Ojitos especiales.
A veces lo sabes, es automático. Otras intentas frenarlo, es una defensa. Contigo fue un poco ambas, ¿sabes? Fue un saber que te querría y un querer evitarlo. Claro que no pude evitarlo, porque a tu corazón es muy fácil quererlo.
Y te juro que lo intenté, que hice todo lo que pude por no engancharme a ti, pero a esos ojitos que te cargas no podía mentirles. Y yo ya estaba enganchada a tu mente mucho antes de saberlo, enganchada a tu sonrisa y un poco a la curva de tu cuello.
Te juro que lo intenté, pero, ¿cómo iba a decir que no a algo que me nacía en las tripas? Ahí, profundo. Un aleteo salvaje. Unas ganas inmensas. Un latir desesperado. Una calma absoluta. Una contradicción de sensaciones y respuestas corporales.
Te juro que hice lo que pude, al menos mientras fui capaz. Al menos hasta que me di cuenta de que tus ojos decían muchas cosas, pero que deseaba que solo hablaran de mí. Patético, ¿no crees?
Te juro que me resistí, pero es que era imposible hacerlo eternamente. Quizá nunca llegué a resistirme bien, porque me hacías sentir en una nube. Una de esas a las que yo les busco formas. Y eso es lo más bonito que he sentido nunca.
Quizá nunca tuve opción en esto, ni siquiera una pequeña decisión. Quizá era inevitable, aunque yo le diera muchas vueltas e hiciera muchos nudos. Quizá siempre te recuerde como mis ojitos especiales. Así, con tus motitas. Así, con tus imperfecciones. Así, con tu color único.
Quizá debí decirte que a mí, los ojitos especiales son lo que me pierden. No todas esas cosas que me resultan atractivas, que también las tienes vaya, sino que lo que de verdad me engancha son los ojitos un poco tristes. Y también un poco valientes. E inteligentes.
Quizá debí decirte que tus ojitos me resultaron especiales desde el primer momento, pero que me lo negué. Y que en cuanto vi la curva de tu cuello quise perderme ahí todo lo que durara el aleteo salvaje. Y también que quise besar tu nariz y la comisura de tu boca, de forma premeditada y lenta. Que quise quedarme en el otoño con resquicios de verano de tus ojos. Que quise ver llover con tu mano en mi cintura. Esas que me resultan tan atractivas y bonitas.
Quizá, cuando me preguntaste los aspectos que me resultaban atractivos solo debí decir que todo el conjunto que poseías, porque hubiera sido más fácil. Porque sin pretenderlo cumpliste una lista absurda de matices y huecos que nunca escribí, pero que estaba ahí.
Katastrophal
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Entre Latidos: La Danza del Estrés
En el pecho el peso del mundo me agobia,
el estrés, torrente que nunca amaina.
Como una válvula que cede y exhala,
busco alivio, intentando dejar que el miedo se vaya.
El corazón, testigo de esta vorágine,
latiendo apresurado, ¡qué torbellino tan grande!
El estrés se cuela, sin pedir permiso,
cada latido, un recordatorio impreciso.
El torrente del estrés, en su vaivén,
se cuela en la vida, sin pausa, sin tren.
Con palabras sentidas, sin tecnicismos crudos,
una historia de latidos desnudos.
El silencio del latir, cardias afónico,
susurros de infarto, un miocardio preso.
Angustia, sin colores, sombra en proceso,
un nudo en la aorta, eco estruendoso y crónico.
Torrente en la piel, noche oscura,
recovecos de isquemia ansiosa,
rubor venoso, vida morosa
arteria estrecha donde el miedo perdura.
Miocardio herido, y un eco que reclama,
sangre errante en su murmullo sutil,
luz en penumbra, desvelo incierto,
un mudo testigo, de ablaciones y arterias en riesgo.
El síndrome del seno enfermo,
al amor se rinde,
cada pulso, un soplo,
cada latido, un linde.
El amor, una resonancia magnética de pasión,
un eco de emociones, un rubor, una canción.
En el nódulo auriculoventricular se entrelaza,
cada latido, un sueño, cada impulso, una plaza.
La insuficiencia cardíaca un riesgo se presenta,
pero el amor, como marcapasos, se adentra.
Entre trombos de incertidumbre y ansiedad,
la arteria fluye en su verdad.
El nudo sinusal, un lazo de conexión,
como un stent, mantiene viva la atracción.
En la reestenosis del deseo, un desafío,
un trasplante, un nuevo brío.
El músculo cardíaco,
cada sílaba, un latido, eterno rumor.
Así entre sinapsis y corriente,
fluye persistente y coherente.
un sentir profundo,
un lenguaje, eterno y fecundo.
El silente estruendo de un AIT,
el corazón que batalla sin cesar,
el marcapasos luchando en desigual.
El férreo alambre guía de precisión,
en su danza entre venas y razón,
busca, palpa, encuentra la lesión.
Aleteos desenfrenados, arritmias en pavor,
en la aurícula, el ventrículo, en su interior,
un ballet caótico sin director.
El aneurisma, fiel sombra que acecha,
una arteria herida que sangra y trepa,
la angina, cual grito en la pechera.
Este cuerpo, entre arterias y tejido,
un viaje sin retorno, un latir perdido,
en el mar del corazón, un baile infinito.
La enfermedad en su estrecho muro,
coronarias angostadas, un preludio
del ataque al corazón oscuro.
Placas acumuladas, riesgo latente,
angina, ataques inminentes,
corazón que responde, valiente,
al riesgo de un final urgente.
El epicardio cubre su anhelo,
la estenosis, un paso hacia el duelo,
estrechez mitral, su desconsuelo.
El estrés, un peso en cada latido,
la hipertensión, el corazón herido,
el estrógeno, un manto escondido.
El corazón, en su danza y tormento,
busca alivio, paz en el aliento,
enfrenta la fibrilación con intento.
En el estudio con radionúclidos su destino,
el gasto cardíaco, su medida en camino,
el IMC, alerta en el desatino.
Entre enzimas, un rastro de sufrir,
el estrógeno, un velo por descubrir,
la homocisteína, su señal de ir.
En el ruido, un soplo, señal temblorosa,
la resonancia traza su melodía amorosa,
el corazón, en cada latido, un mapa, una prosa.
Sarcoidosis, sarcasmo del destino,
el corazón luchando, sin ser vencido,
en su viaje, un corazón valiente y divino.
Síncope, suspiro en desmayo contenido,
la taquicardia, un latido desmedido,
en su batalla, un corazón comprometido.
Ahora, entre soplos y valvular caída,
el corazón sigue, en su danza, su vida,
en cada latido, su historia tejida.
Un final en susurros, un cierre completo,
el corazón, en su lucha, su reto,
un poema de amor, un corazón discreto.
Este corazón, envuelto en incertidumbre,
en su pulso yace su propia cumbre,
un baile con la muerte, su disfraz, su lumbre.
_ ᙓXƮᖇᗣᙁᒍᙓᖇᗣ ᙏᙓᙁƮᙓ 🧠
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