La verdad es que dudo bastante de este dibujo, a veces lo veo con muchas cosas y otras veces siento que podría mejorarlo con algo, pero ya creo que está bien dejarlo así.
Aquí en realidad no es el personaje sino los demás que sufren por estar en su presencia.
Hoy vamos a ver un milagro que nos enseña el tan importante valor bíblico de la obediencia.
Esta vez es un ciego el que necesita ayuda y Jesús con compasión lo sana, pero esta vez algo es diferente.
El texto dice que nadie le preguntó si es que quería ser sanado, sino que estaban preguntándole sobre otros temas, y mientras respondía Jesús hizo barro, lo puso en los ojos del hombre, y le mandó que fuera a un estanque a lavarse. El hombre ciego obedeció aunque en ese mismo momento aún no veía, la vista le fue otorgada solo después de hacer lo que Jesús le mandó.
Los que lo conocían no podían creer que hubiera sido sanado y le preguntaron ¿cómo pasó eso? y el hombre relató el milagro y mencionó como había obedecido a Jesús.
Todos estos milagros tenían un propósito de hacer evidente la gloria y el poder de Dios.
Jesús mismo aprendió a ser obediente al aceptar venir a vivir en la tierra y a morir por nosotros Hebreos 5:8. Estando junto al Padre conocía la obediencia porque todo el cielo hacía lo que Él ordenaba. Pero estando aquí Él también debía obedecer a Dios en todo lo que le fue ordenado, hasta el punto de morir por nuestros pecados.
Debemos obedecer a Dios, a nuestros padres, a los maestros, a los líderes y todos los que en alguna forma tienen autoridad sobre nosotros. Y también se nos pide que seamos obedientes, pero con amor y respeto, no de mala gana ni protestando.
Quiero guiarte en una oración: Pídele perdón a Dios si no has sido obediente y pídele que te ayude a serlo, cuéntale como te cuesta, como quieres hacer otras cosas y no las que te dicen, y dile que quieres cambiar en eso y ser más como Jesús.
Porque el corazón siempre sabe cuando ha llegado el momento de terminar algo. Es el que mejor entiende de puntos finales. Pero se hace el ciego, el sordo y el mudo porque le duele romperse, aunque el golpe sea inminente.
Todos están diciéndome que me haces daño. Pero estoy tan ciego, por las ilusiones que tengo formadas por ti, que quiero llamar “amor” a aquello que me das para desarmarme.
Cierra los ojos, no digas nada, deja que tus manos toquen, sientan, lean mi piel como un ciego lo hace en Braille; estamos a un poema de que te bese el alma, de que te acaricie el corazón, de que enamore tu mente.
Cierra los ojos y déjate llevar por este mágico momento, vuela sigiloso por el relieve de mi dermis y dale alas a tus deseos, que sobrevuelen los besos, levite la pasión... Deja que la tentación nos gane y hagamos de esta entrega un poemario de amor.