Tumgik
#podría jurar que nunca le vi el rostro antes
sunaether · 4 months
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Che, alguien puede decirme por qué la cara del pibe de akmu me suena tanto? Tipo, se presenta en mi mente como un meme histórico pero no entiendo POR QUÉ
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thisisksoo · 8 months
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Kyungsoo piensa que están enamorados, incluso si lo suyo es algo secreto que sólo se escucha a voces por los pasillos de la empresa. Él lo ha estado desde el 2014, cuando sus ojos se encontraron por primera vez y supo darle nombre a los temblores involuntarios, al nerviosismo desmedido; a la alegría desbordante que nacía cada vez que le tenía cerca. Esa que nunca fallaba en adormecer sus sentidos, y en llenarle la garganta de mutismo. ㅤㅤㅤㅤ A Kyungsoo le gusta pensar, siempre que tiene la oportunidad de quedarse dormido con el sonido de su voz saliendo de los audiculares, que ella también lo está. Quizá no desde hace tanto, pero lo está, sin importar si suelen evitar hablar sobre el tema. ㅤㅤㅤㅤ SeHun no lo cree así. Kyungsoo lo sabe porque al contrario de Minseok, este es el primero en llevarle la contraria siempre que la fantasia del amor correspondido toca a su puerta luego de un día complicado. El primero en unir los puntos cada que le ha mirado aislarse en los asientos traseros de la van, en su camino de regreso a los departamentos; desde los cuales Kyungsoo ha esperado casi un millar de veces, que las tímidas pero satisfechas sonrisas que suelen invadirle al recordar alguna de esas famosas desapariciones que no sólo restan 1 de nueve, sino también 1 de cuatro, pasen desapercibidas. Incluso si es consciente de que cosas como esas no pueden ocultarse del todo.
— Así que... ¿Otra cita secreta? —Kyungsoo le escucha decir. Volviéndole con ello (de nuevo) el primero en preguntar. ㅤㅤㅤㅤ — No sé de qué hablas —le responde sin siquiera mirarle, no muy dispuesto a darle más detalles de los que ya ha cometido el error de mencionar. ㅤㅤㅤㅤ — No hay necesidad de fingir, yo los vi —la voz del menor es aspera cuando lo dice, Kyungsoo casi podría jurar que está haciendo una mueca en esos momentos— Ella parecía muy apurada. ㅤㅤㅤㅤ — No vuelvas a esperarme fuera de la sala de ensayos —agrega tajante, dándose la libertad de golpear suavemente el muslo ajeno con su puño, no muy contento con el tema de conversación que el contrario ha elegido— Te he dicho que yo pediré tu ayuda si la necesito —exclama un poco más alto, lo suficiente para recibir el apoyo de un tercero que como el chico, guste de ser igualmente entrometido. ㅤㅤㅤㅤ — Vamos, SeHun, ni que fueras tan bueno. Dale a Kyung un respiro —la grave voz de Chanyeol llega a sus oídos desde los asientos delanteros al segundo siguiente. Todos saben que el castaño adora reñir con el menor, pero ni siquiera si Kyungsoo lo hubiera planeado, la reacción de este hubiera sido tan perfecta. ㅤㅤㅤㅤ SeHun a su lado bufa cuando la mirada severa de Junmyeon le intercepta; deteniendo una posible pelea de insultos por la que Chanyeol tendrá que esperar un poco más, si es que realmente desea escuchar los gritos que el menor tiene preparados para él. ㅤㅤㅤㅤ Kyungsoo sólo sonríe, agradeciendo en silencio y con un suave asentimiento las contemplaciones del líder. Nadie quiere tener una noche tranquila más que el mismo, pues desea recostarse en cama a rememorar los momentos vividos hasta hace poco, y olvidarse por un segundo de las actividades venideras sin que algún otro le interrumpa, sin embargo, los deseos no siempre pueden volverse realidad y Kyungsoo lo confirma cuando ante todo pronóstico, las palabras de SeHun terminan con esa atmosfera de calma una vez más. ㅤㅤㅤㅤ — ¿Quién se cree? —susurra el menor, y un nuevo bufido se le escapa de los labios— Sólo porque las más jóvenes lo miran anhelantes piensa que es el rey del mundo. ㅤㅤㅤㅤ — ¿Las más jóvenes? —cuestiona Kyungsoo, entre confundido y curioso de sus delirios malhumorados.
— Sí, las más jóvenes, como tu chica, ¿no te has dado cuenta de cómo lo mira? —replica SeHun, su tono es serio a pesar de las muecas de disgusto que se ven reflejadas en su rostro, aumentando la confusión que Kyungsoo siente respecto al tema. ㅤㅤㅤㅤ — ¿Lo hace de alguna manera en especial? —se atreve a preguntar, no muy seguro de querer escuchar la respuesta. ㅤㅤㅤㅤ — ¿En serio nunca lo has notado? —exclama el menor con sorpresa, negando con la cabeza mientras le mira de reojo— Incluso Joohyun decía que a Wendy siempre le habían gustado los raperos, aunque era muy tímida para acercarse, al menos, hasta ahora. ㅤㅤㅤㅤ — ¿De qué estás hablando, SeHun? —responde Kyungsoo ya un poco molesto, olvidando las sonrisas mientras sus cejas se curvan con ligera frustración. ㅤㅤㅤㅤ — Hace poco los vi saliendo del salón tres de canto, ya sabes, ese que es un poco más espacioso, y que está más insonorizado que otros —agrega SeHun y lejos de ser malicioso, Kyungsoo cree que su voz refleja un poco de lástima— Y si quizá, sólo piénsalo hyung, ¿y si sólo está contigo para acercarse a él? ㅤㅤㅤㅤ — ¿Cómo te atreves a decir eso? nosotros estamos... —Kyungsoo intenta decir, siendo interrumpido por el menor al segundo siguiente. ㅤㅤㅤㅤ — ¿Ustedes qué, hyung? ¿Ustedes están enamorados? —cuestiona este en un susurro, y chasqueando la lengua con notable molestia; como si la idea le pareciera inconcebible— ¿Alguna vez ella te ha dicho que le gustaría formalizar lo que tienen? ㅤㅤㅤㅤ — No, pero... No hablamos mucho del tema —responde en voz baja, y la pequeña arruga entre sus cejas se profundiza un poco más al pronunciar cada palabra— Es porque ella es muy tímida... ㅤㅤㅤㅤ — Todas parecen serlo... —murmura SeHun con tono desganado mientras los brazos se le cruzan sobre el pecho, visiblemente inconforme— Incluso yo creí que ella...
— Lo sé, SeHun —Kyungsoo agrega, ahogando un pequeño suspiro al notar los ojos del menor enrojecer un poco, quizá, ante los recuerdos de su última relación fallida— Lo siento, pero en verdad...
— Está bien —SeHun vuelve a interrumpirle, esta vez tiene los ojos cerrados; como evitando dirigirle la mirada— Sólo cuídate, ¿sí? Sólo eso te pido, hyung... No sabemos qué le habrá aprendido a esa arpía.
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minimonieth · 1 year
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Sueños; un mundo donde todo puede ser real
Estaba en un lugar como un río, yo me sujetaba de una piedra porque la corriente era un poco fuerte. Una persona dijo que tendríamos un mini concierto, yo no sabía quien o quienes estarían ahí, pero me quedé porque andaba aburrida. Alcé mi vista y vi a los chicos, estaba Taehyungie, Koo, Hobi y Jinie. Ellos miraron a todos con una pequeña sonrisa, de pronto yo estaba sentada en unas sillas en el mismo río, MUY cerca de ellos. Mi cuerpo temblaba de emoción y las lágrimas corrían por mis mejillas, tenía una gran sonrisa mientras los observaba. Cantaron unas tres canciones: Baby angel, embarrassed y la otra podría ser That That, solo escuché bien las dos primeras. Yo cantaba las canciones y coros o todo pulmón, mi cara estaba empapada de lágrimas mientras lo hacía, los chicos me veían con una sonrisa. Koo me dió una bella sonrisa, sus ojitos brillantes me dieron tanta calidez que más lágrimas salieron de mí, todos se levantaron para irse, Hobi pasó por mi lado e hice un corazón con la mano, me dió una de sus sonrisas de corazón y intentó completarlo con sus manos, pero eran tan grandes a comparación de las mías que no pudimos hacerlo bien. Grité a todos un fuerte y emotivo "te amo", podría jurar que ellos murmuraron con sus labios lo mismo. Koo y Hobi se fueron primero, antes que Tae se vaya tomé su brazo y le acompañé a sentarse conmigo unos momentos (no sé de dónde saqué el valor para eso) tomé sus mejillas y empecé a decirle todo lo que sentía, le dije que lo amaba y que su existencia era lo más hermoso de este mundo, que sus sonrisas me daban vida y sus canciones me llenaban de amor, entre otras cosas que salieron de mi corazón. Estaba sentada sobre él mientras seguía acariciando sus mejillas, sus ojos brillaban, sabía que quería llorar, por lo que besé su mejilla y me levanté junto a él, con un último "te amo" se fue. Luego estaba sentada sobre Jinie, jugaba con su cabello y me aferraba a sus brazos como si no quisiera soltarme nunca, mi cuerpo tembló nuevamente al sentir su calor, nunca había sentido algo así. Mientras miraba sus bellos ojos brillar le dije todo lo que sentía por él, cuánto lo amaba, lo orgullosa que estaba de él, fueron tantas palabras que perdimos la noción del tiempo, que lo supe fue que los dos estábamos llorando verdaderamente, la cara de él estaba empapada con lágrimas, sus manos acariciaban mi rostro limpiándome, las mías hacían exactamente lo mismo. Nuestras frentes se juntaron y nos fuimos, él se fue en un carro con los demás chicos, yo me subí a uno también pero con algunos tíos. Las palabras de despedida no fueron necesarias, las sonrisas con complicidad que nos dimos era todo lo que se necesitaba, porque ahí sabía que no sería la última vez que los volvería a abrazar, que los volvería a sentir.
Amé este sueño, se sintió tan real que despertar de este fue una completa tristeza. Amo a mis chicos con todo mi ser y sentirlos de esa forma me hace muy feliz, espero que un sueño así se vuelva a repetir. ☹️💜
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ikoocaina · 3 years
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Volver a Verte
JUNGKOOK x READER
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Sábado 10 de abril 19:23
Argentina, Buenos Aires, Palermo
Tattoo Studio
   ¿Alguna vez te has imaginado sombrear la cara de una chica japonesa en la piel de otra persona? Las manos tienen que ser firmes para soportar la vibración de la máquina. Si fuera descuidada, la aguja penetraría demasiado, si se apresurara, las líneas se torcían, si tenía miedo no podría hacerse el tatuaje.
 Aunque amo hacer tatuajes nunca voy a entender el querer inmortalizar en nuestros cuerpos símbolos que van desde religiosos hasta macabros. Aquí, sin movilidad en una camilla, recibieron tortura pagada para luego irse felices.
 Por alguna extraña razón el lugar estaba vacío, quiero decir, junto a mis compañeros, estuvimos tatuando todo el día pero a diferencia de los días “normales” hoy fueron la mayoría tatuajes pequeños. Entonces al ver que no había más turnos, todos empezaron a irse a su casa, quedando solo yo.
 Me encontraba sentada detrás del mostrador, escuchando música por los parlantes del lugar, golpeteando la punta de mi pie en el suelo al ritmo de la canción.
 Respiré hondo. Debería estar en mi casa pero justo hoy me había tocado cerrar a mí. Empezó a sonar una canción demasiado triste, por lo que tuve que agarrar el control y apuntar en dirección al parlante principal para cambiarla, o bueno, en esas estaba cuando sentí el tintineo de la puerta abriéndose y esa certeza de que alguien está entrando.
 Vire los ojos en esa dirección  y di con dos hombres, uno más alto que el otro. El más alto, que venía en mi dirección, tenía un buzo azul, pantalón negro y un gorro del mismo color que tapaba todo su cabello, a excepción de un mechón rubio; y el más bajo, quien quedo atrás, tenía el cabello rosado, llevaba un pantalón negro, una remera con dibujos en negro y blanco, una camisa a cuadros. Ambos llevaban puesto tapabocas, por lo que no podía ver sus rostros en totalidad.
— Hola —dije mientras presionaba el botón para bajar el volumen de la música—. ¿Puedo ayudarles en algo?
— Yo… —hablo el más alto, mientras que el peli-rosa se dirigía hacia los sillones—. Yo tengo un turno para un tatuaje.
Me quede pensando unos segundos ya que Micaela, la chica que se encarga de dar y agendar los turnos, no había dicho que había alguien más para hoy.
— Podrías darme tu nombre —le di una leve sonrisa mientras posicionaba mi mano en el mouse de la computadora y presionaba en calendario, ya que ahí anotaba los turnos.
— Justin Hernández.
 Me fijé el listado dos veces y no había nada, así que pase agarre la libreta donde algunas veces anotaban turnos de último momento. Y no, tampoco había nada.
— Disculpe pero su nombre no está escrito en ningún lado —hable mientras seguía mirando la libreta.
— Eh, yo —levante la mirada y vi que estaba jugando con sus dedos—. Mi nombre es Jeon Jungkook, soy parte de una banda llamada BTS —yo fruncí el ceño a lo que él aclaro: —, soy de Corea del Sur —bajo la cabeza—, entonces…
— ¿Viajaste desde Corea hasta aquí solo por un tatuaje? —él levantó la mirada y me miró confundido.
 ¿De todo lo que me había dicho solo había prestado atención a eso? Si. Quiero decir. ¿Dónde viste una persona que viaja de un continente a otro solo por un tatuaje?
— ¿Eso está mal?
— No, pero… —pensé en hacerle el tatuaje o decirle lo que le hubiese dicho a cualquiera, que saque un turno. Pero había venido desde muy lejos, muy, muy lejos, podría…—. ¿De qué tamaño es el tatuaje que quieres?
— Creo que este tamaño —puso sus manos al frente mío moviéndolas un poco hasta quedar, casi, del tamaño de una hoja A4—. Incluso… —metió su mano en el bolsillo trasero de su pantalón y saco un papel, que al desdoblarlo pude ver que era un boceto—, es este —lo acerco un poco a mi rostro.
— Tiene muchos detalles, este tatuaje seguro lleve más de tres horas —pase mis dedos por encima del dibujo, el cual, sin ser delicado, era preciso, incluso se llegaba a distinguir el más mínimo detalle—. Es muy tarde y…
Aunque no podía ver toda su cara, distinguí como sus las esquinas de sus ojos cayeron y se pusieron cristalinos. Estaba decepcionado. Miró hacia atrás en dirección a donde estaba sentado el chico peli-rosa. Este se encontraba viendo unas revistas, inmerso de todo lo que estaba pasando. Cuando Jungkook volvió con su vista a mí, agarro con cuidado el boceto del tatuaje para volver a doblarlo.
Habían viajado hasta aquí solo por un tatuaje, tal vez, solo tal vez podría…
— Podría hacerte el tatuaje por partes —digo rápido llamado su atención—, podemos empezar remarcando todo lo que está en negro, y en la siguiente sesión hacemos los detalles con color.
— Me gusta la idea, podemos hacerlo de esa manera —se bajó el tapabocas y vi cómo sonreía sin mostrar los dientes.
 Mierda. Era lindo, muy atractivo.
 Él volvió a mirar en dirección al otro chico y levanto un poco la voz para decirle: — Yoongi hyung, me van a hacer el tatuaje. ¿Prefiere quedarse o ir al hotel?
 El chico peli-rosa, con el ahora nombre de “Yoongi”, hizo un gesto con su mano dando a entender que se quedaría aquí.
 Jungkook volvió su vista a mi dirección y esta vez sonrió abiertamente, enseñándome unos dientes perfectos y blancos, y yo... no pude más que contestar con el mismo gesto: —Vamos, así paso el dibujo en el papel transfer y me dices en donde voy a hacer el tatuaje.
 Antes de ir hacia mi puesto, donde iba a hacer el tatuaje, fui hacia la puerta, puse el cartel de “cerrado” y aseguré la puerta con llave. Principalmente lo hice porque no había nadie que atendiera en la recepción, y se encontraban dos personas famosas aquí. Si alguien entrara y reconociera al chico peli-rosa se armaría todo un problema.
 Me dirigí por uno de los pasillos, directo a mi habitación de tatuajes, siendo seguida por Jungkook. Cuando entramos le dije que se pusiera cómodo mientras yo pasaba el dibujo.
 Era increíble la cantidad de detalles que tenía, incluso podría jurar que este trabajo había sido hecho por un profesional, quiero decir, el chico tiene plata, si viajo a otro continente por un tatuaje tranquilamente podría pagarle al mejor diseñador por un dibujo.
— Lo hice yo —hablo como si hubiese escuchado lo que estaba pensando.
— ¿De verdad? —el asintió como respuesta—. Es muy lindo
— Gracias.
 Solo asentí y volví al dibujo, necesitaba pasar todo tal cual, o al menos las partes que estaban sin color.
— Ahora… —hable mientras comparaba por última vez el boceto original con el mío. Cuando mire en dirección a Jungkook, se encontraba viendo mi cuaderno de bocetos—. ¿Dónde lo quieres?
 Antes de poner su atención en mí, dejo el cuaderno sobre un estante.
— Aquí —se levantó un poco la remera para desajustar el cinturón que llevaba, seguido a eso desabotonó el botón de su pantalón y empezó a bajarlo hasta las rodillas—. Aquí quiero el tatuaje —apunto hacia su cadera izquierda bajando por sus muslos, hasta su rodilla.
 No pude evitar soltar un suspiro. Llevaba un bóxer negro y en el elástico tenia impresa la marca de Calvin Klein.
 ¿Acaso este chico no tenía vergüenza? Podría haberme apuntado la zona sin necesidad de bajarse los pantalones.
— Okey —me acerque de a poco y me fui agachando para colocar el papel donde me había señalado. Cuando vi que todo estaba en su lugar, quite el papel y agarre un gel que hacía que el dibujo se adhiera con más facilidad—. Vamos a empezar así que puedes ponerte cómodo.
— ¿Podemos hacerlo de pie?
— ¿Perdón?
— El tatuaje ¿Puedo quedarme parado mientras haces el tatuaje? —reformulo la pregunta, inclinando un poco la cabeza.
— Eh si, supongo que si —asentí mientras iba a buscar la silla donde yo me iba a acomodar—, si te es más cómodo estando parado, está bien.
 Definitivamente iba a ser una sesión larga.
— Ven —hago un gesto con mi mano para que se acerque más a mí, a lo que el obedece.
 Preparo todo en silencio, no sé muy bien que decir en verdad.
 Me acerco un poco más para colocar la plantilla sobre su cadera e ir presionando con mis dedos hasta llegar a su rodilla, a lo que siento como él se pone rígido en su lugar.
— Cálmate, todavía no agarro mi máquina como para que te pongas así —subo mis ojos y Jungkook baja la cabeza mirándome desde esa altura.
— Tus manos son mucho más peligrosas que esa máquina.
 Instintivamente quito mis manos de su muslo izquierdo y siento que mi respiración se agita.
— No sé cómo responderte eso.
 Se encoge de hombros y no dice nada más.
 Retiro con mucho cuidado la plantilla, viendo que el dibujo haya quedado perfectamente impreso en su piel.
— Listo —digo dando sonriendo—. Ahora por favor, ponte cómodo.
 Él retrocede un poco y se baja en totalidad los pantalones, seguido a eso levanta la parte inferior del buzo y empieza a subirlo hasta sacárselo, quedando en una remera sin mangas…… Este chico tiene uno de los brazos lleno de tatuajes, desde el hombro hasta los dedos. Había visto uno pequeños tatuajes en su mano pero nunca imagine que iba a tener todo un brazo tatuado.
 Me coloco los guantes e intento no hacerlo de manera torpe ya que me tiemblan las manos y las piernas. Posiciono mi silla de la mejor forma y preparo mi máquina. Su forma de mirarme hace que haga todo de manera más lenta para no cometer errores.
— Bueno, Jungkook ¿Estás listo? —Responde con un asentimiento—. Necesito que sostengas la parte interior del bóxer hacia arriba, así no choca contra el dibujo.
 Hace lo que le digo y es entonces cuando comienzo a tatuar su piel. Esto de alguna forma se siente algo demasiado íntimo e incómodo, cosa que no me había pasado antes con algún cliente.
 Lo veo hacer una mueca y no puedo evitar reír por lo bajo, al menos creo que este ambiente pesado se puede aligerar.
— ¿Duele?
— Sí, pero pensé que sería peor.
 Sonrío.
— Los de tu brazo, ¿dolieron? —alejo un poco la máquina para mirarlo un momento—, los tatuajes, digo —apunto con la cabeza y sigo tatuando.
— Dolieron pero fue soportable —sentí como hizo tronar su cuello—. Si quieres, después, te hago ver uno por uno.
 Siento algo de calor, mucho calor y no tiene nada que ver con el clima. Intento concentrarme y los siguientes minutos no la paso nada bien.
— Y... ¿Se puede saber cómo terminaste aquí?
— Hace tiempo quería hacerme este tatuaje, pero no podía hacérmelo en mi país.
— ¿Por qué? ¿Te siguen mucho las cámaras?
— A todos lados —rio—. Pero también tatuar es ilegal en Corea, aunque no es ilegal llevarlo, solo te pueden tatuar los que tienen una licencia médica.
 Lo mire con incredulidad.
— ¿O sea que, es legal llevar un tatuaje siempre y cuando te lo haya hecho un médico licenciado? —deje de tatuar y me aleje un poco para verlo a los ojos, y cuando asintió volví al tatuaje.
— Así que, como en otros países no es ilegal decidí buscar un lugar que hiciera tatuajes a mi gusto y encontré este lugar.
   Aunque no lo mire estaba segura que había sonreído; yo solo asentí y seguí inmersa en lo mío.
— Los tatuajes de tu brazo, ¿dónde te los hiciste?
— Corea pero fue un poco complicado, ya que salieron fotos del lugar a donde había ido, y empezaron a…
— ¿Te molestaron por eso? —lo mire unos segundos.
— Un poco, si —llevó la mano a su nuca lo que me dio a entender que estaba avergonzado.
 Volví con mi maquina a su cadera y seguí tatuando en silencio, hasta que por el rabillo del ojo lo miro hacer un movimiento.
 Sentí su mano en mi cabello y nuevamente aleje la maquina ya que me quede paralizada. Creo que nunca terminare este tatuaje.
 Tomó un mechón que tenía en el rostro que realmente me estaba molestando, con suavidad lo colocó detrás de mí oreja, lo oí suspirar.
— Me gusta tu cabello —dijo, tenía la vista fija en él.
— Gracias.
— También como te ves desde este ángulo.
 No digo nada y continuo con el tatuaje, es lo mejor que puedo hacer en estos momentos. No quiero decir algo estúpido, no quiero arruinar nada.
— ¿Estas cómoda?
— ¿No es algo que yo debería preguntarte?
— Supongo, pero ¿estas cómoda?
 Sonrío.
— Solo me siento... —intento buscar una palabra con la cual poder explicar cómo me siento pero no la encuentro.
— ¿Incomoda?
 Ladeo la cabeza.
— Esa no sería la palabra, pero va por buen camino.
— ¿Yo te incomodo? —su tono de voz es curioso.
 Levanto la mirada hacia él y niego rápidamente.
— Tú... solo me pones nerviosa —miro sus ojos— y eso es raro en mí.
— ¿Te cuento un secreto? —se acerca mucho más y no quita su mirada de mis labios—. Yo también me pongo así —frunzo el ceño a lo que él sigue con la explicación—. Digo, tener una chica linda que me mira desde abajo y una máquina que hace vibrar toda esa… —hace movimientos en círculos con su mano—… zona; creo que cualquier hombre se pondría nervioso.
 Sus ojos se encuentran con los míos y mi respiración se acelera de una manera absurda. Intento recordarme a mí misma que no soy una adolescente con las hormonas alborotadas.
— Yo…
 La puerta se abre y veo al peli-rosa, Yoongi, entrar.
— Me estaba aburriendo estando afuera, solo —pasa sus ojos de Jungkook a mí, y viceversa—. ¿Me puedo quedar aquí? No voy a molestar.
 Jungkook me mira a lo que yo asiento y me dirigí hacia Yoongi: — Puedes sentarte ahí —apunto a la camilla, a lo que el asiente y va hacia el lugar indicado.
 En las siguientes horas pude terminar el tatuaje en paz. Jungkook no me dijo nada más, solo mantenía conversación con Yoongi y recibía alguno que otro asentimiento o monosílabos por parte mía.
— Terminé —Coloqué la maquina en su lugar y me levanté—. Ven a verlo.
 Él se levantó y caminó hasta el espejo para verlo. Estaba nerviosa, quería que le gustase. Lo miró y me sorprendió cuando volteó hacia mí con una sonrisa genuina.
— Me gusta, en verdad me gusta.
 Reí de felicidad, parecía que un gran peso en mi espalda desapareció. Me quite los guantes y los coloque en su sitio.
— A mí también me gusto —comentó Yoongi acercándose un poco para verlo mejor—. Podría considerar hacerme uno.
 Él caminó hasta posicionarse en frente mío. Tuve que levantar la vista para poder mirarlo mejor.
— Gracias –otra vez la punzada de calor en mi pecho—. Creo que tenemos que irnos.
— Eh si —me gire un poco para agarrar el parche dérmico—. Tengo que ponerte esto.
 Hice todo con sumo cuidado y luego que se acomodó la ropa salimos hacia la recepción.
— Gracias —volvió a repetir una vez que le entregue se tarjeta de crédito.
— No es nada —sonreí un poco—. Tiene que volver después de 15 días.
— ¿Para terminar el tatuaje? —pregunto a lo que yo asentí—. Bien, entonces nos vemos pronto.
 Salió de la tienda seguido de Yoongi, quien agitó la mano en mi dirección, a lo que yo respondí con la misma acción.  
 Mire el reloj de la pared y estaban por ser las 01:16 de la madrugada a lo que suspire. Quince días más y lo volvería a ver.
   Lunes 26 de abril 14:21
Argentina, Buenos Aires, Palermo
Tattoo Studio 
 — Listo, ya puedes subirte el pantalón —doy una última mirada y me alejo para sacarme los guantes y también, darle su espacio—. Esta vez viniste solo.
— Pensé que como iba a estar un corto tiempo no era necesario venir con los demás miembros.
— Supongo que sí.
— ¿Estás sola? —pregunta de forma rápida.
— ¿Cómo?
— Si no hay nadie más aquí.
— Algo así, todos se fueron a almorzar.
— Menos tú.
— Menos yo porque vino un cantante famoso a terminar su tatuaje.
— Sorry. —sonrió mostrando sus dientes y ladeaba la cabeza.
— No importa, creo que es mejor, a estas horas no andan muchas personas por la calle así que menos posibilidades de que alguien te reconozca.
— A estas horas, en Corea, están durmiendo —termino de acomodarse la ropa y se sentó sobre la camilla. Yo lo miraba desde una esquina, con la espalda apoyada en la puerta.
— ¿Tienes sueño?
— No, pero podría acostarme en esta camilla, es cómoda.
— ¿A qué hora sale tu vuelo?
— Cinco y media —bajo la cabeza, probablemente mirando sus pies.
— ¿Y mientras tanto?
— Podría pasar tiempo con mi tatuadora. —me miro pero sin levantar la cabeza. Se veía…tierno, como un niño pidiéndole a su mamá que cocine su comida favorita.
— ¿Qué planes tienes en mente? —me reí mientras cruzaba los brazos.
— ¿Recuerdas cuando te dije que, si querías, podría hacerte ver, uno por uno, mis tatuajes del brazo? —bajo de la camilla y se fue acercando de a poco.
— Lo recuerdo, si —sonreí al ver que estaba a menos de diez centímetros de mí—. Pero no creo que me sorprenda.
— Suelo tener buen gusto en tatuajes —sonrió.
— ¿Solo en tatuajes? —el soltó una carcajada por mi coqueteo indiscreto, después humedeció sus labios con una sonrisa coqueta.
— Pues, me gusta lo que tengo delante —sentí como mi pulso se aceleraba.
— Buena respuesta
— Solo un beso. —dio un último paso quedando su cuerpo pegado al mío—. Y ya está.
— No te lo crees ni tú.
 Levantó solemnemente las manos y dijo: —Te lo prometo.
— ¿Y si alguien entra?
— ¿No dijiste que estaban todos almorzando?
— Un solo beso —dije, poniendo el dedo índice erguido entre nosotros dos.
— Si.
 Me acerqué ladeando la cabeza y juntamos nuestros labios. Cerré los ojos con alivio y dejé que mis uñas se arrastraran a través de los mechones de su cabello.
 Me apretó a él.
 Un beso, dijimos. ¿Y si ese uno duraba media hora? ¿Valdría? Pues debió de valer, porque no fueron treinta minutos, pero probablemente cumplimos unos quince sin despegar completamente los labios del otro.
 Nos dimos todo el catálogo de besos disponibles en el mundo, pero metidos en uno solo.
 Picos castos, con los labios apretados.
 Besos tiernos y un poco húmedos, juguetones.
 Mordiscos.
 Lengua.
 Su mano tanteando disimuladamente debajo de mi remera.
 Yo frotándome con sigilo con su erección, evitando el área del nuevo tatuaje.
 El cuello.
 Las orejas.
 Suspiros.
— La camilla es cómoda —susurro en mi oído.
— ¿Lo es?
 Volvimos a besarnos atropelladamente. Cuando lleve una mano hacia atrás ni siquiera atinaba a darle vuelta a la llave para que la puerta quedará asegurada. Cuando lo logre fuimos directamente hacia la camilla, o al menos eso intentamos.
 Durante unos minutos todo fueron gemidos y provocación sorda. Miradas, sonrisas, manos que empujan y jadeos que se escapan de las bocas cuando el cuerpo se acelera. Pero yo quería más.
 Empecé a desnudarlo con cuidado, al llegar a sus pantalones, y él hizo lo mismo conmigo.
—Hubiese sido mejor estar en una cama —hablo mientras me posicionaba sobre mi silla de tatuar y se arrodillaba, abría mis piernas y besaba el interior de mis muslos—. Me hubiese gustado que te sentaras en mi cara —y seguido a decir eso hundió su lengua entre mis pliegues. Incluso arqueé la espalda cuando le dedicó caricias húmedas a mi clítoris.
 Era como un bálsamo placentero para mí.
 Metí los dedos entre los mechones de su cabello rubio y disfruté de los movimientos circulares, de los paralelos a mis labios, de los besos, de los pequeños soplidos sobre mi piel y de la caricia suave de la yema de su dedo pulgar.
— Jungkook —hable con la voz temblorosa.
— Shhh estamos bien.
 Me contraje de placer con un espasmo previo, gemí y sentí la necesidad de ver a Jungkook concentrado en aquella caricia cuidadosa. Levantó los ojos hacia mí cuando me incorporé. Tenía la boca pegada a mis labios, pero adiviné que sonreía.
— Me gusta cómo te ves desde este ángulo —susurré, imitando su comentario de la primera vez que nos vimos.
 Cerró los ojos y llevó su lengua hacia el interior de mi sexo, donde se introdujo tan hondo como pudo. Cerré mis ojos y pronto sentí uno de sus dedos sustituyendo a su boca. Siguió lamiendo a la vez que su dedo jugueteaba hasta introducirse del todo y penetrarme con firmeza. Y yo me corrí sin más. Bueno, sin más no: me sentí arder y, agarrándole de su cabello, él se pegó más a mí, y siguió lamiendo para alargar mi orgasmo.
— Oh, Dios... —grité para después dejarme caer contra el espaldar de la silla—. Era un beso solamente —hable cuando había recuperado algo de oxígeno.
— No aclaramos en donde —me levanto para luego tumbarme sobre la camilla. Él subió encima, y abrió mis piernas con un movimiento de su rodilla—. ¿Seguimos?
 Yo asentí a lo que él sonrió y volvió a besarme.
 Sentí la erección de Jungkook tantear mi entrada y como se introducía lentamente hacia el interior. Eché la cabeza hacia atrás. Las penetraciones eran profundas, los jadeos continuos y el movimiento lento pero contundente.
— Córrete —supliqué—. Córrete dentro de mí.
 Jungkook gimió y aceleró el ritmo.
 Tenía ambas manos a los costados de mi cabeza. Sus músculos se tensaban, ¿era posible que sus tatuajes se vieran más grandes? Posiblemente.
— Ah..., Jungkook —gemí.
 Su mano izquierda pasaba desde mi cuello hasta mis pechos y así sucesivamente, mientras que la derecha seguía a un costado de mi cabeza sosteniendo su peso. Mi cuerpo nunca jamás había recibido tantas atenciones certeras, calmadas, sabias. Todas destinadas a hacerme volar.
— Déjate ir... —susurró en mi oído Jungkook—. Quiero que te sientas ir..., conmigo.
 Abrí los ojos y estudié su expresión. Unos mechones se habían pegado sobre el sudor de su frente y tenía el ceño fruncido y los labios entreabiertos.
— Más... —y juro que quise llorar. Todo era tan intenso...
— Un poco... —demandó Jungkook—, aguanta un poco más.
 Lo besé rodeándole el cuello con los brazos.
— Eres increíble, muy hermosa —susurró Jungkook—. Nunca, jamás, había conocido a alguien como tú.
 Mis dedos bajaron a mi clítoris y froté en ese lugar.
— Mírame... —me exigió, y yo que a duras penas podía mantener los ojos fijos en él.
 Abrí la boca cuando empecé a correrme, pero ni siquiera me salió un sonido.
 Di bocanadas de aire, despacio, tratando de contener el placer y alargarlo. Me destrozaba y me volvía etérea a la vez. Mi cuerpo tan sacudido, tan a la merced de las sensaciones...
 Él fue el siguiente en correrse en un alarido, hundiendo la cara entre mis pechos, y haciéndonos cambiar de posiciones, con él abajo y yo arriba.
—  Muévete, muévete... —me pidió Jungkook.
 Y en las últimas sacudidas nuestro orgasmo alcanzó lo más alto entre gritos. Me encogí cuanto pude, tratando de absorber tanta energía y tantas emociones. Jungkook salió de mi interior y su semen resbaló manchándome los muslos y la camilla.
 No hablamos. Él me abrazo, y yo queriendo fundirme en él.
   Lunes 26 de abril 16:13
Argentina, Buenos Aires, Palermo
Tattoo Studio 
 — La mancha no sale —dije parándome alado de él.
— Podría comprarte una nueva —dio un rápido vistazo para ponerse la remera.
— Deberías, sí.
 La mancha de semen de la camilla había salido, era plástico, obviamente iba a salir, pero la mancha de la silla….
— ¿Tienes algún fetiche con tener sexo sobre una silla? —lo mire cruzando los brazos.
— No lo creo pero siempre quise hacerlo —se rio—. Prometo comprarte una silla nueva, que sea igual de cómoda.
— Bueno —susurre mirando el reloj de la pared y bajando la cabeza, tenía que irse.
—  Pero te lo recompensaré cuando vuelva, ahora tengo que irme, podrías ponerle un almohadón encima para que no se vea.
—  ¿Cuándo vuelvas? —lo mire sintiendo ¿emoción? Creo que podría llamarse así.
—  Teno que volver en 15 días, ¿no? Para revisar que el tatuaje este bien.
— Cierto —lo que menos había hecho era pensar en el tatuaje—. ¿Está bien? ¿No te pica? —Él negó con la cabeza—. ¿Solo vas a volver por el tatuaje? Porque podrías hacerlo ver en otra tienda de tatuajes más cerca.
— Podría pero no tendría una excusa —alegó poniéndose su campera negra.
— ¿Excusa para qué?
Escucharlo reír fue un alivio. Acto seguido, se acercó y susurró: —Volver a verte.
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alx1294x · 3 years
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Capítulo 11
Algo cambió para mí ese día. Era como cuando aprendí a manejar bicicleta o como cuando mi abuela me daba caramelos a escondidas de mis padres. Me sentía tan ligero que podía jurar que flotaba a unas cuantas pulgadas del suelo.
No tenía un nombre para esto, pero tenía que ver con Bucky y con la razón de poder compartir todo con él. Mi pasado, mi presente y el anhelo de un futuro.
Amor. La palabra me aterraba. Era como una bomba sin explotar en mi pecho.
Esa noche, le envié un mensaje a Bucky.
¿Estás despierto?
Mi corazón brincó al verlo en línea. Sí.
¿Puedo ir? Tengo un regalo para ti.
Bueno, iba a decir que no, pero si tienes algo para mí, acepto.
Salí con cuidado de la rectoría y me adentré al parque. Llevaba una camiseta y pantalones de pijama. Ya era muy tarde y el parque se encontraba oscuro, seguro a la vista, pero aún así me sentí nervioso mientras caminaba hacia el patio trasero de Bucky. Entré, haciendo una mueca por cada crujido de la cerradura de la reja y luego caminé hacia la puerta, golpeando una vez con mis nudillos el cristal.
No tardó en abrir la puerta y me recibió con la sonrisa más sexy y hermosa que jamás vi.
─Guau ─dijo─. Estás aquí.
─¿Creíste que no lo haría?
Negó con la cabeza sin dejar de sonreír, haciendo un gesto con la mano para que pudiera entrar y luego cerrando la puerta tras de mí. ─Es solo que, nunca he salido con alguien con quien no puedo salir realmente… creo que me medio convencí a mi mismo de que solo existías dentro de la iglesia.
─¿Salir? ─Mi voz sonó tan ansiosa y emocionada que tuve que aclararme la garganta─ ¿Estamos saliendo?
Se encogió de hombros ─No sé como le llamas a cuando alguien te jode por el culo, pero a mí me gustaría decir que estamos saliendo.
Un miedo repentino cayó en mi estómago y di un paso hacia él, tomando su mano y tirando de él hacia mí para que pudiera verlo a los ojos ─Eres increíble ¿sabes?
Me dio un corto beso en la nariz y me agarró el trasero ─Por supuesto que sí -Me quejé─. ¿Te duele? ─Preguntó preocupado, frunciendo el ceño.
Sonreí ─No es nada ─Besé su mandíbula, pero él terminó buscando mis labios.
─¿Quieres algo de tomar? ¿Una cerveza? ─Asentí e hizo un gesto hacia la sala de estar mientras caminaba a la cocina.
Tuve la oportunidad de mirar alrededor de su casa y no lo desaproveché. Tenía lo básico, videojuegos, una televisión, un librero a medio llenar, alguno de música y su portátil, descansando en la mesa de la sala.
Nuestros dedos se rozaron entre sí cuando alcancé la cerveza que me ofreció y que no alcancé a tomar porque buscó besarme. Deslizó mis manos hasta mi cuello y tomó mi cara por ambos lados mientras exploraba mi boca, haciéndome retroceder hasta el sofá, donde caí sentado.
─Viniste a darme algo ─Dijo sobre mis labios, apartándose con lentitud, dejándome aturdido y sin saber dónde estaba, solo mirando sus profundos ojos azules.
Estoy haciendo lo correcto, pensé cuando lo vi sentarse a mi lado. Este podía ser un nuevo comienzo para nosotros, para mí. Algo oficial para celebrar nuestra relación. Un regalo para demostrarle a Bucky lo que significaba para mí, lo que nosotros significábamos para mí, para mostrarle lo extraña, pero también divina transformación que experimentaba por él.
Tomé una respiración profunda, armándome de valor mientras alcanzaba el pequeño obsequio que guardé en mi bolsillo antes de salir.
─Es… ─No sabía cómo explicarlo, así que solo puse el pequeño dije con la cadena en su mano. Lo tomó con la otra, levantándolo, dejando que la pequeña barra de plata grabada girara bajo la luz.
─ Es bonito ─Susurró
─Fue un regalo de mi abuela la primera Navidad que fuimos solo nosotros dos, después de dejar a mis padres. Tiene grabadas mis iniciales.
Vi su cuerpo tensarse frente a mí.
─Helmut. Si es un recuerdo de tu abuela y un regalo para ti, no creo que deba aceptarlo ─Tomó mis manos, acariciando el dorso con suavidad.
─Quiero que lleves algo mío contigo ─Confesé─. Esto representó un nuevo comienzo para mí cuando lo recibí, y quiero que represente eso ahora, pero para nosotros.
Sus ojos nunca dejaron los míos mientras movía sus dedos sobre mis manos, luego se colocó la cadena de plata en el cuello, me dio un corto beso y se recostó en el sofá, llevándome con él, dejándome descansar sobre su pecho para después darme otro beso en la frente y cabello.
Suspiré. Esto es el amor, pensé. Esto es lo que rendirse al amor se siente. Esto es lo que se siente ser amado por alguien… se siente como James Bucky Barnes.
Y más tarde esa noche, cuando se movía sobre mí y dentro de mí, esas palabras cayeron en mi mente. Estaba profunda y jodidamente enamorado de él.
***
─Hola John.
El sacerdote arrodillado frente a mí no paró de rezar ni volteó a verme. Se mantuvo orando con la misma paz y lo conocía lo suficientemente bien para saber que me estaba mandando a la mierda hasta que terminara.
Me senté en una banca detrás de él.
John era el único sacerdote que conocía que todavía oraba la Liturgia de las Horas, una práctica casi obsoleta, razón por la que tanto le gustaba. Como yo, amaba los rituales de la iglesia, pero su fascinación iba más allá de los libros y el ocasional encuentro espiritual. Él vivía como un monje medieval, dedicándose casi totalmente a la oración, aunque no siempre fue así. Cuando estábamos juntos en el seminario tuvimos un par de encuentros no muy religiosos antes de que tomáramos nuestros votos de castidad.
John terminó sus oraciones e hizo la señal de la Cruz.
─Padre Zemo ─Dijo formalmente.
Me abstuve de rodar mis ojos. Siempre había sido así, intenso, ignorando lo que hicimos en el pasado.
Incliné la cabeza en señal de respeto.
─¿Vienes por una confesión?
─Si ─Me levanté y me miró de arriba abajo. Hubo una larga pausa en la que su rostro pasó de confundido a triste y luego ilegible.
─Olvídalo ─dijo finalmente y luego se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su oficina.
─¿Hoy no? ─Pregunté confundido─ ¿Estás ocupado?
─No ─dijo sin detenerse.
Mis cejas se fruncieron, seguro de que era incluso ilegal negarle a alguien la confesión. Entramos a un pequeño pasillo y mientras lo seguía, me di cuenta de que estaba molesto.
─Amigo… ─dije, cerrando la puerta de su oficina tras de mí─ ¿Qué demonios?
Se sentó detrás de su escritorio, donde la luz de la tarde pintaba su cabello rubio dorado.
-Vuelve después, Zemo. Hoy no.
─La Ley Canónica dice que debes escuchar mi confesión.
─La Ley Canónica no lo es todo.
Eso me sorprendió. John no quebrantaba las reglas de la iglesia. Incluso estaba como a dos pasos de parecer Paul Bettany en El Código Da Vinci.
Me senté en una silla frente a su escritorio y crucé los brazos ─No me iré hasta que me digas por qué no vas a escucharme.
Apretó los labios, como si estuviera debatiendo consigo mismo, y luego por fin levantó la vista, con ojos intensos y penetrantes.
─¿Cuál es su nombre, Helmut?
El miedo y la adrenalina se dispararon a través de mí. ¿Alguien nos vio? ¿Alguien descubrió lo que pasaba y le dijo a John?
─No te molestes en mentir ─continuó, con una intensidad que me quebrantaba, que me puso más al borde de lo que su ira jamás podría.
─¿Vas a dejarme confesar? ─Exigí.
─No.
─¿Por qué? ─Me quejé.
─Porque ─Apoyó los codos en la mesa y se inclinó hacia adelante─ tú no estás dispuesto a parar. No estás dispuesto a renunciar a él, y hasta que tú lo estés, como lo estuviste en el pasado, no tiene sentido para mí el absolverte.
Me hundí en mi silla. Él tenía razón. No quería renunciar a Bucky. No quería que se detuviera. Entonces ¿por qué estaba aquí? ¿Creía que unas cuantas palabras de John arreglarían todo?
─¿Cómo lo sabes? ─Pregunté, bajando mi mano a mis piernas, con la esperanza de que no fuera porque alguien nos vio a Bucky y a mí juntos.
─Dios me dijo. Cuando entrabas. Así como Él me está diciendo ahora que no vas a terminar con esto. No estás listo para confesar ahora ─Sonaba como una locura, pero le creí. John era así─. Has roto tus votos ─Dijo ahora, en voz baja.
─¿Dios te dijo eso también? ─Pregunté sin molestarme en contener la amargura en mi voz.
─No. Lo veo en ti. Cargas iguales de culpa y alegría.
Sí. Eso lo resumía. Enterré mi cara en mis manos, abrumado por todo, avergonzado por mi debilidad frente a un hombre que había renunciado con éxito para siempre a cualquier tentación.
─¿Me odias? ─murmuré.
─No. Dios tampoco. Y sabes que no le diré al Obispo. No creo que sea el momento.
Levanté la cabeza, aún abrumado ─Entonces ¿qué hago?
John me miró con algo parecido a la compasión. ─Vuelve cuando estés listo para confesar ─dijo─. Hasta entonces, sé extremadamente cuidadoso.
Extremadamente cuidadoso.
***
Una semana más tarde me encontré mirando el techo de mi habitación, apretando las sábanas y retorciendo las piernas mientras Bucky chupaba mi erección. Gemí. Enredé mis dedos en su cabello, acariciando, jalando y jadeando con más fuerza mientras sentía mi orgasmo acumularse en mi abdomen.
─Oh, Dios… ─Mi cuerpo se tensó cuando lo sentí acelerar el ritmo, la calidez de su boca rodeándome, chupando con avidez, llevándome al borde─ amor…
Estallé en su boca, ignorando por ese momento el pequeño desliz en mis palabras. Siempre era muy cuidadoso para no llamarle así cuando hablábamos y él también era prudente en ese sentido. Aunque todo se iba a la mierda cuando teníamos sexo.
Se acomodó a mi lado después de un momento, acercándome a su pecho, dejándome apretarme contra él, disfrutando de su calidez y del agitado ritmo de nuestras respiraciones.
Los últimos días fueron como salidos de un sueño. Durante el día me apegaba estrictamente a mi vida como sacerdote y mis noches se llenaban de jadeos, suspiros y nuestras pieles deslizándose una con otra.
Por la noche podíamos fingir. Podíamos beber, ver Netflix y hablar de música. Podíamos follar y ducharnos juntos después para luego follar de nuevo. Podíamos dormir uno junto al otro y fingir que éramos como cualquier pareja de unas semanas en su relación, que no existía nada que nos impidiera hablar de cosas normales de pareja, como salir con amigos en común o dónde íbamos a pasar la próxima Navidad.
Pero estábamos aguda y dolorosamente conscientes de nuestra propia actuación. Estábamos fingiendo porque hacer frente a la verdad era mucho peor. La verdad de que esto terminaría de una manera u otra.
¿Qué pasa si no tiene que terminar? ¿Qué pasa si llamo al Obispo y renuncio? ¿Qué pasa si quiero dejar el sacerdocio y convertirme en un hombre de nuevo?
Cerré los ojos ignorando el mundo real y caí dormido, dejando que mi mente fuera al futuro. Un futuro donde nos hallábamos en una casa en algún lugar con un pequeño niño a nuestro lado. Me gustaría seguirlo a cualquier lugar, no importa si quería trabajar para la CIA, el FBI o la Interpol, iría con él. Estaba listo para hacer míos su vida y sus deseos, y a cualquier lugar al que Bucky quisiera ir, haríamos un hogar juntos. Estaríamos amándonos.
Pero, ¿qué haría yo? Mis estudios en el seminario no me daban muchas opciones. Podría ser profesor, esa idea me entusiasmaba, aunque nunca antes la había considerado.
Abrí los ojos después de unas horas y el sueño desapareció mientras la realidad se estrellaba contra mí. Si lo hacía, si renunciaba, tendría que dejar la iglesia, a mi comunidad, a todas esas personas a las que podía ayudar y que confiaban en mí. La lucha contra los abusos en la iglesia. Estaría dejando todo lo que era, el hombre en el que elegí convertirme.
Darme cuenta de que no quería dejar nada hizo que el pánico se apoderara de mí. Apreté mi cuerpo contra el suyo y sentí un nudo crearse en mi garganta cuando lo sentí despertar y abrazarme con más fuerza, dándome un par de largos besos en el cabello, aferrándose a mí.
No podía perderlo.
Y no podía quedarme con él.
Quizá fue por el miedo o por el coraje, pero de repente sentí la necesidad de reclamarlo como mío, tocando su pecho y luego bajando mi mano hacia su miembro, despertándolo, mientras dejaba un largo camino de besos en su barbilla y cuello.
Se movió y suspiró, soñoliento, feliz y me atrajo hacia él, haciéndome quedar a horcajadas sobre sus piernas. Me incliné y busqué su cuello de nuevo, dejando marcas que esperaba viera mientras se preparaba para ir al trabajo horas más tarde. Dejé besos húmedos por su pecho y lo escuché suspirar cuando su erección se levantó contra mi trasero.
─Mmm… ─Abrió los ojos lentamente, sonriendo y me miró─ Qué buena forma de despertar.
Estiré la mano hacia la mesita de noche, tomando el bote de lubricante que le había pedido comprar para que no tuviéramos que terminarnos el suministro de aceite bendito de la parroquia, y vacié una buena cantidad en mi mano para luego esparcirla por su erección.
Acarició mi pene con una mano mientras yo me levantaba y lo hacía entrar en mí. Jadeamos juntos conforme fui bajando y nunca dejó de mirarme con sus profundos ojos azules. Respiré agitado cuando movió las caderas hacia arriba y caí sobre su pecho por un momento, dándole un profundo beso en los labios antes de volver a levantarme y empezar a montarlo con ondulaciones lentas.
Se recostó, llevando un brazo detrás de su cabeza, solo viendo cómo me movía sobre él, viendo cómo aceleraba cada vez más mis movimientos, cerrando mis ojos y apoyando mis manos contra su pecho.
─Eso es bebé ─susurró, trabajando tortuosamente lento en mi erección─. Tómalo. Es tuyo. Vamos amor… muéstrame lo mucho que te gusta, eso es… así.
Pronto encontré el punto, el lugar exacto que me hizo perder la razón. Aceleré mis movimientos y me tomó por las caderas para hacerme caer con más fuerza sobre él. Sin que lo esperara, cambió de posición y me puso contra el colchón, levantando mis piernas y entrando violentamente en mí. Me deshice en gemidos mientras él golpeaba mi próstata una y otra vez. Sus intensos ojos me miraban de nuevo sometiéndome a su voluntad y tuve que masturbarme con fuerza ante el inminente orgasmo que se acumulaba en mi vientre.
─Oh, sí ─Jadeó, sin dejar de estrellarse con fuerza contra mi cuerpo, sin tener consideración, justo como lo quería─. Córrete para mí, amor.
Exploté de nuevo, bañando mi estómago con mi semen mientras él salía de mi interior y se masturbaba sobre mí, derramándose en el mismo lugar.
─James ─suspiré, jalándolo hacia mí después de un momento, antes de que fuera por algo para limpiarnos.
─¿Sí? ─me acomodó el cabello, con tanta ternura que dolió.
─No sé cuánto tiempo pueda hacer esto.
Su cuerpo se tensó. ─¿Eso qué significa?
─Sabes lo que es ─resolví y lo vi apretar la mandíbula─. Quiero estar contigo, pero…
─Helmut ─interrumpió─. Estoy enamorado de ti ─hubo un leve temblor en su voz que no quise escuchar.
─No sé qué va a pasar ─admití, tomando ambos lados de su cara para que me mirara fijamente─. Sé que te amo… ─sus ojos brillaron igual que los míos─ pero también amo mi trabajo y todo lo que he hecho aquí y no quiero dejarlo.
Tragó saliva ─¿Crees que no lo sé? ─Se apartó de mi y se puso de pie, sin molestarse en cubrirse mientras buscaba una toalla para limpiarnos─ No puedo hacer que lo dejes. Puedo ver que lo amas y es una de las cosas que más me gustan de ti ─Volvió a mirarme─. Te quiero tanto que puedo saborear la sangre cuando pienso en ello. Me pondría sin pensarlo entre tu cuerpo y una bala. Pero no quiero ser la razón por la que pierdas tu vida. No quiero que te arrepientas de lo que tenemos. No podría soportar tenerte preguntándome si una parte de ti me odia por hacerte dejar la iglesia.
─Nunca podría odiarte.
─¿En serio? ¿Incluso si te hiciera elegir entre Dios y yo?
Joder, eso era duro. ─Eso no es todo lo que hay.
Tomó un respiro. ─Debería irme.
Su voz apretada me mató. Quería detenerlo, que fingiéramos de nuevo.
─Buck…
─Te veré más tarde, Helmut.
Su tono era tan definitivo que dolía.
Lo vi caminar a través del parque nebuloso, con las manos en los bolsillos.
Él me quiere por completo, le dije a Dios en silencio. Quería una vida plena conmigo y yo también ansiaba eso ¿quién podría culparnos? ¿Qué se supone que haga?
Dios no respondió. Probablemente porque rompí mi voto sagrado de servirle sólo a él. Profané su iglesia de muchas maneras cometiendo pecados de los que no me arrepentía porque estaba muy enamorado.
Hice de un ídolo a Bucky Barnes y ahora cosechaba las consecuencias.
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mypatchseries · 4 years
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Crescendo - Capítulo 13
Vee casi me asesina cuando le di el recado de Nora. Tuve que escabullirme entre la multitud para que no me atosigara con sus preguntas, exigiendo respuestas que yo no poseía. El reloj pasaba de la media noche, así que me encaminé a mi coche luego de asegurarme que no había peligro alrededor de Marcie.
Aceleré en dirección al lugar en ruinas que estaba en las afueras de la Maine. Hace tres años, un terremoto acabó con el lugar. El gobierno se propuso reparar todos los daños, pero aún no han comenzado nada.
El sol se asomaba en el borde de las montañas cuando detuve el Jeep frente a una pequeña cabaña, al final del conjunto. Podía sentir la presencia del humano, y del niño Nephilim. Mis nudillos se tensaron y crujieron cuando apreté los puños. Podía sentirse el aroma suave del café recién echo, y por un instante tuve curiosidad por cómo sabría, si dulce u amargo. Como sea… hice crujir mi cuello y me preparé para una entrada discreta.
Pateé la puerta.
Y me quedé completamente frío.
El anciano y su nieto estaban abrazados, acurrucados al fondo de la cabaña. Pero no fue la vista de esa imagen lo que me sorprendió, sino el estado en el que se encontraba el chico, y la condición del viejo. El niño era sumamente delgado, y pequeño, y podría jurar que poseía alguna enfermedad. Su cabello negro se pegaba a su frente llena de sudor, dándole un toque demacrado a esa expresión de terror que tenía en el rostro. El viejo estaba sobre él, sabiendo que no podría detenerme, pero en su mirada vi que estaba determinado a intentarlo. Además de eso, era un ángel. Podía sentir sus alas, aunque las mantuviera ocultas. Ese era un detalle que Barba se había molestado en ocultarme.
—Vienes aquí por orden de James, ¿No es así? —susurró el anciano con voz frágil.
Escuchar las palabras “Por orden de” me hicieron sentir enfermo. ¿Desde cuando recibía órdenes, de quien fuera?
—Hacía años que no escuchaba a nadie llamarlo por su nombre—Dije, dando un paso hacia dentro, cerrando la puerta detrás de mí. El chico ahogó un chillido, y le miré—Puedes estar tranquilo. No voy a hacerles daño.
El anciano bufó.
— ¿Entonces por qué estás aquí? ¡Ya se lo dije, necesito más tiempo para pagarle! Mis propiedades están en venta, es cuestión de unos días conseguir el dinero.
Suspiré, adentrándome en la habitación. Cogí la olla de café y la olfateé. Olía realmente bien. Probé un sorbo, pero no me supo a nada. Lamentable.
—Se suponía que vendría a golpear a ese chico—Dije, señalando a la varilla de nervios al fondo—Pero creo que está lo suficientemente asustado. —Volví a escanear su cuerpo frágil—No parece un Nephilim.
—No lo es. Aún. No ha comenzado su desarrollo.
Me limité a asentir, dándome la vuelta para salir.
—Les recomiendo que encuentren otro lugar. Uno, dónde preferiblemente tengas algunos ángeles custodiándote.
—Los tengo. Están afuera.
Me quedé congelado mientras empujaba la puerta. Si yo hubiese atacado al ángel… si me hubiese atrevido siquiera a rozarlos, ya estaría en el infierno. Había caído en una estúpida trampa de Barba, maldita sea.
Salí, cerrando con fuerza a mis espaldas.
Celiane me esperaba con la espalda reposando en el Jeep. Dios, no tendré otra oportunidad como esta.
— ¿Debería estar sorprendida? —Dijo ella, mirándome.
Me encogí de hombros.
—No realmente.
—Pues qué bien, porque no lo estoy. —Se acercó un paso a mí, su mirada desafiante—Estuviste a punto de atacar a uno de los nuestros, Jev. ¡Todo por un capricho! Te hemos ordenado mantenerte alejado de Nora, pero tú sigues buscando las maneras de estar con ella. ¡Acepta que lo de ustedes nunca debió existir!
Me quedé tranquilo, sin alterarme. Me limité a enarcar una de mis cejas.
— ¿Estás escuchando las tonterías que dices?
Sus ojos chispearon de furia.
— ¡No soy una tonta!
—Pues te estás comportando como tal. ¿Qué te hace pensar que hago todo esto para estar con Nora?
— ¡Es la única explicación lógica que tengo! ¿Por qué otra razón querrías deshacerte de la vigilancia de los arcángeles?
—Porque quiero estar contigo.
Funcionó. Se quedó en silencio, perpleja.
—No entiendo—murmuró.
—Todo este tiempo que he estado con Nora, he deseado que fueras tú—Comencé, acercándome a ella con paso lento—Necesitaba alejar el foco de mis verdaderas intenciones. Estar contigo otra vez. Y la razón por la que quiero alejarme de la mirada constante de mis superiores, es porque no quiero que te fastidien por estar conmigo. Ni siquiera deseo que tengas algún encuentro raro con Dabria.
Estuve con Dabria luego de romper con Celiane, justo antes de caer.
Sus ojos se oscurecieron de nuevo.
—Aún no te perdono por abandonarme, por estar con ella.
Suspiré. Un suspiro cargado de falsa aflicción.
— ¿No lo entiendes? ¡Estaba siendo juzgado! Hice muchas cosas sucias en el cielo, Cel. Tenía que alejarte de mí. Por eso me lié con Dabria. Preferí sacrificarla a ella, que sacrificarte a ti.
Nos quedamos en silencio. Me mantuve relajado, esperando a que me creyera.
Y lo hizo.
Ocultó sus alas y corrió en mi dirección, rodeando sus brazos en torno a mi cuello. Rodé mis ojos, y acaricié su cabello.
—Te he echado tanto de menos, Jev—susurró, cerca de mi cuello.
—Y yo a ti, Cel.
Siempre agradecería al idiota que creó las reglas angelicales. “No leer pensamientos ajenos, a no ser una situación de vida o muerte”. De lo contrario, Celiane me descubriría con facilidad. La estreché con fuerza, y luego me alejé un poco.
— ¿Estaremos juntos otra vez? —Preguntó, su rostro cargado de esperanza.
Casi me odié por lo que diría a continuación.
—Te lo prometo—Y besé su frente.
Nos quedamos abrazados unos segundos que se me hicieron eternos. Luego ella se separó, sonriéndome.
—Por un tiempo tuve miedo por ti, ¿Estás bien no? —Quiso saber.
Parpadeé sorprendido.
— ¿Miedo de qué?
—Pensé que Rixon podría llevar a cabo sus planes…
No sabría decir cuántas veces me había congelado hoy, pero acababa de hacerlo de nuevo.
— ¿Rixon?
—Te odia, Jev. Se siente traicionado porque no pudiste matar a Nora. Por unos días estuvo acosándola, pero creo que ya se ha calmado un poco…
¿Rixon? No, no creía eso de él. ¡No podría hacerlo, jamás! Pero entonces comencé a dudar, y a recordar esos brillos extraños en sus ojos, esa actitud hostil en ocasiones… Pero… ¿Él?
— ¿Estás segura? —Exigí saber.
Se encogió de hombros.
—Eso es lo que todos dicen allá arriba.
Y finalmente, la frase que cerró el círculo de mis pensamientos: “Si sabes que ahora van a por ella, ¿no? Todos aquellos que te odien, y que quieran destruirte. Van a matarla a ella para herirte, Patch.”
Tenía que hacer algo, pronto.
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felicianonavarro · 5 years
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Feliz Vigilia
Siempre detesté a esas personas que se relatan a sí mismas. Tienen como una necesidad latente de hacerle saber al oyente más cercano, aquello que hizo, que está haciendo, o que está por hacer. Por ejemplo, estaba esta señora sentada junto a mí en el bar con la cual hice accidental contacto visual de una fracción de segundo. Eso le bastó para decirme lo que estaba tomando, y que iba a dejar su copa allí, y que se dirigiría al baño para luego retirarse porque la extrañarían en la oficina. O ese señor en la parada de colectivos que me dijo que se quitaría al rompevientos ahora que la lluvia había amainado, y puesto que también se vería ridículo al llegar a la ciudad de Salta, donde seguramente la precipitación no había siquiera asomado la cara.
Ahora que lo digo en voz alta, no suena tanto a personas que se relatan a sí mismas, sino más bien gente amable que sólo quiere conversar. De todas maneras, siempre lo sentí como un auto relato de su parte, ya que si yo no les contestaba ni prestaba oído, no contaba como una conversación. Ya sabes, las conversaciones consisten en fulano diciéndole algo a mengano, y mengano contestándole algo a fulano, y viceversa, hasta que uno de los dos tiene que ir a mear.
En fin, nunca entendí a los que se relatan a sí mismos, y ahora que soy uno de ellos, tampoco lo entiendo.
Mesero, ¿dónde está mi copa? Lo que uno tiene que esperar para que le sirvan a uno un trago. Ya me tomé un par, pero no me va a negar el tercero, ¿no? No a un viejo como yo. Y antes de que me juzgue, conozco mis límites. No me verá salir de aquí a rastras ni mucho menos. Conozco lo que este saco aguanta.
¡Ah! Aquí estabas, traviesa. Gracias, mesero. Una noche tranquila tendremos hoy, ¿no cree? Quién lo diría. Este lugar estaba atestado de gente hasta hace unos momentos, y ahora prácticamente estamos sólo usted y yo. Separados por una barra, yo de este lado, lubricando mi esófago, y usted del suyo, bruñendo a esas señoritas. ¿Cuántas copas por día? No me lo diga, seguro es un número difícil de calcular, y probablemente sería solo una conjetura. Ahora déjeme acabar esta copa antes de que a este viejo se le seque la garganta.
Aquí tiene. No se moleste en limpiarla, ¿eh? Todavía no tengo pensado irme. ¿cree que tengo a alguien en casa esperándome? Pregunta compleja. A lo mejor tengo a alguien en casa, pero no están esperándome. Quizás tenga a alguien esperándome, pero no en casa. ¡Ja! ¿Se imagina? Eso sería una buena frase para un prófugo de la justicia, o para algunos de esos locos que dejan salir a pasear, y que luego olvidan la hora de regreso. No quisiera ser ni el uno ni el otro.
¡Pero qué loco lo de los locos! Los vieras tomando el colectivo como si fuera lo más cotidiano, o caminar por las calles entre los demás peatones. Y, supongo que yo los reconozco porque tengo ojo para eso, pero podrían engañar a cualquiera. ¿Quién decide quienes están bien para salir y quienes no? Si los pusieron ahí adentro en primer lugar, es porque no eran aptos para estar afuera, ¿no cree? Supongo que la política cambiará cuando uno de ellos saque una navaja en plena peatonal Alberdi y decida repartir afeitadas gratis. No estoy en contra de que deban salir; estar en esas instalaciones por mucho tiempo puede volver loco a cualquier genio. No es mentira lo que dicen sobre que algunos entraron allí por cuenta propia no estando chiflados, pero que luego de unas semanas, no los distinguías de uno más del montón. Casi como que la locura se contagiara. La mala junta…
¿Me sirves otra, por favor?
Gracias a Dios que yo no llegué a eso. Si me hubieran encerrado allí, no sé…
Pero por mucho tiempo creí necesitar ayuda psiquiátrica, ¿sabe? Si le interesa le puedo contar, si no le interesa pues, tápese los oídos porque la contaré igual, ¡ja! ¿Aclaré que suelo relatarme a mí mismo? Conversar unilateralmente, hablar solo… como le guste. Cuando llegues a la edad que yo tengo y veas las cosas que yo vi, creéme, vas a querer contárselas a alguien. Mi copa, por favor. Somos como globos; si los inflas lo suficiente, estallarán. De la misma manera, si nos llenamos demasiado de cosas y no dejamos escapar, aunque sea un poquito de aire, ¡bum!
Creo que tenía cuatro años la primera vez que la vi. Yo de cuatro años, no la niña. Ella quizás un año menos. Vivía en Ciudad del Milagro, cerca de la hoy abandonada pista de bicicrós. Era una casa de piedras. No es algo que yo recuerde, pero vi fotos. Una para ser exactos.
Tenía cuatro años, ¿ya lo dije? Y me escapé de casa. No llegué demasiado lejos. No planeaba convertirme en un fugitivo ni nada por el estilo. Mis proyecciones eran de un tono más trivial. Llegar a la plaza. Creo que hoy les dicen parque de juegos. Como sea, quería llegar ahí para distenderme de las presiones de la infancia. Vos sos joven, seguramente sabrás de lo que te hablo; no son años tan lejanos en tu caso. ¿Cuántos años tienes? ¿30? ¿28? Las muchachas han de sacar número. ¿O se dice “hacer fila”? Vos me entendés.
Te decía, era un mocoso que había echado mano a una independencia que no tenía, para ir al parque de juegos. Llegué, y mis metas eran claras: ir al tobogán. Había dos, uno bajito, calculo que de dos metros altura. Y otro más alto, de unos tres metros y medio. Pero, ¿qué tan alto son dos o tres metros, para un pibito que no llega a los ochenta centímetros? Para mí eran torres. En fin, llegué hasta el tobogán bajito y estaba siendo usado por esta niña que mencioné. No la había visto deslizarse por él, pero estaba al pie de la escalera, aferrada a una de las barandas cuando llegué. Me miraba con una expresión que todavía recuerdo. ¿Cara de póker le dicen? Cuando alguien no muestra ninguna emoción o gesto en el rostro. Lo cierto es que me miraba con esa cara. No esperes que te la describa como que su cara era pálida, y que vestía ropas de los años 50, porque no era así. Tenía una tez, más bien trigueña, como la mía en ese entonces, y llevaba una doble chuleta como la pecosa antiojuda del programa ese de comedia mejicano. Llevaba un jardinero azul oscuro, una remera rosa pastel, y botitas marrones. Una niña como cualquiera. Pero espera, déjame terminar.
Sabía que estaba usando el tobogán porque estaba aferrada a él con una de sus manos. Creo que lo dije. Como veía que no subía, y sólo se limitaba a quedarse parada ahí, con su cara inexpresiva mirándome (podría jurarte que ni pestañaba la cabrona) decidí subirme yo. Pero ella llevó su otra mano a la baranda y me bloqueó el paso. Le dije que quería utilizarlo, y hasta llegué a mentirle que ese tobogán me pertenecía. Ella estaba resuelta a no dejarme subir, y ni siquiera quería usarlo ella misma. Recuerdo que le dije una vez más que ese tobogán era mío y que, si ella quería jugar, tendría que usar el otro más alto. Peleas de niños, ¿eh?
Lentamente fue soltándose de las barandas, con su misma cara inexpresiva, y sin cortar el contacto visual. De momento creí que iría a llorar, o gritarme algo en la cara, pero nada de eso sucedió. Simplemente salió corriendo. No le presté mayor atención. Ni siquiera sé si fue al tobogán alto. Yo tenía lo que quería y —seguro te caerás de culo— ahora que lo tenía, no lo quería.
Lo cuento y suena absurdo, lo sé. Pero también sé que me entiendes, porque es algo que está en el ADN humano. “Mío, mío, mío” y cuando es tuyo, lo dejas a un costado. No me vengan con esa mierda de que los niños no tienen pecado.
Subí al tobogán sin demasiado entusiasmo y, cuando estaba en la cima a dos metros del suelo, volteé buscando a la entrometida de chuletas y no la vi. No había mucha gente en la plaza esa tarde. Creo que era la hora de la siesta. Estaba soleado y no corría viento. Busqué un poco más y seguía sin verla. Recuerdo que tuve miedo de que volviera con su padre para bajarme de las orejas. Tampoco sucedió. ¿No es sorprendente la cantidad de detalles que aun conservo de aquella tarde? Tenía cuatro años, y mojaba la cama cuando se me iba la mano con el agua en la cena.
De pronto, lo que captó mi atención fue el otro tobogán. Se veía tan atractivamente alto. Nunca había subido a él, ni aun estando con mi papá para recibirme en el arenero. Pero en ese momento, subido al tobogán bajo buscando a la niña, me atacó un súbito deseo por subirme al tobogán alto. Decidí que lo haría. Me deslicé y dos segundos más tarde corrí hacia la otra atracción. Llegué al pie de la escalera y miré hacia arriba. El tobogán parecía subir hasta las nubes. Lo escalones no tenían fin desde donde yo los veía. No sabía contar, y me parecieron infinitos, interminables.
Lo último que sentí fue terror. Tenía tal excitación por poner mis manos encima de ese aparato, que lo hice sin pensar. Repentinamente, como si hubiera estado mentalmente ausente noté que, a la base del tobogán, en el arenero, había un padre animando a su hijo miedoso a deslizarse. Yo no podía con mi ansiedad y ya había comenzado a subir. El padre del miedoso usó mi determinación como excusa para apurar a su hijo, que comenzó a negarse categóricamente a deslizarse. Yo continué subiendo, pero más lentamente. Era consciente de la altura que estaba alcanzando; rompiendo récords. Contemplé mis alrededores y sentía que un nuevo mundo se abría delante de mí.
Mi epifanía fue interrumpida, porque el miedoso decidió que bajaría por las escaleras nuevamente. Yo no interrumpiría mi ascenso. Cuando lo vi comenzar a bajar, decidí que me pararía sobre una barra de hierro soldada entre la baranda y una de las patas de apoyo de la escalera. Me quedé quieto allí, admirado de mis destrezas —y podría jurar que con cierto aire de superioridad respecto del miedoso. Cuando este pasó, despejando así el tramo que me faltaba para llegar a la cima libre, me propuse volver a los escalones.
No sé si fue el exceso de confianza lo que me volvió descuidado, o si fue la falta de experiencia. Quizás fueron ambas cosas. Al pasar uno de mis pies a los escalones, mi pie de apoyo se resbaló y quedó metido entre dos de esas barras de metal que unían la baranda con la pata de la escalera. El mundo se sacudió con violencia y quedó patas arriba. Los juegos de la plaza, dentro de mi campo de visión, estaban al revés. El suelo estaba donde antes había estado el cielo, y el cielo… bueno ya sabes.
De pronto, fui consciente del pánico que me había apresado producto del vértigo en medio de todo aquel espectáculo. Me sentí impotente y ridículo. Comencé a llorar y el miedoso comenzó a reírse de mí, o tal vez ya lo había estado haciendo cuando lo vi. Entre mis lágrimas vi el tobogán bajito y, sentada sobre la base superior, la niña. La misma de antes, con sus mismas chuletas, y su misma mirada inerte. Estaba mirándome. Fue ese cuadro el que me provocó el verdadero terror. Las lágrimas dejaron de brotar y el vértigo por estar colgado de una pata haciendo vaivén se fue. Sólo quedó un terror que me ahogaba. La niña giró su cabeza hacia el arenero, resuelta a lanzarse. Mi padre apareció delante de mí, preguntándome cómo había llegado hasta allí. Desenganchó mi pie y me bajó. El mundo giró nuevamente ante mis ojos. Recuerdo que seguía buscando a la niña con la mirada, mas sin hallarla. Había desaparecido del lugar. Mi padre comprobó que yo no estuviera herido, y me llevó a casa. Las sensaciones de mi accidente no me quedaron tan impresas en la mente como el terror que me dio esa niña con cara de póker.
Creo que ahora sería un buen momento para que me sirva esa bebida, mesero. La garganta se me está secando y, además, recordar estas cosas lo estresan a uno.
Pasarían años hasta que yo reviviera una experiencia parecida. Digo “parecida” no sólo porque esta segunda experiencia alcanzó los niveles de horror de la primera, sino que los superó.
Yo tendría ya unos diez años de edad. Mi padre llegó ese mediodía con una sorpresa para mi madre y para mí. Salió del auto con una caja llena de agujeros perfectamente circulares. Ahora sé que se trataba de respiradores. Se me acercó con ella e hizo que la sostuviera. Cuando lo hizo, del interior de la caja salió un tierno maullido, cuya melodía escapó por los respiradores. Mi madre estaba parada detrás mío, y me animó a que aventurara una posible respuesta para lo que se encontraba dentro. Yo ya sabía la respuesta, pero quise hacerme el misterioso. Levanté la caja para observar dentro de ella por uno de los perfectamente circulares agujeros. El gato que estaba dentro se movió sin emitir sonido, aunque igualmente se oyó un tintineo. Abrí la caja y allí estaba. Un gatito negro por donde se lo mirara. Llevaba un collar rojo con un cascabel. Mucho de collar no tenía, más bien se trataba de una cinta roja. Mi madre, al verlo, emitió un chillido de aparente ternura por el aspecto del animal.
El gato no parecía tenernos miedo. Con una mano sostuve la caja y con la otra agarré al animal. Su cascabel retintineó. Enseguida supe qué nombre le pondría. Me vino a la cabeza por el personaje de una historia que nos habían hecho leer en el colegio. Fortunato. Supongo que, para entender la referencia, has de tener que conocer las obras de Poe. No se qué leen los niños de hoy. No me lo digas. Creo que no lo hacen.
¿Te estoy aburriendo? Como sea, decidí bautizar mi mascota como Fortunato. Mis padres deben haber estado de acuerdo porque no recuerdo que le cambiaran el nombre. Fortunato era un gato muy juguetón, y prefería estar dentro de la casa, al contrario de otros. En las ocasiones que salía a la calle, podías oír sus ligeros pasos sobre el techo, siempre acompañado del tintineo de su collar de cascabel. De noche era imposible verlo, pero podías oírlo y adivinar dónde estaba. Lo más sorprendente de Fortunato era que no me rehuía, ni era arisco. Con sólo insistirle unas pocas veces, volvía a mí, maullando, ronroneando, y tintineando.
Hasta que un buen día no lo hizo.
Salí en mitad de una siesta a buscarlo y no volvía a mí. ¡Fortunato! Pero él no venía…
…Perdón, ¿y mi trago?
¡Fortunato! Insistí. Pero el gato no vino. En resumidas cuentas, no vino porque estaba dormido en la cama de mis padres. Con ellos. Yo había temido lo peor. De todas maneras, esa misma tarde cuando Fortunato, en efecto, vino cuando lo llamé, no llevaba su collar de cascabel. Mi padre me había dicho que seguramente se lo había quitado porque le molestaba. Me explicó que debió habérselo arrancado de tanto rascarse y que, de ahora en más, deberíamos estar más atentos a sus movimientos hasta que le consiguiera uno nuevo. Pero no estaba seguro de eso último, pues seguro Fortunato se lo quitaría también.
Esa noche, entré a la habitación de mi madre para avisarle que había yo había dejado lista la mesa para la cena. Recuerdo que ella estaba sentada al borde de su cama, junto a la mesita de luz. Al oírme entrar, reaccionó sorprendida y enseguida guardó algo que tenía en la mano en el cajón de la mesita. Al cerrarlo, algunos objetos se sacudieron dentro. No recuerdo si mi madre lloraba o tenía los ojos cansados. Supongo que las dos cosas. Lo que sí recuerdo fue el enmudecido tintineo que provino del interior del cajón, cuando ella se apresuró a esconder lo que tenía en la mano.
No sabía por qué mi madre le había quitado el collar de cascabel a Fortunato. Creí que le molestaba el sonido, o quizás le molestaba a Fortunato y ella se lo quitó. También cabía la posibilidad de que ella lo hubiera encontrado, aunque eso no explicaba su reacción de cerrar el cajón. Pero luego recordé que lo que había escondido había sido otra cosa, por lo que no pasaría nada si yo tomaba el collar de ahí. De todas formas, mi padre había dicho que le compraría otro, y yo quise ahorrarle el gasto. Esa misma noche, antes de terminar la cena, dije que iría al baño y, en cambio fui a la habitación de mis padres. Quise abrir el cajón, pero tenía llave. No me costó encontrarla. Estaba enganchada del lado interno de la pantalla de la lámpara. Empecé a sentirme agitado, porque sentía que estaba haciendo algo indebido. Me dieron ganas de cagar. ¿Te ha pasado? Estás hurgueteando y la naturaleza llama. Ella siempre tan inoportuna. Actué rápido y tanteé sin mirar demasiado. Encontré el collar de cascabel y lo puse en mi bolsillo.
Al día siguiente, le coloqué el collar a Fortunato y lo dejé salir. Al cabo de una hora salí para buscarlo. Podía escuchar el tintineo sobre el techo, pero de momento el sonido se perdía. ¡Fortunato! El gato respondió con un maullido. Sentí sus pasos apresurados, buscando por dónde bajar del techo de la casa. Volví a llamarlo y, cuando respondió supuse que lo hacía desde el suelo. Rodeé la casa, pero no lo veía. Escuchaba su cascabel, pero a él no lo veía. Decidí cambiar de dirección, y volver sobre mis pasos. Si Fortunato estaba dando vueltas, eventualmente se toparía conmigo. Dicho y hecho. Me vio surgir como un gigante por una de las columnas de la galería, y escapó hacia el otro lado. Estaba jugando. Maulló y echó a correr como un pequeño león negro que salió de caza. Yo me encorvé y estiré los brazos, simulando ser un monstruo que quería atraparlo. Yo venía con la cabeza gacha, enfocando la mirada en sus patas traseras y el oído en el tintineo. De repente, Fortunato dio un salto como el que solía hacer para treparse a un árbol, pero no fue hacia un árbol.
Creo que ahora podría describir lo que sentí, como si la sangre se hubiera congelado en mis venas, dejando así de circular. Pero a mis diez años no podía describir nada. Sólo sentir. Sentí un terror que había sentido por primera vez seis años antes. La niña de las chuletas que había visto en el tobogán estaba ahí con Fortunato en brazos. A esa edad yo no era muy observador, así que tampoco sería consciente de los cambios madurativos del cuerpo. Pero esa niña estaba igual en aspecto y atuendo que la primera vez que nos encontramos. Su expresión apática, intocada por el paso del tiempo. Era la misma niña de unos tres eternos años de edad.
Fortunato se movió en sus brazos y su cascabel resonó en el aire. La niña comenzó a ceñirlo con fuerza, y Fortunato comenzó a inquietarse. La cara inerte de la niña no hacía muecas ni daba muestras de emoción alguna. Sin embargo, el comportamiento de Fortunato develaba que ella estaba haciendo cada vez más fuerza con sus brazos. Fortunato comenzó a chillar, pero ella tomó su collar de cascabel y lo tiró con fuerza, cortándole el aire para que no se lo escuchara. Por primera vez, la niña se sacudió un poco al dar un último golpe de fuerza con sus brazos. Un cascabel resonó, pero no fue el de Fortunato. El suyo tintineó cuando la niña lo soltó y su cuerpo muerto golpeó el suelo. La niña bajó sus brazos y alternó la cabeza con un movimiento grotesco del cuello, como su le hubiera dado un espasmo. Sus chuletas latiguearon emitiendo un sonido de campanilla. Fue entonces que vi que una de ellas llevaba una cinta roja idéntica a la de Fortunato, con cascabel.
Mi madre apareció detrás de mi y yo volteé estupefacto. Los ojos de mi madre vieron el cuerpo muerto de Fortunato, pero nunca vieron a la niña.
Mesero, dígame si no se le eriza la piel. Ciertamente, a mis padres se les erizó. No creas que fue por Fortunato ni por mí, que presencié su —“accidental”, según ellos— muerte. Fue por el collar de cascabel. Mi madre lo atesoraba porque había pertenecido a alguien muy especial para ella, y yo casi lo había estropeado poniéndoselo a Fortunato. Ella nunca había encontrado ni comprado el collar de Fortunato. Era una reliquia personal. El collar de Fortunato nunca apareció, pero eso dejó de ser un problema por obvias razones.
Realmente andaría necesitando ese trago, mesero. No trate de engañarme. Sé cuidarme solo.
Quizás se esté preguntando si hablé de la niña a mis padres. Por supuesto que sí, pero no le prestaron mayor atención a mi versión de los hechos. ¿Una niña de tres años que estranguló a Fortunato, y que coincidía con la niña de aquel lejano día en que escapé al parque? No les llevó mucho tiempo descartar mi historia. Aunque sí se llevaron una sorpresa por mi capacidad de recordar un día como el de mi fuga. También me castigaron, por si se lo preguntaba. Aunque no le describiré los detalles de mi humillación. Use su imaginación, carajo.
Mis padres olvidaron el incidente en cuestión de días, pero a mi me persiguió por años. Incluso me llevaron a un psicólogo. Nunca supe mi diagnóstico, eso es algo que sólo lo confiaron a mis padres. Pero las citas me ayudaron, por un tiempo, a enfocarme en cosas que potenciaron mis habilidades cognitivas. Participé de concursos de matemática, en tres de los cuales salí ganador a nivel provincial. Luego, me convertí en un adolescente y mis intereses cambiaron. No me malentienda. No le di a las drogas ni a ningún otro vicio. A menos que el amor sea considerado como uno de ellos. En ese caso sí, fui un adicto. No llegué a experimentar el éxtasis de la sustancia, pero si sufrí de la abstinencia, ¿me entiende? Un enamoradizo frustrado. Interesante nombre para una comedia romántica argentina, si fuera a tratarse de mi vida amorosa.
Pero no quiero distraerlo con eso. Usted quiere saber qué fue de esa niña de chuletas y cara de póker.
Tenía unos dieciséis años. Debe haber sido por el año… bah, no me haga caso, tampoco quiere saber eso. Como le decía, tenía dieciséis años, estaba yo con un grupo de amigos del colegio. Entre ellos estaba Micaela. Deduzca quién era ella. Siempre fui malo para los nombres, excepto para los de ellas, ¿me entiende? Estábamos en una pizzería de San Lorenzo, y decidíamos a qué casa ir a pasar el rato, o al menos eso creo. Uno de ellos sugirió que visitáramos la casa abandonada de las golondrinas. Nadie conoce la historia exacta de ese lugar, excepto que es un atractivo para los curiosos que quieren pasar un buen rato de miedo. Todos dijeron que era una magnífica idea, y yo también. Aunque, de hecho, me pareció pésima.
Fuimos, pues, a la casa de las golondrinas —bautizada de esa manera por encontrase cerca de una guardería de niños llamada así—, a modo de referencia. ¿Ha estado allí?
Hicimos una parada en casa de uno del grupo, para abastecernos de juegos de mesa, cartas, linternas y, por supuesto, algo de comida e infusiones varias para la aventura nocturna.
Condujimos hasta el lugar, y dejamos el auto a unos cuantos metros de la tranquera de la casa. Caminamos el resto del trayecto hasta la lúgubre residencia y, una vez dentro, nos acomodamos en el salón principal. Un lugar amplio fue atravesado por las temblorosas luces de tres linternas intrusas, y seis curiosos que buscaban un lugar medianamente cómodo para sentarse. Lo encontramos y distribuíos los víveres en partes iguales. Sacamos cartas de Loba, y cuando nos aburrimos de ellas sacamos las de Truco. Posteriormente, también nos cansamos de ellas. Compartimos algunas historias y mitos regionales de terror. Yo no me sabía ninguno, excepto unos relatos de Poe. Quise compartir el del Barril de Amontillado, pero me recordó a mi gato, y eso habría traído anécdotas peores. Delirios, por supuesto, diría mi psicóloga con palabras más elegantes. Si ella viviera, claro.
No recuerdo quién de los chicos fue, pero uno extrajo una ouija, ¿así le dicen ahora? Era un tablero con un abecedario y una copa de vidrio. Nosotros le llamábamos “el juego de la copa”. Lo sé… super creativos; no conquistamos el mundo porque no queremos.
Recuerdo que la reacción de Micaela no fue buena. Había querido irse en ese preciso momento, pero la convencieron para quedarse. No tenía que participar si no quería hacerlo. Yo vi mi oportunidad para hacer mi movida, y dije que tampoco participaría. Argumenté que no querrían tenerme en medio de ellos estropeándoles la diversión con mi racionalización de las cosas. Eran libres de adentrarse en su histeria colectiva, pero yo no sería parte. Estuvieron de acuerdo. En parte decía la verdad, y en parte quería aprovechar para hablar con Micaela y ver si sucedía algo entre nosotros. Uno de los chicos me guiño el ojo.
Fuimos con Micaela hasta una barra muy parecida a esta. Los dueños de aquella vivienda abandonada deben haber sido gente bastante pudiente.
Nos sentamos sobre unos taburetes que habían quedado allí, no muy alejados del resto del grupo. El esplendor de sus linternas llegaba hasta nosotros, y de tanto en tanto un grito nervioso seguido por risas histéricas. Micaela saltaba de miedo y revoleaba los ojos. De momento se aferró a mi con exagerada tensión. La penumbra, el nerviosismo y el alcohol estaban haciendo efecto. Hablamos cosas que ni recuerdo. Trivialidades. Sé que me comentó que una de las chicas había planeado jugar a la ouija esa noche, porque quería contactar a un familiar que se había colgado. Seguramente quería preguntarle si el apretón del nudo había dolió, o si se había arrepintió de jugar al péndulo humano en algún momento, antes de que la luz de la vida se le apagara.
En una oportunidad, y por razones que no me son claras, me encontré besando a Micaela. Fue agradable, eso lo sé. Un poco raro al principio; sus labios estaban un poco secos, quizás paspados, pero luego se humedecieron y se volvieron suaves. Estuvimos así, ceñidos de las manos, varios minutos. De momento, lo único que oíamos era el sonido de nuestros labios rozándose, y el ritmo acelerado de nuestra respiración. Al parecer, los del grupo no nos vieron, porque seguían haciendo indagaciones al aire, esperando respuestas y profiriendo acusaciones por algún movimiento voluntario ejercido sobre la copa.
Micaela decidió que ya me había besado lo suficiente, o lo hice yo. La cuestión es que nos despegamos. Ella dirigió la mirada al grupo, avergonzada quizás de verme a los ojos, mas sin soltarme las manos. Yo la imité y observé a los del grupo también, no sin antes chequear que la incomodidad en mi entrepierna no fuera demasiado evidente.
Alguien preguntó al aire si —probablemente el ahorcado— estaba allí. Para mi sorpresa me encontré pensando en la niña de las chuletas. Su cara inexpresiva apareció en mi cabeza, con su jardinero azul oscuro, su remera rosa pastel, sus botas marrones, y sus chuletas. Una de ellas con una cinta roja tintineante. Traté de ahuyenté esa imagen de mi cabeza en vano. ¿Sabías que a los espectros no les importa si verbalizas tu petición? Ellos eligen aparecer, y ellos eligen a quién hacerlo.
Detrás de esa barra…
…perdón, me distraje. De pronto me di cuenta de que poco a poco las personas fueron abandonando este lugar. Parece que estamos solos usted y yo. ¿Quiere que continúe? Bien, pues.
Detrás de esa barra estaba la niña cara de póker. Di un respingo y me caí del taburete. Fue bastante cómico… para Micaela. Ni yo, ni los demás pensamos lo mismo. Me puse de pie sacudiéndome la ropa, y traté de sacar lo mejor de ese momento. La risotada de Micaela me alcanzó, pero el placer me fue arrebatado por esa niña. Porque seguía allí. Con sus eternos tres años de edad.
Algo fue diferente en esa oportunidad porque, por primera vez se comunicó conmigo. No lo hizo de manera verbal. Sólo me concedió un gesto con la mano. Me indicó que la siguiera. La niña atravesó un umbral sin puerta y me vi siguiéndola. No puedo dar razones de lo que sucedió, pero puedo describirlo. La niña quería mostrarme cosas.
Lo primero fue una fiesta de cumpleaños. Lo que estaba viendo en ese momento era la sala de mi casa, en Ciudad del Milagro. Había niños y niñas por todos lados. Y la niña. Se paró frente a un largo tablón de madera sostenido por dos caballetes y cubierto por un mantel de plástico con figuras oportunamente temáticas. Había recipientes con bocados típicos de fiestas de niños. Algunos potecitos contenían caramelos enterrados en harina, los cuales debían ser sacados sin el uso de las manos. Algunos niños, que aceptaron el desafío con ahínco, tenían la cara empolvada como pequeños cocainómanos, y un caramelo sujetado del envoltorio con los dientes. Luego, la niña me mostró a mi madre tomado fotografías con una de esas cámaras a rollo, y a mi padre sosteniendo una gran piñata encima de un puñado de niños. Ella estaba parada en el centro, siempre mirándome, siempre inexpresiva. Volvió a señalar y yo seguí su dedo. Me mostró a mi mismo, a los cuatro años recién cumplidos.
Esa era mí fiesta.
Estaba siendo víctima de una broma por parte de unos niños más grandes. Ellos me habían servido un vaso de jugo de manzana, y lo habían mezclado con sal. Yo lo descubriría en unos segundos. Me llevé la infusión y, acto seguido, escupí asqueado. Los chicos más grandes se reían de mí. El niño, que era yo, alivió su malestar tomando un vaso no adulterado de jugo de manzana. Reconocí mi cara de maldad en ese niño y supe lo que haría.
Es extraño. Yo no recordaba ese día, y sin embargo la niña me mostraba que había sido el protagonista.
El niño corrió, es decir yo corrí… corrimos… me da dolor de cabeza, ¿no te pasa también? Corrí a la cocina y salí nuevamente con un preparado similar al que los chicos grandes me habían dado. Ellos, ya experimentados, no tardaron en descubrir mis planes y me rechazaron la poción. Pero luego, uno de ellos me susurró algo al oído y señaló a la niña. Mi rostro aniñado se iluminó, y enseguida fui hasta la niña con mi preparado. Por alguna razón, tenía ganas de gritarle a ese niño que no le llevara lo que había preparado en ese vaso de plástico. Quería decirle a la niña que no se lo recibiera.
Me estoy mareando un poco, mesero, creo que es hora de mi bebida. ¿Escuchó eso? Hay gente afuera, quizás esta sea una noche movida después de todo.
La niña recibió el vaso que yo le di, y se lo bebió. ¿Esperas saber si reaccionó tan dramáticamente como yo? Pues no lo hizo. Su expresión era la misma. Y me sostenía la mirada. La niña se desplomó en el piso, sin alterar sus facciones, pero entendí el mensaje. Aunque todavía tenía preguntas. ¿Por qué me mostraría una escena semejante? ¿Qué quería lograr ese espectro? ¿O acaso era la casa de las golondrinas y el alcohol en mí sistema? ¿Qué buscaba, luego de tantos años de torturarme con su inexpresión, y la posterior ejecución de mi mascota? ¿Ahora quería hacerme creer que era capaz de asesinar? Un hombre de mis facultades mentales, jamás haría tal cosa. Pero letrado y todo, estaba siendo testigo de la más vívida de las alucinaciones. La niña quedo tumbada, con sus ojos abiertos y las manos al cuello, mientras decenas de niños y adultos se abalanzaban en su auxilio. Mis padres incluidos.
Retrocedí unos pasos; hablo de mí, no del niño. Observé la cocina y vi que las puertas de la bajo mesada estaban abiertas de par en par. Varios envases —principalmente productos de limpieza— se encontraban destapados en el suelo. Reconocí una lavandina, un detergente, soda caustica y veneno para cucarachas. Miré a mi costado, y la niña estaba parada junto a mí, todavía observándome. Tomó mi mano y me condujo a una habitación. Mientras nos acercábamos a ella, la fiesta de cumpleaños quedó olvidada. Entramos y era un cuarto oscuro, iluminado sólo al centro, pero era una luz que no alumbraba nada más que una mesita de luz.
¿Me sigues? Porque tengo la sensación de que hay mucha bulla en algún lado, y que de alguna manera te estoy perdiendo.
Fui hasta la mesita de luz, la lámpara parecía tener un insecto en la parte interna de la pantalla. Observé y era una llave. Esta desapareció de mí vista, e inmediatamente sentí un clic más abajo. La llave estaba puesta en la cerradura del cajón, y comenzó a girar. El cajón se abrió solo y reveló una fotografía que estaba boca abajo, con una inscripción que decía: cumpleaños del ’93. Tomé la fotografía y al verla me quedé sin aliento. Estaba yo, con un gorro de cumpleañero celeste, ante mí una torta de dos pisos, y a mi lado estaba la niña. Ella también llevaba un gorro de cumpleañera, color rojo. De la punta del gorro, pendía una cinta roja, con un cascabel. Sobre nosotros, había un letrero con la inscripción: “Feliz cumple mellis.”
Tuve un espasmo en la mano con la que sostenía la fotografía y esta se me cayó dentro del cajón. La niña extendió su mano sin apartar la mirada de mis ojos, extrajo la cinta roja con el cascabel, y se lo ató en una de las chuletas. Hizo un movimiento con la cabeza y el cascabel resonó. Habló por primera vez, después de todos esos años, y sólo dijo una cosa. Dijo…
Perdón… ¿mesero? Ella dijo su nombre… mesero… ¿dónde está mi bebida?
La niña me dijo como se llamaba y yo… Este lugar necesita una limpieza, ¿no le parece? Esta no es manera de tratar a los clientes.
¿Por qué hay tanto ruido? De repente se ha llenado de personas. ¿Traen…? Traen linternas… ¿Qué…? ¿Qué significa todo esto? ¡Señores, déjenme en paz! ¡Tengo que terminar mi historia y decirle el nombre de la niña! ¡Suéltenme! Por favor, ¿Dónde…? ¿Dónde está el mesero? Estaba aquí hace un momento… me debe una bebida.
¡DIGANLE QUE QUIERO MI BEBIDA!
—Oí que lo encontraron —comentó una enfermera.
—No fue difícil —respondió el secretario—. Estaba de vuelta en esa casa abandonada en San Lorenzo. Tiene una fijación por ese lugar.
—Sabes por qué, ¿no? —Perdió la cabeza una noche que se metió con sus amigos ahí. Casi mata a una muchacha. Un minuto la estaba besando, y al otro intentaba drenarle la vida con sus manos en torno al cuello. Es una locura.
—No habría sido su primera víctima, según su historial —. A los cuatro años envenenó a su hermana. Eran mellizos. Ahora, ESO es una locura.
—No podemos responsabilizarlo por lo de la hermana. ¿Dónde estaban los padres? En fin… ¿cómo lo encontraron?
—Es la misma historia de siempre. Estaba sentado en la barra frente al viejo espejo. Se resistió un poco al principio, pero luego perdió el conocimiento.
—Siempre lo digo, y vuelvo a repetirlo. No a todos se los puede dejar salir a pasear sin supervisión.
—Ya cambiarán las políticas.
—¿Esa cinta roja es tuya?
—No. Recién la veo. Tiene una especie de cascabel. A lo mejor se le cayó a alguna de las visitas durante el día. Habrá que llevarlo a la caja de objetos perdidos.
—Vos hace eso que yo ya me voy. Buenas noches, y feliz vigilia.
—Hasta mañana.
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thelastdada · 5 years
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Tus Ojos Brillan Diferente - Capítulo 7
Capítulo Anterior.
...
Capítulo 7: "El inicio de una tormenta"
Después de la noticia que me dio Bastián, las cosas se habían relajado mucho entre ambos, él se portaba muy diferente conmigo, como si fuésemos amigos de mucho tiempo. Comencé a comprender el hecho de que me había olvidado, que estaba comprometido, y que ahora me veía de una mejor forma. Incluso acepte conocer a su prometido, ya que Bruno había insistido en que debía involucrarme un poco, debido al cariño que le tenía, el cual era más de amistad claro. En cuanto a Guillermo, había optado por dejar de pensar, tan solo actuaría a su lado. Comenzamos un proyecto a partir de una idea que me compartió, lo que nos provocó pasar más tiempo juntos, durante semanas, y a solas. Aunque inconscientemente, ambos alargábamos esas horas con cosas sin sentido, yo sabía que él también lo deseaba en cierta forma. Mi táctica de dejar de pensar estando a su lado, detono una noche en que nos tomamos de la mano, todo se había sentido diferente, fue un accidente, sin embargo, pude sentir su mano aferrarse con la mía, como si hubiese estado esperando por ello. Le envié un mensaje diciéndole que había sido un error, porque así lo sentía yo en ese momento, no lo pensé tanto, él tenía pareja, y debía respetarlo.
Después de ese momento las cosas habían tomado otro camino, estábamos a unos días de hacer la presentación para todos en general, nuestra relación se sintió distinta, una vez más, solo que no lo hablamos ni una vez. Actuamos como si nada hubiese pasado.
...
Lo habíamos logrado, de verdad lo habíamos logrado, el equipo creativo estaba entusiasmado con nuestro proyecto y con la idea de Guillermo. Mis superiores me dieron su confianza para que iniciáramos, era mi oportunidad de demostrarles el porque me eligieron por encima de los demás. Guillermo estaba sonriendo de forma tan alegre que me contagiaba, luche por no mirarlo demasiado durante la reunión, estaba matándome. Terminamos repartiendo los puntos más importantes para que el proyecto empezara a nacer, cada quien tenía trabajo que hacer, por fin mi equipo haría su respectivo trabajo. Todos comenzaron a salir, podía sentir el ánimo y la motivación en todos, ellos esperaban desde hace mucho algo así, él se quedó de pie al cerrar la puerta, me miro sonriendo, yo... yo moría por abrazarlo.
Le di mi atención, se había recargado en la orilla de la mesa, una gran sonrisa adornaba su rostro--no puedo creer que esto sea verdad –musito sorprendido aún, era su idea, por supuesto que estaba emocionado –lo logramos –me dio su atención una vez más, yo solo podía sentir el impulso de lanzarme a él, pero lo controle al mirar a todos trabajando detrás de los cristales, no era debido
Su mirada podía casi destrozarme, tuve que seguir la línea de la conversación --ahora viene el camino más complicado –me refería a la creación, ese camino largo y lleno de obstáculos, lo había pasado ya un par de veces en Londres –pero la meta es increíble, cuando lleguemos a esa meta lo entenderás –asintió entendiendo, quité mi vista de él, no soportaría más. Desconecte la tablet y le señale la puerta, no quería que nadie pensara otra cosa, lo cual probablemente nadie más que yo pensaba
--Muchas gracias, por todo –sentí mi sonrisa desaparecer, si no salía de allí lo iba a sujetar en mis brazos, de verdad que lo iba a hacer –hablamos más tarde –dijo mientras caminaba a la puerta, "por favor vete" pensé una y otra vez, hasta que se fue. Sentí mi corazón descansar, no podía soportar esa sensación, cada salida con él me traía recuerdos del pasado, por más que intenté ocultarlos, estaba siendo inútil. Desconocía lo que él sentía, pero cada vez, cada tiempo a solas, cada conversación, podría jurar que sus ojos querían decirme algo.
"—Acabara pronto –susurre mientras sostenía su mano, ese impulso no lo pude controlar, traté de enfocarme en la película, que supiera que estaba concentrado. Sin éxito, sentí como sujetaba con más fuerza mi mano, con miedo de lo que estábamos viviendo, un miedo que no se relacionaba con la película. Y es que las cosas ya no eran las mismas, había una diferencia. Esa diferencia. Algo no iba como yo o como él planeaba, supuse que sería pasajero, ya que ninguno quería reconocerlo. Sin embargo, no fue pasajera, esa diferencia no hacía más que incrementar, y él y yo. Bueno, ya nos mirábamos de otra forma.
Ahora anhelaba muchísimo los días de escuela, me escapaba a su edificio, excusándome con ver a Frank, porque la verdad quería verlo. Solo tenerlo frente a mí era suficiente. Ver esos ojos rasgados achicarse más con su sonrisa tan sincera y ese brillo que lo rodeaba me tenía embriagado.
Y la película termino. La sala estaba vacía y la oscuridad se intensifico, solo una pantalla negra mostraba los créditos de aquellas escenas que vi pasar y no comprendí. Nos quedamos quietos, nuestras manos no se soltaban, ¿Por qué no nos movíamos? ¿Por qué no nos soltábamos? Teníamos que hacer algo, solté su mano con un sentimiento agridulce y me levante –fue interesante –mentí, estire mis brazos al aire y comencé a caminar lentamente hacia el pasillo, sentía su presencia detrás de mí –Sam –lo escuche, me detuve con temor, tal como el de su tono de voz, y me gire a mirarlo con esa poca luz, de tanto verlo ya podía imaginar su rostro a la perfección. Podía presumir de lo mucho que lo conocía, podíamos terminar las frases del otro, podía casi ser su otra mitad, pero, ese momento, en ese momento él no era el Guillermo que yo conocía. Una de sus manos toco mi cintura y sus labios se pegaron a los míos con decisión. Me congele unos segundos, para luego encontrar la dulzura en sus labios, estábamos besándonos, sin temor a que nos vieran, solo éramos él y yo en esa densa oscuridad. Y ese beso, ese beso logro aclarar todo. Nos dimos cuenta, entendimos el nivel al que habíamos llegado, eso ya no era amistad."
El vaso que sostenía cayo inevitablemente, el ruido atrajo la atención de Carlos --¿está bien? –se acercó de inmediato, yo tenía los ojos cerrados y estaba de pie frente al ventanal de mi oficina. Ese recuerdo me había dejado ido.
--Si, si –respondí desconcentrado –se me resbaló –me recargué en el escritorio, no me sentía bien
--Pediré que lo limpien –asentí regresando a mi silla, deje mi cuerpo recargarse y cerré los ojos una vez más. Debía regresar a mi realidad, no podía seguir perdido así, no tenía que afectarme, pero ¿exactamente que no tenía que afectarme? ¿los recuerdos? ¿Guillermo? –se hará una cena mañana, quieren celebrar antes de comenzar con el trabajo importante –me contó mientras ahora me entregaba un par de papeles a firmar
--Reserva en el restaurante, que todo vaya a mi cuenta –le pedí aun leyendo los papeles, ahora quería ocupar mi mente, solo así me concentraría en mi trabajo y no en él. Ese día salí demasiado tarde de la oficina, incluso parecía que me inventé trabajo, pero seguía sintiéndome mal.
Pasaban de las diez, quizá tenía tiempo, al menos lo intentaría. "¿Puedes venir esta noche?", le envié a Elliot, desde esa última vez, repetimos unas cuatro veces, él entendía bien el concepto de la relación, y yo me sentía cómodo con él. Por lo que no me era necesario andar de cama en cama, aunque ya había levantado sospechas con todos los chicos del bar, conspiraban por qué Elliot no llevaba a nadie a casa. Y es que habíamos hablado sobre una exclusividad, hasta que alguno quisiera detenerse, lo dejaríamos sin problemas. Era solo necesidad de relajarnos por tanto trabajo.
"¿No importa si llego un poco tarde? Después de las doce."
"Está bien, te espero."
Honestamente había días en que me daba curiosidad su trabajo, en que quería preguntarle sobre su vida, pero nunca me he atrevido a preguntar, temo que lo entienda de otra forma. Sé que el también sentía curiosidad, por las veces que me veía hablar con Bruno, me miraba como si también quisiera saber. Pensé en Bruno, él se había vuelto mi confidente, era mi consejero y mi paño de lágrimas, aunque nunca había llorado con él, pero era algo así. Él al igual que Frank dudaron de mi extraña amistad con Guillermo, a ambos los ignore, pero si me habían hecho reflexionar mucho. Gracias a Bruno había comprendido mejor a Bastián, aunque se burló mucho de mí por el hecho de que estaba comprometido y de que me había olvidado. Estaba organizando el librero de mi estudio cuando escuche el timbre, me apresure a mirarme al espejo y salí para abrirle la puerta. Era Elliot.
...
--¿Puedo asaltar tu cocina? –dijo apenas seguíamos recuperando el aliento, asentí soltando un bostezo. Lo vi levantarse sin nada encima, tomé esos segundos para apreciar el cuerpo que tenía, y por supuesto, esos tatuajes que adornaban perfectamente su piel desnuda. Tomo sus boxers del suelo y salió de la habitación, imite sus pasos. Me había saltado la cena y con la reciente sesión estaba sin tanta energía encima. Lo encontré revisando la nevera, sacó huevos y otros ingredientes, estaba preparando un omelet simple, serví dos tazas con agua caliente y le ofrecí una –café está bien –lo serví y me quedé mirándolo dominar mi cocina. La cual no he tocado desde que llegué, si había ingredientes era porque muy de vez en cuando me daba hambre como para prepararme algo muy sencillo --¿Quién es Guillermo? –preguntó cuándo di el primer bocado del plato que preparo, casi me atragantaba, a él nunca le había contado, y sé que Bruno no estuvo por allí diciendo algo –no pongas esa cara, no te estoy celando –se rio un poco –es solo... curiosidad –dudo de aquella palabra
--¿Dónde escuchaste ese nombre? –pregunte casualmente mientras bebía agua para pasar bien lo que se trabo en mi garganta
--Cuando llegaste al orgasmo –ahora escupí un poco de agua –eres todo un caso –se rio de nuevo y limpio la mesa con una servilleta, continuaba con esa mirada curiosa. Yo ni siquiera recordaba haber dicho su nombre, ¿Qué demonios significaba eso? Sé que Elliot no podía mentirme, él no sabía nada sobre ese nombre, o sobre él
--Él... él es un amigo –dije inseguro –que fue un exnovio –terminé
Volvió a reírse –un exnovio no puede ser otra cosa más que un exnovio –afirmo
--¿No crees en la amistad después de una relación? –negó orgulloso de ello --¿entonces? ¿solo es un conocido? –pregunte más curioso
--Es una persona que carga con una bomba de tiempo –me quedé intrigado y le di toda mi atención –esa bomba son sus recuerdos. Esta siempre explotara, depende de cada persona la forma en que soportara los recuerdos, muchos los dejan ir, muchos conservan algunos, otros más se aferran a ellos. Y si la otra persona también tiene sus recuerdos aún, quien sabe, allí se vuelven novios de nuevo. Sin embargo, la amistad no puede existir, una parte de la pareja siempre guarda por lo menos un recuerdo, que de vez en cuando le impedirá verlo como amigo... porque así son los recuerdos, mientras más significativos, más difíciles de olvidar –lo mire con todo el asombro posible, tenía muchísima razón. Lo que yo estaba haciendo era mantener esos recuerdos con Guillermo, y debido a eso no podíamos ser amigos, debido a eso yo seguiría aferrándome a abrazarlo una vez más o incluso a conseguir más. Él debió haberme olvidado, él debió haber dejado ir nuestros recuerdos hace mucho, yo, yo no podía aferrarme más.
...
Esa noche termine sin poder conciliar el sueño, Elliot durmió un poco y se fue pasando de las cuatro de la mañana, había notado que su teléfono no dejo de iluminarse, como si recibiera muchos mensajes, sus ojeras me demostraban lo cansado que debía estar. Lo que me había dicho en la madrugada seguía estampado en mi mente, tanto eso como los puntos que se juntaban poco a poco, el hecho de que mis recuerdos si estaban afectándome y de que mi cariño a Guillermo ya era diferente, no me gustaba para nada. Esta noche era la cena, había recibido el mensaje de Carlos, quien me decía que habían optado por elegir el bar cercano al edificio, donde iban continuamente, accedí y le dije que por lo menos arreglara que todo quedara pagado por mí, quería invitarlos una vez más. La cuestión con el nuevo proyecto era que ellos experimentarían por primera vez las dificultades de crear algo desde cero. Llevaban más de dos meses mirándome como un jefe tranquilo y responsable, ahora conocerían más sobre como soy cuando hay algo así de importante en nuestras manos, el único que conocía ese lado de mi era Bastián. Y más de un par de veces me dijo que me desconocía en el trabajo, que no era lo mismo a cuando estaba con él, decía que me comportaba demasiado como un líder. Claro, creo que jamás me lo dijo en un sentido negativo, era solo que le hacía mucha diferencia verme así. Tal vez ese mismo ruido les haría a todos aquí.
--¿Asistirás esta noche? –deje de mirar la pantalla y lo mire con toda sorpresa. Carlos acababa de tutearme, casi pude escuchar cantos celestiales
--Por supuesto –respondí sin enfocarme tanto en su gran logro, llevaba semanas esperando que me hablara así --¿tú? –añadí casualmente, sentía que podíamos llevar una buena relación entre jefe y asistente, tal vez no como amigos incondicionales, pero si cercana. Digo, es una persona que maneja asuntos importantes conmigo, y tener confianza en él era vital
--Si. Aunque creo que mi novia llegara tarde –ese también era un avance, hablarme de su vida personal
--¿Llevarás a tu novia? –pregunté curioso, me parecía un poco extraño, incluso llegué a pensar que era gay. Que mal radar tenía
--Si. ¿No te dije que decidieron llevar invitados? --¿Qué? Mi cara era un poema –algunos comenzaron a preguntar si podían llevar a sus parejas, y conforme se pasó la voz quedaron que llevarían a alguien –¿Cómo es que convertían una reunión de celebración en una fiesta? Y así de pronto, yo solo asentí entendiendo.
¿Debería llevar a alguien? Me preguntaba mientras comía distraídamente, era claro que Guillermo llevaría a su pareja, como sea que se llamaba, si es que no tenía algo pendiente. Pero conociendo mi mala suerte seguro iría con su sonrisa tan tonta, sí, eso era probable. Tampoco quería ser el único solo, tenía que conseguir a alguien, pensé en Bruno, pero estando juntos parecemos todo, menos una pareja. Además, nadie en la oficina sabía de mi vida sentimental, y si sabían algo solo eran rumores desde Londres, tenía que pensar en algo más. Algo que pareciera real, tan real como mi química con Elliot... Elliot.
...
Su brazo se aferró al mío apenas cruzamos la entrada, me moví para mirarlo --¿estás seguro? –me preguntó deteniéndome, asentí sin decir más y prácticamente jalándolo para entrar. El vestía totalmente de negro salvo por su camisa gris que dejaba ver una parte de sus clavículas, era gracioso como podía imaginar lo que seguía debajo de su camisa, como ese tatuaje que descansaba sensualmente en su espalda. Malos pensamientos, no era el momento. Nos encontramos con todos y él me soltó por fin. Comencé a temer por su actuación y por la mía, sin embargo, había ya muchas personas, así que solo saludamos sin detenernos mucho, y nos sentamos a un lado de Carlos y su pareja –comienzo a creer que esto es mala idea –susurro con una sonrisa en mi oído, me estremecí por el susurro tan sorpresivo. Mire hacia todos lados y aún faltaban personas, incluido Guillermo, pensé en lo estúpido que me vería si él llegaba solo y yo me quedaba aquí fingiendo felicidad –creo que nuestra química no sale de debajo de las sabanas –bromeo con su misma sonrisa tonta –o del sofá –me atragante con la cerveza y le di un codazo en el abdomen, él se rió como si estuviésemos jugando.
Y llegó, con ese desgraciado detrás de él, sonriendo como si se encontraran con amigos de muchos años... bueno, los demás si eran de muchos años. Todos ordenaban más cervezas y comida rápida, yo me sentí lleno después de la mitad de una hamburguesa, la cual Elliot se terminó, junto con otra orden. Estaba dándome cuenta de que podía ser demasiado tierno cuando no estaba en mi cama o en mi sofá, sentía como si estuviera cuidando a un niño, más allá de estar fingiendo que ese hombre era mi novio. Nuestras miradas se cruzaron por fin, Guillermo había estado evitándome todo el rato, desconocía si era por mi "pareja" o porque su novio estaba a su lado. Su mirada no me decía mucho, de verdad no logré descifrar algo en esos segundos, el idiota a su lado atrajo su atención –si tu mirada pudiera matar ���sentí la voz de Elliot otra vez –así que ese es –se quedó mirándolos. El idiota le hizo levantar la mano, estaba presumiendo unos anillos plateados que adornaban sus manos, anillos de pareja. Anillos de compromiso.
Durante todos los años que viví lejos jamás pensé en olvidar, quizá era por eso que ocupaba mi mente gran parte del tiempo. Y aquellas veces que soñaba con él, no le daba tantas vueltas, ya que eran mis recuerdos. Temía que si los olvidaba me perdería a mí mismo. Una que otra noche seguían llegando a mi mente, pensé en cómo sería su vida, las primeras veces me deprimía muchísimo, con las experiencias pude ir dejando atrás esa ansiedad y tristeza. Le di paso a mi ambición y dedicación.
Sin embargo, esta noche, estando rodeado de mis nuevos compañeros de trabajo, mirándolos abrirse cada vez más a mí, sonreí inevitablemente. Mientras miraba a ese viejo amor caer en brazos de otro hombre, el cual no era yo. Una sensación desconocida me invadió, no eran celos precisamente, no era enojo ni desamor, era como un vacío que prontamente se llenaba con la necesidad de olvidarme de él.
Quería desconocerlo, quería olvidar esas viejas sensaciones, decirle adiós a todas mis primeras veces con él. Olvidar por completo ese año que me volvió loco. Di un trago final a mi cerveza y quité la mirada de ellos. Era suficiente.
...
La mesa ya estaba más llena de cervezas. Pero no era la mesa del bar donde estaba cenando con mi equipo, era la mesa del sitio donde me sentaba con Bruno y los demás, en aquel bar tan ya bien conocido. Escuche a Fer y Bruno discutir sobre si debían dejarme beber más o no, Elliot llegó a decirles que estaba bien, que él sabía dónde vivía y que podían llevarme hasta casa. Por supuesto que él sabía cómo me sentía, él me vio perder la mirada en ellos. Me levanté un poco mareado, sin duda ya estaba emborrachándome, me recargué en la orilla de aquel balcón y vi hacia la pista, Bruno y Fer se quedaron cada uno a mi lado. Me di cuenta de lo buenos amigos que eran, no dejaban de preocuparse por mí, Bruno entendía un poco la situación, pero Fer estaba allí sin tener una idea, tan solo cuidando de mí.
--Allí están otra vez, los desprecio demasiado tío –se quejó Fer, yo seguí su mirada, encontrándome con un grupo de hombres, los que me había mencionado esa vez, compañeros de trabajo había dicho –ya me enteré de que los cuatro tienen pareja –Bruno y ahora Elliot asentían escuchando, yo los miraba con atención. Y es que uno de ellos... uno de ellos era Santiago
--Que hijo de puta –me solté del borde y caminé con un poco de dificultad hacia las escaleras. Estaba furioso, sentí la mano de Elliot sujetar mi muñeca para detenerme, él también lo pudo reconocer. Escuché que decía que me calmara, yo insistí hasta que ahora ese grupo subía por aquellas escaleras, estos se sorprendieron de ver a Fer allí, así como Santiago se quedó mirándome, Elliot se puso frente a mí, ahora sujetando con fuerza mi mano, y cuando creí que podía calmarme... vi su mano derecha, él estaba sujetando a otro hombre, y en su mano el anillo había desaparecido.
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makahimetenshi · 3 years
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Living with you Chapter 22 - Jotakak Fanfic
Fanfiction
Había pasado una semana desde aquello, una bonita semana donde en cada oportunidad que se veían no dejaban de hacerlo…parecía un poco mas de lo anterior pero con sexo de por medio, ahora se agregaba el plus de los sentimientos por que se decían te quiero y demás, a Jotaro le gustaba bastante por que ellos no eran gente que tuvo muchos cambios en sus relación a lo largo de su vida y que su propia relación no tuviera ninguno en particular más allá de lo típico de su romance le parecía bien, no es como que cada vez que se veían se regalaban un ramo de rosas o salían al cine todos los sábados, no, estaba bien.
La única vez que no lo hicieron ese día fue un día de semana que acordaron para verse en el trabajo de Jotaro pero a Kakyoin se le retraso el bus y llego tan tarde que no podían hacer nada, era una lástima pero al menos lo pudo ver por unos instantes y…le hizo comida casera, casi se le derrite el corazón a Jojo al ver eso, lo único que pudo hacer por la falta de tiempo fue comerle la boca en un beso pero estaba igual de feliz.
Había decidido salir temprano del trabajo para ir a ver al pelirojo y después ir a buscar a Jolyne, la horrible semana de extremo trabajo ya se estaba relajando y podía volver a un ritmo mas normal, cuando el chico le respondió que no había problema fue a tomar el bus directo hacía su departamento.
Al llegar toco el timbre y la puerta se abrió, tomo el ascensor y como de costumbre la puerta estaba abierta, Jojo suspiro y entro para cerrarla detrás suyo hastiado puesto que sabía que aunque le dijera algo el chico no le haría caso, había un olor a pintura bastante intenso y pesado en el ambiente, podía ver ahí sus cuadros frescos a la luz del sol así que el chico estaba trabajando…bueno…no estaba mal tomarse un descanso suponía el…un ruido le llamo la atención desde el baño así que suponía que Kakyoin saldría de ahí en…nada, se sentó en uno de los sofás dispuesto a mirar su celular pero un objeto en la mesa le llamo la atención.
No entendía por qué, había visto miles de veces los cuadernos de dibujo de Kakyoin y nunca había sentido la necesidad de ver ninguno pero este simplemente le estaba gritando que lo ojeara, no pasaría nada verdad? Kakyoin nunca le había dicho nada por ver sus trabajos y demás aunque el no lo hiciera muy frecuentemente, no habría ningún problema no? Su mano agarro el cuaderno y en cuanto lo abrió en una página cualquiera se le cayó en las piernas.
Ah…Kakyoin…oh dios…
Bueno, gente teniendo sexo, no se esperaba que Kakyoin dibujara esas cosas, no le sorprendía, solo que no se lo esperaba de el y no se esperaba eso a la hora de abrir el cuaderno, es todo…gente que por los peinados parecían ellos…y que cuando vio la marquita en forma de estrella y las cicatrices en el cuerpo eran ellos…de cierta manera era bastante sexy aquello, obviamente estaba soberanamente bien dibujado aunque fueran líneas muy bruscas a lápiz sin ningún tipo de detalle, así muy boceteado, pero la marquita en forma de estrella lo delataba.
Fue pasando las páginas, no veía nada en específico o muy especial salvo alguna que otra pose  pero si así lo veía Kakyoin se quedaba tranquilo de que si lo satisfacía por que hasta a el le gustaba su propia imagen en aquellos dibujos, sexo sexo sexo…que…
A Kakyoin le gustaba la moda? Eran varios muñecos con diferentes atuendos…sexys o al menos muy reveladores y algunos…bastante femeninos…A Kakyoin le gustaban estas cosas? El no tenía problema pero no era realmente su rollo, si el quería ponérselos le parecía bien pero dudaba que el mismo pudiera ponerse una tanga o lencería por que…no era lo suyo y ya.
Intento imaginárselo, aquel trasero tan lindo con unos leggins apretados o una tanga que lo partiera en 2 y la idea no le disgustaba, de hecho se había acordado de la primera vez que lo hicieron Kakyoin tenía un croptop y el estómago se le marcaba de una manera de lo mas adorable. Las piernas con unos tacones haciéndole justicia a esos músculos que tenía tan marcados…y las manos con unos guantes…no le parecía mal…de hecho le llamaba la atención, es que tenía tan buen trasero…
Iba a voltear a la siguiente hoja cuando un grito histérico lo hizo saltar en el sofá, al voltearse era Kakyoin con una cara de lo más histérica de un color rojo total.
-Ah, hola
-Que hola ni nada! Dame eso! –el pelirojo se abalanzo encima suyo sacándole el cuaderno para esconderlo detrás suyo, el cuerpo le temblaba.
-Perdón no creí que no podía mirar
-Puedes mirar cualquier otra cosa pero este no! –el pintor revoloteo el cuaderno arriba de un mueble, mirándolo bastante exaltado.
-Creo que vi lo suficiente –al oír esto el chico se sentó en el suelo agarrándose las piernas y ocultando su cabeza en estas de la vergüenza –no es para tanto, si te gustan esas cosas a mi…
-No me gustan esas cosas idiota! Solo lo dibuje y ya! –le grito desde su pequeño escondite.
-Se te verían bien, si quieres probar…
-Que no! –ah, había entrado en estado de negación, no le podría sacar nada ahora mismo sobre si le interesaba o no.
-Entonces los dibujos de nosotros 2…
-Eso es otra historia…-dijo Kakyoin levantando su rostro totalmente sonrojado, podía jurar que iba a ponerse a llorar.
Jotaro bufo, no iba a poder decir ni hacer nada en ese momento ni en los siguientes así que decidió cambiar de tema, de todas maneras tenían que hablar.
-Tienes algo de comer? Tengo un mal gusto en la boca desde hace rato
-Hay un pastel de chocolate en la nevera, tráeme un pedazo a mí también…-el moreno se levantó, obedeciendo a las órdenes del pelirojo, en cuanto volvió con los platitos a la sala estaba el chico sentado en uno de los sillones tapándose la cara, yare yare daze.
Jojo se sentó al lado suyo, haciendo que el chico levantara la mirada cuando el ruido del plato se encontró con la mesita de vidrio, ambos agarraron una cuchara y se pusieron a comer en silencio, le daba cosa intentar hablar ahora pero por suerte el pelirojo fue el primero en aligerar la situación pegando su cabeza contra su hombro, Jojo aprovecho para oler su cabello, hoy tenía olor a cerezas y eso le encantaba.
-Te tenía que hablar de algo –el pelirojo levanto la mirada curioso –en una semana tengo que ir a una expedición, sabes que suelen ocurrir cada tanto –el chico asintió –en realidad estaba programada para mucho más adelante pero la pasaron para ahora, ni idea por que, el caso es que no estaré aquí por un par de semanas.
-Ahora va a ser diferente de antes, te voy a extrañar el doble
-Yo igual –el moreno le dio un besito – el doble? –el pelirojo rio antes de meterse un pedazo de pastel a la boca –en todo caso tengo que llevar a Jolyne con mi madre el domingo, va a ser un problema por que a ella…no le gusta mucho.
-Me estas pidiendo subliminalmente que la cuide yo?
-No, no realmente…-susurro Jojo avergonzado, no pensó que estaba diciendo eso, ahora mismo se sentía atrevido.
-Yo no tengo problema –el moreno lo miro sorprendido –el problema es que yo no soy una compañía muy divertida y puede que no lo notaras pero Jolyne se aburre bastante conmigo.
-No es así –dijo Jojo confundido, tan poca atención prestaba a esas cosas?
-Si lo es
-Son 2 semanas –el pelirojo le había comenzado a acariciar su mano –estamos bastante aislados así que es difícil que pueda hablarte o ese tipo de cosas
-Lo se –Kakyoin aprovecho y se llevo el pedazo de pastel que estaba en la cuchara de Jotaro.
-Esto…quieres quedarte tu con Jolyne? –el pintor le miro con una sonrisa –ósea piénsalo bien si realmente quieres…tal vez sea mucho y…
-Te ayuda si yo me quedo con ella? Debe ser difícil llevar a Jolyne hasta el districto de tu madre
-Pues si…además es un problema por que tengo que darla de baja de la escuela por unas semanas y luego tiene que recuperar y demas… -Jojo empezaba a considerar la idea de dejarla con Kakyoin, en 2 semanas no podría pasar mucho además el confiaba plenamente en el pelirojo y lo responsable que podía ser. Al menos mas atento menos ausente que el si sería.
-Si te ayuda yo no tengo problema en absoluto, piensa bien como te quieras organizar, al menos sabes que si quieres tienes mi permiso –el chico se metió la cuchara con pastel en la boca –mis horarios no molestan con los de Jolyne y…aunque nuestra relación sea muy floja no nos llevamos mal…y 2 semanas no son tanto –realmente Kakyoin le estaba ofreciendo eso con la mejor intención de ayudar a Jojo, puede que lo haya pensado así nomas pero el no se llevaba mal con la niña y no se portaba mal con el y aparte ya era grandecita, no es como si fuera un niño de 3 años al cual no pudiera controlar, se tenía confianza en su capacidad de cuidar a Jolyne durante 2 semanas –por supuesto deberías preguntarle a Jolyne si quiere.
-Si, y tendría que darte muchas instrucciones de como ser padre…lo pensare y yo te aviso…pero gracias –el ojiazul le dio un beso en la frente antes de meterse la cuchara en la boca.
-Por que Jolyne no quiere estar con tu madre? Siempre pensé que se llevarían muy bien…
-Se llevan bien y mi madre la quiere mucho, ya sabes, es una abuela joven, y juegan mucho y demás pero no le gusta esa ciudad y tampoco le gusta viajar hasta allá.
Una sonrisa picara surco la boca de Kakyoin.
-Jotaro tu madre es una bomba~-los pelos de la nuca se le erizaron al moreno, no, otra vez no por favor-recuerdas cuando me gustaba en la universidad? Seguro sigue viéndose tan hermosa como en ese entonces… -Jojo lo miro enojado, estaba apunto de pegarle, siempre lo molestaba con lo mismo –iba solamente a tu casa a estudiar para ver a tu madre aunque sea unos instantes –Unos escalofríos le recorrían el cuerpo, odiaba que hiciera eso –si tuviera que enamorarme de alguien espero que sea como ella~
Ya esta, hasta ahí llego su paciencia.
El moreno lo tiro contra el sillón poniéndose encima suyo para ponerle todo su peso encima, hace rato que no se enojaba así, cuando eran unos jóvenes estúpidos Kakyoin estuvo con esos chistes como por 2 años hasta que casi lo muele a golpes, a veces le pegaba jugando y a veces no, pero no le hacía mucho daño….mucho.
-Yare yare daze tu no aprendes, cállate
El rostro de Kakyoin estaba presionado contra el sofa y no podía aún así evitar reírse aunque se estuviera ahogando por el peso del hombre encima suyo, que por cierto le estaba clavando un hombro en toda la espalda.
-Jotaro me ahogo
-Que bien –el ojiazul le pellizco con fuerza una nalga, haciendo gritar al pelirojo que no dejaba de reírse –seriedad Kakyoin, te sigue pareciendo mi madre una bomba?
-Si –mosqueado lo volvió a pellizcar esta vez mas fuerte, haciendo que entre risas volviera a pegar un alarido.
Después de unos momentos que se tranquilizaron  ambos fueron a lavar los platos, cuando los secaron y pusieron en su lugar Kakyoin se sentó en la encimera con una sonrisa.
-Jotaro a tu mama le gustaron las flores que le regale?
-Que es una mujer casada imbécil! La quieres cortar!? –Jojo salió enfadado golpeando la puerta de la habitación del chico quien no dejaba de partirse el culo.
Es una historia graciosa, en la universidad aun cuando el chico de ojos violetas estaba estudiando ciencias económicas se enamoró de Holly Joestar un día que fue a su casa a estudiar y la vio por primera vez, Jotaro notaba lo tonto que se ponía cerca de su madre pero las cosas se pusieron raras y incomodas cuando un día que iban a estudiar y a jugar el resto de la noche Kakyoin saco de su mochila un ramo de flores para la madre de su mejor amigo, quien lo recibió bastante extrañada aún con su constante alegría por la vida.
-Enserio…? Kakyoin es mi madre…
-Kakyoin es su madre…-repetía Polnareff impactado.
-Es que es demasiado linda y estar cerca suyo no te inspira calidez y paz? Me siento muy tranquilo al lado de ella y… -dijo el pelirojo sonrojado intentando justificarse.
-No, de hecho es bastante pesada –Jotaro estaba incrédulo, sentía entre todas esas cosas un poco de enojo y asco.
-Quiero enamorarme algún día de alguien como ella! O…ya estoy enamorado de ella…-el albino y el egipcio que estaban al lado suyo no podían contener la risa, Avdul se había arrimado lo mas posible contra una pared para no desmayarse de tanto reír –Tomenme enserio!
-No, es una mujer casada estúpido!
-Jotaro! Dijiste que tu padre nunca estaba en casa! Tu madre no se siente sola? Yo podría ser…
Oh no, no iba a terminar esa frase, el moreno le proporcionó un golpe en medio de la cara que lo tiro al suelo, Avdul y Polnareff querían ayudar a su amigo pero se habían tenido que abrazar para no perder el equilibrio de la risa, la situación era demasiado hilarante.
Las cosas siguieron así por varias semanas, Jotaro bastante harto del comportamiento estúpido de Kakyoin, pegándole cada vez que se ponía idiota, aún con la nariz sangrando el muy idiota no paraba, le molestaba verlo en su casa cuando su madre decía “me cruce a Kakyoin de compras y se ofreció a ayudarme”…puto stalker de mierda…Un día Jotaro casi lo manda al hospital de la manera en que lo golpeo, para suerte y cordura de todo el mundo nadie lo detenía, el era la victima de la situación no el idiota de Kakyoin.
Por suerte al tiempo se le paso, quedando totalmente derrotado y sintiéndose mal por unos cuantos días después de admitir su derrota y fallidos intentos de conquistar el corazón de la rubia, lamentándose de que nunca mas encontraría a alguien igual que ella, pero que le desearía la felicidad en silencio desde su corazón por que es lo que se supone que haces cuando amas a alguien y el destino se opone a que estén juntos
Jotaro lo quería matar, descuartizarlo y darle de comer sus pedazos a una orca.
Luego de salir de su semi-estupida-depresión Kakyoin aprendió lo divertido que era molestar a Jotaro con eso, en especial poniendo una cara muy perturbadora y susurrándole al oído, eso de susurrarle al oído que quería ser su padre era el toque, perdia los estribos al instante el puto toque maestro, y le estuvo tocando las pelotas por un tiempo bastante largo hasta que Jotaro se harto y casi lo vuelve a mandar al hospital de nuevo, y entonces decidió parar, aunque una bromita ocasional no estaba mal, como ahora.
Jojo se traumaba cada vez que a Noriaki se le ocurría volver a molestarlo con eso, definitivamente no era gracioso.
Cuando pudo entrar de nuevo a su habitación, intentando disimular lo mucho que se estaba riendo el moreno lo estaba esperando sentado en la cama, solamente con su camisa y calzoncillos, esta era una interesante manera de sentirse enojado por unos chistes, pensó Kakyoin acercándose lentamente a el para pararse enfrente suyo.
La mirada del moreno se poso en sus pantalones para poner sus manos sobre estos, bajándoselos de un tirón, el pintor se sobresalto avergonzado, demasiado impaciente, ni siquiera estaba…
Al voltear la mirada las manos del moreno lo empujaron por las caderas hacia el, haciendo caer su cuerpo sobre el suyo al no poder mover las piernas por los pantalones bloqueándolo. El cuerpo del pelirojo se encontró rodeado por los brazos de Jotaro abrazándolo antes de poder darse cuenta, una sonrisa invadió sus labios  al corresponderle el abrazo, pegando sus mejillas a su cabello, apreciando el olor de su shampoo, la suavidad de aquellos rulos contra su piel le encantaba.
Jojo lo dio vuelta tirándolo contra la cama, el pelirojo aprovecho la posición para pasar los pantalones por sus piernas y tirarlos al suelo, en cuanto quiso moverse para atrás Jotaro se posiciono encima suyo, con sus brazos al lado de sus caderas intimidándolo, los labios del moreno capturaron los suyos haciendo que un olor a chocolate lo atontara por instantes, devolviéndole el beso con torpeza, presionando mas de lo que debería contra los labios de Jojo, los largos y pequeños dedos de Kakyoin agarraron el cabello del ojiazul para tironearlo y atraerlo mas a el.
Su otra mano se poso sobre su espalda, introduciendo su lengua en su boca para lamer las asperas paredes de la boca, la lengua del otro empezó a buscar la suya  con desesperación cuando ambas se encontraron jadeos comenzaron a fluir de la boca de ambos hombres, aumentando la temperatura en sus cuerpos poco a poco, Jojo se las arreglo para abrir la camisa de Kakyoin de manera bastante mas rápida que la que le permitía la situación solo para agarrar sus pectorales y apretar aquella piel tan tensa y fuerte contra sus manos.
Mientras seguía besando al pelirojo sus dedos se pasaron con delicadeza por sus pezones, sacándole pequeños temblores que lo animaron a seguir, comenzando a bajar desde su boca a su cuello y mas a partir de ahí, usando su lengua como guía por todo su torso, un camino de saliva de marco por la mitad de su abdomen, haciendo gemir al pelirojo con las caricias que Jotaro le hacía al mover sus manos lentamente de sus pectorales a sus caderas, acariciando sus costillas y sus costados con suavidad, la textura humeda de su lengua le había causado una erección, no lo parecía pero era bastante sensible en el abdomen y entre medio de sus musculos. Unos besos se posaron sobre su ombligo, donde estaba la cicatriz de su estomago, el pelirojo le hizo unas caricias en el pelo ocultando su rostro en el cuello de su propia camisa bastante avergonzado, no le gustaba mucho que Jotaro notara esos detalles.
El moreno le miro, clavándole su mirada verde azulada, tomándolo por sorpresa cuando le bajo los calzoncillos de un jalón hasta la rodilla, su erección se encontraba totalmente libre y expuesta hasta que los labios de Jotaro se posaron sobre su cabeza, dándole como un besito para luego empezar a chuparla, cuando el pelirojo gimió fue el momento que Jojo agarro sus caderas e introdujo totalmente su miembro en su boca, hasta el fondo, sacándole un grito de placer logrando que inconscientemente abriera mas sus piernas.
La nariz de Jotaro le hacía cosquillas en la entrepierna cuando su respiración chocaba contra sus bellos entre subidas y bajadas que obligaban al chico a taparse la boca para no sentirse al menos tan avergonzado consigo mismo, la húmeda y cálida boca de Jotaro lo envolvía a la par que su lengua rodeaba su miembro dentro de su boca tocándolo en diferentes lugares. El miembro de Jojo comenzó a crecer cada vez que volvía a meter al chico en su boca, no entendía como hacía para meterse algo tan largo sin ahogarse, los miembros de ambos eran bastante diferentes pero el de Kakyoin lo excitaba muchísimo.
Sentía las comisuras de su boca llenas de baba y el aroma de Kakyoin que invadía su nariz, se separo del chico solo para agarrar su miembro con su mano y lamerlo por fuera a su vez que lo masturbaba suavemente, los gemidos de Kakyoin se volvieron mas pesados, sus ojos se habían cerrado y sus labios se habían pegado entre si, su mano comenzó a moverse mas rápido, a Jotaro le fastidiaba mucho que el pelirojo fuera tan verguenzudo, odiaba que se reprimiera cuando a el le calentaba tanto escucharlo gemir, el chico hecho la cabeza para atrás y Jojo se separo de el, posicionándose de nuevo con las manos a un lado de sus caderas.
El moreno había estirado el brazo un poco agarrando su lubricante y sus condones, Kakyoin ni había notado que estaban en la cama tirados, Jojo le bajo los calzoncillos por las piernas acariciándolas con suavidad, dándole un pequeño beso en la rodilla, para luego desprenderse de los suyos sin ningún tipo de delicadeza o amor como la que uso en el, se puso primero el condon y luego lubricante en las manos, Kakyoin mordió el cuello de su camisa cuando Jotaro metió 2 dedos dentro de el, estirando los brazos para sostenerse de sus hombros mientras estos 2 empezaban a moverse dentro suyo solo para ampliar su entrada.
De nuevo Jotaro no le estaba queriendo dar placer así, sabía que aunque le encantara con lo anterior había sido suficiente, el moreno tenía una fascinación por intentar que los 2 se corrieran juntos, lo cual era bastante entendible. Sus dedos se movieron en círculos dentro de Kakyoin, todo alrededor de su entrada y toqueteando sus paredes, estremeciendo al chico que no podía hacer mas que ocultar su mirada y soltar pequeños quejidos, Jojo lo tranquilizo dándole un beso que no tardo en ser correspondido rápidamente, el moreno le dio un beso en la mejilla antes de meter sus dedos de manera muy sorpresiva dentro del chico, que no podía evitar voltearle la mirada.
Lo había estado haciendo durante varios días seguidos, considerando que había podido meter 2 dedos sin ningún problema Jojo considero que no necesitaba mucho mas asi que recostó al pelirojo en la cama con un beso, agarrando sus piernas para colocarse encima suyo y penetrarlo con cuidado.
Un gemido de placer salió de la boca de Kakyoin al volverlo a sentir introducirse en el, tenía el pelo totalmente echado hacía atrás y sentía un ligero frió en la frente, sus brazos se colgaron de su cuello y sus piernas se enrredaron en sus caderas, haciendo que el moreno pudiera meterse aún mas dentro suyo, el ojiazul lo beso introduciendo su lengua, dándole besos cortos y desesperados que al separarse dejaban hilos de baba en sus labios, Jotaro veía sus labios rosados y brillantes por su saliva y no podía evitar besarlo mas y mas.
Sus caderas empezaron a moverse contra la piel del pelirojo, quien parecía desfallecer cada vez que le daba una embestida fuerte para llegar lo mas profundo posible,  sus dedos habían empezado a sumergirse en sus piernas agarrándolo firmemente mientras se seguía moviendo sin descanso, estaba necesitado, totalmente necesitado de hacérselo al pelirojo. Las manos del chico buscaron su rostro desesperado entre aquellos gemidos que le nublaban la vista de intentar tener los ojos abiertos y no poder controlarse, Jotaro se agacho acomodándose entre aquellas 2 manos suspendidas en el aire que lo buscaban de una manera tan necesitada.
Jotaro lo miro fijamente, como su cuerpo se movía al ritmo de sus embestidas, como su boca se abría y cerraba cada tanto sin dejar de gemir y como su pelo se desparramaba sobre la sabana, veía sus pezones erectos y no podía evitar darle con aún mas fuerza, haciendo que sus gritos sonaran en toda la habitación.
El pelirojo lo empujo suavemente por los hombros, haciendo que Jotaro se levantara confundido, el pelirojo lo empujo a un lado suyo en la cama dejándolo sentado con las piernas abiertas, sin perder el tiempo Kakyoin se subió encima suyo poniendo sus piernas al lado de las de Jotaro, guiando con sus manos el miembro del moreno hacia su entrada, para luego abrazarse a el y bajar de manera muy abrupta, sacándoles un grito a los 2, el moreno oculto su cabeza en su cuello mientras que el chico empezaba a moverse.
Las piernas de Kakyoin subían y bajaban, acostumbrándose lo mas posible a la sensación de aquella nueva pose, lo estaba invadiendo de forma diferente y eso le gustaba, sus uñas se habían clavado en la camisa de Jotaro, el lubricante del condon lo ayudaba a que el miembro del moreno se deslizara mejor dentro suyo.
Jotaro poso sus manos sobre las nalgas de Kakyoin, guiando el movimiento de sus caderas con suavidad, empujando lo mas que podía cuando sus pieles se tocaban, apretando su trasero comenzó a moverlo en círculos suspirando de lo bien que se sentía el interior del chico en el, por supuesto Kakyoin no era la excepción de esto. El chico comenzó a subir y bajar bajo la mano firme de Jotaro moviéndolo a diferentes ritmos y velocidades, los grandes dedos de Jotaro abrían su trasero de par en par entre todo el toqueteo.
Kakyoin agarro el rostro de Jotaro y lo beso, comenzando a moverse mas rápido, gritando en su boca entre medio de los besos, la desesperación del pelirojo era tanta que no podía seguirle el ritmo así que se dejo estar.
Si seguía moviéndose así se correría pronto, no lo podía soportar mas, aquel cosquilleo en su entrepierna se lo indicaba a la vez que ya sentía el orgasmo cada vez mas cerca, aquella velocidad y brusquedad…Jojo mordió el labio inferior de Kakyoin antes de soltar un quejido, lo había golpeado demasiado fuerte. El miembro del pintor chocaba contra su estomago entre todo el movimiento, una de sus manos se dispuso a agarrarlo pero en cuanto lo toco noto que estaba palpitando, un golpe de calor le entro al pensar que se iban a venir juntos.
Jojo comenzó a mover lo mas que podía sus caderas al ritmo de Kakyoin, agarrando con fuerza las de este, los ojos de ambos estaban cerrados, les dolía no poder verse pero por mas que quisieran no podían encontrarse, solo estaban concentrados en las zonas mas sensibles de su cuerpo y en el orgasmo que se acercaba, los besos habían cesado al perderse de que estaban haciendo producto del placer que sentían.
El primero en correrse fue Kakyoin, soltando lo que pensó que fue su orgasmo mas fuerte hasta el momento, si no hubiera sido por que en cuanto sus caderas se toparon con las de Jotaro sintió como este se corría dentro del condon podría haberse desmayado tranquilamente sin saber que fue lo que le ocurrió. Los gritos de ambos dejaron de sonar cuando se corrieron, dejando paso a un silencio absoluto al menos para ellos.
Sus mentes estaban tan obstruidas por el orgasmo que habían tenido que no podían encontrarse ni mucho menos concentrase en oír algo, el biólogo estaba totalmente seguro que debía oírse como un asmático ahora mismo pero ni el podía salir del estado de trance en el que estaba. Tal vez estuvieron unos 7 minutos así, sin poder moverse, hasta que Kakyoin se cayo encima de su pecho, devolviéndolo a la realidad, con mucho esfuerzo Jojo lo tomo de los hombros, abriendo los ojos para mirarlo, su boca estaba entreabierta y sus ojos cerrados, casi podría decir que estaba dormido de no ser por como estaba respirando, lo miro unos segundos mas asegurándose de que estaba bien antes de estrecharlo entre sus brazos.
Aquel abrazo trajo al pelirojo de vuelta, quien lo primero que hizo fue levanta sus caderas para sacar a Jotaro de su interior y simplemente sentarse encima suyo, pero al querer hacer esto y recostarse sobre su pecho noto una sustancia húmeda y viscosa, imaginándose lo que era se separo del moreno al instante, haciendo que de la confusión mirara hacía abajo.
Oh, Kakyoin.
Jojo tendría que poner a lavar esa camisa muy fuertemente o tirarla, al menos se alegraba que el chico la hubiera pasado bien, pero dudaba haber visto tanto semen alguna vez en su vida…no iba a hacer drama, no tenía voz ni siquiera para hablar, ahora mismo le dolía la garganta así que se quito la camisa por encima de sus brazos y la tiro al suelo.
El pelirojo se movió por la cama y se tiro boca abajo avergonzado, tapándose la cara con una almohada, no podía ver a Jojo a los ojos nunca mas después de aquello, encima de haberle arruinado una camisa…quería ponerse a llorar pero no tenía energías para eso, estaba reventado y…le dolía el culo, y la cintura, le dolía muchísimo la cintura después de moverse así, que el no era bailarina de danzas árabes ni nada…
Jotaro se acostó al lado suyo, mirando al techo con los brazos apoyados sobre su estomago, tal vez debería haberse quitado la camisa antes de hacerlo…Kakyoin llevaba la suya desabrochada, se preguntaba si no tendría calor…con un poco de pesadez se saco el condon cerrándolo y luego lo tiro al suelo,  volteándose a ver al pelirojo, no podía verle el rostro, estaría dormido? Estiro la mano para tocarle el pelo pero el chico se movió antes de poder alcanzarlo, odiaba que hiciera eso, iba a tocarle el culo pero se volvió a mover.
-Estoy sensible –escucho desde la almohada- me duele todo –no podía hacer nada contra eso, así que miro el reloj en la mesa de luz de Kakyoin…todavía faltaban un par de horas para tener que ir a buscar a Jolyne, quería dormir, aunque sea un rato, estaba agotado como no lo había estado en mucho tiempo. En la misma mesita de luz se encontraba el celular de Kakyoin, lo agarro y programo una alarma para dentro de una hora, así tendría suficiente tiempo para descansar un poco y prepararse para salir, puso el celular entre ambos cuerpos, mirando a Kakyoin de nuevo.
En el fondo esperaba que no estuviera así de estúpido por lo de la camisa, por que conociéndolo seguro estaba lamentándose por esa idiotez…hablando de eso tendría que pedirle una prestada…le puso una mano sobre el pelo, haciendo que el chico se sobresaltara emitiendo un ruido extraño…solo era el pelo.
-Kakyoin? –lo llamo y solo le respondió un mounstruo desde la almohada –te quiero –susurro viendo como el chico salía de su escondite y lo miraba.
-Yo también pero estoy agotado –el moreno rió, acercándose a el para abrazarlo.
-Quieres dormir un poco?
-Por favor –las manos de Jotaro le quitaron la camisa lentamente, cuidando de no molestarlo por que aún abrazándolo el chico temblaba debajo suyo –Te quiero Jotaro –susurro una ultima vez, antes de quedarse dormido del cansancio.
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──¿Que sabes sobre ella? ── Jeanne observó hacía donde la mirada de Betty apuntaba, ambas muchachas vieron con detalle como el grupo de chicas se desplegaba en el campo de deportes, en un posible precalentamiento antes de una practica.
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──¿Quien? ¿Augustine? ── no fue hasta que la contraria asintió lentamente que su compañera pareció ciertamente alarmada por tal cuestionamiento. ── Betts ¿por que te interesa?
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Encogió sus hombros, buscando despojar cualquier posible inquietud que en la mente de su amiga pudiera haberse planteado. Aún así, dejo salir un suspiro al recargase contra las gradas, el sol apuntando directamente a su rostro de forma que debía verse forzada a entrecerrar los ojos.── Es solo que...la vi hablando con James durante historia y me dio curiosidad, nada más.
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Solo pudo comprender la reacción de Jeanne al verla, con los labios presionados en busca de ocultar una sonrisa que podría ganar un leve golpe por parte de Betty ante el entendimiento que sus palabras habían tenido. El grupo alejado de ellas empezó a realizar diversos cantos y porras. Vio a la muchacha asentir antes de siquiera poder hablar.
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── Pues no creo que sea mala persona, nunca vi que tuviera novio pero vive cerca de mi casa y casi siempre la veo ser pasada a buscar. Si me preguntas a mi, recibe demasiada atención para alguien con tan mala técnica. Entonces, dime ¿hace cuanto estas enamorada de James?
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Pudo jurar que se ahogó por un instante con su bebida, bajó la mirada hacía uno de los extremos de su vestido con el que había comenzado a jugar instintivamente, evadiendo en todo momento los ojos de la contraria por miedo a su reacción. ──No estoy enamorada, es que tal vez me interesa un poco y de alguna forma u otra, si ella no le gusta tal vez puedo tener una oportunidad ¿no?
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Se removió en su lugar con incomodidad, su enamoramiento hacía James había sido algo que había crecido sin siquiera saberlo y por el cuál una gran inseguridad en ella misma había nacido, empeorando ante la posibilidad de que el mismo pudiera poseer el más mínimo interés en alguien que a simple vista resultaba ser todo lo que jamás podría ser, sin importar cuan fuerte fuese su interés en él..
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a3-supeingo · 3 years
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Taichi: N [¡Puño Mantou Ardiente!] Estudio de papel: Chan
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Izumi: Muy bien, terminamos la práctica de hoy. ¡Buen trabajo, chicos!
Sakyo: Buen trabajo.
Taichi: ¡Eso fue grandioso! ¡Estoy agotado!
Juza: Tengo hambre...
Izumi: Tsuzuru-kun dijo que esta noche hará filete condimentado con pimientos.
Taichi: ¡Qué bien! ¡No puedo esperar para comerlo!
Banri: A este paso nuestras vidas serán de temática china.
Omi: Los nombres de las técnicas de la obra también se escuchan deliciosas, así que tal vez es lo que nos pone más hambrientos de lo usual.
Azami: Sí, y que también hay escenas en las que tenemos que preparar ramen.
Taichi: Mmm... El Puño Mantou y el Puño Ramen, ¿eh?
Oh, ¡acabo de tener una idea! ¿Por qué no inventamos nuestros propios y originales estilos de pelea?
Juza: ¿Estilos de pelea originales?
Taichi: ¡Sí! ¡Podemos darle nuestro toque propio a las cosas para que nos ayuden con el estudio de nuestros papeles!
Sakyo: Genial, más ideas ridículas tuyas...
Izumi: De hecho, la Troupe de Verano hizo lo mismo. Se entrenaron en distintas artes ninja cuando hicieron su obra de shinobi.
Dado que la de ustedes, esta vez, es más cómica, siento que sería la manera perfecta para meterse en los personajes.
Taichi: ¿¡Verdad!?
Azami: ¿Es en serio...?
Banri: Debes estar bromeando.
Taichi: ¡Claro que no! ¡Vamos a entrenar por nuestra cuenta y tengamos una pequeña demostración para presentar nuestros movimientos!
¡Más les vale que se les ocurran unas técnicas muy locas!
***
Taichi: Bueno, creo que hablé de más. No tengo idea de qué hacer para mi técnica...
??: Eso es raro...
Taichi: ¿Huh?
***
Matsukawa: Podría que jurar que por aquí había algunos focos de repuesto...
Tsuzuru: Nunca encontraremos nada si no ordenamos otra vez pronto este lugar...
Taichi: ¿Qué están haciendo aquí?
Matsukawa: Oh, hola, Taichi-kun.
Tsuzuru: Parece que la luz de mi cuarto está a punto de apagarse, así que estoy tratando de buscar un foco para reemplazarla. Aunque todavía no tengo nada de suerte.
Taichi: ¡Te ayudaré a buscar uno!
***
Taichi: ¿Qué hay dentro de esta caja?
¡Oh!
Matsukawa: ¿Los encontraste?
Tsuzuru: ¿Qué es eso?
Taichi: ¡Wow, esto me da buenos recuerdos! ¡Este es el yo-yo que Sakoda nos consiguió para "Una novela picaresca maravillosa"!
Tsuzuru: ¿Para qué necesitabas un yo-yo en esa obra?
Taichi: Sakoda-san dijo que lo compró cuando consiguió nuestras armas de utilería!
Matsukawa: ¡No he visto uno de esos en años! Me recuerda a esas viejas series de TV de antes.
Taichi: ¡...Eso es! ¡Puedo usar esto!
Tsuzuru: Um, ¿para qué?
***
Taichi: Hoy es el día en el que finalmente mostraremos nuestros movimientos super geniales! ¿Todos entrenaron para esto?
Juza: Sí, porque es para nuestra obra.
Banri: ¿Qué hay de ti, Taichi? ¿Se te ocurrió algo después de ese gran discurso?
Taichi: ¡Claro que sí! ¡De hecho, les mostraré lo que se me ocurrió!
¡Ta-da!
Azami: ¿Estás usando un yo-yo?
Banri: Siento que ya vi eso antes en algún lado.
Izumi: ¡Wow, qué lanzamiento!
Taichi: ¡Toma esto! ¡Puño Ultra Yo-Yo!
¡Hah! ¡Hi-yah!
Omi: Es muy bueno en eso.
Azami: Pensé que teníamos que pensar en un nuevo estilo de pelea, no en un nuevo truco para fiestas...
Juza: De ninguna manera podría evitar ser golpeado por esa cosa...
Banri: Es decir, ni siquiera es un arma real...
Sakyo: Siempre ha sido muy bueno con los yo-yos, así que no puedo decir que me sorprende.
Taichi: ¡Jeje! ¡Muy bien, aquí está mi truco final!
¡Este es el movimiento más difícil en el mundo de los Ultra Yo-Yos! ¡Aquí voy!
¡...Woah! ¡Ups!
¡Agh!
Izumi: ¡Taichi-kun!
Banri: Auch. Un golpe crítico a la cara por su propio yo-yo.
Omi: ¿Estás bien?
Taichi: Ow...
Azami: Hey...
Taichi: ¿Huh?
Azami: ¡Eres el principal de esta obra! ¿¡Cómo planeas subirte al escenario si tienes una magulladura enorme en el rostro!? Te alejaré de ese yo-yo.
Taichi: ¡No, por favor! ¡No mi precioso yo-yo!
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softnessbunnie · 3 years
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Capitulo 11
CAPITULO 11
Jinyoung
Una parte de mí todavía creía que estaba soñando. Que me despertaría y Mark se habría ido. Estaría a solas con mis pensamientos, atormentado por lo que había hecho. El miedo y la vergüenza me impedían hablarle de Blake. Asesinar a Will había sido una cosa.
Un acto de defensa propia, y el hijo de puta había logrado pegarme un tiro, ¿pero Blake? Eso había sido un acto de ira y nada más.
¿Cómo podría Mark mirarme de la misma manera, sabiendo que era un asesino? Porque eso era lo que había hecho, había asesinado a Blake.
—¿Estás conmigo? —preguntó.
—Sí. —Apartando los pensamientos preocupantes, lo toqué.
Honestamente, no dejaba de tocarlo, recordándome a mí mismo que estaba realmente allí. Pensaba que él hacía lo mismo, pero siempre había sido del tipo delicado, algo que amaba de él. Quería más. Había un impulso desesperado de perderme en él, de una manera en que sólo habría sido capaz de hacer con Mark.
Recorrí su labio inferior con la yema de mi dedo. Un músculo se flexionó en su mandíbula, y sus ojos se iluminaron. Mi corazón dio una pequeña voltereta divertida, y cerró sus hermosos ojos, su cara tensa. Empecé a alejar mi mano.
Él tomó mi muñeca. —No lo hagas.
—Lo siento. Es sólo que... —Mi voz se apagó, inseguro de cómo explicarlo.
Una media sonrisa apareció en su rostro. —Puedo tratar. ¿Puedes tú?
—Sí. —En realidad no, admití para mí mismo. Quería subirme a él. Que no hubiera nada entre nosotros. Yo lo quería. Pero las travesuras divertidas no eran apropiadas dada la situación, y el exhibicionismo no era algo de lo que quería disfrutar. Así que me decidí por la segunda mejor opción. Entrelacé mis dedos con los suyos—. Me siento mal de estar feliz de que estés aquí.
—No lo estés. —Abrió los ojos, y sus pupilas brillaban como diamantes—. Sinceramente, no quiero estar en ningún otro lugar.
Solté un bufido. —¿En serio?
—En serio. —Me besó suavemente y rápidamente se retiró—. Parece una locura, pero es verdad.
Quería preguntarle cómo pensaba conseguir sacarnos de aquí. Tenía que haber un plan. Con suerte. No me podía imaginar que hubiera irrumpido en Daedalus sin pensar en una salida. No era como si yo no hubiera estado pensando en cómo escapar. Simplemente no había ruta de escape previsible.
Me lamí los labios. Los ojos de Mark se encendieron.
—¿Y si...? —Tragué, manteniendo la voz baja—. ¿Y si este es nuestro futuro?
—No. —Abrazó mi cintura, me atrajo hacia delante, y un instante después me apretó contra su frente. Su boca se movió en contra de la zona sensible debajo de mi oreja mientras hablaba en un susurro—: Este no es nuestro futuro, Kitten. Te lo prometo.
Aspiré una bocanada de aire. Los recuerdos de estar tan cerca de él, no le habían hecho justicia alguna a la realidad. La dureza de su pecho contra el mío revolvía mis pensamientos, pero fueron sus palabras las que inundaron mi cuerpo con calor. Mark nunca prometía algo que no pudiera cumplir.
Metiendo la cabeza en el espacio entre su cuello y hombro, aspiré el olor del jabón y el aroma a naturaleza que era únicamente suyo. —Dilo —le susurré.
Su mano se deslizó por mi espalda, dejando una estela de escalofríos. — ¿Qué diga qué, Kitten?
—Ya lo sabes.
Frotó la barbilla en mi cabello. —Amo... a mi auto, Dolly.
Mis labios se fruncieron en una pequeña mueca. —No es eso.
—Oh. —Su voz goteaba inocencia—. Lo sé. Amo Investigadores de fantasmas.
—Eres un idiota.
Se rió suavemente. —Pero tú me amas.
—Sí. —Presioné un beso en su hombro.
Hubo una pausa, y sentí su ritmo cardíaco acelerarse. El mío lo igualó rápidamente. —Te amo —dijo con la voz ronca—. Te amo más que a nada.
Me dejé descansar contra él, probablemente relajándome por primera vez desde que había llegado allí. No era que me sintiera más fuerte porque él estaba allí, aunque de alguna manera así era. Pero ahora tenía a alguien a mi lado, alguien que cuidaba mi espalda. No estaba solo en esto, y si hubiera sido al revés, yo hubiera hecho lo mismo que él había hecho. Dudaba...
La puerta de la celda se abrió de repente, y Mark se puso rígido como yo. Por encima de su hombro vi al Sargento Dasher y a Nancy Husher.
Detrás del dúo increíblemente fantástico, estaba Archer y otro guardia.
—¿Estamos interrumpiendo? —preguntó Nancy.
Mark resopló. —No. Decíamos lo triste que estábamos de que ustedes no nos visitaran.
Nancy juntó las manos. En su traje de pantalón negro, parecía un anuncio caminante de las mujeres que odian el color. —Por alguna razón, lo dudo.
Mi agarre en la parte delantera de la camisa de Mark se tensó mientras mis ojos saltaban al sargento. Su mirada no era abiertamente hostil, pero, de nuevo, no me decía mucho. Se aclaró la garganta. —Tenemos trabajo que hacer.
Increíblemente rápido, Mark se sentó, y de alguna manera había maniobrado su cuerpo para que yo quedara detrás de él. —¿Trabajar en qué? —preguntó, enroscando los dedos entre sus rodillas—. Y no creo que haya tenido el honor de conocerlo.
—Ese es el Sargento Dasher —le expliqué, tratando de moverme así no estaba detrás de él. Se movió, bloqueándome una vez más.
—¿Ah así? —La voz de Mark se volvió baja y peligrosa, y mi estómago se hundió—. Creo que lo he visto antes.
—No lo creo —respondió Dasher de manera uniforme.
—Oh, lo hizo. —Nancy hizo un gesto hacia mí—. Le mostré el video del primer día que Jinyoung estuvo aquí y su encuentro con él.
Cerré los ojos y murmuré una maldición. Mark iba a matarlo.
—Sí, lo he visto. —Cada palabra fue acentuada con lo que yo sabía era una mirada de muerte. Abrí un ojo. Dasher no parecía completamente imperturbable. Las líneas alrededor de su boca eran tensas—. Guardé esas imágenes en un lugar muy especial —finalizó Mark.
Puse una mano en su espalda. —¿Qué trabajo tenemos que hacer?
—Necesitamos algunas pruebas conjuntas, y luego de eso, veremos — respondió Dasher.
Mis músculos se tensaron, algo que Mark indudablemente notó. ¿Más pruebas de resistencia? No podía asegurar si irían bien con Mark involucrado.
—No es nada demasiado complicado o intensivo. —Nancy se hizo a un lado, haciendo un gesto hacia la puerta—. Por favor. Cuanto antes empecemos, más rápido se habrá terminado.
Mark no se movió.
Nancy nos miró con calma. —¿Tengo que recordarte lo que has prometido, Mark?
Le lancé una mirada penetrante. —¿Qué prometiste?
Antes de que pudiera responder, Nancy lo hizo. —Se comprometió a hacer todo lo que pidiéramos sin causar problemas si lo llevábamos contigo.
—¿Qué? —Me quedé mirándolo. Cuando no dijo nada, casi quise pegarle. Sólo Dios sabía lo que le harían hacer. Tomando una respiración profunda, me deslicé a su alrededor y me levanté. Un segundo más tarde, él se puso de pie delante de mí. Metiendo mi pelo hacia atrás, me deslicé en mis zapatillas de deporte.
No dijimos nada mientras salíamos al pasillo. Eché un vistazo a Archer, pero él miraba de cerca a Mark. Yo ya no debía ser una amenaza. Cuando nos detuvimos frente al ascensor, sentí la mano de Mark envolverse alrededor de la mía, y un poco de la tensión dejó mis hombros. ¿Cuántas veces había entrado en estos ascensores? Había perdido la cuenta, pero esta vez era diferente.
Mark estaba aquí.
Nos llevaron a la planta de medicina y a una habitación que alojaba dos pacientes. El Dr. Roth nos esperaba, con una expresión ansiosa mientras nos conectaba a un medidor de presión arterial.
—He estado esperando mucho tiempo para ejecutar las pruebas en alguien como tú —le dijo a Mark, con voz aguda.
Mark arqueó una ceja. —Otro fan. Los tengo en todas partes.
Murmuré—: Sólo tú lo verías como algo bueno.
Él me lanzó una sonrisa.
El color acentuó las mejillas del doctor. —No es frecuente conseguir un Luxen poderoso como tú. Habíamos pensado que Matthew lo sería, pero...
La cara de Mark se volvió oscura. —¿Trabajó con mi hermano?
Oh, oh.
Con los ojos muy abiertos, el Dr. Roth miró hacia donde Nancy y el Sargento Dasher se encontraban. Se aclaró la garganta mientras desenvolvía las esposas. —Su presión arterial es idéntica. Perfecto. Ciento veinte sobre ochenta.
Nancy escribió en un portapapeles que podía jurar que acababa de aparecer en sus manos. Me moví en la silla, cambiando mi atención de nuevo a Mark. Miraba al doctor como si quisiera sacarle información a golpes.
El Dr. Roth comprobó nuestros pulsos a continuación. El pulso en reposo estaba en cincuenta, lo que aparentemente era una buena señal, ya que Roth prácticamente tarareaba. —La proporción de Jinyoung estaba en más de sesenta antes, y la presión arterial en los niveles más altos. Parece que, con su presencia, sus proporciones se optimizaron, igualando las suyas. Esto es bueno.
—¿Por qué es bueno? —le pregunté.
Sacó un estetoscopio. —Es una buena indicación de que la mutación está en un nivel celular perfecto.
—O una indicación de que soy muy muy impresionante —sugirió Mark fríamente.
Eso le valió una pequeña sonrisa del doctor, y mi ansiedad se elevó. Uno podría pensar que Mark estuviera siendo normalmente engreído. Ser arrogante era una buena cosa, pero yo había aprendido que sus respuestas inteligentes podrían significar que estaba a un segundo de explotar.
—Corazones latiendo en perfecta sincronía. Muy bien —murmuró Roth, girándose hacia a Dasher—. Pasó la prueba de esfuerzo, ¿verdad? ¿No hay signos externos de desestabilización?
—Él lo hizo perfectamente, como esperábamos.
Aspiré una bocanada de aire, presionando mi mano en mi estómago.
¿Había hecho lo que esperaban? ¿Significaba eso que esperaban que matara a Blake? Ni siquiera podía pensar en eso.
Mark me miró. Sus ojos se estrecharon. —¿Qué son exactamente estas pruebas de resistencia?
Abrí la boca, pero no supe qué decir. No quería que él supiera lo que había sucedido, lo que había hecho. Me volví a Dasher, y su expresión era cuidadosa. Recé para que el hombre tuviera sentido común. Si le decía sobre los combates, era probable que Mark perdiera el control.
—La prueba de resistencia es lo típico —explicó—. Estoy seguro de que Jinyoung puede decírtelo.
Sí, por supuesto, lo típico, si tener el trasero golpeado y asesinar eran cosas normales, pero de una manera retorcida, me gustó la mentira. —Sí, por completo lo típico.
La duda cruzó las facciones de Mark cuando se giró de nuevo hacia el doctor. —¿Estas pruebas de resistencia fueron las mismas que hizo Matthew? Nadie respondió, lo cual fue suficiente respuesta. Mark estaba muy quieto, pero su mirada era aguda, y su boca se apretaba en una línea dura.
Luego se acercó y tomó mi mano entre las suyas, el gesto gentil tan en desacuerdo con su actitud.
—Entonces, podemos pasar a la fase más importante de nuestro trabajo hoy. —El Dr. Roth se acercó a un carro lleno de utensilios—. Una de las cosas más notables de nuestros amigos extraterrestres es su capacidad de curar, no sólo a ellos, también a otros. Creemos que desbloquear esa habilidad nos proporcionará la información necesaria para reproducir la función de curar a otros que sufren de diversas enfermedades.
El doctor tomó algo, pero su mano lo escondió cuando se giró de nuevo a nosotros. —El propósito del siguiente ejercicio, Mark, es ver lo rápido que puede sanar. Tenemos que ser capaces de ver esto antes de que podamos seguir adelante.
La ansiedad que me había estado atacando explotó como una bala de cañón. Esto sólo podría estar llevando a una cosa.
—¿Dígalo? —preguntó Mark en voz baja.
Roth visiblemente tragó mientras se acercaba a nosotros, y me di cuenta de que Archer y otro guardia también se acercaban. —Necesitamos que sanes a Jinyoung —dijo.
Su mano se apretó alrededor de la mía, y Mark se inclinó hacia delante. —¿Sanarlo de qué es exactamente? Porque estoy un poco confundido. Ya me he ocupado de los hematomas, lo cual, por cierto, me gustaría saber cómo aparecieron-
Mi pulso golpeaba mientras miraba a mis alrededores. Los puntos negros estaban por todas partes, y tuve la sensación de que estábamos a punto de reencontrarnos con el abrazo amoroso del ónix.
—No va a ser nada grave —explicó el médico suavemente—. Sólo un pequeño rasguño que apenas sentirá. Entonces voy a hacer algunas pruebas de sangre y vigilar los signos vitales. Eso es todo.
De repente, en todo lo que podía pensar era en Matthew y Jiu, en todas las cosas que le habían hecho a Jiu para forzar a Matthew a sanar a otros. Las náuseas me abordaron, y me sentí mareado. Dasher no había actuado como si tener a Mark aquí fuera una prioridad, pero ahora que lo estaba, íbamos a ver todos los lados del Daedalus. ¿Y cómo podían empezar a usar a otras personas para sanar hasta saber el verdadero alcance de sus habilidades?
—No. —Mark hervía—. No vas a hacerle daño.
—Lo prometiste —dijo Nancy—. ¿Tengo que recordártelo constantemente?
—No estuve de acuerdo con hacerle daño —respondió, las pupilas de sus ojos comenzaron a brillar.
Archer se acercó más. El otro guardia se trasladó a la pared, cerca de un botón muy desagradable a la vista. Las cosas estaban a punto de empeorar, y el Dr. Roth mostró lo que había en su mano, Mark se puso de pie, dejó mi lado y se movió frente a mí.
—No va a pasar, amigo —dijo, cerrando las manos en puños.
Luz se reflejaba en el bisturí de acero que Roth sostenía. El buen doctor dio un sabio paso atrás. —Te prometo que apenas lo sentirá. Soy médico. Sé cómo hacer un corte limpio.
Los músculos de la espalda de Mark se tensaron. —No.
Nancy hizo un sonido de impaciencia mientras bajaba el portapapeles.
—Esto puede ser fácil, o puede llegar a ser muy difícil.
Su cabeza giró en su dirección. —¿Difícil para ti o para mí?
—Para ti y para Jinyoung. —Dio un paso hacia adelante, muy valiente o muy estúpida—. Siempre podemos contenerte. O podríamos hacer esto y acabar de una vez. La elección es tuya.
Mark parecía que iba a ponerlos en evidencia, y yo sabía que iban a pasar por ello. Si él o yo dábamos batalla, llenarían esta sala con ónix, detenerlo hasta que me hicieran lo que quisieran, y luego liberarlo. De cualquier manera, esto iba a suceder. La decisión era nuestra. Ir por el camino limpio, o por el sucio.
Me levanté sobre mis piernas que se sentían débiles. —Mark.
Me miró por encima del hombro. —No.
Forzando una sonrisa que se sentía rara, me encogí de hombros. —Va a suceder de cualquier manera. Confía en mí. —El dolor se reflejó en su rostro ante las tres últimas palabras—. Si no hacemos esto, entonces se acabó. Estuviste de acuerdo con esto.
—No estuve de acuerdo con esto.
—Lo sé... pero estás aquí, y... —Y esto era por qué no lo quería aquí. Girando hacia el doctor, le tendí la mano—. Él no va a permitir que nadie haga esto. Voy a tener que hacerlo yo mismo.
Mark me miró con incredulidad. El doctor se giró hacia Nancy, quien asintió. Era evidente que su posición, la que fuera, usurpaba la del Sargento.
—Adelante —dijo Nancy—. Confío en que Mark sepa qué va a pasar si decide usar ese cuchillo de una muy mala manera.
Le lancé a la mujer una mirada de odio mientras el frío instrumento llegaba a mi palma. Haciendo acopio de todo mi valor, me dirigí a Mark.
Todavía me miraba como si estuviera loco. —¿Listo?
—No. —Su pecho subió con una respiración profunda, y una cosa muy rara pasó. La impotencia se había deslizado en sus ojos, volviéndolos de un tono de verde musgo—. Jin...
—Tenemos que hacerlo.
Nuestros ojos se encontraron, y luego me tendió la mano. —Yo lo haré.
Me puse rígido. —De ninguna manera.
—Dámelo, Jin.
Había varias razones por las que no le daba el bisturí. Sobre todo, porque no quería que se sintiera culpable por ello, y también tenía miedo que lo convirtiera en un proyectil. Me moví un poco, abriendo la mano izquierda.
Nunca me había cortado antes, al menos no a propósito. Mi corazón latía rápido y mi estómago saltaba. El borde del bisturí era agudo, por lo que supuse que no necesitaría mucha presión para hacer el arañazo.
La posé sobre mi mano abierta, apretando los ojos.
—¡Espera! —gritó Mark, haciéndome saltar. Cuando levanté la vista, sus pupilas se veían completamente blancas—. Necesito estar en mi verdadera forma.
Ahora yo lo miraba como si estuviera loco. Muchas veces se las había arreglado estando en su forma humana. Sólo se convertía en un objeto brillante cuando las cosas iban en serio. No tenía ni idea de lo que iba a hacer.
Se giró hacia Nancy y el Sargento, que llevaban miradas de sospecha. — Quiero asegurarme de hacer esto rápido. No quiero que sufra, y no quiero una cicatriz.
Parecían creerlo, porque Nancy asintió con aprobación. Mark respiró hondo y, a continuación, su cuerpo comenzó a brillar. Estaba cambiando. El contorno de su figura comenzó a desaparecer, la ropa y todo. Por un segundo, me olvidé que nos encontrábamos en la habitación, que sostenía un bisturí a punto de cortar mi propia carne, y que éramos básicamente prisioneros de Daedalus.
Verlo asumir su verdadera forma era algo impresionante.
Justo antes de que se desvaneciera por completo, comenzó a tomar forma de nuevo. Brazos. Piernas. Torso. Cabeza. Por un breve instante, pude verlo, realmente verlo. Su piel era transparente, como una medusa, y la red de venas estaba llena de un resplandor nacarado. Los rasgos eran de Mark, pero más nítidos y definidos, y entonces brillaba tanto como el sol. Una forma humana teñida con luz roja que era tan hermosa a la vista, que las lágrimas llenaron mis ojos.
Realmente no quiero que hagas esto.
Como siempre, oír su voz en mi cabeza fue un shock. No creía alguna vez poder acostumbrarme. Empecé a responder verbalmente, pero me detuve. No deberías haber venido aquí, Mark. Esto es lo que quieren.
La cabeza luminosa se inclinó hacia un lado. Venir aquí por ti era lo único que podía hacer. No significa que tenga que estar de acuerdo con todo. Ahora has esto antes de que cambie de idea y vea si realmente no puedo aprovechar la Fuente y matar a alguien.
Mi mirada se posó en el bisturí, y me encogí. Agarrando bien el mango, pude sentir varios ojos en mí. Tan cobarde como soy, cerré mis ojos, dirigí la hoja hacia abajo en mi palma, y corté.
Siseé ante el brote de dolor y tiré el bisturí, observando el ligero corté inmediatamente burbujear de sangre. Era como un corte de papel, pero un millón de veces.
Jesús, Santa María madre de Cristo en muletas, se oyó la voz de Mark.
No estoy seguro de que sea así, le dije, apretando mi mano contra la quemadura.
Estaba vagamente consciente del doctor agachándose y levantando la hoja mientras miraba hacia arriba. La luz de Mark me rodeaba mientras extendía su mano, con los dedos cada vez más visibles a medida que rodeaban mi mano herida.
Abre, dijo.
Negué con la cabeza, y su suspiro fantasmal rebotó alrededor de mi cabeza. Suavemente abrió mi mano, su toque era tan cálido como ropa recién sacada de la secadora. Hombre, eso dolió más de lo que pensaba.
Hubo un gruñido que reemplazó el suspiro. ¿De verdad creías que no te iba a doler, Kitten?
Lo que sea. Dejé que me guiara hasta la silla y me senté, mirando cómo se ponía de rodillas delante de mí, con la cabeza inclinada. El calor estalló sobre mi palma mientras empezaba a hacer su cosa.
—Asombroso —susurró el doctor Roth.
Mis ojos estaban fijos en la brillante, cabeza inclinada de Mark. El calor que emanaba de él llenaba la habitación. Me acerqué y puse mi mano sana en su hombro. Su luz parpadeó, y el rojo en los bordes disminuyó una pulgada o menos. Interesante.
Sabes lo que me gusta cuando me tocas en esta forma. Su voz envió un escalofrío por mi espalda.
¿Por qué tienes que hacer que todo suene tan sucio? Pero no retiré mi mano.
Su risa me recorrió, y para entonces, el dolor en mi mano se había detenido. Yo no soy el que tiene la mente sucia, Kitten.
Puse los ojos en blanco.
Sus dos manos rodearon la mía, y estaba seguro de que en ese momento ya estaba curado. Ahora deja de distraerme.
Solté un bufido. ¿Yo? Eres un idiota.
—Fascinante —murmuró el doctor Roth—. Se están comunicando. Nunca deja de sorprenderme cuando lo veo.
Mark no le hizo caso. Tomé esta forma para decirte que hablé con Luc antes de ir al Monte Weather.
Me senté con la espalda recta, atento. ¿Tuvo algo que ver con esto?
No, y le creo. Va a ayudarnos a salir. Necesito...
—Muéstranos tu mano, Jinyoung. —La voz de Nancy se entrometió.
Quería ignorarlo, pero cuando levanté la vista, vi al otro guardia acercándose a Mark con lo que parecía una pistola eléctrica en la mano.
Moví mi mano de Daemon y les mostré.
—¿Felices?
—Mark, toma tu forma humana —ordenó Nancy con voz cortada.
Un latido pasó, y luego Mark se levantó. En su verdadera forma, parecía más alto y era un infierno mucho más intimidante. Su luz parpadeó una vez, más roja que blanca, y luego se atenuó.
Se quedó allí, menos que una luciérnaga. Sólo sus ojos ardían con luz blanca. —No sé si te has dado cuenta de esto o no, pero no me gusta que me ordenes hacer cosas.
Nancy ladeó la cabeza. —No sé si te has dado cuenta de esto o no, pero estoy acostumbrada a que las personas cumplan mis órdenes.
Una sonrisa apareció en su rostro. —¿Has oído hablar del refrán: “Capturas más leones con miel que con vinagre”?
—Creo que es “Capturas más abejas”, y no leones —murmuré.
—Lo que sea.
El doctor Roth examinó mi mano. —Notable. Sólo una línea de color rosa pálido. Probablemente desaparecerá por completo en una hora. —Se volvió hacia Nancy y Dasher, prácticamente vibrando de emoción—. Otros Luxen han sanado en esta cantidad de tiempo, pero el corte no queda completamente sellado.
Como si Mark necesitara sentirse especial.
El médico negó con la cabeza mientras lo miraba fijamente. — Realmente increíble.
Me pregunté si el buen doctor iba a besarlo.
Antes de que pudiera empezar a babear sobre Mark, la puerta se abrió de golpe y un oficial sin aliento apareció, con las mejillas sonrosadas del color de su pelo alborotado.
—Tenemos un problema —anunció, tomando varias respiraciones profundas.
Nancy le dio una mirada maliciosa, y no pude dejar de pensar que el tipo de la puerta probablemente gritaría después por irrumpir aquí.
Dasher se aclaró la garganta. —¿Cuál es el problema, Collins?
Los ojos del oficial rebotaron por la habitación, moviéndose sobre Mark y yo antes de lanzarse de nuevo a nosotros y finalmente decidirse por el Sargento. —Hay un problema en el edificio B, señor, en el noveno piso. Se requiere su atención inmediata.
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peachymokka · 4 years
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Capítulo 24: Traición
Solo son dudas
Y encima traiciones
Pero tú eres hombre
Y eso es ser hombre
Siempre tienes que ganarle a alguien
(Nunca iguales, siempre rivales)
Y cuando besas mis labios
Quieres morir en la cruz
A veces tengo problemas
Te necesito conmigo.
💭
Jean podía pecar de muy poco, para algunos, pecaba de gay, para Seung pecaba de inocente. Y es que el canadiense tenía un corazón demasiado puro, y ese era su mayor defecto, incluso en ese momento él no era capaz de escuchar lo evidente, él no podía creerlo.
No quería creerlo.
— No es verdad.—Seung le veía descolocado, a solo unos segundos de estallar en llanto, completamente frustrado.
— Es cierto, Jean, Yuri te engañó con Otabek.
Leroy cubre su rostro, deteniéndose en medio del pasillo donde él y Seung hablaban, incapaz de hacer algo más que tratar de dirigir el dolor de su pecho.
— ¿Cómo lo sabes?—sus ojos azules se fijan en el coreano, robándole el aliento por un instante.
— Los vi, en casa de Víctor, en el cumpleaños de Yuri.
Poco tarda JJ en recordar la fecha, así como el contexto, cayendo en la cuenta de que luego de ese día, Yuri y Otabek se habían peleado sin motivo aparente, y Plisetsky había sollozado en sus brazos en cuanto le vio. Haciendo memoria, Jean solo pudo soltar una risa irónica que se mezcló con un quejido, dejándose caer en el suelo. Seung le observó preocupado, manteniendo la distancia.
Los ojos de Jean rápidamente se llenaron de lágrimas, recordando como había ido hasta Otabek para pedirle que se reconciliara con Yuri, porque el menor le necesitaba. Había sido un idiota, un idiota que nunca fue capaz de darse cuenta de un engaño así, y ahora todo caía sobre él como un balde de agua. Las miradas parecían obvias, los fines de semana juntos eran sospechosos y los contactos entre ambos ya no parecían tan inocentes.
Incluso más doloroso que haber terminado con Yuri, es que incluso luego de enterarse de su engaño, seguía queriéndole demasiado. Sin embargo, el dolor se mezcló rápidamente con el coraje y la rabia, así que aún con los ojos nublados en lágrimas, Jean se puso de pie y apretó los puños. No le importó que Seung intentara detenerle, le bastó solo un empujón para dejar al coreano tirado en el suelo, y así finalmente ir y encontrar a Otabek Altin.
🌹
El tirón que Otabek sintió en su brazo derecho le desconcertó un poco, mas el puño que recibió en el rostro le dejó todo claro. Yuri iba a su lado y solo atinó a soltar la comida que llevaba en las manos, chillando de impresión. Obviamente un puñetazo no bastaba para noquear a Altin, por lo que en cuanto se recuperó de la impresión, le hizo frente a Jean, devolviéndole el golpe.
En la cafetería las personas no tardaron en hacer un escándalo, así como Yuri dejó de lado la sorpresa y fue hasta Leroy y Altin, intentando detenerles. Los golpes entre ambos no tenían descanso, desde que Otabek le devolvió la mano a Jean, los ataques se habían vuelto salvajes, con Leroy enterrando su puño reiteradas veces sobre el rostro de su oponente a la vez que este le destrozaba la nariz e intentaba cubrirse, sintiendo la sangre en su labio.
Tanta era su cólera que no se fijaron en el rubio que intentaba separarles, al igual que Víctor y algunos amigos de ambos, quienes terminaron retrocediendo por seguridad.
Y así como los golpes no tenían fin, poco tardaron el par de morenos en comenzar a insultarse, mezclando el ruido de sus voces con los gritos de Yuri y el resto de los espectadores, algunos incitándoles a seguir.
Entre los puños y golpes, de un empujón Otabek dejó a Jean en el suelo, golpeando su espalda con el piso en un ruido sordo, ubicándose sobre él para dejar caer su puño sobre su estómago. La cólera nublaba completamente a ambos, lanzando gritos y puños sin medida, al menos hasta que Víctor decidió tomar cartas en el asunto al ver la sangre en el rostro de Otabek, tomándolo de los brazos para separarlo de Jean. Chris fue directamente hasta el canadiense, levantándolo del suelo y agarrándole con fuerza para que no fuese nuevamente en contra del kazajo.
Los morenos se removían, aún con la furia recorriendo sus venas, lo suficiente como para nublar sus sentidos hasta el punto de no pensar en sus acciones o, peor aún, en sus palabras.
— ¡Basta ustedes dos, par de imbéciles!—Víctor había perdido la poca paciencia que tenía, sintiendo la sangre tibia de Otabek, viendo con enojo a ambos.
— ¡Suéltame, maldita sea!—Jean intentaba liberarse de Chris, quien rápidamente fue ayudado por Georgi.
— ¡Cálmate, Leroy! ¿Qué mierda les pasa a ustedes dos?
— ¡Pregúntale al maricón de Otabek!—Jean siente la tibieza de la sangre caer por su nariz, mezclándose con las lágrimas de rabia en cuanto puede ver a Yuri acercándose hasta el kazajo, tomándole del brazo. Su mente deja de pensar, dejándose llevar por el enojo y el momento, alzando su voz un poco más.— ¡Pregúntale a Otabek, él es quien se acostó con Yuri!
Las palabras de Jean dejan a todos boquiabiertos, así como provocan al kazajo hasta el punto de soltarse de Víctor y lanzarse hasta Leroy, derribándolo sin mucho esfuerzo, azotando su cuerpo contra el suelo para volver a golpear y patear. Víctor y los demás salen de su asombro e intentan detener la pelea otra vez, mas no es necesario, pues antes de que se dieran cuenta el director ya estaba frente a ellos.
🌹
Yuri estaba esperando, el cuarto de la enfermera era lo suficientemente pequeño para que su presencia fuese un estorbo, por lo que estaba esperando afuera, sentado en un sillón ahí ubicado. Tanto los nervios como los ojos llorosos le tenían demasiado ocupado como para notar siquiera el ruido que hacían unos tacones al caminar hacia él.
— ¿Yuri?—La voz suave de Nina le sorprendió, haciéndole levantar la vista en un instante.
La señora Altin le veía con la misma sonrisa cálida de hace tres años, así como su vestido seguía igual de pulcro y su cabello castaño perfectamente ondulado. Yuri le sonrió un poco, entre nervioso y algo apenado, preguntándose en qué pensará.
— Hola.—Ella toma asiento a su lado, sonriendo ante el saludo escueto del menor.
— ¿Qué le pasó a Ota?—Yuri desvía la mirada, frunciendo los labios mientras que Nina fija sus ojos en él.
— Uff, ya sabe, chicos idiotas y hormonas, pelea de adolescentes.
Altin suelta una risita, asintiendo sin más. Yuri está tentado de preguntar por sus hijas, recuerda sus nombres, tanto por su experiencia en el hogar kazajo como por Otabek, quien siempre le habla de ellas. Siente un poco de nostalgia al pensar en las hermanitas de su novio, quienes ahora ya no son unas niñas pequeñas.
Aunque más nostálgica resulta la palabra novio, dejándole un sabor amargo en la boca, los ojos llorosos y el pecho dolido. Por mucho que le duela, la verdad es que no tiene derecho de enojarse con Jean por evidenciar su relación con Otabek ante todos, se lo merece, más que nadie. Mas no deja de ser doloroso, porque Yuri sabe que después de esto es imposible que suceda algo bueno.
— ¿También te llegó a ti?—La voz a su lado le trae de regreso, aunque no entiende a qué se refiere. Nina lleva sus dedos hasta el rostro de Yuri, donde uno de sus pómulos está hinchado.
Plisetsky pierde el aire ante el contacto, recordando lo sucedido unos minutos antes. Y es que luego de que Jean gritara a los cuatro vientos que Yuri y Otabek estaban juntos, el kazajo no pudo medir su fuerza y su ira, lanzándose contra Leroy, golpeando con el codo a Yuri, quien intentaba detenerlo. Entre el alboroto y lo demás, había olvidado el dolor en su rostro, y ahora no quería que la señora Altin quitara sus manos.
Quizás en esos momentos necesitaba algo de calor materno, manos suaves y sonrisas cálidas que le adormecieran al menos un poco.
Obviamente no todo era para siempre, y antes de que pudiera darse cuenta la puerta de la enfermería ya era abierta, dejando salir a un par de jóvenes con el rostro contraído. Jean no esperó un segundo más para salir del lugar, con el rostro hinchado y la nariz envuelta en miles de vendajes. Nina se levanta de su asiento como un resorte, acercándose hasta su hijo, llevando sus manos hasta su rostro malherido. Yuri se sintió tan excluido de la situación, incómodo de interrumpir la escena madre e hijo, mas no tuvo oportunidad de huir, pues Otabek posó sus ojos en él, con un mensaje que él no supo interpretar.
— Mira tu rostro, Otabek Mikhail Altin, ¿Es que acaso no te hemos enseñado que la violencia no es el camino?
Yuri suelta una media sonrisa al escuchar el tono de la señora Altin, junto al modo en que se dirige a su hijo Otabek Mikhail Altin. Plisetsky podría jurar que Nina se vería mucho más intimidante de no ser tan delgada y pequeña, viendo hacia arriba a su hijo, con los brazos bien puestos en su cintura. Otabek por su parte reprime las ganas de contestarle a su madre, recordando la manera violenta en que su padre actuaba en casa. Claro, la violencia no era el camino, excepto cuando el señor Altin debía dejar en claro su autoridad.
Antes de que su madre pueda seguir con la reprimenda, la secretaria del director llega hasta ellos, comunicándoles que quiere hablar sobre el castigo de Otabek y Jean. La señora Altin asiente, emprendiendo el camino hasta el lugar, dejando atrás a su hijo, quien por algún motivo está clavado en el suelo.
Yuri se queda observando al moreno, levantándose de su lugar para llegar hasta él y darle un pequeño empujón, juguetón. Otabek voltea hasta él y le sonríe un poco, dispuesto a alcanzar a su madre. Yuri junta sus manos por un instante, antes de que Altin se aleje de su lado, llamando su atención.
— Hey... te quiero.
Otabek le observa por unos segundos, asintiendo luego para finalmente ir hasta la sala donde su madre, Jean y la señora Leroy le esperaban, dejando a Yuri en medio del pasillo, con la mente revuelta y la estrechez en el corazón, necesitando de las palabras cálidas más que nunca.
No podía evitarlo, quería confiar en él y en su amor, aún cuando se sintiera crucificado, quería creer en Otabek y sus promesas, en que no le iba a traicionar.
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mypatchseries · 4 years
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Crescendo - Capítulo 2
— ¿Qué pasa? —pregunté, cruzándome de brazos y aparentando tranquilidad. La verdad era que por dentro estaba un poco nervioso.
—Eso quiero saber yo, Jev. ¿Qué pasa? —Preguntó Nazarach, otro arcángel que estaba presente. —Me parece que una de las condiciones que se te impusieron cuando te convertiste en custodio era que no tendrías ningún contacto emocional con la chica, y me parecían bastante emocionados dentro de tu coche.
Apreté los puños, sin saber qué responder. Celiane Me regaló una sonrisa burlona, y dio un paso adelante.
— ¿Quieres volver a caer, angelito? —ronroneó ella, su mirada fija en mis alas.
Me encogí de hombros.
— ¿Quieren quitarme las alas? Adelante. No tengo ningún problema con eso. —dije.
Celiane frunció el ceño y se detuvo, mirando por encima de su hombro a su compañero.
— ¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella a Nazarach.
Él me evaluó con su fría mirada por unos segundos, y luego respondió:
—Déjalo que se vaya. —Dijo, y me miró—No hemos venido a arrancarte las alas, Nathanael nos envió para recordarte tu lugar. Eres un custodio, Jev. No puedes tener ningún tipo de relación amorosa con ella. Ya es suficiente con que sepa lo que eres—replicó, molesto.
—Ya lo sé.
— ¿Entonces por qué desobedeces? —me espetó.
— ¡No estoy desobedeciendo ninguna regla! —gruñí, comenzando a enojarme.
—La amas, Jev—dijo Celiane, con una extraña sonrisa en el rostro—Y eso está prohibido. Puedes ir al infierno por ello, si no lo recuerdas.
—No la amo—dije.
Detestaba tener que mentir en momentos como este, pero no podía permitir que me quitaran a Nora. Iniciaría la tercera guerra mundial si se atrevían a hacerlo. Primero me enviarían al infierno, antes de quedarme cruzado de brazos viendo como se llevaban a mi chica.
Celiane rió.
— ¿No? ¿Y por qué la besas, Jev? ¿Por qué nunca la dejas sola?
Sonreí con maldad absoluta, dejando desapareciendo por un momento mis sentimientos humanos. Necesitaba pensar como antes, ser el mismo de antes por unos segundos.
— ¿Tan celosa estás, arcángel? No me digas que aún sientes ese ridículo amor por mí, porque me enferma—le espeté, su rostro contrayéndose de la rabia—La beso porque ella lo desea, la protejo porque es mi trabajo.
Nazarach dio un paso adelante y me evaluó con la mirada.
— ¿No sientes nada cuando la besas, entonces? —preguntó, sus ojos en los míos.
—Absolutamente nada—respondí.
—Bien, asegúrate de que siga siendo así, porque de otro modo te arrancaremos las alas—dijo.
Me encogí de hombros.
—Por mí, pueden hacerlo. Nunca tuve verdaderas ganas de regresar—dije, con voz fría.
—Si caes, te vas al infierno—añadió Celiane—No podemos darte segundas oportunidades. Ya caíste una vez. Fue suficiente.
Mi cuerpo se puso rígido, pero afortunadamente logré ocultarlo. Celiane miró a su acompañante y éste dio otro paso al frente.
—No hemos venido sólo por ese motivo—añadió él—Hay otra persona que necesita de un custodio.
Esto no me estaba gustando para nada.
—Una chica fue atacada por Nefilim y se encuentra en el hospital. Necesitamos que la vigiles, que no abra la boca, porque estoy seguro de que recuerda ese ataque.
No, no me gustaba nada.
— ¿Qué fue lo que pasó? —pregunté.
—Lugar equivocado. Momento equivocado. No es gran cosa, cumple con la orden—me espetó.
No me gustaba para nada el tono con que me hablaba, o que me diera órdenes. Y ellos lo sabían. Así como sabían que si me lo propusiera, podría llegar a ser de nuevo un arcángel. Por eso estaban tan desesperados por enviarme al infierno. Imbéciles, no se daban cuenta de que eso ya no me interesaba en lo más mínimo.
— ¿Cuál es su nombre? —pregunté.
—Marcie Millar.
¡Genial! Esto era excesivamente fabuloso. Nora iba a arrancarme la cabeza si se enteraba que tenía que cuidar también de su enemiga. Maldita sea, estaban haciéndolo apropósito, apostaba mi brazo derecho.
—Está bien—Acepté, voz fría, rostro inexpresivo.
Nazarach sonrió.
—Así me gusta, Jev. Obedeciendo—Contuve las ganas de lanzarme sobre él y arrancar sus estúpidas alas—Ya nos marchamos. Oh, pero recuerda: Estás bajo vigilancia perpetua. Comprenderás que, tenemos que asegurarnos que cumples con las normas.
¡A un cuerno las normas! Iba a matar a esos jodidos imbéciles cuando se me presentara la oportunidad. Los odiaba a todos, esos malditos.
Se marcharon, dejándome en la oscuridad sumergido en mis pensamientos.
Mientras caminaba de regreso al Jeep, recordé cuando Nora me dijo que me amaba. Esa palabra había calentado todas mis terminaciones nerviosas, y me sentí como un imbécil por no responderle que yo también, que yo la amaba desde el primer día que la había visto, aunque por ese entonces no lo sabía.
Aceleré hasta la casa de Marcie, donde tendría que permanecer hasta que le encontraran a alguien más para cuidarla. Yo no podía estar con ella mucho tiempo, tenía ya a alguien mucho más importante a quien proteger. Me bajé del coche, que dejé estacionado unas calles más abajo, y me acerqué al lugar. Ella se encontraba fuera, en el balcón de su ventana, pensativa.
Su mirada se desvió hacia mí, y rápidamente desaparecí, maldiciéndome por ser tan descuidado.
Esta noche sería un suplicio.
 ***
 Al día siguiente, desperdicié gran parte del día averiguando que era lo que había sucedido entre Marcie y los Nefilim. Aún más cuando ellos la habían atacado esta tarde. Sabía que necesitaba hablar con Nora cuando revisé mi teléfono y vi que tenía un par de llamadas perdidas de ella, por lo que decidí pasarme por su casa al atardecer.
Detuve el Jeep en la entrada y me acerqué a su puerta, manos en mis bolsillos. Podía sentir un par de ojos en mi espalda, así que supe que tenía que andarme con cuidado.
Nora abrió la puerta mientras se colocaba una chaqueta, y sentí que algo faltaba hasta que noté que no se había lanzado directamente a mis brazos, como hacía siempre.
—Hey—dijo, aparentando casualidad. —Olvidaste llamar anoche. ¿A dónde fuiste?
¿Hey? ¿Era todo lo que se le ocurría decir? Maldita sea, mis sentimientos contradictorios. Era mejor que me tratara así. Aunque no me gustara.
—Por ahí. ¿Ibas a invitarme a venir?
No respondió a mi pregunta.
—Estoy contenta de escuchar que la casa de Marcie está, tú sabes, por ahí.
Mierda, de seguro Marcie le había dicho. Esto era precisamente lo que faltaba, ¡Demonios!
— ¿Te molestaría decirme qué está ocurriendo? —Dijo en un tono un poco más hostil. — ¿Quieres decirme que estabas haciendo en su casa anoche?
—Pareces celosa, ángel —Maldita sea, Marcie.
—Tal vez no estaría celosa si tú no me dieras razones para estarlo—respondió. — ¿Quieres decirme qué estabas haciendo en su casa anoche?
—Arreglando unos negocios.
Alzó sus cejas.
—No me había dado cuenta de que Marcie y tú tienen negocios.
—Los tenemos. Pero son sólo eso... negocios.
— ¿Podrías explicarlo? —había una gran dosis de reclamo acumulado entre sus palabras.
— ¿Estás acusándome de algo?
— ¿Debería?
Maldita sea, por esto precisamente odiaba tener que cuidar de Marcie.
—No.
—Si estar en su casa ayer por la noche era tan inocente, ¿por qué tantas dificultades para explicar lo que estabas haciendo allí?
—No estoy teniendo dificultades —dije, midiendo cada palabra cuidadosamente. —No te lo estoy diciendo, porque lo que estaba haciendo en casa de Marcie no tiene nada que ver con nosotros.
Nora quedó abrumada por mi respuesta, y odiaba no poder decirle más cuando sabía que esto estaba causándole daño, pero no podía hablar, no cuando tenía tanta vigilancia sobre mí.
—No vuelvas hasta que estés listo para decirme lo que estabas haciendo en su casa.
Impaciente, me abrí paso al interior de la casa y cerré la puerta detrás de mí.
—No he venido aquí para discutir. Quiero hacerte saber Marcie que se topó con algunos problemas esta tarde.
Nora me miró como si no le importara en absoluto.
— ¿Oh? —Dijo con frialdad.
—Ella quedó atrapada cuando un grupo de ángeles caídos trató de forzar a un Nefilim a jurar fidelidad dentro del sanitario de los hombres en el Arca de Bo’s. El Nefilim no tenía dieciséis años por lo que no tenía fuerza, sólo se divirtieron tratando. Le cortaron muy mal, y se rompió algunas costillas. Aquí entra Marcie. Ella había bebido demasiado e ingresó en el baño equivocado. El ángel caído que estaba cuidando sacó un cuchillo enfrente de ella. Estuvo en el hospital, pero la liberaron pronto. Una herida sin gravedad.
Su pulso se aceleró, y yo sabía que estaba molesta porque habían apuñalado a Marcie, pero trató de ocultarlo. Cruzó sus brazos rígidos.
—Gee, ¿es un Nefilim, cierto?
—Marcie tal vez estaba borracha, pero hay posibilidad de que recuerde lo que vio. Obviamente tú sabes que los ángeles y Nefilim tratan de mantenerse bajo el radar, y alguien como Marcie, con una gran boca, puede amenazar ese secreto. La última cosa que ellos quieren es que ella le diga al mundo lo que vio. Nuestro mundo es más fácil cuando los humanos lo desconocen. Conozco a los ángeles caídos involucrados —Mi mandíbula se tensó. —Ellos harían cualquier cosa por mantener a Marcie callada.
—Trato de sentirme mal—dijo—Pero suena como si estuvieras más preocupado por ella que por nosotros —tiró de la manilla de la puerta y la mantuvo abierta. —Tal vez deberías ir a ver a Marcie, ver si su herida está sanando apropiadamente.
Obligué a que su mano soltara la manilla y cerré la puerta con mi pie.
—Cosas más grandes que tú, Marcie o yo están sucediendo —dudé, frustrado por querer decirle todo y no poder.
— ¿Tú, yo y Marcie? ¿Desde cuándo nos pones a los tres en la misma oración? ¿Desde cuándo ella significa algo para ti? —espetó.
Puse una mano detrás de mi cuello, maldiciéndome por no haber escogido cuidadosamente mis palabras antes de responder.
— ¡Sólo dime qué estás pensando! —Exigió— ¡Escúpelo! ¡Si es tan malo como para que no tenga idea de lo que sientes, sólo deja salir lo que piensas!
Miré a mí alrededor, preguntándome si estaba hablándole a alguien más. No, sólo estaba yo.
— ¿Escúpelo? —Dije, mi tono incrédulo y sombrío. Tal vez hasta irritado. Mierda, incluso enojado. — ¿Qué parece que estoy tratando de hacer? Si te calmas, podría. Ahora mismo te pondrás histérica, sin tomar en cuenta lo que digo.
Entrecerró los ojos.
—Tengo el derecho de estar enfadada. No me dirás qué estabas haciendo anoche en la casa de Marcie.
Eché las manos hacia arriba. “Aquí vamos otra vez” decía ese gesto.
—Hace dos meses —empezó, un ligero temblor en su voz. —Vee, mi mamá, todos, me advirtieron que tú eras una clase de chico que ve a las chicas como simples conquistas. Ellas dijeron que era otra hendidura en tu cinturón, otra estúpida chica que sedujiste para tu propia satisfacción. Ellas dijeron que el momento en que me enamorara de ti, tú ibas a irte —tragó con dificultad. —Necesito saber que no estaban en lo correcto.
Agité mi cabeza con incredulidad.
— ¿Quieres que te diga que estaban equivocadas? Porque tengo el presentimiento de que tú no me creerás, sin importar lo que diga —la miré.
— ¿Estás tan comprometido con esta relación como lo estoy yo? —Se quedó en silencio unos segundos, y supe que venía a continuación— ¿Me amas?
Sé que eres lo suficientemente lista para saber que sí, no te ciegues, Nora.
<<No puedo responder a eso>> dije en sus pensamientos.
—Voy a dejar esto para mañana. Duerme bien —agregué secamente, dirigiéndome hacia la puerta.
—Cuando nos besamos, ¿estás fingiendo?
Me detuve en seco. Otra sacudida de cabeza, incrédulo.
— ¿Fingiendo?
—Cuando te toco, ¿sientes algo? ¿Hasta dónde llega el deseo de ir? ¿Sientes algo que se acerque a lo que yo siento por ti?
Yo la miraba en silencio.
—Nora…
—Quiero una respuesta clara.
Tenía esa lucha interna entre responder o no, ya que podrían escucharme. Después de un momento, dije:
—Emocionalmente, sí.
Ya luego podría decirles a ellos que era mentira.
—Pero físicamente no, ¿verdad? ¿Cómo se supone que debo estar en una relación, cuando no tengo idea de lo mucho que aún significa para ti? ¿Estoy experimentando cosas a un nivel completamente diferente? Porque eso es lo que se siente. Y lo odio —añadió. —No quiero que me beses, porque tienes que hacerlo. Yo no quiero que pretendas darle significado a algo, cuando no deja de ser sólo un acto.
— ¿Sólo un acto? ¿Te estás escuchando?
Incliné la cabeza hacia atrás contra la pared y di otra oscura carcajada. Le di una mirada de reojo.
— ¿Terminaste con las acusaciones?
— ¿Crees que esto es divertido? —dijo, golpeada por una ola de ira.
—Todo lo contrario.
Antes de que pudiera decir más, me volví hacia la puerta. Ya había tenido suficiente.
—Llámame cuando estés lista para hablar racionalmente.
— ¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que estás loca. Hoy estás imposible.
— ¿Yo estoy loca?
Incliné su barbilla hacia arriba y le planté un áspero y rápido beso en la boca.
—Y yo debo estar más loco para seguirte el juego.
Liberó su barbilla y la frotó con resentimiento. El acto me hizo sentir una punzada en el estómago.
—Renunciaste convertirte en humano para mí, ¿y es esto es lo que consigo? Un novio que pasa su tiempo en casa de Marcie, pero no me dice por qué. Un novio que sale en busca del primer indicio de pelea. Prueba si te queda esto: Eres un… ¡imbécil!
<< ¿Imbécil? Estoy tratando de seguir las reglas. Se supone que no debería estar enamorado de ti. Los dos sabemos que no se trata de Marcie. Se trata de cómo me siento por ti. Tengo que frenar. Estoy caminando por una peligrosa línea. Enamorarse es lo que me metió en problemas en primer lugar. Por eso no puedo estar contigo como yo quiero. >> dije fríamente en sus pensamientos.
—Entonces, ¿por qué renunciar a convertirte en humano por mí, si sabías que no ibas a estar conmigo? —Me cuestionó, su voz sonaba débil— ¿Qué puedes esperar de una relación conmigo? ¿Cuál es el punto de —su voz se quebró sin querer—“nosotros”?
<<Ángel>> Ella me miró, sus ojos reflejando cuanto le dolía esta situación <<Estar cerca de ti en cualquier nivel es mejor que nada. No voy a perderte. Pero ya caí una vez. Si les doy a los arcángeles un solo motivo para pensar que estoy remotamente enamorado de ti, me van a mandar al infierno. Para siempre. >>
— ¿Qué?
<<Soy un ángel guardián, o al menos eso me han dicho, pero los arcángeles no confían en mí. No tengo privilegios ni privacidad. Dos de ellos me siguieron anoche para hablar, y alejé de mí los sentimientos, porque ellos quieren que caiga otra vez. Por la razón que fuese, ellos están escogiendo ponerme medidas tan estrictas. Están buscando cualquier escusa para deshacerse de mí. Estoy a prueba, y si me equivoco en esto, mi historia no tendrá un final feliz. >>
— ¿Qué pasará ahora? —preguntó en voz alta.
En vez de responder, puse una cara de frustración. La verdad de esto es que esto iba a terminar mal. Tendría que pelear, matar, mentir, ser quien fui anteriormente si quería tener al menos una posibilidad de permanecer con ella para siempre.
— ¿No hay algo que pueda hacer? —preguntó.
—Trabajo en eso.
—Quiero terminar—dijo tranquilamente.
La miré fijamente como si no pudiera decir si lo decía en serio.
— ¿Eso es todo? ¿Quieres terminar? Tuviste tu oportunidad para explicarte, la cual no creo, por cierto, pero ahora es mi turno. ¿Se supone que sólo debo tragarme tu decisión y marcharme?
Abrazó sus codos y se dio la vuelta.
—No puedes forzarme a que me quede en una relación que no quiero.
— ¿Podemos hablar de esto? —pregunté.
Por favor, Nora. Maldita sea, no me hagas esto.
—Si quieres hablar, dime por qué fuiste a casa de Marcie anoche.
¡Maldita sea, íbamos con Marcie de nuevo! Arrastré mis manos por mi cara. Podía sentir que tenía una pequeña y nada amistosa sonrisa.
—Si yo hubiera estado en casa de Rixon ayer por la noche, ¡podrías preguntar qué hacía ahí!
—No —dijo, mi voz sonó lentamente peligrosa — Yo confío en ti.
Chocó las palmas de sus manos contra mi pecho, haciendo que retrocediera un paso.
—Vete —dijo, las lágrimas hacían que su voz sonara áspera— Tengo otras cosas que quiero hacer con mi vida, Cosas en las que no estás involucrado tú. Tengo la escuela y futuros trabajos. No voy a tirar todo por la borda en algo que no estaba destinado a ser.
Bien, eso había dolido malditamente demasiado.
— ¿Es esto lo que realmente quieres?
—Cuando bese a mi novio, quiero saber que él ¡lo siente!
Y eso me había destruido, oficialmente. Mi cuerpo se puso rígido. Nos quedamos cara-a-cara, ambos respirábamos con dificultad. Estaba dolido. Estaba enojado.
Me dirigí hacia fuera, tiré de la puerta y la cerré detrás de mí.
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girldreamer99 · 7 years
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Esto es viejo y lo tenía en borradores hasta ahora, si lo ven, solo ignórenlo 😅 y lo publico porque... no sé, me gustó y creo que merece un lugar aquí aún así ya no existan sentimientos de por medio. Lol.
… Hace tanto tiempo que no escribo una carta, pensé, volver a aquellos tiempos de secundaria donde escribía palabritas cursis ,prometía y me prometían una amistad por siempre que máximo duraba unos dos años, donde te le declarabas a tu A.P. anónimamente y le escribías unas tres o cuatro palabras. Hace tanto tiempo que no escribo una carta, en físico obviamente, pensé. Así que me dirigí al escritorio, deslicé el cajón y tomé una hoja blanca, me quedé observándola un buen rato pues no sabía a quién sería dirigida, si escribiría mucho o poco, qué diría, pero aquí estoy ahora escribiéndola y narrándote cómo es que sucedió hasta que dije…¿Por qué no?… y decidí escribir sobre ti y para ti…(Tal vez en este momento te preguntes porqué la carta está impresa y no escrita a mano, pues verás está es otra historia que quizá algún día te vuelva a escribir). Me gustaría hablarte de la primera vez que te vi… Fue un primero de agosto a las seis cuarenta y dos de la mañana, fui la primera en llegar de mi grupo de amigos, miré hacía mi alrededor y vaya que eran muchos alumnos de nuevo ingreso, todos andaban como hormiguitas de allá para acá, unos cuantos solos y otros en grupitos, se les notaba la emoción del primer día “jah, novatos” pensé asdfgjk, desvíe la mirada y tomé mi celular para hacer cualquier cosa mientras llegaba alguien, en eso vuelvo a ver a mi alrededor y… ¡Oh Dios Mío! Hubieras visto mi expresión, me preguntaba si lo que estaban viendo mi par de ojos medio ciegos era real, si tú eras real, recuerdo haberte visto caminar de este a oeste, estabas medio perdido y se te notaba mucho así que por alguna mínima razón captaste mi atención y no aparté la vista hasta que te perdiste en la multitud, no pude ver tu rostro pero sí observar tu bello cabello marrón. En fin, tomé de nuevo el celular y en eso vi de reojo que alguien venía hacía mí… sí, tú, tú venías hacía mí, te puedo jurar que casi me daba un paro cardiaco cuando vi que a pasos largos estabas más y más cerca. Me hablaste, no reaccioné al instante, “¿Disculpa, sabes dónde está la imprenta?” Fue la pregunta que a mis oídos llegó como una melodía que tu boca tocó, “sí, es aquí,” respondí indicándote el lugar que justo estaba a un lado de nosotros y entonces sin dudarlo entraste y en unos cuantos segundos saliste. Te vi pasar frente a mi recargándote en la esquinita de la pared de enfrente esperando a que inicien las clases. Varios de mis amigos ya habían llegado por lo que no me encontraba tan sola, hablaba con ellos y vaya que fue tanta emoción en una sola mañana. Sonó el timbre y como buena alumna puntual me formé en las escaleras para llegar a mi salón de clases, en el transcurso no paré de preguntarme quién eras, cómo te llamabas y otras cosas más pero de algo estaba segura y es que no eras de aquí pues nunca te vi antes. Pasaron los días, una semana o algo así y aún no tenía información de aquel chico misterioso que vi un lunes por la mañana. Habrá sido mi imaginación, pensé, pues me parecías un angelito caído del cielo, que digo un ángel, pareces un mismo Dios griego. Hasta que un día, después del receso te vi cruzar frente a mí y confirmé que eras real jajajaja. Pasó un semestre y digamos que te fuiste convirtiendo en mi crush o amor imposible(?) o platónico ¿por qué estás tan lindo? asdfghjklñ. Y sí… la otra carta que recibiste, la del dibujo de pelota de béisbol con la frase “Je t'aime” (“Me gustas” o “te amo” en francés, pero bien, en este caso utilicemos el termino “me gustas” porque me gustas jaja o más bien, me atraes(?) pues no sé mucho de ti) dentro de ella, también es mía. Decidí dibujar una pelota de béisbol pues sé que te gusta este deporte además de que lo practicas desde hace un buen de tiempo y escribí la frase en francés porque estás en francés jaja no tiene mucha relación pero en fin… ah, y disculpa por el dibujo, no puse mucho empeño en él pues lo hice en media hora de clase (aún así espero te haya gustado), realmente quería escribir “me encantas” pero… no sabía como traducirlo del todo y que la pelota fuera real pero el problema sería encontrar la manera de entregártela, bien podría dársela a alguien y que esa persona te la lleve pero nah… decidí recurrir al método de dejar las cartas en el buzón por falta de tiempo y organización. Tal vez no te acuerdes de mí, y si es así que bueno porque… no lo sé, me daría pena verte o toparme contigo de vez en cuando. Y si me recuerdas… has como que en realidad no y nos evitamos de penas(?) asdfghjkl. Solo quería decir lo que sentía jaja y así sentirme un poco más tranquila, en fin, este semestre saldré y ya no te veré por lo que decidí confesarlo. *cri cri cri* No sé qué más decir… es un momento incómodo y y y… que pases un lindo día de San Valentin. Se despide de ti la chica de la imprenta, MΔGNETΔ
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reddress08 · 5 years
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CONTENIDO DE LA LIBRETA
⭐ De cómo una chica se enamoró de un príncipe ⭐ Con mucho cariño, para Henry Wessex. SIPNOSIS. Mis palabras no son muy buenas, mi redacción mucho menos. Pero era necesario que supiera esto. ¿Se puede querer a una persona con solo verla? ¿Puede mantenerse ese amor por el tiempo? ¿Se puede luchar por ello? Estas y otras preguntas son las que me plantearé en este diario/libro. Si leyó mi tarjeta sabrá las razones por la que elegí hacer un regalo tan inusual. PRIMERA PARTE: ES Él. "Una chica conoció a. Un chico y mucho le gustó..." Si me amas como soy - Barbie. ¿Cómo olvidar ese día? Aquel día de agosto que lo vi por primera vez en el Capital Report, supe que era él. ¿Cómo puedes saber que es él, Leonore? Eres muy pequeña" fueron las palabras de la abuela aquella tarde. No respondí, no podía ni quería. Su mirada, su sonrisa, su aura... No tenía palabras para describir lo que sentía. Recuerdo no haber despegado mis ojos de la pantalla hasta que el himno de Illéa inundó las bocinas de la TV y aún así no deje de ver la pantalla hasta unos minutos después. Aún no salía de mi asombro, era tan lindo, tan encantador. Tenía (y tiene) un ángel que aún sigo sin poder describir. Si la luz tuviera apariencia, estoy segura que tendría la de él. "Es él" me repetía a mí misma mientras seguía a la abuela al comedor de la casa, era la hora de la cena. Ese ritual se repitió día a día, a la misma hora, por el mismo canal. Verlo, así fuera por la tv, le daba alegría a mi corazón. Si. Así comienzo todo... ¿Loco, verdad? Bueno, no puedo negar que todo esto parece sacado de algún cuento de princesas de Disney, demasiado surrealista, demasiado infantil. Pero puedo jurar que así paso. Así empezó mi enamoramiento del príncipe de Illéa. SEGUNDA PARTE: NO SOY UNA PSICÓPATA. "Si me escuchas, podrás entender, que es tan claro en mí que a tu lado esté..." Voy a conquistarte - Belinda. No, no soy esa chica loca que conoce cada detalle del príncipe (gustos, disgustos, que usa, que no, etc.) ni que tiene una pared llena de fotos arrancadas de revistas junto a planes malvados para robarle un beso, entrar a su habitación mientras duerme o secuestrarlo. Pienso en él como si fuera el chico mayor del High School al que la protagonista del libro siempre ha querido y le mira en la distancia, con ojos de enamorada y sueños rosas de ser su pareja. Pero que es tímida e insegura, jamás le hablaría y mucho menos lo acosaría. Después de todo, esto que siento parece sacado de libro de cuento, por lo que tiene sentido. ¿Podría saber todo de él? Si, las revistas han hecho un buen trabajo haciendo reportajes sobre eso. ¿Quiero saberlo? No de esa forma. Me parece demasiado triste y egoísta saber detalles personales de la persona que se quiere por una revista, medios televisivos o comentarios de terceros. Fue por ello que me fue tan mal el CyR del príncipe, porque no me he sentado con todas las revistas que he podido a averiguar su vida. Quiero conocerlo por mí misma, que sea su alteza en una conversación o tal vez un juego que me diga sus gustos, disgustos, miedos, sueños... Quiero poder decir "A él no le gusta eso" y cuando pregunten "¿Cómo lo sabes?" poder decir "Él me lo dijo". Considero que hay más valor en tomarse el tiempo para conocer a una persona (sea la que quieres o no) que investigarlo, como si de un detective de películas de los setenta se tratara. TERCERA PARTE: NUNCA DEJES DE SOÑAR. "Soñar es desear, la dicha y el porvenir. Lo que el corazón anhela, se sueña y se suele vivir..." Soñar es desear - Cenicienta. Si, estaba enamorada sin remedio del príncipe de Illea ¿Para qué negarlo? Y soñaba con un día conocerlo y, con algo de suerte y esfuerzo, ser su pareja. Pero, iniciando por el hecho que era de una simple chica de Ángeles, jamás podría conocerlo en persona y que (como el peor golpe a los sueños) ellos solían comprometerse con personas de las dos primeras castas, esa idea no era más que una utopía. Uno de esos sueños lindos de los que las personas se aferran para robarse a sí mismos una sonrisa. Si sueñas y te esfuerzas, lo puedes lograr decía el abuelo para animarme cuando mis ojos ya no podían soportar las lágrimas y la frustración era demasiada. Quería creerle, que si daba lo mejor de mi ý me esforzaba al cien, al doscientos por ciento lo podría lograr. Pero así como soy soñadora soy realista, eso nunca iba a pasar. Sé que no va a suceder, pero lo puedo soñar. Nadie podría robarme ese sueño, por muy imposible que fuera. CUARTA PARTE: LA GRAN NOTICIA. "Alguien dijo que os cuentos, pueden ser realidad. Pero de ti depende si así sucederá..." Ya llegaré - La princesa y el sapo. A pesar de saber que uno de mis mayores sueños nunca se cumpliría, no me dejé caer. Mantuve mis estudios con notas destacables, aprendía cada vez más de mi oficio como orfebre, ofreciendo mis servicios en la tienda de la familia lo más que podía, sacando tiempo entre tareas para leer o ver series y películas y ayudaba a los niños del orfanato que estaba cerca de casa. Todo en mi vida tenía su lugar, podía vivir con aquel amor platónico sin problema. O tal vez el destino no lo quisiera así. Otra de las cosas que nunca podrá olvidar fue cuando su majestad anunció que sus hijos y un príncipe invitado realizarían una selección. Casi me da un paro cardiaco al escucharlo, la abuela tuvo que chasquear sus dedos frente a mi rostro para que saliera de mi estado de shock. Esta es tu oportunidad, Leonore comentó el abuelo con gran emoción, en verdad lo era. Fue por ello que no tardé en preparar la ficha con toda la información necesaria e ir a los lugares indicados para hacer entrega de esta y dejar que me hicieran algunas fotos. La emoción que había en mi no podía ser contenida, creo que fue eso (en conjunto con el estilismo) lo que me hizo salir tan bien en ellas. Bien, ahora solo debía esperar. Por supuesto, estaba emocionada y tenía una fe enorme que quedaría, pero como mencioné antes, era realista. Así como yo, había miles de chicas en Illea deseando ser seleccionadas, muchas con más y mejores aptitudes que las mías. Pero bueno, como dicen: La esperanza es lo último en perderse. Menos mal no la perdí. El día de dar los nombres de las seleccionadas llegó como una brisa de otoño: Sin previo aviso, fría y con fuerza. Estaba emocionada, asustada, ansiosa, pero por sobre todo, estaba nerviosa. De miles de chicas a solo unas cuantas, no perder la esperanza con esa realidad era muy complicado. Pero ahí seguía, fuerte y constante, con la idea clara de que sería una de ellas. Pero el destino quería que lo supiera luego. Si, esa tarde, mientras preparaba todo en casa para presenciar el Capital Report, el abuelo me llamó desesperado. Tenía un pedido grande de aretes por parte de una agencia de modelos para el día siguiente y el solo no se daba a basto. Lo lamento, Leonore. Pero de verdad te necesitaba fueron sus palabras de disculpa cuando me vio llegar al gran taller de la tienda. Con un asentimiento de cabeza, me senté en mi lugar y sin más, comencé a trabajar. Decidimos no encender la TV para que yo no tuviera distracciones y así terminar más rápido. Si quedaba seleccionada o no me enteraría mañana. Y así fue. Esa mañana, a penas entrar a casa, la abuela me dio la mejor noticia de todas. ¡Eres una de las seleccionadas! fueron sus palabras justo antes de abrazarme. Palabras que bastaron para que mi corazón se detuviera por un instante y lágrimas de felicidad aparecieran. Era una de las seleccionadas, mi sueño sí que podía hacerse realidad. QUINTA PARTE: SELCCIONADA. "Y apareciste tu para cambiar mi suerte, ya me está encantando conocerte..." Suerte - Paty Cantú. Por más que la abuela me repetía cada día que era seleccionada, yo no lo creía. Me parecía inverosímil que de tantas señoritas en Illea, hubiera sido elegida. Era tan simple, bajita, torpe, insegura. No fue hasta que los organizadores fueron a casa a plantearme la situación y lo que acontecía a partir de ella que estuve totalmente segura: Era una de las seleccionadas. Fue así, con una maleta llena de sueños y de ropa, el corazón a cien mil por hora y con miles de ideas en mi cabeza, que me dejé llevar por los organizadores del evento al palacio. Era el comienzo de un fuerte e intenso camino para cumplir mi mayor sueño: Ganarme el corazón del príncipe Henry. El viaje no fue realmente largo. Cosa totalmente lógica ya que resido en Ángeles y el palacio no estaba tan lejos de casa. Pero a pesar de saber eso, el viaje se me hizo eterno. Cada cuadra que el auto dejaba atrás se sentía como si hubiera atravesado una provincia entera. Quería llegar lo antes posible, los nervios de la espera me consumían. Por suerte tenían un montón de cosas que recordar antes de llegar: horarios de clases, de entrenamientos, de comidas Había todo un nuevo itinerario en mi vida, y si quería resaltar de buena manera, debía seguirlo y no dar problemas. Con en esa idea fija en la cabeza, terminé de pasar los minutos en el auto, la llegada y seguida estancia en el palacio. SEXTA PARTE: ENCUENTRO. "Con un beso de amor soñé y un príncipe que me lo dé. Eso traen al final, los grandes cuentos..." Beso de amor - Encantada. Aún sigo sin saber cómo no me desmayé al verle tan de cerca de mí mientras me daba la bienvenida. Su piel, sus ojos, su cabello, su sonrisa, su aura... Todo era tal y como siempre me lo había imagino, solo que esta vez no estaba en mi mente, estaba pasando de verdad. Tenía al príncipe Henry frente a mí saludándome. Si las auras pudieran verse, la mía en ese momento hubiera sido la más brillante de todo el mundo. Pero no, no podía comportarme como una chiquilla emocionada porque acababan de darle un juguete. Debía mantener la compostura. Fue así como muy educadamente agradecí el saludo y me retiré. Demasiadas emociones en un solo momento como para intentar sacarle conversación de una vez. Ya tendría la oportunidad, claro, siempre y cuando estuviera en su selección y no en la del príncipe Philippe. Como se lo están suponiendo. No tenía idea de quién era mi seleccionado. Y a pesar de sentir todo eso hacia Henry, sabía que, de estar en la otra selección debía sepultar mi amor (por mucho que eso doliera y me desgarrara por dentro) hacia el castaño e intentar, aunque sea, llevarme bien con el otro seleccionador. Con algo de suerte y comenzaba a interesarme, así la selección no sería una cruz pesada que cargar. Pero dudaba que eso pasara. He amado a Henry desde hace tanto, que pensar en sentir algo igual por alguien más... Era totalmente absurdo. Solo me quedaba tener fe en que estaría en su selección. SEPTIMA PARTE: EL BRINDIS. "Por esos días por venir, por este brindis para mí. Por regalarle la intuición al alma mía..." Brindis - Thalía. Y así, el día tan esperado por mí y el resto de las chicas llegó como un tsunami a la costa: Arrasándolo todo. Pero como una sirena bajo el agua, afronte las fuertes olas y mantuve la calma. No saben lo mucho que me costó fingir serenidad todo la mañana y posteriormente en la velada. La sonrisa, esa sonrisa que decoraba mis labios mientras charlaba con Kristen no era más que una fachada para ocultar mi miedo. ¿Qué haría si me eliminaban esa misma noche por qué se dieron cuenta que no era buena para esto? ¿Haría el ridículo llorando frente a las cámaras? O peor aún ¿Qué pasaría si quedaba en la selección del príncipe Philippe? Esas preguntas revoloteaban como polillas en la luz de mi conciencia y me arrebataban las ganas hasta de comer. Quería que el brindis empezara ya y dijeran de una vez lo que iba pasar. Y como si el cielo hubiera escuchado mis plegarias, se nos notificó que debíamos tomar asiento y escuchar. Dios, el corazón me iba a diez mil por hora. Quería saber y a la vez no, que ocurriría conmigo. Por suerte, Kristen estaba a mi lado y mantuvo mi atención en algo más, de lo contrario me iba a desmayar. Y como un golpe a la cara, la imagen del príncipe Henry apareció en las pantallas y seguido de eso las imágenes de sus seleccionadas. Decir que entré en shock sería poco cuando vi mi foto entre ellas. "¿Lo ves, príncipe Henry?" fueron las palabras de la chica y de lo último que tuve real conciencia. Era seleccionada de Henry, lo había conseguido. Ahora, debía lograr dar el siguiente paso: Hablarle sin que los nervios me consumieran. OCTAVA PARTE: ES SOLO UN SUEÑO. "Seems like things are meant to be, but I don't know. Does he love me? Or does he love me not?..." One kiss - Descendants 3. Si, aunque no lo creas tengo mis momentos malos. Y este fue uno de ellos. Al estar en shock el día anterior y el siguiente a este no me había hecho una pregunta obvia: ¿Por qué me eligió para estar en su selección? No era una chica con nada realmente destacable (si no contamos la tragedia griega que viví con mi familia) y tampoco es que hubiera hablado mucho con él para que me eligiera. Entonces ¿Por qué estaba en ella? Ese día fue un infierno. No dejaba de hacerme preguntas y mucho menos de pensar que solo había sido parte del azar que estuviera en ella. A pesar de que el príncipe aclaró que pensó mucho en quienes eran las adecuadas para estar en su grupo y que incluso lo había hablado con él otro seleccionador. No dejaba de pensar que yo solo era un comodín. El Joker de la baraja que estaba siendo usado para completar esta. Tan mal estaba que hasta la señorita Alice (que no es de ser dulce y comprensiva) se tomó unos minutos para escucharme y darme un buen concejo. Pero es que... Lo quería, era justo lo que quería, pero no podía creer que si quiera le interesara de alguna manera como para que me dejara en su grupo. De seguir así iba a perder la cordura. NOVENA PARTE: DÉJALO FLUIR. "Vuela a la sima de tu libertad, suelta tus miedos lo vas a lograr..." Cree y atrévete - Tinkerbell. Había decidido dejarlo pasar. Si estaba en su selección era por una razón y clavarme el puñal de las preguntas no me daría las respuestas. Al contrario, me generaría más dudas. Y es que ¿Por qué torturarme con eso, cuando podía simplemente dejarlo fluir como el agua de un riachuelo? Era lo mejor para mi salud física y emocional. Después de todo, el príncipe Henry había demostrado ser una persona responsable, que pensaba antes de hablar y que quería lo mejor para todos por encima de su propio bienestar. Así que no sería tan malo como para dejarme en su selección solo porque si. Había una razón, que solo él conocía y que yo, como cualquier persona, debía respetar. No iba a forzar nada. DÉCIMA PARTE: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! "Feliz, feliz no cumpleaños ¿Para mí? ¡Para tú! Feliz, feliz no cumpleaños ¿Para mí? ¡Para tú! Que los pases muy felices y ahora sóplale a la luz..." Feliz no cumpleaños - Alicia en el país de las maravillas. Y bueno, hoy es su cumpleaños. Será una fiesta de disfraces y promete estar divertida. Aparte el príncipe hará un pequeño concurso con sus regalos. No creo ganar, ya que habrá personas que lo conocen mejor que yo y le darán regalos con mayor significado. Pero espero tener un buen puesto y que Henry disfrute su regalo y de la fiesta. No todos tienen la suerte de cumplir y celebrar sus veinticinco años. DÉCIMOPRIMERA PARTE: LO QUE TU QUIERAS. "Ella iba caminado sola por la calle, pensando ¡Dios que complicado es esto del amor! Se preguntó a sí misma ¿Cuál habría sido el detalle, que seguro Cupido malinterpretó?..." Destino o casualidad - Melendi ft. Ha*ash. Muy bien, Henry. Si llegaste hasta aquí sin aburrirte, házmelo saber. Si no consigo respuesta de tu parte es porque esto fue la peor idea de la historia y la odiaste, pero no importa. Era algo que quería hacer, soy una romántica sin cura y bueno, si te molesta, Sorrynotsorry. Ok, eso era una broma, en fin. Primero que nada: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! Te deseo todo lo mejor, Henry. Te lo mereces. Eres una persona increíble, aunque tú no lo veas. Eres un chico que va más allá de una corona y un título. Eres noble, dulce, divertido, paciente, responsable, quieres lo mejor para tu gente, incluso sacrificando tu bienestar y eso es digno de admiración y respeto. Sé que tu mayor sueño es ser el mejor rey de Illéa y tengo toda la fe y la confianza que lo serás. Un rey justo, amable, prudente, confiable, y que buscará lo mejor para su pueblo, sus amigos y su familia. No podría pedírsele más a una persona. En segundo lugar: Te quiero Henry, de verdad lo hago. Y sé que esto es un secreto a voces, pero quería que lo supieras de primera mano. Quiero a ambos. Si, al príncipe y al chico detrás de la corona. Quiero poder acompañarte cuando estés mal, hacerte sonreír cuando el mal genio te ataque una tarde, enfrentarme junto a ti a tus miedos y apoyarte parar que cumplas tus sueños, darte un conejo cuando me lo pidas, e incluso cuando no lo hagas. Celebrar las victorias, llorar las derrotas, escucharte, cantar canciones de descendientes todas las veces que quieras, quedarme en vela cuidándote porque te sientes mal, hacerte mimos cuando no puedas dormir, desvelarme contigo porque tienes trabajo que hacer, recordarte que debes comer y descansar, hacerte sentir seguridad, que todo va estar bien y que puedes lograr lo que sea, hacerle frente a las adversidades y hacer de Illéa y de ti parte diaria de mi día. Porque así como quiero acompañar al chico, quiero acompañar al príncipe. Quiero lo mejor para Illéa. Amo a mi pueblo demasiado como para no querer hacer algo por él. Y aunque intento hacer lo que puedo, sé que no es ni la cuarta parte de lo que podría ofrecer y por ello quiero poder hacer más. Como habrás notado tiendo a preocuparme más por los demás que por mí misma (Tejona a fin de cuentas) e Illéa me preocupa. Quiero poder hacer algo a gran escala, que pueda ayudar a tantas personas como sea posible y ser tu pareja me daría esa oportunidad. Pero como habrás leído antes, no pienso forzar nada. Si soy la indicada para ser tu prometida, tu solo podrás darte cuenta de ello. Por supuesto yo tendré que poner de mi parte, pero no tengo que intentar encajar un cubo en la forma de un círculo para que lo notes. Lo harás cuando estés listo y yo estaré allí, esperando por esa buena noticia o en su defecto, la carta de despedida de la selección. Y, aunque esa segunda opción rompa mi corazón y mis sueños. Al menos me quedará el consuelo de que habrás elegido a la chica indicada y que ambos harán de la nación un lugar mejor, creo en ti. DÉCIMASEGUNDA PARTE: PROLOGO. "Cree en tu talento, es tuyo el pincel..." Cree y atrévete Tinkerbell. Sé que te gusta escribir así que estás páginas en blanco son para ti, para que plasmes en ellas lo que quieras. Con algo de suerte, sea la continuación de esa historia... Leonore.
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