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#prosa nocturna
Esa mirada me dice que seré parte de su futuro...
@teatro-magico-solo-para-locos
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jorgema · 9 months
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Dulces Amantes: ternura entre sábanas y la Luna
~
Ven esta noche, sumerjamos nuestros cuerpos entre las sábanas, y dejemos que el tiempo desaparezca al tocarnos la piel. Perdamos la razón en una búsqueda de ese paraíso que se esconde en nuestra cama al caer el sol, ese paraíso que comienza donde nuestros cuerpos se encuentran y nuestras almas se hacen una. Ven, dejemos que la realidad a nuestro alrededor colapse con tanta ternura, y hagamos que nuestro amor y la fuerza de nuestra pasión inicien en medio de suspiros un nuevo mundo, uno donde tus caricias son el cielo y mis besos el viento que corre tu piel. Solo ven, y déjame contarle una historia a tu piel, utilizando el silencio y el contacto con mi ser. Deja que ella descubra antes lo que tengo que decirte con mis labios, y así sabrás la profundidad de mis palabras y de los sentimientos que se envuelven entre cada letra que pronuncie. Ven esta noche, y entre las sábanas, démonos cuenta de que la eternidad se encuentra cuando mis labios se unen a tu piel, y que la inmortalidad se siente cuando tus labios cuentan cada lunar en mí. Ven, y seamos todo lo que nuestros corazones desean esta noche; pero sobre todo, seamos dulces amantes hasta que el sol invada nuestra habitación, convirtiendo cada encuentro en un poema, que perdurará en el tiempo, como testigo fiel de nuestro eterno y dulce amor en piel.
— Confesión Poética 43 || @jorgema
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Me recomendas algun libro, puede ser mas de uno. O alguno que te represente o sea una ventanita para conocerte mejor? Como saber quien sos? 🤔
Me estás matando jajaja. A ver te doy unos que siempre estarán en mi corazón y luego algunos que amé en los últimos meses.
Los de siempre:
Plegarias nocturnas de Santiago Gamboa
La vida ante sí - Romain Gary
La inmortalidad- Milan Kundera
Los suicidas del fin del mundo - Leila Guerriero
La saga de los juegos del hambre (Aguanten las distopias de YA)
Almas grises - Philippe Claudel
Prosas apátridas - Julio Ramón Ribeyro
El hambre - Martín Caparrós.
Libros que he amado en los últimos meses
Normal People - Sally Rooney
Klara y el sol - Kazuo Ishiguro
Babel: an arcane history- R.F Kuang
La canción de Aquiles - Madelaine Miller
The Silence of the Girls - Pat Barker
Sea of tranquility - Emily St. John Mandel
Toda la saga de The Poppy war - R.F Kuang
Perdón, me emocioné. Hay más pero ya es un abuso la lista.
¿Los tuyos? .
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francesco-de-angelis · 3 months
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De voluntades nocturnas en prosa (iii)
Mi cuerpo está próximo a apagarse, aunque no quiero que ocurra. Tengo en mente como diez ideas, rondando, comparando, estudiando posibilidades infinitas. El viento entra por la ventana, los perros duermen, todo es silencio profundo.
Busqué el amor durante tanto tiempo, sin saberlo, sin quererlo. Miré a los ojos pocas veces, a lo largo de estos meses, o años, ya no sé. Miré, digo, profundamente, la belleza pasó tal vez a un segundo plano, o incluso más. No fue mi intención buscar amor, ni observar. No me propuse nada. Fui sorprendido en cada ocasión. Todo se debió a que logré conectar, al menos durante un tiempo, con sus almas. No recibí pruebas fehacientes ni mucho menos, aunque sí noté el color de su interior. El fuego que brotó de sus miradas, el perfume de la piel al acercarse. Fenómenos tan extraños como vibraciones, percepciones, palpitaciones incluso.
La inocencia, la humanidad del enamoramiento fugaz, del sorprenderse. No esperé nada, a diferencia de hace algunos años. Al no esperar, no generé expectativas. No tuve decepciones. Sólo propias, vinculadas con lo que debí hacer o dejar de hacer.
Soy esto, un hombre sencillo, tal vez un poco anticuado para la época en que vive, con su peinado y sus ropas desactualizadas, la nariz ancha, un cuello no muy prominente, que lucha para enderezar su espalda y contra el acné. Con dolores de cabeza por no abatir la ansiedad como se debe. Con más dudas a medida que el tiempo avanza. Un escritorio desordenado donde una máquina de escribir es depositaria de todas sus voluntades, frustraciones, miserias, alegrías y fracasos. En sus teclas hay vestigios de amores del pasado, de lo que supo ser, a la vez que son testigos de las más recientes transformaciones.
A veces siento que puedo arreglar lo que hice mal. Que la vida da más de dos oportunidades. Otras siento que mi tiempo se acabó, que debo buscar otras ocupaciones. Que el tiempo es limitado y que no es necesario volver a tocar puertas conocidas. Pero es ahí donde encuentro mi hogar. ¿Por qué es tan difícil pretender volver a tu hogar, o al menos lo que consideras tal cosa? No espero que siempre esté ahí, pero sí hago todo por reconstruirlo cuando las tormentas lo azotan.
Éstas voluntades en prosa son voluntades mezcladas. Donde ahondo en aspectos que pueden resultar hasta desagradables o vergonzosos para algunos. Pero el tiempo es hoy. Quiero tener setenta años y tener material del que poder reírme, angustiarme o simplemente, entretenerme.
No soy un hombre excepcional, no he logrado cosas muy grandes, aunque amar con todo mi corazón y dar cada fragmento de mi alma siempre fue mi late motiv.
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whileiamdying · 7 months
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Neruda: resonancias y cortos circuitos en la poesía mexicana
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Con Residencia en la tierra, Neruda se consolidó como un reformador de la poesía en español. Los distintos registros de su obra sirvieron de punto de partida para otros poetas, incluso para aquellos que renegaron de su influencia.
Por Ernesto Lumbreras 1 septiembre 2023
Después de la influencia de Góngora, Quevedo, incluso de Lope de Vega, la poesía en castellano tuvo que aguardar algunas centurias para que Gustavo Adolfo Bécquer moviera algunos grados el eje de rotación de la lírica en esa lengua. Empresa hercúlea –o en todo caso órfica– tras un largo periodo de grandilocuencia heroica, repetición retórica, falta de aventura y complacencia sentimental. De ese eclipse de siglos apenas si se salvaba Mariano José de Larra. El giro de las Rimas becquerianas tocaría a las dos bandas del Atlántico; por ejemplo, reformularía la poética del último Manuel Acuña proporcionando soltura y diafanidad a aquellas piezas breves tituladas “Hojas secas”. Unas décadas después, quien habrá de tomar el relevo y ampliar el radio de exploración y riesgo sería Rubén Darío. La revuelta del nicaragüense daría al verso castellano plasticidad y liviandad, nuevos rumbos en su métrica y sus acentos, gracia y flexibilidad discursivas, atmósferas y paisajes insospechados. En España tuvo entusiastas seguidores, de talentos desiguales es cierto, amén de objetores de sus osadías literarias como fue el caso de Miguel de Unamuno. Muerto el autor de Prosas profanas, en 1916, la discusión sobre su probable sucesor se tornó parcial, equívoca y bizantina. En varias capitales hispanoamericanas se proclamó a Leopoldo Lugones como el natural delfín merecedor del cetro mientras, en Madrid y sus alrededores, algunas almas ingenuas se fueron a la cargada por Francisco Villaespesa.
Para cuando Pablo Neruda (1904-1973), joven cónsul chileno en Batavia, Java, publica en marzo de 1930 tres poemas en la Revista de Occidente –en ese momento el aparador más codiciado por un escritor de la lengua de Cervantes–, los faros de la poesía española son Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, dos discípulos juveniles de Darío del que paulatinamente marcarían su distancia. Los poemas publicados son “Galope muerto”, “Serenata” y “Caballo de los sueños”, piezas de la primera Residencia en la tierra (1925-1931), libro que infructuosamente Rafael Alberti intentó publicar en su país y en Francia al comienzo de la década de los treinta. Esta obra cimbraría el orbe de la poesía castellana. Dividiría sus aguas incluso. Finalmente, en abril de 1933, la obra apareció en un tiraje de cien ejemplares a cargo de la editorial santiaguina Nascimento. Dos años más tarde, en septiembre de 1935, bajo el sello de la revista Cruz y Raya de José Bergamín, publicaría en dos volúmenes la segunda edición de Residencia en la tierra (1925-1935). Para entonces, en México, el nombre y el prestigio creciente de Neruda en ultramar se conocía a plenitud por varias vías. Por ejemplo, la polémica contra la poesía pura de Juan Ramón Jiménez seguramente fue tema de cafés y mentideros, debate y zafarrancho que llegado el momento se replicarían en la meseta del Anáhuac.
El arribo del poeta sudamericano a nuestro país, en agosto de 1940, tuvo aproximaciones previas, tanteos que no prosperaron. En algún momento, aprovechando la estancia de Gabriela Mistral en México –colaboradora estelar de la cruzada cultural de José Vasconcelos–, se vislumbró la posibilidad de su primer viaje mexicano.
Alfonso Reyes tuvo correspondencia con el chileno a finales de los veinte, intercediendo a su favor en gestiones diplomáticas y literarias.
La revista Contemporáneos publicó en su número 35, de abril de 1931, “Arte poética” y “Diurno doliente” y en el número doble 40-41, de septiembre de 1931, dio a conocer “Colección nocturna”. ¿Quién fue el intermediario para que esos poemas enigmáticos e indómitos llegaran a las páginas de la revista más renombrada de las letras mexicanas de aquel momento? Posiblemente el buen samaritano de Reyes. En Buenos Aires, durante el estreno de La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca en el Teatro Avenida, Salvador Novo vio al “gran poeta chileno Pablo Neruda” ocupando un asiento en el palco de Oliverio Girondo y Norah Lange. Por esos días rioplatenses de gran boato, conoció al pintor David Alfaro Siqueiros, aunque este episodio no lo cuente en Confieso que he vivido, tal vez porque el vate se jacta de haber seducido a la compañera del muralista, la poeta uruguaya Blanca Luz Brum. Tampoco aparece ese “rapto de Europa” en los capítulos de Me llamaban el Coronelazo. Dicho lance donjuanesco tuvo de testigo a García Lorca –quien terminó maltrecho al rodar por una escalera– en aquella noche babilónica en la mansión Los Granados, propiedad del millonario Natalio Botana en cuyo sótano Siqueiros pintaría su fresco Ejercicio plástico, un capolavoro de extraordinaria y compleja composición plástica.
El Pablo Neruda que conocieron en París, Valencia, Barcelona y Madrid, en julio de 1937, Carlos Pellicer y Octavio Paz, miembros de la delegación mexicana al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, sumaba a su perfil de poeta impuro y adánico la marca de la historia y del compromiso social, impronta que se agudizaría en poco tiempo. Para el joven Paz, la obra y la figura del chileno tocaban tentativas literarias y políticas de honda significación en sus reflexiones y en sus poemas de aquella época. Como se sabe, detrás de su invitación para viajar a España, estuvieron Alberti y Neruda; sin pertenecer a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la LEAR, el novísimo poeta asistía porque sus futuros anfitriones habían leído los poemas de Raíz del hombre (1937). La Guerra Civil española y lo que vendría después, la derrota republicana y el éxodo de miles de españoles, acelerarían la educación política de Pablo Neruda bajo el magisterio de los gurús prosoviéticos. Ciertamente, la época era un pandemónium de ideologías, el fascismo extendiendo sus ramificaciones por toda Europa por un lado y, por el otro, las purgas y los encarcelamientos de disidentes en la URSS. Los casos de André Gide y Víctor Serge, pero también la persecución de León Trotski y de sus seguidores, eran los clavos ardientes en el día a día del Congreso. Los pantanos y espejismos políticos aparecían y desaparecían en los debates –donde cada grupo escatimaba sus posiciones y llevaba agua a su molino– mientras a pocos kilómetros dos ejércitos combatían a muerte. Pero también la desgarradura humana de aquellos años carniceros exigía que las palabras fueran algo más que palabras.
El modelo de la poesía política de Neruda tocaría a numerosos poetas del orbe de la lengua castellana. Poesía de denuncia y militancia. ¿El llamado a abordar el aquí y el ahora dinamitaría todas las torres de marfil y los laboratorios de la poesía pura? La cartilla del realismo socialista así lo exigía. El manifiesto “Sobre una poesía sin pureza” publicado en 1935 en la revista Caballo Verde para la Poesía se quedaba corto ante las exigencias y los rumbos políticos que tomaría la lírica del chileno unos años más tarde. Parte de aquellos postulados, que ciertamente describían la poética de Residencia en la tierra, anotaba las características de la poesía auténtica según su credo: “gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y azucena salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley”. La contingencia histórica, el compromiso social, temas recurrentes en la conversación con Delia del Carril, su nueva pareja, y con Rafael Alberti, ampliaron “el horizonte de impureza” de Pablo Neruda; asimismo, el asesinato de García Lorca, en agosto de 1936, despabilaría su lírica del “olor de las peluquerías”, dispuesta a enrolarse en el frente de guerra, convertida en una voz más entre las voces de los soldados republicanos, espíritu compartido por la revista El Mono Azul,dirigida por Alberti, adonde entregaría varios de sus poemas militantes leídos a menudo en los frentes de guerra.
Sobre la influencia de su compatriota en España, escribe Volodia Teitelboim, autor de una de las mejores biografías del poeta: “Muchos escriben que la llegada de Neruda es equiparable a la de Rubén Darío cuarenta años antes. ¿Influyó sobre la poesía española? Seguramente sí; no en el sentido de volverla nerudiana, sino de echar a andar por nuevas vías. Todos fueron sus amigos; casi ninguno su discípulo.”
Salvo Antonio Machado que confesó no entender su poesía y Juan Ramón Jiménez que se asumió como su principal inquisidor, “torpe traductor de sí mismo”, lo llamó, prácticamente la nómina completa de los poetas de la generación del 27 –y varios de la siguiente promoción, la de Miguel Hernández y Luis Rosales– estuvo con Pablo Neruda y avaló de diversas formas su lírica prodigiosa y contradictoria.
En la presentación en sociedad, en la Universidad de Madrid, en diciembre de 1934, García Lorca le dio la alternativa con abierta camaradería, dando estos pases en loor de su amigo: “Un poeta más cerca de la muerte que de la filosofía; más cerca del dolor que de la inteligencia; más cerca de la sangre que de la tinta. Un poeta lleno de voces misteriosas que afortunadamente él mismo no sabe descifrar.”
¿De qué manera se habrá de relacionar con los poetas mexicanos? ¿Qué conocimiento y valoración tiene Neruda de la poesía que se escribe en México? Al poco de llegar a la Ciudad de México ofrece una entrevista a El Nacional, publicada el 24 de agosto de 1940,donde declara: “Tienen ustedes en México grandes poetas; quisiera que en Chile los poetas tuvieran, como los de aquí, esa peculiaridad que radica en la forma […] Yo no puedo decirles a los poetas de Chile nada sobre este asunto, porque precisamente yo he perseguido deshacer la forma, la forma que es propia de México.”
Llegaba a una nación que lo habrá de influir existencial y estéticamente. Contaba con la estima de dos de los santones de las letras nacionales, Alfonso Reyes y Enrique González Martínez, además de la admiración de varias de sus jóvenes promesas: Efraín Huerta, Octavio Paz, José Revueltas y Alberto Quintero Álvarez, quienes abrieron las páginas de Taller para dos colaboraciones nerudianas, una antología de la lírica castellana y un texto de presentación a la muestra poética de Sara de Ibáñez.
El mismo Paz había escrito un largo y entusiasta artículo, “Pablo Neruda en el corazón”, sobre sus libros más recientes. Parecía que el ensayo era una abierta adhesión estética y, en los últimos párrafos, política sobre lo que representa la lírica del chileno en esos años cruciales. Pero también, en esas páginas de fervor, había recelo, examen y disenso contra la demagogia y el dogma de dicha postura: “¿Todo era poesía? La verdad es que nada es poético hasta que la poesía lo torna entrañable, necesario y doloroso.”
Con esas cartas sobre la mesa, la lírica que escriben y ponderan los poetas del grupo de Contemporáneos no será del interés de Neruda, salvo quizás la de Pellicer, autor que lo anticipa en su fascinación por el paisaje y los mitos americanos. Tampoco lo atraen los libros de Tablada, Reyes, González Martínez, ni siquiera los de los estridentistas. Quien sí lo seduce y conmueve es Ramón López Velarde sobre el que escribirá, en 1963, unos párrafos eufóricos entre los que se cuelan algunas líneas desmesuradas y erráticas.
El legado nerudiano será revisado y apropiado por las siguientes generaciones. Con la publicación en México del Canto General (1950) y de sus Odas elementales (1954), su obra poética posee al menos cuatro registros o estilos identificables y diferenciados no obstante sus correspondencias. El primero, el más popular, será el de sus libros juveniles, Crepusculario (1923, 1927) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), consejeros sentimentales de varias generaciones de enamorados, obras que también enriquecerán cualitativamente la bibliografía del declamador.
La segunda manera, la más perdurable y profunda, se reúne en sus tres Residencia en la tierra, universo verbal supremo solamente comparable con el de Trilce de Vallejo. El poeta de gran angular que reúne la historia, la geografía, los mitos, la botánica y la política de un continente –a semejanza de los muralistas mexicanos o de la épica civil de Walt Whitman– está presente en su registro tercero que se anuncia en España en el corazón (1937, 1939) y se define en modo sinfónico en el Canto general. En los cincuenta, Neruda preferirá la música de cámara, poemas verticales y frugales de un tono lúdico y desenfadado; sus Odas elementales serán la cuarta manera de un poeta cuyo nombre, antes de cumplir el medio siglo, ya sonaba en la tómbola del Premio Nobel.
Desde ese delta de cuatro brazos –las edades nerudianas–, poetas como Ramón Martínez Ocaranza, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Jesús Arellano, Eduardo Lizalde, Juan Bañuelos, Marco Antonio Montes de Oca, José Carlos Becerra, Isabel Fraire, Óscar Oliva, Raúl Garduño, Roberto López Moreno, Francisco Hernández, Marco Antonio Campos, David Huerta y otros más se demoraron en leerlo y releerlo, modelo cuya fuerza de gravedad se tornaría fatal si no se marcaba una distancia. Imitarlo era un acto suicida o un acto circense. Siendo uno de los fundadores de la poesía hispanoamericana, a decir de Saúl Yurkievich, la poesía de Pablo Neruda ha sido punto de partida y lectura propiciatoria para muchos poetas, incluso de aquellos que se declaran escépticos o antagonistas de su obra. Por ejercicio dialéctico de allí surgen los contestatarios del canon, los parricidas de figuras tutelares. Desde mediados del siglo XX, su lírica está en al aire, forma parte de la logósfera, del “diccionario de las ideas recibidas” se dirá con Flaubert, fuente y modelo líricos –como ciertas tipografías universales–, circula y se discute en la misma dimensión de Rilke y Cavafis, Eliot y Saint-John Perse, Pessoa y Vallejo. Cincuenta años después de su muerte, la voz de Neruda resuena: “con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño / como aguas vacilantes…” ~Pablo Neruda
Ernesto Lumbreras (Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1966) es poeta. Su libro más reciente de poemas es Tabla de restar (UAQ, 2017). La editorial Calygramma, con el apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales (2018) del FONCA, acaba de publicar su ensayo El acueducto infinitesimal. Ramón López Velarde en la Ciudad de México 1912-1921.
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dos-am · 2 years
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Retrovisor
¿Dónde te llevaré? ¿Dónde te dejaré? ¿Dónde me quedaré y me dejarás? Creo que nunca antes fue tan difícil y necesario algo en mi ordinaria e irrelevante vida. Por un instante sombrío, de culpas y agujeros, fui el ser más triste sobre la historia del capricho humano.
Arrancarte es quitarme algo de mi pecho, es aniquilar cada sonrisa que tuve, es triturarme con pequeños recuerdos.
No tengo más que hacer, no tengo más que dar, y es abismal este vacío que queda, que quedó, que quedará, que quedase; no podré llenarlo, no encontraré a nadie para remplazarte, no sentiré tu paz nuevamente, no volveré a sentir que soy tan parte de alguien y que alguien es tan parte de mí. Pero es innegable el entender que en algún punto no fui más, que en algún punto perdí de vista al músico frustrado y dejé que el imbécil adulto joven tomara el control de todo. Sería incluso criminal el no aceptar la culpa, el no reconocer que el dolor que siento lo merezco, que la duda del futuro y del mañana y del allá ya no estará aquí. Te dejo ir dejándome ir, te dejé viéndote por el retrovisor por última vez hasta hoy, te dejo habiéndote querido lo suficiente pero no amado lo necesario. Los hechos son huecos, son nocivos, quizá no encontremos lo que nos llena nunca, quizá sólo seamos alcohols, cigarrillos, historias nocturnas y edores citadinos.
Me gustaría devolverme y decirme en la cara que era el momento, que ese era el minuto adecuado para tomar la decisión correcta, que me iba a doler dolerme, que ese es el instante en el que pueden diferenciarse las personas de las bestias, que ese sería el punto de quiebre, el papel rasgado, la lágrima ahogada; que parara, que entendiera de una vez por todas que no habría forma de recuperarlo, pero no es así. La vida es un impulso en línea recta, no se detiene, el tiempo a veces nos deja llevar el control, pero es ineludible: somos impulsos en línea recta.
No tengo más que decirte que te agradezco los momentos en que fuimos felices a solas y rodeados de miles de estorbos, te agradezco por haberme dado respuestas a preguntas que hacían parte de mí. Te agradezco el que hoy tenga tanto por agradecerte y tan pocas formas de hacértelo saber. Te agradezco los dramas que hicimos, los que aguantaste, agradezco inmensamente el haber sido, por un breve y efímero momento, parte de tu día y de tu noche. Agradezco el que me hayas mostrado tus demonios y aunque sea hipócrita decir que no llegué a despreciarlos, amé poder ser parte del cuento de tu vida. Hoy sólo puedo escuchar canciones grises y pensar en ti, aún sabiendo que fuiste todos los colores que tuve en algún momento. Mañana no sabré ni qué serás para mí, ni en qué recuerdo borroso te habré convertido, pero te ofrezco mis más sinceras disculpas, por no ser el punto final que quisimos, por no haber podido llevar a cuestas lo necesario para lograr terminar y cumplir cada promesa. Sólo vengo aquí cada tanto a escribirme y hoy sólo vengo aquí a escribirte, al menos a escribirle al reflejo de tu imágen en mi cabeza. He borrado tanto de ti que ya no puedo dibujarte fácilmente al cerrar mis ojos, ya ni puedo escucharte entre canciones, pero no te vas, no se va tu silueta, ni tus lunares, ni el beso que les daba; no puedo quitar de mí la paz que extraño, la tranquilidad que sentía siempre que respiraba el aire que te rodeaba, me hace demasiada falta la sensación intensa de sentirme infinito.
Te escribí mis mejores prosas, te canté mis mejores cancione, bailé lo mejor que pude, hablé lo que más y callé lo que menos, lamento no habernos amado como en libros y películas, lamento no haber sido lo que en canciones e historias ajenas, lamento haberte visto por última vez en el retrovisor y no haberme devuelto a decirte: me quedo.
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verso-abstracto · 4 years
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Tus
latidos
riman
con
mi
soledad.
— 99r
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mia-amezcua · 5 years
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Tengo un conflicto con el hecho de que algunas mujeres aún piensan que los hombres no tienen sentimientos. Que no quieren una relación seria, bonita y sana. Que se fijan sólo en lo físico y no en la parte sentimental y/o intelectual y que solo se fijan en una bonita cara y un abdomen marcado, que hagan especulaciones sobre lo vacíos que son al preferir irse con una que les entregue todo a la primera.
No. Hay hombres que buscan algo serio, que buscan dar amor y recibirlo, que respetan y que cuidan lo que ya casi no existe, una relación de todo a todo. Hay hombres por ahí que hacen reír cuando uno está triste, que te motivan a ser la mejor versión de ti misma, que te toman de la mano para que ambos salgan adelante y conquisten sueños y lugares a los que jamás pensaron llegar solos. Qué hay quien puede compartir una cerveza en un bar y un silencio en la biblioteca, que aún hay hombres que apuestan más por lo sano y no por lo tóxico. Que aún hay hombres que están dispuestos a crecer contigo, a reír, a sonreír, a conquistar el mundo tomados de tú mano.
Que aún hay hombres que te hacen el amor y al día siguiente el desayuno, que desordenan tu cabello y ordenan tus dudas, que aún hay hombres que aman las perfectas imperfecciones. Que aún hay hombres buenos, de corazón puro y de buenas intenciones.
Aún hay hombres así, aún. Y lo sé. Apuesto por ello.
—Mía Amezcua.
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depoesiaypoetas · 7 years
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Que el amor mueve al mundo...
Que el amor hace que no te muevas de ahí nunca
Que te mueve el corazón
no los pies...
Que te mueve los miedos
Que te mueve esa cosa en la panza...
Que el amor es estar y moverse flotando...
juntos
Clara Ajc
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tehowns · 7 years
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No eras tú, era yo que pretendía que me amases todo lo que no me amaba, y así no se podía
Tehowns
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55 – IDEAS – HISTORIA DE LA FILOSOFIA – MARCELINO MENENDEZ PELAYO. -
Marcelino Menéndez Pelayo, nació en Santander, el 3 de noviembre de 1856 y falleció el 19 de mayo de 1912, ​ fue un escritor español, filólogo, crítico literario e historiador de las ideas.
Consagrado, fundamentalmente y con extraordinaria erudición reconstructiva, a la historia de las ideas, la interpretación crítica y la historiografía de la estética, la literatura española e hispanoamericana y a la filología hispánica en general, aunque también fue político, cultivó la poesía, la traducción y la filosofía. Hermano del escritor Enrique Menéndez Pelayo. Fue propuesto al Premio Nobel de Literatura.
Marcelino Menéndez Pelayo, hijo de Marcelino Menéndez Pintado, catedrático de Matemáticas en el Instituto de Santander y alcalde de la ciudad durante el bienio progresista, y de María Jesús Pelayo y España; tuvo tres hermanos: Enrique, Jesusa y Agustín.
Su hermano Enrique cuenta en sus memorias que a los doce años sustituía a su padre en la cátedra de matemáticas, traducía sin diccionario a Virgilio y leía la Historia de Inglaterra de Oliver Goldsmith.
Estudió el bachillerato en el Instituto Cantábrico de su ciudad natal, donde destacó por su prodigiosa memoria. Posteriormente, completó su formación en la Universidad de Barcelona (1871-1873) con Manuel Milá y Fontanals, en la de Madrid (1873), donde una arbitrariedad académica del catedrático Nicolás Salmerón, que hizo repetir curso a sus alumnos sin ni siquiera haberlos examinado, le habría de enemistar a muerte con el krausismo postkantiano y los hegelianos en general, y en Valladolid (1874), donde intimó con el que sería su gran amigo, el conservador Gumersindo Laverde, que le apartó de su inicial liberalismo y le orientó hacia el partido más conservador, el de los llamados neocatólicos o «neos».
Hizo un viaje de estudios a bibliotecas de Portugal, Italia, Francia, Bélgica y Holanda (1876-1877) y ejerció de catedrático de la Universidad de Madrid (1878) tras pasar por un tribunal en el que estaba otro gran culto y crítico, Juan Valera, a cuya tertulia nocturna, en su casa, acudiría posteriormente.
De comportamiento heterosexual, vivió y murió soltero. Al llegar a la cincuentena era un hombre de complexión obesa, y consumía café en exceso. ​Falleció en su domicilio de Santander en mayo de 1912. ​
Según el diagnóstico de los médicos que le atendieron en los últimos meses de su enfermedad, los doctores Quintana y Rodríguez Cabello, Menéndez Pelayo padecía una cirrosis atrófica de Laennec, con abundante ascitis. ​ Rodríguez Cabello por otra parte descartó un origen alcohólico.
En política perteneció a la Unión Católica de Alejandro Pidal, y fue colaborador de los diarios La Unión (1882-1887) y La Unión Católica (1887-1899). ​ Los tradicionalistas trataron de atraerlo a su causa, para lo cual le argüían con textos de sus Heterodoxos. En una reunión que mantuvo a principios de la década de 1880 en casa de Cándido Nocedal con destacados carlistas vinculados al integrismo de El Siglo Futuro, manifestó: «en política iré adonde vaya Pidal».​
Antes de morir volvió a su inicial liberalismo, si bien anclado en puntos de vista sólidamente cristianos, y corrigió muchos de sus primitivos juicios desfavorables sobre Gaspar Núñez de Arce o Benito Pérez Galdós, que terminó por ser su amigo y al que apoyó en su acceso a la Real Academia Española.
Encontró en el catolicismo el Volksgeist (espíritu nacional) de España.
Murió en su ciudad natal, a cuyo municipio legó su rica biblioteca particular de cuarenta mil volúmenes. Su paisano Ángel Herrera Oria, quien se consideraba en cierta medida su discípulo, resumió su labor de forma lapidaria: «Consagró su vida a su patria. Quiso poner a su patria al servicio de Dios».
El diario El Debate y los Jóvenes Propagandistas organizaron en su memoria un homenaje en el Teatro de la Princesa, al que concurrieron 3500 personas, llenando totalmente el aforo, y en el que intervinieron como oradores Ángel Herrera, el padre Zacarías Martínez, Alejandro Pidal y Juan Vázquez de Mella, entre otros. ​
La profundización antiliberal del pensamiento menendezpelayista, que tuvo articulación en el plano político, fue recogida durante la Segunda República Española por la cultura política del nacionalismo reaccionario español.
Según Pedro Carlos González Cuevas, el peso de su figura entre las tradiciones políticas de derecha obstaculizó la aparición de un nacionalismo de naturaleza secular en España.
Dentro del marco de un seminario dedicado a Menéndez, los profesores Felipe Pedraza y Rafael González Cañal (Universidad de Castilla-La Mancha) no dudaron en calificarlo como «el mejor conocedor de nuestra historia literaria que ha existido a lo largo de los tiempos», y justifican esta afirmación añadiendo que «en los cincuenta y seis años de su corta vida desarrolló un trabajo ciclópeo, realmente extraordinario, casi inverosímil».
Menéndez fue «notable debido a su amplia erudición y su prosa elegante y flexible... sus estudios acerca de la literatura española medieval, renacentista y del Siglo de Oro siguen siendo invaluables».
Se le considera universalmente como uno de los más importantes historiadores de España, que poseía un estilo incomparable y una gran capacidad crítica.
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Sentado estoy
en el brillo de la Luna
esperando tu mirada...
@teatro-magico-solo-para-locos
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imubin · 4 years
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                       @lihvn​  ﹕  starter privado ( 3/4 )  
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      divagaciones nocturnas acorralaron al ( apenas ) mayor de los lim, profundidades café se ven sometidas a los encantos del césped, vacíos e insuficientes, mas es incapaz de posar su mirada sobre la de su compañero. culpa y molestia, un ardor en la parte trasera de su paladar y opresión en su pecho, lo habían arrastrado a ver aquel discurso ( proclive a salir ) como única salida coherente. ‘ sehun, es momento que vayas a casa. ’ sentencia, orden pura que chasquea sobre su lengua, danza sobre ésta con frialdad que no es característica propia de la labia masculina. es él quien prefiere la ternura como arma, contrario a quien es esquivo y arisco. ‘ no es necesario que corras riesgos aquí por mí, uh, menos que no quieres ’ porque lo presiente, y lo ignora, intenta obsequiarle agentividad al contrario, mas sólo es capaz de repetir prosa de areum en su cabeza. ‘ si permaneces aquí, sólo terminarás creándome preocupaciones extras y culpas innecesarias ’ miente, y, por lo mismo, es incapaz de observarlo. el plantear una realidad donde estaría mejor sin él no son más que falacias, irrealidad misma que es incapaz de mantener vivas en su consciencia, mas perpetúas en su verborragia. 
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Versos tristes
Prosas melancólicas
Poemas taciturnos
Frases agónicas
Luces apagadas
Estrellas desvanecidas
Cielos atormentados
Astros consumidos
Almas nocturnas
Mentes silenciosas
Cuerpos cicatrizados
Corazones de piedra
Mareas altas
Soles evaporados
Océanos enfurecidos
Auras mortecinas
Poetas suicidas.
–theories of a sad boy.
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francesco-de-angelis · 4 months
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De voluntades nocturnas en prosa (ii).
En ésta noche blanca, de lejana soledad, de espacios conocidos y caos sideral, mi cuerpo intenta descansar sin éxito.
Las paredes ya no hablan, no relatan del exterior más que un silencio absoluto y la quietud de una jornada sin viento.
No espero movimiento alguno, ni dentro ni fuera, que me anime a reflejar una luz de no sé bien qué faro.
He experimentado el amor más profundo a la vez que espero un regreso imposible, no anunciado, inesperado y hasta milagroso.
La esperanza de un náufrago que llegó a una isla deshabitada, esperando en ella el abrazo cálido de un hogar en invierno. Construyendo como puede su choza y aguardando la llegada de no se sabe quien ni que cosa.
No espero nada de mi mismo y me hundo en la profundidad de la habitación. Mis manos arden y mis ojos se cansan, de tantas horas sin dormir.
Ya van mas de cien otoños, en medio de una tormenta, sin anuncios ni desenlaces, al menos útiles para cortar un ciclo.
No hay preludio, sólo recuerdos, recuerdos de palabras de amor, que al revivirlas provocan la paz en mi alma. ¿Serán el combustible para continuar funcionando? ¿O en cambio, el combustible debe provenir del propio sujeto? ¿Seré capaz de vivir sin el aliento que me dan tus ojos, o tendré que luchar por ellos?
Muchas preguntas para una noche blanca, solitaria, silenciosa y lejana. Como he dicho: - no debiera. No obstante mi humanidad, es tan frágil, me golpea y la hiero. No hay vuelta atrás ni futuro previsible.
¿Qué más puedo pedir que tenerte a mi lado?
Desearía que vinieras, sí, y por siempre, también, pero, no vendrás. Al menos hoy, al menos ésta noche.
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jo526 · 4 years
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As Palavras Interditas
Os navios existem, e existe o teu rosto encostado ao rosto dos navios. Sem nenhum destino flutuam nas cidades, partem no vento, regressam nos rios.
Na areia branca, onde o tempo começa, uma criança passa de costas para o mar. Anoitece. Não há dúvida, anoitece. É preciso partir, é preciso ficar.
Os hospitais cobrem-se de cinza. Ondas de sombra quebram nas esquinas. Amo-te... E entram pela janela as primeiras luzes das colinas.
As palavras que te envio são interditas até, meu amor, pelo halo das searas; se alguma regressasse, nem já reconhecia o teu nome nas suas curvas claras.
Dói-me esta água, este ar que se respira, dói-me esta solidão de pedra escura, estas mãos nocturnas onde aperto os meus dias quebrados na cintura.
E a noite cresce apaixonadamente. Nas suas margens nuas, desoladas, cada homem tem apenas para dar um horizonte de cidades bombardeadas.
Eugénio de Andrade, in “Poesia e Prosa”
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