-induced behavior in the magpie (Pica pica): evidence of self-recognition. PLoS biology, 6(8), e202.
Bugnyar, T. (2013). Social cognition in ravens. Comparative cognition & behavior reviews, 8, 1.
Nieder, A., Wagener, L., & Rinnert, P. (2020). A neural correlate of sensory consciousness in a corvid bird. Science, 369(6511), 1626-1629.
2 notes
·
View notes