Dualidades, la propia existencia de nuestros andar coinciden con la dualidad. Sin embargo, el amor nunca es del todo rojo o dorado.
Nuestro cariño no parece ser suficiente para mantener el gato con vida, y nuestras voluntades no distinguen lo real de lo ambiguo.
Somos una tormenta añorando el verano, ahora creo que somos la misma dualidad y será acaso que estamos vivos? ¿Acaso realmente es muy tarde para nosotros?
Ahora contemplo la caja y deseo que no haya nada en ella, escucho tu silencio y brotan los claveles que sembró nuestra pequeña paradoja, arremeto a mi lógica, para dejarlo morir.
Desearía poder ofrecerte mis lagrimas, pero supongo hubo una razón por la cual tu poema se separo de mi cuaderno y aún aferrándome a él, nuestro gato de schrödinger no lograra salir de esa caja.
"Te borraría, pero a mitad del proceso, vería uno de los recuerdos que tuvimos, que harán que mientras más te quiera olvidar, más querré que te quedes en mi mente, porque ahí es donde perteneces."
El "problema del mal" o "paradoja de Epicuro" trata de explicar por qué no puede existir un Dios omnisciente (que todo lo sabe), omnipresente (que está en todas partes), omnipotente (que todo lo puede) y omnibenevolente (totalmente bueno).
¿Tú qué crees?
"El hombre, en su orgullo (arrogancia) creó a Dios a su imagen y semejanza"
Puede que el universo sea infinito. Pero recordemos que existen infinitos más grandes que otros. Infinitos que forman parte de infinitos muchos más grandes. Entonces, tiene que haber cosas inimaginables ocurriendo en este momento fuera de este universo.
La apariencia más cercana a la libertad reside en el salvajismo desenfrenado de las criaturas, similares a las bestias indómitas que nunca obedecen a ningún amo, ni se inclinan ante los dictados de su propia conciencia.
En verdad, en las enmarañadas redes de la realidad y la percepción, existe una curiosa paradoja: una paradoja en la que los desenfrenados habitantes de la naturaleza, libres de las cadenas de las normas sociales, son a la vez soberanos y súbditos de su propio dominio. En verdad, no deben lealtad a ningún maestro y su conciencia permanece libre de las exigentes investigaciones de la autorreflexión.
En el tapiz caleidoscópico de la existencia, este espejismo de autonomía se asemeja a una danza cósmica, donde la naturaleza misma se convierte en un escenario, y cada criatura, en un actor del gran teatro de la naturaleza. Una criatura así, liberada del yugo de la obligación, se convierte en protagonista involuntaria de una narrativa tejida por las manos del destino.
Sin embargo, dentro del desierto de esta aparente libertad se esconde un enigma nebuloso, una pregunta que resuena a través de los pasillos de la incertidumbre existencial: ¿la criatura salvaje, libre de restricciones y ataduras, realmente escapa del laberinto de su propia conciencia, o no es más que un peón en su poder? ¿Un juego cósmico, bailando al ritmo clandestino de un titiritero celestial?
Se desarrolla una paradoja: una paradoja en la que la libertad y el cautiverio están entrelazados, y la criatura salvaje, aunque aparentemente liberada, permanece atrapada en el enigmático tapiz de la existencia.