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#Migración
versuasiva · 5 months
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2 años
hoy cumplo dos años fuera de mi país, fuera de mi zona de confort, lejos de mis evidentes “fuerzas para seguir adelante”.
hoy estuve nostálgica, pensando en estos últimos tres años, porque el año que vine, también lo cuento,
mis razones, mis dudas y miedos al venir, pero entonces me transporto al dos mil veintiuno, en mi casa feliz, con mi ex futuro esposo, mi hijo gatuno -speedy-, mi hijastra perruna -layla-, un sábado, si nuestros sábados eran simplemente maravillosos, luego de mi estrés de lunes a viernes de estar en la oficina o en algún lugar haciendo campaña política o ayuda social, y el home office de mi futuro esposo, era hermoso, tengo que hacer un texto sólo hablando de eso pero volvamos, regreso a esos sábados y recuerdo que en algún momento de uno de esos sábados, me miré al espejo de mi hermosísimo cuarto de baño y dije: “no soy feliz”, eso me transportó al dos mil veinte, cuando luego de unos sucesos sumamente traumatizantes para mi, mi padre me decía “tienes que irte de aquí, migra, en otro país puedes comenzar de cero y tener paz finalmente” recuerdo cada domingo con el tema en la mesa “ya estás ahorrando para viajar hija?” si papá, respondía. por momentos pensaba que el amor de mi vida no me quería cerca a él pero luego entendí que sólo quería verme feliz, en paz, luego de tanto dolor.
el tiempo, la cuarentena, el covid, pasó y me enamoré de una gran persona, mi papá dejó el mundo terrenal y yo, entre la espada y la pared, elegí seguir, luchar por irme. mi pareja lo supo desde siempre, “valerie en algún momento se irá” y aún así, nos comprometimos, hicimos vida juntos. recuerdo esa angustia de contar los meses, días de venir, mi gato, mi hijo, mi soporte, es demasiado, decía.
mi vida hace dos años era completamente diferente, yo vine siendo una niña de papi, mimada, engreída, con todas las comodidades que existían, pero vine sin papi y sin alguien que cumpliera esas comodidades, mirando en retrospectiva, la valerie del dos mil veintiuno aplaude a esta valerie. ¿porqué? me convertí en una adulta responsable, que trabaja, estudia y depende absolutamente solo de ella. aprendí a llorar a solas, valorar las cosas-sigo trabajando en ello-, curarme sola, cuidarme, valorarme y sobretodo amar mi soledad.
cuando migras a un país sola, tienes dos caminos o eres exitosa o fracasas en el intento. ¿yo? siempre gano. hasta la batalla más difícil de mi vida, la voy ganando y mi oponente es fuerte, soy yo misma.
la depresión es normal cuando dejas todo y te vas sola, está “permitida” pero no es válido estancarte, no pedir ayuda.
recientemente me encontraba muy mal, mi vida pedía ayuda a gritos, lo hice. volví a mi ayuda.
han pasado dos años llenos de nostalgias, recuerdos y el famoso “en mi país yo..”
han pasado dos años sin recordar lo que se siente abrazar a mi madre y decirle buenos días a mi padre, han pasado dos años desde que me despedí de speedy, mi gato, con la promesa de traerlo, han pasado dos años que me despedí de mi pueblo -el pueblo de mi madre- y mi queridísima lita (abuelita), han pasado dos años donde me e cuestionado mi futuro, e caído y levantado, dos años desde que la mitad de mi alma se quedó en mi casa de mi infancia, dos años sin un desayuno/almuerzo/cena familiar, dos años sin ver a mis mejores amigas, aunque una ya esté aquí, me falta un par..
dos años de tratar y encontrar paz en algún lugar seguro, dos años viviendo experiencias que me encantará contarles a mis futuros hijos, dos años donde aprendí a ser madre, compañera, novia, estudiante, dos años equivocándome pero aprendiendo al máximo, son dos años donde la vida comenzó a sonar con el background de “sky full of stars”, donde e viajado y vivido tanto que si no tuviera videos no me lo creería.
realmente no estoy tan inspirada para este texto pero quería hacerlo para recordar esto tan importante, si, ajá. dos años viviendo sola al otro lado del mundo, dependiendo de mi, mi papá en el cielo y mi suerte.
estando aquí e pasado situaciones fuertes y las superé y aunque por momentos no recuerde mi meta final, hace un par de semanas la recordé, gracias a alguien que le tiene miedo al futuro.
recordé que yo tengo planeada mi vida desde que tengo uso de razón, coherencia y ganas de soñar, volar. así que gracias por estos dos años a mi misma, mi familia y sobretodo a españa.
gracias por que me queda un poco más por vivir aquí y me e quedado tan pero tan enamorada que estoy segura que volveré muy probablemente a hacer vida larga aquí, mudarme y pasar mis días finales en el lugar que me dió una segunda oportunidad de vida, me hizo fuerte y me cumplió sueños. mientras tanto agradezco estos dos años y voy a disfrutar mi último año aquí, al máximo, lo prometo.
¿qué sigue? lo que siempre comento a las personas en quien les confío mis sueños y metas de vida: ir a mi siguiente y tan esperando destino por más de diez años. ¿una pista? oceanía. ¿miedo? sí, pero ganas de ir a donde mi alma pertenece, muchas más. así que por ahora, volví a mi modo “focus in me”, porque me quedan pocos meses para reparar lo que tenga que reparar y ser mi mejor versión para seguir cumpliendo mis sueños-metas.
por segundo año consecutivo,
valeria, lo estamos logrando.
un abrazo fuerte por si un migrante
me lee, mucho aguante, que si se puede. xx
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Taki lived beside the whale bone arch at the edge of the Chukchi Sea in Point Hope, Alaska.
The arch is made of two bowhead whale jaw bones planted in the ground, forming a gateway from the water to the land.
It whispers quietly to the world, "The Balaenidae mysticetus gives its life to the people, and they give their lives to each other.
“Give,” it says.
Her house was made of yellow wooden slats and a red tin roof.
It had four windows.
There was one for each side of the house.
She could see to the north, south, east and west around the Arctic land and sea.
A little chimney rose slightly above the roof's ridge.
Smoke from the evening fire swirled ever so gently into the night.
It thinned itself up and out into the star filled sky.
She sat by the fire in the front room, warming herself against the long night of the deep Arctic winter.
She looked out over the Chukchi Sea.
The water was calm.
Stars reflected off of it like little lights.
Ice floes moved slowly with the tide.
Whales sang to each other.
"Small spaces," she thought, "hold the world together.”
She saw a boy standing under the whale bone arch.
The wind blew off the icy sea and whipped his brown face until he looked as if he might become a part of the sand, salt and sea.
His shirt and coat weren't enough to protect him from the cold, and the skin of his cheeks and the water in his eyes froze with the sunset.
"He looks so small against the sea and the sky," she thought.
Small things struggled to survive around the Chukchi Sea, she knew.
Her heart was big and warm.
This helped her live in that cold, icy place.
Her kind eyes were as brown as the earth beneath the snow.
This helped her see in that fierce, white land.
She took a lantern out of the window and headed out into the night to guide him in.
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sr-roto · 7 months
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jrlrc · 1 month
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A un año
Es la política migratoria, fanático: ahí está el problema. Lo que tú defiendes sólo porque es de AMLO.
Y como en casi todo lo que se relaciona con AMLO, no se acabó con la corrupción sino se acabó en la corrupción. Los que acusan corrupción en todos los demás, usan corrupción para casi todo:
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Avanza cooperación entre México y Estados Unidos para atender migración: SRE
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desnervadero · 3 months
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UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental)
Rubén Mendoza para El Espectador, 17 de enero de 2024
De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte.
Más abajo transcrita para quienes no tienen suscripción.
UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental) De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte. 
Siempre oí que nuestro apellido no era “Mendoza”. Se lo había cambiado nuestro bisabuelo libanés, Moshem, para poder ingresar a este país tan solemne con los inmigrantes blanquecinos y tan duro con los coloreaítos. Que nadie sabía pronunciar o escribir el apellido del bisabuelo, que lo habían tumbado con unas letras de cambio, que así le hicieron un cheque chimbo. Pero la historia era mucho más triste. Era de un corazón migrante que no llegó a atravesar el mar para juntarse con los míos, sino que llegó a la muerte por el atajo de la decepción y la tristeza. 
Aunque la historia en general la conocían entre adultos no llegaba a nuestra generación. Y aunque había sido contada en un par de textos públicos -entre esos un “diccionario” de los orígenes de la comunidad Eudista, en el que a un tío sacerdote lo referenciaban con un resumen de lo que voy a contar-, no sé si un halo de vergüenza la tapaba, porque la tristeza así de radical atraviesa las generaciones con la culpa… o no sé si esa dura historia de orfandad es el origen de la angustia que nos ha llevado a tener una especie de árbol cancerígeno, entre tantos enfermos de la familia, en vez de genealógico. Toco madera. Una tristeza encondada, metastásica, transecular y trasatlántica. La verdadera historia a mí me llegó tarde. Apenas hace un par de años, y en cuanto supe y reconocí el dolor de la bisabuela, sentí como si una pieza encajara en mi corazón. Reconocer su dolor de ballena encallada nos ha hecho cercanos como nunca lo fuimos, pese a no haber estado al tiempo en el planeta y estar en dos reinos distintos: el de la vida y el de la muerte. Sin embargo un octavo de mi corazón, mal hechas las cuentas, le pertenece, y allí ella palpita, se regocija, y vive en mí: me sana, eso siento. Bisbuela oriental, tan distinta a la de Raúl. Abuela mariposa desquiciada en mis corazonadas, antes de nombrarte cuento a quien lea y a vos, acá en mí, que te amo infinitamente. Y que honro y agradezco la valentía de tu dolor, que me tiene hoy acá, valiente y en gozo y adolorido, atravesando el océano de la vida y del amor y del desamor. 
Era la caída del imperio Otomano la que tenía esa tierra ardiendo en esa ocasión. Los hombres que querían una vida, pero sobre todo vivirla, partían de la persecución, por razones religiosas, y por los afanes obvios que implanta la guerra a la orilla de la muerte. 
Cuento lo que sé como lo sé.
Se pactó que se quedaba mi bisabuela Yesmín con los niños -sus criaturas y algunas del clan: primitas y primitos con la niñez aturdida-, bajo sus alas. Uno de ellos, mi amado abuelo: Tanius. Miembros de la familia partirían en dos embarcaciones buscando asentarse como una semilla que lleva el viento, y en cuanto tuvieran donde posar el cansancio y llorar hondo, sin pena, porque habían nadado hasta la otra orilla, mandarían por los suyos. Así partió mi bisabuelo, Moshem, el papá de Tanius, esposo de Yesmín, quien pronto dejaría de llamarse y apellidarse como hasta entonces: su nombre se adaptaría o traduciría: Moisés. Los dos barcos tenían como destino Florida, en Estados Unidos, a donde llegarían unas semanas después, en ese mismo 1911, o por ahí. Sin embargo, el barco donde iba Moshem hacia su nuevo nombre, debía hacer una parada de un par de días en Barranquilla, en Puerto Colombia: nada más ver tierra sin sangre pensó que arrancaría andar, y se bajó del barco así, solo, porque solo se puede ser un andariego, y eso explica que casi nunca esa palabra se use en plural. 
Dejó un amigo en el puerto, de nombre José, y empezó a andar Colombia por sus venas vigorosas de ese entonces. No sé bien el recorrido que seguro se sirvió del Magdalena, que llega al Sogamoso y este al Chicamocha, y así hasta encontrar Málaga, Santander, donde se asentó casi un año después. Durante ese año solo había mandado unas 3 veces “correspondencia”. No se hacían cartas porque todas las cartas se violaban en el país en guerra, pues a todas se les suponen riquezas y secretos, así que se escribían las noticias y las intenciones en pañuelos. Y los pañuelos eran llevados cada tanto por “baisanos” que era, ante la ausencia del fonema “p” en su lengua, como les decían a los “paisanos” los turcos, que solo tenían de turco el pasaporte y el gentilicio que les habían cambiado al llegar acá. Cada baisano viajaba con el pañuelo como quien llevara simples mocos en el bolsillo, pero llevaba claves para cambiar vidas, noticias para reencarrilar un destino, augurios maravillosos y confirmaciones tenebrosas de ausencias definitivas: un pleonasmo pues muchas ya lo eran allá, al zarpar, del otro lado. 
Mi bisabuelo concentró los primeros pañuelos en dejar explicado el alfabeto y su traducción, para que si lograban reencontrarse en estas tierras, como todos soñaban, ellos supieran los caracteres latinos y pudieran borrar su nombre escribiendo el nuevo, en el control migratorio, y pasar como colombianos que volvían. Era el pañuelo la clave de una partitura más grande. Así llegaban al otro lado unas cartas sin palabras pero con letras que les ayudarían a escribir una nueva vida, en otra parte, lejos del horror. La bisabuela andaba ansiosa y con su salud agarrada de los pocos hilos de los pañuelos, sintiendo que el infierno se prolongaba indefinidamente, y que las condiciones del conflicto los obligaban cada vez a peor alimento y en menor cantidad. 
En el año 1993, siendo yo aún un niño, grabé una entrevista, con una cámara prestada por el tío sacerdote, a la tía María (que se llamaba Mariem al otro lado del charco), quien tenía casi 90 años. La grabé haciendo kibbes, contando lo que recordaba de la guerra, sucumbiendo a mi inexplicable terquedad con una pregunta que yo descolgué no sé de donde, sobre unas cáscaras de naranja que tenían que comerse pues no había más. Ella no reconocía el episodio. Pero contaba historias de su tierra y los baisanos… Ella llegó con unos 7 años a Colombia, y no había perdido gota del acento pero sí todo pigmento de su pelo: blanco atabacado. Yo no sabía nada de lo que estoy contando, así que me dediqué a insistir en lo que había oído, y a registrar y saborear su delicia de presencia, que siempre gocé… Recordaba la guerra, la invasión de langostas, la niñez empolvada y desértica: era fácil ver su dolor por lo tanto fácil ver su fuerza. Fue una de las primas de abuelo Tanius que quedó bajo las alas heridas de mi bisabuela Yesmín, mientras venían a este lado del océano. 
Viajaron los primeros pañuelos con las instrucciones de cómo escribir sus nombres al llegar: ya no habría Tanius, ni Mariem, habría Antonio y María… y Felipe, y otros… Pero la posibilidad de irse del Líbano se enredaba y para la bisabuela Yesmín se esfumaba. Ya en Málaga sin embargo, haciendo equilibrio en un solo pie, pero equilibrio al fin y al cabo, Moisés antes Moshem, envió la carta definitiva explicando cómo sería el movimiento para que todas y todos pudieran salir hacia buen puerto, a Colombia, y toda la logística, contactos y fechas respectivas. En cuanto encontró baisano con bolsillo y retorno, la envió. La “carta” iba para una aldea cercana a Beirut, donde vivía la familia, llamada Bteghrine. A Bteghrine le busqué la etimología básica: Lugar de Guerreros, dice lo primero, Lugar de Rocas, dice lo segundo. Y la tercera es la vencida, era la vencida: Casa de la más triste… A ese pueblo debería llegar con las instrucciones el pañuelo que, ojalá, después se batiría para despedirse de la patria. 
El mensajero llegó al Líbano, no sé a qué ciudad ni qué tan lejos de Bteghrine quedaba, con la razón que ya llevaba un año cocinándose, y lágrimas como no cabrían en ese pañuelito. Dobló y guardó su ropa de occidental en el armario, con el pañuelo adentro, y se puso su ropa árabe. Después de llegar al Líbano pasaron, según me contaron, un par de meses antes de que se decidiera a llevarlo, o se acordara de que tenía en el bolsillo del vestido guardado el destino de muchos para los que el mundo era un pañuelo. 
Cuando el  baisano llegó a la casa de la más triste, mi amada bisabuela Yesmín, se enteró de que ella había muerto hacía dos o tres semanas: de “pena moral”, creyéndose abandonada, apuñalada por promesas rotas, y, con el dolor del abandono, reventando sus hilos de la salud, y de la cordura… no sé… no lo sé… estaba muerta.
Dicen que cuando Moisés se enteró en Colombia, sin ser si quiera esporádico tomador de trago se mandó de un envión una botella de ron… En el vacío de la botella lanzó su mensaje al infinito con su sonrisa encerrada para siempre. Se volvió hosco, y distante. Eso entiendo. Eso cuentan. Y sacó fuerzas de donde pudo para empezar a alistar la misión con la algo así como decena de niñas y niños que vendrían. Entre esos sus 5 retoños enfermos de orfandad y de la guerra. Con un frío en el alma que jamás se iría, y que condenaría por ejemplo, siento yo, a mi abuelo Antonio, a morir de cáncer de pulmón, 50 y tantos años después en las montañas de Boavita, Boyacá. 
Los niños viajaron. Y me gusta en las cumbres de los hongos y de las raíces, imaginar su mínima presencia épica. Dejando a la madre, a la madre patria, a la lengua, a las imágenes que supongo de la madre agónica procurando sonreír, mientras entraba a la siesta larga, a la salud total, como me gusta llamar a la muerte, que es la ausencia de todo dolor. 
El apellido duraría otros cientos de kilómetros flotando en el mar, pero se desvanecería en la orilla, en la playa, en Puerto Colombia. Moisés antes Moshem, buscó a su amigo José Mendoza para que operara de doctor y le salvara a los niños llegados en el barco extirpándoles el apellido y donándoles el suyo, y diciendo que eran su familia. Así, como quien se quita una muela, todos pasaron de apellidarse Tabcharani (es una de sus variaciones ortográficas), a apellidarse Mendoza. Tanius Tabcharani es mi abuelo Antonio Mendoza. Y así su prima, sus hermanos, así quienes llegaron… Todos pudieron firmar gracias a los pañuelos, a la fuerza de Moshem, a la generosidad de José, a la tristeza de Yesmín. 
El abuelo Antonio entró con unos 13 años a Colombia y se destetó de Málaga cuando tuvo edad para poner su propio almacén, en Boavita. Droguería, ferretería, colchonería, mercería. Medía más de dos metros y parecía un exabrupto en las fotos del pueblo. Un monte en un valle. Mendoza, que además quiere decir “la sombra de la montaña”. Lo quiso todo el pueblo. Fue casi mitológica su bondad como su estatura, donó los relojes de la iglesia y participó en las cadenas para traer piedra desde la quebrada, La Ocalaya, hasta las torres que los sostendrían. No respondía cuando los baisanos le hablaban en su lengua, decía que era falta de respeto con los vecinos. Los 13 de junio organizaba un banquete para los necesitados en su casa. Aunque el banquete era a diario porque se casó una primera vez y tuvo 13 hijos; solo un par no sobrevivieron al trauma del nacimiento. Al primero lo llamó José Mendoza, en agradecimiento a quien le dio la entrada a su amada Colombia, donde pudo quemar las naves. Enviudó. De nuevo el frío aire de la muerte a sus pulmones. Luego conoció a mi abuela, Emperatriz, con quien tuvo otros 13. De esas dos uniones quedaron 24 hermanos vivos para amarse profundamente, y reunirse, aún ahora, cada 2 años, los que van quedando y sus proles. Los libros en árabe los deshojó para envolver puntillas. No dejó que ningún hijo aprendiera su vieja lengua ni viajara a averiguar nada. Él había nacido en Puerto Colombia con su nuevo apellido, y en el amor de cada hijo que lo distanciaba de esa orfandad de plomo, piedra y polvo. Pero ya ha amanecido y esa es otra historia que si me permiten contaré cuando caiga alguna otra noche. 
Por el momento pensar en que la bisabuela sobrevivió a la guerra lo que pudo, pero no al desamor. Murió de amor, que es mucho lujo en la guerra. Supongo que nada épico para mi abuelo y las otras crías. Mi amor para esa que murió de amor porque yo de amor he matado tantas veces como me he matado de amor, porque esa muerte se devuelve. Como hoy, que muero dulcemente de amor por volver a ver el amor, el amo de amos, a las manos, a la cara, a los ojos. Como hoy matando al que he sido, matando mi apellido, diluyéndolo en el mar para volver al mío. 
Bisabuela bendita, somos colegas del alma y del espíritu. No llegaste acá donde se muere tanto de amor  como de maña, de bala y de pena. Pero sobrevives como una hormiga reina, en decenas de Mendozas que en realidad somos tus Tabcharani. Mi amor en una botella hasta el infinito, donde te encuentre. 
Rubén Mendoza
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versosdenapalmblog · 1 year
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CARPAS EN LA CALLE
Las carpas se erigen
como figura icónica
de la catástrofe.
Esperábamos un futuro
se habló de autos voladores
y lo que tenemos
es un siglo XXI
lleno de carpas.
A lo largo de nuestra avenida
familias enteras
en desamparo y miseria.
Todo se mezcla:
delincuencia
adicciones
violencia
mugre
dolor.
Empiezan a aflorar carpas
por avenidas principales.
Son huellas
fallas de un sistema
todo agujereado
como un gran colador.
Carpas con migrantes
carpas con indigentes.
No tengo para el arriendo
no tengo trabajo
no quiero terminar
en una carpa.
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ancientoriginses · 4 months
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Los científicos están revelando los secretos escondidos dentro de los dientes, exponiendo la antigua historia de la migración de los nativos americanos. Este trabajo ha revelado un gigantesco movimiento masivo de personas que abandonaron el este de Asia y viajaron a América hace al menos 16.000 años.
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rutasandinas · 5 months
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Reduce tu velocidad ✈️
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intentodemigrante · 1 year
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Hola viajero :)
Si te preguntas qué tan complicado es ser migrante, lo es y mucho.
Hay que luchar a diario con la barrera cultural, todos los países tenemos diferentes costumbres, comidas, chistes, palabras, por más latinos que seamos, somos todos muy distintos. Migrar dentro de tu propio país es como chiste comparado a mudarte a otro, ya sea dentro de latam o cruzando el charco.
Son cuestiones de adaptación, todo lleva tiempo, pero el ser humano es adaptativo al ambiente en el que se encuentre, así que me voy adaptando.
Lo que más extraño es la comida, cuando vas de paseo la comida te parece increíble siempre, pero cuando te toca vivir y comer eso siempre, se vuelve terrible. ADAPTATIVO, hasta el paladar se tiene que acostumbrar, a esos nuevos sabores y texturas.
Viajero, estar lejos de casa es difícil, pero tampoco es que te vaya a matar de un infarto - a menos que no hagas ejercicio regularmente - hay días buenos y días malos, días en los que se extraña hasta lo peor del país y días en los que se agradece por estar lejos de eso. Pero si la vida misma es un viaje, el único camino es siempre hacia adelante, así que a hacer limonada.
Si te preguntas qué tan complicado es ser migrante, se ríe y se llora, pero se vive y se goza, porque todos los días es un logro y nuevas experiencias en esta vida; quién sabe si en la siguiente lo recuerdes, hay que aprovechar mientras tienes memoria. En ésta vida soy migrante y exitosa, en la siguiente espero tampoco arrepentirme de mis decisiones.
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dkingsphoto · 10 months
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Some photos of Colchane and the migratory crisis. February 2022
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versuasiva · 3 days
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resulta que soy fuerte
e pasado media vida llorando,
llorando por momentos que ya ni recuerdo,
con la cruz en el pecho,
arrastrándome por lugares insalubres y codiciosos,
lamiéndome las heridas cada segundo, pensando en curarlas,
abrazándolas,
poniéndoles nombres,
cada año un nombre nuevo,
son tantos que ya ni los recuerdo,
y aquí voy de nuevo,
he pasado media vida soportando,
cargando con situaciones que creía irreparables,
¿y la muerte?
ya estuve ahí unos segundos y volví,
volví para venir al otro lado del mundo y seguir acumulando,
acumulando momentos, que parecen irreparables y a la vez momentos inimaginables, la diferencia ahora es que, me siento un poco mejor,
lejos de eso,
lejos de mi media vida, donde la he pasado llorando y que realmente, no voy recordando ni un poco para poder seguir disfrutando de mi otra media vida donde,
mi sonrisa es mi mejor amiga.
escrito el diez de marzo de dos mil veintidós, lo publico ahora porque, me encuentro en el mismo momento, siendo más fuerte que nunca.
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josesilva3001 · 2 years
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Si en verdad los gobiernos quisieran parar la migración deben ofrecer trabajos y salarios dignos, educación pública y gratituita, sistemas de salud gratuitos y eficientes, así como otra serie de demandas sociales que realmente son derechos que deben conquistarse y dejar de hacerle el juego a países imperialistas.
JM Silva
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otra--misma · 11 months
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Ser una persona no deseada (o eso pareciera)
Las fronteras son un invento, si no lo sabias o lo olvidaste te lo recuerdo. Las fronteras y su consolidación empezaron en el siglo XVIII, en un mapa (una proyección de la realidad pero NO la realidad) se dibujaron líneas por acuerdos o guerras entre hombres que poco entendían o conocían lo que iba a quedar dentro de la línea y por fuera de ella.
Lo que quedo por fuera definitivamente fue una comprensión de la diversidad, adentro un afán de homogenización del Estado para que tuviera más sentido, más fuerza, más "identidad". Claramente no me gustan para nada esas líneas, porque también crearon barreras, muros (literales o burocráticos) entre la humanidad. Y es que las personas se mueven, desde que existimos nos hemos movido por todo el planeta al igual que otros animales, por mejor clima, comida, reproducción...
En mi caso, me moví por amor, por conocer y empezar en un nuevo lugar, no muy lejano ni distante de mi país, pero sin duda diferente. Claro que al ganar en varias de esas cosas también perdí otras. Al igual que cualquiera que migre, sea cual sea su razón, dejamos atrás mucho, pero eso no nos detiene ya sea por necesidad o ambición. Esa movilidad me llevó a tener nuevos títulos que no sé muy bien como cargar como esposa o migrante. Al igual que las fronteras, son cosas inventadas, palabras en un papel y en la burocracia, pero con consecuencias muy reales (y duras en muchísimos casos).
Afortunadamente llegué como migrante legal, lo cual también me genera problemas porque NINGÚN ser humano es ilegal sin importar donde estén y de donde vengan. Pero en esta dicotomía perversa de la sociedad estoy en el "mejor" lado... No he dicho de donde vengo y a donde llegué, y creo que es importante en cierta medida pero lo que estoy diciendo no es ajeno a millones de personas de otras partes del mundo.
Soy colombiana y uruguaya, y vine a México. Claramente hay una similitud en el idioma, la región, hasta culturalmente en muchas cosas. O pues eso pensé, pero la verdad es que las diferencias han pesado, pesado mucho. Y mi experiencia no es ni tan dramática, dura o injusta como para otros miles de migrantes, pero no por eso menos real e importante. Las diferencias no deberían alejarnos tanto, aún estando en el mismo continente, pero el peso histórico, geográfico y los prejuicios han creado un mundo de hermetismo.
Al poco tiempo de llegar ya había cambiado mi forma de hablar, por cortesía deje de decir expresiones colombianas que no se entendían o tenían significados opuestos que en México, y poco a poco hasta mi acento lo he perdido. No me ha parecido tan difícil, pero también me he dado cuenta en los últimos meses que he normalizado comentarios y situaciones discriminadoras, prejuiciosas e incomodas por mi propia nacionalidad. Sólo cambiar mi forma de hablar ha tenido un efecto que no espere de desapego con mi país, con mis expresiones favoritas, mi cotidianidad, mis recuerdos...
Creo que he sido en parte ciega a las situaciones indeseables por mi nacionalidad, primero porque México es un país "cercano" y segundo, por no creo que nadie quiera aceptar el rechazo. En México, país latinoamericano que amo y disfruto, hay un nacionalismo muy fuerte (y con ese vecino del norte no es de sorprenderse) y el nacionalismo es uno de los ingredientes para la poca apertura a la diversidad. El nacionalismo mexicano y su constante situación del ver al norte le ha generado un vacío hacia el sur, una ceguera dolorosa hacia otros compatriotas latinos que habitamos América.
En esa ceguera me han hecho comentarios prejuiciosos y hasta bastante ignorantes sobre Colombia (si supieran...) también desconfianza de mí, mi familia, mis estudios, mi realidad que quedó allá en el sur, cuestionamientos de qué hago acá, por qué no me voy de regreso... Lamentablemente estos comentarios los he recibido hasta de personas que consideré casi como mi familia. El dolor, la humillación e injusticia de ser juzgada por cosas que han hecho otros colombianos (con los que no comparto absolutamente nada) se ha vuelto una constante.
Y no he sentido esta xenofobia de solo personas, sino dentro de las mismas instituciones gubernamentales. Sólo en el aeropuerto hay una salida especial sólo para suramericanos y centroamericanos con más revisiones de seguridad. También desde el gobierno de la ciudad donde estoy promueven prejuicios contra colombianos y venezolanos que lo único que crea son generalizaciones peligrosas. Y no pongo en duda que en el futuro seguiré recibiendo comentarios desagradables.
Me duele muchísimo porque no imaginé recibir tanta xenofobia de México... o de los mexicanos que han hecho esos comentarios. Y obviamente no todos ni todas las mexicanas son así, y he tenido la oportunidad de estar es espacios donde me siento bienvenida y segura. Pero la sorpresa de no esperar ese tipo de xenofobia todavía sigue siendo una pastilla dura de tragar.
Por eso escribí esto, para liberar un poco estos sentimientos, para recordar que no importa de donde vengamos y adonde vayamos, las fronteras más fuertes que hay hoy son las que están en las personas que rechazan la diversidad de este mundo. Movernos, por cualquier razón es válido, valiente y hermoso.
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missemymorales · 1 year
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Carta a un deportado
Si emigrar no es fácil, regresar no lo es menos. Si emigras con miedos y expectativas en el equipaje, regresas con más de lo mismo, miedos y expectativas. Si en el proceso de adaptación hay decepciones, regresar a casa tiene sus propias decepciones que se agravan porque piensas que regresas a lo conocido. Pero lo conocido eso es solo una ilusión. Tú has cambiado. Alejado de la supervisión de los…
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