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#Rubén Mármol
scintillulae · 11 months
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nofatclips · 2 years
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Fiera de mí by Maria Arnal i Marcel Bagés from the album Clamor - Directed by Joan Galo [Behind the scene pics here]
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shadesofblackness · 11 months
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Naomi Apajok for Numéro #239
LE GRAND BLEU 
Photography: Txema Yeste
Styling: Bernat Buscato
Hair: Rubén Mármol
Makeup: Rubén Mármol
Set Design :Virginia Sancho
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llhmua · 10 months
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Numéro #239 June/July/August 2023 
LE GRAND BLEU Photography: Txema Yeste Styling: Bernat Buscato Hair: Rubén Mármol Make-up: Rubén Mármol Model: Naomi Apajok
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Yo, en un poema de Rubén Darío
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste. La princesa está pálida.) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, (La princesa está pálida. La princesa está triste.) más brillante que el alba, más hermoso que abril! -«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor»
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alencastriquimis · 2 years
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Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya
una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavosreales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Orientela
libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de
Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas
fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere Ser mariposa
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
—Rubén Darío.
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armatofu · 2 months
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Las Palmas: Álvaro Valles, Álex Suárez (Benito Ramírez, 88), Coco, Mika Mármol, Sergi Cardona, Loiodice (José Campaña, 76), Kirian, Marvin Park (Araujo, 76), Moleiro (Sandro, 64), Javi Muñoz y Marc Cardona (Munir, 64)
Osasuna: Sergio Herrera, Areso (Arguibide, 73), Catena, Herrando, Unai García, Mojica, Moncayola (Iker Muñoz, 61), Aimar, Moi Gómez (Pablo Ibáñez, 73), Raúl García (Rubén García, 61) y Budimir (Kike Barja, 90)
Goles: 0-1, m. 48. Centro de Mojica y volea a la media vuelta de Unai García. Un gran gol. 1-1, m. 51. Jugada de Sergi Cardona cuyo centro lo despeja Herrando, pero Kirian está atento y remata de volea rasa, junto al poste.
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universomovie · 4 months
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Rania Benchegra - Vogue Arabia January 2024 Covers
Vogue Arabia January 2024 CoversSource: en.vogue.mePublished: January 2024 In this picture: Rania BenchegraCredits for this picture: Manuel Arnaut (Editor-in-Chief), Txema Yeste (Photographer), Amine Jreissati (Fashion Editor/Stylist), Rubén Mármol (Hair Stylist), Jenneke Croubels (Makeup Artist), Sam Allison (Producer) All people in this work: Manuel Arnaut – Editor-in-Chief Txema Yeste –…
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half-a-tiger · 3 years
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MARIA ARNAL I MARCEL BAGÉS - “Fiera de mí”, from the Spanish duo’s  sophomore album ‘Clamor' out now via Fina Estampa.
Directed by Joan Galo
Art Direction: Dominique Aizpurua
Styling: Juan Camilo Rodríguez
Makeup: Rubén Mármol
Choreography: Aimar Pérez
Editor: Pau Luzón
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nofatclips-home · 4 years
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Physical by Dua Lipa - Directed by Lope Serrano for CANADA
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skinnifertilly94 · 4 years
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Lulu Bonfils for Mango Spring 2019: Violeta
Photographer: Javi Oller
Groomer: Rubén Mármol
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scintillulae · 11 months
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meroreo8 · 3 years
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El rapto de Proserpina
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Rubén, Pedro Pablo 1636 - 1637
Óleo sobre lienzo - 181 × 217,2 cm
Museo del Prado
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-rapto-de-proserpina/39af660c-ad0d-4da6-acbc-5e2a1741fb8d
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Gianni Lorenzo Bernini 1621 - 1622
Mármol - Barroco
Museo Borghese
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shadesofblackness · 10 months
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Naomi Apajok for Numéro #239
LE GRAND BLEU 
Photography: Txema Yeste
Styling: Bernat Buscato
Hair: Rubén Mármol
Makeup: Rubén Mármol
Set Design :Virginia Sancho
#shadesofblackness #naomiapajok
#fashion
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Yo soy aquel que ayer no más decía
Rubén Darío
– I –
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud… ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía…
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía…
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de «te adoro», de «¡ay!» y de suspiro.
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas,
con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura…
si hay un alma sincera, esa es la mía.
La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna Vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y de fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita;
El Arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio; la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
Y el secreto Ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser potente.
De desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye d’ella.
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.
Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor -¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol -¡toda la ira!
Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén… ¡la caravana pasa!
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eldiariodelarry · 3 years
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Clases de Seducción, parte 23: Libertad y Felicidad
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22.
Rubén y Felipe se bajaron de la micro y caminaron de la mano hasta la casa del primero. La luz de los postes brillaba débilmente, contrastando con la luna que estaba más grande y luminosa que nunca, como si estuviera proyectando el estado emocional de Rubén.
Rubén se sintió en un nuevo nivel personal. El tener esta nueva relación le daba una sensación de seguridad mayor, sumado al apoyo incondicional de su padre, podía ser más valiente de lo que nunca había sido. Sabía que no estaba solo.
Llegaron a la casa de Rubén, y su padre intentó disimular la sorpresa al verlos.
—¿Cómo lo pasaron? —les preguntó relajadamente.
—Bien —respondió Rubén—. Papá, te presento a mi pololo —le informó, ansioso.
Sentía que quería contarle a todo el mundo su felicidad, pero su padre se puso serio y se cruzó de brazos frente a Felipe.
—¿Ah si? —le preguntó a Rubén levantando una ceja—, ¿y cuáles son tus intenciones con mi hijo, muchacho? —se dirigió a Felipe.
—Quererlo, respetarlo —comenzó a responder Felipe, un tanto descolocado por la pregunta.
Rubén miraba nervioso a su padre, quien a su vez miraba fijamente a Felipe, intimidándolo. Por suerte, después de un par de segundos no pudo aguantar la risa y le dio un abrazo a su nuevo yerno.
—Bienvenido a la familia —le dijo a Felipe finalmente, dándole la mano.
—Gracias, tío —respondió aliviado Felipe, después de dar un largo suspiro.
—Llámame Jorge —le pidió el suegro, dándole cierta confianza.
—Okey, Jorge.
Felipe sonrió ampliamente, como Rubén nunca lo había visto sonreír. Se notaba que al igual que él, estaba muy feliz.
Jorge les ofreció una cerveza a la joven pareja, para compartir mientras veían la televisión.
—¿Está el Darío? —le preguntó Rubén, cuando se sentaron en el sillón.
—Está en su pieza —respondió su padre—. ¿Quieres hablar con él?
—Creo que mejor mañana—Rubén se sintió incómodo al saber que estaba su hermano a metros de distancia, pensando que podría hacer algo al verlo junto a Felipe.
El padre de Rubén conversaba animadamente con Felipe, preguntándole sobre su vida, sus gustos y proyecciones a futuro, hasta que al final terminaron hablando solamente de fútbol, mientras Rubén escuchaba encantado por lo bien que se llevaban los dos.
Cuando Jorge se fue a dormir, cerca de la medianoche, le recordó a Rubén que al día siguiente irían al cementerio a ver a su madre, y luego los dejó solos.
Rubén apoyó su cabeza en el hombro de Felipe y entrecruzó sus dedos con los de él.
—Creo que nunca había sido tan feliz —admitió Rubén, un tanto avergonzado.
—Me alegra saber que te sientes feliz, a mi lado —respondió Felipe con su voz ronca—. A mí también me haces feliz, Rubén.
Rubén levantó la cabeza y besó a Felipe en los labios. Su pololo aprovechó el momento para rodearlo con sus brazos, y ambos se dejaron caer acostados en el sillón, entre risas.
—¿Qué pasa si sale tu hermano y nos ve? —le preguntó Felipe de repente.
—No sé —respondió Rubén, sin levantar la cabeza del pecho de Felipe—. Supongo que tendré que hablar con él, o quizás nos ignorará, no sé.
La pregunta de Felipe le dejó una sensación incómoda en el pecho, como si fuera algo reprochable que estuviera con su pololo acostados en el sillón, con Darío encerrado en su habitación.
Rubén se sentó en el sillón, causando la sorpresa de Felipe.
—¿Te quieres quedar a dormir? —le preguntó, para disimular.
—No puedo, mañana con el Roberto y su familia iremos a Mejillones, acuérdate.
Rubén recordó que le había contado eso durante la tarde, mientras comían pizza.
—Verdad, lo recuerdo —admitió Rubén.
—Aparte, así te planificas mejor con tu papá para ir al cementerio —agregó.
—Me gustaría que vinieras a ver a mi mamá.
—A mi igual me gustaría —admitió Felipe, sonrojándose levemente—. Pero ya tendremos mucho tiempo para eso —se acercó a besar a Rubén y se puso de pie.
—¿Te acompaño al paradero? —ofreció Rubén, poniéndose de pie también.
—No es necesario —Felipe le acarició las sienes con sus pulgares, notando en el rostro de su pololo el sueño que comenzaba a invadirlo—. Buenas noches —le dio un beso en la boca, y luego se dirigió a la puerta.
—Buenas noches —repitió Rubén, siguiendo a su pololo camino a la puerta.
—Nos vemos el lunes —dijo al final Felipe, cerrando la reja tras él, y besando a Rubén a través de los barrotes—. Lo pasaremos bien en Hornitos —le recordó.
—No puedo esperar —respondió Rubén, lleno de felicidad, ante la idea de pasar un par de días en la playa con su pololo.
Rubén dio un bostezo, evidenciando el sueño que sentía en el momento, y provocando la sonrisa de Felipe, que dio la media vuelta y se fue caminando por la calle.
Rubén cerró la reja con llave y entró a la casa. Se dirigió a su habitación, se sacó la ropa, y se acostó en la cama.
“Me avisas cuando llegues <3”, escribió en su celular, y le envió el sms a su pololo, y sin esperar ni un minuto por una respuesta, se quedó dormido, con una sonrisa en el rostro.
 A la mañana siguiente, cuando llegaron al cementerio Rubén con su padre, compraron un ramo de claveles en la entrada, y caminaron con calma hasta la tumba de la madre de Rubén.
Rubén notó que su padre estaba nervioso, pero no dijo nada.
Al llegar a la tumba, Rubén se puso a limpiar la placa de mármol con el nombre de su madre, como hacía siempre, y Jorge se sentó a su lado, observándolo. Tomó la fotografía que había dejado Darío hace un par de semanas atrás, y Rubén escuchó que comenzó a sollozar.
—Está bien, papá —le dijo Rubén, acariciándole la espalda a su padre, para reconfortarlo.
Rubén no estaba seguro si alguna vez había visto a su padre llorar por su madre.
—Es difícil estar acá, después de tanto tiempo —le dijo Jorge, después de calmar el llanto—. No sé por qué no había querido venir. O sea, si sé. Pensé que si no venía, la partida de tu madre se iba a convertir solo en un recuerdo distante, y podía hacer como que nunca pasó, pretender que simplemente se marchó. Admitir que ya no va a volver es muy difícil.
—Lo sé —Rubén se acercó y apoyó su cabeza en el hombro de su padre—. ¿Y por qué decidiste venir ahora?
—Porque siento que es momento de hacer las cosas bien, tengo que dejar de huir de la realidad —Jorge miró a los ojos a Rubén, y el muchacho sintió como si estuviera mirando en lo más profundo de su alma—. Cuando me dijiste que eres gay me di cuenta que no estaba viviendo como debería. De repente mi hijo me cuenta algo fundamental de su identidad y yo no lo sabía, no me había dado cuenta, o no me había querido dar cuenta.
—Pero papá, no es tu culpa que no supieras, ni siquiera yo lo tenía claro hasta hace poco —lo interrumpió Rubén.
—Lo sé, hijo, pero ese no es el punto —continuó Jorge—. El punto es que, si hubiera estado más pendiente de ti, de tu hermano, si no me hubiera metido tanto en el trabajo para evadir, quizás habrías confiado más en mi, desde el principio. Quizás podría haberme dado el tiempo de enseñarte que está bien que seas como seas, lo importante es que no te hagas daño a ti ni a los demás.
—Perdón por no confiar en ti —Rubén sentía vergüenza por haber tenido tanto miedo a decirle.
Jorge le acarició el cabello a Rubén, con cariño.
—Hijo, no te voy a mentir, si tu mamá estuviera aún con nosotros, quizás a mi me habría costado un poco más aceptarte —Rubén lo miró sorprendido—. No quiero decir que te haya amado menos si tu madre estuviera con nosotros, sino que ahora la idea de perder a mi hijo, la personita que más amo, por una tontera así, no lo soporto, y quizás si no supiera lo que es perder a alguien que amo, no habría sido capaz de darme cuenta de eso —los ojos de Rubén se llenaron de lágrimas—. Lo que sí sé, es que tu madre me habría hecho ver lo correcto, más allá de mi ignorancia; pero ponerme en esa posición, de que inicialmente podría no haberte aceptado, sé que te habría dolido, y agradezco que no se haya dado así.
—¿Crees que ella sabía? —preguntó Rubén con timidez.
—No lo sé, quizás si. Era muy inteligente tu madre, muy observadora. Ella te amaba mucho, quiero que lo sepas. Ella te habría aceptado desde el primer momento, sin pensarlo.
—Lo sé —admitió Rubén, contento, aunque se sentía bien oírlo de alguien más.
—Desearía haber podido… evitar que tomara su decisión —comentó Jorge bajando la mirada.
—Yo también, papá —coincidió Rubén. Estaba seguro que no pasaba ningún día en que no pensara en eso—. A veces sigo pensando que va a entrar por la puerta de la casa, como si se hubiera atrasado en un taco en el centro o algo así.
Su padre lo miró con ternura, y lo abrazó.
—Yo también —compartió, soltando una risa avergonzada—. Supongo que es normal. Sin importar el tiempo que haya pasado. No creo que sea una señal de que aún no lo aceptamos —le comentó, y Rubén sintió como si estuviera leyendo su mente—. Lamento que hayas tenido que pasar por esto tan joven. Tú y tu hermano. No es que yo no haya sufrido por su partida. Sufrí, mucho, y aún sufro; pero el verlos a ustedes sufriendo por haber perdido a su madre fue mucho peor. Por eso el otro día cuando te vi llorar se me partió el corazón, porque no quiero que tu ni el Darío vuelvan a sufrir.
Rubén se emocionó con las palabras de su padre. Sentía que nunca habían conversado con tanta sinceridad con respecto a la muerte de su madre.
—¿Crees que el Darío esté bien? —le preguntó Rubén, preocupado por su hermano.
Sentía que lo estaban aislando de ese pequeño momento familiar.
—El Darío estará bien —lo tranquilizó su padre—. Déjame hablar con él. Entrará en razón. Él te ama. Solo que no sabe cómo lidiar con ciertas cosas.
A Rubén le costaba creer que su hermano lo fuera a aceptar en algún momento, después de la reacción que había tenido cuando se enteró.
Rubén junto a su padre continuaron conversando por varios minutos más, disfrutando de la tranquilidad que les brindaba el lugar, y sintiendo como si hicieran partícipe del momento a Cecilia, la madre de Rubén.
Cuando volvieron a la casa, Rubén le avisó a su padre que iría a la casa de Sebastian a conversar con su amigo, pero al llegar al lugar, la madre de Sebastian le informó que no estaba en casa.
—Salió con la Danielita —comentó la mujer, visiblemente contenta por la pareja de su hijo—. Es tan bonita ella. Y decente.
—Ah, gracias tía —aceptó Rubén con desgano la información, aunque le pareció muy raro el último comentario.
—No como las otras chiquillas con las que ha salido antes —continuó la mujer—. No tiene muy buen gusto el Seba, pero ahora se está enrielando nuevamente.
—No tiene mal gusto el Seba, todas las chicas con las que ha estado son hermosas —comentó Rubén, extrañamente dolido por las palabras de la madre de Sebastian.
—Eres todo un caballero Rubén —la mujer usó un tono condescendiente—, de seguro que las niñas deben hacer fila para estar contigo.
—En realidad no —se rió Rubén—. Tengo pareja, así que nadie hace fila por mí, solo él.
—¿Él quién? —preguntó confundida la mujer.
—Mi pololo —respondió con orgullo Rubén, y sintió un remolino de euforia en su interior.
—Ah, ¿eres?, oh, Rubén —la madre de Sebastian estaba impresionada, e incluso dijo su nombre con lástima—. Felicidades, entonces.
Rubén notó que sus palabras no eran sinceras, y sintió de inmediato el rechazo de la mujer.
Se sintió avergonzado, y se arrepintió de inmediato de haberle contado eso a la madre de Sebastian, pensando que la mujer podría sospechar de su hijo también.
—¿Le puede decir al Seba que vaya a mi casa cuando llegue? —le preguntó, mirándola a los ojos, intentando demostrar que no le había afectado su reacción.
—Por supuesto, hijo —respondió ella, con una sonrisa incómoda.
Rubén volvió a su casa con una sensación rara. Ver en el rostro de la madre de Sebastian el rechazo que le produjo el enterarse que era gay lo trajo de vuelta al mundo real. Darse cuenta que no todo el mundo lo iba a aceptar como lo había hecho su padre era necesario, pero también tenía que aprender a no dejar que el rechazo de la gente lo afectara.
Darío estaba en la cocina, sirviéndose un vaso de bebida cuando Rubén llegó.
—¿Vas a tomar bebida? —le preguntó muy serio y enojado.
—No —respondió sucintamente Rubén.
Darío asintió, guardó la botella de bebida en el refrigerador, y se fue a encerrar a su pieza con el vaso y un platillo con un sándwich.
A Rubén le pareció graciosa la interacción con su hermano, y sintió cierto alivio al saber que al menos le dirigía la palabra aún.
Rubén se fue a su habitación y encendió el notebook para conectarse a MSN.
Apenas inició la sesión, aparecieron ventanas de conversación con Felipe, Sebastian y Catalina.
“No tengo saldo, así que no te pude responder el mensaje de anoche, pero llegué bien” decía el mensaje dejado por Felipe.
Rubén le respondió con varios corazones rojos, expresando con dicho emoticón su sentir.
“Y tu tan desaparecido que andas” le decía Catalina en otra ventanilla de conversación.
—Cata, tengo muchas cosas que contarte —respondió de inmediato Rubén, sintiéndose un poco mal por tener tan apartada a su amiga.
“Ignora todo lo que dije hoy. Solo recuerda que estoy muy feliz por ti, Rube” decía un mensaje que había dejado Sebastian.
—Igual tenemos una conversación pendiente. Tengo algo que contarte —respondió Rubén, con una carita feliz.
—¡¡¡¿QUÉ COSAS TIENES QUE CONTARME?!!! —preguntó Catalina en su conversación, entusiasmada, no mucho después de que Rubén había presionado envíar.
—Soy libre —escribió Rubén, sabiendo que esas palabras no eran muy descriptivas.
—¿En serio?, ¡OMG!, ¿desde cuándo?
—Desde el viernes.
—¡Cuéntame todos los detalles!
—Prefiero contártelo en persona, ¿Cuándo nos veremos?
—Entro a las 6 al trabajo. ¿Puedes a las 4?
—Obvio —aceptó de inmediato Rubén.
A las 16:15 llegó al centro comercial y se encontró con Catalina, que le dio un fuerte abrazo al saludarlo.
—¡Estoy tan orgullosa de ti, Rube! —le dijo con genuina emoción en la voz.
—Gracias Cata, y perdón por no haberte contado antes, pero he tenido un par de días muy intensos.
—Necesito que me cuentes todo —Catalina lo tomó de la mano, y comenzaron a caminar—. ¿Quieres comer algo acá en el patio de comidas?, si quieres podemos ir al cine y sacar cabritas y bebida gratis.
—Suena tentador —comentó Rubén, indicándole que aceptaba las cabritas.
La pareja de amigos se dirigió al cine, donde Catalina movió sus influencias para obtener dos cajas grandes de cabritas, dos bebidas y dos bolsas de papas fritas, y luego caminaron hacia las terrazas del mall a sentarse a comer.
Rubén le contó con detalle su salida del closet, y Catalina se vio muy afectada al oir la reacción de Darío.
—Qué idiota —comentó secándose las lágrimas con furia—, ¿cómo pudo hacerte eso?
—No lo sé —admitió Rubén—, pero mi papá me dijo que le diera tiempo para que recapacitara. Hoy lo vi por primera vez desde el viernes, y al menos me ofreció bebida, así que supongo que está en proceso.
—No te merece como hermano —lo interrumpió Catalina—. Eres un sol, Rube. Me alegro mucho que tu papá sea tan bacán.
—Si, es el mejor —coincidió Rubén—. Hoy fuimos al cementerio juntos, a ver a mi mamá. Era la primera vez que iba desde el funeral. Creo qu,e de alguna forma, mi salida del closet también le está sirviendo a él para seguir adelante.
—Donde menos lo esperamos encontramos esa fuerza que nos motiva a evolucionar —comentó Catalina, con una sonrisa, pero a Rubén le pareció como si estuviera pensando en voz alta.
—Y no te he contado lo más importante —agregó Rubén, sabiendo que Catalina se emocionaría al oir lo que faltaba.
—¿Qué cosa?, ¿hay más?
—Si. Estoy pololeando —le informó con entusiasmo, y Catalina se llevó las manos a la boca por la impresión.
—¿Con quién? —preguntó su amiga, temiendo la respuesta.
Rubén sabía a qué le temía.
—Con el Felipe —respondió Rubén, y Catalina lanzó un gritito de alegría, y se abalanzó a darle un abrazo.
—¡Ay Rubén felicidades! —le dijo ella abrazándolo con fuerza—. Me alegro mucho por ti. Tienes hasta una expresión en los ojos distinta, se nota que estás feliz. Me gusta verte así.
—Si, estoy feliz —admitió Rubén, con una sonrisa imborrable del rostro—. Gracias por alegrarte tanto por mi.
—¿Es broma?, obvio que me voy a alegrar, Rube. Por fin eres libre, no tienes que estar escondiéndote de tu papá, y puedes compartir con él todo lo que sientes. Aparte ya tienes pololo, y a tu papá le agrada, así que puedes invitarlo a tu casa…
—Bueno, tienes razón, me han pasado muchas cosas buenas —Rubén sonrió, contento de darse cuenta lo bien que iba su vida en ese momento—. Así que espero que de repente me pasen solo cosas malas.
—No digas eso —lo retó su amiga—. Este es el comienzo de tu nueva vida. Libertad y felicidad.
—Bueno —se rió Rubén—. Oye y mañana iremos a Hornitos con el Felipe y sus amigos, ¿quieres venir?
—¿Yo?, ¿pero no será muy nada que ver que yo esté ahí? —preguntó Catalina, sonrojándose.
—Para nada —la tranquilizó Rubén—. Aparte, si en algún momento me siento incómodo por estar rodeado de tanta gente, te tendré a ti como soporte emocional.
—Me parece tentadora tu oferta, y agradezco que me consideres un soporte emocional —bromeó Catalina—. Bueno, pregunta a tus amiguitos si no hay problema con que vaya, y me avisas. Puedo hablar con el Jona para que me cubra mañana y pasado.
—¡Genial! —exclamó Rubén, contento por la idea de que Catalina conozca a su círculo de amigos.
Continuaron conversando, y Rubén le contó con detalle cómo Felipe le había pedido pololeo, y a pesar de que Catalina se mostró un tanto desilusionada porque no había sido tan romántico como ella esperaba, le encantó de igual forma.
 Cuando volvió a su casa, cerca de las siete de la tarde, llamó por teléfono a Felipe y conversaron largamente.
—No puedo esperar para verte —le dijo Rubén, y si bien se sintió estúpido al decirlo porque sí podía esperar, le gustó tener a alguien a quien decirle esa frase tan cliché.
—Tranquilo, que mañana nos veremos —le dijo Felipe, romántico como siempre—. Mañana en la mañana nos iremos con el Roberto a Antofa a buscar algunas cosas, y te pasaremos a buscar para irnos a Hornitos.
—Perfecto —aceptó Rubén con una sonrisa en los labios—. Oye, ¿puedo invitar a la Cata?
—Obvio que puedes —respondió de inmediato Felipe—. Me agrada ella, de seguro todos la amarán.
—Genial —Rubén estaba muy entusiasmado, y sonreía sin parar.
—La Anita con la Ingrid dijeron que iban a pasar a buscar a la Dani y la Maca —le informó Felipe, y Rubén supuso que Sebastian iría con las muchachas.
En ese momento se dio cuenta que ya no sentía ansiedad ante la posibilidad de encontrarse con un grupo grande de gente, que era su “excusa” para convencer a Catalina.
—Nos vemos mañana, Rubén —se despidió Felipe.
—Nos vemos —repitió Rubén, expresando con su voz todo lo que no expresó Felipe.
—¡Nos vemos mañana cuñado! —gritó desde el fondo de la otra línea Roberto, causando la risa de Rubén.
Después de cortar la llamada con Felipe, intentó comunicarse con Sebastian, pero no tuvo éxito, ni por teléfono ni por Messenger.
Pensó en ir a su casa, pero la idea de volver a encontrarse con su madre le quitó las ganas.
“Debe estar preparando sus cosas para mañana”, pensó, optimista.
 A la mañana siguiente, Rubén arregló sus cosas temprano y esperó que Felipe y Roberto llegaran a buscarlo.
Los muchachos llegaron pasado el mediodía junto a Marco.
—¿Cómo está el tortolito número dos? —preguntó bromeando el ex compañero de curso de Rubén, bajándose del jeep desde el asiento trasero.
—Prefería cuando me decías Rubencio —respondió con sarcasmo Rubén.
—Si estaba bromeando. Siempre serás Rubencio en mi corazón —Marco formó un corazón con los dedos y se lo puso sobre el pecho.
Rubén no aguantó la risa y se acercó a darle un abrazo.
—¿Cómo te sientes?, el Pipe nos contó sobre tu salida del closet —le preguntó Marco, poniéndose un poco más serio.
—Estoy bien, mejor que nunca —respondió con sinceridad Rubén.
—¡Eso es lo que quería oir! —Marco le dio un golpecito en el pecho y lo volvió a abrazar entusiasmado—. Oye ¿y el Seba viene?
—No sé. Lo he tratado de ubicar, pero no me contesta, así que no sé si irá —respondió con sinceridad Rubén, y un tanto preocupado por su amigo.
—El Sebastian se fue con las niñas —intervino Felipe al bajarse del jeep—. Hablé con la Anita y están llegando a Hornitos.
Rubén sintió cierto alivio al oir las palabras de Felipe, y le dio un fuerte abrazo y un beso en los labios a modo de saludo.
—¿O sea que vamos un poco atrasados? —dedujo Rubén.
—No estaríamos tan atrasados si Marco no se demorara tanto arreglándose —comentó Roberto, que venía bajándose del lado del conductor, y le dio también un abrazo de saludo a Rubén—. Estuvimos casi una hora en su casa esperándolo.
—Ignóralos Rubén, exageran —comentó Marco.
—No exageramos —rectificó Felipe.
—Como sea, vamos, que tenemos que pasar al super a comprar —Marco cambió de tema rápidamente.
Rubén y Felipe se subieron en los asientos traseros del jeep, mientras Marco iba de copiloto de Roberto. Pasaron a buscar a Catalina a su casa, y Marco la saludó con excesiva coquetería, provocando al risa de Rubén.
—¿Qué pasa? —le preguntó Marco a Rubén, notando que se reía por él.
—Nada —Rubén se hizo el tonto.
Pasaron a un pequeño supermercado a comprar carne, carbón y bebidas alcohólicas para un asado en la playa, y luego emprendieron rumbo a Hornitos.
Rubén apoyó su cabeza en el hombro de Felipe, que miraba plácidamente por la ventana, mientras conversaban entre todos, contentos por el panorama en la playa. Estaba convencido que iba a tener uno de los mejores días de su vida, disfrutando junto a sus amigos y su pololo. ¿Qué podía salir mal?
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