Tumgik
#entre el vacío y lo lleno; así lo vemos. Nosotros
castillejo2311 · 2 years
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kennen556 · 1 year
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Muchas veces nos preguntamos en la madrugada, en esos momentos de mayor soledad, "¿estoy haciendo bien las cosas?" "¿esto realmente vale la pena?" "¿esto de verdad tiene algún sentido?", preguntas que nos carcomen de adentro para fuera, nos cuestionamos tanto nuestra vida basándonos en las expectativas de los demás, simplemente queriendo complacer al mundo...
Muchas veces en la madrugada, cuando estamos con nosotros mismos nos asaltan tantas dudas y reproches, cuestiones de blanco o negro, pero no vemos entre esos dos extremos, esos matices de gris que son lo realmente importante...
La vida es tan sencilla y tan compleja a la vez, pero al ver el mundo desde la perspectiva de los demás nos perdemos demasiados detalles de nuestro mundo, de lo que sucede a nuestro al rededor, esas pequeñas cosas que son las que le dan luz a nuestro inmenso y maravilloso universo... Muchas veces estamos tan cegados por la visión de los demás, por la visión colectiva, por esos blancos y negros que lo único que hacen en llenar de lágrimas los ojos de aquellos que no encajan, que no hacen parte de ese molde construido durante tanto tiempo...
Artistas de la vida ignorados por las personas que simplemente están "viviendo" guiados por el "verdadero sentido del mundo", que van ignorando a los demás que no hacen parte de esa visión, de esa vida, de ese mundo que ellos ven.
Este mundo está lleno de personas que son maravillosas, que ven el mundo de tantos colores, y que poco a poco van quedando ciegas hasta perderse en el vacío de la vida..
¿Vale de verdad la pena vivir así, vivir siendo un daltonico que sólo es capaz de ver dos colores?
El mundo está lleno de oportunidades, de belleza, de tristeza, motivaciones, etc... De cosas que valen realmente la pena y que nos hacen comprender la magnificencia de la vida, viendo esos atardeceres que suceden todos los días, momentos fantásticos que ya nadie se detiene a apreciar...
¿Vale la pena seguir viviendo ignorando todo solo por seguir el camino que "deberíamos" seguir?
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delosremedios · 3 years
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amor muy cercano
Casi no se ven las nubes. Hace dos años que el clima de la ciudad se volvió extraño. Los cielos siempre están blancos. La persona que da el clima en la mañana siempre da una larga lista de tonalidades blancas. Blanco crustáceo, blanco hielo, blanco gris blanco, blanco blanco. Bien pienso que son falsas las escaleras que llevan a ese hombre al trabajo. Conocemos muchísimos blancos y decidimos olvidar los azules anticuados.
Aprendí a manejar la vez que teníamos que ir urgentemente a recoger el paquete especial que nos iba a dar uno de tus ex mejores amigos (sabes a cuál me refiero). Decía que años atrás había tendido la oportunidad de ir a un curso intensivo para poder llevarte a un auto cinema o a alguna de esas plazas que te gustaba recorrer enteras burlándote de la gente que acudía sin saber cómo las encaminaban como animales sin razón de sí. Nunca tuve un auto, desde el 2020 el mundo fue empeorando y es hasta egoísta tener uno. Yo soy valiente.
Una vez me agregaste a Facebook, esta maravilla súper espontánea que nos mantenía pegadas al celular. La tecnología ha cambiado muy poco. ¿Cuándo empezó la tercera guerra mundial y por qué nosotros somos los únicos partícipes? Me incomoda que pienses nuestras vidas por individual. Contabas muy seguido una historia sobre la caja que nunca te regalaron, esa que nunca supiste qué tenía pero verdaderamente necesitabas tenerla. Hasta que se incendió la ciudad y tuvimos que huir a las montañas.
Las series de netflix se volvieron aburridas, no lo digo yo, lo dicen las personas que se interesaban verdaderamente por opinar. Desde julio sucede que mis amigos dejaron de llamar. Todo el mundo piensa que fui yo el culpable. El sábado platiqué con un desconocido, vivía en playa azul antes de que se inundara por el huracán; siempre había sido guapo (aún lo era, solo había dejado de comer y las cuencas de sus ojos comenzaron a verse como baldes de agua enormes), desde los 16, según me cuenta, trabajaba para la planta nuclear que está saliendo de Tehuantepec. El hombre sabe mucho sobre calorías y alimentos, deberías conocerlo. Habla nueve idiomas, siete de ellos no los entiendo en absoluto; pienso que me está mintiendo, pero me gusta seguirle el juego.
Las llamadas cuestan 20 veces más desde la última vez que hablamos. Ya es carísimo poner un satélite en órbita. Hay demasiada basura. Los médicos y científicos de la salud prevén que pronto nuestro alto contacto con metales y radiaciones comience a hacernos más altos. Tal vez dos centímetros en los próximos cuatromil años. Alguien ha encontrado la forma de vivir para siempre.
Hablando de los automóviles y la forma extraña de manejar, sin afán a recordar, te extraño demasiado. Mientras comía, la semana pasada, creo jueves o miércoles, recordé la vez que me platicaste del beso que diste cuando estábamos a punto de casarnos, ese beso que no fue a mi y logró ser tan apasionado. Me costó muchísimo fingir que no sabía. Verte hablar con la mentira entre los dientes. Nunca he entendido si lo hiciste por odio o por ingenuidad. Desde ese momento estoy bloqueada. Solía preguntarte qué pasaba con nuestras vidas, tan cercanas y más terminadas, siempre contestabas con una mentira.
Las pruebas que me han estado haciendo son cada vez más dolorosas. Estoy comenzando a perder la memoria. Nos dan bolsas de plástico que se ocuparon hace cien años en alguna tienda departamental para envolver comida. Algunas aún hueles. De la comida nunca me gusta hablar. Tienen dietas extrañísimas para mí. El doctor Luan piensa que si como demasiadas calorías por un tiempo prolongado voy a obligar a que mi cerebro comience a funcionar extraordinariamente otra vez. Julio, el muchacho que habla conmigo siempre, el que se la pasa sentado en la oficina de a lado de las habitaciones (qué por cierto no es suya), dice que podrían utilizarme como arma y me pagarían aún más que acá. No puedo creer nada.
La séptima práctica que he tenido esta semana fue diferente. Me mostraron fotografías; estaba Diego, un hombre altísimo vestido totalmente de azul, dos gatos peleando (o así parecía) y un pastel de cumpleaños. Yo sé que tienen algo que los entrelaza.
“¿Qué se siente saber la verdad de todo?”, pregunta Mónica cada que nos vemos. Ella es la nutrióloga que revisa que esté comiendo bien. Me convence. Les da miedo que vuelva a intentar morir de hambre. “Es como ver el futuro pero sin saber que lo estás mirando”.
Siempre me había gustado mentir. Desde que iba a la primaria mentía sobre mi estado en las calificaciones. Obviamente sabía todas las respuestas pero creí que todo el mundo hacía lo mismo que yo: fingir. Fernanda, la maestra de tercero de secundaria se dio cuenta de que sabía más que todos, incluso más que ella. Quería enviarme a un campamento de niños prodigio; mis nunca podrían pagarlo. Gané el concurso de miradas hablándole de sus fracasos a los concursantes. Platiqué los temas más incómodos con los artistas más conocidos en el mundo. Conocía ya la verdad.
A ti también te gustaban las mentiras. Casi nunca estabas feliz y las muestras de amor que me dabas parecían venir de otro planeta. Nunca supe que pensabas en realidad. Nos separaron muy pronto. Supe que seriamos cercanas justo después de verte por primera vez. Ni siquiera nos vimos, escroleaba por Instagram como de costumbre y apareció una foto tuya con alguien más que era absurdamente idéntica a vos. Es una jaula esta red de pensamientos continuos. Supe que querías darme un beso cuando por fin te decidiste a hacerlo y me enteré de que querías viajar a Japón solo para conseguir una figura de acción que le faltaba a tu colección. El beso que me diste por última vez.
¿Cuanto tiempo tardaré en descomponerme si dejo de comer desde ahora? Envío esta señal desesperada para hacerte saber que estoy de vuelta en Jalisco. Robé una de las casas de campaña de los manifestantes de afuera del instituto y corrí por aproximadamente 4 horas continuas sin mirar si alguien estaba siguiéndome. Llegué a una sierra abandonada; está llena de casas que construyeron en los 60 para lavar dinero. Cientos de miles de casas inhabitadas. ¿De dónde salieron tantos materiales? Al parecer pasé muchísimo tiempo dentro del instituto. Creo que mi cuerpo actuó solo. Ya no puedo envejecer.
Las casas no están solas, dejaron de ser habitables. Hace muchísimo frío, casi tanto como en la montaña. Todo parece intacto. Hay supermercados llenos de alimentos pero vacíos en las ventas. Ofertas del 3x2 en sopas instantáneas y un nuevo sabor de Coca-Cola, ahora con más azúcar que antes. Los perros siguen paseando por las calles, ahora son más pequeños y miedosos.
Encontré un pequeño cuadernito, parece que fue escrito por un niño de no más de 6 años (la letra es horrible). Tiene leyendas, así dice el título. Hay dibujos de alguien con un artefacto parecido a un arco y muchas bicicletas.
Me robé un carrito del supermercado, paseo con él esperando que el ruido que hace ahuyente a cualquier ente maligno, algún asaltante o la gente del instituto que siempre viene armada con sedantes y máquinas de electricidad.
Ya nadie escucha reguetón, parece que a todo el mundo comenzó a gustarle el rock otra vez. Los charts de música están llenos de artistas que nadie conoce (yo soy nadie). Recuerdo cuando bailábamos con música de fondo, canciones que ninguna de las dos conocía, tu con tu cabello larguísimo golpeteando mi pecho y yo con las manos más temblorosas tratando de desenredar el desastre que nuestros pasos hicieron. Un beso azul, como solíamos decirles.
Aún te estoy buscando. Extraño nuestro amor cercano.
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hanabiaoi · 5 years
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El latido del Despertar
Capítulo 1: Volver a Comenzar
Lo único que no le gustaba de la privacidad la habitación montada en el sótano era precisamente su silencio; nada de lo que sucedía en el exterior podía llegar sus oídos, demasiado silencio significaba demasiado espacio como para poder callar la voz en su cabeza que le decía que cualquier cosa podía suceder... eso era a lo que le tenía más miedo.
En ese pequeño pedazo de mundo estaba Papyrus con su pequeño costal de huesos al lado, al otro extremo de la cama estaba Sans de espalda a ellos, siempre alerta, vigilando incluso en sueños el único acceso al sótano; esta noche el mayor de los hermanos no lograba conciliar el sueño, sujetaba la diminuta mano de "Pal", forma en la que había comenzado a llamarlo de cariño.
Su mente estaba plagada de dudas... ¿funcionará su plan? ¿en verdad encontrarán un mejor lugar para poder vivir? de solo darle de vueltas a esas preguntas podía sentir un poco de nauseas.
-Será mejor que duermas al menos una o dos horas mi Perrito- Papyrus no pudo evitar saltar de sorpresa al ver que su hermano estaba al tanto de su insomnio.
-Perdón, solo estoy... nervioso, realmente quiero que esto funcione.
Sans se volteó para ver directamente a su familia.
-Lo sé, pero debes descansar o puedes enfermarte, recuerda que has alimentado al cachorro solo con tu magia, no debes sobre esforzarte, necesitarás tu fuerza.
-Tienes razón, en cuanto Pal despierte, volverá a tener hambre, intentaré dormir, pero tu también deberías descansar mi Señor.
-Claro, mañana tengo que ir por última vez a hacer mis patrullajes o Alphys comenzará a sospechar aún más de mi.
Con eso en mente ambos volvieron a recostarse para dormir, mientras el pequeño bebé dormía plácidamente, al parecer había heredado el sueño pesado de Papyrus, algo bastante bueno para ambos pues no era necesario estar en silencio para que el pequeño durmiera.
...
La mañana siguiente fue como lo habían sido las anteriores, Sans se despertó lleno de energía y muy por la mañana para preparar el desayuno, dejando la comida al alcance de su hermano para luego salir a patrullar como si nada, como si esa noche no fueran a emprender un viaje para escapar de ese mundo destructivo.
Por su parte Papyrus se despertó un poco después pues Palatino ya estaba activo y con apetito; esa forma de alimentarlo era especial para el nuevo papá, era como si la conexión que tuvieron durante el embarazo no hubiese desaparecido, él amaba poder tener esos momentos tan íntimos con su cachorro.
Después de eso comenzó a prepararse, guardó un poco de ropa suya en una mochila junto con todo el guardarropa que creo para su hijo, luego en otra guardo una buena cantidad para Sans, se sentía algo cansado y ansioso, su magia estaba algo agitada pero deseaba poder encontrar un lugar mejor para vivir.
Después metió en las mochilas un poco de agua, comida y dulces, porque si bien esperaba llegar a un mejor lugar también debía estar preparado para cualquier escenario, así es como aprendido a vivir... Esperando siempre el peor escenario.
Durante el día se dedico a planear lo que haría al llegar a su siguiente destino, a ratos alimentaba a Palatino, lo acariciaba y le decía palabras dulces, lo único que quería para su hijo era una vida que no fuera como la suya.
Por la tarde llegó Sans y los dos sellaron la puerta al sótano, solo para asegurarse de que nadie los interrumpiera, tomaron algo de café y unos sandwiches antes de cargar su equipaje y comenzar a activar la maquina.
Papyrus había amarrado un largo pedazo de tela a su caja torácica donde puso a su bebé para luego echar su mochila al hombro; luego comenzó el proceso de encender la máquina, con eso la casa entera se quedó sin energía, algo que en este punto ya no importaba, luego tecleó cuidadosamente las coordenadas de lo que según sus cálculos sería un mundo paralelo al suyo en el que la vida podría ser más segura y con eso la máquina comenzó a vibrar...
Cuando volteo a ver a Sans este parecía pensativo, ¿tendría acaso dudas el menor?... Eso le atemorizaba al más alto, pero simplemente le extendió su mano y luego de verse a los ojos, su querido hermano la tomó dejándose guiar al interior del aparato.
...
El mayor esperaba que la transición entre universos fuera en un parpadeo, pero en realidad pudo ver como su sótano comenzaba a ser devorado por la oscuridad, luego pudo ver la nada, el Vacío, ese extraño lugar al que apenas y conocía pues le servía de puente en sus "atajos", ahora aquí estaba en toda su inmensidad y por un momento se sintió observado, de forma instintiva rodeo con sus brazos de forma ligeramente más fuerte a su hijo y luego pudo ver como la oscuridad comenzaba a dar paso a un poco de luz... Y más... Y solo un poco hasta que la máquina dejó de vibrar y paró.
Funcionó.
Sus cálculos, sus horas de trabajo habían dado fruto, podría haber dados de saltos en el interior de la máquina pero llevaba a su hijo pegado al cuerpo y además sus nervios le hacían sentir un poco de náusea, su magia seguía agitada, quizá de la emoción de haber logrado escapar de su mundo.
Entonces los dos se dispusieron a salir, pero Sans detuvo a Papyrus poniéndose frente a él.
-Iré primero yo, es más seguro, recuerda que no sabemos nada de este lugar.
-Claro mi Señor.
Con mucha precaución Sans abrió la puerta de la máquina, fuera de ella pudo comenzar a ver... Su sótano, bueno, otra versión de su sótano porque este estaba sucio, empolvado y totalmente desordenado, por lo cual no pudo evitar hacer una mueca de desagrado... Bueno luego de ver en todos lados y encontrar un montón de herramientas y trastos viejos le hizo la señal a su hermano para salir.
-Parece ser que este lugar es nuestro sótano o la versión de este mundo, y en este no hay escaleras que llevan a la cocina, la única opción será ir por detrás de la casa, quedate siempre detrás mío.
El mayor asintió y luego descubrió un poco a su bebé el cual dormía.
- Es la primera vez que el cachorro saldrá a la nieve...- no pudo evitar mostrar un muy ligera sonrisa.
Sans lo pensó un poco, de hecho el bebé al fin estaba fuera de las cuatro paredes que lo tuvieron a salvo, sentiría por primera vez el aire frío y quizá podría comenzar a ser un habitante más de este mundo.
- Necesitamos tener cuidado, según mis cálculos hay altas probabilidades de encontrar a nuestras versiones alternas... ¿Me pregunto que tan marcadas serán las diferencias?
- A mi solo me interesa que estemos todos a salvo, vamos, hay que salir de aquí.
-Solo espera un poco mi Señor, debo quitar el transformador de energía para que nadie excepto nosotros podamos usar la maquina- luego de eso Papyrus quitó una especie de caja que cabía en la palma de su mano, para de inmediato guardarla en su inventario.
Entonces ambos hermanos subieron las escaleras y salieron del sótano, fue algo sorprendente ver la cantidad de nieve acumulada fuera de la casa, era como si no la hubieran movido en mucho tiempo, eso hizo que ambos esqueletos se pusieran un poco más alerta.
Al sortear la nieve acumulada y llegar frente a la casa descubrieron dos cosas importantes sobre este lugar... Este Snowdin no olía a polvo... Pero igualmente no olía a nada más, no había luces encendidas a pesar de ser de noche.
Snowdin era un pueblo fantasma.
Ambos hermanos se hicieron de valor y entraron a la que podría haber sido su casa, la cual estaba desprovista de muchos de los muebles, tampoco había comida, no había casi nada.
- Es de noche y te ves cansado Papyrus, lo mejor es descansar aquí por está ocasión y mañana seguiremos explorando, quizá haya alguien en Waterfall.
-Si mi señor, aseguremos la puerta y descansemos.
Ambos hermanos subieron a las habitaciones de sus alternos y vieron que lo único sobre lo que podrían dormir era un viejo colchón en la habitación que en su mundo correspondía a la del mayor.
Ambos comieron un poco de las reservas que llevaban y tras asegurarse de que todo estaba bien cerrado se dispusieron a descansar, está vez el más alto concilió el sueño rápidamente; Sans pudo ver algo de magia acumulada bajo sus cuencas, una clara señal de que su hermano estaba exhausto... Dormir le vendría bien, mientras él se quedó jugueteando con las mabos de Palatino, el bebé estaba despierto pero era tan calmado que casi no hacía ruido.
Al poco tiempo los tres dormían apenas cobijados con lo que llevaban, al día siguiente seguirían su andar para conocer este nuevo lugar y determinar si era seguro quedarse en él o continuar su búsqueda.
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Hola!!! soy Hanabi!!!
Queridos míos!!! I'm back in black~~ jajajaja nah ya enserio, he vuelto una vez más, ufff he tenido que dejar mi pc en la oficina y no puedo trabajar mi libro ahí, así que tomaré un poco de crédito extra por escribir casi todo el cap en mi teléfono celular.
Hey Hey Hey, he aquí el primer capitulo de este libro, los hermanos se fueron de su mundo... A cual creen que llegaron? Que corran las apuestas!!
Estoy feliz de poder lanzar el primer capitulo, creo que quedó algo corto, pero ya saben que me gusta dejarlos en suspenso muajajajaja, espero que les guste y nos vemos en el próximo 😉
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brainterrorist · 5 years
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Horas extra
Soy de los que cuando llega mi hora: bajo la tapa del portátil y me voy. Estoy en esto por vocación y me gusta lo que hago, pero eso no quiere decir que vaya a regalarle mi tiempo a la empresa. Un mojón. Hoy, lo he hecho. Cliente ha pedido un cambio que me ha llevado a pasarme dos días enfrascado en idear la manera de aplicarlo aprovechando la lógica ya hecha por mis compañeros, primero para no petarme las horas de trabajo de otra persona porque sí y segundo para trabajar menos; ya se sabe. Ayer a última hora vi la luz. Hablé del nuevo camino con el creador de la lógica anterior y terminé de encajar las piezas en mi cabeza. Hoy iba a sentarme y vomitar el happy path.
¿Problema? Viernes.
Los viernes son un día ligero, en el que hacemos menos horas y que muchos se lo pasan en casa haciendo “teletrabajo”. Entre la daily, el almuercito, el jiji jaja, otra reunión, a comer en equipo y alargarnos porque viernes, más jiji jaja y otra reunión, he tenido que quedarme a hacer horas extra o el lunes ya no me acuerdo de la movida y tengo que volver a empezar.
He ido a un afterwork con unos compis y me he columpiado como hora y media dos. Y al volver a la oficina, oler ese lujazo de tenerla enterita para ti y acercarme a mi mesa con mi cafecito... Me he topado con el manager. El Manager. Con mayúsculas.
Como somos tan modernillos, con nuestra metodología agile, nuestras reuniones para todo, nuestra necesidad de comunicarnos entre nosotros constantemente y de hacer piña para conseguir los resultados y a la vez bestialmente imprescindibles para la empresa, le han dado a nuestra planta un estilo nerdy, para que estemos a gusto en nuestro hábitat natural y no saltemos a otro sitio. Esto se resume en un enorme espacio abierto, mesas chachis gigantes con formas onduladas y un montón de salas de reunión o salas focus, para cuando no queremos que nadie nos moleste.
Bien. Ahora ya te has situado.
El Manager, tiene que adaptarse a nuestro entorno. El Manager es hijo de un político, y todo el mundo en la empresa sabe que no necesita trabajar. El Manager, es un hombre en sus cuarenta y pico sin despacho. Así que, su mesa, está un poquito apartada al lado de una ventana, pero ahí acaba su privilegio. Lo que hoy, me ha llevado a pensar...
Este hombre tiene que sentirse jodidamente solo.
Te explico por qué.
El Manager es El Manager, así que nadie le dirige la palabra. Está todos los días sentado en una mesa en la que solo tiene que girar la cabeza para ver a un montón de gente hablando, acercándose unos a otros, riéndose, llevándose el café, moviendo sillas arriba y abajo para sentarse junto a sus compañeros, aprendiendo, socializando, relacionándose. Pero a él no se acerca nadie. Porque es El Manager. 
Nuestra cafetería también es abierta, mesas redondas con siete sillas y la máquina ahí en medio, con su espacio de reunión delante enmoquetado. ¿Por qué? Porque también nos hace falta socializar durante el café, cagarnos en el trabajo, hablar de fútbol o de series, y hacerlo con compañeros que no están relacionados con nuestra sección del proyecto, pero, que son compañeros igual.
Durante el día, siempre miramos a la máquina de café cuando queremos hacer una pausa y vemos quién hay. ¿Está el que me cae bien? ¿La chica esa tan maja? ¿El de los chistes? ¿Mi compi del gimnasio? Y con la tontería siempre nos juntamos de tres a cinco delante de la máquina. Cuando está El Manager, no se acerca nadie. Porque es El Manager.
Eh, ¿qué tal? ¿cómo va? ¿todo bien? Cuando te topas por la mañana con un compañero en la oficina siempre caen dos minutitos. Cuando es El Manager son los rancios buenos días y la mirada al frente al segundo. Porque es El Manager.
Después de pensar en todo esto, he recordado que al ir al afterwork, como es la hora de salir y los ascensores bajan llenos, nos juntamos unos cuantos con el jiji jaja y vamos dándole al botón de bajar hasta que para uno vacío. He caído en su gesto, que nos ha dejado un poco meh pero que después, mientras lo tenía al lado en esa mesa, ha cobrado sentido.
Ha salido por la puerta al hall y se ha sentido muy incómodo. Nosotros estábamos como siempre, hablando, y él no dejaba de tocar el casco y ha abierto la puerta de un baño creyendo que era la de las escaleras. Nadie se ha reído, delante de él, porque es El Manager, pero debe haber sentido que nos reíamos internamente porque se ha trabado al preguntarnos dónde estaban.
Ni para las burlas le incluimos, porque de ser otro, nos habríamos jartado.
Se ha largado casi corriendo, por no esperar con nosotros en el Hall. Porque al final, estaba en la oficina, así que solo bajaba a comer. ¿Habrá comido solo?
Yo creo que sí.
He llegado a esa conclusión, así que le he dirigido la palabra, preguntándole, en tono informal, qué demonios hacía que no estaba en su casa ya. Él me ha contado el qué, me ha preguntado por lo mío y yo le he contado el qué. Dos desgraciados haciendo horas extra. He sentido que hablaba de más. Que sentía la necesidad de comunicarse... mucho. Hemos bromeado y hemos ido a por un café. Juntos. Hemos hablado de trabajo y de series y los dos nos hemos cagado en el puto cliente de los cojones. Él por lo suyo, yo por lo mío.
A ver cómo explico esto el lunes.
No me quedará más remedio que hacerle una seña para que se acerque con nosotros a la máquina de café y decirle a mis compañeros:
Os presento al Manager.
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chubascoenprimavera · 5 years
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Considero una forma simple pero a la vez lúdica, la de comenzar esta reseña bajo una propuesta: abordar la lectura de El poder de unos límites como una gran evocación en sí misma. Al menos, esa fue la propuesta que fue surgiendo y que me perseguía con sus luces de neón a medida que me deslizaba por el libro. En esta carnal obra de Alicia Silva Rey, la evocación y el recuerdo se enredan en la cuestión de un origen, un lugar de origen, el origen de un “yo”, de un cuerpo con historia que patea las puertas de cada poema para recordarnos su constante presencia (“…no hay nada / después de mí no hay nada…”).  Hay una puesta muy directa y cercana de lo propio, de lo mío y lo que lo circunda.
Tenemos una voz que se para en el escalón, gira, y observa los peldaños que alguna vez tocaron sus pies: “estoy en el vestíbulo de mi ojo por primera vez”. A menudo esta presencia en primera persona se articula con elementos naturales, configurándose ella como algo  de la tierra, original y primitivo como la carne y el barro:
“Nosotros, diatomeas, amapolas, campos de trigo, cuerpos en suspensión, caballos negros, vida como en las arañas que construyen sus telas a partir de hebras rectas que unen un centro y luego, matemáticamente, orbitan.”
Existen en la obra, además, dos poemas particularmente relevantes en términos de “mí-con-acento”: el 11. y el 26.. Mientras éste funciona como una suerte de declaración de principios (“El único mérito de un cuerpo / es permanecer fiel a su masa y volumen / en íntima fidelidad al estrago del tiempo”.), el otro nos permite penetrar un poco más en la carne, en la intimidad próxima de un cuerpo entero:
“Hoy abracé mi circunspección. Mi circunspección era un cestito de mala costurera desbordado de agujas, me dispersé, me dividí, me desbarranqué, en lo separado de mí viví, en esa fragilidad de tolderías.”
Siguiendo esta misma línea, tomando el tercer verso del poema anterior, es importante resaltar la cantidad de veces que la palabra mala se repite como adjetivo privilegiado para todo lo circundante al “mí-misma”. Particularmente el verso que más descriptivo de esta elección y que funciona como una especie de “totalizador”: “mala hasta la cicatriz de la cesárea”. Lo que me lleva, a otro gran tópico del poemario, que antes mencioné: el origen.
En El poder de unos límites la idea de lo original, en tanto que acontecimiento, lugar y sangre gira constantemente como un satélite de la obra. En el poema 6., uno de los más intensos, crudos y “reales”, encontramos una serie enumeraciones que evocan una tierra, un tiempo, un quiebre, un recuerdo acuñado:
“¿Qué es para mí Domínico, qué es Quilmes,” qué Ezpeleta con sus zaguanes inundados? Es. El barrio. Las dalias. La copa del naranjo.” (…) “Cuando nevó en el río, en Plátanos, sobre la cuerda del olivo, yo estaba ahí, 2003, velando. Ese cadáver olía bien, era bueno, probable, lo acuné, me roía la pulpa de los huesos, echaba ganglios por la boca cerrada, no impedí que muriera para siempre, fui mala.”
Pero el origen de un “yo”, de un cuerpo, de un entramado de gustos, sensaciones, imágenes, no puede generarse sin antes un origen de la carne: el padre, y más adelante la madre, fantasmas recurrentes que aparecen en los poemas, pero no como meras figuras que agregan un color nuevo al entramado visual de la obra, sino como protagonistas de los versos más poderosos y “pesados” valorativamente, tal como:
“La ausencia absoluta de un padre es ominosa. Este padre no cesaba de estar presente in absentia. Sus menores detalles florecían.” Pero más fuerte aún, en muchos sentidos: “¿Si estaba oscuro entre ella y yo?, ¡mi madre! “No eras buena ni nunca fuiste buena”. Pedía que la ventana de su internación diera a un patio, quería algo que una testigo de Jehová, en la infancia, le había prometido, no el cigarro que el Turco le hizo probar, a los catorce años en la terraza de La Nena.”
Las presencias progenitoras se apoderan de las líneas y la semántica, resuenan como ecos lejanos en toda la obra, acompañando los ruidos generados por el propio “yo”, o contraponiendose a éstos. Pero suenan, tienen cuerpo y voz, tienen fuerza, están. Me gusta pensar que hasta se pueden generar dobleces de sentido, como el que formé en “amar / es una papa caliente…”.
El texto es demasiado sabio como para ser transparente, todo tiene una significación primera, personal, entrañable que emerge al desgajar la lectura superficial del libro. Todo es red, todas las letras se toman de las manos, todas conducen a distintos lugares y a uno mismo a la vez (“Un objeto de plata pequeño es nada pero: / una moneda, una cucharita de plata abren / su flor en abanico: barajas desplegando un sentido / que ni el juego ni el vaticinio atenúan”).
Hay, en toda la obra, algo que no se alcanza, que se escapa y genera una sensación de vacío lleno en la lectura, algo que se recarga de distintas cosas, que tiene nombre pero no se nombra. Vemos en la primer parte del poemario, por ejemplo, la falta de títulos, de designaciones que sobrepasen el número de orden. Esto se rompe en la segunda parte, donde aparecen los títulos, y con ellos  el bautismo de cada poema. Además, en este segundo recorrido, se introducen nuevas voces, nuevas historias y lugares de origen: “De rodillas, en la carretera vacía, tosiendo. / Tose como a los ocho años en José León Suárez, La Quema.” Pero éstas aún siguen entrelazadas con el relato presencial de la primera persona:
“El albañil nativo de Bolivia, un joven quechua allpa, prueba con las uñas las paredes y el techo… (…) Su clínica no me resulta oscura. Yo también con las uñas toqué y rasgué y del revoque insulso tomé sabiduría. Ni una sola vez me miró, ese varón…”
No, ese impulso del “yo” de afirmarse, de ser, de permanecer y relatar no se pierde nunca en el texto, dándole una configuración hermosa y cercana, capaz de ser empatizada por cualquiera que se atreva a su lectura. La voz lleva a cabo una empresa muy compleja: representar por el lenguaje el entramado de sensaciones internas, recuerdos escondidos por los baúles polvorientos de la vida y el tiempo (“… es follaje quemado una palabra…”) , y lo hace de una manera fresca, rápida, en constante movimiento que no marea ni duerme: en armonía. Generando así, como el nombre de su último poema lo indica, una poesía que sea un santuario en ruinas.
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bernardjleman · 3 years
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Lemanómetro de julio: presente
Vive sin futuro, como las bestias salvajes. Solo habita el momento presente, en una fuga continua, un mundo de sensualidad inmediata, tan carente de esperanza como de desesperación. Angela Carter, La cámara sangrienta.
Dicen que el presente no existe, que es solo un instante entre el pasado y el futuro, una cosa fugaz e imposible de atrapar, una corriente continua en la que nos vemos inmersos. Un puñado de arena que se escapa entre los dedos.
Dicen que, en realidad, el tiempo no existe, que es solo un ángulo de algo más grande, o algo distinto, tan distinto que es imposible de entender, y que el tiempo es una ilusión necesaria, en cierta manera, para otorgar algún sentido a nuestra existencia.
Dicen que esta ilusión es exigua en las mareas cósmicas del espaciotiempo, que somos una minúscula y despreciable mota de polvo en la inmensidad del vacío interestelar, y que la gravedad hambrienta terminará inexorablemente con nosotros, más tarde o más temprano.
Y, sin embargo, seguimos construyendo historias alrededor nuestro. Necesitamos construirlas para entender el mundo, para identificar causas y consecuencias a nuestro alrededor en un ejercicio de lógica al que nuestra inteligencia nos tiene condenados. Construimos narraciones de cualquier cosa, de nuestro día en el trabajo, de la quedada con nuestros amigos, de un partido de fútbol, de la última confrontación política o de nuestra vida íntima. Todos las necesitamos. Algunos exigen coherencia, o un final feliz. A otros esto nos da igual. La realidad puede ser fragmentaria y sin objeto, o puede tener un demiurgo que mueve los hilos sin que nos demos cuenta porque el tiempo pone cada cosa en su lugar. O quizá no. Lo importante es que a todos nos une esa misma necesidad de contar con una narración para entenderlo. Para entendernos.
Varias son las narraciones fragmentadas que han pasado por la Torre recientemente. Una de ellas es lo suficientemente breve y sugerente como para darle una oportunidad entre la ingente cantidad de información y entretenimiento que nos azota. Se trata de Crampton, el guion que Thomas Ligotti escribió en 1998 para un episodio de Expediente X, a iniciativa propia, porque nadie se lo había pedido. Contiene todos los elementos que se pueden esperar de él, aunque en un tono más ligero, y resulta divertido imaginarse el aparato visual mientras se recorren sus 41 páginas. De su lectura se desprende una afinidad con la serie y sus personajes por parte de Ligotti. Es una pena que no se rodara, porque creo que encaja bastante bien, aunque no soy buen juez porque nunca me interesó mucho una serie que siempre me pareció un pastiche un poco cutre de películas anteriores. El guion se cierra con uno de esos finales en círculo que a mí tanto me gustan.
American Psycho es otra gran narración fragmentada, aunque la palabra “narración” no hace justicia al rompecabezas esquizofrénico y paranoide, atiborrado de estímulos, que en realidad es, estableciéndose como una crítica feroz y desvergonzada a una época que nos condujo al momento actual, y de la que podemos entrever sus consecuencias en casi cualquiera de las noticias que pueblan nuestros informativos. La adaptación cinematográfica del año 2000 que, en principio, no me interesaba nada, se ha revelado como una obra inspiradísima, al acertar plenamente en el distanciamiento con el narrador y, por tanto, aumentar la acidez de la crítica y la comedia para, en el último tercio, cristalizar la magnífica puesta en escena en una conclusión no exenta de trascendencia. Adelantada a su tiempo.
Volviendo a Ligotti, The Empty Man es la película de terror de la que todo el mundo hablaba hace apenas unas semanas. De nuevo, un final decepcionante para una película de terror única, que consigue la improbable hazaña de conjugar armónicamente el nihilismo del autor con la investigación al más puro estilo rolero y los sobresaltos del cine más palomitero. Pero donde encuentra la maestría, en mi modesta opinión, es en la encarnación del terror a plena luz del día, bien sea en las montañas tibetanas (terror blanco) o sobre la superficie de un puente. A pesar del final, magnífica.
También influencia del rol tiene 30 monedas, la serie para HBO de Álex de la Iglesia, que en la Torre hemos disfrutado como putos enanos. Creo que es una obra insólita en nuestro mercado y una señal de que puede que algo esté cambiando en la apreciación del género. Aunque tiene algunos altibajos, el primer episodio y los dos últimos (esa niebla blanca) son magistrales y, aunque el final deja un poco frío, tiene todo el sentido del mundo y cierra la historia de manera limpia y eficaz con una Macarena Gómez apabullante. Es nuestra ídola en la Torre y queremos más Macarena, todo el rato y sin parar.
Otra obra nacional de género que ha pasado por la Torre, si bien en otro medio, ha sido Carne y hueso, la novela ganadora del premio El Proceso, de Santiago Eximeno. La obra supone la sublimación de una metáfora grotesca sobre un mundo inquietantemente similar al nuestro, en un estilo lleno de ritmo y musicalidad, incluso lírico. Ha sido agradable encontrarse en un registro largo a este maestro del relato breve. Una lectura inolvidable.
Descubrí casi por casualidad una serie canadiense llamada Slasher en Netflix, de hace unos años, que va (¡sorpresa!) de un asesino en serie. Aunque va decayendo un poco, la primera temporada remonta con un quinto episodio espectacular y se va tornando cada vez más oscura, derivando hacia territorios cada vez más inquietantes. Nos ha recordado mucho a Twin Peaks en su retrato del pueblo norteamericano medio y su entorno, y no le habría venido mal un tiempo más reposado, que permitiera imbuirnos en esos exteriores tan bellos e inquietantes. Los personajes están bien definidos, y sus relaciones marcan el desarrollo de la trama. Supone, al fin y al cabo, un acertado encuentro entre el folletín y el slasher que sabe jugar bien sus cartas, aunque al final le falte algo de coherencia. En la Torre ha gustado mucho y seguiremos con la segunda temporada.
Otra serie breve y autoconclusiva es Children of the Stones, del año 1976, que se puede ver completa en youtube añadiendo unos convenientes subtítulos en inglés para abrirse camino entre el farragoso acento de la Gran Bretaña rural. Es una joya de la televisión juvenil totalmente inapropiada para niños, una pesadilla folk-horror con ecos a Nigel Kneale que, pese a sus pocos medios, brilla con una realización de calidad (ese estupendo montaje paralelo en los clímax, por ejemplo). Está llena de ideas y le transporta a uno a un tiempo y un espacio de ensoñación.
En cambio, The Wire es una serie pegada a un presente duro y seco como el cemento de las calles de Baltimore de mitad de la década pasada, cuando en el mundo globalizado post 11-S estalló la Gran Recesión. Un mundo antipático, sucio y decadente. En la Torre nos hemos dado un atracón con las cinco temporadas completas. Mi favorita es la segunda, quizás por su relación con el cine negro más clásico, con ese oscuro antagonista (el “griego”) sobrevolando la trama. La tercera sigue funcionando bien, pese a la injerencia de la política en el argumento. Aunque la realización es casi perfecta, con un uso inteligente y compasivo de la elipsis, la abundancia en el infortunio, la degradación, la ambición desmedida, la cerrazón de los colectivos desfavorecidos como si de una maldición gótica se tratara y, lo que es preocupante en cuanto a la técnica narrativa, la falta de un personaje en el que anclar la empatía, conducen a la cuarta temporada hacia una oscuridad llena de podredumbre que se regodea en sí misma y su compromiso social, como una película cualquiera de Ken Loach, desembocando en la saturación, el hastío e incredulidad. Entendemos lo que se ha pretendido hacer (ese amplio y ambicioso mosaico de una sociedad y un tiempo determinado, que pareciera anclado en lo peor de los años 80 del pasado siglo), y que se ha conseguido en gran parte, pero a este espectador le ha llevado a la saturación total.
Cuesta un poco empezar con la lectura de La odisea (la obra clásica de Homero) en la edición de Alianza, porque la traducción es intencionadamente literal para mantenerla en su contexto, y no es fácil avanzar entre las repeticiones y la artificialidad de la sintaxis, aunque con un poco de esfuerzo se le va cogiendo el ritmo y, si se lee un canto al día (así es como llama a sus capítulos Homero, pues originalmente se trataba de un poema épico), se termina fácilmente en menos de un mes. Es interesante, desde el principio, la estructura de la obra, a base de esos capítulos de mediano tamaño que todavía seguimos utilizando, pero, sobre todo, el uso de Homero de dispositivos narrativos tan actuales como el cliffhanger (que incluso en alguna ocasión se permite desdeñar, cual Steven Moffat helénico) y la anticipación, que se vuelve casi insoportable en lo que concierne a la matanza de los pretendientes, pues el autor la demora hasta el extremo y más allá. Y le sale bien.
Esta vez, tsundoku para terminar:
The Troop ya ha caído y narra la odisea de cinco chavales de 14 años que se ven sorprendidos por la irrupción, bastante desagradable, de un extraño en la isla en la que están pasando un fin de semana de acampada. Nick Cutter escribe muy bien, y extrae mineral precioso de sus personajes. Es una obra muy explícita, que fascina y repugna a partes iguales. No apta para estómagos sensibles; yo la he devorado.
Por lo demás, ensayística lovecraftiana, casas infestadas, diccionarios, rebajas en Taschen y caprichos varios. Seguimos acumulando.
Hasta la próxima. ¡Ah! Y no os olvidéis: La Torre os vigila.
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claudiogsaucedo · 3 years
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Curando la depresión
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Casos frecuente de depresión vemos cada vez mas en el mundo, casos depresivos que al final terminan en suicidio.
Si la depresión muchas veces puede derrotar a personas con mucho éxito y mucho dinero. ¿Qué esperanza hay para el resto? Hay personas que aparentan estar llenos de vida y empatía pero, de repente pierden la esperanza, caen en depresión y acaban con su propia vida. Si estas personas, que algunos hasta tienen la habilidad de hacer feliz a la gente no pueden conquistar la depresión ¿Quién puede?
Ni los cómicos pueden conquistar la depresión. Ellos pueden encubrir el dolor o hacer que desaparezca por un tiempo, hasta que se enfrentan así mismo de nuevo.
Los médicos no pueden vencer la depresión por dispensación de medicamentos, no logran proporcionar una solución a largo plazo, es todo lo contrario, crean efectos secundarios terribles. Repartiendo pastillas juegan en la mente y traen diferentes conflictos de efectos secundarios.
No hay nadie que pueda conquistar al enemigo mortal de la depresión. Ninguna clase social, ni siquiera los millonarios, que no viven en un mundo ajeno al dolor y el sufrimiento. Sienten cada dolor, soportan pruebas, abandonos y abandonados por todos. Sin embargo, cualquier vida puede conquistar la oscuridad y volver el mal en bien y pasar de la muerte a la vida. Porque esperanza se encuentra únicamente en la vida y persona real del Señor Jesús.
Hay tristeza y depresión en aquellas personas que viven sin Cristo. Es triste no conocer el Amor Verdadero que lo llena todo. Solo el Señor Jesús tiene el poder, la autoridad y dada por el Padre para sanar cualquier corazón triste y vacío, incluso mucho mas que eso, Jesús da vida eterna.
Creo que muchos de los cristianos hemos pasado por la depresión o algún síntoma de depresión. Caminando muchas veces por el valle oscuro de la depresión pero con Jesús como guía. No pudiendo verlo. Pero él estaba allí y él nos sacó a la luz de nuevo.
Esperanza en la desesperanza
Usted puede encontrar esperanza en su desesperanza. Existe un Dios que está ahí y que quiere ayudarle a usted; hay respuestas en Su Palabra que abordan cualquier situación.  “La cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme” (Hebreos 6:19). Cuando usted se siente como las olas en tus emociones irracionales, eso puede arruinar tu vida, tienes que confiar en Su ancla para abrazarte rápido para que pueda torear el temporal.
La única ancla fiable en este mundo de dolor es la firme creencia en la capacidad de Dios y su promesa de llevarte a su Hijo a partir del caos. Dios probó que podía hacer eso cuando creó el mundo de la nada. Luego lo probó de nuevo de una manera aún mayor cuando resucitó a Jesús de entre los muertos.
En la muerte de Jesús, la humanidad logra el peor crimen jamás concebido. Tomaron el hombre que les había mostrado por sus milagros y enseñanzas que él era el perfecto, sin pecado, el Hijo de Dios y así y todo, se lo llevaron y lo clavaron en una cruz. Pero Dios lo resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, ya que era imposible que fuese retenido su poder.
Y David dice de él: “Yo vi al Señor siempre delante de mí; porque Él está en mi mano derecha, por lo que yo no seré conmovido. Por tanto, mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua; aun mi carne vivirá en esperanza… ”(Hechos 2: 24-26). Si David podía vivir en la esperanza, mientras que en la perspectiva de la resurrección prometida del Mesías, sin duda podemos vivir en la esperanza, sabiendo que Dios ya ha logrado y tenemos el testimonio escrito de testigos oculares confiables para verificarlo.
¿Qué hizo la resurrección? ¿Qué logró por y para nosotros?
Estábamos en la situación más desesperada imaginable, rebeldes contra nuestro Creador y merecíamos morir y ser castigados eternamente (Romanos 2:8, 3:11-12, 5:10; Colosense 1:21; Efesio 2:3). Pero cuando Dios levantó a Jesús, Él estaba mostrando que Él estaba aceptando la muerte de su Hijo en nuestro lugar (Efesios 2:4-6). Su ira fue totalmente gastada y satisfecha. Podemos tener paz con Dios por medio de su Hijo. Podemos vivir en la esperanza de un futuro de descanso, un futuro sin lágrimas ni dolor, un futuro eterno en donde el mal no existirá. El evangelio de Jesucristo te da esperanza.
Si ya somos cristianos es necesario predicar el evangelio a nosotros mismo todos los días. Esa es la buena noticia de que cada creyente debe centrarse día a día. Leer las Escrituras, estudiar la Escrituras. Saturar la mente adormecida por las maravillosas verdades del Evangelio de Jesús.
Que maravilloso recuerdo de mi primera lectura bíblica: “amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.  Deuteronomio 5:5-9
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motorettemx · 6 years
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Hace un par de semanas, a miles de kilómetros del corazón de la industria de las motocicletas en los Estados Unidos, Husqvarna presentó oficialmente dos de los modelos más esperados en la era moderna de la marca sueca y que nos dejaron ver por primera vez en el EICMA de 2014: la Vitpilen y Svartpilen. Dos propuestas que bajo el concepto #SimpleProgressive dejan las pistas de tierra para transitar por un terreno más dócil y hacia donde todo el mundo está volteando, las calles de las grandes ciudades. Por supuesto, Motorette estuvo presente para vivir la experiencia.
Sí, hablar de Husqvarna siempre nos dio la referencia al enduro y al moto cross pero hoy las cosas van a cambiar. Y es que tampoco es tan difícil darnos cuenta hacia dónde se está moviendo la escena de las dos ruedas, por un lado las motos custom toman mucho mayor fuerza y por otro, el tráfico de las grades ciudades nos obliga a movernos más en una motocicleta pero no en cualquiera, sino en una que nos dé cierta personalidad, se adapte a nuestros gustos y estilo de vida; café racer, scrambler, chopper, bobber, tracker, flat, etc. Basta con darnos una vuelta por Instagram, Facebook o Twitter, para darnos cuenta que las motos modificadas aparecen en las primeras búsquedas.
Svartpilen
Svartpilen
Svartpilen
Vitpilen
Vitpilen
Vitpilen
Cada estilo tiene lo suyo y es justo donde Husqvarna apuesta con sus dos “pilens”; una Vitpilen que a simple vista refleja su carácter Cafe Racer; y una Svartpilen que con un manillar más alto y llantas de tacos nos dice que el apellido Scrambler es lo suyo. Ambas con una propuesta estética fuera de lo común para ser motocicletas construidas en serie. Y es que son los detalles los que saltan a la vista, y quien conoce o ha estado en contacto con el diseño escandinavo, sabrá que esta carga de elementos no es mera coincidencia.
Por ello platicamos con Maxime Thouvenin, diseñador de la marca, y bastaba con mirar sus zapatos Spalwart al llegar a la recepción del Hotel Americano en Chelsea, el distrito de moda Midtown de la ciudad de Nueva York, para darnos cuenta de que estaríamos al frente de un creativo apasionado por los detalles. Ahí nos habló de la idea de crear “una motocicleta para diferentes mercados”, ya que la marca cree en la inclusión, palabra de moda en la actualidad y más, en el argot de las motocicletas. “Lo que queremos darle al motociclista es una experiencia de calidad, un producto refinado lleno de innovación ”; y vaya que lo están logrando, pues esa conexión emocional que se genera entre la moto y la persona es inmediata. Obviamente Husqvarna está apostando por atraer a nuevos clientes a sus filas, riders más modernos y con tendencias más enfocadas en el status quo y un estilo de vida moderno.
    La presentación
En el estudio Skylight Modern, las nuevas motocicletas se presentaron en un ambiente elegante y moderno, frente a un público que comprendía medios de comunicación, talleres de customización de la escena y personalidades que para nosotros, solo vivían en Instagram. Julian Heppekausen, el “mero mero” de Deus Ex Machina; la mismísima Jacinta Siracusa aka Moto Doll; Alex y Adam de Jane Motorcycles, y hasta el legendario fotógrafo oficial de KTM y Husqvarna, Sebas Romero, famoso por convertir su Lamborghini Gallardo en un taxi más de la ciudad de Barcelona (si no nos creen, miren el video).
Está claro que Husqvarna está tratando de atraer a un nuevo consumidor joven, ya sea el típico sneakerhead millenial que viste al último grito de la moda o bien, un emprendedor al que le gusta llamar la atención. La pregunta es, si este nuevo cliente que busca la marca tendrá un vacío para llenar en forma de motocicleta. Husqvarna así lo piensa y justo lo tenemos frente a nuestros ojos: un producto redondo, que no sale simplemente de un boceto en un papel sino que viene garantizado -al partir de las motos de KTM ya conocidas-, las Duke 390 y 690. Así que señores, tienen frente a ustedes no solo un par de motos que harán historia sino a todo un concepto de estilo de vida que llega en el momento correcto para el público correcto.
Inmersos en la atmósfera de la música electrónica, los canapés y la cerveza artesanal (obviamente al ser una motocicleta hipster, presentada en un barrio hipster y con la mayoría de los invitados hipsters, la ceveza debía ser artesanal), la presentación de ambas motocicletas fue un recorrido virtual que culminaba con unos oculus de realidad virtual en los que tú, arriba de la moto, viajabas por las calles de Copenhague –y te bajabas un poco mareado para hacer más real la experiencia.
Jane Motorcycles
Deus Ex Machina
  Ejecutivos de la marca en México, aseguran que ambas flechas, la blanca y la negra –Vitpilen significa flecha blanca en sueco y Svartpilen, flecha negra- llegarán en su nomenclatura 401 a finales de abril a un precio no mayor a 150 mil pesos, lo cual es perfecto pues competirán de frente a las icónicas Scrambler Sixty2. Las 701 tardarán unos meses más pero tampoco dudamos que lo harán al precio correcto y lo más importante, ya como marca y no a través de importadores.
Así que vemos claro el futuro y éxito de Husqvarna en tierras mexicanas, ahora que deciden apostarle a un par de productos urbanos -más todo el line up que ya tienen- y posicionarse o re-posicionarse en un mercado creciente, que apenas comienza a descifrar los gustos de esta nueva camada de riders a quienes no solo les importa transportarse en una motocicleta sino en todo un concepto de estilo de vida, una puerta de acceso a la cultura de la motocicleta de la cual, dificilmente querrás salir una vez que cruzaste el umbral.
Más adelante tendremos nuestro primer contacto con ambas motocicletas, mientras nos puedes dejar aquí tus comentarios y disfrutar de las fotografías.
Husqvarna Vitpilen y Svartpilen: flechas escandinavas Hace un par de semanas, a miles de kilómetros del corazón de la industria de las motocicletas en los Estados Unidos, …
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en2020 · 4 years
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Biblioteca espacial
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1. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra.
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Prólogo del primer libro
«Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla».
 «Prólogo.» El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha[2]
Primera frase
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla algo más de vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda».[2]
Capítulo I
                                            ❧   ❧   ❧
2. Tragedias, William Shakespeare.
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Hamlet
«Ser o no ser. Esa es la pregunta».
Original: «To be, or not to be, that is the question...».
3.º acto, escena I
Antonio y Cleopatra
«No os fiéis de las tablas podridas»
Julio César (Shakespeare)
«De todas las maravillas que he oído, la que mayor asombro me causa es que los hombres tengan miedo».
Macbeth
«La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido».
5.º acto, escena V
Romeo y Julieta
«Creo verte, ahora que estás abajo,/como un cadáver en el fondo de una tumba».
«La rosa no dejaria de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo».
Original: «That which we call a rose By any other word would smell as sweet».
Julieta
Fuente: Acto II. Escena I
                                               ❧   ❧   ❧
3. Divina Comedia, Dante Alighieri. 
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«¡Ah, cuán cautos deben ser los hombres ante los que no solamente ven las obras, sino que además descubren lo íntimo del pensamiento!».
P. 82
«A mitad de mi vida, me encontraba en una selva oscura».
Canto primero
«A quien la entiende, la filosofía en muchos lugares cómo la naturaleza procede del intelecto divino y de su arte; y sí buscas bien en tu física [obra de aristóteles] encontrarás en las primeras páginas que el arte humano sigue a la naturaleza hasta donde le es posible, yendo del maestro al discípulo, por lo cual es casi nieto de Dios. Si traes a tu mente los comienzos de Génesis sabrás que conviene a la gente vivir y progresar según estos principios, y puesto que el usurero sigue otro camino, desprecia a la naturaleza y a su seguidor y a su seguidor y el arte y coloca su esperanza en otras cosas».
P. 61
«Así los grandes sabios dicen que el fénix muere y luego renace, cuando se aproxima a sus años quinientos, no como hierba ni trigo, sino incienso, lágrimas y amomo y muere entre nardos y mirra».
P. 114
«Buen guía, si te oculto mi corazón es por no hablar demasiado, siguiendo lo que otras veces me has advertido».
P. 55
«El mismo se acusa, es Nemrod, por cuya mala intención no se usa en el mundo una sola lengua. Dejémosle estar y no hablemos en vano pues para él cualquier lenguaje es tan desconocido como el suyo para nosotros».
P. 143
«El que hayan aprendido mal este arte me atormenta más que este hecho».
P. 57
«Esta doctrina expresa en el lenguaje de Dante el conocimiento del peligro que amenaza a quien entre en la parte del infierno de convertirse en piedra, es decir, perder la sensibilidad».
«Nota», p. 52
«La soberbia, la envidia, y la avaricia son las tres chispas que han incendiado los corazones».
P. 41
«Narciso, hijo del río Céfeso, era un bellísimo joven que, enamorado de sí mismo, quiso abrazar su imagen reflejada en la fuente Ramnusia, cayendo al agua y muriendo ahogado».
P. 139
«No me preguntes, lector, como quede helado y mudo por el horror; no lo escribiré, porque todo lo que dijera sería poco. No morí, pero tampoco quede vivo; piensa ahora, sí tienes algún ingenio, cuál seria mi estado al sentirme muerto sin dejar de estar vivo».
P. 155
«Nosotros vemos, como los que padecen presbicia, las cosas lejanas merced a la luz con que nos ilumina el sumo guía. Cuando las cosas están próximas o son, nuestras inteligencia es vana, y nada sabemos de los suceso humanos si otro no nos los dice. Comprenderás, pues, que todo nuestro conocimiento morirá también el día en que se cierra la puerta del futuro».
P. 58
«¡Oh ciega concupiscencia y loca ira! que así nos aguijonea en nuestra corta vida y nos sumerge luego por toda la eternidad en el horrible río».
P. 63
«Pero si sales de estos lugares oscuros y vuelves a ver las hermosas estrellas cuando te guste decir "yo estuve allí" no te olvides de hablar de nosotros a la gente».
P. 81
«Piensa, lector, hasta qué punto me desconsolaría al oír aquellas palabras malas, al temer que no podía regresar».
P. 49
«Recuerda que tu ciencia enseña, que cuanto más perfecta es la cosa, más sensible es al bien y al dolor».
P. 42
«Resulta Dante así un ejemplo máximo de la originalidad del hombre y de sus posibilidades».
«Apartado de introducción», p. 5.
«Si él fue tan bello como es deforme hoy, y se atrevió a mirar a su Creador altivamente, de él, sin duda, procede todo mal».
P. 156
«Si yo fuera un espejo, no verías en mi con la presteza con que yo veo tu imagen interna. En este momento tus pensamientos y los míos se encontraban iguales en el sentido y la apariencia, de suerte que de entre ambos he deducido un solo consejo».
P. 108
«Tanta gente y tan diversas heridas me habían nublado de lagrimas los ojos de tal modo que mi deseo era detenerme allí para llorar con ellos».
P. 132
«Ya había yo puesto mis ojos fijos en los suyos, y él se erguía como si despreciase con su pecho y su frente al infierno».
P. 56
«Y, si vuelves a encontrarte donde haya gentes en semejante disputa, no olvides que estoy siempre a tu lado, y que desear oír tales cosas es bajeza».
P. 140
                                               ❧   ❧   ❧
4. Odisea, Homero.
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"Háblame, oh Musa, de aquél varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aún así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras, ¡Insensatos! Comiéronse las vaca del Sol, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas."
"Cuando se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos,..."
"A Oudeis (Nadie) me lo comeré el último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca."
"He visto las ciudades de muchos hombres, y he aprendido sus costumbres"
De todas las criaturas que viven y se reproducen en la Tierra, no existe ninguna que sea más débil que el hombre.*
"¡Oh dioses! ¡De qué modo culpan los mortales a los númenes! Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, y son ellos quienes se atraen con sus locuras infortunios no decretados por el destino."
Inicio de La Odisea
Polifemo después de que Odiseo reclamase los dones de la hospitalidad, y le afirmase que su nombre es Nadie: "Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos."
La Odisea
Zeus en La Odisea
"Fácil le es a una deidad, cuando quiere salvar a un hombre desde lejos".
La Odisea
"No hay gloria más ilustre para el varón en esta vida que la de luchar por la obra de sus pies o de sus manos".
La Odisea
"Preferiría ser labrador y servir a otro, o un hombre indigente que tuviera poco caudal para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos."
La sombra de Aquiles, en La Odisea Canto XI, 489-491
"Pero los bienaventurados númenes no se agradan de las obras perversas".
Eumeneo en La Odisea
"Noche oscura os envuelve la cabeza, y el rostro, y abajo las rodillas".
Teoclimeo en La Odisea
"Tal a Ulises le ladró el corazón indignado de tales vilezas, pero él le increpó golpeándose el pecho y le dijo: "Calla ya, corazón, que otras cosas más duras sufriste..."
La Odisea, Canto XX, 15-18.
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5. Ulises James Joyce.
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El señor Bloom entró y se sentó en el lugar vacío. Tiró de la puerta detrás de él y la volvió a golpear fuerte hasta que se cerró bien. Pasó un brazo por el sostén y miró seriamente desde la ventanilla abierta del carruaje a las cortinas bajas de la avenida. Una corrida a un lado: una vieja espiando. La nariz achatada blanca contra el vidrio. Agradeciendo a su buena estrella que aún no le llegó el turno. Inaudito el interés que se toman por un cadáver. Alegres de que nos vayamos les damos tanto trabajo viviendo. Trabajo que parece de su agrado. Secretos en las esquinas. De puntillas en chinelas por miedo de que se despierte. Luego preparándolo. Sacándolo. Maruja y la señora Fleming haciendo la cama. Tira más de tu lado. Nuestra mortaja. Nunca se sabe quién lo manipulará a uno cuando esté muerto. Lavado y champú. Creo que cortan las uñas y el cabello. Guardan un poco en un sobre. Crece igual después. Trabajo sucio.
                                                ❧   ❧   ❧
6. Las mil y una noches.
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«Scherezada había leído infinidad de libros, conocía las historias y las leyendas de los antiguos reyes, de sus pueblos, de sus poetas»
«¡siempre le ofenden y se burlan de él! ¿Quién es más desdichado que él? Si no se lamenta frente a otros, sino muestra su miseria, ¿quién tendra compasión de él?»
«Se despertó y lloró muy conmovido, y ella también lloró al verlo llorar, pero no tardaron en ponerse a beber de nuevo, y así estuvieron toda la noche, recitando poesía»
«¡El creyente es cualquier cosa, el hipócrita es la mitad de cualquier cosa, y el infiel es menor que cualquier cosa!»
«—¡Oh señor! ¡Te pido que no me odies por ello! ¡A veces el cansancio y las penas nos hacen ser desconsiderados e insolentes!»
«Había pasado un tiempo, cuando un día noté con admiración que durante la primavera a los hombres de la población les brotaban alas de los hombros y podían volar. Se elevaban muy alto, alejándose de la ciudad dejando tan sólo a los niños y a las mujeres quienes nunca sufrían esta transformación»
«También aquí había una inscripción que hablaba de las glorias terrenas que había vivido un mortal y cómo la Muerte lo había vencido sin mayores glorias»
«¡Oh, madre mía! has de saber. Has de saber que estoy sano. No tengo enfermedad alguna. Si estoy en este estado es porque he descubierto que existen mujeres diferentes y hasta el día de ayer yo creí que todas eran como tú, y hasta el día de ayer descubrí que no es así»
«[...] hasta que llego la muerte, la destructora de las delicias, y separadora de los amigos»
«Ya saben que la dicha de las mujeres nunca es perfecta si no se unen con los hombres; como dice el poeta, el arpa, el laúd, la cítara, y la flauta. Ustedes ¡oh señoras mías!, sólo son tres, y les falta el cuarto instrumento: la flauta»
«¿No sabes tú que somos vírgenes? Por eso tenemos miedo de fiarnos de algo. Porque hemos leido lo que dicen los poetas: Desconfía de toda confidencia, pues un secreto revelado es secreto perdido»
«¡Yo ofrezco a mi amiga un vino resplandesciente como sus mejillas, mejillas tan luminosas, que sólo la claridad de una llama podría compararse con su espléndida vida! Ella se digna aceptarlo, pero me dice muy risueña: '¿como quieres que beba mis propias mejillas?' Y yo le digo: '¡Bebe, oh llama de mi corazón! ¡Este licor son mis lagrimas, su color rojo mi sangre, y su mezcla en la copa es toda mi alma!»
«No es ocasión oportuna para bromas, el caso es muy serio, y cada cosa a su tiempo»
«¡No hay escritor que no muera, pero el tiempo eterniza lo escrito por sus manos! ¡Así pues, no dejes escribir a tu pluma más que aquello de lo que puedas enorgullecerte el día de la resurrección!»
«¿Conoce Alá misericordioso mi aflicción? ¡Las desdichas pesan sobre mi, y me he dado cuenta de ellas demasiado tarde!»
«Locura es considerar un beso como cosa tan inestimable»
«¡Ha llegado a tal grado de hermosura, que se ha convertido en obra verdaderamente digna del Creador! ¡Una joya que es realmente la gloria del orfebre que hubo de cincelarla! ¡Ha llegado a la misma perfección de la belleza! ¡No te asombre si enloquece de amor a todos los humanos! ¡Su hermosura resplandece a la vista, por estar escrita en sus facciones! ¡Juro que no hay nadie más bello que él!»
«¡Y sin embargo, no es mi muerte lo que me asombra, sino que mi cuerpo, después de la ruptura siga deseándote»
«Pues en verdas, tras haberte escuchado durante estas mil y una noches, salgo con una alma intensamente cambiada, alegre e impregnada del gozo de vivir»
«¡qué suaves, encantadoras, deliciosas, instructivas, interesantes y deleitables en su frescura son tus palabras!»
«Le contó en resumen todo lo que de ella había aprendido y escuchado, como palabras hermosas, relatos, proverbios, crónicas, sucesos, rasgos encantadores, maravillas, poesías, y declamaciones; le habló de su belleza, de su sensatez, de su elocuencia, de su sagacidad; de su conocimiento, de su pureza, de su misericordia, de su dulzura, de su virtud, de su ingenuidad, de su mesura y de todas las cualidades del cuerpo y alma que le había otorgado su Creador»
«Y aquella noche fue para los dos hermanos y las dos hermanas la continuación de las mil y una noches por la alegria, la felicidad, y la pureza»
«Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvarlas de entre las manos del rey»
«En ese momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente»
«¡Sésamo, ábrete!»
Nota: Palabras mágicas necesarias para abrir una enorme roca a la entrada de un refugio en la narración de Alí Babá y los Cuarenta Ladrones.
«¡Pero cuanto voy a contarte a ti y a todos mis honorables invitados, no me sucedió, en suma, más porque el destino lo había dispuesto de antemano y porque toda cosa escrita debe acaecer, sin que sea posible rehuirla o evitarla!»
«Por Alah, que si esta historia se escribiera en el ángulo del ojo con una aguja, seria materia de reflexión para los juiciosos»
Nota: Palabras de Sindbad el Marino antes de inicar el relato de sus aventuras.
                                                        ❧   ❧   ❧
7. Rayuela, Julio Cortázar.
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Capítulo 7
“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”
                                                    ❧   ❧   ❧
8. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
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«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».
"Todavía no tenemos un muerto -dijo él-. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra."
«El coronel Aureliano Buendía entendió que la vejez no es mas que un pacto honrado con la soledad».
«Si tuviera un poco de poder, lo fusilaba sin fórmula de juicio -dijo el coronel- no por salvarme la vida, sino por ponerme en ridículo».
«-Compadre, recuerde que a usted no lo fusilo yo, lo fusila la revolución.
        - Con todo respeto, vaya a comer mierda».
«Usted podrá mandar en toda la ciénaga, pero en mi casa mando yo».
«Esta es una casa de locos -dijo Úrsula que ya alcanzaba la edad de la vejez- pero mientras siga viva, no faltará el dinero».
«Esta es de las que les da asco hasta su propia mierda».
«En cualquier lugar que estuvieran, recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera».
«Apartense vacas que la vida es corta».
«El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo».
«En realidad, Remedios, la bella, no era un ser de este mundo. Hasta muy avanzada la pubertad, Santa Sofía de la Piedad tuvo que bañarla y ponerle la ropa, y aún cuando pudo valerse por sí misma había que vigilarla para que no pintara animalitos en las paredes con una varita embadurnada de su propia caca. Llegó a los veinte años sin aprender a leer y escribir, sin servirse de los cubiertos en la mesa, paseándose desnuda por la casa, porque su naturaleza se resistía a cualquier clase de convencionalismos».
«...viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.»
«Él se detuvo un instante frente al castaño, y una vez más comprobó que tampoco aquel espacio vacío le suscitaba algún afecto.
— ¿Qué dice?- preguntó.— Está muy triste- contestó Úrsula- porque cree que te vas a morir.— Dígale —sonrió el coronel— que uno no se muere cuando debe sino cuando puede...»
«Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose indefinidamente, consumiéndose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto pero sin acabar de acabarse jamás».
«Llegó a la conclusión de que aquel hijo por quien ella habría dado la vida era, simplemente, un hombre incapacitado para el amor. Una noche, cuando lo tenía en el vientre, lo oyó llorar. Fue un lamento tan definido, que Jose Arcadio Buendía despertó a su lado y se alegró con la idea de que el niño iba a ser ventrílocuo. Otras personas pronosticaron que sería adivino. Ella, en cambio, se estremeció con la certidumbre de que aquel bramido profundo era un primer indicio de la temible cola de chancho. Pero la lucidez de la decrepitud le permitió ver, y así lo repitió muchas veces, que el llanto de los niños en el vientre de la madre no es augurio de ventriloquia ni facultad adivinatoria, sino una señal inequívoca de incapacidad para el amor».
«Los niños debían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa templado de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les revelo su descubrimiento:
— La tierra es redonda como una naranja».
«Una noche le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
-Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?-Por qué ha de ser, compadre contestó el coronel Genireldo Márquez-: por el gran partido liberal.-Dichoso tú que lo sabes contestó él-. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.-Eso es malo -dijo el coronel Gerineldo Márquez.Al coronel Aureliano Buendía le divirtió su alarma. «Naturalmente -dijo-. Pero en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea.» Lo miró a los ojos, y agregó sonriendo:-O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie.»
«¡Los amigos son unos hijos de puta!»
«Esta es de las que confunden el culo con las temporas.»
«Eso sí no es cierto ;cuando lo trajeron ya apestaba.»
«...y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre.»
Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes.
No seas ingenuo Crespi, ni muerta me casaría contigo.
Siguió expuesto al sol y a la lluvia, como si las sogas fueran innecesarias, porque un dominio superior a cualquier atadura visible lo mantenía amarrado al tronco del castaño.
Después de haber atravesado el océano en su búsqueda, después de haberlo confundido con la pasión en los manoseos vehementes con Rebeca, Pietro Crespi había encontrado el amor.
y puso la mano en las brasas del fogón, hasta que le dolió tanto que no sintió más dolor, sino la pestilencia de su carne chamuscada.(...)y cuando sanaron las quemaduras pareció como si las claras de huevo hubieran cicatrizado también las ulceras del corazón.
contempló las calles desoladas, el agua cristalizada el los almendros, y se encontró perdido en la soledad.
rasguñó durante muchas horas, tratando de romperla, la dura cascara de su soledad.
...que había interpuesto entre él y el resto de la humanidad una distancia de tres metros. Siempre había alguien fuera del círculo de tiza(...) o que quería irse a dormir para siempre porque ya no podía soportar en la boca el sabor a mierda de la guerra.
"Cuídate el corazón Aureliano.-
"Te estas pudriendo vivo."
Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza y momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.
Y se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte.
Insistió en que él no era un prócer de la nación como ellos decían, sino un artesano sin recuerdos, cuyo único sueño era morirse de cansancio en el olvido y la miseria de sus pescaditos de oro.
..porque la soledad le había seleccionado los recuerdos, y había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida había acumulado en su corazón, y había purificado, magnificado y eternizado los otros, los más amargos.
y ella le contestó sinceramente que nunca se casaría con un hombre tan simple que perdía casi una hora, y hasta se quedaba sin almorzar, solo por ver bañarse a una mujer.
-Tienes un corazón de piedra- le dijo.
-Esto no es asunto del corazón- dijo él. -El cuarto se está llenando de polillas.
Luego derivó episodios dispersos, pero los evocó sin calificarlos, porque a fuerza de no poder pensar en otra cosa había aprendido a pensar en frío, para que los recuerdos ineludibles no le lastimaran ningún sentimiento.
en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz.
..había descubierto que entre más bebía, más la recordaba, pero soportaba mejor la tortura de su recuerdo.
Se escandalizaba de que no entendiera las relaciones del catolicismo con la vida, sino unicamente sus relaciones con la muerte,como si no fuera una religión sino un prospecto de convencionalismos funerarios.
En los últimos tiempos,el estorbo de la obesidad absurda que ya no le permitía amarrarse los cordones de los zapatos, y la satisfacción abusiva de toda clase de apetitos, habían empezado a agriarle el carácter.
sin saber que la búsqueda de las cosas perdidas esta entorpecida por los hábitos rutinarios,y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas.
Remedios sintió el peso de su mano en la rodilla, y supo que ambos llegaban en aquel instante al otro lado del desamparo.
El antiguo director espiritual de Fernanada le explicaba en una carta que había nacido dos meses antes, y que se habían permitido bautizarlo con el nombre de Aureliano, como su abuelo, porque su madre no despego los labios para expresar su voluntad. Fernanda se sublevo íntimamente contra aquella burla del destino, pero tuvo fuerzas para disimularlo delante de la monja.
Diremos que lo encontramos flotando en la canastilla, sonrió.no se lo creerá nadie, dijo la monja.si se lo creyeron a las sagradas escrituras, replico Fernanda, no veo porque no han de creérmelo a mi.
Ella encontró siempre la manera de rechazarlo porque aunque no conseguía quererlo ya no podía vivir si él.
...y todos soportaban con la misma estolidez el peso de los morrales y las cantimploras, y la vergüenza de los fusiles con las bayonetas caladas, y el incordio de la obediencia ciega y el sentido del honor.
...lo inicio en el estudio de los pergaminos, y le inculco una interpretación tan personal de lo que significo para macondo la compañía bananera, que muchos años después,cuando aureliano se incorporara al mundo, había de pensarse que contaba una versión alucinada porque era radicalmente contraria a la farsa que los historiadores habían admitido, y consagrado en los textos escolares.
era un precaución inútil, porque de haberlo querido Aureliano hubiera podido escapar y hasta volver a casa sin ser visto.Pero el prolongado cautiverio, la incertidumbre del mundo, el habito de obedecer habían resecado en su corazón las semillas de la rebeldía.
Era una tortura inútil, porque ya para esa época el tenía temor de todo lo que lo rodeaba, y estaba preparado para asustarse de todo lo que encontrara en la vida: las mujeres de la calle, que echaban a perder la sangre; las mujeres de la casa , que parían hijos con cola de puerco; las armas de fuego, que con solo tocarlas condenaban a veinte años de guerra; las empresas desacertadas, que solo conducían al desencanto y la locura, y todo, en fin, todo cuanto dios había creado con su infinita bondad,y que el diablo había pervertido.
Fue una acción tan rápida, metódica y brutal, que pareció un asalto de militares.
Pero eran los tiempos en que nadie se daba cuenta de nada, mientras no se gritara en el corredor, porque los afanas de la panadería, los sobresaltos de la guerra,el cuidado de los niños no dejaban tiempo para pensar en la felicidad ajena.
...no le intereso nada de lo que vio en el trayecto,acaso porque carecía de recuerdos para comparar, y las calles desiertas y las casas desoladas eran iguales a como las había imaginado en un tiempo en que hubiera dado el alma por conocerlas.
Gastón no solo era un amante feroz,de una sabiduría y una imaginación inagotable, sino que era tal vez el primer hombre en la historia de la especie que hizo un aterrizaje de emergencia y estuvo a punto de matarse con su novia solo por hacer el amor en un campo de violetas.
Empezaron a amarse a 500 metros de altura, en el aire dominical de las landas, y mas se sentían compenetrados,mientras mas minúsculos iban haciéndose los seres de la tierra.
...pues sus mil seiscientas tres variedades habían resistido a la mas remota tenaz y despiadada persecución que el hombre había desatado desde sus orígenes contra ser viviente alguno, inclusive el propio hombre...
Aureliano, encerrado en su cuarto, no se dio cuenta de nada. Esa tarde, habiéndolo echado de menos en la cocina, buscó a José Arcadio por toda la casa, y lo encontró flotando en los espejos perfumados de la alberca, enorme, tumefacto, y todavía pensando en Amaranta. Solo entonces comprendió cuánto había empezado a quererlo.
Mas tarde, cuando obtuvo en los burdeles una información mas detallada sobre la naturaleza de los hombres, pensó que la mansedumbre de Gastón tenía origen en la pasión desmandada
Lo atormentaba la inmensa desolación con que el muerto lo había mirado desde la lluvia,la honda nostalgia con que añoraba a los vivos...
En busca de un alivio a la zozobra llamó a pilar ternera para que le leyera el porvenir. después de un sartal de imprecisiones convencionales, pilar ternera pronosticó...:
-no entiendo -dijo.Pilar ternera pareció desconcertada:-yo tampoco, pero eso es lo que dicen las cartas.
                                                  ❧   ❧   ❧
9. Poeta en Nueva York,��Federico García Lorca.
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Luna y panorama de los insectos (poema de amor)
                              La luna en el mar riela,                               en la lona gime el viento                               y alza en blando movimiento                               olas de plata y azul                                              Espronceda 
Mi corazón tendría la forma de un zapato si cada aldea tuviera una sirena. Pero la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos y hay  barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos.
Si el aire sopla blandamente mi corazón tiene la forma de una niña. Si el aire se niega a salir de los cañaverales mi corazón tiene la forma de una milenaria boñiga de toro.
Bogar, bogar, bogar, bogar, hacia el batallón de puntas desiguales, hacia un paisaje de acechos pulverizados. Noche igual de la nieve, de los sistemas suspendidos. Y la luna. ¡La luna! Pero no la luna. La raposa de las tabernas, el gallo japonés que se comió los ojos, las hierbas masticadas.
No nos salvan las solitarias en los vidrios, ni los herbolarios donde el metafísico encuentra las otras vertientes del cielo. Son mentira las formas. Sólo existe el círculo de bocas del oxígeno. Y la luna. Pero no la luna. Los insectos, los muertos diminutos por las riberas, dolor en longitud, yodo en un punto, las muchedumbres en el alfiler, el desnudo que amasa la sangre de todos, y mi amor que no es un caballo ni una quemadura, criatura de pecho devorado. ¡Mi amor!
Ya cantan, gritan, gimen: Rostro. ¡Tu rostro! Rostro. Las manzanas son unas, las dalias son idénticas, la luz tiene un sabor de metal acabado y el campo de todo un lustro cabrá en la mejilla de la moneda. Pero tu rostro cubre los cielos del banquete. ¡Ya cantan!, ¡gritan!, ¡gimen!, ¡cubren! ;trepan! ¡espantan!
Es necesario caminar, ¡de prisa!, por las ondas, por las ramas, por las calles deshabitadas de la edad media que bajan al río, por las tiendas de las pieles donde suena un cuerno de vaca herida, por las escalas, ¡sin miedo! por las escalas. Hay un hombre descolorido que se está bañando en el mar; es tan tierno que los reflectores le comieron jugando el corazón. Y en el Perú viven mil mujeres, ¡oh insectos!, que noche y día hacen nocturnos y desfiles entrecruzando sus propias venas.
Un diminuto guante corrosivo me detiene. ¡Basta! En mi pañuelo he sentido el tris de la primera vena que se rompe. Cuida tus pies, amor mío, ¡tus manos!, ya que yo tengo que entregar mi rostro, mi rostro, ¡mi rostro!, ¡ay, mi comido rostro! Este fuego casto para mi deseo, esta confusión por anhelo de equilibrio, este inocente dolor de pólvora en mis ojos, aliviará la angustia de otro corazón devorado por las nebulosas. No nos salva la gente de las zapaterías, ni los paisajes que se hacen música al encontrar las llaves oxidadas. Son mentira los aires. Sólo existe una cunita en el desván que recuerda todas las cosas. Y la luna. Pero no la luna. Los insectos, los insectos solos. crepitantes, mordientes. estremecidos, agrupados, y la luna con un guante de humo sentada en la puerta de sus derribos. ¡¡La luna!!
NEW YORK
Oficina y denuncia
A Fernando Vela
Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato; debajo de las divisiones hay una gota de sangre de marinero; debajo de las sumas, un río de sangre tierna. Un río que viene cantando por los dormitorios de los arrabales, y es plata, cemento o brisa en el alba mentida de New York. Existen las montañas, lo sé. Y los anteojos para la sabiduría. Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. He venido para ver la turbia sangre, la sangre que lleva las máquinas a las cataratas y el espíritu a la lengua de la cobra. Todos los días se matan en New York cuatro millones de patos, cinco millones de cerdos, dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, un millón de vacas, un millón de corderos y dos millones de gallos, que dejan los cielos hechos añicos. Más vale sollozar afilando la navaja o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías que resistir en la madrugada los interminables trenes de leche, los interminables trenes de sangre y los trenes de rosas maniatadas por los comerciantes de perfumes. Los patos y las palomas, y los cerdos y los corderos ponen sus gotas de sangre debajo de las multiplicaciones, y los terribles alaridos de las vacas estrujadas llenan de dolor el valle donde el Hudson se emborracha con aceite. Yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad, la mitad irredimible que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros. Os escupo en la cara. La otra mitad me escucha devorando, cantando, volando en su pureza, como los niños de las porterías que llevan frágiles palitos a los huecos donde se oxidan las antenas de los insectos. No es el infierno, es la calle, No es la muerte, es la tienda de frutas. Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles en la patita de ese gato quebrada por el automóvil, y yo oigo el canto de la lombriz en el corazón de muchas niñas. Oxido, fermento, tierra estremecida. Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina. ¿Qué voy a hacer?. ¿Ordenar los paisajes? ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre? San Ignacio de Loyola asesinó un pequeño conejo y todavía sus labios gimen por las torres de las iglesias. No, no, no no; yo denuncio. Yo denuncio la conjura de estas desiertas oficinas que no radian las agonías, que borran los programas de la selva, y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas cuando sus gritos llenan el valle donde el Hudson se emborracha con aceite
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10. Hojas de hierba, Walt Whitman.
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Una hoja de hierba
Creo que una hoja de hierba, no es menos que el día de trabajo de las estrellas, y que una hormiga es perfecta, y un grano de arena, y el huevo del régulo, son igualmente perfectos, y que la rana es una obra maestra, digna de los señalados, y que la zarzamora podría adornar, los salones del paraíso, y que la articulación más pequeña de mi mano, avergüenza a las máquinas, y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha, supera todas las estatuas, y que un ratón es milagro suficiente, como para hacer dudar, a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí, se incorporaron, el gneiss y el carbón, el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces. Que estoy estucado totalmente con los cuadrúpedos y los pájaros, que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos y que puedo hacerlo volver atrás, y hacia mí, cuando quiera. Es vano acelerar la vergüenza, es vano que las plutónicas rocas, me envíen su calor al acercarme, es vano que el mastodonte se retrase, y se oculte detrás del polvo de sus huesos, es vano que se alejen los objetos muchas leguas y asuman formas multitudinales, es vano que el océano esculpa calaveras y se oculten en ellas los monstruos marinos, es vano que el aguilucho use de morada el cielo, es vano que la serpiente se deslice entre lianas y troncos, es vano que el reno huya refugiándose en lo recóndito del bosque, es vano que las morsas se dirijan al norte al Labrador. Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido en la fisura del peñasco.
Una araña paciente y silenciosa
Una araña paciente y silenciosa, vi en el pequeño promontorio en que sola se hallaba, vi cómo para explorar el vasto espacio vacío circundante, lanzaba, uno tras otro, filamentos, filamentos, filamentos de sí misma.
      Y tú, alma mía, allí donde te  encuentras, circundada, apartada, en inmensurables océanos de espacio, meditando, aventurándote, arrojándote, buscando si cesar las esferas para conectarlas, hasta que se tienda el puente que precisas, hasta que el ancla dúctil quede asida, hasta que la telaraña que tú emites prenda en algún sitio, oh alma mía.
¡Oh yo, vida! ¡Oh yo, vida! Todas estas cuestiones me asaltan, Del desfile interminable de los desleales, De ciudades llenas de necios, De mí mismo, que me reprocho siempre, pues, ¿Quién es más necio que yo, ni más desleal? De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos Despreciables, de la lucha siempre renovada, De los malos resultados de todo, de las multitudes Afanosas y sórdidas que me rodean, De los años vacíos e inútiles de los demás, Yo entrelazado con los demás, La pregunta, ¡oh, mi yo!, la triste pregunta que Vuelve: «¿Qué hay de bueno en todo esto?» Y la respuesta: «Que estás aquí, que existen la vida y la identidad, Que prosigue el poderoso drama y que quizás Tú contribuyes a él con tu rima».
Me celebro y me canto a mí mismo
Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir, Pues cada átomo mío es también tuyo. Vago al azar e invito a vagar a mi alma. Vago y me tumbo sobre la tierra, Para contemplar un tallo de hierba.
Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire. Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y Cuyos padres también aquí nacieron. A los treita y siete años de edad, gozando de perfecta salud, Comienzo y espero no detenerme hasta morir.
Que se callen los credos y las escuelas, Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y Sin olvidarlo nunca. Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro. Naturaleza sin freno, original energía.
Con estrépitos de músicas vengo Con estrépitos de músicas vengo, con cornetas y tambores. Mis marchas no suenan solo para los victoriosos, sino para los derrotados y los muertos también. Todos dicen: es glorioso ganar una batalla. Pues yo digo que es tan glorioso perderla. ¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan! ¡Hurra por los muertos! Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos. ¡Hurra por los que cayeron, por los barcos que se hundieron el la mar, y por los que perecieron ahogados! ¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes vencidos! Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas grandes de la Historia.
¡OH CAPITAN! ¡MI CAPITAN!
¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado, La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio, Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama, Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave; Más ¡ay! ¡oh corazón! ¡mi corazón! ¡mi corazón! No ves las rojas gotas que caen lentamente, Allí, en el puente, donde mi capitán Yace extendido, helado y muerto.
¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Levántate para escuchar las campanas. Levántate. Es por ti que izan las banderas. Es por ti que suenan los clarines. Son para ti estos búcaros, y esas coronas adonardas. Es por ti que en las playas hormiguean las multitudes, Es hacia ti que se alzan sus clamores, que vuelven sus almas y sus rostros ardientes. ¡Ven capitán! ¡Querido padre! ¡Deja pasar mi brazo bajo tu cabeza! Debe ser sin duda un sueño que yazgas sobre el puente. Extendido, helado y muerto.
Mi capitán no contesta, sus labios siguen pálidos e inmóviles, Mi padre no siente el calor de mi brazo, no tiene pulso ni voluntad, La nave, sana y salva, ha arrojado el ancla, su travesía ha concluído. ¡La vencedora nave entra en el puerto, de vuelta de su espantoso viaje! ¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad, campanas! Mientras yo con dolorosos pasos Recorro el puente donde mi capitán Yace extendido, helado y muerto.
                                                  ❧   ❧   ❧
11. Obra completa, Arthur Rimbaud.
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El corazón de Rimbaud
¡Mi triste corazón babea a popa, mi corazón que colma el caporal y me vierten en él chorros de sopa, mi triste corazón babea a popa: con las bromas sangrientas de la tropa que brama un carcajeo general, mi triste corazón babea a popa, mi corazón que colma el caporal!
Itiofálicos y soldadinescos sus chistes sangrientos lo han depravado; y de noche componen unos frescos itiofálicos y soldadinescos. ¡Oleajes abracadabrantescos llevadme el corazón, que sea lavado! Itiofálicos y soldadinescos sus chistes sangrientos lo han depravado.
Cuando se agoten sus chimós gargálicos ¿cómo vivir, oh corazón robado? llegarán con sus estribillos báquicos; cuando se agoten sus chimós gargálicos sentiré sobresaltos estomáquicos, yo, el del corazón despedazado. Cuando se agoten sus chimós gargálicos ¿cómo vivir, oh corazón robado?
El mal
Mientras que los gargajos rojos de la metralla silban surcando el cielo azul, día tras día, y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe se hunden batallones que el fuego incendia en masa;
mientras que una locura desenfrenada aplasta y convierte en mantillo humeante a mil hombres; ¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba, en tu gozo, Natura, que santa los creaste,
existe un Dios que ríe en los adamascados del altar, al incienso, a los cálices de oro, que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.
Pero se sobresalta, cuando madres uncidas a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.
Primera velada
Desnuda, casi desnuda; y los árboles cotillas a la ventana arrimaban, pícaros, su fronda pícara.
Asentada en mi sillón, desnuda, juntó las manos. Y en el suelo, trepidaban, de gusto, sus pies, tan parvos.
-Vi cómo, color de cera, un rayo con luz de fronda revolaba por su risa y su pecho -en la flor, mosca,
-Besé sus finos tobillos. Y estalló en risa, tan suave,
risa hermosa de cristal. desgranada en claros trinos…
Bajo el camisón, sus pies -¡Basta, basta!» -se escondieron. -¡La risa, falso castigo del primer atrevimiento!
Trémulos, pobres, sus ojos mis labios besaron, suaves: -Echó, cursi, su cabeza hacia atrás: «Mejor, si cabe…!
Caballero, dos palabras…»» -Se tragó lo que faltaba con un beso que le hizo reírse… ¡qué a gusto estaba!
-Desnuda, casi desnuda; y los árboles cotillas a la ventana asomaban, pícaros, su fronda pícara.
Mi bohemia
Fantasía)
Me iba, con los puños en mis bolsillos rotos… mi chaleco también se volvía ideal, andando, al cielo raso, ¡Musa, te era tan fiel! ¡cuántos grandes amores, ay ay ay, me he soñado!
Mi único pantalón era un enorme siete. ––Pulgarcito que sueña, desgranaba a mi paso rimas Y mi posada era la Osa Mayor. ––Mis estrellas temblaban con un dulce frufrú.
Y yo las escuchaba, al borde del camino cuando caen las tardes de septiembre, sintiendo el rocío en mi frente, como un vino de vida.
Y rimando, perdido, por las sombras fantásticas, tensaba los cordones, como si fueran liras, de mis zapatos rotos, junto a mi corazón.
Los cuervos
Señor, cuando los prados están fríos y cuando en las aldeas abatidas el ángelus lentísimo acallado, sobre el campo desnudo de sus flores haz que caigan del cielo, tan queridos, los cuervos deliciosos.
¡Hueste extraña de gritos justicieros el cierzo se ha metido en vuestros nidos! A orilla de los ríos amarillos, por la senda de los viejos calvarios, y en el fondo del hoyo y de la fosa, dispersaos, uníos.
A millares, por los campos de Francia, donde duermen nuestros muertos de antaño, dad vueltas y dad vueltas, en invierno, para que el caminante, al ir, recuerde. ¡Sed pregoneros del deber, ¡Oh nuestros negros pájaros fúnebres!
Santos del cielo, en la cima del roble, mástil perdido en la noche encantada, dejad la curruca de la primavera para aquél que en el bosque encadena, bajo la yerba que impide la huida, la funesta derrota.
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12. Bartleby, el escribiente, Herman Melville. 
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Soy un hombre de cierta edad. En los últimos treinta años, mis actividades me han puesto en íntimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses¹ o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y podría referir diversas historias que harían sonreír a los señores benévolos y llorar a las almas sentimentales. Pero a las biografías de todos los amanuenses prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el más extraño que yo he visto o de quien tenga noticia. De otros copistas yo podría escribir biografías completas; nada semejante puede hacerse con Bartleby. No hay material suficiente para una plena y satisfactoria biografía de este hombre. Es una pérdida irreparable para la literatura. Bartleby era uno de esos seres de quienes nada es indagable, salvo en las fuentes originales: en este caso, exiguas. De Bartleby no sé otra cosa que la que vieron mis asombrados ojos, salvo un nebuloso rumor que figurará en el epílogo.
Antes de presentar al amanuense, tal como lo vi por primera vez, conviene que registre algunos datos míos, de mis empleados, de mis asuntos, de mi oficina y de mi ambiente general. Esa descripción es indispensable para una inteligencia adecuada del protagonista de mi relato. Soy, en primer lugar, un hombre que desde la juventud ha sentido profundamente que la vida más fácil es la mejor. Por eso, aunque pertenezco a una profesión proverbialmente enérgica y a veces nerviosa hasta la turbulencia, jamás he tolerado que esas inquietudes conturben mi paz. Soy uno de esos abogados sin ambición que nunca se dirigen a un jurado o solicitan de algún modo el aplauso público. En la serena tranquilidad de un cómodo retiro realizo cómodos asuntos entre las hipotecas de personas adineradas, títulos de renta y acciones. Cuantos me conocen, considéranme un hombre eminentemente seguro. El finado Juan Jacobo Astor, personaje muy poco dado a poéticos entusiasmos, no titubeaba en declarar que mi primera virtud era la prudencia: la segunda, el método.
No lo digo por vanidad, pero registro el hecho de que mis servicios profesionales no eran desdeñados por el finado Juan Jacobo Astor; nombre que, reconozco, me gusta repetir porque tiene un sonido orbicular y tintinea como el oro acuñado. Espontáneamente agregaré que yo no era insensible a la buena opinión del finado Juan Jacobo Astor.
Poco antes de la historia que narraré, mis actividades habían aumentado en forma considerable. Había sido nombrado para el cargo, ahora suprimido en el Estado de Nueva York, de agregado a la Suprema Corte. No era un empleo difícil, pero sí muy agradablemente remunerativo. Raras veces me encojo; raras veces me permito una indignación peligrosa ante las injusticias y los abusos; pero ahora me permitiré ser temerario, y declarar que considero la súbita y violenta supresión del cargo de agregado, por la Nueva Constitución, como un acto prematuro, pues yo tenía por descontado hacer de sus gajes una renta vitalicia, y sólo percibí los de algunos años. Pero esto es al margen.
Mis oficinas ocupaban un piso alto en el n.º X de Wall Street. Por un lado daban a la pared blanqueada de un espacioso tubo de aire, cubierto por una claraboya y que abarcaba todos los pisos.
Este espectáculo era más bien manso, pues le faltaba lo que los paisajistas llaman animación. Aunque así fuera, la vista del otro lado ofrecía, por lo menos, un contraste. En esa dirección, las ventanas dominaban sin el menor obstáculo una alta pared de ladrillo, ennegrecida por los años y por la sombra; las ocultas bellezas de esta pared no exigían un telescopio, pues estaban a pocas varas de mis ventanas para beneficio de espectadores miopes. Mis oficinas ocupaban el segundo piso; a causa de la gran elevación de los edificios vecinos, el espacio entre esta pared y la mía se parecía no poco a un enorme tanque cuadrado.
En el período anterior al advenimiento de Bartleby, yo tenía dos escribientes bajo mis órdenes, y un muchacho muy vivo para los mandados. El primero, Turkey; el segundo, Nippers; el tercero, Ginger. Éstos son nombres que no es fácil encontrar en las guías. Eran en realidad sobrenombres, mutuamente conferidos por mis empleados, y que expresaban sus respectivas personas o caracteres. Turkey era un inglés bajo, obeso, de mi edad más o menos, esto es, no lejos de los sesenta. De mañana, podríamos decir, su rostro era rosado, pero después de las doce -su hora de almuerzo- resplandecía como una hornalla de carbones de Navidad, y seguía resplandeciendo (pero con un descenso gradual) hasta las seis de la tarde; después yo no veía más al propietario de ese rostro, quien coincidiendo en su cenit con el sol, parecía ponerse con él, para levantarse, culminar y declinar al día siguiente, con la misma regularidad y la misma gloria.
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13. Ficciones y El Aleph, Jorge Luis Borges.
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El Aleph, un cuento de Jorge Luis Borges
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos, Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo; la mano en el mentón… No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban intactos.Beatriz Viterbo murió en 1929; desde entonces no dejé pasar un 30 de abril sin volver a su casa. Yo solía llegar a las siete y cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año aparecía un poco más tarde y me quedaba un rato más; en 1933, una lluvia torrencial me favoreció: tuvieron que invitarme a comer. No desperdicié, como es natural, ese buen precedente; en 1934, aparecí, ya dadas las ocho con un alfajor santafecino; con toda naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos, recibí gradualmente confidencias de Carlos Argentino Daneri...
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14. Cuentos completos, Edgar Allan Poe.
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«Cuando un loco parece completamente sensato es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza».
«En la crítica seré valiente, severo y absolutamente justo con amigos y enemigos. Nada cambiará este propósito».
«Es dudoso que el género humano logre crear un enigma que el mismo ingenio humano no resuelva».
Variante: «La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia».
«Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche».
«Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».
«No es verdaderamente valiente aquel hombre que teme ya parecer, ya ser, cobarde».
«No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace 6000 años».
«Porque la tortuga tiene los pies seguros, ¿es esta una razón para cortar las alas al águila?».
«Todas las obras de arte deben empezar por el final».
«Todo lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño».
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15. La vida instrucciones de uso, Georges Perec.
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      «La mirada sigue los caminos que se le han reservado en la obra.» 
PAUL KLEE, Pädagogisches Skizzenbuch 
Al principio el arte del puzzle parece un arte breve, un arte de poca entidad, contenido todo él en una elemental enseñanza de la Gestalttheorie: el objeto considerado —ya se trate de un acto de percepción, un aprendizaje, un sistema fisiológico o, en el caso que nos ocupa, un puzzle de madera— no es una suma de elementos que haya que aislar y analizar primero, sino un conjunto, es decir una forma, una estructura: el elemento no preexiste al conjunto, no es ni más inmediato ni más antiguo, no son los elementos los que determinan el conjunto, sino el conjunto el que determina los elementos: el conocimiento del todo y de sus leyes, del conjunto y su estructura, no se puede deducir del conocimiento separado de las partes que lo componen: esto significa que podemos estar mirando una pieza de un puzzle tres días seguidos y creer que lo sabemos todo sobre su configuración y su color, sin haber progresado lo más mínimo: sólo cuenta la posibilidad de relacionar esta pieza con otras y, en este sentido, hay algo común entre el arte del puzzle y el arte del go: sólo las piezas que se hayan juntado cobrarán un carácter legible, cobrarán un sentido: considerada aisladamente, una pieza de un puzzle no quiere decir nada; es tan sólo pregunta imposible, reto opaco; pero no bien logramos, tras varios minutos de pruebas y errores, o en medio segundo prodigiosamente inspirado, conectarla con una de sus vecinas, desaparece, deja de existir como pieza: la intensa dificultad que precedió aquel acercamiento, y que la palabra puzzle —enigma— expresa tan bien en inglés, no sólo no tiene ya razón de ser, sino que parece no haberla tenido nunca, hasta tal punto se ha hecho evidencia: las dos piezas milagrosamente reunidas ya sólo son una, a su vez fuente de error, de duda, de desazón y de espera.
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16. I Ching
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Hexagrama 1
Hexagrama 2
Hexagrama 3
Hexagrama 4
Hexagrama 5
Hexagrama 6
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Hexagrama 8
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Hexagrama 62
Hexagrama 63
Hexagrama 64
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17. Haiku
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Matsuo Bashō
Kono michi ya yuku hito nashi ni aki no kure
Nadie que vaya por este camino. Crepúsculo de otoño.
Ueshima Onitsura
Koi koi to iedo hotaru ga tonde yuku «Ven, ven», le dije, pero la luciérnaga se fue volando.
Yosa Buson
Mijika-yo ya ashi-ma nagaruru kani no awa
Noche corta de verano: entre los juncos, fluyendo, la espuma de los cangrejos.
Kobayashi Issa
Kuchi akete oya matsu tori ya aki no ame
Abriendo los picos, los pajaritos esperan a su madre: la lluvia de otoño.
Masaoka Shiki
Nureashi de suzume no ariku rôka kana
Andando con sus patitas mojadas, el gorrión por la terraza de madera.
Taneda Santôka
Akikaze no ishi o hirou.
Con viento de otoño recojo una piedra.
Chiyo-Ni 
Koborete wa kaze hiroi-yuku chidori kana
De la bandada de los mil pájaros, uno va perdiendo fuerzas y el viento lo recoge.
Hototogisu hototogisu tote akenikeri
Diciendo «cuco» «cuco» durante toda la noche ¡al fin la aurora!
Tombo tsuri kyoo wa doko made itta yara
El cazador de libélulas, ¿hasta qué región se me habrá ido hoy?
Seisui suzushi hotaru no saete nanimo nashi
el agua se cristaliza las luciérnagas se apagan nada existe
Nakamura Teijo
La flor de loto Sus hojas y las marchitas Flotando en el agua
Hoshino Tatsuko 
Blancos los rostros Que observan El arco iris.
Kakimoto Tae 
Un ruido Cavan una fosa Detrás de las camelias
Suzuki Masajo 
Onna hitori mezamete nozoku hotaru kago Una mujer sola. Se despierta y mira la caja de las luciérnagas
Kamegaya Chie 
Oi ware no shinkei nibuku gan to shiru
Tan vieja estoy… Ni me inmuté al saber que tengo cáncer
Nisiguchi Sachiko 
Hitosuji no tsurô nokoshite bancha hosu
Entre las hojas de té puestas a secar, solo un sendero.
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18. La tierra baldía, T. S. Eliot.
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A Ezra Pound il miglior fabbro.
I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Abril es el mes más cruel: engendra lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con lluvias primaverales. El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo una pequeña vida con tubérculos secos. Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbergersee con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos, y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten, y tomamos café y charlamos durante una hora. Bin gar keine Russin, stamm'aus Litauen, echt deutsch. Y cuando éramos niños, de visita en casa del archiduque, mi primo, él me sacó en trineo. Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie, Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos lanzamos. Uno se siente libre, allí en las montañas. Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al Sur.
¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre, no puedes decirlo ni adivinarlo; tu sólo conoces un montón de imágenes rotas, donde el sol bate, y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo hay sombra bajo esta roca roja (ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja), y te enseñaré algo que no es ni la sombra tuya que te sigue por la mañana ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; te mostraré el miedo en un puñado de polvo.               Frisch weht der Wind               der Heimat zu               mein Irisch Kind,               Wo weilest du? «Hace un año me diste jacintos por primera vez; me llamaron la muchacha de los jacintos.» — Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de los jacintos, llevando, tú, brazados de flores y el pelo húmedo, no pude hablar, mis ojos se empañaron, no estaba ni vivo ni muerto, y no sabía nada, mirando el silencio dentro del corazón de la luz. Oed' und leer das Meer.
Madame Sosostris, famosa pitonisa, tenía un mal catarro, aun cuando se la considera como la mujer más sabia de Europa, con un pérfido mazo de naipes. Ahí —dijo ella— está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó, (estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!) aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas, la dama de las peripecias. Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda, y aquí el comerciante tuerto, y este naipe en blanco es algo que lleva sobre la espalda y que no puedo ver. No encuentro al Ahorcado. Temed, la muerte por agua. Veo una muchedumbre girar en círculo. Gracias. Cuando vea a la señora Equitone, dígale que yo misma le llevaré el horóscopo: ¡una tiene que andar con cuidado en estos días!
Ciudad Irreal, bajo la parda niebla del amanecer invernal, una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres ¡eran tantos! Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara a tantos. Exhalaban cortos y rápidos suspiros y cada hombre clavaba su mirada delante de sus pies. Cuesta arriba y después calle King William abajo hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas con un repique sordo al final de la novena campanada. Allí encontré un conocido y le detuve gritando: «¡Stetson!, ¡tú, que estuviste contigo en los barcos de Mylae! ¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año? ¿No turba su lecho la súbita escarcha? ¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres, pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas! Tú, hypocrite lecteur! — mon semblable — mon frère!»
II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ
LA SILLA en que estaba sentada, como un bruñido trono, se reflejaba en el mármol, donde el espejo de soportes labrados con pámpanos y racimos entre los cuales un Cupido dorado se asomaba (otro ocultaba sus ojos bajo el ala) copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos que arrojaban su luz sobre la mesa, mientras el brillo de sus joyas, desbordando profusamente de los estuches de raso, subió a su encuentro. En redomas de marfil y cristal policromo, destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos, ungüentos, en polvo o líquidos —turbando, confundiendo y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire fresco que soplaba de la ventana, ascendían, alimentando las alargadas llamas de las velas, proyectando sus humos sobre los laquearios, animando los diseños del artesonado techo. Enormes leños arrojados por el mar, patinados de cobre, ardían verdes y anaranjados, en su marco de piedra policroma, y en su luz mortecina nadaba un delfín tallado. Sobre la repisa de la chimenea —ventana abierta a una escena silvestre—estaba representada la Metamorfosis de Filomela, tan rudamente forzada por el bárbaro rey; pero aún allí el ruiseñor llenaba todo el desierto con inviolable voz y todavía ella lloraba, y aún el mundo persigue «Tiu Tiu» a oídos sucios. Y otros tocones marchitos de tiempo se alzaban en los muros, donde figuras de ojos abiertos se inclinaban, imponiendo silencio a la estancia. Se oyeron pasos en la escalera. Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos se cruzaron en puntos ígneos, brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.
«Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo. Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla. ¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué? Nunca sé en qué piensas. Piensas.»
Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas donde los muertos perdieron sus huesos.
«¿Qué ruido es ese?»                El viento bajo la puerta. «¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?»                Nada, como siempre. Nada.                                                             «¿No sabes nada? ¿No ves nada? ¿No te acuerdas de nada?»
Recuerdo que esas perlas fueron sus ojos. «¿Estás viva o no? ¿No hay nada en tu cabeza?»                                                             Pero O O O O ese aire shakespeaheriano: es tan elegante tan inteligente. «¿Qué haré ahora? ¿Qué haré? ¿Salir tal como estoy y andar por la calle así sin peinar? ¿Qué haremos mañana? (¿Qué haremos siempre?»                               Agua caliente a las diez. Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro. Y jugaremos una partida de ajedrez, apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.
Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije — y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages, DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor. Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí: que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura, dijo él, juro que no puedo soportar mirarte. Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto, que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse, y si no lo hace contigo, ya encontrará otras, dije yo. ¡Oh hay otras!, dijo ella. Algo por el estilo, dije yo. Entonces ya sé a quién agradecérselo, dijo ella, mirándome fijamente. DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA Si esto no te gusta, lo mismo da, dije yo. Otras se aprovecharán si tú no puedes. Pero si Alberto se marcha, no podrás decir que no te han avisado. Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja (y no tiene más que treinta y un años) no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste. Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo. (Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.) El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma. Eres una tonta de capirote, dije yo. Bueno, si Alberto no te suelta, no puedes quejarte, dije. ¿Por qué te casaste si no te gustan los niños? DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían jamón y me invitaron a cenar para que saboreara el jamón caliente. DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA Buenas noches Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches, May. Buenas noches. Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches. Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras, buenas noches, buenas noches.
III. EL SERMÓN DEL FUEGO
El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas se aterran y se sumen en la húmeda ribera. El viento cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han marchado. Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción. El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches, pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado. Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados — Se han marchado sin dejar sus direcciones. A orillas del Leman me senté a llorar... Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción. Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso. Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo matraqueos de huesos y risas descarnadas.
Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos arrastrando su viscoso vientre por la orilla mientras yo pescaba en el sombrío canal en una tarde de invierno detrás del gasómetro meditando sobre el naufragio de mi hermano rey y sobre la muerte anterior de mi padre rey. Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda y huesos arrojados en una guardilla baja y seca, rozados sólo por la pata del ratón, año tras año. Pero a mi espalda de vez en cuando oigo un estrépito de bocinas y motores, que llevarán a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter oh, la luna brillaba sobre la señora Porter y sobre su hija ambas se lavan los pies con agua gaseosa et O ces voix d'enfants, chantant dans la coupole!
Tuit tuit tuit yag yag yag yag yag yag tan rudamente forzada Tereo.
Ciudad Irreal bajo la parda niebla de un mediodía de invierno el señor Eugenides, comerciante de Esmirna sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas C.i.f. Londres: documentos a la vista, me invitó en francés demótico a almorzar en el Hotel Cannon Street y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.
A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera como un taxímetro espera palpitando, yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas, viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero, la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la mesa del desayuno, enciende su estufa y prepara su comida de conservas. Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol, sobre el diván (que por la noche le sirve de cama) hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes. Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas vi la escena, y predije el resto — yo también esperaba al huésped previsto. Él, un joven carbuncular, llega, es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida, uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta como una chistera sobre un millionario de Bradford. El momento es propicio, como él esperaba, La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada, él trata de excitarla con caricias que aun cuando son irreprochables, no son deseadas. Sonrojado y decidido, él empieza el asalto; sus manos exploradoras no encuentran resistencia; su vanidad no necesita respuesta, y hasta acoge bien su indiferencia. (Y yo, Tiresias, preví, sufriendo, todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama; yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas y anduve por el infierno de los muertos.) Él le otorga un final beso protector, y baja a tientas por la oscura escalera...
Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo, sin advertir que su amante ya no está; su cerebro formula un vago pensamiento: «Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea». Cuando una mujer adorable comete tales locuras y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto, se alisa el pelo con mano automática y pone un disco en el gramófono.
«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas» y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar cerca de un bar de la calle Lower Thames, el agradable lamento de una mandolina y la bulla y la charla que sale del interior donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía: donde los muros de Magnus Mártir conservan un inefable esplendor de jónica blancura y oro.
               El río suda                aceite y brea                las barcazas derivan                con la cambiante marea                velas rojas                anchas                a sotavento, oscilan en los mástiles                las barcazas hunden                leños flotantes                al sur de Greenwich                más allá de la Isla de los Perros                       Weialala leia                        Wallala leialala
               Elizabeth y Leicester                remando                la proa era                un casco dorado                rojo y oro                rizó ambas orillas                el viento del sudoeste                cargó agua abajo                el son de las campanas                torres blancas                       Weialala leia                       Wallala leialala.
               «Tranvías y polvorientos árboles.                Highbury me hizo. Richmond y Kew                me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas                acostada en el fondo de una angosta canoa.»
               «Mis pies están en Moorgate y mi corazón                bajo mis pies. Después de lo ocurrido                él lloró. Me prometió "empezar de nuevo"                No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»
               «En la playa de Margate                no puedo relacionar                nada con nada.                Las uñas rotas de manos sucias.                Mi gente, humilde gente que no espera                nada.»                               la la.
               Y entonces me marché a Cartago
               Quemando quemando quemando quemando
               Oh, Señor, Tú me arrancas                Oh, Señor, Tú arrancas                quemando.
IV. MUERTE POR AGUA
FLEBAS, el Fenicio, que murió hace quince días, olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido y las ganancias y las pérdidas.                Una corriente submarina recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose remontó hasta los días de su juventud y entró en el remolino.                Pagano o judío oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento, piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.
V. LO QUE DIJO EL TRUENO
Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos, después del gélido silencio en los jardines después de la agonía en lugares pétreos y el griterío y el lloro y prisión y palacio y reverberación de trueno primaveral sobre lejanos montes aquel que estaba vivo ahora está muerto nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo con un poco de paciencia.
Aquí no hay agua, sólo roca, roca y no agua, el camino arenoso el camino serpentea entre las montañas que son montañas rocosas sin agua si hubiese agua nos detendríamos a beber entre las rocas uno no puede detenerse y pensar el sudor es seco y los pies se hunden en la arena si por lo menos hubiera agua entre las rocas muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse ni siquiera hay silencio en las montañas sino el seco trueno estéril sin lluvia ni siquiera hay soledad en las montañas sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan en los umbrales de casas de fango hendido.                                                   Si hubiese agua
y no rocas si hubiese rocas y también agua y agua un manantial una hoya entre las rocas si sólo se oyera rumor de agua no la cigarra ni la hierba seca cantando sino rumor de agua sobre una roca allí donde el zorzal canta entre los pinos drip drop drip drop drop drop drop pero no hay agua
¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado? cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino siempre hay otro que marcha a tu lado deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado no sé si es un hombre o una mujer — ¿pero quién es ése que va a tu lado?
Qué sonido es ése que se oye en la altura murmullo de lamento maternal qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas de una tierra limitada por el raso horizonte qué ciudad es ésa sobre las montañas chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta torres que se derrumban Jerusalén Atenas Alejandría Viena Londres irreales.
Una mujer se soltó la larga cabellera negra y suscitó una susurrante música con esas cuerdas y murciélagos de rostros infantiles silbaban en la luz violeta, y batían sus alas y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro y de volteadas torres en el aire caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.
En esta arruinada cavidad en medio de las montañas bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla allí esta la desierta capilla donde sólo habita el viento. No tiene ventanas y la puerta se balancea, los huesos secos a nadie pueden dañar. Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera co co rico co co rico a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda trayendo lluvia.
Ganga estaba hundido y las hojas frágiles esperaban la lluvia, mientras las negras nubes se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant. La selva se agachó, se encorvó en silencio. Entonces habló el trueno DA Datta: ¿qué hemos dado? Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón la espantosa audacia de un momento de debilidad que un siglo de prudencia no puede borrar por eso y eso sólo es por lo que hemos existido y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña ni bajo los sellos que rompe el flaco notario en nuestros vacíos aposentos DA Dayadhwam: he oído la llave voltear en la cerradura una vez y sólo una vez pensamos en la llave, cada cual en su prisión pensando en la llave, cada cual confirma una prisión pero al anochecer, etéreos rumores reaniman por un momento a un Coriolano roto DA Damyata: el barco obedeció alegremente a la mano hábil para la vela y el remo el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido alegremente a la invitación, palpitando obediente a las diestras manos.
                              Me senté en la orilla a pescar, con la árida llanura a mi espalda ¿Pondré por lo menos orden en mis tierras? El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo Poi s'ascose nel foco che gli affina Quando fiam uti chelidon —Oh, golondrina, golondrina Le Prince d'Aquitaine à la tour abolie Estos fragmentos han sostenido mis ruinas Why then Ile fit you. Hieronymo's mad againe. Datta. Dayadhwam. Damyata.               Shantih shantih shantih.
                                               ❧   ❧   ❧
19. Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline.
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Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.
Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca.
Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.
Está del otro lado de la vida.
La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada. Fue Arthur Ganate quien me hizo hablar. Arthur, un compañero, estudiante de medicina como yo. Resulta que nos encontramos en la Place Clichy. Después de comer. Quería hablarme. Lo escuché. «¡No nos quedemos fuera! —me dijo—. ¡Vamos adentro!» Y fui y entré con él. «¡Esta terraza está como para freír huevos! ¡Ven por aquí!», comenzó. Entonces advertimos también que no había nadie en las calles, por el calor; ni un coche, nada. Cuando hace mucho frío, tampoco; no ves a nadie en las calles; pero, si fue él mismo, ahora que recuerdo, quien me dijo, hablando de eso: «La gente de París parece estar siempre ocupada, pero, en realidad, se pasean de la mañana a la noche; la prueba es que, cuando no hace bueno para pasear, demasiado frío o demasiado calor, desaparecen. Están todos dentro, tomando cafés con leche o cañas de cerveza. ¡Ya ves! ¡El siglo de la velocidad!, dicen. Pero, ¿dónde? ¡Todo cambia, que es una barbaridad!, según cuentan. ¿Cómo así? Nada ha cambiado, la verdad. Siguen admirándose y se acabó. Y tampoco eso es nuevo. ¡Algunas palabras, no muchas, han cambiado! Dos o tres aquí y allá, insignificantes…» Conque, muy orgullosos de haber señalado verdades tan oportunas, nos quedamos allí sentados, mirando, arrobados, a las damas del café.
Después salió a relucir en la conversación el presidente Poincaré, que, justo aquella mañana, iba a inaugurar una exposición canina, y, después, burla burlando, salió también Le Temps, donde lo habíamos leído.  «¡Hombre, Le Temps ¡Ése es un señor periódico! —dijo Arthur Ganate para pincharme—. ¡No tiene igual para defender a la raza francesa!»
«¡Y bien que lo necesita la raza francesa, puesto que no existe!», fui y le dije, para devolverle la pelota y demostrar que estaba documentado.
«¡Que sí! ¡Claro que existe! ¡Y bien noble que es! —insistía él—. Y hasta te diría que es la más noble del mundo. ¡Y el que lo niegue es un cabrito!» Y me puso de vuelta y media. Ahora, que yo me mantuve en mis trece.
«¡No es verdad! La raza, lo que tú llamas raza, es ese hatajo de pobres diablos como yo, legañosos, piojosos, ateridos, que vinieron a parar aquí perseguidos por el hambre, la peste, los tumores y el frío, que llegaron vencidos de los cuatro confines del mundo. El mar les impedía seguir adelante. Eso es Francia y los franceses también.»
«Bardamu —me dijo entonces, muy serio y un poco triste—, nuestros padres eran como nosotros. ¡No hables mal de ellos!…»
«¡Tienes razón, Arthur! ¡En eso tienes razón! Rencorosos y dóciles, violados, robados, destripados, y gilipollas siempre. ¡Como nosotros eran! ¡Ni que lo digas! ¡No cambiamos! Ni de calcetines, ni de amos, ni de opiniones, o tan tarde, que no vale la pena. Hemos nacido fieles, ¡ya es que reventamos de fidelidad! Soldados sin paga, héroes para todo el mundo, monosabios, palabras dolientes, somos los favoritos del Rey Miseria. ¡Nos tiene en sus manos! Cuando nos portamos mal, aprieta… Tenemos sus dedos en torno al cuello, siempre, cosa que molesta para hablar; hemos de estar atentos, si queremos comer… Por una cosita de nada, te estrangula… Eso no es vida…»
«¡Nos queda el amor, Bardamu!»
«Arthur, el amor es el infinito puesto al alcance de los caniches, ¡y yo tengo dignidad!», le respondí.
«Puestos a hablar de ti, ¡tú es que eres un anarquista y se acabó!»
Siempre un listillo, como veis, y el no va más en opiniones avanzadas.
«Tú lo has dicho, chico, ¡anarquista! Y la prueba mejor es que he compuesto una especie de oración vengadora y social. ¡A ver qué te parece! Se llama Las alas de oro…» Y entonces se la recité:
Un Dios que cuenta los minutos y los céntimos, un Dios desesperado, sensual y gruñón como un marrano. Un marrano con alas de oro y que se tira por todos lados, panza arriba, en busca de caricias. Ése es, nuestro señor. ¡Abracémonos!
«Tu obrita no se sostiene ante la vida. Yo estoy por el orden establecido y no me gusta la política. Y, además, el día en que la patria me pida derramar mi sangre por ella, me encontrará, desde luego, listo para entregársela y al instante.» Así me respondió.
Precisamente la guerra se nos acercaba a los dos, sin que lo hubiéramos advertido, y ya mi cabeza resistía poco. Aquella discusión breve, pero animada, me había fatigado. Y, además, estaba afectado porque el camarero me había llamado tacaño por la propina. En fin, al final Arthur y yo nos reconciliamos, por completo. Éramos de la misma opinión sobre casi todo.
«Es verdad, tienes razón a fin de cuentas —convine, conciliador—, pero, en fin, estamos todos sentados en una gran galera, remamos todos, con todas nuestras fuerzas… ¡no me irás a decir que no!… ¡Sentados sobre clavos incluso y dando el callo! ¿Y qué sacamos? ¡Nada! Estacazos sólo, miserias, patrañas y cabronadas encima. ¡Que trabajamos!, dicen. Eso es aún más chungo que todo lo demás, el dichoso trabajo. Estamos abajo, en las bodegas, echando el bofe, con una peste y los cataplines chorreando sudor, ¡ya ves! Arriba, en el puente, al fresco, están los amos, tan campantes, con bellas mujeres, rosadas y bañadas de perfume, en las rodillas. Nos hacen subir al puente. Entonces se ponen sus chisteras y nos echan un discurso, a berridos, así: “Hatajo de granujas, ¡es la guerra! —nos dicen—. Vamos a abordarlos, a esos cabrones de la patria n.° 2, ¡y les vamos a reventar la sesera! ¡Venga! ¡Venga! ¡A bordo hay todo lo necesario! ¡Todos a coro! Pero antes quiero veros gritar bien: ‘¡Viva la patria n.° 1!’ ¡Que se os oiga de lejos! El que grite más fuerte, ¡recibirá la medalla y la peladilla del Niño Jesús! ¡Hostias! Y los que no quieran diñarla en el mar, pueden ir a palmar en tierra, ¡donde se tarda aún menos que aquí!”»
«¡Exacto! ¡Sí, señor!», aprobó Arthur, ahora más dispuesto a dejarse convencer.
Pero, mira por dónde, justo por delante del café donde estábamos sentados, fue a pasar un regimiento, con el coronel montado a la cabeza y todo, ¡muy apuesto, por cierto, y de lo más gallardo, el coronel! Di un brinco de entusiasmo al instante.
«¡Voy a ver si es así!», fui y le grité a Arthur, y ya me iba a alistarme y a la carrera incluso.
«¡No seas gilipollas, Ferdinand!», me gritó, a su vez, Arthur, molesto, seguro, por el efecto que había causado mi heroísmo en la gente que nos miraba.
Me ofendió un poco que se lo tomara así, pero no me hizo desistir. Ya iba yo marcando el paso. «¡Aquí estoy y aquí me quedo!», me dije.
«Ya veremos, ¿eh, pardillo?», me dio incluso tiempo a gritarle antes de doblar la esquina con el regimiento, tras el coronel y su música. Así fue exactamente.
Después marchamos mucho rato. Calles y más calles, que nunca acababan, llenas de civiles y sus mujeres que nos animaban y lanzaban flores, desde las terrazas, delante de las estaciones, desde las iglesias atestadas. ¡Había una de patriotas! Y después empezó a haber menos… Empezó a llover y cada vez había menos y luego nadie nos animaba, ni uno, por el camino.
Entonces, ¿ya sólo quedábamos nosotros? ¿Unos tras otros? Cesó la música. «En resumen —me dije entonces, cuando vi que la cosa se ponía fea—, ¡esto ya no tiene gracia! ¡Hay que volver a empezar!» Iba a marcharme. ¡Demasiado tarde! Habían cerrado la puerta a la chita callando, los civiles, tras nosotros. Estábamos atrapados, como ratas.
Una vez dentro, hasta el cuello. Nos hicieron montar a caballo y después, al cabo de dos meses, ir a pie otra vez. Tal vez porque costaba muy caro. En fin, una mañana, el coronel buscaba su montura, su ordenanza se había marchado con ella, no se sabía adónde, a algún lugar, seguro, por donde las balas pasaran con menor facilidad que en medio de la carretera. Pues en ella habíamos acabado situándonos, el coronel y yo, justo en medio de la carretera, y yo sostenía el registro en que él escribía sus órdenes.
A lo lejos, en la carretera, apenas visibles, había dos puntos negros, en medio, como nosotros, pero eran dos alemanes que llevaban más de un cuarto de hora disparando.
Él, nuestro coronel, tal vez supiera por qué disparaban aquellos dos; quizá los alemanes lo supiesen también, pero yo, la verdad, no. Por más que me refrescaba la memoria, no recordaba haberles hecho nada a los alemanes. Siempre había sido muy amable y educado con ellos. Me los conocía un poco, a los alemanes; hasta había ido al colegio con ellos, de pequeño, cerca de Hannover. Había hablado su lengua. Entonces eran una masa de cretinitos chillones, de ojos pálidos y furtivos, como de lobos; íbamos juntos, después del colegio, a tocar a las chicas en los bosques cercanos, y también tirábamos con ballesta y pistola, que incluso nos comprábamos por cuatro marcos. Bebíamos cerveza azucarada. Pero de eso a que nos dispararan ahora a la barriga, sin venir siquiera a hablarnos primero, y justo en medio de la carretera, había un trecho y un abismo incluso. Demasiada diferencia.
En resumen, no había quien entendiera la guerra. Aquello no podía continuar.
Entonces, ¿les había ocurrido algo extraordinario a aquella gente? Algo que yo no sentía, ni mucho menos. No debía de haberlo advertido…
Mis sentimientos hacia ellos seguían siendo los mismos. Pese a todo, sentía como un deseo de intentar comprender su brutalidad, pero más ganas aún tenía de marcharme, unas ganas enormes, absolutas: de repente todo aquello me parecía consecuencia de un error tremendo.
«En una historia así, no hay nada que hacer, hay que ahuecar el ala», me decía, al fin y al cabo…
Por encima de nuestras cabezas, a dos milímetros, a un milímetro tal vez de las sienes, venían a vibrar, uno tras otro, esos largos hilos de acero tentadores trazados por las balas que te quieren matar, en el caliente aire del verano.
Nunca me había sentido tan inútil como entre todas aquellas balas y los rayos de aquel sol. Una burla inmensa, universal.
En aquella época tenía yo sólo veinte años de edad. Alquerías desiertas a lo lejos, iglesias vacías y abiertas, como si los campesinos hubieran salido todos de las aldeas para ir a una fiesta en el otro extremo de la provincia y nos hubiesen dejado, confiados, todo lo que poseían, su campo, las carretas con los varales al aire, sus tierras, sus cercados, la carretera, los árboles e incluso las vacas, un perro con su cadena, todo, vamos. Para que pudiésemos hacer con toda tranquilidad lo que quisiéramos durante su ausencia. Parecía muy amable por su parte. «De todos modos, si no hubieran estado ausentes —me decía yo—, si aún hubiese habido gente por aquí, ¡seguro que no nos habríamos comportado de modo tan innoble! ¡Tan mal!
¡No nos habríamos atrevido delante de ellos!» Pero, ¡ya no quedaba nadie para vigilarnos! Sólo nosotros, como recién casados que hacen guarrerías, cuando todo el mundo se ha ido.
También pensaba (detrás de un árbol) que me habría gustado verlo allí, al Dérouléde ese, de que tanto me habían hablado, explicarme cómo hacía él, cuando recibía una bala en plena panza.
Aquellos alemanes agachados en la carretera, tiradores tozudos, tenían mala puntería, pero parecían tener balas para dar y tomar, almacenes llenos sin duda. Estaba claro: ¡la guerra no había terminado! Nuestro coronel, las cosas como son, ¡demostraba una bravura asombrosa! Se paseaba por el centro mismo de la carretera y después en todas direcciones entre las trayectorias, tan tranquilo como si estuviese esperando a un amigo en el andén de la estación: sólo, que un poco impaciente.
Pero el campo, debo decirlo en seguida, yo nunca he podido apreciarlo, siempre me ha parecido triste, con sus lodazales interminables, sus casas donde la gente nunca está y sus caminos que no van a ninguna parte. Pero, si se le añade la guerra, además, ya es que no hay quien lo soporte. El viento se había levantado, brutal, a cada lado de los taludes, los álamos mezclaban las ráfagas de sus hojas con los ruidillos secos que venían de allá hacia nosotros. Aquellos soldados desconocidos nunca nos acertaban, pero nos rodeaban de miles de muertos, parecíamos acolchados con ellos. Yo ya no me atrevía a moverme.
Entonces, ¡el coronel era un monstruo! Ahora ya estaba yo seguro, peor que un perro, ¡no se imaginaba su fin! Al mismo tiempo, se me ocurrió que debía de haber muchos como él en nuestro ejército, tan valientes, y otros tantos sin duda en el ejército de enfrente. ¡A saber cuántos! ¿Uno, dos, varios millones, tal vez, en total? Entonces mi canguelo se volvió pánico. Con seres semejantes, aquella imbecilidad infernal podía continuar indefinidamente… ¿Por qué habrían de detenerse? Nunca me había parecido tan implacable la sentencia de los hombres y las cosas.
Pensé —¡presa del espanto!—: ¿seré, pues, el único cobarde de la tierra?… ¿Perdido entre dos millones de locos heroicos, furiosos y armados hasta los dientes? Con cascos, sin cascos, sin caballos, en motos, dando alaridos, en autos, pitando, tirando, conspirando, volando, de rodillas, cavando, escabulléndose, caracoleando por los senderos, lanzando detonaciones, ocultos en la tierra como en una celda de manicomio, para destruirlo todo, Alemania, Francia y los continentes, todo lo que respira, destruir, más rabiosos que los perros, adorando su rabia (cosa que no hacen los perros), cien, mil veces más rabiosos que mil perros, ¡y mucho más perversos! ¡Estábamos frescos! La verdad era, ahora me daba cuenta, que me había metido en una cruzada apocalíptica.
Somos vírgenes del horror, igual que del placer. ¿Cómo iba a figurarme aquel horror al abandonar la Place Clichy? ¿Quién iba a poder prever, antes de entrar de verdad en la guerra, todo lo que contenía la cochina alma heroica y holgazana de los hombres? Ahora me veía cogido en aquella huida en masa, hacia el asesinato en común, hacia el fuego… Venía de las profundidades y había llegado.
El coronel seguía sin inmutarse, yo lo veía recibir, en el talud, cortas misivas del general, que después rompía en pedacitos, tras haberlas leído sin prisa, entre las balas. Entonces, ¿en ninguna de ellas iba la orden de detener al instante aquella abominación? Entonces, ¿no le decían los de arriba que había un error? ¿Un error abominable? ¿Una confusión? ¿Que se habían equivocado? ¡Que habían querido hacer maniobras en broma y no asesinatos! Pues, ¡claro que no! «¡Continúe, coronel, va por buen camino!» Eso le escribía sin duda el general Des Entrayes, de la división, el jefe de todos nosotros, del que recibía una misiva cada cinco minutos, por mediación de un enlace, a quien el miedo volvía cada vez un poco más verde y cagueta. ¡Aquel muchacho habría podido ser mi hermano en el miedo! Pero tampoco teníamos tiempo para confraternizar.
Conque, ¿no había error? Eso de dispararnos, así, sin vernos siquiera, ¡no estaba prohibido! Era una de las cosas que se podían hacer sin merecer un broncazo. Estaba reconocido incluso, alentado seguramente por la gente seria, ¡como la lotería, los esponsales, la caza de montería!… Sin objeción. Yo acababa de descubrir de un golpe y por entero la guerra. Había quedado desvirgado. Hay que estar casi solo ante ella, como yo en aquel momento, para verla bien, a esa puta, de frente y de perfil. Acababan de encender la guerra entre nosotros y los de enfrente, ¡y ahora ardía! Como la corriente entre los dos carbones de un arco voltaico. ¡Y no estaba a punto de apagarse, el carbón! íbamos a ir todos para adelante, el coronel igual que los demás, con todas sus faroladas, y su piltrafa no iba a hacer un asado mejor que la mía, cuando la corriente de enfrente le pasara entre ambos hombros.
Hay muchas formas de estar condenado a muerte. ¡Ah, qué no habría dado, cretino de mí, en aquel momento por estar en la cárcel en lugar de allí! Por haber robado, previsor, algo, por ejemplo, cuando era tan fácil, en algún sitio, cuando aún estaba a tiempo. ¡No piensa uno en nada! De la cárcel sales vivo; de la guerra, no. Todo lo demás son palabras.
Si al menos hubiera tenido tiempo aún, pero, ¡ya no! ¡Ya no había nada que robar! ¡Qué bien se estaría en una cárcel curiosita, me decía, donde no pasan las balas! ¡Nunca pasan! Conocía una a punto, al sol, ¡calentita! En un sueño, la de Saint-Germain precisamente, tan cerca del bosque, la conocía bien, en tiempos pasaba a menudo por allí. ¡Cómo cambia uno! Era un niño entonces y aquella cárcel me daba miedo. Es que aún no conocía a los hombres. No volveré a creer nunca lo que dicen, lo que piensan. De los hombres, y de ellos sólo, es de quien hay que tener miedo, siempre.
¿Cuánto tiempo tendría que durar su delirio, para que se detuvieran agotados, por fin, aquellos monstruos? ¿Cuánto tiempo puede durar un acceso así? ¿Meses? ¿Años? ¿Cuánto? ¿Tal vez hasta la muerte de todo el mundo, de todos los locos? ¿Hasta el último? Y como los acontecimientos presentaban aquel cariz desesperado, me decidí a jugarme el todo por el todo, a intentar la última gestión, la suprema: ¡tratar, yo solo, de detener la guerra! Al menos en el punto en que me encontraba.
El coronel deambulaba a dos pasos. Yo iba a ir a hablarle. Nunca lo había hecho.
Era el momento de atreverse. Al punto a que habíamos llegado, ya casi no había nada que perder. «¿Qué quiere?», me preguntaría, me imaginaba, muy sorprendido, seguro, por mi audaz interrupción. Entonces le explicaría las cosas, tal como las veía. A ver qué pensaba él. En la vida lo principal es explicarse. Cuatro ojos ven mejor que dos.
Iba a hacer esa gestión decisiva, cuando, en ese preciso instante, llegó hacia nosotros, a paso ligero, extenuado, derrengado, un «caballero de a pie» (como se decía entonces) con el casco boca arriba en la mano, como Belisario, y, además, tembloroso y cubierto de barro, con el rostro aún más verdusco que el del otro enlace. Tartamudeaba y parecía sufrir un dolor espantoso, aquel caballero, como si saliera de una tumba y sintiese náuseas. Entonces, ¿tampoco le gustaban las balas a aquel fantasma? ¿Las presentía como yo?
«¿Qué hay?», le cortó, brutal y molesto, el coronel, al tiempo que lanzaba una mirada como de acero a aquel aparecido.
Enfurecía a nuestro coronel verlo así, a aquel innoble caballero, con porte tan poco reglamentario y cagadito de la emoción. No le gustaba nada el miedo. Era evidente. Y, para colmo, el casco en la mano, como un bombín, desentonaba de lo lindo en nuestro regimiento de ataque, un regimiento que se lanzaba a la guerra. Parecía saludarla, aquel caballero de a pie, a la guerra, al entrar.
Ante su mirada de oprobio, el mensajero, vacilante, volvió a ponerse «firmes», con los meñiques en la costura del pantalón, como se debe hacer en esos casos. Oscilaba así, tieso, en el talud, con sudor cayéndole a lo largo de la yugular, y las mandíbulas le temblaban tanto, que se le escapaban grititos abortados, como un perrito soñando. Era difícil saber si quería hablarnos o si lloraba.
Nuestros alemanes agachados al final de la carretera acababan de cambiar de instrumento en aquel preciso instante. Ahora proseguían con sus disparates a base de ametralladora; crepitaban como grandes paquetes de cerillas y a nuestro alrededor llegaban volando enjambres de balas rabiosas, insistentes como avispas.
Aun así, el hombre consiguió pronunciar una frase articulada: «Acaban de matar al sargento Barousse, mi coronel», dijo de un tirón.
«¿Y qué más?»
«Lo han matado, cuando iba a buscar el furgón del pan, en la carretera de Etrapes, mi coronel.»
«¿Y qué más?»
«¡Lo ha reventado un obús!»
«¿Y qué más, hostias?»
«Nada más, mi coronel…»
«¿Eso es todo?»
«Sí, eso es todo, mi coronel.»
«¿Y el pan?», preguntó el coronel.
Ahí acabó el diálogo, porque recuerdo muy bien que tuvo el tiempo justo de decir: «¿Y el pan?». Y después se acabó. Después, sólo fuego y estruendo. Pero es que un estruendo, que nunca hubiera uno pensado que pudiese existir. Nos llenó hasta tal punto los ojos, los oídos, la nariz, la boca, al instante, el estruendo, que me pareció que era el fin, que yo mismo me había convertido en fuego y estruendo.
Pero, no; cesó el fuego y siguió largo rato en mi cabeza y luego los brazos y las piernas temblando como si alguien los sacudiera por detrás. Parecía que los miembros me iban a abandonar, pero siguieron conmigo. En el humo que continuó picando en los ojos largo rato, el penetrante olor a pólvora y azufre permanecía, como para matar las chinches y las pulgas de la tierra entera.
Justo después, pensé en el sargento Barousse, que acababa de reventar, como nos había dicho el otro. Era una buena noticia. «¡Mejor! —pensé al instante—. ¡Un granuja de cuidado menos en el regimiento!» Me había querido someter a consejo de guerra por una lata de conservas. «¡A cada cual su guerra!», me dije. En ese sentido, hay que reconocerlo, de vez en cuando, ¡parecía servir para algo, la guerra! Conocía tres o cuatro más en el regimiento, cerdos asquerosos, a los que yo habría ayudado con gusto a encontrar un obús como Barousse.
En cuanto al coronel, no le deseaba yo ningún mal. Sin embargo, también él estaba muerto. Al principio, no lo vi. Es que la explosión lo había lanzado sobre el talud, de costado, y lo había proyectado hasta los brazos del caballero de a pie, el mensajero, también él cadáver. Se abrazaban los dos de momento y para siempre, pero el caballero había quedado sin cabeza, sólo tenía un boquete por encima del cuello, con sangre dentro hirviendo con burbujas, como mermelada en la olla. El coronel tenía el vientre abierto y una fea mueca en el rostro. Debía de haberle hecho daño, aquel golpe, en el momento en que se había producido. ¡Peor para él! Si se hubiera marchado al empezar el tiroteo, no le habría pasado nada.
Toda aquella carne junta sangraba de lo lindo.
Aún estallaban obuses a derecha e izquierda de la escena.
Abandoné el lugar sin más demora, encantado de tener un pretexto tan bueno para pirarme. Iba canturreando incluso, titubeante, como cuando, al acabar una regata, sientes flojedad en las piernas. «¡Un solo obús! La verdad es que se despacha rápido un asunto con un solo obús —me decía—. ¡Madre mía! —no dejaba de repetirme—. ¡Madre mía!…»
En el otro extremo de la carretera no quedaba nadie. Los alemanes se habían marchado. Sin embargo, en aquella ocasión yo había aprendido muy rápido a caminar, en adelante, protegido por el perfil de los árboles. Estaba impaciente por llegar al campamento para saber si habían muerto otros del regimiento en exploración. ¡También debe de haber trucos, me decía, además, para dejarse coger prisionero!… Aquí y allá nubes de humo acre se aferraban a los montículos. «¿No estarán todos muertos ahora? —me preguntaba—. Ya que no quieren entender nada de nada, lo más ventajoso y práctico sería eso, que los mataran a todos rápido… Así acabaríamos en seguida… Regresaríamos a casa… Volveríamos a pasar tal vez por la Place Clichy triunfales… Uno o dos sólo, supervivientes… Según mi deseo… Muchachos apuestos y bien plantados, tras el general, todos los demás habrían muerto como el coronel… como Barousse… como Vanaille (otro cabrón)… etc. Nos cubrirían de condecoraciones, de flores, pasaríamos bajo el Arco de Triunfo. Entraríamos al restaurante, nos servirían sin pagar, ya no pagaríamos nada, ¡nunca más en la vida! ¡Somos los héroes!, diríamos en el momento de la cuenta… ¡Defensores de la Patria! ¡Y bastaría!… ¡Pagaríamos con banderitas francesas!… La cajera rechazaría, incluso, el dinero de los héroes y hasta nos daría del suyo, junto con besos, cuando pasáramos ante su caja. Valdría la pena vivir.»
Al huir, advertí que me sangraba un brazo, pero un poco sólo, no era una herida de verdad, ni mucho menos, un desollón. Vuelta a empezar.
Se puso a llover de nuevo, los campos de Flandes chorreaban de agua sucia. Seguí largo rato sin encontrar a nadie, sólo el viento y poco después el sol. De vez en cuando, no sabía de dónde, una bala, así, por entre el sol y el aire, me buscaba, juguetona, empeñada en matarme, en aquella soledad, a mí. ¿Por qué? Nunca más, aun cuando viviera cien años, me pasearía por el campo. Lo juré.
Mientras seguía adelante, recordaba la ceremonia de la víspera. En un prado se había celebrado, esa ceremonia, detrás de una colina; el coronel, con su potente voz, había arengado el regimiento: «¡Ánimo! —había dicho—. ¡Ánimo! ¡Y viva Francia!» Cuando se carece de imaginación, morir es cosa de nada; cuando se tiene, morir es cosa seria. Era mi opinión. Nunca había comprendido tantas cosas a la vez.
El coronel, por su parte, nunca había tenido imaginación. Toda su desgracia se había debido a eso y, sobre todo, la nuestra. ¿Es que era yo, entonces, el único que tenía imaginación para la muerte en aquel regimiento? Para muerte, prefería la mía, lejana… al cabo de veinte… treinta años… tal vez más, a la que me ofrecían al instante: trapiñando el barro de Flandes, a dos carrillos, y no sólo por la boca, abierta de oreja a oreja por la metralla. Tiene uno derecho a opinar sobre su propia muerte, ¿no? Pero, entonces, ¿adónde ir? ¿Hacia delante? De espaldas al enemigo. Si los gendarmes me hubieran pescado así, de paseo, me habrían dado para el pelo bien. Me habrían juzgado esa misma tarde, rápido, sin ceremonias, en un aula de colegio abandonado. Había muchas aulas vacías, por todos los sitios por donde pasábamos. Habrían jugado conmigo a la justicia, como juegan los niños cuando el maestro se ha ido. Los suboficiales en el estrado, sentados, y yo de pie, con las manos esposadas, ante los pupitres. Por la mañana, me habrían fusilado: doce balas, más una. Entonces, ¿qué?
Y volvía yo a pensar en el coronel, lo bravo que era aquel hombre, con su coraza, sus cascos y sus bigotes; si lo hubieran enseñado paseándose, como lo había visto yo, bajo las balas y los obuses, en un espectáculo de variedades, habría llenado una sala como el Alhambra de entonces, habría eclipsado a Fragson,[4] aun siendo éste un astro extraordinario en la época de que os hablo. Era lo que yo pensaba. ¿Ánimo? «¡Y una leche!», pensaba.
Después de horas y horas de marcha furtiva y prudente, divisé por fin a nuestros soldados delante de un caserío. Era una de nuestras avanzadillas. La de un escuadrón alojado por allí. Ni una sola baja entre ellos, me anunciaron. ¡Todos vivos! Y yo, portador de la gran noticia: «¡El coronel ha muerto!», fui y les grité, en cuanto estuve bastante cerca del puesto. «¡Hay coroneles de sobra!», me devolvió la pelota el cabo Pistil, que precisamente estaba de guardia y hasta de servicio.
«Y en espera de que substituyan al coronel, no te escaquees tú, vete con Empouille y Kerdoncuff a la distribución de carne; coged dos sacos cada uno, es ahí detrás de la iglesia… Ésa que se ve allá… Y no dejéis que os den sólo huesos como ayer. ¡Y a ver si espabiláis para estar de vuelta en el escuadrón antes de la noche, cabritos!»
Conque nos pusimos en camino los tres.
«¡Nunca volveré a contarles nada!», me decía yo, enfadado. Comprendía que no valía la pena contar nada a aquella gente, que un drama como el que yo había visto los traía sin cuidado, a semejantes cerdos, que ya era demasiado tarde para que pudiese interesar aún. Y pensar que ocho días antes la muerte de un coronel, como la que había sucedido, se habría publicado a cuatro columnas y con mi fotografía. ¡Qué brutos!
Así, que en un prado, quemado por el sol de agosto, y a la sombra de los cerezos, era donde distribuían toda la carne para el regimiento. Sobre sacos y lonas de tienda desplegadas, e incluso sobre la hierba, había kilos y kilos de tripas extendidas, de grasa en copos amarillos y pálidos, corderos destripados con los órganos en desorden, chorreando en arroyuelos ingeniosos por el césped circundante, un buey entero cortado en dos, colgado de un árbol, al que aún estaban arrancando despojos, con muchos esfuerzos y entre blasfemias, los cuatro carniceros del regimiento. Los escuadrones, insultándose con ganas, se disputaban las grasas y, sobre todo, los riñones, en medio de las moscas, en enjambres como sólo se ven en momentos así y musicales como pajarillos.
Y más sangre por todas partes, en charcos viscosos y confluyentes que buscaban la pendiente por la hierba. Unos pasos más allá estaban matando el último cerdo. Ya cuatro hombres y un carnicero se disputaban ciertas tripas aún no arrancadas.
«¡Eh, tú, cabrito! ¡Que fuiste tú quien nos chorizaste el lomo ayer!…»
Aún tuve tiempo de echar dos o tres vistazos a aquella desavenencia alimentaria, al tiempo que me apoyaba en un árbol, y hube de ceder a unas ganas inmensas de vomitar, pero lo que se dice vomitar, hasta desmayarme.
Me llevaron hasta el acantonamiento en una camilla, pero no sin aprovechar la ocasión para birlarme mis dos bolsas de tela marrón.
Me despertó otra bronca del sargento. La guerra no se podía tragar.
Todo llega y, hacia fines de aquel mismo mes de agosto, me tocó el turno de ascender a cabo. Con frecuencia me enviaban, con cinco hombres, en misión de enlace, a las órdenes del general Des Entrayes. Ese jefe era bajo de estatura, silencioso, y no parecía a primera vista ni cruel ni heroico. Pero había que desconfiar… Parecía preferir, por encima de todo, su comodidad. No cesaba de pensar incluso, en su comodidad, y, aunque nos batíamos en retirada desde hacía más de un mes, abroncaba a todo el mundo, si su ordenanza no le encontraba, al llegar a una etapa, en cada nuevo acantonamiento, cama bien limpia y cocina acondicionada a la moderna.
Al jefe de Estado Mayor, con sus cuatro galones, esa preocupación por la comodidad lo traía frito. Las exigencias domésticas del general Des Entrayes le irritaban. Sobre todo porque él, cretino, gastrítico en sumo grado y estreñido, no sentía la menor afición por la comida. De todos modos, tenía que comer sus huevos al plato en la mesa del general y recibir en esa ocasión sus quejas. Se es militar o no se es. No obstante, yo no podía compadecerlo, porque como oficial era un cabronazo de mucho cuidado. Para que veáis cómo era: cuando habíamos estado por ahí danzando hasta la noche, de caminos a colinas y entre alfalfa y zanahorias, bien que acabábamos deteniéndonos para que nuestro general pudiera acostarse en alguna parte. Le buscábamos una aldea tranquila, bien al abrigo, donde aún no acampaban tropas y, si ya había tropas en la aldea, levantaban el campo a toda prisa, las echábamos, sencillamente, a dormir al sereno, aun cuando ya hubieran montado los pabellones.
La aldea estaba reservada en exclusiva para el Estado Mayor, sus caballos, sus cantinas, sus bagajes, y también para el cabrón del comandante. Se llamaba Pinçon, aquel canalla, el comandante Pinçon. Espero que ya haya estirado la pata (y no de muerte suave). Pero en aquel momento de que hablo, estaba más vivo que la hostia, el Pinçon. Todas las noches nos reunía a los hombres del enlace y nos ponía de vuelta y media para hacernos entrar en vereda e intentar avivar nuestro ardor. Nos mandaba a todos los diablos, ¡a nosotros, que habíamos estado en danza todo el día detrás del general! ¡Pie a tierra! ¡A caballo! ¡Pie a tierra otra vez! A llevar sus órdenes así, de acá para allá. Igual podrían habernos ahogado, cuando acabábamos. Habría sido más práctico para todos.
«¡Marchaos todos! ¡Incorporaos a vuestros regimientos! ¡Y a escape!», gritaba.
«¿Dónde está el regimiento, mi comandante?», preguntábamos…
«En Barbagny.»
«¿Dónde está Barbagny?»
«¡Es por allí!»
Por allí, donde señalaba, sólo había noche, como en todos lados, una noche enorme que se tragaba la carretera a dos pasos de nosotros, hasta el punto de que sólo destacaba de la negrura un trocito de carretera del tamaño de la lengua.
¡Vete a buscar su Barbagny al fin del mundo! ¡Habría habido que sacrificar todo un escuadrón, al menos, para encontrar su Barbagny! Y, además, ¡un escuadrón de bravos! Y yo, que ni era bravo ni veía razón alguna para serlo, tenía, evidentemente, aún menos deseos que nadie de encontrar su Barbagny, del que, además, él mismo nos hablaba al azar. Era como si, a fuerza de broncas, hubiesen intentado infundirme deseos de ir a suicidarme. Esas cosas se tienen o no se tienen.
De toda aquella oscuridad, tan densa, nada más caer la noche, que parecía que no volverías a ver el brazo en cuanto lo extendías más allá del hombro, yo sólo sabía una cosa, pero ésa con toda certeza, y era que encerraba voluntades homicidas enormes e innumerables.
En cuanto caía la noche, aquel bocazas de Estado Mayor sólo pensaba en enviarnos al otro mundo y muchas veces le daba ya a la puesta de sol. Luchábamos un poco con él a base de inercia, nos obstinábamos en no entenderlo, nos aferrábamos al acantonamiento, donde estábamos a gustito, lo más posible, pero, al final, cuando ya no se veían los árboles, teníamos que ceder y salir a morir un poco; la cena del general estaba lista.
A partir de ese momento todo dependía del azar. Unas veces lo encontrábamos y otras no, el regimiento y su Barbagny. Sobre todo lo encontrábamos por error, porque los centinelas del escuadrón de guardia nos disparaban al llegar. Así, nos dábamos a conocer por fuerza y casi siempre acabábamos la noche haciendo servicios de todas clases, acarreando infinidad de fardos de avena y la tira de cubos de agua, recibiendo broncas hasta quedar aturdidos, además de por el sueño.
Por la mañana volvíamos a salir, los cinco del grupo de enlace, para el cuartel del general Des Entrayes, a continuar la guerra.
Pero la mayoría de las veces no lo encontrábamos, el regimiento, y nos limitábamos a esperar el día dando vueltas en torno a las aldeas por caminos desconocidos, en las lindes de los caseríos evacuados y los bosquecillos traicioneros; los evitábamos lo más posible por miedo a las patrullas alemanas. Sin embargo, en algún sitio había que estar, en espera de la mañana, algún sitio en la noche. No podíamos esquivarlo todo. Desde entonces sé lo que deben de sentir los conejos en un coto de caza.
Los caminos de la piedad son curiosos. Si le hubiésemos dicho al comandante Pinçon que era un cerdo asesino y cobarde, le habríamos dado un placer enorme, el de mandarnos fusilar, en el acto, por el capitán de la gendarmería, que no se separaba de él ni a sol ni a sombra y que, por su parte, no pensaba en otra cosa. No era a los alemanes a quienes tenía fila, el capitán de la gendarmería.
Conque tuvimos que exponernos a las emboscadas durante noches y más noches imbéciles que se seguían, con la esperanza, cada vez más débil, de poder regresar, y sólo ésa, y de que, si regresábamos, no olvidaríamos nunca, absolutamente nunca, que habíamos descubierto en la tierra a un hombre como tú y como yo, pero mucho más sanguinario que los cocodrilos y los tiburones que pasan entre dos aguas, y con las fauces abiertas, en torno a los barcos que van a verterles basura y carne podrida a alta mar, por La Habana.
La gran derrota, en todo, es olvidar, y sobre todo lo que te ha matado, y diñarla sin comprender nunca hasta qué punto son hijoputas los hombres. Cuando estemos al borde del hoyo, no habrá que hacerse el listo, pero tampoco olvidar, habrá que contar todo sin cambiar una palabra, todas las cabronadas más increíbles que hayamos visto en los hombres y después hincar el pico y bajar. Es trabajo de sobra para toda una vida.
Con gusto lo habría yo dado de comida para los tiburones, a aquel comandante Pinçon, y a su gendarme de compañía, para que aprendiesen a vivir, y también mi caballo, al tiempo, para que no sufriera más, porque ya es que no le quedaba lomo, al pobre desgraciado, de tanto dolor que sentía; sólo dos placas de carne le quedaban en el sitio, bajo la silla, de la anchura de mis manos, y supurantes, en carne viva, con grandes regueros de pus que le caían por los bordes de la manta hasta los jarretes. Y, sin embargo, había que trotar encima de él, uno, dos… Se retorcía al trotar. Pero los caballos son mucho más pacientes aún que los hombres. Ondulaba al trotar. Había que dejarlo por fuerza al aire libre. En los graneros, con el olor tan fuerte que despedía, nos asfixiaba. Al montarle al lomo, le dolía tanto, que se curvaba, como por cortesía, y entonces el vientre le llegaba hasta las rodillas. Así, me parecía montar a un asno. Era más cómodo así, hay que reconocerlo. Yo mismo estaba cansado lo mío, con toda la carga que soportaba de acero sobre la cabeza y los hombros.
El general Des Entrayes, en la casa reservada, esperaba su cena. Su mesa estaba puesta, con la lámpara en su sitio.
«Largaos todos de aquí, ¡hostias! —nos conminaba una vez más el Pinçon, enfocándonos la linterna a la altura de la nariz—. ¡Que vamos a sentarnos a la mesa! ¡No os lo repito más! ¿Es que no se van a ir, esos granujas?», gritaba incluso. De la rabia, de mandarnos así a que nos zurcieran, aquel tipo blanco como la cal, recuperaba algo de color en las mejillas.
A veces, el cocinero del general nos daba, antes de marcharnos, una tajadita; tenía la tira de papeo, el general, ya que, según el reglamento, ¡recibía cuarenta raciones para él solo! Ya no era joven, aquel hombre. Debía de estar a punto de jubilarse incluso. Se le doblaban un poco las rodillas al andar. Debía de teñirse los bigotes.
Sus arterias, en las sienes, lo veíamos perfectamente a la luz de la lámpara, cuando nos íbamos, dibujaban meandros como el Sena a la salida de París. Sus hijas eran ya mayores, según decían, solteras y, como él, tampoco eran ricas. Tal vez a causa de esos recuerdos tuviese aspecto tan quisquilloso y gruñón, como un perro viejo molestado en sus hábitos y que intenta encontrar su cesta con cojín dondequiera que le abran la puerta.
Le gustaban los bellos jardines y los rosales, no se perdía una rosaleda, por donde pasábamos. No hay como los generales para amar las rosas. Ya se sabe.
Quieras que no, nos poníamos en camino. ¡Menudo trabajo era poner los pencos al trote! Tenían miedo a moverse por las llagas y, además, de nosotros y de la noche también tenían miedo, ¡de todo, vamos! ¡Nosotros también! Diez veces dábamos la vuelta para preguntar el camino al comandante. Diez veces nos trataba de holgazanes y asquerosos escaqueados. A fuerza de espuelas, pasábamos, por fin, el último puesto de guardia, dábamos la contraseña a los plantones y después nos lanzábamos de golpe a la antipática aventura, a las tinieblas de aquel país de nadie.
A fuerza de deambular de un límite de la sombra a otro, acabábamos orientándonos un poquito, eso creíamos al menos… En cuanto una nube parecía más clara que otra, nos decíamos que habíamos visto algo… Pero lo único seguro ante nosotros era el eco que iba y venía, del trote de los caballos, un ruido que te ahoga, enorme, que no quieres ni imaginar. Parecía que trotaban hasta el cielo, que convocaban a cuantos caballos existiesen en el mundo, para mandarnos matar. Por lo demás, cualquiera habría podido hacerlo con una sola mano, con una carabina, bastaba con que la apoyara, mientras nos esperaba, en el tronco de un árbol. Yo siempre me decía que la primera luz que veríamos sería la del escopetazo final.
Al cabo de cuatro semanas, desde que había empezado la guerra, habíamos llegado a estar tan cansados, tan desdichados, que, a fuerza de cansancio, yo había perdido un poco de mi miedo por el camino. La tortura de verte maltratado día y noche por aquella gente, los suboficiales, los de menor grado sobre todo, más brutos, mezquinos y odiosos aún que de costumbre, acaba quitando las ganas, hasta a los más obstinados, de seguir viviendo.
¡Ah! ¡Qué ganas de marcharse! ¡Para dormir! ¡Lo primero! Y, si de verdad ya no hay forma de marcharse para dormir, entonces las ganas de vivir se van solas. Mientras siguiéramos con vida, deberíamos aparentar que buscábamos el regimiento.
Para que el cerebro de un idiota se ponga en movimiento, tienen que ocurrirle muchas cosas y muy crueles. Quien me había hecho pensar por primera vez en mi vida, pensar de verdad, ideas prácticas y mías personales, había sido, por supuesto, el comandante Pinçon, jeta de tortura. Conque pensaba en él, a más no poder, mientras me bamboleaba, con todo el equipo, bajo el peso del armamento, comparsa que era, insignificante, en aquel increíble tinglado internacional, en el que me había metido por entusiasmo… Lo confieso.
Cada metro de sombra ante nosotros era una promesa nueva de acabar de una vez y palmarla, pero ¿de qué modo? Lo único imprevisto en aquella historia era el uniforme del ejecutante. ¿Sería uno de aquí? ¿O uno de enfrente?
¡Yo no le había hecho nada, a aquel Pinçon! ¡Como tampoco a los alemanes!… Con su cara de melocotón podrido, sus cuatro galones que le brillaban de la cabeza al ombligo, sus bigotes tiesos y sus rodillas puntiagudas, sus prismáticos que le colgaban del cuello como un cencerro y su mapa a escala 1:100, ¡venga, hombre! Yo me preguntaba de dónde le vendría la manía, a aquel tipo, de enviar a los otros a diñarla. A los otros, que no tenían mapa.
Nosotros, cuatro a caballo por la carretera, hacíamos tanto ruido como medio regimiento. Debían de oírnos llegar a cuatro horas de allí o, si no, es que no querían oírnos. Entraba dentro de lo posible… ¿Tendrían miedo de nosotros los alemanes? ¡A saber!
Un mes de sueño en cada párpado, ésa era la carga que llevábamos, y otro tanto en la nuca, además de unos cuantos kilos de chatarra.
Se expresaban mal mis compañeros jinetes. Apenas hablaban, con eso está dicho todo. Eran muchachos procedentes de pueblos perdidos de Bretaña y nada de lo que sabían lo habían aprendido en el colegio, sino en el regimiento. Aquella noche, yo había intentado hablar un poco sobre el pueblo de Barbagny con el que iba a mi lado y que se llamaba Kersuzon.
«Oye, Kersuzon —le dije—, mira, esto es las Ardenas… ¿Ves algo a lo lejos? Yo no veo lo que se dice nada…»
«Está negro como un culo», me respondió Kersuzon. Con eso bastaba…
«Oye, ¿no has oído hablar de Barbagny durante el día? ¿Por dónde era?», volví a preguntarle.
«No.»
Y se acabó.
Nunca encontramos el Barbagny. Dimos vueltas en redondo hasta el amanecer, hasta otra aldea, donde nos esperaba el hombre de los prismáticos. Su general tomaba el cafelito en el cenador, delante de la casa del alcalde, cuando llegamos.
«¡Ah, qué hermosa es la juventud, Pinçon!», comentó en voz muy alta a su jefe de Estado Mayor, al vernos pasar, el viejo. Dicho esto, se levantó y se fue hacer pipí y después a dar una vuelta, con las manos a la espalda, encorvada. Estaba muy cansado aquella mañana, me susurró el ordenanza; había dormido mal, el general, trastornos de la vejiga, según contaban.
Kersuzon me respondía siempre igual, cuando le preguntaba por la noche, acabó haciéndome gracia como un tic. Me repitió lo mismo dos o tres veces, a propósito de la oscuridad y el culo, y después murió, lo mataron, algún tiempo después, al salir de una aldea, lo recuerdo muy bien, una aldea que habíamos confundido con otra, franceses que nos habían confundido con los otros.
Justo unos días después de la muerte de Kersuzon fue cuando pensamos y descubrimos un medio, lo que nos puso muy contentos, para no volver a perdernos en la noche.
Conque nos echaban del acantonamiento. Muy bien. Entonces ya no decíamos nada. No refunfuñábamos. «¡Largaos!», decía, como de costumbre, el cadavérico.
«¡Sí, mi comandante!»
Y salíamos al instante hacia donde estaba el cañón, y sin hacernos de rogar, los cinco. Parecía que fuéramos a buscar cerezas. Por allí el terreno era muy ondulado. Era el valle del Mosa, con sus colinas, cubiertas de viñas con uvas aún no maduras, y el otoño y aldeas de madera bien seca después de tres meses de verano, o sea, que ardían con facilidad.
Lo habíamos notado, una noche en que ya no sabíamos adónde ir. Siempre ardía una aldea por donde estaba el cañón. No nos acercábamos demasiado, nos limitábamos a mirarla desde bastante lejos, la aldea, como espectadores, podríamos decir, a diez, doce kilómetros, por ejemplo. Y después todas las noches, por aquella época, muchas aldeas empezaron a arder hacia el horizonte, era algo que se repetía, nos encontrábamos rodeados, como por un círculo muy grande en una fiesta curiosa, de todos aquellos parajes que ardían, delante de nosotros y a ambos lados, con llamas que subían y lamían las nubes.
Todo se consumía en llamas, las iglesias, los graneros, unos tras otros, los almiares, que daban las llamas más vivas, más altas que lo demás, y después las vigas, que se alzaban rectas en la noche, con barbas de pavesas, antes de caer en la hoguera.
Se distingue bien cómo arde una aldea, incluso a veinte kilómetros. Era alegre. Una aldehuela de nada, que ni siquiera se veía de día, al fondo de un campito sin gracia, bueno, pues, ¡no os podéis imaginar, cuando arde, el efecto que puede llegar a hacer! ¡Recuerda a Notre-Dame! Se tira toda una noche ardiendo, una aldea, aun pequeña, al final parece una flor enorme, después sólo un capullo y luego nada.
Empieza a humear y ya es la mañana.
Los caballos, que dejábamos ensillados, por el campo, cerca, no se movían. Nosotros nos íbamos a sobar en la hierba, salvo uno, que se quedaba de guardia, por turno, claro está. Pero, cuando hay fuegos que contemplar, la noche pasa mucho mejor, no es algo que soportar, ya no es soledad.
Lástima que no duraran demasiado las aldeas… Al cabo de un mes, en aquella región, ya no quedaba ni una. Los bosques también recibieron lo suyo, del cañón. No duraron más de ocho días. También hacen fuegos hermosos, los bosques, pero apenas duran.
Después de aquello, las columnas de artillería tomaron todas las carreteras en un sentido y los civiles que escapaban en el otro.
En resumen, ya no podíamos ni ir ni volver; teníamos que quedarnos donde estábamos.
Hacíamos cola para ir a diñarla. Ni siquiera el general encontraba ya campamentos sin soldados. Acabamos durmiendo todos en pleno campo, el general y quien no era general. Los que aún conservaban algo de valor lo perdieron. A partir de aquellos meses empezaron a fusilar a soldados para levantarles la moral, por escuadras, y a citar al gendarme en el orden del día por la forma como hacía su guerrita, la profunda, la auténtica de verdad.
                                            ❧   ❧   ❧
20. Biblia
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Galileo Galilei
"Quisiera yo objetar que, es y ha sido santísimamente dicho, y establecido con toda prudencia, que en ningún caso las Sagradas Escrituras pueden estar equivocadas, siempre que sean bien interpretadas".
Cartas Copernianas .
“Tanto las Sagradas Escrituras como la naturaleza proceden de la divina palabra [...,] dos verdades no pueden contradecirse mutuamente”.
“La Biblia enseña a llegar al cielo; no cómo funcionan los cielos”.
Galileo Galilei.
"Si se me permite revelar todo mi pensamiento: sin duda sería más conveniente para la dignidad de los Textos Sagrados que no se tolerara que los más superficiales y los más ignaros de los escritores los comprometieran, salpicando sus escritos con citas interpretadas o más bien extraídas en sentidos alejados de la recta intención de la Escritura, sin otro fin que la ostentación de un vano ornamento".
Bill Hicks
"¿Cómo sé que la Biblia no es la palabra de Dios? Bueno, si fuera la palabra de Dios, sería clara y fácil de entender... considerando que Dios fue el inventor del lenguaje."
Isaac Newton
"Ninguna ciencia está mejor autenticada que la Biblia"
"Encuentro más señas de autenticidad en la Biblia que en cualquier otra historia profana".
"Siempre ha de hallarse la verdad en la simplicidad, y no en la multiplicidad y confusión de las cosas... Él es Dios de orden y no de confusión."
"Aun los Concilios Generales han errado y pueden errar en asuntos de fe, y lo que decretan como necesario para la salvación no tiene ninguna fuerza ni autoridad a menos que se pueda mostrar que se toma de la santa Escritura."
John Quincy Adams
"Desde hace muchos años he tenido por costumbre leer la Biblia entera una vez al año".
"De todos los libros del mundo, es el que más contribuye a hacer a los hombres buenos, sabios y felices."
John Quincy Adams, presidente estadounidense.
Letters of John Quincy Adams to His Son, 1849, pág. 9.
Sabina Berman
«La Biblia también incita a la violencia, al asesinato de los que piensan distinto, de los diferentes, la ventaja que tenemos es que ni los judíos ni los cristianos tienen ahora ejércitos. El Vaticano no tiene ejércitos».[1]
«La Biblia es incoherente, es un libro lleno de incoherencias... Vivir según La Biblia es una imposibilidad».[1]
                             ❧   ❧   ❧
Biblioteca espacial (Canon literario)
1. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra.
2. Tragedias, William Shakespeare.
3. Divina Comedia, Dante Alighieri.
4. Odisea, Homero.
5. Ulises James Joyce.
6. Las mil y una noches.
7. Rayuela, Julio Cortázar.
8. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
9. Poeta en Nueva York, Federico García Lorca
10. Hojas de hierba, Walt Whitman.
11. Obra completa, Arthur Rimbaud.
12. Bartleby, el escribiente, Herman Melville.
13. Ficciones y El Aleph, Jorge Luis Borges.
14. Cuentos completos, Edgar Allan Poe.
15. La vida instrucciones de uso, Georges Perec.
16. I Ching
17. Haiku
18. La tierra baldía, T. S. Eliot.
19. Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline.
20. Biblia
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salamancastoad · 7 years
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Inexistencia
Era como una enfermedad, silenciosa y lúgubre, carcomiendo mis entrañas. La sospecha de que todo había sido un sueño. La oscura intuición de que cada revelación había sido orquestada por mi artística capacidad para crear significados ante la existencia de los elementos más básicos. Y lo amé tanto. Tanto. Era inmortal, invisible, único y sabio. No era hombre en su sexo: yo era enfática en mi teológica conclusión de que Dios era la plenitud de hombre y mujer. Pero sí era hombre. Para compensar por mis fantasías y mi soledad. Para rescatarme y validarme, desde su ser hombre. Quisiera estar furiosa, decir que me lo hicieron así, a mi Dios y a lo sagrado: machista y opresor. Pero sería mentira… al menos en parte. Porque no puedo dejar de reconocer que yo quise dibujarlo de esa forma. Desde mi anhelo, desde mi deseo. Y la fisura en la represa, cuando pude identificar la facilidad con la que podía cambiar los dogmas y los rostros de lo divino, según mi propia construcción. Mía. Un Dios construido por cada quien, gestado en el colectivo, pero parido por cada mente, por cada espíritu humano que lo busca y lo construye. Y los hay malvados. Y los hay ancianos. Y los hay estúpidos. El mío era hermoso, aunque esté mal que yo lo diga: flexible, portentoso, de avanzada, ingenioso, divertido, amoroso, sentado sobre las tempestades. Y esa capacidad de formarlo con mis propios artificios fue una habilidad que a la vez reconocí y negué por años. Luego el tema de la muerte… de sospechar que no hay más. Nunca podré probarlo, pero tampoco podré comprobar la alternativa. Y mis sentidos todos indican que con el fin de mis carnes se acaba el universo. Al menos el de mi propia existencia, que es lo único que realmente tengo. Y sin embargo creía. Porque lo he amado hasta la locura, porque he amado a los que aún lo aman. Porque la culpa de mis privilegios se aliviaba con la noción de que había un plan. Un plan para mí y sobre mí para los demás. Tendría unos veinte años cuando supe que a mi pareja la escogería yo, no Dios. Y aún así confiaba, en que del amor y para el amor, para mí habría algún plan. Aprendí a leer indicios carismáticos, como otros leen cartas del tarot, para basar mi vida en la voluntad de Dios. Pero esa lúgubre enfermedad ya me venía molestando. Aún temprano en mis veintes y en los sudores de una noche solitaria, en medio de la culpa entre las sábanas, tuve la clarísima noción de que no había nadie. Y de que, muy a pesar de mi soledad de soledades, a nadie le importaba ni le interesaba lo que yo hiciera con mi sexo. A nadie ni visible ni invisible. Pero me sacudía esas ideas y seguía creyendo. Y pasaron los años. Y me casé enamorada para que luego mis propias decisiones me agarraran a patadas. Esas decisiones que tomé, según yo, para hacer las cosas al modo de Dios. Y entonces me llegó el día de parir. Y de gritar y de gemir por auxilio al aire sordo y vacío. Finalmente nació mi hijo sin ningún milagro ni prodigio. Yo quedé desgarrada en mi vagina y desconcertada en mi fe. No había nadie. En verdad no había nadie. No hubo vuelta atrás para mí después de eso. Aún seguía siendo creyente, pero cada oración era más un lamento o una súplica de despedida. ¡Y es que lo había amado tanto y no existía! Siguió pasando el tiempo. Un año tras y el otro. Tanto me ha dolido como me dolió aceptar que mi matrimonio estaba muerto hacía años. En cuestión de meses, dejé a mi esposo y a mi Dios, incluyendo toda esperanza de que existiera algún plan, ni mucho menos algún sentido. La soledad cobró un nuevo sabor y un profundo silencio. Y en el silencio, la enfermedad invadió mi cuerpo por completo. Pero no era enfermedad. Era una vida nueva que me hizo, como a la serpiente, dejar atrás la piel antigua y seca, para renacer. Hoy estoy visitando el mar con mis dos hijos pequeñitos y es tan portentoso. Me quita el aliento. Ya no tengo que compararlo, ni siquiera compartirlo con un Dios que quiera serlo todo. Es solo el mar. Y es majestuoso, siendo solo el mar. Y puedo disfrutar al mar por ser el mar y al universo por ser insondable y a mi pequeñez por la única razón de que mi vida sí es pequeña, sin propósito y lista para extinguirse. Pequeña y tan llena de asombro que me podría reventar. Justamente por eso es que cada día es el único que tengo para ser la mejor versión que pueda de mi misma y para dejar huella… como éstas que veo hoy en la playa y que mañana ya no existirán. Porque a la larga no importan. Y eso está bien. Hoy mis hijos juegan con mis huellas y las comparan con las suyas. Llenos de arena, las vemos por lo únicas que son, aunque yo sepa que son iguales a cualquier otra. Ya ellos descubrirán eso después. Que se asombren conmigo. Por hoy, esto tendrá que ser suficiente para nosotros.
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mgatito · 7 years
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CASI PERFECTO CAPITULO 5 PTE 1 -Un Nuevo Sentimiento-
ºwº.........Dejare esto por aquí y me iré a ver ”La Bella y La bestia”
Con dedicatoria especial @haruko48
Fanfiction <--------Disponibl
Después de aquella noticia, las chicas volvieron a su trabajo normal. Esta vez, la forense volvió con Jurina, después de eso no quería verle la cara que tenía Sayaka en estos momentos. Ahora había más dudas en el aire y sabía perfectamente que Jurina en cualquier momento pediría algunas respuestas a los resientes acontecimientos. Por otro lado apresuradamente la agente Sayaka se adelantó en su moto sin decirle nada a nadie solo salió de aquel lugar después de responder una llamada en su teléfono privado.
****En el Auto***
–¿Miyuki, cómo es eso de que el Director es tu Padre? –
–Es una historia muy larga de contar, pero a grande rasgos…– Y ahí estaba la pregunta que estaba esperando desde que encendió el automóvil Jurina –  No es mi padre Biológico él se casó con mi madre antes de que ella…– De pronto la forense hizo una pausa y Jurina una conduciendo le volteo a mirar sin perder de vista el camino notando un rostro pensativo por parte de la forense. –Falleciera…– Dijo al fin en un  suspiro.
–Tu madre…– Jurina estaba triplemente sorprendida en el día. – ¿Y eso cuando sucedió?–
–Mañana es su sexto aniversario–
–¿Mañana? Eso quiere decir que murió cuando aún estabas… en… la preparatoria– De pronto la mente ágil de Jurina ato uno de tantos cabos sueltos en su cabeza pero aun sin comprender del todo –Lo siento mucho, en verdad–
–Está bien, ya ha pasado bastante tiempo y todo es mejor ahora–
–Me alegra– Jurina no dijo nada más, se reservó sus pensamientos solo para ella y siguió condiciendo con normalidad.
 ****Departamento de Investigación Criminal***
En una abrir y cerrar de ojos ya se encontraban en sus oficinas tomando cada una el elevador. Uno hacia arriba y otro hacia la planta baja, donde se encontraba la nueva área forense. Al llegar Jurina a su cubículo, asomo su cabeza al de Sayaka, aún no había llegado lo cual era extraño ya que ella se fue mucho antes que la comandante y ellas. No le dio mucha importancia, posiblemente se entretuvo por ahí en algún establecimiento de comida, ya era tarde sería algo normal, pero algo en su interior le decía que estaba evadiéndola para que no le preguntara nada sobre ella y la forense.
Tomo su lugar y continúo con lo que hacía antes de recibir esa llamada del colegio de la pequeña Miku. Así transcurrió un tiempo considerable y la otra agente aun no aparecía. Era extraño e irónico como de pronto se sintió sola, desde hace un par de años, su compañía significaba mucho pues había dejado de ser solo alguien más con quien pasaba sus días en su trabajo, si no que ahora disfrutaba lo que hacía en su compañía. Su línea de extensión del teléfono de su cubículo la distrajo de aquellos pensamientos.
–Si diga–
–Agente–
–¡Oh! Miyuki, ¿Qué ocurre? –
–Necesito de su presencia en el laboratorio–
–Oh, enseguida bajo–
Dejo de hacer lo que hacía y se levantó no sin antes mirar de nuevo aquel lugar vacío preguntándose de verdad donde podrá estar su compañera.
 +++++Área forense+++++
Al llegar, pasó su tarjeta por el detector para que la puerta le diera acceso y se dirigió a la oficina de la Doctora forense. Toco la puerta y una voz le dio le dio la invitación para seguir adelante.
–¿Qué es lo que ocurre Doctora? –
La Doctora se encontraba, sentada frente a su computador, e invitaba a pasar de lleno a la agente mientras ella se ponía de pie caminando hasta la puerta.
–Tengo las pruebas finales de los tejidos de la victima de ayer– Dijo con unas hojas en las manos.
–¿Y qué hay de nuevo? – Jurina tomo asiento, y como las sillas giraban seguía sus movimientos, divertida en la silla como niña pequeña.
–Mucho– Le responde fascinada, frenando de lleno los movimientos de la agente.
–¿Así? – La reacción de Jurina fue de extrañeza al ver como los ojos le brillaban a la forense por su descubrimiento.
Estando en esa silla con la forense bloqueando la salida sintió como un escalofrió recorrió su cuerpo al ver tanta fascinación en una sola palabra.
–De acuerdo con los análisis histológicos y las pruebas de ADN, los brazos de esta víctima no le pertenecen– Dijo extendiendo su brazo.
–¿Qué? – Jurina tomo entre sus manos aquellos documentos y lee el informe bien redactado de la Doctora confirmando lo dicho.
–Así, Como lo oye agente, los brazos no corresponden a este cuerpo, ciertamente…–Cruzando sus brazos y pensando en silencio con una mano en la babilla meditaba algo mientras Jurina estaba sorprendida pero con la intriga escrita en toda su cara.
–¿Y cómo fue que se le paso tan pequeño detalle a la mejor de las Doctoras en su rama?–
Cruzada de brazos recargada en el borde lateral del marco de la puerta de la oficina, se encontraba la agente Yamamoto. Jurina despego la vista de aquellos papeles al escuchar su voz y Miyuki hizo muecas en su rostro sin una gota de gracia aun dándole la espalda.
–Hey Yamamoto, ¿Cómo sabias que estaba aquí? –
–Cuando llegue no estabas en tu cubículo y me dijeron que habías bajado al laboratorio–
–Oh ya veo, ¿Y dónde te habías metido? –
–Fui a comer con mi tío, me invito y no pude negarme– Dijo mirando a Miyuki que se dirigió de nuevo a su escritorio, mirando fugazmente a la agente pero aparto la mirada suspirando en frustración, acomodando sus hojas e imprimiendo otro juego con los resultados para entregárselos a las agentes moviéndose por su oficina de un lado a otro.
–Ooh, tu misterioso tío, el cual nunca he visto pero lo mencionas muy a menudo–
–¿Le dijiste que la semana entrante te vas a España? –
–Sí, era de eso de lo que él quería hablar– Al escuchar eso Miyuki hizo una ruido abrupto en una gaveta que hizo que las chicas callaran por un momento cualquier palabra.
–¿Terminaron con su fraternal encuentro? Hay otra cosa que quiero mostrarle agente Jurina– Dijo acentuando solo Jurina y saliendo de ahí dirigiéndose al cuarto frio, con un par de folders en su mano, siendo seguida por ambas chicas aunque no digiera el nombre de una.
Al llegar al cuarto frio, abre la puerta de seguridad con su tarjeta, volteando a ver a Yamamoto. –Tenga cuidado con la puerta agente– Le aclara y entra.
Saca de una de las cámaras frías una bolsa de plástico que contenido a un pequeño corte bien conservado y se los muestra señalándoles el nombre del propietario. Jurina lo toma entre sus manos y frunce el ceño enseguida.
–Esto no es posible, ¿Qué clase de broma es esta? –
–Una de muy mal gusto– Opino Sayaka al ver también.
–Como podrán ver, los brazos que por error le puse al cuerpo que está en la plancha le pertenecen a aquel cuerpo mutilado que encontraron en el auto abandonado– Asombrada con  su rostro puro de admiración da aquellos resultados –Fueron tratados de forma magnifica para conservarlos y ponerlos en la escena del crimen–
Su fascinación no tenía límites, las agentes se miraban una a la otra y no tanto por aquellos resultados si no por la actitud de la forense, no cabe duda que dignamente lleva el nombre de Doctora de los muertos.
–¿Alguien está jugando con nosotros? –
–O tal vez alguien quiere decirnos algo–
–Esperen un momento, si este cuerpo no tiene brazos, ¿dónde están? –
–Si este criminal sigue armando escenas de crimen, es posible que la próxima víctima no tenga su cabeza. Doctora, ¿Cuántas partes le faltaban al victima encerrada en el coche?–
–Los brazos, la cabeza y las piernas–
–Bueno ahora tenemos sus brazos–
Entre más preguntas se hacían, menos llegaban a una conclusión, de ser misteriosa paso a ser frustrante por no poder descifrar las intenciones del delincuente desquiciado que desmiembra cuerpos.
 –Creo que debemos notificárselo a la comandante–
–Sí, lo sé–
Las agentes se retiran del área forense llevando con ellas el folder de los actuales resultados y la comparación genética de los anteriores resultados del cuerpo encerrado en el coche.
++++Oficina de la Comandante Sae++++
–¿Qué es lo que tratan de decirme? –
–Nada, tampoco nosotras lo entendemos–
–Esto no me gusta nada, y menso ahora que deben salir del país–
–Podemos negarnos y que manden a otros–
–No, es vital que salgan– Dijo la comandante con un aura de misterio envolviéndola.
–Nosotros haremos lo que esté en nuestras manos mientras estemos aquí–
–Eso espero, por lo pronto estén alerta–
–Si comandante– Respondieron las agentes abandonando al oficina.
++++Ascensor+++
Entraron al ascensor, debían bajar algunos pisos ya que la oficina de su jefa inmediata  se encontraba en el piso más alto. Fue silencioso todo su camino inclusive dentro de él. Jurina tenía varias dudas en la cabeza pero Sayaka parecía estar normal como todo los días.
–Oye Yamamoto, ¿quieres salir esta noche?–
–Claro, porque no, ¿solo tú y yo?–
–Sí, pero si quieres podemos a la…–
–No, no… no quiero–
Adivinando las palabras que seguramente se formaban en la boca de Jurina, evade cualquier pregunta y solo se limita a  aceptar esa invitación. Después de tantas cosas que han sucedido le viene bien un poco de distracción.
–Entonces iré a cambiarme de ropa y a dejar a Miku en casa de mis padres, te veo en el mismo lugar de siempre Yamamoto. No olvides terminar tu reporte–
–Sí, sí, nos vemos al rato–
Se pusieron de acuerdo las chicas al salir del ascensor, Jurina despidiéndose y Yamamoto volviendo a su cubículo. Basto un par de horas para que Sayaka terminara de hacer sus deberes. Con el ultimo [enter] para guardar su documento se recarga en su cómoda silla estirándose lo más que puede para liberar la tensión levantando sus brazos y jalándolos hacia atrás. Contempla por última vez el monitor que esta por apagarse y se pone de pie, toma su chaqueta que anteriormente dejo en el respaldo de su silla y se dirige al ascensor.
Ya es un poco tarde pero aún hay personas del turno de la mañana, es la hora del cambio de personal para los que les toca el turno de la noche. Dos de las puertas de los ascensores se abren al mismo tiempo, y de igual forma dos personas salen.
–Yamamoto–
–Doctora–
–¿Así que esta tarde estuviste con tu tío? –
–Sí, así es–
–Ya que viste a tu tío, me preguntaba si quieres acompañarme a cenar–
–¿Yo? ¿Por qué debería? –
–Tiene razón, olvídalo. Hasta luego–
Miyuki dejo lugar abordando un  lujoso auto negro que seguramente la llevara a su destino, Sayaka solo siguió sus movimientos con la vista y en un suspiro haciendo un mueca extraña en la comisura de sus labio, se dirigió al estacionamiento para ir por su moto y regresar a casa para después llegar a su punto de reunión con Jurina.
******Bar****
Era una noche tranquila como nunca, la agente Yamamoto se encontraba en su mesa reservada, mientras esperaba la aparición de su compañera  bebiendo de su cerveza negra concentrándose en las gotas heladas que caían por los contornos de la botella mientras la devolvía a la mesa. Repasaba en su memoria aquel sueño de la noche anterior y de lo que sucedió después ¿Por qué Miyuki de la nada la invito a cenar? Su cabeza estaba muy revuelta por los acontecimientos.
Jurina arribo a aquel lugar buscando de entre las personas a su compañera, cuando la localiza la mira encogida de hombros mirando su botella.
–¡Hey! Yamamoto– Dijo llegando al fin hasta ella dándole una palmada amistosa en el hombro –¿Trajiste tu moto? – Pregunta para iniciar con la conversación.
–¡Hey! – Expreso con un poco de desgano –No, la deje en casa–
–Eso es bueno, todo un conductor responsable ¿Qué te ocurre Yamamoto? –
––¿Qué? –
–¿Qué? – Imita su sonido –Últimamente has estado muy ausente, irritable, de mal humor y pues ahora que nos iremos…–
–No me pasa nada– Corto las palabras de Jurina antes de que digiera algo.
–El día es que estuvimos en el campo de minas, Miyuki me dijo que se conocen desde la preparatoria– Comento sin rodeos
–¿Eh? – Sayaka entra en un momento de crisis, la forense le ha dicho algo a Jurina, pero ¿Qué tanto? ––¿A.. Así? ¿Qué te dijo? – Pregunto como si no importara realmente pero un poco inquieta.
–Nada fuera de lo común, algo así como que fuiste una verdadera molestia…–
–¿Eso te dijo? – Ella se sobre salta un poco con un involuntario pero divertido puchero que también divierte a Jurina
–JaJa, no, bueno si, pero también me dijo que eras alguien muy importante en su vida…además, la forma en que reacciono ella y tú en el campo de minas…–
–Es verdad, nos conocemos desde hace tiempo, mucho en verdad– Sayaka vuelve a una expresión pensativa
–Ya sabía yo que había algo extraño aquí…y en preparatoria según Miyuki–
–Nos conocemos  desde antes… mucho antes–
–¿Antes? ¿Qué tanto es antes? –
–No sé, desde que aprendió a caminar, que se yo, mis padres eran muy cercanos a los de ella–
–Vaya…–
–Pero ya no importa…– Murmuro dando un trago profundo a su botella.
–¿No? – Jurina veía todo lo contrario en el los gestos de Sayaka, ciertamente es una mujer reservada pero la conoce y sabe cómo obtener lo que busca hoy.
–No. Además, es una historia muy larga y no planeo contártela–
–¿Por qué no? Somos amigas. Sé que eres bastante reservada pero bueno no puedo forzarte. Entonces  si no te importa Miyuki pues yo podría…–
–¡Oye! –
–¿Vez? Cuéntame,  ¿Quién es ella?–
Sayaka fue muy evidente con su reacción y es consciente de  que Jurina lo notó y  sabe que esa chica, la Doctora, es alguien muy importante como para no permitir ponga sus garras sobre ella. La misma Jurina lo sabe pero solo debía presionar el botón indicado para que este misterio para ella comience a descifrarse.
–Cuando la vi  por primera vez en la preparatoria no supe quién era, la vi en el invernadero de la escuela, era un colegio para chicas…–
–Lo sé, y también sé que eras muy popular–
–¿Qué? ¿También te lo dijo?–
–Algo así–
–¿Qué fue lo que te dijo? –
–Solo eso, ella la presidenta del consejo estudiantil y tú la chica rebelde popular–
–No era rebelde, solo un poco diferente… En fin, la primera vez que según yo la vi, era muy apartada al resto de las chicas, la única en el instituto que aparentemente no le importaba mi presencia, orgullosa y reservada…La mejor–
–Me dijo algo sobre que tuvieron sus diferencias–
–Algo así, la mitad de la escuela la odiaba y la otra mitad la idolatraba–
–Y tu supongo fuiste como la salvadora de las renegadas ¿Cierto? –
–Tal vez, pero yo no la recordaba, un día, cuando debía entregar los cuadernillos de tareas se ofreció a mostrarme el camino hacia la sala de maestros. Yo era nueva desempeñando el papel de representante de la clase–
–¡Wooow! –
–Cállate y escucha, de lo contrario no te diré nada – Le dijo en el mismo tono de juego de siempre.
–Si mi capitán– Siguiéndole el juego Jurina, se acomodó lista para escuchar muy atenta algo que es de su interés.
–Tampoco me ubicaba bien en la escuela, solo sabía llegar a la cafetería y al salón de mi club. En ese momento ella se encargó de recordarme que ya la conocía desde antes– Dijo en medio de un profundo pensamiento –En verdad, mis recuerdos son muy borrosos no recuerdo aquellos días con claridad ya que no lleve una infancia ordinaria–Suspira y le da un trago a su cerveza que progresivamente perdía la frescura y contenido. –Cuando cumplí 5 años me mude a Tokio. Éramos amigas desde pequeñas supongo sin embargo… en la preparatoria algo cambio. –
–¿Qué cambio? –
Sayanee se movió incómodamente sobre su asiento, decir la verdad realmente no le importa, pero  aún le es difícil enfrentar algo que inútilmente intento hundir en lo más profundo de ella.
–Simplemente no me acordaba de ella–
–No puedo creer que no la hayas reconocido Yamamoto–
–Bueno, tenía 5 años cuando me fui…–
–y 5 años de retraso mental ¿o qué?, ella  a ti si te recordó–
–No es eso, bueno si pero cuando jugábamos en el parque ella…. ella era gordita…– Dijo disminuyendo de forma progresiva su voz.
–¿Qué? – cuestiono Jurina sonriendo pero sin el afán de burlarse Realmente sorprendida, Miyuki es de muy bien ver y si no fuera por Sayaka seguramente ya formaría parte de su lista frecuente.
–En la preparatoria era totalmente diferente y bueno sigue conservando sus cachetes ahora que lo pienso, pero de verdad parecía una pelota–
–Si te escuchara seguramente ahora si te manda a la morgue– Dijo –Creí que no podía ser más despistada, ten cuidado Yamamoto el desinterés te puede costar caro– Le dijo consiente de que por parte de Miyuki sabe un poco más.
–Mira quien lo dice–
–Precisamente por eso te lo digo, a diferencia de ti yo no tengo a nadie especial. Sin embargo, si algún día encuentro a esa persona no concebiría perderla–
–Vaya, después de todo si tienes corazón–
–y uno muy grande–
–jaja si claro–
–oye, ¿pero qué tal ahora? –
–¿Qué tal ahora de qué? –
–Miyuki. Se honesta, no sé qué ha ocurrido a ciencia cierta pero  por lo que veo ella fue muy importante para ti, y tú para ella…–
–Define importante–
–En mi lenguaje de importancia, ella es más que una vieja conocida–
–Eso no voy a negártelo, pero hay cosas que no…–
–Comprendo, pero al menos me lo has contado. Ahora Miyuki no está en mi lista–
–Matsui–
–Ja ja ja ¿Y qué va a pasar con el viaje? –
–No lo sé, ¿Debe pasar algo? –
–No, pero solo seremos las tres, ¿ya caíste en la cuenta de eso? –
–SI, ya lo hice– Dice y con una peculiar actitud resignada bebe lo último que le quedaba a la botella, limpia los restos de líquido de sus labios con una servilleta y levanta su mano para que el mesero las atienda.
Después de un par de horas, las chicas disfrutaban de su noche olvidando un poco lo que eran y lo que les rodeaba, tanto que a Yamamoto se le pasaron las copas pero, Jurina era punto y aparte. Mientras las chicas pedían y pedían ronda tras ronda de diferentes tragos, convivían con algunas de las personas que ya conocían del lugar.
Solitaria, disfrazando su felicidad embriagada detrás de una sonrisa seductora y actitud posesiva, como mucha de las veces. Miro a una chica que solo estaba en la barra bebiendo una bebida trasparente, en una copa de coctel mientras volvía del baño.
La chica volteo a todas partes al sentir que alguien la observaba, pero volteo su cara con arrogancia cuando encontró al emisor cosa que, le pareció divertido y provocativo a Jurina.   Se acercó sin dudarlo, con toda la experiencia encima. Su primera táctica fue recargarse en la barra a un lado de ella, sonriente mientras veía al bartender hacer su trabajo.
–Hola–  Dijo saludando amigablemente pero la señorita la ignoro completamente –Mejor aún– Peso ella con una lasciva sonrisa formada solo en la comisura de sus labios.
–¿Jurina-San le falta algo a su mesa? – Pregunto el bartender  que conoce a la perfección a estas chicas.
–No, estamos bien, Gracias–
–¿A usted no se le ofrece nada? – Pregunto Jurina tratando de hacerle conversación a la chica difícil.
–¡No! ¿Qué es lo que pretende? – Pregunto indignada
–Nada, disculpe ¿No eres de por aquí cierto? –
–¿Importa mucho?, este es un lugar libre y cualquiera puede venir a tomar algo– Dijo bebiendo de su copa y volteando su rostro a otro lado.
–Tiene usted mucha razón, y puedo ver que no está de buen humor ¿Alguien la hizo enojar?–
–¿Qué? – La mujer nueva giro su cabeza para encontrar de nuevo el rostro cazador de Jurina.
–¿Me equivoco?, una mujer tan linda como tú no puede tan mala persona–
– ¿Y tú que puedes saber si soy o no una buena persona? –
–Me lo dice tu mirada, vacía y triste. Las personas a menudo vienen aquí para olvidar algo o para ignorar un momento que se sienten vacíos– Dijo haciéndole un análisis como si de verdad le importara, no era más que una de sus muchas tácticas para hacer que la conversación fluyera.
–¿A si? – Cuestiono la chica un poco más interesada girando su cuerpo sobre el asiento y recargando su codo derecho sobre la barra.
–Sí–
–¿Y, usted está intentando olvidar algo? O, ¿se siente vacía? –
Jurina rio inevitablemente ante la pregunta hecha con sus propias palabras, sin embargo esta oportunidad no la va desaprovechar.
–Puede ser ambas, puede ser ninguna–
–¿Cómo es eso? –
–Puede ser que, hoy solo quería conocer a alguien… como tú–
La chica arrogante sonrió como si captara inmediatamente la idea, además no estaba nada mal esa persona que el bartender llamo Jurina.
–Jurina ¿Cierto? –
–Matsui, Matsui Jurina, pero Jurina es perfecto–
–Miyawaki Sakura, Sakura está bien–
–Sakura, que bello nombre, y cuenta me Sakura ¿Qué haces por estos lugares? –
–Nada en especial, soy  nueva en la ciudad y, tal vez también quería conocer a alguien…–
–Interesante– Dijo Jurina posando se barbilla sobre su la palma de la mano en forma de puño. –Yo puedo mostrarte la ciudad, si gustas–
–Me gustaría salir de aquí para empezar, la persona que me cito me dejo plantada–
–¿Cómo alguien se atreve a  cancelarle una cita, a alguien como tú?– Jurina sonrió ante su éxito rotundo.
–Estupidez por naturaleza– Respondió
Dicho eso, Jurina es distraída por su amiga que estaba cantando a todo lo que le daban sus pulmones las canciones que ponían en el bar y comenzaba a llamar mucho la atención, sabiendo que estaba mucho más mal que ella, volvió su mirada a esa bella chica que acaba de conocer.
–De acuerdo, salgamos de aquí pero primero llevamos a mi amiga a su casa, ¿te parece?
–Está bien–
Jurina liquido la cuenta de su consumo junto con el de Sayaka, pero jamás pensó en que le tomaría mucho más tiempo del planeado convencer a su amiga a dejar el lugar, de la última y nos vamos no salía. Cuando por fin pudo tomar el control sobre ella la llevaron al auto  y la subió a la parte atrás  donde apenas si podía sentarse poniéndole el cinturón de seguridad para intentar mantenerla erguida.
–Cielos, ¿Por qué bebiste tanto?– Pregunto  de forma inútil mientras la manipulaba a ella y a sus tercas manos. –No te vayas vomitar en mi auto Yamamoto…–
Sakura, la chica a acompañante  expectante de aquel caos ofreció ayuda con aquellas manos escurridizas que se reusaban a utilizar el cinturón.
–¿Tu amiga siempre se pone de esa forma? –
–No, es la primera vez– responde pensativa y un poco sorprendida– Y le va a costar caro– Dijo con tono de burla por lo que le espera mañana aun si es una día libre, aunque verdaderamente se cuestionaba que fue lo que la orillo a ponerse de esa forma, aun en medio de su propia inestabilidad, ya que ella tampoco estaba al 100%.
Después de asegurar a Sayaka en el asiento trasero, amablemente le abre la puerta del copiloto a su nueva conocida, terminando ella por abordar su auto deportivo y ponerlo en marcha. Conforme pasaban por los lugares, le señalaba algunos de interés a la chica copiloto y conversaban agradablemente mientras Jurina veía por el retrovisor constante mente a su amiga completamente inclinada hacia el frente con el cinturón de seguridad haciendo su trabajo.
Estando ya en el departamento de Sayaka, que no era la primera vez,  la llevaba directo a su habitación, pero los planes de la alcoholizada agente eran otros, como pudo hizo que Jurina la llevara al baño. No podía contener más su mareo y apenas si tuvo éxito para no ensuciar el auto y su piso que parecía un espejo de color negro.
Con gestos de desagrado Jurina cuidaba de su amiga en dificultades, dando por hecho que no había nada más que sacar más que jugos biliares. La ayudo a reincorporarse y asearse un poco para llevarla por fin a su cama donde, sin poner resistencia se quedó completamente dormida como una roca boca abajo. Jurina solo le quito su calzado dejándola dormir, saliendo de la habitación para encontrarse con la chica.
–Perdón ¿No vamos? –
Sakura solo asentó con su cabeza y ambas salieron del edificio. Al estar nuevamente en su auto, Jurina confirmo la hora y puso el coche en marcha.
–Creo que, será mejor que te lleve a casa–
–Sí, es verdad. ¿Tu amiga se encontrara bien? –
–Sí sabe cómo arreglárselas, o eso espero, de todas formas mañana vendré temprano sábado y domingo descansamos–
–Ustedes dos son policías  ¿Cierto?–
–Oh, viste las fotos–
–Cómo no iba a hacerlo, hay bastantes de ustedes dos y muchos reconocimientos…–
–Bueno, no es lo primero que le cuento a alguien–
–Comprendo– Dijo la chica.
Al llegar a su casa, un poco apartada de la ciudad y casi al otro extremo de la suya, dejo salir del auto a su presa viva lamentando el hecho pero su amiga es primero y necesitaba de su ayuda, ya después le cobrara el favor. Antes de que Sakura pusiera el segundo pie fuera del auto, regresa un movimiento girado el cuerpo.
–Ya es tarde, te gustaría quedarte esta noche–
Una sonrisa bastante misteriosa le hizo la invitación a Jurina, cosa que no desperdiciaría. Si a la chica no le importa a ella mucho menos.
Entro a su casa, lo primero que noto era un sinnúmero de fotografías de diversos paisajes, pero le llama la atención una en especial de una fuente. Hay un achica de espaldas, perecía tener sus brazos hacia el frente como si abrazara algo, por la ropa que lleva daba la sensación de hacer ser frio, invierno, solitaria. No reconoce aquel lugar pero sin duda es una muy buena foto que le hacía sentir la necesidad de estar en aquel lugar.
–Por aquí– Le dijo al oído  y tomándole de manera suave su mano y distrayéndola de su apreciación de la foto.
Jurina atiende a ese gesto provocativo sonriendo un poco con la comisura de sus labios mirándola lascivamente –¿Eres fotógrafo? –
–Algo así– La chica le devolvía la mirada ahora sin reservarse ni un poco.
–¿Todas esas fotos las tomaste tú? –
–No creo que estés aquí para hablar de mis fotos– Le dijo de una forma muy regalada poniendo un dedo debajo de su mentón y una mano en su hombro–Tampoco creo que te hayas acercado a mí con buenas intenciones esta noche ¿Cierto?–
–Aparte de hermosa eres muy inteligente– Jurina haciendo uso de su seducción maestra le tomo por la cintura atrayéndola a ella.
–Enséñame que es lo que sabes hacer policía–
Jurina, sonriendo galantemente como siempre, con sus ojos fríos y llenos de sed de venganza, reflejaban una gran necesidad de llenar un vacío. Insaciable, comenzó a besar a aquella chica que encendió sus sentidos sin saber por qué, y algo había diferente a otros encuentros casuales, pero ha estado con tantas que una mas no hará la diferencia así que solo hace lo que sabe hacer muy bien y termino satisfaciendo sus instintos con la mejor compañía que encontró esa noche. Una mujer de muy buen ver qué a pesar de mostrar renuencia, despedía un aura tímida y provocativa. Esa noche se convirtió en  la oveja perfecta para ese lobo solitario y con una copas encima, las circunstancias hicieron de las suyas.
++++La Mañana siguiente******
Los primeros rayos del sol se colaban por la ventana de la recamara de Sakura, que progresivamente abre sus ojos y se mueve de una forma lenta mientras despertaba completamente.  Se ayuda con uno de sus brazos para sentarse sobre su cama sin salir de ella cubriéndose el pecho con una parte de la sabana que sostenía su otra mano. Supo que se había quedado sola, pero una sonrisa fría en la comisura de sus labios indica que no será la última vez que la ve. Así que con un rostro de satisfacción vuelve a recostarse y de forma placentera se acurruca en su cama para seguir durmiendo.
***Departamento de Yamamoto****
Un sonido hiriente para sus oídos hace despertar de una sobre salto a la agente que se encontraba en la misma posición en la que Jurina la dejo anoche. Sin poder despertar completamente, buscaba a tientas por todas partes ese aparato que no dejaba de sonar, hasta que sus manos torpes lo tiraron al piso al encontrarlo.
–Rayos– Dijo malhumorada escurriéndose por la cama como si de verdad le costara levantarse, hacia el suelo.
Dejándose caer prácticamente al piso, toma su celular y atiende la llamada mientras recarga su espalda en la cama.
–Si, diga– Dijo con una voz ronca.
–¡Yamamoto!– La comandante Sae hablo muy fuerte por el teléfono ignorando las condiciones de la agente. Sayaka por reflejo se retira la bocina de la oreja, y pone el alta voz dejando de lado el celular y tomando su cabeza entre sus manos.
–Comandante, ¿Qué se le ofrece? –
–Necesito de tu presencia en el departamento pero antes debes ir al Parque, en el área de Juegos. Hay indicios de asesinato pero no hay cuerpo y parase ser el modos operandi del psicópata–
–¿Qué? ¿En sábado? –
–Si, en sábado. Es una Orden–
–SI, si, entendido. Voy para allá–
Jamás en la vida se había sentido de esa manera, su estómago le dolía, su cuerpo también. La cabeza sentía que le iba a explotar con el más mínimo sonido y aun se sentía mareada,  aparte tiene la boca seca.
–Demonios, ¿Cómo …Como llegue aquí? –Se cuestionó intentando ponerse de pie pero  de verdad le costaba trabajo.
Se dirigió inmediatamente a la ducha para tratar de despertar mejor y  con la intención de sentirse mejor. Al salir del cuarto de baño, y volver a su habitación se llevó tremendo susto al ver una figura que abría las ventanas dejando entrar una molesta luz.
–¡Jurina!–
–Hola Yamamoto, ¿Qué tal amaneciste? – Pregunto divertida –No sé para qué pregunto basta con verte la cara–
–No me molestes ¿Cómo entraste? –
–Me lleve tus llaves ayer, tuve que traerte y olvide dejártelas. Contrario de molestarte,  he venido para irnos juntas, en ese estado no creo que puedas conducir tu moto–
–Oh que considerada– Dijo con desgano yendo a buscar su ropa arrastrando sus pies y vistiéndose sin importarle la presencia de Jurina –¿Y a ti como te fue? –
–¿Eh? –
–Estaba borracha pero no tonta, lo recuerdo todo. Había una chica ayer–
–Oh, la chica. Pues todo normal–
–¿Normal? –
–Pues sí, la lleve a su casa, me invito a pasar y una cosa llevo a la otra, ya sabes–
–No cambias Jurina– Dijo en un suspiro.
–Salí muy temprano esta mañana y no creo que vuelva a verla– Dijo tranquila y sin darle importancia.
–Oh, que fácil. Cómo deseo de verdad que alguien te ponga un alto–
–La mayoría son así.  Oye, ponte esto– Le dijo viéndola ya completamente vestida
– ¿Lentes? –
–De otra forma no podrás ni salir a al pasillo–
–Vamos ya–
 ****Escena del crimen****
Elegantes pero afectadas por la resaca, una más que la otra, llegaron al lugar de los hechos donde les indico su comandante.
–Hay mucha gente hoy–
–Pues claro, es sábado y las familias salen a pasear–
Se aproximaban a la zona acordonada donde había varios curiosos  con forme se acercaban veían que de verdad era algo serio.
–¿Jurina? –
Una voz detuvo el andar de las agentes justo antes de pasar del otro lado de la cinta de precaución.
–Sakura…– Murmuro mientras Sayaka miro la sorpresa inusual de su compañera y miro después a la chica que llevaba un bonito traje de vestir con falda un poco más arriba de la rodilla. La chica aparte de su vestimenta, también llevaba una cama fotográfica.
–Nos volvemos a encontrar, eres muy sigilosa– Dijo apuntando con el lente y capturando la imagen de la agente. –Veo que no eres solo policía, eres una Agente–
–Aah…a S…si. No me digas que tú eres…–
–Así es, soy periodista y mi jobeé es tomar fotos– Le dijo en medio de una gran sonrisa.
–No me lo dijiste–
–No me lo preguntaste, además no es lo primero que le dijo a las persona y, había cosas más divertidas que hacer–
Sayaka miro la cara de susto que tenía Jurina y un leve sonrojo. Eso definitivamente es raro. De todas las personas en el mundo con distintas profesiones, eligió precisamente a una periodista. No representa un problema, pero si un pequeño detalle.
–¿Por qué traen lentes oscuros? – Una voz aguda y mandona hace que Sayaka de un salto hasta donde se encontraba la periodista del susto,  ya que la forense llego por detrás de ella. Sakura, la reportera miro de cerca a la otra chica intentando reconocerla, con ese uniforme de agentes, hasta Jurina se ve diferente.
–¿Por qué gritas? – Pregunto Sayaka haciendo gestos tomando su cabeza con dos de sus dedos masajeando su sien.
– Es un día soleado – Respondió Jurina mientras Sayaka  hacía gestos sabiendo bien que no respondería ella.
–No estoy gritando–
–Si lo haces–Era evidente la sensibilidad que presentaba después de haber bebido sin consideración, no contaba con el llamado de emergencia de esta mañana por parte del departamento, así que no le quedó más que presentarse en esas condiciones
–¿Quién es ella? –
–¡Oh! Miyawaki Sakura, NHK periodista– Saluda presentándose.
–Oh, una periodista, ¿conocida suya Agente? – Pregunta dirigiéndose a Jurina
–Algo así…–
–¡Ah!, tu eres la amiga de Jurina, la que estaba alcoholizada ayer– Sakura de pronto reconoce a la otra persona que acompañaba a su conocida casual.
–Eh…S…Sí, así es– Dijo apenada volteando a otro lado lejos de la mirada de Miyuki.
–Ah, ya veo, se fueron de fiesta– Miyuki de brazos cruzados cuestiono mirándolas como si hubieran cometido un crimen.
–Bueno, fiesta no. De hecho solemos salir los fines de semana, y más a ese lugar…– Respondió Jurina nuevamente.
Sayaka intenta alejarse de esa voz aguda que le lastima la cabeza, y de ese lugar pero en un movimiento rápido y sin esperarlo, antes de que  pasara por debajo de la banda amarilla casi aun lado de Miyuki, ésta se interpuso y la tomo de su mentón pronunciado. La examino de cerca levantando con su otra mano los lentes de la agente, la cual arrugo sus ojos por el paso insoportable de la luz.
–¿Qué haces? –
–¿Desde cuando bebes? Que yo recuerde no te gusta el alcohol–
–Lo hago de vez en cuando– Respondió zafándose de la mano de Miyuki de forma vergonzosa y poniendo sus lentes en su lugar.
–Pero no en esas proporciones– Divertida Jurina de lo que veía, le recordaba una verdad que ella misma aun no responde.
–Estas deshidratada– Le dijo la forense como si le preocupara.
–Y como no, paso una buena parte de la noche devolviendo el estómago– Jurina se retira con un poco en burla por ver a su compañera reprendida –Con permiso, debo ir a la escena– Pero también quería huir la periodista.
–Bueno, yo también debo hacer mi trabajo, con permiso– La periodista  se puso a hacer lo suyo pero sin dejar de ver insistentemente a la otra Agente.
–¿Por qué bebiste tanto? –Le pregunta Miyuki cuando Sayaka levanto la banda para pasar por debajo de ella.
–No es de tu incumbencia– Dijo después de estar del otro lado y caminando siendo seguida por la forense.
–Tienes razón, acecina a tu hígado y después yo le hago la autopsia–
–Claro te encantaría hacerlo–
–Por supuesto–
–¿Acaso no hay otra cosa que quieras aparte de desear  mi muerte? –
–Pues…–
–Hey ustedes dos, dejen de discutir y pónganse a trabajar–
La orden inminente de su comandante interrumpe su discusión, así cada una se dedicó a hacer lo suyo.
–¡Yamamoto, Jurina, Watanabe! –
La comandante Sae las llama para que vean lo que hay escrito en la caja de arena, Al acercarse las chicas Jurina frunce el ceño en automático. Las chicas se miraron unas a las otras en incomprensión, pero algo hace clic en su cabeza de Jurina cambiando aun más sus facciones. “TRAIDOR” era la leyenda Miyuki inmediatamente examino el lugar prácticamente con lupa ante la reacción de Jurina.
–¿Qué es eso? ¿Sangre? – Pregunto Jurina
–No puedo afirmarte nada aún–
Un flash algo distante distrae a la agente  e inmediatamente voltea adivinando de quien se trata. La chica le regala una sonrisa que corresponde, sin embargo la periodista nota muy diferente ese gesto a los de ayer. Yamamoto, cargando con su resaca, aun con sus gafas oscuras, detecta algo en la arena.
–¿Qué es eso? – Cuestiono a la forense que parecía no se había percatado de ello.
–No lo sé–
Parecía un hilo apenas distinguible, Sayaka con sus guantes de látex color azul junto a la forense Se acercan a él y lo sigue apenas si rosándolo con la yema de sus dedos sospechando al instante de lo que puede ser haciendo uso de su experiencia como policía y agente.
–¿Qué hacen? – Jurina pregunto al verlas salir de la caja arena y observando como caminaban agachadas y no respondieron a su pregunta.
Decide seguirlas aun sin saber que veían, salen de la zona acordonada y es interceptada por la periodista que también camina junto con ellas.
Aquel hilo llegaba debajo de la figura gigante del Rey pingüino del parque. Sayaka se introdujo por una de las aberturas hechas para los niños, pero abandono el lugar de forma apresurada.
–¡ALEJENCE! – Grito apenas alcanzando a jalar a Miyuki y en su huida cae al piso junto con ella quedando muy cerca del Rey pingüino.
Explosiones simultáneas hacen ruidos estruendosos y salían disparados cantidad de luces y partes de lo que se encontraba ahí dentro. Los reflejos de las agentes aun sin estar al 100% por instinto o por lo que fuera, cubrieron a sus acompañantes. Las personas curiosas fueron movilizadas por lo policías que se encontraban en el lugar sin daño alguno ya que estaban más lejos que las dos agentes, la forense y la periodista.
No fue una explosión grande, al parecer solo fue una gran cantidad de fuegos artificiales ocultos en aquel lugar. Sayaka se encontraba boca arriba con Miyuki encima de ella. Ambas con sus ojos cerrados, única mente los brazos retraídos al frente de Miyuki se interponían entre ambas. Sayaka con su espalda en el piso sostenía la nuca de la forense al mismo tiempo que la rodeaba con su brazo por la espalda.
Por otro lado, Jurina solo tapo de frente a Sakura sin mayores complicaciones, dándole la espalda a los explosivos y sintiendo únicamente el viento y el humo que esparcen.
Al reducir aquel espectáculo dado que la mayoría de los explosivos se habían consumido, ya no había más peligro y solo una nube de humo gris permanecía cerca del Rey pingüino por lo que quedaba al igual que la agente y la forense. Poco a poco las chicas casi al mismo tiempo abrían sus ojos recuperando los sentidos después de estar expuestas a la pirotecnia. Dándose cuenta progresivamente en qué situación se encontraban, aun con sus manos protegiendo el cuerpo de la forense, Sayaka la miraba a escasos centímetros de su rostro, al igual Miyuki miraba los ojos profundos y oscuros de la agente. Con una atmosfera bastante extraña, el lugar que menos se imaginaron, se miraban como recordando algo atrás en el tiempo.
Sayaka retiro las manos de donde las tenía comenzando a reincorporarse con la ayuda de sus codos, la forense de igual forma, quitando lo brazos del frente se ayudaba del piso para terminar aun encima de la agente pero sin dejar de mirarla. Era extraño lo que se sentía, después de todos esos desplantes, la renuencia de Sayaka, sus peleas absurdas por la más mínima cosa, se reducía a un silencio que las invitaba a cerrar la distancia. Cuando menos se lo imaginó la distancia era mínima, ninguna de las dos tomo la iniciativa, ambas se acercaban una a la otra. Con su nariz prácticamente rozándose y cada una mirando los labios contrarios, dejaban en claro la atracción que sentían una por la otra.
De entre aquella nube de humo que progresivamente se disipaba, el personal de seguridad y los criminalistas presentes junto a la otra agente, se movilizaron inmediatamente al lugar de donde provino aquel espectáculo inesperado.
–¡Yamamoto, Doctora! –La comandante llamaba a dos de sus elementos.
Rompiendo ese significativo momento las chicas se ven interrumpidas saliendo de ese trance provocado por sus miradas. Miyuki poniéndose de pie inmediatamente y la agente haciendo lo mismo, quedando frente a frente. Voltearon a ver a su alrededor aun gris buscando a su comandante que las había llamado.
–Vaya, como te siguen los explosivos Sayaka– Dijo Jurina acercándose a ellas y de tras venia la periodista.
–¿Si verdad? – Dijo ella aun ensimismada por lo anterior.
–¿Están todas bien?– Al llegar la comandante al lugar verifico que todas se encontraran bien.
–Si– Respondieron unisonaramente.
–¿Qué fue lo que ocurrió Yamamoto? –
–¿Eh? –
–¿Qué, qué fue lo que sucedió? –
–Pues, localizamos una guía de lo que parecía ser un hilo que salía de la caja de arena. Al seguirlo llegamos hasta aquí y me introduje debajo del Rey pingüino. Había mucho material explosivo, pero no tenía algo que registrara el tiempo–
–Eso quiere decir que, alguien espero el momento justo para detonar– Concluyo la Comandante
–¿Entonces esperaban que alguien o mejor dicho alguna de las dos llegara justo a ese lugar? –
–Puede ser Jurina– Respondió la Comandante Sae.
Dicho esto, miraron a todas partes y justo detrás unos arbustos un sujeto no muy alto es visto por Sayaka.
–¡JURINA!– Grita en alerta a su compañera y sale corriendo detrás de ese sujeto. Siendo seguida por la otra agente.
Así dio inicio a una persecución que no les venía bien a ambas agentes afectadas por una resaca que disminuye su condición física pero no su profesionalismo.
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¿Sabes qué significan las pesadillas más comunes?
Existen una serie de pesadillas muy frecuentes que paso seguidamente a reflejarte, pero desde este post te invito a que nos describas aquellas que no estén presentes aquí. De este modo entre unos y otros podemos ver nuevos paralelismos para llegar a una mejor comprensión. Porque como ya sabes, el mundo de los sueños es un campo de estudio lleno de rincones aún por explorar… 1. SOÑAR QUE CAEMOS AL VACÍO Ir andando por un camino y de pronto, notar que el suelo desaparece bajo nuestros pies. Caer por un agujero, por un barranco, por un precipicio… subir una escalera que va desapareciendo peldaño a peldaño. Bien, es algo realmente común. Normalmente estos sueños aparecen en los primeros instantes en que nos dormimos. Una sensación que acaba despertándonos de modo repentino y con la respiración alterada. Nos dicen los expertos que esto sucede en los primeros instantes del descanso por la siguiente causa: el estrés. En ocasiones vamos a la cama muy alterados, llenos de preocupación. El cerebro está muy activo, lleno de adrenalina. Sin embargo el cuerpo está relajado. Esta descompensación mente-cuerpo, hace que nuestro cerebro, aún muy activo, nos provoque esta serie de sueños en los cuales acabamos despertándonos por dicha descompensación. ¿Consejo? Intenta relajarte y dejar a un lado tus preocupaciones antes de ir a dormir. 2. SOÑAR QUE SOMOS TRAICIONADOS POR NUESTRA PAREJA Algo realmente frecuente. En nuestros sueños vemos a nuestra pareja traicionándonos, y a veces hasta de un modo muy descarado. Es solo miedo. Miedo a perder lo que más queremos, miedo a que nos hagan daño en aquello que más dolor podría producirnos. Es algo habitual y reiterativo. No le des excesiva importancia. El sufrimiento durante la pesadilla será elevado, pero cuando despiertes, no te obsesiones con ello. 3. VER A UN FAMILIAR FALLECIDO No importa cuánto tiempo haya pasado desde que dicha persona, se fue de nuestro lado. Siempre habrá un momento en que soñemos con ellos. En ocasiones suelen aparecer cuando atravesamos un momento vital difícil y con dudas. Esa figura sería un modo de encontrar apoyo, como alguien que, aunque sin emitir palabra alguna nos ofrece consejo. En otras ocasiones esos familiares o amigos perdidos surgen en nuestros sueños o pesadillas porque los echamos en falta, porque hay algo pendiente con ellos que nos gustaría hablar o solucionar. En ocasiones las pérdidas son tan bruscas que quedan muchos vacíos que llenar. Y nuestro cerebro lo sabe… 4. SOÑAR QUE SOMOS PERSEGUIDOS O ATACADOS Ir por un callejón y presentir que alguien nos sigue, alguien que quiere hacernos daño. Empezamos a correr y esa sombra, esa persona intenta atraparnos nuevamente. Si te ocurre esto muy a menudo, analiza qué está ocurriendo en tu vida. ¿Te sientes mal en el trabajo? ¿Alguna presión en casa, quizá?¿Alguien te coacciona o te critica? Algo cercano a nosotros, ya sea a nivel profesional o personal aplica sobre nuestra vida una presión o una amenaza que nos preocupa. Es un miedo real. 5. SOÑAR QUE TENEMOS UN ACCIDENTE Los más comunes son los accidentes de tráfico. Una explicación curiosa que nos dan los expertos es la siguiente: es un sueño muy frecuente, y las personas que lo experimentan suelen coincidir en un mismo aspecto vital. Se encuentran en un momento en que están efectuando grandes esfuerzos por conseguir algo. Ya sea a nivel personal o laboral. Se tienen muchas esperanzas, pero también hay algo de miedo… el accidente representaría ese temor a de pronto, perderlo todo. Un esfuerzo que se queda en nada por la casualidad o la tragedia. Es el miedo a no conseguir algo o, simplemente, a darse cuenta que dicha inversión no sirve de mucho. 6. SOÑAR QUE SE NOS CAEN LOS DIENTES O QUE VAMOS DESNUDOS Inseguridad. La común pesadilla de notar cómo de pronto, se nos caen los dientes es algo que se da con mucha frecuencia durante la adolescencia y la juventud. Es falta de seguridad, es atravesar un momento de nuestras vidas en que no nos vemos con el suficiente aplomo como para afrontar ciertas cosas. En lo respectivo a salir de casa y vernos desnudos, es algo realmente común. Pero ¿por qué habré olvidado vestirme? Nos decimos en medio de la pesadilla asombrados por nuestra desnudez, al mismo tiempo que somos presas de múltiples miradas. Lo que hay detrás de esta imagen es el temor a defraudar, a vernos expuestos en algún aspecto. Hay alguna dimensión en nosotros mismos que es frágil, y tememos exponer o que otros se den cuenta de dicha debilidad.¿Temes quizá no tener la bastante autoridad como para imponerte en el trabajo? ¿Temes no poder afrontar algo en tu relación de pareja? Piénsalo durante un instante. La mayoría de nuestras pesadillas, las más comunes, tienen tras ellas muchos miedos, ansiedades y preocupaciones. Debemos ser arqueólogos de su simbología – y de nosotros mismos- para poder comprenderlas. Así que ahora explícanos también cuáles son tus pesadillas más recurrentes…
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investigaterainbows · 7 years
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Caso de estudio de escándalos falsos sobre infidelidad entre celebridades - Robert Pattinson & Kristen Stewart (traducción al español)
¡Hola a todos! Esta es la traducción que hice del masterpost de adifferentkindofson donde analiza uno de los escándalos falsos sobre infidelidad más grande de los últimos años: Robert y Kristen, todo con la intención de compararlo con la situación de 1D. (Cabe aclarar que este post es de Mayo de 2015).
Sin más, los dejo con el post. 
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Estuve pensando en escribir este post desde hace un tiempo y ahora parece tan buen momento como cualquier otro. Este fandom habla mucho sobre los extremos a los que las celebridades (y su gente de rp) llegarían para generar chismes, ser relevantes, y construir el tipo de prensa que sus teams quieren (usualmente porque les dará MUCHO dinero). 
A fin de realmente comprender cuán manipulado es todo lo que vemos en la industria del entretenimiento, pensé que tal vez sería útil mirar uno de los más grandes escándalos de celebridades de los últimos años (y la sorprendente falta de impacto negativo duradero que tuvo en las carreras de la gente involucrada). 
Por supuesto, estoy hablando del ‘escándalo de infidelidad’ de Kristen Stewart/Robert Pattinson/Rupert Sanders (porque *cita a Taylor Swift* yo estaba ahí, recuerdo todo muy bien).
Así que, para empezar, yo estaba en el fandom de Crepúsculo desde el 2008-2010 más o menos (pero me mantuve al margen hasta el lanzamiento de la última parte de Breaking Dawn). ‘Robsten’ (aka el nombre del ship entre Robert Pattinson y Kristen Stewart) era básicamente el ‘elounor’ del fandom. Los ‘nonstens’ eran el equivalente de los larries. 
PRIMERA PELÍCULA DE CREPÚSCULO/PRE ROBSTEN (2008-2009)
Para dar un poco de contexto, Robsten no fue realmente algo hasta después de que Crepúsculo hubo hecho una GRAN MELLA en las taquillas de todo el mundo. 
Cuando la primera película fue hecha, tenía el presupuesto y expectativas de una pequeña película indie; miren o lean entrevistas con la directora Catherine Hardwicke y ella explícitamente dice que veía a la película Crepúsculo como un filme indie. Nadie esperaba que hiciera tanto dinero como lo hizo. Todos estaban pasmados. No fue hasta que el elenco empezó a ir a tours de prensa/promo de la película en los meses previos al lanzamiento que la gente comenzó a tener la sensación de que quizás esto iba a ser algo grande. 
Fui a la noche de estreno con mi amiga y recuerdo que todos los involucrados en el fandom online estaban rogando entre ellos para ir a la primera semana de estreno (tantas veces como fuera posible) porque teníamos que demostrar que valdría la pena filmar Luna Nueva. A LA GENTE REALMENTE LE PREOCUPABA QUE LA PELÍCULA NO HICIERA SUFICIENTE DINERO COMO PARA AUTORIZAR UNA SECUELA. 
Por supuesto, terminó siendo un éxito de taquillas y lanzó a Summit Entertainment a nuevas e imprevistas alturas. Y ahí es donde las cosas empezaron a cambiar. 
Antes del lanzamiento de Crepúsculo, Kristen y Rob no habían sido promocionados como algo más que amigos y no había un esfuerzo pactado de su team para hacer parecer como que estaban juntos (porque no lo estaban. Kristen salía [públicamente, al menos] con Michael Angarano [con quien había estado desde los 14 años. Se conocieron filmando Speak]). 
Luego de que Crepúsculo dominara las taquillas y la secuela estuviese confirmada, las cosas comenzaron a cambiar - y rápido.
LA RELACIÓN DE NIKKI Y KRISTEN
Por un lado, la increíblemente cercana amistad de Kristen con su co-estrella Nikki Reed se vino abajo y de repente habían ‘fuentes internas’ aclamando que Nikki secretamente salía con Rob pero que Kristen se abalanzó y se lo robó (y que Rob estaba deprimido por Kristen todo el tiempo y que sólo usaba a Nikki como una sustituta). 
No sé qué causó que Nikki y Kristen se distanciaran, pero seriamente dudo que sea por Rob. De hecho, se especulaba (siendo mucho más probable) que Nikki y Kristen se veían/tenían encuentros sexuales y las cosas salieron mal. Hubo muchos rumores sobre ellas en ese entonces y fueron filmadas besándose (cuidado - Cámara Wellington) en un auto. (Para mayor diversión, den un paseo por el tag de Nikkistew y únanse a mí en los recuerdos). 
CREE UNA RELACIÓN FALSA, AMASE DINERO DE TAQUILLAS
El estudio sabía que la mejor manera de vender el ~épico romance~ de Bella y Edward era que los dos protagonistas ‘salieran’ también. Ahí es cuando la épica saga de ‘Robsten’ funcionó a toda marcha (con fans y sitios de chismes). 
Y quiero decir, funcionó. El motivo por el que Crepúsculo como una saga de libros vendió tan bien fue porque Bella era una pizarra en blanco. Ella no tenía una verdadera personalidad y servía como un recipiente vacío para que los fans se proyectaran a sí mismos en ella [¿suena familiar? si estás familiarizado con Elounor, debería]. Los fans podrían llenar los espacios en blanco de Bella con sus propias peculiaridades y personalidades y, por lo tanto, sentir que quizás Edward podría amarlos tanto como la amó a ella. 
Robsten funcionó como una extensión de eso. Ahora los fans podrían ver que su pareja ficticia favorita estaban juntos en la vida real. Ellos eran devotos en todo nivel y eso se vio en las ventas de mercancía, entradas de la película, y libros. 
Okay, así que ahora tienes lo básico. Para el próximo par de años todo era una especulación de ¿están o no están juntos? en la prensa sobre Rob y Kristen (alimentado con un constante torrente de pap pics arregladas y artículos e ‘insiders’ para mantener al hambriento fandom alerta, indagando más, y más importante - completamente comprometidos incluso durante el tiempo de inactividad entre las grabaciones de las películas). Esto se mantuvo por años hasta el ‘escándalo de infidelidad’ del 2012. 
EL ESCÁNDALO POR INFIDELIDAD
En el verano del 2012 (el cual ya estaba lleno de escándalos - la separación de Katie Holmes y Tom Cruise y el posterior primer saboreo de libertad en como 6 años [la cienciología todavía hace que se me erice la piel], los nudes del príncipe Harry, el ridículo compromiso de Miley Cyrus y Liam Hemsworth), US Weekly publicó fotos exclusivas de Kristen con el director de su película Blancanieves y el Cazador, Rupert Sanders, besándose (a plena luz del día - sure Jan) y también dentro de su auto. ¿El único problema? Ella todavía estaba con Rob, y Rupert estaba casado con la ex modelo de los 90′/inicios del 2000, Liberty Ross. 
Esto fue una ENORME NOTICIA de la que absolutamente todos estaban hablando. El infame ‘lo amo, lo amo, lo siento tanto’ de Kristen se hizo viral y de repente ambos actores (y las películas de Crepúsculo, las cuales habían estado menguando en popularidad comparadas con el reciente lanzamiento de la primera película de Los Juegos del Hambre) eran lo único de lo que la gente hablaba. 
Aquí está la cosa - como aprendimos del weed video, las cosas ya no son realmente filtradas a través de la prensa. La gente de Kristen habría sido alertada antes de que se fuera a imprimir. Ellos (y el estudio) podrían haber acordado fácilmente un intercambio para no dejar que fuera impreso (a través de una exclusiva en fechas posteriores, o incluso armar un escándalo diferente pero menos hiriente que todavía les daría visitas pero podría salvar la reputación de Kristen). Sólo miren al video que TMZ retuvo por CUATRO AÑOS sobre Justin Bieber siendo un estúpido racista. Eso podría haber disparado absolutamente sus ratings si lo hubiesen lanzado cuando lo obtuvieron por primera vez/cuando era realmente sorprendente y relevante. Pero no lo hicieron, porque sabían que en su lugar podrían obtener otras cosas más valiosas del team de Justin. 
Cada persona involucrada en ese escándalo fue beneficiada u obtuvo algo de ello:
Kristen y Rob: GRAN aumento en popularidad/prensa lo cual benefició a ambos individualmente (sí, la gente era mala hacia Kristen pero ellos sabían que pronto eso se desvanecería y el aumento en popularidad instantáneo valía la pena) Y MÁS IMPORTANTE LA EXTINCIÓN DE LA FRANQUICIA DE CREPÚSCULO. El primer filme de Los Juegos del Hambre había salido 4 o 5 meses antes de este escándalo y había robado totalmente el protagonismo de Crepúsculo. Tenían que ser preventivos. 
Además, este escándalo plantó la semilla para una posterior ‘ruptura’ [la cual convenientemente pasó dentro de los 2 meses y medio en los que se vendió el último DVD - noten la fecha de lanzamiento (2 de Marzo de 2013)]. Si ellos hubiesen cortado tan pronto como las películas terminaron sin ninguna razón plausible, se vería increíblemente obvio e incluso los más fanáticos robstens empezarían a cuestionarlo. Al plantar las semillas antes de tiempo, el eventual ~final de Rob y Kristen~ lució mucho más natural y orgánico. 
Por supuesto, hubo un punto conveniente en rumores de reconciliación y pap pics justo antes de que la última parte de la mercancía de la franquicia fuese lanzada (el set de Twilight Forever - otra vez, noten la fecha de lanzamiento [5 de Noviembre de 2015]). 
También, para que conste, Kristen nunca confirmó que estaban saliendo. Lo más cerca que tuvimos de Rob fue una cita de The Sun (y todos nosotros sabemos cuán dedicados son a los hechos y nunca fabricarían una cita).
Rupert Sanders: Él era un director no reconocido con un limitado número de trabajos. Al estar involucrado en un escándalo como este, estuvo expuesto tanto dentro como fuera de la industria. Toda la publicidad es buena publicidad, después de todo. Él garantizó que más gente al menos le prestaría atención (y eso le da un incremento instantáneo de prensa a cualquiera de sus futuras películas con simplemente mencionar el nombre de Kristen Stewart). 
Liberty Ross: La ‘menospreciada’ esposa de Rupert. Así que acá es donde se pone interesante. Liberty fue una prometedora supermodelo británica exitosa en los 90′ e inicios del 2000 (junto a Kate Moss) pero dejó su carrera para ser una esposa y madre y mudarse a LA, dejando en su lugar que Rupert intentara ser el sostén de la familia. El nombre de Liberty fue lanzado de nuevo en la prensa como resultado del escándalo y ella tuvo una ola de ofertas de trabajo y renovado interés público. Eso hizo maravillas por su carrera. Considerando que Rupert y ella se terminaron divorciando poco después, no se exagera al asumir que querían tener algún beneficio profesional con su matrimonio mientras todavía podían (¿y qué mejor manera que aceptar un escándalo por infidelidad con una de las actrices más populares y divisivas en ese entonces?). 
Y, por supuesto, los estudios se beneficiaron masivamente. Las franquicias de Crepúsculo y Blancanieves y el Cazador tuvieron un gran incremento en publicidad, interés público, y ventas. 
¿Todavía no estás convencido? Porqué no echamos un vistazo a la agencia de fotógrafos acreditado bajo las fotos en cuestión:
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Conseguí esta foto de la página de US Weekly (la revista que tuvo la exclusiva de la historia).
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FameFlynet. ¿Luce familiar? Debería. 
Esta es la misma agencia que toma casi todas las fotos de los más arreglados stunts de One Direction (desde Haylor a Elounor y todo lo que haya en medio). 
Tú los CONTRATAS para tomar fotos, no hay de otra. Este escándalo fue tan arreglado como las fotos de Haylor paseando por Cheshire. 
¿Necesitan más pruebas? Sólo miren al números total de veces que esta agencia ha tomado pap pics relacionadas a One Direction (bastante seguido en situaciones donde es obvio que ellos no habrían estado ahí a menos que haya estado arreglado/los hayan llamado - como las fotos de Eleanor dejando su casa luego de la ‘ruptura’ y Harry y Anne dejando un pub.)
EL CLÓSET DE CRISTAL DE KRISTEN Y ALICIA
Nos adelantamos al presente, y Kristen y su 'amiga’ Alicia Cargile están esencialmente en un clóset de cristal. Cualquier fan de robsten que perdió durante el escándalo por infidelidad probablemente se habría ido luego de que la saga de Crepúsculo terminó de cualquier manera, y al ser fiel a ella misma ha reinventado su imagen y ganado muchos fans que no se interesaron en ella durante los años de Crepúsculo o vieron su atractivo. 
ASÍ QUE, ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PARA NOSOTROS?
Lo principal que espero que aprendan de esto es que los escándalos y disputas y romances son arreglados TODO EL TIEMPO para las celebridades. Harry, Louis, Liam y Niall no tienen el lujo de simplemente ser abiertos sobre sus vidas y hacer lo que quieran porque valen millones de dólares. 
Las compañías llegarán a EXTREMOS ABSURDOS para proteger sus inversiones y asegurar que están haciendo tanto dinero como sea posible. Hay una razón por la que se rumorea que muchos coprotagonistas de películas dirigidas a adolescentes/jóvenes adultos están saliendo (incluso cuando la mayoría nunca lo están). 
Lo mismo aplica a las discográficas y compañías de mánagers en la música. Ellos quieren tu dinero y quieren tu íntegra atención, y arreglar ‘escándalos’ es la manera más fácil y lucrativa de lograrlo. 
Apesta ver a los chicos ser forzados a comprometerse con stunts de mierda. No voy a pretender que no es así. Pero el público general también tiene memoria de pez cuando se trata de chismes y las cosas pasarán al olvido. Sabemos cuán rápido las cosas en este fandom pueden cambiar. Sólo tenemos que mantenernos positivos y recordar que la idiotez terminará eventualmente. 
Lectura extra:
Las relaciones falsas más influyentes de Hollywood y porqué funcionaron
Crushable: ¿Kristen Stewart y Robert Pattinson podrían estar logrando el más grande trágicamente romántico PR stunt?
El artículo de Glamour Magazine sobre Kristen y Alicia saliendo
Crushable: 10 relaciones falsas de celebridades que todavía me hacen reír
Entertainment Weekly: El Escándalo de Kristen Stewart - Porqué daña su imagen, porqué le ayuda
(Un video en vez de un artículo pero vale la pena mirarlo) Editando ‘Reality’ TV con Charlie Brooker
(...)
Ayu, x
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19trenes · 3 years
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19:02:21 12/05
La bicicleta nueva es bastante eficiente cuando manejo por las pistas que no han recibido daños significativos en los últimos años, cuando ruedo sobre esas pistas siento la satisfacción que quise experimentar desde que empecé a pensar en una bicicleta nueva. Las calles duermen en el pesado sueño de las tres de la madrugada, su aire es refrescante y tímido y respirarlo es helado y pasajero. Algunas figuras transitan por la oscuridad y se asoman pálidos de bronce al jalde que vomitan los postes. Unos perros se abalanzan desde un jardín y persiguen la infinita cadencia de las ruedas, veo de reojo sus colmillos mientras intento girar en la próxima curva, en un momento inexacto silencian sus ladridos y me abro paso entre la deformidad de un asfalto desfigurado, lleno de huecos y pequeñas fosas de agua estancada; a pesar de ello no disminuyo la marcha, mojo las ruedas y mojo mis tobillos.
En la casa de Uncle P. ya se hallaba el taxi que nos llevaría a… Uncle P. tiene ojeras profundas desde hace años,  su piel blanca las delata como fruto de un desgaste en el brío de su esencia, en la encorves de su juventud. Me sonríe tratando de disimular, yo nunca traicionaría esa sonrisa. Dentro del vehículo él observa las luces, intercambia palabras con el taxista quien al parecer fue amigo de mi abuelo, el hombre es más ancho que su asiento, lleva una gaza sucia en el ojo derecho y bividi rojizo que estampa en su espalda sixteen´s sexy boy. Ambos ríen, Uncle. P con una delicadeza reservada, el taxista con estruenda felicidad y la mascarilla en la papada. Nos estacionamos en un grifo cercano y llenamos el tanque del tico destartalado, aparece un extraño desprolijo con la cabeza aún en la última dosis, nos balbucea algo y Uncle P. sube su ventana; el taxista, fuera de su auto, le da indicaciones para llegar a un parque seguro. Nos vamos del lugar.
Atravesamos la ciudad dejando atrás una estela de humo que la velocidad asesina de la máquina se adjudicó formar, desde el cristal veo las pequeñas luces que alumbran los cerros y parecen una marcha de almas afligidas que titilan sin descanso.  Dos perros cruzan con locura frente a nosotros, los faroles consiguieron iluminar sus costillas que luchan por ganarle a la carne bajo ese pelaje seboso; las bestias han sido más rápidas, a pesar de que el taxista no intentó disminuir la velocidad ni por solo un segundo, se han escabullido en los matorrales de un parque amarillo, que en sus bancas concentra el frío desolador de la noche y este arremete por las espaldas de un par de drogadictos. 
Llegamos al lugar señalado, aún la oscuridad sigue instalada en el cielo y este lugar tiene olas de gente y de …, hay camiones con las luces prendidas y el motor apagado, vendedores furiosos y consumidores desconfiados, hay hombres y mujeres gritándose entre ellos y mostrando los dientes, recelosos de lo suyo, tomando el dinero con las manos de araña, inhalando su perfume y besando su aspereza; sumando, restando, manipulando para conseguir más. El mono creó estas orgías comerciales, tenía que ser un juego sucio.
Uncle P. se sumerge a la corriente y yo lo sigo, se mueve con destreza entre sus iguales, me pregunto si él los verá así, o entenderá algo que yo no descubro en estos rostros anónimos. Giramos a la izquierda esquivando un grupo de carretillas y cruzamos un portón metálico, adentro es un hangar de materia colorida de diversos tamaños y casi todas ovaladas, esta se extiende hasta los últimos bloques de cada esquina, segmentada en especie y valorizada por temporadas. Un tipo muy bajito y muy normal nos recibe con una sonrisa falsa, Uncle P. le pide … y le entrega algunos billetes, recibimos un costal y lo subo a mis hombros. Regresamos por el mismo camino, un camión se dispone a marcharse y enciende sus luces delanteras, los alerones de neón colorea a las gentes de azul y púrpura, las desviste por unos segundos hasta que la gran nave deja un espacio vacío que es abordado con reflejos de coleóptero por los vendedores apurados, sus balanzas y sus costales voladores. Vemos al taxista sentado en el capó de su auto, pela una mandarina con los dientes y escupe las cáscaras a un lado de la vía estática, nos observa y abre la maletera y yo dejo el paquete con la delicadeza de quien abriga a un niño genio que despertó enfermo.
-Listo, solo faltan tres más. Vámonos ahora.
-Vamos.
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vagueandoando · 4 years
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Contrato de suerte
-Buenos días Don Alejando, pasé por acá. Ultimo piso lo van a recibir- Dijeron en recepción. Ahí me volvió la vista, deje de estar en la nube que venía. No podía ni siquiera recordar en que estaba pensando, pero me adentré al asensor, llegué al piso mas alto y me recibe otra chica en el hall.
-Por favor sientese acá, ya lo van a llamar, quiere algo para tomar? -Nono respondo, medio tembloroso-. Tengo recuerdos perdidos de donde estoy y algunos otros de cómo llegué. Lo ultimo que me acuerdo es el viento en la bicicleta. Igual estoy relajado, tengo la temperatura justa en el cuerpo, respiro profundo y me siento lleno.
-Pase, puerta grande del fondo- Me indica de nuevo la chica que me había recibido. Al entrar solo hay una silla y un escritorio, y detrás de el alguien que me estaba esperando.
-Buen día don Alejandro, cómo se encuentra? Fácil llegar no?
-Si bastante, tanto así que no recuerdo como vine, respondí entre risas. Un poco nervioso porque de verdad no me acuerdo nada pero no quiero poner incómodo a quien tengo en frente.
-Estamos acá para firmar unos papeles, hablar un poco de usted. Siempre lo vi como un buen hombre, trabajador, responsable con la familia, prolijo, difícil de corromper pero siempre dispuesto a ayudar, siempre siempre dispuesto a dar una mano, no se cansa de eso?
-La verdad que no señor, es más, creo que es una de mis grandes virtudes. No quiero hacerle acuse de nada, simplemente que vea un poco cómo yo las cosas, sin ofenderlo- Respondí un tanto timido mientras hago memoria.
Me mira fijo, me analiza, de a momentos hasta me siento incómodo.
-Pasa que algunas veces uno ayuda y no es reciproco, no le parece?
-Si puede ser, pasa que no hay q hacer todo pensando que a uno eso le va a volver, lo mío es desinteresado. Me gusta dar una mano y ver al resto bien, no todos corremos con la misma suerte.
-SUERTE. Ahí está. Usted, Don Alejandro, cree que uno debe ayudar porque tuvo mejor suerte que otros?
-Claramente, uno tiene que pensar que nunca le faltó la comida, que en los momentos que apretaban los tiempos, siempre aparecía una salida, y eso por más que uno se mueva e intente, a veces también juega un poco la suerte. No le parece?
-Acá no estamos muy de acuerdo con esa forma, con esa teoría. Mas que la suerte creemos en el destino. En que las cosas están escritas. Mayormente nos basamos en los hechos para que vean como nosotros lo vemos. Y cuando las cosas pasan como están escritas uno viene acá. Saluda a la familia, se siente lleno, aprecia mas el viento cuando sale...
En ese momento me empiezo a dar cuenta de todo, mientras no se como responder, me asusto un poco y trato de analizar un poco mas en detalle...
Entonces, contesté... en el barrio siempre había problemas, yo los escapaba ayudando, era una especie de trato con dios y con el diablo, aunque sabía lo que hacían mucho a los que ayudaba, lo hacía desinteresado. Hoy, cuando salía de casa, los chicos a dos esquinas, estaban un poco alterados, sabían que tenían algunas deudas contadas, cuando voy llegando la policía los acorralaba y en el medio de los gritos la suerte me jugó una mala pasada y creo que ahora estoy sangrando...
El viento en la bici se frena, siento frío, estoy agitado, respiro distinto, me siento vacío, entonces en un susurro escucho:
-Buenos días Don Alejando, pasé por acá. Ultimo piso lo van a recibir...
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