Tumgik
#AusencioCruz
luisfelizalde · 1 year
Text
Qué mal pedo.
Estaba recordando con unos amigos esta anécdota que viví hace muchos años y como ejercicio literario, decidí plasmarla hoy acá para el disfrute de algunos y que sirva de lección para nuevas generaciones.
No quiero que se mal interprete este texto y se me tilde de toxicómano, dada mi crónica de hace un par de semanas en donde les conté mi experiencia con la ayahuasca.
Y lo digo porque esta anécdota tiene que ver con una experiencia de un servidor con la cannabis sativa a.k.a “motita”.
Así que no crean que tengo una afición por las sustancias alucinógenas, simplemente resulta que sí, soy un alma curiosa y me gusta experimentar. No me gusta que me cuenten nada. Quiero tener la experiencia de primera mano. Dirían los planners que soy no un “trendsetter” sino un “early adopter”. 
Así que bueno, la historia va como sigue: resulta que hace muchos años cuando era mucho más joven (nótese el mucho más) hacía mis prácticas profesionales en Televisión Azteca, claro, cuando no se llamaba así, sino Imevisión.
Mi tarea era redactar los textos de las cápsulas promocionales de todos los programas de canal 7 y 13. Mis pininos como redactor y mis pininos de tolerancia a la frustración de que me hicieran escribir y re escribir una misma cápsula setescientas veces porque "no le gustaban al choco", mi jefe y el director del departamento de producción o porque no le parecían "adecuadas para el programa o para la audiencia". Según yo eran geniales todas.
El caso es que tenía un compañero de prácticas. No era mi dupla porque no dependíamos uno del otro, pero de alguna manera sí trabajábamos juntos haciendo lo mismo, solo que claro, programas y cápsulas distintas.
No recuerdo su nombre, lo que sí recuerdo es que era un pachecazo de primera. Todo el día estaba fumando mota. No era algo que me espantara o me sacara de onda, simplemente, como soy muy ñoño y me tomaba muy en serio mi trabajo me parecía que no estar en mis cinco sentidos para hacerlo era un despropósito total.
Todos los días cuando llegaba al departamento de promoción, él me buscaba con la mirada, me veía con la ceja levantada a lo James Bond, ladeaba un poco la cara y me echaba el silbidito clásico en volumen muy bajito mientras me guiñanba el ojo y me enseñaba el envase de un rollo fotográfico en donde era obvio "que traía la mercancía".
"Vamos a darnos un toque padrino"
Paso, gracias, tengo un chingo de cápsulas que hacer.
Y este era el modus operandi de casi todos los días. Digo casi, porque había veces en donde sí aceptaba la oferta de mi drogodependiente compañero y le daba unos jalones al churro que traía. Era entonces cuando nos íbamos a los foros a "hacer investigación de las grabaciones de los programas" para escribir nuestras cápsulas.
Siempre terminábamos en el foro de "en tienda y trastienda" donde no podíamos aguantar la risa, sin importar que lo que dijeran Victor Trujillo y Ausencio Cruz fuera divertido o no. Eramos el público agradecido y a ellos no les parecía molestar que "los chavos de promoción" disfrutaran tanto de su charla.
Pero me estoy desviando. Resulta que uno de esos días en donde acepté quemarle las patas al diablo, fue un poco diferente. Cuando digo diferente me refiero a que la pinche mota estaba súper perra. Al grado que apenas pude trabajar de lo puesto que estaba. Y por si eso fuera poco, habíamos hecho nuestro ritual muy cerca de la hora de salida y todavía estaba totalmente estupidizado para las 3 de la tarde, hora en la que había quedado de ver a mi madre en su restaurante para comer.
Así que decidí hacer una parada de emergencia en el McDonalds más cercano para comer algo y ver si me ayudaba a estar un poquito menos pendejo, ya que si llegaba en esas condiciones con mi progenitora, nadie me salvaba de la putiza que, con toda razón me iba a propinar.
Me pedí una hamburguesa unas papas y un refresco y me fui al piso de arriba a refugiarme del barullo de todos los niños que normalmente llenan este tipo de lugares. En realidad no recuerdo que día era pero también la parte de arriba estaba atestada de chiquilines gritando y corriendo por todo el pinche lugar. De todas formas estaba yo tan desconectado del momento que en realidad no me importó tanto así que me senté en una mesita individual y comencé a engullir mis alimentos de una manera más o menos autómata.
Y de pronto, como es natural en cualquier ser humano, sentí la necesidad de soltar un pequeño gas intestinal, así que hice lo que cualquiera haría. Inclinarme un poquito de lado, para dejar salir de manera discreta aquella emanación que molestaba a mi persona.
Y que me cago.
Así, sin vuelta. Popó. Poposita. Caca.
Se imaginarán el tamaño de mis ojos al sentir esa sensación en mi ropa interior y mis pantalones. Inmediatamente quedé perplejo. Era como un tótem. No me permitía moverme ni un milímetro. Ya había acabado mis alimentos y simplemente ahora trataba de pensar qué era lo que debía hacer. ¿Cuál es el siguiente movimiento? Mientras no me levantara todo iba a estar bien. ¿o no?
Después de la primera hora ya mi presencia inmóvil empezaba a ser sospechosa no solo en los niños y los papás que los acompañaban sino hasta a los trabajadores del restaurant, específicamente el chico que se acercó a quererse llevar mi charola vacía y al cual, desde la distancia y con mi dedo índice, mi brazo estirado y apuntándole directamente a la cara, le hice la indicación clara de que no se atreviera a acercarse ni un centímetro.
Para entonces pensaba en el olor. ¿Sería muy obvio la emanación del miamsa? No podría estar ahí más tiempo sin delatarme de manera obvia.
Otra hora pasó y tome la decisión de lo inevitable. Pararme de la silla e ir a ver el recuento de los daños al baño. No había de otra. No había escapatoria. Era lo que se tenía que hacer.
Así que me levanté decididamente y en un segundo ya estaba de espaldas hacia la pared. Obviamente había tenido dos horas para dilucidar la ubicación del baño, de toda suerte que ya sabía hacia a dónde deslizarme lentamente sin despertar ninguna sospecha.
Claro que un adulto pegado a la pared de McDonald´s deslizándose al baño es algo que de todas formas es sospechosísimo, pero en ese momento mi mente no daba para esa calidad de análisis. Yo lo único que quería es que nadie viera la parte posterior de mi cuerpo y el desastre que mi esfínter había provocado en mis jeans.
Poco a poco con movimientos felinos logré llegar al baño y me encerré en un compartimento para revisar el desaguisado. Me desabroché el cinturón, bajé el pantalón lentamente, luego la ropa interior y...
No había absolutamente nada.
N-A-D-A
Todo mi mal viaje de haberme cagado en los calzones había sido eso. Un mal viaje. Me había echado hacía dos horas simplemente un inocente pedito, que se había convertido en una pesadilla escatológica. Un pedito que había pensado que llegaba con todo y escolta cuando en realidad no había pasado nada.
Justo dije al principio que escribía esto como disfrute para algunos y como lección para otros. Creo que se sobre entiende la parte del entretenimiento y también la lección de que las drogas a veces nos pueden hacer una mala jugada, que a veces las drogas nos pueden sacar un muy mal pedo.
Literal.
Buen jueves tengan todos.
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alejandrotommasi · 6 years
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alejandrotommasi · 6 years
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