Tumgik
#Cuento
des-vanecido · 2 months
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— Juan José Arreola.
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depoesiaypoetas · 10 months
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La maleta se hizo más rápido de lo que se había desempacado. Olvidé el bote de champú, el cepillo de pelo, una falda y un scrunchie, las sandalias también. El hogar que creía mío ya no se siente más hogar. La familia ya no se siente familia. Tomé la mochila y salí con lágrimas en los ojos y dolorcito de pecho. Nadie me siguió. De alguna forma hubiera deseado que alguien lo hiciera o al menos dijera algo tras la discusión familiar. La puerta no se abrió para decirme que me quedara. Si no hay cumpables, hay heridas familiares de las que nadie se responsabiliza, y he tomado una decisión quizás apresurada, pero necesaria, y no di la vuelta atrás. No soy católica pero creo en Dios y caminando por una hora me detuve en el parque de la iglesia lleno de aves y palomas donde el viento pega fuerte y los árboles murmuran con vaivén, he llorado por dos horas, el dolorcito en el pecho seguía ahí, hubiese querido que el aire me secara los ojos, pero como se sabe, cuando empiezas a llorar por una cosa lloras por todas las veces anteriores, y es difícil cerrar las fuentes. Una señora creo que intentó acercarse pero me hice bolita sobre mis rodillas y dejé que siguiera el raudal, ni siquiera la respiración me ayudaba. Y esperé un rato. Me despedí de los planes cuando me hube calmado un poquito, que había hecho con los amigos y familiares. Y recibí en el chat familiar un único mensaje de "ojalá algún día me entiendas", y el corazón se arrugó más, y seguí llorando un rato lentamente como quien quiere quedarse dormido y olvidarse un ratito. Tomé un autobús a la central para cambiar mi boleto y tomar el siguiente en regresar, debía esperar 4 horas y me quedé sentadita en la terminal, viendo a los familiares despedirse y a los amantes con besos en la frente y lágrimas en los ojos: la terminal sigue siendo de mis lugares favoritos, sigue habiendo amor honesto del que no hay en otro tipo. Y mi autobús salió de noche, con nada en mi estómago, los ojos hinchados y la opresión en el pecho. Llegué a la terminal norte y esperé 20 minutos para trasbordar. Viajo ligero pese a que mi mochila parece caparazón de tortuga, sólo tengo ropa, libros y dulces en sus bolsas. Son más historias las que me pesan al hombro que la carga física la que llevo. Dormí más tiempo y, al despertar me sentí extraña creyendo que todo había sido un sueño, pero ya estoy acá de nuevo; he llegado a un hogar que no se siente hogar por ahora llamaré mi casa. El dolorcito en el pecho tomará su tiempo en desaparecer, dicen mis amigos cardiólogos que es un Síndrome de Takotsubo, yo digo que el amor romántico no es el único que puede romperte el corazón.
Clara Ajc
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instantedelibertad · 1 month
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Si pudiera regresar a aquel momento antes de conocernos, cuando la esperanza estaba en las miradas y te visitaba entre el despertar y el sueño, cuando teníamos esa inocente expectativa de poder atravesar el tiempo.
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La mala del cuento, si soy... Mucho tiempo fui la buena, a la que le rompían el corazón ,la qué permitía qué la maltrataran por un poco de calor,la qué esperaba que un día la tratarán con amor y se cansó de esperar... Hoy soy la mala del cuento, por qué ser la buena en un cuento de terror no nos salva del horror.
Pura maldad ❄️
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caostalgia · 6 months
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Mi fantasía favorita ha sido imaginar un “felices por siempre” contigo, pero somos un cuento sin final feliz.
Tony’s Garden
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elquecuentacuentos · 19 days
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«Yo era como su cabello corto: siempre tratando de acariciar su cuello, de alcanzar la piel de sus hombros, de llegar a su pecho. Pero ella, como a mí, siempre lo cortaba. Lo cortaba... justo como a mí me encantaba.»
-Fragmento (Cuentos perdidos, Eloy Martínez Adame).
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1663- ¿Sientes por lo menos –le dijo sin mirarlo– cierto afecto por mí? Patrice se arrodilló junto a ella, mordiéndole el hombro. -Sí, afecto sí, como siento afecto por la noche. Eres la alegría de mis ojos y no sabes qué lugar ocupa esa alegría en mi corazón.
(La muerte feliz. Albert Camus) 
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rinconliterario · 20 days
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Intenté cuidar por todos los medios cada ladrillo de esta casa abandonada, yo sola no podía sostener nada, ni una casa, ni un puente, ni siquiera una choza de barro. Michelle Buletti.
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esuemmanuel · 20 days
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El Árbol de la Vida
Me encuentro en el bullicio de una nada que absorbe… distrae… engaña y que, en sus infinitas manifestaciones, refleja la separación de una misma causa. En el centro de este bizarro lugar descansa la raíz de toda esta realidad: un árbol alto y frondoso, de tronco grueso y rugoso, se eleva a las alturas de un cielo sin nubes ni color, expandidas sus ramas hacia todos los hemisferios de este mundo…
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euforicos · 3 months
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Jamás he deseado el dinero, jamás he deseado poder, jamás he esperado o deseado socializar más de lo necesario, sin embargo siempre he buscado hacer cosas que ame o me hagan feliz (eso es la mejor y peor enseñanza que me dieron mis padres) tambien si hay algo que no me guste de lo que hago lo dejo de hacer, y busco algo nuevo, el no generar dependencia al dinero o a las emociones me tienen donde estoy, no se si sea bueno o malo, pues lo único que siempre deseo es saber, es conocer, es tener más y más conocimiento, sin importarme si se me va la vida en eso, con eso he descubierto que el saber estar, saber ser y saber hacer, me han dado las cosas que no deseo pero también me han llenado el corazón con el descubrimiento de que en el servir encuentra uno paz y en el conocimiento su mayor tormento pues ahora quiere uno salvar para la eternidad ese saber y transmitirlo a todo el que quiera y pueda entenderlo.
La nostalgia del trascender.
🐺MEC
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caballero-de-libra · 8 months
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Víctima de lo ajeno
Mientras esta inefable trama y espera del día a día acontecía sobre mí en nulos pensamientos, recordé que merodeaba silenciosamente por las calles sin ningún destino aparente salvo divagar sobre el futuro contemplando ideas sin firmeza sobre la realidad: la ansiedad lentamente agujereó mi pecho y devoró mis entrañas de la cordura hasta quedarme entumecida e indistinta de las farolas a los que nadie presta atención. Inesperadamente, me topé con aquel ayudante encargado de realizar las fotografías profesionales para el Dr. Ruellan; tímido, extraño de lo más ajeno; misterioso, intentó descifrarme; tierno, aunque no me lo podía explicar; maduro, con un rostro sin marcas. ¿Qué hubo detrás de aquellas intenciones? ¿De qué trató este final? ¿Fui parte de sus horas extra de trabajo?
Acostarse con una paciente que no conoce, recostarse sobre senos vírgenes, amordazarse él mismo con sus confesiones idílicas o comprometerse con la cárcel de mi alma. A través de estos párpados míos, que desfigurados con maldad por un orden natural irrestricto que no tolero; de esta mirada mía, que me niego a aceptar con recato, y sin gracia alguna me pierdo con temor; que acaben los días para desaparecer de mí este talón de Aquiles, que roba el protagonismo de mi apariencia entera. La marca del Dr. Ruellan era mi única esperanza, para una edad como la mía donde la armonía de mi físico debería centellear los espejos más robustos de las vidrierías. En medio de nuestro silencio, en la habitación del hotel sostenidos por el frágil catre, yacíamos desnudos revelando historias detrás de cada marca indeleble en la piel. Lo observé dirigir su mirada hacia mis párpados, como si únicamente fuera lo único que existiese en mí, como si allí se ubicase mi alma, mi conciencia, la razón de mi ser, mi todo y mi nada. ¿Cómo es posible que tomó entre su boca mis párpados como si fuera un manantial? Acaso no ve que sus palabras solo acomplejan mi pena, es fácil decir que no lo haga cuando él no está en mi posición. Dime si me ves y escuchas mi silencio, si entre él ves el odio de mi cuerpo entre la imperfección, dime si sientes el rugir de cadenas que me atan contra tus besos al odio de este miedo que me hace enmudecer. No, no lo haces, no me escuchas y no ves, clavas uno a uno tus besos contra el frío de mi piel entre mis párpados y declaras como loco empedernido que amas mi imperfección y aquello por lo que muero en la condena del silencio, entre el reflejo de lo dices y lo que ves.
Creo que su trabajo terminó seduciéndolo hasta tal punto de convertir mis párpados en un fetiche. Por ello, me rogó que no me operase, que desista y acepte con resignación ser su modelo eterno del quirófano. Ahora que sé el antídoto para su obsesión, siento que he sido una víctima de lo ajeno, mis párpados nunca los sentí míos, probablemente esto cambie cuando me opere.
Quinto escrito de la serie "Micro-relatos".
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redcomunitaria · 8 months
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Viviendo al límite
Había una vez un psicoterapeuta llamado Daniel, un hombre de mediana edad con una larga experiencia en el campo de la salud mental. Durante años, había ayudado a innumerables personas a enfrentar sus luchas emocionales, pero el caso de Sofía, una joven de 25 años que padecía trastorno límite de la personalidad, se convertiría en uno de los desafíos más intensos y gratificantes de su carrera.
Desde el primer momento en que Daniel conoció a Sofía, se dio cuenta de la profundidad de su sufrimiento. Las marcas en sus brazos eran visibles, pero lo que no se veía era la tormenta emocional que Sofía lidiaba a diario. Daniel sabía que debía abordar su situación con la máxima empatía y comprensión.
En su primera sesión, Sofía apenas podía mirar a los ojos de Daniel. Se sentía avergonzada y culpable por sus cortes y autolesiones. Pero Daniel le aseguró que estaba allí para ayudarla, no para juzgarla. Durante semanas, trabajaron juntos para establecer un vínculo de confianza, fundamental para cualquier proceso de terapia.
Sofía comenzó a compartir sus emociones abrumadoras con Daniel. Sus estados de ánimo oscilaban violentamente, y a menudo se sentía perdida en un mar de tristeza y rabia. Daniel escuchaba con atención mientras Sofía narraba sus momentos de desesperación, y Daniel validaba sus emoción, le hizo saber que no estaba sola en su lucha.
A lo largo de su terapia, Daniel y Sofía exploraron los orígenes de su trastorno límite de la personalidad. Descubrieron que venía de un entorno familiar disfuncional, donde el abandono y el abuso emocional habían dejado cicatrices profundas. Este descubrimiento fue un paso crucial en su proceso de sanación, ya que le permitió a Sofía comprender porqué se sentía de la manera en que lo hacía.
Las sesiones incluían ejercicios de mindfulness y técnicas de regulación emocional. Daniel enseñó a Sofía a identificar sus desencadenantes emocionales y a utilizar estrategias de afrontamiento más saludables, como la meditación y la escritura. Aunque hubo recaídas en el camino, Daniel siempre estaba allí, brindándole apoyo inquebrantable.
Con el tiempo, Sofía comenzó a notar cambios en su vida. Las autolesiones se volvieron menos frecuentes y menos intensas. Aprendió a comunicarse de manera efectiva y a establecer límites saludables en sus relaciones personales. Su capacidad para regular sus emociones mejoró significativamente, y comenzó a ver un futuro más brillante para sí misma.
Un día Sofía llegó a su terapia con una sonrisa y traía con ella una cajita como de cerillos, cuando entró al consultorio dijo: —Daniel, ya estoy mejor, ayer destruí mis navajas y ya no quiero cortarme. Daniel sonrió y le dijo: —Estoy muy orgulloso de tu avance, ¿Qué traes en esa caja?. —Son mis navajas destruídas—le dijo Sofía mientras le mostraba la evidencia.
La historia de Sofía no solo es un testimonio de la resiliencia humana, sino también un recordatorio de la importancia de la terapia y el apoyo emocional en la vida de aquellos que luchan con enfermedades mentales. Sofía encontró la esperanza y la fuerza para sanar, y Daniel, como terapeuta, experimentó la profunda satisfacción de haber sido una luz en la oscuridad de su paciente.
Resaltemos la necesidad de comprensión, paciencia y empatía en el camino hacia la recuperación mental, recordándonos que, a través del apoyo adecuado, cualquier persona puede encontrar la capacidad de sanar y vivir una vida plena y significativa.
Los años pasaron, y Sofía continuó su viaje hacia la recuperación. Se inscribió en clases de arte, una pasión que había abandonado en medio de su lucha contra el trastorno límite de la personalidad. La pintura se convirtió en una forma de expresar sus emociones, una manera de liberar lo que sentía en su interior. Cada trazo en el lienzo era un paso más hacia su sanación.
A medida que avanzaban las sesiones con Daniel, Sofía comenzó a construir relaciones más saludables. Practicaba las habilidades de comunicación que había aprendido en terapia y estableció límites firmes con las personas que antes la habían lastimado. Su red de apoyo creció a medida que se acercaba a amigos y familiares dispuestos a estar a su lado en este viaje.
Un día, Sofía compartió con Daniel que había iniciado un blog donde escribía sobre su experiencia con el trastorno límite de la personalidad. Sus palabras sinceras y valientes resonaron con muchas personas que se enfrentaban a desafíos similares. Sofía se convirtió en una fuente de inspiración para otros, demostrando que la recuperación era posible, aunque el camino fuera difícil.
Aunque el trastorno límite de la personalidad seguiría siendo una parte de la vida de Sofía, ella aprendió a manejarlo y vivir una vida más plena.
Daniel se sintió profundamente agradecido por haber sido parte de la transformación de Sofía. La terapia no solo había cambiado la vida de su paciente, sino también la suya propia. Se dio cuenta de que, como terapeuta, tenía el poder de ayudar a las personas a sanar y a encontrar la luz incluso en las circunstancias más oscuras.
Sofía encontró la fuerza para superar sus desafíos emocionales y escribir un nuevo capítulo en su vida y en su blog. Y Daniel, como terapeuta, siguió adelante, dispuesto a ayudar a otros a encontrar la esperanza en sus momentos de oscuridad.
"La terapia puede marcar la diferencia en la vida de las personas que luchan con enfermedades mentales. A través de la dedicación,la empatía y la paciencia se puede llegar a un estado de bienestar"
Mario Latabán
Don Ggatto
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revistapipazo · 16 days
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El weon más caliente del mundo (Parte I)
Prácticamente todos los hombres tenemos nuestro amor pajónico. “Platónico habrá querido decir este huevón”, pensaran uds… “no”, dire yo, pajónico.
La descripción correspondiente está absolutamente de más. Y viene al caso porque durante muchos años Roberto tenía una amiga que él consideraba como un verdadero amor pajónico: se conocían por más de 5 años, habian estado andando/saliendo por un tiempo, tuvieron alguno que otro atado amoroso, por mientras cada vez que se veían terminaban agarrando medios copeteados, pero lo concreto es que nunca habían pisado.
Rober llevaba entonces más de 5 años comiéndose (esporádicamente para entonces) a la misma mina: Marcela, y tenido fantasías eróticas con ella en más de una ocasión, de hecho para ser más precisos, las estadísticas indicaban que para ese tiempo, una de cada 4 pajas que este gil se pegaba, tenían a la Marce como la más exclusiva y única protagonista.
Pero tanto franeleo de salchicha no tenía la recompensa que tanto anhelaba el Rober. Mientras este hueon siempre se las arreglaba para que cuando salieran, tuviera el pie para extender una invitación al motel o a su casa, esta loca siempre tenía una excusa aún mejor para tirar el poto pa las moras. Pasaban los años, pasaban las salidas, los besuqueos, alguno que otro manoseo loco por ahí, pero nunca una cacha.
Sin embargo un buen día Rober se levantó y decidió de plano dejar de ser tan perdedor. “Cómo cresta no me voy a poder culiar a esta gueona por las grandes rechuchas, se acabó esta wea, me la chiflo sí o sí”, sentenció mientras juramentaba ante su fotografía autografiada de Carlos Caszely que en 3 meses habría de concretar el sacro acto del coito con la mina esa, fuere como fuere. Para ese tiempo ya llevában casi 6 años de conocerse, y durante todo ese tiempo este pobre cristiano había soñado con hacer el amor con dicha mujer. Todo un loser.
Diseñó entonces un plan de contingencia para poder llevarla a la cama. Era infalible: Verano, vacaciones, plata pa invitar, auto nuevo y ondero regalado por sus viejos, y el calor del ambiente que hace que como que todos se pongan asi como mas calidos y las minas anden más ligeritas de ropa.
La pasó a buscar para invitarla a beber algo a algún pub de Manuel Montt. De entrada mató con el auto. “Aaaayyy, que lindo el autoooo”, dijo Marce abiertamente sorprendida… “ya se está mojando”, pensó para sus interiores Rober mientras ponía cara de abacanao y procedía a dirigirse al tugurio elegido. Una vez en el local, el muchacho no escatimó en invitarle tragos a su pierna. La conversación estuvo excepcionalmente animada y las tomaditas de mano, flirteos y besuqueos varios fueron notoriamente más efusivos que en ocasiones anteriores. “Hoy si me toca conchetumare!!!” pensaba el muchacho.
Al par de horas, salieron del local un tanto arriba del balon. Ni bien subidos al auto, Marcela le dice a Roberto, “estoy sola en mi casa, mi familia se fue a la playa, vamos para alla”.
“SI RECONCHETUMARE GRANDE!!!!!!!!!!!”, exclamó para sus interiores el Rober. Sin embargo luego de la sorpresa inicial, vino la duda… era raro que fuera tan simple, muchas veces habían estado tomando y habían terminado harto más ebrios que aquella vez… por qué ahora todo tan sencillo? En verdad estarían alineados los planetas? Por qué Frei es tan re aweonao? Tantas dudas asolaban la mente de este cabro que prefirió dejarlas de lado y simplemente dedicarse a vacilear. Vacilón que se vio inmediatamente interrumpido por un sonido de llamada a celular. Era el de la Marce.
“Quién es? no contestís, vamos pa tu casa!!!!”
Obviamente Rober saltó de inmediato ante la inminente posibilidad de que sus frágiles planes se vieran quebrantados por algún llamado más impertinente que pillarse al jefe en el baño meando.
“Aayyyyy es el Negrooooooo, tengo que hablar con él, acaba de llegar de viajeee!!!!”
Por la concha y la gran reconcha de su madre… Qué mala cueva por la chucha. Rober se hizo el weon y fingió que no cachaba qué onda con ese agilao, pero en su fuero interno hervía de rabia: el tal Negro era un weon que se comía a la Marce mientras el Rober estaba pololeando con otra loca. Un enemigo. Un rival directo. Un adversario al que no sólo había que derrotar, sino que además había que evitar porque tenía claro que si la Marce ya tenía presupuestado encamarse con él, entonces estaba dispuesta a pasarle hasta el chico al Negro.
“Yaaaa, que ricooooo, nooooo…. ¿ahora? ¿en tu casa?… es que… mmm…. a ver, déjame ver”
“Al final qué hacemos nosotros? es que el Negro me está invitando a carretear a su casa”.
Antes de que cualquiera de los involucrados pudiera tomar la más básica decisión, el Rober se adelantó. No podía dejar pasar esta oportunidad, era demasiado. “VAMOS!”, le dijo, sabiendo que aunque no podía mirar a ese sapo reculiao a la cara, al menos era mejor que dejarla ir sóla. Terminaron yendo para allá, y este weon estaba solo en la casa, carreteando con otra mina (mala, por cierto). Cuando llegaron, este aweonao se saludo con un efusivo y apretado abrazo con la Marce, lo que hizo hervir la sangre del Rober, quien aprovechó la inercia de la situación y le dio un abrazo aún más apretado a la mala, alcanzando a palparle toda la teta de pasada.
Se pusieron a chupar y echar la talla, pero el flirteo entre Marcela y el Negro era evidente. De cuando en cuando Rober intervenía, de manera algo esporádica, pero suficientemente inteligente, asertiva y estratégica, como para tomar la atención de la damisela y distraerla del otro gil. ¿Y la mala? nada, se dedicaba a tomar nomás, aunque también de cuando en cuando tiraba una talla loca y hacía reir a la escuálida concurrencia.
En un momento el Rober fue al baño a echar la corta. Al volver, nota que la mala está sentada sola en la mesa de la terraza donde estaban antes, en un más que evidente estado de ebriedad. “¿Y los otros dos?”, le pregunta Rober. “Ejmhaafll eagggg..aaee…. andaaaa bor alla…”, le dijo la mala, indicando una puerta de la casa. Ni weon, este pastel fue ipsofacto a interrumpir. No podía dejarse vencer de esa manera. No podía ser que ese saco de weas cabeza hueca le levantara la mina con tan poco. No ese día, no de esa manera, no en su casa. Se dirige raudo a la puerta, la abre… y estos weones estaban conversando tomados de la mano. Afortunadamente alcanzó a interrumpir a tiempo, el Negro le dirigió una mirada furibunda que casi le vuela 3 dientes y le deja un ojo morado. Mas se la sacó bien: “oe Negro, tenís hielo?”, le preguntó. Las ganas del Negro de mandarlo a la mierda se notaban a kilómetros de distancia, mas se la tuvo que mamar cuando la Marce le dijo “oye si, yo también necesito hielo”, con lo que cagó y tuvieron que salir de ahí los tres.
Luego de ello, siguieron poniéndole, con lo que el Rober ya estaba suficientemente puesto como pa no hablar niuna wea coherente y tener su cerebro únicamente ocupado con la sola idea de virar de ahí con la Marce y chantárselo enterito hasta dejarla pidiendo agua. Pasado un rato, el convite comenzó a funar, sobretodo tomando en consideración que la mala estaba completamente echada como un bulto con medio cuerpo sobre la mesa de tanto alcohol que ya tenía en su sangre. Era el momento preciso para atacar:  “vamos??” le dijo Rober a la Marce. Tenía claro que una posibilidad real era que le contestara que se fuera sólo y que ella se quedaba ahí con el Negro. Dicha posibilidad pasó más de una vez por la cabeza del Rober, caso en el cual él se imaginaba perdiendo como en la guerra, yéndose del lugar retirado y humillado, mientras el otro aweonao la rellenaba como pavo navideño en la desocupada cama king size de sus ausentes padres. Mas nada de ello ocurrió. Contra todo pronóstico, la Marce accedió a irse con el Rober. Sí señor, tal como lo leen: los buenos también ganan.
Para ese momento, ya eran cerca de las 6 am y el Rober estaba ultra cagado de sueño debido a la extenuante jornada laboral a la que estuvo sometido durante aquel día, pero era necesario un esfuerzo más. Pocos minutos lo separaban de un inminente primer culión con la Marce, el momento que tanto esperaba en su vida.
Se subieron al auto, y el Rober dijo “yapos… ahora sí vamos pa tu casa…”, mientras encendía el motor de su nuevo bólido e iniciaba la marcha a través de las oscuras calles de Santiago.
(Continuará...)
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instantedelibertad · 30 days
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Creo que ya estoy listo para soltarte, para exhalar el último poema con tu nombre, y dejar de llamarle al atardecer nuestra cita, creo que ya te veo como eres, y que vivir también se puede sin ti.
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youniverse-s · 6 months
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"La nostalgia también puede ser una especie de consuelo, un dolor dulce, una forma de ver las cosas y hasta disfrutarlas."
"Final de un cuento" - Reinaldo Arenas
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caostalgia · 11 months
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"...—¿Por qué te has puesto esa pinza en el brazo?
Volví en mí y vi la pinza. Me había olvidado de ella. El pequeño dolor que me causaba se había convertido en parte constitutiva de la carne. No servía de nada. Me la quité y la dejé en el suelo.
—Para recordar. Hoy todo se me va de la cabeza, no sé qué hacer.
—Yo te ayudo.
—¿En serio?
Me levanté y cogí del escritorio un abrecartas de metal.
—Ten esto —le dije—, y si ves que me distraigo, me pinchas. La niña cogió el abrecartas y me observó con atención.
—¿Cómo puedo saber que te distraes?
Te darás cuenta. Una persona distraída es una persona que no siente los olores, no siente las palabras, no siente nada. Me enseñó el abrecartas.
—¿Y si tampoco sientes esto?"
—Me pinchas hasta que lo sienta. Ven.
Ferrante, E. (2011) Crónicas del desamor.
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