Tumgik
#Lucy bronce
peligrosapop · 7 months
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Fc Barcelona Femení x Women’s UCL
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poti5 · 1 year
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Lucy Lyon, Nuevo México- Esculturas en Vidrio y Bronce.
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Siempre he sentido que, a pesar de que todos nos reunimos e interactuamos en grupos de dos o tres o en multitudes, cada uno de nosotros está esencialmente solo. Eso trae un poco de melancolía, pero también hace que el individuo sea único y, por lo tanto, muy importante.
Empecé a trabajar en vidrio simplemente porque es un material muy seductor. He optado por centrarme en esculpir figuras. Lo que más me interesa es tratar de transmitir el estado intelectual y emocional de los individuos de mis piezas, apoyándome en gestos sutiles, un giro de cabeza o un movimiento de caderas, para expresar el estado de ánimo de la figura. Durante mucho tiempo estuve reduciendo el entorno de las figuras a formas geométricas simples. Más recientemente, estoy trabajando para suavizar esas formas pero manteniéndolas simples y obvias. Refinar la figura ha absorbido gran parte de mi tiempo. A lo largo de los años, he abordado los desafíos técnicos de un trabajo cada vez más grande. La escala aumentada permite más matices de expresión en cada escultura.
También he fundido figuras en bronce. El contraste entre el metal y el vidrio es fascinante, pero creo que siempre reverenciaré el vidrio con una sensación de asombro. Contiene la luz, como el alma.
Lucy Lyon, Nuevo México
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pernillemagda · 2 years
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I liked these 3 pieces from the article, especially the last one:
Pernille Harder - "We’re out of our comfort zone, but it’s really fun to try something new"
Magdalena Eriksson - "Whether female or male, you need an equal opportunity to be the best you want to be."
Lucy Bronce - "People always talk about money but, for me, it’s the resources that we get. If you give us the same access to the best facilities, good pitches and the same sports science, with more research on women’s bodies… It makes a difference. We’re not trying to compare ourselves with men’s football. We want to be who we are and do things our way."
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dreamsandstars24 · 2 years
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The voyage of the dawn treader: Caspian finds Lucy in the sea.
AU:
The shout of the crew member startled Caspian. He was looking at a map and now he was rushing on the deck beause of the alert “There is someone in the water”.
Without thinking, he jumped to the water and his loyals crewmates followed behind him. As soon as he got ut of the water he heard a scream.
“LUCY!” He turned around and found a pair of black eyes passing by him as if he weren’t there at all. He frowned confused, he was looking at Edmund but Edmund was ignoring him.
“EDMUND!” Caspian looked behind Edmund as Edmund turned around encountering a blond kid splashing on the water like crazy “HELP ME!” A crew member immediately swam towards the kid and Edmund kept calling for Lucy. But where was Lucy? 
Caspian turned around and started looking for her too but she was nowhere to be seen; his heart was beating quickly against his ribcage because there was no way he could allow a Pevensy to be lost in his seas. 
In their seas, because they were sovereigns in Narnia too and the country was rightfully theirs.
He saw a bronce head go over water and swam towards it immediately, as he was getting closer he recognised it was a girl.
Bronce hair, milky white skin, hazel eyes and freckles that gave her an innocent look. Lucy was here.
“EDMUND!” Lucy shouted and turned towards him “ED...” Her voice stopped as her eyes found his and a smile that kicked the air out of his lungs filled her face with joy “Caspian!” She swam towards him and as she was about to reach him, she went under water; his arm moved on its own as it reached for her and pulled her out of the water towards him. Her small body crashed against his causing a small sound to leave her. He smiled at her just as she looked up to find his eyes. 
“Lucy” He muttered and Lucy smiled even more “Welcome back” A giggle came from Lucy and together they swam towards the ship, when they arrived a swing like structure was pushed from the ship and he placed both of them on it “Hold on” He whispered to her as she stood on the wood. His eyes followed the dhape of her body and he frowned. 
Lucy Pevensy was a woman now. Her body showed it.
As they were being pulled up, one of Lucy’s hands went to his waist to support herself. Caspian’s wole body tensed up at the touch and he reminded himself how he had known Lucy since she was a little girl.
But she is older thann you, a voice in his head whispered, years older than you.
He shaked his head to shake the tought away and stared at his crew when they were up. He jumped to the ship and stretched his hand towards Lucy who smiling took it as she looked around. A blanket was given to him but he gave it to her: Her clothes were tight against her body and more than one member of is crew was staring. 
After giving a sharp look to some of his men, he looked at Lucy and found her eyes not on his face but on his chest. He looked down and found the shirt being see through, he looked at her and a light blush had rested on her cheeks. Contemp, he placed the blanket around her shoulders around her shoulders and the took one for himself while putting one arm around her shoulders. 
Better to prove that she was a Queen still.
And he better remind everyone that royals belonged together.
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atletasudando · 6 months
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Telón para los Juegos Nacionales en Colombia
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Informe: Víctor Zapata (Fecodatle) y RunningColombia Las pruebas de maratón y marcha de 35 km. cerraron -este sábado 25 de noviembre- una nueva edición del atletismo de los Juegos Deportivos Nacionales de Colombia en Armenia, Quindio. El equipo de Valle ya se había asegurado el primer lugar en el medallero conjunto. Y sumó un nuevo título este sábado cuando su crédito de las largas distancias, Jeisson Alexander Suárez, venció en el maratón en 2:21:47, delante de Santiago Zerda (2:23:51) y William Rodríguez (2:24:25). Palmenia Raquel Agudelo, del Meta, se llevó el título femenino al marcar 2:50:05, seguida por Lineida Mateus con 2:50:24 y Lina Maritza Pantoja con 2:50:29. Una de las grandes figuras del atletismo colombiano, la subcampeona olímpica Sandra Lorena Arenas, le do  al departamento de Antioquia la victoria en la marcha de 35 km, distancia que abordaba por primera vez. Arenas ya había ganado los 20 km. en la apertura de los Juegos y ahora se impuso en la distancia mayor con 3:00:58, quedando en segundo puesto Arabelly Orjuela con 3:01:11 y tercera Lucy Mendoza con 3:05:40. Los bogotanos hicieron el 1-2 en los 35 km. de marcha para hombres cuando César Herrera se impuso con 2:40:26 y el mundialista José Leonardo Montaña lo siguió con 2:42:01. La medalla de bronce fue para Kenny Martín Pérez con 2:44:15. Read the full article
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kingblueyellowbird · 8 months
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Get Thee Behind Me, Assbutts (Traducción)
Capítulo 10: Enchanted
Historia de @ladyknightskye
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—Espera, espera, espera, ¿ustedes realmente pueden manifestar sus alas? —preguntó Sam con incredulidad.
—Sí —dijo Gabriel mientras sorbía su café—, nosotros, los arcángeles, podemos hacerlo solos, pero Cas necesitará ayuda.
—¿Y estás hablando como, sólido, no la sombra que puedes hacer? —preguntó Dean.
—Sí —dijo Lucifer—, todo lo que tenemos que hacer es canalizar la materia en las configuraciones adecuadas. No hay nada que nos impida sacar nuestras alas del plano etéreo hacia este, solo requiere mucho poder ya que tenemos que remodelar partes del cuerpo humano. 
—Genial —dijo Jo con una sonrisa.
—¿Quieres ver mis alas? —Gabriel le preguntó, moviendo las cejas de manera sugerente.
Ella puso los ojos en blanco pero asintió. Estaban en casa de Bobby, y Bobby, Ellen y Rufus estaban celebrando una reunión en el depósito de chatarra. Los jóvenes tenían la casa y el patio delantero para ellos solos. Una vez que todos estuvieron afuera, Gabriel se quitó la camiseta verde que llevaba puesta y cerró los ojos. El trío humano no sabía qué esperar, pero el espectáculo que los recibió fue impresionante.
Era como si las alas se fundieran de la nada, empezando por las puntas de las primarias, subiendo hasta la muñeca, y luego bajando por el brazo del ala a lo largo de las secundarias, pasando por el codo, y luego hasta el hombro que se agrupaba a la espalda de Gabriel. Tenía tres pares de alas, dos grandes que se unían por encima de los omóplatos humanos y aproximadamente a la mitad de la espalda, y luego un par más pequeño que se colocaba justo por encima de la unión de la columna vertebral y la pelvis. Las plumas eran de encaje, la base de cada pluma de un dorado intenso, pero los bordes de un bronce profundo que delineaba cada pluma con claridad. Sin embargo, Dean notó que las plumas estaban opacas, como cubiertas de una capa de polvo.
—Guau —dijo Jo, con los ojos brillantes—, son hermosas.
Gabriel le guiñó un ojo. 
—Ven aquí Castiel.
Castiel hizo lo que le pidió su hermano. Ya se había quitado la gabardina, la chaqueta, la corbata y la camisa de vestir, dejando al descubierto su torso delgado y musculoso. Dean no pudo evitar mirar. Honestamente, no había estado esperando eso debajo de la ropa holgada que Castiel solía usar. Gabriel presionó una mano en la espalda de Castiel y, en un momento, volvió a ocurrir el mismo fenómeno. Las alas surgieron del éter, de un negro profundo, con medias lunas azules que rodeaban las puntas plateadas. Solo tenía un juego, pero Dean no podía apartar la mirada del rico negro y azul iridiscente. Estaba completamente encantado con los fuegos artificiales que parecían estallar a lo largo de la negrura como la tinta.
Sam miró a Lucifer. 
—¿Vas a mostrarnos las tuyas?
—¡Sí! —exclamó Jo— ¿Por favor?
Lucifer respiró hondo. 
—Mis alas… No están en buena forma.
Castiel y Gabriel no dijeron nada desde el patio. 
—¿Te dolerá sacarlos? —preguntó Sam, bajando las cejas.
—No, son solo… En mal estado. —Lucifer se encogió de hombros— No he tenido a nadie que me ayude a acicalarlos en eones. Están llenos de plumas desprendidas y residuos que atravesarán los reinos como polvo y suciedad.
El rostro de Jo se iluminó. 
—¡Podríamos ayudar! —Quería desesperadamente tocar y examinar las alas de los ángeles mucho más de cerca.
—Sí —dijo Sam—, no me puedo imaginar que sea cómodo tener suciedad ahí arriba”.
—No voy a mentir, Sambo —agregó Gabriel—, tener polvo espacial en tus plumas puede comenzar a sentirse como arena en tu zapato después de demasiado tiempo.
—¿Y simplemente caminas así? —Dean preguntó con escepticismo. Lucifer se encogió de hombros.
—¡Vamos Luci! ¡Ven aquí!
Lucifer finalmente salió del porche y se quitó la camiseta roja. Su torso era más grueso, más poderosamente construido que Castiel, e incluso Gabriel. El físico de Gabriel estaba en forma, pero el recipiente de Lucifer aparentemente había realizado un trabajo que requería mucho trabajo manual. Llamó a sus alas y, como Gabriel, tenía seis. A diferencia de Gabriel, sus alas eran asombrosamente hermosas. Las plumas eran de doble cordón, cada una con dos profundas V de color amarillo anaranjado sobre el gris azulado del color base. Era como si cada pluma individual fuera su propio amanecer. 
—Morningstar —dijo Sam en voz baja, con los ojos muy abiertos.
Pero mientras continuaban mirando, todos pudieron ver a qué se refería con necesitar ayuda para acicalarse.
—Está bien, ¿necesitamos algo? ¿Como jabón para lavar platos o algo así? —Jo preguntó.
—Sí, necesitaremos agua y jabón —dijo Castiel—, tus alas están sucias.
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Al final, decidieron lavar las alas de Lucifer en el área donde Dean solía lavar a Baby y luego regresar al césped del jardín delantero para la segunda parte del acicalamiento. Lavar las alas resultó ser extraño. Lucifer podía alcanzar muchas de sus alas por sí mismo, pero en realidad eran las terciarias y las secundarias internas a las que no podía llegar. Jo y Sam ayudaron a fregar mientras Dean manejaba la manguera. Todos se habían puesto ropa con la que no les importaba mojarse, pero solo debido al sol brillante que los golpeaba, podían soportar estar afuera. Todavía era principios de octubre y el clima se había vuelto frío.
—¡Está bien, todo limpio! —Jo gorjeo— ¿Qué hacemos a continuación?"
—Luci, acuéstate y extiende tus alas —ordenó Gabriel. Lucifer siguió las instrucciones—, ahora mírame. —Presionó un área en la unión de un ala y la espalda. Sus dedos se pusieron brillantes—. Aceite de alas. Toma un poco y empieza pasarlo suavemente por las plumas.
Sam arrugó la nariz, pero obedientemente comenzó por el otro lado. Jo y Dean tomaron el mismo lado que Gabriel, mientras que Castiel se unió a Sam. Después de unos minutos, Lucifer se relajó, la tensión salió de sus hombros y terminó dormitando ligeramente con la cabeza sobre los brazos cruzados. En total, los cinco tardaron más de media hora en terminar. Las alas de Lucifer habían estado golpeando antes, pero ahora brillaban. 
—Guau —dijo Sam.
Dean miró por encima de las alas de Gabriel y Castiel con un ojo entrecerrado. 
—Está bien, ahora es tu turno. Vamos, Luci, es hora de devolverte el favor.
Gabriel sonrió, pero Castiel parecía vacilante. 
—Está realmente bien —dijo—, mis alas están bien.
Dean arqueó una ceja. 
—Ponte ahí, Cas. Te vamos a limpiar las alas. —Su tono no admitía discusión.
Castiel, sin embargo, abrió la boca justo para eso. Sólo el hecho de que Lucifer lo arrastrara físicamente hasta la zona de aparcamiento, aún húmeda, le impidió intentar zafarse. 
—Hermano —suplicó Castiel en el chat grupal.
—No, te estás acicalando las alas —respondió Lucifer.
—Por Dean-o —Gabriel estuvo de acuerdo.
—Los odio a los dos —Castiel murmuró malhumorado.
—Aw, vamos, sabes que quieres que los dedos de Dean se hunda profundamente en tus plumas —Lucifer bromeó—, quiero decir, adoraba a Sam.
Castiel gruñó, pero permitió que sus alas fueran mojadas y lavadas. Esta vez, Dean se encargó de las alas de Cas mientras Jo y Sam fregaban las de Gabriel y Lucifer manejaba la manguera. Castiel trató de no retorcerse ante la sensación de las manos de Dean manejando suavemente sus alas. Las plumas en sí no tenían terminaciones nerviosas, pero las sensaciones eran similares a las de jugar con su cabello. Tenía una extraña mezcla de agradecimiento y nostalgia cuando Dean le dijo a Lucifer que lo enjuagara.
Una vez que se instalaron en el patio delantero, Castiel y Gabriel tomaron sus lugares boca abajo. 
—Jo, tú y yo podemos manejar a Gabriel —dijo Lucifer—, Sam, ¿qué tal si ayudas a Dean?
Sam ladeó la cabeza. 
—¿Por qué no te ayudo a ti y a Jo? Gabriel tiene el triple de plumas que Cas.
Castiel podía sentir la felicidad de Lucifer en el chat grupal. Se había mostrado más reticente en los últimos días a entrometerse en el espacio personal de Sam, una diferencia notable con su actitud anterior. Castiel pensó que tal vez era otro efecto secundario de esa reunión fundamental que había tenido con Ellen y Bobby.
—Si quieres.
Sam resopló y se arrodilló al lado derecho de Gabriel, y Lucifer fue al otro. Jo se arrodilló junto a la cabeza de Gabriel para trabajar en sus plumas superiores. 
—Vaya, qué buena vista —Le dijo guiñandole un ojo.
Castiel observó a Jo poner los ojos en blanco, pero parecía complacido por el descarado coqueteo. Le sonrió con cariño a Gabriel mientras recogía aceite para las alas y comenzaba a masajear suavemente las pequeñas plumas en la parte superior de su ala. 
—Vaya tú, Whiskey Tango —respondió ella.
Gabriel ronroneó en el chat grupal. 
—Ella me gusta —murmuró a sus hermanos.
Lucifer se rió entre dientes. Castiel estaba a punto de decir algo, pero antes de que pudiera, sintió los dedos de Dean presionando las glándulas sebáceas en la unión de su ala y su espalda. Esta vez no pudo detener el escalofrío que le recorrió la espalda. 
—¿Estás bien, Cas?
—Sí, Dean —dijo—, no esperaba la sensación.
—Oh —murmuró Dean. Comenzó desde la parte superior de la articulación de la muñeca de Castiel, trabajando a través de las plumas—, supongo que probablemente se siente raro, ¿eh?
—Sí, pero también bien —respondió Castiel—, esto es lo que a veces hacían los coros en el pasado.
—¿Coros? —Jo preguntó. De alguna manera, cuando Castiel y Dean miraron, Gabriel se las había arreglado para meterse en su regazo. Sam y Lucifer intercambiaron miradas que obviamente estaban juzgando al arcángel postrado.
—Antes de la Caída, los ángeles no estaban organizados en guarniciones —explicó Lucifer—, formamos coros. Grupos de hermanos que preferían estar juntos. Acicalarse y cantar eran unas de las actividades favoritas para establecer vínculos.
—Entonces, espera —dijo Sam, terminando la más pequeña de las alas de Gabriel en su costado—, ¿es por eso que Gabriel estaba cerca de Castiel? ¿Ustedes dos estaban en el mismo coro?
—Sí —respondió Gabriel—, Cassie era uno de los ángeles de mi coro. Sin embargo, los coros son bastante fluidos, por lo que muchos ángeles se moverían. Pero Castiel, Ananchel, Balthazar, Uriel, Kokobiel, Semayza y Ariel fueron mis constantes compañeros de coro. 
—¿Los extrañas? —preguntó Jo de repente.
Los tres ángeles se quedaron en silencio durante varios largos momentos. Castiel parpadeó al darse cuenta de que su respuesta era muy obvia. 
—No, no los extraño. Ananchel- Anna tomó su decisión y cayó. Kokobiel, Semayza y Ariel se han vuelto fríos en el cielo. Uriel me traicionó.
—Yo sí —dijo Lucifer—, extraño tener un coro.
—Me malinterpretas —respondió Castiel—, extraño tener un coro, pero no mis antiguos compañeros de coro.
—Ustedes dos cabezas de chorlito recuerdan que tienen un coro, ¿verdad? —dijo Gabriel desde su lugar en el regazo de Jo.
Dean había terminado la mayor parte de una de las alas de Castiel. Acarició el brazo inferior del ala de Castiel mientras buscaba más aceite. 
—Sí, ¿ustedes tres no son un coro?
Lucifer parpadeó, al igual que Castiel. 
—Sí —dijo finalmente Cas—, es verdad. Cantamos juntos anteayer.
Gabriel puso los ojos en blanco. 
—No puedo creer que ya lo hayas olvidado.
—Es cierto que ha pasado mucho tiempo desde que me sentí parte de algo —replicó Lucifer, con un tono más agudo del que ninguno de ellos había oído en mucho tiempo. Ante su ira, todos guardaron silencio. Castiel escuchó cómo Gabriel le tendía la mano y se disculpaba en el chat grupal. También envió allí una disculpa tentativa a su hermano mayor, y esperó que Lucifer no siguiera enfadado. El arcángel mayor envió sus propias palabras tranquilizadoras.
Dean, aparentemente incómodo con el tenso silencio, comenzó a tararear. Castiel reconoció vagamente la canción. 
—¿The Unforgiven? —preguntó.
Dean parpadeó y se inclinó para poder sonreírle a su amigo. 
—¿Lo reconociste?
Castiel asintió. 
—No me suele gustar mucho Metallica, pero esa me gustó. Y ‘Nothing Else Matters’.
—Oye —preguntó Jo—, ¿pueden los humanos unirse a un coro?”
Lucifer se puso rígido, pero luego miró a Sam. Su rostro no reveló mucho, pero antes de que Castiel o Gabriel pudieran pensar en una respuesta diplomática, dijo: 
—No me importaría que te unieras a nuestro coro.
Castiel sintió que su corazón se elevaba. 
—¿En realidad?
—¿En realidad? —repitió Gabriel.
Lucifer asintió. 
—Los tres pueden.
—¿Y cómo nos unimos a tu coro? —preguntó Sam, sus ojos brillando con curiosidad.
—Todo lo que tenemos que hacer es cantar juntos —dijo Gabriel.
—Está bien, terminemos estas alas entonces, y cantaremos un poco —dijo Dean.
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Una vez terminadas las alas de Gabriel y Castiel, el pequeño grupo se sentó con las piernas cruzadas a la luz del atardecer. Los ángeles enroscaron sus alas alrededor de sus amigos humanos, formando un muro de plumas que ayudaba a bloquear el sol brillante y el viento repentinamente enérgico. 
—Entonces, ¿qué vamos a cantar? —preguntó Sam.
—Bueno, preferiblemente algo que todos sepamos —respondió Castiel.
—Bohemian Rhapsody —dijo Dean. Todos los ojos se volvieron hacia él—. ¿Qué? ¿Alguien aquí no la ha escuchado?
Nadie podía discutir con él.
—Está bien, 'Bohemian Rhapsody' sera —dijo Gabriel con una sonrisa. Hizo contacto visual con Lucifer.
Is this the real life? Is this just fantasy?
(¿Esto es la vida real? ¿Esto es solo fantasía?)
En la siguiente línea todos se unieron a él. Jo tenía una voz completa de mezzosoprano, mientras que el barítono entusiasta de Dean se entrelazaba con el tenor sorprendentemente ligero de Sam. Lucifer hizo un gesto con las manos y de alguna manera entendieron que la primera parte solista la cantarían solo Gabriel, Sam y Jo. 
Mamaaaa, just killed a man
(Mamá, acabo de matar a un hombre)
Cantaron, sus voces se mezclaron muy bien.
Lucifer, Dean y Castiel escucharon mientras todo el grupo comenzaba a balancearse con la música que todos escuchaban dentro de sus cabezas. Los humanos ni siquiera se dieron cuenta por completo de que la música que estaban escuchando no era solo la que escuchaban en su memoria. Cuando llegaron a la mitad del tercer verso, las voces más bajas se unieron
Ooooooo, any way the wind blows  
(Donde quiera que sople el viento)
A partir de ahí, a ninguno de ellos pareció importarle que, de repente, todos oyeran una música que no existía. Aquella Gracia angelical y el Alma humana empezaban a agitarse y temblar mientras el ligero vaivén se convertía en ellos bailando en sus asientos al entrar en la sección operística de la canción. Todos seguían a Lucifer mientras les indicaba a cada uno que cantaran las líneas alternadas.
We will not let you go! 
(¡No te dejaremos ir!)
Castiel, Dean y Lucifer cantaron con sonrisas en sus rostros mientras hacían gestos enfáticos.
Let him go! 
(¡Déjenlo ir!)
Gabriel, Sam y Jo respondieron, sus sonrisas eran tan grandes como señalaban a los demás.
Todos se unieron, señalando a Lucifer, -incluso al arcángel mismo-, en, 
Beelzebub has a devil put aside for me!
(¡Belcebú tiene un diablo reservado para mí!)
El mundo parecía volverse más grande y más pequeño a su alrededor, los seis en lo alto del poder de su Gracia y Alma arremolinadas. No se dieron cuenta de que Bobby, Ellen y Rufus irrumpieron en el porche, con los rostros contraídos por la sorpresa, el miedo y el asombro. 
For me!
(¡Para mí!)
El poder crecía, la energía de su canción formaba un bucle de retroalimentación mientras la Gracia se arremolinaba en el Alma y el Alma hacía piruetas alrededor de la Gracia. La energía creció hasta tal punto que la red personal del arcángel se resquebrajó, permitiendo que la música resonara a través de lo que los otros ángeles, más estirados, seguían llamando Apocalipsis. Incluso Dios, sentado detrás de un ordenador y tratando de decidir cómo sentirse ante la continua insistencia de sus personajes por descarrilarse, los oyó y se le dibujó una sonrisa en los labios. Desde Michael y Rafael, sentados en sus tronos debatiendo estrategias, hasta el más humilde cupido, los ángeles levantaron la cabeza sorprendidos y asombrados. Hacía tanto tiempo que los primeros hijos de Dios no compartían tan alegre algarabía. ¿Cómo no iban a escuchar?
For meeeeee!
(¡Para mí!)
Todo el pequeño coro en el césped de Bobby Singer comenzó a sacudir la cabeza, incluso Castiel.
So you think you can stone me and spit in my eye? 
(¿Crees que puedes apedrearme y escupirme en el ojo?)
Lucifer, Castiel y Dean gritaron.
So you think you can love me and leave me to die? 
(¿Crees que puedes amarme y dejarme morir?)
Gabriel, Sam y Jo gritaron.
Oh baby
(¡Ay, amor!)
El cantó en el éter.
Can’t do this to me, baby! Just gotta get out, just gott get right outta here!
(¡No me puedes hacer esto, amor! Solo tengo que salir, ¡Solo tengo que salir de aquí!)
Mientras bailaban, Lucifer y Gabriel se aferraron a parte del poder y empujaron justo cuando llegaban a la última estrofa de la canción. Empujaron el poder hacia Castiel, que jadeó cuando los humanos terminaron la canción, con voces más fuertes que al principio, aún inconscientes de lo que hacían los ángeles. Del encantamiento que ellos mismos habían provocado en el mundo.
Any way the wind blows.
(Donde quiera que sople el viento)
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Dean aún estaba bajando del subidón de su canción cuando Castiel se puso en pie de un salto como si se hubiera quemado. Los ojos de todos se fijaron en él. Su rostro era una curiosa combinación de miedo y confusión. Dean no entendió muy bien por qué hasta que vio cómo dos pequeñas alas se relajaban alrededor del cráneo de Cas.
Dean se levantó y extendió la mano sin pensar. Agarró la mandíbula de Cas y le giró la cabeza para ver mejor la nueva y extraña ala. Estaba sujeta a su espalda, entre la columna vertebral y el omóplato, y cuando Dean estiró la mano para palpar la articulación, ésta tenía una forma tal que las alas se asentarían naturalmente con el codo apoyado en el hombro de Cas y la muñeca contra la coronilla. Dean sintió que algo le rozaba la cintura y miró hacia abajo para ver un tercer par de alas unidas a la parte baja de la espalda, pero éstas eran más grandes que las de Gabe y Luci, de modo que se posaban naturalmente sobre la ligera curva de las caderas de Cas.
—Serafín —dijo Bobby sorprendido desde el porche. Había investigado lo suficiente sobre los ángeles como para saberse la descripción de memoria. Unas alas para cubrir los ojos, otras para volar y otras para cubrir los pies.
—Sí —susurró Castiel, sus ojos azules muy abiertos y sorprendidos—, hermanos, ¿Qué hicieron?
Todavía en el suelo, Lucifer y Gabriel le sonrieron a su hermano. 
—Nuestro coro generó tanto poder que pensamos que le daríamos un buen uso —dijo Lucifer.
—Esas alas son extraordinarias —vino una voz desconocida pero muy familiar. Dean estaba un poco confundido porque sabía que era Sam, pero los labios de Sam no se habían movido.
Los tres ángeles se pusieron rígidos y se volvieron para mirar al joven Winchester. 
—¿Por qué todos me miran?
Algo se le ocurrió a Dean. 
—Porque creo que nos estás hablando telepáticamente.
Esta vez los ojos de Jo también se habían agrandado. 
—Escuché eso —murmuró—, pensé que no lo era... Pero escuché eso.
—Joder —murmuró Gabriel, sus ojos ámbar muy abiertos.
Los tres jóvenes cazadores se habían unido al chat grupal de ángeles.
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Esta es una traducción autorizada. Recuerden apoyar la historia original.
Divisores de  cafekitsune
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tmm-11 · 1 year
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La Historia
Introduccion:
Charles Darwin: “El origen de las especies por medio de la selección natural” Todas las especies zoológicas provienen de una especie inferior incluso el hombre.
Friedrich Engels: “Dialéctica” El motor de transformaci��n para que surja el hombre estuvo ligado al trabajo colectivo y su lucha con la naturaleza.
Hominización:
Proceso evolutivo de adaptación biológica, psíquica y social de los homínidos que permitió el surgimiento de la especie humana.
Factores de la evolución:
Valle del Rift y surgimiento de la Sabana (Se produce una desertificación) África “Cuna de la humanidad” (Kenia, Tanzania y Etiopia)
Bipedismo
Posición erguida
Pulgar oponible
Crecimiento de la masa encefálica
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El humano proviene de los primates.
Prehistoria:
Homo -> civilizaciones
EDAD DE PIEDRA:
*Paleolítico inferior:
Australopitecus: Marcha bípeda. Destaca Lucy "madre de la humanidad" hallada en Etiopía.
Homo Habilis: Produce herramientas líticas (Homo Faber: hombre que fabrica)(Pebble Culture)
Homo Erectus: Primeros en usar el fuego, primeros en salir de África y ocupar Asia y Europa. (El hombre de Java y Pekín) Caza indiferenciada.
*Paleolítico medio:
Homo Neanderthal: Entierros funerarios, creencias mágico-religiosas, lenguaje articulado (Alemania)
*Paleolítico superior:
Homo Cromagnon (Francia): Creación del arte rupestre en las paredes (Parietal) y las esculturas femeninas (Mobiliar, Venus del paleolitico). Arco y flecha, primero en poblar Australia y America.
MESOLITICO:
Plehistoceno -> Holoceno (Un cambio de temperatura)
Horticultura incipiente, ganadería incipiente, industria microlítica (anzuelo)
Seminomadismo-clanes
NEOLITICO:
Agricultura, ganadería y sedentarismo en Media Luna fértil (Valles del Nilo, Tigris, Éufrates, Jordán)
Lejano Oriente: China, India
Andes Centrales: Perú
Mesoamérica: México
EXCEDENTES ECONOMICOS:
1era división social: Agricultores, Ganaderos.
2da división social:Artesanos
3era división social: Comerciantes
Organización social: Tribus -> Jefaturas
Arquitectura Megalítica
*Menhir  * Dolmen *Cromlech
2) EDAD DE LOS METALES:
Edad de cobre: Uso de piedra y cobre, adornos y herramientas.
Edad de bronce: Revolución urbana, Escritura ideográfica, armas y herramientas, Aparece el estado. Primeros imperios esclavistas
Edad de Hierro: Hititas, carros de guerra, monedas, expansión de imperios.
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mattteoferreira · 3 years
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buenass ! soy lucy y básicamente vengo a entregar a mi hijo en bandeja de bronce :$ debajo del read more les dejaré algunas ideas de conexiones así que, si están interesades, simplemente denle like y yo iré a sus ims o telegram, o directamente háblenme a mi telegram (powrpuffgirl) y con gusto armaremos algo bonito ❤ @lastvegascon​
BIOGRAFÍA  /  TABLERO  /  CONEXIONES
este tonto ha tenido relaciones públicas/formales con demasiadas personas, pero siempre han terminado por infidelidad de su parte, así que las ex parejas que ahora lo detestan siempre serán bienvenidas 
había escrito mucho pero se me recargó la pestaña y ahora no me acuerdo ni de la mitad jeje odio mi vida (uso opera, por si alguien puede decirme COMO HACER PARA QUE NO PASE LPM)
tiene amigos por montones, aunque la verdad es que él los considera contactos. he’s lowkey a sociopath, por lo que no se interesa en nadie más que en él mismo pero es tan cautivador y manipulador que te hará pensar/sentir que se importa por ti, aunque la verdad es que te mantiene cerca porque le conviene
ahora, siguiendo con el tema de la conveniencia, es un chico problema, hijo del alcalde, por lo que este último querrá mantenerlo en orden y con una imagen limpia. entonces, definitivamente tendrá amistades/relaciones impuestas por el equipo de pr de su padre. en este caso pueden que se lleven bien como no, pero definitivamente su relación se basará en hacer actividades públicas, asistir a eventos, etc etc con tal de que los vean
también quiero que tenga relaciones/amigues tan problematiques como él !!! que le consigan dr0gas owo e invitaciones a las mejores fiestas clandestinas ✨ no sé, que aumenten su nivel de chico problema porfis
obviamente habrá muchas personas que lo detesten: ya sea porque conocen sus true colors, porque simplemente la forma de ser de matteo activan sus alarmas o porque no están de acuerdo con el puesto político ni las decisiones de su padre. sea por el motivo que sea, matteo hará todo lo posible por convencerles de que él no está mal (y que deben darle una nueva oportunidad.... pobre angel de dios xdxdxdxd)
para terminar, es el chico más promiscuo del mundo. así que va a querer culear y que se lo culeen je. entonces, 1) parejas netamente sexuales 2) es un chico al que le gusta tener la atención de alguien, por lo que siempre buscará parejas formales (por más que él no sea capaz de mantenerlas). puede tener muchas a la vez y a cada una prometerle el mundo, o bien tener una y mantener sus encuentros sexuales con otras personas. disclaimer: es bisexual, mas no abiertamente por lo que, aunque sí tendrá parejas sexuales con hombres al igual que mujeres, jamás será nada formal, y mucho menos público.
ME OLVIDÉ !!! compañeros de trabajo que lo detesten porque recibe un cheque por rascarse los 🥚🥚 (y quienes se aprovechen de su posición para intentar conseguir un aumento o algo je)
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ao3feed-gratsu · 3 years
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Un hada quiere a sus amigos
by Andhrea
Después de la guerra por Fairy Heart, Lucy se encuentra pensando en la llave que el Rey Espíritu le concedió como regalo por la pérdida de Acuario. Le dijo que tendrá una oportunidad de encontrarla si utiliza dicha llave de bronce, pero a un enorme costo. Consumida por la tristeza y la ansiedad, ella incrementa su magia para abrir la puerta de la llave y acepta pagar por ello. Un portal a otro mundo se abre bajo sus pies y, con ayuda del Rey Espíritu, tiene que encontrar sus llaves una vez más. Su viaje comienza. Viaja por el mar en busca de recuperar sus llaves. Y en el transcurso, encuentra nuevos amigos, una nueva aventura… y un nuevo amor.
Words: 2703, Chapters: 1/60, Language: Español
Fandoms: One Piece, Fairy Tail
Rating: General Audiences
Warnings: Creator Chose Not To Use Archive Warnings
Categories: F/M
Characters: Lucy Heartfilia, Monkey D. Luffy, Trafalgar D. Water Law, Roronoa Zoro, Nami (One Piece), Usopp (One Piece), Tony Tony Chopper, Brook (One Piece), Nico Robin, Vinsmoke Sanji, Franky (One Piece), Loke (Fairy Tail), Taurus (Fairy Tail), Aries (Fairy Tail), Cancer (Fairy Tail), Capricorn (Fairy Tail), Aquarius (Fairy Tail), Grandpa Crux
Relationships: Lucy Heartfilia/Trafalgar D. Water Law, Lucy Heartfilia & Sabo (One Piece), Lucy Heartfilia/Roronoa Zoro, Monkey D. Luffy/Nami, Nico Robin/Roronoa Zoro, Roronoa Zoro/Vinsmoke Sanji, Natsu Dragneel/Gray Fullbuster
Additional Tags: Eventual Romance, Action/Adventure, Sexual Content, Adult Content, Conqueror's Haki (One Piece), Akuma no Mi | Devil Fruit
Source:https://archiveofourown.org/works/32708743
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kwebtv · 4 years
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Character Actor
Strother Douglas Martin Jr. (March 26, 1919 – August 1, 1980)  Character actor who often appeared in support of John Wayne and Paul Newman and in western films directed by John Ford and Sam Peckinpah. Martin perhaps is best known as the prison "captain" in the 1967 film Cool Hand Luke, in which he uttered the line, "What we've got here is failure to communicate." The line is number 11 on the American Film Institute list of AFI's 100 Years...100 Movie Quotes.
A list of television series he guest starred in:
Gunsmoke
I Love Lucy
Zane Grey Theater 
Frontier 
Crossroads 
Crusader
Have Gun - Will Travel
The Grey Ghost 
Jefferson Drum
The Walter Winchell File
Trackdown
The Texan
The Twilight Zone
Perry Mason 
The Rebel
Glynis
Pete and Gladys 
The Dick Van Dyke Show.
The Fugitive
Bonanza
Rawhide
Kentucky Jones
The Virginian 
The Legend of Jesse James
Death Valley Days
Lost in Space
The Guns of Will Sonnet
Gilligan's Island
The Invaders
Gentle Ben
It Takes a Thief 
Hawkins
Daniel Boone
The Virginian
Walt Disney's Wonderful World of Color – episodes – The Boy and the Bronc Busters: Parts 1 and 2 (1973)
Movin' On
The Rockford Files
Vega$
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peligrosapop · 3 months
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the girls did the chant video toooo?? Oh 😮‍💨😮‍💨 cuter and cooler than the guys, of course!!!
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carstairsa · 4 years
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Un newsletter muy atrasado...
¡Hola, Annie!
Bueno, la extrañeza del 2020 continúa, y estoy agradecida de tener los mundos de cazadores de sombras y ahora Sword Catcher para invertir (y distraerme). Estoy trabajando duro en Chain of Thorns. Siempre es extraño estar escribiendo el último libro de una serie cuando mis lectores solo han leído el primer libro. Ahora mismo estoy terminando las historias de Cordelia, James, Lucie y sus amigos, y estoy deseando que lleguemarzo y Chain of Iron y pueda compartir el próximo capítulo de sus aventuras con ustedes.
También he estado trabajando en Sword Catcher . ¡Ha sido divertido construir un mundo de fantasía desde cero y conocer a un elenco de personajes completamente nuevo! Trabajar en ello me entusiasma con el futuro, porque estoy ansioso por presentarles a Kel y Lin ya los otros habitantes de Castellane. Solo para los suscriptores del boletín, aquí hay un pequeño adelanto de Sword Catcher. ¡Espero que lo disfrutes!
Adelanto SWORD CATHCER
Sorprendido, Kel solo pudo mirar mientras el recién llegado entraba en la habitación. Los bailarines aún se movían, al igual que algunos sirvientes que llevaban cuencos de bronce con agua de rosas, aparentemente necesarios para la actuación. En la galería, los músicos afinaron sus instrumentos. Nadie se había fijado en la figura encapuchada, salvo Kel. Solo él observó cómo el extraño, que no era en absoluto un extraño, se dirigió a la sombra de un arco y se echó hacia atrás la capucha de su capa.
La distancia y las sombras hicieron poca diferencia. Piel morena, cabello oscuro alborotado, sonrisa como la curva de una cimitarra. Era Conor, y era obvio que estaba tan borracho como para alterar su vida.
Cadena de hierro
¡Echa un vistazo a la última imagen de nuestra serie del Tarot de Last Hours de la talentosa Gabriella Bujdosó! 11. Fuerza: ¡Anna Lightwood!
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calendario de las últimas horas
Estamos transformando las hermosas ilustraciones de personajes de Charlie Bowater en un calendario de 2021, que estará disponible pronto. Además del hermoso arte de Charlie, el calendario incluirá información divertida sobre los personajes (así como sus diversos compromisos sociales). ¡Los detalles y el enlace para reservarlo aparecerán en nuestro boletín de octubre!
Aquí hay una página de maqueta *, para que pueda tener una idea de cómo se verá el producto terminado... 
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Eventos virtuales
Para los fanáticos brasileños: ¡haré un live en Instagram, para celebrar el lanzamiento de Chain of Gold en Brasil!
17 de octubre de 2020 7:00 p.m. BRT
Instagram en vivo con @galerarecord​ 
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1 de noviembre de 2020
Festival de Escritores de Singapur
¡También apareceré en el Festival de Escritores de Singapur el 1 de noviembre!
Detalles aquí
EXTRACTO EXCLUSIVO DE CHAIN OF IRON (Cadena de Hierro)
Ella miró alrededor.
─¿Por qué no practicamos la ceremonia?
─¿La ceremonia parabatai ?─ dijo Cordelia. Tenía que admitir que la idea tenía cierto atractivo. ─¿Sabes todas las palabras?
─Vi la ceremonia de James y Matthew─, dijo Lucie. ─Creo que lo recuerdo. Aquí, finge que donde estás parado es un círculo de fuego, y yo estoy parado en un círculo de fuego diferente.
─Ojalá estemos usando equipo─, dijo Cordelia, acomodándose en el círculo imaginario ─. Nuestras faldas se incendiarían bastante.
Lucie extendió las manos e indicó que Cordelia debería hacer lo mismo. Se tomaron de las manos y Lucie, con una intensa expresión de concentración en su rostro, comenzó a hablar.
─Aunque la mayoría de los parabatai son hombres, la ceremonia usa palabras de las escrituras que Rut le dijo a Noemí. De una mujer a otra ─. Ella le sonrió a Cordelia ─. Ruégame que no te deje, ni que vuelva de seguirme, porque adonde tú vas, yo iré…
Lucie saltó de repente como si le picaran y dejó caer las manos. Alarmada, Cordelia se acercó a ella, olvidándose de los anillos de fuego imaginarios en su preocupación.
─Lucie, ¿está todo bien?
Noticias de Reginald <3
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Reginald, entendiendo la importancia de una buena higiene.
Felicitaciones a todos los que llegaron al final de este boletín. ¡Aquí tienes un extra de Maggie para ti!
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¡Mantenganse seguros, todos!
BESOS Y ABRAZOS, Cassie
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Lucy Lyon, Nuevo México.
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Siempre he sentido que, a pesar de que todos nos reunimos e interactuamos en grupos de dos o tres o en multitudes, cada uno de nosotros está esencialmente solo. Eso trae un poco de melancolía, pero también hace que el individuo sea único y, por lo tanto, muy importante.
Empecé a trabajar en vidrio simplemente porque es un material muy seductor. He optado por centrarme en esculpir figuras. Lo que más me interesa es tratar de transmitir el estado intelectual y emocional de los individuos de mis piezas, apoyándome en gestos sutiles, un giro de cabeza o un movimiento de caderas, para expresar el estado de ánimo de la figura. Durante mucho tiempo estuve reduciendo el entorno de las figuras a formas geométricas simples. Más recientemente, estoy trabajando para suavizar esas formas pero manteniéndolas simples y obvias. Refinar la figura ha absorbido gran parte de mi tiempo. A lo largo de los años, he abordado los desafíos técnicos de un trabajo cada vez más grande. La escala aumentada permite más matices de expresión en cada escultura.
También he fundido figuras en bronce. El contraste entre el metal y el vidrio es fascinante, pero creo que siempre reverenciaré el vidrio con una sensación de asombro. Contiene la luz, como el alma.
Lucy Lyon, Nuevo México
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«Antártida», Claire Keegan.
Cada vez que la mujer felizmente casada salía, se preguntaba cómo sería dormir con otro hombre. Ese fin de semana estaba decidida a descubrirlo. Era diciembre; sintió que se corría un telón sobre otro año. Quería hacer eso antes de ponerse demasiado vieja. Estaba segura de que se iba a desilusionar.
El viernes a la noche tomó el tren a la ciudad, se sentó a leer en un vagón de primera clase. El libro no llegó a interesarle; ya podía prever el final. Del otro lado de la ventana, las casas iluminadas pasaban veloces en la oscuridad. Había dejado afuera un plato de macarrones y queso para los chicos, había ido a buscar a la tintorería los trajes de su marido. Le había dicho que iba a hacer las compras de Navidad. No había razón para que no confiara en ella.
Cuando llegó a la ciudad, tomó un taxi hasta el hotel. Le dieron un cuarto pequeño y blanco, con vista a Vicar’s Close, una de las calles más antiguas de Inglaterra, una hilera de casas de piedra, con altas chimeneas de granito, donde vivía el clero. Esa noche se sentó en el bar del hotel a beber tequila con lima. Los viejos leían periódicos, no había mucho movimiento, pero no le importó, necesitaba una noche de descanso. Se metió en la cama que pagó y cayó en un sueño sin sueños, y se despertó con el sonido de las campanas que repicaban en la catedral.
El sábado fue hasta el shopping. Las familias habían salido a empujar cochecitos, a través de la muchedumbre matinal, un espeso torrente de personas que circulaba por las puertas automáticas. Compró regalos inusuales para los chicos, cosas que pensó no iban a imaginarse. Al hijo mayor le compró una afeitadora eléctrica —ya era hora—, un atlas para la niña y, para su marido, un costoso reloj de oro con esfera plana y blanca.
A la tarde se vistió, se puso un vestido color ciruela, tacos altos, su lápiz labial más oscuro y volvió al centro. Una canción de fonola, «La balada de Lucy Jordan», la atrajo al pub, una cárcel transformada, con barrotes en las ventanas y un techo bajo brillante. En un rincón, titilaban las máquinas tragamonedas y, en el momento en que se sentó en el taburete junto a la barra, por la canaleta cayó un montón de monedas.
—Hola —le dijo el tipo que estaba sentado al lado de ella—. No te había visto antes.
Tenía tez rojiza, una cadena de oro debajo de la camisa hawaiana de cuello abierto, cabello color barro y su vaso estaba casi vacío.
—¿Qué estás tomando? —preguntó ella.
Resultó ser un verdadero parlanchín. Le contó la historia de su vida, que trabajaba por las noches en un geriátrico. Que vivía solo, era huérfano, que no tenía familiares, salvo un primo lejano al que nunca había conocido. No llevaba anillo en el dedo.
—Soy el hombre más solitario del mundo —dijo—. ¿Qué hay de ti?
—Soy casada —le dijo, antes de saber lo que estaba diciendo.
Él se rio.
—Juguemos al pool.
—No sé jugar.
—No importa —dijo el hombre—. Te enseñaré. Vas a embocar esa negra antes de darte cuenta.
Puso monedas en una ranura y tiró de algo, y un pequeño estruendo de bolas de billar se derramó dentro de un agujero oscuro debajo de la mesa.
—Rayadas y lisas[1] —dijo, poniéndole tiza al taco—. O eres unas o eres otras. Yo empiezo.
Le enseñó a inclinarse y medir la bola, a observar la bola del taco cuando le daba, pero no la dejó ganar ni un juego. Cuando ella fue al baño, estaba borracha. No pudo encontrar la punta del papel higiénico. Apoyó la frente contra el frío del espejo. No recordaba haber estado tan borracha alguna vez. Bebieron sus copas y salieron. El aire le dolía en los pulmones. Las nubes se estrellaban unas contra otras en el cielo. Dejó caer la cabeza hacia atrás para verlas. Deseó que el mundo pudiera volverse de un rojo fantástico y escandaloso para combinar con su humor.
—Caminemos —dijo él—. Te llevaré a dar una vuelta.
Caminó a la par de él, oyendo el crujido de su campera de cuero, mientras él la guiaba por una vereda donde se curvaba el foso que había alrededor de la catedral. Afuera del Palacio del Obispo había un viejo que vendía pan duro para los pájaros. Le compraron y se quedaron junto al borde del agua, alimentando a cinco cisnes cuyas plumas se estaban poniendo blancas. Unos patos marrones cruzaron el agua volando y aterrizaron en el foso con un leve y delicado movimiento. En el momento en que un labrador negro se apareció a los saltos por la vereda, un desorden de palomas levantó vuelo al mismo tiempo, y se posó mágicamente sobre los árboles.
—Me siento como si fuera San Francisco de Asís — dijo ella riéndose.
Empezó a llover; sintió que la lluvia caía sobre su rostro como si fuera pequeñas descargas eléctricas. Volvieron sobre sus pasos hasta el mercado, donde se habían montado puestos protegidos por una lona alquitranada. Vendían de todo: libros hediondos de segunda mano y porcelana, grandes estrellas federales rojas, coronas navideñas, adornos de cobre, pescado fresco que yacía sobre hielo, con ojos muertos.
—Ven a casa —le dijo él—. Te cocinaré.
—¿Me cocinarás?
—¿Comes pescado?
—Como de todo —dijo la mujer y él parecía divertido.
—Conozco a las de tu tipo —dijo el hombre—. Eres salvaje. Eres una de esas mujeres salvajes de clase media.
Escogió una trucha que se veía como si todavía estuviese viva. El pescadero le cortó la cabeza y la envolvió en papel metalizado. A una mujer italiana que atendía el puesto al final de la feria el hombre le compró un frasco de aceitunas negras y un pedazo de queso feta. Compró limas y café de Colombia. Siempre, cuando pasaban delante de los puestos, le preguntaba a ella si quería algo. Era desprendido con el dinero, lo llevaba arrugado en los bolsillos, como si fuera facturas viejas, ni siquiera alisaba los billetes cuando los daba. Camino a la casa de él, se detuvieron en una licorería, compraron dos botellas de Chianti y un número de la lotería, todo lo cual ella insistió en pagar.
—Si ganamos, dividimos —dijo la mujer—. Vamos a las Bahamas.
—Sí, puedes esperar sentada —le dijo el hombre y la vio cruzar la puerta que él le había abierto. Pasearon por calles adoquinadas, dejaron atrás una barbería en la que un hombre, sentado con la cabeza hacia atrás, estaba siendo afeitado. Las calles se hicieron angostas y serpenteantes: ahora estaban fuera de la ciudad.
—¿Vives en los suburbios? —preguntó la mujer.
Él no respondió, siguió caminando. La mujer sintió el olor del pescado. Cuando llegaron a un portón de hierro forjado, él le dijo «dobla a la izquierda». Pasaron debajo de una arcada que daba a un callejón sin salida. Él abrió la puerta de una casa de esa cuadra y la siguió escaleras arriba en dirección al piso más alto.
—Sigue caminando —le decía, cuando ella se detenía en los descansos. Ella se reía nerviosa y subía, volvía a reírse nerviosa y volvía a subir. Arriba de todo se detuvo.
La puerta necesitaba aceite; los goznes chirriaron cuando se abrió. Las paredes del departamento no tenían adornos y estaban amarillentas, los alféizares estaban polvorientos. En la pileta de la cocina había una taza sucia. Un gato persa blanco saltó de un sofá en la sala de estar. Estaba abandonado, como un lugar donde ya no viviera nadie; olor a humedad, ningún signo de teléfono, ninguna foto, adornos, árbol de Navidad. El gomero del living se arrastraba por la alfombra en dirección a un cuadrado de luz que venía de la calle.
Había en el baño una gran bañera de hierro fundido, con patas de acero azul.
—Un baño —dijo ella.
—¿Quieres un baño? —preguntó el hombre—. Pruébala. La llenas y te metes. Vamos, adelante.
La mujer llenó la bañera, mantuvo el agua tan caliente como pudo soportarla. Él entró y se desnudó hasta la cintura, y se afeitó en el lavabo, dándole la espalda. Ella cerró los ojos y lo escuchó batir la espuma de afeitar, golpear la navaja contra el lavabo, afeitarse. Era como si ya lo hubieran hecho antes. Pensó que él era el hombre menos amenazador que hubiese conocido. Se apretó la nariz y se deslizó debajo del agua, oyendo cómo la sangre le bombeaba en la cabeza, el ajetreo y la nube en su cerebro. Cuando emergió, él estaba ahí, entre el vapor, limpiándose rastros de espuma de afeitar del mentón, sonriente.
—¿Te diviertes? —preguntó él.
Cuando él se puso a enjabonar una toalla de mano, ella se incorporó. El agua le caía por los hombros y le chorreaba por las piernas. Él comenzó por los pies y fue subiendo, enjabonándola lenta y enérgicamente. La mujer lucía bien a la luz amarilla de la espuma; levantaba los pies y los brazos y, ante su requerimiento, se daba vuelta como una niña. La hizo meterse nuevamente en el agua y la enjuagó. La envolvió en una toalla.
—Ya sé lo que necesitas —le dijo él—. Necesitas que te cuiden. No hay una sola mujer en el mundo que no necesite que la cuiden. No te muevas —añadió y salió para volver con un peine y comenzar a peinarle los nudos del cabello—. Mírate. Eres una verdadera rubia. Tienes vello rubio, como un durazno. —Y los nudillos de él se deslizaron por su nuca y siguieron por su columna.
Su cama era de bronce con un acolchado blanco de duvet y fundas de almohada negras. Ella le desabrochó el cinturón, se lo sacó de las presillas. La hebilla tintineó cuando tocó el suelo. Lo liberó de los calzoncillos. Desnudo no era bello, aunque había algo voluptuoso en él, algo inquebrantable y recio en su constitución. Tenía la piel caliente.
—Suponte que eres América —le dijo ella—. Yo seré Colón.
Debajo de la ropa de cama, entre la humedad de los muslos del hombre, ella exploró su desnudez. El cuerpo de él era una novedad. Cuando los pies de ella se enredaron en las sábanas, se las sacó de encima. En la cama, ella tenía una fortaleza sorprendente, una urgencia que lo lastimaba. Lo tomó del cabello y le llevó la cabeza hacia atrás, borracha con el olor de un extraño jabón en el cuello de él. El hombre la besó y la besó. No había ningún apuro. Sus palmas eran las manos ásperas de un obrero. Lucharon contra su deseo, combatieron contra lo que al final les iba a ganar.
Después, fumaron; ella no había fumado en años, había dejado después del primer hijo. Se estiraba para buscar el cenicero, cuando, debajo de su radio reloj, vio un cartucho de escopeta.
—¿Qué es eso?
Lo levantó. Era más pesado de lo que parecía.
—Ah, eso. Es algo que me regalaron.
—Qué regalo —dijo la mujer—. Parece que no solo te gustan los tiros del pool.
—Ven acá.
Ella se acurrucó contra él y rápidamente se durmieron, el adorable sueño de niños, y se despertaron en la oscuridad, hambrientos.
Mientras él se hacía cargo de la cena, ella se sentó en el sofá, con el gato en el regazo, y miró un documental sobre la Antártida, millas de nieve, pingüinos que arrastraban las patas con vientos bajo cero, el Capitán Cook navegando en busca del continente perdido. Él se apareció con una servilleta en el hombro y le ofreció una copa de vino helado.
—Tú —le dijo— tienes algo con los exploradores. —Y se inclinó sobre el respaldo del sofá y la besó.
—¿Con qué te ayudo? —preguntó la mujer.
—Con nada —respondió él y volvió a la cocina.
Ella bebió su vino y sintió cómo el frío le bajaba por el estómago. Lo podía oír cortando verduras, el hervor del agua sobre la hornalla. El olor de la cena flotó por los cuartos. Coriandro, jugo de lima, cebollas. Podría seguir borracha; podría vivir así. Él volvió y dispuso los cubiertos en la mesa, encendió una vela verde y gorda, dobló las servilletas de papel. Se veían como pirámides pequeñas y blancas, bajo la vigilancia de la llama. Ella apagó el televisor y acarició al gato. Su pelo blanco cayó en la bata azul oscura, de talla mucho más grande que la suya. Vio el humo del fuego de otro hombre del otro lado de la ventana, pero no pensó en su marido, y su amante tampoco mencionó la vida hogareña de ella ni una vez.
En cambio, con ensalada griega y trucha grillada, por alguna razón la conversación tuvo al infierno como tema.
De niña, le habían dicho que el infierno era diferente para cada persona, la peor de las situaciones posibles que uno imaginara.
—Siempre pensé que el infierno sería un sitio insoportablemente frío, en el cual una estaría medio congelada, pero sin perder la conciencia y sin sentir verdaderamente nada —dijo la mujer—. No habría nada, salvo un sol frío y el diablo, allí, mirándote.
Tembló y se sacudió. Estaba colorada. Llevó la copa a sus labios e inclinó el cuello hacia atrás mientras tragaba. Tenía un cuello hermoso y largo.
—En ese caso —dijo él—, para mí, el infierno estaría desierto; no habría nadie. Ni siquiera el diablo. Siempre quise considerar que el infierno está poblado. Todos mis amigos irán al infierno.
El hombre le echó más pimienta a su plato de ensalada y arrancó un pedazo blanco del centro del pan.
—En la escuela —dijo la mujer, sacándole la piel a su trucha—, la monja nos dijo que el infierno iba a durar toda la eternidad. Y cuando le preguntamos cuánto iba a durar la eternidad, nos contestó: «Piensen en toda la arena del mundo, todas las playas, toda la arena de las canteras, el lecho de los océanos, los desiertos. Ahora imagínense todos esos granos en un reloj de arena, una clepsidra gigante. Si por año cae un grano de arena, la eternidad es el lapso que a toda la arena del mundo le toma atravesar ese vidrio». ¡Qué te parece! Nos aterrorizó. Éramos muy niñas.
—Aún no crees en el infierno —dijo él.
—No. ¿Qué te creíste? Ojalá la hermana Emmanuel pudiera verme ahora, cogiéndome a un completo desconocido. Qué risa —dijo y, sacándole una escama a la trucha, comió un pedazo con las manos.
Él dejó los cubiertos de lado, apoyó las manos sobre sus propios muslos y se la quedó mirando. Estaba satisfecha, jugaba con la comida.
—De modo que piensas que también todos tus amigos irán al infierno —dijo la mujer—. Qué bien.
—Pero no al de tu monja.
—¿Tienes muchos amigos? Supongo que conoces gente del trabajo.
—A algunos —respondió—. ¿Y tú?
—Tengo dos buenos amigos —dijo ella—. Dos personas por quienes moriría.
—Tienes suerte —le dijo el hombre, y se levantó para hacer el café.
Esa noche, él fue voraz, entregándose totalmente a ella. No había nada que no habría hecho.
—Eres un amante generoso —le dijo ella más tarde, pasándole un cigarrillo—. Eres muy generoso y punto.
El gato se trepó a la cama y la sobresaltó. Había algo escalofriante en ese gato.
Las cenizas del cigarrillo cayeron sobre el acolchado, pero estaban demasiado borrachos como para preocuparse. Borrachos y descuidados y en la misma cama la misma noche. En realidad, todo era muy simple. Del departamento de abajo comenzó a subir música navideña. Canto gregoriano, monjes cantando.
—¿A quién tienes de vecino?
—Oh, a una viejita. Sorda como una tapia. Canta, también. Ahí abajo está en su mundo, tiene horarios extraños.
Se dispusieron a dormir; ella, con la cabeza apoyada en el hombro de él. Él le acariciaba el brazo, arrullándola como a un animal. La mujer imitó el ronroneo de un gato, haciendo sonar las erres de la manera en que le habían enseñado en las clases de castellano, mientras el granizo golpeteaba contra los cristales de las ventanas.
—Te voy a extrañar cuando te vayas.
Ella no dijo nada, se quedó ahí mirando cómo cambiaban los números rojos de la radio reloj hasta que se quedó dormida.
El domingo la mujer se despertó temprano. Durante la noche había caído una helada blanca. Se vistió, lo observó dormir, con la cabeza sobre la almohada negra. En el baño, miró dentro del botiquín. Estaba vacío. En el living, leyó los lomos de los libros. Estaban ordenados alfabéticamente. Atravesando el pavimento traicionero, se encaminó al hotel para pagar la cuenta. Se perdió y tuvo que preguntarle cómo seguir a una señora de aspecto preocupado y con un caniche. En el lobby del hotel resplandecía un gran árbol de Navidad. Su valija estaba abierta sobre la cama. La ropa olía a humo de cigarrillo. Se duchó y se cambió. La mucama llamó a las diez, pero ella le indicó que se fuera, le dijo que no la molestara, le dijo que nadie debería trabajar los domingos.
En el lobby, se sentó en la cabina de teléfono y llamó a su casa. Preguntó por los chicos, por el tiempo, le preguntó a su marido cómo había sido su día, le contó los regalos que les había comprado a los chicos. Volvería a los cuartos desordenados y revueltos, a los pisos sucios, a las rodillas lastimadas, a un vestíbulo con bicicletas y skates. Preguntas. Cortó, se dio cuenta de que detrás de ella había una presencia que esperaba.
—Nunca dijiste adiós.
Ella sintió la respiración de él en su cuello.
Ahí estaba, una gorra de lana negra le cubría las orejas, ocultándole la frente.
—Dormías —respondió.
—Te escabulliste —le dijo el hombre—. Eres discreta.
—Yo…
—¿Querías escabullirte para almorzar y emborracharte? —dijo, empujándola dentro de la cabina y besándola, un beso largo y húmedo—. Me desperté a la mañana con tu olor en las sábanas —le dijo—. Fue hermoso.
—Envásalo —respondió ella— y nos haremos ricos.
Almorzaron en un lugar con paredes de dos metros, ventanas en arco y piso de lajas. Su mesa estaba al lado del fuego. Comiendo carne asada con Yorkshire pudding, volvieron a emborracharse, pero no hablaron mucho. Ella bebía Bloody Marys y le decía al mozo que no fuera tímido con la salsa tabasco. Empezaron con cerveza, luego pasaron a los gin tonics, todo lo que pudiese alejar la perspectiva inminente de su separación.
—Por lo general, yo no bebo así —dijo la mujer—. ¿Y tú?
—No —dijo él y le hizo una seña al mozo para que trajera otra ronda.
Se tomaron más tiempo del debido con el postre y los diarios dominicales. Vino la patrona y echó más leña al fuego. En un momento dado, mientras daba vuelta la página del diario, ella levantó la vista. Él le estaba mirando fijo la boca.
—Sonríe —dijo el hombre.
—¿Qué?
—Sonríe.
Sonrió y él se estiró para poner la punta de su dedo índice contra los dientes de ella.
—Listo —le dijo, mostrándole un pedacito de comida —. Ya está.
Cuando pasaron por el mercado, caía una niebla espesa sobre la ciudad, tan espesa que ella apenas podía leer los carteles. Los vendedores domingueros rezagados, salidos para hacer las ventas de Navidad, mostraban sus porcelanas.
—¿Terminaste con las compras de Navidad? —preguntó ella.
—No. ¿Acaso tengo a alguien a quien regalarle algo? Soy huérfano. ¿Recuerdas?
—Lo siento.
—Vamos. Caminemos.
Él la tomó de la mano y la condujo por una calle sucia que daba a un bosque negro, más allá de las casas. Le apretaba la mano; a ella le dolían los dedos.
—Me estás lastimando —le dijo.
Dejó de apretarla, pero no se disculpó. La luz abandonaba el día. El atardecer avanzaba sobre el cielo, sobornando a la luz para que oscureciese. Caminaron un buen rato sin hablar, limitándose a sentir el silencio del domingo, oyendo a los árboles que se tensaban contra el viento helado.
—Me casé una vez, estuve en África de luna de miel —dijo repentinamente el hombre—. No duró. Tenía una casa grande, muebles, de todo. Era una buena mujer; también, una maravillosa jardinera. ¿Viste la planta esa que hay en mi living? Bueno, era suya. Durante años estuve esperando que se muriese, pero la mierda esa sigue creciendo.
Ella recordó la planta que reptaba por el piso, del tamaño de un hombre adulto, con una maceta no más grande que una cacerola, las raíces secas enmarañadas sobre la maceta. Un milagro que todavía estuviera viva.
—Hay cosas sobre las que uno no tiene control —dijo el hombre, rascándose la cabeza—. Me dijo que sin ella no duraría ni un año. Ja, se equivocó —agregó y la miró sonriéndole, una extraña sonrisa de victoria.
Para entonces ya se habían adentrado mucho en el bosque; salvo por el sonido de sus pasos sobre el camino y por la franja de cielo entre los árboles, ella podría no haber estado segura de dónde estaba el sendero. De pronto, él la agarró y la tiró debajo de los árboles, la empujó contra un tronco. Ella no podía ver. Sintió la corteza a través del abrigo, el vientre de él contra el suyo, pudo oler el gin en su aliento.
—No me olvidarás —le dijo él, sacándole el cabello de los ojos—. Dilo. Di que no me olvidarás.
—No te olvidaré.
En la oscuridad, pasó sus dedos por el rostro de ella, como si fuera un ciego tratando de memorizarla.
—Tampoco yo te olvidaré. Algo de ti quedará latiendo acá —dijo el hombre, tomándole la mano y poniéndola dentro de su camisa. Ella sintió latir el corazón del hombre debajo de su piel caliente. Él la besó entonces como si en la boca de ella hubiese algo que quería. Palabras, probablemente. En ese momento repicaron las campanas de la catedral y ella se preguntó qué hora era. Su tren partía a las seis, pero había empacado todo, no había prisa.
—¿Ya dejaste el hotel?
—Sí —se rio ella—. Creen que soy la pasajera más pulcra que jamás tuvieron. Mi equipaje está en el lobby.
—Ven a mi casa. Te llamaré un taxi, voy a despedirte.
Ella no estaba de ánimo para sexo. Mentalmente, ya se había ido, se encontraba con su esposo en la estación. Se sentía limpia, plena y afectuosa; lo único que ahora quería era un buen sueñito en el tren. Pero, finalmente, no pudo pensar en ninguna razón para no ir y, a modo de regalo de despedida, le dijo que sí.
Salieron de la oscuridad del bosque, caminaron por Vicar’s Close y aparecieron debajo del foso, no lejos del hotel. Había gaviotas. Revoloteaban sobre las aves acuáticas, se lanzaban en picada y se apoderaban del pan que un grupo de estadounidenses les arrojaba a los cisnes. Ella recogió la valija y caminó por las calles resbalosas hasta la casa de él. Las habitaciones estaban frías. Los platos sucios del día anterior habían quedado en remojo en la pileta, había un reborde de agua grasienta sobre el aluminio. Un resto de luz se filtraba por el espacio que quedaba entre las cortinas, pero el hombre no encendió la luz.
—Ven —le dijo.
Se sacó la campera y se arrodilló ante ella. Le desabrochó las botas, desatando los cordones lentamente, le sacó las medias, le bajó la bombacha hasta los tobillos. Se incorporó y le abrió cuidadosamente la blusa, contempló los botones, le bajó el cierre de la falda, deslizó el reloj de la mujer hasta tenerlo en la mano. Luego, buscó debajo del cabello de ella y le sacó los aros. Eran aros colgantes, hojas de oro que el marido le había regalado para su cumpleaños. La desnudó; tenía todo el tiempo del mundo. Ella se sentía como una niña a la que van a acostar. No tenía que hacer nada con él, para él. Ningún deber, lo único era estar ahí.
—Acuéstate —le dijo.
Desnuda, se dejó caer sobre el acolchado.
—Podría dormirme —dijo, cerrando los ojos.
—Todavía no —respondió él.
El cuarto estaba frío, pero él transpiraba; ella podía oler su transpiración. Con una mano, le inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza y le besó la garganta. Una gota de sudor cayó sobre el cuello de ella. Se abrió un cajón y algo hizo un ruido metálico. Esposas. La mujer se sobresaltó, pero no pensó con la suficiente rapidez como para oponerse.
—Te va a gustar —le dijo él—. Confía en mí.
La esposó a la cabecera de la cama de bronce. Una parte de la mente de ella entró en pánico. Había en él algo premeditado, algo callado y avasallador. Más gotas de sudor cayeron sobre ella. Sintió el gusto picante de la sal en la piel de él. Retrocedía y avanzaba, la hizo pedir más, acabar.
El hombre se levantó. Salió y la dejó allí, esposada a la cabecera. Se encendió la luz de la cocina. Ella olió el café, lo oyó cascar huevos. Volvió con una bandeja y se sentó a su lado.
—Tengo que…
—No te muevas —dijo con tranquilidad. Estaba absolutamente sereno.
—Sacame las…
—Shhhh —dijo—. Come. Come antes de irte. —Y le extendió un pedazo de huevo revuelto pinchado a un tenedor, y ella lo tragó. Tenía gusto a sal y pimienta. Volvió la cabeza. En el reloj se leía 5.32.
—Dios, mira la hora que…
—No blasfemes —le dijo—. Come. Y bebe. Bebe esto. Ya traigo las llaves.
—¿Por qué no…?
—Vamos, bebe. Anda. Bebí contigo, ¿recuerdas? Todavía esposada, bebió el café de la taza que él le acercó a la boca. Fue apenas un minuto. Sintió una sensación cálida y oscura, y luego se durmió.
Cuando despertó, él estaba de pie, en la brutal luz fluorescente, vistiéndose. Seguía esposada a la cama. Trató de hablar, pero estaba amordazada. Uno de sus tobillos también estaba esposado a la pata de la cama con otro par de esposas. Él continuaba vistiéndose, abrochándose la camisa de jean.
—Tengo que ir a trabajar —dijo, atándose los cordones—. No tengo otra.
Salió y volvió con una palangana.
—Por si te hace falta —dijo, dejándola sobre la cama.
La arropó y luego la besó, un beso rápido y normal, y apagó la luz. Se detuvo en el vestíbulo y se volvió hacia ella. Su sombra se irguió amenazante sobre la cama. Ella abrió grandes los ojos, suplicante. Trató de alcanzarlo con los ojos. Él estiró las manos y le mostró las palmas.
—No es lo que crees —le dijo—. No es para nada eso. Te amo. Trata de comprender.
Y entonces se dio media vuelta y se fue. Lo oyó irse, lo oyó en las escaleras, un cierre relámpago que se cerraba. La luz del vestíbulo se apagó, el portazo, lo oyó caminar sobre el pavimento, los pasos menguantes.
Frenética, hizo lo que pudo para sacarse las esposas. Hizo de todo para liberarse. Era una mujer fuerte. Intentó separar la cabecera, pero cuando logró zafar de un codazo la sábana, descubrió que estaba sujeta con pernos al elástico. Durante un buen rato se sacudió en la cama. Quería gritar «¡Fuego!». Eso es lo que la policía les decía a las mujeres que gritaran en una emergencia, pero, con la venda, no podía articular. Se las arregló para apoyar el pie libre en el suelo y para patear sobre la alfombra. Luego se acordó de la abuela sorda del piso de abajo. Pasaron horas antes de que se calmase para pensar y oír. Su respiración se estabilizó. Oyó que en el cuarto de al lado la cortina golpeaba. Él había dejado abierta la ventana. Con la conmoción, el acolchado había caído al piso y ella estaba desnuda. No podía alcanzarlo. Entraba frío, inundando la casa, llenando los cuartos. Tembló. El aire frío baja, pensó. De a poco, los temblores pasaron. Un entumecimiento persistente le fue ganando el cuerpo; se imaginó que la sangre reducía la velocidad en sus venas, que el corazón se le encogía. El gato saltó y aterrizó en la cama, trazando círculos sobre el colchón. Su rabia embotada se transformó en terror. Eso también pasó. Ahora, la cortina de la habitación de al lado golpeaba más rápido: el viento era más fuerte. Pensó en el hombre y no sintió nada. Pensó en su esposo y en sus hijos. Tal vez nunca la encontrarían. Tal vez nunca volvería a verlos. No importaba. Podía ver su propio aliento en la oscuridad, sentir el frío que le atenazaba la cabeza. Empezaba a emerger sobre ella un frío y lento sol que iluminaba el este. ¿Era su imaginación o era la nieve que caía más allá de los vidrios de las ventanas? Contempló el reloj sobre la mesa de luz, los números rojos que cambiaban. El gato la observaba, sus ojos oscuros como semillas de manzana. Pensó en la Antártida, en la nieve y en el hielo y en los cuerpos de los exploradores muertos. Luego pensó en el infierno; después, en la eternidad.
Autor: Claire Keegan
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atletasudando · 7 months
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En damas, Borelli subcampeona y Tejeda, tercera
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En un final que tuvo toda la cuota de dramatismo, la argentina Florencia Borelli conquistó la medalla de plata del maratón detrás de la mexicana Citlali Moscote, al ponerse en marcha la programación del atletismo de los XIX Juegos Deportivos Panamericanos en Santiago de Chile, en la fría y húmeda mañana de este domingo 22 de octubre. Se trata de la primera medalla que obtiene una atleta argentina en el maratón femenino de los Juegos, prueba que se disputa desde 1987 (Indianápolis). Entre los hombres, el atletismo argentino cuenta con tres medallas: oro y plata de Cabrera/Gorno en 1951 (Buenos Aires) y bronce de Mariano Mastromarino en 2015 (Toronto). Momentos antes, en el Parque O'Higgins, había culminado el maratón masculino donde el peruano Cristhian Pacheco revalidó su título de Lima 2019, seguido por el local Hugo Catrileo y otro peruano, Luis Fernando Ostos. Borelli logró un excelente registro de 2:27:29 –considerando que se trata de una carrera por medallas y en un trayecto difícil- mientras que el título quedó para la mexicana Citlali Moscote, quien también llegaba como favorita, y marcó 2:27:12. Ambas batieron el récord de los Juegos, que la peruana Gladys Lucy Tejeda había fijado hace cuatro años en Lima con 2:30:55. Ahora Tejeda terminó tercera, también mejorando su registro anterior, con 2:30:39 y de este modo suma tres medallas en sus cuatro participaciones panamericanas (fue bronce en 2011). Su compatriota Aydé Loayza terminó cuarta en 2:30:55 y en el  quinto puesto apareció la veterana corredora ecuatoriana Rosa Alva Chacha con 2:31:01. Borelli se alzó de este modo con una de las medallas más relevantes de su campaña, que incluye un título sudamericano en pista (5.000 metros), el iberoamericano de medio maratón 2022 en Torrevieja, el oro de 10.000 metros llanos en los Odesur y múltiples récords. En cambio, tiene menor experiencia en maratón ya que sólo disponía de tres presentaciones anteriores: la primera, sobre las 3 horas, cuando apenas tenía veinte años y eran los comienzos de su campaña. Ganó en solitario el Maratón de Buenos Aires 2022 y se lució el año pasado en Sevilla al fijar el récord argentino de 2:26:54. Y este domingo, a pesar de que se trataba de una competición por medallas –donde no se busca la marca- y en un trayecto difícil, estuvo muy cerca de ese tiempo. Se trató prácticamente de un mano a mano entre Borelli y Moscote. Al completarse el primero de los dos circuitos, exactamente en el “Ecuador” de la prueba que atravesaron en un registro de 1:11:51 –que presagiaba un maratón rápido- Borelli decidió alejarse. Y fue incrementando su ventaja sobre la mexicana, que llegó a ser de 15 segundos al pasar los 30 km. y 20s. cinco kilómetros más adelante. Pero entre el andar de la más experimentada Moscote y la declinación de Flor casi sobre el final –cuando sintió el gran esfuerzo- cambió el destino de este maratón. Moscote se había aproximado a cinco metros cuando cruzaron la línea de los 41 km. Y enseguida sobrepasó a la argentina, quien no pudo mantener aquel tren. Oriunda de San José de los Lagos (15-4-95), Moscote había logrado el 6° puesto del medio maratón en la Universiada del 2019. Comenzó a destacarse en maratón en la pasada temporada con 2:26:13 en Sevilla y el 10° puesto del Mundial de Oregón con 2:26:33. Este año volvió a Sevilla donde brilló con su 4° puesto y su marca personal de 2:24:53. logró la medalla de bronce de los 10.000 metros en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Salvador (33:40:43) y compitió en el Maratón del Campeonato Mundial en  Budapest (34ª. con 2:36:03). Su título es el tercero de una mexicana en el maratón panamericano, después de los conseguidos en las primeras ediciones por Maricarmen Cárdenas (1987) y Olga Avalos (1991). La clasificación 1 Citlali Moscote (México) 2:27:12 2 Florencia Borelli (Argentina) 2:27:29 3 Gladys Lucy Tejeda (Perú) 2:30:39 4 Aidé Loayza (Perú) 2:30:55 5 Rosa Alva Chacha (Ecuador) 2:31:01 6 Risper Bykaki (México) 2:32:13 7 Giselle Alvarez (Chile) 2:37:12 8 Valdilene dos Santos Silva (Brasil) 2:38:40 9 Andreia Hessel (Brasil) 2:39:53 10 Danica Kusanovic (Chile) 2:42:31 11 Beverly Sue Ramos (Puerto Rico) 2:46:12 12 Fátima Romero (Paraguay) 2:56:56   Todas las medallistas del maratón femenino en los Panamericanos   Indianápolis, 9 de agosto de 1987 1 Maricarmen Cárdenas MEX 2:52:06-2  Debra Warner USA 2:54:49- 3 Maribel Durruty CUB 2:56:21   La Habana, 3 de agosto de 1991 1 Olga Avalos MEX 2:43:36- 2 Maribel Durruty CUB 2:46:04- 3 Emperatriz Wilson CUB 2:48:48   Mar del Plata, 25 de marzo de 1995 1 María Trujillo USA 2:43:56- 2 Jennifer Martin USA 2:44:10- 3 Ema Cabrera MEX 2:46:36   Winnipeg, 25 de julio de 1999 1 Erika Alejandra Olivera CHI 2:37:41- 2 Iglandini González COL 2:40:06- 3 Viviany Anderson de Oliveira BRA 2:40:55   Santo Domingo, 9 de agosto de 2003 1 Marcia Narloch BRA 2:39:54- 2 Mariela González CUB 2:42:55- 3 Erika Alejandra Olivera CHI 2:44:52   Rio de Janeiro, 22 de julio de 2007 1 Mariela González CUB 2:43:11- 2 Marcia Narloch BRA 2:45:10- 3 Sirlene Sousa de Pinho BRA 2:47:36   Guadalajara, 23 de octubre de 2011 1 Adriana Aparecida da Silva BRA 2:36:37- 2 Madai Pérez MEX 2:38:03- 3 Gladys Lucy Tejeda PER 2:42:09   Toronto, 18 de julio de 2015 1 Adriana Aparecida da Silva BRA 2:35:40- 2 Lindsay Flanagan USA 2:36:30- 3 Rachel Hannah CAN 2:41:06   Lima, 27 de julio de 2019 1 Gladys Lucy Tejeda PER 2:30:55- 2 Bethany Satchleben USA 2:31:20- 3 Angie Rocío Orjuela COL 2:32:27   Read the full article
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