Puedo ser tuya de espaldas
de esa forma desenfrenada
como a ti te gusta,
que observes las curvas
que te llevan a la cumbre,
invitarte a tomar mi cabello con fuerza
mientras mi boca demanda entre gemidos tu sabor,
deseo sentir cómo tu cuerpo
se desemboca sobre mi piel
cada vez que nos sumergimos en placer.
Soy el elefante en la habitación
aunque, en realidad,
nado en la tela de mi camiseta.
A veces nunca es suficiente.
Nunca en mi vida ha sido suficiente.
Me pregunto si algun dia lo será,
mientras escondo en capas gruesas
mi vergüenza.
Necesito que me muestren
si hay algo más allá de los huesos
o solo la gordura de una infeliz vida.
No es suficiente con esconderse,
no es suficiente con esconderla,
no es suficiente con vomitarla.
En la mesa de tortura
sirven a las doce,
los números se cuentan por sí solos,
diez, doce, quinientos, todo va en aumento
de manera desenfrenada y
no hay escape del postre,
una mirada al espejo
y al poste.
Huesos,
esos que me calan,
esos que anhelo,
que venero
y vuelo tan alto
en el manto de Mia,
pero caigo enamorada de Ana
Y empiezo otra vez.
Un poquito menos esta vez,
un poquito menos mañana
todo estará bien susurra Ana,
con pasos pequeños de tacón
se llega a la perfección.
Tengo predilección por los fantasmas. Me espantan en las noches. Digo que no, pero no me resisto. Su ausencia me carcome.
Sueño con un hombre invisible, me cuelgo de su cuello, y lo beso. A veces a escondidas, otras desenfrenada. Su olor permanece en mí al despertar. Ahí está.
Estiro la mano derecha en toda su plenitud. No hay nadie. Vacío. Ya te extraño de nuevo.
Sin las anclas farmacológicas, mi mente es un torbellino de emociones desenfrenadas. En mi versión controlada, me convierto en un ejecutante disciplinado de comportamientos socialmente aceptables, como si siguiera un guion preestablecido. La manía me envuelve en pensamientos acelerados, una sinfonía interna donde la realidad se desvanece en la vorágine de ideas.
En este estado, soy un equilibrista entre la euforia y la depresión. Puedo tocar las estrellas con la punta de mis dedos, pero siempre consciente de la inminente caída. Desde mi locura o cordura artificial, te invito a un recorrido por los intrincados recovecos de mi mente bipolar. La línea entre genialidad y desesperación es tan fina como una navaja afilada, y me encuentro danzando en ese filo, explorando las fronteras de la realidad y la fantasía.
Espero que esta carta te encuentre en buen estado y con una sonrisa de oreja a oreja, ¡porque ya casi estoy listo para aterrizar en ese paraíso playero que llamas hogar! Sé que puede sonar un poco loco, ¿verdad? Yo, uno completo desconocido, apareciendo de la nada y pidiendo alojamiento en tu refugio costero. Pero, ¿sabes qué? ¡La vida está llena de sorpresas!
Déjame contarte un poco sobre mí para que puedas reconocerme cuando llegue al aeropuerto. No voy a hablar sobre el color de mi cabello o mis ojos, porque eso sería imposible que lo vieras. Quiero que me veas más allá de lo superficial, tal cual lo haces con tus gafas especiales.
Para empezar, soy un alma inquieta, siempre buscando nuevas aventuras y emociones. Soy como un perrito callejero curioso, oliendo cada esquina y persiguiendo cada destello de luz. ¿Recuerdas ese cachorro juguetón que solía rondar por el vecindario? Bueno, ese sería yo.
Tengo una pasión desenfrenada por la naturaleza y por la escritura. A veces me desconecto del mundo en lugares como playas o bosques para inspirarme y tomar las palabras que vuela en lo etéreo y escribirlas en mi intento por ser eterno. Me siento más vivo cuando estoy bajo el sol, con los pies en la arena o perdido en un bosque espeso. No necesito lujos ni comodidades extravagantes; solo dame un paisaje impresionante y estaré en mi elemento.
Además, soy un gran amante de las historias. No importa si son libros, películas o simplemente anécdotas que, como dice mi amiga Irene, son las patoaventuras de la vida cotiiana, siempre estoy ávido de más. Soy como un cuervo que colecciona palabras en lugar de objetos brillantes. Las historias son mi tesoro más preciado.
Ah, y no puedo olvidar mencionar mi amor por la comida. Soy un explorador culinario, siempre dispuesto a probar platos exóticos y sabores desconocidos. Para mí, cada comida es una aventura en sí misma, y cada bocado es un nuevo descubrimiento.
En cuanto a mis habilidades, bueno, digamos que soy un poco como una mezcla de Bob el constructor y Dr. House. Puedo arreglar casi cualquier cosa con cinta adhesiva y un poco de ingenio. No soy el tipo de persona que se rinde fácilmente ante un desafío; más bien, lo veo como una oportunidad para demostrar mi creatividad.
Así que, tío, cuando nos veas llegar al aeropuerto, solo busca a alguien con la chispa de la aventura en los ojos, el olor a sal en la piel y una sonrisa ansiosa por explorar lo desconocido. Esa seré yo, listo para sumergirme en la maravilla de tu mundo costero.