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#(Juan Villoro
hazlo-con-concha-nomas · 10 months
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- Juan Villoro.
Adamo.
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ma-pi-ma · 4 months
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Rimasi immobile ad ascoltare gli
scricchiolii della casa finché mi
resi conto che erano gli
scricchiolii delle mie idee.
Juan Villoro
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rafaelmartinez67 · 1 year
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“El corazón tiene derecho a una sorpresa”
— Juan Villoro.
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garadinervi · 2 years
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«Bocetos para Tiempo líquido, con Juan Villoro, 2000» [Tiempo Extra Editores, México, 2000, Edition of 75. © Vicente Rojo, Juan Villoro]; in Vicente Rojo. Obra Compartida, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2002, p. 18]
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El poeta y maestro colombiano Javier Naranjo ha coordinado un diccionario sorprendente. Pidió a sus alumnos de primaria que definieran palabras sin recurrir a otro sistema que la intuición. Cada tanto, soltaba un vocablo en el salón como quien suelta un animal. El resultado fue Casa de las estrellas, milagro del idioma que conseguí en un viaje a Medellín.
Descubrir poetas de siete años produce asombro, pero también melancolía. El adulto advierte que no puede leerlos con la espontaneidad con que ellos escriben; para bien y para mal, es rehén de su experiencia: la singular manera en que los niños descifran su universo muestra que nada es tan profundo como la inocencia.
El arte procura volver a esa etapa del comienzo en que se piensa y se imagina con descaro. “Tenemos de genios lo que conservamos de niños”, observó Baudelaire. Quien visita una exposición en una escuela descubre que ahí estudian Miró, Klee y Matisse. Con el escepticismo concedido por la edad, los padres se preguntan qué será de sus hijos en el futuro. ¿La realidad los convertirá en seres de rutina o incluso en diputados?
Sería una lástima que los filólogos de Casa de las estrellas perdieran su afilada manera de ver el mundo. En el plano teológico, Natalia Bueno, de siete años, define Iglesia como “donde uno va a perdonar a Dios”, y Sebastián Castro, de cuatro, se acerca a Nietzsche: “Dios está muerto en el cielo. Es un hombre con una barba y está en pelota”.
Para María José García, de ocho, un maestro “es una persona que no se cansa de copiar”. El talante crítico se extiende a una profesión menos noble, la de mafioso: “Es una persona con mucha plata y no le gusta nada”, dice Luis Fernando Ocampo, convencido de que no hay criminal alegre.
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dk-thrive · 2 years
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Meanwhile, I searched for her in the underlined passages of her books, which she’d left behind, as if for a final sentimental education. I read and reread those words she’d imprinted inside her, as if that might bring her back.
Juan Villoro, The Reef: A Novel (George Braziller Inc.; May 23, 2017)
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daline · 2 years
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" ¿Te gustan los cronopios dulces o salados?..."
"¿Qué son los cronopios?- preguntó Catalina. -Un nuevo tipo de galleta con forma de animal fantástico. Cronopio viene de Cronos, dios del tiempo. Los salados traen recuerdos de otras épocas y saben a lágrima; los dulces provocan ilusiones y saben al azúcar de los tiempos futuros.
-¿De dónde sacaste la receta?- le pregunté al tío.
-De unos cuentos de Julio Cortázar, inventor argentino..."
"Comí varias al mismo tiempo. El sabor fue raro..."
"Comiste cronopios dulces y salados. En tu boca, el pasado se mezcla con el futuro: estás probando el sabor del presente"
El libro Salvaje, Juan Villoro
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viecome · 2 years
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Los libros no quieren ser leídos por cualquier persona. Juan Villoro
Los libros no quieren ser leídos por cualquier persona. Juan Villoro
“—Justamente quería volver a ese tema —dijo él, muy entusiasmado—. Hay dos formas de que un libro llegue a ti: la normal y la secreta. La normal es que lo compres, te lo presten o te lo regalen. La secreta es mucho más importante: en ese caso es el libro el que escoge a su lector. A veces las dos se confunden. Crees que tú decidiste comprar un libro, pero en realidad él se puso ahí para que lo…
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artistrybyarielle · 3 months
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“You woke up the souls of the library.”
— The Wild Book by Juan Villoro
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sociedadnoticias · 6 months
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Que no le digan… | Mario A Medina | Aprovecharse de la desgracia
Que no le digan… | Mario A Medina | Aprovecharse de la desgracia #PeriodismoParaTi #SociedadNoticias #Emergencia #Huracán #Otis #QueNoLeDigan @MarioA_Medina @lopezobrador_ @SEDENAmx @SEMAR_mx @SSPCMexico @rosaicela_ @LuisaAlcalde
Faltaba menos. Era de esperarse que diversos sectores de la oposición, entiéndase, partidos políticos, empresarios, periodistas, la derecha, pues, no iba a perder la oportunidad para llevar agua a su molino. Por Mario A. Medina Faltaba menos. Era de esperarse que diversos sectores de la oposición, entiéndase, partidos políticos, empresarios, periodistas, la derecha, pues, no iba a perder la…
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irmagallosstuff · 1 year
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A Benítez, un emotivo homenaje en Bellas Artes
"La UNAM fue el alma mater de Fernando Benítez y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, su territorio, nuestro hogar, donde decenas de alumnos nos enamoramos del periodismo escrito en general, y del periodismo cultural en particular".
Por Irma Gallo “¿Saben cómo le hice para hablar con una piedra? Pues investigando, y preguntando a todos aquellos que conocen su historia. Porque un periodista debe saber no sólo formular las preguntas correctas, sino hallar la respuesta, muchas veces siguiendo la ruta de la imaginación, no lo cual no es sinónimo de invención”. Mónica Mateos, reportera de La Jornada, autora del libro Mariposa…
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diarioelcentinela · 1 year
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'La literatura permite una reconciliación crítica con un mundo imperfecto'
‘La literatura permite una reconciliación crítica con un mundo imperfecto’
Foto: Prensa. Entre historias mínimas de escritores y artistas, reflexiones que le dejaron los años de experiencia y la sensibilidad pragmática de quien se reconoce como “un sastre de la prosa”, el escritor y periodista mexicano Juan Villoro aborda en el breve ensayo “La condena y la pasión” el oficio del escritor sin dogmatismos con la pasión de quien sabe que trabaja con los problemas que traen…
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rafaelmartinez67 · 2 years
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LA HERENCIA INVISIBLE. 
Una de las grandes mitologías de nuestro tiempo consiste en creer que todas las abuelas cocinaban de maravilla. Si alguien dice que el pipián viene de una lejana receta familiar, sabe más sabroso. El pasado condimenta.
Pau Arenós, escritor y crítico de gastronomía catalán, se ha rebelado contra la creencia generalizada de que las abuelas sazonaban en forma insuperable. Esta opinión disidente no cuenta con muchos adeptos. La razón parece sencilla: necesitamos reservas de sabiduría rigurosamente incomprobables, y una de ellas es la superioridad de la tradición sobre el desabrido presente.
Intrigado por el tema, hablé con diversas personas acerca de sus antecedentes culinarios. No encontré a nadie que repudiara el perejil de las abuelas. Los hijos de inmigrantes hablaron de sopas y cocidos como del último contacto con la patria del origen y los mexicanos de cepa se refirieron a los fogones como a un santuario vedado a los hombres donde las mujeres se concentraban, con idénticas dosis de talento y sumisión, a convertir sus emociones en guisos.
El mundo de las abuelas se asocia con ingredientes ajenos al comercio y los trabajos de la química; entre ellos destacan los que llegaban vivos al hogar. Hace décadas, por estas mismas fechas, un guajolote inquietaba la azotea de la casa. Se mantenía en engorda para ser comido en Navidad, lo cual provocaba crisis sentimentales. Aunque no alcanzara el rango de mascota, nadie quería matarlo para celebrar la paz. En la cena del 24, mientras rezábamos en torno al pavo, yo temía que Dios atendiera nuestras plegarias de agradecimiento por la vida y resucitara al animal en plena mesa.
En mi veloz encuesta no encontré a apóstatas de la cuchara que negaran la virtud culinaria de sus antepasadas. Quienes no conocieron a sus abuelas o las conocieron ya enfermas, alejadas de la despensa providente, celebraron los condimentos de otras abuelas y mencionaron restaurantes donde la tradición no olvida el epazote. Me pareció evidente que las personas que carecen de prosapia cocinera no quieren ser vistas como huérfanas de los sabores. Hablar con deleite de la cebolla morada y del diminuto ajonjolí es para ellas cuestión de estirpe, una manera de decir que su paladar no pertenece al rango de los descastados que se conforman con lo insípido.
Curiosamente, quienes sí habían disfrutado del niño envuelto, el budín azteca o el indeleble manchamanteles de la abuela, describieron con menor detalle sus guisos favoritos y se refirieron a las recetas como a una interesante abstracción. Llegamos a un punto decisivo: la sapiencia gastronómica se transmite mejor como leyenda que como realidad. Las grandes cocineras trabajan por intuición y rara vez repiten un guiso del mismo modo. Seguir los largos pasos de preparación no basta para que el resultado sepa igual. Como la literatura, la cocina se puede aprender pero no enseñar.
De niño, prefería remojar el pan dulce en el café con leche de mi abuela porque ella lo endulzaba con especial pericia. La forma en que movía las cucharadas convertía la taza en un perol alquímico. Nunca traté de imitarla; lo importante era robar su confitada mezcla.
La etimología de “sabor” coincide con la de “saber”. Los nietos siempre estaremos en desventaja cognitiva y culinaria respecto a las abuelas. De nada sirve transcribir recetas, pues lo más importante se mantiene en riguroso hermetismo. ¿Cuál es la dosis para “sal al gusto”?
Al hablar de sus misterios, las cocineras omiten cosas por pudor, por olvido ante un procedimiento que nunca se cumplió del mismo modo o por el placer de conservar un secreto. Lo cierto es que el dictado transcrito por los nietos resulta desabrido.
En un mundo donde todo aspira a ser cuantificado, la fama de las abuelas depende de un legado intangible. Para la tecnología, la realidad es un sistema de medida. Una aplicación mide nuestros pasos y otra nuestro ritmo cardiaco. La salud es una variante de la estadística. Por suerte, en un entorno que confunde los datos con la ciencia, hay saberes imposibles de calibrar.
Ciertos prestigios dependen de su inverificable condición. Los guisos de las abuelas son un acto de fe. No necesitamos pruebas para creer en ellos. Si la nueva versión de la receta no nos gusta, suponemos que un ingrediente se perdió en el camino. Nada se hereda mejor que la nostalgia.
- Juan Villoro
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garadinervi · 2 years
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From: Vicente Rojo, with Juan Villoro (text), Tiempo líquido, Tiempo Extra Editores, [México], 2000, Edition of 75 [© Vicente Rojo, Juan Villoro. Bibl.: Vicente Rojo. Obra Compartida, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2002, p. 103]
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esquinarota · 2 years
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«No seríamos una familia, pero seríamos de la ciudad». —Juan Villoro.
El vértigo horizontal.
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mllanes2018 · 2 years
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Léemelo: Sofía Espinosa y Juan Villoro
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