Tumgik
lymalish · 3 years
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Eres el cuchillo que doy vuelta dentro de mí - New Era- Eldarya. - Lo que fue, es y podría ser (on Wattpad) https://www.wattpad.com/1143137122-eres-el-cuchillo-que-doy-vuelta-dentro-de-m%C3%AD-new?utm_source=web&utm_medium=tumblr&utm_content=share_reading&wp_uname=LYMALISH&wp_originator=FiiD4PIOFCzMMEfs6P6wZ3ChV09lB1aqs7vFOdEoMVP2AKRGJEHtsijNEeHxlScWst%2BFq%2FGfKXMfsyT60NNrei8QKi5qo37YnHBpZR77MdeIL%2FGhu180ET%2B1FnEmIx1J Si Nevra pudiera, la amaría lenta, gentil y amablemente. Suavemente. Le daría todo lo que se supone deber ser amor, le daría al Nevra que ha reprimido en su interior. En cambio, la ama como hay que amar ciertas cosas oscuras, en secreto, entre las sombras y un alma desgarrada.
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lymalish · 3 years
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Lysandro CDM, Mafia AU!
Año 1948, cuando la agente secreta Francine Meilhan aceptó la misión de acabar con la hampa de la Nueva York , ella tenía que tener éxito. Si fracasa; el costo será su vida. La misión incluía acercarse a los miembros de la organización, pero con Lysandro Ainsworth nadie juega y sale inmune. Sin embargo, eso fue solo el comienzo de su historia.
“¿Alguna vez te has preguntado cómo es? Enamorarse, quiero decir.”
Ella se burló con incredulidad —El amor no fue creado para personas como nosotras.
Lysandro cerró los ojos, sonriendo — Sí, si lo es.
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lymalish · 4 years
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lymalish · 5 years
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Emotional Progress [Cap 2]
"Y  ella es como una rosa, espinas la rodean.
Tú la tomas, y tu mano sangra, pero ella es tan hermosa..."
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Está sentada frente a su tocador de una sola pieza de color blanco, como la mayoría de las cosas en su casa. Ella luce preciosa y apetecible en ese coqueto vestido azul.
Hermosa. Y muy, demasiado, apetecible.
Y se lo dices.
— Estás preciosa.
No suelta el pincel que pasa por sus labios rosas, aplicando ese brillo con sabor a menta que te gusta. El producto reseca su sensible piel, se lo has dicho incontables veces, y en cada una de ellas te ignora.
— Gracias. —te susurra en respuesta. Ahora ella parece decidir que marcador usar en sus ojos— ¿Azul celeste o dorado?
— Dorado, por supuesto. —respondes una vez te colocas detrás de ella.
Hace una mueca y ríes con sorna.
— ¿Eres ciego? —pregunta mirándote por el reflejo del espejo, pronto sus orbes cerúleos siguen el camino que tus dedos trazan sobre su hombro izquierdo. La piel pálida es suave, y tú quieres seguir tocando— Deja de bromear, sé perfectamente que te gusta el celeste.
— Cierto. —admites sin despegar tus ojos de los de ella. Tu mano ha tomado un camino mucho más curvo y menos suave. Contrario a lo que se cree, la tela de su vestido no es nada suave. No comparada a su piel— El azul es mi color favorito. Pero tienes los ojos azules, el dorado los resalta. Eso o coloca un poco de ese polvo negro que tanto te gusta.
— Se llama sombra, gracias. —te corrige con un tono de marisabidilla que te hace rodar los ojos sin quitar tu sonrisa pícara. Su respiración se ha detenido para ser más pesada, no lo pasas por alto. Y ella lo sabe, así como sabe el próximo lugar donde irá a parar tu mano. Más hacia el sur, menos hacia el norte— Nath.
Ella ha dicho tu nombre. Oh, sabes lo que significa, pero ensanchas tu sonrisa.
— Yalena.
— Para.
Ella gime cuando aprietas su seno izquierdo, tu mano libre da ligeras caricias sobre su cuello frágil. Tan blanco, tan delicado. Has dejado marcas ahí. Rojas. Intensas. Y quieres que se quede esta noche.
No quieres dejarla escapar.
— E-Es válido que estés molesto. —inicia con dificultad por las caricias y los pellizcos sobre su cuerpo— Lo lamento. Él simplemente llegó ¿vale? Nunca le dije que regresaría o que el compromiso seguía en-¡Umh!
No estás molesto, te repites. No lo estas, es solo que... bueno, te resulta tonto que ella saque el tema ahora. Una semana de eso. Bah. Como si pudieras olvidar las veces que  has visto al idiota rondar el departamento de Lena.
Y no, no son celos.
— Nath, para. —pide entre suspiros que nunca salen. Ella no los deja salir, lo que te incita a seguir jugando con ella— Tengo que ir a esta fiesta.
— No, no tienes.
Tu boca se ha unido a las caricias en su cuello. Escuchas el suave "plop" del lápiz al caer. Reprimes una sonrisa porque es seguro que ella te manda al carajo si metes la pata con tus comentarios inmaduros y cretinos, como ella los ha nombrado.
— Sí, sabes que tengo que ir. —refunfuña, pero su mano se ha alojado sobre su cabello con suavidad. Son excusas que busca, pero que ambos saben no van hacerte desistir de quitarle el coqueto vestido— Es la fiesta de mi abuela.
Te detienes después de eso.
Tus manos se quedan tensas sobre su cuerpo caliente. Levantas la mirada hasta toparte con la suya. Recelo. Confusión. Y dolor es lo que miras en los pozos cerúleos. No es por ti, lo sabes. Es por lo que ella va enfrentar esta noche.
Miradas reprobatorias. Halagos falsos. Y una familia que finge quererla por simple apariencia.
Te incorporas con lentitud, observando la reacción de ella.
— No quieres ir.
— Tengo que ir. —murmura. Te mira por el reflejo. La suplica queriendo pintar su semblante.
Es uno de esos raros días donde ella es vulnerable —más de lo normal–, dónde quiere quedarse en casa y pensar que todo está bien. Que no hay cientos de mensajes de un ex prometido acosador y una madre histérica. Ni el constante rechazo de un padre obsesivo y controlador
— Tengo que ir. —repite. Sabes que esas palabras son más para ella que para ti.
— No. No tienes que ir.
Te inclinas a su lado, besas su mejilla fría y una gota salda pronto se escabullé entre tus labios. No dices nada. No cuando ella se encoje sobre sí misma, y llora. Llora como si fuera una niña y el monstruo de su armario fuera a salir y comerla en cualquier instante.
Es verdad.
El monstruo que la asecha no es viscoso o peludo, ni con feroces dientes. El monstruo que la lastima tiene varias caras, de aspectos mucho más amables, pero más malévolos.
Su monstruo no vive en el armario, no, vivió con ella durante la mayor parte de su vida. Compartían todas las comidas del día. Y él fue el encargado de traerla al mundo.
— Tengo q-que ir. —dice entre hipidos.
Lo único que haces es acariciar su cabello, tienes miedo a que vaya a romperse en cualquier instante frente a ti.
— Vamos a la cama.
Ella no te escucha, solo repite que tiene que ir. Tomas sus brazos y te envuelves el cuello con ellos. Ella es muy delgada, no supone un problema cargarla y llevarla hasta su cama.
Te acurrucas a su lado. Mantienes los ojos abiertos durante toda la noche. No sabes qué pensar. No sabes qué hacer.
No tienes idea de cómo ahuyentar sus miedos, por lo que te quedas toda la noche, hasta el día siguiente.
Son constantes los besos que esparces sobre su rostro.
A mitad de la noche ella se despierta por una pesadilla.
Y sólo la besas de nuevo, apretándola tan fuerte contra ti que ella se queja, pero no la sueltas.
Dijiste que no la ibas a dejar escapar.
Y es justo eso lo que haces.
·━━━━━━━━※━━━━━━━━·
Ámber piensa que ella es buena para ti. No te lo dice directamente, pero las miradas cómplices y esos inusuales–demasiado extraño, tanto que es obvio– halagos hacia la chica que comparte tus penas te dicen que tu hermana aprueba tu relación.
Vale, no estaban en una relación, o al menos lo que tenían no poseía un nombre aún.
Y eso empieza a causar molestia.
— Es... ¿cómo lo digo de la manera más amable? —pregunta en retórica mientras beben un café a las afueras de la ciudad. Han hablado de todo y nada. Aprecias el momento, no compartes muchos momentos a solas con tu propia hermana, por lo que soportas sus preguntas indiscretas— ¡Claro, claro! Te hace comportarte de manera más decente.
Tuerces la boca en una mueca. Respiras hondo, porque Ámber se ve realmente contenta con esto y no deseas arruinar un momento, aunque eso signifique tragarte la bilis que sube por tu garganta bajo sus comentarios resentidos.
— No creo que ese sea el caso. —sueltas a la ligera, como si no importara. Por supuesto, tu melliza no te cree ¿Eres tan obvio? Ámber esta lista para refutar, la paras antes de que nada salga de su boca— Sólo tenemos sexo casual, ¿bien?
Emite un grito ahogado, sus ojos comienzan a volverse mucho más oscuros. La ira y la ofensa parecen desbordarse de sus cuencas cristalinas.
Reprimes una sonrisa.
— ¡Eres un completo idiota! —sisea con ojos llameantes.
Y quizá es cierto; serás un cretino por divulgar sin verguenza tu vida sexual, pero al menos eso la ha distraído lo suficiente para que deje de inmiscuirse donde no debe.
— De todas formas, ¿no la ves demasiado? Eso es mucha atencion para simple sexo casual. —sus orbes revolotean con falsa inocencia, la sonrisa mezquina detrás de su taza de café.
O tal vez no lo suficiente cretino para que se enoje y cambie de tema.
Gimes, rodando los ojos molesto— No estoy teniendo esta conversación contigo.
— Ugh, ¿entonces si la tendrías con alguien más?
Frunces el ceño, un aura oscura te alcanza. Definitivamente no estás teniendo esta conversación con tu molesta hermana menor. No ahora.  No, nunca.
— Te estas volviendo irritante, Amby. —tu voz suena agradable, presumiblemente ligera. Ámber se da cuenta del cambio, se estremece y se aleja sutilmente de ti. Si el gesto te duele, no lo demuestras.
Sus rosados labios se abren en lo que supones es un protesta totalmente ofensiva ante tu tono bajo y peligroso, no es como si no lo estuvieras esperando de todos modos. Adquieres una mirada aburrida, y antes de que cualquier cosa sea dicha de nuevo entre los dos, una voz alegre los hace quedarse momentáneamente callados.
— ¡Hey, chicos!
Sucrette saluda con gesto afectivo acercándose a ustedes, Rosalya la sigue por detrás. Sus pasos renuentes, hombros tensos y mirada indescifrable son indicativos de no estar muy  contenta de encontrarse aquí.
Quieres sonreirle a la albina que claramente evita tu mirada, suprimes tus ganas de echar bronca y mantienes la postura desinteresada.
— Hola. —musitas al unísono con Ámber.
Tu rubia hermana baja la taza de café, lanzando una sonrisa cortés a las dos mujeres que se han sentado con ustedes. No estás muy seguro, pero crees haber visto un tic en el párpado izquierdo de Ámber, aun así ella les pregunta— ¿Qué están haciendo aquí, chicas?
Sucrette, sentada a tu lado, se remueve inquieta. Su mirada verdosa se cruza con la tuya y –de nuevo ¿por qué no?– crees ver un tenue sonrojo sobre sus pálidas mejillas. Parpadea y su mirada se centra en tu muy curiosa hermana— Hemos terminado con las clases por hoy. Rosa y yo veníamos a tomar algo con este horrible calor.
Y como si necesitara reafirmar lo dicho,  Sucrette retira la chaqueta plateada de sus hombros desnudos. Y no es que seas ciego ni nada, pero ese top morado es... lindo.
— Tan bella como siempre, cariño. —dices con una sonrisa ladeada pegada al rostro. Sucrette alza una ceja, presumiblemente nerviosa por el mote, enfrente de ustedes Rosa gruñe  y los cristalinos ojos de Ámber relapanguan con emociones que no sabes descifrar.
Y lo sientes.
El perfume conocido a lavanda inunda tus fosas nasales y pronto, mucho antes de que puedas tomar el control de tus movimientos, tus ojos se cruzan con pozos de hielo.
La sonrisa cómplice. Los labios de cereza y las mejillas de nieve, son lo único que necesitas para que tu cuerpo arda. Sientes cada vello erizarse ante su presencia y el adorable aroma a jardín fresco y nicotina.
— Hola, Mrs. rebeldía. —su voz es suave, como siempre. Su aliento te pega directo en la cara, sabes que ha ingerido pastillas de menta como loca para "ocultar" el amargo aroma que deja el cigarrillo. A veces funciona, a veces no. Y hoy es una de esas veces en las que el aroma amargo se sobrepone al fresco. Sin embargo, Lena dirige su implacable mirada a los seres restantes en la mesa. Su mirada se ilumina en reconocimiento— Rosa, Ámber, es lindo verlas de nuevo, pero ¿.. y tú eres?
No es hasta que hace la pregunta a la castaña a tu lado, que recobras la total plenitud de tus sentidos y funciones motrices.
Parpadeas, repentinamente nervioso.
Sucrette ancla su mirada en la pálida chica. Renuente a la presencia abrumadora de la morena, se presenta— Soy Sucrette, un gusto. —extiende su mano y por los ojos de Yalena pasa un brillo de reconocimiento ante el nombre.
Yalena no estrecha su mano.
Tres personas de la mesa, incluyéndote, intuyen que algo muy malo va a pasar cuando el relámpago de la travesura surca el rostro de Lena.
— Así que al fin conozco a la chica inolvidable. —ella le da una sonrisa burlona. Toma el asiento a tu otro lado, estratégicamente sentada de tal manera que puede ver perfectamente bien a Sucrette y las reacciones que ella espera encontrar. No espera mucho para encontrar la molestia reflejada en toda la cara de la castaña. Ríe— O quizá no tan inolvidable. —no es que te quejes ni nada, o más bien no puedes cuando su delicada mano de uñas azules hace contacto con la tuya de la forma más sutil. Aunque no pasa para nadie inadvertido el pequeño movimiento insinuante— Y el gusto es mío, Lena Lacroze. —ronronea sin perder la sonrisa juguetona del rostro.
— Lena... —advierte Rosalya.
— ¡Que grosera!
Lena pone los ojos en blanco, y sin mirar a nadie más, saca un cigarrillo del bolso de su chaqueta. Comparte una sonrisa cómplice con tu hermana. Ámber esta encantada con ella, lo que no es un sorpresa para nadie. A la rubia siempre le han gustado las personas de carácter.
— Es un buen día. —murmura Ámber, sonriente detrás de su nuevamente llena taza de café.
Rosa aprieta los labios, indecisa de cual de sus amigas apoyar, si a la iracunda castaña que murmura cosas sobre el respeto ajeno o a la morena indiferente que mira pasar a las personas por la avenida.
Y tú sólo buscas la mirada imposiblemente azul. Te lleva unos segundos bastante largos hasta que Lena inclina dócil la cabeza hacia ti. Sus orbes brillan tranquilamente, imperturbable al alboroto que acaba de provocar. Ella te sonríe.
No es brillante y mucho menos perfecta. Pero  de alguna manera hace que tu corazón se detenga, corra unas mil millas y todo inicie de nuevo.
Lena siempre te derriba, no importa si esta feliz o tan triste que su única manera de manejarlo es desquitandose agudamente con las personas.
Llevas la mano que esta en la mesa por debajo de la misma, localizas su muslo tierno y dejas un lento apretón ahí. Su mirada revolotea y sus ojos se ven mucho más claros.
Ignoras la mirada que Ámber perfora sobre tu frente, no tienes mente para nadie más que la chica a tu costado derecho.
No dice nada más cuando se levanta repentinamente  dejando la mesa en un veloz movimiento. El humo que deja a su paso te envuelve; arrugas la nariz porque solo es nicotina, nada de lavanda queda.
Entonces, piensas mientras terminas tu bebida, hoy iras a verla.
·━━━━━━━━※━━━━━━━━·
El tiempo pasa tan rápido que apenas de das cuenta cuando el reloj de tu mesa de noche marca las diez con cuarenta minutos.
La habitación es tenuemente iluminada por la luz de luna que se filtra a través de las cortinas semitransparentes. No logras ver nada más que sombras temblorosas, las sabanas de la cama y el espacio frío a tu lado.
Te recuestas sobre tu espalda, colocas tu brazo izquierdo sobre tus ojos sosegados. Y lentamente comienzas a recordar tu día. Piensas sobre las cosas que te agradaron, sobre las que no. Las preguntas las dejas hasta el final.
Vas en tu recuento a mitad de la tarde cuando un peso extra se asienta sobre tus caderas apenas cubiertas por las sabanas de algodon egipcio. Son frescas, lozanas al tacto. Te gusta gastar en cosas que te hacen sentir bien, por más narcisista o esnob que suene eso.
El calor del cuerpo ajeno te calienta lánguidamente. La mano que no está sobre tu rostro sube por el muslo lechoso que tienes al alcance y se  queda quieta sobre la espalda baja femenina, haciendo una pequeña presión.
— Hola. —escuchas desde arriba y es hasta ese momento que te das cuenta que llueve afuera.
Empiezas a creer que cada vez que Lena se encuentra en tu cama el cielo decide llorar. Cómo si supiera de la agonía que los envuelve a los dos, los llama, y es tan complicado para poner en palabras que el cielo  los ayuda un poquito en el desahogo.
De todas formas, está fresco. El termostato del departamento es demasiado lejos para querer salir de la casa e ir a encenderlo, por lo que jalas el cuerpo febril hacia el grande tuyo.
Ella ríe colocando una mano sobre su pecho para detener tu posesivo abrazo— Espera, espera, Blanca está aquí, no quiero aplastarla.
Un ligero maullido resuena entre el escaso espacio entre sus cuerpos humanos. Abres los ojos y miras a la dulce gatita que se ha vuelto tu inquebrantable compañía a lo largo de los últimos par de años. Blanca es una bola blanca sobre el antebrazo recogido de Yalena, acurrucada entre tu camisa azul marino del gym, la cual Lena está usando como camisón de pijama.
Ruedas los ojos— La consientes demasiado.
— ¡Claro que no! —susurra entre los roces que hacen las sábanas bajo sus cuerpos. Ella te frunce un poco los labios, arrugando la nariz con cierta indignación una vez se recuesta a tu lado, sobre el brazo derecho que has extendido para ella— No me dejas consentirla como quisiera.
Te burlas ronco, el sonido viajando por tu garganta seca— Es imposible que la consientas más de lo que ya lo haces.
Lena sonríe, dándole un brillo travieso a la tenue penumbra en la alcoba. Tienes que morderte el labio inferior para evitar besarla. Aprietas fuerte, el dolor te distrae de sus labios esponjosos e hinchados por tus besos.
— ¿Quieres apostar? —ella pregunta en un tono bajo, sus labios pegados a la línea que dibuja tu mandíbula. Puedes sentir un hormigueo que empieza ahí, bajando por todas las demás extremidades de tu cuerpo.
— Me gustaría verlo. —retas. Giras para estar frente a frente, para esto Blanca los ha abandonado desde hace un rato, demasiado ajetreo para la felina dormilona.
Su sonrisa se vuelve una sonrisa de verdad, completamente dispuesta a tomar el desafío que se filtra por tu voz.
— No te metas con lo que no puedes manejar. —ella envuelve sus brazos en tu cuello, invitando a que te acerques aún más. Lo haces. De hecho, se colocas encima de ella, a horcajadas.  Sabes lo mucho que le excita sentir que tienes dominio sobre ella.
Pero, realmente, es ella la que dirige las cosas y cualquier otra demostración de dominio es una rápida ilusión.
Su destreza es lo que te mantiene tenso. No de manera mala, sino  puramente sexual.
Bajas tu boca hasta estar a la par de la de ella. El aliento cálido te abruma. Es lavanda con notas de fresno, algo de cítrico. Ella huele a la combinación exacta de ambos. Y te encanta.
— Puedo manejar mucho, amor. —sonríes arrogante sobre la mueca hostil que dibuja. Odia que la llames por ese mote pegajoso— Tú debes saberlo mejor que nadie, ¿no es cierto?
Lena pone los ojos en blanco— Dios, eres tan infantil. Cuando estás encima de mi espero que me beses y dejes de hacerte el interesante. Es así como funciona, amor.  
Pasas por el tono sarcástico de su última palabra, finges contemplar  lo que dice, pronto un gemido lastimero se escapa de ella. Ahora, ella parece menos dispuesta a besarte y más a echarte fuera de la cama.
Lena desliza su lengua sobre tu labio inferior, buscando la cicatriz que decora tu labio superior. Chupa y da mordiscos, soplando sobre la piel húmeda y, joder, solo quieres enterrarte en ella hasta que lo único que tenga en su mente seas tú y solo tú.
— Vamos, Nat- —ella comienza de nuevo y la detienes aterrizando tu boca sobre la de ella. Aprovechas sus belfos separados y adentras tu lengua en su cavidad templada. Ahoga un grito estrangulado. Sus pequeñas manos viajan hasta tus hombros donde aprietan y rascan la piel desnuda. Los arañazos de tu espalda son cortesía de la mujer debajo tuyo.
Te excita un poco que ella te marque.
Su relación-no-relación no va con los celos. Mucho menos con las líneas posesivas. Si fuera el caso, desde hace mucho Lena habría explotado con todas las veces que te encontró con la lengua dentro de otra garganta y las manos errantes por lugares más allá de los privados.
Bien, admites. Quizá ella no fuera posesiva, ni intimidante ni se sintiera de alguna manera amenazada por las chicas con las que te has acostado aparte de ella, pero hoy fue diferente. Lo sentiste en su toque abierto a ti frente a Sucrette, y en la aparente burla -realmente era vulnerabilidad–  que tenía su voz de campana.
Y si, serás un enfermo condenado  por pensar esto mientras ella sigue desgarrando cuanta piel tenga alcance, pero te gusta, realmente lo hace.
Te hace sentir querido, especial, amado por ella. Porque le importas.
Y tú tampoco eres celoso, ni posesivo.
Pero te encanta esto. Esta fiereza que demuestra al abrazarte con sus dulces piernas de porcelana.
— Nath, Nath, Nath... —murmura entre los besos apasionados. Mantienes tus ojos abiertos, anclados a sus pozos de mar Egeo, y lo ves ahí.
Lujuria. Tristeza. Pasión. Remplazo.
Ella tiene miedo a que la replaces por la mujer que fue tu primer amor. Por la chica alegre. La que tiene colores brillantes, sonrisas fáciles y una inmenso corazón que no esta protegido.
Se siente intimidada por tu exnovia.
Le teme a Sucrette.
Entonces, con tu corazón deteniéndose, la voz más ronca y tu ojos envueltos en el hielo tembloroso de su mirada, le hablas con un candor con el que nunca le has hablado a nadie.
— Yalena. —llamas suavemente. Ella está atenta, sus manos flojas sobre tu pecho, estás seguro que puede sentir el rápido latir de tu corazón porque eso es lo único que zumba en tus oídos— Te quiero.
Whoa.
Vaya, lo has dicho. Por fin. Fuera.
Ni siquiera "te quiero" era lo que ibas a decir. Tu mente había preparado un veloz discurso sobre porque no debía de estar asustada, ni triste.  De verdad, iba a ser rápido, contundente.
Bueno, lo fue. Mucho. Sólo ocupaste dos palabras. Fue un récord, ciertamente.
Supones que la conmoción, el aturdimiento, llena tus facciones, las diseña. El relajante sonido de la lluvia desaparece de la habitación, ni siquieras te das cuenta de si están respirando alguno de los dos. Lo cual es bastante estúpido, porque sino ya estarian muertos y...
Y estas comenzando a desvariar.
Así que con el renovado valor, tu mirada enfoca a la chica que esta debajo tuyo.
Ahora, hay una mezcla sorprendente de emociones en su rostro. Es gracioso. Lo máximo que la has visto demostrar emocionalmente es un ligera molestia. Claro, sus ojos dicen más pero estos parecen aún más revueltos que las líneas tensas de su cara. Parpadea, y quieres sonreír un poco.
— Yo.. y-yo.. uhm... —tartamudea con la voz susurrante, en blanco. Quizá con una constipación emocional porque, vamos, ella es como un maldito cubo de hielo. Es algo ignorante en estos asuntos.
Pero esa ya lo sabías, ¿verdad?
Sonríes un poco, tenso e –por Dios, que se apiade de tu alma descubierta– intentas relajarte con un pico sobre su diminuta nariz llena de pecas poco visibles. Ella parece más mortificada con esto.
Vale, esta  falta de reacción se vuelve algo tedioso. Y tu erección comienza a ser algo molesta.
— Lena - —comienzas a decir pero su mano va hasta tu boca, tapandola no de una manera muy delicada. La observas, su rostro se ha vuelto serio.
Bien, no esperabas esto.
— ¿De verdad? —inicia quitando su mano para que puedas hablar, lo cual quieres pero vuelve a interrumpirte— ¿De verdad me quieres? ¿Cómo es que me quieres?
Ah, ah, la fragilidad llena su voz. Ella se ve bastante pequeña ahora.
Delicada. Oh, y solo quieres atraerla y besarla por el resto de la noche. Por el resto de tus días.
Ugh, bien, sí. Estas jodidamente enamorado de Yalena Lacroze.
— Bueno, si. Te quiero.  —tomas su mano dejando un beso sobre la palma, ella se estreme. Sonríes  cínico— ¿Cómo es que cómo? Es de esa manera de la que quiero que nunca te vayas por las noches, ni temas poder tomar mi mano. Creo que lo que estoy buscando decir es que estoy enamorado de ti. ¿Es suficiente? —terminas con calma, con una emoción serena.
Sea lo que sea que ella diga a continuación esta bien. Te sientes bien al poder decir lo que sientes. El peso de tus hombros se vuelve mucho más ligero, sino es que nulo.
Entonces ella se ríe. No de manera sarcástica como suele hacerlo. Ni de manera rota. Ella es sincera. Totalmente un sonido cristalino, fresco, transparente.
Santa mierda,  crees poder nunca más no volver a escuchar ese sonido.
Las lágrimas se caen de sus ojos, sigue riendo aparentemente ajena al desastre que es toda ella. Pero se sigue viendo bonita. Ugh, en serio, incluso hace que el llanto sea algo elegante.
— U-uhm, eres un imbécil. —okey, si, el insulto definitivamente no lo esperabas. Estas algo ofendido por eso, de verdad— ¿Sabes que soy un desastre emocional, verdad?
Duh, claro que lo sabes— Creeme, linda, es difícil no notarlo.
— Cretino. —dice golpeando su pequeña mano sobre tu pecho desnudo, su otra mano encargándose de limpiar los restos de agua salada por su rostro— ¿Sabes que voy a lastimarte?
— Obviamente, tus marcas en mi espalda no son tan fáciles de esconder, ya sabes...
Ella sonríe, maliciosa, antes de encajar sus pequeñas  –muy, muy afiladas– uñas sobre tus pectorales. Siseas por lo bajo. Dios, ella es algo.
—Sabes lo que quiero decir. —bisbisea en tono ligeramente penoso. La besas apremiante porque ella se ve tan dulce que no lo resistes más. Empujando levemente, aparta su rostro del tuyo. Te observa, la notas tenuemente retraida.
Suspiras.
— Oye, no tienes que recordarme todos tus defectos, ¿sabes? —esperas que tu voz sea delicada, pero firme. No quieres asustarla más de lo que ya lo esta. Con cuidado, como si temieras que ella fuera a romperse, retiras un hilo bruno que cae rebelde sobre su rostro. Ella suspira al contacto. Y tu mano pica— No estoy enamorado de ti por aspecto o tus buenas acciones. Tampoco digo que no me importen porque, Dios bebé, lo hacen, mucho. —te detienes para respirar profundamente. Lena no aparta ni una sola vez la mirada de ti— Simplemente digo que sé perfectamente bien lo que estoy haciendo aquí contigo. Con mis sentimientos por ti.
— Tan cursi.
Levantas las extremidades de tus labios. Que irónico que sea ella la que diga eso.
— No hay necesidad de ser amarga, cariño. —la llamas burlandote, ella vuelve arrugar la nariz en completo desagrado. La besas a cambio— Entonces, ¿es suficiente o quieres un discurso exageradamente largo sobre lo mucho que estoy azotado por ti?
En este instante ella se ve mucho más calmada, sino es que bastante entretenida con tu elección de palabras.
— ¿De verdad? ¿Azotado? —pregunta mordiéndose el labio inferior— ¿Exageradamente largo?
Alzas los hombros— ¿Golpeado? ¿Terriblemente enamorado? ¿Bateado de amor por ti? Hay muchos eufemismos para esto, en serio. —bromeas, ella se ríe— Oh, si.  Muy, muy, en serio muy, largo. Creo que puedes dormirte mientras explico porque me encantan tus besos, o porque me parecen fascinantes los lunares en forma de constelación que tienes en la espalda o porque siempre tienes esa irritante manera de creer que tienes la maldita razón todo el tiempo.
— ¡Hey, yo si tengo la razón! —protesta por lo bajo. Pones lo ojos, riéndote a su costa. Lena refunfuña— Bien, quizá no siempre.
— La mayoría del tiempo, amor.
— Ugh, cállate ya. —entrecierra los ojos hacia ti. Dos rendijas incomprensiblemente azules— Y deja de llamarme así.
— ¿Entonces puedo decirte "cariño"? ¿Cielo? ¿Bebé? ¿Mi corazón? ¿Terrón de azú-
Lena brama una grosería que no estás muy seguro como va. Lanza miradas agrias en tu dirección.
— Sólo no.
— Pero...
— No.
— Que cruel.
— Ugh. —ella hace un gesto con la boca cada vez que algo la exaspera. Quieres sonreir, reir, pero te contienes. No quieres tentar tu suerte. Ella te mira fijo— Nathaniel.
— ¿Si?
— Te quiero también.
Esta vez, por supuesto, dejas ir una ligera risa. Hay una emoción en tu pecho que amenaza con hacerte explotar.
— Lo sé, nena, lo sé. —y la besas.
Suave. Delicada como ella sola, te devuelve el beso.
Dios, podrías hacerlo todo el tiempo.
— Ese me gusta. —dice entre suspiros que deja salir –es memorable porque, bueno, ella siempre se ha preocupado por no dejarte saber cuan complacientes son tus atenciones, aunque tú ya lo sabías– depositas calurosos besos por el linde de su mandíbula, deslizando tu lengua sobre la tierna piel de su cuello. Murmuras hacia ella un "¿uhm?". Tú atención se vuelve a saborear la piel lozana. Ella tiembla— E-ese mote. M-me gusta es-se.
Te detienes, riéndote poco después que la compresión llega a ti. La miras y Lena se sonroja, llenado su pálido rostro con un rosado demasiado apetecible. Aun así, su mirada es resuelta como un soldado.
Encantadora. ¿Qué harías sin ella?
Regocijante, exclamas— ¡Tan cliché!  
De pronto, sus manos están sobre tu rubio cabello, cepillando los cortos mechones. Hay tanto afecto en sus toques que no haces más que suspirar. Débil. Ansioso. Ella te hace anhelar más. Mucho más.
— Es mucho mejor que tus estúpidos apodos de mascota. —expone con su voz suave.
Lena es como un ligero roce de la flor que cae del árbol sobre tu cabeza. Y vaya que eres cursi, pero sientes que ella se lo merece, pese a que no lo dices en voz alta. Ella es una flor tan delicada, aparentemente marchita, pero con un dulzor vicioso.
Respiras profundamente. No dices nada más, ni ella tampoco. El entendimiento es mutuo. No se dirá nada más en lo que resta de la noche. Sonidos de amor serán lo único que deseas escuchar salir de sus labios rojizos. Y te pones a ello. dispuesto a cumplirlo.
Muy ligeramente, te das cuenta que la lluvia ha parado y solo queda el resplandor de la luna entrando por tu venta.
Y alivio es lo que sientes entre tanto amor que se desborda de ti.
Si, es una buena noche.
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*  .
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¡Hola!
Un tiempo desde el primer capítulo. Y no voy a darles excusas tontas sobre el tiempo para actualizar. Simplemente no tenía muchas ganas de escribir por la falta de inspiración, pero ¡hoy me ha dado un gran golpe mi musa y heme aquí :D!
Estoy tan feliz por sus comentarios, sus vistas y sus votos. ¡Tan feeeliz! Siempre es un gusto saber que alguien aprecia tu trabajo. Dan unos ánimos inmensos, de verdad.
Y vendré respondiendo sus comentarios en los siguientes días sin falta.
Gracias por leer y por las críticas. Una crítica constructiva siempre es buena para seguir mejorando.
¡Hasta la próxima!
LunFlo
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lymalish · 5 years
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Nathaniel
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lymalish · 5 years
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JJAJAJAJAJA bellos momentos :’)
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lymalish · 5 years
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Fashionable Nath! ❤ Admire the" I cant draw hand" pose https://www.instagram.com/p/B1ZWeWeoVcV/?igshid=1fdq390rt5v5b
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lymalish · 5 years
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Creía que no iba a seguir. Que la vida carecía de sentido sin ti… Vaya, que estúpida. Ahora soy más feliz que nunca.
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lymalish · 5 years
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Emotional Progress |Nathaniel CDMU| (on Wattpad) https://my.w.tt/THpGPZxDfV Y ella te amará, Nathaniel. No te lo ha dicho aún, pero lo hará. Habrá sexo y lluvia en la ventana. Ella romperá tu corazón y tú el suyo. Pero esta bien, porque estan juntos en esto. Sonrien. Lloran. Se desgarran. Y esta bien. Porque ustedes también saben joder a la vida.
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lymalish · 5 years
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¡HABLEMOS DE NATHANIEL!
Vale quería hacer esto, hablar de Nath, este chico es mi ruta y bueno posiblemente todo podría sonar como que justificó su actitud por ello, ¿quizás es así? Yo no lo creo realmente pero aquí mi opinión.
Desde el primer episodio no confío en todo lo que dice Rosa, a pesar de que la comprendo porque solo intenta protegernos, ella estudia para psicóloga y aún así ella no logra y no intenta entender a Nathaniel. 
Simplemente lo ataca y ni siquiera dice más allá de lo mismo: mala reputación, chicas y alcohol. (Como si ella no tomara o no nos intentara juntar con Hyun aunque en el último capítulo se ha dado cuenta de esto). Incluso Castiel o Kim nos han dicho más información: Yonkis, Barrios problemáticos y peleas. 
Sufrió abuso por parte de su padre, la persona que menos te debería dañar y además fue obligado a ser como su padre creía tenía que comportarse: Estudioso y responsable. 
Al final de CDMI, Nath se veía confundido, preocupado y muy mal, puesto a que siempre hizo lo que su padre iba aceptar dejándolo sin una meta o deseo propio, para ese momento Nath ya no tenía una idea clara de que ser y él mismo dijo que no quería estudiar nada referente a su padre, a diferencia de Castiel o Priya que cada uno tenía su meta-deseo-sueño e incluso Armin o Kentin al menos tenían una idea. 
Además, Nath ha mencionado que tienen muchas deudas por lo que es en parte por ello que posiblemente se metió en asuntos turbios. 
Nathaniel siempre fue rebelde desde que era niño (y en la última imagen de evento en CDMI se mostraba así), pero a base de golpes fue moldeado para convertirse en lo que conocimos en el instituto, al ser libre pudo hacer lo que quisiera pero ¿qué quería?… Añadir los problemas económicos, la presión de tu futuro colgando de un hilo, no tener a nadie para conversar y desahogarte porque la chica que antes te ayudo se ha marchado, tener que encontrar consuelo en las calles y que al final todos te den la espalda sin intentar entender la situación. 
Nota: Kim fue la única que siguió en contacto con él, sin embargo nunca fueron grandes amigos, ahora se llevan mejor pero se nota que ella no desea problemas y meterse en ese asunto y por ello nos da la información, porque hasta Kim sabe que si alguien puede salvar a Nath es Sucrette, aceptemoslo ella podía ser cotilla y metida pero era la única que se preocupaba por todos sus “amigos”.
Nath no es un santo, pero tampoco es tan malo y se nota que aunque lo niegue le está implorando ayuda a Sucrette, ella es la única que aún lo ve como el Nathaniel del Sweet Amoris o al menos que una parte de él sigue allí, ella es quien lo ayudó antes, básicamente Nath es un gatito asustado y a la defensiva que cuando ve a Sucrette se siente a salvo. 
Pero Nathaniel sabe que está metido en cosas graves, tiene sus motivos y en el fondo si no quiere contarnos es por ello; Sabe que si Sucrette se mete podría salir lastimada, seamos su ruta o no, él nos tiene cierto aprecio. Él quiere contarnos pero a la vez sabe que no debe hacerlo, sabe que es mejor ir cuidadosamente que decirnos y permitir que nos involucremos e intentemos arreglar todo por él.
Nath fue el títere de su padre, ahora está sin alguien que maneje esos hilos y Sucrette es quien tiene las tablas que lo sujetan. Castiel dice que quien fue lameculos siempre lo será por más que juegue al tipo rudo o malote, y en realidad Nathaniel sí es rebelde, coqueto y divertido por naturaleza, como también serio, responsable y consciente, parte del verdadero Nathaniel se refleja cuando está con Sucrette. 
Sobre los asuntos en los que se ha metido puede ser que vendía drogas, peleas clandestinas (Lo veo muy posible) o que golpeaba tíos por encargo como los matones o sicarios, pero tambien puede que ahora este infiltrado y de información a la policía, si los tíos con los que anda se enteran no va a salir muy vivo ni él, ni los suyos. 
Por lo mismo él no puede arriesgarse a tener alguien importante para él, suficiente tiene con Amber como para preocuparse por nosotras.
Es muy claro que Nath estuvo metido en algo muy pesado, por algo en el fandom tiene apodos como “Brayaniel” o “El narco” aunque él es más como un Racaille por su forma de vestir y actuar: Los Racaille, son los pandilleros de Francia y tienen un estilo impecable, ropa de la marca Lacoste, meten sus pantalones dentro de los calcetines o calzado pues piensan que es la prueba máxima de su buen gusto. Suelen juntarse en las estaciones de trenes suburbanos: se reúnen en manadas, escuchan música en sus celulares, acosan a las chicas guapas, atacan y roban. <- Ver la vestimenta de Nath y lo ligón que aparentemente es. 
Los acosadores 1 y 2 tambien son Racaille, una prueba evidente es como el rubio no solo nos molesto a nosotras, si no a Nina también.
En conclusión, va a ser muy difícil y fuerte su arco y ya me sospecho que va ocurrir un drama tremendo; Quizás terminen apuñalandolo, dándole una golpiza, disparandole o etc. 
Por mi parte yo soy ruta Nathaniel debido a lo ya escrito antes, además de que gustaba del Nath del instituto y eso no ha cambiado solo porque ahora es el “malote” o “la copia de Castiel” cuando en realidad es un chiquillo malo y un rollito de canela a la vez. 
Nath y Castiel son “bad boys” super diferentes, Cass era rudo sobretodo por lo de Debra, mientras que Nath lo era desde niño pero no lo mostraba, ambos visten distinto, Nath si ha convivido con tipos pesados mientras que Castiel solo fumaba y era “borde”. Así que Nath no es un “Cass 2.0″ al menos para mi, simplemente es como siempre debió ser.
No me gusta como han vuelto a Rosalya y Alexy y no puedo apoyar su opinión respecto a Nathaniel sin conocer la verdad, tampoco estoy muy feliz con Nath puesto a que su comportamiento cuando ofrecemos ayuda a veces es muy duro, sin embargo a él sí que puedo entenderlo y me vale un comino que no quiera, va a tener que aguantar y aceptar ser ayudado, incluyendo a Amber y su posible problema alimenticio.
Espero lo que falte por venir, me veo venir a Nathaniel “Del narco al policía” y pronto tener a mi bonito rubio, que lameculos o rebelde yo le quiero conmigo </3 (Aunque sí intenta que no lo maten mejor)
GRACIAS SI HAS LLEGADO AL FINAL ¿Qué opinas tú? 
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lymalish · 5 years
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Reconstruyendo |Nathaniel Fanfic CDMU|
I.- De cuando lo sospechas.
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"Comprendes. Y es cruel. Demasiado dolor por sólo entender a tu corazón."
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Abres los ojos desorientado, ¿Qué hora era? ¿Estabas a lunes o domingo? Desde que vives solo en aquel medianamente grande y frío departamento, acompañado por tu adorable mascota gatuna, sueles perder con regular frecuencia la noción del tiempo y el espacio. Uno de los tantos defectos de la soledad, junto con la pérdida de interés y la escasez de sueño.
Aún no ha amanecido, pero no puedes seguir durmiendo. Sólo tienes pesadillas cada vez que cierras los ojos, entonces ¿Para qué molestarse? Era una pérdida de tiempo, energía incluso, una lucha perdida.
Estiras los músculos antes de levantarte de la cama, y emites un largo y profundo bostezo que casi traga por completo tu habitación, llevándose a Blanca de paso. Al parecer, tu gesto ha molestado a tu gata que, con la elegancia de un felino, se baja de la cama para salir dignamente por la puerta de tu habitación, o así es como lo ves tú.
Ríes.
Blanca es una amargada a primeras horas del día.
Y ahí yaces inmóvil, recordando los sucesos de la noche pasada.
Tienes miedo de moverte, como si las sombras de tu habitación se transformasen en tus peores miedos. Aterrorizando a su paso, comiéndote vivo. Te sigues recordando, hasta que te pierdas en las memorias frescas de tu cabeza:
"¿Me amas? ¿Aún me amas? "
Hacía mucho tiempo, hubieras respondido que sí, que la amaste de verdad.
Y es de esperarse. Cuando tienes el corazón molido a pedazos, no hay nada mejor que la aceptación de lo que sea que se venga… Te evitas la pena de ver tus males con esa sorpresiva felicidad, con esa compañía repentina; y de paso, te ahorras un poco de drama emocional.
Así que sonreíste. Pretendes.
Actúas como si lo que hizo Sucrette con tu padre no tuviera mayor importancia. Como si hubiera sido lo mejor del mundo, que de cierto modo lo fue, pero no con los medios correctos.
Actúas como si no le guardaras una especie de rencor.
Y no, no la odias. Prometes.
Pero tampoco la amas. Ya no.
"Somos amigos", le recuerdas a ella después de su extraña pregunta. Se lo recuerdas al mundo, y a ti mismo. No porque guardes algún tipo de mal sentimiento al memorizar como te dejo así sin más, sin poner realmente resistencia. Actitud que te dejo ver mucho, demasiado de una faceta que no conocías de ella.
Repites, no es por eso.
Simplemente se acabó. El tiempo se encargó de llevarse ese sentimiento de amor que tenías. Además, pasaron tantas cosas… y conociste a muchas personas más.
No ibas a esperarla. Realmente, nunca la esperaste. Dijiste adiós, cierto, con frialdad y dolor, pero igual marcaste una línea donde terminaba esa relación, y empezaba algo nuevo.
Hasta que vinieron los problemas reales.
Tu padre. Ámber. Tus estudios. Y los asuntos que te tienen sumergido hasta el cuello.
Terminaron de cenar en absoluto silencio, recuerdas la incomodidad en Sucrette, la desilusión pintando sus ojos. No, no la amas, pero sigue siendo alguien especial dentro de tu vida. O eso crees. No estás muy seguro.
Siendo sincero, no estás seguro de la mayoría de decisiones de tu vida. Sólo que debes de proteger Ámber y punto. No hay nada más.
Aún así, se lo haces saber porque ella es Sucrette y tiene una especie de influencia en ti que no sabes cómo diablos sigue dentro de ti.
"Hey, oh vamos Su, eres importante, mucho", es triste y tan patético que te hace sentir una patada en el estómago cuando su sonrisa tímida, pero desolada, desfila por su rostro. Sostienes la mano que está en la mesa entre las duras tuyas. Es abismal el cambio, pero la suavidad de su piel no te transmite nada.
Y te sientes un poquito vacío por eso.
La noche transcurre con relativa normalidad después de eso, pero la comodidad que había entre los dos se esfumó. Sin decir nada, ambos apuraron la comida dentro de sus bocas y pronto estaban fuera del restaurante. La acompañaste a su dormitorio, y sin dejar que la despedida se alargara más, sales pitando de ahí.
Volviste a la pequeña ciudad, y la ves tras la ventana de una acogedora cafetería.
El cabello bruno sujeto en un desprolijo moño alto sobre su cabeza. Labios resecos de tanto alcohol ingerido, y las pequeñas y bien cuidadas uñas de un color morado que hace resaltar aún más su piel casi traslucida.
No es que lo pienses realmente, te lleva medio segundo el entrar a la cafetería y sentarte frente a ella.
El café está intacto sobre la mesa, y las hojas amarillentas de su maltrecho libro te dicen que ella lleva un buen rato ahí, sentada, solo leyendo. No te dirige la mirada para nada, no parece importarle. La sexta vez que pasa de página y terminas por desesperarte.
"Pareces un ratón de biblioteca" sueltas no de la mejor forma. Ella pasa una nueva página, no voltea a verte ni una vez.
"¿Y me lo dices tú?" su voz es suave y relajada, contrastando con la grave y ronca tuya. De un movimiento pone el separador de páginas sobre la página que estaba leyendo "Eres el rey de las ratas que se esconden en una biblioteca"
Ella por fin te mira, y sonríes de medio lado.
Aunque no estás muy seguro de si es porque ya no eres ignorado o por verte reflejado en sus pozos cerúleos.
"Odio que me interrumpan al leer, lo sabes"
"Sí, lo sé" respondes con total cinismo, la sonrisa más ancha y los ojos de ella escudriñándote con curiosidad, como si verte sentado frente a ella fuera algo inusual. Y lo es. La mayoría de las veces que la ves es porque ella está debajo de ti, tú arriba a la vez que la miras llenarse de suspiros que nunca escapan de su boca.
Recordar eso no te ayuda en nada, por lo que desvías la vista hasta la portada de su libro. Letras doradas adornando el cuero negro y desgastado. Ella está leyendo a Borges, de nuevo.
"Veo que he influido en tu gusto, Yalena"
Ella da un vistazo a la portada, sus mejillas adoptan un sutil rosado, resaltando las pecas de su nariz. Asiente mientras balancea el libro entre su mano derecha. No te dirige ninguna palabra más, supones se ha perdido en sus pensamientos, y tú aprovechas para observarla con total libertad, sin la censura de sus orbes helados sobre ti.
Recuerdas a Sucrette, su larga cabellera siempre prolija, lacea y castaña. Su piel tersa con aroma a durazno. Los ojos ingenuos, los pasos torpes y su pequeña nariz metiéndose donde no la llaman.
No la odias. Prometes. A ti y sólo a ti –porque honestamente, a nadie más le interesa–.
Pero muchos días sientes como si la odiaras. Un poquito.
O quizá no es odio, tal vez sea envidia.
Ella siempre luce perfecta. Como si nunca sufriera nada, tan impoluta.
Entonces vuelves la vista hacia la chica frente a ti, ahora vislumbras su perfil, el ondulado de sus pestañas oscuras y las líneas tristes que rodean su boca de algodón.
Yalena mira hacia fuera. Está lloviendo.
El calor del local parece acogedor, pero no lo suficiente para que ella no se encoja en su asiento. Meditabunda y melancólica.
Yalena siempre te ha parecido hermosa. Desde el instituto, problemática, irritante y casi siendo una completa irresponsable, pero hermosa.
No estás seguro de como clasificarlo, pero el desastre que parece acompañarla te resulta fascinante.
Y vaya que no eres el mejor hablando sobre esto, pero al volver a verla luego de tantos problemas —problemas tuyos, de los que temes incluso pronunciar en tu mente por su complejidad– lo único que logras apreciar es una persona igual de sola que tú.
Cuando Yalena Lacroze se cruzó contigo afuera de la salida trasera del Snake Room, con el asfalto mojado y el estrepitoso ruido del lugar de fondo, reconociste el dolor en ella y estás seguro de que ella reconoció el tuyo.
La lluvia caía, como ahora sobre la ventana.
Yalena ya no te mira, ni siquiera cuando dejas pagado su café intacto —que terminaste bebiéndotelo tú–. No lo hace ni cuando la tomas por la cintura, y el frio de su cuerpo parece inmune al calor de la cafetería.
Ella solo te mira cuando la besas sobre los labios resecos, parados sobre el umbral de su apartamento. Y te pierdes en el anhelo de sus ojos.
Y huyes.
Ahora, que por fin puedes moverte hasta el baño, donde las baldosas blancas parecen ser tu salvación dentro de tu frío departamento, entiendes un poco porque dejaste ir a Sucrette ayer.
Y no la odias, tampoco es envidia, sabes bien.
Y, mientras miras el reflejo tuyo sobre el espejo del baño, sabes que estas cayendo profundo en alguien igual de roto que tú.
Pero algo dentro tuyo te dice que eso esta bien.
Oh, eso esta tan bien.
━━━━━━━༺༻━━━━━━━
Ardes en furia, el saco de boxeo es tu punto de desahogo.
Sucrette y Kim parecen un par de idiotas mirándote con sus bocas semi-abiertas y los rostros desencajados. Eres un idiota al que le gusta presumir de vez en vez, pero hoy no. El cabreo nubla tu juicio, no haces más que imaginar a los causantes de tu enfado, masacrando al pobre saco.
El imbécil de su ex novio está molestándola, de nuevo.
Yalena parece querer huir, a pesar de estar de farra a cada jodido rato.
Los gilipollas que trabajaban para ti no hacian más que darte problemas.
Ámber se había desmayado de nuevo.
Y tú solo quieres arrancarle la cabeza a alguien.
Recuerdas la primera vez que tuvieron sexo. Fue caliente, furioso, arrebatador; repleto de aromas fuertes, desahogo y algo parecido al anhelo.
Tú seguías siendo el matón de la ciudad.
Ella era una rebelde sin familia y una paria para la misma.
Juntos eran solo dos seres humanos que el mundo había jodido por placer.
Dejaste que ella te acariciara como nunca nadie lo había hecho antes. No como las caricias desesperadas de tus múltiples conquistas. No con amor como Sucrette. Era más profundo y desgarrador. Era cicatrizar. Y te gustó.
Te hizo sentir deseado, aceptado, y aunque no fuiste feliz –dejar las drogas no es tan fácil– lograste ver un poquito de luz en ese túnel que habías dado por hecho permanecía cerrado y sin salida.
La miraste a los ojos –de ese color tan azul gélido que te fascina– y le sonreíste.
No fue falsa, ni creída, mucho menos superflua. No pretendiste. No jugaste a no sentir.
Dejaste el disfraz a un lado y la dejaste entrar —más de lo que quisiste, o pudiste evitar–. Sacaste tus miedos en una noche lluviosa y te permitiste ser tú mismo por primera vez en hacía ya mucho, mucho tiempo.
Y cuando probaron la fruta prohibida –tú y ella–, pretendieron que el árbol no se marchitaba. Cerraste los ojos al cielo, le permitiste gobernar tu propio infierno personal por sólo unos instantes.
Y entonces siguieron viéndose, con la oscuridad siendo la única testigo de sus andanzas. Rosalya, que parecía haberse vuelto su amiga más cercana, parecía sacar odio por cada uno de sus poros al verte.
"La haces más frágil."
Pero no era cierto, porque Yalena siempre es fuerte. Con sonrisas bonachonas, palabras amargas y un extraño gusto por el té hirviendo y las hojas casi desprendidas de un viejo libro.
Das un golpe tan fuerte al saco que el ensamble que lo sostiene suelta un horrible chirrido. Kim parece querer darte una patada en el culo. Vale, te has pasado. Apenas si controlas la desdicha que se aloja en ti.
— ¡¿Eres idiota?! —pregunta la morena acercándose intempestiva a ti. La miras sin expresión, y Kim suaviza el semblante, no por nada es tu mejor amiga. Suelta un largo suspiro— Nath, está bien que descargues tu furia ¡pero no la agarres sólo contra el saco de boxeo!
— Vale. —eres escueto, con la acidez de la bilis quemando tu garganta.
No esperas más, bajas de un salto del ring tomando tus cosas, listo para emprender la marcha fuera de ahí. Sucrette parece morir por preguntarte algo, no le prestas mayor atención. Sí, eres un jodido cabrón, con un humor de mierda. No tienes la paciencia para lidiar con preguntas entrometidas, por lo que sales con prisa del gimnasio. Vagas por las calles, zigzagueando el camino y así evitar a la castaña.
Caminas y a lo lejos observas una mata de color gris. Él esta parado al final del callejón, inmóvil y besando a una chica que se te hace ligeramente conocida.
No lo notas hasta estar a centímetros de ellos. La sonrisa suficiente florece de tus labios, acentuando la cicatriz de tu labio superior. Carraspeas, tus brazos están cruzados porque es la mejor forma de contener las inmensas ganas que tienes por molerlo a golpes.
— Vaya, vaya ¿pero a quien tenemos aquí? —tu voz sale fuerte, ellos se sobresaltan y desgraciadamente estás tan cerca que escuchas el sonido pegajoso que sale de sus bocas al separarse. Quieres vomitar— ¡El novio modelo!
El muy desgraciado parece inmutable ante tu presencia, oh, pero tú sabes. Tú sabes muy bien que él esta llorando por dentro, esperando que no le toques ni uno sólo de sus lustrosos cabellos de niño bonito. Vaya demostración de valentía, ni sus burdos ojos verdes pueden mirarte por más de unos segundos.
Una risa maliciosa se ahoga en tu pecho.
Quizá, de vez en cuando, te gusta presumir de la reputación que te preside, sobre todo si puedes intimidar.
— Nathaniel. —musita dejando ir a la chica. Ahora la recuerdas, es la misma pelirroja con la que estabas apunto de revolcarte cuando Sucrette los descubrió en el hueco de las escaleras del dormitorio de la universidad. La pelirroja te mira y sonríe con insípida simpatía.
Lanzas una sonrisa seductora a la chica antes de enfocar toda tu atención en el hijo de perra que parece salir corriendo pidiendo auxilio. La chica sale del callejón poco después.
— Noel ¿has perdido tu teléfono y no sabes cómo volver sin el maps?—preguntas burlón recordándole la vez que había ido a buscar por primera vez a Yalena y el muy imbécil no sabía para donde ir sin su teléfono.
A veces te preguntas si había gente tan idiota en el mundo. Solo bastaba con recordar al cretino de Castiel y no te quedan dudas.
— Que gracioso. —dice con aquella voz pedante que te crispa los nervios. Mientras más lo miras, te preguntas que diablos vio Lena en él. El tipo es un completo imbécil. De pies a cabeza— Que bueno que te veo, Nathaniel. Tengo que hablar contigo.
Alzas una ceja, intrigado por la próxima burrada que saque— ¿Sí?
Sonríe, y tú sabes que lo que viene va a estar bueno.
— Deja a Yalena en paz. El compromiso no se ha cancelado del todo. —inicia y tú lo miras con incredulidad. ¿Qué? ¿Qué mierdas había dicho? ¿Qué te alejes? Bastardo ¿Cómo siquiera podía decir eso sin ahogarse con su propio cinismo?—… Ella va a recuperarse de esto ¿comprendes?
— Por más que lo intento no soy capaz de entender cómo puedes ser tan idiota, Noel.
— Cállate Nathaniel. —gruñe.
Suspiras y das un paso a él. No lo ve venir, y cuando quiere decir algo más tu puño se impacta en toda su cara.
Mejor, mucho mejor. Llevas meses con las ganas, no hay nadie más en el callejón excepto ustedes dos. Y está bien.
Joder.
Se sintió tan bien.
Aunque no mejor que los golpes que le siguieron.
━━━━━━━༺༻━━━━━━━
—Eres una irresponsable.
Bufa—Pero mira quien viene a dar sermones, Mr. Responsable.
Pese a tu molestia, ríes. Ámber es tu pequeña hermana, solo estás preocupado hasta las trancas. Sobre todo dado su condición.
— No puedes andar por ahí sin temer a nada, Ámber… ¿podrías prestarme atención? —emites no muy contento. Ella se ha recostado sobre tu cama con Blanca entre sus brazos, tienes la impresión de que ambas están dándote por tu lado— De verdad, eres insoportable.
Es el turno de ella de reír, y eso te alivia. El dolor no ha hecho gran cosa en ella esta vez, su sonrisa es prueba de ello.
— Tan amargado. ¿A qué si, Blanca?—la felina maúlla, como aprobando las palabras de tu hermana. Bufas y Ámber vuelve a reír, esta vez la diversión acompaña el sonido.
— Me alegro que estés bien. —admites. Ámber te mira en silencio desde la cama.
No mientes. Estás realmente feliz por ella.
— Hey, Nath. —te llama queda— Esta bien. —te susurra mirándote a los ojos. En sus orbes verdes no hay dudas— Todo esta bien. Estoy bien. Vamos a salir de esta, como ya lo hemos hecho antes.
Sonríes para que tus miedos no se asomen, y agobien a Ámber.
— Claro, por supuesto. —musitas en tono obvio, ella pone los ojos en blanco— ¿Cómo no saldríamos de esto? Somos tú y yo.
Ella niega divertida por tus payasadas, Blanca los mira a ambos y poco después cae dormida en los brazos de una, igualmente, durmiente Ámber.
Viras el rostro hasta la ventana. Llueve, y es inevitable que no la evoques en tu mente. La lluvia te recuerda a ella.
Igual de fresca.
Igual de triste.
Pero eso no importa ahora, piensas al sacudir tu cabeza, despejando las ideas fatalistas de ella.
Miras una vez más a los dos seres más importantes de tu vida, hasta el momento.
Ámber esta bien, te auto-convences. Todo va a estar bien, tal como ella lo dijo.
Te embarga un sentimiento de esperanza. Mientras piensas, eres positivo. Puedes ignorar un rato más la cruenta realidad.
Ustedes van a salir de esta.
* .
* .
· ✦
· ⊰ ⊱┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈⊰ ⊱ ·
Amo a Nath, seriously. 🍃💜
LunFlo🌙
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lymalish · 5 years
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So Cute🍃
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“ Who’s cuter ? “
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lymalish · 6 years
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bonus:
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