Tumgik
#levihan latinoamerica
elmundodeflor · 3 years
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levihan - oneshot
No era amor.
Lo que sentía por Hanji no era amor.
Que pudiera escucharla hablando largo y tendido sobre nada en particular no era indicio de ello. Tampoco aquel extraño cosquilleo que le anudaba el estómago cada vez que lo tocaba inocente, casi jugando. Era tonto que sus pasos lo llevaran siempre en su dirección, o que sus ojos terminaran siempre buscando encontrarse cómplices con los de ella. El miedo que le obstruía el pecho ante la sola idea de perderla le parecía incluso ridículo, irracional, también.
Porque lo que sentía por Hanji no era amor. O al menos, de eso había querido convencerse. Con sus labios fundiéndose en los de ella. Con sus lenguas deslizándose la una por sobre la otra. Con la tibieza de sus respiraciones agitadas entremezclándose en la desesperación de cada beso. No era amor.
Quizás había sido el estúpido juego del que Mike los había obligado a participar. Quizás había sido que, con un par de copas encima, ninguno de los dos había pensado con claridad. Quizás, con la cabeza liviana y dándoles vueltas, terminar el uno encima del otro no les había resultado tan descabellado después de todo.
-Levi, para. - la oyó jadear contra su boca. Estaban en la cocina del cuartel, escondidos en lo envolvente de la penumbra. Hanji estaba sentada sobre la mesada de granito, despeinada y con las mejillas apenas teñidas de rosado. - ¿Y si alguien entra y nos ve?
Él la observó fijamente; el gris de sus iris resplandecía intenso bajo la luz amarillenta del candil, hablando sin hablar. Erwin, Moblit, Mike, Nanaba, ya todos lo sabían. La inexplicable cantidad de tiempo que pasaban juntos o la forma tan peculiar en la que se miraban habían sido prueba suficiente. Los roces casuales en los pasillos y cómo se entendían sin la necesidad de palabras, causa infame de rumores.
Tal vez, hasta entonces, ignorarlos había sido la mejor de las opciones. Tal vez, jugar a ser mejores amigos era más fácil. Tal vez, así, hubiese podido deshacerse del hormigueo en la panza con el correr de los días. De los años. Por arte de magia. Porque no amaba a Hanji. No podía amarla. El amor era un lujo que soldados como ellos no podían permitirse.
-No importa. - murmuró, plantando un beso fugaz en la comisura de sus labios, luego otro encima de ellos. Hanji sabía a vino, y a dulce, y a primavera, y juraba que no le molestaba empalagarse de ella. Porque no sentía amor. Ni un poquito. O al menos, de eso todavía quería convencerse. Con todas sus fuerzas.
-Levi…- la escuchó exhalar de nuevo, casi sin aliento. Su voz era una súplica entrecortada en medio del silencio, una confesión tácita de lo que ninguno se animaba a pronunciar. Sus manos se perdían entre los finos mechones de su pelo oscuro, y las de él casi se hundían demandantes en sus caderas, atrayéndola más y más contra el calor de su cuerpo. – Vamos a mi habitación…
Él asintió, rendido, pegando su frente a la de ella. Su corazón latía tan desenfrenado que temía que fuera a explotársele justo allí, sin previo aviso. Jugar a ser mejores amigos ya no alcanzaba. Nunca había alcanzado. Ya no podían seguir mintiéndose tan descaradamente a sí mismos.
Porque el amor tenía un precio demasiado alto para soldados como ellos. Sin embargo, allí, borrachos, en aquella cocina sucia y maloliente, Levi tenía la leve impresión de que podía rozarlo con la punta de los dedos. Aunque fuera efímero, aunque fuera sólo por un mísero instante.
-Vamos. – concluyó, sin tapujos. Hanji enredó las piernas alrededor de su torso mientras él la levantaba y cargaba firme entre sus brazos.
Quizás se arrepintiera en cuanto los mezquinos rayos de sol develaran irrevocables sus secretos, impidiéndole escapar de ellos. Quizás, se arrepintiera en cuanto tuviera que enfrentarse cara a cara con la única verdad de la que ya no podía ocultarse. Quizás, se arrepintiera en cuanto todo aquello que nunca podría llegar a ser quedara expuesto a la luz de un nuevo día.
Porque Hanji y él ya no eran mejores amigos. ¿Qué clase de amigos se besan a oscuras? ¿Qué clase de amigos piensan en hacerse el amor, ebrios, una madrugada? Hanji y él no eran mejores amigos. Se atrevía a decir que nunca habían querido serlo.
Porque lo que sentía por Hanji no era amor. Ni de cerca. Ahora, con su boca buscando nuevamente la suya lo comprendía.
Lo que sentía por ella iba incluso mucho más allá de eso.
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elmundodeflor · 3 years
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levihan - oneshot
HOLA A TODOSS! ESTE ES EL ONESHOT QUE ESCRIBI PARA EL ULTIMO DIA DE LA SEMANA LEVIHANN. 
La tematica era “trajes tipicos” de nuestros paises y, siendo argentina, se me ocurrio que no habia nada que nos representara mejor que nuestra camiseta. En este oneshot, ni Levi ni Hanji son argentinos, pero se les da la “casualidad” de ir a ver juntos un partido de la seleccion. Espero que les gustee!
Desde ya, enormes gracias por todo el apoyo y cariño de siempreee. Lo valoro y aprecio mas que nadaa.
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A Levi no le gustaba mucho la gente. En realidad, no le gustaba cuando la gente se agolpaba en grupos enormes. Tampoco le gustaban los ruidos fuertes y estrepitosos, ni rozar los cuerpos sudorosos de desconocidos. Ahora que lo pensaba mejor, no tenía ni idea de por qué mierda había dejado que Mike lo convenciera de acompañarlo a ver el partido. ¡Mike ni siquiera estaba allí! Se había disculpado con alguna excusa barata y le había regalado su entrada a Hanji, la científica loca amiga de Nanaba. Se había topado con ella un par de veces en alguna que otra fiesta, pero lo cierto era que nunca habían llegado a hablar mucho. Iniciar conversaciones no era precisamente lo suyo.
Quizás por eso cuando Mike le hubo aconsejado que se tomara esto como una especie de cita, Levi no había podido hacer más que lanzarle dagas con los ojos. Ahora, casi pasados los quince minutos del primer tiempo, comenzaba a creer que el muy imbécil le había cancelado a propósito, que lo tenía todo planeado desde un principio sólo para molestarlo. Suspiró, irritado. Ya iba a pagárselas más tarde.
Su mitad del estadio era una vibrante marea celeste y blanca; algunos llevaban los colores pintados en la cara, otros ondeaban banderas saltando salvajemente encima de las gradas. Todos cantaban a gritos cosas que Levi distaba de entender, pero que suponía eran obscenas. En frente suyo, los fanáticos brasileros actuaban no tanto menos descerebrados.
-Tch, idiotas. - murmuró para sí. No estaba seguro de qué podía resultar tan emocionante acerca de once tipos corriendo detrás de una pelota. No obstante, tampoco era como si pensara darle demasiadas vueltas al asunto.
Miró de reojo a Hanji, que estaba parada justo a su lado, tan centrada en el juego que durante el último rato apenas sí había reparado en su presencia. Su cabello castaño caía rebelde desde la media cola en lo alto de su cabeza, y una sonrisa amplia decoraba sus labios. Llevaba una camiseta algo ajustada a tono con sus pantaloncillos de fútbol, y tenía dibujadas dos banderas de Argentina; una en cada mejilla. La había pasado a recoger en su coche viejo, y durante todo el camino la había escuchado parlotear sin parar acerca de las formaciones de los equipos y las estadísticas de los jugadores.
- ¿Sabías que el número veintidós estuvo lesionado gran parte del torneo y hoy le pidió especialmente al entrenador que lo dejara jugar? - se inclinó para susurrar en su oído, haciéndose escuchar por encima del bullicio. Levi buscó en el campo al hombre que Hanji estaba señalándole y se encogió de hombros.
-No, no sabía. - repuso. Sus ojos trazaban atentamente el recorrido de la pelota; desde el tal veintidós a un morocho que aparentemente se apellidaba “De Paul”, y de De Paul a Messi.
De pronto, todos los gritos antes ensordecedores parecían haberse acallado uno a uno. La multitud observaba con la expectativa atragantada en el pecho, y la tensión era palpable en cada rincón del estadio. Messi corría como si la vida se le fuera en ello, y Levi se halló a sí mismo hipnotizado ante el movimiento inhumanamente veloz de sus pies. No había visto muchos partidos de fútbol antes, pero podía estar seguro de que nunca había presenciado nada igual.
Su mirada paseaba entre Hanji y lo que ocurría en la cancha. Allí, el capitán acababa de ingresar al área rival luego de haber esquivado a tres defensores sin mucho problema. La tensión crecía y crecía a medida que se aproximaba al arco, y Levi creyó sentir una leve opresión en el pecho; la misma que era evidente en el rostro de Hanji y las expresiones del resto de la audiencia. El silencio era tan profundo que, en medio de la inmensidad de las gradas, casi podría haberse oído caer un alfiler. Era como si el tiempo hubiese comenzado a transcurrir en cámara lenta.
Tres. Dos. Uno.
La pelota voló disparada por los aires en el momento exacto en que el arquero de Brasil se tiraba al suelo.
- ¡Gooooooooooool! - gritaban todos. El grito era desaforado, afónico, casi de alivio. Mientras Messi recorría el campo para festejar el punto junto a sus compañeros, el estadio entero vibraba con las voces unidas de la gente; muchos bailaban, otros saltaban y cantaban con fuerza, algunos incluso lloraban emocionados. Desde su asiento, Levi los observaba callado; estaba convencido de que nunca comprendería la locura por el fútbol, aunque lo cierto era que tampoco era algo a lo que le molestara acostumbrarse.
El indicio de una sonrisa asomó sin previo aviso en las comisuras de sus labios, y curioso se volteó para estudiar cuál había sido la reacción de Hanji. Jamás, ni en un millón de años, hubiese esperado encontrarse con que ella también había volteado a mirarlo a él.
- ¡¿Viste eso, Levi?!- exclamó entusiasmada, lanzándose a sus brazos totalmente embriagada por la alegría del momento. Él se sobresaltó un poco ante lo repentino del gesto, pero así y todo no la apartó de su lado. El abrazo era agradable y cómodo, cálido y familiar. Tan así, que hasta tenía la ridícula impresión de ya haberla abrazado muchas veces antes.
-Como si no verlo hubiese sido una opción…- resopló, de pronto muy nervioso. Su corazón latía tan de prisa en su caja torácica que se obligó a tomar distancia para ralentizar su pulso. - Ahora muévete de en frente, cuatro ojos, que estás tapándome el partido. - añadió, de mala gana.
Ella chasqueó la lengua, volviendo a su asiento muerta de risa.
-Aguafiestas. - lo codeó, divertida.
Levi enarcó ambas cejas y se limitó a centrar nuevamente su atención en la cancha, donde el partido se reanudaba una vez más. Quizás así Hanji no se percatara del suave rubor tiñéndole las mejillas.
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Argentina era finalista del mundial. ¡Finalista! Había vencido a Brasil por dos a uno, con goles de Messi y Di María casi al último minuto. La semana siguiente debían disputar el título contra Italia en Wembley y todos decían que iba a ser el partido más esperado de la década. Levi no entendía nada de fútbol, pero la verdad era que no le resultaba difícil imaginárselo.
La salida del estadio había sido una total y absoluta locura. Afuera miles de fanáticos saltaban y cantaban con las banderas en alto delante de un par de cámaras de televisión, mientras que otros llamaban a sus familias de vuelta en casa para darles las buenas noticias, gritando casi sin voz hacia el lado opuesto de la línea. Las cuadras aledañas eran una fiesta; la marea celeste y blanca volvía a inundarlo todo. Tan así, que Levi había tenido que mantener su mano sobre el hombro de Hanji para no perderla entre el tumulto de gente.
Ahora caminaban a través de la acera principal, junto al ancho del río Thames. La noche londinense estaba algo fresca, pero agradable de todos modos. La luna plateada se reflejaba redonda sobre el agua, y las estrellas no eran más que puntos brillantes casi perdiéndose entre las luces de la ciudad.
A su lado, Hanji se tambaleaba, completamente borracha. Había arrastrado a Levi hasta el bar de un amigo suyo para celebrar la victoria y, como era de esperar, la media botella de vino que habían descorchado comenzaba a hacer efecto.
-Es raro, pero creo que ahora me pareces mucho más agradable que cuando me pasaste a buscar. - confesó, deslizando un brazo por encima de su hombro. Levi se tensó de inmediato; allí estaban otra vez, esos mismos nervios que lo habían asaltado cuando lo hubo abrazado en el estadio.
-Es el alcohol, cuatro ojos. - señaló, en voz baja. - Yo no hice nada.
Ella lo observó atentamente durante una fracción de segundo, y apoyó su cabeza contra la de él. Estaba algo mareada y sus pies se enredaban entre sí, casi igual que los pensamientos que se formaban uno tras otro sin control en su cerebro.
- ¿Voy a volver a verte? - le preguntó entonces, de la nada. Levi se detuvo en seco, con las llaves del auto colgando entre los dedos; aquello lo había tomado totalmente desprevenido. Contempló a Hanji, que acababa de ponerse roja como un tomate, y pronto se percató de cuán escasa era la distancia que los separaba. Estando así, tan cerca de ella, podía sentir su aliento tibio y dulzón dándole de lleno en el rostro. Incluso podía apreciar el largo de sus pestañas oscuras bajo los cristales de sus gafas.
-Vamos a la misma universidad, idiota. – murmuró. De pronto, notaba la garganta reseca. - Podrás verme todas las veces que quieras.
Ella sonrió. La sonrisa era tan cálida que Levi sintió un hormigueo extraño retorciéndole el estómago. Lo cierto era que no le agradaba la gente, pero quizás después de todo Hanji sí. De vuelta en el bar, charlando con ella en la barra vacía, era casi como si el tiempo se hubiese detenido y sólo existieran ellos dos. Como si escucharla parlotear durante horas acerca de sus intereses y aventuras tuviera la misma magia y magnetismo que ver a Messi pateando una pelota.
Caminaron un poco más. La brisa de comienzos del verano les acariciaba el pelo y generaba pequeñas olas en la superficie planchada del río. Pese a que aun no era demasiado tarde, Londres dormía sumida en el silencio de las calles desiertas. A lo lejos, Levi finalmente divisó el negro de su coche. Debía admitir que, al fin y al cabo, se lo había pasado bastante bien.
- ¿Crees que podamos mirar juntos el próximo partido? - insistió Hanji que, todavía a su lado, había vuelto a apoyar la cabeza en la suya.
Levi asintió.
-Le diré a Mike que saque las entradas.
Oh, cómo odiaba reconocer que el muy imbécil había tenido razón.
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