My final show in Tokyo! It was in the beautiful (gosh the acoustics..really, the perfect classical shoebox hall) Hamarikyu Asahi hall, so my theme was based on the kanji 朝日新聞 (The Asahi newspaper) , the first character meaning “new” and the second “hear” (makes sense!). The first half was full of new repertoire as well as familiar pieces but with a modern twist. The second was set in a musical style, where I used a newspaper as a prop to talk about important news - including the ones that don’t make the paper. “One-ness”, again, was the overall theme for this year.
今回使った楽器達や機材! Instruments I used in my final Tokyo Show
Voice/Whistle 声 /ホイッスル
Violin ヴァイオリン
Electric Violin エレキヴァイオリン
Anklet Bells アンクレット鈴
Piano ピアノ
Looper ルーパー
Kalimba + effect pedals カリンバ + エフェクトペダル
セトリです!
朝日浜離宮
2022.11.29 「新しく聞く」
1st stage
1. 二人の天使 Concerto Pour Une Voix
2. Riverdance/Drowsy Maggie
~ Season Medley ~
3. Spring: Caresse Sur l’Ocean
4. Summer: Vivaldi
5. Autumn: Autumn Leaves
6. Winter: Vivaldi’s Rain
~ Rock ~
7. The Stranger (Whistle)
~Jazz~
8. Misty
9. Spain
<INTERVAL>
2nd stage 〜The Musical
~ voice-over whilst walking with newspaper ~
* Newspaper - don’t believe in everything you read - 「これは現実なの?ファンタジーなの?」
1. Bohemian Rhapsody
2. Calling You
3. Airmail Special 〜男はつらいよ〜浜離宮朝日ホール30th Anniversary Vers.
4. The Winner Takes It All
5. Kalimba Improv - Somewhere Over The Rainbow
6. 無限に広がる大宇宙
7. Diva Dance
8. ひこうき雲
9. Ave Maria
10. Somewhere Far Away (Merry Christmas Mr. Lawrence) 戦場のメリークリスマス
He pasado tanto tiempo agonizando que no me había percatado de que ya estaba muerto. La muerte es solo un cambio de estado cuyo destino es el olvido de los demás. Al principio te recuerdan, hasta te añoran, pero poco a poco van rehaciendo sus vidas hasta que solo te conviertes en una foto perdida en un álbum. A veces, en fechas señaladas, hablan de ti y comentan aquel episodio ocurrido hace tanto tiempo, en el que aun se sentían cosas, tristes o alegres. Estoy muerto. No me ha dado tiempo a asumirlo y sin embargo empiezo a sentir un gran alivio.
Todo empezó en Bagdad. Me ganaba la vida como reportero free lance y mis conocimientos de la lengua árabe me dieron una gran ventaja en esta profesión. En la España de 1978 ya era raro encontrar periodistas que pudieran defenderse en un inglés correcto. Que además hablaran árabe era prácticamente imposible. Y si había un asunto internacional que levantara pasiones, ese era el del conflicto entre el mundo árabe e Israel. El dos de noviembre de 1978 no podía estar en mejor lugar que en Bagdad.
La Liga Árabe celebraba una cumbre para oponerse a los planes de Sadat, que buscaba lograr la paz con Israel por separado. Desde la revolución de 1952, que llevó al poder a Nasser, Egipto lideró la lucha política y militar de los árabes contra el estado de Israel, fracasando en todas ellas. Incluso Sadat, el ahora maldito, planificó y llevó a cabo la única de las guerras contra Israel en la que, aunque perdieron, los árabes ganaron. Fue la guerra del Yom Kippur, la fiesta de la expiación judía, en la que los ejércitos egipcios y sirios consiguieron sorprender a los israelíes y adentrarse en su territorio por primera vez. Era el seis de octubre de 1973 y los árabes consiguieron recuperar el orgullo perdido en 25 años de derrotas. Al menos ahora Israel tenía que tomarles en serio. La necesidad de paz que tenían un Egipto exhausto y un Israel rodeado de enemigos, animaron a ambos a aceptar en Camp David unos acuerdos que podrían llevar a la firma de la paz. Pero Sadat tuvo que pagar con el desprecio de sus antiguos aliados.
Acababa de hablar por teléfono con Joaquín Perea, el redactor jefe de internacional de El Pais, con quien había cerrado un acuerdo poco antes de salir hacia Bagdad. La noticia que le trascribí no era muy larga. Apenas daba para una columna, pero era más que suficiente. Me quedaban unas pocas horas antes de tomar el vuelo hacia El Cairo, en donde al día siguiente iba a entrevistar al general Abdel Gamassi, que había sido cesado hacía apenas unas semanas como ministro de defensa. Gamassi era un obstáculo para el rais en su camino a la paz con Israel y decidió quitárselo de en medio. No había entrevistado a nadie tan importante en toda mi vida y estaba muy excitado. Podía ser algo muy jugoso si lo hacía bien, así que decidí aprovechar ese tiempo para pasear por el centro de Bagdad y tomarme un té en alguna de las terrazas de la calle Al-Mansur.
Cualquiera que haya pasado apenas unas horas en alguna ciudad árabe sabrá que sus habitantes viven el tiempo de otra manera. No es que la vida sea más tranquila, no. La ciudad árabe es el ejemplo más evidente de entropía que se pueda encontrar en el planeta Tierra. El orden establecido es el caos. Las callejuelas de la medina son un laberinto indescifrable solo accesible a los iniciados. Sus habitantes van de un lado a otro en un aparente desorden, solo interrumpido por la llamada del muecín a una de las cinco oraciones diarias. Y sin embargo, este caos ficticio esconde un ritmo lento, pausado. Todo lleva su tiempo y sus rituales. Desde la comida, muy elaborada, hasta el comercio, donde el arte del regateo es algo obligado. Aquí no hay necesidad de llenar el tiempo. Uno puede estar horas sentado en un café sin hacer nada y sin sentir que está procrastinando. Y eso es lo que me disponía a hacer en esas horas que me quedaban de estancia en Bagdad. Tan solo estar. Y ver pasar a la gente. Y hacer balance de mi vida.
Al igual que una ciudad árabe yo también había llevado una existencia caótica, aunque no me arrepentía de ello. En cierto modo yo la había elegido y también la había disfrutado. Pero había llegado el momento de echar el ancla al abrigo de un puerto seguro, al menos si no quería perder definitivamente a mi esposa y, con ella, a mis dos hijos. Candela era una mujer extraordinaria, con unas enormes ganas de disfrutar de la vida. Era puro hedonismo. Yo también lo era, hasta el extremo de no querer asumir mi parte de responsabilidad cuando quedó embarazada. Sí, nos casamos, y como Dios manda. Pero desde entonces buscaba cualquier excusa para alejarme de ellos; era reportero y tenía que ganar dinero para pagar la casa, la comida y tantas cosas. Bien sabía yo que podía ganarme la vida de cualquier otra manera, pues no me faltaban recursos. Tenía pánico de esa vida, la que había amargado la existencia a mi padre, llena de sueños frustrados. Sin embargo, era consciente de que mi egoísmo había hundido los sueños de Candela. Su luz, su fuego, se estaban apagando por mi culpa y no era justo. Había tomado una decisión. No quería perderla, iba a estar a su lado.
Había conocido a José Oneto dos años atrás, en una de esas reuniones festivas en las que políticos y periodistas buscan contemporizar, y desde hacía algunos meses me animaba a entrar en Cambio 16, en un puesto atractivo y mucho más tranquilo que todo lo que había conocido yo antes. Hasta entonces lo había rechazado,
-Gracias, Pepe. Ya sabes que yo soy poco de redacción. Se me caería el techo encima
A lo que él siempre contestaba, -Sé que en algún momento dirás que sí. La aventura también cansa.
No, la aventura no me había cansado, pero ahora tenía otras prioridades y había llegado el momento de decir sí. Además, la entrevista a Gamassi podía darme muchos puntos y quién sabe, podría ser el inicio de la carrera hacia la élite del periodismo. ¡Gamassi!. Se me había pasado el tiempo volando. Debía encaminarme ya hacia el aeropuerto si no quería perder el vuelo.
Guardaba yo un mal recuerdo del aeropuerto de Bagdad. Hacía apenas unos meses cubría el viaje oficial que los reyes de España hacían a Iraq, para entrevistarse con el presidente de la república Ahmad Hassan Al-Bakr. El avión que trasladaba a la prensa llegó dos horas antes que el de los reyes y sin embargo no pudimos cubrir la recepción por el bloqueo y los malos tratos recibidos por el personal del aeropuerto, supongo que nada casual. Las dictaduras y la libertad de información nunca han sido buenas compañeras. En España eso lo sabíamos bien. Era un aeropuerto pequeño, viejo e incómodo, recuerdo del dominio británico desde el final de la primera guerra mundial. Pero Inglaterra había dejado un mal recuerdo entre los iraquíes y ahora era Francia la amiga fiel. Y francés era el capital que estaba construyendo el nuevo aeropuerto internacional y para cuya inauguración aún faltaban meses de trabajo. Así que me tuve que conformar con el viejo aeropuerto.
Afortunadamente no tuve que esperar mucho tiempo para subir al avión. Tampoco era un último modelo. Se trataba de un boing 707 de comienzos de los 60 con los que el gobierno de Nasser había modernizado la flota. Era un modelo fiable, pero no me quitaba el pánico que tenía a volar. Alguien me dijo que eso era síntoma de inteligencia, pero en esos momentos hubiera preferido ser un idiota. O en realidad sí lo era ¡Hacerme reportero con esos miedos! En otras ocasiones solía engañar al miedo con unos cuantos tragos de whiskie, pero estaba tan absorto con la entrevista a Gamassi que se me olvidó emborracharme. Había dos filas de asientos a cada lado del pasillo y a mí me tocó el último de la última fila. El de la ventanilla. Tuve que sortear las piernas de un tipo extraordinariamente alto y ancho. No mediría menos de dos metros diez y le calculo un peso de 130 kilos. Iba a ser un vuelo inolvidable. A mi lado, que apenas llego al metro sesenta, parecía Gulliver en Lilliput.
El avión iba lleno y no tuve ocasión de cambiarme de sitio. Me entretuve en observar a los viajeros. Casi todos eran árabes. Sirios, iraquíes, egipcios, libaneses y algún que otro palestino. Había también algunos occidentales, casi todos europeos. Y tres individuos a medio camino entre oriente y occidente que llevaban en la cara el sello del Mossad. No habíamos despegado aún y ya estaba deseando aterrizar. El avión comenzó a moverse lentamente hacia atrás. Miré al techo, quizás para encontrar algo en lo qué fijar mi atención, pero no hallé nada de interés. Por el pasillo cruzó una azafata que me sonrió al toparse con mi mirada. Tenía unos bellos ojos oscuros que contrastaban con su elegante uniforme azul. Uno de los chicos de Sión volvió la cabeza, quizás para comprobar que la azafata tenía todo en su sitio. Era una cara difícil de olvidar. Tenía porte de galán francés, a lo Belmondo, y una mirada que helaba. Nada bueno podía pasar con ese personaje a bordo. Se trataba de Michael Harari, uno de los agentes más eficaces del Mossad. Hacía apenas dos años que había saltado a las portadas de la prensa con el asunto de Entebbe. Pero no todas las intervenciones de Harari habían salido bien. En 1973 intervino en el asesinato de un camarero marroquí en Noruega, al confundirle con uno de los terroristas que organizó la matanza de Munich en los juegos olímpicos del 72. No sé qué podía hacer ese individuo en el mismo avión en el que viajaba yo. Quizás fuese un regalo de Begin a Sadat. Un regalo envenenado.
Mientras tanto el avión se encaminaba lentamente hacia la pista de despegue. Por la ventanilla podía ver cómo el coche guía dirigía al boeing por el camino correcto. Unos mecánicos comprobaban el estado del tren de aterrizaje de un avión de la Lufthansa. El sol comenzaba ya a ocultarse por el horizonte. La azafata volvió a pasar y debió verme una cara un tanto desencajada porque me preguntó, en un inglés de Harvard, si me encontraba bien. Con la mirada le decía que me sacara de allí, pero farfullé algo en algún idioma y se fue, dejándome otra sonrisa. Los diez minutos que tardó el avión en llegar a la pista de despegue fueron interminables, a pesar de las coquetas miradas que me regalaba la azafata de ojos oscuros y uniforme azul, mientras nos explicaba qué debíamos hacer en caso de accidente. ¿Realmente alguien cree que se puede hacer algo en caso de accidente a diez mil metros de altura? Quizás sea por ese empeño religioso en asegurar la salvación de todos. A mí que me dejen en paz con la salvación. Yo lo que quiero es salir de aquí.
El avión se pone en posición en la cabecera de pista. El mando de gases empieza a accionarse lentamente hasta alcanzar la máxima potencia, la misma que alcanza mi presión arterial. El ruido de los motores se me clava en la nuca. Estoy apretando con fuerza el brazo del gigantón que hay a mi lado, pero no me dice nada. Seguramente ni se ha dado cuenta. Comienza la carrera del despegue, el avión acelerando hasta que el morro comienza a levantarse. Cierro los ojos y sin darme cuenta rezo. ¡Pero si yo no creo¡ ¿Por qué esta vez el pánico ha inundado mi mente? ¿Por qué me da tanto miedo perder a Candela? ¿Por qué deseo estar más que nunca con mis hijos? ¿Por qué tengo tanto miedo a perder la vida?
Por fin el avión alcanza la altura necesaria y pone rumbo a El Cairo. Se encienden las señales que indican que uno ya puede desabrocharse el cinturón de seguridad y fumar. El gigantón saca un paquete de Camel y me ofrece un pitillo. Yo no suelo fumar y me molesta que se haga en sitios cerrados, pero esta vez agradezco el gesto. Noto que la tensión se va disipando. Y sonrío. No sé cómo he podido perder los nervios de esa manera tan irracional. Pero ya pasó. Ahora puedo mirar por la ventanilla sin miedo y disfrutar de la altura. ¡Qué pequeño e insignificante se ve todo cuando estás en lo más alto¡ Así deben vernos los que manejan los hilos del teatro de marionetas. Con qué facilidad disponen de la vida de los demás. No es de extrañar que algunos se rebelen violentamente. Y no digo que lo apruebe, simplemente que no me sorprende. Recuerdo…
Mi mente estalló en mil pensamientos. Por mi cabeza pasó una infinidad de imágenes, datos, informaciones a una velocidad muy superior a la que llevaba el avión. Ella se dirigía por el pasillo hacia el servicio situado justo detrás de mí. Al principio su cara me resultaba familiar, pero tardé un par de segundos en reconocerla. Hacía apenas unos meses un comando formado por palestinos y libaneses secuestró dos autobuses y un taxi en la carretera costera de Tel Aviv. Su objetivo era tomar la Kneset en la capital israelí y protestar por el acercamiento de Egipto a Israel. Pero el resultado fue una masacre con decenas de víctimas. Entre ellos una de las líderes del comando, Dalal Mughrabi, una atractiva palestina, de apenas 20 años, nacida y criada en el campo de Sabra. Pocos días después se organizó un homenaje a la ya mártir y heroína en Gaza, al que yo asistí como corresponsal. El acto culminó con el comunicado leído por Rashida Mughrabi, hermana mayor de Dalal, que juró vengarse de sionistas y traidores. Y Rashida estaba allí, en el avión, pasando a mi lado.
Mi pánico se había desvanecido. Salió toda la fuerza del reportero que llevaba dentro, porque era plenamente consciente de que me encontraba en el epicentro de la noticia. No sabía si saldría con vida de allí. Pero, en ese momento, eso había pasado a ser una preocupación menor. En mi mente empecé a ordenar todo: Camp David, Michael Harari, Rashida Mughrabi. Intenté no perder detalle de los movimientos de todos los pasajeros porque sabía que, en breve, algo iba a pasar.
Llevábamos ya una hora y veinte minutos de vuelo y apenas nos quedaban treinta para llegar a El Cairo. Algo me decía que esa noche no dormiría allí. Dos hombres corpulentos, de aspecto palestino, se levantaron llevando cada uno una pistola y una granada. Uno se dirigió hacia la cabina de tripulación, mientras que el segundo nos ordenaba a todos, en árabe y en un pulido inglés, que nos quedáramos quietos en nuestros asientos, asegurándonos que nada nos iba a ocurrir. También ellos se empeñaban en tranquilizarnos con la salvación, aunque dadas las circunstancias era más una burla que otra cosa. Y a mi lado, con la única separación del gigante, estaba ella, Rashida, empuñando un revolver, pequeño pero letal. La tenía tan cerca que podía oler su miedo y su odio. Y era este último el que dominaba. En sus ojos se leía la determinación de acabar con todos, incluso si hacía falta consigo misma. Ella también quería ser una mártir, como Dalal y se llevaría por delante a todos esos sionistas y traidores. En aquel momento el 707 se había convertido en un enorme féretro.
El avión dio un giro hacia la izquierda. Poníamos rumbo sur, hacia el interior de África. No sabía cuál podía ser nuestro destino, pero estaba claro que no era El Cairo. Noté sobre mi brazo un peso enorme, algo comenzó a presionarme con fuerza, con mucha fuerza. Era la mano del gigantón. Levanté la vista hasta cruzarme con su mirada. Sus ojos estaban acuosos y me pedían un gesto de afecto, algo que le hiciera salir de ese agujero. Le sonreí mientras le daba unos golpecitos en la mano, para engañarle diciendo que todo iba a salir bien. Respiró profundamente aliviado y cerró los ojos. Rashida volvió la vista hacia nosotros para asegurarse de que no fuéramos a cometer ninguna tontería y al mirarme se quedó pensativa durante unas décimas de segundo, como diciéndome: “yo a ti te conozco, te he visto en algún sitio”. A alguien le entró un ataque de pánico y se crearon unos momentos de mucha tensión. Los dos secuestradores del pasillo se pusieron muy nerviosos, gritando a todos que se callaran y en un momento temí que a alguien se le escapara un disparo. No solo a los palestinos. Me fijé en la facción Mossad. Parecía que iban a tomar parte en el juego, pero luego decidieron que no era el momento. Salió el tercer terrorista y puso orden. Sin duda era el jefe del comando, el que tenía más experiencia.
Durante unos cuarenta y cinco minutos todo estuvo en calma. No habíamos variado el rumbo y suponía que debíamos de estar entre Libia, Chad y Sudán, en pleno desierto. No podía ver nada a través de la ventana porque era de noche. Hacía tiempo que había dejado de ver luces de poblaciones. Por dónde íbamos no había mucha civilización. Y entonces ocurrió todo de repente. Los tres supuestos miembros del Mossad saltaron hacia los terroristas, sin duda con la intención de reducirlos. Al verse sorprendidos ambos levantaron el arma que llevaban con la intención de disparar. Al del fondo no le dio tiempo, ya que el agente israelí se tiró, con todo su peso, sobre él. Pero Rashida sí disparó. Dos veces. La primera bala alcanzó a Harari antes de que este pudiera conseguir su objetivo. La segunda impactó en una ventanilla, haciéndola añicos. El avión se descontroló y un gran número de objetos comenzó a dirigirse violentamente hacia la ventana, como si se tratara de una aspiradora gigante. Incluso el pasajero más cercano a la ventana fue succionado por ella en cuestión de segundos, sin que nadie pudiera hacer nada. El avión se despresurizó bruscamente, las mascarillas de oxígeno se soltaron y el pánico se adueñó del avión. El jefe del comando volvió a salir de la cabina. Ahora había cuatro pistolas dispuestas a ser disparadas. Y había cinco personas que empezaban a sentir los síntomas de la apnea, por la falta de oxígeno en el avión. La vista comenzaba a nublarse. Pero antes de perder el conocimiento Rashida decidió cumplir con su objetivo. Una lluvia de balas barrió el avión en toda su longitud, hasta que estalló y se partió en dos. Mi mitad caía libremente por el espacio, mientras yo, sin soltar la mascarilla de oxígeno, me acurruqué junto al gigantón a esperar el final.
To make the search on the blog easier, I've compiled a list of the movies, shows, etc that have at least one music here. I'll do my best to keep it updated as I add more.
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12 Monkeys
28 Days Later
2001: A Space Odyssey
A Girl Walks Home Alone At Night
Alien
Aliens
American Beauty
A Nightmare On Elm Street
Arizona Dream
A Series of Unfortunate Events
Babe
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Basic Instinct
Batman Returns
Beetlejuice
Black Swan
Blade Runner
Blood Simple
Bram Stoker's Dracula
Brazil
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Carrie
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Conan The Barbarian
Coraline
Corpse Bride
Crash
Crimes Of The Future
Dancer In The Dark
Dark City
Darkman
Death Proof
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Divine Intervention
Donnie Darko
Don't Worry I'm Fine
Dune (1984)
Dr. Strangelove
Dune (2021)
Edward Scissorhands
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Escape From New-York
Eternal Sunshine Of The Spotless Mind
Excalibur
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Home Alone
Howl's Moving Castle
Interstellar
Interview With A Vampire
In The Mood For Love
Jane Eyre (1996)
Jane Eyre (2011)
Jurassic Park
La Belle et la Bête / Beauty And The Beast (1946)
Legend
Leon
Le Père Noël est une ordure / Santa Claus is a Stinker
Lisa Frankenstein
Little Miss Sunshine
Little Women (1994)
Mad Max Fury Road
Mandy
Melancholia
Microcosmos
Midnight Express
Midsommar
Moonrise Kingdom
Moulin Rouge!
Mulholland Drive
Near Dark
Nikita
Nope
O Brother, Where Art Thou?
Oldboy
Once Upon A Time In The West
Only Lovers Left Alive
Oppenheimer
Out Of Rosenheim / Bagdad Café
Perfect Blue
Perfume : The Story Of A Murderer
Portrait Of A Lady On Fire
Ravenous
Re-Animator
Romeo + Juliet
Pan's Labyrinth
Phantom Of The Paradise
Phenomena
Philadelphia
Pi
Pink Floyd The Wall
Platoon
Poltergeist
Practical Magic
Predator
Pride And Prejudice
Princess Mononoke
Queen Of The Damned
Requiem For A Dream
Robocop
Rosemary’s Baby
Scanners
Scream
Sleepwalkers
Sleepy Hollow
Starship Troopers
Star Wars Episode IV
Star Wars Episode V
Star Wars Episode VI
Strictly Ballroom
Suspiria (1977)
Suspiria (2018)
Tacones Lejanos / High Heels
Terminator 2 : Judgement Day
The Abyss
The Addams Family
The City Of Lost Children
The Company Of Wolves
The Craft
The Crow
The Dark Crystal
The Elephant Man
The Exorcist
The Fifth Element
The Fly
The Frighteners
The Hobbit : An Unexpected Journey
The Hunger Games
The Hunger Games : Catching Fire
The Hunger Games : Mockingjay Part 1
The Hunger Games : Mockingjay Part 2
The Innocents
The King And The Mockingbird
The Land Before Time
The Lord Of The Rings : The Fellowship Of The Ring
The Lord Of The Rings : The Two Towers
The Lord Of The Rings : The Return Of The King
The Lost Boys
The Lovely Bones
The Matrix
The Mission
The Neverending Story
The Nightmare Before Christmas
The Omen
The Others
The Piano
The Prestige
The Rocky Horror Picture Show
The Shining
The Sixth Sense
The Tale Of The Princess Kaguya
The Terminator
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Carol Christine Hilaria Pounder (born December 25, 1952) is a Guyanese-American actress. She appeared in numerous plays, films, television shows, and miniseries. She starred in ER, The Shield, she was nominated for an Emmy ad NAACP Award, Warehouse 13, Sons of Anarchy, and NCIS: New Orleans. She is the voice of Amanda Waller in Justice League Unlimited. She matriculated at Hastings College of Arts and Technology, studied painting, and she graduated from Ithaca College. She married Boubacar Kone (1991-2016), and they have 3 children. She appeared in All That Jazz, Go Tell It on the Mountain, Prizzi's Honor, Bagdad Cafe, Postcards from the Edge, Psycho IV: The Beginning, Benny & Joon, Demon Knight, Face/Off, End of Days, Orphan, Avatar, The Mortal Instruments: City of Bones, and Godzilla: King of the Monsters. She made her acting debut in All That Jazz. She appeared in The Mighty Gents and Open Admissions on Broadway. She starred in Bagdad Café and has made smaller appearances in many other successful films. She first appeared in guest roles on Hill Street Blues, The Cosby Show, L.A. Law, The X-Files, Living Single, and Quantum Leap. She had guest appearances on The Practice, Law & Order: Special Victims Unit, Millennium, The West Wing, and Women in Prison. She has lent her voice to several video games and animated projects, including Aladdin and the King of Thieves, True Crime: Streets of LA, Gargoyles, as well as the video game Batman: Arkham Origins, its sequel Batman: Arkham Origins Blackgate, Batman: Assault on Arkham. She was one of the readers for Unchained Memories: Readings from the Slave Narrative. She was one of the stars of Brothers. She was nominated for the Emmy Award for Outstanding Guest Actress in a Drama Series for her appearance in The No. 1 Ladies' Detective Agency. She had a recurring role in the Sons of Anarchy. She co-starred in The Mortal Instruments: City of Bones. In The Lion Guard, she voices Kongwe. She made an appearance in the London production of Wicked. #africanhistory365 #africanexcellence https://www.instagram.com/p/CmmW_6iLlRg/?igshid=NGJjMDIxMWI=
“Del carbón se hacen diamantes” (Hannah Asher x Dean Archer) Chicago Med Fanfic
Desde que ella llegó, él no tenía la menor intención de aceptarla como un miembro “honorable” del equipo de Urgencias. La señora Goodwin la contrató, pero el experimentado cirujano siempre iba a tener sus reservas. Todos son propensos a cometer errores, pero algunas personas nunca dejan de balancearse al borde del abismo. Quizá se debía a que él era muy duro con sus propios errores, quizá se debía a ese urgente sentido del deber que siempre llevaba a cuestas, pero no iba a dejar que la joven doctora Hannah Asher perdiera el camino así de fácil.
Dean Archer fingía llenar los formularios de alta en una de las computadoras frente a Tratamiento 3, dónde Hannah revisaba con su característica dedicación a una paciente.
– Hola, Dean. – La conocida voz de Ethan le hizo volver en sí. Por lo que cerró su sesión y se dio la vuelta para tomar nuevamente su tableta. –¿Qué tal va tu mañana? – El otro médico militar le regaló una de sus sonrisas afables mientras el mayor intentaba ocultar sus verdaderas acciones.
–Bien, supongo. ¿Qué tal la tuya, Ethan? ¿Quieres un café? – Dean miró de reojo hacia donde estaba Hannah, quien ahora cerraba la cortina para iniciar un examen. Exhaló lentamente para relajarse y que fuera menos notorio su nerviosismo.
– Estoy intentando disminuir mi ingesta de cafeína, pero te acompaño. – El jefe de urgencias comenzó a caminar hacia la sala de descanso. – ¿Cómo sigues después de tu pequeño altercado? – Ethan sonrió de medio lado, intentando restarle importancia al asunto aunque genuinamente estaba preocupado por el contrario.
– Me encuentro bien. No tienen que preocuparse más por eso. – El ojiazul tomó la cafetera ya terminada para poder servirse en uno de los vasos de papel. Siguió añadiendo un sobre de azúcar y dos cucharadas de crema.
– Hannah mencionó hace unos días que no podías operar y supuse que podrías necesitar algo de ayuda con los casos o quizá en tu propio tratamiento. – El castaño se recargó contra uno de los estantes, cruzándose de brazos y a la expectativa de lo que pudiera decir el mayor. Pero hubo una larga pausa. – Espero no te lo tomes a mal, después de todo somos colegas y… amigos. – Dean suspiró con pesadez, no estaba de humor para lidiar con este asunto. Alzó una de sus cejas para denotar la molestia que sentía porque de nuevo la joven rubia estaba causando alboroto. Primero le receta una dosis de analgésicos menor a la necesaria, luego lo hace sentir obsoleto y ahora estaba poniendo en evidencia que no podía realizar su trabajo.
– Fue un malentendido nada más. Ella… – El cano doctor bebió su primer trago del oscuro líquido y volvió a recordar que últimamente no estaba odiando tanto a Hannah Asher, sin embargo, aún le creaba cierta incomodidad tener que lidiar con ella. – Ella ya me está ayudando. – Dean se relamió los labios y fingió una sonrisa para acompañar la mentira. – Pero te agradezco, Ethan. Ahora, si me disculpas, tengo que seguir trabajando. – De pronto el café le supo tan amargo como el hecho de tener que pretender que no sentía dolor y que la molestia hacia la obstetra ahora fluctuaba entre la incomodidad y la desconfianza. No estaba seguro de por qué no podía quitársela de la mente desde que habían operado juntos hace apenas unos días. No estaba seguro si podía confiar en ella o no para que lo apoyase en una situación tan problemática como lo es tener que aumentar cada vez más la dosis de las pastillas después de que un paciente drogado le rompiera las costillas y la nariz.
– Doctor Archer, Doctor Halstead. Viene paciente grave, irán a Bagdad. – La voz de Maggie lo hizo volver a la tierra. Dejó el vaso de papel a un lado y se apresuró para recibir a los paramédicos.
– Gregory Mccoy, 35 años. Automóvil contra peatón. Intubamos y canalizamos en el lugar. Fractura expuesta de fémur, controlamos la hemorragia. Presión 90 sobre 60, pulso 120. – La paramédico Courtney relataba conforme empujaba la camilla hacia la sala de trauma correspondiente.
–Bien, vamos a transferir a mi cuenta. 1… 2… 3… – Todo el grupo pasó al hombre inconsciente de la camilla a la cama ya instalada en el hospital y las enfermeras comenzaron a conectarlo a los monitores y a despojarlo de su vestimenta. – Necesito rayos equis. – Añadió Dean mientras abría sus párpados para verificar la actividad cerebral. –Pupilas reactivas. –
–Es un milagro. Sonido de respiración bilateral. – Añadió el pelirrojo y enseguida tuvieron que hacerse a un lado para que se acercara el técnico de rayos equis. – Atrás…– Todos dejaron que Mike tomara la radiografía, que enseguida apareció en la pantalla. – Tres costillas rotas. – Dean hizo una mueca de empatía.
–Hay que hacer un escaneo rápido para descartar hemorragia interna. – El más joven de los médicos asiente y acerca el aparato para realizar el examen ante las indicaciones de su superior. – Al parecer tiene una laceración de hígado. Doris, avisa a quirófano, hay que intentar resolver eso antes de seguir con sus fracturas. –
– Enseguida. – La enfermera asiente y sale de inmediato para informar a Maggie sobre los pasos a seguir. –
–¿Necesitará asistencia? Hannah mencionó que… – Empezó a expresar el pelirrojo y por mucho que Dean quisiera decir que no, sabía que no podía arriesgarse.
– Claro. Prepárese, doctor Halstead. – No tenía que sonreírle al menor, sabía que él y Hannah no habían sido solo amigos. O al menos esa impresión daban a todo el mundo últimamente. –Vamos a transportarlo y a prepararlo para operación. – Quitó el seguro de las ruedas y avanzó junto al equipo para salir de la sala de trauma. Camino al elevador su mirada se cruzó momentáneamente con Hannah Asher, la rubia parecía desconcertada ya que el jefe de Urgencias tenía sus ojos fijos en ella.
______________________________________________
– ¿Sabes qué le sucede a Dean Archer últimamente? – Preguntó Hannah a la jefa de enfermeras quien estaba como siempre ocupada en la estación de enfermeras.
–No lo sé. Supongo que nadie vuelve a ser el mismo después de ser golpeado con un extintor. – Maggie se encoge de hombros restándole importancia al asunto.
La rubia pasa por alto el chiste de la castaña y aún consternada se acerca un poco más para hablar bajo. – Maggie, me parece que el dolor no le deja hacer su trabajo como es usual. Alguien debería hablar con él. Quizá si lo reportamos a Goodwin…–
–Creo que antes de escalar el asunto, deberíamos intentar hablar con él directamente, Hannah. – La actitud maternal de Maggie sale a flote, tomando con mayor seriedad la conversación. –No creo que debamos empezar con acusaciones…–
–No hablo de acusarlo. Simplemente no sé si Dean Archer realmente escuchará a alguien que no sea su superior. – La rubia suspira y niega con la cabeza. –¿Intentarías hablar con él, Maggie? –
–Hannah, ya lo dijiste. Nadie realmente es tan cercano a él como para…– La mayor se detiene al notar que el doctor Choi pasaba frente a ellas. –Ethan…– Le hace una señal con la cabeza para que se acerque. –¿Intentaste hablar con Dean hoy? –
–Claro. Después de lo que dijo Hannah, creí que lo mejor era abordarlo como en una charla casual y tratar de que me confiara su situación pero… – El pelinegro se encogió de hombros. – … no conseguí que me dijera nada. Dice que todo está bien y que de hecho, ya te había pedido ayuda a ti, Hannah. –
–¿A mí? – La rubia enarcó una ceja y después negó. –No, en lo absoluto, le ofrecí mi ayuda pero la rechazó. – Ethan Choi se cruzó de brazos. –Opino que deberíamos acudir con la señora Goodwin… –
–No, creo que es pronto para reportar a Dean. Todavía hay alguien más indicado para encargarse del asunto. – El médico militar desvía su mirada hacia la jefa de enfermeras. – ¿El doctor Charles está de guardia hoy? –
–Sí, como casi siempre. Pero hoy no lo he visto bajar a consulta. – Respondió Maggie mientras echaba un vistazo a los horarios en la computadora.
–Bueno, yo de hecho iba a pedirle una consulta para mi paciente. Creo que tiene depresión post-parto y me vendría bien una segunda opinión. – Añadió la rubia. –¿Puedes llamarlo, Maggie? Le comentaré el asunto de Dean cuando baje. – El otro par asintió y Maggie alzó el auricular para comunicarse con el psiquiatra.
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Dean Archer se esforzaba para que sus gestos y sus movimientos no pusieran en evidencia el malestar que sentía. Las operaciones podían tardar horas en condiciones normales, pero con dolor, todo el tiempo que estuviera de pie en el quirófano podría ser verdaderamente una tortura. Respiraba lentamente para intentar concentrarse en lo que hacía y nada más.
– Doctor Archer, si está de acuerdo, creo que podría apoyarlo desde este ángulo. Solo indíqueme lo que necesita que haga. – El pelirrojo intentaba no sonar demasiado preocupado, pero por el semblante del mayor, su primer instinto era solicitar el apoyo de otro cirujano en el quirófano híbrido.
– Sujete el cauterizador y ayúdeme a controlar la hemorragia de la laceración. – Dean pasó saliva, no estaba seguro de cómo podría realizar el trabajo hasta el final sin desmayarse del dolor. El tiempo de efectividad de sus pastillas era cada vez menor. – No, así no. El ángulo no está bien. Deme eso. – A final de cuentas, había sido soldado. Necesitaba cumplir con su deber sin importar lo que él estuviera experimentando.
–Su presión está bajando. – El anestesiólogo en turno intentó alertar al cirujano y todos comenzaron a sentir la tensión.
– Doctor Archer, creo que debería solicitar el apoyo del doctor Marcel o…– Will Halstead comenzaba a preocuparse por su paciente y no estaba dispuesto a que lo culparan de no sonar la alarma en el momento adecuado. Siempre había sido de los médicos más rebeldes del Med pero esta situación no era la indicada para eso.
– Guarden silencio y dejen que me concentre. Pinzas… – El mayor no iba a dejar que su carrera se viera mancillada por un dolor de cuerpo. Tenía que hacer lo necesario para salvar a su paciente y si eso requería soportar el terrible dolor que le taladraba los costados, eso haría. El sudor comenzó a aperlar sus sienes y su pulso comenzó a acelerarse mientras su mirada se fijaba en la mesa de operaciones y lo que estaba haciendo.
Will se debatía entre salir corriendo para llamar a Crockett o si intentar hacer algo para ayudar al jefe de Urgencias aun contra su voluntad. Cerró los ojos un momento, anhelando la iluminación del creador.
– Presión estabilizándose. – Al fin Marty hace un anuncio que le devuelve la vida al pelirrojo. Sin embargo, el experimentado cirujano estaba al borde del colapso. – Doctor Halstead, ¿cree que pueda ser capaz de cerrar? – La voz de Dean sonaba un poco más débil, pero al menos lo más difícil había pasado.
– Me parece que sí. Siempre y cuando pueda guiarme, doctor Archer. – El pelirrojo se posicionó a un costado de donde estaba el mayor. – ¿Podrían traer un banco al doctor? – Dean no se resistió esta vez, se encontraba demasiado adolorido para discutir. Asintió al mismo tiempo que daba espacio para trabajar.
– Aguja y sutura para el doctor Halstead. – Hizo una mueca de decepción. Sentí que muy pronto escucharía la voz de la señora Goodwin reclamándole por su imprudencia. Pasó saliva e intentó concentrarse únicamente en supervisar el trabajo del más joven.
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– Bueno, no me parece una depresión post-parto demasiado grave. Le he recomendado una buena terapeuta para estos casos, así que tengo esperanzas en que pronto vuelva a la normalidad. – El doctor Charles recién salía de Tratamiento tres y daba su reporte a la doctora Asher sobre su diagnóstico sin notarse preocupado en lo más mínimo.
–Muchas gracias, doctor Charles. Es un alivio. – El mayor se acercó a una de las computadoras y comenzó a llenar los formularios correspondientes. La rubia se acercó al psiquiatra y se aseguró de que nadie más a su alrededor escuchara. – Doctor Charles, quería pedirle un favor. –
– Dígame, doctora Asher. – Seguía con la mirada en la computadora mientras daba clics a las casillas correspondientes.
–Se trata de Dean Archer. Me preocupa… Bueno, a varios de nosotros, honestamente. – La menor se aclaró la garganta. – Tengo la impresión de que está pasando por una situación complicada pero no se anima a hablar con nadie al respecto y encima de todo el dolor que siente creo que comienza a afectar su desempeño en el trabajo. Tal vez usted pueda hablar con él…– La rubia se mordió el labio inferior, realmente no estaba del todo convencida de por qué tanta preocupación por el médico que con más dureza la había estado tratando desde que regresó al Med.
–Entiendo, doctora Asher. – Charles le dedicó una de sus sonrisas características al mismo tiempo que se acomodó la armazón de los lentes para tranquilizar a la obstetra. –Hablaré con él e intentaré llegar al fondo de este asunto. ¿De acuerdo? – El psiquiatra cerró su sesión en la computadora y después tomó su tableta para dirigirse a los elevadores.
Sin estar muy segura de por qué, Hannah seguía intranquila. Will entró a la estación de enfermeras e inició sesión en una de las computadoras para seguir llenando el historial de su paciente. –Hola, Hannah. ¿Cómo va el día? – El pelirrojo miró de reojo a la rubia que seguía pensativa.
– Hola. Todo en orden, ¿qué hay de ti? – Volvió en sí y tomó su tableta para disimular con una media sonrisa. –¿Estabas en el quirófano? — Notó que Will todavía tenía la cofia de cirugía.
–Sí, estaba con el Archer. Últimamente parece más gruñón de lo normal, pero tuve que cerrar yo porque él apenas podía estar de pie y…–
–¿Dónde está ahora?- Hannah lo interrumpió con suma preocupación en su expresión.
–Creo que en la sala de descanso. ¿Sabes lo que pasa? – Apenas terminó la primera frase, ella corrió hacia el lugar mencionado. Doris y Will se miraron el uno al otro con desconcierto mientras la gineco obstetra se alejaba.
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Hannah abrió la puerta de la sala de descanso con tal urgencia, que parecía una policía a punto de allanar una casa. –Dean…– Zach, el interno llevó una mano a su pecho para contener el gran susto que le había provocado la mayor. Dando lentas bocanadas de aire, intentó hablar de nuevo. –Zach, disculpa. ¿No has visto al doctor Archer? Me dijeron que estaba aquí y…– La rubia se acercó al contrario para ayudarlo a tomar asiento en la mesa del centro. El castaño negó.
–También… también lo estoy buscando. – Hanna le acercó una botella de agua y él la aceptó con gusto. – Me dijeron que estaba aquí, pero al parecer se acaba de ir. No lo veo desde hace mucho. –
–Perdón por asustarte así, escuché que no se había sentido bien en el quirófano y probablemente debería estar descansando. — La gineco obstetra no podía ocultar más su enorme preocupación por el jefe de Urgencias.
–Bueno, doctora Asher, ya conoce al doctor Archer, no es muy asiduo a tomarse descansos. Es probable que esté detrás de alguna cortina, revisando a un paciente. – Ella se quedó pensativa unos instantes, el menor sin duda tenía razón. Era mucho más lógico suponer que Dean estaba en alguno de los cuartos de tratamiento intentando “arreglarse” a sí mismo.
–Tienes razón, Zach. — Hannah se dirigió a la puerta. –Gracias y de nuevo, lamento haberte asustado. – Al salir nuevamente, se topó con Maggie. –Maggie, ¿hay cuartos de tratamiento desocupados? —
La jefa de enfermeras se quedó pensando unos segundos. – Me parece que se acaba de desocupar el uno. ¿Por qué? — La rubia no le dio oportunidad de terminar su pregunta.
— Si lo encuentra, ¿podría decirle que ya le envié los resultados de los análisis de la señora Jones? – El residente permaneció sentado y la castaña lo fulminó con la mirada.
– ¿Si encuentra a quién? – A Maggie no le gustaba estar al margen de lo que sucedía en su Sala de Urgencias. El menor se encogió de hombros, a juzgar por las acciones de la doctora Asher, no estaba seguro si debía ser discreto respecto a toda la confusión que él también sentía.
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Hannah Asher abrió con sumo cuidado la cortina en esta ocasión. No solo había entendido que quizá estaba actuando de una forma algo descolocada, tampoco quería volver a sorprender a la persona equivocada. Sus ojos brillaron cuando encontró a Dean Archer recostado en la cama, estaba conectado a un monitor y tenía los ojos cerrados. La rubia se acercó a revisar sus signos vitales en el aparato y se esforzó para no perturbarlo.
–Sé que estás ahí, Hannah. – La voz del mayor embelesó sus oídos apenas los alcanzó. Ella sonrió. –¿No tienes pacientes que atender? –
–Bueno, me parece que estoy viendo a uno ahora mismo. – La rubia se acercó al contrario mientras se acomodaba mejor el estetoscopio y amagó con colocarlo sobre su pecho.
–Oye, oye, ¿qué haces? — El exoficial de la Marina, se incorporó sobre la cama para evitar que la doctora se le acercara aún más. Comenzó a quitarse los electrodos del monitor y fingió que no sentía dolor a la hora de ponerse de pie.
–Will me dijo lo que ocurrió en el quirófano y solo quería asegurarme de que estuvieras bien, es todo. – La menor frunció el ceño sin dejar de mirar a Dean con genuina preocupación y este llegó a sentir culpa por causarle tal reacción, pero la culpa fue opacada de inmediato por el borboteo de unos celos rebeldes que surgieron de la nada. Los ahogó con un pesado suspiro.
–Exageró, no es nada. Solo no dormí bien. –
–No sé, pero no nos solemos conectar a los monitores cuando no dormimos bien. Déjame revisarte… Por favor. – Hannah no había retrocedido y sus enormes ojos azules podían desarmar a Dean en un segundo. Él apenas asintió cuando la contraria ya estaba alzando su filipina, lo cual desató todas las alarmas en su sistema.
–Woah. Al menos invítame un café primero. – Quiso bromear cuando apenas podía dibujar una sonrisa con sus trémulos labios.
–Sin duda los doctores son los peores pacientes. – Hannah por su parte intentaba no mirar demasiado al rostro de su superior, de alguna forma presentía que no tardaría mucho más en perder la batalla y se sentía ridícula porque no había encantos a los cuales sucumbir en este caso, al menos no los convencionales.
Dean bufó, sus miradas se encontraron por unos segundos y él sintió como si le oprimieran el pecho por lo que esbozó una mueca de dolor. La mano de ella sujetaba el extremo del estetoscopio sobre el varonil pecho por debajo de la filipina, pero de pronto con las yemas de los dedos comenzó a rozar la piel y fue como un choque de electricidad para el mayor. Su corazón comenzó a llamarla con urgencia desde la caja torácica. El cano doctor puso la mano sobre la ajena y miró fijamente a la rubia, empleando toda su fuerza de voluntad para no acabar con los pocos centímetros que los separaban y besarla.
–Doctor Archer, la tomografía del señor Jones…– Zach recorrió la cortina y el tiempo volvió a funcionar como siempre. Hannah se apartó de Dean, sintió que no lo había hecho lo suficientemente rápido y ahora todo lo que sentía se notaba en sus mejillas sonrojadas.
–Zach, ¡por un carajo! – El carácter del jefe de Urgencias hizo erupción y el pobre residente retrocedió un par de pasos. De pronto, recordó que ella estaba ahí y asintió, extendiendo su mano hacia el menor. – Déjame ver eso. Eh… Muchas gracias doctora Asher. – La aludida comprendió el mensaje y se apresuró a salir del cuarto, murmurando apenas un “de nada”.
El lugar más concurrido de la ciudad por décadas y catalogado la capital del comercio, sip... Estamos hablando de la Merced. Que secretos guarda en sus calles?; entre misionero y Ramón Corona está la plaza de la aguilita, se afirma que ahí estuvo el islote dónde los aztecas hallaron el águila posada sobre el nopal devorando una serpiente.
En esa misma plaza se encuentra una cafetería llamada Bagdad, su especialidad es el café turco, tiene paquetes de desayunos súper economicos y los chilaquiles están súper deliciosos....
El lugar es bastante agradable y al tener varios elementos decorativos de diferente época, planta, fotografías transmiten curiosidad y tranquilidad.
Em poucas palavras quero falar sobre a imprescindilidade de falar sobre a saúde mental, em especial da saúde mental do masculino homem, não de sua masculinidade,
homossexualidade, heterosexualidade, bissexualidade, mas de sua condição humana enquanto agente ativo de mudanças, inclusive a quebra do paradigma que se traduz em:
Homem não chora!
Nos notabilizamos pelas nossas trincheiras, escavamos as nossa fortalezas, nos preocupamos em não revelar fragilidades, vulnerabilidades, disfarçamos o quanto pudemos,
cobrimos os ombros, acobertamos nos cobrindo de cobertores, nos seguramos, seguramos nosso choros, fizemos coro, coramos, decoramos, disfarçamos e compensados, coroamos nossos tesouros.
Nunca, numa média, numa generalização, fomos homem " Campari"e nem Martini ou Whisky, nem na Martinica, Casablanca ou Casa dos Espíritos de Isabel Allende,fomos, nas ruas e estradas do Bagdad Café, Paris- Texas, 2001- Uma odisseia no espaço quando descobrimos Kubrick.
Descobrimos também que a eternidade é para o herói anônimo, o marido, o pai, o marido e pai de família.
Com Enio Morricone descobrimos que a vida tem trilha sonora, e ela é linda e dramática para homens e mulheres como em : Três homens e um conflito, Era uma vez no Oeste,Os violentos vão para o Inferno, Era uma vez na América, A missão , Os intocáveis,Os oito odiados e o mais celebrado: Cinema Paradiso.
Aprendemos a ser homens, seres humanos, e então nos perdemos em algum lugar entre o passado e presente.
Precisamos urgente nos reencontrar, nos abraçar, nos querer bem, sermos íntegros, honestos, leais, fiéis, a nossa missão.
Milhares de homens estão se drogando ou suicidando todos os anos no mundo.
Nunca estivemos tão carentes de uma palavra amiga, de um abraço, de um: " conte comigo amigo!"
Em poucas palavras: de Homem para Homem: você não está só!
Não temamos revelar nossa tristeza, decepção, desilusão, insatisfação, falta de tesão, impotência,tesão pelo sexo, pela vida, pelo companheiro ou companheira.
Não tema gritar, falar, murmurar baixinho que não aguenta mais tantas cobranças!
Lamentos, desabafos, encontram um porto seguro,um ninho, um berço, uma cama, um divã, um passado, um presente,um divino espírito santo, um filho, um pai,um avô, para simplesmente escutar seu choro, sofreguidão, sua emoção abafada, negada, nunca admitida de fragilidade.
Fragilidade não é fraqueza!
Ignorância não é vergonha!
Vulnerabilidade não é volubilidade ou volatibilidade!
Liquidez não é sublimação!
Trabalho, academia, internet, sexo,jogos,o outro, não defini o que nós somos!
No fim, o silêncio dá margem ao insólito "sorriso amarelo", o " estou ok", por dentro poucas palavras, nenhuma palavra,drogados, dragados, morte suicida dos Martinis, Vodgas, Camparis,Cervejas e tantas outras drogas( Veja gráfico em vídeo).
O Homem está pedindo socorro, inclusive o homem misógino" do Campari"!