Hace muchos años, cuando la Luna no existía, nació un conejo azul en el bosque de los conejos morados. Un azul, como el del cielo. Ni un solo conejo podía creerlo. ¿Cómo era posible que un conejo azul existiera?
Al ser diferente, fue desterrado, pues, tenía una mala imagen en el lugar. Vivía escondido en la madriguera más lejana posible, nadie debía verlo, después de todo, era anormal. Lo llamaron Blueberry y su única compañía era un conejo de felpa azul.
Blueberry se encargaba de cosechar bayas y cada semana iban conejos morados a recogerlas.
—¿Podría ir al pueblo con ustedes? —les decía cada que iban.
—Lo siento Blue, ya sabes cómo es esto —respondían con indiferencia.
Desde hace mucho tiempo había sido lo mismo, hasta que un día, algo cambió.
—Hola Berryblue, ¿qué tal tu día? —preguntó Blueberry a su conejo de felpa — ¡Oh si! El mío también ha estado muy bien. ¿Sabes que me dijeron los conejos morados?
Nunca obtenía una respuesta, ¿qué le podría decir un peluche? Nada.
Al caer la noche, Blueberry decidió salir de su madriguera a ver las estrellas. Le gustaba ver el cielo nocturno, posiblemente era lo más hermoso que había en todo el mundo.
En ese momento, había un silencio total. Lo único que se podía escuchar, era la brisa refrescante que sacudía el pelaje del pequeño conejito azul.
—¿Cómo crees que sería tener un amigo, Berryblue? —preguntaba a su conejito de felpa, el cual, seguía sin darle una respuesta.
El tiempo pasó lento. Se detuvo por completo y él, se quedó disfrutando el movimiento de las estrellas en el cielo nocturno.
Sin darse cuenta, se quedó dormido sobre el césped del bosque. Todo quedó tranquilo.
Después de unas horas, una helada oleada de aire lo despertó, congelando así, su diminuto cuerpecito.
—¿Por qué hace tanto frío? —se preguntó así mismo. Trató de darse calor con sus pequeñas patitas y sin darse cuenta, del cielo comenzó a caer una especie de polvo blanco. Miró hacia arriba y una inmensa bola blanca venía hacía el. Era brillante y emitía montones de luces blancas, pero ¿por qué había polvo blanco? ¿Qué significaba eso?
Blueberry se asustó con eso y salió corriendo. Se refugió en su madriguera y al sentir el fuerte impacto que hubo fuera, chilló. Pasaron unos minutos y ya no se escuchó nada. Su corazoncito latía demasiado rápido, así que buscó la forma de tranquilizarse.
—¿Qué habrá sido eso? —preguntó, Blueberry a, Berryblue, pero ahí no estaba el peluche de felpa. No lo encontraba por ningún lado. ¿Dónde podría estar? Eso asustaba mucho al pequeño conejito azul. Berryblue era lo único que él tenía, no podría haber desaparecido, así como así. Al no verlo por ningún lado en su madriguera, entró en pánico. Salió corriendo, en busca de él, pues, necesitaba encontrarlo si o si.
Había mucho polvo blanco y demasiada luz cegadora. Eso no le había importado mucho a Blue, después de todo, su única preocupación era su peluche. Pero, en una fracción de tiempo, algo más llamó su atención. La luz que había visto en el cielo.
Se acercó dando pequeños brinquitos; poco a poco, la luz, fue disminuyendo. Cuando esta se apagó por completo, Blueberry se sorprendió al ver a una inmensa criatura de color blanco frente él.
¿Qué podría ser ese enorme ser? Nunca en su vida había visto algo similar, era tan grande y brillante.
Caminó hasta su rostro y con una de sus pequeñas patitas, lo tocó. Era escamoso y helado.
La gran criatura blanca abrió sus ojos, unos bellos ojos color celeste, como el pelaje de Blue. Brillaban al igual que antes. Es tan celestial.
—¡Hola! —le saludó —¡Soy Blueberry! ¿Cuál es tu nombre?
Ha pesar de estar sumamente asustado no podía evitar tener curiosidad por aquella gigante bestia que estaba frente a él.
¿Por qué había caído del cielo?
La criatura blanca se incorporó. Tenía un cuello largo y cuernos peligrosamente afilados. Era casi diez mil veces más grande que Blueberry y tenía unas inmensas alas, que a diferencia de todo su cuerpo, se veían suaves y calientes.
—Mi nombre es, Luna —respondió sin redondeos —¿Qué cosa eres tú?
—Soy un conejo. ¿Qué hay de ti?
—Soy un dragón, que viene del espacio.
Ahora que Blueberry ya sabía que era Luna, se sintió más seguro.
Un dragón blanco, que vive en el espacio. Si viene de allá arriba, ¿qué hace por aquí? El pequeño Blue dejó eso de lado, solo quería conocer a Luna.
—Oye Luna, ¿no has visto a mi conejo de felpa? —preguntó, Blueberry recordando a lo que había salido.
—¿Hablas de esta cosita? —, Luna sacó de debajo de una de sus grandes alas a Berryblue y se lo tendió a su dueño. El conejo azul se encontraba tan feliz por haber encontrado a, Berryblue. Luna, la dragona, observaba la diminuta sonrisa en el conejito y ella también sonrió.
—¿Te quedarías esta noche aquí conmigo? —La dragona observaba al pequeño conejo, ella esperaba a que el aceptara quedarse con ella el resto de la noche.
—¡Claro!
En lo que quedó de la noche, Blueberry estuvo al lado de, Luna.
En la mañana, cuando el conejo azul despertó, no estaba, Luna. No la veía por ningún lado. ¿A dónde podría haber ido? ¿Se habría adentrado en el bosque?
Comenzó a dar saltitos en busca de la dragona y en poco tiempo, encontró montones de huellas gigantes en la tierra. Sin duda, Luna se había adentrado más en el bosque.
Blueberry, siguió sus huellas por horas, hasta que la vio parada frente a una oscura cueva. Hablaba con alguien, pero, Blue no podía ver quien era, después de todo, Luna lo tapaba con su inmenso cuerpo.
Se acercó a donde la dragona y se encontró con un deslumbrante oso pardo, de color amarillo.
—Por favor, Gran Oso Sabio, ayúdeme a cambiar mi color. Solo así podré volver al espacio con los demás dragones —, pedía Luna al Oso Amarillo. Podía verse la desesperación en su rostro. En serio quería volver al especio exterior. Ese era su hogar.
—Me temo que yo no soy ningún Gran Oso Sabio —musitó molesto.
—Pero, es usted un oso.
—Y que sea un oso no significa que yo sea el que usted busca —. Finalizó. Volvió a lo más oscuro de su cueva y no volvió a salir.
Blueberry observaba a Luna, fue ahí cuando se dio cuenta de que ella estaba en el bosque de los conejos morados, porque era diferente.
—Luna, ¿por qué no simplemente vuelves al espacio?
La dragona se sobresaltó. No esperaba a nadie. Bajó la cabeza para estar al nivel de, Blue y habló.
—¡Oh! ¡Pequeño conejito! ¿Cómo me encontraste? —, Luna observaba a Blue con unos ojos muy abiertos, como si verlo ahí fuera una increíble sorpresa.
—Seguí tus huellas. Pero ¿por qué no puedes volver al espacio?
—Verás, no puedo volver al espacio si no soy de color negro con manchas blancas. Solo los dragones de color negro y manchas blancas pueden estar en el espacio —declaró.
—¿Por qué?
—Porque así lo dicen.
—¿Quienes?
—Los demás dragones —, contestó con un hilillo de voz.
Blueberry meditó un poco sobre eso. ¿Por qué Luna debía de ser de color negro con manchas blancas? ¿Por qué no podía ser sola ella? ¿Por qué Blueberry tenía que ser morado, como los demás conejos? ¿Por qué tienen que vivir lejos de todos? ¿Solo por ser, diferentes? Ser diferente no es nada malo, ¿entonces, por qué están desterrados?
Nunca lo había pensado, pero, ser de color azul era algo muy lindo. Él era el único conejo azul y.... eso no parecía tan malo después de pensarlo en ese preciso momento. Jamás en su vida se había puesto a pensar en lo increíble que era ser un conejo de color azul; a pesar de estar solo nunca necesitó de alguien más para poder divertirse o para cosechar sus bayas.
¿Por qué ambos debían de ser como los demás? ¿Por qué no solo podían existir todos juntos y ya? ¿Tan dificil es convivir?
Ahora Blueberry lo entendía todo. No necesitaba ser como los demás para vivir feliz, solo ser él.
—Luna, no tienes que ser como los demás dragones para vivir tu vida en el espacio —, dijo Blue a la dragona. Esta lo miraba atenta. ¿Qué era lo que acaba de decir? —Con ser tú, está todo bien.
—¡Pero claro que debo de ser como los demás dragones! Si no, no podré volver.
—¿Pero, que tienen de especial los demás dragones? Podrías ser solo tu y ya.
—Claro que podría, solo no entiendes que ellos no me aceparán si no soy de color negro con manchas blancas. Nadie querrá ser mi amigo —. Blueberry sonrió con una maravillosa idea que había tenido.
Era la idea perfecta y no dudaría para nada, solo lo haría.
—¡Iré yo contigo! ¡Y seremos amigos! ¡Y así, ya no estaremo solos ninguno de los dos! Seremos dos criaturas diferentes a todos. Únicos en todo el espacio. ¿Qué dices? —chilló eufórico.
Luna lo pensó. ¿El conejo azul, en el espacio? ¿Con ella, la dragona blanca? Sonaba bien.
—¿Y si alguien nos dice algo? —preguntó tímidamente.
—¡No les haremos caso! Solo seremos nosotros mismos y ya —. Luna sonrió. Le gustaba la idea.
—¡Si! ¡Me gusta!
Ambos animalitos corrieron de vuelta a la madriguera. Organizaron todo un plan. Debían de estár listos para emprender su viaje.
La noche, volvió a caer.
Blueberry, subió al lomo de, Luna. Esta, extendió sus inmensas alas blancas, lista para emprender vuelo, hacia el espacio exterior.
No tomó mucho tiempo salir del planeta en el que se encontraban, después de todo, Luna era un ser inmenso con una velocidad asombrosa.
Al estar fuera por completo, Blueberry comenzó a ver todo con su pequeños ojitos. Se encontraba anonadado, ese escenario escenario era sumamanete inefable para el diminuto animalito. ¿Qué podría decir?
Al cabo de unos segundos, se percató de que había millones y millones de Dragones negros con manchas blancas, frente a el. Ninguno les prestaba atención, eran inexistentes en ese preciso momento.
—¡Luna, esto es asombroso! —excalmó, Blue, asombrado.
La dragona, sonrío.
—Lo es.
—¿Te parece si nos alejamos? Donde no hayan, dragones. Solo, Luna y Blueberry. ¡Suena genial! ¿No?
—¡Nunca lo había pensado! —exclama, la dragona.
—Seremos nosotros mismos, lejos de todos los demás —Blue, sonríe.
Ambos amigos se alejan. Pasan entre millones de dragones negros y vuelan muy lejos. Donde ninguno más pueda criticarlos por sus colores.
...
Desde ese entonces, los conejos morados, dicen que todas la noches, pueden ver a la gigantesca Luna en el espacio, siendo acompañada por su muy fiel amigo, Blueberry.
Siempre juntos.
Siendo ellos mismos.
Fin.
Soy un asco para escribir cuentos, pido perdón por eso. Bueno, antes que nada, buenos días, buenas tardes y buenas noches. Para entrar en contexto, jaja, este es un cuento que será parte de la historia que estoy escribiendo, entonces, me dieron ganas de publicarlo antes de y así. Pido perdón por mis horrores de ortografía. Muchas gracias por leer esta cosa fea. Nos leemos mañana en la piblicación de mi nueva historia. No falten. Es a las dos de la tarde.
Besos, Noah.
LA LUNA EN EL CIELO - HISTORIA EN WATTPAD
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